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Posmodernidad,

posmodernismo
y socialismo Sánchez Vázquez
U n c o n c e p t o a m b ig u o dem idad a la vez que alude a una nueva realidad,
Desde mediados de la década pasada, un con­ indica la inclusión en ella - e n la forma que habrá
cepto ambiguo y resbaladizo m artillea nuestros que ver— de la modernidad. Así, pues, no pode­
oídos: el de posmodernismo. Con él se alude a mos dejar de partir en nuestras reflexiones de
una nueva sensibilidad, nuevas ideas o nuevos es­ cierta idea de la m odernidad ya que solo desde
tados de ánimo que corresponderían a una nueva ella podremos determ inar si estamos histórica,
realidad social —la de la posmodernidad— que social e ideológicamente ante una realidad pos­
vendría a suceder a una realidad agotada: la de la m oderna y hasta qué punto se justifica la visión
modernidad. A unque solo fuera por este lazo posm odernista de una y otra.
temporal, m odernidad y posm odernidad se pre­
A l g u n a s p r e c is io n e s
sentan en cierta relación que no se agota en ese
lazo. Al hablar de posmodernism o, no nos esta­
¿Cuál es la naturaleza de esa relación de am­ m os refiriendo —como en general se hace, dada la
bos términos? importancia que reviste en las artes y la literatura,
¿De exclusión o inclusión?, ¿de continuidad sobre todo en sus orígenes—a u n determ inado es­
o ruptura?, ¿de afirmación, negación o supera­ tilo artístico, después del descrédito u ocaso de
ción? El prefijo pos no basta para fijar esa relación las vanguardias del siglo xx. Nos referiremos más
ya que solo hace referencia a una sucesión tem ­ bien a un conjunto de proposiciones, valores o ac­
poral en la que una realidad viene después de otra. titudes que, independientem ente del grado de su
Pero sí nos sugiere que la segunda realidad —Pos­ validez teórica, no puede negarse que existen, y
m oderna—no puede prescindir de la primera —la funcionan ideológicamente, como parte de la cul­
m odernidad—sea para continuarla, negarla, radi­ tura, la sensibilidad o la situación espiritual de
calizarla o despedirse de ella. El pos de laposm o- nuestro tiempo. A unque no existiera la realidad 137
posmoderna, o aunque ésta de existir apareciera nuevo en un proceso progresivo hacia un fin o
distorsionada en la visión posmodernista, el pos- m eta superior. Com ponente esencial de la m o­
modernism o con todas sus vaguedades y varian­ dernidad es, pues, la negación del pasado, de lo
tes es un hecho. Y los hechos —como decía Le- viejo y la prem inencia del futuro, de lo nuevo.
nin—son muy testarudos. Por ello, tenem os que
afrontarlo abriéndonos paso en la enm arañada L a crítica de M arx a la modernidad
selva conceptual de sus paladines y detractores. Y Esta visión afirmativa de la modernidad es la
puesto que la relación con la m odernidad es in­ que sostienen los ideólogos de la Ilustración para
soslayable, necesitamos partir de ella para exami­ los cuales —como escribe Kant—la modernidad es
nar las pretensiones posmodernistas que arran­ la llegada del hombre a su mayoría de edad. Y lo
can de una crítica radical. Si la posmodernidad de que permite, guía y encarna esa llegada es la ra­
la que surge la conciencia posm oderna se levanta zón. Ahora bien, si dejamos a un lado la voz de
sobre las ruinas de la modernidad, es preciso es­ alarma que, en plena Ilustración, da Rousseau al
clarecer la naturaleza de esa realidad hoy en rui­ denunciar, frente a su optimismo racionalista, las
nas que el posmodernism o pretende definitiva­ consecuencias negativas que tienen para el hom ­
m ente sepultar. bre ese progreso racional en la cultura y la civiliza­
Por modernidad cabe entender el proceso ción,2 es Marx quien más vigorosamente pone en
Posmodernidad, p o sm o d e rn ism o y so cia lism o

