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Luego se me subió una araña por el hombro me iba a morir si no me rascaba.

Desde vuelto a colocar debajo de los árboles y le


y me la quité de encima y se cayó en la vela, y entonces lo he notado muchas veces. Si está habían colgado el sombrero en una rama para
antes de que pudiera yo alargar la mano, ya uno con gente fina, o en un funeral, o trata de indicar quién lo había hecho. Y la siguiente
estaba toda quemada. No hacía falta que me dormirse cuando no tiene sueño, si está uno vez que lo contó, Jim dijo que lo habían
dijera nadie que aquello era de muy mal fario en cualquier parte en que no está bien llevado hasta Nueva Orleans y después cada
y que me iba a traer mala suerte, así que tuve rascarse, entonces le pica a uno por todas vez que lo contaba alargaba más el viaje, hasta
miedo y casi me quité la ropa de golpe. Me partes, en más de mil sitios. Y en seguida va que al final decía que le habían hecho
levanté y di tres vueltas santiguándome a cada Jim y dice: recorrer el mundo entero y casi le habían
vez, y después me até un rizo del pelo con un ––Eh, ¿quién es? ¿Dónde estás? Que me matado de cansancio y que le había quedado
hilo para que no se me acercaran las brujas. muera si no he oído algo. Bueno, ya sé lo que la espalda llena de forúnculos. Jim estaba tan
Pero no estaba nada seguro. Eso es lo que se voy a hacer: voy a quedarme aquí sentado orgulloso que casi ni hacía caso de los demás
hace cuando ha perdido uno una herradura escuchando a ver si lo vuelvo a oír. negros. Había negros que recorrían millas y
que se ha encontrado, en vez de clavarla Así que se sentó en el suelo entre Tom y yo. millas para oír lo que contaba, y lo respetaban
encima de la puerta, pero nunca le había oído Se apoyó de espaldas en un árbol y estiró las más que a ningún negro de la comarca. Había
decir a nadie que fuese la forma de que no piernas hasta que casi me tocó con una de negros que llegaban de fuera y se quedaban
llegara la mala suerte cuando se había matado ellas. Me empezó a picar la nariz. Me picaba con las bocas abiertas contemplándolo, como
a una araña. tanto que se me saltaban las lá- grimas. Pero si fuera una maravilla. Los negros se pasan la
Volví a sentarme, todo tiritando, y saqué la no me atrevía a rascarme. Después me vida hablando de brujas en la oscuridad, junto
pipa para fumar, porque la casa estaba ya más empezó a picar por dentro. Luego por abajo. al fuego de la chimenea, pero cuando uno de
silenciosa que una tumba, así que la viuda no No sabía cómo seguir sentado sin hacer nada. ellos se ponía a hablar y sugería que él sabía
se iba a enterar. Bueno, al cabo de mucho Aquella tortura duró por lo menos seis o mucho de esas cosas, llegaba Jim y decía:
tiempo oí que el reloj del pueblo empezaba a siete minutos, pero pareció mucho más. «¡Bueno! zy tú qué sabes de brujas?», y aquel
sonar: bum... bum... bum... doce golpes y todo Ahora ya me picaba en once sitios distintos. negro estaba acabado y tenía que quedarse
seguía igual de tranquilo, más en silencio que Pensé que no podía aguantar ni un minuto callado. Jim siempre llevaba aquella moneda
nunca. Poco después oí que una rama se más, pero apreté los dientes y me preparé de cinco centavos atada con una cuerda al
partía en la oscuridad entre los árboles: algo para intentarlo. Justo entonces Jim empezó a cuello y decía que era un talismán que le
se movía. Me enderecé y escuché. En seguida respirar de forma muy regular, y en seguida había dado el diablo con sus propias manos
escuché apenas un «¡miau! ¡miau!» allá abajo. me sentí cómodo otra vez. diciéndole que podía curar a cualquiera con él
¡Estupendo!, yvoyy digo «¡miau! Tom me hizo una señal ––una especie de y llamar a las brujas cuando quisiera si decía
¡miau!» lo más bajo que pude y después ruidito con la boca–– y nos fuimos unas palabras, pero nunca contó lo que tenía
apagué la luz y me bajé por la ventana al arrastrando a gatas. Cuando estábamos a que decir. Llegaban negros de todos los
cobertizo. Entonces me dejé caer al suelo y unos diez pies, Tom me susurró que sería alrededores y le daban a Jim lo que tenían,
me fui arrastrando entre los árboles, y claro, divertido dejar atado a Jim al árbol. Pero le sólo por ver aquella moneda de cinco
allí estaba Tom Sawyer esperándome. dije que no; podía despertarse y armar jaleo, centavos, pero no la querían tocar, porque el
y entonces verían que yo no estaba en casa. diablo la había tenido en sus manos. Jim
CAPÍTULO 2 Tom dijo que no tenía suficientes velas y que prácticamente ya no valía para sirviente,
Fuimos de puntillas por un sendero entre los iba a meterse en la cocina a buscar más. Yo porque estaba muy orgulloso de haber visto
árboles que había hacia el final del jardín de la no quería que lo intentase. Dije que Jim al diablo y de que las brujas se hubieran
viuda, inclinándonos para que no nos dieran podría despertarse y entrar. Pero Tom montado en él.
las ramas en la cabeza. Cuando pasábamos prefería arriesgarse, así que entramos Bueno, cuando Tom y yo llegamos al borde
junto a la cocina me tropecé con una raíz e gateando y sacamos tres velas, y Tom dejó del cerro miramos desde allí arriba hacia el
hice un ruido. Nos agachamos y nos cinco centavos en la mesa para pagarlas. pueblo y vimos tres o cuatro luces que
quedamos callados. El negro grande de la Después salimos, y yo estaba muerto de parpadeaban, donde quizá había gente
señorita Watson, que se llamaba Jim, estaba ganas de que no fuéramos, pero Tom estaba enferma, y por encima las estrellas brillaban
sentado a la puerta de la cocina; lo veíamos empeñado en que antes tenía que ir a gatas estupendas, y al lado del pueblo pasaba el río,
muy claro porque tenía la luz de espaldas. Se adonde estaba Jim y gastarle una broma. que medía toda una milla de ancho y que
levantó, alargó el cuello un minuto Esperé y me pareció que pasaba mucho rato, corría grandioso en silencio. Bajamos del
escuchando y después dijo: con todo aquello tan callado y tan solo. cerro y nos reunimos con Joe Harper y Ben
––¿Quién es? En cuanto volvió Tom nos echamos a correr Rogers y dos o tres chicos más, que esta- ban
Se quedó escuchando un rato; después salió por el sendero, dimos la vuelta a la valla y por escondidos en las viejas tenerías. Así que
de puntillas y se puso entre los dos; casi fin llegamos a la cima del cerro al otro lado desamarramos un bote y bajamos dos millas y
podríamos haberlo tocado. Bueno, apuesto a de la casa. Tom dijo que le había quitado a media por el río, donde estaba la gran
que pasaron minutos y minutos sin que se Jim el sombrero y se lo había dejado colgado hendidura entre los cerros, y
oyera un ruido, aunque estábamos muy en una rama encima de la cabeza, y que Jim se desembarcamos.
juntos. Me empezó a picar un tobillo, pero no había movido un poco, pero no se había Fuimos a una mata de arbustos y Tom hizo
me atrevía a rascármelo, y después me despertado. Después Jim diría que las brujas que todo el mundo jurase mantener el
empezó a picar una oreja, y después la lo habían hechizado y dejado en trance, y que secreto, y después les enseñó un agujero en
espalda, justo entre los hombros. Creí que le habían estado dando vueltas por todo el el cerro, justo en medio de la parte más
estado montadas en él y después le habían espesa de los arbustos. Después, encendimos
las velas y entramos a cuatro patas. si no no sería justo para los demás. Bueno, a ––Qué cosas dices, Ben Rogers. ¿Cómo van a
Recorrimos unas doscientas yardas y después nadie se le ocurría nada que hacer; todos escaparse cuando hay una guardia que los
la cueva se abrió. Tom estudió los pasadizos y estaban callados y pensativos. Yo estaba por vigila dispuesta a pegarles un tiro si mueven
en seguida se metió debajo de una pared echarme a llorar, pero en seguida se me un dedo?
donde no se notaba que había un agujero. ocurrió una salida y les ofrecí a la señori- ta ––¡Una guardia! Ésa sí que es buena. O sea
Pasamos por un sitio muy estrecho y salimos Watson: podían matarla a ella. Todos dijeron: que alguien tiene que quedarse sentado toda
a una especie de sala, toda húmeda, sudorosa ––Ah, estupendo. Eso está muy bien. Huck la noche sin dor- mir nada, sólo para
y fría, y allí nos paramos. Entonces va Tom y puede ingresar. vigilarlos. Me parece una bobada. ¿Por qué no
dice: Después todos se clavaron un alfiler en un podemos darles un garrotazo y que se
––Ahora vamos a fundar una banda de dedo para sacarse sangre para la firma y yo queden rescatados en cuanto los traigamos?
ladrones que se llamará la Banda de Tom dejé mi señal en el papel. ––Porque no es lo que dicen los libros, por
Sawyer. Todo el que quiera ingresar tiene ––Bueno ––va y dice Ben Rogers––, ¿a qué se eso. Vamos, Ben Rogers, ¿quieres hacer las
que hacer un juramento y escribir su nombre va a dedicar esta banda? cosas bien o no? De eso se trata. ¿No crees
con sangre. ––Nada más que robos y asesinatos ––dijo que la gente que ha escrito los libros sabe lo
Todos querían. Entonces Tom sacó una hoja Tom. que está bien hacer? ¿Crees que tú vas a
de papel en la que había escrito el juramento ––Pero, ¿qué vamos a robar? Casas o ganado, enseñarles algo? Ni mucho menos. No, señor,
y lo leyó. Cada uno de los chicos juraba ser o... vamos a rescatarlos como está mandado.
fiel a la banda y no contar nunca ninguno de ––¡Bah! Robar ganado y esas cosas no es ––Bueno. Me da igual; pero de todas maneras
sus secretos, y si alguien le hacía algo a algún robar de ver dad; ésos son cuatreros ––va y digo que es una tontería. Oye, ¿matamos
chico de la banda, el chico al que se le dice Tom Sawyer– también a las mujeres?
ordenara matar a esa persona y su familia –. No somos cuatreros. Eso no resulta ––Mira, Ben Rogers, si yo fuera tan ignorante
tenía que hacerlo, y no podía comer ni elegante. Somos salteadores de caminos. como tú trataría de disimularlo. ¿Matar a las
dormir hasta haberlos matado a todos y Paramos las diligencias y los coches en la mujeres? No; nadie habrá visto nada parecido
marcarles con el cuchillo una cruz en el carretera, con las máscaras puestas, y en los libros. Las traes a la cueva y te portas
pecho, que era la señal de la banda. Nadie matamos a la gente y les quitamos los relojes con ellas de lo más fino del mundo, y poco a
que no perteneciese a la banda podía utilizar y el dinero. poco se enamoran de ti y ya no quieren
esa señal, y si lo hacía había que denunciarlo, ––¿A la gente hay que matarla siempre? volver a sus casas.
y si volvía a hacerlo, había que matarlo. Y si ––Pues claro. Es lo mejor. Algunas ––Bueno, si es así, estoy de acuerdo, pero
alguien que pertenecía a la banda contaba los autoridades no están de acuerdo, pero en tampoco me dice mucho. En seguida
secretos, había que cortarle el cuello y general se considera que lo mejor es matar a tendremos la cueva tan llena de mujeres y de
después quemar su cadáver, tirar las cenizas todos... salvo a algunos que se pueden traer tipos esperando al rescate que no quedará
por todas partes y borrar su nombre de la aquí ala cueva y tenerlos hasta que queden sitio para los ladrones. Pero adelante, no
lista con sangre, y nadie de la banda podía rescatados. tengo nada que decir.
volver a mencionar su nombre, sino que ––¿Rescatados? ¿Qué es eso? El pequeño Tommy Barnes ya se había
quedaba maldito y había que olvidarlo para ––No lo sé. Pero eso es lo que hacen. Lo he dormido, y cuando lo despertaron tenía
siempre. visto en los libros, así que desde luego es lo miedo, se echó a llorar y dijo que quería
Todo el mundo dijo que era un juramento que tenemos que hacer nosotros. volver a su casa con su mamá y que ya no
estupendo y le preguntó a Tom si se lo había ––Pero, ¿cómo vamos a hacerlo si no quería ser bandido.
sacado de la ca- beza. Dijo que sólo una sabemos lo que es? Así que todos se rieron mucho de él, y
parte, pero que el resto lo había sacado de ––Bueno, maldita sea, tenemos que hacerlo. cuando lo llamaron llorón él se enfadó y dijo
libros de piratas y de ladrones y que to- das ¿No os he dicho que está en los libros? que iba a contar to- dos los secretos. Pero
las bandas de buen tono tenían un juramento. ¿Queréis hacerlo dis- tinto de los libros y que Tom fue y le dio cinco centavos para que se
Algunos pensaron que estaría bien matar a las salga todo al revés? callase y dijo que todos nos íbamos a casa y
familias de los chicos que contaran los ––Bueno, Tom Sawyer, eso está muy bien nos reuniríamos la semana que viene para
secretos. Tom dijo que era una buena idea, decirlo, pero, ¿cómo diablos van a quedar robar a alguien y matar a alguna gente.
así que sacó un lápiz y la escribió. Entonces va rescatados esos ti- pos si no sabemos cómo Ben Rogers dijo que no podía salir mucho,
Ben Rogers y dice: se hace? Eso es lo que me gustaría saber a mí. sólo los domingos, así que quería empezar el
––Pero está Huck Finn, que no tiene familia; ¿Qué crees tú que es? domingo que viene; pero todos los chicos
¿qué haríamos con él? ––Bueno, no sé. Pero a lo mejor si nos dijeron que estaría muy mal hacerlo en
––Bueno, ¿no tiene un padre? ––preguntó quedamos con ellos hasta que queden domingo, y se acabó la discusión. De-
Tom Sawyer. rescatados significa que nos tenemos que cidieron reunirse para determinar la fecha en
––Sí, tiene padre, pero últimamente no lo quedar con ellos hasta que se hayan muerto. cuanto pudieran y después elegimos a Tom
encuentra nadie. Antes estaba siempre ––Bueno, algo es algo, es una respuesta. ¿Por Sawyer primer capitán y a Joe Harper
borracho con los cerdos en las tenerías, pero qué no podías haberlo dicho antes? Nos los segundo capitán de la banda y nos fuimos a
hace un año o más que no lo ve nadie. quedamos has- ta que se queden muertos de casa.
Siguieron hablando del tema, y me iban a un rescate, y vaya una pesadez que van a Subí por el cobertizo a rastras hasta mi
dejar fuera de la banda, porque decían que resultar: comiéndolo todo y tratando de ventana justo antes del amanecer. Mi ropa
cada chico tenía que tener una familia o escaparse todo el tiempo. nueva estaba toda llena de manchas de barro,
alguien a quien matar, porque y yo, cansado como un perro.
verlo. Siempre me atizaba cuando estaba españoles y árabes, pero quería ver los
CAPÍTULO 3 sereno y podía echarme mano, aunque camellos y los elefantes, de forma que al día
Bueno, por la mañana la vieja señorita cuando él andaba cerca yo solía largarme al siguiente, que era sábado, me presenté a la
Watson me echó una buena bronca por lo de bosque. Bueno, hacia entonces lo emboscada, y cuando nos dio la orden
la ropa, pero la viuda no me riñó, sino que encontraron en el río ahogado, unas doce salimos co- rriendo del bosque y bajamos el
limpió las manchas y el barro, y parecía estar millas arriba del pueblo, decía la gente. Por lo cerro. Pero no había españoles ni árabes ni
tan triste que pensé que si podía, me portaría menos, creían que era él; decían que aquel camellos ni elefantes. No había más que una
bien durante un tiempo. Después la señorita ahogado medía igual que él y estaba vestido gira de la escuela dominical, y encima de los
Watson me llevó al gabinete a rezar, pero no de harapos y llevaba el pelo muy largo, todo de primer curso. Los dispersamos y
pasó na- da. Me dijo que rezase todos los días igual que padre, pero por la cara no sabían perseguimos a los niños por el cerro, pero no
y que todo lo que pidiera se me daría. Pero nada, porque llevaba tanto tiempo en el agua sacamos más que mermelada y unas
no era verdad. Lo intenté. Una vez conseguí que ya no parecía en absoluto una cara. rosquillas, aunque Ben Rogers se llevó una
un sedal para pescar, pero sin anzuelos. Sin Dijeron que flotaba de espaldas en el agua. Lo muñeca de trapo y Joe Harper un libro de
anzuelos no me valía para nada. Probé a con- sacaron y lo enterraron en la ribera. Pero yo himnos y un folleto de propaganda, y
seguir los anzuelos tres o cuatro veces, pero no me quedé tranquilo mucho tiempo, entonces llegó co- rriendo el maestro y nos
no sé por qué aquello no funcionaba. Así que porque se me ocurrió una cosa. Sabía muy hizo dejarlo todo y salir corriendo. No vi
un día le pedí a la señorita Watson que lo bien que un ahogado no flota de espaldas, ningún diamante, y se lo dije a Tom Sawyer.
intentase por mí, pero me dijo que era tonto. sino de cara. Así que entonces comprendí Me contestó que de todos modos los había a
Nunca me explicó por qué y yo nun- ca pude que no era padre, sino una mujer vestida de montones y que también había árabes y
entenderlo. hombre. Y volví a ponerme nervioso. Pensé elefantes y cosas. Entonces le dije que por
Una vez fui a sentarme en el bosque a que el viejo apare- cería algún día, aunque por qué no podíamos verlos. Me dijo que si no
pensarlo con calma. Me dije: «Si uno puede mí ojalá que no. fuera tan ignorante y hubiera leído un libro
conseguir todo lo que pide cuando reza, ¿por Jugamos a los bandidos durante un mes, de que se llamaba Don Quijote, lo sabría sin
qué no le devuelven al diácono Winn el vez en cuando, y después yo me salí. Todos preguntar. Dijo que todo lo hacían por arte
dinero que perdió con lo de los cerdos? ¿Por los chicos hicie- ron lo mismo. No habíamos de ma- gia. Dijo que allí había cientos de
qué no le devuelven a la viuda la cajita de robado a nadie, no habíamos matado a nadie, soldados y elefantes y tesoros y todo eso,
plata para el rapé que le robaron? ¿Por qué no habíamos hecho más que fin- gir. Salíamos pero que teníamos enemigos que él llamaba
no puede engordar la señorita Watson? No, de un salto del bosque y cargábamos contra magos y que lo habían convertido todo en
me dije, todo eso no tiene sentido». Fui y se los porqueros y las mujeres que llevaban las una escuela dominical para niños, sólo por
lo conté a la viuda, y me dijo que lo que podía co- sas de sus huertos al mercado en carros, despe- cho. Entonces yo dije que bueno, que
conseguirse rezando eran los «bienes pero nunca les hacíamos nada. Tom Sawyer lo que teníamos que hacer era atacar a los
espirituales». Aquello era demasiado para mí, llamaba a los cerdos «lingotes» y a los nabos magos. Tow Sawyer me llamó palurdo.
pero me explicó lo que significaba: tenía que y eso «joyas», y nos íbamos a la cueva y ––Hombre ––dijo––, un mago puede llamar a
ayudar a otra gente y hacer todo lo que hablábamos de lo que habíamos hecho y de un montón de genios, que te podrían hacer
pudiera por ellos y cuidar siempre de los cuánta gente habíamos matado y marcado picadillo en medio minuto. Son igual de altos
demás y no pensar nunca en mí mismo. Según con nuestra señal. Pero yo no le veía ninguna que árboles y cuadrados como armarios de
me pareció, aquello incluía a la señorita ventaja. Una vez Tom mandó a un chico que tres cuerpos.
Watson. Fui al bosque y me lo estuve fuera corriendo por el pueblo con un palo ––Bueno ––digo yo––, zy qué pasa si
pensando mucho tiempo, pero no le veía la encendido que él decía que era una conseguimos que algunos de esos genios nos
ventaja, salvo para la otra gente; así que por «consigna» (señal de que la banda tenía que ayuden a nosotros?
fin calculé que no me iba a preocupar más, reunirse) y después dijo que sus espías le ¿No podríamos vencer entonces a los otros?
sino que lo olvidaría. A veces la viuda me habían mandado noticias secretas de que al ––¿Cómo vas a conseguirlo?
llevaba con ella y me hablaba de la día siguiente un montón de comerciantes ––No sé. ¿Cómo lo consiguen ellos?
Providencia de forma que se le hacía a uno la españoles y árabes ricos iba a acampar en la ––Pues frotan una lámpara vieja de estaño o
boca agua, pero a lo mejor al día siguiente la Boca de la Cueva con doscientos elefantes y un anillo de hierro, y entonces llegan los
señorita Watson lo volvía a deshacer todo. seiscientos camellos y más de mil mulas de genios, acompaña- dos de truenos y rayos y
Me pareció que podía ser que hubiera dos carga, todas transportando diamantes, y que de todo el humo del mundo y van y hacen
Providencias y que a uno, pobrecillo, le iría sólo llevaban una guardia de cuatrocientos todo lo que se les dice que hagan. Les resulta
muy bien la Providencia de la viuda, pero que soldados, así que teníamos que ponerles una facilísimo arrancar de cuajo una torre y darle
si era la de la señorita Watson, no tenía nada emboscada y matarlos a todos. Dijo que en la cabeza con ella a un superintendente de
que hacer. Me lo pensé todo y calculé que si debíamos preparar las espadas y las escopetas escuela dominical, o a cualquiera.
ella quería, me iría con la de la viuda, aunque y estar listos. Nunca podía llevarse ni siquiera ––¿Quién les obliga a hacer todo eso?
tam- poco veía qué iba a sacar con tenerme una carreta de nabos, pero se empeñaba en ––Hombre, el que frota la lámpara o el anillo.
de su lado que no tuviera antes, dado lo que las espadas y las escopetas estuvieran Pertenecen al que frota la lámpara o el anillo
ignorante y lo poca cosa y corrientucho que todas limpias, aunque, como no eran más que y tienen que hacer lo que les diga. Si les dice
era yo. listones de madera y palos de escoba, podía que construyan con diamantes un palacio de
A padre hacía más de un año que nadie lo uno limpiarlas hasta morirse del aburrimiento cuarenta millas de largo y lo llenen de chicle,
veía, y yo tan contento; no quería volver a y no valían ni un centavo más que antes. Yo o de lo que tú quieras, y que traigan a la hija
no creía que pudiéramos vencer a tantos de un emperador de la China para casarte
con ella, tienen que hacerlo, y además antes que me valía de descanso. Me gustaban más ––Por favor, no me pregunte nada. Se lo
de que amanezca el día siguiente. Y encima las cosas de antes, pero también me estaban queda usted; ¿verdad? Y va y dice:
tienen que transportar ese palacio por todo empe- zando a gustar las nuevas un poco. La ––Bueno, no sé qué hacer. ¿Pasa algo?
el país siempre que se lo diga uno, viuda decía que yo progresaba lento pero ––Por favor, quédeselo y no me pregunte
¿comprendes? seguro y que lo hacía muy bien. Dijo que no nada... así no tendré que contar mentiras. Se
––Bueno ––dije yo––, creo que son idiotas se sentía avergonzada de mí. lo pensó un rato y después dijo:
por no quedarse con el palacio, en lugar de Una mañana por casualidad volqué el salero a ––¡Ah, ah! Creo que ya entiendo. Quieres
hacer todas esas bobadas. Y además, lo que la hora del desayuno. Pesqué un poco de sal venderme todos tus bienes; no dármelos. Eso
es yo, si fuera uno de ellos me iría al quinto en cuanto pu- de para tirarla por encima del es lo correcto. Después escribió algo en un
pino antes de dejar lo que tuviera entre hombro izquierdo y alejar la mala suerte, papel, que me leyó y que decía:
manos para hacer lo que me dijese un tipo pero la señorita Watson se me ade- lantó ––Mira; verás que dice «por la suma
que estaba frotando una lámpara vieja de para impedírmelo. Va y me dice: «Quita esas convenida». Eso significa que te lo he
estaño. manos, Huckleberry; ¡te pasas la vida comprado y te lo he pagado. Ten un dólar.
––Qué cosas dices, Huck Finn. Pero si es que ensuciándolo to- do!» La viuda trató de Ahora fírmalo.
tendrías que ir cuando la frotase, quisieras o excusarme, pero aquello no iba a alejar la Así que lo firmé y me fui.
no. mala suerte, y yo lo sabía. Después de Jim, el negro de la señorita Watson, tenía una
––¡Cómo! ¿Si yo fuera igual de alto que un desayunar me fui, preocupado y temblando, bola de pelo del tamaño de un puño que
árbol y cuadrado como un armario de tres preguntándome dónde me iba a caer y qué habían sacado del cuarto estómago de un
cuerpos? Bueno, vale; iría, pero te apuesto a iba a hacer. Hay formas de escapar a algunos buey, y hacía cosas de magia con ella. Decía
que ese hombre tendría que subirse al árbol tipos de mala suerte, pero ésta no era una de que dentro había un espíritu que lo sabía
más alto que hubiera en todo el pa- ís. ellas, así que no traté de hacer nada, sino que todo. Así que aquella noche fui a verlo yle
––Caray, es que no se puede hablar contigo, seguí adelante, muy desanimado y alerta a lo dije que había vuelto padre, porque había
Huck Finn. Es como si no supieras nada de que pasaba. visto sus huellas en la nieve. Lo que quería
nada, como un perfecto idiota. Bajé por el jardín delantero y salté la saber yo era qué iba a hacer y dónde pensaba
Me quedé pensando en todo aquello dos o puertecita por donde se pasa la valla alta. dormir. Jim sacó su bola de pelo y dijo algo
tres días y después decidí probar, a ver si era Había en el suelo una pulgada de nieve recién por encima de ella, y después la levantó y la
verdad o no. Me llevé una lámpara vieja de caída y vi las huellas de alguien. Venían de la dejó caer al suelo. Cayó de un solo golpe y
estaño y un anillo de hierro al bosque y me cantera, se detenían ante la portezue- la y no rodó más que una pulgada. Jim volvió a
puse a frotar hasta sudar como un indio, después le daban la vuelta a la valla del jardín. probar una vez y otra vez, siempre lo mismo.
calculando que me construiría un palacio para Era curioso que no hubieran pasado después Se arrodilló y acercó la oreja para escuchar.
venderlo; pero nada, no vino ningún genio. de haberse quedado allí. No lo entendía. En Pero nada; no quería hablar. Jim dijo que no
Entonces pensé que todo aquello no era más todo caso, resultaba extraño. Iba a seguirlas, hablaría si no le dábamos dinero. Le dije que
que una de las mentiras de Tow Sawyer. pero primero me paré a exa- minarlas. Al tenía un viejo cuarto de dólar falso y liso que
Supuse que él se creía lo de los árabes y los principio no vi nada; después sí. En el tacón no valía nada porque se le veía un poco el
elefantes, pero yo no pienso igual que él. de la bota izquierda había una cruz hecha con cobre por de- bajo de la plata y nadie lo
Aquello parecía cosa de la escuela dominical. clavos para que no se acercara el diablo. aceptaría, aunque no se le viera el cobre,
En un segundo me levanté y bajé corriendo el porque estaba tan liso que se resbalaba y
CAPÍTULO 4 cerro. De vez en cuando miraba por encima todo el mundo lo notaba (pensé no decirle
Bueno, pasaron tres o cuatro meses y ya del hombro, pero no vi a nadie. Llegué a casa nada del dólar que me había dado el juez). Le
estaba bien entrado el invierno. Había ido a la del juez Thatcher en cuanto pude. Me dijo: dije que era un dinero muy malo, pero que
escuela casi todo el tiempo, me sabía las ––Pero, chico, estás sin aliento. ¿Has venido a quizá la bola de pelo lo aceptaría, porque a lo
letras y leer y escribir un poco y me sabía la buscar los intereses? mejor no entendía la diferencia. Jim lo olió, lo
tabla de multiplicar hasta seis por siete treinta ––No, señor ––respondí––; ¿me los tiene mordió, lo frotó y dijo que conseguiría que la
y cinco, y pensaba que nunca llegaría más allá usted? bola de pelo creyese que era bueno porque
aunque viviera eternamente. De todas ––Ah, sí, anoche llegaron los del semestre: iba a partir por la mitad una patata irlandesa
formas, las matemáticas no me gustan mucho. más de ciento cincuenta dólares. Para ti, toda cruda y a meter en medio la moneda y dejarla
Al principio me fastidiaba la escuela, pero una fortuna. Más vale que me dejes invertirlos toda la noche, que a la mañana siguiente no
poco a poco aprendí a aguantarla. Cuando me con tus seis mil, porque si te los doy te los se podría ver el cobre y ya no estaría tan
cansaba dema- siado hacía novillos, y la paliza vas a gastar. resbaladiza, de forma que cualquiera del
que me daban al día siguiente me sentaba bien ––No, señor ––dije––. No quiero pueblo la aceptaría, conque más una bola de
y me animaba. Así que cuanto más tiempo iba gastármelos. No los quiero para nada; y pelo. Bueno, yo ya sabía que las patatas valían
a la escuela, más fácil me resultaba. También tampoco los seis mil. Quiero que se los para eso, pero se me había olvidado.
me estaba empezando a acostumbrar a las quede usted; quiero dárselos a usted: los seis Jim colocó la moneda debajo de la bola de
cosas de la viuda, que ya no me molestaban mil y todo. pelo, se agachó y volvió a escuchar. Esta vez
tanto. El vivir en una casa y dormir en una Pareció sorprenderse. Era como si no lo dijo que la bola de pelo estaba bien. Dijo que
cama me resulta- taba casi siempre molesto, pudiera comprender. Va y dice: me diría la buenaventura si yo quería. Voy y
pero antes de que empezara a hacer frío solía ––Pero, ¿qué quieres decir, muchacho? Y voy le digo que adelante. Entonces la bola de pelo
escaparme a dormir en el bosque, de forma y le digo: le habló a Jim, y Jim me lo contó. Va y dice:
––Tu padre no sabe entodavía lo que va a ––Buena ropa llevas, muy buena. Te debes ––Es mentira... así ha sido eso.
hacer. A veces piensa que se va a ir y aluego creer un pez gordo,¿no? ––Mira, ten cuidado cómo me hablas. Ya te
va y piensa que se queda. Lo mejor es dejar ––A lo mejor sí y a lo mejor no ––respondí. estoy tolerando demasiado, así que no te
las cosas y que el viejo haga lo que quiera. ––No te pongas chulo ––va y dice––. Desde pongas insolente. Llevo dos días en el pueblo
Hay dos ángeles que le dan güeltas. Uno de que me marché te das muchas ínfulas. Ya te y lo único que me han dicho todos es que
ellos es blanco y resplandeciente y el otro es voy a bajar yo los humos antes de terminar eres rico. Y también lo he oído decir por el
negro. El blanco le hace ir por el buen camino contigo. Y me han dicho que estás educado: río. Por eso he venido. Mañana me traes ese
un rato y después viene el negro y lo fastidia que sabes leer y escribir. Te crees que ahora dinero: lo quiero yo.
to. No se puede saber cuál va a ser el último vales más que tu padre, ¿no?, sólo porque él ––No tengo dinero.
que lo coja. Pero a ti te irá bien. Vas a tener no sabe. Ya te enseñaré yo. ¿Quién te ha ––Mentira. Lo tiene el juez Thatcher. Sí que
muchos problemas en la vida y muchas dicho que fueras por ahí, dándote aires? lo tienes. Y yo lo quiero.
alegrías. A veces te lo vas a pasar mal y a ve- ¿Quién te ha dado permiso? ––No tengo nada de dinero. Te lo estoy
ces te vas a poner malo, pero cada vez te vas ––La viuda. Me lo dijo ella. diciendo. Pregúntaselo al juez Thatcher y te
a poner bueno. Hay dos hembras que ––La viuda, ¿eh? Y, ¿quién ha venido a darle a dirá lo mismo.
importan en tu vida. Una es clara y la otra la viuda vela en este entierro? ––Muy bien. Voy a preguntárselo y voy a
oscura. Una es rica y la otra es probe. Tú te ––No se la ha dado nadie. hacer que apoquine, y si no ya me enteraré
vas a casar primero con la probe y luego con ––Bueno, ya le voy a enseñar yo a meterse en por qué. Oye,
la rica. Tienes que tener mucho cuidiao con sus cosas. Y mira lo que te digo: deja de ir a ¿cuánto llevas en el bolsillo? Dámelo.
el agua y no tener aventuras, porque está la escuela, ¿te enteras? Ya voy a enseñar yo a ––Sólo tengo un dólar y lo quiero para...
escrito que te van a ahorcar. ésos a educar a un chico para que se dé aires ––No importa para qué lo quieras... Dámelo
Aquella noche, cuando encendí la vela y subí a delante de su propio padre y haga como que y basta.
mi habitación, allí estaba padre, ¡en persona! vale más que él. Que no te vuelva a coger Se lo di y lo mordió para ver si era bueno, y
cerca de esa escuela, ¿te enteras? Tu madre después dijo que iba a ir al centro del pueblo
CAPÍTULO 5 no sabía leer, y tampoco sabía escribir y se a tomarse un whisky; que no había bebido en
Yo había cerrado la puerta. Entonces me di la murió tan tranquila. En la familia nadie todo el día. Cuando salió al cobertizo, volvió
vuelta y allí estaba. Antes le tenía miedo aprendió a leer antes de morirse. Yo no sé, y a meter la cabeza por la ventana y me maldijo
porque me pegaba todo el tiempo. Pensé que ahí estás tú dándote aires. Y yo no soy por tener ínfulas y tratar de ser más que él, y
ahora también se lo tendría, pero al cabo de hombre para aguantar eso, ¿te enteras? Oye, cuando calculé que se había ido ya, volvió a
un minuto vi que me había equivo- cado, o a ver cómo lees. meter la cabeza por la ventana y me dijo que
sea, después del primer susto, como quien Saqué un libro y empecé a leer algo que cuidado con aquella escuela, porque iba a
dice, cuando me quedé sin aliento, porque no hablaba del general Washington y de las estar muy atento y me zurraría si no dejaba
me lo espe- raba para nada; pero en seguida guerras. Cuando lleva- ba leyendo de ir.
me di cuenta de que no le tenía tanto miedo. aproximadamente medio minuto, me arrancó Al día siguiente estaba borracho y fue a ver al
Tenía casi cincuenta años y los aparentaba. el libro de golpe y lo tiró al otro lado de la juez Thatcher, a darle la lata tratando de
Llevaba un pelo largo, enredado y grasiento habita- ción. Y va y dice: hacer que le diese el dinero, pero no lo
que le colgaba hasta el cuello, y por el medio ––Es verdad. Sí que sabes. Tenía mis dudas consiguió, y después juró que iba a hacer que
se le veían los ojos que le brillaban como si cuando me lo dijiste. Pues mira, déjate de la ley lo obligara.
estuviera escondido detrás de una parra. Lo ínfulas. No te lo voy a aguantar. Voy a estar El juez y la viuda fueron a la ley para que el
tenía todo negro, sin canas; igual que la barba muy atento, listillo, y si te pesco por esa tribunal le quitase la custodia y que uno de
larga y desordenada. No tenía nada de color escuela, te doy una paliza. Si sigues así, ellos fuera mi tutor, pero había llegado un
en la cara, donde se le veía; estaba todo también te va a dar religiosa. Nunca he visto juez nuevo y no conocía a mi viejo, así que
blanco, no como otros hombres, sino de un un chico igual. dijo que los tribunales no debían intervenir
blanco que daba asco, un blanco que le daba a Agarró un cromo azul y amarillo con unas para separar familias si podían evitarlo; dijo
uno picores, un blanco de sapo de árbol, de vacas y un chico, y va y dice: que prefería no separar a un hijo de su padre.
vientre de pez. Y de ropa: harapos y nada ––¿Qué es esto? Así que el juez Thatcher y la viuda tuvieron
más. Tenía apoyado un tobillo en la otra ––Me lo han dado por saberme bien la que renunciar al asunto.
rodilla; la bota de aquel pie estaba rota y se le lección. Lo rompió y va y dice: El viejo estaba más contento que unas
veían dos de los dedos, que movía de vez en ––Yo te voy a dar algo mejor: te voy a dar castañuelas. Dijo que me iba a estar zurrando
cuando. Había dejado el sombrero en el piso: una buena tunda. hasta dejarme lleno de cardenales si no le
un viejo chambergo con la copa toda hundida, Se quedó sentado murmurando y gruñendo conseguía algo de dinero. Le pedí prestados
como una tapadera. un rato y luego va y dice: tres dólares al juez Thatcher, y padre se los
Me quedé mirándolo; él siguió sentado ––Pero estás hecho todo un dandi, ¿no? llevó y se emborrachó y armó un lío por
mirándome, con la silla echada un poco atrás. Cama y sábanas, espejo y tu alfombra en el todas partes con sus palabrotas, sus gritos y
Dejé la vela en el suelo. Vi que la ventana suelo, mientras que tu propio padre tiene que sus escándalos, y así siguió por todo el
estaba levantada, así que había subido por el dormir con los cerdos en las tenerías. Nunca pueblo, dándole a una cacerola hasta casi
cobertizo. No hacía más que mirarme. Al he visto un chico así. Seguro que tendrás medianoche; entonces lo encarcelaron y al
cabo de un rato va y dice: menos ínfulas cuando acabe contigo. Pero si día siguiente lo llevaron al juzgado y lo
es que no paras de darte aires... Me han dicho volvieron a meter en la cárcel una semana.
que eres rico. ¿Eh?... ¿Cómo ha sido eso? Pero dijo que estaba contento, que era quien
mandaba en su hijo y que ya me arreglaría las puso sucia, y no entendía cómo me había
cuentas. CAPÍTULO 6 gustado estar en casa de la viuda, donde había
Cuando salió, el nuevo juez dijo que iba a Bueno, el viejo no tardó en curarse y que lavarse y comer en un plato y peinarse e
convertirlo en otro hombre. Así que se lo entonces se metió con el juez Thatcher en irse a la cama y levantarse a horas fijas y
llevó a su casa, le dio ropa buena y limpia y lo los tribunales para obli- garle a que le diese pasarse la vida con un tostón de libro
invitó a desayunar y a comer y a cenar con la aquel dinero, y luego conmigo por no dejar mientras la vieja señorita Watson se metía
familia, y se portó como un hermano con él, de ir a la escuela. Me agarró un par de veces con uno todo el tiempo. Ya no quería volver.
como quien dice. Y después de cenar le habló y me zurró, pero de todos modos yo iba a la Había dejado de decir palabrotas porque a la
de la templanza y cosas así hasta que el viejo escuela y casi todas las veces me escondía de viuda no le gustaban, pero ahora volvía a
se echó a llorar y dijo que había sido un idiota él o corría más. Antes no tenía tantas ganas decirlas porque padre no le veía nada de
y que había desperdiciado su vida en de ir a la escuela. Pero ahora pensé que iría malo. Lo pasé bastante bien allí en el bosque,
idioteces, pero que ahora iba a cambiar para fastidiar a padre. Lo del juicio iba muy si se tiene todo en cuenta.
totalmente y ser un hombre del que no se despacio: parecía que nunca iba a empezar; de Pero poco a poco padre empezó a aficionarse
avergonzara nadie, y esperaba que el juez lo forma que de vez en cuando le pedía demasiado a darme de palos y yo no podía
ayudara y no lo despreciara. El juez dijo que prestados dos o tres dólares al juez para aguantarlo. Es- taba lleno de cardenales.
aquello le daba ganas de abrazarle y hasta él y dárselos y librarme de una paliza. Cada vez También empezó a pasar mucho tiempo
su mujer se pusieron a llorar; padre dijo que que tenía dinero se emborrachaba, y cada vez fuera, y me dejaba encerrado. Una vez me
había sido un hombre al que nadie había que se emborrachaba armaba un jaleo en el encerró y desapareció tres días seguidos. Me
comprendido hasta entonces y el juez dijo pueblo, y cada vez que armaba un jaleo le sentí horriblemente solo. Pensé que se había
que lo creía. El viejo dijo que lo que metían en la cárcel. Y él tan contento: ese ahogado y que yo ya no iba a salir de allí
necesitaba un hombre caído era soli- daridad, tipo de vida era el que le gustaba. nunca más. Tuve miedo. Decidí buscar alguna
y el juez dijo que era cierto; así que se Empezó a pasar demasiado tiempo rondando forma de marcharme. Había tratado de irme
pusieron a llorar otra vez. Y cuando llegó la por casa de la viuda, así que ella por fin le dijo de aquella cabaña muchas veces, pero no
hora de acostarse el viejo se levantó y alargó que si no de- jaba de rondar por ahí le iba a encontraba la forma. No había una ventana lo
la mano y va y dice: buscar algún problema. Diablo cómo se puso. bastante grande para que pasara ni un perro.
––Mírenla, señoras y caballeros; tómenla en Dijo que iba a demostrar quién mandaba en No podía salir por la chimenea porque era
las suyas, dénselas. Esta mano era la de un Huck Finn. Así que un día me estuvo demasiado estrecha. La puer- ta era gruesa,
cerdo, pero ya no lo es; es la de un hombre esperando en la fuente, me agarró y me llevó de planchas de roble macizo. Padre tenía
que ha empezado una nueva vida y que río arriba tres millas en un bote y cruzó al mucho cuidado y nunca dejaba un cuchillo ni
morirá antes que volver a la antigua. lado de Illinois, donde había bosques y no nada en la cabaña cuando se iba; supongo que
Recuerden estas palabras: no olviden que las había más casas que una vieja cabaña de yo había registrado por allí lo menos cien
he dicho yo. Ahora es una mano limpia; troncos en un sitio con tantos árboles que no veces; bueno, la verdad era que me pasaba
denme las suyas, no tengan miedo. se podía encontrar si no se sabía el camino ya buscando todo el tiempo, porque era la única
Así que todos le dieron la mano, uno tras antes. forma de entretenerse. Pero una vez, por fin
otro, y lloraron. La mujer del juez se la besó. Me llevaba siempre con él y nunca tuve la encontré algo; encontré un viejo serrucho
Después el viejo firmó una promesa: hizo su oportunidad de escaparme. Vivimos en oxidado y sin mango; estaba metido entre
señal. El juez dijo que era el momento más aquella cabaña y siempre cerraba la puerta una viga y las tejas de arriba. Lo limpié y me
sacrosanto que recordaba, o algo parecido. con llave; por las noches se acostaba con ella puse al trabajo. Había una manta de caballo
Después hicieron acostarse al viejo en una debajo de la almohada. clavada en los troncos a un extremo de la
habitación muy bonita, que era la de los Tenía una escopeta que creo que había cabaña, detrás de la mesa, para que el viento
invitados, y aquella misma noche, un rato robado y me llevaba de pesca y de caza, que no entrase por las ranuras y apagase la vela.
después, le dio una gran sed y se bajó por el era de lo que vivía- mos. De vez en cuando Me metí debajo de la mesa, levanté la manta y
tejado del por- che, por una de las columnas, me dejaba encerrado y se iba a la tienda, que me puse a aserrar una sección del gran
y cambió su chaqueta nueva por una jarra de estaba a tres millas, donde pasaba el tronco de abajo, lo bastante grande para que
whisky matarratas y volvió a la habitación y se transbordador, y cambiaba pescado y caza cupiera yo. Bueno, me llevó mucho tiempo
lo pasó estupendamente, y hacia el amanecer por whisky, y se lo llevaba a casa y se pero ya estaba llegando al final cuando oí en
volvió a salir, más borracho que una cuba, y emborrachaba, se lo pasa- ba muy bien y me el bosque la escopeta de padre. Escondí las
se cayó rodando por el tejado del porche y daba una paliza. La viuda se enteró de dónde huellas de mi trabajo, dejé caer la manta y el
se rompió el brazo izquierdo por dos sitios, y estaba y al cabo de un tiempo envió a un serrucho y en segui- da llegó padre.
casi había muerto de congelación cuando hombre para tratar de que me llevara, pero Padre no estaba de buen humor, o sea, que
alguien lo encontró después de salir el sol. Y padre lo echó con la escopeta y no tardé estaba como de costumbre. Dijo que había
cuando entraron a ver lo que había en aquella mucho en acostum- brarme a estar donde ido al centro del pueblo y que todo le iba
habitación para los invitados, tuvieron que estaba, y me gustaba... salvo la parte de las mal. Su abogado le había dicho que calculaba
buscar un piloto para que les indicara el palizas. que ganaría el pleito y conseguiría el dinero si
camino. Todo era muy tranquilo y se pasaba bien, el juicio empezaba alguna vez, pero que
El juez se sintió un poco amargado. Dijo que tumbado todo el día, fumando y pescando, sin siempre había formas de irlo aplazando, y el
calculaba que alguien podría reformar al viejo libros ni estu- dios. Pasaron dos meses o más juez That- cher se las sabía todas. Dijo que
con una escopeta, a lo mejor, pero que no y toda la ropa se me hizo jirones y se me según la gente iba a haber otro juicio para
sabía ninguna otra forma. separarme de él y hacer que la viuda fuera mi
tutora, y calculaban que esta vez ganaría ella. propio hijo, con todo el trabajo y todas las qué no mandan a subasta a este negro y lo
Aquello me puso muy nervioso, porque ya no preocupaciones y los gastos que me ha venden? Me gustaría saberlo». Y, ¿sa- bes lo
quería volver a casa de la viuda y a tanta llevado criarlo. Sí, y justo cuando ese hombre que dijeron? Pues dijeron que no se podía
disciplina y cevilización, como la llamaban. por fin ha criado a su hijo que ya está en edad vender hasta que llevara seis meses en el
Entonces el viejo se puso a maldecir todas las de ponerse a trabajar y empezar a hacer algo estado y todavía no llevaba tanto tiempo.
cosas y a la gente que se le ocurría, y después por él para que pueda descansar, va la ley y Pero vamos, para que veas. Y llaman a eso un
volvió a maldecirlos otra vez para estar se lo quita. ¡Y a eso lo llaman gobierno! Y no gobierno cuando no se puede vender a un
seguro de que no se le había olvidado nadie, y es todo. La ley apoya a ese viejo del juez negro libre hasta que lleva seis meses en el
terminó con una especie de maldición general Thatcher y le ayuda a quitarme mis bienes. estado. Pues vaya un gobierno que dice que
contra todos, hasta un montón de gente que Fijarse lo que hace la ley: la ley agarra a un es gobierno y hace como que es gobierno y
no sabía cómo se llamaba, así que cuando hombre que tiene seis mil dólares o más y lo se cree que es un gobierno y luego se tiene
llegaba a ellos decía como se llame, y seguía encierra en una vieja ca- baña como ésta y que quedar tan tranquilo seis me- ses enteros
maldiciendo. deja que vaya vestido con una ropa que no es antes de echarle mano a un negro libre que
Dijo que ya le gustaría a él ver cómo se me digna ni de un cerdo. ¡Y a eso lo llaman anda por allí al acecho, robando, infernal, con
llevaba la viuda. Dijo que iba a estar atento y gobierno! Con un gobierno así no hay forma sus camisas blancas, y... »
que si trataban de hacerle esa faena, conocía de que uno tenga derechos. A veces me da la Padre estaba tan enfadado que no se dio
un sitio a seis o siete millas de distancia tentación de marcharme del país para cuenta de adónde le llevaban las piernas, así
donde esconderme, y donde podrían buscar siempre. Sí, y se lo he dicho; se lo he dicho al que se tropezó con el barril de cerdo salado
hasta caerse muertos sin encontrarme. viejo Thatcher a la cara. Me lo oye- ron y se despellejó los tobillos y el resto de su
Aquello volvió a ponerme nervioso, pero montones de personas y pueden decir que lo discurso fue una serie de insultos de lo más
sólo un minuto; calculaba que para entonces dije. Voy y digo: «Por dos centavos me iría de terrible, sobre todo contra el negro y el
yo ya no andaría por allí. este maldito país y no volvería ni aunque me gobierno, aunque también le dedicó algunos
El viejo me hizo ir al bote a buscar lo que pagasen». Eso fue exactamente lo que dije; al barril, intercala- dos de vez en cuando.
había traído. Había un saco de cincuenta «Mirar este sombrero ––si es que se le puede Daba saltos por la cabaña como un loco,
libras de avena de maíz y un cuarto de tocino llamar sombrero––, que se le levanta la tapa y primero con una pierna y luego con la otra,
entreverado, municiones, una jarra de whisky el resto se baja hasta que se cae debajo de la agarrándose primero un tobillo y luego el
de cuatro galones y un libro viejo y dos barbilla y ya no es ni un sombrero ni nada, otro, y por fin soltó una patada de repente
periódicos para rellenar ranuras, además de sino más bien como si me hubieran metido la con el pie izquierdo contra el barril. Pero no
algo de estopa. Llevé una carga y luego volví a cabeza en un tubo de chimenea. Mirarlo», voy hizo bien, porque pegó con la bota por la que
sentarme en la proa del bote a descansar. y digo: «Vaya un sombrero para un tipo como se le salían dos de los dedos del pie, así es
Volví a pensármelo todo y decidí escaparme yo, uno de los hombres más ricos de este que empezó a gritar de manera que se le
con la escopeta y algunos se- dales, y cuando pueblo si me se reconocieran mis derechos». ponían a uno los pelos de punta y se cayó al
me escapara me iría al bosque. Pensé que no »Ah, sí, este gobierno es maravilloso, suelo, se echó a rodar agarrándose los dedos
me quedaría en un sitio fijo, sino que iría de maravilloso y no hay más que verlo. Yo he del pie y soltó peores maldiciones que todas
un lado para otro del país, sobre todo de visto a un negro libre de Ohio: un mulato, las anteriores. Él mismo lo dijo después: había
noche, cazando y pescando para tener casi igual de blanco que un blanco. Llevaba la oído al viejo Sowberry Hagan en sus buenos
comida, hasta llegar tan le- jos que ni el viejo camisa más blanca que hayáis visto en vuestra tiempos y afirmó que también lo había
ni la viuda me pudieran encontrar nunca. vida y el sombrero más lustroso, y en todo el supera- do, pero a mí me parece que a lo
Calculé que podía terminar de serrar y mar- pueblo no hay naide que tenga una ropa igual mejor exageraba algo.
charme aquella noche si padre se de bue- na, y llevaba un reloj de oro con su Después de la cena padre le dio a la garrafa
emborrachaba lo suficiente, como suponía cadena y un bastón con puño de plata: era el diciendo que allí tenía suficiente whisky para
que iba a pasar. Me entusiasmé tanto que no nabab de pelo blanco más impresionante del dos curdas y un delírium trémens. Era lo que
me di cuenta del tiempo que pasaba hasta que estado. Y, ¿qué os creéis?» Dijeron que era decía siempre. Pensé que estaría totalmente
el viejo se puso a gritar y me preguntó si me profesor de una universidad, y que hablaba borracho dentro de una hora, y entonces yo
había dormido o ahogado. montones de idiomas y que sabía de todo. Y robaría la llave o me escaparía, una de las dos
Llevé todas las cosas a la cabaña y luego ya eso no es lo peor. Dijeron que en su estado cosas. Siguió bebiendo y bebiendo y al cabo
oscureció. Mientras yo cocinaba la cena el podía votar. Aque- llo ya era demasiado. Digo de un rato se tumbó encima de las mantas;
viejo se echó un par de tragos como para irse yo: «¿Qué pasa con este país? Si fuera día de pero no tuve suerte. No se durmió del todo,
calentando y empezó a armar jaleo otra vez. elecciones y yo pensara ir a votar si no estaba sino que se despertaba a ratos. Se pasó
Ya se había emborrachado en el pueblo y demasiado borracho para llegar, cuando me mucho rato gimiendo y quejándose y dando
había pasado la noche en la cuneta, y dijeran que había un estado en este país vueltas de un lado para otro. Por fin, me dio
verdaderamente era un espectáculo. donde de- jan votar a ese negro, yo ya no tanto sueño que no puede seguir con los ojos
Cualquiera pensaría que era Adán: no se veía iría». Y voy y digo: «No voy a volver a votar». abiertos y sin darme cuenta me quedé
de él nada más que barro. Cuando estaba Eso fue lo que dije, palabra por palabra; me totalmente dormido, con la vela encendida.
bastante bebido casi siempre se metía con el oyeron todos, y por mí que se pudra el país: No sé cuánto tiempo estaría dormido, pero
gobierno. Aquella vez va y dice: yo no voy a volver a votar en mi vida. Y los de pronto sonó un grito horrible y me
––¡Y a esto lo llaman gobierno!, pues no hay aires que se daba ese negro: pero si no se desperté. Era padre, que parecía loco y
más que mirar para ver lo que es. Hacen una abría del camino si no le hubiera dado yo un saltaba de un sitio para otro gritando que allí
ley para qui- tarle a un hombre su hijo: su empujón. Yyo voy y le digo a la gente: «¿Por había serpientes. Decía que se le subían por
las piernas, y después daba un salto y un grito encima del barril de nabos, apuntando a me escapara, bajaría unas cin- cuenta millas
y decía que una le había mordido en la mejilla, padre, y me senté detrás de ella hasta que él por el río y me quedaría acampado en un
pero yo no veía ninguna serpiente. Empezó a se moviera. Y el tiempo fue pasando muy sitio para siempre, sin los problemas que da
correr dando vueltas por la cabaña, gritando: despacio, siempre en silencio. andar a pie de un lado para otro.
«¡Quítamela de ahí! ¡Quítamela de ahí! ¡Me Aquello estaba muy cerca de la choza y todo
está mordiendo el cuello!» Nunca he visto a CAPÍTULO 7 el tiempo me parecía que oía llegar al viejo,
nadie con una mirada así de loca. En seguida ––¡Arriba! ¿Qué haces? pero logré es- conderla y después salí y miré
se agotó y cayó al suelo jadeando; entonces Abrí los ojos y miré por todas partes, por entre un grupo de sauces y vi al viejo
se puso a dar vueltas a toda velocidad, tratando de ver dónde estaba. Ya había salido sendero abajo, apuntando a un pájaro con la
pegando patadas por todas partes y el sol y yo me había dormido como un escopeta. Así es que no había visto nada.
golpeando el aire y agarrándolo con las tronco. Padre estaba en pie a mi lado, con Cuando llegó, yo estaba tirando con todas
manos, gritando y diciendo que se lo estaban cara agria y aspecto de sentirse mal. Va y mis fuerzas de un sedal puesto a la rastra. Me
llevando los diablos. Poco a poco comenzó a dice: insultó un poco por ser tan lento, pero le dije
cansarse y se quedó callado un rato, ––¿Qué haces con esa escopeta? que me había caído al río y que por eso había
quejándose. Después se mantuvo quieto y no Pensé que no sabía nada de lo que había tardado tanto. Sabía que se iba a dar cuenta
hizo ni un ruido. A lo lejos, en el bosque, se pasado, así que fui y le dije: de que estaba mojado y que entonces se
oían los búhos y los lobos y todo parecía ––Trató de entrar alguien, así que estaba pondría a hacer preguntas. Sacamos de la
estar en un silencio terrible. Él estaba vigilando. rastra cinco peces gato y nos fuimos a casa.
acostado en un rincón. Después de un rato ––¿Por qué no me has despertado? Cuando nos echamos la siesta después de
se levantó en parte a escuchar, con la cabeza ––Bueno, lo intenté, pero no pude; no te desayunar, porque los dos estábamos
hacia un lado. Y va y dice, en voz muy baja: enterabas. agotados, me puse a pen- sar que si podía
––Paaam... Paaam... Paaam...; son los muertos, ––Está bien. No de quedes ahí de charla todo arreglármelas para que ni padre ni la viuda
paaam... paaam...; vienen a buscarme, pero yo el día, vete afuera a ver si hay algún pescado trataran de seguirme, estaría más a salvo que
no me voy. en el sedal pa- ra el desayuno. Voy dentro de si confiara en la suerte para llegar muy lejos
¡Ah, ahí están! ¡No me toquéis... no! Fuera un momento. antes de que me echaran de menos; ya se
esas manos... están frías; que me suelten. Abrió la puerta y salí a la orilla del río. Vi entiende, podían pasar miles de cosas.
