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2.1.

Cambiar las preguntas sobre los lectores y la li-


teratura

"Volver a dar las cartas" es recuperar aquello que nos


inquieta como profesores de literatura, aquello que intui-
mos está pasando en nuestras clases pero para lo que no te-
nemos nuevas explicaciones más que las difundidas en y
por el ámbito escolar. Es recuperar el cotidiano de nuestras
clases, las prácticas mismas de lectura de textos literarios en
el marco de las prácticas de enseñanza de la literatura que
los profesores desarrollamos diariamente en las escuelas.
Es recuperar la invitación que nos ofrecen otros marcos te-
óricos que desde hace varios años vienen postulando otra
manera de estudiar a la lectura. Estas posiciones teóricas
nos pueden ayudar a cambiar las preguntas y las concep-
ciones sobre la lectura en la escuela para, así, recolocarnos
en nuestro rol en tanto profesionales de la enseñanza.
Como señalé anteriormente, por lo general se considera
en la escuela que no estaríamos ante lectores "competentes'/,
que no podríamos hablar de "buenos" lectores de textos lite-
rarios cuando los profesores comprobamos que los alumnos
no "comprenden" los textos que leen o no pueden transitar
por el "placer" de la lectura. También, nuestros alumnos pue
CAROLINA CUESTA DISCUTIR SENTIDOS 33

den no detentar las "competencias necesarias" o ser lectores más cuentos de Cortázar, más Arlt, más Bradbury, leían
"ingenuos", "inexpertos", "principiantes", "no-lectores", como suele decirse en la escuela: "de manera pobre". Esto
"poco lectores" cuando no han leído cierta cantidad de libros, es, les costaba mucho "interpretar", despegarse del argumen-
de textos, que acreditarían la condición de ser un buen lector. to. ¿Quiénes eran los lectores "especializados" y cuáles los
A l trabajar sobre el problema de la lectura de textos literarios no "especializados"? A medida que iba recorriendo otros es-
en el aula, en el marco de las clases de literatura en el poli- pacios institucionales con otros alumnos, jóvenes en la uni-
modal y tercer ciclo de EGB (escuela media), comencé a ha- versidad, profesores y maestros en cursos de capacitación,
cerlo, en definitiva, desde esas dicotomías, oposiciones. In- esa distinción se relativizaba aún más. El problema eran las
tenté resolver el error de señalar la existencia de lectores dicotomías, el reduccionismo al que nos llevan, y lo confusas
"incompetentes" frente a otros "competentes", etc., buscan- que hacen las explicaciones que podamos hacer sobre la lec-
do otras categorías que pudieran dejar en claro que todas las tura. (Retomaré este problema en el siguiente capítulo.)
personas leen cuando están en una situación de lectura; es Estas dicotomías tan generalizadas a la hora de hablar de
decir, en una clase, con un texto en la mano, leyendo solos o la lectura en diversidad de ámbitos, no sólo en la escuela, vie-
siguiendo el texto leído por otra persona (profesor, alumno). nen siendo discutidas por distintos investigadores franceses
Así formulé la distinción entre "lectores especialistas" y en el marco de una tradición de estudios sobre la lectura de
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"lectores no especialistas" , pues se ajustaba un poco más a perspectiva sociocultural. Es el caso de la revisión que hace
aquello que la empiria de mis clases de literatura - y de otros 11
Joélle Bahloul de las estadísticas que en Francia han gene-
colegas- me señalaba que ocurría con la lectura. Avanzada la rado cierta creencia acerca del "ocaso" de la lectura en su so-
investigación, pude comprobar que esta oposición era tan ciedad. Algo similar ocurre en nuestro país cuando el perio-
poco rigurosa como las otras. Chicos de escuelas públicas dismo también hace sus encuestas, sus análisis, les pide a
que decían que no les gustaba para nada la literatura y que, a renombrados intelectuales que opinen sobre la lectura y su
regañadientes, tan sólo venían leyendo lo que la escuela les "pérdida". En un sentido parecido al de Michéle Petit, quien 12