histórico que se abre con el proyecto ilustrado relación los aspectos positivos y negativos de la
burgués de emancipación hum ana, con la Revo­ modernidad. Al subrayar su ambivalencia, Marx
lución Francesa que pretende llevarlo a la prácti­ no regatea los méritos históricos de la clase social
ca y con la Revolución Industrial que va a desa­ que la encarna e impulsa: la burguesía. Pero, a la
rrollar inm ensam ente las fuerzas productivas. Es­ vez, subraya el terrible costo hum ano que ese
te proceso histórico de modernización es un pro­ progreso de la razón, que se materializa en el in­
ceso de expansión progresiva. La sociedad m o­ m enso jesarrollo de las fuerzas productivas, ha
derna es una sociedad dinámica, en constante de­ tenido para el proletariado. La elevación hasta al­
sarrollo, orientada hacia el futuro, una sociedad turas jamás conocidas —gracias al desarrollo de la
que no conoce límites ni estancam iento. La mo­ ciencia y la técnica—del dominio del hom bre so­
dernidad parece caracterizada por una serie de bre la naturaleza se ha traducido en un dominio
rasgos positivos: 1) su proyecto de emancipación mayor —bajo la forma de la enajenación— del
hum ana; 2) su culto a la razón que impulsa el do­ hombre sobre el hombre. La modernidad abre
A d o lfo Sán ch ez V á zq u ez /

minio cada vez mayor del hom bre sobre la natura­ enormes posibilidades de desarrollo a la vez que
leza y sobre sus propias relaciones sociales, hu­ las limita desde un punto de vista hum ano, social.
manas y 3) el carácter progresivo del proceso his­ Pero lo negativo y lo positivo se vinculan intrínse­
tórico, proceso lineal y ascendente en el que lo ca, dialécticamente. La modernidad que por su
viejo cede su puesto a lo nuevo y en el que —como forma burguesa tiene tan terrible costo hum ano,
dice Marx—“todo lo sólido se desvanece en el ai­ crea en su seno las condiciones que harán posi­
re”.1 Ser m oderno es estar abierto siempre a lo ble, al destruirse y superarse esa forma burguesa,
I Palabras de Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista que el paso a una sociedad superior, verdaderam ente
sirven de título al libro de Marshall Berman: Todo lo sólido se desvane­ emancipada, libre y humana.
ce en el aire. La experiencia de la modernidad, Madrid, Siglo XXI de Es­
paña, 1988. El pasaje completo que cita Berman dice así: “Una revolu­ haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo
ción continua en la producción, una incesante conmoción de todas las sagrado es profanado y los hombres al fin se ven forzados a considerar
condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constante dis­ serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recípro­
tinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones cas.”
estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias e ideas venera­ 2 C f m \ estudio Rousseau en México, Co.70, México D.F, Editorial Grijal-
138 das durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejadas antes de bo, 1969, p. 15-21.
Estamos de acuerdo con considerar a Marx paso entre ellos, con lo cual el futuro sigue abier­
como un m odernista,3 pero un m odernista que to.
aspira a llevar hasta sus últimas consecuencias los La visión de W eber de la modernidad se cen­
objetivos emancipatorios de la modernidad, lo tra en el poder m oderno de la razón. M oderniza­
cual le lleva a su vez a poner al descubierto sus as­ ción se identifica así con racionalización. Y ésta
pectos negativos —la explotación y opresión de se entiende como un proceso progresivo en el
los hom bres— determinados justam ente por sus cual se enajena la racionalidad conforme a fines o
limitaciones de clase. La visión marxiana de la valores. El orden social m oderno, producto de es­
m odernidad es inseparable de la crítica a fondo de te proceso, es una “jaula de hierro” que determ ina
su forma burguesa. Esta crítica es indispensable con una fuerza irresistible dentro de sus barrotes
asimismo para fundar racionalm ente el proyecto el destino de cada individuo. Se trata del orden
de emancipación com unista que supere el carác­ económico capitalista en el que la producción no
ter limitado, de clase que había postulado la Ilus­ conoce valores sino eficiencia; un orden que no
tración burguesa. Hay que reconocer, sin embar­ admite, a diferencia de lo que piensa Marx, la po­
go, que en su visión y crítica de la modernidad, sibilidad de trascenderlo ni siquiera con el socia­
Marx no se desprende totalm ente del lastre racio­ lismo. La modernización como racionalización
nalista universal, progresista, teleológico y euro- progresiva conduce así a un aprisionamiento ine­
céntrico del pensam iento burgués ilustrado. vitable e insuperable en la “jaula de hierro” de la

