Los receptores son largas cadenas de aminoácidos y, por tanto, son un tipo de proteína y se alojan
parcialmente en las membranas neuronales. Están formados por tres porciones:
• Una porción extracelular
• Una porción transmembranaria
• Una porción intracelular
La cadena de aminoácidos que constituye el receptor no se dispone en línea recta, sino más bien en forma
helicoidal alfa, como una espiral alrededor de un núcleo central. El sitio de unión para el neurotransmisor
se encuentra dentro del núcleo central en muchos receptores, es decir, dentro de la hélice.
La tercera parte del receptor de un neurotransmisor es intracelular, a veces llamada lazo citoplasmático,
puede interactuar con otras proteínas transmembranarias o con proteínas intracelulares a fin de evitar
sistemas de segundo mensajero
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Los enzimas son muy importantes para el funcionamiento de la célula, ya que algunos crean moléculas (es
decir, las componen), y otros destruyen moléculas (es decir, las descomponen). Un enzima responsable
del uso de energía es la ATPasa.
También se incluyen los factores de transcripción, que activan los genes permitiendo que entre en acción
el ARN polimerasa que transcribe el ADN en ARN.
Los genes precoces inmediatos (genes de respuesta precoz), con nombres tan exóticos como cJun y cFos,
son algunos de los primeros que pueden transcribirse inmediatamente después de la acción del
neurotransmisor en los receptores postsinápticos. De hecho, los propios productos génicos de los genes
precoces, como el producto génico Fos del gen cFos, y el producto génico Jun del gen cJun, pueden
formar factores de transcripción con nombres no menos exóticos, como la cremallera de leucina.
Los genes de inicio tardío son activados por dichos productos de los genes de inicio rápido para perpetuar
la cascada iniciada anteriormente por el neurotransmisor. Los genes de inicio tardío son los reguladores
últimos de la neurona postsináptica, ya que sus productos génicos incluyen todas las proteínas
importantes que fabrican las neuronas diana, incluyendo enzimas, receptores, factores de transcripción,
factores de crecimiento, proteínas estructurales y muchos más.
La configuración espacial de estas diferentes moléculas, unas con respecto a las otras, facilita sus
interacciones mutuas y pueden organizarse para cooperar en equipos que lleven a cabo diversos aspectos
de la neurotransmisión química.
Esta bomba de recaptación toma parte activa en el proceso de neurotransmisión, que se inicia con la
descarga de la neurona presináptica y la liberación del neurotransmisor. Éste se difunde a través de la
sinapsis, se une selectivamente a sus receptores y desencadena todos los acontecimientos subsiguientes
que traducen ese mensaje químico en otro impulso neuronal en la neurona postsináptica, activan los
genes postsinápticos y regulan diversas funciones celulares en la neurona diana. Luego el neurotransmisor
se difunde apartándose de su receptor, y puede ser destruido por enzimas o transportado de nuevo hacia
la neurona presináptica.
Cuando el neurotransmisor vuelve a difundirse con éxito a la neurona presináptica, un sistema de
transporte que le ha estado esperando allí se une a él en presencia de sodio, y con la ayuda de su
compañero de equipo –el sistema enzimático sodio-potasio ATPasa, que proporciona energía- traslada al
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neurotransmisor de nuevo al interior de la neurona para su empaquetado y reutilización, mientras que al
mismo tiempo intercambia Na por K con la neurona.
Los dos ejemplos mejor conocidos de segundos mensajeros son: el Adenosín monofosfato cíclico (AMPc) y
el fosfatidinilinositol (PI).
Aunque aquí se muestran las acciones de una proteína estimulante, otros tipos de proteína son inhibidores
y retardan o impiden el acoplamiento del receptor con el enzima que fabrica el segundo mensajero.
Por lo tanto, el traspaso del primer mensajero al segundo mensajero se realiza por medio de una cascada
molecular: del neurotransmisor al receptor del neurotransmisor; del receptor del neurotransmisor a la
proteína G; del complejo binario de dos receptores a un enzima y del enzima a la molécula segundo
mensajero.
Así pues, los genes no regulan directamente el funcionamiento celular, sino que más bien regulan
directamente las proteínas que provocan dicho funcionamiento. Por lo tanto, los cambios en la función han
de esperar hasta que ocurran los cambios en la síntesis de proteínas y empiecen a producirse los
acontecimientos que éstas originan.
Un ejemplo común de un cambio inducido por un neurotransmisor es la regulación del número de los
propios receptores del neurotransmisor. Al pedir más o menos copias de sus receptores, el
neurotransmisor permite que el proceso de neurotransmisión vuelva de nuevo del receptor al gen, y luego
otra vez al receptor. Los fármacos que actúan sobre un receptor también pueden afectar al número de
dichos receptores de neurotransmisores disminuyendo parecidamente la tasa de síntesis del receptor,
cuando la tasa de síntesis del receptor de un neurotransmisor disminuye, se le suele denominar regulación
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a la baja o desensibilización. Este proceso requiere varios días. Los cambios en la tasa de síntesis del
receptor pueden modificar fuertemente la neurotransmisión química en la sinapsis. Es decir, una tasa de
síntesis del receptor reducida da como resultado que se fabrique menos receptor y que se transporte
menos receptor por el axón hasta el terminal para su inserción en la membrana. Teóricamente esto
diminuiría la sensibilidad de la neurotransmisión. Un neurotransmisor o fármaco también puede causar
una forma más rápida de desensibilización activando un enzima que fosforile al receptor, haciendo a dicho
receptor inmediatamente insensible a su neurotransmisor.
