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Apuntes para una fenomenología del éxtasis alucinatorio.

»La sabiduría también me enseñó en la luz del amor


y me dijo de que modo fui dispuesta en esta visión.
Y no soy yo quien dijo estas palabra de mí,
sino Sabiduría las dijo de mí: Oye estas palabras y
no las digas como si fueran tuyas, sino mías,
y así instruida por mi habla de ti»
Vida y Visiones de Hildegard von Binguen, visión primera

Empezaré con la siguiente pregunta ¿Es posible presenciar el flujo temporal que constituye
toda experiencia, no sólo intuirlo, sino, comprenderlo reflexivamente y que en su
apropiación reflexiva siga constituyéndose como una vivencia? Dicho de otra manera,
¿Podemos prescindir del psiquismo en el análisis de las vivencias? Esto es lo que me
propongo responder en esta exposición. Para ello deberé darle legalidad a aquello que en el
análisis fenomenológico había sido excluido: Las experiencias límite de una subjetividad
que con vicios de pretender ser trascendental, en última instancia se muestra, a pesar de
todas sus pretensiones de universalidad, como una conciencia histórica, personal y unitaria,
pero sobre todo comunicable.

Antes de proseguir, debo aclarar que se entiende por una experiencia límite. Una
experiencia límite es aquella que pone en duda la estructura última de la legalidad de todo
fenómeno entendido como experiencia objetiva, o como vivencia sea o no reflexiva. En ello
se encuentra el motivo por el cual la fenomenología tradicional husserliana había excluido
del análisis los casos límite, ya que al ser sumamente particulares no se podía establecer un
esquema trascendental y científico; que era en muchos sentidos la finalidad de la
fenomenología, es decir, volver a la filosofía entendida como fenomenología1 una ciencia a
la par de los grandes proyectos científicos. Heidegger en ser y tiempo habría mostrado la
importancia de recuperar los casos límite de la experiencia; el caso paradigmático de esto se
encuentra en el momento en que la analítica existenciaria toma como punto de partida para
el fundamento fenomenológico a la experiencia de la “angustia”, para mostrar que el

1
En el sentido antes mentado utilizaré fenomenología y filosofía como sinónmos.
fundamento se encuentra desfondado, es decir, no hay un fundamento trascendental. Sin
embargo la angustia y la claridad que le sigue no tiene una apropiación positiva y reflexiva,
el fenómeno se retrae y se vuelve a mostrar la legalidad2 del mundo circundante3.

Pero que pasaría sí tenemos una experiencia que en términos fácticos se presenta
como duradera, introspectiva y al mismo tiempo que se temporaliza de manera discontinua,
permitiendo al sujeto explorar de manera consciente los distintos momentos de la
emergencia de su propia subjetividad como duración y como fuente de la que emana la
posibilidad de ese tiempo, mientras que el sentido de sus representaciones se muestra en su
brutal materialidad y perdida de todo fundamento trascendental. No sólo eso, sino que,
dicha experiencia fuera por un lado comunicable, científica y que al contrario de lo que
creería la fenomenología tradicional, estuviera dentro del universo de posibilidades de todo
sujeto histórico, ¿No está dentro del territorio de lo humano poder alucinar, no tenemos
acaso a nuestra disposición múltiples psicoactivos qué pueden generar dichos estados?

Lo pondré de otra manera; hay la probabilidad de tratar los distintos momentos del
proceso de aprensión de nuestras representaciones sin pasar por el filtro de una terapia
psicoanalítica; la cual en muchos sentidos puede ser más traumática que la propia
autoexploración de la conciencia. La finalidad no es la de exponer contenidos inconscientes
como génesis de una conducta maniática, en todo caso lo que decidan hacer con sus
alucinaciones depende de ustedes, aquí no hay una prescripción médica y ética. Es
entendible la resistencia de la fenomenología a tomar en cuenta el éxtasis alucinatorio
debido a las variables que nos presenta el suceso: ambiente, cultura y estado de ánimo.