solicitaba, hacían lecturas similares a las de los jóvenes de ha estudiado los significados de la lectura para jóvenes inmi-
Azul, muy parecidas a las de la crítica literaria. Otros alum- grantes y habitantes del campo en Francia; Mích^iPerpni, /
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nos me nombraban cantidad de libros leídos más allá de los que ha abordado la lectura en tanto su significado eiycier-
de la escuela, que iban desde best-sellers hasta una amplia-
ción de los autores que habían conocido por sus profesores:
11
Bahloul, J., Lecturas precarias. Estudio sociológico sobre "los pocos lecto-
res", México, Fondo de Cultura Económica, 2002.
' Cuesta, C , Los diversos modos de leer literatura en la escuela: la lectura 12
Petit, M . , Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura, México. Fondo
de textos literarios como práctica sociocultural, Tesis de Licenciatura, diri- de Cultura Económica, 1999. También: Lecturas: del espacio íntimo ni es
gida por el Dr. Gustavo Bombini, Facultad de Humanidades y Ciencias de pació privado, México, Fondo de Cultura Económica, 2001.
la Educación, Universidad Nacional de La Plata, 2003. Disponible en: 13
Peroni, M., Historias de lectura. Trayectorias de vida y de lectura, México,
www.sedici.unlp.edu.ar. Fondo de Cultura Económica, 2003.
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tas situaciones de la vida de distintas personas (jubilados cotomías que he nombrado anteriormente. Los dichos de
y presos, por ejemplo), Bahloul cuestiona desde discipli- los lectores no son tomados en estas investigaciones para
nas como la antropología y la sociología de la cultura comprobar qué leen o no leen las personas según los pará-
aquellas categorías. Cada uno de estos investigadores, metros -podríamos poner el caso- de la comprensión lec-
desde distintos aspectos que hacen a la lectura, instala, en tora o los preceptos del placer de la lectura, sino que, a
el debate acerca de esta práctica, su dimensión vital en medida en que han ido "escuchando a los lectores" (metá-
14
tanto experiencia privada y pública a la vez; esto es, su fora de Petit), cada uno de distintas formas, han ido
dimensión sociocultural. Así, la demostración de que la "aprendiendo" cada vez más sobre la lectura.
lectura no es una práctica medible en cantidad de libros le- Los antropólogos y los sociólogos - y , como ya vere-
ídos (Bahloul), los efectos terapéuticos de la lectura en mos, los educadores que asumen una perspectiva sociocul-
personas que se encuentran en situaciones complejas tural- suelen señalar que en una investigación de estas ca-
(Petit), como tener que elegir entre una identidad de ori- racterísticas se aprende y no se ratifica lo ya sabido. Todo lo
gen - e l país árabe o africano, la c a m p i ñ a - y la identidad que un investigador ya sabe, todos los acuerdos y desacuer-
más propia de la ciudad francesa, o el papel significativo dos que tiene con las investigaciones ya realizadas o aun con
de la lectura en ciertas circunstancias por las que las per- las teorías que han enmarcado esas investigaciones (por
sonas atraviesan - y que no se mantienen o no son produc- ejemplo, muchas investigaciones basadas en la comprensión
to de toda una vida (Peroni)- son muestras de que la lec- lectora se apoyan en un aplicacionismo conductista)^ le
tura debe ser entendida desde las maneras reales en las permite aprender en un sentido de "extrañar", volver "des-
que la gente la entiende y la desarrolla. Estas investiga- conocido" todo lo que es tan cotidiano y, por lo tanto, tan
ciones no son marcos teóricos que hacen de la empiria, de difícil de ser estudiado sin caer en las dicotomías, en la ra-
lo que dicen las personas acerca de la lectura, una ratifi- tificación de alguna que otra "ley" indiscutida. Así lo ob-
cación de premisas, de conceptos, de "leyes" elaboradas servamos en el registro de los profesores de Azul. Tan sólo
de antemano. Un ejemplo de estas "leyes" son aquellas di- había que escuchar a los lectores, y aar crédito a sus co-
mentarios para, en todo caso/repreguntarles y así dejar que
dijeran más, en las discusiones de sentidos que el cuento de
14 "Experiencia" es usado aquí en el sentido sociológico y antropológico del Cortázar les generaba.
término, esto es, como aquello que se vive y se interpreta desde significa-
dos individuales, pero también, compartidos socialmente. No es el sentido Ahora bien, se me puede objetar que, aunque haya afir-
de "experiencia" filosófico de los tan difundidos trabajos de Jorge Larrosa.
mado que esa práctica de lectura podría haberse desarrolla-
Por citar algunos: Larrosa, J., La experiencia de la lectura, Barcelona, Laer-
tes, 1996; Pedagogía profana. Estudios sobre lenguaje, subjetividad, for-
mación, Buenos Aires, Novedades Educativas, 2000, y "La defensa de la so-
ledad. O que nos dejen en paz cuando se trata de leer", en Lenguas Vivas, 15
Para ampliar este tema ver: Bombini, G., "Investigar en didáctica de la lengua
n° 2, publicación del Instituto de Enseñanza Superior "Juan Ramón Fer- y la literatura: un nuevo tratado de fronteras", Lulú Coquette, n°. 3, Buenos
nández", Buenos Aires, octubre-diciembre de 2002, págs. 4-8. Aires, El Hacedor-Jorge Baudino, noviembre de 2005, págs. 32-47.
16 CAROLINA CUESTA DISCUTIR SENTIDOS