¡Dejad en paz a este pobre diablo! pedazos de ramas y otras cosas que bajaban Bueno, durante un rato no se me ocurrió
Después se puso a cuatro patas y se fue flotando y algunas cortezas de árbol, así que nada, pero después padre se levantó un
gateando, pidiéndoles que lo dejaran en paz, y comprendí que el río había empezado a subir. momento a beberse otro barril de agua, y va
se envolvió en la manta y se metió como Pensé que de haber estado en el pueblo me y dice:
pudo bajo la mesa de pino, mientras seguía lo habría pasado estupendo. La crecida de ––Si vuelve otro hombre a espiarnos por aquí
rogándoles, y después se echó a llorar. Se le junio siempre me traía suerte, porque en me despiertas, ¿te enteras? Ese hombre no ha
oía por debajo de la manta. cuanto llega esa crecida bajan maderos venido para nada bueno. Yo le habría pegado
Luego salió rodando y se puso en pie de un cortados y pedazos de balsas de troncos: a un tiro. La próxima vez me despiertas, ¿te
salto con aire de loco, me vio y se me tiró veces una docena de troncos juntos; así que enteras?
encima. Me persi- guió por toda la cabaña con no hay más que cogerlos y vendérselos a la Después se acostó y se volvió a dormir; lo
una navaja de resorte, llamándose el Ángel de serrería y los carpinteros. que había dicho me dio la idea exacta que yo
la Muerte y diciendo que me iba a matar, y ya Subí por la orilla con un ojo atento a padre y quería, así que me dije: «Puedo arreglarlo
no podría volver a buscarlo. Le rogué; le dije otro a lo que pudiese traer la crecida. Va y de para que a nadie se le ocurra seguirme».
que no era más que Huck, pero se echó a pronto llega una canoa; y además estupenda, Hacia mediodía nos levantamos y subimos
reír con una risa chirriante, y no paró de de unos trece o catorce pies de largo, por la ribera. El río crecía a toda prisa y con
rugir, de maldecir y perseguirme. Una vez, navegando muy tiesa como un pato. Salté de el agua bajaban montones de cosas. Al cabo
cuando frené de golpe y lo iba a esquivar por cabeza al agua como una rana, vestido y todo, de un rato apareció un pedazo de una balsa:
debajo del brazo, me echó mano y me agarró y nadé hacia la canoa. Me imaginaba que nueve troncos atados. Salimos con el bote y
por la chaqueta entre los hombros y creí que llevaría alguien dentro, porque es lo que a nos lo llevamos a tierra. Después comimos.
allí acababa yo, pero me quité la chaqueta veces hacen algunos para engañar a la gente, y Cualquiera que no fuese padre habría
rápido como el rayo y me salvé. En seguida cuando alguien está a punto de sacar un bote esperado a ver qué pasaba aquel día para
volvió a agotar- se y se dejó caer de espaldas a la orilla, se levantan y se echan a reír. Pero llevarnos más cosas, pero ése no era su
contra la puerta y dijo que iba a descansar un aquella vez no. Era una canoa que iba a la estilo. Con nueve troncos le bastaba para una
momento antes de matarme. Es- condió la deriva de verdad y me metí en ella y la llevé a vez; tenía que ir inmediatamente al pueblo a
navaja donde estaba sentado y dijo que iba a la orilla. Pensé que el viejo se alegraría venderlos. Así que hacia las tres y media me
dormir para recuperar fuerzas y después ya cuando la viera: valdría diez dólares. Pero encerró y se fue con el bote y empezó a
se vería quién era quién. cuando llegué a la orilla todavía no se veía a remolcar la balsa. Calculé que aquella noche
De forma que se quedó dormido muy rápido. padre, y como yo me estaba metien- do con no volvería. Esperé hasta que me pareció que
Entonces yo saqué la silla vieja que tenía el ella en un arroyo medio escondido, todo ya estaba lo bastante lejos y entonces saqué
asiento roto y me subí en ella con mucha cubierto de sauces y de lianas, se me ocurrió el serrucho y me volví a poner a trabajar en
calma, para no hacer nada de ruido, y bajé la otra idea: pen- sé en dejarla bien escondida y aquel tronco. Antes de que él terminara de
escopeta. Le metí la baqueta para asegurarme después, en lugar de irme al bosque cuando cruzar el río yo ya había salido por el agujero;
de que estaba cargada y después la coloqué él y su balsa no eran más que una mancha en
el agua, allá a lo lejos. Agarré el saco de Bueno, lo último que hice fue arrancarme Ya sabéis a qué me refiero... No se con qué
harina de maíz, lo llevé adonde estaba algo de pelo, manchar el hacha de sangre y palabras decirlo.
escondida la canoa y aparté las hojas de parra dejarla en la tras- era, tirada en un rincón. Bostecé y me estiré a gusto, y estaba a punto
y las ramas y lo metí; después hice lo mismo Después agarré el cerdo y me lo tapé contra de desamarrar para ponerme en marcha
con el cuarto de tocino ahumado, y luego con el pecho con la chaqueta (para que no cuando oí un ruido en el agua. Escuché. En
la garrafa de whisky. Me llevé todo el café y el goteara) hasta llegar bien lejos de la casa, y lo seguida comprendí lo que era. Era ese ruido
azúcar que había, y todas las municiones. Me tiré al río. Después se me ocurrió otra cosa. acompasado y sordo que hacen los remos en
llevé el papel de relleno, el cubo y la Así que fui a sacar el saco de harina y el viejo los toletes en el silencio de la noche. Miré
cantimplora; saqué un cazo, una taza de metal serrucho de la canoa y los llevé a la casa. entre las ramas de los sauces y allí estaba: un
y mi viejo serrucho y dos mantas, la sartén y Dejé el saco donde solía estar y le hice un bote en el río. No veía cuánta gente llevaba.
la cafetera. Agarré los sedales y las cerillas y agujero en el fondo con el serrucho, porque Seguía acercándose, y cuando llegó frente a
otras cosas: todo lo que valía algo. Vacié la allí no había cuchillos ni tenedores: padre lo mí sólo llevaba a un hombre. Y yo voy y
cabaña. Necesitaba un hacha pero no había cocina- ba todo con la navaja. Después llevé pienso: «A lo mejor es padre», aunque no lo
más que la del montón de leña y sabía por el saco unas cien yardas por la hierba, entre esperaba. Fue pasando río abajo con la
qué iba a dejarla allí. Saqué la escopeta y los sauces, hacia el este de la casa, a un lago corriente y al cabo de un rato llegó
terminé. poco profundo que tenía cinco millas de balanceándose a la orilla, donde el agua
Había dejado toda la tierra apisonada con la ancho y estaba lleno de juncos y también de estaba tranquila, y pasó tan cerca que po- dría
salida del agujero y con el transporte de pa- tos cuando era temporada. Había un haberlo tocado alargando la escopeta. Bueno,
tantas cosas. Así que lo arreglé como pude, riachuelo o un arroyo que salía de allí por el pues sí que era padre, y encima sereno, por la
echando tierra por encima, con lo que se otro lado y que recorría millas y millas, no sé forma en que dejó los remos.
disimulaba la parte apisonada y el serrín que por dónde, pero no iba al río. La harina iba No perdí el tiempo. Al momento siguiente
había caído. Después volví a dejar en su sitio moviéndose y dejando una pequeña huella iba río abajo, en silencio pero rápido, a la
el pedazo de tronco y le puse dos piedras por todo el camino del lago. Allí tiré también la sombra de la ribera. Recorrí dos millas y
debajo y otra de lado para que no se cayera, piedra de afilar de padre, para que pareciese media y después me aparté un cuarto de milla
porque de esa parte era irregular y no daba algo accidental. Después cerré el agujero del más hacia el centro del río, porque en seguida
del todo en el suelo. Si se quedaba uno a saco de harina con un cordel para que no iba a pasar por el desembarcadero del
cuatro o cinco pies de distancia, sin saber que cayera más y me lo volví a llevar con el transbordador y podía verme gente y
estaba aserrado, no se veía, y además aquélla serrucho a la canoa. llamarme. Me puse entre las maderas que
era la parte trasera de la cabaña y no era Ya hacía casi oscuro, así que dejé la canoa río bajaban a la deriva y después me tumbé en el
probable que nadie se pusiera a mirar por allí. abajo tapada por unos sauces que caían sobre fondo de la canoa y dejé que ésta flota- ra
Hasta llegar a la canoa no había más que la ribera y esperé a que saliera la luna. sola. Allí me quedé, descansé bien y me fumé
hierba, así que no había dejado huellas. Di una Amarré la canoa a un sauce; después comí una pipa, contemplando el cielo; no había ni
vuelta para estar seguro. Me quedé en la algo y al cabo de un rato me eché en la canoa una nube. El cielo parece siempre tan
ribera y miré río arriba y abajo. No había a fumar una pipa y a hacer un plan. Y voy y profundo cuando se echa uno de espaldas a la
peligro. Así que agarré la escopeta y me metí me digo: «Van a seguir la pista de ese saco de luz de la luna; nunca me había dado cuenta
un poco en el bosque. Estaba buscando piedras hasta la orilla y después dragarán el hasta entonces. ¡Y cuántas cosas se oyen de
pájaros que cazar cuando vi un cerdo río para buscarme. Van a seguir la huella de lejos en noches así! Oí a gente que hablaba en
asilvestrado; los cerdos se asilvestraban en harina hasta el lago, bus- car por el arroyo el des- embarcadero. Y oí lo que decían: cada
seguida por aquella parte cuando se que sale de él para encontrar a los ladrones una de sus palabras. Un hombre comentó que
escapaban de las granjas de la pradera. A éste que me mataron y se llevaron las cosas. No ya llegaban los días largos y también las
le pegué un tiro y me lo llevé al campamento. van a buscar en el río nada más que mi noches cortas. El otro dijo que ésta no era de
Agarré el hacha y salté la puerta. La destrocé cadáver. Después se cansarán en seguida y ya las cortas, calculaba, y después se echa- ron a
todo lo que pude. Metí dentro al cerdo y lo no se preocuparán más por mí. Muy bien, reír y lo volvieron a decir una vez y otra y se
arrastré casi hasta la mesa y le corté el cuello puedo quedarme donde me apetezca. Con la volvieron a reír; después despertaron a otro
con el hacha y lo dejé en tierra para que isla de Jackson me basta; la conozco muy bien y se lo dije- ron riéndose, pero él no se rió;
sangrara; digo en tierra porque era tierra: y aquí nunca viene nadie. Y después puedo ir soltó algo de muy mal humor y lo dejaron en
apisonada y sin tablones en el suelo. Después al pueblo por las noches, buscar por ahí y paz. El primero de ellos dijo que seguro que
saqué un saco viejo y lo llené de piedras llevarme lo que necesite. La isla de Jackson se lo decía a su vieja porque le iba a hacer
grandes –– todas las que podía arrastrar––, está bien». mucha gracia, pero dijo que aquello no era
empecé donde estaba el cerdo y lo arrastré a Estaba bastante cansado y sin darme cuenta nada en comparación con las cosas que había
la puerta y por el bosque hasta el río, donde me quedé dormido. Cuando me desperté no dicho en sus tiempos. Oí decir a un hombre
lo tiré; se hundió y desapareció. Era fácil ver supe durante un momento dónde estaba. Me que casi eran las tres y esperaba que la luz del
que se había arrastrado algo por el suelo. senté y miré a los lados, un poco asustado. día no tardara en llegar más de una semana.
Pensé que ojalá hubiera estado Tom Sawyer Después me acordé. El río parecía tener Después la conversación se fue alejan- do
allí; sabía que le interesaban estas cosas y que millas y millas de ancho. La luna brillaba tanto cada vez más, y yo ya no podía distinguir las
él pondría los detalles precisos. Nadie sabía que podían contarse los troncos que bajaban palabras, pero sí el ruido y de vez en cuando
adornar las cosas como Tom Sawyer en un a la deri- va, negros y silenciosos, a cientos de también una risa, sólo que ahora todo parecía
asunto así. yardas de la orilla. Todo estaba en un silencio muy lejos.
total y parecía ser tarde, olía a que era tarde.
Ya había pasado el transbordador. Me levanté allí estaba el transbordador, lleno de gente, Al cabo de un rato llegaron, y el barco se
y allí estaba la isla de Jackson, unas dos millas que bajaba flotando. Entonces comprendí lo acercó tanto que podían haber echado una
y media río abajo, llena de árboles y que pasaba. «¡Bum!» Vi el humo blanco que plancha para bajar a tierra. En el barco
levantándose en medio del río, grande, salía del costado del transbordador. O sea, estaban casi todos: padre y el juez Thatcher y
oscura y sólida, como un barco de vapor sin que estaban dispa- rando el cañón por encima Becky Thatcher, y Joe Harper, y Tom Sawyer
ninguna luz. No había ni una señal en la barra del agua, tratando de hacer que mi cadáver y su vieja tía Polly y Sid y Mary y muchos más.
de la punta: ahora todo aquello estaba saliera a la superficie. Todo el mundo hablaba del asesinato, pero el
sumergido. Tenía bastante hambre, pero más me valía no capi- tán va y les interrumpe y dice:
No me llevó mucho tiempo llegar allí. Pasé hacer una hoguera, porque a lo mejor veían ––Atentos ahora; aquí es donde más se
junto a la punta a gran velocidad, dada la el humo. Así que me quedé sentado mirando acerca la corriente y a lo mejor ha llegado
rapidez de la co- rriente, y después llegué a el humo del cañón y escuchando el «bum». flotando a la orilla y está enredado entre la
las aguas calmadas y desembarqué del lado Allí el río medía una milla de ancho y siempre maleza al borde del agua. Por lo menos, eso
que daba a la orilla de Illinois. Metí la canoa está muy bonito en una mañana de verano, es lo que yo espero.
en una hendidura profunda de la ribera que así que me lo pasé bastante bien viendo cómo Yo no lo esperaba. Se amontonaron todos
ya había visto antes. Tuve que separar las buscaban mis restos, y sólo me faltaba algo para mirar por encima de la barandilla, y casi
ramas de los sauces para entrar, y cuando que comer. Bueno, entonces se me ocurrió me daban en la cara, y no hacían más que
amarré nadie podía verla desde fuera. pensar que siempre ponían mercurio en mirar, mirar con todas sus fuerzas. Yo los
Subí y me senté en un tronco en la punta de barras de pan y las echaban a flotar, porque veía de primera, pero ellos a mí, no. Entonces
la isla a contemplar el gran río y el suelen ir derechas adonde está el cadáver del el capitán gritó: «¡Apártense!», y el cañón
maderamen que pasaba y el pueblo, a tres ahogado y se quedan allí. Así que voy y digo: soltó tal zambombazo justo a mi lado que me
millas de distancia, donde se veían parpadear «Estaré atento, y si alguna de ellas me pasa dejó sor- do del ruido y casi ciego del humo,
tres o cuatro luces. Había una balsa enorme cerca flotan- do, lo intento». Me cambié al y creí que me iba a morir. Si hubieran puesto
de troncos que flotaba una milla aguas arriba lado de la isla que daba a Illinois para ver qué algo de carga, calculo que habrían conseguido
y que iba bajando con un farol encendido en suerte tenía, y no me salió mal. Pasó una el cadáver que buscaban. Bueno, vi que no
medio. Vi cómo llegaba poco a poco, y hogaza grande flotando y casi la agarré con un estaba herido, gracias a Dios. El barco si- guió
cuando estaba casi enfrente de mí oí que un palo largo, pero se me resbaló un pie y siguió flotando y desapareció por la punta de la isla.
hombre decía: «¡Ohé, remos de popa! ¡virad flo- tando. Naturalmente, yo estaba donde la De vez en cuando oía los cañonazos, cada vez
la proa a estribor!» Lo oí igual de bien que si corriente más se acercaba a la ribera, porque más lejos, y al cabo de un rato, una hora o
aquel hombre hubiera estado a mi lado. sabía que era lo me- jor. Pero al cabo de un así, ya no los oía. La isla tenía tres millas de
Ahora ya se veía algo de gris en el cielo y yo rato pasó otra, y esta vez la enganché. Le largo. Pensé que habían llega- do al final y
me metí en el bosque y me eché una siesta quité el tapón para sacarle el trocito de renunciaban; pero todavía no. Dieron la
antes de desayu- nar. mercurio y le hinqué el diente. Era «pan de vuelta a la isla y subieron a vapor río arriba
tahona»: del que come la gente fina; nada de por el lado de Missouri, soltando cañonazos
CAPÍTULO 8 pan de borona barato. de vez en cuando según avanzaban. Pasé a
El sol estaba ya tan alto cuando me desperté Me busqué un buen sitio entre las hojas y me aquel lado y los miré. Cuando llegaron a la
que pensé que sería después de las ocho. Me quedé sentado en un tronco, mascando el otra punta de la isla dejaron de disparar y
quedé tumbado en la hierba a la sombra pan y contem- plando el transbordador, muy fueron hacia la ribera de Missouri y volvieron
fresca, pensando en cosas y sintiéndome contento. Y entonces se me ocurrió algo. al pueblo.
descansado y muy cómodo y satisfecho. Se Voy y digo: «Ahora supongo que la viuda o el Ahora comprendí que ya estaba a salvo.
veía el sol entre uno o dos agujeros, pero lo párroco o alguien ha rezado para que este Nadie iba a venir a buscarme. Saqué las
que había sobre todo eran grandes árboles pan me encontrase, y eso es lo que ha trampas de la canoa y me preparé un buen
por todas partes y en medio de ellos muchas pasado. Así que no cabe duda de que algo de campamento en medio del bosque. Hice una
sombras. Había sitios moteados en el suelo verdad tiene esa historia: de que tiene algo de especie de tienda con las mantas para po- ner
donde la luz se filtraba entre las hojas, y los verdad cuando alguien como la viuda o el mis cosas debajo de ella y que no las mojara
sitios moteados cambiaban un poco, lo cual párroco rezan, pero conmigo no funciona, y la lluvia. Pesqué un pez gato, lo abrí con el
demostraba que soplaba algo de brisa. Un par supongo que sólo funciona con cierta gente». serrucho y hacia el anochecer encendí mi
de ardillas se sentaron en una rama y me Encendí una pipa y estuve un buen rato hoguera y cené. Después eché un sedal para
parlotearon en plan muy amistoso. fumando mientras seguía mirando. El pescar algo que desayunar.
Me sentía muy perezoso y cómodo: no quería transbordador flotaba co- rriente abajo y Cuando oscureció del todo me quedé
levantarme a hacer el desayuno. Bueno, pues pensé que tendría una oportunidad de ver sentado, fumando junto a la hoguera, y me
estaba a pun- to de volverme a dormir quién iba a bordo cuando se acercase, porque sentí muy satisfecho; pe- ro después de un
cuando me pareció que oía un « ¡bum! » a lo se quedaría casi al lado, igual que había hecho rato empecé a sentirme solo, así que fui a
lejos, río arriba. Me despierto y me apoyo en el pan. Cuando avanzaron lo suficiente hacia sentarme a la ribera a oír el chapotear del
el codo y escucho; en seguida lo vuelvo a oír. mí, apagué la pipa y fui adonde había agua y conté las estrellas y los troncos que
Di un salto y fui a mirar por un hueco entre enganchado el pan y me escondí detrás de un bajaban a la deriva y las balsas y después me
las hojas, y voy y veo un montón de humo tronco en la ribera en un pequeño claro. acosté; no hay mejor for- ma de pasar el
por encima del agua, muy lejos río arriba: Podía mirar por la parte en que el tronco se tiempo cuando se siente uno solo; no se
aproximadamente frente al transbordador. Y bifurcaba. puede continuar así y al cabo de un rato se
pasa.
Y así pasaron tres días con sus noches. prácticamente me había decidido a pasar allí manta, ¡y era Jim, el de la señorita Wat- son!
Ningún cambio: siempre lo mismo. Pero al día toda la noche cuando oí un clip clop y me dije ¡Vaya si me alegré de verle! Voy y digo:
siguiente fui a ex- plorar toda la isla. Yo era el que venían caballos; y después oí voces de ––¡Hola, Jim! ––y salí de un salto.
amo; todo era mío, como quien dice, y quería gente. Metí todo en la canoa lo más rápido Él se levantó de golpe y me miró con los ojos
conocerla entera, pero sobre todo quería que pude y me arrastré por el bosque a ver si desorbitados. Después se dejó caer de
pasar el rato. Encontré montones de fresas, me enteraba de algo. No había avanzado rodillas, juntó las manos y dijo:
maduras y estupendas, y uvas verdes de mucho cuando oigo decir a alguien: ––No me hagas daño, ¡por favor! Yo nunca le
verano y moras verdes, y ya estaban a salir las he hecho daño a un fantasma. Siempre he
moras negras. Pensé que todo me vendría ––Más nos vale acampar aquí si encontramos sido amigo de los muertos y he hecho lo que
muy bien con el tiempo. un buen sitio; los caballos están muy podía por ellos. Vuélvete al río otra vez, que
Bueno, fui entreteniéndome por dentro del cansados. Vamos a mirar. No esperé, sino es tu sitio, y no le hagas nada al viejo Jim, que
bosque hasta que me pareció que no estaba que me aparté y comencé a alejarme en siempre fue amigo tuyo.
lejos de la punta de la isla. Había llevado mi silencio. Volví a amarrar en el sitio de antes y Bueno, no tardé en hacerle comprender que
escopeta, pero no había disparado contra calculé que dormiría en la canoa. no estaba muerto. Estaba muy contento de
nada; era para protegerme; pensé que ya No dormí mucho. No sé por qué, pero no ver a Jim. Ya no me sentía solo. Le dije que
encontraría algo que cazar cerca de casa. podía, porque estaba pensando. Y cada vez no me daba miedo que él dijese a la gente
Entonces casi pisé una serpiente de buen que me despertaba creía que alguien me tenía dónde me había visto. Yo seguía hablando,
tamaño, que se fue reptando entre la hierba y agarrado por el cuello. Así que el sueño no pero él continuaba allí sentado, mirándome,
las flores, y yo detrás de ella, tratando de me valió de nada. Al cabo de un rato voy y sin decir ni una sola palabra. Entonces voy y
pegarle un tiro. Iba a buena marcha cuando me digo: «No puedo seguir viviendo así; voy a digo:
de repente me encontré con las cenizas de enterarme de quién está en la isla conmigo; o ––Ya es de día. Vamos a buscar el desayuno.
una hoguera que todavía echaba humo. me en- tero o me muero». Bueno, Atiza bien la hoguera.
Me dio un salto el corazón entre los inmediatamente me sentí mejor. ––¿De qué vale atizar la hoguera para cocinar
pulmones. No esperé a seguir mirando más Así que agarré el remo y bajé a sólo uno o fresas y cosas así? Pero tú tienes una
allá, sino que armé la es- copeta y fui en dos pasos de la ribera, y después dejé que la escopeta, ¿no? Así podemos comer algo
silencio de puntillas a toda la velocidad que canoa se metiera sola entre las sombras. mejor que fresas.
pude. De vez en cuando me paraba un Brillaba la luna, y donde no había sombra casi ––Fresas y cosas así ––voy y digo yo––. ¿Estás
momento entre las hojas y escuchaba, pero era como la luz del día. Estuve bus- cando viviendo de eso?
respiraba tan fuerte que no podía oír nada casi una hora, en medio de un silencio como ––Es lo único que encuentro ––dice él.
más. Seguí avanzando algo y volví a escuchar, una tumba, mientras todo dormía. Bueno, ––Pero, ¿cuánto tiempo llevas en la isla, Jim?
y así una vez después de otra. Si veía un para entonces ya había llegado casi a la punta ––Vine la noche después que te mataran.
tocón creía que era un hombre; si pisaba una de la isla. Empezó a soplar una brisa suave, ––¿Cómo, tanto tiempo?
ramita y la rompía, me sentía como si alguien rizada y fresca, que era como decir que ––Sí, señor.
me hubiera cortado el aliento en dos y no me estaba a punto de terminar la noche. Di un ––¿Y no has comido más que cosas de ésas?
quedase más que la mitad, y encima la más golpe de remo y acerqué la canoa a la ribera; ––No, señor; nada más.
corta. después saqué la escopeta y fui deslizándome ––Bueno, debes estar muriéndote de hambre,
Cuando llegué al campamento no me sentía hasta el borde del bosque. Allí me quedé ¿no?
muy tranquilo ni muy valiente, pero voy y sentado en un tronco, mi- rando entre las ––Calculo que me podría zampar un caballo.
digo: «No es mo- mento para hacer el hojas. Vi que la luna terminaba su turno y que De verdad que sí. ¿Cuánto tiempo llevas tú
tonto». Así que volví a meter todas mis el río empezaba a ponerse oscuro. Pero al en la isla?
trampas en la canoa para que nadie las cabo de un rato vi una franja pálida por ––Desde la noche que me mataron.
pudiera ver, apagué la hoguera y esparcí las encima de los árboles y supe que llegaba el ––¡No! y, ¿de qué has vivido? Pero tienes una
cenizas por ahí para que pareciese un día. Así que saqué la escopeta y avanzé hacia escopeta. Ah, sí, tienes una escopeta. Está
campamento antiguo, del año pasado, y donde me había encontrado con aquella muy bien. Aho- ra tú matas algo y yo hago
después me subí a un árbol. hoguera, parándome a escuchar cada mi- una hoguera.
Creo que pasaría dos horas en el árbol, pero nuto o dos minutos. Pero no sé por qué no Así que fuimos adonde estaba la canoa y
no vi nada. No oí nada; sólo me parecía haber tuve suerte; era como si no pudiera mientras él organizaba la hoguera en un claro
oído y visto por lo menos mil cosas. Bueno, encontrar el sitio. Pero al cabo de un rato, de la hierba entre los árboles, yo fui a buscar
tampoco me podía quedar allí eternamente, por fin, vi un resto del resplandor del fuego harina y tocino y café, y cafetera y sartén y
así que por fin me bajé, pero seguí en el entre los árboles. Fui hacia él, con mucho cui- azúcar y unas tazas de hojalata, y el negro se
centro del bosque y alerta todo el tiempo. dado y calma. Poco después ya estaba lo quedó muy asombrado, porque pensó que
No podía comer más que moras y lo que bastante cerca para echar un vistazo, y allí todo lo hacía por brujería. También atrapé un
quedaba del desayuno. había un hombre tum- bado en el suelo. Casi buen pez gato y Jim lo limpió con su navaja y
Cuando se hizo bien de noche tenía bastante me da un telele. Tenía la cabeza envuelta en lo frió.
hambre, así que cuando estaba oscuro del una manta, justo al lado del fuego. Me quedé Cuando el desayuno estuvo listo nos
todo me metí en silencio en el agua antes de sentado junto a unos matojos a unos seis pies tumbamos en la hierba y lo comimos
que saliera la luna y fui a remo a la ribera de de él sin parar de mirarlo. Ya estaba mientras estaba calentito. Jim se puso a
Illinois: aproximadamente un cuarto de milla. empezando a ver- se una luz gris del día. comer con mucha gana, pues estaba medio
Salí al bosque, me cociné algo que cenar y Poco después bostezó, se estiró y se quitó la
muerto de hambre. Cuando nos quedamos matado. Estos últimos botes estaban llenos ––¿Así que no has comido ni carne ni pan
bien llenos, descansamos y nos tumbamos. de señoras y de caballeros que iban a ver el todo este tiempo? ¿Por qué no buscaste
Poco después va Jim y dice: sitio. A veces amarraban a la orilla para tortugas de río?
––Pero, oye, Huck, ¿a quién mataron en la descansar antes de empezar el cruce, y me ––¿Y cómo las iba a agarrar? No se les puede
cabaña si no fue a ti? enteré de tu muerte por lo que decían. Sentí uno echar encima y agarrarlas; y, ¿cómo va
Entonces le conté toda la historia y me dijo mucho que te hubie- ran matado, Huck, pero uno a matarlas de una pedrada? ¿cómo se
que había sido muy astuto. Dijo que Tom ahora ya no. hace eso de noche? Y no iba a dejar que me
Sawyer no podía inventarse un plan mejor »Me quedé allí escondido todo el día, debajo vieran en la orilla de día.
que el mío. Después voy yo y digo: de las virutas y el serrín. Tenía hambre, pero ––Bueno, es verdad. Claro, has tenido que
––Y, ¿cómo es que estás tú aquí, Jim, cómo no miedo, porque sabía que la moza vieja y la seguir en el bosque todo el tiempo. ¿Oíste
has llegado? Pareció ponerse nervioso y no viuda iban a ir al sermón del campamento cómo disparaban el cañón?
dijo nada durante un minuto. Después va y poco después del desayuno y faltarían todo el ––Ah, sí. Sabía que te buscaban a ti. Los vi
dice: día, y ellas sabían que yo salía con el ganado al pasar por aquí... los miré entre los arbustos.
––A lo mejor más vale que no te lo cuente. amanecer, así que no esperarían verme por la Pasaron unos pajaritos que volaban una yarda
––¿Por qué, Jim? casa y no me echarían de menos hasta o dos cada vez y se volvían a posar. Jim dijo
––Bueno, hay motivos. Pero tú no te después de la oscurecida. Los otros criados que era señal de que iba a llover. Dijo que
chivarías si te lo contara, ¿verdad, Huck? tampoco, porque se iban a ir de fiesta en eso significaba cuando lo hacían los pollitos,
––Por éstas que no, Jim. cuanto las viejas no estuvieran en casa. así que pensaba que era lo mis- mo cuando lo
––Bueno, te creo, Huck. Me... me he »Bueno, cuando oscurició subí por la hacían los pajaritos. Yo iba a cazar algunos,
escapado. carretera del río, unas dos millas o más hasta pero Jim no me dejó. Dijo que traía la
––¡Jim! donde ya no había ca- sas. Había decidido lo muerte. Dijo que su padre se puso muy
––Pero acuérdate que dijiste que no lo que iba a hacer. O sea, si trataba de enfermo una vez y alguien de su familia atrapó
dirías... sabes que dijiste que no lo dirías, escaparme a pie, los perros me encontrarían; un pájaro y su abuelita dijo que su padre se
Huck. si robaba un bote para cruzar, lo echarían de moriría y eso fue lo que pasó.
––Bueno, es verdad. Dije que no y lo menos, comprendes, y sabrían que iba a dar Y Jim dijo que no había que contar las cosas
mantengo. De verdad de la buena. La gente al otro lado y dónde buscarme la pista. Así que iba uno a cocinar para la cena, porque
me llamará maldito abolicionista y me que digo: «Lo que necesito es una balsa; eso traía mala suerte. Lo mismo que si se sacudía
despreciará por no decir nada, pero no me no deja huellas». el mantel después de anochecer. Y dijo que si
importa. No voy a acusarte y de todos »Vi una luz que pasaba por la punta, así que un hombre tenía una colmena y se moría ese
modos nunca voy a volver allí. Así que ahora me metí y empujé un tronco delante de mí y hombre, había que decírselo a las abejas antes
cuéntamelo todo. nadé más de la mitad del río y me metí entre de que volviera a salir el sol a la mañana si-
––Bueno, mira, pasó así. La moza vieja, o sea, el maderamen que bajaba, con la cabeza baja, guiente, porque si no las abejas se ponían
la señorita Watson, se pasa el tiempo y como que nadé contracorrien- te hasta que enfermas y dejaban de trabajar y se morían.
metiéndose conmigo y me trata muy mal, parició la balsa. Entonces nadé a la popa para Jim dijo que las abe- jas no picaban a los
pero siempre dijo que no me vendería en agarrarme. Llegaron nubes y estuvo oscuro idiotas, pero yo no me lo creí, porque me
Orleans. Pero he visto que había un tratante un rato. Así que me subí a tumbar en las había metido con ellas docenas de veces y a
de negros que pasaba mucho tiempo por casa planchas. Los hombres estaban todos en el mí nunca me picaban.
y empecé a ponerme nervioso. Bueno, una medio, donde el farol. El río estaba creciendo Algunas de esas cosas ya las había oído yo
noche me acerco a la puerta muy tarde y la y había buena corriente, así que pensé que decir antes, pero no todas ellas. Jim se sabía
puerta no estaba cerrada del todo y oigo a la para las cuatro de la mañana estaría veinti- montones de se- ñales de ésas. Dijo que se
moza vieja que dice a la viuda que me va a cinco millas río abajo y entonces volvería al las sabía casi todas. Yo dije que me parecía
vender en Orleans, aunque no quería, pero agua antes de echarme otra vez a nadar y que todas las señales traían mala suerte, así
que me podía sacar ochocientos dólares, y meterme en el bos- que del lado de Illinois. que le pregunté si había alguna señal de buena
era tanto dinero que no podía resistirse. La »Pero no tuve suerte. Cuando habíamos suerte. Y va y dice:
viuda trató de hacer que prometiese que no, llegado casi a la punta de la isla un hombre ––Muy pocas, y no le valen a nadie. ¿Para qué
pero yo no esperé a oír el resto. Te aseguro empezó a venir a po- pa con el farol. Vi que quieres saber cuándo viene la buena suerte?
que me marché a toda velocidad. no valía de nada esperar, así que me dejé caer ¿Quieres que no llegue? ––y añadió––: Si
»Me largué zumbando cuesta abajo, con la y me eché a nadar hasta la isla. Bue- no, creía tienes los brazos peludos y el pecho peludo,
esperanza de robar un bote en la orilla, en que podía hacer pie casi en cualquier parte, es señal de que vas a ser rico. Bueno, eso vale
alguna parte por arriba del pueblo, pero pero no; la ribera estaba demasiado de algo, porque siempre es para dentro de
todavía había gente despierta, así que me empinada. Tuve que llegar casi al final de la mucho tiempo. Sabes, a lo mejor tienes que
escondí en el taller viejo del tonelero que isla antes de encontrar un buen sitio. Me metí ser pobre mucho tiempo antes, y entonces
está medio derrumbado en la orilla, a esperar en el bosque y pensé que no vol- vería a podrías desanimarte y matarte, si no supieras
que se fueran todos. Bueno, allí me pasé la subirme en más balsas mientras siguieran por esa señal que con el tiempo vas a ser
noche. Siempre había alguien. Hacia las seis andando por ahí con el farol. Tenía la pipa y rico.
de la mañana empezaron a pasar botes, y un poco de picadura en la gorra que no se ––¿Tú tienes pelos en los brazos y en el
hacia las ocho o las nueve todos los botes habían mojado, así que no había problema. pecho?
que pasaban contaban que tu papá había ––¿Y para qué me lo preguntas? ¿No ves que
venido al pueblo a decir que te habían sí?
––Bueno, ¿eres rico? ––No pasó nada. No conseguí que me Dentro tendimos las mantas para que
––No, pero fui rico una vez y voy a volver a devolviera ese dinero pa na, y Balum hicieran de alfombra y para comer allí.
serlo. Una vez tuve catorce dólares, pero me tampoco. No voy a volver a prestar más Pusimos todo lo demás a mano en la trasera
dediqué a espe- cular y me arruiné. dinero hasta que me den un aval. ¡Y decía el de la cueva. Poco después oscureció y
––¿En qué especulaste, Jim? predicador que te devolverían el dinero cien empezó a tronar y relampaguear, o sea, que
––Bueno, empecé con valores. ve- ces! Si me devolviera los diez centavos los pájaros tenían razón. Inmediamente
––¿Qué clase de valores? quedaríamos en paz y yo tan contento. después empezó a llover y a llover con ganas,
––Bueno, valores de verdad: ya sabes, ganado. ––Bueno, Jim, de todas maneras no importa, y nunca he visto un vien- to soplar así. Fue
Invertí diez dólares en una vaca. Pero no si vas a volver a ser rico tarde o temprano. una de esas buenas tormentas de verano.
volveré a arries- gar dinero en valores. La ––Sí, y ya soy rico ahora si lo piensa uno bien. Estaba tan oscuro que fuera todo parecía de
vaca fue y se me murió. Soy dueño de mí mismo y valgo ochocientos un azul––negro precioso, y la lluvia caía tan
––O sea, que perdiste los diez dólares. dólares. Oja- lá tuviera el dinero; ya no densa que los árboles a poca distancia
––No, no los perdí todos. Sólo unos nueve. querría más. parecían sombras como de telarañas, y
Vendí la piel y la cola por un dólar y diez llegaban soplidos del viento que doblaban los
centavos. CAPÍTULO 9 árboles y hacían levantarse las hojas por el
––Te quedaban cinco dólares y diez centavos. Me apetecía ir a buscar un sitio que estuviera lado pálido de abajo, y después seguía una
¿Seguiste especulando? hacia el centro de la isla y que había visto ráfaga feroz que hacía a las ramas agitar los
––Sí. ¿Te acuerdas de ese negro del viejo cuando estaba explorando, así que nos brazos como si se hubie- ran vuelto locas, y
señor Bradish que sólo tiene una pierna? pusimos en marcha y en seguida llegamos, después, cuando estaba de lo más azul y más
Bueno, pues puso un banco y dijo que todo el porque la isla sólo medía tres millas de largo negro, ¡fist! Se veía un resplandor como el de
que depositara un dólar recibiría cuatro y un cuarto de milla de ancho. la gloria y las copas de los árboles que se
dólares más al final del año. Bueno, todos los Aquel sitio era un cerro bastante largo y agitaban a lo lejos en medio de la tormenta, a
negros depositaron, pero no tenían mucho. empinado, de unos cuarenta pies de alto. Nos centenares de yardas más de distancia de lo
Yo era el único que lo tenía. Así que deposité costó trabajo llegar arriba, de empinados que que se podía ver antes; volvían a quedar
más de cuatro dólares y dije que si no me eran los lados y espesos los árboles. negras como el pecado en un segun- do y
daba lo que me tocaba, yo abría mi propio Anduvimos buscando por todas partes y por entonces se oía la vuelta del trueno con un
banco. Bueno, claro que aquel negro no fin encontramos una buena caverna en la tamborileo espantoso que continuaba
quería que yo le hiciera la competencia, roca, casi arriba del todo, en el lado que daba gruñendo, rodando y tambaleando por el
porque decía que no había negocio bastante a Illinois. La caver- na medía tanto como dos cielo hacia el otro lado del mundo, como si
para dos bancos, así que dice que yo podía o tres habitaciones juntas, y Jim podía estar estuvieran haciendo rodar barriles escaleras
meter mis cinco dólares y él me pagaría de pie sin darse en el techo. Era fres- ca. Jim abajo, ya sabéis, unas escaleras muy largas,
treinta y cinco al final del año. era partidario de guardar allí nuestras donde los barriles rebotan mucho.
»Así que eso hice. Después pensé que trampas inmediatamente, pero le dije que no ––Jim, esto está muy bien ––dije––. No
invertiría los treinta y cinco dólares para que nos convenía andar subiendo y bajando todo querría estar en ninguna otra parte del
las cosas siguieran moviéndose. Había un el tiempo. Jim dijo que si teníamos la canoa mundo. Dame otro trozo de pescado y algo
negro que se llamaba Bob que tenía una barca escondida en un buen sitio y teníamos todas de pan de borona caliente.
plana y su amo no lo sabía, y se la compré y las trampas en la caverna, podríamos ––Bueno, pues no estarías aquí si no fuera
le dije que le daría los treinta y cinco dólares escondernos a toda prisa en ella si llegaba por Jim. Estarías ahí fuera en el bosque y
a fin de año; pero alguién robó la barca alguien a la isla, y que sin perros nunca nos encima casi ahoga- do; te lo aseguro, mi niño.
aquellas noche y al día siguiente el negro cojo encontra- rían. Y, además, dijo que los Las gallinas saben cuándo va a llover y los
dijo que el banco había quebrado, así que pajaritos habían dicho que iba a llover y, pájaros también, niño.
todos nos quedamos sin el dinero. ¿quería yo que se nos mojaran todas las El río siguió creciendo diez o doce días hasta
––¿Qué hiciste con los diez centavos, Jim? cosas? que empezó a inundar las riberas. El agua
––Bueno, iba a gastármelos, pero tuve un Así que volvimos, sacamos la canoa y tenía tres o cua- tro pies de profundidad en la
sueño y el sueño me dijo que se los diera a llegamos frente a donde estaba la caverna y isla en los sitios bajos y en la ribera de Illinois.
un negro que se llama Balum, que lo llaman llevamos allí todas las trampas. Después Por aquella parte medía mu- chas millas de
Asno de Balum; ya sabes, uno de esos medio buscamos un sitio cerca donde esconder la ancho, pero del lado de Missouri era la misma
tontos, pero dicen que tiene suer- te, y ya canoa, en medio de los grandes sauces. Algu- distancia de siempre ––media milla––, porque
estaba visto que yo no la tenía. El sueño dice nos peces habían picado en los sedales; los la costa de Missouri era como una muralla de
que Balum invierta los diez centavos y haga cojimos y volvimos a poner el cebo y acantilados.
que crez- can. Bueno, pues Balum se llevó el empezamos a prepararnos para la cena. De día dábamos la vuelta a la isla remando en
dinero, y cuando estaba en la iglesia oyó que La entrada de la caverna era lo bastante la canoa. En medio del bosque hacía mucho
el predicador decía que quien daba a los grande para meter un barril, y a un lado de la fresco y siem- pre había sombra, auque fuera
pobres prestaba al Señor y con el tiempo entrada el piso es- taba un poco más alto y nos quemara el sol. Íbamos dando vueltas
recibiría el dinero multiplicado por cien. Así era liso, o sea, un buen sitio para encender entre los árboles y a veces las lianas caían tan
que va el Balum y les da los diez centavos a una hoguera. Así que allí la encendimos y gruesas que teníamos que retroceder y seguir
los pobres y se queda esperando a ver qué preparamos la cena. otro camino. Bueno, en cada viejo árbol
pasa. ––Bueno, y, ¿qué pasó, Jim? hendido se veían conejos y serpientes y esas
cosas, y cuando la isla llevaba uno o dos días
inundada estaban tan mansos, del hambre que Nos habríamos llevado la botella, pero estaba monedas cosidas en el forro de un viejo
tenían, que se podía llegar adonde estaban y rota. Había una cómoda vieja y estropeada y capote. Jim dijo que según él la gente de la
acariciarlos si quería uno, pero no a las un baúl viejo con las cerraduras rotas. casa había robado el capote, porque si hubie-
serpientes ni las tortugas, que se deslizaban Estaban abiertos, pero no quedaba nada que ran sabido que estaba el dinero, no lo habrían
por el agua. El cerro en el que estaba nuestra mereciese la pena. Por la forma en que dejado. Dije que seguro que también ellos lo
cueva estaba lleno de ellas. Podríamos haber estaban tiradas las cosas calculamos que la habían matado, pero Jim no quería hablar de
tenido mascotas de sobra si hubiéramos gente se había ido a toda prisa, sin tiempo aquello. Voyy digo:
querido. para llevarse la mayor parte de sus cosas. ––Bueno, tú crees que trae mala suerte,
Una noche cogimos un trozo de una balsa de Nos llevamos un viejo farol de hojalata y un pero, ¿qué dijiste cuando traje la piel de
troncos: buenos troncos de pino. Medía doce cuchillo de carnicero sin mango y una navaja serpiente que encontré en el cerro ayer?
pies de ancho y quince o dieciséis de largo, y Barlow com- pletamente nueva que valdría Dijiste que era la peor mala suerte del mundo
la parte más alta estaba a seis o siete pulgadas veinticinco centavos en cualquier tienda y un tocar una piel de serpiente con las manos.
por encima del agua: una superficie sólida y montón de velas de sebo; una palmatoria de Bueno, ¡pues mira la mala suerte! Nos hemos
nivelada. A veces veíamos cómo pasaban hojalata y una cantimplora; una taza de estaño traído todo esto y encima ocho dólares.
troncos aserrados a la luz del día, pero los y una vieja colcha deshilachada de la cama; un Ojalá tuviéramos una mala suerte así todos
dejábamos pasar, pues de día nunca salíamos. ridículo con agujas y alfileres y cera de abeja y los días, Jim.
Otra noche, cuando estábamos en la punta de botones e hilo y todas esas cosas; un hacha y ––No pienses más, mi niño, no pienses más.
la isla, justo antes de amanecer, apareció una unos clavos y un sedal gordo como mi dedo No te animes demasiado. Ya llegará.
casa de made- ra del lado del oeste. Tenía meñique con unos anzuelos enormes; un Recuerda lo que te digo, ya llegará.
dos pisos y estaba muy inclinada. Fuimos rollo de piel de ante y un collar de perro de Y sí que llegó. Fue un martes cuando
remando y subimos a bordo: nos me- timos cuero y una cerradura y muchos frascos de hablamos de eso. Bueno, el viernes después
por una de las ventanas de arriba. Pero medicina que no tenían etiqueta, y cuando de comer estábamos tumbados en la hierba
todavía estaba demasiado oscuro para ver, así nos íbamos me encontré una almohaza en la cima del cerro y nos quedamos sin
que amarramos la canoa y nos quedamos bastante buena y Jim un arco de violín viejo y tabaco. Fui a la cueva a buscar algo y me
sentados a esperar el amanecer. gastado y una pierna de madera. Se le habían encontré con una serpiente de cascabel. La
Empezó a llegar la luz antes de que caído los tirantes, pero salvo eso era una maté y la puse enroscada al pie de la manta
alcanzáramos el otro extremo de la isla. pierna bastante buena, aunque demasiado de Jim, de lo más natural, pensando lo que me
Entonces miramos por la ventana. Vimos una larga para mí y no lo bastante para Jim, y no divertiría cuando Jim la encontrase. Bueno,
cama y una mesa y dos sillas viejas y logramos encontrar la otra, aunque la por la noche se me olvidó lo de la serpiente,
montones de cosas tiradas por el suelo, y buscamos por todas partes. y cuando Jim se tumbó en la manta mientras
había ropa colgada junto a la pared. En el piso Así que, en general, conseguimos un buen yo encendía un farol allí estaba la compañera
del rincón más alejado había algo que parecía cargamento. Cuando estábamos listos para de la serpiente y le picó.
un hombre. Así que Jim dice: marcharnos, ya nos encontrábamos a un Pegó un salto y un grito, y lo primero que
––¡Eh, tú! cuarto de milla por debajo de la isla y era vimos a la luz fue al bicho enroscado y listo
Pero no se movió. Así que volví a gritar yo, y pleno día, así que hice que Jim se tumbara en para volver a pi- car. Lo maté en un segundo
después Jim dice: la canoa y se tapara con la colcha, porque si con un palo y Jim agarró la damajuana de
––Ése no está dormido: está muerto. Tú se sentaba la gente podía ver desde lejos que whisky de padre y empezó a verterla. Estaba
quédate ahí, voy a ver. Se acercó, se agachó a era negro. Fui remando hasta el lado de descalzo y la serpiente le había picado en el
mirar y dijo: Illinois y entre tanto gané media milla a la talón. Y todo eso porque yo había sido tan
––Está muerto. Sí, señor; y desnudo. Le han deriva. Subí por las aguas muertas bajo la idiota que no recordé que siempre que mata
pegado un tiro por la espalda. Calculo que ribera y no tuve accidentes ni herí a nadie. uno a una serpiente aparece su compañera,
lleva muerto dos o tres días. Ven, Huck, pero Llegamos a casa sanos y salvos. que se le enrosca encima. Jim me dijo que
no le mires a la cara. Es demasiado horrible. cortase la cabeza a la serpiente y la tirase y
No miré en absoluto. Jim le echó unos trapos CAPÍTULO 10 después le quitara la piel al cadáver y asara un
viejos encima, pero no hacía falta; yo no Después de desayunar yo quería hablar del trozo. Fue lo que hice, y se lo comió y dijo
quería verlo. Por todo el piso estaban tirados muerto y suponer cómo lo habrían matado, que serviría para curarlo. Me hizo quitar los
montones de cartas de baraja viejas y pero Jim no que- ría. Dijo que traía mala cascabeles y atárselos a la muñeca. Dijo que
grasientas, y viejas botellas de whisky y un par suerte, y además, dijo, podía venir a eso también lo aliviaría. Después salí en
de máscaras hechas de paño negro, y las perseguirnos, porque un hombre que no silencio y tiré las serpientes muy lejos entre
paredes estaban llenas de letreros y dibujos estaba enterrado tenía más probabilidades de los arbustos, porque no iba a dejar que Jim se
de lo más torpe, hechos a carbón. Había dos andar haciendo el fantasma que uno bien enterase de que todo era culpa mía, si podía
viejos vestidos de calicó sucio y un bonete y plantado y cómodo. Aque- llo parecía evitarlo.
algo de ropa interior de mujer colgado junto bastante razonable, así que no dije más, pero Jim chupó y chupó de la damajuana y de vez
a la pared, y también ropa de hombre. Lo no pude dejar de pensar en aquello ni de en cuando le daba la furia y se retorcía
metimos todo en la canoa: podía servir de tener ga- nas de saber quién le había pegado gritando, pero cada vez que volvía en sí
algo. En el suelo encontré un viejo sombrero un tiro a aquel hombre y por qué. chupaba de la garrafa. Se le hinchó mucho el
de paja para muchacho; también lo recogí. Y Buscamos entre la ropa que nos habíamos pie y lo mismo le pasó con la pierna. Pero al
además había una botella con leche y un llevado y encontramos ocho dólares en rato le empezó a llegar la borrachera, así que
tapón de trapo para que mamara un niño. pensé que estaba bien, aunque yo hubiera
preferido que me mordiese una serpiente que noche y estar muy atento. Después lo siguió de aquí en una granja, así que ya no tengo.
el whisky de padre. pensando y añadió que podría ponerme algo Por eso llego tan tarde. Mi madre está mala y
Jim estuvo acostado cuatro días con sus de la ropa que teníamos y vestirme de niña. se ha quedado sin dinero ni nada y he venido
noches. Después le desapareció la hinchazón También aquello era una buena idea. Así que a decírselo a mi tío Abner Moore. Vive en la
y empezó a andar otra vez. Decidí que nunca acortamos uno de los vestidos de calicó y yo parte alta del pueblo, me ha dicho mi madre.
jamás volvería a agarrar una piel de serpiente me arremangué las piernas de los pantalones Yo nunca he estado aquí. ¿Usted lo conoce?
con las manos, ahora que había visto lo que hasta las rodillas y me lo puse. Jim me lo ––No, pero todavía no conozco a todo el
pasaba. Jim dijo que calculaba que la próxima abrochó por detrás con los corchetes, y me mundo. No llevo aquí ni dos semanas. De
vez le creería, porque andar tocando pieles caía bien. Me puse el bonete y me lo até bajo aquí a la parte alta del pueblo queda mucho
de serpiente traía tanta mala suerte que a lo la barbilla, y si alguien me miraba y me veía la camino. Más vale que pases aquí la noche.
mejor todavía no se había terminado. Dijo cara era como mirar por un tubo de Quítate el sombrero.
que prefería ver la luna nueva por encima del chimenea. Jim dijo que nadie me cono- cería, ––No ––dije––; voy sólo a descansar un rato
hombro izquierdo aunque fueran mil veces ni siquiera de día. Estuve entrenándome todo y luego seguir. La oscuridad no me da miedo.
antes que tocar una piel de serpiente con la el día para acostumbrarme, y al cabo de un Dijo que no me dejaría marcharme solo pero
mano. Bueno, yo también estaba empezando rato me quedaba bastante bien, sólo que Jim que su marido llegaría más tarde, quizá
a opinar lo mismo, aunque siempre he dijo que no andaba como las chicas, y que dentro de una hora y media, y le diría que me
pensado que mirar a la luna nueva por encima tenía que dejar de subirme las faldas para acompañase. Después se puso a hablar de su
del hombro izquierdo es una de las cosas más meterme las manos en los bolsillos. Le hice marido y de sus parientes río arriba y de sus
tontas y absurdas que se pueden hacer. El caso y me quedó mejor. parientes río abajo y de que antes vivían
viejo Hank Bunker lo hizo una vez y presumió Me fui al lado de Illinois en la canoa justo mucho mejor y que no sabían si no se habían
mucho de ello, y menos de dos años después después de oscurecer. equivocado al venir a nuestro pueblo, en
se emborrachó, se cayó de la torre del agua y Salí hacia el pueblo desde un poco más abajo lugar de conformarse con seguir como
se quedó tan aplastado que parecía una hoja, del desembarcadero del transbordador y la estaban, y así sucesivamente, hasta que temí
por así decirlo, y lo tuvieron que poner de deriva de la co- riente me dejó al extremo haberme equivocado pensando que ella me
lado entre dos puertas de establo en lugar de del pueblo. Eché amarras y me puse a andar iba a dar noticias de lo que pasaba en el
ataúd y lo enterraron así, según dicen, pero por la orilla. Había una luz encendi- da en una pueblo, pero luego se puso a hablar de padre
yo no me lo creo. Me lo contó padre, pero cabaña en la que hacía mucho tiempo que no y del asesinato y ahí sí que estaba yo
de todas formas es lo que pasa por andar vivía nadie y me pregunté quién estaría allí. dispuesto a dejar que siguiera dándole a la
mirando así a la luna, como un idiota. Me acerqué para mirar por la ventana. Había lengua. Me contó cómo Tom Sawyer y yo
Bueno, fueron pasando los días y el río bajó una mujer de unos cuarenta años que hacía habíamos encontrado los doce mil dólares
otra vez entre las orillas, y una de las punto a la luz de una vela colocada sobre una (sólo que ella dijo que eran veinte) y toda la
primeras cosas que hicimos fue cebar uno de mesa de pino. No la había visto nunca; era historia de padre, y lo malo que era y lo malo
los anzuelos grandes con un conejo una desconocida, porque en aquel pue- blo que era yo y por fin llegó a la parte en que
despellejado y echarlo, y pescamos un pez no había ni una cara que no conociera yo. me asesinaban, y yo dije:
gato igual de grande que un hombre, porque Aquello fue una suerte, porque yo empezaba ––¿Quién fue? En Hookerville se ha hablado
medía seis pies y dos pulgadas y pesaba más a sentir dudas. Me empezaba a dar miedo mucho de todas esas cosas, pero no sabemos
de doscientas libras. Claro que no podíamos haber venido; la gente podría reconocerme quién fue el que mató a Huck Finn.
tirar de él, porque nos hubiera lanzado a por la voz. Pero si aquella mujer lle- vaba en ––Bueno, supongo que aquí hay montones de
Illinois. Nos quedamos sentados mirando un pueblo tan pequeño sólo dos días podría gente que querrían saber quién le mató.
cómo se revolvía y se agitaba hasta que se contarme todo lo que yo quisiera saber, así Algunos dicen que fue el viejo Finn en
ahogó. En el estómago le encontramos un que llamé a la puerta y decidí no olvidar que persona.
botón de co- bre, una pelota redonda y era una niña. ––No ... ¿eso dicen?
montones de cosas. Partimos la pelota con el ––Al principio era lo que creían todos. Nunca
hacha y dentro había un carrete. Jim dijo que CAPÍTULO 11 sabrá lo cerca que estuvo de que lo lincharan.
se lo había tragado hacía mucho tiempo y por ––Adelante ––dijo la mujer, y obedecí––. Pero en se- guida cambiaron de opinión y
eso había ido haciendo una bola con él. Era Siéntate. decidieron que lo hizo un negro fugitivo que
uno de los peces más grandes que jamás se Me senté. Me miró muy atenta con unos se llama Jim.
hubieran pescado en el Mississippi, creo. Jim ojillos brillantes, y va ydice: ––Pero si él...
dijo que nunca había vis- to otro mayor. En el ––Y, ¿cómo te llamas? Me callé. Calculé que era mejor no decir
pueblo habría valido mucho dinero. Esos ––Sarah Williams. nada. Siguió hablando y no se dio cuenta de
peces los venden por libras en el mercado; ––¿Por dónde vives? ¿por aquí cerca? que yo la había in- terrumpido:
todo el mundo compra algo; tienen la piel ––No, señora. En Hookerville, siete millas ––El negro se escapó la misma noche que
blanca como la nieve y fritos están muy más abajo. He venido andando todo el murió Huck Finn. Así que ahora ofrecen una
buenos. camino y estoy cansa- dísima. recompensa por él: trescientos dólares.
A la mañana siguiente dije que todo se estaba ––Y te apuesto a que tienes hambre. Voy a También hay una recompensa por el viejo
poniendo muy aburrido y que querría ver buscar algo. Finn: doscientos dólares. Fíjate que vino al
algo de movi- miento. Dije que creía que iba a ––No, señora. No tengo hambre. Tenía tanta pueblo la mañana después del asesinato y lo
cruzar el río a ver qué pasaba. A Jim le que tuve que pararme dos millas más abajo denunció, y se fue con los otros a buscarlo en
gustaba la idea; pero dijo que tenía que ir de el transborda- dor e inmediatamente va y se
marcha. En seguida querían lincharlo, pero me puse a enhebrarla. Me temblaban las hacía uno o dos días se había dislocado un
fíjate que ya había desaparecido. Bueno, al día manos y lo hice muy mal. Cuando la mujer brazo y no sabía si ahora podía apuntar bien.
siguiente se enteraron de que había huido el dejó de hablar levanté la mirada y me estaba Esperó una oportunidad y en seguida le tiró la
negro y de que nadie lo había visto desde las mirando muy curiosa y sonriendo un poco. barra a una rata, pero le falló por mucho y
diez de la noche del asesinato. Así que Dejé la agu- ja y el hilo y puse cara de interés dijo, «¡ay!», que le dolía mucho el brazo.
entonces ofrecieron una recompensa por él, ––y la verdad es que estaba interesado–– y Entonces me pidió que probara yo con la
ya entiendes, y cuando esta- ban todos voy y digo: siguiente. Yo quería marcharme an- tes de
convencidos al día siguiente vuelve el viejo ––Trescientos dólares es un montón de que volviera su viejo, pero claro que no lo
Finn y se fue llorando al juez Thatcher a pedir dinero. Ojalá que lo tuviera mi madre. ¿Va a dije. Agarré la barra y a la primera rata que
dinero para buscar al negro por todo Illinois. ir allí su marido esta noche? asomó el hoci- co se la tiré, y de haberse
El juez le dio algo y aquella noche se ––Ah, sí. Ha ido a la parte alta del pueblo con quedado donde estaba no se habría sentido
emborrachó y se quedó hasta después de el hombre que te he dicho, a buscar un bote nada bien. Dijo que yo tiraba de primera y
medianoche con dos desconocidos de muy y ver si les prestan otra escopeta. Van a que calculaba que a la siguiente le daría. Se
mal aspecto y después se fue con ellos. cruzar después de medianoche. levantó a buscar la barra y la trajo y también
Bueno, desde entonces no ha vuelto ni lo ––¿No verían mejor si esperasen hasta que una made- ja de lana con la que quería que la
esperan hasta que esto se haya pasado un fuera de día? ayudara yo. Levanté las dos manos y ella me
poco, porque ahora la gente piensa que mató ––Sí. Y, ¿no vería también mejor el negro? puso la madeja y siguió hablando de cosas
a su hijo y arregló las cosas para que todo el Después de medianoche lo más probable es suyas y de su marido. Pero se interrumpió
mundo se creyera que lo habían hecho unos que esté dormido, y se pueden meter por el para decir:
ladrones y así podría llevarse el dinero de bosque ybuscar su hoguera mejor si está ––Sigue atenta a las ratas. Más vale que tengas
Huck sin tener que molestarse mucho tiempo oscuro, si es que tiene una hoguera. la barra a mano, en el regazo.
con un pleito. La gente dice que no sería nada ––No se me había ocurrido. Así que me echó el trozo de plomo al regazo
raro en él. Bueno, calculo que es muy listo. Si La mujer me seguía mirando muy curiosa y yo justo en aquel momento y yo apreté las
no vuelve en un año no le pasará nada. No se no me sentía nada cómodo. Y después de un piernas para acoger- lo y ella siguió hablando.
le puede probar nada, ya sabes; para entonces momento va y pregunta: Pero sólo un minuto o así. Después me quitó
las cosas estarán más tranquilas y podrá ––¿Cómo habías dicho que te llamabas, la madeja y me miró a los ojos y me dijo muy
marcharse con el dinero de Huck sin ningún guapa? amable:
problema. ––M ... Mary Williams. ––Vamos, ahora dime cómo te llamas de
––Sí, calculo que sí, señora. No creo que No sé por qué pero no me parecía haber verdad.
tenga problemas. ¿La gente ya no cree que lo dicho que era Mary antes, así que no levanté ––¿Cooo? ¿Cómo, señora?
hiciera el negro? la vista... Me pare- cía que había dicho que era ––¿Cómo te llamas de verdad? ¿Bill o Tom, o
––Ah, no, no todos. Muchos creen que fue él. Sarah, así que me sentí como acorralado y Bob? ¿Cómo te llamas? Creo que me puse a
Pero al negro lo van a agarrar muy pronto y a tenía miedo de que a lo mejor se me notara. temblar como una hoja, sin saber qué hacer.
lo mejor le meten miedo para que lo cuente. Tenía ganas de que la mujer dijera algo más; Pero dije:
––Pero, ¿todavía lo están buscando? cuanto más tiempo pasaba callada más ––Por favor, no se ría de una pobre chica
––Bueno, ¡sí que eres inocente! ¿Te crees incómodo me sentía. Pero entonces va y dice: como yo, senora. Si le molesto, me...
que nacen trescientos dólares en los árboles ––Guapa, creí que al llegar habías dicho que ––No, nada de eso. Siéntate y quédate donde
todos los días? Al- gunos creen que el negro te llamabas Sarah. estás. No voy a hacerte nada ni voy a
no ha ido muy lejos. Y yo tampoco... Pero no ––Ay, sí, señora, es verdad. Sarah Mary delatarte. Me cuentas tu secreto y confias en
se lo he dicho a nadie. Hace unos días estaba Williams. Me llamó Sarah de primer nombre. mí. Yo te lo guardo, y lo que es más, te
yo hablando con un par de viejos que viven al Algunos me lla- man Sarah y otros Mary. ayudo. Mi hombre, lo mismo, si tú quieres. Ya
lado en la cabaña de troncos y dijeron que ––Ah, ¿eso es lo que pasa? entiendo que eres un aprendiz y te has
casi nadie va a esa isla de allá que llaman la ––Sí, señora. escapado y nada más. No es nada. No tiene
isla de Jackson. «¿Y ahí no vive nadie?», Ya me estaba sintiendo mejor, pero con nada de malo. Te han tratado mal y has
pregunto yo. «No, nadie», dicen. Yo no dije ganas de marcharme de allí de todas maneras. decidido escaparte. Hijo mío, yo no te
más, pero he estado pensándolo. Estaba casi Todavía no me atrevía a levantar la mirada. delataría. Ahora cuéntamelo todo, sé buen
segura de que había visto humo por allí, hacia Bueno, la mujer se puso a hablar de lo chico.
la punta de la isla, hacía un día o dos, así que difíciles que estaban los tiempos y lo pobres Así que dije que no servía de nada seguir
me digo: «A lo mejor el negro está escondido que eran y cómo co- rrían las ratas por todas fingiendo y que me dejaría de mentiras y se lo
ahí; en todo caso», digo yo, «merece la pena partes, como si la casa fuera de ellas, y de contaría todo, pero que tenía que cumplir su
buscar en esa isla». Desde entonces no he esto y de aquello, y me empecé a sentir más promesa. Después le dije que mi padre y mi
visto más humo, así que a lo mejor se ha ido, tranquilo. Tenía razón en lo de las ratas. A madre habían muerto y que la ley me había
si es que era él; pero mi marido va a ir a cada rato se veía una que asomaba el hocico asignado a un campesino viejo y mezquino
verlo, con otro. Tuvo que ir río arriba, pero por un agujero en un rincón. Dijo que tenía que vivía por lo menos a treinta millas del río
volvió hoy y se lo dije en cuanto llegó hace que tener cosas a mano para tirárselas y que me trataba tan mal que no lo pude
dos horas. cuando estaba sola, porque si no, no la seguir aguantando; se había ido un par de días
Me había puesto tan nervioso que no podía dejaban en paz. Me enseñó una barra de y yo aproveché la oportunidad para robar un
estarme quieto. Tenía que hacer algo con las plomo retorcido en forma de nudo y dijo que vestido viejo de su hija y largarme, y había
manos, así que saqué una aguja de la mesa y en general tenía bue- na puntería, pero que tardado tres noches en recorrer las treinta
millas. Viajaba de noche y me escondía a y levantar la mano por encima de la cabeza lo Aparté la canoa de la orilla un poco y me
dormir de día, y la bolsa de pan y de carne más torpe que puedas y fallarle a la rata por puse a mirar; pero si por allí había un bote no
que me había llevado me había durado todo seis o siete pies. Tira con el brazo tieso a podía verlo, por- que las estrellas y las
el camino, y todavía me quedaba. Dije que partir del hombro, como si tuvieras un eje, sombras no valen para ver mucho. Luego
creía que mi tío Abner Moore se haría cargo como las chicas, y no con la muñeca y el sacamos la balsa y bajamos entre las som-
de mí y que por eso había venido a este codo con el brazo a un lado, como hacen los bras, hasta el pie de la isla en total silencio,
pueblo de Goshen. chicos. Y recuerda que cuando una chica sin decir ni una palabra.
