Ministra de Justicia
Este gran objetivo lo hemos acometido con gran decisión y con visión estratégica
de Estado, por cuanto, dada su magnitud, su concreción supera un período
gubernamental y, por lo tanto, hay tareas que hemos ejecutado, otras que
llevaremos adelante hasta el término de nuestra gestión y otras que dejaremos
iniciadas o propuestas y que son ineludibles.
A los precedentes desafíos han de sumarse todavía otros que dicen relación con
aspectos substantivos del sistema y respecto de los cuales se han desarrollado
estudios, previendo cambios en el futuro. Entre ellos podemos mencionar la
Reforma de la Justicia Constitucional; la Reforma de la Legislación Sustantiva Civil y
Comercial; la Reforma al Código Penal; la codificación de la Justicia de Familia; la
mejora general en la Legislación Infanto Juvenil, y la Reforma a los Procedimientos
Civil y Laboral.
Se ha expresado, con razón, que los Sistemas de Enjuiciamiento Criminal son los
más elocuentes indicadores del grado de respeto por los derechos de las personas
que existe en un ordenamiento estatal o, dicho de otro modo, que el autoritarismo
se revela en la forma en que los poderes públicos encaran el reproche a las
conductas desviadas o a las formas de comportamiento anómico. En las sociedades
que han instalado a la democracia como forma de convivencia y como método para
la adopción de las decisiones públicas, y donde, por lo mismo, las violaciones
masivas a los derechos humanos suelen estar clausuradas, es el sistema procesal
penal el sector del Estado donde las formas más abusivas hacia las que
inevitablemente tiende el poder suelen manifestarse. En países donde las formas de
marginalidad son casi un producto permanente de procesos de desarrollo desigual,
el proceso ante la Justicia del Crimen no es más que el último segmento de un
largo camino de criminalización informal que afecta a los sectores más vulnerables
de la población y, por lo mismo, suele ser escenario de violaciones a los derechos
fundamentales.
Fortalecer las garantías en el ámbito del proceso penal es, así, una tarea que
entendemos exigida indirectamente por los principios en materia de derechos
fundamentales.
En la medida que el Sistema Penal en sus diversas fases pone frente a frente al
individuo y al Estado, configura una situación que es de las más delicadas que ha
de afrontar el sistema político, puesto que allí se juegan todas las promesas del
Estado Moderno: el Estado, por una parte, ha de prestar protección, pero, por otra,
y a la vez, ha de hacerlo sin transgredir los límites que le confieren legitimidad.
Protección de la víctima y restablecimiento de la paz social, sin transformar al
victimario en víctima del Estado, es el delicado equilibrio a obtener mediante el
Sistema Penal. Alcanzarlo significa, en buenas cuentas, llevar a término los ideales
inconclusos del Estado Constitucional y Democrático que, por vez primera y de un
modo ciertamente imperfecto y aún incompleto, se procuró instalar por vez primera
en nuestros países, y en Chile en particular, en la primera mitad del siglo XIX. No
debemos ver, por eso, en los actuales movimientos de reforma en la región latino
americana, un proceso que solo interese a los juristas; la reforma constituye, desde
que se fundaron las Repúblicas en nuestros países, el intento más profundo de
transformar al Estado.
Con estos antecedentes, hemos resuelto establecer un sistema acusatorio, que será
totalmente distinto al vigente, que permita la existencia de un debido proceso, por
la vía de separar las funciones de investigar y de juzgar, creando un juicio oral y
público, a cargo de un Tribunal Colegiado de Jueces profesionales.
El hecho de que a los Jueces se les reserve las funciones de tutelar los valores
fundamentales del ordenamiento, los derechos subjetivos públicos de las personas
y juzgar con imparcialidad y en justicia los conflictos que ante él comparecen, luego
de un debate abierto entre sujetos provistos de igualdad de instrumentos -qué
duda cabe-, es un cambio mayor.
Ello exigirá, desde luego, de parte de los Programas de Formación de Jueces una
especial adaptación, porque las habilidades, destrezas y conocimientos que cada
una de esas funciones requieren son también diferentes.
Sobre el particular debemos reconocer que los avances logrados en estos años se
deben a un creciente consenso, que ha sumado el compromiso fundamental de
Senadores y Diputados, de todos los sectores, que han ido aprobando casi en forma
unánime las iniciativas legales; el aporte extraordinario del Poder Judicial, del que
hemos recibido importantes aportes para el perfeccionamiento de los cuerpos
jurídicos y apoyo para la concreción de la reforma, y de distintos sectores de la
comunidad jurídica, resaltando el trabajo de la Corporación de Promoción
Universitaria, de la Fundación Paz Ciudadana y de distintas universidades.