do en un aula, eso no es así. Las urgencias de la institución ra, cual diosa a la que las personas deben entregarse sin c\
(evaluaciones de todo tipo, presentación de informes y pro- cusa alguna por el resto de sus vidas. Todo lo contrario,
yectos de toda clase), las presiones del curriculum, los pro- como nos señala Michel Peroni - y también Petit, quien se
gramas, las actividades extracurriculares, los hechos de vio- ha encargado de aclarar estas cuestiones en sus visitas a
lencia, las alumnas embarazadas, las anoréxicas, los nuestro país-, la lectura muchas veces se encuentra supedi-
drogadependientes y demás hacen que estas investigaciones tada a situaciones de vida muy particulares. Esto hace que
basadas en la escucha de los lectores nos pidan algo impo- pueda ser transitada intensamente por determinado tiempo
sible. Además, no están estudiando a los lectores "metidos" y que luego se abandone. Las escuelas, en forma parecida a
en la institución y en esas realidades tan argentinas, podría- las bibliotecas de Petit, se presentan como espacios, lugares
mos decir. No obstante, el error es hacer un aplicacionismo donde esas situaciones pueden generarse. Pero los jóvenes
de los conocimientos que estas investigaciones han aporta- inmigrantes de los países que históricamente Francia ha so-
do a la lectura en la escuela. Movimiento aplicacionista que juzgado, que van por interés propio a las bibliotecas de
va en contra de la naturaleza de estas investigaciones. Es el París, no pueden ser homologados a nuestros alumnos ar-
ejemplo de lo que recientemente viene ocurriendo con el gentinos de capitales y provincias, "gringos" o de culturas
trabajo de Petit en algunas escuelas, universidades y espa- aborígenes, bolivianos o coreanos que están en un aula
cios de educación no formal. El estudio de los vínculos pri- (bajo otras formas de sojuzgamiento) en un taller, frente a
vados con la lectura que los jóvenes inmigrantes y habitan- un texto que la mayoría de las teces no han elegido leer.
tes de la campiña francesa refieren a la investigadora en sus Esta afirmación no es abonar a umrelativismo cultural en el
entrevistas, en permanente conflicto con los significados peor de sus usos escolares y/oacadérhicos, sino que es aten-
públicos sobre la lectura, no puede ser llevado sin más trá- der a que estas investigaciones se presentan como un hori-
mite a los alumnos. Dicho estudio no puede ser extrapola- zonte para pensar nuevas realidades en torno a la lectura,
do a una experiencia con la lectura que es colectiva e indi- pero no para ser convertidas en nuevas verdades sobre la
vidual, individual y colectiva en el marco del espacio social lectura. Si no, veamos lo que nos cuenta Estela Gómez, pro-
que es la clase, el aula o el taller de lectura. Ahí se halla el fesora de la Escuela Técnica Nro. 1 de Vicente López. Ella
error: convertir en un universal la teoría de que la lectura me relató este suceso ocurrido en el 2005 con su alumno,
tiene efectos liberadores, terapéuticos en sentido psicoana- Juan, de 13 años y yo le solicité que lo escribiera. Cito:
lítico, pues en ella se apoya Petit para estudiar este deno-
minador común en los lectores con los que ha trabajado. La práctica que te interesaba tenía que ver con la clase
Afirmar que todas las personas deben ser "liberadas" de los en la que vimos las características de los mitos -estába-
atavismos de sus culturas de origen raya con cuestiones que mos con la lectura de Vulcano, leímos además el de ('tro-
son del orden de la ética, puesto que así los docentes y ta- nos y Aracné—y de qué manera reaparecen muchos de sus
significados en la vida cotidiana. Los chicos comparaban
lleristas parecen transformarse en predicadores de la lectu- aquellos héroes mitológicos con los actuales como el
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hombre araña, etc. En un momento y en relación con esas o agnóstica, sino porque viene decidiendo hace rato por ex-
comparaciones, volvimos al tema de que en la Antigüe- plicaciones más "científicas". Y Estela no solamente ensa-
dad trataban de explicar algo a un público que no lela ni
ya una respuesta ética ante esa pregunta, sino que encuen-
escribía, con un espacio reducido prácticamente a sus
propios pueblos, etc. Juan preguntó por la Biblia, yo dije tra un descanso ante el dolor de su propia pérdida. Vuelve
que era lo mismo, ejemplos adaptados a aquellos oyentes. en todo caso a aquellos atavismos que supuestamente nos
Luego en el recreo él me preguntó que si todo era menti- condenan a no comprender la realidad "verdadera". Haber
ra, el cielo, el infierno, etc. dónde estaban su mamá y mi "liberado" a Juan de ese relato pagano popular, si se quie-
papá, que habían fallecido en la misma semana. De ver-
re, dirán otros especialistas- en ese momento hubiese sido
dad me movilizó porque él necesitaba algo que yo resol-
vía por otro lado. La respuesta que nos conformó a los una falta ética, una intromisión en esa vida, un uso de la l i -
dos es que más allá de lo que diga la Biblia o el Corán su teratura sin fines terapéuticos en todo caso.
mamá iba a estar siempre donde él estuviera, y que ahora
estaba allí con nosotros.
2.2. Quiénes son nuestros lectores: en contra de los
¿Qué efecto "liberador" se estaría dando en esta prác- aplicacionismos y los reduccionismos
tica de lectura, que muestra claramente la dimensión so-
ciocultural de la lectura y deriva, así, en esa conversación? Ahora bien, si/estas investigaciones que no se han de-
¿De qué atavismos culturales necesitaban liberarse Juan y dicado a estudiar de manera específica a los jóvenes lecto-
Estela, alumno y profesora? El trabajo de Estela con el res que tenemos como alumnos nos invitan a pensar a la
