Habían pasado ya varias semanas desde la primera cita que tuvieron, hablaban
por WhatsApp todas las noches y quedaban todos los días que podían; aunque por sus
trabajos no eran muchos, por lo menos los fines de semana sí que los tenían libres. Un
lunes por la tarde María salía tarde de casa y sabía que iba a llegar tarde al trabajo,
cosa que nunca le ocurría, pero desde que se quedaba a dormir los sábados y domingos
en casa de Lucas estaba más cansada y distraída. Para colmo de males, ese día
necesitaba llegar con tiempo porque tocaba cuentacuentos y había que preparar todos
los libros y los artículos que usaban de atrezzo, ya que mientras leían el cuento también
lo iban interpretando, así conseguían que los niños no se aburriesen mientras no leían y
se les pasaba el tiempo más rápido y divertido.
A las 5 empezó el taller de cuentacuentos y, como siempre, estaba lleno de niños
y niñas; muchos de ellos eran asiduos a ese taller y ya se conocían, lo que suponía que
todo era más cómodo y familiar para ellos.
—Buenas tardes, chicos, ¿preparados para empezar? El cuento de hoy es Juan y
las habichuelas mágicas.
—Sí, sí —gritaron los niños todos emocionados—. María, tú harás uno de los
personajes, ¿verdad? —preguntaron todos a la vez.
—Ya sabes que nos gusta mucho que tú juegues con nosotros, además, eres muy
graciosa y sabes hacer voces muy divertidas —le dijo una preciosa niña rubia con
grandes ojos azules, que se llamaba Sofía—. Además —siguió la niña—, tú también te
lo pasas muy bien con nosotros.
—Claro que voy a jugar con vosotros, ¿cómo podría negarme cuando me lo pedís
con esas sonrisas y esos ojos tan bonitos? —claudicó María, ella ya sabía que iba a
terminar haciendo uno de los personajes del cuento, todas las semanas le pasaba lo
mismo; ella salía de su casa con la firme convicción de que esa semana se comportaría
como la adulta que se supone que era, pero era ver esas caritas y oírles decir que la
querían mucho y que les gustaba que ella jugase con ellos para que su voluntad saliera
por la puerta de la biblioteca.
—Bien, niños, se terminó el cuento por hoy, ya es muy tarde y mañana tenéis
colegio, así que buscad a vuestros padres, que ya estarán esperándoos, y a casa a cenar
y a meterse pronto en la cama. Ya sabéis que necesitáis descansar mucho para crecer y
poder estudiar.
Uno a uno, los niños se acercaron a darle un beso y se fueron con sus padres,
quienes estaban en la recepción esperándolos. Cuando María salió a la recepción para
recoger sus cosas e irse a su casa, se encontró con alguien a quien no esperaba.
—¡Lucas! ¿Qué haces tú aquí? —preguntó María mientras le saludaba con dos
besos.
Lucas lo dejó pasar porque estaban en su sitio de trabajo, ya le explicaría cuál
era la forma correcta de saludarlo; la verdad es que no pensaba pasarse, pero tenía
ganas de verla, y ya de paso a ver si podía sacarle algo de información sobre su amiga
Silvia y su trabajo. Lo que nunca se había imaginado es que la encontraría rodeada de
niños, subida a un escenario improvisado que tenían en la zona infantil e interpretando
una infantil obra de teatro. Algo se le removió por dentro cuando la había visto jugar y
reír rodeada de los niños; por un microsegundo se la imaginó en su casa rodeada de sus
hijos, por suerte se había vuelto a la recepción y esa estúpida idea se le fue de la
cabeza.
—Quería verte y decidí pasar por aquí, además, tengo algo que decirte y prefería
decírtelo en persona.
—¿Qué? —se giró María rápidamente, ahí estaba, había conseguido llevársela a
la cama varias veces; por lo visto, las suficientes para aburrirse, y ya estaba
deshaciéndose de ella.
—No, no es nada malo —añadió rápido él al ver su reacción y cómo se había
puesto pálida de golpe.
—¿Entonces no has venido a dejarme?
—¿Dejarte? No, por supuesto que no, ¿de dónde has sacado esa idea tan absurda?
¿Ya estás volviendo a pensar por mí? ¿Qué te había dicho?, que nunca intentaras
imaginar qué pensaba; está claro que una advertencia no fue suficiente. Recuérdame que
la próxima vez que te tenga a mi alcance te debo un castigo —le susurró en su oído para
evitar que su compañera de trabajo lo pudiese oír—. ¿Puedo llevarte a casa? —
preguntó Lucas—, así mientras por el camino podemos hablar.
—Lucas, sabes que vivo aquí al lado, mejor, si no te parece mal, vamos al bar
que está en la esquina y me invitas a una Coca-Cola, ¿vale?
—Por mí bien, ¿intentando no quedarte a solas conmigo, preciosa? —preguntó
con tono burlón.
—No, la verdad es que no —dijo con una sonrisa ella.
Una vez sentados en una de las mesas del bar y cada uno con su bebida delante,
para ella una Coca-Cola y para él una cerveza, Lucas empezó a contarle cuál era el
motivo por el que había ido a verla.
—Hoy me ha llamado mi jefe y el jueves tengo que salir de viaje, estaré fuera
toda la semana que viene y también este fin de semana, así que no podremos quedar, lo
siento.
—No pasa nada, son cosas de trabajo —contestó María con un tono de alivio,
ella de verdad que había pensado que venía a dejarla.
—Gracias, es que este caso es muy importante para mi bufete, y aunque no es
habitual que nosotros viajemos para eso, tenemos otros empleados, en este caso en
particular, mi jefe no quiere problemas y prefiere que vayamos los abogados
involucrados en persona. Nos queda un mes para el juicio y mi jefe ya está nervioso
debido a la importancia del caso.
—Tranquilo, lo entiendo, ya sabes que mi amiga Silvia también es abogada y a
ella también le ha tocado alguna vez tener que viajar; es normal, si es un caso tan
importante para vosotros. Entonces ya no nos veremos hasta que vuelvas de viaje,
supongo.
—No, había pensado en que pasases la noche del miércoles conmigo como
despedida. Es verdad, algo me dijiste de que una de tus amigas se dedicaba a lo mismo
que yo, y Lucía ¿era...?
—Veterinaria, Lucía es veterinaria y trabaja en una clínica.
—Eso, perdona, es que soy muy malo para recordar datos que no sean sobre
cosas muy importantes para mí —le dijo mientras le guiñaba un ojo.
—No pasa nada, es lógico; con todo lo que debes de tener en la cabeza es normal
que no puedas acordarte de todo. Silvia, cuando está metida de lleno en uno de sus
juicios, se pone insoportable, no se le puede ni hablar; de hecho, ahora está con un caso
importante y nos trae a todas de cabeza; la casa la tiene llena de papeles por todas
partes, los cuales tenemos totalmente prohibido tocar. Qué raro que siendo los dos
abogados no hayáis coincido nunca.
—Sí, sí que es raro, pero bueno, en Madrid hay muchos abogados y bufetes —le
contestó distraído pensando en si podría algún día entrar en esa casa y echar un vistazo
a esos papeles—. Y con respecto a venirte esa noche, ¿qué me dices?
—No sé si podré, ya sabes que salgo tarde del trabajo, puesto que esta semana
estoy de tarde y no quiero ser una molestia para ti.
—María, no era una petición, no quería sonar autoritario, pero está visto que tú
no eres capaz de entenderlo, así que te lo vuelvo a decir. La noche del miércoles vamos
a quedar y la vamos a pasar juntos, luego antes de ir al aeropuerto te acercaré a tu casa.
Está claro que te cuesta aprender las normas, ¿qué me sugerirías tú que podríamos
hacer para que no se te vuelvan a olvidar?
—Yo creo que lo estamos haciendo muy bien.
—Buen intento, pero no te vas a librar, guapa. Y ya que te gusta tanto estar con
niños, disfrutas siendo como ellos y que hay veces que te comportas hasta como una
niña malcriada, incapaz de aprender unas simples normas, te voy a mandar deberes; no
te preocupes, que es algo muy sencillo y fácil.
—¿Deberes? Lucas, no eres mi maestro —rio María.
—¿Cómo que no, acaso no soy tu amo?
—Sí, claro que lo eres —respondió ella mirando a su alrededor para comprobar
que nadie los podía oír.
—Bueno, pues como amo tuyo, no solo te cuido y protejo, sino que también te
enseño, educo, lo cual me convierte en ¿qué? ¿En qué me convierte, María?
—En mi maestro, mi amo —contestó muy bajito ella.
—Eso es, buena chica. Y ahora te contaré cuál es tu castigo; quiero que esta
noche cuando estés en tu cama cojas papel y boli y escribas diez veces cada norma.
¿Sabrías decirme cuáles son esas normas, María?
—Creo que sí. Primero, tú eres mi amo y como tal debo respetarte. Segunda,
estoy para servirte, cumplir tus deseos y órdenes. Tercera, no debo cuestionar tus
órdenes o sugerencias; se me permite dar mi opinión al respecto, aunque por supuesto
tú siempre serás quien tenga la última palabra. Y creo que ya está.
—Te faltan unas cuantas más, no te preocupes, yo te las recuerdo ahora mismo.
Cuarta, nunca debes pensar por tu amo, ni suponer cosas por él. Quinta, debes mirar
siempre por el bien de tu amo. Sexta, debes estarle siempre agradecida del tiempo y la
dedicación que él te brinda. Séptimo, debes entregarte totalmente sin prejuicios ni
dudas. Bien, esas son todas las importantes, luego si a lo largo de nuestra relación hace
falta agregar alguna más o modificar alguna, eso ya se iría estudiando, ¿de acuerdo?
—Sí, amo.
—Bien, pues ya sabes cuál es tu castigo para esta noche. Quiero que cuando lo
termines de hacer, sea la hora que sea, me lo mandes por e—mail para yo poder
revisarlo. Y ahora será mejor que nos vayamos, te veo cansada y necesitas descansar, y
yo también lo necesito, la verdad. Venga, que te acompaño hasta tu casa.
Recogieron sus cosas y salieron del bar. Al llegar a su portal, María pensaba que
él le daría un beso y se marcharía, pero Lucas insistió en acompañarla hasta la puerta
de su casa. Una vez arriba, María cogió la llave y abrió la puerta. Por supuesto, sus
amigas estaban en el salón, no podían estar cada una en su cuarto, no, tenían que estar
en el salón justo para ver cómo Lucas la besaba y entraban en el piso.
—Hola, chicas, ¿qué tal? —saludó María a sus amigas, que no les quitaban los
ojos de encima.
—Buenas noches —saludó Lucas ocultando una sonrisa al notar el sonrojo de
María.
—Hola, pareja —saludó Lucía y se levantó para dar dos besos a Lucas—, ¿qué
tal estáis?
—Bien, gracias, bueno, yo me voy a ir, todavía tengo trabajo que terminar —se
despidió él volviendo a darle un buen beso a María, el cual él alargó solo para poder
disfrutar de la sensación de incomodidad de ella—. Tranquila, solo ha sido un beso —
le susurró—, aunque ya sabes cómo me afectan tus besos. Y que no se te olvide tu
castigo, estaré esperando el e—mail, ¿de acuerdo?
—Como tú digas, amo. Buenas noches.
—Buenas noches, mi esclava.
María se quedó con la boca abierta, no podía creer que le hubiese dicho eso
estando sus amigas tan cerca; ¿cómo podía quedarse tan tranquilo después de decirle
que estaba excitado debido a ese beso y llamarla esclava?
—Así que ahora también va a buscarte al trabajo, claro que si las despedidas son
como lo que acabamos de ver, yo también querría que viniesen a buscarme al trabajo
todos los días —dijo Lucía.
—Qué cosa tienes, Lucía. Ha venido porque quería decirme que va a estar toda la
semana fuera por cuestión de trabajo, nada más.
—Eso significa que este viernes podemos hacer una fiesta de chicas, como desde
que tienes novio los fines de semana los pasas fuera... —dijo uniéndose a la
conversación Silvia.
—Qué exageradas que sois, chicas, y no es algo tan serio como un novio, o eso
creo, es solo un amigo especial.
—¿Un amigo especial? Sí, claro, como tú digas, pues según Ramón, Lucas
cuando ha estado con otras chicas no se ha comportado como lo está haciendo contigo.
—Un segundo, Lucía, ¿cómo que Ramón?, ¿desde cuándo tú eres tan amiga de él,
y qué es eso de que con otras mujeres no ha hecho lo mismo que está haciendo
conmigo?
—Yo pienso igual que Lucía, según me ha contado Óscar, Lucas está actuando de
forma muy distinta a como solía hacer con otras mujeres.
—A ver, dejadme que me cambie de ropa y ahora seguimos con el tema, porque
me estáis dejando alucinada.
—Anda, sí, ve a cambiarte, y si hace falta también te puedes dar una ducha bien
fría, que después de esa despedida la vas a necesitar. Nosotras aquí te estaremos
esperando para hablar de lo que quieras —dijo Lucía riéndose.
Ya en su habitación y mientras se quitaba la ropa del día y se ponía su pijama,
María no podía dejar de pensar en lo que sus amigas le acababan de decir, «a ver si
ahora hablamos tranquilamente y me aclaro, porque no entiendo a qué se refieren con
eso de que Lucas está actuando de forma distinta conmigo, ¿será verdad que yo le gusto
y no solo como un rollo más?, de verdad, ¿podré hacerme ilusiones con que esta
relación será algo más que solo un pasatiempo? ¡Oh!, me encantaría tener un futuro con
él, sería fantástico poder compartir todas las noches, el saber que cuando saliese del
trabajo él estaría en nuestra casa esperándome para hablar, y acurrucarnos en el sofá a
ver una peli o jugar en su cuarto especial, el compartir el día a día, el saber que si
alguno de los dos tiene alguna preocupación va a poder contar con el otro y pedirle su
consejo, o solo para hablarlo y así desahogarse. ¡Oh!, sería tan maravilloso. Pero no,
María, eres tonta, da igual lo que tus amigas te digan, tú ya sabes lo que hay, no
empieces a hacerte ilusiones de algo más, o terminarás sufriendo el día que él decida
que ya ha tenido suficiente, y ten por seguro que ese día llegará. Así que deja de pensar
tonterías y céntrate en disfrutar y procurar no enamorarte de él. Aunque va a ser difícil
conseguir no enamorarse de él, porque es... ¡Oh, Dios!, ¿qué estoy pensando?, pero si
ya me estoy enamorando de él».
—Ya estoy aquí, ahora nos vamos a sentar las tres y me vais a contar; primero tú,
Lucía, ¿desde cuándo te ves con Ramón, y por qué has estado hablando con él de mí? Y
tú, Silvia, no te creas que te vas a escapar, porque lo mismo te pregunto a ti.
—Ramón y yo hemos quedado unas cuantas veces, la verdad es que es un hombre
muy divertido y además está muy bueno, las cosas como son. Empezamos a quedar más
después de que volviese un par de veces a mi clínica a llevar animales rescatados.
Aquí entre nosotras, yo creo que la mitad de esos bichos que me lleva no son
rescatados, aunque sigo sin averiguar de dónde los saca. Hasta el momento, me ha
llevado un par de gatos, otros tantos perros, dos agapornis y hasta una chinchilla.
—Vale, así que en una de esas visitas, ¿te invitó a salir? —preguntó María.
—En realidad, me invitó en todas las visitas, pero yo hasta que no me llevó el
cuarto o quinto bicho no le empecé a hacer caso; al final tuve que aceptar su cita,
porque ya mi jefe se estaba empezando a mosquear con tanta visita del bombero. Creo
que si no hubiese aceptado tener una cita con él, todavía estaría recibiendo animales en
la clínica.
—¿Y desde entonces os veis? —preguntó Silvia.
—Sí, hemos quedado ya unas cuantas veces y la verdad es que me lo paso muy
bien, es un hombre fantástico. Cuando tenemos un rato libre, bueno, más bien, cuando él
tiene un rato libre, quedamos; ya sabéis que se está preparando para los exámenes de
bombero, que son dentro de poco, y entre lo que tiene que estudiar y entrenarse le queda
poco tiempo libre. Aunque si no me equivoco, de eso sabes tú más que yo, ¿verdad,
Silvia?
—¿Yo? —respondió la aludida—. Qué voy a saber yo.
—No te hagas la tonta, que según tengo entendido, Óscar y tú os habéis visto
varias veces.
—No me hago la tonta, y sí es verdad que nos hemos visto un par de veces, pero
no estamos liados, ni saliendo ni nada de eso. Simplemente él estuvo hablando con mi
hermano y sabe que va a venir a pasar unos días; hemos quedado para hablar de ello y
para organizarle una sorpresa de bienvenida, nada más.
—Y para hablar sobre mí también, parece ser —dijo María, quien había
permanecido callada hasta ese momento.
—No te pongas a la defensiva, pero como entenderás, si resulta que su amigo y
mi amiga están saliendo, es normal que hablemos sobre ello, digo yo, ¿no? —se
defendió Silvia, mientras miraba a Lucía en busca de apoyo.
—Por supuesto que es normal, y más si tenemos en cuenta que no nos terminamos
de fiar del todo de él. Antes de que empieces a defenderlo —la cortó Lucía viendo que
María se disponía a hablar—, no queremos que te enfades, pero entiende que nos
preocupamos por ti. Aunque fuimos nosotras las primeras que te animamos a salir con
él, entiende que nos preocupa, porque te veo muy metida en la relación, si ya tienes la
costumbre de dormir fuera de casa, cosa que nunca antes habías hecho. Así que como
amigas tuyas que somos, decidimos indagar un poco preguntando a sus amigos, cosa
lógica.
María se quedó sin palabras, ¿cómo ofenderse o regañarles si todo lo que ellas
habían hecho era porque se preocupaban por ella? No podía decirles nada, aunque no le
gustaba enterarse de que sus amigas se veían con los amigos de Lucas y no le habían
dicho a ella nada de eso.
—Lo entiendo, pero no tenéis por qué preocuparos, ya os he dicho que no somos
novios ni nada tan serio, simplemente nos lo pasamos bien juntos y somos amigos, no
hay nada más.
—Mira, bonita, si tú te quedas más tranquila diciéndote eso, por mí vale; pero
eso no se lo cree nadie, solo hay que mirarte cuando estás con él para darse cuenta de
que para ti es algo más serio que un simple pasatiempo. Y según sus amigos, para él
también es algo más.
—No lo entiendo —dijo María confusa—. ¿Cómo que algo más? ¿En qué notan
sus amigos la diferencia?
—Pues muy fácil, empezando porque él no es un hombre que regale flores —dijo
mientras señalaba el ramo de calas que le había enviado después de su primera noche
juntos—, siguiendo porque por lo visto y siempre según lo que Ramón me ha contado, a
Lucas nunca le ha gustado dormir acompañado, nunca; cuando alguna vez ha llevado
una mujer a su casa, después de acostarse con ella, la echaba del piso con bastante
prisa, y por lo que nosotras hemos podido ver, tú ya has pasado varias noches allí, tanto
es así que tienes hasta un pijama y tus cosas de aseo en la suya.
—Os equivocáis, claro que ha habido mujeres que han pasado la noche en su
casa, él mismo me lo dijo desde el primer día.
—Desconozco el motivo por el cual él te mintió, pero yo te estoy diciendo lo que
Ramón me ha dicho a mí, y él lo conoce desde mucho más tiempo que tú, cariño.
—Yo no desconozco el motivo —dijo Silvia, llamando la atención de las otras
dos.
—¿Cómo que no lo desconoces, Óscar te ha contado algo más? —preguntó
María.
—No, pero no necesito que nadie me cuente nada más, ¿no lo entendéis? Según
todo lo que tanto Ramón como Óscar nos han contado, Lucas es el típico hombre
picaflor, se ha pasado toda su vida de mujer en mujer. Y ahora has llegado tú, María, y
lo estás cambiando. Puede ser que ni él mismo se esté dando cuenta de lo que está
pasando y haciendo, pero contigo está haciendo cosas que no ha hecho con ninguna otra,
y eso es porque tú representas algo distinto para él.
