Horas y horas
Una libertad femenina que presupone la igualdad entre los hombres, y entre las mujeres y
los hombres, es una noción … hipermoderna. Y doblemente vinculante, porque
compromete a realizar la paridad hombre-mujer y porque, además, compromete a
realizar la igualdad entre los hombres. (…) No ya la lucha y la conquista de la libertad
femenina por sí misma sino la defensa de una cultura histórica y geográficamente
determinada.
(…) ¿Por qué hombres y mujeres no gobiernan juntos lo que juntos han creado? ¿ Por qué
el gobierno lo toman regularmente los hombres? Nuestras democracias adelantadas
afrontan este problema a un nivel secundario como el problema de una contradicción
interna del régimen democrático basado en el principio de igualdad. (…) las mujeres se
encuentran asimiladas a toda una serie de “sujetos sociales” más o menos excluidos del
goce de derechos civiles y políticos (…) una política que responde a una búsqueda de
coherencia interna por parte del paradigma de la modernidad que el feminismo se
divide(…)
Las relaciones y los intercambios simétricos que generan competición, por sí solos son
limitativos y pobres, porque destruyen la interdependencia, que es indispensable para la
vida tanto como para la convivencia y la civilización (…) Solamente las relaciones de
diferencia crean interdependencia pero ´tenemos dificultad en apreciarla, por causa de la
rapidez con la cual la transformamos en desigualdad´(…) el valor de la diferencia se ve(a)
doblemente anulado: por la desigualdad, primero, y por el igualitarismo, opuesto a esta
última, después.
La diferencia sexual se da entre “dos” que no tienen identidad sin esta diferencia(…) La
diferencia sexual hace diferir de sí mismo a un idéntico ser humano y lo hace ser sí mismo:
mujer, hombre. Para el ser humano identificarse y diferir son la misma cosa, si una cosa tal
pudiera darse(…) invitación … a retomar la búsqueda del propio sentido. Esta invitación se
vive como una necesidad de mediación, existencial y cultural… mediación creadora de
identidad personal, entre un sí mismo y un no todavía, o un no más, o un tal vez nunca sí
mismo.
Este fantasma (de la usurpación) es un engaño total. El hombre, en efecto, no posee los
bienes de los cuales, si fuera el caso, ha privado a la mujer, aun cuando le hubiera quitado
algo, no está en condiciones de restituirle nada.
Ni el mundo, por una parte, ni la identidad humana por la otra, casi las dos caras de la
misma moneda, se pueden repartir entre los dos sexos: la independencia simbólica es una
condición de este ser dos, de este no ser uno, que no invalida la unidad del ser.
Independencia simbólica y necesidad de mediación.
Celia Amorós, “Feminismo y perversión”, Posada Kubissa (1998), Sexo y esencia, Madrid:
Horas y horas.
La propuesta de Muraro “(…) se trataría de algo así como de una extrapolación del
ejemplo de los peúcos (escarpines) a todos los ámbitos de la vida social y cultural. Lo cual,
a menos que se mantenga que la simbólica es independiente de las relaciones de poder,
parece difícil de llevar a cabo: las mujeres tendríamos que encontrarnos en una situación
de equipotencia con respecto a los varones para instituir esa simbólica propia sin
connotaciones de inferioridad ni subordinación, lo cual implica el logro de la igualdad
Pues no acierto a ver qué identidad humana vamos a modular en femenino al margen de
la plataforma común de humanidad sobre la que, como sexo y degradadas a la
animalidad, no nos han permitido transitar. Tampoco se me alcanza la eficacia ni la
viabilidad de ese trampolín que como “orden simbólico de la madre” inconmensurable y,
en esa misma medida, subversivo del orden patriarcal, pretende ser el punto arquimédico
-¿dónde hay puntos arquimédicos en un mundo tan complejo como el nuestro y con tal
pluralidad de frentes?- que catapulte el “progreso simbólico” de la humanidad.
¿A quién beneficia este nuevo tratado de paz entre los sexos, cuyos términos, esta vez,
han sido definidos por las propias mujeres, sin que se sepa qué batalla han ganado, a
menos que sea la victoria “ simbólica”? (…) Simbólicas, desde luego, porque no sé cómo se
va a paliar la feminización de la pobreza desde la política de la “ diferencia sexual.
En última instancia, no es mujer o varón simbólico quien quiere sino quien puede, o , por
decirlo de otra forma, las relaciones de poder son mucho menos “sufridas” que la
simbólica, estructuran el campo gravitatorio de fuerzas en que habrá de moverse la
arbitraria y estudiada coreografía del juego sexual transgresivo, así como delimitan su
capacidad de maniobra
Cita a Collin F., “lo masculino de una mujer no vale tanto como lo masculino de un
hombre”.
Jugar al género como ficción, mientras éste no sea una inocente simbólica sino una
relación de poder es, a su vez, una ficción: es ilusorio o cínico: Puestos a tener que jugar a
ficciones, juguemos a ser individuas.
(…) la historia ha probado, desde las sufragistas, que el “como si” puede ser performativo.
A golpe de sudor y lágrimas… Situémonos en el lugar de vuestra ficción: que un mundo de
individuos e individuas es posible, y juguemos con el margen de maniobra que esa ficción
nos deja. ¿Y nuestra identidad femenina, qué será de ella? La identidad femenina no es
sino un proceso permanente de deconstrucción, reconstrucción siempre tentativa, es una
forma de existencia reflexiva del ser-mujer con momentos de re-significación,
reinterpretativos, estipulativos, que se van fraguando como precipitado simbólico de la
propia lucha por la igualdad. Es, en suma, identidad feminista.