Lo anterior apuntaría que la opción para el estudio científico sería extraer todos los
contenidos específicos para tener una vivencia pura. ¿Pero y sí en realidad el análisis de las
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Dice Husserl para entender a que se refiere la fenomenología por legalidad: “Tenemos, pues, contenidos
separados en el tiempo, e intuimos también una disociación fenomenológica temporal, una separación, pero
en el objeto no hay separación ninguna, es siempre el mismo: en el objeto, duración; en el fenómeno, cambio.
También podemos tener subjetivamente sensación de una secuencia temporal allí donde objetivamente hay
que establecer una coexistencia. […] La objetividad pertenece a la «experiencia», y a la unidad de la
experiencia, al orden legal-experiencial de la naturaleza. Expresado fenomenológicamente: la objetividad se
constituye no justamente en los contenidos «primarios» sino en los caracteres de aprehensión y en las
legalidades pertenecientes a la esencia de tales caracteres.” p.30 lecciones de 1905.
3
El carácter reflexivo poco tiene que ver con un cambio ético por parte del sujeto que tiene esta experiencia,
es decir, no se trata de un existencialismo a la manera de Sartre.
vivencias requiere de esos contenidos específicos? y ¿Cuál sería el trabajo del
fenomenólogo, entendiendo y llevando la máxima fenomenológica (ir a las cosas mismas)
como una guía vital del investigador?

Debo advertir que todo trabajo fenomenológico implica siempre una discusión
sobre el método. Entendiendo la filosofía como ciencia de la experiencia y por experiencia
desde la terminología heideggeriana como “experiencia fáctica de la vida”, la cual apunta a
lo aprehendido no como una objetualidad sino como mundo4. En este sentido el trabajo del
fenomenólogo se acerca peligrosamente al del antropólogo. Pero advertir la cercanía con la
antropología no debe de ser un impedimento, sino punto de partida para poder dotar aún
más a la fenomenología de cientificidad. Antes de que el fenomenólogo salte de su asiento,
invirtamos la afirmación anterior. El antropólogo se acerca peligrosamente al trabajo del
fenomenólogo. Puede que las pretensiones de cientificidad de la antropología se alcancen a
partir del método fenomenológico. El objeto de estudio es el mundo y en el mundo se
habita. Pero esto debe entenderse no a partir de una gnoseología, sino, desde la vivencia
reflexiva de una conciencia que emerge historizada.

Pero todo lo anterior es un pretexto, el sujeto histórico del cual puedo hablar es del
mío. Es momento de hablar de drogas, de que hable de las drogas y yo. Hasta el momento
mi exploración de estados alterados de conciencia me ha llevado a experimentar con la
mariguana, la cocaína, el jarabe de dextrometorfano y distintas variedades de
metanfetaminas de las cuales desconozco en la mayoría de los casos el tipo de síntesis, por
lo que no puedo darles más información. Pero del psicoactivo que hablaré es uno con el
cual he estado en el periodo más largo de investigación y de uso recreativo. Considerado
por muchos el alucinógeno, sino el más potente, sí el más popular, claro está, me refiero al
LSD.

4
“Experiencia designa: 1) la confirmación experiencial; 2) lo experienciado a través de ésta. [...]
<<Experienciar>> no quiere decir <<tomar nota>> (zur Kennetnis nehmen), sino afrontar lo experienciado, el
auto afirmarse de las configuraciones de experienciado, teniendo así tanto un sentido pasivo como activo.
<<Fáctico>> no significa efectivo como la naturaleza o causalmente determinado ni real como cosa. [...] sino
será comprensible únicamente a partir del concepto de lo <<histórico>>. [...] Si examinamos la experiencia
fáctica de la vida sólo según la dirección del contenido experienciado, lo que se experiencia, lo vivido, se
designa como <<mundo>> y no como <<objeto>>”. Heidegger, Martin, Introducción a la fenomenología de
la religión, traducción de Jorge Uscatescu, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 40, 42.
Como mencione antes la variedad de experiencias alucinógenas vuelven
complicado y riesgoso establecer legalidad a este tipo de experiencias. Los contenidos
pueden variar, la alucinación puede hacer emerger contenidos profundos, ser una
experiencia astral o terminar en una epifanía religiosa; por poner algunos ejemplos. Yo he
de confesar que tuve en un par de ocasiones alucinaciones que terminaron incluyendo
muchos elementos religiosos. Pero esto sólo es una nota superficial. Los contenidos a los
cuales refiero no son los elementos particulares de una experiencia irrepetible (ninguna
alucinación es como la anterior), sino el material con el que se forman las representaciones.
Lo diré de otra manera; el psiquismo puede arrojarnos luz de cómo se historiza una
vivencia en tanto que reflexiva, es decir, espejo de su propio experienciar; el contenido es
la situación vital y no la representación, pero sólo es posible en tanto que re-presenta lo
experienciado de manera temporal, es decir, el estudio fenomenológico, se vuelve, para
decirlo con Eduardo Nicol: psicología de las situaciones vitales o psicología situacional.