—Te equivocas tú también, puede ser que sus amigos os hayan dicho la verdad y
él esté actuando de forma distinta conmigo, pero eso no es porque yo signifique algo
especial para él o sea alguien diferente para él, no. Él está actuando así porque yo soy
diferente a la clase de mujeres con las que él suele tratar, nada más.
—¿Por qué te cuesta tanto entender que tú puedas ser alguien especial para él? Y
recuerda con quién estás hablando, somos nosotras, tus amigas, y te conocemos muy
bien. Tú no eres de las que pasa la noche fuera de casa con un hombre sin sentir nada
por él, así que deja de intentar engañarnos, que sabemos muy bien lo que sientes por
Lucas.
—Aquí no se trata de lo que yo sienta o deje de sentir por él, es de lo que él
siente por mí, y os lo vuelto a repetir: para él yo no soy nadie especial.
—Mira que puedes llegar a ser a veces cabezona, a ver, ¿por qué razón él no
puede llegar a enamorarse de ti? Explícanos, eres una mujer preciosa, buena, divertida,
cualquier hombre estaría encantado de estar contigo, ¿por qué él tiene que ser distinto?
—Lucía, no te alteres y sé razonable, yo también tengo espejos y sé lo que
reflejo. Es imposible que un hombre como Lucas se pueda enamorar de alguien tan
simple, tan normal como yo. Yo no tengo nada de especial, no llamo la atención por
donde voy, más bien todo lo contrario, suelo pasar desapercibida y yo lo prefiero. Pero
soy consciente de que es imposible que un hombre como él, con su físico, con su
inteligencia, con su estatus, se pueda llegar a enamorar de mí.
—Ya empezamos; María, tú eres una mujer fantástica y él tendría muchísima
suerte de tenerte a su lado, así que si de verdad es tan inteligente como tú dices, se
terminará enamorando de ti. Si no lo hace, entonces es que es otro gilipollas como
muchos de los que hay por ahí sueltos y no merece la pena sufrir por ellos —argumentó
Lucía ya enfadada.
—Bueno, ya dejemos el tema —intentó mediar Silvia para evitar que la sangre
llegara al río—. Como este fin de semana vamos a estar todas libres, vamos a organizar
las cosas para nuestra fiesta privada, ¿qué vamos a necesitar?
María y Lucía se miraron y decidieron que por esa noche el tema ya estaba
terminado, así que mejor pasar a cosas más divertidas.
—Pues necesitamos hacer hielos de café, muy importante —sonrió Lucía.
—¿Hielos de café? ¿Para qué? —se extrañó María.
—Ah, querida, porque me han dicho que están muy buenos si los añades junto con
hielos normales a la crema de orujo; creo recordar que por ahí tenemos una botella de
esa rica crema guardada —les dijo mientras sonreía.
—¿Y dónde has aprendido tú eso? —dijo Silvia.
—Muy fácil, de mi compañera de trabajo. También tenemos que comprar ginebra
rosa, un par de botellas de Seven Up y esos frutos rojos congelados que tienen en el
Carrefour para añadirlos al combinado.
—Hemos dicho fiesta de chicas, no botellón de chicas.
—Cuánto te falta por aprender, mi amiguita María, en toda buena fiesta que se
precie hay bebida.
—Ya, y también comida y algo más.
—Que sí, cansina, que sí, que no solo vamos a tener bebida; pediremos unas
pizzas y cogeremos tu queridísimo iPod y pondremos la música para bailar. ¿Te vale
con eso?
—Sí, sí me vale, tendré que buscar el iPod, creo que la última vez que lo vi
estaba dentro de mi bolso. ¿Quién se va a encargar de comprar las cosas?
—Las puedo comprar yo —se ofreció Silvia—. Tengo que ir el jueves a ver a un
cliente a Pozuelo, así que puedo pasarme después por el Carrefour de allí y comprarlo
todo. Además, me va a venir genial esta fiesta para desestresarme del trabajo, tengo a
mi jefe todo el día a mí alrededor por culpa de este nuevo caso y cuyo juicio es dentro
de poco.
—Vaya, todos los jefes de bufetes deben de ser iguales —se rio María—. A
Lucas le pasa lo mismo, su jefe los tiene a todos de un lado para otro por un caso
también muy importante.
—Pues decidido, el viernes fiesta de chicas en casa, nos lo vamos a pasar genial,
ya lo veréis. Además, hace tiempo que no hacemos una fiesta —concluyó Lucía—.
Ahora, si no os importa, esta que está aquí se va a dormir, que estoy muerta, buenas
noches.
—Sí, yo también me voy a la cama, pero antes os aviso desde ya, hemos quedado
en hacer una fiesta, no una macrofiesta, así que controlaos un poquito a la hora de
invitar a gente que nos conocemos, y dicho esto me voy —dijo María, pensando en que
todavía tenía que cumplir el castigo que le había puesto Lucas—. Buenas noches y hasta
mañana.
—Yo también me voy a dormir, hasta luego, chicas.
Capítulo 8
—Hola, preciosa, ¿qué tal estas? ¿Lista para irnos ya? —preguntó Lucas entrando
por la puerta de la biblioteca.
—Sí, ya estoy lista, un segundo, que le explico una cosa a mi compañera de
mañana y soy toda tuya.
—Nena, eso ni que lo digas —le contestó guiñándole un ojo con una gran sonrisa
en los labios.
—Ah, sí, vámonos —dijo ella toda sonrojada, desde luego este hombre decía
cada cosa, la tenía todo el día acalorada, y no solo por sus sonrojos.
—Por mí bien, pero ¿no tenías que decirle algo a tu compañera?
—Cierto, ¡joder! Si es que me distraes, me dices esas cosas y ya no sé ni lo que
tengo que hacer, en un segundo vuelvo.
—¡Qué quiere que haga qué! —gritó María cuando Lucía terminó de leer la carta
— loco, está claro que se ha vuelto loco.
—Tía, me encanta tu novio, y no, no se ha vuelto loco, ya te lo dije cuando me
explicaste el tipo de relación que teníais, simplemente te has buscado un novio al que le
gusta jugar y eso no es nada malo, María, además tienes que reconocer que este juego
nuevo que te ha propuesto es bastante interesante.
—Nos ha jodido, a ti te parece interesante porque tú no eres quien lo tiene que
hacer. ¡Dios mío en que lío me he metido!.
—No estás en ningún lío, ojalá todos los líos fuesen como este. No tienes nada
que pensar ni razonar, solo tienes que hacerte una pregunta, ¿él te gusta? ¿Te gusta lo
que hacéis? —le preguntó mirándola a los ojos.
—Sí, sí me gusta y mucho y tengo que reconocer que me gusta todo lo que
hacemos y los juegos que me propone —reconoció mordiéndose el labio inferior.
—Pues entonces no tienes que pensar en nada, coge tu regalo, las pilas, pónselas
y a disfrutar aunque no demasiado puesto que ya sabes que tus orgasmos son suyos —le
dijo en tono burlón guiñándola un ojo.
—Tienes razón, tengo la mala costumbre de analizarlo todo y en esta relación no
es aconsejable hacerlo —reconoció cogiendo su regalo, y todo lo que le acompañaba y
llevándolo a su habitación para guardarlo.
—Yo que tú le mandaba un mensaje diciendo que ya tienes el regalo y lo que
piensas de él —le gritó Lucía desde el salón donde se había quedado viendo la
televisión.
María entró en su cuarto, le puso las pilas al aparatito y lo encendió para
probarlo, joder como se movía el cacharro, en fin mejor sería que de momento lo
guardase en su mesita de noche para tenerlo a mano y que le mandase ese mensaje que
le había aconsejado Lucía que le mandase.
—He recibido tu regalo y la carta que lo acompaña, ¿va en serio lo de las cinco
veces y el que no puedo llegar a correrme? —le dio a enviar al WhatsApp, vio que
salieron los dos tics, y a continuación se pusieron en azul, señal de que los había leído.
Al segundo una alarma sonora le informó de que había recibido un WhatsApp de vuelta
y lo abrió para leer la contestación de Lucas.
«Sí, bueno, por lo que acabo de descubrir también tengo que mastúrbame cinco
veces y luego contarte mis progresos»
«Eso es, buena chica, y ahora te tengo que dejar estoy a punto de entrar en una
reunión, hablamos después»
Loco, estaba loco, no, corregía, ella era la que se estaba volviendo loca por
aceptar todo lo que él le proponía, pero quizás Lucía estaba en lo cierto y no era
cuestión de locura sino de que cada persona disfrutaba del sexo de forma distinta y eso
no tenía que significar que unas fuesen más validas que otras.
—¿Quién quiere un gin-tonic bien cargado?, venga que no se diga, que luego no
tenemos que conducir ni nada de eso —gritó Lucía para hacerse oír por encima de la
música que habían puesto en el reproductor.
—Nosotras queremos uno cada una, porque mi querida María por hoy para ti las
Coca-Colas se han terminado —pidió Silvia.
—Silvia sabes que yo no bebo, para mí la Coca-Cola mejor, Lucía.
—Ni hablar, me niego, ¿qué miedo tienes? Lo más que te puede pasar es
emborracharte un poco y no supone ningún problema puesto que estamos en casa y no
hay que coger coche ninguno y si te emborrachas, yo te prometo meterte después en tu
cama, así que tú hoy vas a probar los gin-tonic y también la crema de orujo con los
hielos de café. Me encanta esta canción, es Marc Anthony, ¿vamos a bailar?
En la tarde ya habían retirado parte de los muebles del salón hacía un rincón para
tener así una pista improvisada de baile, solo habían dejado una mesa bajita cerca para
poner las pizzas que habían pedido. Justo en ese momento llamaron a la puerta, era el
repartidor con las pizzas que habían encargado.
—Vaya, yo creía que habíamos encargado unas pizzas, no unos bomberos en
acción —dijo Lucía al abrir la puerta y encontrarse al repartidor y a Ramón y Oscar
detrás —venga pasar adentro, no os quedéis en la puerta, la fiesta es en el salón, allí
están Silvia y María junto con un cuantas amigas y compañeras nuestras.
—Bien, parece que la fiesta ya no es exclusiva de chicas —anunció Lucía
entrando en el salón seguida por los chicos —Chicas, estos son Oscar y Ramón, ellas
son Arantxa, Maribel, Laura, Eva, Gema y Faby, a Silvia y a María ya las conocéis.
—Hola, cuanta mujer junta, no sé si nos conviene quedarnos mucho tiempo aquí
—dijo Ramón cogiendo por la cintura a su chica y dándole un beso.
—Podéis estar tranquilos somos chicas buenas, ¿verdad, chicas? —rio Lucía.
—Por supuesto que somos buenas —dijeron Silvia y María quienes se acercaron
a saludar a los dos chicos —, venga no os quedéis ahí parados, entrar, las bebidas están
en esa mesa y la pista de baile está en el centro del salón, y las pizzas las podéis dejar
en esa otra mesa para tenerlas a mano también.
Volvieron a llamar al timbre de la puerta y esta vez fue María abrir, temía que la
música o el ruido que hacían molestase a alguno de los vecinos, al fin y al cabo vivían
en un edificio antiguo y la mayoría de sus vecinos eran personas mayores, así que era
mejor que fuese ella abrir ya que se había criado allí y todos la conocían.
—Hola, siento molestar pero he oído el ruido.
—Sí, perdona y lo siento ahora mismo lo bajamos un poco señora Carmen —se
disculpó ella.
—No, hija, no, si no vengo a quejarme para que bajes la música, al contrario me
encanta escucharos, nos viene muy bien tener sangre joven en este viejo edificio. Lo
que yo venía a decirte es que tengo a los nietos en casa y están algo aburridos y bueno
lo que quería pedirte es si no te importa que viniesen a tu fiesta. Son tres nietos los que
tengo, dos chicos y una chica.
—No, por supuesto que pueden venir, cuantos más mejor, y si usted también
quiere entrar con mucho gusto la aceptamos.
—Gracias, hija, pero una ya no está para fiestas, pero no vayas a pensar que una
nunca se ha divertido, anda que no me he pegado mis buenos bailes en los guateques
que hacía con mis amigas en mi juventud. Aunque en mi época no había hombres como
esos que tienes ahí dentro —dijo la mujer mirando detrás de ella.
María se dio la vuelta para ver de quien estaba hablando y claro detrás de ella
estaban Oscar y Ramón —Oh, deje que le presente a esos monumentos —le susurró a la
señora Carmen— Oscar, Ramón venir un momento, os quiero presentar a la señora
Carmen una buena vecina mía.
—Encantados señora Carmen, por fin llega una mujer como Dios manda a esta
fiesta, una mujer que sabe muy bien lo que es la vida y divertirse, ¿a qué sí? —le dijo
Ramón con una gran sonrisa.
—Uy, qué peligro tienen estos hombres, María, pues que sepa jovencito que si le
llegó a pillar con unos veinte años menos usted no se me escapa.
—Ni veinte años ni nada, ya me ha conquistado, lléveme a su casa y enséñeme
todo lo que una mujer como usted debe de saber —le respondió dándola un beso en la
mejilla.
—Ramón por favor, compórtate, además no querrás que le diga a Lucía, tu novia,
que estás aquí afuera ligando con otra ¿no?.
—¿Tú eres el novio de Lucía? Normal, yo siempre he dicho que esa chica tiene
los pies bien puestos en el suelo y que sabe lo que se hace. Así que ¿usted es el novio
de María o de Silvia?.
—De ninguna, señora Carmen, Oscar es un buen amigo de todos.
—Pues no te preocupes hijo, con la fiesta que tenéis ahí dentro seguro que esta
noche te llevas alguna a casa. Y tú, María, cuando vas aprender de tu amiga y te vas a
buscar a un buen chico como ha hecho ella.
—¡Señora Carmen! No me diga esas cosas —le regaño cariñosamente ella.
—No se preocupe por ella, María también ha sabido buscarse un buen hombre, lo
que pasa que hoy está de viaje de trabajo, si no seguro que le encantaría conocer a una
mujer tan especial como usted. Y ahora, ya que me ha rechazado me voy adentro a ver
si mi novia me consuela —le dio dos besos a la buena mujer y junto con Oscar se
dirigieron al salón.
—Hasta luego señora Carmen, si consigo alguna chica hoy la informaré —se
despidió Oscar.
—Bueno, como puede ver no hay ningún problema en que vengan sus nietos,
vamos a estar en casa, y también tenemos pizzas para comer, así que no se preocupe y
dígales que bajen a divertirse un rato.
—Muchas gracias, guapa, ahora mismo les digo que bajen a ver si así no están tan
mustios como están.
Según cerró la puerta a su vecina, María se dirigió en busca de Ramón, no sabía
el lío en el que la había metido con su vecina. Le encontró bailando con Lucía.
—Como se te ocurre decirle eso a mi vecina —le dijo.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué vecina? —preguntó Lucía.
—Aquí, tu Don Juan que le ha dicho a la señora Carmen que tengo novio y que él
estará encantado de conocerla. Con lo cotilla que es esa mujer, madre mía, mañana que
digo mañana, esta noche se va a enterar todo el edificio. Y por supuesto no vayas a
pensar que se va a olvidar de que le has dicho que mi novio estará encantado de
conocerla, voy a tener a esa mujer todo los días en mi puerta hasta que le presente a
alguien.
—Tú le has dicho eso a la señora Carmen, no me lo puedo creer —dijo mientras
se reía.
—Pues no te reirás tanto cuando sepas que ella también sabe que él es tu novio
—se vengó ella.
—¡Que! —exclamó mientras escupía su bebida— ¿también le has dicho eso?
—No, eso no se lo he dicho yo, eso ha sido tu amiga la aquí presente —se
defendió él— además que tiene de malo que ella se entere de que tienes novio, además
estoy seguro de que a Lucas no le importará conocerla si se presenta la ocasión.
—¿Lucas? ¿Qué tiene que ver Lucas en todo esto?
—Como que ¿qué tiene que ver Lucas en todo esto? Vamos a ver, tú y él sois
novios, ¿no? Pues digo yo que si esa buena mujer quiere conocer a tu novio, al que
tendrá que conocer es a Lucas, ¿o a quién pretendías presentarle? —respondió Lucía—
María ¿Cuántas copas llevas ya que se olvida hasta el novio que tienes? A ver, yo
entiendo que no estás acostumbrada a tener pareja, pero digo yo que después del par de
meses que lleváis juntos ya va siendo hora de hacerte a la idea, ¿no?
—Sí, bueno, es cierto que Lucas y yo estamos saliendo, pero no creo yo que a él
le hiciese mucha gracia eso de tener que tratar a la señora Carmen solo para satisfacer
sus instintos de periodista del corazón frustrada —respondió confusa ella. «Seguro que
a Lucas no le hace ni pizca de gracia que haya salido su nombre a relucir con mi vecina,
espero que no se enfade por ello y entienda que son cosas inevitables cuando se juntan
mis amigas y los suyos en un mismo ambiente».
Mientras las dos amigas discutían sobre quién era el novio de quien, y sobre su
vecina, Ramón decidió que quizás lo más sensato sería llamar a Lucas y ponerle sobre
aviso, ya que si ellos estaban en aquella fiesta no solo era por estar con las chicas sino
también porque él antes de irse de viaje, les pidió que cuidasen de María en su
ausencia, y que se pasasen por la fiesta por si las cosas se desmadraban mucho.
—Lucas, soy Ramón, ¿qué tal tío?
—Bien, aquí en Londres con un frío que pela y hasta las pelotas de tanto inglés
relamido. ¿Qué pasa? ¿Estás en la fiesta de las chicas? —le contestó el otro por el
teléfono.
—Sí, aquí estamos aunque no hacía falta que viniésemos a cuidarlas, es una fiesta
de chicas como ella te dijo de echo los únicos hombres de la fiesta de momento somos
Oscar y yo, aunque ahora van a subir los nietos de una vecina de ellas que estaban
visitando a la abuela. Y por eso es por lo que te llamó.
—¿Me llamas porque van a subir unos jovencitos a la fiesta? —preguntó
extrañado.
—No, te llamó porque a tu novia no le ha gustado que yo le informase a su vecina
de que tiene novio y de que ese novio estaría encantado de conocerla cuando ustedes se
encontrasen.
—¿No quería que su vecina supiese que tiene novio? —preguntó ya enfadándose,
pero se puede saber que le pasaba a esa mujer para reaccionar así por esa tontería, él
ya le aclaró en su día que si alguien preguntaba dijese que ellos eran novios. Cosa que
tenía que reconocer que le encantaba escuchar que ella era su novia, que era su mujer.
De donde había salido ese pensamiento, él nunca se había planteado la idea de tener
una pareja estable, y sin embargo desde que conoció a María cada día se lo planteaba
más y eso no le gustaba, él quería seguir teniendo su independencia, el no tener que dar
explicaciones a nadie de lo que hacía o a donde iba, por supuesto él siempre exigía a
sus parejas que le contasen sus planes pero eso no significaba que ellas tuvieran el
mismo derecho y sabía que si tenía una mujer ella tendría todo el derecho de
preguntarle sobre sus planes.
—Lucas, me escuchas.
—Sí, perdona, qué me estabas diciendo.
—Que el problema no era que no quería decir que tú eres su novio, creo que lo
que a ella le preocupa es tu reacción al saber que su vecina lo sabe y por lo que he oído
si esta vecina lo sabe ya lo sabe todo el barrio. A María lo que le preocupa es no saber
si a ti te va a molestar el que la gente sepa que sois novios y el que te tengas que verte
obligado a tener que sociabilizar con esa gente.
—Esos son gilipolleces, hay que ver como se complican la vida las mujeres, no
te preocupes, ya lo hablare con ella luego más tarde cuando hablemos. Gracias por
decírmelo.
—De nada, tío, ya sabes para eso están los amigos, bueno hasta luego y ya me
dirás como termina esa conversación, por cierto menudo genio que se gasta tu chica a
veces y eso que cuando la ves piensas que no es capaz de levantar nunca la voz ni de
enfadarse.
