G. I. Gargamo
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Págs. 500-501
San Antonio “Si los datos transmitidos por la tradición son exactos, vivió
Abad (entre el más de 100 años, desde el 251 hasta el año 356. Había
251 al 356 ) nacido en un pueblo copto; era de familia cristiana, de
cultura simple y limitada. ‘Frecuentaba la iglesia con sus
padres… sometido a sus padres’ (Vida Antonio 1,3), era un
joven piadoso. Se quedó pronto huérfano, sólo con una
hermana pequeña; ‘tenía 18 o 20 años y se ocupaba de la
casa y de la hermana’ (Vida Antonio 2,1). Pocos meses
después, sintió que se dirigían irresistiblemente a él las
palabras del Señor al joven rico, que había oído leer en la
Iglesia: ‘si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y
dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos;
luego ven, y sígueme.’ (Cf. Mt 19, 21). Por escalones
sucesivos, se entregó a una vida de oración y penitencia,
primero en casa; después confió la hermana ‘a unas
vírgenes fieles, que conocía bien, para que fuera educada
en la virginidad (Vida Antonio 3,1), y empezó una vida más
solitaria en las proximidades del pueblo, siguiendo el
ejemplo y la enseñanza de un anciano asceta que vivía por
aquella parte. Había ya, efectivamente, personas que,
solas o en grupos reducidos, consagraban toda su vida al
Señor en la virginidad, penitencia y oración. Mas el
fenómeno no había alcanzado aún ni unas dimensiones
especiales, ni el aspecto de éxodo de los lugares habitados
que tuvo lugar siguiendo la estela de Antonio; en
consecuencia, tiene bien merecido el título de padre del
monacato. Su relación con aquel anciano, unido a la
búsqueda de algún contacto con hombres amantes de
Cristo, constituyó un testimonio vivo de un punto esencial
de la vida ascética: la obligación de asistir a una escuela,
no poder iniciarse sin maestro. Vino después el retiro de
Antonio más lejos aún del mundo, en una de las muchas
tumbas de una región sembrada de sepulcros. Aquí vivió
hasta la edad de 35 años, para adentrarse después en el
desierto e instalarse en Pispir, en un castillo semidestruido.
Su fama de vuelve cada vez mayor y cada vez son más
numerosos los que quieren oír una palabra suya. Entre
tanto, crece en él el deseo, nunca apagado, del martirio y
de una soledad cada vez mayor. En la persecución de
Diocleciano y Maximino, se fue a Alejandría esperando ser
martirizado, pero no ocurrió así. “Servía, no obstante, a los
mártires en las minas y en las cárceles y, asistiendo a los
procesos, exhortaba apasionadamente con sus discursos a
los luchadores, para que tuvieran una buena voluntad más
pronta al martirio”. (Vida Antonio 46,3). Aplacada la
persecución, Antonio regresó a su soledad, donde “sufría
cada día el martirio de la conciencia y lidiaba la lucha de la
fe” (Vida Antonio 47,1). Dado que muchos le molestaban
insistentemente, se alejó del Nilo adentrándose aún más en
el desierto, en dirección al Mar Rojo, para detenerse “en el
monte interior” (Vida Antonio 51,1), en la parte más interior
de una montaña, que todavía hoy lleva el nombre de monte
de San Antonio, desde el cual puede verse el Sinaí. Este
fue el último lugar de estancia de Antonio, de allí ya no se
movió, excepto para acercarse una segunda vez a
Alejandría, solicitado por el obispo Atanasio para que
interviniera en su apoyo, junto a otros, a favor de la
ortodoxia en la lucha contra los arrianos. Pronto volvió al
lugar de su soledad, donde, en los últimos años de su vida,
realizó grandes prodigios. Previó su muerte y ordenó a sus
dos fieles discípulos que sepultaran su cuerpo en lugar
desconocido de todos, para que no ocurriera –como solía
pasar- que en un exceso de devoción lo robaran los fieles.