––¿Goshen, chico? Esto no es Goshen. Esto trata de recoger algo en el regazo separa las
es Saint Petersburg. Goshen está diez millas rodillas, no las junta como hiciste tú cuando CAPÍTULO 12
río arriba. te tiré la barra de plomo. Pero hombre, si me Debía de ser casi la una cuando por fin
¿Quién te dijo que esto era Goshen? di cuenta de que eras un chico en cuanto te pasamos el final de la isla y la balsa parecía
––Bueno, un hombre con el que me encontré pusiste a enhebrar la aguja, y las demás cosas avanzar muy lenta. Si se acercaba un bote, el
al amanecer esta mañana, justo cuando iba a las hice para estar segura. Ahora, vete plan era meternos en la canoa y avanzar hacia
meterme en el bosque para dormir, como corriendo con tu tío, Sarah Mary Williams la orilla de Illinois, y menos mal que no llegó
siempre. Me dijo que los caminos se dividían George Elexander Peters, y si te metes en ninguno, porque no se nos había ocurrido
y que debía seguir el de la derecha y al cabo algún lío manda un recado a la señora Judith poner la escopeta en la canoa, ni un sedal
de cinco millas estaría en Goshen. Loftus, que soy yo, y haré lo que pueda por para pescar, ni nada que comer. Teníamos
––Debía de estar borracho. Te dijo sacarte de él. Sigue siempre por el camino del demasiada prisa para pensar en tantas cosas.
exactamente lo contrario de lo que es. río, y la próxima vez que te eches a andar lle- No había sido muy inteligente po- nerlo todo
––Bueno, sí que parecía que estuviera va zapatos y calcetines. La carretera del río en la balsa.
borracho, pero ya no importa. Tengo que tiene muchas piedras y calculo que vas a Si los hombres iban a la isla, supongo que
seguir. Llegaré a Goshen antes de que tener los pies hechos polvo cuando llegues a encontrarían la hoguera que había hecho yo y
amanezca. Goshen. que esperarían toda la noche a que llegara
––Espera un momento. Voy a darte algo de Fui por la ribera unas cincuenta yardas y Jim. En todo caso no se nos acercaron, y si
comer. A lo mejor te hace falta. Así que me deshice el camino para volver donde estaba aquella hoguera no los engañó, no era culpa
preparó algo de comer y dijo: mi canoa, bastante lejos por debajo de la mía. Yo había hecho todo lo posible por
––Oye, cuando una vaca se echa, ¿por qué casa. Me metí de un salto y salí corriendo. Fui despistarlos.
parte se levanta? Responde rápido, vamos; no río arriba lo bastante lejos para llegar a la Cuando se empezó a ver la primera luz del
te pares a pen- sarlo. ¿Por qué lado se punta de la isla, y después empecé a cruzar. día amarramos a una barra de arena que
levanta? Me quité el bonete, porque no quería ir había en una gran curva del lado de Illinois,
––Por el de atrás, señora. como con orejeras. Cuando estaba hacia la cortamos ramas de alamillo con el hacha y
––Bueno, ¿y un caballo? mitad del camino oí que el reloj empezaba a tapamos la balsa con ellas para que pareciese
––Por el de delante, señora. dar las horas, así que me paré a escu- char; el que había habido un corrimiento de tierras
––¿De qué lado de un árbol crece el musgo? ruido se oía débil por encima del agua, pero por aquella orilla. En esas barras de arena hay
––Del norte. con claridad: las once. Cuando llegué a la alami- llos tan apretados como los dientes de
––Si hay quince vacas pastando en una cuesta, punta de la isla no me paré a descansar, un rastrillo.
¿cuántas de ellas comen con las cabezas aunque estaba sin aliento, sino que me metí Veíamos montañas en el lado de Missouri y
mirando en la misma dirección? directamente donde estaba mi an- tiguo mucho bosque en el de Illionois, y el canal,
––Las quince, señora. campamento y encendí una buena hoguera, por aquella par- te, corría del lado de
––Bueno, supongo que es cierto que has en un sitio alto y seco. Missouri, de forma que no teníamos miedo
vivido en el campo. Creí que a lo mejor Después salté a la canoa y fui a nuestro sitio, de encontrarnos con nadie. Nos quedamos
pensabas engañarme otra vez. ¿Y cómo te una milla y media más abajo, todo lo rápido allí todo el día viendo las balsas y los barcos
llamas de verdad? que pude. Des- embarqué y avancé entre los de vapor que bajaban por el lado de Missouri
––George Peters, señora. árboles hasta el cerro y llegué a la cueva. Allí y los barcos de vapor que subían río arriba
––Bueno, George, trata de recordarlo. No te estaba Jim, dormido como un tronco en el peleando contra la corriente en el centro. Le
vayas a olvidar y a decirme que es Elexander suelo. Lo desperté y le dije: conté a Jim todo lo que había pasa- do
antes de irte y luego quieras arreglarlo ––¡Levántate y prepárate, Jim! No hay ni un cuando estuve hablando con la mujer y Jim
diciendo que es George Elexander cuando te minuto que perder. ¡Nos están buscando! dijo que era muy lista y que si fuese ella quien
pesque. Y no te acerques a mujeres con ese Jim no hizo ninguna pregunta ni dijo una nos buscara no iba a quedarse sentada
vestido viejo. Haces bastante mal de chica, palabra; pero por la forma en que trabajó la vigilando una hoguera; no, señor, iría con un
pero quizá puedas engañar a los hombres. Y media hora siguien- te se veía que estaba perro. Bueno, entonces, dije yo, ¿por qué
recuerda, hijo, que cuando te pongas a asustadísimo. Para entonces teníamos en la no podía decirle a su marido que buscara un
enhebrar una aguja no tienes que sostener el balsa todo lo que poseíamos en el mundo y perro? Jim dijo que seguro que se le ocurría
hilo quieto y llevar la aguja hacia él: ten quieta estábamos listos para sacarla de entre los cuando los hombres se pusieran en marcha, y
la aguja y pasa el hilo por ella; así es como lo sauces donde estaba escondida. Lo primero que suponía que debía de haber ido a la parte
hacen prácticamente todas las mujeres, pero que hicimos fue apa- gar la hoguera de la de arriba del pueblo a buscar un perro, de
los hombres siempre lo hacen al revés. Y cueva, y después ya no encendimos ni una forma que habían perdido todo aquel tiempo,
cuando le tires algo a una rata o algo así, vela. o si no, no estaríamos allí en la barra de
recuerda que te tienes que poner de puntillas
arena a dieciséis o diecisiete millas por debajo de luces a las dos de una noche silenciosa. hacia él. Con los relámpagos se veía muy
del pueblo; no, señor, estaríamos otra vez en No se oía ni un ruido: todo el mundo dormía. claro. Estaba todo escorado, con una parte
el pueblo. Así que yo dije que no me Todas las noches yo me iba ala orilla junto a de la cubierta superior por encima del agua, y
importaba por qué no llegaban, mientras no alguna aldea y compraba diez o quince se veía cada uno de los cables de la chimenea
llegaran. centavos de harina o de tocino salado u otras con toda claridad y una silla junto a la
Cuando empezó a oscurecer asomamos las cosas que comer, y a veces me llevaba campana gran- de, con un viejo chambergo
cabezas entre los alamillos y miramos arriba y prestado un pollo que no parecía sentirse que colgaba en el respaldo, cuando llegaban
abajo y a los lados pero no vimos nada, así cómodo. Padre siempre decía que había que los relámpagos.
que Jim sacó algunos de los troncos de arriba llevarse un pollo cuando se tenía la Bueno, como era tan tarde, había aquella
de la balsa y construyó un wigwam muy oportunidad, porque si no lo quiere uno es tormenta y todo parecía tan misterioso, se
cómodo para refugiarnos cuando hiciese fácil encontrar a alguien que lo quiera, y una me ocurrió lo mismo que a cualquier otro
mucho calor o lloviera y para tener las cosas buena obra nunca se olvida. No vi ni una sola chico cuando vi aquel barco embarrancado
en seco. Jim preparó un suelo para el wigwam vez que no lo quisiera padre, pero en todo tan triste y solitario en medio del río. Que-
y lo levantó un pie más por encima del nivel caso eso es lo que decía. ría abordarlo y explorarlo un poco a ver lo
de la balsa, de forma que las mantas y las Por las mañanas, antes del amanecer, me que tenía dentro. Así que dije:
trampas estaban fuera del alcance del oleaje metía en los campos de maíz y me llevaba ––Vamos a abordarlo, Jim.
de los barcos de vapor. Justo en medio del prestada una sandía, o un melón, o una Pero al principio Jim estaba totalmente en
wigwam pusimos una capa de polvo de cinco calabaza, un poco de maíz nuevo o cosas así. contra. Va y dice:
o seis pulgadas de grueso y la rodeamos con Padre siempre decía que no tenía nada de ––No quiero andar metiendo las narices en
un bastidor para que no se saliera; era para malo llevarse prestadas cosas si se tenía la un barco muerto. Nos va muy bien y más vale
hacer fuego cuando lloviese o hiciera frío; intención de pagarlas alguna vez; pero la viuda dejar que siga así, como dice el Libro. Seguro
con el wigwam no se podría ver. También decía que aque- llo no era más que robar, por que hay un vigilante en ese barco.
preparamos un timón de repuesto, porque mucho que se disfrazara con palabras, y que
uno de los que teníamos podía romperse o las personas decentes no lo hací- an. Jim dijo ––Vigilante, tu abuelita ––dije yo––; no hay
engancharse o lo que fuera. Preparamos un que calculaba que la viuda tenía una parte de nada que vigilar más que la timonera y la
palo con una horquilla del que colgar el viejo razón y papá otra, así que lo mejor sería que camaretas superio- res y, ¿te crees que nadie
farol, porque siempre tendría- mos que es- cogiéramos dos o tres cosas de la lista y va a arriesgar la vida por una timonera y unas
encenderlo cuando viéramos un barco de no las volviéramos a tomar prestadas, y camaretas en una noche así, cuando lo más
vapor que venía río abajo, para que no nos entonces calculaba que no tendría nada de probable es que se parta en dos y se vaya río
pasara inad- vertido, pero no teníamos que malo tomar prestadas las otras. Así que nos abajo en cualquier momento?
encenderlo para los que iban río arriba salvo pasamos toda una noche hablando de eso, Jim no podía responder a aquello, así es que
que nos viéramos en lo que ellos llaman mientras íbamos río abajo, tratando de no lo intentó.
«entre corrientes», porque el río seguía muy decidir si eliminábamos las sandías, las ––Y además ––dije yo––, podríamos tomar
alto y las riberas bajas continuaban cantalupas, los melones, o qué. Pero para el algo prestado que mereciese la pena en el
sumergidas, de forma que los barcos que lo amanecer lo teníamos todo resuelto camarote del capi- tán. Seguro que hay puros,
remontaban no subían siempre por el canal, satisfactoriamente y concluimos que de los que cuestan cinco centavos cada uno y
sino que iban buscando aguas más fáciles. eliminaríamos las reinetas y los caquis. Antes en dinero contante. Los capitanes de barco
La segunda noche navegamos entre siete y no nos habíamos sentido bien del todo, pero de vapor siempre son ricos y cobran sesenta
ocho horas, con una corriente que iba a más ahora ya estábamos tranquilos. Yo me alegré dólares al mes y les importa un pito lo que
de cuatro millas por hora. Pescamos y de haberlo resuelto así, porque las reinetas cuesten las cosas, ya lo sabes, si les apetecen.
charlamos y de vez en cuando nos echamos a nunca están buenas y los caquis no estarían Ponte una vela en el bolsillo, Jim; no me
nadar para no quedarnos dormidos. Era madu- ros hasta dentro de dos o tres meses. puedo aguantar hasta que lo hayamos
bastante solemne aquello de bajar por el gran De vez en cuando matábamos un ave acuática registrado. ¿Te crees que Tom Sawyer se iría
río silencioso, echados de espaldas y mirando que se levantaba demasiado temprano por las sin más de un sitio así? Ni hablar. Diría que
a las estrellas, y no nos daban ganas de hablar mañanas o no se acostaba lo bastante era una aventura, eso es lo que diría, y
en voz alta ni nos reímos mucho, sólo alguna temprano por las tardes. En general, vivíamos abordaría ese barco aunque fuera lo último
risa en voz baja. En general nos hizo muy muy bien. de su vida. Y seguro que lo haría con estilo;
buen tiempo y no nos pasó nada, ni aquella La quinta noche, río abajo de Saint Louis, o, ¿no te crees que organizaría una de las
noche ni la siguiente ni la otra. hubo una gran tormenta después de buenas? Hombre, te creerías que era
Todas las noches pasábamos junto a pueblos, medianoche, con montones de truenos y de Cristóbal Colón descubriendo el Otro
algunos de ellos a lo lejos en cerros negros, relámpagos, y la lluvia caía como una sábana. Mundo. Ojalá estuviera aquí Tom Sawyer.
sin ver nada más que el resplandor de unas Nos quedamos en el wigwam y dejamos que Jim gruñó un poco, pero cedió. Dijo que no
luces, y ni una sola casa. La quinta noche la balsa se manejara sola. Cuando brillaba un teníamos que hablar más que lo inevitable, y
pasamos junto a Saint Louis y era como si el relámpago veíamos el río enorme y recto por eso en voz muy baja. Los relámpagos
mundo entero estuviera iluminado. En Saint delante y gran- des acantilados a los dos volvieron a mostrarnos el barco naufragado
Petersburg decían que Saint Louis tenía veinte lados. Y una vez voy yo y digo: justo a tiempo y nos agarramos a la ca- bria
o treinta mil habitantes, pero yo nunca me lo ––Caray, Jim, ¡mira ahí! de estribor y amarramos allí.
creí hasta que vi aquella maravillosa cantidad Era un barco de vapor que había naufragado La cubierta estaba muy alta de aquel lado.
contra una roca. Nosotros íbamos directos Bajamos despacio por la pendiente hacia
babor, en la oscuri- dad, hacia las camaretas ––Pero yo no quiero matarlo, y tengo mis de dos horas antes de que esta ruina se parta
altas, tanteando el camino muy despacio con motivos. en dos y baje flotando río abajo. ¿Entiendes?
los pies y con los brazos muy abier- tos para ––¡Bendito seas por esas palabras, Jake Se ahogará y no podrá denunciar a nadie. Me
apartar las cuerdas, porque estaba tan oscuro Packard! ¡No las olvidaré mientras viva! –– parece que es mucho mejor que matarlo. Yo
que no veíamos nada. En seguida llegamos a la dice el hombre del suelo, como no soy partidario de matar a alguien mientras
parte de delante de la claraboya y nos tartamudeando. se pueda evitar; no tiene sentido y no es
subimos a ella, y al paso siguiente nos Packard no hizo caso, sino que colgó el farol moral. ¿Tengo razón o no?
quedamos enfrente de la puerta del capitán, de un clavo y avanzó hacia donde estaba yo ––Supongo que sí. Pero, ¿y si no se rompe
que estaba abierta, y, ¡qué diablos, al otro en la oscuridad y le hizo un gesto a Bill para ybaja flotando?
extremo de las camaretas vimos una luz! ¡Y que se le acercara. Yo retrocedí unas dos ––Bueno, de todas formas podemos esperar
en el mismo momento pareció que oímos yardas lo más rápido que pude, pero el barco dos horas a ver qué pasa, ¿no?
voces bajas a lo lejos! estaba tan escorado que no podía ir muy ––Está bien; vamos.
Jim me susurró que se sentía muy mal y me deprisa, así que para que no tropezase Así que se pusieron en marcha y yo me
dijo que nos fuéramos. Yo dije que de conmigo y me co- gieran me metí en un largué, empapado de sudor frío,
acuerdo, e íbamos a volver a la balsa cuando camarote de la parte alta. El hombre vino a tambaleándome hasta la proa. Estaba oscuro
oí una voz que lloriqueaba y decía: tientas en la oscuridad, y cuando Packard como boca de lobo pero dije en una especie
––¡Ay, por favor, no, muchachos! ¡Juro que llegó a mi camarote dijo: de susurro ronco: « Jim!» Respondió justo a
no lo diré nunca! Otra voz dijo, muy alta: ––Aquí, ven aquí. mi lado con una especie de gemido y dije:
––Es mentira, Jim Turner. Ya has hecho lo Y allí entró, con Bill detrás. Pero antes de que ––Rápido, Jim, no hay tiempo que perder con
mismo antes de ahora. Siempre quieres más entrasen ellos yo me había subido a la litera quejidos; ahí hay una banda de asesinos, y si
que tu parte del botín, y siempre te la has de arriba, arrinconado y lamentando haber no encontra- mos su bote y lo echamos al río
llevado, porque juraste que si no nos ido. Entonces se quedaron allí con las manos para que no se puedan marchar del barco,
delatarías. Pero ahora lo has dicho una vez de en el borde de la litera, hablando. Yo no uno de ellos va a pasarlo muy mal. Pero si
más. Eres el perro más asqueroso y más podía verlos, pero sabía dónde estaban por el encontramos el bote podemos dejarlos a
traidor de este país. olor a whisky que habían tomado. Me alegré todos muy mal: los va a encontrar el sheriff.
Para entonces, Jim se había ido a la balsa. Yo de no beber whisky, aunque tampoco habría ¡Rápido... aprisa! Yo busco por el lado de
estaba hirviendo de curiosidad. Y me dije que importado mucho, porque era casi imposible babor y tú por el de estribor. Empieza por la
Tom Sawyer no se echaría atrás ahora, así que me olieran porque no respiraba. Estaba balsa, y...
que yo tampoco, y que iba a ver lo que demasiado asustado. Y además, uno no podía ––Ay, señor mío, señor mío. ¿Balsa? Ya no
pasaba. Así que me puse a cuatro patas en el respirar mientras oía aquello. Hablaban en queda balsa. ¡Se ha roto o ha desaparecido!
pasillo y avancé en la oscuridad hasta que no voz baja y muy serios. Bill quería matar a ¡Y nosotros aquí!
había más que un camarote entre el cruce de Turner. Dice:
las camare- tas y yo. Entonces vi un hombre ––Ha dicho que nos delataría y lo hará. Si le
tirado en el suelo y atado de pies y manos y diéramos ahora a él nuestras partes, ya no
otros dos encima de él, y uno de ellos llevaba importaría des- pués de la pelea y de lo que
CAPÍTULO 13
una linterna sorda en la mano y el otro tenía le hemos hecho. Puedes estar seguro de que Bueno, pegué un respingo y me desmayé.
una pistola. Éste no hacía más que apuntar la haría de testigo de cargo; ahora, escúchame. ¡Encerrados en un barco naufragado con una
pistola a la cabeza del que estaba en el suelo y Yo soy partidario de quitarle las penas para banda de asesi- nos! Pero no quedaba tiempo
decía: siempre. para andar con lloriqueos. Ahora teníamos
––¡Ya me gustaría, y es lo que tendría que ––Y yo también ––dijo Packard, muy que encontrar el bote y quedarnos nosotros
hacer, chivato de porquería! El hombre del tranquilo. con él. Bajamos temblando y tiritando por el
suelo se encogía, diciendo: ––Maldita sea, había empezado a creer que lado de estribor y tardamos mucho: pareció
––Ay, por favor, no, Bill; no voy a delataros no. Bueno, entonces no hay problema. Vamos que pa- saba una semana antes de llegar a
nunca. con ello. popa. No se veía ni señal del bote. Jim dijo
Y cada vez que decía aquello el del farol se ––Aguarda un momento; todavía no he dicho que él no creía tener fuerzas para seguir:
reía y decía: mi parte. Escúchame. Está bien pegarle un tenía tanto miedo que ya no podía más, dijo.
––¡Desde luego que no! En tu vida has dicho tiro, pero hay formas más discretas si es Pero yo le dije: «Adelante, si nos quedamos
una verdad mayor, te lo aseguro ––y una vez necesario hacerlo. Pero lo que yo digo es aquí, seguro que lo pasamos mal». Así que
dijo––: ¡Escu- chad cómo suplica! Pero si no esto: no tiene sentido andar buscando que seguimos buscando. Fuimos a la popa de la
lo tuviéramos dominado y atado, nos habría nos pongan una soga al cuello cuando puede cubierta superior y lo encontramos; luego
matado a los dos. ¿Y por qué? Por nada. Sólo uno conseguir lo mismo y no correr ningún subimos como pudimos por la claraboya,
porque defendimos nuestros derechos, por peligro. ¿No es verdad? agarrándonos a cada hierro, porque el borde
eso. Pero te apuesto, Jim Turner, a que no ––Seguro que sí. Pero, ¿cómo te las vas a de la claraboya ya estaba metido en el agua.
vas a volver a amenazar a nadie. Deja esa arreglar esta vez? Cuando estábamos bastante cerca del
pistola, Bill. ––Bueno, he pensado lo siguiente: buscamos vestíbulo encontramos el bote, ¡por fin! Yo
Bill dice: por todas partes y recogemos lo que se nos apenas si lo vi. Me sentí muy contento. Un
––No me apetece, Jake Packard. Estoy de haya olvidado en los camarotes, nos vamos a segundo más y me habría subido a bordo,
acuerdo con matarlo, ¿no mató él al viejo la orilla y escondemos el botín. Después pero justo entonces se abrió la puerta. Uno
Hatfield así, y no se lo merece? esperamos. Yo digo que no van a pasar más de los hombres asomó la cabeza a sólo un
par de pies de mí y creí que había llegado mi Pero la idea fracasó, porque la tormenta ––Pues padre y madre y mi hemanita y la
hora final, pero volvió a meterla y va y dice: volvió a empezar en seguida, y aquella vez señorita Hooker, y si fuera usted allí con su
––¡Bill, esconde ese maldito farol! peor que antes. La lluvia caía a chuzos y no se transbordador...
Tiró al bote un saco con algo y después se veía ni una luz; calculo que todo el mundo ––¿Adónde? ¿Dónde están?
subió y se sentó. Era Packard. Entonces salió estaría en la cama. Bajamos por el río ––En el barco que ha naufragado.
Bill y se metió en el bote. Packard va y dice: buscando luces y atentos a nuestra balsa. Al ––¿Qué barco?
––Listos... ¡empuja! cabo de mucho rato, escampó la lluvia pero ––Pues el único que hay.
Yo apenas si me podía agarrar a los hierros, continuó nu- blado y seguían viéndose ––¿Cómo? ¿No te referirás al Walter Scott?
de débil que me sentía. Pero Bill va y dice: relámpagos, y uno de ellos nos indicó algo ––Sí.
––Espera... ¿le has registrado? negro que flotaba por delante y nos dirigimos ––¡Cielo santo! ¿Qué hacen ahí, por el amor
––No. ¿Y tú? allí. de Dios?
––No. O sea que todavía tiene su parte de Era la balsa, y nos alegramos mucho de volver ––Bueno, no fueron a propósito.
dinero. a subir a ella. Entonces vimos una luz hacia ––¡Seguro que no! Pero, Dios mío, ¡si no
––Bueno, pues vamos allá. No tiene sentido abajo, en la orilla, a la derecha. Así que dije tienen ni una oportunidad si no se marchan a
llevarnos las cosas y dejar el dinero. que fuéramos allí. El bote estaba medio lleno toda velocidad! Pero, ¿cómo diablos se han
––Oye, ¿no sospechará lo que estamos del botín que había robado aquella banda en metido en eso?
preparando? el barco naufragado. Lo pusimos en la balsa ––Es muy fácil. La señorita Hooker estaba de
––A lo mejor, no. todo amontonado y le dije a Jim que bajara a visita allá en el pueblo...
Así que desembarcaron y volvieron a entrar. la deriva y sacara una luz cuando creyera que ––Sí, en el desembarcadero de Booth... sigue.
La puerta se cerró de un portazo porque había recorrido dos millas y la tuviera ––Estaba allí de visita en el desembarcadero
estaba del lado es- corado y al cabo de medio encendida hasta que llegara yo; después me de Booth y justo a media tarde se puso en
segundo yo me encontraba en el bote y Jim puse a los remos y fui hacia la luz. Cuando marcha con su negra en el transbordador de
se metió a tumbos detrás de mí. Sa- qué la me acerqué vi tres o cuatro más en un cerro. caballos para pasar la noche en casa de su
navaja, corté la cuerda, ¡y nos fuimos! Era un pueblo. Fui derecho a la luz de la amiga, la señorita como se llame –– no lo
No tocamos ni un remo ni hablamos ni orilla, dejé de remar y seguí flotando. Al pasar recuerdo––, y perdieron el timón y
susurramos, y casi ni siquiera respiramos. vi que era un farol que colgaba del mástil de empezaron a dar vueltas y bajaron flotando,
Bajamos deslizándonos muy rápido, en total un transbordador de doble casco. Me puse a de popa, y se queda- ron enganchadas en el
silencio, más allá del tambor de la rueda y de buscar al vigilante, pregun- tándome dónde barco naufragado, y el del transbordador y la
la popa, y después, en un segundo o dos más, dormiría, y al cabo de un rato lo vi recostado negra y los caballos se perdieron, pero la
estábamos cien yardas por debajo del barco y en el bitón de proa, con la cabeza apoyada en señorita Hooker se agarró y se subió al
la oscuridad lo escondió sin que se pudiera las rodillas. Le di dos o tres golpecitos en el barco. Bueno, como una hora después
ver ni señal de él; estábamos a salvo y lo hombro y empecé a llorar. llegamos nosotros en nues- tra gabarra de
sabíamos. Se empezó a desperezar como alarmado, mercancías y estaba tan oscuro que no vimos
Cuando nos encontrábamos a trescientas o pero cuando vio que era sólo yo, bostezó y el barco hasta que chocamos con él y nos
cuatrocientas yardas río abajo vimos la se estiró bien y des- pués dice: que- damos enganchados, pero nos salvamos
linterna como una chispita en la puerta de la ––Eh, ¿qué pasa? No llores, chico. ¿Qué te todos salvo Bill Whipple, con lo bueno que
cubierta superior durante un segundo y pasa? Y yo digo: era... casi hubiera pre- ferido ser yo, de
supimos por eso que los bandidos habían ––Padre y madre y mi hermanita... verdad.
visto que se habían quedado sin el bote y Y volví a echarme a llorar. Va él y dice: ––¡Por Dios! Es lo más raro que he oído en
empezaban a comprender que ellos mismos ––Vamos, dita sea, no te pongas así; todos mi vida. Y entonces, ¿qué hicisteis?
tenían tantos proble- mas como Jim Turner. tenemos nuestros problemas y éste ya se ––Bueno, gritamos y armamos mucho ruido,
Después Jim se puso a los remos y arreglará. ¿Qué les pasa? pero ahí el río es tan ancho que no nos oía
comenzamos a buscar nuestra balsa. Fue ––Están... están... ¿es usted el vigilante del nadie. Así que padre dijo que alguien tenía
entonces cuando empecé a preocuparme por barco? que ir a la costa a buscar ayuda. Yo era el
los hombres: calculo que antes no había ––Sí ––dice, con un aire muy satisfecho––. único que sabía nadar, por eso me vine, y la
tenido tiempo. Empecé a pensar lo terrible Soy el capitán y el propietario y el segundo y señorita Hooker dijo que si no encontraba
que era, incluso para unos asesinos, estar en el piloto y el vigilante y el marinero jefe, y a ayuda antes, que viniese aquí a buscar a su
una situación así. Me dije que no sabía si yo veces soy la carga y los pasajeros. No soy tan tío, que él lo arreglaría todo. Llegué a tierra
mismo llegaría alguna vez a ser un asesino y rico como Jim Hornback y no puedo ser tan una milla más abajo y vengo andando desde
entonces qué me parecería. Así que voy y le generoso con todo el mundo y tirar el dinero entonces, tratando de que la gente haga algo,
digo a Jim: como él, pero le he dicho muchas veces que pero todos dicen: «¿Qué? ¿con una noche así
––La primera luz que veamos, no me cambiaría por él; porque, digo yo, lo y con esta corriente? No tiene sentido; vete a
desembarcamos cien yardas por debajo o por mío es la vida de marinero, y que me buscar el transbordador de vapor». Si
encima de ella, en un sitio donde os podáis cuelguen si iba a vivir a dos millas del pueblo, quisiera usted ir y...
esconder bien tú y el bote, y después yo iré a donde nunca pasa nada, con todos sus ––Por Dios que me gustaría y, dita sea, no sé
contarles algún cuento y conseguir que al- dineros y muchos más que tuviera. Digo yo... si voy a ir, pero, ¿quién diablo lo va a pagar?
guien vaya a buscar a esa banda y sacarlos de Le interrumpo y digo: ¿Crees que tu papá...?
su situación, para que puedan ahorcarlos ––Están en una situación horrible, y... ––Bah, eso está arreglado. La señorita
cuando llegue el momento. ––¿Quiénes? Hooker dijo que su tío Hornback...
––¡Diablos! ¿Ése es tío suyo? Mira, ve a esa les cortan la cabeza. Pero donde más tiempo
luz que ves allá y gira al oeste al llegar, y CAPÍTULO 14 pasan es en el harén.
aproximadamente un cuarto de milla después Después, cuando nos levantamos, miramos ––¿En el qué?
llegas a la taberna; diles que te lleven a toda en qué consistía el botín que había robado la ––En el harén.
prisa a casa de Jim Hornback y que él lo banda en el bar- co naufragado y ––¿Qué es el harén?
pagará todo. Y no pierdas el tiempo, porque encontramos botas y mantas y ropa y toda ––Donde tienen a sus mujeres. ¿No sabes lo
querrá tener la noticia. Dile que tendré a su clase de cosas distintas, un montón de libros que es el harén? Salomón tenía uno donde
sobrina a sal- vo antes de que él pueda llegar y un catalejo y tres cajas de cigarros. Ninguno había por lo me- nos un millón de mujeres.
al pueblo. Ahora vete rápido; voy ahí a la de los dos habíamos sido nunca así de ricos ––Pues es verdad; me... me se había olvidado.
vuelta a despertar a mi maquinis- ta. en la vida. Los cigarros eran de primera. Nos Un harén es una pensión, supongo. Seguro
Salí hacia la luz, pero en cuanto él se dio la pasamos todo el principio de la tarde en el que en el cuar- to de los niños hay mucho
vuelta retrocedí, me metí en el bote, achiqué bosque, charlando, y yo leyendo los libros y jaleo. Y seguro que las mujeres se pelean
el agua y luego me introduje en la parte en general pasándolo bien. Le conté a Jim mucho, de forma que hay más jaleo. Pero
tranquila del río a unas seiscientas yardas y todo lo ocurrido en el barco y en el dicen que el Salamón era el hombre más
me escondí entre algunos botes de ma- dera, transbordador y dijo que esas cosas eran sabio que ha vivido. Yo no me lo acabo de
porque no podía quedarme tranquilo hasta aventuras, pero que no quería más. Dijo que creer, porque,
ver que el transbordador se ponía en marcha. cuando yo me metí en la cubierta su- perior y ¿para qué iba un tío tan sabio a querer vivir
Pero, en general, me sentía bastante bien por él se volvió a rastras a la balsa y vio que había en medio de todo aquel escándalo? No...
haberme preocupado tanto de la banda, desaparecido casi se muere, porque pensó seguro que no. Un hombre sabio se haría
aunque mucha gente no lo hubie- ra hecho. que pasa- ra lo que pasara para él ya había construir una fábrica de calderas y entonces
Ojalá lo hubiera sabido la viuda. Pensé que acabado todo, pues si no se salvaba se podría apagarlo todo cuando quisiera
estaría orgullosa de mí por ayudar a aquellos ahogaría, y si se salvaba el que lo viera lo descansar.
sinvergüenzas, porque los sinvergüenzas y los devolvería a casa para cobrar la recompensa ––Bueno, pero en todo caso fue el hombre
tramposos son la gente por la que más se y entonces seguro que la señorita Watson lo más sabio del mundo, porque me lo ha dicho
interesan la viuda y la gente buena. vendía en el Sur. Bueno, tenía razón; casi la viuda, nada menos.
Bueno, en seguida apareció el barco siempre tenía razón; tenía una cabeza de lo ––Me da igual lo que haya dicho la viuda; no
naufragado, todo oscuro y apagado, que iba más razonable para un negro. era tan sabio. Se le ocurrían algunas de las
deslizándose a la deriva. Me recorrió el Le leí a Jim muchas cosas sobre reyes y ideas más raras que he oído en mi vida.
cuerpo un sudor frío y me dirigí hacia él. duques y condes y todo eso, y lo bien que se ¿Sabes lo del niño que quería partir en dos?
Estaba muy hundido, y al cabo de un vestían y lo elegan- tes que se ponían y cómo ––Sí, la viuda me lo contó.
momento vi que no había muchas se llamaban unos a otros «su majestad», «su ––¡Pues entonces! ¿No te parece la idea más
posibilidades de que quedara nadie vivo a señoría», «su excelencia» y todo eso, en lugar idiota del mundo? No tienes más que
bordo. Le di una vuelta entera y grité un de «señor», y a Jim se le salían los ojos y pensarlo medio minu- to. Ese tronco de allá,
poco, pero no respondió nadie; había un estaba muy interesado. Va y dice: ése es una de las mujeres; ése eres tú, el otro
silencio sepulcral. Me sentí un poco triste por ––No sabía que había tantos. Casi nunca tronco; yo soy Salamón, y ese billete de un
los de la banda, aun- que no mucho, pues había oído hablar de ellos, más que del viejo dólar es el niño. Los dos lo queréis. ¿Qué
calculé que si ellos podían aguantarlo yo aquel del rey Sa- lamón, sin contar los reyes hago yo? ¿Voy a buscar entre los vecinos para
también. de la baraja. ¿Cuánto cobra un rey? ver de quién es el billete y dárselo al dueño,
Entonces va y aparece el transbordador, así ––¿Cobrar? ––digo yo––; pues lo menos mil como es normal, como haría cualquiera que
que me fui hacia la mitad del río, en una larga dólares al mes si quieren; pueden llevarse lo tuviese la menor idea? No; voy y rompo el
deriva aguas abajo, y cuando me pareció que que quieran; todo es suyo. billete en dos y te doy una mitad a ti y la otra
ya no se me podía ver levanté los remos para ––Estupendo, ¿no? Y ¿qué tienen que hacer, a la mujer. Eso es lo que iba a hacer el
mirar hacia atrás y vi que el transbordador Huck? Salamón con el niño. Y lo que yo te digo: ¿De
daba vueltas y buscaba en torno al barco los ––¡No hacen nada! ¡Qué cosas dices! Están qué vale a naide medio billete? No se puede
restos de la señorita Hooker, porque el ahí y nada más. comprar nada con eso. ¿De qué vale medio
capitán sabría que su tío Hornback querría ––No; ¿de verdad? niño? Yo no daría nada por un millón de
verlos, y después en seguida el transbordador ––Pues claro que sí. No hacen más que estar medios niños.
abandonó y se dirigió a la costa; yo me puse a ahí, salvo a lo mejor cuando hay guerra; ––Pero, dita sea, Jim, es que no entiendes
mi trabajo y bajé a toda velocidad por el río. entonces se van a la guerra, o si no van de nada... Dita sea, es que no te enteras.
Me pareció que pasaba muchísimo tiempo caza. Sí, con halcones y todo eso... ¡Shhh! ¿no ––¿Quién? ¿Yo? Vamos. No me vengas
hasta ver la luz de Jim, y cuando por fin has oído un ruido? diciendo a mí que no lo entiendo. Creo que
apareció daba la sen- sación de estar a mil Salimos del bosque a mirar, pero no había entiendo lo que es sentido común y lo que
millas. Cuando llegué, el cielo estaba nada más que el paleteo de la rueda de un no. Y el hacer una cosa así no tiene sentido.
empezando a ponerse un poco gris hacia el buque de vapor a lo lejos, que daba la vuelta a La pelea no era por medio niño; la pe- lea era
este, así que nos dirigimos hacia una isla y la punta, así que volvimos. por un niño entero, y el hombre que crea
escondimos la balsa, hundimos el bote, nos ––Si ––dije––, y otras veces, cuando las cosas que puede solucionar una pelea por un niño
acostamos y nos queda- mos dormidos como están aburridas, se meten con el Parlamento, entero con medio niño es que no sabe lo que
troncos. y si no hacen las cosas como quieren ellos, es la vida. No me hables a mí del tal Salamón,
Huck. Ya he visto yo a muchos así.
––Pero te digo que no lo entiendes. ––Bueno, ¿y las vacas? paletada, pero no se movía. Tenía tanta prisa
––¡Dale con que no lo entiendo! Yo entiendo ––No, las vacas tampoco. que no la había desamarrado. Me puse en pie
lo que entiendo. Y, entérate, lo que hay que ––¿Hablan los gatos igual que las vacas o las y traté de desamarrarla, pero estaba tan
entender de verdad es más complicado; vacas igual que los gatos? nervioso que me temblaban las manos de
mucho más complicado. Es cómo criaron al ––No. forma que casi no podía hacer nada con ellas.
Salamón. Piénsalo: un hombre tie ne sólo uno ––Lo natural y lo normal es que hablen En cuanto logré ponerme en marcha, me
o dos hijos; ¿va ese hombre a andar distinto, ¿no? puse a perseguir la balsa a toda velocidad,
partiéndoles en dos? No, ni hablar; no se lo ––Claro. directamente hacia la barra de arena. Aquello
puede permitir. Él sabe apreciarlos. Pero un ––¿Y no es natural ni normal que los gatos y estaba bien pensado, pero la barra no mediría
hombre que tiene cinco millones de hijos por las vacas hablen distinto de nosotros? ni sesenta yardas de largo, y en cuan- to la
toda la casa, ése es diferente. A ése le da igual ––Hombre, pues claro que sí. dejé atrás me metí en medio de aquella niebla
partir en dos a un niño que a un gato. ––Bueno, entonces, ¿por qué no es natural y blanca y densa sin tener ni la menor idea de
Quedan muchos más. Un niño o dos más o normal que un francés hable diferente de adónde iba.
menos no le importaban nada al Salamón, nosotros? Contés- tame a ésa. Pensé que no valía la pena remar; sabía que a
¡maldito sea! ––Huck, ¿son los gatos iguales que los las primeras de cambio iba a encallar en la
Nunca he visto un negro así. Se le metía una hombres? orilla o en una barra de arena o algo así; me
cosa en la cabeza y ya no había forma de ––No. quedé inmóvil dejando que la canoa bajase a
sacársela. Nunca he visto a un negro que le ––Bueno, entonces, no tiene sentido que los la deriva, pero se pone uno muy nervioso
tuviera tanta manía a Salomón. Así que me gatos hablen igual que los hombres. ¿Son las cuando no tiene nada que hacer con las
puse a hablar de otros reyes y dejé en paz a vacas iguales que los hombres? ¿O son las manos en un momento así. Pegué un grito y
ése. Le hablé de Luis XVI, al que le cortaron vacas iguales que los gatos? escuché. A lo lejos, no sé dónde, oí otro grito
la cabeza en Francia hacía mucho tiempo, y ––No, ninguna de las dos cosas. apagado y me animé algo. Fui allá a toda
de su hijo pequeño, el delfín, que habría sido ––Bueno, entonces no tienen por qué hablar velocidad, escuchando atento por si lo volvía
rey, pero se lo llevaron y lo metieron en la como los hombres o los gatos. ¿Son hombres a oír. La siguiente vez que lo oí, vi que no me
cárcel y algunos dicen que allí se murió. los franceses? dirigía hacia él, sino hacia su derecha, y a la
––Pobrecito. ––Sí. próxima hacia su izquierda, y tampoco
––Pero otros dicen que se escapó y que vino ––¡Pues entonces! Dita sea, ¿por qué no avanzaba mucho, porque yo iba dando vueltas
a América. hablan igual que los hombres? Contéstame tú de acá para allá, mientras que aquella voz
––¡Eso está bien! Pero se sentirá muy solo... a ésa. bajaba recta todo el tiempo.
Aquí no hay reyes, ¿verdad, Huck? Vi que no tenía sentido seguir gastando saliva: Lo que yo quería era que al muy tonto se le
––No. a los negros no se les puede enseñar a ocurriera empezar a dar golpes seguidos en
––Entonces no puede conseguir trabajo. discutir. Así que lo dejé. una sartén, pero no se le ocurrió, o a lo
¿Qué va a hacer? mejor sí, y lo que me preocupaba eran los
––Bueno, no sé. Algunos se hacen policías y silencios entre los gritos. Bueno, seguí
otros enseñan a la gente a hablar francés. adelante y en seguida oí el grito detrás de mí.
––Pero, Huck, ¿es que los franceses no hablan
CAPÍTULO 15 Ahora sí que estaba yo hecho un lío. O había
como nosotros? Calculamos que en tres noches arribaríamos otra persona gritando o yo había dado la
––No, Jim; tú no entenderías ni una palabra a El Cairo, al final de Illinois, donde llegan las vuelta del todo.
de lo que dicen... ni una sola palabra. aguas del río Ohio, y eso era lo que Dejé el remo. Volví a oír el grito; seguía por
––Bueno, ¡queme cuelguen! ¿Porqué? buscábamos. Venderíamos la balsa y detrás de mí, pero en un sitio distinto; sonaba
––No lo sé, pero es verdad. He visto en un tomaríamos un barco de vapor para una vez tras otra y siempre cambiaba de
libro algunas de las cosas que dicen. Imagínate remontar el Ohio hasta los estados libres, y lugar, y yo seguía respondiendo, hasta que
que viene un hombre y te dice «parlé vu ahí ya no tendríamos problemas. por fin volvió a quedar por delante de mí, y
fransé»; ¿qué pensarías tú? Bueno, como a la segunda noche empezó a comprendí que la corriente le había dado la
––No pensaría nada; le partiría la cara; bueno, bajar la niebla y fuimos a buscar una barra de vuelta a la canoa al avanzar aguas abajo y que
si no era blanco. A un negro no le dejaría que arena donde amarrar, porque era inútil seguir yo iba bien si es que era Jim y no otro balsero
me llamara eso. adelante con la niebla; pero cuando me que pegaba gritos. Yo no entendía nada de las
––Rediez, no te estaría llamando nada. No adelanté a remo en la canoa, con la cuerda voces en la niebla, porque en una niebla no
haría más que preguntarte si sabes hablar para amarrar, no había más que unos hay nada que parezca ni suene natural.
francés. tronquitos. Eché la cuerda a uno de ellos, Siguieron los gritos y al cabo de un minuto o
––Bueno, entonces, ¿por qué no lo dice? justo junto al reborde de la orilla, pero allí la así me encontré bajando a toda velocidad
––Pero si es lo que está diciendo. Así es corriente era muy fuerte y la balsa bajaba a frente a una orilla empinada y llena de
como lo dicen los franceses. tanta velocidad que lo arrancó de raíz y siguió fantasmas borrosos de grandes árboles, y la
––Bueno, pues es una forma ridícula de adelante. Vi que la niebla se hacía más densa y corriente me lanzó hacia la izquierda y siguió
decirlo y no quiero seguir hablando de eso. me sentí tan mal y tan asustado que no pude adelante, arrastrando un montón de troncos
No tiene sentido. mover- me durante casi medio minuto, según que bajaban atronando, por la velocidad a que
––Mira, Jim; ¿hablan los gatos igual que me pareció, y entonces ya no se veía la balsa; los rompía la corriente. Al cabo de uno o dos
nosotros? no se veía más allá de veinte yardas. Salté a la segundos no se veía más que una masa blanca,
––No, los gatos no. canoa y corrí a popa, agarré el remo y di una y todo había quedado en silencio. Entonces
me quedé sentado, totalmente inmóvil, amarrarlo a la barra de arena? ––No. ¿Qué
escuchando los latidos de mi corazón, y creo Pero calculo que fue más que una siesta, barra de arena? No he visto ninguna barra de
que no respiré ni una sola vez en cien latidos. porque cuando me desperté las estrellas arena.
Entonces renuncié. Sabía lo que pasaba. brillaban mucho, la nie- bla había ––¿Que no has visto ninguna barra de arena?
Aquella orilla empinada era una isla, y Jim desaparecido y yo bajaba dando vueltas por Mira, ¿no se soltó el cable de la balsa y bajó
había pasado al otro lado de ella. No era una gran curva del río con la popa por zumbando por el río y te dejó en la canoa
como una barra de arena que se podría delante. Al principio no sabía dónde me detrás, en la niebla?
tardar diez minutos en pasar. Tenía árboles encontraba. Creí que estaba soñando, y ––¿Qué niebla?
grandes como una isla normal; podría medir cuando empezé a recordar las cosas parecía ––¡Pues la niebla! La niebla que hemos tenido
cinco o seis millas de largo y más de media de que todo hubiera ocurrido hacía una semana. toda la noche. ¿Y no estuviste pegando gritos
ancho. Allí el río era monstruosamente grande, con y yo lo mis- mo, hasta que nos tropezamos
Me quedé en silencio, con el oído atento, árboles altísimos y muy apretados en las dos con unas de las islas y uno de los dos se
unos quince minutos, calculo. Naturalmente, orillas; como una muralla sólida, hasta donde perdió y el otro como si se hubiera perdido,
seguía flotando río abajo a cuatro o cinco se podía ver a la luz de las estrellas. Miré río porque no sabía dónde estaba? ¿Y no estuve
millas por hora, pero en eso nunca piensa abajo y vi una mancha negra en el agua. Fui yo mirando por un montón de esas islas y lo
uno. No, uno se cree que está totalmente hacia ella, pero cuando llegué no era más que pasé terrible y casi me ahogué? Dime que no
quieto en el agua, y si pasan unos palos al un par de troncos atados. Después vi otra es verdad, jefe, ¿no? Respóndeme a eso.
lado no se piensa en lo rápido que va, sino mancha y la perseguí; después otra, y aquella ––Bueno, esto es demasiado para mí, Jim. Yo
que pega un respiro y dice: «¡Vaya! qué vez acerté: era la balsa. no he visto ninguna niebla, ni ninguna isla, ni
rápido van esos palos». Si alguien se cree que Cuando llegué, Jim estaba sentado con la he tenido ningún problema, ni nada. He
estar solo de noche en medio de una niebla cabeza entre las rodillas, dormido, con el estado sentado hablando contigo toda la
así no resulta de lo más triste y terrible, que brazo derecho col- gando sobre el remo de noche hasta que te quedaste dormido hace
lo pruebe una sola vez y se enterará. gobernar. El remo se había roto y la balsa unos diez minutos y creo que yo también. En
Después, durante media hora más o menos, estaba llena de hojas, ramas y tierra. Así que ese tiempo no puedes haberte
seguí gritando de vez en cuando, hasta que lo había pasado mal. emborrachado, así que lo que pasa es que has
por fin oí una res- puesta muy lejos, y traté Amarré y me tumbé en la balsa justo al lado estado soñando.
de seguirla, pero no lo logré, e de Jim, y empecé a bostezar y a estirar los ––Dita sea, ¿cómo voy a soñar todo eso en
inmediatamente pensé que me había metido brazos junto a él, y voy y digo: diez minutos? ––Bueno, estamos fastidiados,
en me- dio de un laberinto de barras de ––Hola, Jim, ¿me he dormido? ¿Por qué no pero sí que lo has soñado, porque no ha
arena, porque las veía borrosas a los dos me has despertado? pasado nada de eso.
lados: a veces con sólo un canal estrecho en ––Dios mío santo, ¿eres tú, Huck? Y no has ––Pero, Huck, lo veo tan claro como...
medio, y otras que no veía pero sabía que muerto, no te has ahogado, ¿has vuelto? Es ––No importa que lo veas claro; no es lo que
estaban allí porque oía la corriente chocar demasiado boni- to para ser verdad, mi niño, ha pasado. Lo sé, porque he estado aquí todo
con viejos troncos secos y con basura que es demasiado bonito para ser verdad. Déjame el tiempo.
había en las orillas. Bueno, no tardé mucho que te mire, niño, déjame que te toque. No, Jim no dijo nada durante unos cinco minutos,
en dejar de oír los gritos entre las barras de no, ¡no has muerto! Has vuelto otra vez, sano sino que se quedó sentado pensándolo.
arena y sólo traté de seguirlas un ratito, en y salvo, el mismo Huck de siempre... ¡el Después va y dice:
todo caso, porque aquello era peor que mismo Huck de siempre, gracias a Dios! ––Bueno, entonces, calculo que lo he soñado,
perseguir un fuego fatuo. En mi vida había ––¿Qué pasa, Jim? ¿Has bebido? Huck; pero que me cuelguen si no ha sido el
oído un ruido tan dificil de seguir ni que ––¿Bebido? ¿Que si he bebido? ¿He tenido ni sueño más real que he visto en mi vida. Y
cambiara de sitio tantas veces y a tal rapidez. un momento para beber? nunca había tenido un sueño que me hubiera
Cuatro o cinco veces tuve que apartarme a ––Bueno, entonces, ¿por que dices cosas tan dejado tan cansado como éste.
golpes de la orilla para no darme un topetazo raras? ––Bueno, es normal, porque a veces los
con ellas, así que calculé que la balsa debía de ––¿Qué cosas raras digo? sueños lo cansan a uno como un diablo. Pero
estar chocando con la orilla de vez en ––¿Cuáles? Pero si no haces más que hablar éste ha sido un sueño de miedo; cuéntamelo
cuando, porque si no, seguiría avanzan- do y de que he vuelto y todo eso, como si me entero, Jim.
ya no se la podría oír; era que flotaba un hubiera ido... Así que Jim se puso a la tarea y me lo contó
poco más rápido que yo. ––Huck... Huck Finn, mírame a los ojos, todo del principio al fin, tal como había
Bueno, al cabo de un rato parecía que estaba mírame a los ojos. ¿No te has ido? pasado, sólo que lo adornó mucho. Después
otra vez en río abierto, pero no se oía ni un ––¿Ido yo? Pero, ¿de qué diablos hablas? Yo dijo que tenía que ponerse a «terpretarlo»,
grito en ninguna parte. Calculé que a lo mejor no me he ido a ninguna parte, ¿adónde iba a porque era una advertencia. Dijo que la
Jim se había enganchado con un tronco y que ir? primera barra de arena representaba a un
para él había terminado todo. Yo estaba ––Bueno, mira, jefe, aquí pasa algo. ¿Yo soy hombre que trataría de hacernos algún bien,
cansadísimo, así que me tiré en el fondo de la yo, o quién soy yo? ¿Estoy yo aquí, o quién es pero que la corriente era otro hombre que
canoa y dije que no me iba a molestar más. el que está aquí? Eso es lo que quiero saber. nos quería apartar de él. Los gritos eran
Claro que no quería dormirme, pero tenía ––Bueno, creo que estás aquí, sin duda, pero advertencias que nos llegarían de vez en
tanto sueño que no podía evitarlo, así que creo que eres un viejo chiflado. cuan- do, y si no tratábamos con todas
pensé que no me echaría más que una ––Ah, ¿conque sí? Bueno, contéstame a esto: nuestras fuerzas de comprenderlos, entonces
siestecita. ¿no sacaste el cabo de la canoa para nos darían mala suerte, en lu- gar de
apartarnos de ella. El laberinto de barras de que tardó en pasar tanto como una más. Traté de convencerme de que no era
arena era por problemas que íbamos a tener procesión. Llevaba cuatro remos largos a culpa mía porque no era yo quien había
con gente de malas pulgas y todo género de cada extremo, así que pensamos que hecho a Jim escaparse de su legítima
gente mala, pero que si nos ocupábamos de probablemente viajarían en ella nada menos propietaria, pero no valía de nada, porque la
nuestros asuntos y no les res- pondíamos ni que treinta hombres. Tenía a bordo cinco conciencia volvía y decía cada vez:
les hacíamos enfadarse, entonces saldríamos grandes wigwams y una hoguera a cielo «Pero sabías que huía en busca de la libertad
adelante y nos liberaríamos de la niebla y nos abierto en el centro, con un mástil grande de y podías haber ido a remo a la costa y
meteríamos en el río grande y claro, que eran bandera a cada extremo. Resultaba muy habérselo dicho a al- guien». Era verdad:
los estados libres, y ya no tendríamos más elegante. El ir de balsero en una embarcación aquello no había forma de negarlo. Ahí me
problemas. así significaba algo. dolía. La conciencia me decía: «¿Qué te había
Después de mi vuelta a la balsa había Bajamos a la deriva por una gran curva, la hecho la pobre señorita Watson para que
oscurecido mucho, pero ahora volvía a noche se nubló y empezó a hacer mucho vieras a su negro escaparse delante mismo de
aclarar. calor. El río era muy ancho y estaba rodeado ti y no dijeras ni una sola palabra? ¿Qué te
––Bueno, ahora ya está todo interpretado de bosques densísimos a los dos lados; no se había hecho aquella pobre anciana para
hasta el final, Jim ––digo yo––, pero, ¿qué veía en ellos ni un claro, ni siquiera una luz. tratarla tan mal? Pues había tratado de que te
representan esas co- sas? Hablamos de El Cairo y nos preguntamos si aprendieras tu libro, había tratado de
Eran las hojas y los restos que había en la lo reconoceríamos cuando llegáramos. Yo enseñarte modales, había tratado de que
balsa y el remo roto. Ahora se veían dije que no, porque había oído decir que no fueras bueno por todos los medios que ella
perfectamente. había más que una docena de casas, y si no conocía. Eso es lo que había hecho».
Jim miró aquella basura y después me miró a tenían luces, ¿cómo íbamos a saber que Me sentí tan mal y tan desgraciado que casi
mí y luego otra vez a la basura. Estaba ya tan pasábamos junto a un pueblo? Jim dijo que si deseaba haberme muerto. Me paseé arriba y
convencido de que había sido un sueño que allí se reunían los dos grandes ríos, eso nos lo abajo de la bal- sa, insultándome para mis
no parecía liberarse de él y volver a dejar indi- caría. Pero yo respondí que podríamos adentros, y Jim se paseaba arriba y abajo
otra vez las cosas en su sitio. Pero cuando pensar que estábamos pasando por el frente a mí. Ninguno de los dos podía
por fin comprendió cuál era la realidad me extremo de una isla y volvien- do al mismo quedarse quieto. Cada vez que él pegaba un
miró muy fijo sin sonreír en absoluto y dijo: río de siempre. Aquello inquietó a Jim, y a mí salto y decía: «¡Eso es El Cairo!» era como si
––¿Qué representan? Voy a decírtelo. también. Así que la cuestión era, ¿qué hacer? me pegaran un tiro, y pensaba que si era El
Cuando me agoté de tanto trabajar y de Yo dije que remar, remar a la costa en cuanto Cairo, me iba a morir del horror.
llamarte a gritos y me que- dé dormido, casi viéramos la primera luz y decirles que detrás Jim hablaba en voz alta todo el tiempo
se me partía el corazón porque te habías venía padre, en una chalana mercante, y que mientras que yo hablaba solo. Según él, lo
perdido y ya no me importaba lo que me era un novato en estas cosas y quería saber primero que haría cuando llegase a un estado
pasara en la balsa. Y cuando me desperté y cuánto faltaba para El Cairo. Jim pensó que libre sería ahorrar dinero y no gastarse ni un
volví a verte, sano y salvo, me vinieron las era una buena idea, así que nos pusimos a centavo, y cuando tuviera bastante compraría
lágrimas y podría haberme puesto de rodillas fumar para celebrarlo y nos dedicamos a a su mujer, que era esclava en una granja
y besarte los pies, de agradecido que me esperar. cerca de donde vivía la señorita Watson, y
sentía. Y a ti lo único que se te ocurría era Ahora no quedaba nada que hacer más que después trabajarían los dos para comprar a
cómo dejar en ridículo al viejo Jim con una estar muy atentos al pueblo y no pasar sin sus dos hijos, y si el dueño de éstos no los
mentira. Eso que ves ahí es basura, y basura verlo. Jim dijo que estaba segurísimo de verlo, quería vender, conseguirían que un
es lo que es la gente que le mete estupideces porque en cuanto lo viera sería hombre libre, abolicionista fuera a robarlos.
en las cabezas a sus amigos y hace que se pero si no lo veía, era que volvía a estar en Al oír aquellas cosas casi se me helaba la
sientan avergonzados. zona de esclavitud y ya no llegaría a la sangre. Antes jamás se habría atrevido a decir
Después se levantó muy lento y fue hacia el libertad. A cada momento se ponía en pie de todo aquello. Así era como había cambiado
wigwam y se metió en él sin decir más. Pero un salto y gri- taba: en cuanto pensó que casi era libre. Es lo que
bastaba con aquello. Me hizo sentir tan ruin ––¡Ahí está! dice el dicho: «Dale a un negro la mano y se
que casi podría haberle besado yo a él los Pero no estaba. Eran fuegos fatuos o toma el codo». Yo pensaba: «Esto es lo que
pies para hacerlo cambiar de opi- nión. luciérnagas, así que volvía a sentarse y a me pasa por no pensar». Ahí estaba aquel
Tardé quince minutos en decidirme a observar igual que antes. Jim decía que el negro, al que prácticamente había ayudado yo
humillarme ante un negro, pero lo hice y estar tan cerca de la libertad le hacía temblar a escaparse, que decía con toda la cara que
después nunca lo lamenté. No hacía más que y sentirse febril. Bueno, yo puedo decir que a iba a robar a sus hijos: unos niños que
jugarle malas pasadas, y aquélla no se la habría mí también me hacía temblar y sentir fiebre el pertenecían a un hombre a quien yo ni
jugado de haber sabido que se iba a sen- tir escucharlo, porque empezaba a darme cuenta siquiera conocía; un hombre que nunca me
así. de que era casi libre, y, ¿quién tenía la culpa? había hecho ningún daño.
Pues yo. No podía quitarme aquello de la Lamentaba oírle aquello, porque se rebajaba.
conciencia, hiciera lo que hiciese. Me Mi conciencia me empezó a doler más que
CAPÍTULO 16 preocupaba tanto que no podía descansar; no nunca hasta que por fin le dije: «Déjame en
Nos pasamos durmiendo casi todo el día y me podía quedar tranquilo en un sitio. Hasta paz... todavía no es demasiado tarde; en
nos pusimos en marcha de noche, un poco entonces nunca me había dado cuenta de lo cuanto se haga de día voy a tierra y lo digo».
detrás de una balsa monstruosamente larga que estaba haciendo. Pero ahora sí, y no Inmediatamente me sentí tranquilo y feliz y
paraba de pensarlo y cada vez me irritaba ligero como una pluma. Habían desaparecido
todos mis problemas. Volví a mirar muy ––¡Qué diablos! Tenemos prisa, chico. Pero ––Exactamente, chico; adiós, adiós. Si ves
atentamente si había una luz, canturreando supongo que es nuestro deber. Vamos, dale al negros fugitivos, busca quien te ayude a
para mis adentros. Al cabo de un rato se vio remo y vamos allá. Agarré la paleta y ellos sus atraparlos y sacarás algo de dinero.
una. Jim gritó: remos. Al cabo de un par de remadas les ––Adiós, caballero ––respondí––; no dejaré
––¡Estamos a salvo, Huck, estamos a salvo! digo: que se me escape ningún negro fugitivo si
¡Levántate y salta de alegría! ¡Por fin es El puedo evitarlo.
Cairo, estoy se- guro! ––Padre les estará muy agradecido, eso Se marcharon y yo volví a subirme en la balsa,
Y yo voy y digo: seguro. Cuando digo a alguien que me ayude sintiéndome malo y traidor, porque sabía muy
––Bien, voy a ir a ver con la canoa. Ya sabes, a remolcar la balsa a tierra todo el mundo se bien que había hecho mal, y veía que de nada
a lo mejor no es. va y yo solo no puedo. valía que intentase aprender a hacer bien las
De un salto preparó la canoa y puso en el ––Pues vaya gente más mezquina; pero, qué cosas; cuando alguien no empieza bien
fondo su viejo capote para que me sentara en raro. Oye, chico, ¿qué le pasa a tu padre? cuando es pequeño no hay nada que hacer:
él, me dio el remo y cuando salí me dice: ––Es ... aaa... laaa... bueno, no es nada grave. cuando llega el momento no tiene en qué
––Dentro de poco estaré gritando de alegría Dejaron de remar. Ya estábamos muy cerca apoyarse y que lo mantenga, así que siempre
y diré que todo es gracias a Huck; soy un de la balsa. Uno va y dice: pierde. Después lo pensé un minuto y me
hombre libre y nunca lo habría podido ser de ––Chico, estás mintiendo. ¿Qué le pasa a tu dije: «Un momento; supon- gamos que
no haber sido por Huck; ha sido Huck. Jim no padre? Responde la verdad, que más te vale. hubieras hecho bien y hubieras entregado a
lo olvidará nunca, Huck; eres el mejor amigo ––Sí, señor, de verdad que sí..., pero, por Jim, ¿te sentirías mejor que ahora? No», me
que ha tenido Jim en su vida y eres el único favor no nos abandonen. Es la... laaa... dije, «me sentiría mal, me sentiría igual que
amigo que tiene ahora el viejo Jim. caballeros, si se acercan un poco y me dejan ahora. Bueno, entonces», me dije, «¿de qué
Yo iba remando a toda prisa para delatarlo; que les eche la amarra no tienen que sirve aprender a hacer bien las cosas cuando
pero cuando dijo aquello pareció que me acercarse a la balsa; por favor. tienes problemas si las haces bien y ningún
quitase todas las fuerzas. Empecé a ir más ––¡Vamos atrás, John, vamos atrás! ––dijo problema si las haces mal y el resultado es
lento y no estaba muy seguro de sentirme tan uno de ellos. Retrocedieron––. No te siempre el mismo?» Estaba atrapado. No
contento de haberme puesto en marcha. acerques, chico; mantén- te a sotavento. podía responder a aquello. Así que pensé que
Cuando estaba a quinientas yardas, Jim va y Maldita sea, sólo falta que nos la haya traído no me seguiría preocupando del asunto, y a
dice: el viento. Tu padre tiene la viruela y tú lo partir de entonces siempre hago lo que me
––Ahí va mi fiel Huck; el único caballero sabes de sobra. ¿Por qué no lo dijiste a la parece mejor en cada momento.
blanco que ha cumplido sus promesas al viejo primera? ¿Quieres que se le contagie a todo Entré en el wigwam; allí no estaba Jim. Miré
Jim. el mundo? en mi derredor y no lo vi por ninguna parte.
