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EN UNA SITUACIÓN HIPOTETICA.

Ante el panorama de la unidad que se requiere para la izquierda, es muy conveniente que se piense
ser flexible, sin que ello implique salirse de sí mismo o perderse. “Hay que doblarse para no
quebrarse”, diría la derecha, y en eso sí que son muy bueno ellos. Pero el asunto presente aquí es
el de la unidad de la izquierda y de los sectores progresistas. Por lo general la unidad resulta mucho
más fácil cuando se está en el poder, desafortunadamente la izquierda en Colombia no ha estado
nunca y su experiencia es poca al respecto, razón por la cual los problemas de unidad se dan en
torno de cómo hacer para llegar al poder. Puede afirmarse con razones de causa que en Colombia
lo que ha primado siempre es la preocupación por lograr espacios de legalización de la izquierda,
entendiendo que la ilegalidad no consiste en su posibilidad jurídica, sino en su posibilidad real de
hacerse a los medios para crecer, para hacerse visible y dar a conocer su proyecto. La plutocracia
Colombiana siempre ha esgrimido, el único argumento que le ha funcionado en todas las épocas, el
de las armas, para ganar toda contienda democrática y por eso parece que no hubiera alternativa,
porque lo que en sí buscan quienes prolongan el conflicto armado es matar la esperanza, acabar
con toda ilusión de un futuro distinto y hacer creer que solo hay un camino, una vía, la del
capitalismo en su forma neoliberal.

Es por eso que la experiencia que se abrió en 1997 con el triunfo de Chávez en Venezuela y los
gobiernos progresistas que se vinieron después en otros países, son el vivo ejemplo de que sí es
posible una alternativa. Obviamente que en los países latinoamericanos no se ha dado aún muestras
serias de querer avanzar al socialismo, salvo la revolución bolivariana, todos los demás países siguen
por la senda de un capitalismo que rompe con el neoliberalismo, pero no han mostrado ruptura real
con la lógica del capital. Es por ello que el ataque más feroz cae sobre el país bolivariano
pretendiendo asfixiarlo, generándole caos y engendrando desesperanza, miedo y angustia. Nada
mejor para causar eso que atacar el diario vivir de la población, porque una cosa es tener adeptos a
un proyecto cuando se está en las buenas y otra cosa es conseguirlos cuando llegan la época de las
vacas flacas. Lo que algunos analistas llaman, yo creo que mal llaman, el movimiento pendular de
los tiempos, busca acabar de una vez por todas con la esperanza nacida en el año de 1997 creado la
falsa ilusión de que toda alternativa por fuera de la lógica capitalista es imposible. Ya se probó eso
con la experiencia rusa - dirán analistas políticos – y se reitera ahora con Venezuela. (Con el pasar
del tiempo agregaran a Ecuador, Bolivia y todo aquello que medio huela a izquierda).

Para quienes creemos que el proceso latinoamericano proporciona una posibilidad real al caos
capitalista, especialmente el venezolano, debe llamar la atención el comprender cómo fue posible
reconstruir la esperanza en esos países, que la hegemonía presente del proyecto neoliberal había
matado, para qué las fuerzas progresistas o de izquierda se tornaran en bloque histórico. Tener en
cuenta la dinámica de los vecinos para pensar fórmulas de unidad, aprendiendo sin copiar, puede
resultar una buen opción. No cabe duda que, para el fin de la unidad, la implementación de los
acuerdos es necesarios, pero desafortunadamente no tenemos mayor ventaja, el tiempo nos
pisándonos los talones y nos ha generado una apariencia de que el problema ahora ya no es el
conflicto, sino la corrupción.
Ahora bien, frente a ese hecho indiscutible que es el tiempo, del cual no tenemos dominio (como
tampoco de otros factores), creo que la discusión por la unidad es imperiosa, sin embargo, el
problema es cómo hacerla. ¿Una unidad entre los mismos? ¿Una unidad entre parecidos? O una
unidad entre todos. Si retomamos la idea de la esperanza, de reconstruir la ilusión de una alternativa
será necesario que todos estén. La razón de ello radica en la poca fuerza con la cual actualmente
cuenta la izquierda, pretender una unidad con los mismos para generalizarla seria seguir haciendo
un monologo y se vuelve más solitario cuando se sabe que no se tiene mayor control de las
situaciones.

A que hago referencia con la idea de una unidad entre todos. Hasta ahora hemos creído y le hemos
apostado al acuerdo de paz como el catalizador de la unidad, y es bueno que pensemos así, pero
como no tenemos la fuerza, ni los suficientes medios para mover las dinámicas políticas sobre el
proceso de paz, creo que debemos pensar en ser los suficientemente flexibles para que la realidad
futura no nos quiebre. Hasta ahora hemos pensado en dos escenarios reales para las elecciones de
2018, uno donde está la derecha Uribista y otro donde está el proyecto del estado de transición.
Para este caso nos inclinamos a favor del segundo. En otro escenario hemos pensado al mismo actor
uribista al lado de una propuesta anticorrupción. Y hasta ahí hemos llegado. Las ideas de unidad que
tiene la izquierda, la del PCC, Marcha y UP, parecen pensadas para esos dos escenarios, en la cabeza
de quienes hablamos de unidad esta, de forma inconsciente esos panoramas. Sin embargo, creo
que debemos tener en cuenta uno más, para el cual no estamos preparados, el cual podría ser el
proyecto de gobierno de transición, al lado del que ataca la corrupción.

¿Qué hacer en ese caso? Sabido es que quienes se han montado en el discurso de la anticorrupción
son personas en su mayoría oportunistas, pero que como van cabalgando en la ola de momento de
opinión pueden resultar a la cabeza de todos los procesos (ya paso una vez con Mocus). Por lo tanto,
teniendo en cuenta ese escenario, lo más seguro es que los amigos verdes o anticorrupción, se
cierren ante cualquier posibilidad de dialogo y generen simpatía para los sectores uribistas, sin que
esto implique un apoyo directo.

Sera conveniente tener en cuenta esa situación hipotética, no descartarla y sobre todo no
desestimar a los amigos que plantean un discurso anticorrupción, porque puede darse el caso que
ellos estén en la punta de la campaña presidencial el próximo año. Así entonces, nuestra noción de
esperanza debe hacernos tan flexibles para evitar que una realidad futura inesperada nos quiebre y
sean otros los que se quiebren.

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