—Lo sé, pero eso mismo es una de las cosas que más me gustan de ella, quien la
ve cree que es una mujer tímida y sin carácter, pero te puedo asegurar que tiene bastante
genio aunque no suele sacarlo a relucir muy a menudo. Bueno, te dejo que tengo otra
reunión y no desfaséis mucho.
—Tranquilo hasta ahora solo he visto tomar dos gin tonic a María y aunque creo
que si esta algo afectada, está bien.
—¿Cómo que algo afectada? Me tienes aquí entretenido con la historia sobre no
sé qué vecina y no me dices que ella está emborrachándose.
—No te lo he dicho porque no está emborrachándose, simplemente se ha tomado
unas copas y no pasa nada porque están en casa, no tienen que coger coches ni nada.
Anda y vete a tú reunión y no te preocupes que para eso estamos Oscar y yo aquí.
¿Cómo se le ocurrió empezar a beber cuando él no estaba con ella para cuidarla?,
esa noche cuando hablara con ella le iba a tener que dejar una par de cosas bien claras,
la primera que ellos son novios, tienen una relación de momento así que no hay nada de
malo porque la gente se entere y la segunda, la próxima vez que quiera ponerse a beber
hasta coger el punto más le valía que fuese con él delante para poder socorrerla en caso
de necesidad. O que bien se lo iba a pasar castigándola por ello.
La fiesta duró hasta bien entrada la madrugada, al final habían subido los nietos
de la señora Carmen y resultaron ser unos chicos muy simpáticos y amables, que se
integraron muy bien dentro del grupo de sus amigas ya que todos eran más o menos de
la misma edad que ellas. Cuando María al fin consiguió meterse en su cama, cosa que le
costó su trabajo ya que tenía un pequeño mareo y le estaba empezando a dar dolor de
cabeza, empezó a sonar su móvil y se tuvo que volver a levantar para cogerlo ya que se
lo había dejado encima de la cómoda.
—Buenas noches, preciosa, ¿qué tal la fiesta?.
—Buenas noches, Amo, ¿qué haces levantado tan tarde?.
—Qué voy hacer, esperar a que terminase tu fiesta para desearte las buenas
noches y saber cómo ha ido todo aunque algunas cosas ya sé. Como por ejemplo que
esta noche has decido dejar de lado tus habituales Coca-Colas.
—Sí, bueno, eso ha sido culpa de mis queridas amigas, y me temo que el mareo
que tengo encima y el pequeño dolor de cabeza que tengo también va a ser culpa de
ellas.
—Sí, eso pasa cuando bebes más de dos copas de alcohol sin estar acostumbrada
—le recriminó aunque en un tono suave porque no quería incrementar el dolor de
cabeza que ya tenía —. Lo mejor que puedes hacer es ir a por un par de aspirinas y un
vaso de agua y dejártelo a mano para mañana por la mañana cuando te levantes.
—Gracias, ahora mismo iré a por ellos y me los dejaré aquí en la mesilla.
—Hazlo, es una orden por si se te olvida, ahora vete a descansar y mañana
hablamos de tu castigo.
—¿Castigo? ¿Qué castigo?.
—Cariño, del castigo que te mereces por ponerte a beber sin estar yo contigo
para poder cuidarte y protegerte, y me da igual que eso haya sido en tu casa rodeada de
tus amigos.
—Y de los tuyos, no olvides que también estaban tus amigos aquí, porque eso
supongo que también lo sabes ya que parece que estás muy bien enterado de lo que he
estado haciendo esta noche.
—Sí, también sé eso. Ahora, ve a por las aspirinas y el vaso de agua y a la cama
a dormir. Descansa, mañana hablamos, buenas noches.
—Buenas noches, Amo.
Capítulo 10
Que dolor de cabeza que tenían todas al día siguiente cuando se encontraron en la
cocina en busca del ansiado café.
—Que gran fiesta la de anoche, ¿verdad? —susurró Lucía.
—Sí, creo que ha sido la mejor que hemos hecho hasta ahora —le contestó una
resacosa Silvia— aunque creo que se nos fue la mano con los gin-tonic —rio— Ay, ni
reírme puedo.
—Tía no me hagas reír —contestó Lucía llevándose las manos a la cabeza—,
además de nosotras tres la que peor tiene que estar es María, llevaba una buena encima,
no sabía que podía llegar a ser tan graciosa cuando cogía el puntillo.
—Cierto, la verdad es que estuvimos muy bien las tres y nos hacía falta ya
corrernos una buena juerga, ¿sigue Ramón por aquí? ¿Se quedó a dormir al final?.
—No, sabes que yo respeto las normas y que está prohibido dejar dormir a un tío
en casa, se quedó un rato y cuando estaba por amanecer se fue a su casa.
—Bueno mi hermano cuando viene se queda aquí y creo que era un tío según vi la
última vez.
—Ya sabes a que me refiero. Buenos días fiestera —saludó cuando vio entrar a
María en la Cocina .
—Buenos días, y por favor no hace falta que grites estamos todas aquí, ¿no?
—No estaba gritando, toma te he preparado ya un café y tengo aspirinas también
si las necesitas —se ofreció Silvia.
—Gracias por el café, las aspirinas ya me las he tomado me lleve anoche un vaso
con agua y dos aspirinas.
—¿Ese buen consejo quien te lo dio? ¿Por cierto te noto algo acalorada, tendrá
algo que ver con cierto regalo?.
—¿Qué regalo? —preguntó Silvia intrigada.
—Ah, cierto que tú ayer no estabas en casa —dijo con un tono misterioso Lucía.
—Nunca te han dicho que eres una bocazas reina, y no, no estoy acalorada por
eso, creo que tendrá más que ver con todo lo que bebí anoche.
—No bebiste tanto así que no te quejes, y sí, me lo han dicho muchas veces —
respondió sacándola la lengua— y para no defraudar voy a seguir siéndolo. Silvia
atenta a lo que te voy a contar, es muy jugoso, resulta que el novio de aquí la remilgada
le mandó un regalo ayer, y ¿a qué no sabes lo que era?.
—Flores no, porque no veo ningún ramo nuevo en casa, supongo que sería algo
de lencería ¿no?
—Frío, frío, nada que ver. Lucas le regaló un consolador, sí lo que has oído, le
regaló un consolador y con el paquete de pilas y todo.
—Me dejas muerta, ¿enserio te ha regalo eso? —preguntó incrédula girándose
hacía María.
María solo atinó a afirmar con la cabeza mientras miraba al suelo muerta de
vergüenza.
—No me lo puedo creer, bueno hay que reconocer que el chico es original,
morboso pero original —dijo Silvia.
—Ah pero no te lo pierdas que ahí no termina la cosa.
—¿Ah no?.
—No, no, junto con el juguete venía una carta con una petición un tanto especial,
bueno más que una petición parecía una orden.
—Cuenta, cuenta, que me tienes con una intriga, y además tiene que ser algo muy
bueno viendo como está ella mirando al suelo y lo roja que se ha puesto.
—Es muy bueno, pues la petición es que tiene que usarlo cinco veces al día, eso
sí tiene prohibido correrse, y luego tiene que contarle a él todo lo que ha hecho, así
hasta que vuelvan a verse.
Con la boca abierta, así la habían dejado las palabras de Lucía, no podía ser,
¿eso le había pedido?
—Dime que me está tomando el pelo y no decía eso en la carta —buscó
afirmación.
María otra vez solo puedo afirmar con la cabeza, se había quedado clavada en el
suelo, roja como un tomate, incapaz de decir ninguna palabra.
Silvia no pudo aguantar más y soltó una gran carcajada acompañando a las que ya
estaba soltando Lucía.
—Oye el chico tiene su mérito, hay que reconocer que tiene una mente bastante
buena. En fin, que te sea leve y por poco tiempo, ¿cuándo vuelve el angelito de viaje?
—Dentro de una semana —respondió bajito María.
—¿Una semana? Pues lo siento por ti guapa, pero que mal lo vas a llevar, solo
puedo decirte que paciencia y resignación para sobre llevar tu… —se giró hacía Lucía
buscando ayuda para completar la frase ya que no se le ocurría nada.
—¿Penitencia? —colaboró la otra— Para mí sería una penitencia si tuviese que
estar toda una semana así.
—Podemos dejar ya el tema y desayunar tranquilas y en silencio, por favor —
pidió María.
—Por supuesto —aceptaron sus amigas.
El resto de la semana se les pasó a todas muy rápido, Lucía tuvo un par de
urgencias médicas en la clínica por lo visto habían entrado en un refugio de animales
donde menos cuidar de ellos hacían de todo, y Silvia estaba cada vez más nerviosa a
medida que se acercaba su juicio, sabía que se jugaba mucho en él y no quería perder ni
defraudar tanto a sus jefes como a ella misma. Para María la semana fue un poco más
larga, puesto que a medida que pasaban los días cumplir con su penitencia, como lo
habían llamado sus amigas, le costaba más trabajo, estaba todo el día en un estado de
excitación que no favorecía su, ya de por sí, despistado cerebro, y todas las noches
tenía que contarle a Lucas como lo llevaba y como se las arreglaba, hasta una noche
mantuvieron una vídeo conferencia donde ella le tuvo que demostrar como usaba a su
nuevo mejor amigo, nunca en su vida había pasado tanta vergüenza como esa noche, en
la que con el móvil puesto en la mesilla se estuvo masturbando para él . Pero por fin ya
volvía a ser fin de semana y Lucas volvía de su viaje y ya habían hablado de que el
sábado se verían.
—¿Alguna puede venir a ayudarme? —pidió María esa noche porque era incapaz
de abrocharse sola la ropa ni los zapatos.
—Voy —dijo Silvia quien estaba en su habitación terminando de revisar unos
documentos—. ¿En qué puedo ayudarte? Wow chica está espectacular —exclamó
cuando vio la ropa que se había puesto, llevaba un vestido negro muy sencillo que se
ajustaba a su cuerpo con un pequeño fruncido en un lateral y cuyo largo le llevaba justo
por encima de la rodilla.
—¿Tú crees? No me termina de convencer.
—Pero que dices, ¡estás fantástica!, ¿a dónde vas así?
—He quedado con Lucas ya que por fin ha vuelto de su viaje pero soy incapaz de
abrocharme este maldito vestido y no sé qué zapatos ponerme.
—Vale ahora entiendo todo el revuelo, lo primero necesitas relajarte, entiendo
que es difícil con la penitencia que tenías —dijo disimulando una sonrisa— y ahora
déjame que te ayude, primero vamos a abrochar el vestido, después vas a buscar esos
botines tobilleros granates que tienes por ahí guardados y el bolso que va a juego, y por
último me vas a dejar que te maquille y nada de brillos de labios, esta ropa y la noche
de hoy se merecen un buen pintalabios rojo o mejor granate, oscuros que marquen bien
las líneas de tus labios y resalten tu piel clara.
—Silvia, muchas gracias por ayudarme y por no poner el grito en el cielo por la
actitud de Lucas, sé que eres una feminista en conciencia y que este tipo de hombres así,
tan mandones no te gustan y creí que cuando te enteraras de lo del famoso regalo me
echarías una buena bronca por dejar que un hombre me mande y todas esas cosas.
—Cariño, es cierto que esa clase de actitudes no me gustan, pero lo que sí me
gusta es ver ese brillo que tienes en los ojos cuando hablas de él, y lo feliz que te veo
ahora, así que he decidido guardar mi opinión al respecto y apoyarte en todo lo que
necesites, y ahora lo que necesitas es que te ayude a terminar de arreglarte para dejar a
ese hombre asombrado y alucinado con la mujer que tiene delante, ¿ok?.
—Ok, vamos a fulminar a ese hombre.
—Esta es mi chica, así se habla.
Media hora más tarde María salía de casa perfectamente vestida y arreglada
dispuesta a sorprender a Lucas.
—Wow, si llego a saber que me ibas a esperar así hubiese vuelto antes —
exclamó él cuando la vio en el portal— hola preciosa, ¿cómo estás? —le preguntó
dándola un beso en los labios, Dios como había echado de menos esa boca.
—Y yo habría ido a donde tú estabas si sé que iba a recibir este beso —le
respondió ella intentando recuperar su respiración—, bien estoy bien, bueno dentro de
las circunstancias, ya sabes.
—Lo sé pero quería que estuvieras muy excitada para lo que tengo planeado esta
noche. Hoy vamos a volver al club de intercambio pero hoy quiero que juguemos en uno
de los cuartos —le aclaró al ver la cara de confusión que había puesto— sé que es
algo totalmente nuevo para ti por eso quería que estuviera con ganas de fiesta, por así
decirlo. ¿Preparada?
—Sí, Amo, vamos, yo te prometo intentar jugar pero siguen en pie nuestras reglas
¿no? Si digo la palabra de seguridad, el juego se termina.
—Sí, por supuesto eso siempre es una regla e inamovible estemos en la situación
en la que estemos. Quiero llevarte primero a las mazmorras que hay abajo, estoy
deseando darte tu castigo por no saber controlarte el otro día con la bebida lo cual
impidió que cumplieras con mis órdenes de 5 veces al día y que luego pudieras
explicármelo.
—Sí, Amo. Pero antes de entrar ahí dentro, ¿puedo decirte que te he echado
mucho de menos?
—Por supuesto que puedes decírmelo, es más, me alegra mucho saberlo porque
yo también te he echado de menos y tenía muchas ganas de verte —reconoció él
mientras miraba esa sonrisa que ella ponía cuando le hacía algún cumplido, le
encantaba su sonrisa y ya había asumido que no tenía nada de malo echarla de menos y
acordarse de ella y sus detalles cuando estaba fuera de viaje —. Entremos, y ya sabes
relájate no va a pasar nada que tú no quieras, en su día ya te expliqué que aunque yo soy
tu Amo quien tiene el control eres tú y teniendo en cuenta tu falta de experiencia en este
tipo de relaciones tenemos los límites un poco difuminados.
—Y si los tenemos difuminados no podríamos olvidarnos de mi castigo y pasarlo
con una simple advertencia —refutó ella con esperanza.
—Buen punto, pero no, ya sabías lo que podía pasar si no cumplías mis órdenes.
Dame el abrigo que lo dejamos en el ropero y ve entrando y pide una bebidas para los
dos eso si tu sigue con tus Coca-Colas.
—Sí, Amo.
Cuando María entró lo primero en lo que se fijó es que había mucha más gente
que cuando había estado la otra vez, cosa normal siendo un sábado por la noche, sin
mirar a nadie en concreto siguió su camino hacia la barra donde estaba Martín quien la
saludó cuando la vio llegar.
—Bienvenida de nuevo, ¿qué vas a tomar?
—Hola Martín, ¿qué tal? Pues para mí una Coca-Cola y para Lucas ponle lo de
siempre, ya sabes la cerveza esa rara que le gusta, por favor.
—Muy bien, en un minuto las tienes aquí.
—Gracias —le dijo sentándose en uno de los taburetes de la barra mientras
esperaba a que llegara Lucas.
—Ya estoy aquí, ¿ya has pedido?
—Sí, acabo de hacerlo, me ha dicho que en un minuto nos las traía. Te he pedido
tu cerveza.
—Sí, gracias. Ah, mira ya está aquí con ella, gracias Martín. María coge tu
bebida y ven conmigo, Martín, ¿está lista la habitación como te pedí?
—Sí, Lucas, está todo tal y como me dijiste.
—Gracias, venga vamos estoy deseando empezar.
Juntos de la mano se dirigieron hacia las escaleras que daban al piso de más
abajo, allí la luz era más escasa que en el resto del local, María pudo contar que había
cinco habitaciones a lo largo del pasillo, eran menos que las que había arriba claro que
si esas estaban destinadas a juego más selectos era lógico que hubiera menos. Lucas se
dirigió hacia la última habitación, y abriendo con una llave entraron en ella. Era una
habitación atípica pues no había ninguna cama en toda ella, lo que si había era una
estructura en forma de equis en el centro de la habitación y muchos armarios cubriendo
las cuatro paredes, de cada una de las puntas de la equis colgaban cadenas.
—Ve al armario que hay a tu derecha y cuelga allí la ropa que llevas, quiero que
solo te quedes con la ropa interior y con los tacones también, luego quiero que te
pongas donde la cruz de San Andrés con las piernas abiertas y los brazos en cada uno
de los extremos de ella y mirando hacia donde yo estoy, ¿entendido?.
—Sí, Amo, entendido. Se acercó al armario que le había dicho y allí vio que
había varias perchas, se quitó el vestido y lo colgó en una de ellas, debajo llevaba un
bonito conjunto de sujetador en tonos morados con bordados en negro con su tanga a
juego, también se había puesto unas medias de liga pero de las que no necesitaban
liguero para sujetarse.
—Déjate las medias, me gustan — le pidió él cuando ella ya se disponía a
quitárselas
Ella terminó de guardar sus cosas, y se dirigió hacia la cruz de San Andrés según
había oído que Lucas la había llamado, se puso de espaldas a ellas y extendió sus
brazos y abrió sus piernas hasta hacerlos coincidir con cada extremo de la cruz. Lucas
se acercó y la esposó a ella, primero las dos manos y después los pies.
—Muy bien, ¿sabes por qué estamos aquí, María?
—Sí, Amo, estamos aquí porque no cumplí con lo que me pediste por lo que
merezco un castigo para que no vuelva a ocurrir.
—Así me gusta que me escuches, muy bien, el castigo va a ser muy rápido porque
estoy deseando llevarte a los cuartos de arriba, y tengo muchas ganas de volver a
tenerte. Voy a coger un látigo y te voy azotar con él, te voy a dar diez azotes, en tu sexo
y otros diez en tus pechos y quiero que los vayas contando, ¿entendido? Repíteme que
es lo que vamos hacer.
—Vas a coger un látigo y me vas a dar con él diez veces en mi sexo y otras diez
en mis pechos y quieres que los vaya contando mientras lo haces.
—Bien, ¿lista para empezar? —se dispuso a realizar el castigo cuando ella le
afirmó con su cabeza que estaba lista para el castigo— Empieza a contar.
Después de un pequeño tiempo que a María se le hizo eterno el castigo terminó,
se sentía dolorida en las zonas donde el látigo había caído aunque tenía que reconocer
que no había dolido tanto como en un principio había creído.
—Lo has hecho muy bien —la elogió mientras la desataba—, ahora te voy ayudar
a ponerte el vestido y vamos a subir a un cuarto de los de arriba. He invitado a un
amigo mío para que la comparta con nosotros, quiero que te empieces a familiarizar con
el tacto de otro hombre aparte del mío, vamos a ir muy poco a poco pero viendo lo
húmeda y necesitada que estás creo que vas a estar preparada para ir un paso más allá.
¿Tienes alguna petición especial?.
—No quiero que nadie a parte de ti me bese —le pidió mirándole a los ojos,
suplicándoselo.
—Concedido, tus besos solo serán míos, ¿algo más?
—Mi culo, mi culo es solo tuyo también, si al final vamos un paso más allá como
tú has dicho no quiero a nadie más dentro de mi culo que no seas tú.
—Me parece muy bien, además como Amo y dueño tuyo tengo derecho a
reservarme una parte tuya para mí, y tu culo es una parte muy deliciosa, me encanta
cuando practicamos sexo anal, esa presión que me haces, estás muy estrecha en esa
zona, y eso que eres estrecha en todas partes, los movimientos tan sensuales y como
consigo que te corras tan fácil y rápido con solo un par de embestidas. Así que eso es
todo, tanto tus besos como tu culo son solo para usarlos yo, ¿no?.
—Eso es, gracias —le agradeció dándole un beso. Él profundizó el beso y
termino mordiéndole el labio inferior.
—Me gustaría que hoy probaras una doble penetración pero de verdad, no como
las que hemos hecho usando tu consolador. Subamos antes de que termine follándote
aquí abajo y termine con toda la diversión.