Las cascadas moleculares inducidas por el neurotransmisor en el núcleo celular producen, evidentemente,
no sólo cambios en la síntesis de los propios receptores del neurotransmisor, sino también cambios en la
síntesis de muchas otras proteínas postsinápticas importantes, incluyendo enzimas y receptores para otros
neurotransmisores.
En resumen, los sistemas de segundo mensajero tienen la característica general de utilizar los
neurotransmisores, o primeros mensajeros, que ocupan sus receptores para precipitar la cascada de
eventos moleculares, realizada por un equipo de jugadores moleculares que interactúan cooperando unos
con otros y entregando el mensaje de una molécula a otra. Esto logra la transferencia de información que
una neurona transmisora envía por medio de un neurotransmisor desde el exterior de la neurona
receptora hasta el interior de esa neurona receptora, con numerosos efectos potenciales sobre los
procesos intracelulares. En cada punto de este camino hay sitios potenciales de acción para los fármacos
psicotrópicos o para las disfunciones que pueden causar enfermedades psiquiátricas y neurológicas.
Finalmente, alterando las tasas de síntesis de enzimas que pueden o bien crear o bien destruir a los
neurotransmisores, se puede afectar a la cantidad de neurotransmisor químico disponible para la
neurotransmisión y, en consecuencia, alterar el propio proceso de neurotransmisión química.
Los enzimas están involucrados en múltiples aspectos de la neurotransmisión química. Cada enzima es el
blanco teórico para un fármaco que actúe como inhibidor enzimático. Sin embargo, en la práctica sólo una
minoría de los fármacos actualmente conocidos son inhibidores enzimáticos.
Los enzimas más importantes en el proceso de neurotransmisión son aquellos que fabrican y destruyen
neurotransmisores. De este modo, los precursores son transportados al interior de la neurona con la
ayuda de una bomba transportadora asistida por enzimas, y convertidos en neurotransmisores por una
serie de enzimas sintetizadores de neurotransmisores. Cuando la síntesis del neurotransmisor está
completa, éste se almacena en vesículas, donde permanece hasta ser liberado por un impulso nervioso. En
la vesícula el neurotransmisor también está protegido de los enzimas capaces de descomponerlo. Sin
embargo, una vez liberado el neurotransmisor está libre no sólo para difundirse hasta sus receptores y
realizar sus acciones sinápticas, sino también para llegar a los enzimas capaces de destruir al
neurotransmisor o hasta la bomba de recaptación.
La actividad enzimática es, por tanto, la conversión de una molécula en otra, es decir, la conversión de un
sustrato en un producto. Los sustratos para cada enzima son muy exclusivos y selectivos, como también lo
son los productos. Los inhibidores de un enzima son asimismo muy selectivos para ese enzima en
comparación con otros. Los enzimas en su funcionamiento normal, se unen a sus sustratos antes de
convertirlos en productos. Sin embargo, en presencia de un inhibidor enzimático el enzima puede también
unirse a los inhibidores, lo cual impide la unión al sustrato y la formación de productos. La unión con los
inhibidores puede ser reversible o irreversible.
En el caso de inhibidores enzimáticos reversibles, un sustrato enzimático es capaz de competir con ese
inhibidor reversible por la unión con el enzima y, literalmente, empujarlo fuera del enzima. Que “gane” o
predomine el sustrato o el inhibidor dependerá de cuál de los dos tenga una mayor afinidad por el enzima
y/o esté presente en mayor concentración.
Sin embargo, cuando un inhibidor irreversible se une al enzima, no puede ser desplazado por el sustrato, y
por tanto, ese inhibidor se une irreversiblemente. Al tipo irreversible de inhibidor enzimático se le llama
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alguna veces “inhibidor suicida”, ya se une covalente e irreversiblemente a la proteína enzimática,
inhibiéndola permanentemente y, por tanto, en esencia, matando al enzima al hacer que no funcione
nunca más. En este caso la actividad enzimática sólo se recupera cuando se sintetizan nuevas moléculas
enzimáticas.
Se ha revisado específicamente cómo los receptores y los enzimas constituyen el blanco de las acciones
farmacológicas en psicofarmacología. Se han explorado los componentes de los receptores individuales y
se ha visto cómo funcionan dichos receptores en cuanto miembros de un equipo de neurotransmisión
como capitán y a los receptores como principales jugadores del equipo, como los iones, los canales
iónicos, los sistemas de transporte, las bombas de transporte activo, los sistemas de segundo mensajero y
los enzimas. También se debería poder apreciar la elegante, aunque compleja, cascada molecular
precipitada por un neurotransmisor, con una transferencia molécula a molécula del mensaje transmitido
dentro de la neurona que recibe dicho mensaje, que, eventualmente, altera la maquinaria bioquímica de
esa célula para poder ejecutar las instrucciones que el mensaje contiene.