El día de hoy se me ha solicitado realizar una breve presentación sobre los derechos de
la víctima en la reforma procesal penal a la luz de la Constitución chilena.
Para ello, primero pasaremos revista en forma muy sintética al rescate que la
victimología realiza del ofendido por el delito como sujeto de estudio de las ciencias
penales, y a la especial consideración que esta rama tiene de los derechos y
necesidades de aquel al interior del proceso penal.
A continuación, veremos el impacto que la referida disciplina ha tenido en el derecho
constitucional comparado y nacional, para finalmente analizar someramente algunos
de los derechos de las víctimas comprendidos en el Código Procesal Penal y que
guardan relación directa con valores y derechos reconocidos por nuestra Carta
Fundamental.
I.- Introducción
IV.- La Reforma Procesal Penal como una relectura de los derechos y garantías
de la víctima en la Constitución
Después de haber pasado revista tanto a la consagración procesal penal del valor
constitucional de la dignidad como de las notas básicas de la garantía del debido
proceso, nos corresponde abordar ahora la concreción legal del derecho fundamental
de las víctimas a la protección.
Con anterioridad a la reforma procesal penal, nuestra Carta Fundamental sólo contenía
una norma referida a la protección de la víctima, al mencionar las causales que hacen
procedente la prisión preventiva en el artículo 19 número 7 letra e.-. Dicha regulación
era insuficiente, atendido que sólo hacía referencia a una medida específica de
protección, esencialmente revocable, sin posibilidad de ser sustituida por medidas
alternativas y que no se hacía cargo de que muchas veces la amenaza proviene del
entorno cercano al imputado, más que del imputado mismo.
Producto de las modificaciones introducidas a nuestra Carta Fundamental con ocasión
de la reforma procesal penal, se asignó por primera vez, en forma expresa y con rango
constitucional, la función de proteger a las víctimas a un organismo estatal. En el
ámbito legal, la Ley Orgánica Constitucional del Ministerio Público reitera, en su
artículo 1°, la norma del artículo 80 A de la Constitución.
Cabe prevenir a este respecto que resulta curioso que éste sea el único caso en que la
decodificación que el Código Procesal Penal realiza de la norma constitucional es más
restrictiva que la interpretación que primitivamente se pretendió dar a su contenido.
Al respecto, el mensaje del proyecto de ley que reformó la constitución creando el
Ministerio Público, señala, en su página 2, punto II, párrafo segundo: "de esta forma se
tendrá, por una parte, al Ministerio Público en representación de los intereses de la
comunidad en la persecución del delito, que litigará a través de los fiscales y que
representará asimismo los derechos de la víctima del delito. Eventualmente podrá
haber, asimismo, un abogado querellante representando los intereses de la víctima".
No obstante la latitud con que el Ejecutivo comprendía este deber de protección, la
tramitación legislativa del proyecto parece haberlo orientado en una dirección más
restrictiva.
Así, la indicación sustitutiva presentada por el Ejecutivo ante la Comisión de
Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado, y a instancias de ésta,
señaló como fundamento de la norma sobre protección de las víctimas, que se trata de
una "atribución que hoy en día no está radicada determinadamente en ninguna
autoridad y que requiere, por lo general, de la adopción de medidas urgentes o
inmediatas para ser eficaz"(23).
Si bien dicho fundamento no es enteramente exacto dado que el ordenamiento jurídico
chileno también impone el deber de proteger a las víctimas como ciudadanos a las
autoridades del gobierno interior, a las policías e incluso al propio Poder Judicial, el
objetivo de la norma constitucional es atribuir al Ministerio Público una
responsabilidad propia y de relevante importancia para la debida protección de las
víctimas. Ciertamente, esta atribución no es exclusiva del Ministerio Público, pero sin
duda es una de las más importantes en concepto de la Constitución Política y por ello
no es excusable que este organismo no ejerza esta atribución a pretexto de que también
le corresponde ejercerla a otras autoridades del Estado.