Capítulo 11
¿Cómo podía dormir tan tranquilo después de todo lo que había pasado en el club
esa noche?, mientras él estaba en la cama durmiendo tan plácidamente, ella no podía
dejar de pensar en todo lo que había pasado, después de salir de las mazmorras habían
subido a devolverle la llave a Martín quien se la cambió por la de otra habitación esta
vez de las plantas de arriba, allí entraron en una habitación la cual si tenía una cama y
donde dentro ya había una persona, se llamaba Ángel y era un hombre también muy
atractivo, alto, rubio, con ojos color miel y con una agradable sonrisa que les mostró
cuando ellos entraron por la puerta, por lo visto se conocían desde hacía años de estar
moviéndose en los mismo círculos.
Al entrar y cerrar la puerta, Ángel se acercó y la empezó a besar en el cuello y de
ahí ayudado por Lucas la fueron desvistiendo, primero cayó el vestido, seguido del
sujetador y de las medias y por último del tanga que llevaba puesto, Ángel se explayó
besando todo su cuerpo mientras Lucas se dedicaba exclusivamente a su boca, dándole
distintas clases de besos que la volvían loca junto con todas las sensaciones que le
provocaba la exploración del otro hombre. Lucas fue el primero en meterle los dedos
dentro de su vagina para comprobar que seguía estando muy mojada y receptiva.
Empujada por ellos y sin que se diera cuenta la fueron llevando hasta la cama,
donde cayó de espaldas para encontrarse con Ángel sentado encima de ella, disfrutando
de lamer y morder su clítoris, le encantaba jugar con ella y sentir los pequeños
estremecimientos que la recorrían, mientras Lucas bajó hasta sus pechos y empezó a
torturarlos, llegados a ese punto María ya no podía razonar ni pensar ni tan siquiera
pensar en poner objeciones a lo que estaba pasando, después de toda una semana
cumpliendo con la penitencia de su Amo estaba muy necesitada y deseaba pode sentir
un gran orgasmo recorriendo su cuerpo, así que cuando ellos cambiaron su posición y
Lucas se puso a sus pies y empezó a penetrarla lentamente mientras Ángel la
masturbaba el clítoris con sus dedos, explotó y tuvo un orgasmo demoledor que la hizo
perder la razón, a partir de ese momento todo se concentró en disfrutar del placer y
experiencia que esos dos hombres le estaban dando, así que cuando la hicieron ponerse
a cuatro patas ni lo pensó, y mientras Ángel se ponía debajo de ella para poder penetrar
su coño, Lucas se puso detrás de ella para hacer lo mismo pero en su culo. ¡Dios! Como
un solo cuerpo podía experimentar tanto placer junto, creía que iba a terminar
desmayándose de tantas sensaciones que sentía dentro de ella, por una parte tenía a uno
empujando bien dentro de su vagina mientras también se dedicaba a sus pechos y luego
estaba el otro dentro de su otra zona tan prohibida, llegó un momento en que perdió la
cuenta de los orgasmos que llevaba, a partir del cuarto había dejado de contar.
—¿No puedes dormir? —la sobresaltó Lucas.
—No, lo siento si te he molestado, estaba pensado en todo lo que ha pasado esta
noche.
—¿Y a qué conclusión has llegado?
—Me da vergüenza decírtelo.
—Mírame —la exigió cogiendo su cara entre sus manos para obligarla a que lo
mirase— para que esta relación funcione tienes que dejar la vergüenza fuera de ella,
¿está claro? Así que cuéntame.
—Pues estaba pensado en todo lo que hicimos con tu amigo, y me da apuro
reconocer que me gustaría volver a repetir otro día, me ha encantado y he disfrutado
muchísimo, nunca en mi vida pude imaginar que una mujer podía llegar a sentir todo lo
que yo he sentido esta noche estando con vosotros dos.
—No tienes nada por lo que avergonzarte, eso es culpa de la educación clásica
que siempre se ha inculcado sobre todo a las niñas, las relaciones típicas de un solo
hombre y una sola mujer, pero nadie os enseña que para disfrutar del sexo no
necesariamente tiene que ser así y el que solo haya dos personas, también es cierto que
no todas nuestras relaciones sexuales a partir de hoy van a ser con otras personas,
también quiero disfrutar de tenerte solo para mí.
Sabía que la estaba mintiendo descaradamente, pero como decirle que él no había
disfrutado tanto como se supone que tenía que haber hecho y había hecho otras veces
cuando se había dado la ocasión con otras mujeres. Pero la verdad, es que no le gusto
ver como disfrutaba y se corría en brazos de otro hombre. Quería que ella solo
disfrutara con él, y que él fuese el único en conseguir que llegase al clímax. No
entendía que había pasado para que se sintiese así pero lo cierto era que se estaba
planteando seriamente no volver al club con ella, ¿qué le había gustado la doble
penetración? Sin problemas harían como habían hecho hasta entonces, para eso tenía
muchos juguetes en la otra habitación, lo que si tenía que hacer era construir una cruz,
ahí sí que había disfrutado de verla esposada a ella. Sabía que estaba obsesionado, con
cada gesto, con cada gemido, con cada grito, con cada parte suya. Esperaba que con el
tiempo es obsesión se le fuese quitando aunque lo que nunca iba a perder era el morbo
que ella le provocaba en cada una de sus salidas.
Después de esa noche, sus encuentros fueron más escasos, se acercaba la fecha
del juicio que Lucas tenía y en su trabajo estaban cada día más nerviosos y todos los
días echaban horas extras para preparar la defensa de su cliente. A Lucas ya no solo le
tenía loco el juicio, también el tema de María le estaba transtornando, cada día que
pasaba se sentía más a gusto con ella y había algo más aunque no sabía identificar que
era, y luego estaba el tema de su amiga la abogada, había estado alguna vez en su casa,
al final no había sido capaz de echarle un vistazo a los papeles porque cada vez que lo
iba hacer se le aparecía la imagen de María totalmente entregada a él y entonces era
incapaz y volvía a dejar los papeles en su sitio. Debido a esto decidió quedar un día
con su amigo Oscar que parecía el más sensato de los tres y hablarlo con él.
—Buenas, tío, ¿qué tal? —le saludo Oscar entrando en el bar donde habían
quedado. La verdad es que le tenía preocupado esa quedada, sabía que Lucas era un tío
muy independiente y que nunca pedía consejos y mucho menos era de los que quedaban
para una simple charla entre colegas.
—Buenas, gracias por venir, mira voy a ir directo al grano, necesito que me
aconsejes porque si no al final voy a terminar loco —le dijo en tono sorprendido,
¿desde cuándo él necesitaba la ayuda o el consejo de nadie? Pero desde que había
conocido a María no parecía él mismo, esa mujer tenía algo que le estaba haciendo
cambiar, había conseguido que sintiese cosas que nunca había sentido y eso no solo le
tenía preocupado sino que también le tenía muy confundido.
—Me parece bien.
—Verás, sabes que llevo un tiempo viéndome con María, bueno tú ya sabes qué
clase de relación son las que yo tengo, pero me está pasando algo muy raro con ella,
estoy empezando a cuestionarme ciertos aspectos de nuestra relación, cosas que nunca
me había pasado con otras mujeres.
—Perdona, Lucas, pero la verdad es que no te estoy entendiendo.
—Normal, no me entiendo ni yo. Pues veras, tu sabes que a mí me gusta ir a cierta
clase de clubs y los gustos sexuales que tengo, ¿no?
—¿Has llevado a María a tus clubs? —le preguntó sorprendido, la verdad es que
las veces que había estado con María no le había parecido la clase de mujer que le
gustara el ambiente de los clubs que frecuentaba Lucas.
—Sí, sí la he llevado y he de decir que le gustó bastante y disfrutó, lo que me
tiene confundido y loco es que al que no le gustó ni lo disfrutó fui yo.
—Vaya como puedes llegar a engañar la gente, nunca hubiera imaginado que a
alguien como ella le pudiera gustar esas cosas, que interesante.
—¿Cómo que interesante? Desde ya te digo, ni se te ocurra acercarte a ella, ¿está
claro? —le dijo furioso.
Oscar lo miró y pensó que ahí tenía que haber algo más, Lucas nunca les había
prohibido perseguir a una mujer aunque fuese la que estuviese con él en ese momento.
—Está bien, tranquilo, no voy a ir tras ella, además la que a mí me interesa es
otra —le dijo mientras pensaba en cierta pelirroja de malas pulgas.
—Bien, mejor para ti, en fin, el problema que tengo es que ella me ha dicho que
le gustó y que no le importaría volver a repetir, pero yo antes me dejo matar que ver a
otro hombre con ella, y eso no es normal, eso a mí nunca me ha pasado, de sobra sabes
lo bien que me lo he pasado haciendo tríos u orgias otras veces, y la verdad es que no
entiendo lo que me está pasando, no es solo el tema de estar con otros, son más cosas,
me encarta verla contenta, ver como se ríe por cualquier tontería o detalle que le doy o
simplemente ver como duerme o el estar los dos en silencio tranquilamente en mi casa
mientras ella está leyendo algún libro sentada en mi sillón y yo trabajando en mi mesa,
me encanta ver los gestos que pone mientras lo hace, la verdad es que no sé qué me está
pasando con esta mujer y luego hay otra tema más importante y que me está
carcomiendo por dentro.
A estas alturas Oscar ya no sabía si reírse o no, tenía la impresión que si se reía
Lucas se iba a enfadar y con razón, como podía ser un tío tan inteligente para unas cosas
y no ser capaz de reconocer que se había enamorado, pero era normal que no supiera
reconocer ese sentimiento ya que sus padres no es que se lo hubiesen enseñado.
Todavía se acordaba del día que conoció a sus padres, si muy guapos, con mucha
clase pero fríos como carámbanos, llegaron y saludaron a su hijo su madre con un
rápido beso en la mejilla y su padre con un apretón de manos, como era posible que
fuesen tan distantes con su propio hijo, era normal que el pobre ahora no supiese lo que
le pasaba, pero a ver quién tenía cojones a decírselo. Claro que decía que había algo
más grave, y después de todo lo que le acaba de confesar ya no sabía que más podía
decirle.
—A ver qué es eso que te tiene tan preocupado, la verdad es que no es normal lo
que me estas contando pero me alegra saberlo —le dijo en plan enigmático.
—Pues veras lo que me tiene preocupado es que, hace cosa de una mes más o
menos mi jefe averiguó quien era el abogado de la parte contraria del juicio que tengo
ahora, pues resulta que ese abogado no es otro que Silvia, la amiga de María, cuando
me enteré me alegré porque mira por donde podría intentar usar a María para sacarle
información sobre su amiga y averiguar por donde podría ir su defensa.
—Eso es muy retorcido y no creo que sea muy ético —le dijo molesto ya que
estaba intentando hacer daño a Silvia.
—Mira a mí lo de la ética como que me da igual siempre y cuando el que gane
sea yo, la verdad, o al menos eso era lo que siempre pensaba hasta ahora.
—¿Y qué es lo que ha cambiado ahora? —de verdad que difícil era hablar con
ese hombre, había que ir sacándole las cosas con tenazas.
—Pues no sé qué es lo que ha cambiado, solo sé que no he sido capaz de usar a
María para mi fin, que no he sido de capaz de traicionar su confianza para espiar a su
amiga y eso no es normal en mí y me tiene muy preocupado, ¿desde cuándo me
preocupa lo que pueda pensar una mujer? ¿Qué más da romper la confianza que ella me
ha dado si total no somos nada y tarde o temprano nos dejaremos de ver? —decir eso
último le estaba matando, no se creía capaz de vivir un día sin ella, sin poder verla, ni
tocarla, ni sentirla.
—¿Puedo preguntarte algo sin que luego me lo hagas pagar en el ring? —le dijo
sonriendo, nunca pensó en ver a Lucas enamorado y mira por donde ahí estaba todo
preocupado y confundido sin saber que le pasaba, o cuanto se iba a divertir Ramón
cuando se lo contase.
—Claro que sí, si con eso me ayudas y vuelvo a ser yo, adelante —¡Dios que le
pasaba! Si alguna vez alguno de los capullos de sus amigos le hubiese dicho que
llegaría un día en el cual estuviera teniendo esa mierda de conversación más típica de
mujeres que de él le daría una paliza, una en la que terminarían todos en el hospital con
considerables heridas por ofenderle de esa manera.
—No me mates — le dijo viendo la mirada que tenía en la cara—, pero lo que te
pasa es algo muy simple y normal, no eres capaz de traicionar la confianza de María, ni
de compartirla con nadie porque te has enamorado de ella.
—¿Enamorarme de ella? ¿Te has vuelto loco, tío?
—No, de los dos el loco aquí eres tú, piénsalo, ya sé que no sabes identificarlo
porque con los padres que tienes no me extraña dudo que alguna vez hayan demostrado
algo de cariño hacia nadie, pero te puedo asegurar que es eso lo que te pasa, y si no
quieres tener problemas con María te aconsejaría que le contases todo a ella, que tú ya
sabías que te ibas a enfrentar a Silvia en el juicio y que en un principio querías
aprovechar la situación pero que después por suerte recuperaste la razón y decidiste no
hacerlo puesto que te has terminado enamorando de ella y ahora mejor me voy antes de
que te dé tiempo a reaccionar y me estampes contra alguna pared, lo siento macho nunca
creí que te enamorarías y la verdad es que es muy gracioso —le dijo riendo mientras se
marchaba— verás cuando se lo cuente a Ramón, va a flipar.
—Pensaré en lo que me has dicho, aunque no sé cómo podría reaccionar porque
ahí donde la ves, hay ocasiones en las que tiene un genio de mil demonios.
—Venga, no me digas ahora que no vas a saber encantar sus demonios porque no
te creo, y ahora me marcho que al final llego tarde al curro.
—Como se te ocurra decirle algo a Ramón te puedo asegurar que no vas a ser
capaz de levantarte de la cama en un mes como mínimo—le advirtió.
—Correré el riesgo, total, ¿que es la vida sin un poco de peligro en ella? —le
contestó el otro desde la puerta.
Lucas todavía se quedó un rato más en el bar, podía ser verdad lo que le estaba
diciendo su amigo, pero como era posible, ¿él enamorado? En serio, ¿cómo había
podido pasar? Pero si lo pensaba era lo único que explicaba el comportamiento que
tenía hacia ella, cómo había conseguido alguien tan inocente y puro como ella haberse
metido dentro de su corazón, y lo que era peor, ¿sería ella capaz de enamorarse de
alguien como él?.
El ambiente en casa de las chicas tampoco era muy distinto, se acercaba el juicio
que tenía Silvia y eso la tenía muy nerviosa y estresada por lo que cada vez que estaba
en casa, exigía silencio y calma para poder pensar y organizarse, sus amigas la
toleraban porque ya la conocían y sabían que una vez que se terminara el proceso todo
volvería a la normalidad.
—Me lo parece a mí, o Silvia está peor que otras veces —le preguntó un día
Lucía a María después de que Silvia les confiscara el mando de la tele porque por lo
visto estaba con un volumen muy alto y la molestaba y ella no entendían lo que se
jugaba.
—Está peor, supongo que este juicio es muy importante para ella y eso ha hecho
que se sienta más presionada.
—Eso lo entiendo pero te juro que como esto dure un poco más, una de las dos
termina en mi camilla de operaciones de la clínica y no en muy buen estado
precisamente.
—Bueno, todo se calmará ya mañana cuando el juicio empiece.
Esa noche, María y Lucas volvieron hablar a través de la vídeo conferencia, él le
volvía a pedir disculpas por desatenderla en esos días, y también le pedía que le
enseñara la ropa que llevaba puesta, y como jugaba con su mejor amigo, mientras él la
observaba y disfrutaba de las vistas, y de los gemidos que ella no podía evitar a pesar
de morderse los labios para no alertar a sus amigas sobre lo que estaba haciendo. Una
vez que los dos llegaron al clímax se despidieron y ella le deseó suerte para el día
siguiente y también le pidió que la llamara cuando saliera del juicio para que le contase
que tal le había ido. Lucas así se lo prometió aunque seguía sin ser capaz de decirle lo
de Silvia y también le dijo que quería que se viesen después para recuperar el tiempo
perdido, aunque lo que de verdad quería era tenerla en frente para ver si esos nuevos
sentimientos que estaba teniendo podían llegar a ser correspondidos, tenía que
averiguar y pronto si ella también se había enamorado, no podía vivir más tiempo sin
saber la verdad y si todavía ella no lo estaba tenía que conseguir enamorarla porque no
se veía capaz de continuar adelante sin ella. ¡Dios, como se podía haber complicado
todo tanto!
—¡María! ¡Lucía! ¿Habéis cogido alguna de vosotras la chaqueta de mi traje
rojo?
—Pronto empezamos —se resignó Lucía mientras iba hacia la habitación de su
amiga para buscarle la dichosa chaqueta por la cual las había despertado a esas horas
tan intempestivas—, vamos a ver, ¿para qué íbamos a querer nosotras tu chaqueta?
¿Para vestir a nuestras Barbies? Porque a ninguna de las dos nos vale tu ropa, así que tú
me dirás, seguro que está guardada en ese armario monstruoso que tienes, déjame que la
busque mientras tú terminas de arreglarte. Anda quítate de en medio que cuando más
rápido te vayas antes podré volver a la cama a descansar.
—Tampoco hace falta que te pongas así —respondió ofendida.
—Anda, calla y termina de arreglarte, ahora mismo te llevo la chaqueta que
buscas —dijo entrando en el armario para buscar la esquiva chaqueta la cual por
supuesto que estaba dentro —, toma tu chaqueta, y suerte en el juicio de hoy, yo me
vuelvo a la cama que anoche no dormí.
—¿Otra vez de fiesta con tu novio?
—Qué más hubiera querido yo pero no, me llamaron de la clínica por lo visto
había una urgencia y me necesitaban allí. Acabo de llegar hace escasamente una hora.
Ahora coge tu maletín con todos tus papeles, y a por ellos, arriba el poder femenino —
la despidió dándole un beso y deseándole buena suerte, y se volvió a la cama.
—Natalia estoy de los nervios, ¿podrías traerme una tila de la cafetería? —le
pidió Silvia a su secretaría quien había ido con ella hasta el juzgado.
—Por supuesto Silvia, sin problemas.
—Bueno como se encuentra nuestra abogada en el día de hoy —se le acercó su
jefe acompañado de su cliente.
—Bien, señor, lista y preparada para defender nuestros intereses —respondió
mientras saludaba a los dos —¿sabemos ya algo más sobre los abogados que van a
defender a la otra parte?
—No, todavía no sabemos nada, creo que no quieren darnos más pistas de las
necesarias y que hasta que no estemos todos dentro de la sala no van a desvelar su
estrategia.
—Muy bien, pues entonces tendremos que esperar aunque no creo que falte
mucho para que podamos ir entrando.
Según terminaba de decir esto, le llamaron para que fueran entrando en la sala
número 2 donde se iba a celebrar la vista. Silvia junto con su jefe y su cliente fueron
los primeros en llegar y empezaron a organizar los papeles donde tenían escrita toda su
estrategia y las pruebas que habían ido recopilando a lo largo de la espera de juicio.
Una vez colocado todo, tomaron posiciones.
«No podía ser verdad, ¿ese que entraba acompañando a su demandado no era
Lucas el novio de María? ¿Cómo podía ser eso real? ¿Qué probabilidad había en que
justo el nuevo novio de su amiga y compañera de piso fuese también su contrincante en
el juicio? Ahí tenía que haber gato encerrado» Prefirió guardar silencio respecto a la
relación que la unían al otro abogado y esperar a ver como se desarrollaba el juicio.
«Esto no funciona, va muy mal como sigamos así ya podemos despedirnos de
ganar esta mierda de caso, ¿cómo habían llegado a esto? Se supone que ellos habían
elaborado una estrategia infalible para ganar y además muy sencilla, disponían de
muchas pruebas que favorecían a su cliente, claro que eso era antes de saber que este
no había sido del todo sincero con ellos, ¿cómo se podía haber olvidado de que cuando
estaba al principio de su relación había firmado un acuerdo con su amante donde
dejaban muy claro que los derechos del restaurante eran para el otro y no para él? ¿Y
cómo sabía Lucas tantas cosas de lo que ellos habían hablado y comentado en su
bufete? ¿Podría María haberle contado algo sobre su caso? Y sí era así, ¿ella sabía que
él era el abogado contra el que tenía que pelear ella, o él la había engañado sin decirle
nada?»