Adolfo Sánchez Vázquez / Posmodernidad, posmodernismo y socialismo


sociedad moderna.
Las críticas de N ietzsche, W eber y Para Adorno y Horkheim er en su Dialéctica
A dorno de la Ilustración, la m odernidad se caracteriza por
Después de Marx, en el siglo XIX Nietzsche y el despliegue de la razón objetivante, sistem ati­
zante o instrum ental que se traduce en un ilimita­
en el XX W eber y la Escuela de Francfort, radicali­
zan la crítica de la m odernidad tanto al poner en do progreso técnico y económico. Esta razón ins­
cuestión sus premisas y fundam entos como al de­ trum ental qué impulsa la dominación tecnológi­
nunciar sus consecuencias negativas. Nietzsche camente se convierte a su vez en simple aparato
de dominación en las relaciones entre los hom ­
ataca los conceptos de superación y progreso y
con ello descalifica la historia como proceso as­ bres. El proyecto ilustrado de emancipación que
cendente bajo el signo de lo nuevo. Para Nietzs­ habría de realizarse, como progreso y revolución
che no hay ascenso sino retorno. Por otra parte, en la historia se derrum ba y lo que ofrece en su lu­
los valores supremos a los que podría dirigirse ese gar la realidad, sobre todo en la fase de la sociedad
ascenso histórico quedan pulverizados. Y, sin industrial avanzada, es solo reificación y burocra-
embargo, aunque Nietzsche dinamita el suelo de tización de la vida social. La emancipación la bus­
la razón y el progreso y con ello se viene abajo el ca Adorno en el plano estético, en el arte que pre­
proyecto ilustrado de emancipación, no niega és­ figura un orden de reconciliación.
te en térm inos absolutos ya que confía en un La r e a l id a d s o c ia l p o s m o d e r n a
“hom bre nuevo” que sabrá “crear nuevos valo­
res”. Tras la denuncia implacable de los peligros La crítica de la razón, del progreso y del senti­
de la m odernidad, peligros que atribuye a la cien­ do de la historia que llevan a cabo Nietzsche, W e­
cia, al racionalismo, a la “m uerte de Dios”, ber y Adorno proporciona importantes puntos de
Nietzsche ve a ese “hom bre nuevo” abriéndose apoyo al pensam iento posm oderno que va a radi­
calizar aún más sus críticas. La m odernidad no es
3 Tal es la tesis de Berman en la obra suya citada que desarrolla sobre todo solo criticada sino negada y las alternativas a lo
en su cap. 2. negado, ya bastante apagadas, acaban por ser ape- 139
ñas una luz m ortecina en la oscuridad. Pero ¿qué conoce enclaves, trátese de la naturaleza, el in­
es lo posm odem o que se enfrenta así a la m oder­ conciente, el arte o el tercer mundo. En este espa­
nidad? Lo posm odem o se presenta como un cam­ cio multinacional en el que se hallan aherrojados
bio radical del pensam iento en las condiciones de los individuos y los pueblos, hay que buscar las
existencia que sigue a las de la modernidad. Estas raíces y la necesidad del posmodernism o que Ja-
condiciones de existencia en que insisten los pos- meson caracteriza por ello como la lógica cultural
modernistas son las propias de una sociedad in­ del capitalismo multinacional o tardío.6
formatizada en la que la multiplicación de las m á­ Pero para entender por qué el capitalismo
quinas de información con sus múltiples juegos tardío engendra esa lógica cultural, o esa concien­
de lenguaje afecta a la interacción social; una so­ cia posmoderna desmovilizadora de las concien­
ciedad en la que la cuestión de la legitimación se cias, y cómo lleva a cabo esta función ideológica,
plantea en nuevos términos: como autolegitima- social, política, necesitamos fijar algunos rasgos
ción del poder y como pérdida de la legitimación relativamente estables en la naturaleza ambigua,
del saber en lo que Lyotard llama los grandes rela­ resbaladiza y heterogénea del posmodernismo.
tos de la emancipación o de la totalidad en el sen­ Pero su perfil tendrem os que dibujarlo sobre todo
tido ilustrado o hegeliano-m arxista; una socie­ a través de sus negaciones.
dad asimismo de consumo en la que “la renova­
ción continuaf...] está fisiológicamente exigida N egaciones posmodernistas
Posmodernidad, posmodernismo y socialismo