mito perturbó a Juan más que "liberarlo", puesto que el lectura desde una posición sociológica y cultural, nos per-
poder tranquilizador de la cultura cristiana se había relati- miten recuperar aquello que las categorías de "malos lecto-
vizado frente a la posición que tomó Estela al responderle res" o "lectores incompetentes" no pueden explicar. Cómo
a Juan sobre su pedido de comparación entre el mito y la sería el pasaje de esta posición teórica hacia el tipo de pro-
Biblia. Dice Estela: "de verdad me movilizó porque él ne- blemas que se juegan en la escuela con la lectura. Lo que
cesitaba algo que yo resolvía por otro lado", esto es, segu- nos ayuda a plantearnos estas investigaciones son pregun-
ramente, por una explicación más científica, no religiosa. tas como: "¿conocemos realmente qué vínculo sostienen
Más allá de lo que digan los textos bíblicos, ambos necesi- las personas con la lectura?", y más específicamente: "¿co-
taban, en ese momento, creer en narraciones culturales ori- nocemos realmente cómo nuestros alumnos leen literatura'.'
ginadas en las figuras retóricas de la religión, muy propias Desde esta última pregunta, podemos comenzar a re-
de nuestro país por lo menos. "Si mi mamá no está en el conocer que las convicciones sobre la comprensión lectora
cielo, ¿dónde está?", pregunta un chico de 13 años a una y el placer de la lectura no pueden ayudarnos a explicarles
profesora que hacía tiempo había abandonado estas expli- a los alumnos - n i pueden darnos explicaciones a nosotros
caciones sobre la muerte, no solamente porque sea adulta mismos- acerca de por qué la literatura no necesariamente
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debe hablarles de algo que se asemeje a la "realidad" o a o el boliche del sábado, los videojuegos o el metegol de la
"sus realidades", o que no tiene que ser entendida, com- esquina, el rock chabón, la cumbia villera o el pop adoles-
prendida, rápidamente. No tiene por qué contarles una his- cente, las telenovelas juveniles, Tinelli o los programas de
toria que inmediatamente les guste, les provoque placer ni fútbol". Desde esta mirada, aquello que hoy se denomina
los entretenga de manera inmediata. Y este hecho no signi- "cultura juvenil"i* parece una gran "bolsa de gatos" que
fica que ese texto leído en el aula deje de ser interesante, tan sólo logra "demonizar" a nuestros alumnos. Los jóve-
como observamos en el registro de las lecturas de "Conti- nes son "irrespetuosos", "banales", "groseros", "desintere-
nuidad de los parques". sados", "anárquicos", "violentos". Desalentados, entonces,
Cambiar las preguntas también implica interrogarnos recorremos los catálogos de las editoriales escolares y tra-
acerca de cuál es el significado que les brindamos a nues- tamos de probar qué es lo que sucede con alguna novela de
tros alumnos cuando creemos que disfrutar de la lectura la literatura juvenil ~que)les "hable" de los peligros de la
está reñido con el conocimiento sobre la literatura; es decir, droga o el amor, el aleohol o el pasaje de la adolescencia a
con su conocimiento específico. Esto nos lleva a interpre- la adultez, el sexo sin protección o la amistad. O tratamos
tar sus comentarios frente a los textos en el orden del dis- de "probar" qué ocurre con los "proyectos institucionales"
gusto o del enojo. A saber: "Este cuento es muy difícil", que nuestros directivos valoran tanto: los alumnos escribi-
"este cuento es horrible" o "es aburrido", en tanto "dificul- rán noticias sobre los problemas de su barrio; los alumnos
tades con la lectura". Esta posición que asumimos en el escribirán notas de opinión sobre el racismo o la pena de
aula también se refuerza porque estamos formados sobre la muerte. Estos proyectos, justificados en que los alumnos
base de que la lectura que llevará a que nuestros alumnos tan sólo participan del universo discursivo de los medios de
disfruten y comprendan los textos literarios debe realizar- comunicación, condenan a que recursen sobre ellos para,
se en silencio, en soledad. Si luego de la lectura silenciosa en realidad, demorar o nunca proponer a la literatura como
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en el aula, o la efectuada en sus hogares como tarea esco- objeto de conocimiento. ¿Acaso sean estos proyectos otra
lar, los alumnos no nos dicen que ese texto les ha parecido forma más de la ley que decía "la literatura es un discurso
"bueno", les ha "gustado", lo han "entendido", creemos social más", y otro obstáculo para que los profesores po-
que no habría lectura propiamente dicha o una compren- damos apostar a que mientras nuestros alumnos comentan
sión cabal del texto. Así, pasamos a diagnosticar que nues-
tros alumnos carecen de motivación alguna hacia la lectu- 1(1
Para ampliar este tema, recomiendo el interesante trabajo de Reguillo Cruz,
ra de textos literarios, y que este hecho deriva o es causa de R., Estrategias del desencanto. Emergencia de culturas juveniles, Buenos
sus dificultades con la comprensión lectora. De este modo, Aires, Norma, 2000.
17
Estas propuestas tan difundidas en las escuelas encuentran su máxima ex-
quedamos embargados en la desazón y vamos abandonan- presión en Morduchowicz, R., El capital cultural de los jóvenes, Buenos
do la apuesta, porque pasamos a ratificar que a nuestros Aires, Fondo de cultura Económica, 2004. Para ampliar la posición contra-
ria, ver mi reseña crítica a este libro: "De jóvenes exorcizados y escuelas de-
alumnos tan sólo les interesa "el chisme de la clase, el baile monizadas", en www.bazaramericano. com, banco de reseñas, 2004.
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la telenovela de ayer o lo que pasó en el baile del sábado ra y el placer de la lectura, los proyectos escolares que