—Letrados, una vez presentadas todas las pruebas y a falta de empezar con
algunos testigos por parte del demandante, pospongo este juicio hasta mañana por la
tarde a las cinco —dijo el juez terminando la sesión del día.
Silvia muy cabreada se dirigió hacia donde esperaban Lucas y su gente y le pidió
hablar a solas con él.
—Sí, claro, si quieres vamos a una sala de reuniones que hay en esta misma
planta —aceptó él.
—Me parece bien.
Una vez entraron en la sala de reuniones Silvia empezó a encararse con él.
—¿Cuánto tiempo hace que sabes que yo soy la abogada del contrario?
—Te puedo jurar que yo no lo sabía hasta hoy cuando al entrar en la sala te he
visto sentada en el lado contrario —viendo el cabreo que tenía la pelirroja ni muerto le
iba a decir que hacía más de un mes que él sabía que ella era la otra abogada, además
temía que si se enteraba podría terminar teniendo problemas con María y eso era lo que
menos quería, todavía le quedaban muchas cosas por experimentar con ella.
—Mientes y lo sabes, ¿si no como sabías las pruebas y la defensa que estábamos
preparando? ¿Lo sabes por María?
—Ni se te ocurra meterla a ella en esto, ¿me has oído? —le gritó muy enfadado—
Si sabíamos la defensa que tenías es simple y llanamente porque es la misma que
nosotros hubiésemos seguido.
—Tampoco es para que te pongas así, total ella es solo una muesca más en tu
cama, ¿no? —contraatacó ella.
—Lo que ella sea para mí no es asunto tuyo, así que ni se te ocurra volver a
mencionarla, ¿está claro?
—Como el agua, y ahora me voy, tengo que ir a cambiar unas cuantas cosas de
nuestra defensa gracias a vosotros.
—¡María dónde estás!— gritó Silvia entrando en casa dando un portazo.
—Estamos en su habitación —le contestó Lucía gritando también— ¿qué mosca
le habrá picado a esta ahora?—preguntó ahora un tono de voz más normal.
—No lo sé, ahora nos enteraremos supongo —le respondió María a su vez
encogiéndose de hombros.
—Claro aquí teníais que estar, ¿eligiendo la ropa para salir esta noche a celebrar
tu triunfo?
—¿Qué triunfo?
—No te hagas la tonta que no te pega, sabes perfectamente de lo que estoy
hablando.
—Te quieres tranquilizar y dejar de gritar, aquí nadie está sordo —le respondió
molesta Lucía, no le había gustado nada el tono que había empleado para hablar con
María.
—Estoy hablando del jueguecito de traición que se ha traído ella entre manos, de
eso estoy hablando.
—¿De qué traición hablas?— siguió Lucía preguntado ya que María por lo que
podía ver se había quedado sin poder articular palabra.
—A mí no me preguntes, mejor pregúntale a ella de que ha estado hablando con
su queridísimo novio abogado.
—¿Lucas? ¿Todo este jaleo es por él? —consiguió reaccionar María.
—No, todo este jaleo es porque tú me has traicionado a mí, a tu amiga, se puede
saber que te hecho yo para que le hayas contado a ese abogaducho de tres al cuarto todo
lo que yo tenía trabajado para mi caso, si lo que necesitabas era un buen tío en la cama,
habermelo consultado, te podía haber presentado a miles de ellos sin necesidad de
arrastrar mi carrera por los suelos.
—Te estás pasando, Silvia —le advirtió Lucía.
—Eso, tú ponte de su parte también, ¿sabes lo que tu gran amiga aquí presente ha
hecho? Resulta que su novio —dijo entrecomillando con los dedos la palabra novio—
es el abogado al que me enfrento en el juicio más importante de mi vida, y no te puedes
imaginar la sorpresa que me he llevado al ver como conseguía hundir todo mi trabajo
de un mes con unas simples argumentaciones y estoy segura de que lo llevaba todo
preparado de antemano porque esta —siguió explicando señalando con el dedo a María
— le ha contado todo sobre mi defensa.
—¿Cómo puedes pensar eso de mí? —preguntó a punto de echarse a llorar.
—Y ahora se pone a llorar, lo que me faltaba, sabes lo único bueno de todo esto,
que tu querido romance ya se ha terminado porque ya no le haces falta a Lucas, ya ha
conseguido todo lo que necesitaba de ti y ahora ya podrá irse a por su próxima víctima.
Ahora vas a sentir todo el dolor que yo he sentido al ver como una persona a la que
consideraba una amiga me traicionaba. No se puede comparar porque no es lo mismo
una traición tan grande como la que tú me has hecho a perder a un tío que te gusta y con
el que te lo pasas bien en la cama, pero seguro que algo te dolerá.
—¡Silvia ya basta! ¡Te estás pasando tres pueblos! — le gritó Lucía al ver como
María había empezado a llorar.
—Silvia, te juro que yo no le he contado a Lucas nada sobre tu trabajo, tienes que
creerme, nunca, nunca sería capaz de hacer nada de eso y mucho menos a una de
vosotras —balbuceó María.
—No te creo, vas de mosquita muerta y de niña buena pero todo es una fachada,
por dentro eres mala, eres una falsa y una traidora. Y sabes me alegro de que ahora
sufras, y más que te queda por sufrir cuando tu querido Lucas te de la patada.
—Él no va hacer eso, él no es como tú te piensas.
—Ay, pobrecita, si al final resulta que se ha enamorado —se burló—, pues
mejor para mí. Más vas a sufrir —sentenció saliendo de la habitación.
—¿María? Cariño, tranquilízate, no la hagas caso ya sabes el carácter que se
gasta cuando las cosas no salen como la gustan. Voy a ir ahora a intentar hablar con ella,
y por favor deja ya de llorar, sabes que en realidad no piensa nada de lo que te ha dicho
que era su orgullo el que hablaba.
—Gracias, ¿podrías dejarme sola ahora, por favor?
—Sí, claro, pero deja de llorar, veras como todo se arregla en seguida y vendrá
corriendo a pedirte perdón y a decirte que es mentira todo lo que ha dicho, ¿de
acuerdo?
—Sí, gracias.
—Bien, ahora voy a ver si consigo tranquilizar a la fiera —se despidió dándola
un beso en la frente y salió de su cuarto cerrando suavemente la puerta. Aunque en
realidad lo que quería era dar un gran portazo para hacer salir el cabreo tan grande que
la pelirroja le había puesto.
Llegó hasta la cocina donde Silvia estaba haciéndose un bocadillo y entró con
todas las armas levantadas dispuestas para la guerra.
—Tú, ya estás tardando en ir a al cuarto de tu amiga y pedirla que te perdone y
aclararle que todo lo que le has dicho no es verdad, vas a tener suerte porque ella es
buena y te perdonará sin guardarte ninguna clase de rencor porque si fuese yo no te
perdonaba en la vida.
—No pienso pedir perdón por contar la verdad, así que vete olvidando de hacer
el papel de conciliadora porque esta vez no te va a funcionar.
—Vaya, así que por fin te salió el carácter de zorra pelirroja que llevas dentro.
—¿Qué has dicho? —se giró hacia ella.
—Lo que has oído, siempre se ha dicho que las pelirrojas eran todas unas zorras
y tú en esa habitación lo acabas de demostrar, ¿necesitas que te lo explique más claro o
así ya lo has entendido?.
—Lo he entendido perfectamente, gracias. Y tranquila a esta zorra os queda poco
tiempo de tenerla por aquí, ya estoy buscando piso para irme cuanto antes.
—Tú misma solo espero que no tardes en darte cuenta del error que has cometido
y lo injusta que has sido con ella —dijo saliendo de allí porque si no se iba pronto iba
a terminar dándole dos bofetadas bien dadas y se suponía que ella era pacifista.
María se sobresaltó al escuchar el portazo de la puerta, estaba claro que Lucía no
había sido capaz de aplacar a Silvia, aunque entendía perfectamente el enfado de esta
no podía entender como su amiga podía llegar a pensar tan mal de ella, aunque si
pensaba bien en la situación podía llegar a entender porque se le había ocurrido esa
idea aunque conociéndola como la conocía se supone que tan rápido como se le hubiese
ocurrido esa idea la tendría que haber desechado. Pero y ¿si era verdad que ella sin
darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor de alguna manera hubiese ayudado a
Lucas a espiar a Silvia? En ese momento se le vinieron a la mente ciertas situaciones en
las que él le había preguntado sobre sus amigas y sus trabajos y también estaba el día
en que ella le pilló con los papeles de Silvia en la mano aunque él le dijo que los había
encontrado en el suelo y lo único que había hecho era recogerlos, ¿pero y si no había
sido así?. ¡Oh, Dios! No podía ser, él no podía haberla usado de esa manera, ya no
sabía que pensar, lo mejor era dejarlo por ahora y ver por donde salían las cosas y ver
si con el paso de los días Silvia se tranquilizaba y podían hablar tranquilamente.
El resto de los días en la casa que compartían las chicas el aire que se respiraba
era un aire de dolor, de pérdida, Silvia no hablaba a ninguna de sus amigas y María
solo sabía encerrarse en su habitación a llorar. Lucía harta ya de la situación decidió
desahogarse con Ramón, y contarte todo lo que había pasado en esa casa en los último
días.
—Te lo juro, cariño, no hay quien pare en casa con ese ambiente —se quejaba
Lucía.
—Siento mucho lo que os ha pasado, no te preocupes estoy seguro de que dentro
de nada solucionaréis todo y volveréis a la normalidad otra vez, y bueno mientras tanto,
si quieres, puedes quedarte a dormir en mi casa, ya lo sabes.
—Lo sé, pero tengo miedo de dejar a las dos solas en la casa, Silvia es capaz de
terminar de destrozar a María y me da miedo que vuelva a caer en la depresión que
tenía, joder que putada, ahora que ella estaba consiguiendo salir adelante y había vuelto
a vivir y a sonreír tiene que pasar todo esto.
—¿No crees que exageras un poquito?
—No, tú no nos conocías cuando ella estaba tan mal, la tenías que haber visto,
nunca se reía, se dedicaba a ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, de vez en cuando
conseguíamos que se uniera a nosotras para ver ir al cine o a tomar algo pero era como
llevarte un mueble. ¿Sabes que la noche que os conocimos era la primera vez que ella
salía en dos años?
—¿En serio?, vaya no tenía ni idea.
—Ramón, necesito hacerte una pregunta y no sé cómo te va a sentar.
—Adelante tú pregunta, sin miedo, y si puedo contestártela, lo haré.
—Gracias, aunque Silvia fue muy dura con María en las acusaciones que la hizo,
dijo algo que me temo que pueda ser cierto y me da miedo como va a reaccionar María
cuando suceda. ¿Tú crees que María para Lucas es un juguete más? ¿Unas más de las
mujeres que han pasado por su cama?
—Pues para serte sincero, al principio cuando empezaron yo también lo pensaba,
pero hace poco estuve hablando con él sobre el tema, puesto que María me parece una
mujer estupenda, y no quería que le hiciese daño, y aunque él dijo que ella era una más
y no significaba nada especial, hubo algo en su mirada, en su forma de hablar de ella
que me hizo pensar que se equivocaba, yo creo que sí siente algo más fuerte por ella de
lo que quiere reconocer.
—Sí, yo también lo pienso pero quería saber tú punto de vista ya que tú le
conoces mejor que yo. En ese caso, seguiré en mi casa y esperaré a ver por dónde salen
las cosas.
—Muy bien, como tú quieras, pero ya sabes que siempre vas a tener las puertas
de mi casa abiertas, ¿ok? —le dijo empezando a besarla.
—Gracias —le agradeció con una gran sonrisa cuando el beso terminó—, y ahora
tengo que irme ya es muy tarde y no quiero ni pensar en lo que puedan haber hecho esas
dos solas en casa.
—Vale, mañana te llamo, cuídate y cuida a María también.
—Eso haré, no te preocupes que tu chica sabe defenderse.
—Siempre y cuando no haya serpientes cerca, ¿no? —le dijo.
—Que malo eres —le recriminó acercándose a él para darle un cariñoso
puñetazo en el brazo. Momento que él aprovecho para sujetarla cerca suya y susurrarle
en el oído— qué fácil eres de provocar, y ahora a casa que ya es muy tarde, hasta
mañana mi amor.
Lucía que hasta ese momento estaba intentando soltarse de su agarre, al oír que la
llamaba su amor se quedó quieta, muy quieta entre sus brazos «no podía ser que se le
acabara de declarar de esa forma tan sosa, ¿no?».
—¿Acabas de decirme que me quieres así de esa forma tan sosa y sin gracia? No
me lo puedo creer, ¿como se te ocurre decirme que me quieres así, sin crear una
situación especial?
—Vaya, cualquiera diría que el que tu novio te diga que te quiere es algo bueno y
no algo por lo que regañarle, es más yo creo que lo suyo sería que tú le dijeses que
también le quieres, ¿no?
—Pues no, no pienso decírtelo hasta que no me hagas una declaración como Dios
manda, vaya manera más chapuza de decírmelo, hasta mañana y piensa en lo que te
acabo de decir.
Lucía llego a su casa y aunque entró saludando nadie le contestó el saludo de
vuelta, al dirigirse a su habitación vio luz por debajo de la puerta en la habitación de
Silvia, luego ella estaba en casa, llamó a la puerta de María para saber cómo se
encontraba, al ver que no le contestaba abrió un poco la puerta y miró dentro pero la
habitación estaba vacía, supuso que estaría con Lucas en su casa, mejor para ella, sabía
que la situación en la casa la estaba superando y si alguien podía conseguir que no
terminara de hundirse ese era él, Lucas. Todos los días pedía que la pequeña historia de
amor de ella no se desvaneciera en el aire, porque de verdad que de esta no conseguiría
salir adelante.
—María, ¡mírame! —le exigió Lucas— ¿Estás bien? Llevas varios días mal, ¿te
preocupa algo? ¿Tienes algún problema?
—No, Amo, no me pasa nada, es solo que estoy más cansada de lo normal pero
nada más, gracias. Como decirle que había tenido una discusión con Silvia por su
culpa, le daba miedo sacar el tema y descubrir que todo lo que ella le había dicho era
cierto, que para él, ella era una más, que nunca sería nadie especial en su vida y en ese
momento descubrir eso lo único que iba a conseguir era terminar de destruirla, así que
decidió disimular su dolor y seguir como si lo que Silvia le había dicho no le hubiera
afectado, era consciente de que se estaba engañando y estaba alargando lo inevitable
pero no se veía con fuerzas para conocer toda la verdad y también perderle a él, ya
bastante le dolía haber perdido a Silvia.
—Bien, te creo, si tú dices que estás bien, pues está bien. ¿Qué te parece si esta
noche nos acostamos pronto y así puedes descansar?
—Me parece perfecto, muchas gracias —le agradeció con un beso. Llevaba ya un
tiempo que no era capaz de dormir toda una noche seguida, se despertaba con
pesadillas igual que la pasó cuando perdió a sus padres y a Raúl tan de seguido. Solo
conseguía dormir toda la noche cuando se quedaba en su casa, así que últimamente
procuraba pasar todas las noches posibles allí en aquella casa.
Aunque Lucas no la quiso presionar, sabía que había algo que le preocupaba, por
eso estaba tan despistada y tan ausente, tenía que hacer algo, no le gustaba que ella no
confiase en él lo suficiente como para contarle que le pasaba, pero si ella no quería
contárselo ya lo averiguaría él por su cuenta. Lo que estaba claro es que algo le había
ocurrido en los últimos días y tenía que haber sido algo muy importante para que ella
estuviese así. No le gustaba verla tan triste.
Al día siguiente después de dejar a María en su casa, se dirigió hacia el gimnasio
donde Ramón entrenaba, si había alguien que podía saber que había pasado ese era él
ya que salía con su amiga.
—Hola, ¿podríamos tomar un café? —le preguntó cuándo le encontró en la sala
de musculatura.
—Sí, claro, dame cinco minutos y ahora me reúno contigo en la cafetería —le
dijo. No necesitaba preguntar por qué estaba allí, desde que Lucía se había desahogado
con él estaba esperando su visita, sabía que tarde o temprano Lucas le buscaría para
ver si él sabía algo más. Pero eso ya lo había hablado con Lucía y habían decidido que
lo mejor que ellos podían hacer era mantenerse al margen, si él quería información que
le preguntase a su novia no a él.
—Ya estoy aquí, ¿a qué debo el placer de esta visita?
—Tú siempre directo al grano, ¿eh?
—Para que cambiar además nunca habías venido a verme al gimnasio así que si
estás aquí es porque necesitas algo.
—Cierto, necesito que me cuentes si tú sabes si las chicas han tenido algún
problema, llevo un tiempo notando que María ha cambiado, está más triste, y aunque no
me quiere decir nada sé que también ha estado llorando porque muchos día ha llegado a
mi casa con los ojos hinchados. Así que si por favor tú sabes algo te pido que me lo
cuentes porque soy incapaz de sonsacarle nada.
—No me puedo creer que el gran abogado no sea capaz de sacarle una confesión
a una simple mortal —se burló él.
—No te rías, pero es cierto, a ella no puedo presionarla como hago en mis
juicios, y aunque le he preguntado ya varias veces de mil formas distinta siempre me ha
dado la misma contestación, que no le pasa nada que solo es cansancio.
—Pues siento no poder ayudarte, porque yo sé lo mismo que tú, hasta donde yo sé
no ha habido nada importante para que ella esté así. Lo siento.
—No pasa nada, creía que tú podría saber algo más, en fin gracias, ahora ya te
dejo que vuelvas a tu entrenamiento.
María no podía más, llevaba varios días pensando y había llegado a la
conclusión de que no podía seguir como seguía, la situación en casa era insoportable, y
eso la estaba afectando tanto física como mentalmente. Llevaba varios días buscando
una solución y aunque le dolía la solución a la que había llegado, no tenía más remedio
que llevarlo a cabo y terminar con todo, necesitaba salir de allí y dejar atrás todo ese
mal ambiente, así que se pidió unos días libres en el trabajo, reservo un vuelo para
Canarias para ir a pasar una temporada con sus tíos y ahora le quedaba la parte más
difícil, lo que nunca pensó que tendría que hacer, tenía que terminar su relación con
Lucas, aunque eso la desgarrase el corazón, aunque sabía que eso la terminaría
matando, no tenía más remedio que hacerlo, si pretendía volver a vivir algún día en paz
en su casa y con sus amigas que siempre habían estado con ella, tenía que hacerlo. Y
como sabía que si le tenía delante no iba ser capaz, decidió mandarle un WhatsApp
explicándole su decisión.
«Amo, lo siento pero tengo que terminar esta relación contigo, por motivos ajenos
a mí y a ti es imposible que sigamos con esta relación, además por mi parte esto ya se
estaba poniendo demasiado serio para seguir siendo un juego, así que muchas gracias
por todo, siempre me acordaré de ti, y hasta siempre» y le dio a enviar mientras
grandes lágrimas le resbalaban por la cara y su corazón se hacía pedazos. Cogió su
maleta, su bolso y salió por la puerta de casa sin decir nada a nadie sobre a donde se
dirigía ni lo que había hecho, de camino al aeropuerto paró en una oficina de correos y
le mandó su collar en un paquete a su casa.
Capítulo 12
Lucas no vio el mensaje de María hasta muchas horas después de recibirlo, había
estado de reunión en reunión y tenía el móvil en silencio. Cuando leyó el mensaje no
podía creérselo como era posible que le hubiera dejado y así con un mensaje, que le
podía haber pasado para llegar a esa decisión, necesitaba hablar con ella y arreglar las
cosas más que nada porque no sabía ni la razón ni el motivo por el cual ella le había
dejado. Intentó llamarla por teléfono pero le saltaba todo el rato el contestador, así que
decidió ir a su casa para ver si podía localizarla allí.