Bueno, casi me pongo malo. Pero me dije: ––Bueno ––respondí yo lloriqueando––, es lo Grité:
«Tengo que hacerlo; no puedo dejar de que les he dicho a todos antes y se iban y nos ––¡Jim!
hacerlo». Justo enton- ces apareció un bote dejaban. ––Aquí estoy, Huck. ¿Ya no se les ve? No
con dos hombres que llevaban escopetas y se ––Pobre diablo, no te falta razón. Lo hables en voz alta.
pararon, y también yo. Uno de ellos va y dice: sentimos mucho por vosotros pero es que... Estaba en el agua, bajo el remo de proa, sin
––¿Qué es eso de ahí? bueno, maldita sea, no queremos que nos dé sacar más que la nariz. Le dije que ya no se
––Pues una balsa ––contesté. la viruela, compréndelo. Mira, voy a decirte lo los veía, así que subió a bordo. Me contó:
––¿Vas tú en ella? que puedes hacer. No trates de atracar tú ––He estado escuchando esa conversación y
––Sí, señor. solo o lo destrozarás todo. Sigue flotando río me metí en el agua y me iba a ir a la costa si
––¿Y van hombres en ella? abajo unas veinte millas y llegarás a un pueblo subían. Des- pués iba a volver a la balsa
––Sólo uno, caballero. al lado iz- quierdo del río. Para entonces ya cuando se hubieran ido. Pero, ¡señor, cómo
––Bueno, pues hay cinco negros que se habrá amanecido del todo, y cuando pidas les has engañado, Huck! ¡Has sido de lo más
escaparon esta noche de allá arriba, donde ayuda diles que tu familia ente- ra tiene astuto! Te digo chico que estoy seguro de
está la curva. Tu hom- bre, ¿es blanco o escalofríos y fiebre. No vuelvas a hacer el que has salvado al viejo Jim... El viejo Jim no lo
negro? tonto y dejar que la gente se suponga lo que va a olvidar nunca, mi niño.
No respondí inmediatamente. Lo intenté, pasa. Esta- mos tratando de hacerte un favor, Después hablamos del dinero. No estaba
pero no me salían las palabras. Traté un así que sé bueno y vete veinte millas más allá. nada mal: veinte dólares cada uno. Jim dijo
segundo o dos de hacer fuerzas y decirlo, No te valdría de nada atra- car donde está la que ahora podíamos tomar pasajes de
pero no fui lo bastante hombre: estuve más luz: no es más que una serrería. Oye, calculo cubierta en un barco de vapor y el dinero nos
cobarde que un conejo. Vi que no tenía fuer- que tu padre es pobre y desde luego que está duraría hasta donde quisiéramos llegar en los
zas, así que dejé de intentarlo, yvoyy digo: teniendo mala suerte. Mira, voy a poner una estados libres. Dijo que veinte millas más no
moneda de oro de veinte dólares en esta era mucha distancia para la balsa, pero que
––Es blanco. tabla y cuando flote a tu lado la recoges. No ojalá ya hubiéramos llegado.
––Creo que vamos a verlo nosotros mismos. es que me guste dejarte, pero ¡qué diablos!, Hacia el amanecer amarramos y Jim actuó
––Ojalá ––dije yo––, porque es padre el que con la viruela no se juega, ¿comprendes? con mucho cuidado para esconder bien la
va ahí y a lo mejor me ayudan ustedes a ––Espera, Parker ––dijo el otro––, ten otros balsa. Después tra- bajó todo el día
remolcar la balsa a tierra donde está esa luz. veinte para poner también en la tabla. Adiós, organizando las cosas en paquetes y
Está malo, y lo mismo les pasa a madre y a chico; haz lo que te ha dicho el señor Parker preparándolo todo para seguir adelante sin la
Mary Ann. y seguro que todo os irá bien. balsa.
Aquella noche, hacia las diez, llegamos a la trayéndola hasta que comprendiésemos que margen. Siempre he podido aguantar un
vista de las luces de un pueblo en una curva lo mejor era no hablar del tema. minuto debajo del agua; creo que aquella vez
del lado izquier- do. Después de un rato hablamos de lo que aguanté un minuto y medio. Después salí
Fui en la canoa a preguntar. En seguida me tendríamos que hacer y vimos que no había rápido a la superficie, porque estaba a punto
encontré con un hombre que había salido al otra cosa que seguir adelante con la balsa de reventar. Saqué bastante la cabeza y me
río con un bote y estaba preparando unos hasta que pudiéramos comprar una canoa soplé el agua de la nariz, jadeando un poco.
sedales. Me acerqué y le pregunté: para deshacer el camino en ella. No íbamos a Naturalmente, había una corriente enorme, y
––Caballero, ¿ese pueblo es El Cairo? tomarla prestada cuando no había nadie por naturalmente aquel barco volvió a ponerse en
––¿El Cairo? No. Debes de ser idiota perdido. allí, como haría padre, porque entonces quizá marcha diez segundos después de haber
nos persiguiera alguien. parado las máquinas, porque nunca se
––¿Cómo se llama ese pueblo, caballero? Así que después de oscurecer salimos en la preocupaban mucho por los balseros, de
––Si quieres enterarte, ve a preguntarlo. Si te balsa. forma que seguía chapaleando río arri- ba,
quedas aquí molestándome medio minuto Y el que no se crea todavía que es una invisible en medio de aquel aire denso,
más, te vas a lle- var una torta. estupidez andar manejando pieles de aunque todavía se podía oír el ruido que
Volví a remo a la balsa. Jim se sintió muy serpiente después de todo lo que aquella piel producía.
desilusionado, pero le dije que no importaba, de serpiente nos hizo a nosotros lo creerá
que según mis cálculos, El Cairo sería el ahora si continúa leyendo y ve lo que nos Llamé a Jim media docena de veces, pero sin
pueblo siguiente. siguió haciendo. recibir respuesta; así que agarré un tablón
Pasamos otro pueblo antes del amanecer, y El sitio donde comprar canoas es donde haya que me tocó mientras yo pedaleaba en el
yo iba a volver a preguntar, pero estaba muy balsas atracadas en la ribera. Pero no vimos agua y me dirigí hacia tierra, bien agarrado a
alto, así que no salí. «El Cairo no está en ninguna balsa atracada, así que seguimos él. Pero logré ver que la corriente llevaba
alto», dijo Jim. A mí se me había olvidado. adelante tres horas o más. Bueno, la noche se hacia la ribera de la izquierda, lo cual
Nos quedamos parados el día entero en un puso gris y el aire muy denso, que es lo peor significaba que yo estaba en medio de un
islote de hierba bastante cerca de la orilla que puede haber después de una niebla. No cruce de corrientes, así que cambié y seguí
izquierda. Empecé a sospechar algo. Jim se ve la forma en el río ni se aprecia la por allí.
también. Yo dije: distancia. Se hizo muy tarde en medio del Era uno de aquellos cruces largos, y
––A lo mejor pasamos junto a El Cairo silencio, y entonces, de pronto, apareció un regulares, de dos millas; así que tardé mucho
aquella noche de niebla. Y él contestó: barco de vapor río arriba. Encen- dimos la en recorrerlo. Llegué bien a tierra y trepé
––No hablemos de eso, Huck. Los pobres farola y creímos que la vería. Los barcos que por la orilla. Sólo podía ver a muy poca
negros nunca tenemos suerte. Siempre he remontan generalmente no se nos acercaban; distancia, pero fui tanteando por un terreno
sospechado que aquella piel de serpiente de iban buscando las barras de arena en busca pedregoso un cuarto de milla o más, y
cascabel no había terminado su trabajo. del agua fácil bajo los arrecifes; pero en después me tropecé con una de esas casonas
––Ojalá no hubiera visto nunca aquella piel de noches así suben por medio del canal anticuadas de troncos que ni había visto. Iba a
serpiente, Jim... ojalá no le hubiera echado enfrentándose con todo el río. pasar corriendo lejos de allí, pero salió una
nunca la vista encima. Podíamos oír su motor, pero no lo vimos jauría de perros que se puso a aullar y a
––No es culpa tuya, Huck; tú no lo sabías. No bien hasta que se acercó. Venía directo hacia ladrarme y comprendí que era mejor no
te eches la culpa de eso. nosotros. Muchas veces hacen eso y tratan de moverme.
Cuando amaneció vimos el agua clara del ver hasta dónde pueden acercarse sin tocarlo
Ohio junto a la costa, sin duda alguna, y al a uno; a veces la rueda arranca un tablón, y
lado venía el gran río como siempre. Así que entonces el piloto asoma la cabeza y se echa CAPÍTULO 17
nada que ver con El Cairo. a reír y se cree muy listo. Bueno, aquí viene, y Al cabo de un minuto alguien dijo por la
Hablamos del asunto. No valía de nada ir a deci- dimos que iba a tratar de afeitarnos, ventana, sin sacar la cabeza:
tierra; naturalmente, no podíamos llevar la pero no parecía desviarse ni un poco. Era ––¡Basta, chicos! ¿Quién va? Y respondí:
balsa río arriba. No había nada que hacer más grande y venía a toda veloci- dad, como una ––Soy yo.
que esperar a que anocheciera, volvernos con nube negra con filas de luciérnagas a los ––¿Quién es yo?
la canoa y ver si teníamos suer- te. Así que lados; pero de pronto se vio entero, enorme ––George Jackson, caballero.
nos pasamos el día durmiendo entre los que daba miedo, con una fila larga de ––¿Qué quieres?
alamillos, para estar descansados para el portezuelas de hornos abiertas y brillantes ––No quiero nada, caballero. No hacía más
trabajo, y cuando volvimos a la balsa al como dientes al rojo y con los costados y las que pasar, pero los perros no me dejan.
oscurecer, la canoa había desaparecido. barandillas monstruosos justo encima de ––Y, ¿qué haces merodeando por aquí a estas
No dijimos ni una palabra durante un buen nosotros. Alguien nos gritó, y se oyó un horas de la noche, eh?
rato. No había nada que decir. Los dos ruido de campanas para frenar las máquinas, ––No estaba merodeando, caballero; me he
sabíamos perfectamen- te bien que era otra un montón de juramentos y el silbido del caído del barco de vapor.
vez cosa de la piel de la serpiente de cascabel, vapor, y justo cuando Jim saltaba de un lado y ––¿De verdad? ¡No me digas! Que alguien
así que, ¿de qué valía hablarlo? Aquello no yo del otro, arremetió contra la balsa y la encienda una luz, ¿cómo has dicho que te
sería más que como si estuviéramos hizo añicos. llamabas?
buscando algo a que echar la culpa, y sin duda Salté y me propuse llegar hasta el fondo, ––George Jackson, caballero. Soy un
nos traería todavía más mala suerte, y seguiría porque me iba a pasar por encima una rueda muchacho.
de treinta pies y yo quería tener mucho
––Mira, si dices la verdad, no tienes por qué tiene nada de Shepherdson». Después el ––No sé dónde estaba ––respondí––; ¿dónde
tener miedo: nadie va a hacerte nada. Pero anciano dijo que esperaba que no me estaba?
no intentes mo- verte; quédate donde estás. importase que me registrasen para ver si ––Hombre, ¡estaba en tinieblas! ¡Ahí es
Que alguien despierte a Bob y a Tom y que llevaba armas, porque no lo hacían con mala donde estaba!
traigan las armas. George Jackson, intención; era sólo para asegurarse. Así que ––Bueno, pues si ya sabías dónde estaba,
¿hay alguien contigo? no me metió las manos en los bolsillos, sino ¿para qué me lo preguntas?
––No, caballero, nadie. que únicamente me tocó por los lados con ––Pero, hombre, es una adivinanza, ¿no
Ahora se oía a gente que se movía por la casa las manos y aseguró que estaba bien. Me dijo entiendes? Oye, ¿cuánto tiempo vas a
y vi una luz. El hombre gritó: que me pusiera cómodo y me sintiera en mi quedarte? Tienes que que- darte para
––Aparta esa luz, Betsy, vieja idiota... ¿no propia casa y les hablase de mí, pero la siempre. Lo podemos pasar fenómeno...
tienes sentido común? Ponla en el suelo señora vieja dijo ––Pero, hombre, Saúl, Ahora no hay escuela. ¿Tienes perro? Yo
detrás de la puerta principal. Bob, si tú y Tom pobrecito; está calado hasta los huesos y, ¿no tengo un perro que sabe meterse en el río a
estáis listos, a vuestros puestos. crees que quizá tenga hambre? traerte las cosas que le tiras. ¿Te gusta eso de
––Listos. ––Tienes razón, Rachel; se me olvidaba. Así peinarte los domingos y todas esas tonterías?
––Y ahora, George Jackson, ¿sabes quiénes que la vieja dice: Te aseguro que a mí no, pero madre me
son los Shepherdson? ––Betsy (era una negra), ve corriendo y trae obliga. ¡Malditos pantalones! Supongo que
––No, señor, nunca he oído hablar de ellos. algo de comer a toda prisa, pobrecito; y una tendré que ponérmelos, pero preferiría que
––Bueno, quizá digas la verdad y quizás de vosotras, las chicas, id a despertar a Buck no, con este calor. ¿Estás listo? Vale. Baja
mientas. Ahora, todos listos. Da un paso y le decís... ah, aquí viene. Buck, llévate a este conmigo, compañero.
adelante, George Jack- son. Y cuidadito, sin muchachito y quítale la ropa húmeda y dale Pan de borona frío, carne salada fría,
prisas... muy despacio. Si hay alguien contigo, algo tuyo que esté seco para que se lo ponga. mantequilla y leche con abundante nata: eso
que se quede ahí; si lo vemos, le pega- mos Buck parecía de la misma edad que yo más o es lo que me tenían preparado abajo, y en mi
un tiro. Ahora, adelante. Ven despacio; abre menos: trece o catorce años, aunque era un vida he comido nada mejor. Buck y su madre
la puerta tú mismo. .. justo lo suficiente para poco más alto. No llevaba más que una y todos los demás fumaban pipas de maíz,
entrar, ¿me oyes? camisa, y tenía el pelo todo revuelto. Llegó salvo la negra, que se había ido, y las dos
No corrí; no podría aunque hubiera querido. bostezando y pasándose una mano por los mujeres jóvenes. Todos fumaban y hablaban,
Fui dando un paso lento tras otro y no se oía ojos, con una escopeta en la otra. Respondió: y yo comía y hablaba. Las dos mujeres
un ruido, sólo que a mí me pareció que oía ––¿No hay Shepherdson por aquí? Dijeron jóvenes estaban envueltas en colchas y
los latidos de mi corazón. Los perros estaban que no, que era una falsa alarma. llevaban la melena suelta. Todos me hací- an
igual de callados que las perso- nas, pero me ––Bueno ––dice––, si hubieran venido, seguro preguntas, y les dije que padre y yo y toda la
pisaban los talones. Cuando llegué a los tres que me llevo a uno por delante. Todos se familia vivíamos en una granja pequeña allá al
escalones de troncos, oí que quitaban el echaron a reír, y Bob dice: otro lado de Arkansas y que mi hermana
cerrojo y la barra de la puerta. Puse la mano ––Pero Buck, nos podrían haber quitado el Mary Ann se había escapado para casarse y
en la puerta, empujé un poco y después un cuero cabelludo a todos, con lo que has no habíamos vuelto a saber de ella, y que Bill
poco más hasta que alguien dijo: «Vale, ya tardado en llegar. fue a buscarlos y tampoco habíamos vuelto a
basta; enséñanos la cabeza». Lo hice, pero ––Bueno, es que no me ha avisado nadie, y saber de él, y que Tom y Mort habían muerto
pensando que me la iban a arrancar. eso no está bien. Nunca me decís nada; no y ya no quedaba nadie más que yo y padre, y
La vela estaba en el suelo, y allí estaban me dejáis hacer nada. ––No importa, Buck, que él se había ido consumiendo con tantos
todos, mirándome, y yo a ellos, y nos hijo mío ––dice el viejo––, ya podrás hacer lo problemas, así que cuando se murió me llevé
quedamos así un cuarto de minuto: tres suficiente a su debido tiempo, no te lo que quedaba, porque la granja no era
hombrones apuntándome con sus armas, lo preocupes por eso. Ahora vete a hacer lo nuestra, y empecé a remontar el río con
cual os aseguro que me dio escalofríos; el que te ha dicho tu madre. pasaje de cubierta y me había caído por la
mayor era canoso y tendría unos sesenta Cuando subimos las escaleras hasta su cuarto borda y que por eso estaba allí. Entonces me
años, y los otros dos treinta o más (todos me dio una camisa gruesa, una cazadora y dijeron que ahí te- nía mi casa mientras yo
ellos muy finos y muy guapos) y una señora unos pantalones, y me lo puse todo. Entre quisiera. Después se hizo casi de día y todo el
anciana de pelo gris y con un aspecto de lo tanto me preguntó cómo me llamaba, pero mundo se fue a acostar y yo me fui con Buck,
más bondadoso, que tenía detrás dos mujeres antes de que se lo pudiera decir empezó a y cuando me desperté por la mañana, maldita
jóve- nes a las que no logré ver bien. El señor contarme que anteayer había cogido en el sea, se me había olvidado cómo me llamaba.
mayor dijo: bosque un estornino y un conejito y me Así que me quedé allí tumbado una hora
––Vale; supongo que está bien. Entra. preguntó dónde estaba Moisés cuando se tratando de pensarlo, y cuando Buck se
En cuanto entré, el caballero anciano cerró la apagó la vela. Dije que no lo sabía; no lo había despertó le pregunté:
puerta y le echó el cerrojo y la barra, dijo a oído nunca, de verdad. ––¿Estás bien de ortografía, Buck?
los jóvenes que entrasen con sus escopetas y ––Bueno, pues supón ––sugirió. ––Sí ––respondió.
todos fueron al gran salón que tenía una ––¿Cómo voy a suponer ––respondí–– ––Seguro que no sabes escribir cómo me
alfombra nueva de paño y se reunie- ron en cuando nunca me lo ha dicho nadie antes? llamo ––le dije.
un rincón apartado de las ventanas de la ––Pero puedes suponer, ¿no? Es igual de fácil. ––Te apuesto lo que quieras a que sí ––
fachada: a los lados no había ni una. ––¿Qué vela? ––pregunté. contestó.
Agarraron la vela, me miraron bien y todos ––Pues cualquier vela ––contestó. ––Vale ––dije––; vamos a verlo.
dijeron: «Pues no es un Shepherdson, no; no
––G––e––o––r––g––e J––a––x––o––n, para había llegado de Filadelfia. También había Todo el mundo estaba muy triste porque se
que te enteres ––dijo. algunos libros, en montones muy ordena- dos había muerto, porque le quedaban muchos
a cada esquina de la mesa. Uno de ellos era cuadros más por pintar, y por los que ya
--Vale ––respondí––, sí que has sabido, pero una gran Biblia familiar llena de ilustraciones. había pintado se veía lo que habían perdido.
no me lo creía. No te creas que es un Otro era el Progreso del peregrino, de un Pero yo calculaba que con aquel estado de
nombre fácil de escri- bir así, sin estudiárselo. hombre que dejaba a su familia, pero no decía ánimo lo estaría pasando mucho mejor en el
Me lo apunté a escondidas, porque a lo mejor por qué. De vez en cuando me leía un cemente- rio. Estaba pintando el que decían
alguien quería que fuera yo quien lo montón de páginas. Lo que decía era que iba a ser su mejor cuadro cuando se puso
escribiera, así que quería hacerlo de golpe, y interesante, pero difícil. Otro era la Ofrenda mala, y todos los días y todas las noches
soltarlo como si ya estuviera muy de la amistad, lleno de cosas muy bonitas y rezaba para seguir viva hasta haberlo
acostumbrado. poesías, pero la poesía no me la leí. Otro terminado, pero no tuvo la oportunidad. Era
Era una familia muy simpática y la casa eran los Discursos de Henry Clay y otro la un cua- dro de una muchacha con un vestido
también era estupenda. Nunca había visto yo Medicina en familia del doctor Gunn, donde blanco largo, subida a la barandilla de un
una casa tan buena y con tanto estilo. No decía todo lo que había que hacer si alguien puente y lista para saltar, con la melena suelta
tenía un pasador de hierro en la puerta se ponía malo o se moría. Había un libro de a la espalda mirando la luna, con la cara
principal, ni de madera con una cuerda de himnos y un montón de libros más. Y había bañada en lágrimas, que tenía dos brazos cru-
piel, sino un pomo de latón para darle la unas sillas de rejilla muy bonitas, y además zados sobre el pecho, dos brazos alargados
vuelta, igual que las casas de la ciudad. En el muy resistentes, no hundidas por el medio y por delante y dos brazos que se dirigían a la
salón no había camas ni señales de ellas, rotas, como una cesta vieja. luna, y de lo que se trataba era de ver qué
aunque hay montones de salones en las En las paredes tenían colgados cuadros sobre par de brazos quedaría mejor y después
ciudades donde se ven camas. Había una todo de Washington y Lafayette y batallas y borrar todos los demás, pero como estaba
chimenea muy grande, revestida de ladrillos María reina de Escocia y otro que se llamaba diciendo, se murió antes de decidirse y ahora
por abajo, que mantenían limpios a base de La firma de la Declaración. Había algunos que tenían aquel cuadro encima de la cabecera de
agua y de frotarlos con otro ladrillo; a veces llamaban pasteles, que había hecho una de las la cama en su habitación y cada vez que
los lavaban con una pintura de agua roja que hijas, muerta cuando sólo tenía quince años. llegaba su cumpleaños le ponían flores todo
llaman tierra de España, igual que en la ciu- Eran diferentes de todos los cuadros que alrededor. El resto del tiempo estaba tapado
dad. Tenían unos hierros de chimenea de había visto yo antes: casi todos más oscuros con una cortinilla. La muchacha del cuadro
bronce con los que se podía coger todo un de lo que se suele ver. Uno era de una mujer tenía una especie de cara simpática y
tronco. En medio de la repisa había un reloj con un vestido negro ajustado, con un agradable, pero a mí me parecía que tantos
con la pintura de un pueblo en la parte de cinturón debajo de los sobacos y con bultos brazos le daban un aire un poco de araña.
abajo de la tapa de cristal, y una apertura como una col en medio de las mangas y un Cuando la chica vivía había ido haciendo un
redonda en el medio para la esfera, y por gran sombrero negro en forma como de libro de recortes en el que pegaba las noticias
detrás se veía el péndulo que oscilaba. Daba cofia, con un velo negro y los tobillos blancos necrológicas y los accidentes y los casos de
gusto oír el tictac de aquel reloj, y a veces y delgados ven- dados con una cinta negra y sufrimientos pacientes que habían ido
cuando pasaba por allí un quincallero que lo unas zapatillas negras muy pequeñas, como saliendo en el Observador presbiteria- no,
limpiaba y lo ponía a punto comenzaba a espátulas, y estaba inclinada pen- sativa sobre con poesías que le habían inspirado y que ella
sonar y daba ciento cincuenta campanadas una losa de cementerio apoyándose en el escribía con su propia imaginación. Eran unas
antes de cansarse. No lo hubieran vendido codo derecho, bajo un sauce llorón, con la poesías muy buenas. Ésta es la que escribió
por nada del mundo. otra mano caída a un lado y en ella un sobre un chico que se llamaba Stephen
Y a cada lado del reloj había un loro muy raro pañuelo blanco y un ridículo, y debajo del Dowling Bots, que se cayó a un pozo y se
hecho como de tiza y pintado de muchos cuadro un letrero que decía «Nunca volveré ahogó:
colores. Al lado de uno de los loros había un a verte, ay». Otro era de una señorita joven
gato de porcelana y al lado del otro un perro con el pelo todo peinado en tupé y hecho un ODA A STEPHEN DOWLING BOTS,
también de porcelana, y cuando se los moño y atado por detrás a un peine grande DIFUNTO
apretaba chirriaban, pero no abrían la boca ni como una espalda de silla que lloraba en un
parecían distintos ni interesados. Detrás de pañuelo y en la otra mano tenía un pájaro ¿Fue Stephen y enfermó?
ellos había dos abanicos de alas de pavo muerto de espaldas y patas arriba, y debajo ¿De eso Stephen se murió?
silvestre. En la mesa, en medio de la del cuadro decía «Nunca volveré a oír tu ¿Padeció su corazón?
habitación, había una especie de cesto pre- dulce trino, ay». Había otro en que una ¿La gente se entristeció?
cioso de porcelana que tenía manzanas, señorita miraba a la luna por una ventana y se
naranjas, melocotones y uvas, todo le caían las lágrimas por las mejillas, y en una No; no fue ése el destino de Stephen
amontonado, y mucho más rojo y amarillo y mano tenía una carta abierta en cuyo borde Dowling Bots; aunque su triste muerte a
más bonito que la fruta real, pero no era de se veía un sello de lacre negro, y se llevaba a muchos nos afligió, no fue la enfermedad la
verdad porque se veía dónde habían saltado la boca un guardapelos con una cadena y que se lo llevó.
peda- zos y por debajo la tiza blanca o lo que debajo del cuadro decía «Y te has ido, sí, te
fuera. has ido, ay». Calculo que aquellos cuadros No fue la tos ferina la que nos lo arrebató,
Aquella mesa tenía un mantel de un hule eran de mucho mérito, pero no sé por qué tampoco fue el culpable el horrible
precioso, con un águila roja y azul y una no me gustaban, porque cuando yo estaba sarampión; ninguno de ellos doblegó a
cenefa pintada todo al- rededor. Decían que algo desanimado siempre me daban canguelo. Stephen Dowling Bots. Tampoco fue la pena
de un no compartido amor la que arrugara su ella misma del cuarto, aunque había muchos enterarse de lo que pasaba. Nunca tenía que
frente de rabia y de dolor; no fueron las negros, y se pasaba muchos ratos cosiendo y decirle a nadie que tuviera buenos modales:
angustias de la mala digestión leyendo la Biblia, sobre todo. donde estaba él, todo el mundo siempre se
las que acabaron por siempre con Stephen Bueno, como iba diciendo del salón, en las comportaba bien. Y a todos les encantaba
Dowling Bots. ventanas había unas cortinas muy bonitas: tenerlo cerca; casi siempre era como un rayo
blancas, con pintu- ras de castillos con de sol: quiero decir, que con él parecía que
¡Ay, no! Escuchad atentos, tan llorosos como hiedras por todas las murallas y ganado que hacía buen tiempo. Cuando se convertía en
yo, el horrible destino que aquel pobre sufrió. iba a beber. También había un piano pe- un nubarrón, se oscurecía medio minuto y
Cómo su alma el mundo frío y triste queño y viejo que sonaba como una carraca, con eso bastaba; en una semana nadie
abandonó porque nuestro muchacho a hondo y pasábamos unos ratos estupendos cuando volvería a hacer nada mal.
pozo se cayó. las señoras jóvenes cantaban «El último Cuando él y la señora anciana bajaban por la
vínculo se ha roto» y tocaban en él «La mañana, toda la familia se levantaba de las
En seguida acudieron a vaciarle el pulmón, batalla de Praga». Todas las habitaciones tení- sillas para darles los buenos días y no volvía a
mas era ya muy tarde, ay, para el pobre an las paredes enyesadas y casi todas tenían sentarse hasta que sentaban ellos. Después
corazón; su alma se elevaba en tres nubes de alfombras, y toda la casa estaba encalada por Tom y Bob iban al aparador donde estaba el
algodón adonde se celebra la celestial fuera. frasco de cristal y servían una copa de licor
Reunión. Era una casa doble, y el gran espacio abierto de hierbas y se lo daban, y él se quedaba con
entre las dos partes tenía techo y estaba la copa en la mano, esperando hasta que Tom
Si Emmeline Grangerford era capaz de ensolado; a veces ponían allí la mesa al y Bob se servían la suya, y ellos hacían una
escribir poesías así antes de cumplir los mediodía y era un sitio fresco y agradable. Era reverencia y decían: «A la salud de ustedes,
catorce años, Dios sabe lo que podría haber lo mejor del mundo. ¡Y encima guisa- ban señor y señora», y ellos se inclinaban también
hecho con el tiempo. Buck decía que le salía muy bien y había montones de todo! una chispa y daban las gracias y bebían los
la poesía con toda la facilidad. Ni siquiera tres, y Tom y Bob echaban una cucharada de
tenía que pararse a pensar. Decía que escribía agua en el azúcar y el poco de whisky o de
una línea y si no encontraba nada que rimase CAPÍTULO 18 licor de man- zana que quedaba en el fondo
la tachaba y escribía otra y seguía adelante. El coronel Grangerford era un caballero, de sus copas y nos lo daban a mí y a Buck, y
No era nada exigente; podía escribir de ¿comprendéis? Era un caballero en todo, y lo nosotros también bebíamos a la salud de los
cualquier cosa que le diera uno co- mo tema, mismo pasaba con su familia. Era de buena mayores.
con tal de que fuera triste. Cada vez que se cuna, como dicen, y eso vale tanto en un Bob era el mayor y después venía Tom: dos
moría un hombre, o una mujer, o un niño, allí hombre como en un caballo, como decía la hombres altos y guapos con hombros muy
estaba ella con su «homenaje» antes de que viuda Douglas, y nadie ha negado que ella era anchos y caras curtidas, pelo negro largo y
se hubiera enfriado el cadáver. Los llamaba de la primera aristocracia de nuestro pueblo, ojos negros. Iban vestidos de lino blanco de la
homenajes. Los vecinos decían que primero y padre siempre lo decía, también, aunque lo cabeza a los pies, igual que el anciano
llegaba el médico, después Emmeline y que es él no era de mejor familia que un gato caballero, y llevaban sombreros anchos de
después el de la funeraria; el de la funeraria callejero. El coronel Grangerford era muy Panamá.
nunca se le adelantó a Emmeline más que una alto y delgado y tenía la piel de un color Después venía la señorita Charlotte; tenía
vez, y fue porque ella no encontró forma de moreno pálido, sin una sola mancha roja; veinticinco años y era alta, orgullosa y
rimar con el nombre de alguien que se todas las mañanas se afeitaba la cara entera, estupenda, pero buení- sima cuando no
llamaba Whistler. A partir de entonces nunca que tenía muy delgada, igual que los labios y estaba enfadada; aunque cuando lo estaba
volvió a ser la misma; nunca se quejó, pero las ventanillas de la nariz; tenía la nariz muy echaba unas miradas que le dejaban a uno
empezó a ponerse melancólica y ya no vivió alta y unas cejas pobladas y ojos negrísimos, hela- do, igual que su padre. Era guapísima.
mucho tiempo. Pobrecita; yo subía muchas tan hundidos que parecía, como si dijéramos, También lo era su hermana, la señorita
veces al cuartito que había sido el suyo y que le miraba a uno desde el fondo de una Sophia, pero de tipo distinto. Era tranquila y
sacaba su pobre cuaderno de recortes y lo caverna. Tenía la frente despejada y el pelo pacífica como una paloma, y sólo tenía veinte
iba leyendo cuando sus cua- dros me habían canoso y liso, que le llegaba hasta los años.
irritado y me sentía un poco enfadado con hombros. Tenía las manos largas y delgadas, y Cada persona tenía su propio negro para
ella. Me gustaba toda aquella familia, Los todos los días se ponía una ca- misa limpia y servirla, y Buck también. Mi negro se lo
muer- tos y todo, y no iba a dejar que nada un terno entero de lino tan blanco que dolían pasaba la mar de bien, porque yo no estaba
se interpusiera entre nosotros. La pobre los ojos al mirarlo, y los domingos, una levita acostumbrado a que nadie me hiciera las
Emmeline escribía poesías de todos los azul con botones de cobre. Llevaba un bastón cosas, pero el de Buck se pasaba el tiempo
muertos cuando ella estaba viva y no me de caoba con pomo de plata. No era nada corriendo de un lado para otro.
parecía bien que no hubiese nadie que le frívolo, ni un pelo, y nunca gritaba. Era de lo Ésa era la familia que quedaba, pero antes
escribiese una ahora que se había muerto ella; más amable y se notaba, de forma que se eran más: tres hijos a los que habían matado y
así que traté de escribirle una o dos, pero no fiaba uno de él. A veces sonreía y daba gusto Emmeline, que había muerto.
sé por qué no me salían. Siem- pre tenían el verlo, pero cuando se ponía tieso como un El anciano caballero tenía un montón de
cuarto de Emmeline ordenado y limpio, con mástil de bandera y empezaba a echar granjas y más de cien negros. A veces llegaba
todas las cosas exactamente como le relámpagos por los ojos, primero pensaba un montón de gente a caballo, de diez o
gustaban a ella cuando estaba viva, y allí nunca uno en subirse a un árbol y después en quince millas a la redonda, y se quedaban
dormía nadie. La señora vieja se encargaba cinco o seis días, todo el tiempo divirtiéndose
en el río o al lado, con bailes y picnics en los En cuanto pude llevarme a Buck donde se y vio al viejo Baldy Shepherdson que le
bosques durante el día y bailes en la casa por guardaba el maíz y estábamos solos bajo los perseguía con la escopeta en la mano y el
la no- che. Casi todos eran parientes de la árboles le pregun- té: pelo blanco flotando al viento, y en lugar de
familia. Los hombres llegaban con sus armas. ––¿Querías matarlo, Buck? saltar del caballo y echarse a co- rrer, Bud se
Os aseguro que aquella sí que era gente ––Hombre, claro que sí. creyó que podía ir más rápido, así que la
distinguida. ––¿Qué te había hecho? persecución continuó cinco millas o más y el
Por allí cerca había otro clan de aristócratas – ––¿Él? Nunca me ha hecho nada. viejo ganaba cada vez más terreno; al final
–cinco o seis familias–– casi todos ellos ––Bueno, entonces, Buck, ¿por qué querías Bud vio que no merecía la pena y se paró y le
llamados Shep- herdson. Eran de tan buena matarlo? hizo cara para que las heridas fueran de
cuna y tan finos, ricos y grandiosos como la ––Pues por nada, no es más que por la frente, ya sabes, y el viejo lo alcanzó y lo
tribu de los Grangerford. Los Shepherdson y venganza de sangre. mató. Pero no tuvo mucho tiempo para
los Grangerford utilizaban el mismo ––¿Qué es una venganza de sangre? disfrutar con su suerte, porque en menos de
embarcadero, que estaba unas dos millas río ––Pero, ¿dónde te has criado? ¿No sabes lo una semana los nuestros lo mataron a él.
arriba de nuestra casa, de forma que a veces que es una venganza de sangre? ––Para mí que ese viejo era un cobarde,
cuando yo iba allí con muchos de los ––Nunca había oído hablar de eso... dime lo Buck.
nuestros veía a un montón de Shepherdson que es. ––Pues para mí que no era un cobarde. Ni
que ya habían llegado con sus caballos de ––Bueno ––dijo Buck––, una venganza de mucho menos. No hay ni un solo
raza. sangre es algo así: un hombre se pelea con Shepherdson que sea un co- barde; ni uno. Ni
Un día Buck y yo estábamos en el bosque de otro y le mata, en- tonces el hermano de ese tampoco hay un solo Grangerford que sea un
caza y oímos que llegaba un caballo. otro lo mata a él; después los demás cobarde. Pero si una vez aquel viejo aguantó
Estábamos cruzando el camino, y Buck va y hermanos de cada familia se van buscando solo una pelea de media hora contra tres
grita: unos a otros, después entran los primos y al Grangerford y venció él. Estaban todos a
––¡Rápido! ¡Correa los árboles! cabo de un tiempo han muerto todos y se caballo; él se apeó y se parapetó tras unas
Nos echamos a correr y después miramos acabó la venganza de sangre. Pero es como maderas y puso el caballo delante para que le
entre las hojas de los árboles. En seguida muy lento y lleva mucho tiempo. dieran a él las balas; pero los Grangerford
llegó un joven es- pléndido galopando por el ––¿Y ésta dura desde hace mucho tiempo, siguieron a caballo dando vueltas al viejo y
camino, muy aplomado en la silla y con aire Buck? disparándole y él disparándolos a ellos. Él y su
de soldado. Llevaba la escopeta cruzada ––¡Pues claro! Empezó hace treinta años o caballo volvie- ron a casa bastante fastidiados
encima del pomo de la silla. Ya lo había visto así. Hubo una pelea por algo y después un y agujereados, pero a los Grangerford hubo
antes. Era el joven Harney Shepherdson. Oí pleito para solucio- narla, y el pleito lo ganó que llevarlos a casa, uno de ellos muerto, y
que Buck disparaba la escopeta junto a mi uno de los hombres, así que el otro fue y otro murió al día siguiente. No, señor; si
oreja y a Harney se le cayó el sombrero de la mató al que lo había ganado, que es natu- alguien anda buscando cobardes, que no
cabeza. Agarró su arma y fue derecho adonde ralmente lo que tenía que hacer, por pierda el tiem- po con los Shepherdson,
estábamos escondidos nosotros. Pero no supuesto. Lo que haría cualquiera. porque ellos no crían de eso.
esperamos. Echamos a correr por el bosque. ––Y, ¿cuál fue el problema, Buck? ¿Fue por Al domingo siguiente fuimos todos a la iglesia,
El bosque no era muy poblado, así que miré tierras? a unas tres millas, todos a caballo. Los
por encima del hombro por si disparaba, y ––Supongo que sería... no lo sé. hombres se lleva- ron las escopetas, y Buck
dos veces vi que Harney cubría a Buck con la ––Bueno, ¿quién mató a quién? ¿Fue un también, y las mantuvieron entre las rodillas
escopeta y después daba la vuelta, supongo Grangerford o un Shepherdson? o las dejaron a mano apoyadas en la pared.
que para recoger el sombrero, pero no lo ––¿Cómo diablo voy a saberlo yo? Fue hace Los Shepherdson hicieron lo mismo: fue un
pude ver. No dejamos de correr hasta que mucho tiempo. sermón de lo más corriente: todo sobre el
llegamos a casa. Al anciano le relampaguearon ––¿No lo sabe nadie? amor fraterno y tonterías por el estilo; pero
los ojos un minuto ––creo que sobre todo de ––Ah, sí, padre lo sabe, supongo, y alguno de todo el mundo dijo que era un buen sermón
placer–– y después suavizó algo el gesto y los otros viejos; pero ya no saben por qué y hablaron de él en el camino de vuelta, y
dijo con voz amable: fue la primera pelea. tenían tantas cosas que decir de la fe y las
––No me gusta que hayas disparado desde ––¿Ha habido muchos muertos, Buck? buenas obras y la gracia santificante y la
detrás de un árbol. ¿Por qué no saliste al ––Sí; ha habido muchos funerales. Pero no predetermina- ción y no sé qué más que me
camino, hijo? siempre matan. Padre lleva algo de metralla pareció uno de los peores domingos de mi
––Los Shepherdson no lo hacen, padre. dentro, pero no le importa porque de todos vida.
Siempre se aprovechan. modos no pesa mucho. Bob tiene uno o dos Más o menos una hora después de comer
La señorita Charlotte había mantenido la tajos de cuchillo de caza y a Tom lo han todo el mundo dormía la siesta, algunos en
cabeza alta como una reina mientras Buck herido una o dos veces. sus sillas y otros en sus habitaciones, y
contaba su historia, con las aletas de la nariz ––¿Ha muerto alguien ya este año, Buck? resultaba todo muy aburrido. Buck y un
muy abiertas, y ahora parpadeó. Los dos ––Sí; nosotros nos apuntamos uno y ellos perro estaban tirados en la hierba al sol,
hombres más jovenes tenían aire som- brío, otro. Hace unos tres meses mi primo Bud, dormi- dos como troncos. Yo subí a nuestra
pero no dijeron nada. La señorita Sophia que tenía catorce años. Iba por el bosque del habitación pensando en echarme también la
palideció, pero recuperó el color cuando se otro lado del río y no llevaba armas, lo que es siesta. Vi a la encantadora señorita Sophia de
enteró de que el hombre no estaba herido. una estupidez, y cuando estaba en un sitio pie en su puerta, que estaba al lado de la
solitario oyó un caballo que venía por detrás nuestra, y me hizo pasar a su habitación,
cerró la puerta sin hacer ruido y me preguntó tierra llana y seca, llena de árboles, arbustos y perdimos.
si la quería, y yo le contesté que sí, y me hiedras, y me dijo:
preguntó si le haría un favor sin decírselo a ––Dé usted unos pasos por ahí dentro, sito ––Pero, ¿cómo volviste a conseguir la balsa,
nadie y le dije que sí. Entonces me contó que George; ahí es donde están. Yo ya las he visto Jim? ¿La fuiste a atrapar?
se había olvidado el Nuevo Testamento y lo bastante. ––¿Cómo voy a atraparla si estoy en el
había dejado en el asiento de la iglesia entre Después se alejó y en seguida quedó tapado bosque? No; algunos de los negros la
otros dos libros, y que si no querría yo salir por los árboles. Anduve buscando por allí encontraron embarrancada entre unas rocas
en silencio e ir a buscárselo sin decirle nada a hasta llegar a un sitio abierto, del tamaño de ahí donde la curva y la escondieron en un
nadie. Le dije que sí. Así que me marché un dormitorio, todo rodeado de hiedra, y allí regato entre los sauces, y tanto discutieron
tranquilamente por el camino y en la iglesia vi a un hombre que estaba dormi- do; y ¡por para saber cuál se iba a quedar con ella que
no había nadie, salvo quizá un cerdo o dos, todos los diablos, era mi viejo Jim! en seguida me enteré yo, así que arreglé el
porque la puerta no tenía cerradura y a los Lo desperté y creí que él se iba a sorprender problema diciéndoles que no era de ninguno
cerdos les gustan los suelos apisonados en mucho al verme, pero no. Casi lloró de de ellos, sino tuya y mía; y les pregunté si iban
verano, porque están frescos. Si se fija uno, alegría, pero no esta- ba sorprendido. Dijo a quedarse con la propiedad de un joven
casi nadie va a la iglesia más que cuando es que había nadado por detrás de mí aquella caballero blanco, sólo para llevarse unos
obligatorio, pero los cerdos son diferentes. noche que había oído todos mis gritos, pero latigazos. Entonces les di diez centavos a cada
Me dije: «Algo pasa; no es natural que una no se había atrevido a responder, porque no uno y se quedaron muy satisfechos pensando
chica se preocupe tanto por un Nuevo quería que nadie lo recogiera y lo devolviese que ojalá llegasen más balsas para volver a
Testamento», por eso lo sacudí y se cayó un a la esclavitud. Y siguió diciendo: hacerse ricos. Estos negros se portan muy
trocito de papel que tenía escrito a lápiz: «A ––Me hice algo de daño y no podía nadar bien conmigo, y cuando quiero que hagan
las dos y media». Seguí buscando pero no rápido, así que hacia el final ya estaba muy algo no tengo que pedírselo dos veces, mi
encontré nada más. Aquello no me decía lejos de ti; cuando llegaste a tierra calculé que niño. Ese Jack es un buen negro, y listo.
nada, así que volví a poner el papel en el libro podía alcanzarte sin tener que gritar, pero ––Sí, es verdad. Nunca me ha dicho que
y cuando regresé a casa y subí las escaleras la cuando vi aquella casa empecé a ir más lento. estabas aquí; me dijo que viniera y que me
señorita Sophia estaba en su puerta Estaba demasiado lejos para oír lo que te enseñaría un montón de culebras de agua. Si
esperándome. Me hizo entrar y cerró la decían; me daban miedo los perros, pero pasa algo, él no tiene nada que ver. Puede
puerta; después buscó en el Nuevo cuando todo volvió a quedarse tranquilo decir que nunca nos ha visto juntos, y dirá la
Testamento hasta que encontró el papel, y en comprendí que estabas en la casa, así que me verdad.
cuanto lo leyó pareció ponerse muy fui al bosque a esperar que ama- neciese. A la No quiero contar mucho del día siguiente.
contenta; y antes de que uno pudiera darse mañana temprano llegaron algunos de los Creo que voy a resumirlo. Me desperté hacia
cuenta, me agarró y me dio un abrazo negros que iban a los campos y me llevaron el amanecer e iba a darme la vuelta para
diciendo que yo era el mejor chico del con ellos y me trajeron aquí, donde no me volverme a dormir cuando noté que no se oía
mundo y que no se lo contara a nadie. Se le pueden encontrar los perros gracias al agua, y ni un ruido; era como si nada se mo- viera.
enrojeció mucho la cara un momento, se le me traen cosas de co- mer todas las noches y Aquello no era normal. Después vi que Buck
iluminaron los ojos y estaba muy guapa. Yo me dicen cómo te va. se había levantado y se había ido. Bueno,
me quedé muy asombrado, pero cuando ––Pero, ¿por qué no le dijiste a mi Jack que entonces me levanté yo extrañado y bajé la
recuperé el alien- to le pregunté qué decía el me trajera antes, Jim? escalera y no había nadie; todo estaba más
papel, y ella me preguntó si lo había leído, y ––Bueno, no merecía la pena molestarte, silencioso que una tumba. E igual afuera.
cuando dije que no, me preguntó si sabía leer Huck, hasta que pudiéramos hacer algo, pero Pensé: «¿Qué significa esto?» Donde estaba la
manuscritos y yo respondí que sólo letra de ahora ya está bien. Me he dedicado a leña me encontré con mi Jack y le pregunté:
imprenta, y entonces ella dijo que el papel no comprar cacharros y comida cuando he ––¿Qué pasa? Me contestó:
era más que para señalar hasta dónde había podido y a arreglar la balsa por las noches ––¿No lo sabe usted, sito George?
llegado y que ya podía irme a jugar. cuan- do... ––No. No sé nada.
Bajé al río pensando en todo aquello y en ––¿Qué balsa, Jim? ––Bueno, ¡pues la sita Sophia se ha escapado!
seguida me di cuenta de que mi negro me ––Nuestra vieja balsa. De verdad de la buena. Se ha escapado esta
venía siguiendo. Cuando perdimos de vista la ––¿Vas a decirme que nuestra vieja balsa no noche y nadie sabe a qué hora; se ha
casa, miró atrás y todo en derredor un se quedó hecha pedazos? escapado para casarse con el joven ese
segundo, y después llegó corriendo y me dijo: ––No, na de eso. Se quedó bastante Harney Shepherdson, ya sabe... por lo menos
––Sito George, si viene usted al pantano le destrozada por uno de los extremos, pero no eso creen. La familia se enteró hace una
enseño un montón de culebras de agua. pasó nada grave, sólo que perdimos casi media hora, a lo mejor algo más, y le aseguro
A mí me pareció muy curioso; lo mismo había todas las trampas. Y si no hubiéramos que no han perdido tiempo; ¡en su vida ha
dicho ayer. Tenía que saber que a uno no le buceado tanto y nadado tan lejos por debajo visto manera igual de buscar escopetas y
gustan tanto las culebras de agua como para del agua, si la noche no hubiera sido tan caballos! Las mujeres han ido a buscar
ir a verlas. ¿Qué andaría buscando? Así que le oscura, no hubiéramos estado tan asustados parientes, el viejo señor Saul y los chicos se
dije: ni nos hubiéramos puesto tan nerviosos, han llevado las escopetas y han salido a la
––Bueno; ve tú por delante. como aquel que dice, habríamos visto la balsa. carretera para tratar de cazar a ese joven y
Lo seguí media milla; después llegó al pantano Pero más vale así, porque ahora está toda matarlo antes de que pueda cruzar el río con
y lo vadeó con el agua hasta los tobillos otra arreglada y prácticamente nueva y tenemos sita Sophia. Me paice que vienen tiem- pos
media milla más. Llegamos a un trozo de montones de cosas nuevas en lugar de las que muy malos.
––Y Buck se marchó sin decirme nada. faena y que no iban a tardar. Yo prefería Acababa de oscurecer. No volví a acercarme
––¡Hombre, pues claro! No iban a mezclarlo marcharme de aquel árbol, pero no me a la casa, sino que fui por el bosque hasta el
a usted en eso. El sito Buck cargó la escopeta atrevía a bajar. Buck empezó a gritar y a pantano. Jim no estaba en su isla, así que fui
y dijo que volvería a casa con un Shepherdson maldecir, y juró que él y su primo Joe (que corriendo hacia el arroyo y me metí entre los
muerto. Bueno, seguro que va a haber era el otro muchacho) iban a vengarse aquel sauces, listo para saltar a bordo y marcharme
muchos de ellos y que se trae a uno si tiene mismo día. Dijo que habían matado a su de aquel sitio tan horrible. ¡La balsa había
la oportunidad. padre y sus dos hermanos y que habían desaparecido! ¡Dios mío, qué susto me llevé!
Eché a correr por el camino del río a toda la muerto dos o tres de los enemigos. Dijo que Me quedé sin respiración casi un minuto.
velocidad que pude. En seguida empecé a oír los Shep- herdson los esperaban en una Después logré gritar. Una voz, a menos de
disparos bas- tante lejos. Cuando llegué al emboscada. Buck añadió que su padre y sus veinticinco pies de mí, dice:
almacén de troncos y el montón de leña hermanos tenían que haber espe- rado a sus ––¡Atiza! ¿Eres tú, mi niño? No hagas ruido.
donde atracan los barcos de vapor, me fui parientes, porque los Shepherdson eran
metiendo bajo los árboles y las matas hasta demasiados para ellos. Le pregunté qué iba a Era la voz de Jim, y nunca había oído nada tan
llegar a un buen sitio y después me subí a la pasar con el joven Harney y la señorita agradable. Corrí un poco por la ribera y subí
cruz de un ala- millo donde no alcanzaban las Sophia. Respondió que ya habían cruzado el a bordo; Jim me agarró y me abrazó de
balas, y miré. Había madera apilada a cuatro río y estaban a salvo. Me alegré, pero Buck contento que estaba de verme y dice:
pies de alto un poco por delante de mi árbol, estaba enfadadísimo por no haber matado a ––Dios te bendiga, niño, estaba seguro que
y primero me iba a esconder allí detrás, pero Harney el día que le había disparado; en mi habías vuelto a morir. Ha estado Jack y dice
quizá fue una suerte que no lo hiciera. vida he oído a nadie decir cosas así. que creía que te habían pegado un tiro
En el campo abierto delante del almacén de De pronto, ¡bang! ¡bang! ¡bang!, sonaron tres porque no habías vuelto a casa, así que en
troncos había cuatro o cinco hombres que o cuatro escopetas. ¡Los hombres habían este momento iba a bajar la balsa por el
daban vueltas en sus caballos, maldecían y avanzado juntos entre los árboles y venían arroyo para estar listo para marcharme en
gritaban y trataban de alcanzar a un par de por atrás con sus caballos! Los chicos cuanto volviese Jack y me dijera que seguro
muchachos que estaban detrás del montón de corrieron hacia el río (heridos los dos), y que habías muerto. Dios mío, cuánto me
madera junto al desembarcadero, pero no mientras nadaban en el sentido de la alegro de que hayas vuelto, mi niño.
podían llegar. Cada vez que uno de ellos se corriente, los hombres corrían por la ribera Y voy yo y digo:
asomaba del lado del río del montón de leña, disparando contra ellos y gritando: ––Está bien; está muy bien; no me van a
le pegaban un tiro. Los dos chicos se daban la «¡Matadlos, matadlos!» Me sentí tan mal que encontrar y creerán que he muerto y que he
espalda detrás de las maderas, para poder casi me caí del árbol. No voy a contar todo lo bajado flotando por el río... Allí arriba hay
disparar en todos los sentidos. que pasó porque si lo contara volvería a algo que les ayudará a creérselo, así que no
Pasó un rato y los hombres dejaron de dar ponerme malo. Hubiera preferido no haber pierdas tiempo, Jim, vamos a buscar el agua
vueltas y gritar. Echaron a correr hacia el llegado nunca a la orilla aquella noche para grande lo más rápido que puedas.
almacén, y entonces uno de los muchachos ver después cosas así. Nunca las voy a No me quedé tranquilo hasta que la balsa
apuntó fijo por encima de las maderas y apeó olvidar: todavía sueño con ellas montones de bajó dos millas por el centro del Mississippi.
a uno de la silla. Todos los hombres veces. Después colga- mos nuestro farol de señales
desmontaron de sus caballos, agarraron al Me quedé en el árbol hasta que empezó a y calculamos que ya volvíamos a estar libres y
herido y empezaron a llevarlo hacia el oscurecer, porque me daba miedo bajar. A a salvo. Yo no había comido nada desde ayer,
almacén, y en aquel mo- mento los dos chicos veces oía disparos a lo lejos, en el bosque, y así que Jim sacó unos bollos de maíz y leche
echaron a correr. Se encontraban a mitad de dos veces vi grupitos de hombres que con nata, y carne de cerdo con col y berzas
camino del árbol en el que estaba yo an- tes galopaban junto al almacén de troncos con (no hay nada mejor en el mundo cuando está
de que los hombres se dieran cuenta. escopetas, así que calculé que continuaba la bien guisado) y mientras yo cenaba charlamos
Entonces los vieron y saltaron a sus caballos y pelea. Me sentía tan desanimado que decidí y pasamos un buen rato. Yo me alegraba
se lanzaron tras ellos. Fueron ganando no volver a acer- carme a aquella casa, mucho de alejarme de las venganzas de
terreno a los muchachos, pero no les valió de porque pensaba que por algún motivo yo sangre, y Jim del pantano. Dijimos que no
nada porque éstos les llevaban bastante tenía la culpa. Pensaba que aquel trozo de había casa como una balsa, después de todo.
ventaja; llegaron al montón de maderos que papel significaba que la señorita Sophia tenía Otros sitios pueden parecer abarrotados y
había delante de mi árbol y se metieron que reunirse con Harney en alguna parte a las sofocantes, pero una balsa no. En una balsa se
detrás de él, de forma que volvían a estar dos y media para fugarse, y que tendría que siente uno muy libre y tranquilo.
protegidos contra los hombres. Uno de los haberle contado a su padre lo del papel y la
muchachos era Buck y el otro era un chico forma tan rara en que actuaba, y que
delgado de unos diecinueve años. Los entonces a lo mejor él la habría encerrado y
hombres dieron vueltas un rato y después se nunca habría pasado todo aquel horror.
CAPÍTULO 19
marcharon. En cuanto se perdieron de vista Cuando me bajé del árbol, me deslicé un rato Pasaron dos o tres días con sus noches; creo
llamé a Buck para que me viese. Al principio por la orilla, encontré los dos cadáveres al que podría decir que nadaron, de lo
no comprendía por qué le llegaba mi voz borde del agua y tiré de ellos hasta dejarlos tranquilos, suaves y es- tupendos que se
desde un árbol. Estaba la mar de sorprendido. en seco; después les tapé la cara y me marché deslizaron. Voy a contar cómo pasábamos el
Me dijo que permaneciera muy atento y que a toda la velocidad que pude. Llo- ré un poco rato. Por allí el río era monstruosamente
se lo dijera cuando volvieran a aparecer los mientras tapaba a Buck, porque se había grande: había sitios en que medía milla y
hombres; dijo que estaban preparando alguna portado muy bien conmigo. media de ancho; navegábamos de noche, y
descansábamos y nos escondíamos de día; en lado que lo único que se podía ver de él era porque he visto ranas poner casi tantos
cuanto estaba a punto de acabar la noche si llevaba la rueda a popa o a los costados; huevos, así que desde luego era posible.
dejábamos de navegar y amarrábamos, casi después, durante una hora no había nada que También mirábamos las estrellas que caían y
siempre en el agua muerta bajo un oír ni que ver: sólo la soledad. Luego se veía veíamos la estela que dejaban. Jim decía que
atracadero, y después cortábamos alamillos y una balsa que se deslizaba a lo lejos, y a veces era porque se habían portado mal y las habían
sauces y escondíamos la balsa debajo. Luego uno de los tipos de a bordo cortando leña, echado del nido.
echábamos los sedales. Más adelante nos porque es lo que hacen casi siempre en las Por las noches veíamos uno o dos barcos de
metíamos en el río a nadar un rato, para balsas y se ve cómo el hacha brilla y baja, vapor que pasaban en la oscuridad, y de vez
lavarnos y refrescarnos; después nos pero no se oye nada; se ve que el hacha en cuando lan- zaban todo un mundo de
sentábamos en la arena del fondo, donde el vuelve a subir y cuando ya ha llegado por chispas por una de las chimeneas, que caían al
agua llegaba hasta las ro- dillas, y encima de la cabeza del hombre entonces se río y resultaban preciosas; después el barco
esperábamos a que llegara la luz del día. No oye el hachazo, que ha tardado todo ese rato daba la vuelta a una curva y las luces guiñaban
se oía ni un ruido por ninguna parte, todo en cruzar el agua. Y así pasábamos el día, y el ruido del barco desaparecía y volvía a
estaba en el más absoluto silencio, como si el haciendo el vago, escuchando el silencio. Una dejar el río en silencio, y luego nos llevaban
mundo entero se hubiera dormido, salvo vez bajó una niebla densa y las balsas y todo las olas que había levantado, mucho rato
quizá a veces el canto de las ra- nas. Lo lo que pasaba hacían ruido con sartenes para después de que hubiera des- aparecido el
primero que se veía, si se miraba por encima que los buques de vapor no las pasaran por barco, que hacían moverse un poco la balsa, y
del agua, era una especie de línea borrosa que alto. Una chalana o una balsa pasaban tan después ya no se oía nada durante no se sabe
eran los bosques del otro lado; no se cerca que oíamos lo que decía la gente de a cuánto tiempo, salvo quizá las ranas o cosas
distinguía nada más; después un punto pálido bordo, sus maldiciones y sus risas, los oíamos así.
en el cielo y más palidez que iba apareciendo, perfectamente, pero no veíamos ni señal de Después de medianoche la gente de la costa
y luego el río, como blando y lejano, que ya ellos; era una sensación muy rara, como si se iba a la cama y durante dos o tres horas las
no era negro sino gris; se veían manchitas fuesen espíritus hablando en el aire. Jim dijo riberas estaban en tinieblas: no había más
negras que bajaban a la deriva allá a lo lejos: que creía que lo eran, pero yo dije: chispas en las ventanas de las cabañas.
chalanas y otras barcas, y rayas largas y ––No; los espíritus no dirían: «Maldita sea la Aquellas chispas eran nuestro reloj: la
negras que eran balsas; a veces se oía el maldita niebla». primera que se volvía a ver significaba que
chirrido de un remo, o voces mezcladas en En cuanto era de noche nos echábamos al llegaba el amanecer, así que inmediatamente
medio del silencio que hacía que se oyeran río; cuando llevábamos la balsa buscábamos un sitio donde escondernos y
los ruidos desde muy lejos; y al cabo de un aproximadamente el centro ya no hacíamos amarrar.
rato se veía una raya en el agua, y por el nada y dejábamos que flotase hacia donde la Una mañana, hacia el amanecer, vi una canoa
color se sabía que allí había una corriente llevase la corriente; después encendíamos las y yo crucé por un canal a la costa principal
bajo la superficie que la rompía y que era lo pipas y metíamos las piernas en el agua y (no había más que doscientas yardas) y remé
que hacía aparecer aquella raya; y entonces se hablábamos de todo tipo de cosas; siempre una milla hacia un arroyo entre los cipreses,
ve la niebla que va flotando al levantarse del íbamos desnudos, de día y de noche, cuando para ver si conseguía unas mo- ras. Justo
agua y el Oriente se pone rojo, y el río, y se nos dejaban los mosquitos; la ropa nueva que cuando estaba pasando por un sitio donde
ve una cabaña de troncos al borde del me había hecho la familia de Buck era una especie de senda de vacas cruzaba el
bosque, allá en la ribera del otro lado del río, demasiado buena para resultar cómoda; de arroyo apare- ció un par de hombres
que probablemente es un aserradero, y al todos modos, a mí tampoco me gustaba corriendo a toda la velocidad que podían.
lado, los montones de madera con mucho andar vestido. Pensé que me había llegado la hora, pues
separaciones hechas por unos vagos, de siempre que alguien buscaba a alguien me
forma que puede pasar un perro por el A veces teníamos el río entero para nosotros parecía que era a mí, o quizá a Jim. Estaba a
medio; después aparece una bonita brisa que solos durante ratos larguísimos. A lo lejos se punto de marchar- me a toda prisa, pero ya
le abanica a uno del otro lado, fresca y suave, veían las ribe- ras y las islas, al otro lado del estaban muy cerca de mí, y gritaron y me
que huele muy bien porque llega del bosque y agua, y a veces una chispa que era una vela en pidieron que les salvara la vida: dijeron que
de las flores; pero a veces no es así porque la ventana de una cabaña, y a veces en medio no habían hecho nada y que por eso los
alguien ha dejado peces muertos tirados, del agua se veía una chispa o dos: ya se sabe, perseguían, que venían hombres con perros.
lucios y todo eso, y huelen mucho, y después una balsa o una chalana, y se podía oír un Querían meterse directamente en mi canoa,
llega el pleno día y todo sonríe al sol, y los violín o una canción que llegaba de una de pero les dije:
pájaros se echan a cantar. aquellas embarcaciones. Es maravilloso vivir ––No, ahora no. Todavía no oigo a los
A esa hora no importaba hacer un poco de en una balsa. Arriba teníamos el cielo, todo caballos y los perros; tienen ustedes tiempo
humo por que no se veía, así que sacábamos manchado de estrellas, y nos echábamos de para pasar por los ar- bustos y subir un poco
los peces de los sedales y nos preparábamos espaldas, las mirábamos y discu- tíamos si arroyo arriba; después se meten en el agua y
un desayuno caliente. Y después alguien las había hecho o habían salido porque bajan vadeando hasta donde estoy yo y se
contemplábamos la soledad del río y hacía- sí. Jim siempre decía que las habían hecho, vienen; así los perros perderán la pista.
mos el vago, y poco a poco nos íbamos pero yo sostenía que habían salido; rne Eso fue lo que hicieron, y en cuanto
quedando dormidos. Nos despertábamos, y parecía que llevaría demasiado tiempo hacer estuvieron a bordo salí hacia nuestro
cuando mirábamos para averiguar por qué, a tantas. Jim dijo que la luna podría haberlas atracadero; al cabo de cinco minutos oímos a
veces veíamos un barco de vapor que venía puesto; bueno, aquello parecía bastante los perros y los hombres que gritaban a lo
jadeando río arriba, a tanta distancia al otro razonable, así que no dije nada en contra, lejos. Los oímos ir hacia el arroyo, pero no
po- díamos verlos; parecieron dejarlo y ––De oficio, soy oficial de imprenta; trabajo tener confianza en vosotros. ¡En realidad, soy
ponerse a dar vueltas un rato, y después, de vez en cuando en medicinas sin receta; duque!
mientras nos íbamos alejando todo el tiempo, actor de teatro: tragedia, ya sabes; de vez en A Jim se le saltaron los ojos cuando lo oyó, y
ya casi no podíamos oírlos; cuando dejamos cuando algo de mesmerismo y frenología, creo que a mí también. Entonces el calvo va y
el bosque una milla atrás y llegamos al río cuando hay una posibilidad; maes- tro de dice:
todo estaba en calma y fuimos remando hasta canto y de geografía para variar; una charla de ––¡No! ¡No lo dirás de verdad!
la barra de arena y nos escondimos entre los vez en cuando... Bueno, montones de cosas; ––Sí. Mi bisabuelo, hijo mayor del duque de
alamillos, ya a salvo. práctica- mente todo lo que se presenta, Aguasclaras, huyó a este país a fines del siglo
Uno de aquellos tipos tenía unos setenta años siempre que no sea trabajo. ¿En qué te pasado, para respirar el aire puro de la
o más, y era calvo con una barba muy canosa. especializas tú? libertad; casó aquí y falleció, dejando a un hijo
Llevaba un viejo chambergo y una camisa ––He trabajado bastante el aspecto de la en el mismo momento en que mo- ría su
grasienta de lana azul, con pantalones medicina. Lo que mejor me sale es la propio padre. El segundo hijo del finado
vaqueros azules y viejos metidos en las botas, imposición de manos para el cáncer, la duque se apoderó de los títulos y de las
con tirantes hechos en casa; pero no, sólo le parálisis y cosas así, y no me sale mal lo de fincas, y el verdade- ro duque, recién nacido,
quedaba uno. Llevaba al brazo un viejo capote echar la buenaventura cuando tengo a alguien quedó desheredado. Yo soy el descendiente
tam- bién de tela azul, con botones de cobre que me averigüe los datos. También trabajo directo de aquel niño: soy el auténtico duque
brillantes, y los dos llevaban bolsones de viaje lo de los sermones, la prédica al aire libre y de Aguasclaras, ¡y aquí estoy, olvidado,
grandes y medio desgastados. las misiones. arrancado de mis propios bienes, perseguido
El otro tipo tendría unos treinta años e iba Durante un rato todos guardaron silencio; por los hom- bres, despreciado por el frío
vestido igual de ordinario. Después de después el joven suspiró y dijo: mundo, harapiento, gastado, con el corazón
desayunar nos tumba- mos todos a charlar y ––¡Ay! roto y rebajado a la compañía de unos
lo primero que salió es que aquellos tipos no ––¿De qué te quejas? ––preguntó el calvo. delincuentes en una balsa!
se conocían. ––Pensar que yo podría haber tenido tan Jim lo lamentó mucho por él y yo también.