Los discípulos obedecieron; y, de modo análogo a cuanto
está escrito del patriarca Moisés en la Biblia (cf. Dt 34, 6),
Atanasio escribió que “nadie sabe dónde está escondido el
cuerpo de Antonio” (Vida Antonio 92,2).[…]
Luciana Mortari
Vida y dichos de los padres del desierto. Vol. 1
Desclée. Págs. 79-81
Luciana Mortari
Vida y dichos de los padres del desierto. Vol. 1
Desclée. Págs. 134-137
E. G. Farrugia
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 417
San Gregorio de “Nació hacia el año 330, fue obispo de Sásima desde el
Nacianzo 372 por orden de su amigo Basilio de Cesarea con el que
(330-390) mantuvo una correspondencia de altísimo nivel literario y
humano, como lo demuestra el rico epistolario de nada
menos que 249 Cartas que han llegado hasta nosotros.
Gobernó la Iglesia de Nacianzo tras la muerte de su padre,
Gregorio senior (374), y durante un brevísimo tiempo la
Iglesia de Constantinopla, de la que dimitió por estar en
desacuerdo con la política del Emperador y de los obispos
reunidos en concilio (Constantinopla I, 381). A partir del
383, tras pasar un par de años en Nacianzo, llevó una vida
retirada en las propiedades paternas. No era amigo de
escribir, a menos que se viera obligado a hacerlo por
necesidad pastoral. Prefería abiertamente la vida retirada
para dedicarse a la poesía, y de hecho intentó presentar la
fe cristiana en verso para cautivar el oído refinado de los
amantes paganos de la literatura clásica antigua. Pero el
título de “teólogo” con que se le honra en la tradición
bizantina se debe a sus 44 Discursos teológicos en los que,
con un arte retórico refinadísimo y con una propiedad de
lenguaje verdaderamente inimitable, ofrece una síntesis
extraordinaria del pensamiento de los Padres ortodoxos
acerca de la teología trinitaria, la cristología y la
pneumatología.”
G.I. Gargano
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 310
San Gregorio de “Nació ente los años 335 y 340. Su formación es en gran
Nisa medida deudora de Basilio de Cesarea, su hermano y de
(335-390) Macrina, su hermana mayor. De temperamento más bien
independiente, amplió sus conocimientos en el campo
literario, filosófico y de las ciencias humanas en el ámbito
de la cultura griega. A pesar de las instancias fraternas de
Basilio y Macrina para que abrazase la vida ascética,
prefirió casarse, y sólo después de la muerte de sus
hermanos se decidió a perseguir los objetivos “espirituales”
que ellos le proponían. Gracias a una inteligencia
especulativa realmente genial, penetró más a fondo que su
hermano Basilio y que su amigo Gregorio Nacianceno en
la contemplación y en la exposición de la fe cristiana, pero
no fue especialmente feliz en el ministerio pastoral. Murió
hacia el 390. Escribió obras de teología “espiritual” –
comoDe virginitate, la Vita Moisis, o las Homilías In
Ecclesiastem o In Canticum Canticorum-, pero también
obras de gran densidad teológica-especulativa, como, por
ejemplo, La gran Catequesis y sobre todo los Cinco libros
contra Eunomio. […] En la segunda mitad del siglo XX ha
sido reconocido como uno de los fundadores de la teología
mística cristiana y como fuente indiscutible de inspiración
para el Pseudo Dionisio Aeropagita, para san Máximo el
Confesor y para toda la tradición espiritual del Oriente
bizantino al menos hasta Gregorio Pálamas.”
G.I. Gargano
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 311
E. G. Farrugia
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 354
San Isaías el “Se trata de uno de los autores de tratados ascéticos más
Anacoreta (+491) extendidos por el Oriente cristiano. El abba Isaías comenzó
su vida monástica en Egipto, probablemente en el desierto
de Escete. Su nombre aparece con frecuencia en los
Apotegmas de los Padres del Desierto, junto a los abbas
Juan, Anubio, Poemio, Panufcio, Amón, Lot, Agatón,
Abraham, Sisoés… Llegado a la ancianidad, le rodearon
numerosos discípulos.”
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Pág. 178.