puedan estar leyendo con nosotros literatura? Esta es otra atienden a los "intereses" de los jóvenes, ahora, sumando
posición más que aboga por la confusión, por la poca per- al análisis la dimensión sociocultural de la lectura, quisie-
tinente construcción, concepción, de esa cultura juvenil ra compartir, antes de seguir avanzando en mi desarrollo,
como depósito de lo que percibimos distinto, la T V sobre dos prácticas de lectura que llevé adelante como profesora
todo, y en ese sentido aterrador. Y transitamos por estos con alumnos de distintas edades en dos escuelas públicas
"salvoconductos" aunque sintamos que estamos traicio- de la ciudad de La Plata.
nando nuestra formación, a la literatura misma. O inexora-
blemente creemos que "deberemos bajar el nivel", esto es,
buscar nuevos textos literarios que no presenten demasiada 2.3. Un caso: el laberinto de la comprensión lectora
complejidad a nuestros alumnos: sin referencias a la histo-
ria, que no sean clásicos, que sostengan siempre el mismo Hace algunos años, cuando comencé a trabajar en las
narrador, que utilicen un lenguaje accesible, más cercano escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires, en la
al estándar, que no presenten rupturas temporales. Sabe- ciudad de La Plata, tomé unas horas en un octavo año de la
mos que es muy probable que estos cuentos no los entu- EGB N° 128 (primer año de la escuela media). Como es
siasmen, pero creemos que nos asegurarán el camino para usual, tuve que hacerme cargo de la clase al día siguiente
que nuestros alumnos puedan comenzar a hacer las "infe- del acto público. Muy preocupada, y sabiendo que debería
rencias" que supuestamente no pueden hacer; a restituir las afrontar a lo largo del año los nuevos contendidos para la
secuencias de acciones que suponemos también no logran enseñanza de área dispuestos por la reforma de los años
aprehender; a decirnos en qué persona gramatical está el noventa que recién se estaban implementando en la pro-
narrador, en qué tiempo y espacio se desarrolla la acción. vincia, y con grandes dificultades para imaginarme a estos
Tan sólo si nuestros alumnos pasan la evaluación de la chicos de 12 y 13 años, escribí una versión del mito de
comprensión lectora, les ofreceremos textos literarios que Teseo y el Minotauro ayudada por una enciclopedia que se
creamos más complejos y que acaso les sean más intere- encontraba en la casa de mis padres. Aposté al mito porque
santes, más "placenteros". Y muchas veces asistimos a que pensé que sería una lectura que los "preadolescentes dis-
ese examen nunca es aprobado. Lo que ocurre es que los frutarían", como se estila decir en la jerga del mercado edi-
parámetros de lo "difícil" y lo "fácil" a la hora de pensar la torial escolar, y porque se presentaba como una narrativa
literatura son sumamente relativos. Lo vimos con la prácti- "sencilla". Algo de esto había llevado también a Estela a
ca de lectura de "Continuidad de los parques" y con los leer mitos y trabajarlos en sus clases. Estas características
mitos que Estela leyó con sus alumnos. permitirían, a mi entender de aquel entonces, que los alum-
Para explicar con mayor precisión la esterilidad en la nos leyeran sin mi ayuda el texto. A mí me posibilitaría
que nos colocan las concepciones de la comprensión lecto- "testear" si los alumnos tenían dificultades con su com-
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prensión. Siguiendo aquellos parámetros de la compren- comprensión, que "Teseo era el rey de Atenas", sin distin-
sión lectora para los textos literarios -esto es, con una mez- guir que se convertiría en tal luego de matar al Minotauro
cla entre el pedido de aplicación de conocimientos y la re- en el laberinto, cuestión que también me permitía de otra
alización de inferencias, entre otros "procedimientos"- manera interrogarlos acerca de las relaciones causales de
elaboré un cuestionario en el que les pregunté a los alum- las acciones. En resumen, quería "diagnosticar" si los
nos por el narrador, los personajes, tiempo y espacio, para alumnos reconocían informaciones al nivel microestructu-
luego solicitarles que efectuaran la secuencia narrativa y ral y macroesttuctura]/siguiendo el modelo de Teum van
así comprobar si comprendían las relaciones causales de 18
D i j k que la bibliografía escolar ya estaba canonizando.
las acciones. En esta solicitud, en particular, corroboraría si Esto es, cómo leían el texto en tanto macroacto de habla.
los alumnos podían realizar inferencias. Las respuestas os- Para mi sorpresa, la mayoría de los alumnos respondió
cilaban entre "errores" y "aciertos". Por ejemplo, el mismo que "Teseo era quien había matado al Minotauro". ¿Estaba
alumno que respondía que Teseo era el narrador (el narra- "mal" responder esto?, me preguntaba al corregir los cues-
dor del texto presentaba la omnisciencia típica de los tionarios. Seguramente, yo había formulado erróneamente
mitos) había realizado de manera bastante pormenorizada la pregunta y la confusión era mía. No obstante, lo que
la secuencia narrativa. O viceversa, el mismo alumno que también es cierto es que esa pregunta estaba inspirada en la
había respondido que el narrador era omnisciente presen- lógica de las posiciones sobre la comprensión lectora del
taba cantidad de elipsis en su secuencia narrativa. Pero lo momento; esto es, en la especulación extrema acerca de
que me interesa traer a la reflexión, además de pensar que que toda lectura correcta debe sustentarse con el texto y
en todo caso aquellas "dificultades" con la comprensión con sus modos de ordenar la información, y hasta de de-
lectora no son homogéneas, sobre todo cuando mi cuestio- cirla en sentido estricto. En otras palabras, el texto nunca
nario les pedía resoluciones de distinto orden -a saber, que dice "Teseo fue quien mató al Minotauro", sino que cuen-