para asegurar la pura y simple supervivencia del Niega, en primer lugar, lo que constituye la
sistema; la novedad[...] es aquello que permite m édula misma de la visión afirmativa de la m o­
que las cosas continúen de la misma m anera”, se­ dernidad: su proyecto de emancipación. Hemos
gún escribe Vattim o.4 Se trata igualmente de un visto que este proyecto, sujeto a las críticas de
sistema social que —como escribe Lyotard— por Nietzsche, Marx y la Escuela de Francfort, ya no
haber alcanzado su “máximo grado de objetiva­ podía m antenerse en su forma originaria, burgue­
ción, entran en crisis las formas ideológicas que lo sa, aunque su idea de la emancipación hum ana
legitimaban” lo que lleva a “tomar críticamente podía ser rescatada como intentaron rescatarla
conciencia de la fuerza destructiva inscrita en la Nietzsche, Marx y Adorno. Ahora bien, para el
ratio y en la relación ratio-dom inio”.5Pero, en de­ pensam iento posmoderno tal rescate es imposi­
finitiva, si nos atenem os a las relaciones de pro­ ble, no solo en la forma en que lo hicieron los crí­
ducción que están en la base de este mecanismo ticos mencionados, sino en cualquier opción que
de explotación y dominación de los hom bres y los trate de trascenderla. Los proyectos de emanci­
A d o lfo Sá n ch ez V á zq u ez /

pueblos, se trata —sin los eufemismos de “socie­ pación como los de la Ilustración burguesa y el
dad de consum o” o “sociedad posindustrial”—de marxismo caen dentro de lo que Lyotard llama
la sociedad capitalista desarrollada, capitalismo los metarrelatos carentes de legitimación. Su ne­
tardío o capitalismo multinacional que emerge gación posmodernista no se hace para trascender­
después de la Segunda G uerra M undial y que, le­ los en nom bre de otro proyecto, superando sus li­
jos de romper con la lógica expansionista del capi­ mitaciones o buscando nuevos fundam entos. Es­
talismo m oderno —el que Marx conoció, descri­ to último resulta vano pues el pensam iento pos­
bió y explicó— abre una tercera fase a esa expan­ m oderno arroja por la borda la categoría misma
sión “tras las primeras expansiones del mercado de fundam ento con lo cual se arruina todo inten­
nacional y del imperialismo”, expansión que no to de legitimar un proyecto. Ciertam ente, existe
0
un nexo estrecho entre proyecto y fundam ento,
4 Gianni Vattimo: Elfin de la modernidad, Barcelona, Gedisa, 1986, p. 14.
5 Franco Crespi: “Ausencia de fundamento y proyecto social”, en: G. Vat- 6 Frederick Jameson: “El posmodemismo o la lógica cultural del capita­
140 tino y P.A. Rovatti (eds). El pensamiento débil, Madrid, Cátedra, p. 349. lismo tardío”, en Casa de las Américas, n. 155-56, marzo-junio de 1986.
ya que todo proyecto tiene que estar fundado. Pe­ habido ha llegado a su fin o de que estamos en la
ro si se corta el nexo entre uno y otro, todo poshistoria. Se disuelve la historia como un pro­
proyecto se hace imposible ya que no habría fun­ ceso unitario dotado de cierta coherencia y racio­
dam ento que lo legitimara. Y así los proclama nalidad. Y cambia nuestra conciencia del tiempo
Franco Crespi, uno de los exponentes del pensa­ ya que la tecnología de la información tiende a
m iento “débil” o posm odem o: “El reconocim ien­ deshistorizarla al reducir los acontecim ientos al
to de la carencia de fundam ento y de su carácter plano de la contem poraneidad o simultaneidad.
irrevocable lleva consigo la renuncia a cualquier El presente absorbe al pasado e igualmente es ab­
tentación de formular un proyecto total de trans­ sorbido el futuro: lo que ha de llegar o lo que hay
form ación de la realidad social”.! Pero ¿en una so­ que esperar. O como dice Baudrillard: “El futuro
ciedad injusta se puede renunciar al proyecto de ya ha llegado” y no hay que esperar ninguna u to ­
transform arla y a fundam entar ese proyecto? pía.
Ciertam ente, esa fundam entación puede ser —co­ El pensam iento posm oderno se centra, pues,
m o en tantas doctrinas salvadoras o utópicas— en el presente, en un presente que se reproduce a
ilusoria o utópica, pero tam bién —como en el so­ sí mismo y en el que lo nuevo es solo lo mismo.
cialismo marxiano— factible y racional. Por otra Ya no cabe hablar de historia como proceso que
parte, si se afirma la carencia absoluta de funda­ desemboca en un presente que ha de dejar paso,
m ento ¿en qué fundam os la falta de fundam ento? sobre todo con su transform ación de la sociedad,