––¿Qué problema has tenido tú? ––preguntó regalada vida y verme rebajado a esta Tratamos de consolarlo, pero dijo que no
el calvo al otro. compañía ––y empezó a secarse un ojo con valía de nada, que no se le podía consolar
––Bueno, estaba vendiendo un producto para un trapo. mucho; dijo que si queríamos reconocer su
quitarle el sarro a los dientes, y es verdad ––¡Dito seas! ¿No te parece buena esta dignidad, ello le serviría más de consue- lo
que lo quita, y generalmente también el compañía? ––pregunta el calvo, muy digno y que nada del mundo, así que prometimos
esmalte, pero me quedé una noche más de lo enfadado. hacerlo si nos decía cómo. Dijo que debíamos
que hubiera debido y estaba a punto de ––Sí, es lo suficientemente buena; es lo más hacer una reve- rencia cuando hablásemos
marcharme cuando me encontré contigo en que merezco, pues, ¿quién me hizo descender con él y decir «su gracia», o «milord», o «su
el sendero de este lado del pueblo, me dijiste tan bajo cuan- do yo nací tan alto? Yo mismo. señoría», y que tampoco le impor- taba si le
que venían y me pediste que te ayudara a No os culpo a vosotros, caballeros, lejos de llamábamos sencillamente «Aguasclaras»,
escapar. Así que te dije que yo también mí; no culpo a nadie, lo merez- co todo. Que porque, según dijo, eso era un título y no un
esperaba problemas y que me marcha- ría el frío mundo perpetúe su venganza; una sola nombre, y uno de nosotros tendría que
contigo. Eso es todo. ¿Y tú? cosa sé: en algún lugar me espera una tumba. servirle a las horas de comer y hacerle todas
––Bueno, yo llevaba una semana predicando El mundo puede continuar como siempre lo las cosillas que él quisiera.
sermones sobre la templanza y me llevaba ha hecho y arrebatármelo todo: los seres
muy bien con las mujeres, viejas y jóvenes, queridos, los bienes, to- do; pero eso no me Bueno, aquello resultaba fácil, así que lo
porque se lo estaba poniendo difícil a los lo puede quitar. Algún día yaceré en ella y lo hicimos. Toda la cena Jim se la pasó de pie,
bebedores, te aseguro, y sacaba por lo menos olvidaré todo, y mi pobre corazón destro- sirviéndole y di- ciendo: «¿Quiere su gracia
cinco o seis dólares por noche, a diez zado podrá descansar ––y siguió secándose probar un poco de esto o de aquello?», y
centavos por cabeza, niños y negros gratis, y un ojo. demás, y era fácil ver que le resultaba muy
hacía cada vez más negocio, cuando no sé ––Dito sea tu pobre corazón destrozao –– agradable.
cómo, anoche, empezaron a decir que no me dice el calvo––; ¿de qué corazón destrozao Pero el viejo se quedó muy silencioso; no
desagradaba pasar un rato a solas con una nos hablas? Noso- tros no hemos hecho na. tenía mucho que decir y no parecía estar muy
jarra. Un negro me despertó esta mañana y ––No, ya sé que no. No os culpo, caballeros. contento con tan- tas atenciones como se
me dijo que la gente se estaba reuniendo en Yo solo me he rebajado; sí, yo solo. Es justo llevaba el duque. Parecía estar pensando en
silencio, con los perros y los caballos, y que que ahora su- fra, perfectamente justo; no algo. Así que por la tarde va y dice:
iban a venir en seguida, me darían una ventaja puedo quejarme. ––Mira, Aguassucias ––va y dice––, yo lo
de una media hora y después intentarían ––¿Rebajao de qué? ¿De qué te has rebajao? siento cantidad por ti, pero no eres el único
agarrarme, y que si me pescaban pensaban ––Ah, no me creeríais; el mundo nunca cree... que ha tenido pro- blemas de ese tipo.
emplumarme y sacarme del pueblo en un rail. pero dejadlo; no importa. El secreto de mi ––¿No?
Así que no esperé al desayuno... no tenía nacimiento... ––No, no eres el único. No eres el único a
hambre. ––¡El secreto de tu nacimiento! ¿Nos vas a quien se ha echado por las malas de las
––Viejo ––dijo el joven––, me parece que decir...? alturas.
podríamos formar equipo; ¿qué opinas tú? ––Caballeros ––dice el joven muy solemne––, ––¡Ay!
––No me parece mal. ¿A qué te dedicas tú, os lo revelaré, pues considero que puedo ––No, no eres el único que tiene un secreto
sobre todo? de nacimiento ––y juro que se echó a llorar.
––¡Espera! ¿A qué te refieres? ––Lo más probable es que vayamos a pasar que pensamos en ir a Or- leans en ella. La
––Aguassucias, ¿puedo fiarme de ti? –– mucho tiempo en esta balsa, Aguassucias, así suerte de padre no duró mucho; un barco de
pregunta el viejo todavía medio llorando. que, ¿de qué vale enfadarse? Sólo sirve para vapor se llevó la esquina de proa de la balsa
––¡Hasta la más cruel de las muertes! ––tomó fastidiarnos. No es culpa mía no haber nacido una noche y todos caímos al agua y buceamos
al viejo de la mano, se la apretó y dijo––: Ese duque y no es culpa tuya no haber nacido rey, bajo la rueda; Jim y yo salimos bien, pero
secreto tuyo: así que, ¿para qué preocuparnos? Lo que yo padre estaba bo- rracho e Ike sólo tenía
¡habla! digo es que hay que aprovechar las cosas tal cuatro años, así que nunca volvieron a salir.
––Aguassucias, ¡soy el delfín desaparecido! como son: ése es mi lema. Y no es mala Durante unos días tuvimos muchos pro-
Podéis apostar a que Jim y yo nos quedamos suerte haber caído aquí: bien de comer y una blemas, porque no hacía más que llegar la
aquella vez con los ojos bien abiertos. vida fácil; vamos, dame la mano, duque, y gente en botes y trataba de llevarse a Jim,
Después el duque dice: seamos amigos. diciendo que creían que era un negro fugitivo.
––¿Eres, qué? El duque se la dio, y Jim y yo nos alegramos Por eso ya no navegamos de día; por las
––Sí, amigo mío, es cierto: estás mirando en mucho de ver aquello. Así que dejamos de noches no nos molestan.
este momento al pobre delfín desaparecido, sentirnos moles- tos y nos alegramos mucho El duque va y dice:
Luis el 17, hijo de Luis el 16, y la María porque habría sido una pena no llevarse bien ––Dejadme que piense una forma de que
Antoñeta. en la balsa; porque lo primero que hace falta podamos navegar de día si lo deseamos. Voy
––¡Tú! ¡A tu edad! ¡No! Quieres decir que en una balsa es que todo el mundo esté a pensar en ello e inventar un plan para
eres el difunto Carlomagno; por lo menos contento, que se sienta bien y se lleve bien organizarnos. Hoy seguiremos así porque
debes tener seis- cientos o setecientos años. con los demás. No me hizo falta mucho naturalmente no queremos pasar por ese
––Han sido tantos los problemas, tiempo para comprender que aquellos pueblo de ahí a la luz del día, quiza no fuera
Aguassucias, tantos los problemas que han mentirosos no eran reyes ni duques en ab- saludable.
hecho encanecer el pelo y traído esta soluto, sino estafadores y farsantes de lo más Hacia la noche empezó a nublarse y pareció
calvorota prematura. Sí, caballeros, ante bajo. Pero nunca dije nada ni lo revelé; me lo que iba a llover; los relámpagos recorrían el
vosotros veis, vestido de vaqueros y en la guardé para mis adentros; es lo mejor; así no cielo muy bajos y las hojas estaban
miseria, al vagabundo, el exiliado, el hay peleas y no se mete uno en líos. Si empezando a temblar: iba a ser bastante
perseguido y el sufriente rey legítimo de la querían que los llamáramos reyes y duques, fuerte, resultaba fácil verlo. Así que el duque
Francia. yo no tenía nada que objetar, siempre que y el rey se pusieron a preparar nuestro
Bueno, se echó a llorar y se puso de tal modo hubiera paz en la familia, y no valía de nada wigwam para ver cómo eran las camas. La
que ni Jim ni yo sabíamos qué hacer, de pena decírselo a Jim, así que no lo hice. Si algo mía era de paja, mejor que la de Jim, que
que nos daba, y al mismo tiempo de lo aprendí de padre es que la mejor forma de tenía el colchón de hojas de maíz; en esos
contentos y orgullosos que estábamos de que llevarse bien con gente así es dejarla que vaya colchones de maíz siempre quedan granos
fuera en la balsa con nosotros. Así que a su aire. que se le meten a uno en la piel y hacen daño,
pusimos manos a la obra, igual que habíamos y cuando se da uno la vuelta, las hojas de
hecho antes con el duque, y tratamos de maíz secas suenan como si estuviera uno
consolarlo tam- bién a él. Pero dijo que no aplastando un lecho de hojas muertas y hacen
valía la pena, que lo único que lo podía
CAPÍTULO 20 tanto ruido que te despiertan. Bueno, el du-
consolar era morir de una vez y acabar con Nos hicieron un montón de preguntas; que prefería quedarse con mi cama, pero el
todo; aunque dijo que a veces se sentía más a querían saber por qué escondíamos así la rey dijo que no. Señaló:
gusto y mejor si la gente lo trataba conforme balsa y descansábamos de día en lugar de ––Diría yo que la diferencia de graduación te
a sus dere- chos y bajaba una rodilla para seguir adelante: ¿Es que Jim era un esclavo sugeriría que un colchón de maíz no es lo
hablar con él, le llamaba siempre «vuestra fugitivo? Contesté yo: más adecuado para mí. Vuestra gracia se
majestad» y le servía el primero en las ––¡Por Dios santo! ¿Iba un negro fugitivo a quedará con la cama de maíz.
comidas y no se sentaba en su presencia huir hacia el Sur? Jim y yo volvimos a preocuparnos un
hasta que él lo decía. Así que Jim y yo nos No, reconocieron que no. Tenía que explicar momento, pues temíamos que fuera a haber
pusimos a «ma- jestearlo», a hacer por él las cosas de alguna forma, así que dije: más problemas entre ellos, así que nos
todo lo que nos pedía y a estar de pie hasta ––Mi familia vivía en el condado de Pike, en alegramos mucho cuando el duque va y dice:
que nos decía que nos podíamos sen- tar. Missouri, donde yo nací, y se murieron todos ––Es mi eterno destino: verme aplastado
Aquello le sentó la mar de bien y se puso menos yo y padre y mi hermano Ike. Padre siempre en el lado bajo el férreo talón de la
muy animado y contento. Pero el duque dijo que prefería marcharse e irse a vivir con presión. El infortu- nio ha quebrado mi
como que se enfadó con él y no pareció nada el tío Ben, que tiene una casita junto al río, talante, antaño altivo; cedo, me someto; es mi
satisfecho con la forma en que iban las cosas; cuarenta y cuatro millas más abajo de destino. Estoy solo en el mundo: tócame
pero el rey estaba muy amistoso con él y dijo Orleans. Padre era muy pobre y teníamos sufrir y soportarlo puedo.
que el bisabuelo del duque y todos los demás algunas deu- das, así que cuando lo arregló Nos fuimos en cuanto estuvo lo bastante
duques de Aguassucias contaban con la mejor todo no quedaban más que dieciséis dólares y oscuro. El rey nos dijo que fuéramos hacia el
opi- nión de su padre y podían ir muchas nuestro negro, Jim. Con aque- llo no bastaba centro del río y que no mostrásemos ni una
veces al palacio, pero el duque siguió para viajar mil cuatrocientas millas, ni en luz hasta haber pasado bastante lejos del
enfadado un buen rato, hasta que por fin el cubierta ni de ninguna otra forma. Bueno, pueblo. En seguida llegamos a la vista del
rey va y dice: cuando creció el río, padre tubo un golpe de grupito de luces que era el pueblo y nos
suerte un día; se encontró con esta balsa, así deslizamos como a media milla de distancia,
todo perfectamen- te, todo perfectamente. una campaña», como lo lla- maban ellos. El hacerlo; después le dio el libro al rey para
Cuando estábamos tres cuartos de milla más rey fue a buscar en su bolsón, de donde sacó que se aprendiera su papel de memoria.
abajo usamos nuestro farol de señales, y hacia un montón de octavillas impresas y las leyó. A la vuelta de una curva había un pueblecito
las diez empezó a llover, a soplar y a tronar, y Una de ellas decía que «El famoso doctor de nada, y después de comer el duque nos
a relampaguear como un diablo; así que el rey Armand de Montalban, de París», daría una comunicó que ya había pensado cómo
nos dijo que nosotros dos quedáramos de «conferencia sobre la Ciencia de la navegar de día sin que hubiera peligro para
guardia hasta que mejorase el tiempo; Frenología» en tal y tal sitio y en tal y cual Jim; así que dijo que iría al pueblo para
después él y el duque se metie- ron a cuatro fecha, a diez centavos la entrada, y que iba a arreglarlo todo. El rey dijo que también iría a
patas en el wigwam para pasar la noche. A mí «tra- zar gráficos de la personalidad a ver si sacaba algo en limpio. Como nos
me tocaba la guardia hasta las doce, pero no veinticinco centavos cada uno». El duque dijo habíamos quedado sin café, Jim y yo dijimos
me habría acostado aunque tuviera una cama, que ése era él. En otra octa- villa era el que también nos íbamos con ellos a comprar
porque no todos los días se ve una tormenta «actor trágico shakesperiano de fama algo.
así, ni mucho menos. mundial, Garrick el joven, de Drury Lane, Cuando llegamos no había nadie; las calles
¡Cielo santo, cómo aullaba el viento! Y cada Londres». En otras octavillas tenía otros estaban vacías y totalmente muertas y
uno o dos segundos se veía un resplandor nombres y hacía otras cosas maravillosas, silenciosas, como si fuera domingo.
que iluminaba las olas en media milla a la como encontrar agua y oro con una Encontramos a un negro enfermo tomando el
redonda y las islas parecían polvorientas en «varita mágica», «exorcizar los hechizos de sol en un patio y nos dijo que todos los que
medio de la lluvia y los árboles se agi- taban el brujas», etcétera. Después va y dice: no eran demasiado jóvenes ni estaban
viento; después sonaba un ¡brrruuum!... ––Pero mi favorita es la musa histriónica. demasiado enfermos o eran demasiado viejos
¡booom! ¡booom! ¡boom, boom, boom, ¿Tienes experiencia en las tablas, realeza? habían ido a una misión en el bosque, a unas
boom, boom, boom! y los truenos se iban ––No ––respondió el rey. tres millas. El rey preguntó cómo se llegaba y
alejando gruñendo y zumbando hasta ––Pues la tendrás antes de que pasen tres dijo que iba a trabajar con aquella gente tan
desaparecer, y después, ¡zas!, se veía otro días, grandeza caída ––dice el duque––. En el religiosa a ver lo que sacaba, y que yo podía
relámpago y sonaba otra descarga. A veces primer buen pue- blo al que lleguemos acompañarlo.
las olas casi me tiraban de la balsa, pero alquilamos una sala y hacemos el duelo de El duque dijo que iba a buscar una imprenta.
como yo no llevaba nada puesto, no me «Ricardo III» y la escena del balcón de La encontramos; un taller pequeñito encima
importaba. No teníamos ningún problema «Romeo y Julieta». ¿Qué te parece? de una carpin- tería; todos los carpinteros y
con los troncos que bajaban; los relámpagos ––Yo hago lo que sea con tal de que dé los impresores habían ido al sermón y las
lo iluminaban todo, de forma que veíamos dinero, Aguassucias; pero ya verás que no sé puertas estaban abiertas. El sitio estaba muy
llegar los maderos con tiempo más que nada de interpretar ni nunca lo he visto sucio y desordenado, con las paredes llenas
suficiente para aproar acá o allá y evitarlos. hacer. Era demasiado pequeño cuando padre de manchas de tinta y de octavillas con
Me tocaba la guardia en medio, ya sabéis, tenía teatro en el palacio. ¿Crees que me dibujos de caballos y de negros fugitivos. El
pero para esa hora tenía bastante sueño, así podrás enseñar? duque se quitó la chaqueta y dijo que ya
que Jim dijo que me haría la primera mitad; ––¡Fácil! estaba todo arreglado. Así que el rey y yo
Jim siempre se portaba muy bien en ese ––Muy bien. De todas formas ya tengo ganas nos fuimos a la reunión religiosa.
sentido. Me metí a cuatro patas en el de hacer algo nuevo. Podemos empezar Llegamos en una media hora y empapados,
wigwam, pero el rey y el duque habían inmediatamente. Así que el duque le contó porque hacía un calor horrible. Habría por lo
estirado tanto las piernas que no quedaba quién era Romeo y quién era Julieta y dijo menos mil per- sonas que habían llegado de
sitio, así que me quedé fuera; no me que él estaba acostumbrado a ser veinte millas a la redonda. El bosque estaba
importaba la lluvia, porque hacía calor y ahora Romeo, así que el rey podía hacer de Julieta. lleno de animales de tiro y carre- tas, atados
las olas no llegaban tan altas. Pero hacia las ––Pero si Julieta es una muchacha tan joven, por todas partes, comiendo lo que había en
dos volvieron a levantarse y Jim me iba a duque, con esta calva y esta barba blanca a lo las carretas y coceando para alejar a las
llamar, aunque cambió de opinión porque mejor parece demasiado raro. moscas. Había cobertizos hechos de palo y
calculó que no eran lo bastante altas para ––No, no te preocupes; estos campuzos ni se techados con ramas, donde vendían limonada
hacernos ningún daño, pero en eso se enteran. Además, ya sabes, irás disfrazado y y pan de jengibre, con montones de sandías,
equivocó porque muy pronto llegó una de eso lo cambia todo; Julieta está en el balcón maíz verde y cosas así.
esas enormes y me tiró al agua. Jim casi se contemplando la luz de la luna antes de irse a Los predicadores estaban en cobertizos del
murió de la risa. De todas formas, era el la cama y lleva puesto el cami- són y el gorro mismo tipo, aunque mayores y llenos de
negro que más se reía de todos los que he de dormir con encajes. Aquí tengo los dos gente. Los bancos estaban hechos de pedazos
conocido. disfraces. de troncos, con agujeros en el lado de abajo,
Tomé la guardia y Jim se tendió y se puso a Sacó dos o tres trajes hechos con calicó para para introducir unos palos que hacían de
roncar; al cabo de un rato la tormenta cortinas, que dijo que eran las armaduras patas. No tenían respaldo. Los predicadores
amainó y se fue, y en cuanto se vio la primera medievales de Ri- cardo III, y el otro tío, un disponían de unas tarimas altas para subirse a
luz de una cabaña lo desperté y metimos la camisón de algodón largo y blanco y un gorro un extremo de los cobertizos. Las mujeres
balsa en nuestro escondrijo para aquel día. de dormir de volantes a juego. El rey se llevaban pamelas, y algunas, vestidos de un
Después de desayunar el rey sacó una baraja quedó convencido, así que el duque sacó su tejido de lino y lana, otras de holanda, y
toda sobada y él y el duque jugaron a las siete libro y leyó los papeles con un entusiasmo algunas de las jóvenes, de calicó. Algunos de
y media a cinco centavos la partida. Después espléndido, dando saltos y representando al los muchachos iban descalzos, y había niños
se aburrieron y dijeron que iban a «planear mismo tiempo, para enseñar cómo había que que no llevaban más ropa que una camisa de
lino burdo. Algunas de las mujeres mayores marineros nuevos, pero gracias a Dios valen nada al lado de los piratas si quiere uno
tejían ylas más jóvenes flirteaban a anoche le habían robado y lo habían sacarle el jugo a una misión religiosa.
escondidas. desembarcado de un buque de vapor sin un
En el primer cobertizo al que llegamos el centavo, y ahora se alegraba; era lo mejor El duque había creído que a él le había ido
predicador estaba cantando un himno. que le había pasado en su vida, porque ahora bastante bien hasta que apareció el rey, pero
Recitaba dos líneas, todo el mundo las era un hombre cambiado y se sentía feliz por después no se lo pareció tanto. Había
cantaba, y resultaba muy bonito oírlo, porque primera vez en la vida, y pese a lo pobre que preparado e impreso dos trabajillos para
había mucha gente y cantaba muy animada; era iba a empezar inmediatamente a trabajar agricultores en aquella imprenta (para venta
después les recitaba otras dos lineas para que para volver al océano índico y pasarse el de caballos) y le habían pagado cuatro
las cantaran, y así sucesivamente. La gente se resto de la vida tratando de hacer que los dólares. Había cobrado anuncios en el
iba despertando cada vez más y cantando piratas volvieran al camino de la verdad, pues periódico por valor de diez dólares, que dijo
cada vez más alto, y hacia el final algunos lo podía hacer mejor que nadie, porque poder rebajar a cuatro dólares si se los
empezaron a gemir y otros a gritar. Entonces conocía a todas las tripulaciones piratas de pagaban por adelantado, cosa que hicieron. El
el predicador empezó a predicar, y además aquel océano, y aunque le llevaría mucho pre- cio del periódico era dos dólares al año,
en serio, y fue a zancadas primero a un lado tiempo llegar allí sin dinero, iría de todos pero aceptó tres suscripciones por medio
de la ta- rima y después al otro, y luego se modos, y cada vez que convenciera a un dólar, a condición de que se las pagaran por
inclinó por encima de todos, moviendo los pirata le diría: «No me des las gracias a mí, no adelantado; iban a pagar en madera y cebollas,
brazos y el cuerpo todo el tiempo y gritando me adjudiques ningún mérito; todo como de costumbre, pero él les dijo que
con todas sus fuerzas, y de vez en cuando corresponde a esa estupenda gente de la acababa de comprar la empresa y rebajado
levantaba la Biblia, la abría y la pasaba de un reunión religiosa de Pokeville, hermanos los precios todo lo que podía, de manera que
lado para otro, gritando: «¡Es la serpiente de naturales y benefactores de la raza, ¡y a ese tenía que cobrarlo todo en efectivo. Había
bronce del desierto! ¡Miradla y vivid!» Y la querido predicador que veis ahí, el amigo más impreso un pequeño poema inventado por él
gente gritaba: verda- dero que jamás ha tenido un pirata!» mismo de tres versos, muy sentimental y
«¡Gloria! ¡Amén!» El predicador seguía y la Y después se echó a llorar, y todo el mundo triste, que se titulaba «Sí, rompe, frío mundo,
gente gemía, gritaba y decía amén: igual. Entonces alguien gritó: «¡Vamos a hacer este corazón transido», y lo había dejado
––¡Ah, venid al banco de las lamentaciones! una colecta! preparado para imprimir en el periódico, sin
¡Venid, ennegrecidos por el pecado! (¡Amén!) ¡una colecta!» Media docena saltaron para cobrar nada a cambio. Bueno, había sacado
¡Venid, los enfermos y los llagados! (¡Amén!) hacerla, pero alguien gritó: «¡Que pase el nueve dólares y medio y dijo que no estaba
¡Venid, los cojos y los tullidos y los ciegos! sombrero él!» Todo el mundo dijo lo mismo, mal por una jornada entera de trabajo.
(¡Amén!) ¡Venid, los po- bres y los y también el predicador. Después nos enseñó otra octavilla que había
necesitados, llenos de vergüenza! (¡Amén!) Así que el rey pasó entre la gente con el impreso y que no había cobrado, porque era
¡Venid, todos los que os sentís cansados, sombrero, enjugándose los ojos y para nosotros. Tenía un dibujo de un negro
sucios y sufrientes! ¡Venid con el ánimo bendiciendo a la gente, elo- giándola y fugitivo con un hatillo al hombro y escrito
destrozado! ¡Venid con el corazón contrito! dándole las gracias por ser tan buena con los debajo «Recompensa de doscientos dólares».
¡Venid con vuestros harapos, vuestros pobres piratas de allá lejos, y a cada Todo trataba de Jim y lo describía
pecados y vuestra suciedad! ¡Las aguas que momento, las más guapas de las chicas, todas exactamente. Decía que se había escapado de
purifican son gratuitas, las puertas del cielo llorosas, iban y le preguntaban si les dejaba la plantación de Saint Jacques, cuarenta millas
están abiertas, ah, entrad y descansad! besarlo para tener un recuerdo de él, y él abajo de Nueva Orleans el invierno pasado, y
(¡Amén!) (¡Gloria, gloria, aleluya!). siempre las besaba, y a algunas de ellas las probablemente se había ido al Norte, y quien
Y así sucesivamente. Con tantos gritos y besaba y abrazaba por lo menos cinco o seis lo capturase y lo devolviera podría cobrar la
llantos ya no se entendía lo que decía el veces, y lo invitaron a quedarse una semana, y recompensa y los gastos.
predicador. En medio del grupo había todo el mundo quería que se quedara a ––Y ahora ––dijo el duque––, a partir de esta
personas que se levantaban y llegaban a dormir en sus casas porque decían que era un noche podemos navegar de día si queremos.
codazos hasta el banco de las lamentaciones, honor, pero él dijo que como era el último Cuando vea- mos que llega alguien podemos
con las caras bañadas en lágrimas, y cuando día de la misión, ya no podía hacer ningún atar a Jim de pies y manos con una cuerda y
todos se hubieron reunido allí en grupo en bien, y además tenía prisa por llegar al océano meterlo en el wigwam, enseñar esta octavilla
los primeros bancos, se pusieron a cantar, a índico lo antes posible y ponerse a trabajar y decir que lo capturamos río arriba y que
gritar y a tirarse en la paja, totalmente con los piratas. éramos demasiado pobres para viajar en un
enloquecidos y sin control. Cuando volvimos a la balsa e hizo el recuento barco de vapor, así que nuestros amigos nos
Bueno, antes de que pudiera yo darme se encontró con que había reunido ochenta y dieron esta balsa a crédito y bajamos a cobrar
cuenta, el rey se había puesto en marcha y se siete dólares y setenta y cinco centavos. Y la recompensa. Estaría mejor con esposas y
le veía por encima de todos los demás, y además se había llevado una damajuana de cadenas, pero eso no encajaría con la historia
después se subió de un salto a la plataforma y whisky de tres galones que había encontrado de que somos tan pobres. Eso sería como
el predicador le pidió que hablase al pú- blico debajo de una carreta cuando venía a casa ponerle joyas. Lo correcto son unas cuerdas:
y lo hizo. Les dijo que era un pirata, que había por el bosque. El rey dijo que entre unas hay que mantener las unidades, como
sido pirata treinta años en el océano indico, y cosas y otras era el día que mejor le había decimos en el escenario. Todos dijimos que
que casi se había quedado sin tripulación la salido en el trabajo de las misiones. Dijo que el duque era muy listo y que no habría
primavera pasada en un combate y ahora no había nada que hacer, que los paganos no problemas navegando de día. Pensamos que
había vuelto a casa a llevarse a algunos aquella noche podíamos recorrer bastantes
millas para alejarnos del jaleo que hablar de todas las aventuras que habían ningún viajero vuelve, que esparce su
calculábamos que el trabajo tenido por el río en otros tiempos. contagio por el mundo, y así el tono nativo
del duque iba a organizar en la imprenta de Después de comer el duque dijo: de la resolución, cual el pobre gato del
aquel pueblo; después podíamos navegar ––Bueno, Capeto, queremos que éste sea un adagio, palidece de preocupación, y todas las
cuando quisiéramos. espectáculo de primera calidad, ya sabes, así nubes que descendieron sobre nuestros
Seguimos escondidos y en silencio y no que vamos a añadirle algo más. De todos pechos, con esta mirada sus corrientes
salimos hasta casi las diez; después nos modos nos hace falta contar con algo para desvían,
deslizamos, a bastante distancia del pueblo, y responder a los bises. y pierden el nombre de acción.
no izamos el farol hasta que lo hubimos ––¿Qué es eso de bises, Aguassucias? El Es un final que desear ansiosamente. Pero
perdido de vista. duque se lo contó y añadió: calma, dulce Ofelia: no abras tus terribles
Cuando Jim me llamó para que le tomase la ––Yo puedo hacer un baile escocés o tocar la mandíbulas de mármol, sino vete a un
guardia de las cuatro de la mañana me dijo: gaita del marinero y tú ... vamos a ver... ah, ya convento... ¡vete!
––Huck, ¿crees que vamos a encontrarnos lo sé: puedes hacer el monólogo de Hamlet.
con más reyes de éstos en este viaje? ––¿El qué de Hamlet? Bueno, al viejo le gustó el discurso y en
––No ––respondí––. Supongo que no. ––El monólogo de Hamlet, ya sabes: lo más seguida se lo aprendió para hacerlo de
––Bueno ––continuó él––, entonces vale. No famoso de Shakespeare. ¡Ah, es sublime, primera. Parecía que lo hubieran hecho a su
me importa uno o dos reyes, pero no quiero sublime! Siempre los vuelve locos. No está en medida, y cuando fue dominándolo y
más. Éste es un borrachuzo y el duque este libro, porque sólo tengo un volumen, metiéndose en él, era maravillosa la forma en
tampoco le va muy detrás. pero creo que lo puedo recordar de que gritaba, saltaba y se erguía al
Me enteré de que Jim había intentado hacerle memoria. Voy a ver si paseando puedo pronunciarlo.
hablar en francés para ver a qué sonaba, pero extraerlo de las arcas del recuerdo. A la primera oportunidad el duque hizo
dijo que lle- vaba tanto tiempo en este país y Así que se dedicó a pasear arriba y abajo, imprimir unas cuantas octavillas, y después,
había tenido tantos problemas que se le había pensando y frunciendo el ceño horriblemente durante dos o tres días, mientras íbamos
olvidado. a cada momento; después levantaba las cejas; flotando, la balsa estaba de lo más animada,
luego se apretaba la frente con la mano y se porque no había más que duelos y ensa- yos
echaba atrás, como gimiendo; des- pués ––como los llamaba el duque–– todo el
CAPÍTULO 21 suspiraba y derramaba una lágrima. Era tiempo. Una mañana, cuando ya llevábamos
Era después del amanecer, pero seguimos maravilloso verlo. Por fin lo recordó. Nos bastante tiempo por el estado de Arkansaw,
adelante sin echar amarras. El rey y el duque dijo que lo escu- cháramos. Adoptó una llegamos a la vista de un villorrio en una gran
acabaron por le- vantarse, con aspecto muy actitud nobilísima, con una pierna adelantada, curva del río; así que amarramos a tres
cansado, pero después de saltar al agua y los brazos alargados y la cabeza echada hacia cuartos de milla río arriba, en la
nadar un rato parecían bastante más atrás, mirando al cielo, y empezó a gritar, a desembocadura de un arroyo que estaba
animados. Después de desayunar el rey se gemir y a rechinar los dientes, y después de cerrado como un túnel por los cipreses, y
sentó en un rincón de la balsa, se quitó las eso, a lo largo de todo su discurso, estuvo todos menos Jim nos metimos en la canoa y
botas, se subió los pantalones y dejó las aullando y moviéndose e inflando el pecho y fuimos a ver si allí había alguna posibilidad de
piernas metidas en el agua, para estar la verdad es que fue la interpretación más montar nuestro espectáculo.
cómodo, encendió la pipa y se puso a maravillosa que he visto en mi vida. Éste fue
aprender de memoria su «Romeo y Julieta». su discurso, que me aprendí con facilidad Tuvimos mucha suerte; aquella tarde iban a
Cuando ya se lo sabía bastante bien, él y el mientras se lo enseñaba al rey: montar un circo y ya estaban empezando a
duque empezaron a ensayar- lo juntos. El llegar los campe- sinos, en todo tipo de
duque tenía que enseñarle una vez tras otra Ser o no ser; ahí está el diantre que convierte carros desvencijados y a caballo. El circo se
cómo echar cada discurso, y le hacía suspirar en calamidad tan larga vida; pues, ¿quién marcharía antes de la noche, así que nuestro
y llevarse la mano al corazón. Al cabo de un soportaría su carga hasta que el bosque de espectáculo tendría bastantes posibilidades. El
rato dijo que lo había hecho bastante bien: Birnan llegue a Dunsinane, salvo que el temor duque alquiló la casa del juzgado y
«Sólo que no debes gritar ¡Romeo! como si de algo tras la muerte mate al inocente recorrimos el pueblo poniendo nuestros
fueras un toro; tienes que decirlo suavemente sueño, segundo rumbo de la gran naturaleza. programas. Decían:
y con languidez, así: ¡Roomeeo!; de eso se Y nos haga preferir los dardos y flechas de la
trata, porque Julieta no es más que una niña horrible fortuna antes que huir hacia otros ¡¡¡Vuelve Shakespeare!!!
encantadora, ya sabes, y no se pone a que no conocemos? ¡Maravillosa atracción!
rebuznar como un burro. Ése es el respeto que nos debe calmar: ¡Sólo una noche!
Bueno, después sacaron un par de espadas ¡despierta a Duncan con tu llamada! Ojalá Los actores de fama mundial,
largas que el duque había hecho con listones pudiera; pues quien soporta el flagelo y el David Garrick el joven del Teatro de Drury
de roble y empe- zaron a ensayar el duelo: el desprecio del tiempo, el mal del opresor, la Lane, Londres, y Edmund Kean el viejo, del
duque decía que él era Ricardo III, y resultaba contumelia del orgulloso, los retrasos de la Teatro de Royal Haymarket, Whitechapel.
estupendo verlos saltar y brincar por la balsa. ley y la relajación que sus dolores causan, en Puddin Lane, Piccadilly,
Pero entonces el rey tropezó y se cayó al el desierto muerto y en medio de la noche, Londres, y los Teatros Continentales Reales,
agua, y después descansaron y se pusieron a cuando bostezan los cementerios, en sus en su sublime espectáculo shakesperiano
galas acostumbradas de solemne luto, salvo titulado
ese país no descubierto de cuyos confines La escena del balcón de
¡¡¡Romeo y Julieta!!! cuando las sacaba para prestar a alguien y parecían celebrar mucho el ruido. No había
Romeo ........................... Mr. Garrick tabaco de mascar o para rascarse. nada que los despertase tan rápido y los
Julieta ........................... Mr. Kean Prácticamente su conversación se limitaba a: divirtiera tanto a todos como una pelea de
Con la presencia de toda la compañía. perros, salvo echarle trementina a un perro
¡Nuevo vestuario, nuevo decorado, nuevos ––Dame una mascada de tabaco, Hank. callejero y encenderla, o atarle una sartén a la
accesorios! ––No puedo; no me queda más que una. cola y ver cómo se mataba a correr.
Además: Pídele a Bill. Del lado del río algunas de las casas se salían
El famoso, magistral, terrorífico, Duelo a A lo mejor Bill le daba una mascada, o a lo por encima de la ribera y estaban escoradas y
espada mejor mentía y decía que no tenía. Alguno de desvencijadas y a punto de caerse. La gente
¡¡¡de Ricardo III!!! esos vagos nunca tiene ni un centavo ni una las había abandonado. Debajo de otras, la
Ricardo III ............. Mr. Garrick mascada de tabaco propia. Lo que mascan es ribera había ido desapareciendo bajo una de
Richmond ............. Mr. Kean Además: lo que les prestan; le dicen a alguien «Ojalá las esquinas, y aquella esquina estaba toda
(a petición especial) me pudieras dar de mascar, Jack; acabo de inclinada. En ésas todavía vivía gente, pero era
¡¡El inmortal monólogo de Hamlet!! dar a Ben Thompson lo último que tenía», lo peli- groso, porque a veces se hunde un trozo
¡Por el ilustre Kean! que es mentira casi siempre; con eso no de la ribera igual de ancho que una casa. A
¡Representado por él 300 noches engañan a nadie más que a los forasteros, veces empieza a mo- verse una franja de
consecutivas en París! pero Jack no es forastero, así que responde: tierra de un cuarto de milla de ancho que se
Una noche únicamente, –– Tú le has dado de mascar? Sería la abuela va hundiendo hasta que un verano cae toda
¡Por ineludibles compromisos en Europa! del gato de tu hermana. Si me devuelves entera al río. Esos pueblos siempre tienen
Entrada 25 centavos; niños y criados, l0 todas las mascadas que ya me has pedido, que retirarse hacia tierra, cada vez más atrás,
centavos. Lafe Buckner, entonces te presto una o dos porque el río se los va comiendo todo el
Después nos estuvimos paseando por la toneladas y encima no te cobro intereses. tiempo.
ciudad. Las tiendas y las casas eran casi todas ––Bueno, sí que te devolví una vez. Aquel día, cuanto más se acercaba el
viejas, desvencija- das, de madera seca que ––Sí, es verdad: unas seis mascadas. Me mediodía, más se iban llenando las calles de
nunca se había pintado; estaban separadas del pediste tabaco comprado en la tienda y me carretas y de caballos que no paraban de
suelo por pilotes de tres o cuatro pies de alto devolviste del más negro que el alquitrán. llegar.
para que no les llegara el agua cuando crecía El tabaco comprado en la tienda es el de Las familias se traían la comida desde el
el río. Las casas tenían jardincillos, pero no tableta negra lisa, pero esos tipos casi campo y la tomaban en las carretas. Corría
pare- cía que cultivaran mucho en ellos, salvo siempre mascan la hoja natural retorcida. mucho el whisky, y vi tres peleas. Al cabo de
estramonio, girasoles y montones de cenizas, Cuando piden una mascada, por lo general no un rato alguien gritó:
además de botas, zapatos despanzurrados y la cortan con una navaja, sino que se meten la ––¡Ahí viene el viejo Boggs! Llega del campo a
trozos de botellas, trapos y latas ya inútiles. tableta entre los dientes y la van royendo y echarse su borrachera de todos los meses;
Las vallas estaban hechas de diferen- tes tipos tirando de ella con las manos hasta que la ¡ahí viene, muchachos!
de tablas, clavadas en diferentes épocas e parten en dos; en- tonces, a veces, el que ha Todos los vagos parecieron alegrarse; calculé
inclinadas cada una de su lado, y las puertas, prestado el tabaco lo mira melancólico que estaban acostumbrados a divertirse con
por lo ge- neral, no tenían más que una cuando se lo devuelven y dice sarcástico: Boggs. Uno de ellos dijo:
bisagra de cuero. Alguna de las vallas había ––Eh, dame la mascada y tú te quedas con la ––A ver a quién pretende matar esta vez. Si
estado blanqueada en algún mo- mento, pero tableta. hubiera matado a todos los hombres a los
el duque dijo que probablemente había sido Todas las calles y los callejones eran de que quería matar desde hace veinte años,
en tiempos de Colón. Por lo general, en el barro; no había nada más: barro negro como sería de lo más famoso.
jardín había cerdos y gentes que intentaban el alquitrán y casi un pie de hondo en algunos Otro dijo:
echarlos. sitios, y por lo menos de dos o tres pulgadas ––Ojalá me amenazara a mí el viejo Boggs,
Todas las tiendas estaban en una calle. Tenían en todas partes. Los cerdos se pa- seaban y porque entonces seguro que no me moría en
delante toldos de fabricación casera, y los que hozaban por todas partes. Se veía una cerda mil años. Apareció Boggs trotando en su
llegaban del campo ataban los caballos a los llena de barro, con su camada, paseándose caballo, gritando y aullando como un indio y
postes de los toldos. Debajo de éstos había por la calle que se tiraba justo en el camino anunciando:
cajas de mercancías y vagos que se pasaban el donde la gente tenía que desviarse y ella se ––Abrir camino, vosotros. Estoy en el
día apoyados en ellos, marcándolos con sus estiraba, cerraba los ojos y mo- vía las orejas sendero de guerra y va a subir el precio de
navajas Barlowy mascando tabaco, con las mientras los cerditos mamaban, y parecía tan los ataúdes.
bocas abiertas, bostezando y espiándose; contenta como si estuviera cobrando un Estaba borracho y se tambaleaba en la silla;
gente de lo más ordinario. Por lo general, sueldo. Pero en seguida se oía a uno de los tenía más de cincuenta años y la cara muy
llevaban sombreros amarilllos de paja casi vagos que gritaba: «¡Eh! ¡hale, chico! ¡Duro colorada. Todo el mundo le gritaba y se reía
igual de anchos que un paraguas, pero no con ella, Tige!», y la cerda se largaba con y se burlaba de él, y él les devolvía las burlas y
llevaban chaquetas ni chalecos; se llamaban unos chillidos horribles, con uno o dos les decía que ya se ocuparía de ellos y los
Bill, Buck, Hank, Joe y Andy, y hablaban en perros mordiéndole cada oreja y tres o mataría cuando les llegara el turno, pero que
tono perezoso y arrastrado, con muchas cuatro doce- nas más que iban llegando, y ahora no podía esperar porque había ido al
maldiciones. Había prácti- camente un vago entonces todos los vagos se levantaban y se pueblo a matar al viejo coronel Sherburn,
apoyado en cada poste de toldo, casi siempre quedaban mirando aquello hasta que se porque su lema era: «Primero la carne y
con las manos metidas en los bolsillos, salvo perdía de vista y se reían con tanta diversión después lo de cuchara para com- pletar».
Me vio, fue adonde yo estaba y me preguntó: pero no a caballo. Venía tambaleándose por chicos, ya habéis visto bastante; no está bien
––¿De dónde eres tú, chico? ¿Estás listo para la calle hacia mí, sin sombrero, con un ami- ni es jus- to que os quedéis ahí todo el
morir? go a cada lado agarrándolo del brazo y tiempo y no le deis una oportunidad a naide;
metiéndole prisa. Estaba callado y parecía los demás también tenemos nues- tros
Y se marchó. Me dio miedo, pero un hombre intranquilo, y no se resis- tía, sino que derechos, igual que vosotros».
me dijo: también él corría. Alguien gritó: Se pusieron a discutir mucho, así que yo me
––No significa nada; siempre se pone así ––¡Boggs! marché, pensando que iba a haber jaleo. Las
cuando está borracho. Es el viejo más Miré a ver quién lo había dicho, y era aquel calles estaban llenas y todo el mundo muy
simpático de Arkansaw y nunca le ha hecho coronel Sherburn. Estaba perfectamente nervioso. Todos los que habían visto los
daño a nadie, borracho ni sereno. inmóvil en la calle, con una pistola levantada disparos contaban lo que había pasa- do, y
Boggs llegó hasta la tienda mayor del pueblo, en la mano derecha, sin apuntarla, sino con el había un gran grupo en torno a cada uno de
bajó la cabeza para ver por debajo de la cañón mirando al cielo. En aquel mismo aquellos tipos, y la gente alargaba el cuello
cortina del toldo y gritó: momento vi que llegaba corriendo una para escuchar.
––¡Sal aquí, Sherburn! Sal a ver al hombre al muchacha y con ella dos hombres. Boggs y Un hombre alto y desgarbado, con el pelo
que has estafado. Eres el perro al que estoy los hombres se dieron la vuelta para saber largo, un gran sombrero alto de piel blanca en
buscando, ¡y también a ti te voy a llevar por quién lo había llamado; al ver la pistola los la cabeza y un bastón de puño curvo, iba
delante! hombres saltaron a un lado y el ca- ñón de la señalando en el suelo los sitios donde habían
Y así continuó, llamando a Sherburn todo lo pistola fue bajando lentamente hasta ponerse estado Boggs y Sherburn y la gente lo seguía
que se le ocurría, con toda la calle llena de a nivel: con el gatillo amartillado. Boggs de un sitio para otro o miraba todo lo que
gente que escu- chaba y se reía y se divertía. levantó las manos y gritó: «¡Ay, señor, no hacía, moviendo las cabezas para mostrar que
Al cabo de un rato un hombre de aspecto dispare!» ¡Bang! Se oyó el primer disparo y compren- dían e inclinándose un poco, con
arrogante de unos cincuenta y cinco años (y Boggs se tambaleó hacia atrás, echando las las manos apoyadas en los muslos para ver
era con mucho el mejor vestido del pueblo) manos al aire; ¡bang! sonó el segundo y se cómo señalaba los sitios en el suelo con el
sale de la tienda y la gente se hace a los lados cayó de espaldas al suelo, todo de golpe, con bastón; y después se volvió a erguir, muy
de la ca- lle para dejarlo pasar. Dice a Boggs, los brazos abiertos. La muchacha dio un grito, tieso y rígido donde había estado Sherburn,
todo tranquilo y con calma: llegó corriendo y se lanzó hacia su padre, frun- ciendo el ceño y pasándose el ala del
––Estoy harto de esto, pero voy a soportarlo llorando y diciendo: sombrero encima de los ojos y gritó: «
hasta la una. Hasta la una, fíjate: no más. Si «¡Ay, lo ha matado, lo ha matado!» La gente ¡Boggs! », y después bajó el bastón hasta
vuelves a abrir la boca contra mí una sola vez fue formando grupo en torno a ellos, ponerlo a nivel y dijo ¡«Bang»!, se echó atrás,
después de esa hora, por muy lejos que te abriéndose paso a empu- jones, alargando el volvió a decir «¡Bang!» y se dejó caer al suelo
vayas, te encontraré. cuello para tratar de verlo, mientras los que de espaldas. La gente que lo había visto dijo
Y se da la vuelta y vuelve a entrar. La gente estaban más cerca intentaban echarlos atrás, que lo había hecho perfectamente; que así
pareció calmarse mucho; nadie se movió y no gritando: «¡Atrás, atrás! ¡Necesita aire, exactamente habían pasado las cosas.
volvió a oírse ni una risa. Boggs se marchó necesita aire! » Entonces por lo menos una docena de
maldiciendo a Sherburn a voz en grito por El coronel Sherburn tiró la pistola al suelo, se personas sacaron botellas y lo invitaron.
toda la calle; y poco después se volvió y se dio la vuelta y se marchó. Bueno, al cabo de un rato alguien dijo que
paró delante de la tienda, siempre con lo Llevaron a Boggs a una pequeña farmacia, con habría que linchar a Sherburn. Después de un
mismo. Algunos de los hombres se pusieron a toda la gente también en grupo y con todo el minuto decía lo mismo todo el mundo, así
su lado y trataron de hacer que se callara, pueblo de- trás, y yo me eché a correr y que se marcharon, rabiosos, gritando y
pero no quiso; le dijeron que faltaba un conseguí un buen sitio en la ventana, donde arrancando todas las cuerdas de tender la
cuarto de hora para la una, de forma que estaba cerca y podía ver lo que pasaba. Lo ropa que veían para colgarlo con ellas.
tenía que irse a casa; tenía que irse tendieron en el suelo, le pusieron una gran
inmediatamente. Pero no valió de nada. Siguió Biblia bajo la cabeza y le abrieron otra sobre
jurando con todas sus fuerzas y tiró el el pe- cho; pero primero le abrieron la camisa
sombrero al barro, hizo que su caballo lo y vi dónde había entrado una de las balas. Dio
CAPÍTULO 22
pisoteara y después volvió a marcharse como doce suspiros largos, levantando la Fueron en enjambre a casa de Sherburn,
gritando por la calle, con el pelo canoso al Biblia con el pecho cuando trataba de gritando y aullando como indios, y todo el
viento. Todos los que pudieron hablar con él respirar y bajándola cuando echaba el aire, y mundo tenía que apartarse o echar a correr
hicieron lo posible para convencerlo de que después se quedó inmóvil; había muerto. para que no los atropellaran y los pisotearan,
se apeara para que pudieran encerrarlo y Entonces separaron de él a su hija, que y resultaba terrible verlo. Los niños iban
serenarlo, pero no valió de nada: volvía calle gritaba y lloraba, y se la llevaron. Tendría corriendo delante de la multitud, gritando y
arriba para seguir maldiciendo a Sherburn. unos dieciséis años y una cara muy agradable, tratando de apartarse, y en todas las ventanas
Después a alguien se le ocurrió: pero estaba palidísima y llena de miedo. del camino había mujeres que asomaban la
––¡Id a buscar a su hija! Rápido, a buscar a la Bueno, en seguida llegó todo el pueblo y la cabeza y chicos negros en cada árbol y negros
hija; a veces a ella le escucha. Si hay alguien gente trataba de colarse, empujaba y se abría y negras adultos que miraban por encima de
que pueda convencerlo, es ella. camino como podía para llegar hasta la todas las vallas, y en cuanto llegaba la horda
Así que alguien salió corriendo. Yo bajé la ventana y echar un vistazo, pero la gente que cerca de ellos, se apartaban y salían fuera de
calle un poco y me paré. Cinco o diez ya estaba allí no quería marcharse y los que su alcance. Muchas de las mujeres y de las
minutos después volvió a aparecer Boggs, había detrás decían todo el tiempo: «Vamos,
muchachas lloraban y gritaban, medio la oscuridad... que es exactamente lo que Era un circo verdaderamente estupendo. Era
muertas del susto. harían. lo más maravilloso que se ha visto cuando
Llegaron frente a la valla de Sherburn, tan »Así que siempre absuelven, y después un llegaban todos a caballo de dos en dos,
apretados que no cabía ni un alfiler y hombre va de noche con cien cobardes caballeros y damas al lado, los hombres en
armando un ruido que no podía uno oír ni lo enmascarados a sus espaldas y lincha al calzoncillos y camisetas, sin zapatos ni
que pensaba. Era un patio pequeño de unos sinvergüenza. Os equivocáis en no haber estribos y con las manos apoyadas en los
veinte pies. Alguien gritó: «¡Tirad la valla! traído con vosotros a un hombre; ése es muslos, tan tranquilos y tan cómodos, por lo
¡Tirad la valla!» Luego se oyó un ruido de vues- tro error, y el otro es que no habéis menos veinte de ellos, y cada dama tan fina y
maderas rotas, arrancadas y aplastadas y cayó venido de noche y con caretas puestas. Os todas tan guapas como una pandilla de reinas
la valla, y el pri- mer grupo de la multitud habéis traído a parte de un hombre: ese Buck de verdad, con unos vestidos que costaban
empezó a entrar igual que una ola. Harkness, y si no hubierais contado con él millones de dólares y todos llenos de
Justo entonces Sherburn aparece en el tejado para empezar, se os habría ido la fuerza por diamantes. Verdaderamente daba gusto
del porchecito de la fachada, con una la boca. verlas; nunca he visto nada más bonito. Y
escopeta de dos caño- nes en la mano, y ahí »No queríais venir. A los tipejos como después se fueron poniendo en pie uno por
se queda, tan tranquilo y calmado, sin decir ni vosotros no os gustan los problemas ni los uno y fueron dando vueltas en torno al anillo,
palabra. Se terminó la escandalera y la ola de peligros. A vosotros no os gustan los los hombres muy altos, esbeltos y erguidos,
gente se echó atrás. Sherburn no dijo ni una problemas ni los peligros. Pero basta con que con las cabezas moviéndose un poco y casi
palabra; se quedó allí, mirando hacia abajo. medio hombre, como ahí, Buck Harkness, rozando el techo de la carpa, y con los
Aquel silen- cio daba nervios y miedo. grite vestidos de color de hoja de rosa de las
Sherburn recorrió la multitud lentamente con ¡A lincharlo, a lincharlo! y os da miedo damas dándoles vueltas en las caderas e
la vista, y cuando tropezaba con los ojos de echaros hacia atrás, os da miedo que se vea inflados, de forma que parecían unos
alguien éste intentaba aguantarle la mirada, lo que sois: unos co- bardes, y por eso os parasoles preciosos.
pero no podía; bajaba los ojos, como si se le ponéis a gritar y os colgáis de los faldones de Y después comenzaron a ir cada vez más
hubiera colado dentro. Y al cabo de un ese medio hombre y venís aquí gritando, rápido, bailando todos ellos, primero con un
momento Sherburn como que se echó a reír, jurando las enormidades que vais a hacer. Lo pie en el aire y luego con el otro, con los
pero no con una risa agradable, sino con una más lamentable que hay en el mundo es una caballos cada vez más inclinados y el jefe de
de esas que le hace a uno sentir como si turba de gente; eso es lo que es un ejército: pista dando vueltas al poste central,
estuviera comiendo pan en el que se ha una turba de gente; no combate con valor chasqueando el látigo y gritando «¡Jai! ¡Jai!», y
mezclado arena. propio, sino con el valor que les da el el payaso contando chistes detrás de él, hasta
Y después va y dice, lento y despectivo: pertenecer a una turba y que le dan sus que todos dejaron caer las riendas y cada una
––¡Mira que venir vosotros a linchar a nadie! oficiales. Pero una turba sin un hombre a la de las damas se puso las manos en las caderas
Me da risa. ¡Mira que pensar vosotros que cabeza da menos que lástima. Ahora lo que y cada uno de los caballe- ros se cruzó de
teníais el coraje de linchar a un hombre! tenéis que hacer es meter el rabo entre las brazos, ¡y entonces fueron los caballos y se
Como sois tan valientes que os atrevéis a piernas e iros a casa a meteros en un aguje- inclinaron hasta quedar de rodillas! Así que
ponerles alquitrán y plumas a las pobres ro. Si de verdad vais a linchar a alguien lo fueron saltando al anillo uno después de otro,
mujeres abandonadas y sin amigos que llegan haréis de noche, al estilo del Sur, y cuando con las reverencias más bonitas que he visto
aquí, os habéis creído que teníais redaños vengáis, lo haréis con las caretas y os traeréis en mi vida, y después se fueron y todo el
para poner las ma- nos encima a un hombre. a un hombre. Ahora, largo y llevaos con mundo se puso a aplaudir como si se hubiera
¡Pero si un hombre está perfectamente a vosotros a vuestro medio hombre. vuelto loco.
salvo en manos de diez mil de vuestra clase...! Al decir esto último se echó la escopeta al Bueno, todos los del circo hicieron las cosas
Siempre que sea de día y que no estéis detrás brazo izquierdo y la amartilló. más asombrosas, y todo el tiempo el payaso
de él. El grupo retrocedió de golpe y después se hacía unos chistes que la gente casi se moría.