C. Capizzi
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Págs. 583-584
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Págs.179-180
M. Paparozzi
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Págs. 214-215
San Juan Clímaco “Nació hacia el año 579. En el 639 fue elegido abad del
(579 - 649) monasterio del Sinaí. Concebía la vida del monje como una
escala análoga a la que estaba excavada en la roca del
Sinaí para que los peregrinos pudiesen subir al lugar de la
visión de Dios. Debido a su libro, conocido como La escala
espiritual, se le puso el sobrenombre latino
de Climacus(escala). Si ya era muy apreciado en el
Oriente, lo fue aún más en el Occidente una vez que lo
tradujo al latín uno de los mayores humanistas florentinos,
el camaldulense Ambrosio Traversari. I Hausherr lo
considera como el representante más característico de la
espiritualidad sinaítica, que pone la hesychia como el ideal
absoluto de la vida del monje, al que éste tiene que llegar
utilizando todos los medios ascéticos a su alcance.
Clímaco está convencido de que la vida monástica,
auténtica “vida angélica” a pesar de que el hombre viva aún
en el cuerpo, es absolutamente esencial para la misma
naturaleza de la Iglesia.”
G. I. Gargano
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 363
San Máximo el “Es el mayor teólogo bizantino del siglo VII, que ha
Confesor producido escritos de índole doctrinal, espiritual, exegéticos
(580- 662) y litúrgicos. Su agitada vida lo preparó para ser un hombre
de síntesis, que buscaba conciliar las contradicciones
aparentes, en vez de encontrarlas. Nació en
Constantinopla, o tal vez en Palestina como pretende una
vida siríaca recientemente descubierta, según la cual a la
edad de diez años habría sido confiada a un monasterio de
Jerusalén. En tal ocasión el abad le habría cambiado el
nombre de Mosquión por el de Máximo. Allí fue iniciado en
el pensamiento de Orígenes y en la espiritualidad de
Evagrio. En el 614, ante el avance de los persas, tuvo que
huir de Jerusalén a Cícico, cerca de Constantinopla, donde
entabló estrechas relaciones con la corte imperial, llegando
a ser secretario de Heraclio (emperador 610-648). En el
626 tuvo que huir de nuevo ante la invasión de los persas y
de los ávaros, en esta ocasión a África. En Cartago tuvo de
superior a san Sofronio (550-638), monje y más tarde
patriarca de Jerusalén, que lo inició en la espiritualidad del
corazón de san Macario el Egipcio. En el 645 discutió con
el patriarca depuesto de Constantinopla, Pirro, que, al igual
que su predecesor, Sergio, negaba que en Cristo hubiese
dos voluntades. […] Máximo lo convenció de la existencia
de las dos voluntades en Cristo. Pirro fue a Roma y se
sometió al papa, pero más tarde volvió a caer en el error.
En el 649 Máximo participó, al lado de San Martín (papa
649-653, +655) en el famoso sínodo de Letrán contra
elTypos (648) del emperador Constante II, que prohibía
toda discusión sobre el punto controvertido. Al volver a
Constantinopla en el 653, fue arrestado, procesado y
desterrado temporalmente a Bitinia. En el segundo proceso
del 662, después de cortarle la lengua y la mano derecha,
fue enviado a Lazika, en el Mar Negro, donde murió poco
después. Máximo era monje pero no sacerdote. Su vida
ejemplar, coronada por un tal testimonio, hace que sea un
personaje particularmente fascinante, en especial como
puente entre el Oriente y el Occidente, ya que sufrió junto a
un papa romano Martín I, y por un punto fundamental de la
ortodoxia, como es la integridad de la persona de Cristo. Y
no sólo eso, sino que también respecto al primado del
obispo de Roma y a la procesión del Espíritu Santo tomó
posiciones a favor de un acuerdo entre la Iglesia latina y la
griega. […]”
E. G. Farrugia
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Págs. 436-438
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Págs. 178-179
Filoteo del Sinaí “La anacoresis egipcia descubrió el paso, de la más radical
(siglo IX-X) soledad y ascesis del cuerpo, a la ascesis de la mente y a
la paz y dulzura del corazón. Esta paz y dulzura interior es
un estado espiritual que los monjes designan con el
término de hesiquía, una palabra clave en la espiritualidad
oriental y que incorpora muchos matices: designa el retiro
respecto de todo lo creado, pero también es la suma de
una tranquilidad, una calma, una lucidez, una dulzura y un
silencio extremos.