categorizaran al narrador y que infirieran la lógica causal ta que lo mató y cómo. Si bien es cierto que los alumnos,
de las acciones en el texto-, es la última pregunta que con- a medias, me demostraban que habían leído el texto como
tenía aquel cuestionario. Alejada de la pregunta sobre los macroacto de habla, ¿acaso ése no es el atributo más im-
personajes, formulé otra: "¿Quién era Teseo?". Yo tenía la portante de Teseo?, ¿acaso no es lo más importante e inte-
intención de que los alumnos pudieran utilizar algunas de resante para leer en ese texto?, ¿no había más bien en esas
las caracterizaciones del héroe y separarlas de las de su respuestas un conocimiento del orden de lo literario? Los
padre, para "asignarlas correctamente". Por ejemplo, el alumnos me estaban hablando de las hazañas de Teseo, de
texto señalaba que "Teseo era hijo de Egeo, rey de Atenas". las acciones que lo hacen un héroe de la mitología griega y
Lo que debían distinguir los alumnos, en definitiva, era a
qué personaje le correspondía ese rasgo. Yo suponía que
i» Me refiero en especial a: Van Dijk, T., La ciencia del texto, Buenos Aires,
los alumnos responderían, si presentaban problemas de Paidós, 1996.
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no de informaciones que pudieran ser extraídas e inventa- uso de diminutivos que incomodaba a varios de ellos. Co-
riadas de un texto como si fuera una muestra de laborato- menzaron a cotejar las versiones y a desplegar en el aula
rio. Cuando me reencontré con los alumnos en la siguien- comentarios que no se regían por la concepción del placer
te clase les pregunté, cosa que no había hecho antes, si sino por el gusto. M i versión tenía más adeptos porque era
conocían ese mito. La mayoría contestó que no pero que más "completa" y ^sangrienta", al decir de los chicos. Por
conocían al Minotauro. No sabían muy bien "de dónde". supuesto, la versión de la enciclopedia que yo tan sólo
Una alumna me dijo: "¿No es el tauro del zoodíaco?". había resumido narraba más hazañas que la de Montes y,
Antes de devolverles sus cuestionarios corregidos, les pre- además, lo hapra"de manera bastante fiel a la de los traba-
gunté: "¿Se acuerdan de quién era hijo Teseo?". Algunos jos especializaaos~en literatura clásica.
me dijeron de Egeo y, nuevamente para mi sorpresa, unos Este cambio permitió que las lecturas de los alumnos
dos o tres me dijeron de Etra, quien se menciona casi al tuviesen un horizonte de conocimientos más pertinentes a
pasar en el relato. los significados que este texto les ofrecía. Y, sobre todo, po-
Recién ahora puedo repensar esta práctica de lectura, sibilitó que yo pudiera ofrecerles conocimientos más perti-
pues en su momento seguí confiada en que la mirada para nentes para que ellos se apropiaran de esos significados.
explicarla debía ser la de la comprensión lectora. En mis "¿Por qué siempre en los mitos hay datos sobre los héroes
informes tan sólo indiqué que los alumnos presentaban al- al lado de sus nombres?": porque los relatos que se trasmi-
gunos problemas "típicos" de comprensión: confusión na- tían de manera oral, relatos a los que hoy denominamos l i -
rrador/personaje, dificultad para establecer la secuencia terarios, se apoyaban en el epíteto para solventar la memo-
narrativa, y que si bien había formulado mal aquella pre- ria y como forma de caracterización de los héroes.
gunta sobre Teseo, las distintas respuestas de órdenes dife- Cuando los alumnos realizan estos comentarios -cuan-
rentes demostraban también una dificultad; no la totalidad do nos dicen de manera casi unánime "Teseo fue quien
de mis preguntas. Pero justamente aquí está la trampa o la mató al Minotauro", o nos dicen que un cuento fantástico
improductividad de esta posición frente a la lectura. Nunca como "Continuidad de los parques" "no se entiende"-, nos
les pregunté si el mito les había gustado; igualmente no po- están diciendo que comprenden muy bien qué es lo que
dría haber hecho nada con las respuestas que me hubieran ocurre en ese cuento, qué es lo que debe ser leído en él.
dado. Sí, de manera intuitiva, les llevé otras versiones del Nos están diciendo que las narrativas literarias no se leen,
mito y comencé a trabajar con ellos este rasgo específico no interesa que sean leídas, desde la lógica causal de las in-
de la literatura oral. Así, leímos la versión de Graciela ferencias. Así lo señala Jonathan Culler:
Montes y tuvimos interesantes y apasionadas discusiones
acerca de los cambios que presentaba en relación con mi
versión de la enciclopedia. Los alumnos leían en la versión No se trata de una mera consecuencia de las preferencias
de la mayoría lectora, que toma una narración sin pen
de Montes el lector "niño" imaginado por la autora en el sérselo dos veces, pero lee poesía con mucha menos //•<•-
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cuencia. Las teorías literarias y culturales han reclamado nismos de la restitución de los "datos correctos", corrobo-
con insistencia creciente la centralidad cultural de la na- rados en momentos precisos de los textos, los de la impos-
rración. La narración, según suele decirse, es el método
tura del placer de la lectura y los de la lectura como forma
fundamental con que damos sentido a las cosas; por ejem-
plo, al pensar en nuestra vida como una progresión que ha de liberación. Nos pide que suspendamos nuestras creen-
de conducir a alguna parte o al explicarnos nosotros mis- cias acerca de lo qué puede ser posible y lo que no, pues no
mos qué sucede en el mundo. Las explicaciones científicas nos permitirá leerla tan sólo desde sus sentidos literales,
dan razón de un suceso sujetándolo a leyes (si ocurren A sino que no s4nvrtará a que pongamos en nuestras signifi-
(