»¿Que si os conozco? Os conozco separó, y cada uno se fue a toda prisa por su El jefe de pista no podía decirle una palabra
perfectamente. He nacido y me he criado en cuenta, y Buck Harkness fue detrás de ellos, sin que el otro le contestara rá- pido como el
el Sur, y he vivido en el Norte; así que sé con un aire bastante derrotado. Yo podría rayo con las cosas más divertidas del mundo,
perfectamente cómo sois todos. Por término haberme quedado si hubiera queri- do, pero y lo que yo no podía entender en absoluto
medio, unos cobardes. En el Norte dejáis que no quería. era cómo se le podían ocurrir tantas, tan de
os pisotee el que quiera, pero luego volvéis a Fui al circo y me quedé dando vueltas por la repente y tan oportunas. Hombre, si a mí no
casa, a buscar un espíritu humilde que lo trasera hasta que pasó el vigilante y después se me hubieran ocurri- do en todo un año. Y
aguante. En el Sur un hombre, él solito, ha me metí por debajo de la lona. Tenía mi después un borracho trató de meterse en la
parado a una diligencia llena de hombres a la moneda de oro de veinte dólares y algo más pista y dijo que quería montar a caballo, y que
luz del día y les ha robado a todos. Vuestros de dinero, pero calculaba que más me valía sabía montar tan bien como el mejor.
periódicos os dicen que sois muy valientes, y ahorrarlo, porque nunca se sabe cuándo se va Discutieron con él y trataron de impedírselo,
de tanto oírlo creéis que sois más valientes a necesitar cuando anda uno lejos de casa y pero él no les hizo caso y todo el espectáculo
que to- dos los demás... cuando sois igual de entre desconocidos y esas cosas. Hay que se paró. Entonces la gente empezó a gritarle
valientes y nada más. ¿Por qué vuestros andarse con mucho cuidado. Yo no tengo y a reírse de él, y él se enfadó y em- pezó a
jurados no mandan ahorcar a los asesinos? nada en contra de gastar el dinero en circos decir barbaridades, así que el público se
Porque tienen miedo de que los amigos del cuando no queda más remedio, pero enfadó y muchos hombres empezaron a bajar
acusado les peguen un tiro por la espalda en tampoco tiene sentido tirarlo en ellos. de los bancos hacia la pista, diciendo: «¡Que
le den una paliza! ¡que lo echen!» Y una o dos personas, justo lo suficien- te para pagar los desapareció detrás del escenario, se puso a
mujeres empezaron a gritar. Entonces el jefe gastos. Y se estuvieron riendo todo el gritar y a aplaudir, a patear y a carcajearse
de pista hizo un discursito diciendo que tiempo, con lo que el duque se cabreó, y, hasta que volvió y lo repitió, y después
esperaba que no hubiera incidentes, y que si encima, todos se marcharon antes de que todavía le obligaron a repetirlo otra vez. Yo
el hombre prometía que no armaría más terminara la obra, salvo un muchacho que se creo que hasta una vaca se habría reído con
jaleo, le dejaría montar a caballo si creía que había quedado dormido. Así que el duque dijo las tonterías que hacía aquel viejo idiota.
no se iba a caer. Así que todo el mundo se que aquellos campuzos de Arkansaw no Después el duque bajó el telón, hizo una
echó a reír y dijo que bueno, y el hombre entendían a Shakespeare; lo que les gustaba reverencia al público y dijo que la gran
montó. En cuanto estuvo montado, el caballo eran las bufonadas, según parecía. Dijo que ya tragedia sólo se interpre- taría dos noches
empezó a saltar, brincar y corvetear, con los veía por dónde respiraban. Así que a la más, por tener compromisos urgentes en
empleados del circo agarrados de la brida, mañana siguiente consi- guió unas grandes Londres, donde estaban vendidas todas las
tratando de frenarlo, y el borracho colgado hojas de papel de envolver y pintura negra, entra- das en Drury Lane, y después hizo otra
del cuello del caballo, con los pies volando preparó octavillas y las distribuyó por todo el reverencia, y dijo que si había logrado que se
por el aire a cada salto, y toda la gente de pie, pueblo. Las octavillas decían: divirtieran y se ins- truyeran, les agradecería
gritando y riéndose tanto que se le caían las mucho que se lo mencionaran a sus amigos
lágrimas. Y por fin, claro, a pesar de los ¡EN LA SALA DEL JUZGADO! para que también fueran a verla.
empleados del circo, el caballo se soltó y salió ¡Sólo tres noches! Veinte voces gritaron:
corriendo como un desesperado, con el Los actores de fama mundial ––¿Cómo, ha terminado? ¿Eso es todo?
borracho pegado a él y agarrado al cuello, ¡DAVID GARRICK EL JOVEN!
primero con una pierna caída de un lado Y
hasta tocar casi el suelo y después con la otra ¡EDMUND KEAN EL VIEJO!
del otro lado y la gente muerta de la risa. A de los Teatros de Londres y del continente, El duque va y dice que sí. Entonces se armó
mí no me parecía nada divertido; gritaba del En su emocionante tragedia de EL una buena. Todo el mundo se puso a gritar:
miedo que me daba. Pero en seguida logró CAMELOPARDO DEL REY O «¡Estafadores!» y se levantó furioso y se lanzó
volver a la silla y agarrarse a la brida, ¡¡LA REALEZA SIN PAR!! hacia el escenario y los actores trágicos. Pero
cayéndose primero de un lado y luego del Entrada 50 centavos. un hombre corpulento y de buen aspecto
otro, y al cabo de un momento dio un salto y saltó a un banco y gritó:
dejó caer la brida, ¡y se puso en pie!, con el Y al final, la línea más grande de todas, que ––¡Calma! Sólo una palabra, caballeros ––y se
caballo corriendo como un loco. Ahí se decía: PROHIBIDA LA ENTRADA DE detuvieron a escucharlo––. Nos han estafado,
quedó, en pie, dejando que el caballo SEÑORAS Y NIÑOS y estafado bien. Pero no queremos que todo
corriese, tan tranquilo, como si nunca hubiera ––Vale ––dijo––, si con esto último no el pueblo se ría de nosotros, creo yo, y que
estado borracho en la vida, y después vienen, ¡entonces es que no conozco nos den la lata toda la vida. No. Lo que
empezó a quitarse la ropa y tirarla al suelo. Arkansaw! queremos es irnos de aquí con calma para
Se quitó tantas cosas que prácti- camente hacer una buena propaganda del espectáculo,
llenaban el aire, y en total soltó diecisiete ¡y en- gañar al resto del pueblo! Entonces
trajes. Y ahí se quedó, esbelto y bien estaremos todos en las mismas. ¿No os
parecido, vestido de la forma más bonita y
CAPÍTULO 23 parece lo más sensato? («¡Segu- ro que sí!
llamativa del mundo, y le dio al caballo con el Bueno, el rey y él estuvieron trabajando todo Tiene razón el juez!», gritaron todos.) Bueno,
látigo para hacerle correr todavía más, y el día, montando un escenario y un telón y pues entonces, ni palabra a nadie de esta
después se bajó de un salto, hizo una una fila de velas para que hicieran de estafa. Todo el mundo a casa a decirles a los
reverencia y se fue bailando a los vestuarios, candilejas; y aquella noche la sala se llenó de demás que vengan a ver la tragedia.
y todo el mundo venga de gritar de asombro hombres en un momento. Cuando ya no Al día siguiente en el pueblo no se hablaba
y de alegría. cabían más, el duque dejó la taquilla, dio la más que de lo espléndida que había sido la
Entonces el jefe de pista vio que le habían vuelta por detrás, subió al escenario y se función. La sala volvió a llenarse aquella
engañado, y creo que nunca he visto a un jefe puso delante del telón, donde soltó un noche y la estafa se repitió igual que la
de pista tan des- animado. ¡Pero si era uno de discurso en el que elogió la tragedia y dijo anterior. Cuando el rey, el duque y yo vol-
sus propios hombres! Se le había ocurrido que era la más emocionante jamás vista, y vimos a la balsa cenamos todos, y al cabo de
aquella broma por su cuenta, sin decírselo a des- pués dándose aires con la tragedia y con un rato hicieron que Jim y yo la sacáramos
nadie. Bueno, yo también me sentía bastante Edmund Kean el viejo, que iba a interpretar el flotando hasta la mitad del río y la
tonto por haberme dejado engañar, pero no principal papel, y cuando por fin los tuvo a escondiéramos unas dos millas abajo del
hubiera querido estar en el lugar de aquel jefe todos impacientes porque empezase, corrió pueblo.
de pista, ni por mil dólares. No sé; quizá haya el telón y al momento siguiente apare- ció el La tercera noche la sala volvió a llenarse, y
circos mejores que aquél, pero todavía no he rey a cuatro patas, desnudo, pintado por aquella vez no había espectadores nuevos,
visto ninguno. En todo caso, para mí era todas partes de anillos y rayas de todos los sino gente que ya había venido las otras dos.
buenísimo, y cuando vuelva a encon- colores, espléndi- do como un arco iris. Y .. Me quedé con el duque en la taquilla y vi que
trármelo, puede contar con este cliente en pero el resto de su atavío no importa; era todos los que pasaban llevaban los bolsillos
cuanto que lo vea. una verdadera locura, aunque muy di- llenos o algo escondido debajo de la
Bueno, aquella noche tocaba nuestro vertido. El público casi se murió de la risa, y chaqueta, y también me di cuenta de que no
espectáculo, pero no había más que doce cuando el rey terminó de hacer piruetas y olían precisa- mente a rosas, ni mucho
menos. Olí huevos podridos por docenas, ––¿Es verdad? reyes y hay que dejarles un mar- gen. Así, en
coles podridas y cosas así, y si alguna vez he ––No tienes más que leer lo que han hecho bloque, son bastante gentuza. Es por cómo
olido a un gato muerto, y aseguro que sí, para enterarte. Fíjate en Enrique VIII; este los crían.
entraron sesenta y cuatro de ellos. Aguanté nuestro es un su- perintendente de escuela ––Pero éste apesta como un maldito, Huck.
un momento, pero era demasiado para mí; no dominical a su lado. Y fíjate en Carlos II y Luis ––Pues igual que todos, Jim. Nosotros no
podía soportarlo. Bueno, cuando ya no cabía XIV, y Luis XV y Jacobo II y Eduardo II y podemos evitar que los reyes huelan así; la
ni un espectador más, el du- que le dio a un Ricardo III y cuarenta más; además de todas historia no nos dice cómo evitarlo.
tipo un cuarto de dólar, le dijo que se aquellas heptarquías sajonas que andaban por ––Pero el duque resulta como más simpático
quedara en la taquilla un minuto y después ahí en la antigüedad armando jaleos. Pero en algunas cosas.
fue hacia la puerta del escenario, conmigo tendrías que haber visto al tal Enrique VIII ––Sí, los duques son diferentes. Pero no
detrás; pero en cuanto volvimos la esquina y cuando estaba en forma. Era una joya. Se mucho. Éste es una cosa media para duque.
quedamos en la oscuridad, va y me dice: casaba con una mujer nueva cada día y le Cuando está borra- cho, un miope no podría
––Ahora echa a andar rápido hasta que ya no cortaba la cabeza a la mañana siguiente. Y le distinguirlo de un rey.
queden casas, ¡y después corre hacia la balsa importaba tanto como si estuviera pidiendo ––Bueno, en todo caso, no me apetece
como alma que lleva el diablo! un par de huevos. «Que traigan a Nell conocer a más tipos de éstos, Huck. Con
Así lo hice, y él igual. Llegamos a la balsa al Gwynn», decía. Se la traían. A la mañana éstos me basta y me so- bra.
mismo tiempo, y en menos de dos segundos siguiente: «¡Que le corten la cabeza!» Y se la ––Igual me pasa a mí, Jim. Pero nos han caído
íbamos desli- zándonos río abajo, en la cortaban. «Que traigan a Jane Shore», decía, y encima y tenemos que recordar lo que son y
oscuridad y el silencio, avanzando hacia la ahí llegaba. A la mañana siguiente: «Que le tener en cuenta las cosas. Ya me gustaría
mitad del río, todos bien callados. Cal- culé corten la cabeza». Y se la cortaban. «Que enterarme de que en algún país ya no quedan
que el pobre rey lo iba a pasar muy mal con traigan a la bella Rosamun», y la bella reyes.
el público, pero ni hablar; un minuto después Rosamun respondía ala campana. A la mañana ¿Para qué contarle a Jim que no eran reyes ni
salió a cua- tro patas del wigwam y dijo: siguiente: «Que le corten la ca- beza». Y hacía duques de verdad? No habría valido de nada;
––Bueno, ¿cómo ha salido esta vez, duque? –– que cada una de ellas le contase un cuento además, era lo que yo había dicho: no se los
ni siquiera había ido al pueblo. cada noche y así hasta que reunió mil y un podía distinguir de los de verdad.
No encendimos ni una luz hasta que cuentos, y entonces los metió todos en un Me quedé dormido y Jim no me llamó cuando
estuvimos unas diez millas más abajo del libro y lo llamó el Libro del juicio, que es un me tocaba el turno. Lo hacía muchas veces.
pueblo. Allí cenamos, y el rey y el duque se buen título, y que lo aclara todo. Tú no Cuando me desperté, justo al amanecer,
desternillaron de la risa con la forma en que conoces a los reyes, Jim, pero yo sí; este estaba sentado con la cabeza entre las
habían engañado a aquella gente. El duque pícaro nuestro es uno de los más decentes rodillas, gimiendo y lamentándose. No le hice
decía: que me he encontrado en la historia. Bueno, caso ni me di por enterado. Sabía lo que
––¡Pardillos, paletos! Ya sabía yo que los de la al tal Enrique le da la idea de que quiere pasaba. Estaba pensando en su mujer y sus
primera sesión no dirían nada y dejarían que meterse en líos con este país. Y, ¿qué hace... hijos, allá lejos, y se sentía desanimado y
engañáse- mos al resto del pueblo, y sabía avisa de algo? ¿Se lo dice al país? No. De nostálgico, porque nunca había estado fuera
que se iban a vengar la tercera noche, golpe va y tira por la borda todo el té que de casa en toda su vida, y creo, de ver- dad,
pensando que les había llegado la vez a ellos. hay en el puerto de Boston y se inventa una que quería tanto a su gente como los blancos
Bueno, ya les llegó, y daría algo por saber declaración de independencia y les dice que a a la suya. No parece natural, pero creo que
cómo se lo van a tomar. Ya me gustaría saber ver si se atreven. Así era como hacía él las es así. Mu- chas veces gemía y se lamentaba
cómo van a aprovechar la oportunidad. cosas. Nunca le daba una oportunidad a así por las noches, cuando creía que yo
Siempre se pueden ir de merienda si quieren. nadie. Sospechaba algo de su padre, que era estaba dormido, y decía: «¡Probe- cita
Llevaron bastantes provisiones. el duque de Wellington. Y, ¿qué hace? ¿Le Lizabeth! ¡Probecito John! Es muy difícil; ¡creo
Aquellos sinvergüenzas habían sacado dice que se presente? No: lo ahoga en una que nunca os voy a ver más, nunca más!» Era
cuatrocientos sesenta y cinco dólares en tres barrica de malva- sía, como si fuera un gato. un ne- gro muy bueno, el Jim.
noches. Yo nunca había visto entrar el dinero Imagínate que alguien dejase dinero olvidado Pero aquella vez no sé cómo me puse a
así, a carretadas. donde estaba él; ¿qué hacía? Se lo guardaba. hablar con él de su mujer y sus hijos y
Después, cuando ya se habían dormido y Imagínate que tenía un contrato para hacer después de un rato va y di- ce:
roncaban, Jim va y dice: algo y le pagabas y no te quedabas ahí ––Me siento tan mal porque he oído allá en la
––¿No te extraña cómo se porta ese rey, sentado a ver cómo lo hacía; ¿qué hacía él? orilla algo así como un golpe, o un portazo,
Huck? Siempre lo contrario. Imagínate que abría la hace un rato, y me recuerda la vez que traté
––No ––respondí––, nada. boca; ¿qué pasaba? Si no la ce- rraba tan mal a mi pequeña Lizabeth. No tenía más
––¿Por qué no, Huck? inmediatamente, soltaba una mentira por que cuatro años y le dio la ascar- latina y las
––Bueno, pues no, porque lo llevan en la minuto. Así era de bicho el tal Enrique, y si pasó muy mal; pero se puso güena y un día
sangre. Calculo que son todos iguales. hubiera estado él con nosotros en lugar de voy y digo, dije:
––Pero, Huck, estos reyes nuestros son unos nuestros reyes, habría estafado a ese pueblo »––Cierra esa puelta.
sinvergüenzas; eso es lo que son, unos mucho más que los nuestros. No digo que los »Y no la cerró; se quedó allí, como
sinvergüenzas. nuestros sean unos corderitos, porque no lo sonriéndome. Me cabreé y le vuelvo a decir
––Bueno, eso es lo que decía; todos los reyes son y sería mentir, pero no son nada en muy alto, voy y digo, di- je:
son prácticamente unos sinvergüenzas, que compara- ción con aquel viejo cabrón. Lo »––¿No me oyes? ¡Cierra esa puelta!
yo sepa. único que te digo es que los reyes son los
»Y ella seguía allí, como sonriéndome. ¡Y yo después bajamos deslizándonos junto al
con un cabreo! Yvoyydigo, dije: ÁRABE ENFERMO; INOFENSIVO acantilado, en el agua tranquila. En seguida
»––¡Te vas a enterar! CUANDO NO SE VUELVE LOCO. nos encontramos con un joven campesino de
»Y voy y le pego una bofetá que la tiro de aire inocente sentado en un tronco y
espaldas. Entonces fui a la otra habitación y Y clavó el letrero en un poste y puso el poste quitándose el sudor de la cara, pues hacía
tardé en volver unos diez minutos, y cuando a cuatro o cinco pies por delante del mucho calor, con un par de maletones de tela
volví allí estaba la puelta todavía abierta, y la wigwam. Jim se quedó muy contento. Dijo en el suelo.
niña allí mismo, mirando al sue- lo y que era mucho mejor que estarse atado años ––Vamos a atracar ––dijo el rey. Obedecí––.
quejándose y llorando. ¡Dios, qué cabreo! Iba y años todos los días y echarse a temblar ¿A dónde va usted, joven?
a darle otra vez, pero justo entonces, porque cada vez que oía algo. El duque le dijo que ––Al barco de vapor; tengo que ir a Orleans.
era una puelta que se abría hacia adentro, hiciera lo que le apeteciese y que si alguien ––Suba abordo ––dijo el rey––. Un momento,
justo entonces va el viento y la cierra de un venía a meter las narices, saliera saltando del mi criado le ayudará con las maletas. Salta a
portazo detrás de la niña, wigwam y armase un poco de jaleo y pegase tierra y échale una mano al caballero, Adolfus
¡baaam! ¡Y te juro que la niña ni se movió! un aullido o dos como si fuera un animal ––y vi que ése era yo.
Casi me quedo sin aliento; y me sentí tan... no salvaje, y calculaba que se irían y lo dejarían Obedecí, y los tres volvimos a ponernos en
sé cómo me sen- tí. Salí de allí todo en paz. Lo cual era una idea bastante buena; marcha. El muchacho estaba muy agradecido;
temblando y voy y abro la puelta mu despacio pero la verdad es que un hombre normal no dijo que el an- dar con equipaje con aquel
y meto la cabeza justo detrás de la niña, sin esperaría a que se pusiera a aullar. ¡Pero si no tiempo resultaba muy cansado. Preguntó al
hacer ni un ruido, y de repente digo: sólo parecía que se hubiera muerto, sino algo rey dónde iba él y el rey le dijo que había
«¡Baaam! lo más alto que puedo. ¡Y ni se mucho peor todavía! bajado por el río y desembarcado en el otro
movió! Ay, Huck. Me eché a llorar y la agarré Aquellos sinvergüenzas querían volver a pueblo aquella mañana, y que ahora iba a
en brazos diciendo: «¡Ay, probecita! ¡Que el probar con el Sin Par porque dejaba mucho recorrer unas millas para ver a un viejo amigo
Señor y todos los santos perdonen al pobre dinero, pero calcu- laron que no convenía, en una finca que había allí. El muchacho dijo:
Jim, porque él nunca se va a perdonar porque quizá se hubiera corrido ya la noticia. ––Cuando lo vi a usted me dije: «Seguro que
mientras viva! » Ay, se había quedado No se les ocurría ningún proyecto que es el señor Wilks que llega justo a tiempo».
sordomuda, Huck, sor- domuda del todo, ¡y resultara perfecto, así que al final el duque Pero luego me volví a decir: «No, calculo que
yo tratándola así! dijo que lo dejaba y que iba a pensarlo una no, pues no estaría remando río arriba». ¿No
hora o dos y ver si podía organizar algo en el es usted, verdad?
pueblo de Arkansaw, y el rey dijo que él iría
CAPÍTULO 24 al otro pueblo sin ningún plan, pero confiaría ––No, yo me llamo Blodgett; Elexander
Al día siguiente, hacia la noche, amarramos a en la Providencia para que le diese alguna idea Blodgett; reverendo Elexander Blodgett,
un islote de sauces en el medio, donde había lucrativa, o sea, que calculo que se refería al supongo que debería decir, dado que soy uno
un pueblo a cada lado del río, y el duque y el tea- tro. Todos habíamos comprado ropa en de los pobres fámulos del Señor. Pero
rey empezaron a hacer planes para trabajar la tienda de la última parada, y ahora el rey se también puedo lamentar que el señor Wilks
en aquellos pueblos. Jim habló con el duque y puso la suya y me dijo a mí que me pusiera la no haya llegado a tiempo, si es que eso le
dijo que esperaba que no les llevara más que mía. Naturalmente lo hice. La ropa del rey causa algún perjuicio, aunque espero que no.
unas horas, porque le resultaba muy pesado era toda negra y tenía un aire muy elegante y ––Bueno, no es que vaya a perder sus bienes,
tener que quedarse todo el día en el wigwam, almidonado. Hasta entonces nunca había porque ésos le corresponden de todas
atado con las cuerdas. Entendéis, cuando lo comprendido yo cómo podía la ropa cambiar formas, pero no po- drá ver morir a su
dejábamos te- níamos que atarlo, porque si a la gente. Antes tenía el aire de ser el viejo hermano Peter, cosa que a él quizá no le
alguien se lo encontraba solo y sin atar sinvergüenza que era en realidad, pero ahora, importe, nadie puede saberlo, pero su
parecería que era un negro fugitivo, ya sabéis. cuando se quitaba su som- brero nuevo de hermano habría dado cualquier cosa por
Así que el duque dijo que efectivamente castor y hacía una reverencia y sonreía, verlo a él antes de morir; en estas tres
resultaba muy duro pasarse atado todo el día parecía tan elegante y tan piadoso que diría semanas no ha hablado de otra cosa; no lo ve
y que iba a pensar alguna forma de uno que acababa de salir del arca de Noé y desde que eran niños y a su hermano William
solucionarlo. que podía haber escrito el Levítico en no lo ha visto en su vida, es decir, ése es el
El tal duque era de lo más listo, y pronto se le persona. Jim limpió la canoa y me preparó el sordo- mudo, William, que no tiene más que
ocurrió una idea. Vistió a Jim con el disfraz remo. En la costa había atracado un barco de treinta o treinta y cinco años. Peter y George
del rey Lear: una bata larga de calicó de vapor más allá del cabo, unas tres millas fueron los únicos que vinieron aquí; George
cortina y una peluca blanca de crin de caballo, arriba del pueblo, que llevaba allí un par de era el casado; él y su mujer murieron el año
con sus barbas, y después sacó el maquillaje horas, cargando material. Y el rey va y dice: pasado. Ahora sólo quedan Harvey y William
del teatro y le pintó la cara y las manos, las ––Ya que voy vestido así, calculo que más y, como le decía, no van a llegar a tiempo.
orejas y el cuello todo de un azul apagado y vale llegar a Saint Louis o Cincinatti, o alguna ––¿Les ha avisado alguien?
conti- nuo, como un hombre que llevara otra gran ciu- dad. Vamos hacia el barco de ––Ah, sí; hace uno o dos meses, cuando se
ahogado nueve días. Que me cuelguen si no vapor, Huckleberry; llegaremos al pueblo en puso enfermo Peter, porque Peter dijo
era la visión más horrible que se pueda uno él. entonces que le parecía como que esta vez
imaginar. Después el duque escribió en una No hacía falta que me ordenasen dos veces no se iba a poner bueno. Ya ve usted, era
pizarra un letrero que decía: dar un paseo en barco de vapor. Llegué a la muy viejo y las chicas de George eran dema-
ribera media mi- lla más arriba del pueblo y siado jóvenes para hacerle mucha compañía,
salvo Mary Jane, la pelirroja; así que se sentía grandes no paran cuan- do se los llama. Los los bajen en una yola, entonces un barco de
muy solo cuan- do se murieron George y su de Cincinnati sí, pero éste es de Saint Louis. vapor puede permitirse transportarlos, ¿no?
mujer, y no parecía tener muchas ganas de ––¿Era rico Peter Wilks? Así que se ablandaron y dijeron que bueno, y
vivir. Estaba desesperado por ver a Harvey, y ––Ah, sí, bastante rico. Tenía casas y tierras, y cuando llegamos al pueblo nos llevaron a la
de hecho también a William, porque era de se calcula que dejó tres o cuatro mil dólares ribera en la yo- la. Cuando la vieron llegar,
esos que no soportan hacer testamento. en efectivo escondidos en alguna parte. unas dos docenas de hombres bajaron a
Dejó una carta para Harvey y dijo que en ella ––¿Cuándo dijo usted que había muerto? verla, y cuando el rey dijo:
le contaba dónde estaba escondido el dinero ––No lo dije, pero fue anoche. ––¿Puede alguno de ustedes, caballeros,
y cómo quería que se divi- diese el resto de la ––Entonces el funeral será mañana. decirme dónde vive el señor Peter Wilks? ––
propiedad para que las chicas de George ––Sí, hacia mediodía. se miraron entre sí, asintiendo con las
quedaran bien, porque George no había ––Bueno, es todo muy triste, pero todos cabezas, como diciendo: «¿qué te había
dejado nada. Y aquella carta fue lo único que tenemos que irnos en un momento u otro. dicho?» Entonces uno de ellos dice, con voz
lograron que escribiese. Así que lo que hemos de hacer es estar muy amable:
––¿Por qué cree usted que no ha venido preparados y entonces la paz será con ––Lo siento, caballero, pero lo máximo que
Harvey? ¿Dónde vive? nosotros. podemos hacer es decirle dónde vivía hasta
––Ah, vive en Inglaterra, en Sheffield; es ––Sí, señor, es lo mejor. Mi madre siempre ayer noche.
predicador y no ha vuelto nunca a este país. decía lo mismo. En un abrir y cerrar de ojos el viejo caradura
No ha tenido de- masiado tiempo, y además, Cuando llegamos al barco casi había se puso a temblar, se dejó caer contra el
ya sabe, a lo mejor ni siquiera le ha llegado la terminado de cargar y en seguida zarpó. El hombre, apoyándo- le la barbilla en el
carta. rey no dijo nada de subir a bordo, así que hombro y llorándole en la espalda, y dijo:
––Una pena, una pena que no pudiera vivir después de todo me quedé sin paseo. ––¡Ay, ay, nuestro pobre hermano... Se ha ido
para ver a sus hermanos, pobrecillo. ¿Y dice Cuando hacía rato que se había ido el barco, y nunca logramos verlo! ¡Ay, esto es
usted que va a Orleans? el rey me hizo remar otra milla río arriba, a demasiado, demasia- do!
––Sí, pero eso no es más que el principio. El un sitio solitario, y después bajó ala ribera y Y se da la vuelta lloriqueando y hace una
miércoles que viene tomo un barco para Río dijo: serie de señales idiotas al duque con las
Janero, donde vive mi tío. manos, y que me cuel- guen si el duque no
––Es un viaje bastante largo. Pero será muy ––Ahora vuelve corriendo y tráete al duque dejó caer una de las maletas y se echó a
bonito; ojalá pudiera ir yo. ¿Es Mary Jane la con las maletas de lona nuevas. Y si se ha ido llorar. De verdad que eran la pareja de estafa-
mayor? ¿Qué edad tienen las otras? al otro lado, vete allí a buscarlo. Dile que se dores más siniestra que he visto en mi vida.
––Mary Jane, diecinueve años; Susan, quince, prepare para venir pase lo que pase. Vamos, Bueno, los hombres formaron un grupo y les
y Joanna unos catorce... ésa es la que se vete. dieron el pésame, les dijeron todo género de
dedica a las bue- nas obras y tiene un labio Comprendí lo que estaba preparando él, cosas y les su- bieron las maletas por la
leporino. pero, naturalmente, no dije nada. Cuando cuesta y les dejaron que se apoyaran en ellos
––¡Pobrecitas! Quedarse así solas en este frío volví con el duque es- condimos la canoa y y llorasen, y cuando le contaron al rey todos
mundo... ellos se sentaron en un tronco y el rey se lo los detalles de los últimos momentos de su
––Bueno, peor podrían estar. El viejo Peter contó todo, igual que se lo había contado el hermano, él se lo volvió a contar todo con las
tenía amigos, y no van a permitir que les pase joven: hasta la última palabra. Y todo el manos al duque y los dos lloraban por aquel
nada. Están Hobson, el predicador baptista, y tiempo tratando de hablar como un inglés, y curtidor muerto como si hubieran perdido a
el diácono Lot Hovey, y Ben Rucker y Abner le salía bastante bien, para ser un vagabundo. los doce discípulos. Bue- no, es que si me
Shackleford y Levi Bell, el abogado, y el No puedo imitarlo, así que no lo voy a vuelvo a encontrar algo así, es que yo soy un
doctor Robinson y sus mujeres, y la viuda intentar, pero de verdad que lo hacía muy negro. Aquello bastaba para sentir vergüenza
Bartley y... bueno, montones; pero ésos eran bien. Después dijo: del género humano.
los más amigos de Peter y de los que hablaba ––¿Qué tal te sale el sordomudo,
a veces cuando escribía a casa. Así que Aguassucias? CAPÍTULO 25
Harvey sabrá dónde bus- car amigos cuando El duque dijo que podía confiar en él. Dijo La noticia circuló por todo el pueblo en dos
llegue. que había hecho el papel de sordomudo en el minutos y se veía a gente que llegaba
Bueno, el viejo siguió haciendo preguntas escenario. Así que se quedaron esperando a corriendo de todas partes, algunos
hasta que prácticamente se lo sacó todo al que llegase un barco de vapor. poniéndose la chaqueta. En seguida nos
muchacho. Maldito si no preguntó por todos Hacia la primera hora de la tarde aparecieron encontramos en medio de una multitud y el
y por todo de aquel pobre pueblo, todo lo dos barcas, pero no venían de demasiado ruido de las pisadas era como el de la marcha
relativo a los Wilks y cuál era el negocio de lejos río arriba; por fin apareció una grande y de un regimiento. Las ventanas y las puertas
Peter, que era curtidor; y el de George, que la llamaron. Envió la yola y embarcamos; era estaban llenas, y a cada minuto alguien
era carpintero; y el de Harvey, que era pastor de Cincinnati, y cuando se en- teraron de que preguntaba, por encima de una valla:
de una iglesia disidente, etcétera, etcétera. sólo queríamos recorrer cuatro o cinco ––¿Son ellos?
Después dijo: millas se pusieron furiosos y nos maldijeron y Y alguien que llegaba trotando con el grupo
––¿Por qué quería ir usted a pie todo el dijeron que no nos desembarcarían. Pero el respondía:
camino hasta el barco de vapor? rey dijo muy tranquilo: ––Apuesto a que sí.
––Porque es uno de los barcos grandes de ––Si los caballeros se pueden permitir un
Orleans y temía que no parase allí. Los dólar por milla cada uno para que los suban y
Cuando llegamos a la casa, la calle estaba suyo y el de su hermano, porque con la boca Después Mary Jane trajo la carta que había
llena de gente y en la puerta estaban las tres no pueden, porque las palabras son dejado su padre y el rey la leyó en voz alta y
muchachas. Mary Jane era pelirroja, pero eso demasiado débiles y frías, y todo ese género se echó a llorar con ella. Dejaba la vivienda y
no importa: era la más guapa, y tenía la cara y de bobadas y tonterías, hasta que re- sulta tres mil dólares en oro a las muchachas, y la
los ojos encendidos por la alegría de ver estomagante, y después gimotea un piadoso fábrica de curtidos (que era un buen
llegar a sus tíos. El rey abrió los brazos y amén, amén, Señor, y se deja ir y se pone negocio), junto con otras casas y tierras (por
Mary Jane saltó a ellos, y la del labio leporino otra vez a llorar como un loco. valor de unos siete mil) y tres mil dólares en
se lanzó a los del duque, ¡y allí se armó! Casi Y en el momento en que soltó aquello, oro a Har- vey y William, y decía dónde
todo el mundo, por lo menos las mujeres, se alguien del grupo empezó a cantar el Gloria estaban escondidos en el sótano los seis mil
echó a llorar de alegría al verlos reunidos Patri, y todo el mun- do se sumó con todas dólares en monedas. Así que los dos
otra vez por fin, y tan a gusto todos. sus fuerzas, de forma que confortaba mucho estafadores dijeron que iban a buscarlo para
Después el rey le hizo una seña en privado al y se sentía uno como en la iglesia. La música que todo quedase bien claro y me mandaron
duque (yo lo vi) y miró a su alrededor para es una cosa tan buena que después de todas que fuese yo con una vela. Cerramos la
ver el ataúd, co- locado en un rincón sobre aquellas bobadas y mentiras, nunca he visto puerta del sótano al entrar, y cuando se
dos sillas; entonces él y el duque, cada uno cosa que limpiara más el ambiente y que encontraron con la bolsa, la abrieron en el
apoyado con una mano en el hombro del sonara más honrado y más animado. suelo y fue un espectáculo maravilloso ver
otro y la otra en los ojos, se acercaron lentos Después el rey empezó a darle otra vez a la tanto oro junto: ¡Cómo le brillaban los ojos al
y solemnes y todo el mundo retrocedió para sin hueso diciendo que él y sus sobrinas rey! Le da una palmada en el hombro al
hacerles sitio y dejó de hablar y de hacer celebrarían que al- gunos de los principales duque y dice:
ruido mientras se oía «¡chisss! » y todos los amigos de la familia cenaran con ellos allí esa ––¡Esto sí que vale la pena! ¡Ay, sí, claro que
hombres se quitaban los sombreros y bajaban noche y les ayudaran a velar los restos del sí! Bueno, Biljy, es mejor que el Sin Par, ¿no?
las cabezas, de modo que se habría oído caer difunto, y que si su pobre hermano allí El duque reconoció que sí. Acariciaron las
un alfiler. Y cuando llegaron se inclinaron y yacente pudiera hablar él sabe quién diría, monedas y se las dejaron resbalar entre los
mira- ron el ataúd, y a la primera mirada se porque eran nombres que les resultaban muy dedos y resonar en el suelo, y el rey dice:
echaron a llorar que se los podía haber oído queridos y que mencionaba a menudo en sus ––No hay que darle vueltas; lo que nos
hasta en Orleans, o casi, y después se cartas, así que los dirá él mismo, o sea, los conviene a ti y a mí, Aguassucias, es ser
echaron el brazo al cuello el uno del otro, siguientes: el reverendo señor Hobson y el hermanos de un muerto rico y
apoyando las barbillas en el hombro del otro, diácono Lot Hovey, y el señor Ben Rucker, y representantes de los únicos herederos
y du- rante tres minutos, o quizá cuatro, en Abner Shackleford, y Levi Bell, y el doctor extranjeros que quedan. Esto se lo debemos
mi vida he visto a dos hombres gimplar como Robinson y sus esposas y la viuda Bartley. a la Providencia. A la larga, lo mejor es
aquéllos. Y, cuidado, que todo el mundo hacía El reverendo Hobson y el doctor Robinson confiar en ella. Lo he probado todo, y no hay
lo mismo, y aquello empezó a rezumar estaban en el otro extremo del pueblo, mejor solución.
humedad como nunca he visto nada igual. cazando juntos; o sea, quiero decir que el
Después uno de ellos se puso a un lado del médico estaba enviando a un enfermo al otro Casi cualquiera se hubiera quedado contento
ataúd y el otro al otro, y se arrodillaron y mundo y el predicador le estaba enseñando el con aquel montón y se habría fiado de la
apoyaron las frentes en el ataúd y empezaron camino más recto para llegar. El abogado Bell cuenta, pero no, ellos tenían que contarlo.
a hacer como que rezaban en silencio. Bueno, estaba en Louisville por cuestión de trabajo. Así que lo cuentan y resulta que faltan
cuando pasó aquello, la gente se emocionó Pero los de- más estaban todos allí, así que cuatrocientos quince dólares. Y va y dice el
como no he visto en mi vida, todo el mundo vinieron a estrechar la mano del rey y le rey:
rompió a llorar y siguió llorando en voz alta; dijeron las gracias y hablaron con él, y ––Dita sea, ¿qué habrá hecho con esos
tam- bién las pobres muchachas, y casi todas después estrecharon la mano al duque y no cuatrocientos quince dólares?
las mujeres fueron hacia ellas, sin decir una dijeron nada, sino que se quedaron sonriendo Se quedaron pensándolo un rato, buscándole
palabra, y las besaron, muy solemnes, en la y asintiendo con la cabeza como un montón una explicación. Después el duque dice:
frente, y después les llevaron las manos a las de idiotas mientras él hacía todo genero de ––Bueno, estaba bastante enfermo y
cabezas mirando hacia el cielo, todas llenas de signos con la mano y decía: probablemente se equivocó... Calculo que
lágrimas, y salieron gimiendo y tambaleándose «Guu––guuu––guu––guuu» todo el tiempo, eso fue lo que pasó. Lo mejor es dejarlo y no
para dejar el turno a otras. Nunca he visto como un bebé que no sabe hablar. decir nada. No nos hace falta.
nada igual de asqueroso. Así que el rey siguió parloteando y se las ––Ah, claro, sí, no nos hace falta. A mí eso no
Bueno, al cabo de un rato el rey se levanta, se arregló para preguntar prácticamente por me importa. En lo que estoy pensando es en
adelanta un poco, coge fuerzas y empieza a toda la gente y hasta por los perros del la cuenta. En este caso tenemos que actuar
soltar un dis- curso temblequeante, todo pueblo; sabía cómo se llamaban todos, y con mucha claridad, ya sabes. Lo que
lleno de lágrimas y de bobadas, diciendo lo mencionó todo género de cosas que habían necesitamos es llevar este dinero arriba y
duro que les resulta a él y a su pobre pa- sado una vez u otra en el pueblo o que contarlo delante de todo el mundo para que
hermano perder al muerto, y no haber les había ocurrido a la familia de George o a no puedan sospechar nada. Pero cuando el
logrado verlo vivo después de un largo viaje la de Peter. Y siempre sugería que Peter se muerto dice que hay seis mil dólares, ya sabes
de cuatro mil millas, pero es una prueba que las había dicho en sus cartas, pero era que no nos conviene...
se ve suavizada y santificada por esta gran mentira; todo se lo había sacado a aquel ––Un momento ––dice el duque––. Podemos
solidaridad y por estas lágrimas sagra- das, así pobre idiota con el que fuimos en canoa hasta poner lo que falta ––y empieza a sacar
que les da las gracias de todo corazón, el el barco de vapor. monedas de oro del bolsillo.
––Esa idea es de lo más acertada, duque... a aquellos estafadores, diciendo todo el ––Pero, Robinson, ¿no has oído la noticia?
Tienes la cabeza muy bien puesta ––dice el tiempo: Éste es Harvey Wilks. El rey sonrió de oreja a
rey––. Bendito sea el Sin Par que vuelve a ––¡Almas bondadosas! ¡Qué buenos! ¡Cómo oreja, le alargó la pezuña y dijo:
ayudarnos ––y empieza a sacarse monedas de han podido! ––¿Es el querido amigo y médico de mi pobre
oro del bolsillo y a amontonarlas. Bien, en seguida todos volvieron a hablar del hermano? Yo...
Casi se quedan sin dinero, pero llegaron a los difunto y de lo bueno que era y qué gran ––¡No me toque! ––respondió el médico––.
seis mil dólares exactos. pérdida represen- taba y todo eso, y un poco Pretende usted hablar como un inglés, ¿no? Es
––Oye ––dice el duque––, se me ocurre otra después llegó un hombretón de mandíbula la peor imita- ción que he oído en mi vida.
idea. Vamos arriba, contamos el dinero y cuadrada que se quedó escuchando y ¿Usted el hermano de Peter Wilks? Es usted
después se lo da- mos a las chicas. mirando sin decir nada, y nadie le decía un estafador, ¡eso es lo que es!
––¡Por Dios santo, duque, deja que te dé un tampoco nada a él, porque el rey estaba ¡Bueno, la que se armó! Se agruparon en
abrazo! Es la idea más brillante del mundo. hablando y todos estaban ocupados en torno al médico y trataron de tranquilizarlo
Desde luego, tie- nes la cabeza pero que muy escuchar. El rey seguía diciendo, en mellio de explicándoselo todo y contándole que Harvey
bien puesta. Ahora que sospechen lo que algo que ya había empezado: había demostrado de cuarenta formas que
quieran... Así se convencerán. ––...amigos en especial del difunto. Por eso era Harvey y conocía a todo el mundo por su
Cuando subimos, todo el mundo se reunió en están invitados aquí en esta tarde, pero la nombre y hasta cómo se llamaban los perros,
torno a la mesa y el rey lo contó y lo verdad queremos que vengan todos... todo el y le suplicaron una vez tras otra que no
amontonó, a trescien- tos dólares por mundo; pues él respetaba a todo el mundo, hiriese los sen- timientos de Harvey ni los de
montón: veinte montoncitos muy elegantes. quería a todo el mundo, y por eso procede las pobres chicas y todo eso. Pero de nada
Todo el mundo los miró con envidia, que sus orgías funerarias sean públicas. valió; siguió pegando gritos y di- ciendo que si
relamién- dose los labios. Después volvieron Y siguió diciendo estupideces, porque le alguien pretendía ser inglés y no sabía imitar
a meterlo todo en la bolsa y vi que el rey gustaba escucharse. Y a cada rato volvía a la forma en que hablaban los ingleses mejor
empezaba a inflarse para lan- zar otro sacar otra vez lo de las orgías funerarias, que aquél es porque era un estafador y un
discurso. Va y dice: hasta que el duque ya no lo pudo aguantar y mentiroso. Las pobres chicas se agarraban al
––Amigos todos, mi pobre hermano que ahí escribió en un trocito de papel: «Exe- quias, rey y lloraban, y de pronto el médico va y se
yace ha sido generoso con los que quedamos viejo idiota», y lo dobló y fue haciendo «guu– vuelve contra ellas. Va y dice:
detrás en este valle de lágrimas. Ha sido –guu» y se lo pasó por encima de la cabeza ––Yo era amigo de vuestro padre y soy
generoso con estas corderitas que ha amado de los de- más. El rey lo leyó, se lo metió en vuestro amigo, y os advierto como amigo, y
y protegido y que ahora quedan sin padre ni el bolsillo y dijo: amigo honesto que quiere protegeros y
madre. Sí, y los que lo conocíamos sabemos ––Pobre William, pese a su aflicción, su evitaros disgustos y sufrimientos, que volváis
que él habría sido más generoso con ellas de corazón siempre acierta. Me pide que invite a las espaldas a ese sinvergüenza y no ten- gáis
no haber temido herirnos a su querido todos a venir al funeral... quiere que le dé la nada que ver con él, con ese vagabundo
William y a mí. ¿No es verdad? A mí no me bienvenida a todos. Pero no necesita ignorante, con esas idioteces de griego y de
cabe duda. Bueno, entonces, ¿qué clase de preocuparse, era justo eso lo que estaba hebreo, dice él. Es el impostor más evidente:
hermanos serían los que se opusieran a su haciendo. ha llegado aquí con un montón de nombres
voluntad en un momento así? ¿Y qué clase de vacíos y de datos que ha conseguido en
tíos serían los que robarían, sí, robarían, a Y después continuó con su discurso, tan alguna parte, y creéis que son pruebas. Y esos
unas pobres corderitas como éstas, que él tranquilo, y vuelve a hablar de sus orgías amigos bobos que deberían ser más
tanto amaba, en un momento así? Si conozco funerarias una vez tras otra, exactamente inteligentes os ayudan a engañaros. Mary Jane
a William, y creo que sí ... él ... bueno, voy a igual que antes. Ya la tercera vez dice: Wilks, sabes que soy amigo vuestro, y que no
preguntárselo. ––Digo orgías, no porque sea el término soy un amigo egoísta. Ahora escu- chadme;
Y se da la vuelta y empieza a hacerle un vulgar, que no lo es, el término vulgar es echad a patadas a este sinvergüenza sin
montón de señales al duque con las manos y exequias, sino porque orgías es el término escrúpulos... Os ruego que lo hagáis. ¿Estáis
el duque lo con- templa con gesto estúpido e exacto. En Inglaterra ya no se dice exequias... dispuestas?
inexpresivo un rato, y luego de repente Esa palabra ha caído en desuso. En In- Mary Jane se irguió y, ¡caray qué guapa era!,
parece comprender lo que dice y salta encima glaterra ahora decimos orgías. Orgías es respondió:
del rey, diciendo «guu––guuu» de alegría con mejor porque significa con más exactitud lo ––Ésta es mi respuesta ––agarró la bolsa del
todas sus fuerzas y le da unos quince abrazos que uno quiere decir. Es una palabra dinero, se la puso al rey en las manos y dijo––
antes de soltarlo. Después, el rey va y dice: compuesta del griego orgo, fuera, abierto, al : Tome estos seis mil dólares e inviértalos
––Ya lo sabía; calculo que esto convencerá a aire libre, y el hebreo geesum, plantar, cubrir; por mí y mis hermanas como usted quiera, y
todo el mundo de lo que él piensa. Vamos, de ahí en-terrar. De manera que como ven no nos hace falta que nos dé nin- gún recibo.
Mary Jane, Su- san, Joanna, tomad el dinero... ustedes, las orgías funerarias son un funeral Después tomó al rey de un brazo y Susan y la
tomadlo todo. Es el regalo de quien ahí yace, público, ejem, abier- to. del labio leporino hicieron lo mismo del otro.
frío pero contento. Era lo más caradura que he visto. Bueno, el Todo el mundo aplaudió y pateó en el suelo,
Mary Jane se lanzó hacia él y Susan y la del de la mandíbula cuadrada se le rió en la cara. con un ruido como una tormenta, mientras el
labio leporino hacia el duque y se pusieron a Todo el mundo se escandalizó. Todo el rey levantaba la cabeza con una sonrisa
darles tales be- sos y abrazos como nunca he mundo dijo: «¡Pero, hombre, doctor!», y arrogante. El médico dijo:
visto. Y todo el mundo se amontonó con los Abner Shackleford dijo: ––Muy bien; yo me lavo las manos. Pero os
ojos llenos de lágrimas y dándo- les las manos advierto que llegará el momento en que os
sentiréis mal cada vez que recordéis este día Y cuando todo se acabó, la del labio leporino Cuando dijo aquello, vi que me había librado
––y se fue. y yo nos comimos las sobras en la cocina, del asunto, así que me sentí más cómodo y
––Muy bien, doctor ––dijo el rey, como mientras los de- más ayudaban a los negros a contento. Des- pués preguntó:
burlándose de él––; entonces alguien irá a limpiar las cosas. La del labio leporino se puso ––¿Tú también vas a la iglesia?
buscarlo a usted –– con lo cual todos se a preguntarme cosas de Ingla- terra, y que me ––Sí, siempre.
rieron mucho y dijeron que era muy cuelguen si no me pareció que a veces las ––¿Dónde te sientas?
ingenioso. cosas se estaban poniendo difíciles. Va y dice: ––Hombre, en nuestro banco.
––¿Has visto al rey alguna vez? ––¿El banco de quién?
––¿A quién? ¿A Guillermo IV? Hombre, y ––Pues el nuestro; el de tu tío Harvey.
tanto que sí: va a nuestra iglesia. ––Yo sabía ––¿El suyo? ¿Y para qué necesita él un banco?
CAPÍTULO 26 que había muer- to hacía años, pero no hice ––Para sentarse en él. ¿Para que creías que lo
comentarios. Así que cuando dije que iba a necesitaba?
Bueno, cuando se hubieron ido todos, el rey nuestra iglesia ella preguntó: ––Hombre, creí que estaba en el púlpito.
preguntó a Mary Jane si había alguna ––¿Cómo... siempre va? Maldita sea, se me había olvidado que era
habitación libre y ella le dijo que tenía una, ––Sí, siempre. Tiene el banco frente al predicador. Vi que me había vuelto a atrapar,
que serviría para el tío William, y que le nuestro, al otro lado del púlpito. así que volví a atragantarme para pensármelo,
dejaría la suya al tío Harvey, que era un poco ––Creía que vivía en Londres. y después dije:
más alto, porque ella se iría al cuarto de sus ––Hombre, claro. ¿Dónde iba a vivir? ––Caramba, ¿te crees que no hay más que un
hermanas a dormir en una cama turca, y que ––Pero yo creía que vosotros vivíais en predicador en una iglesia?
en la buhardilla había un cuartito con un Sheffield. ––Pero, ¿para qué necesitan más?
jergón. El rey dijo que el jergón le bastaría a Vi que me tenía acorralado. Tuve que hacer ––¡Cómo! ¡Para predicar cuando va el rey!
su vale, o sea, a mí. como que me atragantaba con un hueso de Nunca he visto una chica así. Tienen nada
Así que Mary Jane nos hizo subir y nos pollo, para pensar en cómo salir de aquélla. menos que dieci- siete.
enseñó sus habitaciones, que eran sencillas Entonces dije: ––¡Diecisiete! ¡Dios mío! Pues yo no
pero agradables. Dijo que mandaría sacar de ––Quiero decir que siempre va a nuestra aguantaría oír a tantos, aunque nunca fuese al
su habitación sus vestidos y demás cosas si iglesia cuando está en Sheffield. Eso es sólo paraíso. Debe de lle- varles una semana.
molestaban al tío Harvey, pero él dijo que no. en verano, cuando va a darse baños de mar. ––Caramba, no predican todos el mismo día:
Los vestidos estaban colgados junto a una ––Pero qué cosas dices... Sheffield no está en sólo uno de ellos.
pared, tapados por una cortina de calicó que el mar. ––Bueno, y ¿qué hace el resto?
llegaba has- ta el suelo. En un rincón había un ––Bueno, ¿y quién ha dicho que sí? ––Bah, no mucho. Se pasean, pasan la
viejo baúl de crin, y en otro, un estuche de ––Pues tú. bandeja, y cosas así. Pero en general no hacen
guitarra; el resto estaba lleno de adornos y ––Eso no es verdad. nada.
de esas cosas con las que les gusta a las ––¡Sí! ––Bueno, entonces, ¿para qué están allí?
muchachas alegrar una habitación. El rey dijo ––No. ––Hombre, es cuestión de clase. ¿Es que no
que resultaba mucho más hogareño y ––Sí. sabes nada?
agradable con aquellos adornos, así que no ––Yo no he dicho nada parecido. ––Bueno, no quiero saber cosas tontas.
había que cambiarlos. La habi- tación del ––Bueno, entonces, ¿qué has dicho? ¿Cómo tratan a los criados en Inglaterra?
duque era muy pequeña, pero más que ––Dije que iba a tomar los baños de mar; eso ¿Los tratan mejor que nosotros a nuestros
suficiente, igual que mi cubículo. es lo que dije. negros?
Aquella noche celebraron una gran cena en la ––Bueno, entonces, ¿cómo va a tomar los ––¡No! Allí un criado no es nada. Los tratan
que estuvieron todos los hombres y las baños de mar si no está en el mar? peor que a perros.
mujeres, yo me quedé detrás de las sillas del ––Mira ––respondí––, ¿has tomado alguna vez ––¿No les dan días de fiesta como nosotros,
rey y del duque para servirlos y los negros se agua mineral? por la semana de Navidad y Año Nuevo y el
encargaron de todos los demás. ––Sí. 4 de j ulio?
––Bueno, ¿y tuviste que ir a una mina a ––¡Qué cosas dices! Sólo con eso se nota que
Mary Jane se sentó a la cabecera de la mesa, buscarla? nunca has estado en Inglaterra. Pero, labio le
con Susan a su lado, comentando lo malos ––Pues no. ...; pero, Joan- na, si no tienen ni un día de
que eran los bollos y lo pobres que eran las ––Bueno, pues tampoco tiene Guillermo IV fiesta al año; nunca van al circo, ni al teatro,
conservas y lo ordinarios y duros que que ir al mar para darse un baño de mar. ni a espectáculos para negros, ni a ninguna
resultaban los pollos fritos, y todo ese género ––Entonces, ¿cómo se los da? parte.
de bobadas, como hacen siempre las mujeres ––Hace lo mismo que la gente de aquí para ––¿Ni a la iglesia?
en busca de cumplidos, pero la gente sabía beber agua mineral: en barricas. Allí en el ––Ni a la iglesia.
que estaba todo magnífico y se lo dijo: palacio de Shef- field tienen unos hornos bien ––Pero tú siempre vas a la iglesia.
«¿Cómo consigues que los bollos te salgan calientes y le gusta que el agua esté caliente. Bueno, me había vuelto a agarrar. Se me
tan tostaditos y tan bien?», y «¿dónde has No se puede hervir toda el agua que hay en había olvidado que yo era el criado del viejo.
conseguido estos encurtidos tan el mar. Allí no hay máquinas suficientes. Pero al momento siguiente se me ocurrió una
estupendos?» y todas esas bobadas que la ––Ah, ya entiendo. Podías haberlo dicho para especie de explicación de que un vale era
gente dice por decir en las cenas, ya se sabe. empezar y habríamos ahorrado tiempo. diferente de un criado corriente y tenía que
ir a la iglesia quisiera o no y sentarse con la
familia, porque eso decía la ley. Pero no me Y me dije: «Ésta es otra a la que le estoy sabéis, parece que lo natural es esconderse
salió muy bien y cuando terminé no la vi dejando que le robe el dinero». Y cuando debajo de la cama cuando uno quiere que no
convencida. Dijo: terminó se pusieron todas ellas a hacer que lo encuentren. Después se sentaron y el rey
––La verdad, ahora, ¿no me has estado me sintiera en casa y que supiera que estaba di- ce:
contando mentiras? entre amigos. Me sentí tan bajo y tan vil que ––Bueno, ¿qué pasa?, y no te alargues, porque
––De verdad que no ––repliqué. me dije: «Está decidido; o les consigo ese más vale que nos levantemos bien tempranito
––¿Ni una sola? dinero o reviento». por la ma- ñana para que no tengan
––Ni una sola. No te he contado ni una oportunidad de hablar de nosotros.
mentira. ––Bueno, se trata de lo siguiente, Capeto. No
––Pon la mano en este libro y repítelo. es fácil; no me siento tranquilo. No logro
Vi que no era más que un diccionario, así que Así que me largué; a dormir, dije, sin olvidarme de ese médico. Quería saber qué
puse la mano encima y lo repetí. Entonces especificar el momento. Cuando me quedé planes tenías. Tengo una idea y me parece
pareció un poco más convencida y dijo: solo me puse a pensar las cosas. Me que está bien.
––Bueno, entonces creeré algo de lo que has pregunté: «¿Voy a ver a ese médico, en ––¿Cuál es, duque?
dicho, pero la verdad es que no me voy a secreto, y delato a estos sinvergüenzas? No, ––Que más nos vale largarnos de aquí antes
creer el resto. eso no saldría bien. Podría decir quién se lo de las tres de la mañana y bajar al río con lo
––¿Qué es lo que no te vas a creer, Jo? –– había dicho y entonces el rey y el duque se que ya tenemos. Sobre todo, dado que lo
preguntó Mary Jane, que entraba con Susan encargarían de mí. ¿Iré a decírselo en secreto hemos conseguido tan fácilmente que nos lo
detrás––. No está bien ni es nada amable que a Mary Jane? No... No me atrevo. Seguro que han dado, podría decirse que nos lo han
le hables así a un forastero que está tan lejos lo revelaría con algún gesto; ellos ya tienen el metido a la fuerza, cuando nosotros
de su casa. ¿Qué te parecería a ti que te dinero y se largarían con él. Si fuera en busca pensábamos que tendríamos que volverlo a
trataran así? de ayuda, seguro que me encontraría metido robar. Creo que más vale que nos
––Eso es lo que dices siempre, Maim: siempre en el asunto. No, no hay más que una forma. marchemos cuanto antes.
vas en ayuda de alguien antes de que le pase Tengo que robar ese dinero como pueda y Aquello me hizo sentir bastante mal. Una
nada. No le he hecho nada. Calculo que ha de forma que no sospe- chen de mí. Aquí han hora o dos antes habría sido algo distinto,
contado algunas exageraciones y dije que no encontrado un buen filón y no van a irse pero ahora hacía que me sintiera mal y
me las iba a tragar todas, es todo lo que he hasta que le hayan sacado a esta familia y a desencantado. El rey pega un grito y dice:
hecho. Supongo que podrá aguantarlo, ¿no? este pueblo todo lo que puedan, así que ––¡Cómo! ¿Y no vender el resto de la
––No me importa que le hayas dicho mucho tengo tiempo suficiente para buscar una herencia? ¿Marcharnos como un par de
o poco; está en nuestra casa y es un solución. Voy a robarlo y a esconderlo y idiotas y dejar ocho o nue- ve mil dólares en
forastero, y no está bien que digas esas cosas. después, cuando esté río abajo, escribiré una tierras esperando a que alguien se las lleve?;
Si estuvieras tú en su lugar, te daría carta y le diré a Mary Jane dónde está ¡cuando todo se puede vender en un momen-
vergüenza, así que no tienes que decir a otros escondido. Pero más vale que lo saque esta to!
cosas que les den vergüenza a ellos. noche si puedo, porque a lo mejor el médico El duque se puso a gruñir, dijo que con la
––Pero, Maim, ha dicho... no ha renunciado como ha dicho y todavía bolsa de oro ya bastaba y que no quería
––No importa lo que haya dicho; no es eso. puede que les meta el miedo en el cuerpo y meterse en más jaleos; que no quería robar a
Lo que importa es que lo trates con los eche». unas huérfanas todo lo que tenían.
amabilidad, y no andes diciendo cosas que le «Así que ––pensé–– voy a buscar en sus ––¡Qué cosas dices! ––replicó el rey––. No
recuerden que no está en su propio país y habitaciones.» Aunque el pasillo de arriba les vamos a robar más que este dinero.
entre su propia gente. estaba oscuro, encon- tré la habitación del Perderán los que compren esas propiedades,
Me dije para mis adentros: «¡Y ésta es la duque y empecé a rebuscar con las manos, porque en cuanto se averigüe que no eran
muchacha a la que voy a dejar que ese viejo pero recordé que tal como era el rey, no nuestras, que será al poco de habernos ido, la
reptil le robe todo su dinero!» Entonces dejaría que nadie más que él se hiciera cargo venta no será válida y todo volverá al
entró Susan en el asunto, y podéis creerme del dinero, así que fui a su habitación y patrimonio. Estas huérfanas se quedarán otra
que le puso a labio leporino las peras al empecé a rebuscar. Pero vi que no podía vez con su casa, y a ellas les basta con eso;
cuarto. hacer nada sin una vela y, naturalmente, no son jóvenes y fuertes, y se pueden ganar la
Y yo me dije: «¡Y ésta es otra a la que voy a me atreví a encender una. Así que pensé en vida fácilmente. No van a perder nada. Pero,
dejar que le robe su dinero!» hacer lo otro: quedarme a la espera y hombre, piénsalo; hay miles y miles de
Después Mary Jane pasó a otras cosas y se escuchar lo que decían. Casi en aquel personas que no tienen ni la mitad. Te
volvió a poner toda encantadora, que era su momento oí que subían y decidí esconderme aseguro que éstas no tienen ningún motivo de
verdadero estilo. Pero cuando terminó, la debajo de la cama; fui hacia ella, pero no queja.
pobre labio leporino estaba prácticamente estaba donde yo creía, toqué la cortina detrás El rey le dio tantos argumentos que acabó
deshecha. Así que se puso a gritar. de la que estaban los vestidos de Mary Jane, por ceder y dijo que bueno, pero que creía
––Muy bien, pues entonces ––dijeron las así que salté detrás, me arrebujé entre los que era una estupi- dez seguir allí, con aquel
otras chicasno tienes más que pedirle perdón. vestidos y me quedé allí muy calladito. médico sospechando de ellos. Pero el rey
Y fue lo que hizo, y lo hizo muy bien, tan bien Entraron, cerraron la puerta y lo primero que dice:
que daba gusto escucharla, y ojalá pudiera hizo el duque fue agacharse a mirar debajo de ––¡Al diablo con el médico! ¿Qué nos
volverle a con- tar mil mentiras para que lo la cama. En- tonces me alegré de no haberla importa ése? ¿No tenemos de nuestra parte a
repitiese otra vez. encontrado cuando la buscaba. Y eso que, ya
todos los tontos del pueblo? ¿Y no es una CAPÍTULO 27 quedaba nadie más que la familia, la viuda
mayoría suficiente en cualquier pueblo? Fui en silencio hasta sus puertas a escuchar; Bartley y nuestra tribu. Les miré a las caras a
Así que se prepararon a volver a bajar. El estaban roncando. Así que seguí de puntillas y ver si había pasado algo, pero no logré ver
duque dice: bajé las esca- leras. No se oía un ruido por nada.