A dolfo Sánchez Vázquez / Posmodernidad, posmodernismo y socialismo


Vemos, pues, que no es tan fácil despedir al fun­ al futuro, a lo que no ha llegado aún y por cuya lle­
damento. gada luchamos. Es, pues, propio del pensam iento
La negación del proyecto emancipatorio es, posm odem o esta exaltación del presente y nega­
en definitiva, una cuestión central no solo teórica ción del futuro que, en verdad, es la conciliación
sino práctica, política, ya que descalifica la acción, con un presente, el nuestro, conciliación que es
y condena a la impotencia o al callejón sin salida siempre la marca del conservadurismo. Recuér­
de la desesperación al fundar —ahora sí—la inuti­ dese el Hegel de la Filosofía del Derecho que con­
lidad de todo intento de transform ar radicalm en­ ciba la idea con la realidad, el Estado que encarna
te la sociedad presente. Y con este motivo el pen­ la razón con el Estado prusiano de su tiempo. Pa­
sam iento posmoderno echa mano de otras nega­ ra Hegel ha habido historia—la que conduce a ese
ciones como las de superación, historia, sujeto, presente, pero en rigor ya no la hay porque lo que
progreso, novedad, etc., aprovechando en este te ­ cuenta es ese presente y no el futuro. Para él —co­
rreno lo sembrado ya —como dem uestra Vatti- mo para los posm odernos—no hay necesidad de
m o— por Nietzsche y Heidegger.8 La superación transform ar esa realidad. Los que aspiran a trans­
se concibe como una categoría de la m odernidad formarla revolucionariam ente no hacen sino dar
que ni siquiera como superación crítica puede rienda suelta a su “impaciencia subjetiva”.
aceptarse ya que m antiene la identificación del En cuanto a la “m uerte del sujeto”, procla­
ser con lo nuevo, carente de valor para el posmo­ mada por el posestructuralism o francés, el pos­
dernismo. La historia es otra de las cabezas que m odernism o la hace suya, enfrentándose así a to­
rueda bajo la guillotina posmodernista. Ya no se da supervivencia rom ántica del genio, o a las ex­
trata de la historia sin sujeto, postulada por el es- periencias m odernas de ansiedad o rebelión per­
tructuralism o francés, ni tam poco de la falta del sonal que Jam eson ilustra ejem plarmente con El
sentido de la historia, sino que se trata pura y sen­ grito de M unch.9 Ciertam ente, la disolución de la
cillamente de que no hay historia, de que si la ha subjetividad es real y no solo un problem a ideoló­ 0
gico o estético. La m odernización capitalista ha
7 Franco Crespi en ob. cit., p. 343.
8 Vattimo, ob. cit, p. 9-10. 9 F. Jameson, texto antes citado. 141
fragmentado al individuo con la división del tra­ trata de una “agonía de la realidad” (expresión de
bajo y ha disuelto su individualidad al cosificar o Baudrillard) que vendría a justificar sus negacio­
burocratizar su existencia. Pero en el reconoci­ nes de la historia, del progreso y sobre todo de la
miento de esto no hay nada nuevo: Marx lo había espera de un acontecim iento que cambie la histo­
descrito y explicado y Kafka, en plena m oderni­ ria.
dad, nos hace ver vividamente —en El proceso por
ejemplo—esta disolución de la subjetividad. Pero F ascinación, “moral de la muerte” y
los posmodernistas absolutizan la tesis hasta ne­ LIBERACIÓN
gar en el arte el estilo personal y cerrar a piedra y Una tendencia de la conciencia posmoderna es
lodo la puerta de una nueva subjetividad. En ver­ -com o subraya Klaus R .Scherpe-“la desdramati-
dad, en un m undo cosificado, burocratizado, la zación del fin”.10Al confrontarse con una posible
“m uerte del sujeto” es un hecho real, pero solo si catástrofe nuclear, el terror cede ante la ansiedad,
este mundo se pone fuera de la historia se hace la atracción o la fascinación por experim entar el
imposible el rescate del sujeto que no tiene por fin como se pone de manifiesto sobre todo en la
qué reducirse al ego individualista burgués. versión alemana del posmodernismo.
El abismo —la catástrofe nuclear—que susci­
C onciencia de la condición posmoderna
ta la fascinación no es un acontecim iento total­
En verdad, el posmodernismo no deja de to­
A d o l f o S á n c h e z V á z q u e z / P o sm o d ern id a d , p o sm o d e rn is m o y so c ia lism o