La aportación de los monjes del Sinaí consistirá en elaborar
las reglas que regirán para siempre el combate espiritual: la
búsqueda y la vigilancia del corazón, el “lugar de Dios” por
excelencia.”
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Pág.176
San Simeón el “El título de ‘Nuevo Teólogo’ alude al primer Teólogo Juan
Nuevo Teólogo Evangelista, llamado justamente ‘el teólogo’, en la tradición
(949-1022) griega. De joven entró en el monasterio de Studion en
Constantinopla, pero enseguida se hizo higúmeno en el
vecino convento de San Mamas, tuvo una vida muy agitada
a causa de varios conflictos, murió en el exilio en la región
de Chrysopolis.
Sus escritos principales son 1) las catequesis, en número
de 34, dirigidas a los monjes; 2) Las capítulos teológicos,
gnósticos y prácticos, brevísimas instrucciones ascéticas;
3) Los tratados teológicos y éticos, en los cuales se
encuentra expuesto el pensamiento del autor; 4) Los
himnos; 5) Las cartas (entre las cuales hay una atribuida
falsamente a Juan Damasceno: Sobre la confesión, donde
se da una exagerada prioridad a los hombres espirituales
frente al poder jerárquico). Simeón representa a la corriente
que busca la “conciencia del Espíritu”, enseña la necesidad
de la experiencia, de los sentimientos espirituales, describe
de una manera sugerente “visiones de luz”. Por todo ello ha
tenido una gran influencia sobre los hesicastas del Monte
Athos.”
T. Spidlik
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Págs. 614-615
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Pág.181
San Atanasio el
Athonita funda la
Gran
Lavra sobre el
Monte Athos (963)
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Pág. 174
San Simeón “Es el fundador del estado serbio ortodoxo, construyó la
[Stefan Nemanja] lavra de Studenica y el monasterio de Chilandar. Stefan
(1166-1196) Nemanja, aunque al principio había recibido el bautismo
católico en el contexto de la unificación de los territorios
habitados por los serbios, eligió la iglesia ortodoxa del
Monte Athos y se hizo rebautizar según el rito ortodoxo. Al
final de su vida abrazó la vida monástica en Chilandar, con
lo cual se convirtió en el centro espiritual de la ortodoxia
serbia. Poco después de su muerte fue canonizado como
san Simeón Myroblito, sus reliquias han sido trasladas
cerca del monasterio de Studenica.”
A Mitescu
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 614.
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Págs. 180-181
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Págs. 177-178
Calixto e Ignacio “La Centuria espiritual fue escrita por dos monjes del Monte
Xanthopouloi Athos. Dos compañeros, dos amigos que compartieron los
(siglo XIV) mismos silencios y las mismas contemplaciones extáticas.
Su escrito es una especie de recapitulación de todos los
autores precedentes, en la medida en que está tejido por
las más bellas citas. En este sentido, se puede decir que
esta obra constituye una especie de
pequeñafilocalia dentro de la Gran Filocalia. Su acento está
puesto en la incandescencia del amor de Dios. Debido a su
carácter recapitulador, en Los relatos de un peregrino
rusoel ‘staretz’ recomienda al protagonista empezar por
esta obra la lectura de la Gran Filocalia, que el campesino
acaba de adquirir.[…]”
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Págs. 172-173
J. Melloni Ribas.
Los camino del corazón.
Ed. Sal Terrae. Pág. 173
Andrej Rubl’ov
(1360-1427)
R. Cemus
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 212-213
M. Paparozzi
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 418
R. Cemus.
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 688.