––No creo que hayamos dejado el dinero en ninguna parte. Miré por una rendija de la Hacia el mediodía llegó el enterrador con su
un buen sitio. puerta del comedor y vi a los hom- bres que ayudante y colocaron el ataúd en medio del
Aquello me animó. Había empezado a pensar velaban el cadáver, todos dormidos en sus salón apoyado en un par de sillas; luego
que no me iban a dar ni una pista que me sillas. La puerta daba a la sala donde estaba el pusieron todas nuestras sillas en filas y
ayudara. El rey dice: cuerpo y había una vela en cada habitación. pidieron más prestadas a los vecinos hasta
––¿Por qué? Seguí adelante hasta la puerta de la sala, que que el recibidor, el comedor y el salón
estaba abierta, pero vi que allí no había nadie estuvieron llenos. Vi que la tapa del ataúd
––Porque a partir de ahora Mary Jane estará más que los restos de Peter, así que continué: estaba igual que antes, pero no me atreví a
de luto y lo primero que va a hacer es decirle la puerta principal estaba cerrada y no se veía mirar lo que había debajo de ella, con tanta
al negro que limpie las habitaciones, que meta la llave. Justo entonces oí que alguien bajaba gente delante.
esa ropa en una caja y se la lleve; y, ¿te crees las escaleras detrás de mí. Corrí a la sala, Entonces empezó a llegar la gente y las
tú que un negro va a encon- trarse con el miré rápida- mente por allí y el único sitio autoridades y las chicas ocuparon asientos en
dinero y no tomar prestado algo? que vi donde esconder la bolsa fue en el la fila de delante, junto a la cabecera del
––Vuelves a tener la cabeza bien puesta, ataúd. La tapa estaba corrida como un pie y ataúd, y durante media hora la gente fue
duque ––dice el rey. dejaba al descubierto la cara del muerto con pasando en fila india y contemplando un
Se puso a buscar debajo de la cortina a dos o un paño húmedo por encima y la mortaja. momento la cara del muerto, y algunos
tres pies de donde estaba yo. Me apreté Metí la bol- sa del dinero debajo de la tapa, derramaron una lágrima, todo muy en
contra la pared sin hacer ningún ruido, justo más allá de donde tenía las manos silencio y muy solemne, y las chicas y las
aunque temblaba, y me pregunté lo que me cruzadas, cosa que me dio repelús; estaban autoridades eran los únicos que se llevaban
dirían aquellos tipos si me pescaban tratan- heladas, y después volví a cruzar corriendo la pañuelos a los ojos, mantenían la cabeza baja
do de pensar lo que tendría que hacer habitación y me escondí detrás de la puerta. y gemían un poco. No se oía ningún otro
entonces. Pero el rey encontró la bolsa antes La que entró fue Mary Jane. Fue junto al ruido, salvo el roce de los pies en el suelo y
de que se me ocurriera ni media idea, y nunca ataúd, andando despacito, se arrodilló y miró las narices que sonaban, porque la gente
se sospechó que anduviera yo por allí. dentro; después sacó el pañuelo y vi que siempre se suena más las narices en un
Agarraron la bolsa y la metieron por un des- empezaba a llorar, aunque no la podía oír y funeral que en ningún otro sitio, salvo en la
garrón que había en el jergón de paja, debajo me daba la espalda. Salí de mi escon- dite y al iglesia.
del colchón de plumas, y la dejaron metida pasar junto al comedor pensé en asegurarme Cuando la casa estuvo llena, el enterrador se
como un pie o dos entre la paja y dijeron que de que los del velatorio no me habían visto, paseó por todas partes con sus guantes
ya estaba bien, porque los negros sólo hacen así que miré por una rendija y todo estaba en negros y sus modales blandos y
el colchón de plumas y no le dan la vuelta al orden. No se habían ni movido. tranquilizantes, añadiendo los últimos toques,
jergón más que una o dos veces al año, así Me fui a la cama, bastante triste, por cómo poniendo todas las cosas en orden y haciendo
que ahora ya no había peligro de que se lo estaban saliendo las cosas después de que la gente se sintiera cómoda, sin hacer
robaran. haberme preocupado yo tanto y haber ruido, como un gato. No decía ni una palabra;
Pero no contaban conmigo. Lo saqué antes corrido tantos peligros. Me dije: «Si pudiera cambiaba a la gente de sitio, encontraba lugar
de que hubieran llegado al final de la escalera. quedarse donde está, muy bien; porque para los últimos en llegar, abría pasillos, y
Fui a tientas hasta mi cubículo y lo escondí allí cuando lleguemos al río, a cien o doscientas todo ello con gestos de la cabeza y de las
hasta que se me ocurriera algo mejor. Pensé millas, podría escribir a Mary Jane y ella manos. Después ocupó su puesto apoyado en
que más valía esconderlo fuera de la casa en podría desenterrarlo y sacar- lo, pero eso no la pared. Era el hombre más blando,
alguna parte, porque si lo echaban de menos es lo que va a pasar; lo que va a pasar es que resbaladizo y untuoso que he visto en mi
iban a registrar la casa a fondo; de eso esta- encontrarán el dinero cuando vayan a cerrar vida; y nunca sonreía, era como un pedazo de
ba convencido. Después me acosté con toda la tapa. Entonces el rey volverá a quedarse carne.
la ropa puesta, pero no podría quedarme con él y no va a darle a nadie otra Habían pedido prestado un armonio que
dormido aunque lo quisiera, de ganas que oportunidad de que se lo birle». estaba bastante mal; cuando todo estuvo
tenía de terminar con todo aquel asunto. Al Naturalmente, yo quería bajar y sacarlo de dispuesto una joven se sentó a él y lo empezó
cabo de un rato oí que subían el rey y el allí, pero no me atrevía a intentarlo. A cada a tocar, pero no soltaba más que chirridos y
duque, así que me bajé del petate y me quedé minuto se acercaba el amanecer y dentro de ventosidades, y todo el mundo se puso a
con la barbilla apoyada en el último peldaño muy poco algunos de los del velorio cantar. Peter era el único que se lo pasó bien,
de la escalera para ver si pasaba algo. Pero no empezarían a moverse y quizá me pescaran según me pareció. Después le tocó el turno al
pasó nada. con seis mil dólares en las manos cuando reverendo Hob- son, que empezó a hablar
Así me quedé hasta que dejaron de oírse los nadie me había encargado a mí del dinero. lento y solemne, e inmediatamente se oyó en
últimos ruidos y todavía no habían empezado «Maldita la falta que me hace verme metido el sótano el ruido más horroroso que se
los primeros, y después baje la escalera en en una cosa así», me dije. pueda imaginar: no era más que un perro,
silencio. Cuando bajé por la mañana, el salón estaba pero armaba un escándalo de miedo y no
cerrado y los del velorio se habían ido. No paraba; el cura tuvo que quedarse allí junto al
ataúd y esperar: no se podía oír otra cosa.
Era verdaderamente terrible y pareció que El rey estuvo viendo a mucha gente aquella duque, y os aseguro que el duque se sentía
nadie sabía qué hacer. Pero en seguida vieron tarde, tranquilizando a todos, muy amistoso, muy incómodo.
que aquel enterrador tan alto hacía una señal y les dio a en- tender que en Inglaterra sus Al día siguiente era el de la subasta. Ya bien
al cura co- mo para decirle: «No se feligreses estarían preocupados por él, así que entrada la mañana, el rey y el duque subieron
preocupe; aquí estoy yo». Después se inclinó tenía que darse prisa y resolver a la buhardilla a despertarme y por su gesto
y empezó a deslizarse junto a la pa- red; no inmediatamente lo de la herencia antes de vi que había problemas. El rey va y dice:
se veían más que sus hombros por encima de marcharse. Lamentaba mucho tener tantas ––¿Estuviste en mi habitación anteanoche?
las cabezas de la gente. Así que siguió prisas, y lo mismo les pasaba a los demás; ––No, vuestra majestad ––que era como
deslizándose, con aquel escándalo cada vez querían que se quedara más tiempo, pero siempre lo llamaba cuando no había delante
más horroroso, y por fin, cuando recorrió decían que entendían que era imposible. Y más que gente de nuestra banda.
dos lados de la habitación, desapa- reció hacia dijo que naturalmente William y él se ––¿Estuviste allí ayer o anoche?
el sótano. Después, al cabo de unos dos llevarían a las chicas a casa con ellos, lo cual ––No, vuestra majestad.
segundos, oímos un golpetazo y el perro también agradó mucho a todos, porque ––Tu palabra de honor; sin mentir.
terminó con un ladrido o dos de lo más raro, entonces las chicas estarían bien protegidas y ––Mi palabra de honor, vuestra majestad. Le
y después todo el mundo se quedó quieto y entre sus propios parientes, y también agradó digo la verdad. No he estado cerca de su
el cura retomó su charla solemne donde la a las chicas; les gustó tanto que habitación desde que la señorita Mary Jane le
había interrumpido. Al cabo de un minuto o prácticamente se olvidaron de que tenían llevó allí con el duque para enseñársela.
dos reaparecen la espalda y los hombros del algún problema en el mundo y le dijeron que El duque va y dice:
enterra- dor deslizándose otra vez junto a la lo vendiera todo en cuanto quisiera, que ellas ––¿Has visto entrar en ella a otra persona?
pared, y siguió deslizándose por tres lados de estaban dispuestas. Las pobrecillas estaban ––No, vuestra gracia, no que yo recuerde,
la habitación; después se levantó, hizo bocina tan contentas y felices que me dolía el creo.
con las manos y, alargando el cuello hacia el corazón de ver cómo las engañaban y las ––Piénsalo con calma.
cura, dijo con una especie de susurro ronco, mentían tanto, pero no veía una forma segura Estuve pensándolo un momento y al ver mi
por encima de las cabezas de la gente: «¡Tenía de intervenir y hacer que cambiara el estado oportunidad dije:
una rata!» Después volvió a deslizarse junto a general de cosas. ––Bueno, he visto entrar allí varias veces a los
la pa- red para volver a su sitio. Se notaba Bueno, maldito si el rey no puso negros. Los dos dieron un saltito, como si
que aquello resultaba muy satisfactorio para inmediatamente la casa y los negros y todas jamás se lo hubieran esperado, y después
la gente, porque natural- mente quería saber las tierras en subasta inme- diatamente, dos como si pareciera que sí. Después el duque
de qué se trataba. Esas cosillas no cuestan días después del funeral; pero todo el mundo va y dice:
nada y son las que le consiguen admiración y que quisiera podía comprar en privado antes ––¿Cómo, todos ellos?
respeto a un hombre. En todo el pueblo no si quería. ––No, o sea, por lo menos no todos de una
había nadie más popular que aquel Así que el día después del funeral, hacia el vez; creo que nunca los vi salir juntos, más
enterrador. mediodía, las muchachas se llevaron la que una vez.
Bueno, el sermón funerario resultó muy bien, primera sorpresa. Apareció un par de ––¡Vaya! ¿Cuándo fue eso?
pero horriblemente largo y cansado; después tratantes de esclavos y el rey les vendió los El día del funeral, por la mañana. No fue
se metió el rey y soltó unas cuantas de sus negros a precio razonable, por letras a tres temprano porque yo dormí hasta tarde.
tonterías de costumbre, y por fin terminó el días, según dijeron ellos, y se los llevaron: los Estaba empezando a ba- jar las escaleras
asunto y el enterrador se acercó al ataúd con dos hijos río arriba, a Menphis, y su madre río cuando los vi.
su destornillador. Yo me puse a sudar y lo abajo, a Or- leans. Creí que aquellas pobres ––Bueno, sigue, ¡sigue! ¿Qué hicieron? ¿Qué
miré muy atento. Pero no vio nada, se limitó muchachas y los negros se iban a quedar con pasó después?
a co- rrer la tapa, suave como si estuviera el corazón roto de la pena; lloraban juntos ––No hicieron nada. Y tampoco pasó nada
engrasada, y la atornilló bien atornillada. ¡Así y estaban tan tristes que casi me puse malo especial, que yo viera. Se marcharon de
estábamos! No sabía si el dinero estaba allí de verlo. Las chicas dijeron que jamás habían puntillas; así que vi muy bien que habían ido a
dentro o no. Entonces me dije: «¿Y si alguien soñado con ver a aquella familia separada o hacer la habitación de vuestra majestad, o
se ha llevado la bolsa a escondidas? vendida lejos del pueblo. Nunca me podré algo así, si es que ya se había levanta- do, y al
¿Como sé yo si escribir a Mary Jane o no? ¿Y borrar de la memo- ria la visión de aquellas ver que no se había levantado, esperaban
si lo desentierra y no encuentra nada, qué va pobres chicas y los negros tan tristes, desaparecer y no meterse en jaleos en lugar
a pensar de mí? Dita sea», me dije, «lo mismo abrazados y llorando; creo que no lo habría de despertar- le, si es que ya no le habían
me buscan y me encierran: más me vale podido soportar, sino que habría reventado y despertado.
quedarme bien calladito y no escri- bir nada; delatado a nuestra banda de no haber sabido ––¡Diablo, ésta sí que es buena! ––dice el rey,
ahora todo está hecho un lío y por tratar de que aquella venta no valía y que los negros y los dos se quedaron con un gesto
mejorarlo lo he dejado cien veces peor que estarían de vuelta a casa dentro de una o dos desesperado y bastante tonto. Se quedaron
antes; ojalá lo hubiera dejado todo en paz. semanas. allí pensando y rascándose las cabezas, y el
¡Maldito sea todo el asunto!» Aquello también llamó mucho la atención en duque soltó una especie de risita carras-
Lo enterraron, volvimos a casa y me dediqué el pueblo y muchos vinieron corriendo a peante y dijo:
otra vez a mirar las caras a todos; no podía decir que era un escándalo separar así a la ––Es fabuloso cómo han jugado su baza esos
evitarlo ni que- darme tranquilo. Pero no madre y los hijos. Les sentó mal a los negros. ¡Hicieron como que estaban tan
pasó nada; las caras no me decían nada. farsantes, pero el viejo se empeñó en seguir tristes por marchar- se de esta región! Y yo
adelante, pese a lo que dijera o hiciese el creí que lo estaban de verdad, igual que tú e
igual que todo el mundo. Que nadie me estaba abierta y vi a Mary Jane sentada junto a demuestro cómo lo sé, ¿irá usted a casa del
vuelva a decir que los negros no tienen su viejo baúl de crin, que estaba abierto y en señor Lothrop a quedarse cuatro días?
talento histriónico. Han hecho una el que había estado metiendo cosas, ––¡Cuatro días! ––respondió––. ¡Un año me
interpretación que engañaría a cualquiera. preparándose para ir a Inglaterra. Pero ahora quedaría!
Para mí que valen una fortuna. Si yo tuviera se había parado con un vestido doblado en el ––Muy bien ––añadí––, lo único que le pido
capital y un teatro no querría mejores regazo y tenía la cara entre las ma- nos es su palabra: me vale más que el juramento
actores... Y los hemos vendido por una ganga. mientras lloraba. Me sentí muy mal al ver de otra persona por la Biblia. ––Sonrió y se
Sí, y ni siquiera podemos tocar esa ganga aquello; naturalmente, lo mismo que habría ruborizó un poco, muy linda, y continué––: Si
todavía. Oye, ¿dónde está esa ganga... esa sentido cualquie- ra. Entré y dije: no le importa, voy a cerrar la puerta, y con el
letra? ––Señorita Mary Jane, usted no soporta ver candado.
––En el banco esperando al cobro. ¿Dónde cómo sufre la gente y yo tampoco: casi Después volví a sentarme y dije:
iba a estar? nunca. Cuéntemelo todo. Así que me lo ––No grite. Quédese ahí sentada y tómeselo
––Bueno, entonces no importa, gracias a contó y eran los negros, lo que yo esperaba. como un hombre. Tengo que decir la verdad
Dios. Yo pregunté, como tímido: Dijo que aquel viaje tan maravilloso a y tiene usted que prepararse bien, señorita
––¿Ha pasado algo? Inglaterra ya no le hacía casi ilusión; no sabía Mary, porque es una mala cosa y le va a
El rey se volvió hacia mí y exclamó: cómo iba a ser feliz allí, sabiendo que la resultar dificil, pero no hay forma de evitarlo.
––¡No es asunto tuyo! Tú cierra la boca y madre y los niños no volverían a verse jamás, Esos tíos de usted no son tíos en absoluto;
métete en tus cosas... Si es que las tienes. Y y después se puso a llorar más fuerte que son un par de farsantes, impostores de toda
mientras estés en este pueblo, que no se te nunca, y abrió las manos y dijo: la vida. Bueno, ya hemos pasado lo peor, y el
olvide, ¿entiendes? ––y después dice al ––¡Ay, Dios mío, Dios mío, pensar que no resto lo podrá soportar usted con más
duque––: tenemos que aguantar y no decir volverán a verse nunca jamás! facilidad.
nada; tenemos que mantenernos callados. ––Pero sí que se verán, y dentro dedos Naturalmente, aquello la dejó absolutamente
Cuando empezaron a bajar la escalera, el semanas, ¡y yo lo sé! ––respondí. pasmada, pero ahora ya había dicho lo más
duque volvió a reírse y dijo: ¡Dios mío, se me había escapado sin pensarlo! difícil, así que continué mientras a ella se le
––¡Ventas rápidas y pequeños beneficios! Es Y antes de que pudiera ni moverme me había encendían los ojos cada vez más y le conté
un buen negocio. Sí. El rey le soltó un bufido echado los brazos al cuello pidiéndome que absolutamente todo, desde la pri- mera vez
y le dijo: lo repitiera, otra vez, lo repitiera otra vez, ¡lo que nos encontramos con el muchacho idiota
repitiera otra vez! que iba al buque de vapor hasta cuando ella
––Cuando los vendí tan rápido estaba Comprendí que había hablado demasiado y se había lanzado a los brazos del rey en la
tratando de hacer lo que más nos convenía. Si antes de tiempo y que me había metido en puerta principal y él la había besado dieciséis
resulta que no hay beneficios, que no una encerrona. Le pedí que me dejara o diecisiete veces, y enton- ces saltó, con la
sacamos nada y no nos llevamos nada, ¿tengo pensarlo un minuto; ella se quedó sentada, cara llameante como un atardecer, y dijo:
más culpa yo que tú? muy impaciente y nerviosa, tan guapa, pero ––¡Malvado! Vamos, no pierdas un minuto, ni
––Bueno, si se me hubiera escuchado, ellos con un aire feliz y tranquilo, como una un segundo, ¡vamos a hacer que los pinten de
seguirían en esta casa y nosotros no. persona a quien le acaban de sacar un diente. brea, los emplumen ylos tiren al río!
El rey le respondió lo mejor que pudo y Entonces me puse a estudiarlo. Me dije: Yo contesté:
después se dio la vuelta y volvió a meterse «Calculo que alguien que va y dice la verdad ––Claro. ¿Pero quiere usted decir antes de ir
conmigo. Me pegó un rapapolvo por no cuando está en una encerrona está co- a casa del señor Lothrop o...?
decirle que había visto a los negros salir de su rriendo un riesgo considerable, aunque yo no ––¡Ah ––respondió ella––, en qué estaré yo
habitación de aquella manera, que hasta un tengo experiencia y no lo puedo afirmar con pensando! ––y volvió a sentarse––. No hagas
idiota habría comprendido que pasaba algo. Y seguridad, pero en todo caso es lo que me caso de lo que he dicho, te lo ruego. ¿No lo
después volvió a cambiar y se maldijo sobre parece, y de todas formas ésta es una ocasión harás, verdad?
todo a sí mismo durante un rato, y dijo que en que me ahorquen si no parece que la Me puso la manita suave en la mía de tal
todo había pasado por no haberse quedado verdad es mejor y de hecho más segura que forma que respondí que antes preferiría
en la cama hasta tarde y haber des- cansado la mentira. Tengo que recordarlo y volverlo a morirme.
todo lo que necesitaba aquella mañana, y que pensar cuando tenga tiempo, porque es de lo ––No me he parado a pensarlo de enfadada
maldito si volvía a hacerlo en su vida. Así que más extraño e irregular. En mi vida he visto que estaba ––añadió––; ahora sigue y te
se marcharon de charla y yo me sentí cosa igual. Bueno», me dije por fin, «voy a prometo que no vol- veré a actuar así.
contentísimo de haberle echado toda la culpa correr el riesgo; esta vez voy a decir la Cuéntame lo que tengo que hacer y haré
a los negros sin por eso haberles hecho verdad aunque esto es como sentarse encima todo lo que me digas.
ningún daño. de un barril de pólvora y encenderlo para ver ––Bueno ––dije yo––, estos dos estafadores
qué pasa después». Entonces fui y dije: son unos tipos duros y no me queda más
––Señorita Mary Jane. ¿Hay algún sitio fuera remedio que seguir viajando con ellos algo
CAPÍTULO 28 del pueblo, no muy lejos, donde pudiera pasar más, quiéralo o no; prefiero no decirle a
Poco a poco fue llegando la hora de que se usted tres o cuatro días? usted por qué; y si los denunciara usted, este
levantaran todos. Así que descendí las ––Sí; en casa del señor Lothrop. ¿Por qué? pueblo me liberaría de sus garras y yo
escaleras hacia el piso de abajo, pero al llegar ––Todavía no importa el porqué. Si le digo quedaría perfectamente; pero habría otra
frente a la habitación de las chicas la puerta cómo sé que los negros van a volver a verse, persona que usted no sabe y que tendría
dentro de dos semanas aquí en esta casa, y unos problemas terribles. Bueno, ¿tenemos
que salvar a esa persona, no? Claro. Bueno, compre hasta un día después de la subasta, al ––Ojalá lo supiera, pero no lo sé. La tuve yo,
entonces no podemos denunciarlos. haberse anunciado con tantas prisas, y no se porque se la robé, y se la robé para dársela a
Al decir aquello se me ocurrió una buena van a marchar hasta que consigan ese dinero; usted, y sé dónde la escondí pero me temo
idea. Vi cómo podría conseguir que Jim y yo tal como lo hemos arreglado la venta no va a que ya no está allí. Lo siento muchísimo,
nos liberásemos de los farsantes; hacer que contar y no van a conseguir ningún dinero. Es señorita Mary Jane, no lo puedo sentir más;
se quedaran en la cárcel de allí y luego igual que lo que pasó con los negros: no vale pero hice todo lo que pude; de verdad que sí.
marcharnos. Pero no quería navegar en la la venta y los negros volverán dentro de muy Casi me pillaron y tuve que meterla en el
balsa de día sin nadie más que yo a bordo poco. Fíjese que to- davía no pueden cobrar primer sitio que encontré y echar a correr,
para responder las preguntas, así que no el dinero de los negros... Están en una pero no era un buen sitio.
quería que el plan empe- zase a funcionar situación malísima, señorita Mary. ––Bueno, deja de echarte la culpa; te hace
hasta bien entrada la noche. Seguí diciendo: ––Bueno ––respondió ella––, voy a bajar a sentir mal y no te lo consiento; no pudiste
––Señorita Mary Jane, le voy a decir lo que desayunar y después me iré directamente a evitarlo; no fue cul- pa tuya. ¿Dónde la
vamos a hacer y tampoco tendrá usted que casa del señor Lothrop. ––Eso no puede ser, escondiste?
quedarse tanto tiempo en casa del señor señorita Mary Jane ––le indiqué––, en No quería que volviera a pensar en sus
Lothrop. ¿A qué distancia está? absoluto; váyase antes del desayuno. problemas y no podía conseguir que mi boca
––A poco menos de cuatro millas, justo ahí ––¿Por qué? le dijera algo que volvería a hacer que viese
en el campo. ––¿Por qué cree usted que quería yo que aquel cadáver con la bolsa de dinero en el
––Bueno, está bien. Ahora vaya usted allí y hiciera todo esto, señorita Mary Jane? estómago. Así que durante un momen- to no
quédese sin decir nada hasta las nueve o las ––Bueno, no se me había ocurrido... Y ahora dije nada y después respondí:
nueve y media de la noche y después haga que lo pienso, no lo sé. ¿Por qué? ––Prefiero no decirle dónde la puse, señorita
que la vuelvan a traer a casa: dígales que se le ––Pues porque no es usted una caradura. A Mary Jane, si no le importa perdonarme; pero
ha olvidado algo. Si llega antes de las once, mí me gusta su cara tal como es. Puede uno se lo escribiré en un trozo de papel y puede
ponga una vela en esta ventana y espere hasta sentarse a leerla como si estuviera escrita en leerlo camino de casa del señor Lothrop, si
las once; si después no aparezco, significa que letras mayúsculas. ¿Cree usted que puede ir a quiere. ¿Le parece bien así?
me he ido y que está usted a salvo. Entonces ver a sus tíos cuando vayan a darle los ––Ah, sí.
sale, da la noticia y hace que metan en la buenos días con un beso y no... ? Así que escribí: «La puse en el ataúd. Allí
cárcel a esos desgra- ciados. ––¡Vamos, vamos, no sigas! Sí, me marcharé estaba cuando se pasó usted la noche
––Muy bien ––respondió––, eso haré. antes del desayuno y muy contenta. ¿Y dejo a llorando. Yo estaba de- trás de la puerta y me
––Y si da la casualidad de que no logro mis herma- nas con ellos? sentía muy triste por usted, señorita Mary
escaparme, pero me pescan con ellos, tiene ––Sí, no se preocupe por ellas. Tienen que Jane».
usted que decir que se lo había dicho todo seguir aguantando un tiempo. Podrían Se me saltaron un poco las lágrimas al
antes y defenderme en todo lo que pueda. sospechar algo si desa- parecieran todas recordar cómo se había quedado llorando allí
––¡Defenderte! Desde luego. ¡No te van a ustedes. No quiero que usted los vea a ellos, sola toda la noche mientras aquellos diablos
tocar ni un pelo! ––dijo, y vi que se le abrían ni a sus hermanas ni a nadie del pueblo; si un dormían bajo su propio techo, engañándola y
las aletas de la nariz y le brillaban los ojos al vecino le pregunta cómo están sus tíos esta robándola, y cuando doblé la nota y se la di vi
decirlo. mañana, a lo mejor usted les revelaba algo que también a ella se le habían saltado las
––Si me escapo, no estaré aquí ––señalé–– con un gesto. No, váyase inmediatamente, lágrimas, y me agarró de la mano muy fuerte
para demostrar que esos sinvergüenzas no señorita Mary Jane, y ya lo arreglaré yo con y me dijo:
son los tíos de us- ted, y si estuviera aquí, no todos ellos. Le diré a la señorita Susan que ––Adiós. Voy a hacer todo exactamente
podría demostrarlo. Podría jurar que eran salude afectuosamente a sus tíos y que diga como me has dicho, y si no vuelvo a verte,
unos tramposos y unos vagabundos, y nada que se ha marchado usted unas horas a jamás te olvidaré y pensaré en ti muchas,
más, aunque eso ya es algo. Bueno, hay otros descansar un poco y cambiarse, o a ver a una muchísimas veces, ¡y siempre rezaré por ti! –
que pueden hacerlo mejor que yo, y son amiga, y que volverá esta noche o a primera –y se fue.
personas de las que no dudarán con tanta hora de la mañana. ¡Rezar por mí! Pensé que si me conociera se
facilidad como de mí. Le voy a decir cómo ––Está bien lo de que he ido a ver a unos habría impuesto una tarea más digna de ella.
encontrarlas. Déme un lápiz y un tro- zo de amigos, pero no quiero que los salude de mi Pero apuesto a que de todos modos lo hizo:
papel. Eso es: «La Realeza Sin Par, parte. ella era así. Tenía fuerzas para rezar por judas
Bricksville». Guárdelo y no lo pierda. Cuando ––Bueno, pues que no les diga nada. si se le ocurría, y nunca se echaba atrás.
el juez quiera sa- ber algo de esos dos, que Aquello se lo podía decir a ella, porque no Pueden decir lo que quieran, pero para mí
manden a alguien a Bricksville y digan que hacía daño a nadie, era algo sin importancia y era la chica más valiente que había conocido;
tienen a los hombres que actuaron en que no traía problemas, y son las cosas sin para mí que estaba llena de valor. Parece un
«La Realeza Sin Par», y en cuanto a testigos, importancia las que le facilitan la vida a la halago, pero no lo es. Y en cuanto a belleza –
conseguirá usted que venga todo el pueblo en gente aquí abajo; Mary Jane se quedaría –y también a bondad–
un abrir y cerrar de ojos, señorita Mary. Y tranquila, y no costaba nada. Después añadí: –, tenía más que nadie en el mundo. No la he
dispuestos a todo, además. ––Queda otra cosa: la bolsa con el dinero. vuelto a ver desde aquella vez que salió por la
Calculé que ya lo teníamos todo encaminado ––Bueno, eso ya lo tienen, y me siento muy puerta; no, no la he vuelto a ver desde
y dije: tonta al pensar cómo la han conseguido. entonces, pero creo que he pensado en ella
––Déjelos usted con su subasta y no se ––No, ahí se equivoca. No la tienen. muchos, muchísimos millones de veces y en
preocupe. Nadie tendrá que pagar lo que ––Pues, ¿quién la tiene? cómo dijo que iba a rezar por mí, y si alguna
vez se me hubiera ocurrido que valdría de la oscuridad? Si no le pega uno en un diente estimaba tanto vuestro tío Peter?... Me
algo el que yo rezase por ella, seguro que o le pega en el otro, ¿no? Y no se puede uno refiero a la que...
rezo o reviento. quitar el diente sin arrastrar todo el rastrillo, ––Hombre, debes referirte a los Apthorp,
Bueno, calculo que Mary Jane se fue por la ¿no? Bueno, pues las paperas de este tipo son ¿no?
puerta de atrás, porque nadie la vio salir. como una especie de rastrillo, como si ––Naturalmente, malditos nombres, no sé
Cuando me encon- tré con Susan y la del dijéramos, y no un rastrillito de juguete, sino por qué pero la mitad del tiempo se me
labio leporino les dije: que cuando te quedas con él te quedas olvidan. Sí, me encargó que dijerais que ha
––¿Cómo se llama esa familia del otro lado enganchado de verdad. ido a ver a los Apthorp para decirles que
del río que vais a ver a veces? Contestaron: ––Bueno, pues me parece horrible ––dijo la estén seguros de que vienen a la subasta y de
––Hay varias; pero sobre todo la familia del labio leporino––; voy a ver al tío Harvey que compran esta casa, porque sabe que su
Proctor. y... tío Peter preferiría que la tuvieran ellos
––Ése es el nombre ––dije––; casi se me ––Ah, sí ––dije––. Es lo que haría yo. mejor que nadie, y que va a quedarse con
olvidaba. Bueno, la señorita Mary Jane me Naturalmente que sí. No perdería ni un ellos hasta que digan que van a venir, y
encargó que os dije- ra que había tenido que momento. después, si no está demasiado cansada,
irse a toda prisa: hay alguien enfermo. ––Bueno, ¿por qué no? volverá a casa, y si está cansada volverá por la
––¿Cuál? ––No tienes más que pensarlo un minuto y a mañana de todas formas. Me encargó que no
––No lo sé: o si lo sé se me ha olvidado; pero lo mejor lo entiendes. ¿No están vuestros dijese nada de los Proctor, y que no hablase
creo que es... tíos obligados a volver a Inglaterra lo antes más que de los Apthorp, lo cual es
––Dios mío. ¡Espero que no sea Hanna! que puedan? ¿Y creéis que van a ser lo perfectamente verdad, porque va a ir allí a
bastante mezquinos como para marchar- se y hablar de la compra de la casa; lo sé porque
––Siento decirlo ––añadí––, pero es dejaros que hagáis todo ese viaje solas? Sabéis me lo dijo ella misma.
precisamente ella. ––¡Dios mío, con lo bien que os esperarán. Muy bien. Vuestro tío ––Muy bien ––dijeron, y se marcharon a
que estaba la semana pa- sada! ¿Está muy Harvey es pre- dicador, ¿no? Muy bien, buscar a sus tíos y a darles los saludos y los
enferma? entonces. ¿Va un predicador a engañar a un besos y contarles el recado.
––No tengo ni idea. Se quedaron sentados empleado de la línea de barcos? ¿Va a engañar Ahora todo estaba en orden. Las chicas no
con ella toda la noche, dijo la señorita Mary al sobrecargo de un barco? ¿Para conseguir dirían nada porque querían ir a Inglaterra, y el
Jane, y no creen que dure muchas horas. que dejen embarcar a la señorita Mary Jane? rey y el duque preferirían que Mary Jane se
––¡Quién iba a pensarlo! ¿Qué le pasa? Sabéis perfectamente que no. ¿Entonces qué hubiera ido a trabajar para que saliera bien la
No se me ocurrió nada razonable que decir va a hacer? Pues dirá: «Es una pena, pero las subasta y no estuviera al alcance del doctor
inmediatamente, así que contesté: cosas de mi iglesia ten- drán que arreglárselas Robinson. Yo me sentía estupendo, y
––Tiene paperas. como puedan, porque mi sobrina ha estado calculaba que lo había hecho muy bien...
––¡Paperas tu abuela! La gente no se queda a expuesta a esas horribles paperas pluribu- Calculaba que ni el mismo Tom Sawyer lo
acompañar a las personas con paperas. sunum, de manera que tengo la obligación de podría haber hecho mejor. Naturalmente, él
––¿Conque no, eh? Pues apuesto a que sí quedarme aquí esperando los tres meses que lo habría hecho con más estilo, pero eso a mí
cuando son paperas como las suyas. Estas hacen falta para ver si le han contagiado». no me sale fácil, porque no me he educado
paperas son diferen- tes. Son de un tipo Pero no importa, si creéis que es mejor de esa forma.
nuevo, me dijo la señorita Mary Jane. decírselo a vuestro tío Harvey... Bueno, organizaron la subasta en la plaza
––¿Qué tipo nuevo? ––Eso, y quedarnos aquí haciendo el tonto pública, hacia media tarde, y duró y duró; y
––Mezcladas con otras cosas. cuando podríamos estar divirtiéndonos en allí estaba el viejo, con sus aires de santurrón,
––¿Qué otras cosas? Inglaterra mientras esperábamos si a Mary justo al lado del subastador, citando de vez
––Bueno, sarampión, tos ferina, erisipela y Jane le habían dado o no. Qué tonterías dices. en cuando algo de las Escrituras o algún dicho
consunción y la inciricia y fiebre cerebral y no ––Bueno, en todo caso, a lo mejor tendríais piadoso, y el duque iba de un lado a otro
sé qué más. que decírselo a alguno de los vecinos. haciendo «gu––gu» para que todo el mundo
––¡Dios mío! ¿Y a eso lo llaman paperas? ––Mira ahora lo que dice. Eres lo más sintiera compasión, y sonriéndoles a todos.
––Es lo que dijo la señorita Mary Jane. estúpido que he visto. ¿No entiendes que Pero poco a poco fueron acabándose las
––Bueno, y, ¿por qué diablo lo llaman ellos lo contarían todo? Lo único que hay que cosas y vendiéndose todas, salvo unas pocas
paperas? hacer es no decírselo a nadie. que quedaban en el cementerio. Entonces se
––Bueno, porque son las paperas. Empieza ––Bueno, a lo mejor tienes razón... Sí, creo pusieron a tratar de vender aquello; en mi
por ahí. que tienes razón. vida he visto ni siquiera una jirafa como el
––Bueno, pues no tiene sentido. Alguien ––Pero creo que de todas formas tendríamos rey, tan dispuesta a tragárselo todo. Y cuando
podría pin charse en el pie, infectarse, caerse que decirle al tío Harvey que se ha ido un estaban en ésas atracó un barco de vapor y
por un pozo y romperse el cuello y que se le tiempo para que no se intranquilice por ella. unos dos minu- tos después llegó un grupo
salieran los sesos y entonces vendría un ––Sí, la señorita Mary Jane quería que se lo pegando gritos y chillidos, riéndose y
imbécil a decir que se había muerto porque dijerais. Me ha dicho: «Decidle que saluden al armando jaleo y gritando:
se había cortado en un pie. ¿Tendría sentido tío Harvey y al tío William de mi parte y que ––¡Aquí llega la oposición! Ahora tenemos
eso? No, y esto tampoco tiene sentido. ¿Es les den un beso y les digan que he ido al otro dos grupos de herederos de Peter Wilks:
contagioso? lado del río a ver al señor... Al señor... » ¡Pasen, paguen y vean!
––¿Que si es contagioso? Qué cosas decís. ¿Cómo se llama esa familia tan rica a la que
¿Se puede uno enganchar con un rastrillo en
CAPÍTULO 29 alfombra, que acababa de desembarcar del que no sabemos nada. En tal caso, ¿no se
Traían a un caballero anciano de muy buen barco de vapor y que hablaba con el médico escaparán los cómplices con el saco de oro
aspecto y a otro más joven también de buen en voz baja, mientras miraban al rey de vez que dejó Peter Wilks? No sería raro. Si estos
aspecto, con el brazo derecho en cabestrillo. en cuando y hacían gestos con la cabeza: era hombres no son estafadores, no se opondrán
¡Dios mío, cómo gritaba y reía aquella gente, Levi Bell, el abogado que había ido a a que vaya- mos a buscar el dinero y lo
sin parar un momento! Pero yo no le veía la Louisville, y otro era un tipo alto y robusto guardemos hasta que demuestren que no lo
gracia y supuse que al duque y al rey también que se había acercado a oír lo que decía el son; ¿no os parece?
les costaría trabajo verla. Me daba la anciano y que ahora escuchaba al rey. Y Todo el mundo estuvo de acuerdo. Así que
sensación de que se iban a poner pálidos. cuando terminó el rey, el tipo robusto va y pensé que desde el primer momento habían
Pero no, ellos no palidecieron. El duque no dice: metido a nuestra banda en un apuro bien
dejó ver que sospechaba lo que pasaba, sino ––Oiga, una cosa: si es usted Harvey Wilks, serio. Pero el rey no hizo más que poner cara
que siguió haciendo «gu––gu» a la gente, feliz ¿cuándo llegó usted al pueblo? de pena y decir:
y contento, como un cántaro del que se ––El día antes del funeral, amigo mío ––dice ––Caballeros, ojalá estuviera ahí el dinero,
vierte la leche, y en cuanto al rey, no hizo el rey. pues yo no soy de los que ponen obstáculos a
más que mirar con pena a los recién llegados, ––Pero, ¿a qué hora? una investiga- ción justa, abierta y a fondo de
como si le doliese el estó- mago sólo de ––Por la tarde, una hora o dos antes del este triste asunto; pero, por desgracia, el
pensar que podía haber en el mundo gente anochecer. dinero no está; pueden enviar a buscarlo, si
con tan poca vergüenza. ¡Ah!, lo hizo ––¿Cómo Legó? quieren.
admirable- mente. Muchos de los personajes ––Vine en el Susan Powell desde Cincinnati. ––¿Dónde está, pues?
del pueblo fueron junto al rey para ––Entonces, ¿cómo es que estaba usted ––Bueno, cuando mi sobrina me lo dio para
demostrarle que estaban de su parte. El viejo aquella mañana en la Punta, en una canoa? que se lo guardara, lo escondí en el colchón
caballero que acababa de llegar parecía ––Aquella mañana yo no estaba en la Punta. de mi cama, porque no quería llevarlo al
muerto de confusión. En seguida empezó a ––Miente. banco sólo para unos días y pensé que la
hablar y vi in- mediatamente que tenían un Unos cuantos se le echaron encima y le cama sería un lugar seguro, pues no estamos
acento igual que el de un inglés, no al estilo dijeron que no hablara así a un viejo que acostumbrados a los negros y supuse que
del rey, aunque el rey hacía muy bien las además era predicador. eran honestos, igual que los criados ingleses.
imitaciones. No sé escribir exactamente lo ––De predicador, nada; es un mentiroso y un Los negros lo robaron ala mañana siguiente,
que dijo el anciano, ni puedo imitarlo, pero se estafador. Aquella mañana estaba en la Punta. cuando yo bajé, y cuando los vendí todavía no
volvió hacia la gente y va y dice algo así: Yo vivo allí, me había dado cuenta de que faltaba, así que
––Ésta es una sorpresa que no me esperaba, ¿no? Bueno pues allí estaba yo y allí estaba él, se fueron con él. Aquí mi criado se lo puede
y reconozco con toda sinceridad que no y yo lo vi. Llegó en una canoa, con Tim confirmar, caballeros.
estoy muy bien pre- parado para reaccionar a Collins y un mu- chacho. El médico y varios dijeron «¡vaya!», y vi que
ella y responder, pues mi hermano y yo El médico va y dice: nadie se lo creía del todo. Un hombre me
hemos sufrido algunas desgracias; él se ha ––¿Reconocería usted al muchacho si volviera preguntó si había visto a los negros robarlo.
roto el brazo y anoche dejaron nuestro a verlo, Hines? Dije que no, pero que los había visto salir a
equipaje en un pueblo más arriba por ––Calculo que sí, pero no lo sé. Vaya, ahí escondidas de la habitación y mar- charse y
equivocación. Soy Harvey, el hermano de está. Lo reconozco perfectamente. Y me que nunca había pensado nada malo, porque
Peter Wilks, y éste, su hermano William, que señaló. El médico dice: creí que se habían asustado de haber
es sordomudo, y ahora ni siquiera puede ––Vecinos, no sé si estos nuevos son dos despertado a mi amo y trataban de marcharse
hablar mucho por señas, dado que sólo tiene mentirosos o no, pero si no lo son, es que yo antes de que él los reprendiera. No me
una mano libre. Somos quienes decimos que soy idiota, es lo que digo. Creo que tenemos preguntaron nada más. Entonces el médico se
somos, y dentro de un día o dos, cuando que impedir que se vayan de aquí hasta que lo volvió hacia mí y preguntó:
llegue el equipaje, podré demostrarlo. Pero hayamos aclarado todo. Vamos, Hines; venid ––¿Tú también eres inglés?
hasta entonces no voy a decir más, sino que todos vosotros. Vamos a llevar a estos tipos Dije que sí y él y otros se echaron a reír y
me voy al hotel a esperar. a la taberna a enfrentarlos con los otros dos dijeron: «¡Bobadas!»
Así que él y el nuevo mudo se pusieron en y seguro que antes de terminar habremos Bueno, entonces siguieron con la
marcha, y el rey se echa a reír y suelta: averiguado algo. investigación general, que continuó con sus
––Conque se ha roto el brazo, vaya, justo a A la gente le encantó aquello, aunque quizá altibajos, hora tras hora, y nadie dijo ni
tiempo, ¿no? Y muy cómodo para un no a los amigos del rey; así que nos pusimos palabra de cenar, parecía que ni siquiera se
mentiroso que tiene que hablar por señas y en marcha. Era hacia el atardecer. El médico acordaban de ello, así que siguieron y
que no se las ha aprendido. ¡Han perdido su me llevó de la mano y estuvo muy amable, siguieron y resultó de lo más complicado.
equipaje! ¡Ésa sí que es buena! Y resulta muy pero nunca me soltó. Hicieron que el rey contara su versión, y
ingenioso, en estas circunstancias. Entramos todos en una gran habitación del después que el anciano contara la suya, y
Así que volvió a reírse, igual que todo el hotel y encendieron unas velas e hicieron cualquiera que no hubiera sido una mula llena
mundo, salvo tres o cuatro, o quizá media venir a los dos nue- vos. Primero el médico de prejuicios habría visto que el caballero
docena. Uno de ellos era el médico, otro un dice: anciano decía la verdad y el otro mentiras. Y
caballero de aspecto astuto, con una bolsa de ––No quiero ser demasiado duro con estos luego me obligaron a contar lo que yo sabía.
tela de esas anticuadas, hecha de tejido para dos hombres, pero yo creo que son unos El rey me miró de reojo y me di cuenta de
estafadores y quizá tengan cómplices de los qué era lo que me convenía decir. Empecé a
hablar de Sheffield y de cómo vivíamos allí y me copia las cartas. Lo que está usted pero allí siguió. Calculo que su idea era seguir
de todos los Wilks que había en Inglaterra, y enseñando es su letra, no la mía. adelante con aquello hasta cansar a la gente
todo eso; pero no había dicho gran cosa ––¡Bien! ––dice el abogado––. Así están las para que fuera marchándose y entonces él y
cuando el médico se echó a reír y después cosas. Aquí tengo también algunas de las el duque pudieran fugarse y escapar. En todo
Levi Bell, el abogado, va y dice: cartas de William, de manera que si puede caso, allí siguió, y al cabo de un momento
––Siéntate, muchacho; yo que tú no me usted decirle que escriba una linea o dos, empezó a sonreír y dice:
cansaría. Calculo que no estás acostumbrado entonces podemos compa... ––¡Hum! ¡Vaya una pregunta más difícil! Sí,
a mentir y no te re- sulta fácil; te falta ––No puede escribir con la mano izquierda – señor, puedo decirle lo que llevaba tatuado
práctica. Lo haces bastante mal. –dice el caballero anciano––. Si pudiera en el pecho. Era una flecha pequeña, muy fina,
Aquel cumplido no me agradó mucho, pero utilizar la mano de- recha, verían que escribía de color azul... Eso era; y si no se mira muy
en todo caso celebré que me dejaran en paz. sus propias cartas y también las mías. Por de cerca no se ve. Y ahora, ¿qué me dice
El médico empezó a decir algo y luego se da favor, compárelas usted y verá que están usted?
la vuelta y dice: escritas con la misma letra. La verdad es que en mi vida he visto a nadie
––Si hubieras estado en el pueblo desde el El abogado las comparó, y dice: con tanta cara dura como aquel desaprensivo.
principio, Levi Bell... El rey interrumpió, ––Creo que sí, y si no es así, en todo caso
alargó la mano y dijo: hay un parecido mucho más grande de lo que El anciano, con la mirada encendida, se da la
yo había adverti- do hasta ahora. ¡Bien, bien, vuelta inmediatamente hacia Ab Turner y su
––Pero, ¿éste es el viejo amigo de mi pobre bien! Creía que estábamos en la pista de una compañero, como pensando que esta vez sí
hermano que en paz descanse, del que me solución, pero ahora ha desapare- cido, al que tiene atrapado al rey, y va y dice:
decía tantas cosas en sus cartas? menos en parte. Pero, en todo caso, hay una ––¡Bien, ya han oído lo que ha dicho! ¿Había
El abogado y él se dieron la mano y el cosa que está demostrada: ninguno de esos un tatuaje así en el pecho de Peter Wilks?
abogado sonrió con aire satisfecho y dos es un Wilks ––con un gesto de la cabeza Los dos respondieron:
estuvieron charlando un rato y después se hacia el rey y el duque. ––No vimos nada parecido.
apartaron a un lado y hablaron en voz baja, y Bueno, ¿qué os voy a contar? El tozudo del ––¡Bien! ––dice el anciano caballero––. Lo
por fin el abogado habla en voz alta y dice: viejo idiota no estaba dispuesto a confesar ni que sí vieron que llevaba tatuado en el pecho
––Así se arreglarán las cosas. Hacemos el entonces. De verdad que no. Dijo que aquella era una P ma- yúscula pequeña medio
pedido y lo enviamos, junto con el de su prueba no era justa. Dijo que su hermano borrada y una B mayúscula (que es una inicial
hermano, y así verán que todo está en orden. William se pasaba el tiempo bromeando y no que dejó de usar cuando era joven) y una W
Así que trajeron un papel y una pluma, y el había intentado escribir, y que estaba seguro mayúscula, con guiones entre ellas puestas
rey se sentó, hizo la cabeza a un lado, se de que William iba a gastar una de sus bro- así: P––B––W. Y lo escribió en una hoja de
mordió la lengua y garrapateó algo; después mas en cuanto cogiera el papel. Y se fue papel. Va- mos, ¿no fue eso lo que vieron?
le pasaron la pluma al duque, y por primera calentando y dándole a la lengua hasta el Los otros dos volvieron a hablar y dijeron:
vez puso cara de apuro. Pero tomó la pluma punto de que empezaba a creerse él mismo ––No, no lo vimos. No vimos ningún tatuaje
y escribió. Entonces el abogado se vuelve al lo que decía; pero en seguida el nuevo en absoluto.
anciano recién llegado y le dice: caballero lo interrumpió, y dice: Bueno, ahora todo el mundo estaba de
––Usted y su hermano escriban, por favor, ––Se me acaba de ocurrir algo. ¿Hay alguien pésimo humor y empezaron a gritar:
una línea o dos y firmen con su nombre. aquí que ayudase a vestir a mi her.. que ––¡Son todos unos estafadores! ¡Al estanque
El anciano caballero escribió, pero nadie ayudase a vestir al difunto señor Peter Wilks con ellos! ¡Vamos a ahogarlos! ¡Vamos a
logró leer lo que decía. El abogado pareció para el entierro? sacarlos en un ra- íl! ––Todo el mundo
asombradísimo y di- jo: ––Sí ––dijo alguien––, Ab Turner y yo. Aquí gritaba a la vez, con un escándalo imponente.
––Bueno, no lo entiendo ––y se sacó del estamos los dos. Entonces el anciano se Pero el abogado se sube a la mesa de un salto
bolsillo un montón de cartas antiguas y las vuelve hacia el rey y dice: y dice a gritos:
examinó; después examinó lo que había ––¿Podría este caballero decirme lo que ––¡Caballeros... Caballeros! Permítanme un
escrito el anciano y después otra vez las llevaba tatuado en el pecho? palabra: una sola palabra... ¡POR FAVOR!
cartas, y va y dice––: Estas cartas antiguas son Que me ahorquen si el rey no tuvo que Todavía pode- mos verlo: vamos a
de Harvey Wilks, y aquí vemos estas dos reaccionar a toda velocidad, o se habría desenterrar el cadáver para ver el tatuaje.
letras; todos podéis ver que ninguno de los hecho pedazos como un terrón de tierra Aquello los convenció.
dos escribió las cartas (el rey y el duque cuando se cae al río, de lo repentino que fue; ––¡Hurra! ––gritaron todos, y se pusieron en
pusieron cara de tontos engañados, os y os aseguro que era algo que habría hecho marcha, pero el abogado y el médico
aseguro, al ver cómo les había hecho morder pedazos a cualquiera si le hubieran dado un exclamaron:
el cebo el abogado), y ésta es la letra de ese golpe así sin ninguna advertencia; porque, ––¡Calma, calma! Agarrad fuerte a estos
caballero, y todos podéis ver sin dificultad ¿cómo iba él a saber lo que llevaba tatuado cuatro hombres y al muchacho para que
que tampoco las escribió él; de hecho, los aquel hombre? Palideció un poco; no pudo también vengan ellos.
garabatos que hace ni siquiera pueden evitarlo; y se hubiera podido oír el vuelo de ––¡Eso es! ––gritaron todos––, y si no
calificarse de escritura. Aquí tenemos unas una mosca, porque todo el mundo se inclinó encontramos el tatuaje vamos a linchar a toda
cartas de... un poco hacia adelante a ver qué decía. Yo la banda.
El anciano nuevo va y dice: me dije: «Ahora va a tener que tirar la Os aseguro que ahora yo tenía miedo. Pero
––Por favor, permítanme explicarlo. Mi letra esponja; ya no tiene nada que hacer». ¿Nada no había forma de escaparse. Nos agarraron
no la entiende nadie, pero aquí mi hermano que hacer? ¡la! Casi resulta imposible creerlo, a todos y nos hicieron ir con ellos
directamente al cementerio, que estaba a una Por fin sacaron el ataúd y empezaron a Jim salió corriendo y se me acercaba con los
milla y media río abajo, y nos seguía todo el desatornillar la tapa, y la gente se amontonó brazos abiertos de alegría, pero cuando lo vi
pueblo, porque hacíamos mucho ruido y no tanto dándose coda- zos y empujones para a la luz de un relámpago se me subió el
eran más que las nueve de la noche. coger sitio y mirar lo que pasaba como nunca corazón a la boca y me caí al agua de
Al pasar junto a nuestra casa sentí haber he visto en mi vida, y aquello, en me- dio de espaldas, pues se me había olvidado que era
mandado fuera del pueblo a Mary Jane, la oscuridad, resultaba terrible. Hines me hizo el rey Lear y un árabe ahogado, todo al
porque si ahora le pu- diera hacer una seña mucho daño en la muñeca a fuerza de tirar de mismo tiempo, y me dio un susto mortal.
vendría a salvarme y podría denunciar a ella, y calculo que se había olvidado de mi Pero Jim me sacó del agua e iba a abrazarme
nuestros estafadores. existencia, de nervioso y jadeante que estaba. y a bendecirme, y todo eso de alegría al ver
Bueno, llegamos en masa al camino del río, De pronto, los relámpagos lo iluminaron que había vuelto y que nos habíamos librado
armando más ruido que unos gatos salvajes, y todo con una luz blanca y alguien gritó: del rey y el duque, pero voy y digo:
para que diera más miedo el cielo se estaba ––¡Por Dios vivo, ahí está la bolsa de oro, en ––Ahora no, dejémoslo para el desayuno,
oscureciendo y empezaban a verse unos el pecho! ¡para el desayuno! ¡Corta amarras y deja que
relámpagos temblorosos, y el viento hacía Hines lanzó un aullido, igual que todos los se deslice la bal- sa!
temblar las hojas. Era la situación más terrible demás, y me soltó la muñeca mientras pegaba Así que en dos segundos fuimos bajando por
y más peligrosa en que me había visto en mi un empujón pa- ra abrirse camino a mirar, y el río y la verdad era que daba gusto volver a
vida, y me sentía como atontado; todo iba os aseguro que nunca se ha visto a nadie salir ser libres y es- tar solos en el gran río sin
muy diferente de lo que yo había pensado; en disparado como yo en busca del camino en la nadie que nos molestase. Me puse a dar
lugar de ocurrir de forma que yo pudiera oscuridad. saltos y carreritas y a chocar los talones en el
tomarme el tiempo necesario y divertirme aire unas cuantas veces, porque no podía
con lo que pasaba, con Mary Jane Tenía el camino para mí solo y prácticamente evitarlo; pero hacia la tercera vez oí un ruido
respaldándome para salvarme y devolverme fui volando; por lo menos lo tenía para mí que conocía muy bien, y contuve el aliento y
la libertad cuando las cosas se pusieran feas, solo, salvo aquellas tinieblas densas y los escuché a ver qué pasaba, y claro, cuando
ahora no había nada en el mundo que se relámpagos de vez en cuando y el golpeteo estalló el siguiente relámpago encima del
interpusiera entre la muerte repentina y yo, de la lluvia y las ráfagas de vien- to y el agua, ¡ahí llegaban!, ¡venga de darle a los
salvo aquellos tatuajes. Si no los cañonazo de los truenos, ¡y podéis creerme si remos de forma que su bote corría como una
encontraban... digo que corrí con toda mi alma! bala! Eran el rey y el duque.
No podía soportar pensar en aquello y, sin Cuando llegué al pueblo, vi que no había Así que me caí deshecho entre los troncos y
embargo, no sé por qué no podía pensar en nadie con aquella tormenta, así que no renuncié a todo; tuve que aguantarme mucho
otra cosa. Cada vez se iba poniendo más busqué callejas escondi- das, sino que seguí para no echar- me a llorar.
oscuro y era un momento estupendo para corriendo por la calle principal, y cuando
escaparme de aquella gente, pero el forta- empecé a llegar hacia donde estaba nuestra
chón (Hines) me tenía agarrado de la muñeca casa guiñé los ojos y la vi. Ni una luz; la casa CAPÍTULO 30
y era como tratar de escaparse de Goliás. estaba toda oscura, lo que me hizo sentir Cuando subieron a bordo, el rey se me echó
Prácticamente me llevaba a rastras, de triste y desencanta- do, no sé por qué. Pero encima, me agarró del cuello de la camisa y
nervioso que estaba, y para no caerme tenía por fin, justo cuando pasaba al lado, ¡se dijo:
que correr tras él. enciende de repente la luz en la ventana de ––¡Conque tratando de huir, muchachito! Te
Cuando llegaron se metieron en el Mary Jane! Y me empezó a palpitar el corazón habías cansado de nosotros, ¿verdad? Y yo
cementerio y lo llenaron de una oleada. Y al como si me fuera a reventar, y un segundo respondí:
llegar a la tumba vieron que tenían cien veces después la casa y todo lo demás habían ––No, majestad, no es así... ¡Por favor, pare,
más palas de las que necesitaban, pero a nadie quedado detrás de mí en la oscuridad y ya majestad!
se le había ocurrido traer un farol. Pero de nunca volvería a verla en este mundo. Era la ––Entonces, ¡cuéntanos rápido qué pensabas
todos modos se pusieron a cavar a la luz de mejor chica que he visto en mi vida, y la más hacer, o te saco las tripas a pedazos!
los relámpagos y enviaron a alguien a la casa valiente. ––De verdad, le voy a decir justo lo que pasó,
más cercana, que estaba a media milla, a En cuanto estuve lo bastante lejos del pueblo majestad. El hombre que me sujetaba se
buscar una luz. para ver que podía llegar al banco de arena, portó muy bien conmigo y no hacía más que
Así que cavaron y siguieron cavando como empecé a bus- car atentamente un bote que decir que tenía un hijo de mi edad que se
forzados, y la noche se puso negra como tomar prestado, y al primero que vi a la luz había muerto el año pasado y que le resultaba
boca de lobo y em- pezó a llover y el viento de un relámpago que no estaba encadenado, muy triste ver a un muchacho en una
silbaba y rugía y los relámpagos se veían cada me metí en él y empujé. Era una canoa y sólo situación tan peligrosa, y cuando se quedaron
vez más claros mientras tambori- leaban los estaba atada con una cuerda. El banco de sorprendidos al encontrar el oro y se
truenos; pero aquella gente no hacía ni caso arena estaba bastante lejos, allá en medio del abalanzaron hacia el ataúd, me soltó y me
de entusiasmada que estaba con el asunto; y río, pero no perdí el tiempo, y cuando por fin dijo: «Vete corriendo, o seguro que te
tan pronto se veía todo y las caras de todo el llegué a la balsa esta- ba tan agotado que si cuelgan», y yo me largué. No parecía que
mundo en aquella multitud con las paletadas hubiera podido me habría quedado allí valiese de nada quedarme... Yo no podía
de tierra que salían de la tumba, como al tumbado a recuperar el aliento. Pero no hacer nada y no quería que me ahorcasen si
segundo siguiente la oscuridad lo borraba podía. Al saltar a bordo, grité: podía evitarlo. Así que no paré de correr
todo y no se veía nada en absoluto. ––¡Sal, Jim, y suelta amarras! ¡Bendito sea hasta encontrar la canoa, y cuando llegué aquí
Dios, nos hemos librado de ellos!
le dije a Jim que se diera prisa o todavía ––Bueno, basta ya de estupideces. ¿Me tomas ––¡Cállate! ¡No quiero oírte ni una palabra! –
podrían venir a agarrarme y ahorcarme, y dije por un imbécil? ¿Te crees que no sé quién –dice el duque––. Y ahora mira lo que has
que temía que el duque y usted ya no escondió el di- nero en el ataúd? conseguido. Han recuperado todo el dinero,
estuvieran vivos y me puse muy triste, igual ––¡Sí, señor! ¡Sé que lo sabes porque lo y encima el nuestro, salvo unas perras. ¡Vete
que Jim; por eso me he alegrado mucho al hiciste tú mismo! a dormir y no me vuelvas a hablar de dénficit
verles llegar; pregúntele a Jim si no es verdad. ––¡Mentira! ––y el duque se le echa encima. ni no dénficit en toda tu vida!
Jim dijo que así era, y el rey le mandó cerrar El rey grita:
la boca y añadió: «¡Ah, sí, seguro! », y me ––¡Quita esas manos! ¡Suéltame el cuello! ¡Lo
volvió a dar de sacudidas y a decir que estaba retiro todo! El duque va y dice:
pensando en ahogarme. Pero el duque va y ––Bueno, primero tienes que confesar que Así que el rey volvió al wigwam y buscó
dice: escondiste aquel dinero, y que te proponías compañía en su botella, y poco después el
––¡Suelta al muchacho, viejo idiota! ¿Habrías separarte de mí un día de éstos y volver y duque empezó a dar- le a la suya, y al cabo de
hecho tú otra cosa? ¿Preguntaste tú por él desenterrarlo para quedártelo todo. una media hora volvían a estar tan amigos, y
cuando te largas- te? Yo no lo recuerdo. ––Hombre, un minuto, duque: respóndeme a cuanto más amigos más cariñosos, hasta que
Así que el rey me soltó y empezó a maldecir esta pregunta, con toda sinceridad: si no quedaron roncando, abrazados el uno al otro.
a aquel pueblo y a todos sus habitantes. Pero pusiste tú allí el di- nero, dilo y te lo creo y Los dos se pusieron muy parlanchines, pero
el duque va y dice: ––Más vale que te retiro todo lo que he dicho. vi que el rey no lo estaba tanto como para
maldigas a ti mismo porque eres el que más ––Viejo sinvergüenza, no fui yo y tú lo sabes. olvidarse de que no tenía que repetir que no
lo merece. Desde el principio no has hecho ni ¡Que quede claro! había sido él quien había escondido la bolsa
una cosa con sentido, salvo cuando te ––Bueno, entonces te creo. Pero contéstame con el dinero. Aquello me hizo sentir
inventaste tan tranquilo aquello del tatuaje de sólo una cosa más, y no te enfades. ¿No se te tranquilo y satisfecho. Naturalmente, cuando
la flecha azul. ocurrió llevarte el dinero y esconderlo? se pusieron a roncar nosotros estuvimos
El duque se quedó un momento en silencio y hablando mucho rato y se lo conté todo a
Aquello sí que estuvo bien; estuvo fenómeno. respondió: Jim.
Y fue lo que nos salvó. Porque de no haber ––Bueno, no importa que se me ocurriera o
sido por eso nos habrían metido en la cárcel no, porque en todo caso no lo hice yo. Pero
hasta que llegara el equipaje de los ingleses, y a ti no sólo se te ocurrió, sino que lo hiciste. CAPÍTULO 31
entonces, ¡te apuesto a que de allí a la ––Que me muera si fui yo, duque, y te lo digo Durante días y días no nos atrevimos a parar
penitenciaría! Pero aquel truco les hizo ir al de verdad. No te digo que no fuera a hacerlo, en ningún otro pueblo, sino que seguimos
cementerio y lo del oro nos vino todavía porque sería mentira, pero tú ––o quien bajando por el río. Ya habíamos llegado al
mejor, pues si no se hubieran puesto tan fuera–– te me adelantaste. Sur, donde hacía calor y estábamos muy lejos
nerviosos y nos hubieran soltado cuando se ––¡Mentira! Fuiste tú y tienes que decirlo o... de casa. Empezamos a encontrar árboles
abalanzaron a mirar lo que había, esta noche El rey empezó a gorgotear y luego jadeó: llenos de musgo negro, que les caía de las
habríamos dormido con las corbatas puestas, ––¡Basta! ¡Confieso! ramas como grandes barbas grises. Era la
y corbatas de las que duran para siempre, o Me alegré mucho cuando lo dijo; me hizo primera vez que los veía, y aquello daba al
sea, más de lo que nos convenía. sentir mucho más tranquilo que antes. Así bosque un aspecto solemne y triste. Los
Se quedaron callados un momento que el duque le qui- tó las manos de encima y sinvergüenzas calcularon que ya estaban fuera
pensándolo; después el rey va y dice, como dice: de peligro y empezaron a trabajar otra vez en
recordando algo: ––Si lo vuelves a negar, te ahogo. Está muy los pueblos.
