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ULLMANN W; Historia del pensamiento político en la Edad Media, Barcelona, Ariel, 1999.

- Introducción.

El autor está de acuerdo en que hay continuidad desde la edad media a la modernidad respecto
de la formación de los conceptos políticos. Considera que es en el periodo medieval cuando
aparecen las ideas e instituciones políticas: surge y se desarrolla en Europa occidental una
sociedad que no contaba con una experiencia anterior en materia política, ni con un modelo
adecuado para adaptar sus formas de gobierno público.

Luego de pasar el trauma de las invasiones germánicas, surge el problema de cómo defender el
orden público y la paz, de cómo regular la vida pública, de cómo organizar las relaciones
sociales.

¿De dónde viene el poder público? En la Edad Media predominaban dos formas de gobierno y
legislación. Una, la más antigua, denominada por el autor como teoría ascendente donde la
característica es que el poder reside en el pueblo. Así describía Tácito a la forma de gobierno
germánica. Como el poder residía en el pueblo, las asambleas populares elegían a un jefe que no
tenía más poder que el que le daba la asamblea. Así, existía un derecho a negarse a las órdenes
del gobernante y esto explica la facilidad con que eran depuestos. Con el tiempo, comienza la
costumbre de elegir para el trono a hombres de determinadas familias aunque el principio seguía
siendo el mismo: la asamblea controlaba al poder de sus dirigentes actuando como tribunal.

Frente a esta estaba la concepción descendente. El poder reside en un ser supremo que con el
Cristianismo se identificó con la misma divinidad. En el V Agustín dice que Dios daba sus leyes
a la humanidad por medio de los reyes y lo mismo repite Tomás de Aquino en el XII. La noción
es que no hay más poder que el de Dios y el poder es legado. Todo cargo de gobierno se cubría
desde arriba y quien desempeña el poder es responsable sólo ante Dios. Esta es la teoría
teocrática.

La historia de las ideas políticas en la Edad Media es, fundamentalmente, la lucha entre estas
dos teorías. Los pueblos germánicos adoptaron el cristianismo y la teoría ascendente vuelve a
surgir recién hacia el XIII haciendo casi desaparecer a la descendente.

La adopción del sistema descendente explica el carácter eclesiástico y latino del pensamiento
político de la Edad Media. Fue cultivada por los clérigos que eran los únicos con formación
cultural y cumplían con los cargos más importantes de la Corona. Si bien esto lo distingue de lo
antiguo y lo moderno, fue clave para la siguiente evolución del pensamiento político.

De los siglos V al XI hay muy poca producción de doctrina política porque era a través de la
práctica misma, de papas y emperadores, que se formulaban las ideas. Toda doctrina política
estaba implícita en las acciones que, a menudo, eran respuestas a situaciones concretas. El
vehículo de expresión de las ideas era la ley.

De aquí otro rasgo típico: la conexión entre ideas políticas y jurisprudencia. La ley tenía
objetivos determinados y, por ello, dependía de las ideas previas a elaborarse.

Puede decirse que la ley medieval era una doctrina política aplicada. Trata de plasmar en la
realidad la idea de justicia pero su esencia dependía del punto de vista de cada gobernante y de
allí que haya sido tan importante establecer de dónde surge el poder pues de allí se califica si un
gobernante está o no capacitado para dictar leyes.

Al ser cristianos en la sociedad, en la mente del hombre medieval no entraba la idea de una
distinción de las prácticas; es decir, no se distinguían conductas políticas, religiosas, morales
sino a la conducta del creyente en su totalidad. La distinción existía entre los laicos y los
clérigos representados por las figuras de rey y sacerdote y organizados como clerecía y pueblo.

Antes del siglo XIII, se desconoce el concepto de Estado como conjunto de ciudadanos que
viven de sí mismos y según sus propias leyes. Y cuando surge es por el rescate e influencia de
Aristóteles al igual que el término “político”. Para ambos casos se usaba el término “gobierno”
que estaba en relación al concepto romano de “poner bajo ley”. Así, destaca que aunque la
cuestión del origen del poder estaba en el aire, eso no implicaba que hubiera una contradicción
entre Iglesia y Estado porque el problema se daba entre cristianos.

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