Tichon Zadonskyj “Santo, monje “docto” y obispo ortodoxo ruso del período
(1724-1783) “sinodal”. Hijo de sacristán, Timofet Salvelic Sokolov
estudia en el seminario de Novgorod, recientemente
fundado y donde diversos profesores provienen de la
Academia de Kiev fundada por Pedro Moghila. Convertido
él mismo en profesor de retórica y filosofía, toma el hábito
monástico en 1758 bajo el nombre de Tichon. Incluso como
obispo de Voronez (1763), Tichon busca mantener la
austeridad de la vida monacal, combinándola con un
extraordinario celo pastoral, y un agudo sentido de justicia
social. Pero en 1768, después de solo cinco años, dimite
del episcopado y se retira en el monasterio de Zandonsk,
donde vive recluido hasta la muerte, dedicándose a las
actividades de escritor. La experiencia de una “noche
oscura”, seguida de iluminaciones y visiones, permite
compararlo a los grandes místicos españoles. El
dondiorático (cardiognosia) lo cualifica
como starec buscado por el pueblo cristiano, sobre todo
por los niños. Su ejemplo personal, y sobre todo la
capacidad de soportar las humillaciones y el sufrimiento,
además de sus escritos, en los cuales retoma tema
patrísticos (contemplación natural), sabiendo sin embargo
elaborar también influjos católicos (imitación de Cristo),
protestantes (pietismo) y anglicanos en una gran síntesis
original, han ejercido una gran influencia en Rusia. Sus
Obras en cinco volúmenes han sido reeditadas varias
veces […] La ortodoxia rusa reconoce en Tichon a uno de
sus santos más característicos.”
R. Cemus.
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 662.
San Silvano del “Visto humanamente, nada propiciaba que, de entre los
Monte Athos más de mil monjes que habitaban en el Monasterio de San
(1866-1939) Panteleimon, en el Monte Athos, fuera Silouan, monje ruso
y su discípulo con la mínima instrucción, adscrito al economato y al
Sofronio molino del monasterio, quien emergiese para la posteridad.
(muere en Maldon, Aún más cuando pasaba desapercibido entre los monjes,
Gran Bretaña, en que no veían en él nada extraordinario ni nada que pudiera
el año 1993) despertar algún interés espiritual.
Fue necesario que un día Sophrony, monje treinta años
más joven, recibiera de Silouan, al azar de una breve
conversación, una respuesta perfectamente adecuada a su
inquietud espiritual; entonces se estableció un diálogo entre
ellos y más tarde una relación profunda, hasta que el
contenido desprendido de aquella paternidad espiritual se
impuso como prioridad en quien sería hasta el final su
único discípulo.
Por lo demás, este encuentro entre Silouan y Sophrony no
dejaba de ser sorprendente, por cuanto reunía a un simple
campesino ruso, llegado al monasterio después del servicio
militar, con un pintor moscovita emigrado a Francia. Allí el
talento de Sophrony había pasado brillantemente la prueba
de los salones parisinos. Se trataba de un ser
intelectualmente dotado, interesado en la especulación
metafísica y mística; sin embargo, tras un prolongado
vagabundeo a través de la espiritualidad oriental no
cristiana, después de su conversión radical no había
encontrado más que el Monte Athos para satisfacer su
ansia de absoluto. En abstracto, la experiencia de
Sophrony podía resumirse en la convicción de que las
espiritualidades orientales que le habían seducido se
encontraban en las antípodas de la revelación de Cristo;
esto, para la conciencia monástica ortodoxa, suponía un
teorema general. Para Sophrony, sin embargo, más allá de
la constatación teórica, tal evidencia se había traducido en
una experiencia angustiosa: la experiencia del abismo a la
cual se siente arrastrado quien vuelve a Cristo después de
haberlo negado, en medio de un torbellino de
arrepentimiento y desesperación en el que esta última
parece triunfar. Ahora bien, esto era precisamente lo que
Silouan vivía desde hacía décadas: la gracia posterior a su
visión de Cristo se había alejado de él, abandonándole a
un sentimiento de derrota definitiva. Era la misma
experiencia trágica de las repetidas victorias de la
desesperación, y del orgullo que la causa, sobre el
arrepentimiento.