m ente destructivo o negativo para el hom bre, ya


mar en cuenta las condiciones actuales de exis­ que en él el hom bre se purifica o autentifica. Co­
tencia que, por no haberse dado en la m oderni­ mo dice Scherpe interpretando la filosofía pos­
dad, pueden considerarse “posm odernas”. Vivi­ m odernista de Ulrich Horstman, “la fascinación
mos en el m undo de la bomba atómica, un m un­ recae en el autodescubrim iento, en el m om ento
do en el que el fin de la historia real es posible de la aniquilación”." Estamos, pues, ante una fas­
porque es posible el fin de la hum anidad. No fal­ cinación, éxtasis, “revuelta” o “nueva moral de la
tan, pues, elem entos catastróficos reales para co­ m uerte”, expresiones nuevas, posmodernistas
nocer que el potencial destructivo de la m oderni­ que recuerdan la no tan hum ana del “ser para la
dad ha progresado hasta el punto de convertirse m uerte” de Heidegger como vida auténtica hu­
en la destrucción absoluta. Ciertam ente, en el se­ mana. Ni resistencia ni resignación, sino expe­
no mismo de la modernidad se había ya denun­ riencia de la autenticidad del hombre justam ente
ciado —desde Marx a Adorno— su potencial des­ en el m om ento de su aniquilación. Se com pren­
tructivo, pero solo desde el final de la Segunda de, a la luz de estas ideas, que dos pensadores
Guerra Mundial sabemos que ese potencia! al­ franceses que giran en la órbita posmoderna —co­
canza una dimensión absoluta al amenazar la su­ mo Baudrillard y G lucksm an- aboguen por ele­
pervivencia misma de la humanidad. En este sen­ var el nivel del arm amento nuclear. ¿Porqué no si
tido es legítimo hablar de condición posmoderna con ello se acelera el fin, es decir, el aconteci­
de la existencia, justam ente cuanto ésta se halla miento que permitirá el autodescubrim iento y
bajo la amenaza de un holocausto nuclear a la que autorrealización de la humanidad? Por otro lado
se unen como amenazas también reales una ca­ la fascinación ante el abismo, al eliminar la pro­
tástrofe ecológica y una no descartable tragedia testa y la resistencia, al desdramatizar el fin y
genética.

© La conciencia de esta condición posmoderna


es necesaria para contribuir a que la “autodestruc-
ción de la hum anidad” no se convierta en una rea­
complacerse en él da a esta conciencia de la catás-
10 Klaus R. Scherpe: “Dramatización y desdramatización de ’el Fin': la
conciencia apocalíptica de la modernidad y la posmodernidad”, en:
Modernidad y posmodernidad, compilación de Josep Picó, Madrid,
Alianza Editorial, 1988.
142 lidad. Pero para el pensam iento posm oderno se 11 K.S. Scherpe, en ob. cit., p. 377.
trofe como espectáculo una dimensión estética, plotación posmodernista de las tradiciones con
aunque no por ello menos política. un criterio ecléctico. El eclecticismo, tan despres­
Vemos, pues, en qué desemboca la absoluti- tigiado en la modernidad y tan ajeno a las van­
zación de la crítica posmodernista del potencial guardias artísticas, es asumido positivamente por
destructivo de la m odernidad; en una reconcilia­ el posmodernismo. Puesto que no hay historia, o
ción con la realidad cuando ésta adopta la condi­ sentido de la historia, se justifica el eclecticismo
ción posmoderna de la amenaza de una autodes- ante sus normas, paradigmas o estilos. En un ras­
trucción de la humanidad. Una reconciliación cacielos pueden coexistir una sección media neo­
que entraña, con la “moral de la m uerte”, una li­ clásica, una columnata romana y un frontispicio
beración que hasta ese m om ento se había nega­ estilo Chippendale:1'1
do. Vattimo no anda descaminado al considerar a Otro rasgo afirmativo posmodernista sería la
Heidegger un “filósofo de la posmodernidad”,1’ reivindicación de lo fragmentario frente a las na­
Tendríamos así que solo con la negación absoluta rraciones totalizantes modernas, criticadas por
que representa un holocausto nuclear el pensa­ Lyotard. En el arte —como dice Simón Marchan
m iento posmoderno encuentra lo que ha negado Fiz—“la fragmentación tiene que ver con el aban­
a la modernidad: la liberación, autenticidad o rea­ dono de los cuadros perm anentes, de las jerar­
propiación de la existencia humana. quías, del estilo o las tendencias hom ogéneas”.14
También frente a las legitimaciones de las narra­