—Buenas noches, Lucía, ¿está María? Necesito hablar con ella —le dijo a Lucía
cuando esta le abrió la puerta.
—Lo siento Lucas, no está aquí y no sé dónde está, es más pensaba que estaba
contigo.
—No, conmigo no está, hace varios días que no la veo, hemos estado muy
ocupados con el trabajo, ya sabes.
—Sí, algo sé.
—¿Se te ocurre algún otro sitio donde pueda haber ido? De verdad que es muy
importante que hable con ella.
—Lo siento, no se me ocurre ningún sitio donde pueda estar, no te preocupes
tarde o temprano aparecerá si no es por aquí será por tu casa.
—Vale, gracias —se despidió de ella, no quiso decirle que a su casa seguramente
no iría puesto que le había dejado.
María llegó a casa de sus tíos y al encender su móvil descubrió que tenía más de
veinte llamadas de Lucas perdidas, las borró todas y llamó a Lucía para que esta no se
preocupase, porque si él la había llamado tantas veces seguramente tarde o temprano
terminaría yendo a su casa para preguntar por ella.
—Lucía, soy María.
—Se puede saber dónde te has metido, llevo horas buscándote y no soy la única,
que sepas que Lucas ha estado aquí buscándote también.
—Sí, tranquila ya he hablado con él —le mintió— estoy en Canarias, he venido a
pasar unos días aquí con mis tíos después del ambiente que hay en casa y de todo lo que
ha pasado he decidido tomarte unos días de relajación y evadirme de los problemas.
—Me parece muy bien, yo también estaba pensando que necesitabas unos días
lejos de este ambiente, así que aprovecha, recupera fuerzas y no tardes en volver aquí
te estaremos esperando con los brazos abiertos. Un beso y hasta pronto.
—Gracias, otro beso para ti.
Mientras Lucía hablaba por teléfono, Silvia estaba en la cocina y escuchó toda la
conversación, qué cosa más rara que María hiciera las maletas y se fuese sin dar
explicaciones a nadie, ni siquiera al imbécil de su novio, eso no era propio de ella,
sabía que ella había huido de allí por su culpa, por la discusión que habían tenido pero
es que tenía razón, bueno, tenía la mayor parte de la razón, sabía que ese día le había
dicho cosas que no eran ciertas y que no pensaba pero se sintió muy dolida cuando
descubrió su traición y cuando la encontró en casa entró a matar.
Lucas llevaba una semana sin poder dormir, como era posible que la tierra se
hubiera tragado a María, y como era posible que él no se hubiese dado cuenta antes de
todo lo que sentía por ella, ahora que la había perdido es cuando se dio cuenta de que
se había enamorado irremediablemente de ella, ahora que no tenía posibilidad de verla,
de hablar con ella, de convencerla de que volviese a su lado, ahora es cuando se daba
cuenta de que la quería y de que la necesitaba con él a su lado. Tenía que encontrarla,
se negaba a aceptar que todo se había terminado, y después de intentar encontrarla
mediante Ramón y Lucía sin resultado, pensó que tendría que ir a por la persona que le
quedaba, tendría que hablar con Silvia aunque esa mujer tenía algo que no le gustaba.
Así al día siguiente cuando se la encontró en los juzgados, la pidió que hablaran a
solas.
—¿Qué quieres? Ya habéis decidido algo sobre el acuerdo que os hemos
presentado —le preguntó ella cuando se quedaron a solas.
—Te he dicho que vengamos hablar a solas, pero no es sobre el caso sobre lo que
quiero hablar contigo, quiero hablar sobre María.
—Vaya, así que ahora que vais perdiendo el juicio necesitas otra vez a tu
cómplice para que te ayude a ganar.
—¿Cómplice? ¿De qué estás hablando? María y yo no somos cómplices de nada.
—No me mientas ni me tomes por idiota, ya sé que te ligaste a la idiota de María
para poder tener acceso a mis notas y mi trabajo sobre este juicio.
—¿Como se puede llegar a ser tan egocéntrica? —dijo en tono repugnante
mientras la miraba— Sabes que tú no eres el centro del universo, ¿verdad?
—Claro que lo sé, pero te diré lo mismo que le dije a tu amiguita, si no es para
conseguir mi trabajo para que un hombre como tú se iba a ligar a una mujer como ella.
Lucas estalló, al oír como insultaba y rebajaba a María no se pudo contener más y
terminó agarrándola del cuello y arrinconándola contra la pared.
—¿Me estás diciendo que porque tú eres tan egoísta y te crees que todo gira a tu
alrededor te atreviste a decirle una cosa tan cruel a ella? Escúchame y escúchame muy
bien porque no te lo voy a repetir. Nunca, nunca en toda tu vida conseguirías llegarle a
ella ni a la suela de sus zapatos, tú tendrías que estar besando el suelo por donde ella
pisa, ya que nunca vas a llegar a tener la clase, la educación y el saber estar ni la
belleza que ella tiene. Y como yo vuelva a oír de tus labios un solo comentario
despectivo hacia su persona prepárate para tener que salir del país puesto que puedo
hundir tanto tu carrera profesional como tu nombre, ¿está claro?
—Déjate de tonterías — le gritó dándole un empujón para quitárselo de encima—
y no te atrevas a amenazarme, ¿desde cuándo te preocupas tanto por un juguete? ¿O lo
qué te preocupa es no contar más con tu confidente? Y no te hagas el tonto que los dos
sabemos que la has usado para espiarme.
—¿Espiarte? Vaya que creído te lo tienes, ¿no? Qué sepas que no necesité espiar
tu trabajo para saber lo que pensabas hacer, llevo años desayunándome a principiantes
como tú, y ahora me vas a contar con todo lujo de detalles que es lo que le dijiste a
María que la ha obligado a huir como lo ha hecho —le exigió mientras la obligaba a
tomar asiento en una silla. Por fin, por fin iba a conseguir una explicación de lo que
había pasado, y todo por culpa de esa abogada que decía ser su amiga.
Silvia sintiéndose acorralada no le quedó más remedio que contarle todo lo que
había pasado, empezando por la discusión que habían tenido en su casa y siguiendo con
el vacío que le había estado haciendo en su propio hogar.
—No me extraña que haya huido y que haya cortado conmigo y con todo, después
de todo lo que le dijiste era normal que terminara estallando —se resignó él aunque
contento, porque si sabía lo que había pasado y el motivo por el cual ella se había ido
entonces podía planear una estrategia para volver a conquistarla y confesarle que sin
saberlo se había enamorado de ella.
—¿Ha terminado contigo?
—Sí, contenta, conseguiste lo que buscabas, me ha dejado sin darme ninguna
clase de explicación, claro que después de todo lo que me has dicho que explicación
podía darme, hay que encontrarla, como sea y donde sea pero hay que dar con ella.
—Entonces, ¿era cierto que no estaba espiándome?
—Por supuesto que es cierto, es más hasta el mismo día del juicio yo ni sabía
quiénes eran los abogados de la parte contraria —llegados a ese punto que más daba
una pequeña mentira si con ello conseguía volver a tener a María a su lado.
—Dios mío, que injusta he sido con ella. Y la de cosas horribles que la dije, sí
tenemos que encontrarla no me perdonaría que volviese a caer en su depresión por mi
culpa y más después de saber que no era cierto lo que yo pensaba. Tranquilo por lo que
pude escuchar el otro día, está pasando unos días con su familia en Canarias, creo que
dentro de tres o cuatro días ya vuelve.
—¿Depresión? ¿Qué depresión?.
—Pues la que ha tenido hasta el año pasado más o menos, hará cosa de tres o
cuatro años sus padres murieron en un accidente de avión y poco después de eso el
gilipollas de su novio la dejo después de que ella se enterase de que le había puesto los
cuernos con todas las chicas de la universidad, él había sido su primer novio y el
primer chico con el que mantenía relaciones sexuales, después de esa decepción y más
la perdida de sus padres, entró en una gran depresión de la que recién estaba saliendo.
De hecho el día que os conocimos era el primero en 2 años que ella salía de casa para
otra cosa que no fuese ir al trabajo o a comer a algún sitio cerca de casa. ¿No sabías
nada de esto? ¿Ella no te ha contado nada?
—No, si me había dicho que sus padres habían muerto en un accidente y que
desde entonces se había quedado sola ya que no tiene hermanos y que esa era la razón
por la que había decidido compartir piso. Pero no me había contado nada de todo lo
demás.
—Qué injusta he sido con ella, en cuanto llegue a casa intentaré hacer que me
perdone, haré lo que haga falta para conseguirlo como he podido dejar que todo se
desmadrase tanto.
—Por tu propio bien espero que así sea, y en cuanto llegue a casa quiero que
hables con ella y la pidas perdón por todo el daño que le has hecho.
—Así lo haré, no te preocupes por eso. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Sí, adelante, otra cosa es que la conteste.
—¿De verdad te has enamorado de ella?
—¿Tan imposible lo ves?, ya me has dejado claro que no tienes una gran opinión
de ella.
—No, no es por eso por lo que te lo pregunto, por supuesto que tengo una gran
opinión de ella, ya sé que ella es buena, y tiene un gran corazón, y siempre está
pendiente de ayudar a los demás. Lo pregunto porque no pareces la clase de hombre de
los que se enamoran, pero creo que esta vez lo has hecho y eso me alegra.
—¿Te alegra? Pues hace un momento no era eso lo que pensabas.
—Lo sé, pero no era lo que pensaba en realidad. Me alegro porque sé que ella
está enamorada de ti y si tú lo estás de ella yo puedo ayudarte a recuperarla.
—¿Ella está enamorada de mí? ¿Y entonces por qué me ha dejado si me quiere?
—Muy simple, lo ha hecho para demostrarme a mí que yo le importo y que era
inocente de todo lo que la había acusado. Para demostrar su inocencia e intentar
solucionar nuestras diferencias no ha visto más salida que dejar al hombre de su vida,
al primer hombre del que se ha enamorado.
—Pues sí es así, entonces te agradezco la ayuda pero no va a ser necesaria creo
que ya sé cómo hacer que vuelva conmigo. Y para conseguirlo necesito irme ya mismo,
así que te dejo y espero que cuando ella vuelva sepas pedirle perdón y hacerte
perdonar.
—Sí, tranquilo, pondré todo de mi parte para que así sea y suerte a ti también
para conseguir que vuelva contigo.
—Gracias, adiós.
Capítulo 13
María llegó al Puerto De la Cruz, en la isla de Tenerife donde vivían sus tíos
Carlos y Luisa con sus primos Ana y Carlos los cuales rondaban su edad, aunque ellos
ya no vivían allí porque debido a sus trabajos habían tenido que irse a vivir a otras
ciudades, de hecho su prima Ana si no recordaba mal estaba en Nueva York siendo
bloguera de moda, cosa que le iba como anillo al dedo puesto que siempre había tenido
aspecto de modelo con su altura de 1.80 cm, una constitución delgada, con su largo
cabello rubio y sus ojazos color miel bien podría pasar por una de las modelos de las
exitosas pasarelas a las que era habitual visitadora. Su primo Carlos era totalmente
contrario a su hermana, todo lo que ella lo tenía de rubia él lo tenía de moreno y unos
ojos color café ocultos detrás de unas grandes gafas de pasta negra, claro que él era un
físico y hacía años que había decidido que el mejor sitio para expandir su carrera era la
ciudad de Estocolmo, Suecia, donde nació el premio Nobel.
Antes de llegar a casa de su tía había tenido que aterrizar en el aeropuerto Reina
Sofía al sur de la isla, y de allí coger el autobús que la llevaría al norte de la isla donde
estaba la ciudad del Puerto donde vivía su tía, llegó a su destino a última hora de la
tarde, por suerte en las islas casi nunca hacía frío y no necesitaba llevar mucha ropa lo
que le supuso un gran ahorro a la hora de hacer la maleta y tener que facturarla. Cuando
llegó a su dirección llamó a la puerta de la casa de su tía quien al verla en la puerta
corrió a abrazarla y a ofrecerle un café caliente y algo de comer porque parecía que
llevaba varios días sin comer y sin descansar.
—Pero, María, hija, ¿qué haces aquí? ¿Se puede saber qué te ha pasado?
¿Cuándo fue la última vez que has comido? ¿Y qué has dormido? Pero no te quedes ahí
en la puerta, entra de una vez —le dijo mientras se hacía a un lado para dejarle espacio
para entrar.
—Como pretendías que la pobre niña entrara si no parabas de bombardearle a
preguntas. Hola, cielo, ¿cómo estás? —le preguntó su tío dándole un beso en la mejilla.
El solo hecho de estar allí con aquellas personas que la querían tanto aunque se
viesen muy poco debido a su trabajo y a que sus tíos solían pasar largas temporadas
fuera del país visitando a sus hijos, todavía se acordaba de que al morir sus padres sus
tíos le habían pedido que se fuese a vivir allí con ellos pero sabiendo que sus padres no
se llevaban bien con ellos por algo relacionado con los abuelos no le pareció bien y
decidió quedarse en su ciudad. Por suerte a lo largo de los años habían vuelto a
recuperar el trato y ahora ya volvían a tener una buena relación cosa que sabía que si su
madre siguiese viva estaría muy orgullosa de ello ya que siempre echo de menos a su
hermana aunque casi no se hablaran.
—A ver mi niña, ¿qué ha pasado? Y no es que no nos alegremos de que hayas
decidido visitarnos, ya sabes que siempre te estamos diciendo que a ver cuándo veníais
tanto tú como esas maravillosas amigas tuyas, pero tengo la sensación de que estás aquí
huyendo de algo y no porque te apeteciese hacernos una simple visita.
—Tía, por favor, hoy no me preguntes más, ¿vale? Déjame quedarme aquí un
tiempo y despejarme, ¿puedo? —preguntó ella puesto que como se había presentado sin
avisar lo mismo sus tíos tenían otros planes.
—Eso ni se pregunta, por supuesto que puedes quedarte todo el tiempo que
quieras y cuando creas que estás preparada espero que me digas que es eso que tanto te
preocupa por si puedo ayudarte, cariño. Ahora y viendo la hora que es ya, te voy a
poner un café mientras yo empiezo hacer la cena, tiempo que puedes aprovechar para
acomodarte en la habitación de tu prima Ana.
—¿No se enfadará Ana si me quedo en su cuarto? —preguntó preocupada, lo que
menos quería era crearle problemas a su tía.
—¡No digas tonterías! ¿Qué se va a enfadar? Jamás escuché tamaña tontería, si se
enfada será por no poder estar aquí contigo. Anda ve a cambiarte de ropa y ponerte
cómoda.
—¿Podría darme un baño primero? La verdad es que entre el viaje en avión y
luego el autobús no me vendría mal una ducha.
—¡Oh, cielo! Por supuesto que sí, espera que te doy una toalla limpia.
Esa noche por fin pudo dormir tranquila, después de una buena ducha y de una
gran cena, tenía que reconocer que su tía sabia cocinar muy bien, María se había
excusado y se había retirado a su habitación a descansar, la verdad es que no podía
soportar más miradas de pena y lástima que le mandaba su tía y las miradas pidiendo
paciencia que a su vez su tío le mandaba a su tía cada vez que esta trataba de sacarle
información.
Llevaba ya varios días en la isla y sus tíos todavía la trataban como si fuera de
cristal, seguían sin saber que podía haber pasado pero se imaginaban que tenía que
haber sido algo muy grave para que ella cogiese un avión y se presentara sin avisar. Ese
día la habían dicho que se iban de excursión, ya otro día la habían llevado a ver el
Teide el volcán de la isla el cual por suerte parecía que no tenía intención de entrar en
erupción porque la verdad ya era lo único que necesitaba que le pasase. Pero esa
mañana le anunciaron que le tenían preparada una gran excursión y ella pensando que
iban a ir a la playa le pareció un muy buen plan pero cuando se dio cuenta de que
cogían el coche ya no estaba tan segura y más después del día que fueron al Teide ya
que tuvieron que ir por una carreteras imposibles por la ladera de la montaña, había
habido ocasiones en las que creía que de verdad había llegado su fin y se terminarían
despeñando ladera abajo.
Sin mucha confianza se puso unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta fina
de manga corta blanca con un dibujo de Hello Kitty, cogió su bolso vaquero también de
bandolera y se dirigió hacia el coche donde sus tíos la estaban esperando ya. Cuando
entró y le dijeron que ese día lo pasarían en el loro parque, se echó a reír, parecía que
sus tíos estaban decididos a distraerla a toda costa y a veces le daba la impresión de
que todavía la veían como una niña pequeña.
—¡Genial! —fue todo lo que consiguió decir. Bueno podía haber sido peor,
podían haber ido al parque con Lucía con lo cual tardarían todavía más en ver todo, ya
que esta insistiría en pararse en cada recinto y le contaría cada historia de cada uno de
los bichos. Al acordarse de Lucía se puso un poco más triste, la verdad es que las
echaba muchísimo de menos a las dos porque, aunque ahora no se hablase con Silvia,
todavía la seguía queriendo y le daba mucha pena la situación que tenían.
Mientras iban por el parque viendo a todos los animales que allí tenía, su tía le
iba contando anécdotas de cuando habían ido allí con sus primos, de como a su prima le
daba miedo acercarse a las aves rapaces porque una vez leyó un cuento donde un águila
se llevaba a un niño volando, y por culpa de eso no habían podido disfrutar del
espectáculo que hacían esas fantásticas aves, y otra en la que las que el que tenía miedo
era su primo pero a los delfines debido a una película sobre delfines asesinos, según le
dijeron sus tíos el día de hoy era la primera vez que iban a poder ver todos los
espectáculos porque por suerte a ella no le daban miedo los animales.
—No, claro que no me dan miedo, además vivo con una veterinaria la cual suele
sentir pena por cualquier bicho que se encuentra en la calle excepto si son serpientes
claro, esas como si se ahogaban. A continuación ella les contó las anécdotas que habían
sufrido debido a la fobia que Lucía les tenía a las serpientes. Al final tenía que
reconocer que estaba siendo un gran día, aunque su tía ya le había avisado que ya era
hora de que le contara que era lo que la había llevado hasta allí puesto que todavía la
veía muy triste y apagada y ya se había cansado de esperar que ella se lo explicase, lo
cierto es que tenía que reconocer que su tía había tenido una gran paciencia porque
sabía lo impaciente que podía llegar a ser, que esperase varios días a preguntarle ya
había sido un gran avance para ella.
—María, esta noche vamos a salir a tomar una copita tú y yo solas a ver si así
consigo que por fin me cuentes que te pasa.
La verdad es que después de todo el día en el parque María estaba rota y cansada
y solo quería meterse en la cama pero según llegó a casa su tía ya le avisó.
—María, ve a refrescarte o darte una ducha, lo que más te apetezca y te arreglas
para salir en una noche de chicas, así que sintiéndolo mucho querido Carlos te vamos a
dejar solo.
—¡Ay, que malas que sois dejándome solo y abandonado aquí en casa! —exclamó
su tío en broma, si lo que más estaba deseando era quedarse con toda la casa para él.
Media hora después, María y su tía se dirigían dando un paseo hacia la plaza
Charco donde siempre había ambiente y gente tomando algo en los distintos restaurante
que allí había, decidieron sentarse en una de las terrazas que había y después de pedir
una bebidas, su tía empezó con su ataque.
—Bien, mi niña, ahora me puedes contar de una santa vez que cojones te ha
pasado para venir hasta aquí.
—Pues... he venido aquí porque tú querías salir a tomar algo —le contestó.
—No me tomes por tonta, que todavía tengo edad para poder darte una buena
azotaina.
Al decirle eso, María se acordó de cuando le azoto Lucas y sin poder evitarlo
empezó a llorar como hacía días que no hacía.