De las consideraciones anteriores, es dable colegir que la interpretación que se impuso
respecto de esta norma tuvo un carácter más restringido, consistente en que el
Ministerio Público se encuentra obligado al resguardo de aquellos derechos ligados a
la esfera más íntima de la víctima y que requieren de una protección rápida, pues de lo
contrario se verían anulados, como son los derechos a la vida, a la integridad, a la
seguridad, a la intimidad y al honor. Lo anterior se ve reflejado al estudiar las normas
de nuestro Código.
Ahora bien, este último cuerpo normativo se refiere a la protección de las víctimas en
diversas disposiciones. Entre ellas, las más importantes son las previstas en los
artículos 6°, 78, 109 y 289. Estas normas tienen como fundamento la protección, no de
la víctima, puesto que no puede ser entendida como un objeto sobre el cual se aplican
medidas, sino de sus derechos a la vida, integridad, seguridad, intimidad y honor(24).
Lo expuesto no es otra cosa que la consecuencia lógica del deber de respeto de la
víctima en tanto sujeto y, por tanto, del valor dignidad.
El alcance subjetivo del deber de protección por parte del Ministerio Público se
extiende no sólo a la víctima, sino también a su círculo más cercano de afectos. Ello
en virtud de lo dispuesto por los artículos 78 y 109 del Código Procesal Penal, que
amplían el ámbito de la protección a la familia del ofendido.
Asimismo, cabe observar que, toda vez que la medida de protección perturbe el
normal desenvolvimiento de la víctima, requerirá su consentimiento en forma previa a
la adopción de aquella.
Respecto de las medidas destinadas a la protección, éstas pueden ser adoptadas en
forma autónoma por el Ministerio Público en aquellos casos que no transgredan
derechos fundamentales de otros intervinientes(25), o bien, decretadas por el juez o
tribunal en caso contrario, como puede ocurrir con las medidas cautelares personales.
Sin embargo, es necesario destacar que las medidas de protección a las que hemos
hecho referencia son adoptadas con motivo del proceso penal y que, por regla general,
se encuentran destinadas a subsistir mientras éste también lo haga, por lo que tienen un
carácter provisional.
No obstante, este término no puede ser automático, dejando a la víctima por completo
desprovista de seguridades básicas.
Por ello, los artículos 308 y 322, ambos del Código Procesal Penal, permiten extender
las medidas de protección de testigos y otros terceros que debieren intervenir en el
procedimiento por el tiempo que fuere necesario, aún después de prestada la
declaración en juicio. Para brindar un adecuado cumplimiento a este mandato legal, el
Ministerio Público procura diseñar estrategias de protección que signifiquen que, al
término de la adopción de estas medidas, las personas beneficiarias se encuentren en
las condiciones personales necesarias para desarrollar su vida cotidiana sin temor a
una inminente agresión.
Además, existen casos en que nuestra legislación especial permite la mantención de
medidas de esta índole con posterioridad al procedimiento, como es el caso de la
relocalización de víctimas que hayan participado como testigos en delitos terroristas
(art. 19 Ley 18.314).
Espero haber contribuido con estas breves palabras al debate que es necesario generar
en nuestro foro, en torno a la situación de la víctima y sus derechos en el nuevo
sistema procesal penal.
A nuestro entender, parece claro que ya no es posible hablar del proceso penal sin
hablar de la víctima, ni decir que el proceso es una construcción realizada para la
defensa de los derechos del imputado y la limitación del castigo, solamente.
A partir de la reforma, el sistema de normas que regula la justicia criminal y su
funcionamiento, debe ser entendido como un sistema de garantías para todos los
ciudadanos y, especialmente, para las víctimas de delitos.
El aseguramiento de las condiciones necesarias para que el ofendido ejerza
legítimamente sus derechos al interior del procedimiento, forma parte de la garantía
del debido proceso, y junto con la protección de la víctima son para el Ministerio
Público una misión fundamental, además de un compromiso de justicia.