Adolfo Sánchez Vázquez / Posmodernidad, posmodernismo y socialismo


ciones totalizantes se hace hincapié en el carácter
Las alternativas posmodernas
local o regional de ellas. Finalm ente, como un co­
Ahora bien, si de esta afirmación última, rolario de su negación de todo proyecto de em an­
apocalíptica de lo auténticam ente hum ano, pasa­ cipación, y dado que el proyecto desde sus oríge­
mos a las alternativas que el posmodernismo nes ilustrados y con mayor razón en el proyecto
ofrece a sus negaciones, antes consideradas, de la comunista de Marx tiene una dimensión política,
historia, del futuro, del sujeto, de la razón vere­ el posmodernismo desplaza la atención de la ac­
mos que solo ofrece débiles alternativas. Esto co­ ción a la contemplación, de lo político a lo estéti­
rrespondería a un pensam iento que se ha caracte­ co. Pero, a su vez: de lo estético liberado de la ten­
rizado a sí mismo, con la modestia que oculta la dencia moderna que cristalizó en la vanguardia
soberbia, como un pensam iento “débil”. Frente a originaria —futurism o, Prolet-K ult, productivis-
la negación m oderna del pasado y al énfasis en la mo, etc.—, a conjugar innovación artística e inno­
novedad y la apertura al futuro, el posmodernis­ vación social, arte y revolución, lo que introducía
mo siente una nostalgia del pasado y, al mirar ha­ la emancipación en la entraña misma del arte. In­
cia atrás, reivindica la autoridad y la tradición. De novar, crear, era para la vanguardia, antes de ser
ahí que Habermas solo vea en él una posición domesticada por el mercado, un acto de emanci­
neoconservadora. Desde el m om ento en que el pación. Ahora bien, el posmodernism o libera al
posmodernism o repudia lo nuevo como valor, lo artista de la responsabilidad que asum e en la m o­
que valora es el pasado absorbido por un presente dernidad, ya que la emancipación misma carece
que, al reproducirse a sí mismo, cierra la puerta al de fundam ento y de sentido.
futuro. De ahí que rechace la innovación que en El posmodernismo se presenta, pues, como
el plano social representa la revolución, o la inno­
vación que en una sucesión de ismos buscan en el 13 Andreas I luyssen pone este ejemplo refiriéndose al rascacielos AT & T
de Philip Johnson en su ensayo "Cartografía del posmodernismo”, in­
plano estético las vanguardias del siglo xx. Con­ cluido en Modernidady posmodernidad, ed. cit., p. 197.
cordante con esta nostalgia del pasado, es la ex­ 14 Simón Marchan 1 \r. Del arle objelual al arte de concepto. Epilogo sobre
la sensibilidad “postmoderna", 3a. ed., Madrid, Ediciones Akal, 1988,
12 En El fin de la modernidad, ob. cit. p. 335 143
la antítesis de la modernidad y, por tanto, como que no se sustraen, en la época de ese capitalismo
negación de la razón en que se sustenta y de la multinacional, los países prem odernos o subm o­
historia en que pretende realizarse. A hora bien, dernizados —o subdesarrollados en sentido capi­
¿es posible salvarla de esas negaciones? Ya vimos talista. Y entre esas condiciones posmodernas
que las críticas que se hacen a la m odernidad des­ que hay que tomar en cuenta están no solo las for­
de el seno de ella misma arrancan de su ambiva­ mas que adoptan, a diferencia del pasado capita­
lencia: liberadora y destructiva. Pero, ciertam en­ lista m oderno, las relaciones de explotación de
te, ya no estamos en la modernidad que era objeto los hom bres y los pueblos, sino tam bién el papel
de esas críticas. La absolutización de su potencial de nuevos agentes históricos que no pueden re­
destructivo con el arm amento nuclear, la eleva­ ducirse, como los redujo Marx en la modernidad,
ción del proceso de enajenación, reificación y bu- al proletariado; está asimismo el papel de los m e­
rocratización que alcanza dim ensiones descono­ dios de comunicación en la formación o deforma­
cidas en la modernidad, la extensión de la racio­ ción de la conciencia de las grandes masas y están
nalidad instrum ental, tecnológica que linda con tam bién las experiencias históricas de las socieda­
la irracionalidad: todo ello nos incita a reconocer des que, pretendiendo superar la modernidad
unas condiciones actuales de existencia, las pro­ burguesa, convirtieron el proyecto socialista de
pias del capitalismo tardío o multinacional, que emancipación en lo que se conoce como el “socia­
por ser irreductible a las de la m odernidad, las del lismo real”.16
A d o l f o S á n c h e z V á z q u e z / P o sm o d ern id a d , p o sm o d e rn is m o y so c ia lism o