A partir de esta connivencia, se estableció una compresión
mutua e inmediata entre los dos hombres, testigos ambos,
en lo más profundo de su ser, del mismo alejamiento de la
esperanza, de la misma tenacidad de la fe, del mismo
fuego devorador del deseo de Dios, del mismo abandono.
Este encuentro y experiencia compartidos bien hubieran
podido no extenderse más allá de las afinidades
personales. La filiación espiritual hubiera podido
permanecer limitada a esta relación, como suele ocurrir en
la inmensa mayoría de las experiencias de santidad vividas
en el Monte Athos o en el mundo cristiano donde las hay.
De hecho, hasta 1947 esta experiencia espiritual no
traspasó el marco estricto del Monte Athos, donde
Sophrony, tras la muerte de Silouan en 1938, vivió primero
como ermitaño y después como confesor de varios
monasterios.
Para dar a conocer a Silouan, Sophrony, su único
discípulo, hubo de retornar a Francia en 1947 e instalarse
más tarde, en 1959, en Inglaterra con algunos discípulos. Y
todo esto no fue fácil. A su vuelta al círculo de la
emigración rusa de París y alrededores, en una época en
que esta comunidad se hallaba desgarrada por diversos
conflictos tanto a nivel eclesial como teológico, Sophrony
se dedicó a recomponer los textos de Silouan. En unas
condiciones de pobreza y precariedad extremas, en 1948
preparó una edición dactilografiada en ruso y en 1952 la
publicó en forma de libro. Los escritos de Silouan, dirigidos
en un primer momento a la intelligentsia rusa de Francia y
de Occidente, tuvieron una escasa acogida. Sin negar el
interés religioso y, sobre todo, la piedad profunda y la
santidad que los textos desprendían, el círculo teológico
ruso quedó desconcertado por la expresión simple y
fragmentaria, a la vez que repetitiva y elíptica, de los
escritos de Silouan; tampoco consideró legítima ni
fundamentada la síntesis de teología ascética-mística y el
cuerpo doctrinal que Sophrony, en una amplia introducción,
se había esforzado en organizar lo más sistemáticamente
posible. No obstante, un reducido número de discípulos,
ortodoxos de origen y los más de ellos procedentes del
cristianismo occidental, se interesaron por los escritos y el
espíritu de Silouan; Sophrony, impregnado de su
experiencia común, los difundía con la facilidad de una
autoridad auténtica y con la eficacia propia de su total
generosidad. Así, en 1958 apareció la primera traducción
inglesa del libro, seguida por la alemana al año siguiente.
Paralelamente, al figura de Silouan, tal como era mostrada
en el libro, se iba conociendo y valorando en los círculos
monásticos y espirituales católicos. En este contexto, Divo
Barsotti publica en Florencia una antología de los escritos
de Silouan bajo el título Silvano di Monte Athos. Degli
Scritti. […] La irradiación de Silouan, cuya canonización
tuvo lugar en 1987, cuarenta años después de la primera
aparición del libro de Sophrony, se llevó a cabo, por tanto,
con ciertas dificultades. La recepción ortodoxa fue bastante
lenta y reticente; la no ortodoxa, en cambio, fue más
rápida, variada y entusiasta. […]
Unos conocieron personalmente a Sophrony, que murió en
1993. Otros muchos han llegado a Silouan a través de la
fuerte irradiación tanto de sus escritos y los de su discípulo
Sophrony como del monasterio que éste fundó en
Inglaterra, o los monasterios y parroquias que se erigieron
después, acogiéndose a su paternidad, en diversas partes
del mundo. Paradójicamente los frutos de santidad de
Silouan, habiendo madurado al sol del poniente, se
esparcieron poco a poco, pero de manera ininterrumpida,
por el mundo entero y, por supuesto, después de su
canonización, también por las tierras de tradición
ortodoxa.[…]”
G. Cioffari
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Págs. 119-120
E. G. Farrugia
AAVV. Diccionario Enciclopédico del Oriente cristiano.
Ed. Monte Carmelo. Pág. 443