y B, entonces ocurrirá C), pero la vida no suele funcionar


caciones lo que^ya conocemos; algo que puede ser tan im-
así. No sigue una lógica científica de causa y efecto, sino
el tipo de lógica con que contamos una historia, en la que preciso como "el tauro del zoodíaco" o tan humano como
entender supone imaginar cómo un hecho conduce a otro, " Y si mamá no está en el cielo, dónde está".
cómo puede algo llegar a pasar: cómo es que Marga ha Es decir que preguntarse sobre los modos de leer lite-
acabado vendiendo software en Singapur, o cómo ha aca- ratura en el aula, supone partir de la convicción de que
19
bado el padre de Fran por regalarle un coche.
siempre nuestros alumnos leen. La escucha atenta de los
comentarios e interrogaciones que cada texto literario pro-
Lo que nuestros alumnos nos desafían a pensar en
picia en los alumnos, el análisis que podamos hacer de sus
nuestras clases es esta dimensión cultural de la lectura de
respuestas poniendo momentáneamente en suspenso aque-
los cuentos y las novelas que diariamente les proponemos.
llo que "debe ser leído" para cambiarlo por "aquello que
Y me seguiré centrando en la narrativa para abordar el pro-
puede ser leído" es modificar la convicción que descansa
blema de la lectura de literatura en la escuela, en gran me-
en la creencia de una lectura unívoca por lecturas posibles.
dida por lo que Culler señala: esto es, por su papel central
a la hora de otorgar sentido "a las cosas", a la realidad
misma, como quería o necesitaba hacer Juan con la muer-
2.4. Otro caso: las adversidades del placer de
te de su madre. También, porque la literatura nos demanda
la lectura
a los profesores que reconozcamos esta especificidad que
nos recuerda el teórico de la literatura: la literatura pone en
A l mismo tiempo que me hice cargo de ese octavo año,
evidencia cómo se imagina una relación entre los hechos
lo hice también en un cuarto año de la Escuela Media N° 33
narrados. La lógica de las historias narradas no es la misma
que articula con la EGB N° 128 en la ciudad de La Plata.
lógica que la del razonamiento científico. La literatura nos
Aún el polimodal no estaba implementado. Aunque ya los
pide un modo de leer particular que resiste los reduccio-
programas indicaran algunos de los nuevos contenidos a en-
señar, se seguían sustentando en la enseñanza de la literatu-
19
Culler, J., Breve introducción a la teoría literaria, Barcelona, Crítica, 2000,
ra desde la historia. El programa de Literatura para este
pág. 101. cuarto año era el de literatura española. A l hacerme cargo
',0 CAROLINA CUESTA DISCUTIR SENTIDOS

del curso, los alumnos ya habían trabajado con la profesora aquella época y hasta hoy, "lo feo". De esta manera, podría
anterior El poema del Mío Cid. "Vos sos joven como la otra, hacer al Lazarillo más cercano a "algo" que pudiera inte-
seguro que vas a renunciar mañana", así me recibieron. resarles. Les leí a los alumnos el prólogo junto con la
"Basta profesora de leer esas cosas, usted es joven", me de- "Égloga I>de Garcilaso de la Vega, para que tuvieran refe-
cían los más amabLs, por decirlo de algún modo. La jefa de rencia 4eja poesía culta, literatura de la época a la que el
departamento, seguramente por esa juventud a la que hací- Lazarillo encanto prosa se va a oponer. Les expliqué este
an referencia los alumnos y por las propuestas que yo le debate abundando un poco más este corpus que solía pre-
había trasmitido -me sentía mucho más cómoda con ado- sentarse en los programas por períodos, y en los manuales
lescentes de 16 a 20 años pues en el curso había algunos chi- de literatura para cuarto año.
cos repetidores- me solicitó que siguiera el programa. Ella A esa altura, la quinta clase aproximadamente, mis en-
iría a observarme y tan sólo me permitiría agregar algún cuentros con estos alumnos eran un caos. Ellos gritaban,
texto para fomentar el placer por la lectura que los clásicos me hacían chistes desafiando constantemente mi paciencia,
no lograban, pero que igualmente debían ser conocidos. agredían a los pocos que querían seguirme. Entre gritos y
Luego de trabajar algunos romances del ciclo del Cid retos continuaba con lo que me había propuesto. Comen-
y contrastar la figura del héroe medieval del cantar de gesta zamos a leer el "Tratado I " a partir de mi narración del
con el poco virtuoso que el pueblo había imaginado, pasé texto. Esto es que yo leía en voz alta, y cuando el disturbio
al trabajo con El Lazarillo de Tormes. De sus fortunas y era casi imposible de manejar, empezaba a contarles cómo
adversidades. No me incomodaba trabajar con este texto, continuaba la historia. Luego les hacía preguntas: "¿enton-
puesto que confiaba en que la narrativa facilitaría la lectu- ces qué pasó?", en mi afán de asegurarme que siguieran el
ra, además de su humor, que indudablemente debería ex- argumento, pues si no, no comprendían la historia, no en-
plicar, porque si no, los alumnos "no comprenderían el tenderían por qué Lázaro es un picaro, por ejemplo. Los
texto". Sí me preocupaba este rechazo que los clásicos es- alumnos se burlaban y yo continuaba restándoles impor-
pañoles provocaban en los alumnos, y que hacía peligrar la tancia. Así, entre gritos, llegamos a la siguiente escena:
clase. M i plan era presentar el Lazarillo para luego pasar a
cuentos que mostraran otras formas del humor en la litera-
Y con esto, y con el gran miedo que tenía, y con la breve-
tura; "más modernos", pensaba, y así lograr una lectura dad del tiempo, la negra longaniza aún no había hecho
más interesada en mis alumnos. Por ahí, de esta manera, asiento en el estómago, y lo más principal, con el des-
resolvería aquello del placer que aún no tenía demasiado tiento [la desmesura] de la cumplidísima nariz mediocua-
pensado. Hacía un tiempo que había leído la novela y la si ahogándome, todas estas cosas se juntaron, y fueron
causa que el hecho y golosina se manifestase y lo suyo
había estudiado en la facultad. A l releerla, pensé que sería
fuese vuelto a su dueño; de manera que antes que el mal-
adecuado atender a su prólogo, a la justificación de los mo- ciego sacase de mi boca su trompa, tal alteración sintió
tivos que hacían que el texto hablara de lo considerado, en mi estómago, que le dio con el hurto en ella, de suerte que
5? CAROLINA CUESTA DISCUTIR SENTIDOS