capitalismo m oderno, clásico, podemos denom i­


nar —sin que el térm ino nos inhiba pues no se tra­ La e m a n c ip a c ió n e n l a s c o n d ic io n e s

ta de palabras— condiciones “posm odernas”. A POSMODERNAS


estas condiciones respondería el posmodernismo Así, pues, la respuesta al posmodernism o
al aportar una visión de la realidad posm oderna que proclama que todo proyecto de emancipa­
que cumple la función ideológica de contribuir a ción —y no solo el de la m odernidad—es una causa
condenar a los hom bres a la inacción, la im poten­ perdida; que el intento de fundarlo racionalm en­
cia o la pasividad. te carece de fundam ento y que la razón que im­
pulsa la revolución científica y técnica es inexora­
R e sc a t e d e l a m o d e r n id a d blem ente un arma de dominio y destrucción;
En esta situación, la respuesta a las críticas de nuestra respuesta es que no podemos renunciara
la m odernidad no puede consistir en tratar de res­ un proyecto de emancipación, justam ente porque
catar su lado afirmativo como pretende Haber- tiene su fundam ento y su razón de ser en las con­
mas dando un nuevo estatuto —comunicativo—a diciones actuales de existencia que lo hacen posi­
la racionalidad.'.5 El proyecto “inconcluso” de ble y que hacen posible, necesaria y deseable su
emancipación solo puede realizarse superando realización. Pero este proyecto no puede ser por
las limitaciones burguesas, capitalistas que des­ ello un proyecto que conserve su form a burguesa
pués de Marx, lejos de haber caducado, no han o que trate de superar esta, aferrándose a una rea­
hecho más que acentuarse. Pero a su vez ese lidad que ha quedado atrás y que ha sido superada
proyecto solo puede realizarse tom ando en cuen­ en las condiciones que llamamos posmodernas.
ta las formas que adoptan esas limitaciones en las 16 De la relación entre proyecto socialista de emancipación y “socialismo
real” me he ocupado en mis ensayos: “Ideal socialista y socialismo
condiciones posmodernas, es decir, las propias real”, Nexos, n. 44, México D.F., 1981 incluido en mi libro: Ensayos
del capitalismo tardío. Condiciones a su vez a las marxistas sobre historia y política, México D.F. Océano, 1985; “Rexa-
O men de la ¡dea de socialismo”, ponencia presentada en la Mesa Redon­
15 Cf. tas críticas de Habermas al posmodernismo en su ensayo, publicado da 85 de Tribuna Internacionai(Cavtat, Yugoslavia),incluida en el li­
originalmente en 1981, “Modernidad versus posmodernidad” incluido bro citado; “Del octubre ruso a la ’perestroika1”, Memoria, Boletín del
144 en Modernidad y postmodernidad, ed. cit., p. 87-102. ‘ CEMOS, n. 17. noviembre-diciembre 1987.
Contribuir a fundar, esclarecer y guiar la rea­
lización de ese proyecto de emancipación que, en
las condiciones posm odem as, sigue siendo el so-
cialism o '-u n socialismo si se quiere posmoder­
no— solo puede hacerse en la medida en que la
teoría de la realidad que hay que transform ar y de
las posibilidades y medios para transformarla, es­
té atenta a los latidos de esa realidad y se libere de
las concepciones teleológicas, progresistas, pro-
ductivistas y eurocentristas de la modernidad que
llegaron incluso a impregnar al pensam iento de
Marx y que se han prolongado en nuestro tiempo.
Lo cual significa a su vez que no hay que echar en
saco roto las críticas de la m odernidad después de
Marx, ni lo que la crítica del posmodernism o ha
aporta —sin proponérselo—a esa emancipación.

A d o l f o S á n c h e z V á z q u e z / P o sm o d ern id a d , p o sm o d e rn is m o y so c ia lism o

©
17 Sobre la vigencia del proyecto socialista de emancipación, cf. junto a
los textos mencionados mi ensayo “Marxismo y socialismo, hoy”, Ne­
xos, n. 126, México D.F., junio de 1988. 145

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