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5.- La reforma al art. 20, en virtud de la cual se establecieron estos amplios derechos a
favor de la víctima en México, se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 21
de septiembre de 2000 y entró en vigencia seis meses después de esa fecha. Con
anterioridad a esa reforma, los derechos constitucionales de las víctimas en México se
limitaban a recibir asesoría jurídica, ser satisfechas en la reparación del daño,
coadyuvar con el Ministerio Público y recibir atención médica de urgencia.
6.- La víctima frente al sistema jurídico-penal, Serlipost ediciones jurídicas,
Barcelona, 1994, p. 90.
9.- Proceso Penal y Derechos Humanos, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2000, pp.
23 ss.
11.- RÍOS ÁLVAREZ, "La dignidad de la persona", en Gaceta Jurídica , N.° 47, p. 6.
13.- Mensaje del proyecto de ley que establece un nuevo código de procedimiento
penal (Boletín N.° 1630-07, página 99).
14.- Véanse, v. gr., Instrucción General N.° 11, punto 33; Instrucción General N.° 19,
punto 2; Instrucción General N.° 25, punto 11. Todos en Reforma Procesal Penal.
Instrucciones Generales números 1 a 25, Fiscalía Nacional del Ministerio Público,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2001, páginas 157, 324 y 437.
16.- CEA, "Marco constitucional del proceso justo", en Revista chilena de derecho, n.°
9, 1982, Santiago de Chile, 1982, p. 75.
17.- Cabe recordar que la Ley N.° 19.519, sobre reforma constitucional que crea el
Ministerio Público, hizo extensiva la garantía del debido proceso a la fase de
instrucción penal.
18.- Al respecto, el Oficio del Fiscal Nacional N.° 53, de 29 de enero de 2002, que
informa y comenta modificaciones al Código Procesal Penal introducidas por la Ley
N.° 19.789, señala: "La nueva redacción del artículo 6° expresa que el deber de
promoción de mecanismos que favorezcan la reparación del daño causado a la víctima
no importa el ejercicio de acciones civiles que puedan corresponderle. En esta parte, la
norma guarda armonía con lo dispuesto en la letra c.- del inciso segundo del artículo
78 del Código Procesal Penal, según el cual los fiscales del Ministerio Público sólo
pueden, en materia de acciones civiles indemnizatorias, informar a la víctima de su
derecho de acceder a los órganos jurisdiccionales para reclamar el reconocimiento del
derecho subjetivo a obtener la indemnización del daño causado por el hecho ilícito,
orientarle en torno a la forma de ejercerlo como asimismo, remitir los antecedentes al
organismo del Estado que tuviere a su cargo la representación de la víctima en el
ejercicio de las respectivas acciones civiles. Esto es, según el artículo 78 C.P.P, en
relación con el inciso segundo del artículo 59 del mismo cuerpo legal, los fiscales no
cuentan con la legitimación activa para deducir a favor de la víctima las acciones que
tengan por objeto perseguir (mas no asegurar, pues según el artículo 157 C.P.P, los
fiscales pueden impetrar acciones cautelares reales en beneficio de la víctima) las
responsabilidades civiles derivadas del hecho punible, ya sea según las reglas
generales de responsabilidad extracontractual (Arts. 2314 y siguientes del Código
Civil), ya sea conforme a reglas especiales previstas en la ley (Art. 410 del Código
Penal, v. gr.).".
20.- Señala este precepto que procederá la declaración de nulidad del juicio oral y de
la sentencia: a.- Cuando en la tramitación del juicio o en el pronunciamiento de la
sentencia, se hubieren infringido sustancialmente derechos o garantías asegurados por
la Constitución o por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se
encuentren vigentes.
23.- Historia de la Ley N.° 19.519 sobre reforma constitucional que crea el ministerio
público, op. cit., p. 188.
25.- Véase la primera parte de la letra b.- del inciso segundo del artículo 78 CPP.