su nariz y la negra mal maxcada longaniza a un tiempo fortunas y adversidades, escucháramos e intentáramos pen-
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salieron de mi boca. sar por qué nuestros alumnos nos dicen que les parece "as-
queroso eLyomito de la longaniza sobre el ciego", pero que
"¿Qué, le vomitó la longaniza encima?", decían sor- les gú^sta eso, como ocurrió luego, un nuevo panorama se
prendidos. "Cómo va a pasar eso, no ves que sos un bruto", nos abriría. Si atendiéramos a la pertinencia del comentario
fueron algunos de los gritos que escuché. "No puede tener la acerca de ía imposibilidad de que la nariz del ciego fuese tan
nariz tan larga como para metérsela", y luego se sucedió una larga como para ser introducida en la garganta de Lázaro,
serie de groserías. "Sí", dije yo. Lázaro vomita la longaniza podríamos nosotros comprender que es el modo en que un
sobre el ciego, y volví a leer el fragmento ayudándolos con alumno "repetidor" de una escuela pública de la provincia
el español castizo de la época. De pronto, logré esa tan an- de Buenos Aires está leyendo la hipérbole en esta narrativa
siada atención que todos los profesores buscamos. Siempre 21
renacentista. De esta manera, podríamos comenzar a en-
les comento a los colegas con los que diariamente trabajo, tender que esa poca atención al argumento, en todo caso, se
que en ese momento me decidí a investigar acerca de la lec- debe a que es el grotesco de esa narrativa renacentista lo que
tura de literatura en el aula; aquella que se comparte en está orientando la significación de los alumnos. Menos des-
medio de su cotidianeidad, aquella que podemos escuchar orientada que con el octavo año, mi decisión de centrar el
cuando no personalizamos las posiciones que toman los trabajo sobre lo considerado socialmente feo comenzaba a
alumnos frente a la literatura -es decir, cuando parecen des- enseñarme que lo que irrumpe en las aulas no es una lectu-
preciarla y despreciar en definitiva nuestro trabajo-, cuando ra, no son dicotomías de lectores, sino diversidad de modos
dejamos que los significados que se apropian de manera de leer literatura puestos en acto por distintos lectores.
fragmentaria invadan la clase, sean objeto de reflexión y dis- Reconocer que un alumno efectivamente está leyendo
cusión "en el medio" de sus burlas, chistes, comentarios, que cuando realiza este tipo de comentarios, y que ese modo de
no tienen una apoyatura en el relato escuchado-leído sino en leer se basa en el descubrimiento de aquello que el texto le
otros, como le ocurrió a Juan. Un alumno fue llamado cons- presenta como novedad, es volver a pensar a la lectura en la
tantemente Lázaro, "por la cara cortada" decían varios com- escuela. Es muy probable que un joven no haya leído por
pañeros. Y, entre risotadas, yo podía escuchar un relato de las fuera de la escuela este clásico de la literatura española; es
desventuras de este alumno con una compañera del curso. probable que cuando lo lea en su casa como pedido de la es-
Es decir que si los docentes, en vez de insistir, por ejem- cuela luego no responda al cuestionario sobre su argumento,
plo, sobre las respuestas a las preguntas acerca del argu- el tiempo y el espacio en el que transcurre su historia; es pro-
mento en el "Tratado I " de El Lazarillo de formes. De sus

Para estos aspectos de las narrativas renacentistas, y seguir ampliando el


2 0
Anónimo, La vida de Lazarillo de Tormes. De sus fortunas y adversidades, tema, seguimos a: Bajtín, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y el
Buenos Aires, Espasa Calpe, 1961, págs. 32-33. Renacimiento. El contexto de Rabelais. Buenos Aires, Alianza, 1994.
54 CAROLINA CUESTA

bable que no lo lea, incumpliendo con la tarea escolar porque


"es muy difícil de entender" o "porque me aburre". No obs-
tante, haber leído en el aula junto con todos los alumnos uno
de sus Tratados nos muestra que sí leen. Por ello, cambiar la
pregunta sobre las posibles dificultades con la lectura de
nuestros alumnos, sobre su falta de motivación, sobre el pla-
cer que no encuentran en la lectura, por la liberación que no
produce, por la pregunta acerca de sus modos de leer litera-
tura, cuya respuesta es la afirmación de que sí leen pero lo 3 . SEGUNDO ACERCAMIENTO:
hacen de una manera que aún no conocemos lo suficiente, es LA LECTURA COMO PRÁCTICA
una invitación a reencontrarnos con nuestra tarea cotidiana.
SOCIOCULTURAL E HISTÓRICA
Este reencuentro también supone que demos lugar a conoci-
mientos literarios en el aula que la mayoría de las veces cre-
emos "elevados", casi "inalcanzables", para los jóvenes que
no respondieron en un cuestionario cuál es el personaje prin-
cipal y el narrador del texto que les contaba que "Un hombre
se puso a leer y leyó su propia muerte", "Que el cielo y el in-
fierno no existen", que "Teseo fue quien mató al Minotauro".
O que "Lázaro vomitó la longaniza sobre el ciego". Me re-
fiero a aquellos conocimientos que llamamos "teóricos";
esto es, provenientes de la teoría y la crítica literaria.
Cambiar las preguntas acerca de los vínculos que nues-
tros alumnos sostienen con la literatura en sus prácticas de
lectura, desarrolladas en el aula, es lo que hoy puede inte-
resarle a un profesor de lengua y literatura. Vínculos que
manifiestan en los modos de leer cantidad de significados
culturales que no están reñidos con los conocimientos teó-
ricos sobre la literatura, tanto con los que ya se enseñan en
la escuela como con los que aún no. Vínculos con la litera-
tura; modos de leer literatura que nos pueden ayudar a vol-
ver a creer en la apuesta de enseñarla, y que sea aprendida.

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