—¡Ay, Dios, cariño! No, no te preocupes por supuesto que no te voy a dar — le
dijo compungida su tía al verla así mientras la rodeaba con sus brazos— ¿este llanto no
es por mi amenaza verdad?
—No —consiguió decir ella, negando con la cabeza.
—Bien, supongo que en esto habrá un hombre de por medio, ¿cierto?
—Sí, pero no solo es por él y más teniendo en cuenta que he sido yo la que le he
dejado aunque nunca pensé que sería capaz de hacerlo y nunca lo hubiese hecho de no
ser por todo lo que pasó antes.
—¿Y qué es lo que pasó antes? —le preguntó la buena mujer totalmente
confundida e incapaz de enterarse de nada de lo que podía haber pasado.
Viendo que no empezaba hablar decidió cambiar de estrategia.
—A ver, vayamos por partes, primero cuéntame algo sobre ese hombre.
—Pues, se llama Lucas, es abogado y es un hombre maravilloso, aunque al
principio pensé que era un capullo y un hombre muy frío e incluso borde y antipático
incapaz de sentir empatía hacía nadie, la verdad es que un hombre fantástico que se
preocupa por sus amigos, capaz de defender lo que es suyo contra cualquiera y a los
suyos también, cuando quiere también puede llegar a ser muy dulce e incluso romántico
en los momentos menos inesperados, es bastante inteligente y es imposible aburrirse a
su lado, aunque le gusta ir de hombre duro por la vida yo sé que no es cierto que sea así
y que suele preocuparse bastante por los sentimientos de los demás.
—Vamos, en resumen que estás locamente enamorada de ese hombre —le dijo su
tía quien después de escuchar todas las virtudes que por lo visto ese espécimen tenía lo
único que había sacado en claro era que su sobrina estaba irremediablemente
enamorada de ese tal Lucas.
—Sí, me temo que sí me he enamorado de él pero aunque sea un hombre
maravilloso lo único que siempre he tenido claro y algo que él me dejó muy claro al
principio de empezar nuestra relación es que él no cree en eso del amor y mucho menos
lo que quiere es una mujer enamorada detrás de él, cuando empezamos yo ya sabía que
lo único que él buscaba era una mujer con la que pasar buenos momentos juntos.
—¡Pero tú estás loca! ¿Cómo se te ocurrió aceptar semejante tontería? ¿No
tuviste ya bastante con el imbécil de tu ex? ¿Acaso nadie te ha explicado nunca que es
imposible tener una relación sin que se terminen mezclando los sentimientos?
—Tía, por favor, no me regañes —le dijo ella llorando e hipando sin parar — yo
he visto a Lucía y a Silvia salir con hombres y tener una relación con ellos sin
enamorarse y pensé que si ellas eran capaces porque yo no iba a ser capaz y
sinceramente, soy incapaz de resistirme a él.
—Bueno, eso no es del todo cierto si al final eres tú quien le ha dejado y estás
aquí ahora.
—Tía, le dejé mediante un mensaje de WhatsApp, no tuve valor para decírselo en
persona porque sabía que si se lo decía a la cara iba a ser incapaz de hacerlo y
marcharme.
—Hablando de eso de marcharte, ¿si todo iba bien entre vosotros?¿Por qué
decidiste marcharte y dejarle?
—Bueno, eso es más complicado todavía —dijo todavía más triste.
—¿Más todavía? Venga, tesoro, espera a que pidamos otra ronda y sigues
contándome.
—Bueno, pues el otro tema es algo que ha pasado entre Silvia y yo y que tiene
que ver con Lucas también.
—¿Silvia se atrevió a ligarse a tu novio? —le preguntó su tía enfada pensando lo
peor.
—No, no nada que ver con eso, Silvia nunca se atrevería hacer eso.
—Bueno, que querías que pensase si me dices que has discutido con tu amiga y
que tu novio estaba en medio de vosotras —se defendió ella.
—No es mi novio, bueno, no era mi novio.
—Si claro, lo que tú digas. Sigue contando venga.
—Ya sabes que Silvia es abogada, pues Lucas como ya te he dicho también lo es,
lo que ninguno sabía era que se iban a enfrentar en un juicio muy importante que
tuvieron unos días antes de venir aquí. Por lo visto, a Silvia no le fue muy bien en su
juicio y llegó a la conclusión de que ya que Lucas era el abogado de la otra parte yo
había hecho de espía para él y le había contado toda la estrategia que ella pensaba usar
para ganar.
—¿Pero cómo ibas hacer de espía si ninguno sabía que se iban a enfrentar?
—La verdad es que no estoy tan segura de que él no lo supiese, en estos día he
pensado en las conversaciones que hemos tenido y si es verdad que hubo alguna vez
que Lucas me pregunto como despistando sobre mis amigas lo cual incluía a Silvia y
luego recordé como un día estando en mi casa le pille con unos papeles de ella en la
mano aunque él dijo que se habían caído al suelo y él solo los había recogido. Y si
somos sinceras, estaba claro que un hombre como él solo podía estar conmigo por ese
motivo.
—¿Cómo que un hombre como él? ¿Qué pasa que tiene 3 cabezas? ¿O algo así?
—No —se rio con pena ella— Por supuesto que no, Lucas es un hombre
físicamente muy atractivo, con una atracción irresistible para el género femenino, cada
vez que íbamos a algún sitio era inevitable fijarse en como las otras mujeres se lo
comían con los ojos.
—Ya, y tú que eres ¿una morsa o qué? María, tú también eres una mujer muy
atractiva, guapa e inteligente, y no me extrañaría que a Lucas le haya pasado lo mismo
que te ha pasado a ti y haya terminado irremediablemente enamorado de ti.
—Tía no te confundas, los hombres como él no se enamoran de simples mujeres
como yo.
—¿Eso te lo ha explicado él? ¿Qué te dijo cuando le contaste las acusaciones que
te hizo Silvia?
—Bueno, la verdad, es que… —dijo María desviando la mirada hacia otro lado.
—¿Qué? Niña quieres decírmelo todo ya de una vez que me estas volviendo loca
con tantas vueltas.
—Pues que no sé qué es lo que él piensa porque yo no he hablado con él, no sabe
nada sobre la pelea que tuve con Silvia, ni de las acusaciones que esta me hizo, cuando
ya no pude más con la situación, le mande una mensaje dejándole y me fui de allí, y así
es como llegué hasta tu casa.
—¡Definitivamente tú eres tonta!
—¿Qué? —dijo asombrada— Pensé que te ibas a poner de mi parte.
—Y estoy de tu parte, cariño, eso no lo dudes nunca, pero tú eres tonta y para eso
no hay remedio.
—No lo entiendo, si dices que estas de mi parte como me puedes decir eso.
—Muy fácil, cariño, a ver has cometido unos cuantos errores bastante graves y
por tu bien y por el bien de tu salud mental espero que todavía estés a tiempo de
solucionar las cosas. ¿Cuántas veces crees que aparece el amor de tu vida en ella?
¿Crees que ese hombre, si es verdad que es tan fantástico, va a estar esperándote?
—La verdad es que no creo que me esté esperando, lo más seguro es que ya esté
con otra mujer y esta por supuesto sea cien veces mejor que yo.
—Mi niña, cuánto daño te hizo el gilipollas de tu ex, te puedo garantizar que ese
hombre todavía está disponible para ti eso sí, como tardes más en volver y hablar y
aclarar las cosas con él lo vas a terminar perdiendo definitivamente y créeme que eso sí
que te va doler.
—¿Entonces tú crees que todavía estoy a tiempo de hablar con él? ¿Pero qué pasa
con Silvia? Sabes que para mí tanto Lucía como ella son como mis hermanas y no
podría ser feliz estando con Lucas mientras Silvia me odia.
—Pues muy fácil, lo que tienes que hacer es coger el toro por los cuernos, lo
primero mañana a primera hora vuelves hacer la maleta y tu tío y yo te llevamos al
aeropuerto y te vuelves a tu casa, lo primero que vas hacer es encerrarte en una
habitación con tu amiga Silvia y no salir hasta que ella entienda que tu no sabías nada y
que eres totalmente inocente de todo lo que te acusa aunque conociéndola y sabiendo
que esa chica es todo temperamento, te puedo garantizar que después del tiempo que ha
pasado ya estará más tranquila y dispuesta a escucharte. Y luego una vez soluciones lo
de Silvia, te vas a ir a casa de Lucas, no vive con los padres ¿no?
—No, vive solo en un ático.
—Bien, mejor, pues te presentas en su casa y siento decírtelo pero te tocara
arrastrarte un poco para hacerte perdonar y una vez que lo consigas le cuentas todo lo
que pasó y el motivo por el que te fuiste de esa forma tan brusca.
—Pero y si él no quiera hablar conmigo, ¿cómo lo hago?
—Me has oído cuando te he dicho que te va a tocar arrastrarte un poco, te tocara
pedirle perdón e incluso suplicar un poquito, pero no mucho ¿eh? Que eres una mujer y
las mujeres no nos tenemos que rebajar ante nadie, aunque teniendo en cuenta la
metedura de pata que has tenido, lo siento, pero te va a tocar hacerlo un poco. Y ahora
creo que ya va siendo hora de volver a casa porque llevo tres copas encima y me
empiezo a notar algo mareada — le dijo guiñándole un ojo.
Al día siguiente, María acompañada de sus tíos se dirigió de vuelta al aeropuerto
Reina Sofía y volvía a su casa a enfrentar su futuro y ojalá todavía tuviera un futuro al
que volver.
Capítulo 14
Por fin estaba en casa, se dijo María saliendo del aeropuerto de Barajas, aunque
le había sentado muy bien esos días con su familia, la verdad era que echaba de menos
la ciudad y estaba deseando volver a su rutina diaria. Habían sido unos días muy
difíciles y más con las continuas llamadas y los continuos mensajes de Lucas, pero ya
hacía unos días que no la llamaba ni le mandaba ningún mensaje por lo que ya la tendría
que haber olvidado y haberla sustituido. Eso era lo mejor, cuanto antes él pasara página
y dejara de perseguirla antes ella podría intentar conseguir olvidarlo aunque sabía que
eso era imposible porque lo tenía clavado en su alma y en su corazón. Tendría que
aprender a sobrevivir sin él, sin sus risas, sin sus miradas, incluso sin sus órdenes.
Aunque después de lo hablado con su tía quizás no tendría que darse por vencida aún.
Paró a un taxi y le dio la dirección de su casa, esperaba que por lo menos Lucía
estuviera en casa para distraerla.
Definitivamente la suerte la había abandonado pues cuando llegó a casa se
encontró con que estaba vacía, allí no había nadie. Se fue a su habitación y se dispuso a
deshacer su equipaje, pero al entrar en su cuarto se encontró con que la cama ya estaba
ocupada, Silvia estaba profundamente dormida en su cama. ¿Se podía saber qué hacía
ella allí? Se acercó muy despacio a la cama y empezó a sacudirla para despertarla. Al
rato, Silvia empezó a reaccionar, primero se sobresaltó al ver que no estaba en su cama
y luego cuando la vio se tiró a sus brazos llorando y pidiéndole perdón.
—María, lo siento, lo siento muchísimo, por favor perdóname sé que no lo
merezco y qué te dije cosas horribles, pero por favor perdóname y que sepas que nada
de lo que te dije era verdad ni lo que yo pensaba. Por favor, perdóname y si no lo haces
dime al menos que puedo hacer para conseguir tu perdón.
—Nada, no puedes hacer nada más Silvia.
—Lo entiendo, es lógico que pienses así, ahora si me disculpas te dejo que
deshagas la maleta.
—No, no lo has entendido —le dijo María con lágrimas en los ojos— no puedes
hacer nada más porque acabas de hacer todo lo que yo necesitaba que hicieras y por
supuesto que te perdono. Anda tonta ven aquí y dame un beso, te he echado muchísimo
de menos.
—Yo también te he echado de menos, pero no he sido la única, ha habido otra
persona que también te ha echado mucho de menos.
—Sí, ya lo sé. Lucía, ¿dónde está?.
—Ella está en casa de Ramón, se ha negado a dormir aquí desde que te fuiste, de
hecho me dijo que hasta que no arreglásemos nuestras diferencias no volvería. Pero yo
no me refería a ella cuando te decía que había alguien más.
—Entonces, ¿de quién hablabas?.
—De Lucas, le has dejado destrozado con tu huida, casi se vuelve loco
buscándote, ha recurrido a todos nosotros tanto a Lucía como a Ramón e incluso a mí
para intentar averiguar dónde te habías ido.
—Sé que me ha estado buscando porque he tenido muchas llamadas suyas, pero
desde hace unos días ya no me molesta así que ya debe de haberlo superado. Lo
importante es que nosotras volvemos a estar bien —le dijo con una sonrisa triste en los
labios.
—Te equivocas con respecto a él, y si quieres saber lo que siente por ti deberías
mirar dentro de tu mesilla de noche, y ahora te dejo para que termines de instalarte,
buenas tardes y bienvenida a casa.
—Gracias —la despidió distraídamente mientras miraba a su mesilla, le daba
miedo ir y descubrir lo que fuese que hubiese dentro, pero era peor no saber así que
cogiendo fuerzas se acercó a la mesilla y abrió el primer cajón, dentro junto con su
ropa interior había una pequeña caja de una joyería muy conocida del centro de
Madrid. ¿Una joya? ¿Le había comprado una joya para demostrar sus sentimientos?
Cogió la caja y al abrirla se le escapó una exclamación y volvió a llorar otra vez,
Silvia quien en realidad no se había ido y se había quedado escuchando detrás de la
puerta al oírla llorar decidió entrar y ver qué había pasado. Al entrar se encontró a
María llorando y con una pequeña caja en sus manos.
—María, cariño, ¿Qué ha pasado? ¿Qué es eso que tienes en las manos?
—Esto — le dijo enseñándole una cadena de plata de la cual colgaba un pequeño
colgante con la imagen de un lobo llevando una flor de cala en la boca.
—Oh, María es precioso, ¿no te gusta? ¿Por eso lloras?
—No, no es nada de eso, como no me va a gustar, es precioso. Lloro por lo que
significa.
—¿Lo que significa?
—Sí, a Lucas le llaman el lobo, dentro del círculo en el que se mueve es por el
nombre por el que se le conoce, y como ya sabes las calas son mis flores, y por si no lo
recuerdas después de la primera noche que pasamos juntos, él me mandó un ramo de
calas blancas.
—Oh, María, ¿y eso no te hace feliz? Te acaba de decir que te quiere, que está
enamorado de ti.
—Claro que me haría muy feliz, pero este colgante no dice eso, este colgante
habla de que él echa de menos el morbo de nuestra relación, la obsesión que yo le he
creado porque creo que debo de haber sido una de las pocas mujeres que se han
atrevido a dejarlo, este colgante habla de su forma de ser, ¿sabías que es un Amo? Le
encanta el control, le encanta dar órdenes y que estas sean obedecidas, eso, todo eso es
lo que él echa de menos y lo que quiere, este colgante no habla de sentimientos, no
habla de amor.
—¿Pocas? Yo diría más bien la única, algo me dice que él no está acostumbrado
a que le dejen sino que es más bien él quien las deja. Te equivocas María, mira puede
ser verdad que él echa de menos todo eso que dices, pero todo eso, el control, el
morbo, la obsesión, todas ellas no excluyen al amor. Se pueden tener todas juntas y es
de la unión de todas ellas de lo que habla este colgante. Así que tu novio es un Amo,
¿eh? Interesante ¿De dónde sacaste fuerzas para dejarlo? Me refiero si vuestra relación
es la de un Amo con su sumisa, tú nunca podrías haber tenido fuerzas para oponerte a
sus deseos y lo que él más desea es a ti, tú podrías haber empezado a plantear el
abandonarlo pero a él le bastaba con una simple orden para callarte. María te conozco
y a ti no te gustan los enfrentamientos, ¿cómo fuiste capaz de decirle que le
abandonabas? ¿Cómo conseguiste que te escuchase? Porque si a mí me dicen eso te
aseguro que no hubiese llegado mucho más lejos, le mandaría callar antes y además le
daría un severo castigo por pensarlo tan siquiera.
—¿Castigo? ¿Amo, sumisa? Silvia, ¿cómo sabes tú de todas estas cosas? ¿Acaso
eres sumisa también? — pensando en las palabras que ella le acaba de decir y que le
recordaron a las dichas por su tía.
—No, cariño, yo soy la que manda, yo soy la Ama por eso se de castigos y de
cómo son las relaciones entre Amos y sumisos. Y ahora te importaría satisfacer mi
curiosidad, ¿de dónde sacaste valor para decirle que te ibas?
—Una Ama, increíble, ¿es casualidad que los dos seáis abogados? ¿O es una
asignatura más de la carrera? —preguntó incrédula todavía no podía creerse que Silvia,
su amiga, estuviese dentro del mundo del BDSM— Es que técnicamente no se lo dije
—respondió avergonzada a su curiosidad.
—Si lo piensas bien es normal que entre los abogados abunden los Amos, al fin y
al cabo, nos gusta ganar y poder manipular la voluntad de las personas para nuestro
beneficio. Así que es un paso lógico trasladar ese poder a las relaciones personales
¿Qué significa qué técnicamente no se lo dijiste?
—Pues que se lo dije mediante un mensaje de WhatsApp y luego apagué mi
teléfono para no tener que enfrentarme a él, y desde ese día no he vuelto a contestar sus
llamadas y mensajes.
—¿En serio le dejaste con un mensaje? Lo que habría dado por ver su cara en el
momento en que lo leyó —se rio Silvia.
—No tiene gracia.
—Sí que la tiene, es más estoy segura de que nunca nadie le había dejado de
forma tan original. Tiene que haber alucinado leyendo lo que le escribiste. Tú habrás
roto tu corazón dejándole, pero te aseguro que acabaste con su orgullo y su mundo
dejándolo de esa forma.
—Más bien cobarde, no original.
—Sí, la verdad es que algo cobarde sí que fue.
—No tuve más remedio que hacerlo así, sabía que si lo hacía en persona no iba a
ser capaz de hacerlo, sabía que si le tenía delante no iba a poder decirle adiós, y
necesitaba dejarle, necesitaba alejarme de él, me sentí atrapada entre los dos y al final
elegí dejaros a ambos, por eso me fui. Él es mi mundo, es el amor de mi vida, el
hombre del que estoy locamente enamorada, pero tú también eres muy importante para
mí, en todos estos años que llevamos viviendo juntas tanto tú como Lucía os habéis
convertido en mi familia, en mis hermanas.
—Lo siento, siento todo el dolor que has tenido que pasar por mi culpa, por culpa
de mi egoísmo, de mi carácter y que sepas que para mí también vosotras sois mis
hermanas —le dijo llorando también con ella.
—Olvídalo, eso ya pasó, ya terminó esta guerra, además entre hermanas todo se
perdona.
—Puede que esto ya sea pasado pero Lucas no lo es y no tiene por qué serlo.
—Qué más quisiera yo que poder recuperarlo pero no sé cómo hacerlo, tú misma
lo has dicho le he herido en su orgullo, y todas sabemos que para los hombres su
orgullo es lo más importante.
—Puede que el orgullo sea una parte importante para ellos, pero te aseguro que el
amor está por encima.
—Tengo miedo, Silvia, tengo miedo de cómo puede reaccionar, de qué no quiera
verme después de todo lo que le he hecho, tengo miedo de que te equivoques y yo lleve
razón y sea verdad que no me ama.
—No pienses en eso, lo que tienes que hacer ahora es coger ese colgante y
ponértelo, ¿dónde está el otro collar que tenías?
—Se lo mandé por correos.
—Joder, no te dejaste nada, ¿eh? bonita, bueno pues te pones este nuevo, te
presentas en su casa y si al principio no quiere abrirte la puerta, cosa normal después
de todo lo que le has hecho pues insistes hasta que te abra la puerta, una vez dentro le
cuentas todo tanto lo que pasó entre nosotras como lo que sientes por él, solo vas a
tener una oportunidad así que no te guardes nada dentro, suéltalo todo, dile como te
sentiste acorralada entre los dos, como te agobiaste y también confiésale tus miedos, tú
miedo a que no te quiera, a perderle, a que llegase un día en que fuese él quien
terminase contigo ya que tú te has enamorado de él, y de cómo todas esas cosas juntas
te llevaron a cometer la mayor locura de tu vida que ha sido huir y dejarle. Estoy segura
de que si le dices todo, él te perdonara, aunque no creo que te libres de un buen castigo.
