La diferencia entre el contrato y la convención radica en dos situaciones fundamentales, la primera
es que el contrato tiene como principal fin la creación de derechos y obligaciones exigibles civilmente y por lo general tiene mayores formalidades que una convención en su sentido lato, mismas que dependerán del tipo de contrato. Por su parte la convención, que es el género, crea, modifica o extingue derechos y obligaciones, sin mayores formalidades; en otras palabras en su aspecto positivo la convención crea derechos y en su sentido negativo los extingue o modifica. Autores como Abeliuk sostienen que dicho artículo (texto igual al ecuatoriano), incurre en el error de confundir el contrato con la convención y continúa: Los hace términos sinónimos. Entre nosotros, siguiendo a los autores franceses, se considera que la convención es el acto jurídico bilateral, o sea, todo acto jurídico en que existe acuerdo de voluntades destinado a producir efectos jurídicos. Estos efectos pueden consistir en crear, modificar o extinguir obligaciones. Cuando la convención tiene por objeto crear obligaciones, pasa a llamarse contrato: aquélla es el género, el contrato, la especie. Todo contrato es convención, ya que supone el acuerdo de voluntades para producir efectos jurídicos; pero, a la inversa, no toda convención es contrato, ya que si el acuerdo de voluntades no tiene por objeto crear una obligación, sino modificarla o extinguirla, es una convención, pero no un contrato. Y así, por ejemplo, el pago, la remisión, la tradición son convenciones, pero no contratos, pues no generan obligaciones. Para Claro Solar, hay una distinción clara entre contrato y convención, pero son iguales a la luz de que ambas figuras son fuentes de las obligaciones y así lo asume para superar el aparente error del Código, aunque no analiza más a profundidad este tema. Por esta corriente de interpretación se inclinan algunos autores, quienes no están convencidos de la estricta critica que se hacen a estos artículos, pues no consideran que una explicación tan sencilla como determinar que fue un error, sea lo suficientemente profunda para explicar un contenido tan importante como el que tienen esos artículos. Carvajal considera que dichos artículos no se los debe analizar dentro de una interpretación literal y sistemática, sino acudir a una interpretación histórica de la norma para comprender por qué este texto sería aprobado e introducido en el Código Civil, en esa forma. Para este autor, a la luz de la norma de interpretación de la ley, contrato y convención son sinónimos, en cuanto a que son fuentes de las obligaciones, mismas que se clasificarían en convencionales y no convencionales, como el cuasicontrato, delito y cuasidelito; así este autor indica: Nuestro Código Civil, utiliza el concepto de “convención” como criterio de clasificación de las distintas fuentes de las obligaciones, por un lado se encuentra el “contrato”, designado a estos efectos como “convención”; y del otro, las fuentes distintas del contrato: los cuasicontratos, delitos, cuasidelitos y la ley, todas ellas designadas, en perfecta correlación, como fuentes “no convencionales