Hay que entender que la piscología situacional en este contexto se puede entender
como parte del método fenomenológico y no como un hibrido entre psicología y filosofía,
aunque utilice dicho método para enfrentarme a un fenómeno psíquico. La clave para
entender este método es la máxima fenomenológica. Dicho lo anterior, se establece que se
prescinde de cualquier pretensión psicologista debido a que no hay ningún esquema previo
trascendental que explique las estructuras de la consciencia (el andamiaje psicoanalítico
tradicional descansaría en 3 presupuestos psicologistas, yo, ello y super-yo). La base es la
historia, el fenómeno es el aparecer de la conciencia histórica. Es por ello que las
representaciones descansan en contenidos determinados como temporales (cultura, historia
personal y convicciones políticas, etc.). Quiere decir que la psicología es relacional y
estrictamente una situación vital.5

5
La stiuación no es pura exterioridad: es una correlación de lo interno y lo externo. Cambia la situación
cuando camba el modo de estar en ella: la pre-disposición subjetiva.//Todas las diferencias que puedan
advertirse entre dos sujetos, por su cuerpo, su temperamento, su carácter y su conducta, no son más que
diferencias situacionales: modos de estar en, que quiere decir modos de ser. Pues no todas las situaciones son
ocasionales y momentáneas. Todas estas integran la unidad de la experiencia; pero unas son constituyentes
originarias, como ser barón o hembra […] Otras son permanentes a partir de un momento de la vida, como ser
monje […] Lo que es cada individuo, como unidad orgánica total, aparece el tejido completo, pero
discernible, de sus situaciones vitales. Eduardo, La Revolución en la Filosofía, Crítica de la Razón Simbólica,
Fondo de Cultura Económica, México, 1981], p 81, Lo anterior marca los límites de la psicología
situacional. “El principio de correlatividad espacio-temporal podría adoptarse aquí, variando los términos de
Toda situación vital se inscribe en la totalidad del mundo, independientemente del
marco cultural, el temple, ideología, formación intelectual o estado de conciencia, sea
llamado ordinario o no ordinario. Aunque difícil, estar en una situación eufórica y
visionaria (alucinación) no sólo en el sentido anterior mentado, también es un
acontecimiento calendarizado que, requiere del momento de su aparición como fenómeno
auto reflexivo. Y esta es la nota común de mis múltiples viajes.

Yo he admitir que la configuración teórica de la experiencia viene del trabajo


posterior. El experienciar a pesar de poder ser auto reflexivo, no pasa por el filtro teórico.
Esto puede parecer contradictorio, pero a lo que me refiero, es a la emergencia pre-teoretica
de lo experienciado. La teoría lo que define en ese sentido es la posibilidad del acceso a un
estado que implica el carácter pre-teorético, unitario e irrepetible de un evento que por su
complejidad y saturación sensorial, sobre pasa los límites de lo que el sujeto puede decir de
la propia experiencia. Algo que si he podido contrastar con las experiencias de mis amigos
y de otros conocidos con los que he compartido largas charlas sobre el LSD, es la
imposibilidad aparente de poder expresar los contenidos de cada alucinación. Aparente
porque al final, el acuerdo radica en que lo que se conoce es la experiencia como
experiencia y que dichos contenidos específicos son el pretexto perfecto para dejar a lo
indecible del momento de ser conscientes, o mejor dicho, autoconscientes de la totalidad de
la experiencia. En este sentido la radicalidad de la experiencia límite y que por ellos puede
suscitar tan distintas formas de autoconocimiento, sea epifanía religiosa, moral, lúdica e
incluso alguna forma de conciencia política, tiene como soporte a este autorreflejarse en el
flujo constituyente del tiempo como duración como indecible pero visible.

Ahora, esto en términos de descripción fenomenológica es correcto, pero por


principio metodológico está incompleta la investigación. La mejor forma de completar la
investigación fenomenológica sobre la emergencia de la subjetividad a partir de la luz que
otroga al investigador poder presenciarse como, no objetualidad, sino como parte de un
mundo en relación significativa, es siguiendo incluso como prescripción ético-científico, la
máxima fenomenológica. ¡Vamos a las cosas mismas!

su aplicación. El espacio vital sería el mundo; el tiempo sería la historia; el sujeto sería la entidad humana
llamada comunidad. De este modo, la situación vital del individuo se inscribe en la situación histórica” p.105.

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