—Lo del castigo no me preocupa ¿Tú crees que querrá hablar conmigo?
—No solo lo creo, estoy segura de ello así que lávate la cara y corre hasta su
casa.
—Gracias, muchas gracias, Silvia, sí eso es lo que voy hacer, voy a ir ahora
mismo hasta su casa.
Media hora más tarde una nerviosa María llamaba a la puerta de Lucas.
—Me pillas en un mal momento, así que si no te importa vuelve otro día, ahora
estoy muy ocupado —le respondió él a través de la puerta.
—Lo sé, solo necesito un momento, por favor ábreme la puerta.
—Vete María, no hay nada que tú me puedas decir que me interese.
—Ni tan siquiera que me perdones y que todo lo que hice fue por miedo, miedo a
perderte, a no poder vivir si eras tú quien me dejaba, miedo a lo que siento por ti,
porque sí, me he enamorado de ti, Lucas, y no sé cómo ha sido ni cuando ha pasado
pero me enamoré de ti y eso junto con otros problemas hicieron que huyera de tu lado
como la cobarde que soy —lloró contra la puerta.
—Cariño, ¿en serio te has enamorado de mí? —le preguntó él ya con la puerta
abierta y abrazándola fuerte contra su pecho.
—¡Oh, Lucas!, lo difícil hubiese sido no hacerlo, me enamoré de ti desde el
primer momento en que te vi en aquel local y te sentaste a mi lado para hablar. Pero eso
ahora no importa, ya es tarde y veo que ahora estas ocupado y que seguramente ya
tendrás otra...—era incapaz de decir y pensar que en ese momento él estaba haciendo
con otra lo mismo que hacía con ella— siento molestarte, mejor me voy. Era mejor salir
corriendo de allí antes de seguir humillándose más.
—¡Quieta, María!—le ordenó al ver que ella se disponía a dar la vuelta e irse—
¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué tuviste que huir de mí?
—Porque tú no querías una mujer enamorada, tú querías una sumisa entregada, tú
querías una relación sin sentimientos de por medio que pudieran complicar las cosas. Y
luego estaba el problema con Silvia, eso es algo que también necesito aclarar contigo.
—No tienes que aclarar nada, ya hablé con Silvia y sé lo que pasó, y he de
decirte que sí, sí es cierto que yo sabía que ella era la persona a la que me enfrentaba y
que en un principio si pensé en utilizarte para ayudar a mi cliente, pero no sé qué me
pasaba en esos día que ya me resultaba imposible traicionar tu confianza. Puede que
eso fuese lo que quería al principio, lo que tú me acabas de decir una mujer con la que
tener una relación sin sentimientos de por medio pero luego me pasó lo mismo que a ti y
me enamore de mi sumisa, me enamore de una mujer maravillosa, fuerte, luchadora,
cariñosa, me enamore como un adolescente, y cuando te fuiste me rompiste el corazón y
cuando llegué ese día a casa y encontré el paquete con tu collar, me terminaste de matar.
—Cariño, lo siento, lo siento muchísimo, nunca hubiese querido hacerte daño,
créeme, pensé que para ti yo solo era una más de las mujeres que has tenido y nunca
podría haber imaginado que te estaba haciendo daño porque te juro que prefiero sufrir
antes yo a que tú sufras. Por cierto, me encanta mi nuevo collar, lo llevo puesto y
aunque tú no me perdones y no quieras volver conmigo siempre lo voy a llevar.
—Me has escuchado cuando te he dicho que estoy enamorado de ti, ni loca
pienses que voy a dejar que vuelvas a huir de mí, a partir del día de hoy te quiero
conmigo todas las noches, no voy a volver a darte la opción de que vuelvas a
desaparecer, te quiero conmigo, quiero que tanto al despertar por las mañanas como en
las noches a la hora de dormir tú seas lo primero y lo último que siempre vea. Mi
sumisa, mi amor, mi mujer.
—¿Tu mujer, tu amor? ¡Oh, Lucas! —lloró contra tu pecho.
—Sí, mi mujer y al igual que tu llevas tu collar con nuestro símbolo yo también lo
llevo —le dijo enseñándole una pulsera de cuero de la cual colgaba el mismo medallón
que llevaba ella—, los encargué después del día que fui a buscarte al trabajo y te vi con
los niños y cuando esa noche te deje tener el control. Por aquel entonces no era
consciente de que ya había empezado a enamorarme de ti, pero todo eso ahora ya no
importa, ahora lo más importante es toda la vida que nos queda por estar juntos
empezando por el día de hoy.
—Lucas, yo no me puedo venir a vivir aquí contigo, recién acabo de reconciliar
me con Silvia y no puedo dejarlas solas.
—¿Quién ha hablado de vivir aquí? —le preguntó entregándole una llave que
llevaba guardada en su pantalón.
—No entiendo, ¿de dónde es esta llave? Si no vamos a vivir aquí dónde lo vamos
hacer.
—¡Sorpresa! Esta llave es del piso que hay justo encima del tuyo, allí es donde tú
y yo viviremos, en este tiempo que has estado lejos he comprado esa casa, después de
tener una charla con tu amiga Silvia me di cuenta de que había dejado que te salieses
con la tuya sin luchar, así que empecé a idear un plan para reconquistarte y una de las
primeras cosas que hice fue comprar ese piso para poder controlarte y verte y poder
encontrarme contigo, lo he estado reformando y poniendo los muebles a nuestros gustos
aunque por supuesto tú le pondrás tu toque personal a nuestro hogar y también he
pensado que podríamos unir los dos pisos mediante una escalera, ya lo he estado
hablando con un arquitecto y cree posible que lo podamos hacer, así de esa manera
viviremos con tus amigas pero sin estar compartiendo el mismo espacio. ¿Te gusta la
idea?
—¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! Has pensado en todo y has sido capaz de hacer
todo esto por mí, solo por mí —le dijo lanzándose a sus brazos, le necesitaba en ese
momento, había pasado mucho tiempo desde la última vez que le había tenido —dime
en esa casa nuestra, ¿hay también un cuarto especial en este piso?
—Haría cualquier cosa por ti, María, recuérdalo siempre, por ti sería capaz de ir
al infierno y volver aunque creo que eso ya lo he hecho. Por supuesto que lo hay, e
incluso mejor ya que le he incluido algunas mejoras que estoy seguro que te van a gustar
aunque las verás mejor mañana, por hoy y como despedida de esta casa y como
comienzo del resto de nuestra vida nueva vamos a disfrutar de la habitación que
tenemos aquí y prepárate, tenemos que recuperar mucho tiempo perdido y no creas que
se me ha olvidado el castigo que vas a recibir por huir de mí y no haber confiado en mí,
pero todo esto será mañana porque esta noche estaremos solos tu y yo y nuestro amor—
le dijo mientras se dirigían hacia el dormitorio donde terminar su tan ansiada
reconciliación y donde empezar su nueva y larga vida juntos.
Epílogo
Un mes más tarde
—Bien, María, hoy es tu último día de castigo después de toda la estupidez que
hiciste cuando huiste —le dijo Lucas mientras la tenía atada a la cruz de San Andrés
que había puesto en la habitación de su nuevo hogar. Es verdad que no esperaba una
respuesta puesto que ella estaba amordazada y eso dificultaba la comunicación.
Por fin se acaba aquella tortura pensaba María mientras esperaba a que Lucas la
soltara, la verdad es que cuando le dijo cuál era el castigo no se veía capaz de
aguantarlo y siendo justa tampoco creía que él lo aguantase pero estaba visto que a
cabezón y mandón no le ganaba nadie sino ¿cómo había podido resistir todo un mes sin
sentir las manos de ellas en su cuerpo o de no oír como gritaba y gemía mientras las
excitaba? o ¿cómo no había sido de capaz de volverse loco mientras se la follaba sin
que ella se pudiera mover ni hacer ningún gesto?, porque según le dijo él quería que
ella se sintiera como un mueble, despreciable como se había sentido él cuando ella le
abandono. Lo único que había sacado claro María de ese mes es que Lucas tenía una
gran resistencia, y tenacidad para ser fiel a lo que prometía y desde luego podía decir
que por la parte que a ella le tocaba había aprendido la lección y muy bien.
Desde luego no se podía decir que habían empezado muy bien su convivencia
juntos, porque tal y como él le dijo al día siguiente de reconciliarse ya se fueron a vivir
a su nueva casa ya que con la complicidad de Silvia todas sus cosas y efectos
personales ya habían sido trasladados al piso de arriba. También había que reconocer
que había sabido contratar a unos buenos albañiles que no tardaron ni dos semanas en
construir una escalera por el salón que comunicaba los dos pisos eso sí Lucas insistió
en poner una puerta en su piso y les explicó muy clarito tanto a Lucía quien por fin
había vuelto al piso al saber que las aguas habían vuelto a su cauce y a Silvia que si la
puerta estaba cerrada a menos que fuese algo muy urgente que no entrasen, no era
cuestión de sacrificar toda su intimidad por el simple hecho de hacerla feliz y no
apartarla de las que ella consideraba sus hermanas.
—Bien, María, espera un momento que vaya al baño a limpiarme un poco y
cambiarme de ropa y ahora te desato y por lo bien que te has portado todo este mes
cosa que ya sé que te ha costado mucho ya que incluso ha sido difícil para mí, tengo una
sorpresa, en realidad es algo que tengo desde hace tiempo pero que hasta el día de hoy
no te habías merecido —le explicó dándole un beso que a ella le supo a nada debido a
la mordaza que llevaba.
Debido a su posición ella tenía una vista privilegiada de toda la habitación,
todavía no entendía porque esa cruz estaba en el cuarto que compartían y no en la otra
habitación en la que estaban el resto de atrezzo que usaban en sus juegos, estaba claro
que ese juguete en especial le había calado hondo. Así pudo ver como el hombre de su
vida, el amor de su vida, se alejaba de ella para dirigirse hacia el vestidor supuso que
para coger ropa limpia puesto que ya le había dicho que iba al baño a cambiarse ya que
en su última sesión había terminado manchado tanto de su esperma como de los fluidos
de ella porque aunque ella intentaba siempre castigarle y devolverle algo del castigo
que sufría intentando resistirse y no excitarse ni correrse era algo que nunca había
conseguido, ¿cómo era posible que se excitara tanto si no podía usar ninguno de sus
sentidos? ¿Qué poder tenía ese hombre que con solo estar próximo a ella ya conseguía
desestabilizarla y convertirla en una cosa que solo podía sentir? Ella se tenía por una
persona inteligente y racional y mira tú por donde toda esa inteligencia y raciocinio
salían por la puerta en cuanto ese hombre estaba cerca y en cuanto la miraba con esa
mirada dura y perversa que tenía de Amo. En cuanto adoptaba esa aptitud ella ya estaba
perdida y no sabía por qué ni cómo se convertía en una mujer sedienta de él, de su
aprobación, de sus besos, de sus caricias y para que engañarnos, también de ese
miembro que tenía entre las piernas y que sabía usar con tanta maestría.
Por fin salía del baño ya creía que iba a estar toda la noche ahí atada cosa que
por suerte solo le hizo la primera noche de castigo aunque a medianoche se apiadó de
ella y la soltó y la llevó a la cama.
—Mi amor ahora te voy a soltar y a quitarte la mordaza, espero que después de
este mes hayas aprendido la lección y no tengamos que volver a pasar por esto porque
no sé si sería capaz de no volver a sentir tus manos encima mía y de no escuchar esos
ruidos y gemidos que haces tan sexy cuando te estoy tomando.
—Cariño, nunca más, te prometo que nunca más vamos a tener que volver a pasar
por esto —le contestó ella en cuanto se vio libre de ataduras y de esa asquerosa
mordaza que ya odiaba—. He aprendido la lección y te aseguro que te necesito que
necesito sentirte en mis manos y volver a sentirme libre cada que vez que estemos
juntos —le dijo mientras se le tiraba encima y le robaba un beso, un beso que él
profundizo introduciendo su lengua dentro de su boca y bajando sus manos hasta su culo
para enlazar sus piernas a su alrededor y llevarla a la cama, ya estaba otra vez
totalmente excitado.
—María ¿estás segura de esto? Sabes que como sigamos así no voy a ser capaz
de detenerme y después de todo lo que acabamos de hacer no sé si tendrás resistencia
todavía.
María no podía ni hablar así que decidió que a falta de palabras lo mejor eran los
hechos y volvió a cogerle sus labios y le dio un pequeño mordisco en el labio inferior
para que se centrase y supiese que es lo que ella quería y había que reconocer que el
chico era listo y las cazaba al vuelo ya que no tardo en llevarla hasta la cama y
tumbarla en ella, pero ya estaba harto de no sentirla así que decidió ponerla a ella
encima y dejar que ella llevase el control como ya hizo hace tiempo en uno de sus
primeros encuentros. Ella no desaprovecho la ocasión y decidió que se iba a dar un
festín del cuerpo de ese hombre, y empezó a darle besos y lametones a lo largo de su
torso, ¡Dios, que cuerpo tenía!, fue bajando hasta llegar a su objetivo, poniéndose de
rodillas entre las piernas abiertas de él se agachó y cogió su miembro erecto en la boca
y empezó a chupar y succionar despacio, haciendo que entrase y saliese de su boca, e
incluso hubo alguna ocasión en la que le arañó suavemente con los dientes para oírle
silbar, gracias a los gemidos que él estaba haciendo, María supo que estaba cerca de
correrse y ella también lo estaba, puesto que nada la excitaba más que ver como ella
conseguía volverle loco, así que se puso a encima de él y se introdujo su erección de
una sola estocada, y lo cabalgó duramente gracias a la ayuda de él que se incorporó y
se quedó sentado con ella encima, ayudándola con sus empujes hasta conseguir correrse
los dos dando gritos.
—No era esta la sorpresa que te tenía —le dijo él una vez consiguieron recuperar
sus respiraciones—, mi sorpresa era ésta —le dijo dándole una pequeña caja cuadrada.
—¿Qué es esto? —le preguntó ella abriendo la caja y descubriendo un precioso
anillo en oro blanco liso alrededor del cual giraba una tira llena de brillantes formando
una cinta como si lo estuviera envolviendo.—¡Dios mío, Lucas, es precioso! ¿Pero no
lo entiendo? ¿Es otro símbolo de tu posesión, lo mismo que mi collar? —le preguntó
tocando se el collar que desde que lo descubrió en su cajón el día que había vuelto no
se había quitado del cuello.
—Sí y no, si es un símbolo de mi posesión pero no con el mismo significado que
este collar. María, ¿quieres casarte conmigo y hacerme el hombre más feliz y así ser
mía no solo en cuerpo y alma sino también legalmente para así evitar que nunca más
vuelvas a escapar de mí porque no creo ser capaz de resistir tu abandono una vez más?.
—Yo... yo… ¡Dios cariño! No necesitas nada de esto para tenerme junto a ti el
resto de mi vida, yo misma no podría sobrevivir lejos de ti otra vez —le dijo llorando,
cuánto daño le había hecho.
—Voy a tener que ordenarte que contestes a mi pregunta —le dijo nervioso
porque aunque estaba seguro de que ella aceptaría nunca sabía que pasaba por la mente
de esta mujer.
—No.
—¿Cómo?
—Quiero decir que no va hacer falta que me ordenes nada, y mi respuesta es sí,
por supuesto que sí me casaré contigo porque así no solo seré tuya como tú dices, sino
que eso también demostrará que tú eres mío para toda la eternidad. Pero tengo una
duda.
—¿Una duda? ¿Cuál? —a saber que se le podía haber ocurrido ahora a la loca de
su mujercita porque aunque todavía no estaban casados para él ella ya era su mujer,
mientras esperaba esa pregunta le fue poniendo el anillo en su mano izquierda.
—¿Un Amo y una sumisa se pueden casar y tener una relación normal? Me
refiero, Lucas yo te quiero pero si me caso voy a querer el paquete completo lo cual
incluye una familia y no sé cómo puede encajar esa fantasía en este tipo de relación —
ya estaba, ya le había preguntado algo que le preocupaba mucho puesto que su sueño
siempre había sido ser madre y tener una familia numerosa, el día que ella se enamoró
de un Amo se olvidó de su sueño.
—Mi vida ya había pensado en todo eso en el momento en que compré este anillo
—le dijo mientras admiraba el anillo en su dedo—, y pensé en casarme contigo, y estoy
seguro de que nosotros vamos a ser capaces de compaginar las dos vidas porque fuera
de este dormitorio tú y yo seremos compañeros y esposos y padres y solo dentro de
estas cuatro paredes y de momento también en la otra habitación en donde
mantendremos nuestros roles de Amo y sumisa. Por supuesto, siempre y cuando no se
trate de tu seguridad, entonces da igual dónde estemos. ¿Te parece bien?
—¿Tú ya habías pensado en todo eso? —le preguntó sorprendida, como podía
todavía enamorarse más después de saber que él ya había planeado toda una vida a su
lado con niños incluidos — Entonces ahora sí que te puedo decir que sí, que estoy
deseando ser tu mujer legalmente porque en mi interior yo ya me siento así.
Y así después de todo lo que había pasado por fin había llegado a su nuevo hogar
y al comienzo de su nueva vida y claro, a empezar a preparar la gran boda entre un Amo
y su sumisa.
Agradecimientos
Las primeras personas a quienes les tengo que agradecer son a mis 4 pilares, sin
ellas hay días que no sabría cómo seguir, las primeras son Arantxa Belandrino sin su
compañía, sin su complicidad, sin su cariño nada sería igual, la vida te puso en mi
camino y ella misma fue la que nos convirtió en hermanas y que decir de Maribel Sierra
sin sus llamadas, su compresión, nuestros cafés, a la que doy la brasa todos los días con
mis cosas, sin ti no sabría qué hacer, sin ti hay muchas cosas que no hubiese hecho por
miedo, así que gracias, muchísimas gracias a las dos.
Mis otros dos grandes apoyos son mis Gemas. Gema Lazaro, una de esas
maravillosas personas que te encuentras a lo largo de tu vida si tienes suerte, sin sus
regaños, sin su sinceridad, sin su amistad mi vida sería muy aburrida y luego esta mi
Gema Alonso, no tengo palabras suficientes para describir a esta fantástica mujer, solo
decirte que sin tu ayuda, tus señoras broncas, ni tu ánimo, este libro nunca se hubiese
escrito.
Pero hay más gente importante, sí lo sé, soy una persona con suerte. No puedo
olvidarme de mis arpías, con nuestra pasión por los libros, por sus locuras, por
nuestras locas y surrealistas conversaciones por WhatsApp muchas gracias chicas. Y
también están las mujeres que están conmigo en mi día a día, mis chicas del «coffie»,
sin nuestros desayunos y sin nuestras anécdotas la vida no sería igual ni nos lo
pasaríamos tan bien, así que a todas vosotras gracias, muchísimas gracias por estar ahí
y porque sigáis ahí, espero. A todos mis amigos del «poblao», ellos lo entenderán, sin
nuestras fiestas en la urbanización y sin nuestras salidas todo sería muy monótono,
gracias.
Tampoco me puedo olvidar de mi editorial, en especial de mis editoras Ana y
Arman que son las que confiaron y tuvieron fe en este libro. Por último a mis hijos que
son mi vida, mi alma, la cual comparten con mis maravillosos padres y a todo el resto
de mi fantástica familia, he tenido la suerte de crecer en una familia donde todos nos
apoyamos y nos queremos aunque estemos lejos y eso es algo que en casos como este se
siente y mucho. Sin nada más que decir, solo puedo volver a dar las gracias a todas
estas personas que están y comparten mi mundo y mi vida.