––¡Vaya! ¡Y nosotros creíamos que lo habían bien que te quedes ahí sentado llorando Primero dieron una conferencia sobre la
robado los negros! ¡Yo me puse como un niño. Es lo que te corresponde templanza; pero no sacaron lo suficiente para
nerviosísimo! después de lo que has hecho. En mi vida he emborracharse los dos. Después, en otro
––Sí ––dice el duque, así como lentamente y visto ni a un avestruz que se lo tragara todo, pueblo pusieron una escuela de baile, pero
sarcástico––, eso pensábamos. Al cabo de y yo confiando en ti todo el tiempo, como si bailaban peor que un canguro, así que a la
medio minuto el rey suelta: fueras mi propio padre. Debería darte primera pirueta el público se les echó encima
––Por lo menos, eso pensaba yo. El duque vergüenza haberte que- dado ahí y oír cómo y los expulsó del pueblo. Otra vez quisieron
dice, con el mismo tono: le echaban la culpa a un montón de pobres dar lecciones de locución, pero no
––Por el contrario, lo pensaba yo. El rey se negros, sin decir ni una palabra por ellos. Me «locucionaron» mucho, porque el público se
irrita y dice: siento ridículo recordando que fui tan imbécil levantó y los empezó a maldecir e hizo que se
––Mira, Aguassucias, ¿a qué te refieres? Y el que me creí aquella estupidez. Maldito seas, marchasen. Probaron a hacer de misioneros,
duque contesta, muy firme: ahora en- tiendo por qué estabas tan hipnotizadores, médicos, echadores de la
––Si nos ponemos en eso, quizá me permitas dispuesto a arreglar lo del dénficit: querías buenaventura y un poco de todo, pero
preguntarte a qué te referías tú. quedarte con el dinero que yo había sacado parecía que no tenían suerte. Así que, por fin,
––¡Caray! ––dice el rey, muy sarcástico––, del «sin par» y con una cosa y otra quedarte se quedaron prácticamente sin dinero y no
pues no lo sé: a lo mejor estabas dormido y con todo. hacían más que estar tumbados en la balsa
no sabías lo que hacías. El rey va y dice, todo tímido y todavía con mientras ésta bajaba flotando, pensando y
Entonces el duque se enfadó de verdad y voz jadeante: pensando, sin decir ni una palabra en todo el
contestó: ––Pero, duque, fuiste tú el que dijiste lo de día, tristísimos y desesperados.
compensar el dénficit, no yo.
Por fin empezaron a cambiar y se pusieron a bosque arriba y abajo pegando voces y gritos, para toda su vida, y encima entre
hablar en el wigwam en tono bajo y pero para nada: Jim había des- aparecido. desconocidos, por cuarenta sucios dólares.
confidencial dos o tres horas seguidas. Jim y Entonces me senté y me eché a llorar; no Una vez me dije que sería mil veces mejor
yo nos pusimos nerviosos. No nos gustaba pude evitarlo. Pero no me pude quedar que Jim fuera esclavo en casa, donde estaba
aquello. Pensamos que estarían estudiando sentado mucho tiempo. Al cabo de un rato su familia, si es que tenía que ser esclavo, así
alguna faena peor que las anteriores. Lo volví al camino tratando de pensar lo que que mejor sería escribirle una carta a Tom
hablamos muchas veces y por fin decidimos tendría que hacer, me encontré con un Sawyer para que dijese a la señori- ta Watson
que iban a atracar la casa o la tienda de muchacho que iba andando y le pregunté si dónde estaba. Pero en seguida renuncié a la
alguien o que pensaban falsificar dinero, o había visto a un negro desconocido vestido idea por dos cosas: estaría indignada y
algo parecido. Entonces nos dio mucho mie- de tal y tal forma, y él va y dice: enfadada por su mala fe y su ingratitud al
do y decidimos que no tendríamos nada que ––Sí. escaparse de ella, así que lo volvería a vender
ver con aquello, y que si se presentaba la ––¿Dónde? ––pregunté. río abajo, y si no, todo el mundo desprecia
menor oportunidad nos despediríamos a la ––Por la casa de Silas Phelps, dos millas más naturalmente a un negro ingrato y se lo
francesa y los abandonaríamos. Bueno, una abajo. Es un esclavo fugitivo y lo han pescado. recordarían a Jim todo el tiempo, para que se
mañana a primera hora escondimos la balsa ¿Lo estabas buscando? sintiera des- graciado y deshonrado. Y, ¡qué
en un buen sitio a seguro, a unas dos millas pensarían de mí! Todo el mundo se enteraría
por debajo de una aldea que se llamaba ––¡Y tanto! Me lo encontré en el bosque hace de que Huck Finn había ayu- dado a un negro
Pikesville, y el rey fue a tierra y nos dijo a una o dos horas y me dijo que si gritaba me a conseguir la libertad, y si volvía a ver a
todos que siguiéramos escondidos mientras iba a sacar los hígados y que me quedase alguien del pueblo tendría que ser para
él iba al pueblo a ver si alguien se había quieto, donde estaba, que es lo que he hecho. agachar- me a lamerle las botas de vergüenza.
enterado ya de lo que era «La Realeza Sin Allí he estado desde entonces, por- que me Así son las cosas: alguien hace algo que está
Par» («una casa que robar, a eso te refieres», daba miedo salir. mal y después no quiere cargar con las
me dije yo, ––Bueno ––va y dice él––, ya no tienes que consecuencias. Se cree que mientras pueda
«y cuando termines de robarla vas a volver y tenerle miedo porque lo han pescado. Se fugó esconderse no tendrá que pasar vergüenza. Y
te vas a preguntar qué ha sido de mí y de Jim de no sé dónde en el Sur. ésa era mi situación. Cuanto más lo estudiaba
y de la balsa, y ya puedes esperarnos ––Menos mal que lo han agarrado. más me remordía la conciencia, y más
sentados»). Y dijo que si no volvía al ––¡Hombre, y tanto! Daban una recompensa malvado, rastrero y des- graciado me sentía.
mediodía, el duque y yo sabríamos que todo de doscientos dólares por él. Es como Y, por fin, cuando de repente me di cuenta
iba bien y tendríamos que reunirnos con él. encontrarse dinero en el suelo. del todo de que era la mano de la Providen-
Así que nos quedamos donde estábamos. El ––Sí, es verdad, y podría haber sido mío si yo cia que me daba en la cara y me decía que mi
duque estaba nervioso, sudoroso y de pésimo hubiera sido mayor. Yo lo vi primero. ¿Quién maldad era algo conocido de siempre allá en
humor. Nos reñía por todo y nada de lo que lo pescó? el cielo, porque le había robado su negro a
hacíamos le parecía bien; todo lo encontraba ––Un tipo raro, un desconocido, que vendió una pobre vieja que nunca me había hecho
mal. Desde luego que estaban preparando su derecho a él por cuarenta dólares porque nada malo, y ahora me demostraba que
algo. Me alegré mucho cuando llegó el tiene que ir río arriba y no puede esperar. siempre hay Alguien que lo ve todo y que no
mediodía y no había vuelto el rey; ahora iban ¡Imagínate! Pues yo sí que esperaría aunque permite que se hagan esas maldades más que
a cambiar las cosas, y a lo mejor encima se fueran siete años. hasta un punto determinado, casi me caí al
presentaba una oportunidad. Así que el ––Lo mismo digo yo ––respondí––. Pero a lo suelo de miedo que me dio. Bueno, hice todo
duque y yo fuimos al pueblo y nos pusimos a mejor es que sus derechos no valen tanto si lo que pude para facilitar- me las cosas
buscar al rey; al cabo de un rato lo los vende por tan poco. A lo mejor es que ahí diciéndome que me habían criado mal, de
encontramos en la trastienda de una taberna hay algo que no es legal. manera que no era todo culpa mía, pero
de mala muerte, medio bebido, con un ––Pues te digo que no, que es de lo más legal. dentro de mí había algo que repetía: «Estaba
montón de borrachos que lo provocaban Yo mismo he visto el anuncio de la la escuela dominical y podrías haber ido; y si
para divertirse mientras él los maldecía y los recompensa. Da todos los detalles de él, hubieras ido te habrían enseñado que a la
amenazaba con todas sus fuerzas, tan bebido hasta el último, como si fuera en un cuadro, y gente que hace las cosas que tú has hecho
que no podía ni andar ni hacerles nada. El dice de qué plantación viene, más allá de por ese negro le espera el fuego eterno».
duque se metía con él por ser un viejo idiota Nueva Orleans. No, señor, ya puedes apostar Aquello me hizo temblar. Y decidí ponerme a
y el rey le respondía, así que en cuanto vi que a que no hay nada raro. Oye, dame tabaco rezar y ver si podía dejar de ser un mal chico
aquello se calentaba, me fui a toda mecha y para mascar, ¿tie- nes? y hacerme mejor. Así que me arrodillé. Pero
corrí por el camino del río abajo como un No me quedaba nada, así que se marchó. Fui no me salían las palabras. ¿Por qué no? No
ciervo, porque había visto nuestra a la balsa y me senté en el wigwam a pensar. valía de nada tratar de disimu- lárselo a Él. Ni
oportunidad y decidí que ya podían Pero no se me ocurría nada. Pensé hasta que a mí tampoco. Sabía muy bien por qué no
esperarnos sentados antes de volver a vernos me dolió la cabeza, pero no veía forma de salían de mí. Era porque mi alma no estaba
a Jim y a mí. Llegué sin aliento pero contentí- salir de aquel problema. Después de todo el lim- pia; era porque no me había arrepentido;
simo y grité: viaje y lo que habíamos hecho por aquellos era porque estaba jugando a dos paños. Hacía
––¡Suelta amarras, Jim; todo está arreglado! desalmados, todo se había terminado, todo se como si fuera a re- nunciar al pecado, pero
Pero nadie me respondió ni salió del wigwam. había deshecho y destrozado, porque habían por dentro seguía empeñado en el peor de
¡Jim había desaparecido! Pegué un grito y tenido la mala sangre de jugarle una pasada todos. Trataba de obligar a mi boca a decir
luego otro y otro, y me puse a correr por el así a Jim y volver a con- vertirlo en un esclavo que iba a hacer lo que estaba bien y lo que
era correcto y escribir a la dueña de aquel como conteniendo el aliento, y después me ––¿Por qué me lo ibas a preguntar a mí?
negro para co- municarle dónde estaba; pero dije: ––Bueno ––voy y digo yo––, cuando vi al rey
en el fondo sabía que era mentira, y Él « ¡Pues vale, iré al infierno!», y lo rompí. ayer en aquella taberna me dije que
también. No se pueden rezar mentiras, según Eran ideas y palabras terribles, pero ya estaba tardaríamos horas en llevárnoslo a casa hasta
comprendí entonces. hecho. Así lo dejé, y no volví a pensar más en que se hubiera serenado, así que me puse a
De manera que estaba lleno de problemas, lo de refor- marme. Me lo quité todo de la dar vueltas por el pueblo para hacer tiempo y
todos los problemas del mundo, y no sabía cabeza y dije que volvería a ser malo, que era esperar. Vino un hombre que me ofreció diez
qué hacer. Por fin tuve una idea y me dije: lo mío, porque así me habían criado, y que lo centavos si lo ayudaba a llevar un bote al otro
«Voy a escribir la carta y después intentaré otro no me iba. Para empezar, iba a hacer lo lado del río y a volver con una oveja, así que
rezar». Y, bueno, me quedé asombrado de necesario para sacar a Jim de la esclavitud, y, me fui con él; pero cuando la estábamos
cómo me volví a sentir ligero como una si se me ocuría algo peor, también lo haría, llevando al bote y el hom- bre me dio la
pluma inmediatamente, y sin más problemas. porque una vez metidos en ello, igual daba cuerda y fue detrás del bote para empujar, la
Así que agarré una hoja de papel y un lápiz, ocho que ochenta. oveja resultó demasiado para mí solo y se
sintiéndome muy contento y animado, y me Después me puse a pensar en cómo soltó y se echó a correr, y nosotros detrás
senté a escribir: conseguirlo y le di un montón de vueltas en la de ella. No teníamos perro, así que tuvimos
cabeza, hasta que en- contré un plan que me que correr tras ella por todo el campo hasta
«Señorita Watson, su negro fugitivo Jim está iba bien. Así que vi cuál era la posición de una que se cansó. No la pescamos hasta el
aquí dos millas abajo de Pikesville y lo tiene el isla arbolada que estaba un poco río abajo, y anochecer; después la llevamos al otro lado y
señor Phelps, que se lo devolverá por la en cuanto empezó a oscurecer un poco salí a yo me fui hacia la balsa. Cuando llegué y vi
recompensa si lo manda a buscar. escondidas con mi balsa y la escondí allí, y que había desaparecido me dije: «Se han
después me acosté. Dormí toda la noche y metido en líos y se han teni- do que ir, y se
»HUCK FINN» me levanté antes de que amaneciera, han llevado a mi negro, que es el único negro
Me sentí bien y limpio de pecado por primera desayuné, me puse la ropa de la tienda y el que tengo en el mundo, y ahora estoy en un
vez en toda mi vida y comprendí que ahora ya resto en un hatillo y tomé la canoa para ir a país extraño y no tengo nada mío, no me
podía rezar. Pero no lo hice inmediatamente, tierra. Llegué a donde me pareció que debía queda nada de nada ni tengo forma de
sino que puse la hoja de papel a un lado y me de estar la casa de Phelps y escondí el hatillo ganarme la vida», así que me senté a llorar.
quedé allí pensando: pen- sando lo bien que en los bosques; después llené la canoa de Me quedé dormido en el bosque toda la
estaba que todo hubiera ocurrido así y lo agua y de piedras y la hundí donde pudiera noche. Pero, entonces, ¿qué ha pasado con la
cerca que había estado yo de perderme y de volver a encontrarla cuando quisiera, más o balsa? ... Y Jim. ¡Pobre Jim!
ir al infierno. Y seguí pensando. Y me puse a menos un cuarto de milla abajo de un ––Que me ahorquen si lo sé; me refiero a lo
pensar en nuestro viaje río abajo yvi a Jim pequeño molino de vapor que había en la que ha pasado con la balsa. El viejo imbécil
delante de mí todo el tiempo: de día y de orilla. hizo un negocio y sacó cuarenta dólares, y
noche, a veces a la luz de la luna, otras veces Después me puse en camino, y cuando pasé cuando lo encontramos en la taberna, unos
en medio de tormentas, y cuando bajába- por el molino vi un letrero que decía patosos se habían puesto a jugarse medios
mos flotando, charlando y cantando y «Serrería de Phelps», y cuando llegué a las dólares con él y le habían sacado hasta el
riéndonos. Pero no sé por qué parecía que casas, dos o trescientas yardas más allá, último centavo salvo lo que se había gastado
no encontraba nada que me endureciese en estuve muy atento, pero no se veía a nadie, en whisky, y cuando fui a llevarlo a casa a
contra de él, sino todo lo contrario. Le vi aunque ya había amanecido del todo. Pero no última hora de la noche y vimos que había
hacer mi guardia además de la suya, en lugar me importó porque todavía no quería desaparecido la balsa nos dijimos:
de despertarme, para que yo pudiera dormir encontrarme con nadie: sólo quería ver cómo «Ese pequeño sin vergüenza nos ha robado la
más, y vi cómo se alegró cuando yo volví en era todo aquello. Según mi plan iba a balsa y se nos ha escapado río abajo».
medio de la nie- bla, y cuando volvimos a aparecer allí, viniendo del pueblo, y no desde ––No me iba a escapar sin mi negro, ¿no? El
encontrarnos otra vez en el pantano, allá el río. Así que eché un vistazo y me encaminé único negro que tenía en el mundo, mi única
lejos donde la venganza de sangre, y todos derecho al pueblo. Bueno, al primero que vi propiedad.
aquellos momentos, y cómo siempre me al llegar fue al duque. Estaba poniendo un ––Eso no se nos había ocurrido. La verdad es
llamaba su niño y me acariciaba y hacía todo cartel de «La Realeza Sin Par» (tres que calculo que habíamos llegado a
lo que podía por mí, y lo bueno que había representaciones), igual que la otra vez. considerarlo como nuestro negro; sí, eso es;
sido siempre, hasta que llegué al momento en ¡Qué cara más dura tenían aquellos dos Dios sabe que nos habíamos molestado
que lo había salvado cuando les dije a los sinvergüenzas! Me planté a su lado antes de bastante por él. Así que cuando vimos que
hombres que teníamos la viruela a bordo y lo que él pudiera ni mo- verse. Pareció había desaparecido la balsa y nosotros sin un
agradecido que estuvo y que había dicho que asombrarse y dijo: centavo, no quedaba más remedio que
yo era el mejor amigo que tenía en el mundo ––¡Hola! ¿De dónde sales tú? ––y después intentar otra vez «La Realeza Sin Par». Y aquí
el viejo Jim, y el único que tiene ahora, y añade, como si estuviera muy contento––: ando desde entonces, más seco que un
después, cuando miraba al azar de un lado ¿Dónde está la bal- sa? ¿La has puesto en desierto. ¿Dónde están esos diez centavos?
para el otro, vi la hoja de papel. buen sitio? Dámelos.
Me costó trabajo decidirme. Agarré el papel Y yo contesté: Yo tenía bastante dinero, así que le di diez
ylo sostuve en la mano. Estaba temblando, ––Hombre, eso era lo que iba a preguntar yo centavos, pero le rogué que se lo gastara en
porque tenía que decidir para siempre entre a vuestra gracia. Entonces no pareció estar algo que comer y que me diera algo, porque
dos cosas, y lo sabía. Lo miré un minuto, tan contento y preguntó: no tenía más dinero y no comía desde ayer.
No dijo ni palabra. Al momento si- guiente se dicho que pasa aquí en el Sur. Y cuando le valla de atrás y unas casetas del otro lado; un
me echó encima diciendo: digas que la octavilla y la recompensa son depósito para la cal viva y un gran caldero en
––¿Crees que ese negro se va a chivar de falsos, a lo mejor te cree cuando le expliques el que hervir el jabón junto a la caseta; un
nosotros? ¡Como se chive le sacamos la piel a por qué se repartieron. Ahora largo y dile lo banco junto a la puerta de la cocina, un cubo
tiras! que quieras, pero cuidado con darle a la sin de agua y una calabaza; un perro dormido al
––¿Cómo va a chivarse? ¿No se ha escapado? hueso en ninguna parte, hasta que llegues allí. sol; más perros dormidos a un lado y al otro,
––¡No! El viejo imbécil lo vendió y no lo Así que eché a andar hacia el campo. No miré arbustos y moreras en un sitio junto a la valla;
repartió conmigo y ahora ya no queda nada. atrás, pero tuve la sensación de que me al otro lado de la valla, un huerto y un plantel
––¿Que lo ha vendido? ––dije, y me eché a estaba vigilando. Pero sabía que podía de sandías, y después los campos de algodón
llorar––; pero si era mi negro, así que era mi conseguir que se cansara de mirarme. Seguí y más allá los bosques.
dinero. ¿Dónde está? Quiero a mi negro. andando hacia el campo lo menos una milla Di la vuelta y trepé por encima de la
––Bueno, no te va a llegar tu negro y se antes de pararme; después deshice el camino portezuela de atrás junto a donde estaba la
acabó, así que basta de lloriquear. Vamos: por el bosque hacia la casa de Phelps. Calculé cal viva, y fui a la cocina. Al cabo de unos
¿crees que te atreverí- as a chivarte de que más valía empezar con mi plan sin pasos oí el zumbido sordo de una rueca y
nosotros? Que me cuelguen si me fío de ti. pérdida de tiempo porque quería evitar que entonces comprendí que más me valdría estar
Caray, si fueras a chivarte de nosotros... Jim dijera nada hasta que se mar- charan muerto, porque es el ruido más solitario de
Se calló, pero nunca había visto al duque aquellos tipos. No quería problemas con todo el mundo.
lanzar una mirada tan horrible. Yo seguí gente así. Ya estaba harto de ellos y quería Seguí adelante, sin hacerme ningún plan
llorando y dije: perderlos de vista para siempre. concreto, confiando sólo en que la
––No quiero chivarme de nadie, y además no Providencia me pusiera las palabras acertadas
tengo tiempo de hacerlo; tengo que buscar a en la boca cuando llegara el momento, pues
mi negro. Parecía como molesto y se quedó había advertido que la Providencia siempre
con los programas revoloteándole encima del
CAPÍTULO 32 me ponía en la boca las palabras exactas si la
brazo, pensando y arru- Cuando llegué estaba todo en calma, como si dejaba en paz.
gando la frente. Por fin dijo: fuera domingo, hacía calor y brillaba el sol; los Cuando estaba a mitad de camino, primero
––Te voy a decir una cosa. Tenemos que esclavos se habían ido a los campos y no se un perro y después otro se levantaron, así
pasar aquí tres días. Si prometes que no te oía más que ese zumbido de los insectos y las que naturalmente me paré frente a ellos,
vas a chivar y que no vas a dejar que se chive moscas en el aire que le hace a uno sentir tan totalmente inmóvil. ¡Y menudo jaleo
el negro, te digo dónde está. solo como si todo el mundo se hubiera armaron! Al cabo de un cuarto de minuto se
Así que se lo prometí y él continuó: muerto y desaparecido, y si sopla una brisa y podría decir que yo era como el eje de una
––Un campesino que se llama Silas Ph... hace temblar las hojas, se siente uno triste rueda y que los radios eran los perros, un
Y después se calló. O sea, que había porque es como si fueran los espíritus que círculo de quince de ellos que me daba
empezado a contarme la verdad, pero cuando dicen algo, unos espíritus que llevan muertos vueltas, con los cuellos y las narices
se calló y empezó a pensar y a reflexionar, muchos años, y siempre piensas que están apuntados hacia mí, ladrando y aullando, y
calculé que estaba cambiando de opinión. Y hablando de ti. En general, le dan a uno ga- llegaban cada vez más; se los veía saltar las
eso era. No se fiaba de mí; quería ase- nas de estar muerto, y de haber acabado con vallas y salir de las esquinas por todas partes.
gurarse de que no le iba a crear problemas todo. De la cocina salió corriendo una negra con un
los tres días enteros. Así que al cabo de un La casa de Phelps era una de esas rodillo de amasar en la mano gritando:
momento va y dice: plantaciones de algodón muy pequeñas, que «¡Fuera! ¡Tú, Tige!
––El hombre que lo compró se llama Abram son todas iguales. Una va- lla de troncos en ¡Tú, Spot! ¡Fuera, digo!» Y les dio un golpe
Foster, Abram G. Foster, y vive cuarenta torno a un patio de dos acres; una entrada primero a uno y luego a otro, que se fueron
millas campo a través, en el camino de hecha de troncos aserrados y puestos en el aullando, y des- pués siguió el resto, y al cabo
Lafayette. sue- lo, como escalones de diferentes alturas de un segundo la mitad de ellos volvieron,
––Muy bien ––dije yo––. Eso lo puedo para pasar por encima de la valla y para que meneando las colas y haciéndose amigos
recorrer en tres días. Y me marcho esta se suban en ella las mujeres cuando van a míos. La verdad es que los perros no son
misma tarde. montar a caballo; unos matojos de hierba en malos bichos.
––No, ni hablar, te marchas ahora mismo, y el patio, pero en general todo muy árido Y detrás de la mujer aparecieron una niña
no pierdas el tiempo ni te pongas por ahí a yliso, como un sombrero viejo y desgastado; negra y dos niños negros que no llevaban
charlar. Ten la boca bien cerrada y ponte en una casa grande de troncos dobles para los nada puesto más que unas camisas de lino y
marcha; así no tendrás ningún problema con blancos: troncos acabados con los agujeros se agarraban al vestido de su madre y me
nosotros, eme oyes? tapados con adobe o mortero y con esas miraban desde detrás de las faldas muy
Ésa era la orden que quería yo recibir y la separaciones que se encalan de vez en tímidos, como hacen todos. Entonces salió
que estaba esperando. Quería libertad para cuando; una cocina de troncos redondos con corriendo de la casa la mujer blanca, que
llevar a cabo mis planes. un pasillo ancho y abierto pero techado que tendría cuarenta y cin- co o cincuenta años,
––Así que largo ––dice––, y puedes contarle llevaba a la casa, una cabaña de troncos para sin sombrero y con el huso de la rueca en la
al señor Foster lo que quieras. A lo mejor ahumar carnes detrás de la cocina, tres mano, y detrás de ella sus hijos blancos, que
consigues que se crea que Jim es tu negro, pequeñas cabañas de troncos para los negros, eran igual de tímidos que los negros. Sonreía
porque hay idiotas que no exigen puestas en una fila al otro lado de la cabaña de oreja a oreja, y va y dice:
documentos, o por lo menos eso me han para ahumar, otra cabaña aislada contra la ––¡Eres tú por fin! ¿Verdad?
Solté un «sí, señora» antes de pensármelo. galgrena, eso fue. Se puso todo azul y se Apenas pude ver al viejo cuando entró
Me abrazó y después me tomó de las dos murió con la esperanza de una resurrección porque después me lo tapó la cama. La
manos y me las estrechó muchas veces, sin gloriosa. Dicen que daba miedo verlo. Tu tío señora Phelps dio un salto y preguntó:
parar de decir: «No te pareces tanto a tu ha ido al pueblo todos los días a buscarte, y ––¿Ha llegado?
madre como yo creía, pero la verdad es que acaba de volver a salir hace sólo una hora; ––No ––respondió su marido.
no me importa nada. ¡Me alegro tanto de debe de estar a punto de volver. Debes de ––¡Santo cielo! ––dijo ella––, ¿qué puede
verte! ¡Dios mío, Dios mío, si es que podría habértelo encontrado por la carretera, ¿no? haberle pasado?
comerte! ¡Niños, es vuestro primo Tom! A Ya mayor, con una... ––No me lo puedo imaginar ––dijo el
ver si lo saludáis. ––No, no he visto a nadie, tía Sally. El barco anciano––, y debo confesar que no me siento
Pero agacharon las cabezas, se llevaron los llegó justo al amanecer, dejé mi equipaje en el nada tranquilo.
dedos a la boca y se escondieron detrás de muelle y fui a darme una vuelta por el pueblo ––¡Tranquilo! ––dijo ella–– ¡Yo estoy a punto
las faldas de su madre. Entonces ella siguió y también por el campo para hacer tiempo y de volverme loca! Tiene que haber llegado, lo
diciendo: no llegar demasiado tempra- no; por eso he que pasa es que no lo has visto por el camino.
––Lize, deprisa, prepárale un desayuno llegado por la parte de atrás. Estoy segura de que ha sido eso. Algo me lo
caliente ahora mismo. ¿O ya desayunaste en ––¿A quién le diste el equipaje? dice.
el barco? ––A nadie. ––Pero, Sally, es imposible que no lo haya
Dije que había desayunado en el barco. ––¡Pero, niño, te lo van a robar! visto, y lo sabes.
Entonces ella fue hacia la casa agarrándome ––No, donde lo escondí no lo creo ––dije. ––Pero, ay Dios mío, Dios mío, ¿qué dirá mi
de la mano, y los ni- ños vinieron detrás. ––¿Cómo es que desayunaste tan temprano hermana? Tiene que haber llegado. Tiene que
Cuando llegamos me hizo sentar en una silla en el barco? Aquello se estaba poniendo ser que no lo has visto. Tiene...
de rejilla y ella se sentó en un taburete bajo dificil, pero respondí. ––Bueno, no me preocupes más de lo que ya
frente a mí, agarrándome de las dos manos, y ––El capitán me vio levantado y pensó que estoy. No sé cómo demonio entenderlo. Ya
va y dice: más valía que comiese algo antes de no se qué pensar y no me importa reconocer
––Ahora puedo mirarte bien y, Dios me desembarcar, así que me llevó a las camaretas que estoy asustadísimo. Pero no es posible
bendiga, tenía tantísimas ganas de verte todos de arriba, donde comen los oficiales, y me dio que haya llegado porque no podría llegar sin
estos años, y ¡por fin has llegado! Llevábamos todo lo que quería. que lo hubiera visto yo. Sally, esto es
esperándote dos días o más. ¿Por qué has Me estaba poniendo tan nervioso que no horrible, sencillamente horrible... ¡Seguro que
tardado tanto? ¿Es que embarrancó el barco? estaba atento. Pensaba todo el tiempo en los le ha pasado algo al barco!
––Sí, señora... es que... niños; quería lle- vármelos a sacarles algo de
––No me digas sí señora; dime tía Sally. información para averiguar quién era yo. Pero ––¡Mira, Silas! ¡Mira allí! ¡Por el camino! ¿No
¿Dónde embarrancó? no había forma. La señora Phelps no hacía viene alguien?
más que hablar. Al cabo de un rato me dieron Él saltó a la ventana junto a la cabecera de la
No sabía exactamente qué decir, porque no escalofríos por todo el cuerpo porque dijo: cama y le dio a la señora Phelps la
sabía si el barco vendría río arriba o río abajo. ––Pero aquí estamos venga de hablar y oportunidad que buscaba ella. Se inclinó a los
Pero hago mu- chas cosas por instinto, y mi todavía no me has dicho nada de mi hermana pies de la cama y me dio un tirón para
instinto decía que vendría río arriba desde ni de los demás. Ahora pararé de darle a la hacerme salir; y cuando su marido se volvió
Orleans más o menos. Pero aquello tampoco lengua y te toca a ti; cuéntamelo todo, dime de la ventana allí estaba ella, toda sonriente y
me servía de mucho, porque no sabía cómo cómo están todos hasta el último de ellos, radiante como un sol, y yo a su lado, calladito
se llamaban las barras de esa parte. Vi que cómo les va y lo que hacen y lo que te han y sudoroso. El anciano me contempla y dice:
tendría que inventarme una barra u olvidarme dicho que me digas y todo lo que recuerdes. ––Pero, ¿quién es ése?
de cómo se llamaba en la que habíamos Bueno, comprendí que estaba en un auténtico ––¿Quién te crees que es?
embarrancado o... Entonces se me ocurrió apuro. La Providencia me había apoyado hasta ––No tengo ni idea. ¿Quién es?
una idea y la solté. ese momen- to, pero ahora me tocaba ––¡Es Tom Sawyer!
––No fue lo de embarrancar... Aquello no arreglármelas como pudiera. Vi que no valía ¡Os juro que casi me caigo al suelo! Pero no
nos hizo retrasar casi. Fue que reventó la de nada tratar de empezar: tenía que confesar tuve tiempo de cambiar de táctica; el viejo
cabeza de un cilindro. la verdad. Así que me dije: «Ahora tengo que me agarró de la mano y me la estrechó una y
––¡Dios mío! ¿Algún herido? arriesgarme otra vez a decir la verdad». Abrí otra vez, y todo el tiempo la mujer bailaba en
––No, señora. Mató a un negro. la boca para empezar a hablar, pero ella me torno a nosotros riéndose y llo- rando;
––Bueno, menos mal; porque a veces esas agarró, me escondió detrás de la cama, y va y después se pusieron los dos a preguntarme
cosas matan a alguien. Las Navidades pasadas dice: montones de cosas acerca de Sid y de Mary y
hizo dos años que tu tío Silas venía de Nueva ––¡Aquí llega!, agacha más la cabeza; bueno, del resto de la tribu.
Orleans en el viejo Lally Rook y reventó la así está bien, ahora no te puede ver. Que no Pero si ellos se alegraron, aquello no era nada
cabeza de un cilindro y dejó inválido a un note que estás aquí. Quiero gastarle una en comparación conmigo, porque era como
hombre. Y creo que después murió. Era broma. Niños, no digáis ni una palabra. volver a nacer. Me alegré montones de
baptista. Tu tío Silas conocía a una familia de Vi que me estaba metiendo en otra buena enterarme de quién era. Bueno, se me
Baton Rouge que conocía muy bien a la suya. pero no valía de nada preocuparse; no había quedaron pegados dos horas, y por fin, cuan-
Sí, ahora recuerdo que efectivamente se nada que hacer más que quedarme callado y do tenía la lengua tan cansada que casi no
murió. Le dio la galgrena y le tuvieron que tratar de escapar cuando estallara la podía ni moverla, les había dicho ya más cosas
amputar. Pero ni así se salvó. Sí, fue la tormenta. de mi familia (quiero decir de la familia
Sawyer) de las que hubieran podido ocurrir a Eso fue lo que hizo, y se quedó convencido, y ––¡Hombre, qué maravilla! ¡Quién habría
seis familias Sawyer juntas. Y les expliqué se puso tan contento de volver a verme que pensado que esa yegua era capaz de correr
todos los detalles de cómo se había no sabía que hacer. Quería enterarse de todo tanto! Ojalá le hubiéramos tomado el tiempo.
reventado la cabeza de un cilindro en la inmediatamente, porque era una gran Y no ha sudado ni una gota, ni un gota. Es una
desembocadura del río Blanco y nos había aventura misteriosa, de manera que era lo maravilla. Hombre, ahora no aceptaría ni cien
llevado tres días arreglarlo. Lo cual estaba que le gustaba. Pero yo le dije que dejara dólares por esa yegua, de verdad que no, y
muy bien y funcionó estupendamente, por- todo aquello para más tarde y le dije a su sin embargo antes la habría vendido por
que ellos no sabían si hacían falta tres días cochero que espe- rase, y nos apartamos algo quince y me habría quedado tan contento.
para arreglarlo. Si les hubiera dicho que y le conté el problema que tenía y le pregunté No dijo nada más. Era la persona más
habíamos reventado un perno les habría dado qué le parecía mejor hacer. Dijo que se lo inocente y más buena que he visto en mi vida.
igual. dejara pensar un momento y no le dijera Pero no era de sor- prender, porque no sólo
Ahora yo me sentía muy tranquilo por una nada. Así que se quedó pensando y pensando, era agricultor, sino también predicador, y
parte y muy intranquilo por la otra. El ser y al cabo de un momento va y dice: tenía una iglesita de troncos en la trasera de
Tom Sawyer me re- sultaba fácil y cómodo y ––Está bien; ya lo tengo. Pon mi baúl en tu la plantación que había construido él de su
lo siguió siendo hasta que al cabo de un rato carreta y di que es el tuyo; y vuelve propio bolsillo para que sirviera de iglesia y
oí que bajaba por el río un barco de vapor. despacito, para llegar a la casa hacia la hora de escuela, y nunca cobraba nada por
Entonces me dije: «¿Y si viene Tom Sawyer calculada; yo voy a deshacer un poco de predicar, y la verdad era que lo hacía muy
en ese barco? ¿Y si llega en cualquier camino para volver a empezar y llegar un bien. Allá en el Sur había muchos agri-
momento y me llama por mi nombre antes cuarto de hora o media hora después que tú, cultores––predicadores, como él, que
de que pueda hacerle un guiño para que no y al principio no tienes que decir que me también hacían lo mismo.
diga nada?» conoces. Al cabo de una media hora apareció la
Bueno, no podía dejar que pasara, porque lo Respondí: carreta de Tom en la puerta principal y la tía
fastidiaría todo. Tenía que ir al camino y ––Muy bien, pero espera un momento. Sally la vio por la ventana, porque sólo estaba
pararlo a tiempo. Así que le dije a aquellos Queda algo más: algo que no sabe nadie más a unas cincuenta yardas, y dijo:
dos que iría al pueblo a buscar mi equipaje. El que yo, y es que ahí hay un negro que quiero ––¡Vaya, ha venido alguien! ¿Quién será? Pues
anciano quería venir conmigo, pero le dije robar para liberarlo, y se llama Jim; el Jim de parece que es un desconocido. Jimmy ––que
que no, que podía conducir yo mismo el la vieja señorita Watson. era uno de sus hijos––, ve corriendo a decirle
caballo y que prefería que no se molestara a Lize que ponga otro plato para la comida.
por mí. Y él va y dice: Todo el mundo echó a correr a la puerta
––¡Cómo! pero si Jim ya... principal porque, naturalmente, no llegan
Se paró y siguió pensándolo, y luego voy yo y desconocidos todos los años, así que resultan
digo: más interesantes que la fiebre amarilla. Tom
CAPÍTULO 33 ––Ya sé lo que vas a decir. Vas a decir que es ya había cruzado la puerta e iba hacia la casa;
Así que me puse en marcha hacia el pueblo un asunto sucio y ruin, pero, ¿qué me la carreta se volvía hacia el pueblo y todos
con la carreta, y cuando estaba a mitad de importa a mí? Yo soy ruin y voy a robarlo y estábamos amontonados a la entrada. Tom
camino vi que ve- nía otra carreta, y quiero que te quedes callado y no digas nada. llevaba la ropa comprada en la tienda y tenía
efectivamente era Tom Sawyer, así que me ¿Quieres? un público, que era lo que más le gustaba en
paré y esperé hasta que llegó. Le dije: «¡Fre- Se le iluminó la mirada y dijo: el mundo a Tom Sawyer. En circunstancias así
na!», y se paró a mi lado, abrió una boca de a ––¡Te voy a ayudar a robarlo! no le resultaba nada difícil darse todos los
palmo, y así se quedó; tragó saliva dos o tres Me quedé como de piedra, como si me aires que hiciera falta. No era un chico para
veces, igual que un cura cuando se le seca la hubieran pegado un tiro. Aquello era lo más llegar manso como una oveja; no, llegaba con
garganta, y después dijo: asombroso que había oído en mi vida, y tengo calma y con aires de importancia, como un
––Yo nunca te hice nada malo. Y tú lo sabes. que decir que Tom Sawyer decayó mucho en carnero. Cuando llegó delante de nosotros se
Así que, ¿por qué has vuelto a perseguirme? mi estima. Sólo que no podía creér- melo. quitó el sombrero muy elegante y muy fino,
Le respondí: ¡Tom convertido en un ladrón de negros! como si fuera la tapadera de una caja dentro
––No he vuelto... Nunca me fui. ––¡Bueno, vamos! ––dije––. Estás de broma. de la que hubiera mariposas durmiendo y no
Cuando oyó mi voz se tranquilizó algo, pero ––De broma, nada. quisiera molestarlas, y va y dice:
todavía no estaba convencido del todo. Dijo: ––Bueno, pues ––dije yo––, bromas o no, si ––¿El señor Archibald Nichols, supongo?
––No me hagas nada malo, porque yo no te oyes decir algo de un negro fugitivo no ––No, muchacho ––dijo el anciano––. Siento
lo haría a ti. ¿Me juras que no eres un olvides que tú no sa- bes nada de él y yo decirte que tu conductor te ha engañado; la
fantasma? tampoco. casa de Nichols está unas tres millas más allá.
––Te lo juro ––respondí. Entonces él sacó su baúl y lo puso en mi Pasa, pasa.
––Bueno... Yo... Bueno, claro que debería carreta, y se marchó por su camino y yo por Tom echó una mirada por encima del
bastar con eso, pero la verdad es que no el mío. Pero, natu- ralmente, se me olvidó hombro y dice:
entiendo nada. Mira, que tenía que ir despacio de lo contento y lo ––Demasiado tarde, ya no se ve.
¿es que nunca te asesinaron? lleno de ideas que estaba, así que llegué a casa ––Sí, se ha ido, hijo mío, y debes entrar y
––No. Nunca me asesinaron... Fue un truco demasiado temprano para un viaje tan largo. comer con nosotros, y después
mío. Acércate a tocarme si no me crees. El viejo estaba en la puerta y dice: engancharemos la yegua y te llevamos a casa
de Nichols.
––Ah, no puedo causarles tanta molestia; ni gustaría. Lo dijeron todos, hasta el último, Cenamos en aquel ancho pasaje abierto entre
pensarlo. Iré a pie... No me importa la pero lo siento, señora, y no volveré a la casa y la cocina, y en la mesa había
distancia. hacerlo. De verdad que no. suficiente para siete familias y todo estaba
––Pero no te vamos a dejar que vayas a pie; ––¿Conque no volverás a hacerlo, verdad? caliente; nada de esa carne fibrosa y dura que
eso no sería la hospitalidad del Sur. Pasa sin ¡Hombre, te lo aseguro! se guarda en una fresquera en un sóta- no
más. ––No, lo digo de verdad; no volveré a húmedo toda la noche y que por la mañana
––Sí, por favor ––dijo la tía Sally––; no es hacerlo jamás hasta que me lo pida usted. sabe igual que un pedazo de caníbal viejo y
ninguna molestia. Debes quedarte. Son tres ––¡Hasta que te lo pida yo! ¡Bueno, no he frío. El tío Silas rezó una acción de gracias
millas largas y hay mucho polvo; no podemos oído cosa igual en toda mi vida! Te aseguro muy larga, pero mereció la pena, y las cosas
dejar que vayas a pie. Y, además ya les he que vas a ser el Matusalén más tonto de la no se enfriaron ni pizca, como he visto que
dicho que pongan otro plato cuando te vi creación antes de que yo te pida nada pasa montones de veces con ese tipo de
llegar, así que no debes desilusionarnos. Pasa semejante. .. Ni a ti ni a nadie como tú. interrupciones.
adentro, que estás en tu casa. ––Bueno ––dice Tom––, me sorprende Pasamos toda la tarde hablando; Tom y yo
Así que Tom les dio las gracias con mucha muchísimo. No sé por qué, pero no lo estuvimos alerta todo el tiempo, pero no
animación y cortesía y se dejó persuadir; una entiendo. Dijeron que le gustaría y yo valió de nada, porque no dijeron ni palabra
vez dentro dijo que era de Hicksville, Ohio, y también lo creí. Pero... ––se calló y miró del negro fugitivo y nos daba miedo ser
que se llamaba William Thompson, e hizo lentamente a un lado y a otro, como si nosotros quienes sacáramos el tema. Pero
otra reverencia. quisiera en- contrar una mirada amistosa en aquella noche, a la hora de cenar, uno de los
Bueno, no dejó de hablar y de hablar y de alguna parte, y por fin se detuvo en el anciano muchachos va y dice:
hablar inventándose cosas de Hicksville y de y le preguntó––: ¿No creía usted, caballero,
toda clase de gen- te que se le iba que le gustaría que la besara? ––Padre, ¿no podemos Tom y Sid y yo ir a
ocurriendo, y yo me iba poniendo nervioso y ––Pues no; yo... yo... creo que no. ver la función?
preguntándome cómo me iba a ayudar Entonces siguió mirando hasta que se detuvo ––No ––contestó el viejo––. Creo que no va
aquello a salir del apuro; por fin, mientras en mí y preguntó: a haberla, y aunque la hubiera no podríais ir,
seguía hablando, se levantó y le dio a tía Sally ––Tom, ¿no creías tú que la tía Sally abriría porque el negro fugitivo nos ha contado a
un beso en plena boca y después volvió a los brazos y diría: «Sid Sawyer...»? Burton y a mí todo lo que pasa en esa función
sentarse en su silla tan tranquilo e iba a seguir ––¡Dios mío! ––dijo ella, interrumpiéndole y escandalosa, y Burton dijo que se lo iba a
hablando; pero la tía Sally dio un salto, se dando un salto hacia él––, criatura insolente, decir a la gente, así que creo que hemos
limpió la boca con el dorso de la mano y dijo: mira que en- gañarla a una así... ––e iba a echado del pueblo a esos gandules
––¡Atrevido, maleducado! darle un abrazo pero él la apartó y dijo: presumidos.
Él pareció dolerse, y va y dice: ––No, primero me lo tiene que pedir. ¡Así estaban las cosas! Pero no podíamos
––Me sorprende, señora. Así que ella no perdió el tiempo, sino que se hacer nada. Tom y yo teníamos que dormir
––Te sorpre... Pero, ¿quién te crees que soy? lo pidió y lo llenó de abrazos y de besos una en la misma habita- ción y en la misma cama,
Me dan buenas ganas de agarrar y... Pero, y otra vez, y después se lo pasó al viejo, que así que como estábamos cansados nos
¿qué es eso de darme un beso? hizo lo propio. Y cuando volvieron a despedimos y nos fuimos a acostar inme-
Él pareció encogerse, y dijo: tranquilizarse un poco dijo ella: diatamente después de cenar, salimos por la
––No era con mala intención, señora. No ––Pero Dios mío, nunca he visto una ventana y bajamos por el pararrayos para ir al
quería disgustarla, yo ... yo... Creí que le sorpresa igual. No te estábamos esperando a pueblo, pues no creía que nadie fuera a
gustaría. ti en absoluto, sino únicamente a Tom. Mi decirles ni palabra al reyy al duque, así que si
––¡Menudo idiota! ––agarró el huso de la hermana nunca me dijo que fuera a venir más no corría yo a avisarles, seguro que se iban a
rueca y pareció que iba a darle un golpe con que él. meter en un buen jaleo.
él––. ¿Por qué iba a gustarme? ––Porque sólo pensó enviar a Tom ––dijo él– Por el camino Tom me contó que todo el
––Bueno, no sé. Es que... Es que... Me dijeron –, pero yo le supliqué y le supliqué y a última mundo se había creído lo de mi asesinato y
que así sería. hora me dejó venir también; así que cuando que padre había desaparecido en seguida y no
––Te dijeron que así sería. Pues el que te lo bajábamos por el río, Tom y yo pensamos había vuelto, y el jaleo que se armó cuando
dijera es otro lunático. Nunca he oído nada que sería una gran sorpresa que llegase él Jim se escapó, y yo le conté a Tom toda la
igual. ¿Quiénes te lo dijeron? primero a la casa y después apareciera yo historia de nuestros caraduras de «La Realeza
––Bueno, todo el mundo. Eso fue lo que como de repente, haciéndome el Sin Par», y todo lo que me dio tiempo a
dijeron, señora. desconocido. Pero nos equivocamos, tía Sally. contarle de nuestro viaje en balsa, y cuando
Ella apenas podía aguantarse, echaba fuego Esta casa no es sana para los desconocidos. llegamos al pueblo, hacia la parte del centro
por los ojos y movía los dedos como si ––No, ni para los niños insolentes, Sid. (serían ya las ocho y me- dia), apareció un
quisiera arañarlo, y dijo: Tendría que haberte dado una bofetada; sabe montón de gente corriendo con antorchas,
––¿Quién es todo el mundo? Dame sus Dios desde cuándo no me llevaba una dando gritos y aullidos y golpeando cacerolas
nombres o habrá un idiota menos en este sorpresa así. Pero no importa, no me importa y soplando en cuernos; nos hicimos a un lado
mundo. Tom se levantó, con aire apurado, la forma: estoy dispuesta a aguantar mil para dejarlos pasar y vi que llevaban al rey y
dándole vueltas al sombrero, y dijo: bromas así con tal de que estéis aquí. el duque monta- dos en un rail, es decir, supe
––Lo siento, y no me lo esperaba. Me lo ¡Menuda función habéis representado! No que eran el rey y el duque, aunque los habían
dijeron. Me lo dijeron todos. Todos me voy a negarlo, casi me quedo putrificada de embadurnado de alquitrán y plumas y no
dijeron «dale un beso», y dijeron que le asombro cuando me diste el beso. parecían seres de este mundo, sino una
especie de plumeros monstruosos. Bueno, que está preso, y no es probable que haya reputación que perder, y allá en casa tenía
lamenté ver- los y lo sentí por aquellos dos presos en una plantación tan pequeña familia también con reputación, y era listo y
pobres sinvergüenzas, como si ya no pudiera donde toda la gente es tan buena y tan no un atontado, y sabía cosas, no era un
tener nada contra ellos. Resultaba horrible amable. El preso es Jim. Muy bien, me alegro ignorante, y no era mezquino sino amable, y
contemplarlo. Los seres humanos pueden ser de haberlo averiguado como los detectives; sin embargo ahí estaba sin ningún orgullo ni
terriblemente crueles unos con otros. de otra forma no me gustaría. Ahora tienes santurronerías ni sentimientos, dispuesto a
Vimos que habíamos llegado tarde, que no que empezar a pensarlo y estudiar un plan me- terse en un asunto así y a llenarse de
podíamos hacer nada ya. Preguntamos a para roba- ra Jim; yo estudiaré otro y vergüenza y llenar de vergüenza a su familia,
algunos de los reza- gados qué había pasado y seguiremos el que más nos guste. delante de todo el mun- do. Yo no podía
dijeron que todo el mundo había ido a la ¡Qué cabeza para no ser más que un comprenderlo en absoluto. Era absurdo y
función con caras de inocentes y se habían muchacho! Si yo tuviera la cabeza de Tom comprendía que tendría que decírselo y
quedado tan tranquilos y en silencio hasta Sawyer, no la cambiaría por ser duque, ni demos- trarle que era buen amigo suyo y
que el pobre del rey estaba en medio de sus piloto de un barco de vapor, ni payaso de dejar que lo abandonara donde estaba y se
piruetas en el escenario; entonces alguien dio circo, ni nada que se me pueda ocurrir. Me salvara. Y empecé a decírselo, pero me hizo
una señal y todo el público se levantó y se puse a pensar un plan, pero sólo por hacer callar y respondió:
lanzó contra ellos. algo. Sabía muy bien de dónde iba a venir el ––¿Te crees que no sé lo que hago? ¿No sé lo
Así que volvimos a casa y yo ya no me sentí mejor plan. En seguida Tom va y dice: que hago en general?
tan orgulloso como antes, sino como ––¿Listo? ––Sí.
encogido y avergonza- do y como si tuviera la ––¿No he dicho que iba a ayudar a robar al
culpa, aunque no había hecho nada. Pero es ––Sí ––respondí. negro?
lo que pasa siempre; no importa que uno ––Bueno, cuéntamelo. ––Sí.
haga las cosas bien o mal, porque la ––Mi plan es éste ––dije––. Podemos ––Pues eso.
conciencia no tiene sentido común y siempre enterarnos fácil de si es Jim el que está ahí. No dijo más y yo tampoco. Ya no valía la
se le echa a uno en- cima pase lo que pase. Si Después, mañana por la noche saco mi canoa pena, porque cuando decía que iba a hacer
yo tuviera un perro amarillo que no fuera y traemos mi balsa de la isla. A la primera algo siempre lo hacía. Pero aunque no
más inteligente que la conciencia de las noche ocura que tengamos le sacamos la llave entendía cómo estaba dispuesto a meterse en
personas, lo envenenaría. Ocupa más espacio de los pantalones al viejo cuando se vaya a la una cosa así, lo dejé y no me volví a
que todo lo demás, y sin embargo, no sé por cama y nos vamos río abajo con Jim, preocupar de aquello. Si estaba decidido a
qué, no vale para nada. Tom Sawyer dice lo escondiéndonos de día y navegando de hacerlo, yo no podía evitarlo.
mismo. noche, como hacíamos antes Jim y yo. ¿No Cuando volvimos, la casa estaba toda apagada
funcionaría ese plan? y en silencio, así que fuimos a la cabaña junto
CAPÍTULO 34 ––¿Funcionar? Claro que funcionaría, como a donde es- taba la cal viva para examinarla.
Dejamos de hablar y nos pusimos a pensar. Al dos y dos son cuatro. Pero es demasiado Cruzamos el patio para ver lo que hacían los
cabo de un rato Tom dice: sencillo; no dice nada. ¿De qué nos vale un perros. Ya nos conocían y no hicieron más
––Oye, Huck, ¡somos tontos de no haberlo plan que no plantee ningún problema? Resulta ruido que cualquier perro de campo cuando
pensado antes! Te apuesto a que sé dónde demasiado soso. Hombre, Huck, no crearía aparece alguien por la noche. Cuando
está Jim. más sensación que si fuera un robo en una llegamos a la cabaña miramos por la parte de
––¡No! ¿Dónde? fábrica de jabón. delante y por los dos lados, y del que yo no
––En aquella cabaña que hay junto a la de la No dije nada, porque no esperaba nada conocía (que daba al norte) vimos el agujero
cal viva. Escucha una cosa: cuando estábamos diferente, pero sabía muy bien que cuando él cuadrado de una ventana, bastante alto, con
comiendo, tuviera su plan listo, no se le podría hacer una sola plancha de madera clavada. Voy y
¿no viste que un negro iba a llevar algo de ninguna de esas objeciones. digo:
comida? Y así pasó. Me dijo lo que era y en un ––Esto está muy bien. Ese agujero es lo
––Sí. momento comprendí que valía por quince de bastante grande para que Jim salga por él si
––¿Para quién te crees que era la comida? los míos en cuanto a elegancia, y que dejaría a arrancamos la tabla. Y va Tom y dice:
––Para un perro. Jim igual de libre que mi plan, y que además ––Eso es más sencillo que andar a pie y más
––Yo también. Bueno, no era para un perro. podrían matarnos a todos. Así que me quedé fácil que engañar a un tonto. Yo díría que
––¿Por qué? muy contento y dije que podíamos ir adelante podemos encon- trar una forma algo más
––Porque también llevaba una sandía. con él. No necesito contar aquí lo que era complicada, Huck Finn.
––Es verdad, ya lo vi. Mira que no habérseme porque sabía que iría cambiando. Sabía que lo ––Bueno, entonces ––respondí––. ¿Qué te
ocurrido que los perros no comen sandías. cambiaría a cada momento según fuéramos parece si hacemos un agujero entre los
Eso demuestra que uno puede ver las cosas y avanzando, metiendo nuevas aventuras en troncos como aquella vez que me asesinaron?
no verlas al mismo tiempo. cuanto tuviera una oportunidad. Y así lo hizo. ––Eso ya es algo ––dijo––. Resulta misterioso,
––Bueno, el negro abrió el candado al entrar Bueno, había una cosa de la que no cabía complicado y está bien, pero seguro que
y lo volvió a cerrar al salir. Cuando nos duda, y era que Tom Sawyer hablaba en serio podemos encon- trar algo que dure por lo
levantamos de la mesa le devolvió al tío una y que efectiva- mente iba a ayudar a robar al menos el doble. No hay prisa, vamos a seguir
llave, y te apuesto a que era la misma. La negro para liberarlo. Aquello era lo que me mirando.
sandía indica que es un hombre; la cerradura, dejaba asombrado. Se trataba de un chico que Entre la cabaña y la valla, por el lado de atrás,
era respetable y bien criado y que tenía una había un cobertizo pegado a la cabaña por la
parte del te- jado y hecho de planchas de El negro empezó a sonreír lentamente hasta no se lo diga usted a naiden, señorito, o si no
madera. Era igual de largo que la cabaña, pero que se le llenó la cara, como cuando se tira el viejo señor Silas me va a reñir porque él
estrecho: sólo unos seis metros de ancho. La un ladrillo a un charco de barro, y dijo: dice que no existen las brujas. Ojalá que
puerta estaba del lado sur y tenía un candado. ––Sí, señorito Sid, a un perro. Un perro muy estuviera aquí ahora... ¡A ver qué decía!
Tom fue al caldero del jabón y anduvo curioso. ¿Quiere venir a verlo? Seguro que no encontraba forma de
buscan- do, y volvió con esa cosa de hierro ––Sí. explicarlo esta vez. La gente que es terca se
con que levantan la tapadera, así que hizo Le di un golpe a Tom y le dije en voz baja: muere de terca; nunca quieren mirar las
saltar una de las agarraderas del candado. Se ––¿Vas a ir ahí al amanecer? Ése no era el cosas a ver qué es lo que pasa de verdad, y
cayó la cadena, abrimos la puerta y entramos, plan. cuando uno lo ve y se lo cuenta, van y no se
la cerramos y al encender una cerilla vimos ––No, no lo era, pero ahora sí es el plan. lo creen.
que el cobertizo sólo estaba construido junto Así que, maldita sea, allí fuimos, pero no me
a la cabaña, sin paso hacia ella, que no tenía gustó lo más mínimo. Cuando llegamos casi Tom le dio diez centavos y le dijo que no se
un suelo, y no había nada más que unas no se veía nada de oscuro que estaba, pero lo diríamos a nadie y que fuera a comprarse
cuantas azadas y palas oxidadas, unos picos y allí estaba Jim, sin duda alguna, y nos podía más hilo para atarse el pelo, y después mira a
un arado roto. Se apagó la cerilla y nosotros ver, y gritó: Jim y va y dice:
nos fuimos y volvimos a poner la agarradera, ––¡Pero, Huck! ¡Y Dios mío! ¿No es ése el ––Me pregunto si el tío Silas va a ahorcar a
de forma que la puerta quedó cerrada igual sito Tom? este negro. Si yo agarrase a un negro lo
de bien que antes. Tom estaba encantado, y Yo sabía lo que iba a pasar, era lo que bastante ingrato para escaparse, no lo
va y dice: esperaba. No sabía qué hacer, y aunque lo entregaría; lo ahorcaría yo.
supiera no lo habría hecho, porque apareció Y mientras el negro iba a la puerta a mirar la
––Ahora todo está en orden. Lo vamos a el negro diciendo: moneda de diez centavos y morderla para ver
sacar por un túnel. ¡Nos llevará una semana! ––¡Por todos los santos! ¿Los conoce a si era buena le susurra a Jim en voz baja:
Después fuimos a la casa y yo entré por la ustedes, señoritos? ––Que no se enteren de que nos conoces. Y
puerta trasera (no hay más que tirar de una Ahora ya se veía bastante bien. Tom miró al si oyes cavar por las noches somos nosotros
cuerda de cuero, porque allí no cierran las negro, muy fijo y como preguntándose algo, y que vamos a po- nerte en libertad.
puertas), pero a Tom Sawyer no le pareció lo va y dice: Jim no tuvo tiempo más que para agarrarnos
bastante romántico, y lo único que le valía era ––¿Quién nos conoce? de las manos y apretárnoslas. Después volvió
subir trepando por el pararrayos. Pero ––Pues este negro fugitivo. el negro y di- jimos que volveríamos otra vez
después de trepar hasta la mitad tres veces y ––No creo; pero, ¿por qué se te ha ocurrido? si él quería y dijo que sí, sobre todo si era de
fallar y caer- se las tres, y en la última casi ––¿Que por qué? ¿No acaba de decir ahora noche, porque las brujas le atacaban de
romperse la cabeza, pensó que mejor sería mismo que les conocía? Tom va y dice, como noche, y entonces sí que le convenía tener
renunciar, pero después de descan- sar extrañado: gente a su lado.
decidió que lo intentaría una vez más a ver ––Bueno, esto sí que es curioso. ¿Quién ha
cómo le iba, y esa vez logró llegar. dicho nada? ¿Cuándo lo ha dicho? ¿Qué ha
Por la mañana nos levantamos al amanecer y dicho? ––y se vuelve hacia mí, muy tranquilo,
bajamos a las cabañas de los negros para y va y me dice––: ¿Has oído tú a alguien decir
CAPÍTULO 35
acariciar a los perros y hacernos amigos del algo? Faltaba todavía casi una hora para desayunar,
negro que le llevaba la comida a Jim, si es que Naturalmente, no podía decir más que una así que nos fuimos al bosque, porque Tom
era a Jim al que se la llevaba. Los negros cosa, así que respondí: dijo que necesi- tábamos algo de luz para ver
acababan de terminar de desayunar y ––No; yo no he oído a nadie decir nada. mientras cavábamos pero que un farol daba
empezaban a ir a los campos, y el negro de Después se vuelve hacia Jim y lo mira de demasiada y nos podía meter en jaleos, así
Jim estaba llenando una escudilla de metal con arriba abajo como si nunca lo hubiera visto que necesitábamos reunir un montón de esa
pan y carne y otras cosas, y mientras los antes y le pregunta: madera podrida fosforescente que llaman
otros se marchaban le llevaron la llave de la ––¿Has dicho algo tú? «fuego de zorro» y que no da más que una
casa. ––No, señor ––dice Jim––; yo no he dicho especie de resplandor suave cuando se coloca
El negro tenía cara de buenos amigos, muy nada, señor. en un sitio oscuro. Sacamos un montón, la
sonriente, y llevaba el pelo todo atado en ––¿Ni una palabra? escondimos entre las hierbas y nos sentamos
ricitos con pedazos de hilo. Era para alejar a ––No, señor, no he dicho ni una palabra. a descansar, cuando Tom va y dice, como
las brujas. Dijo que aquellas noches las brujas ––¿Nos has visto antes de ahora? des- contento:
se lo estaban haciendo pasar muy mal y ––No, señor; no que yo sepa. ––Maldita sea, todo esto es de un fácil que da
haciéndole ver todo género de cosas raras y Así que Tom se vuelve hacia el negro, que asco. Por eso resulta tan dificil organizar un
oír todo género de palabras y ruidos raros, y estaba todo apurado y confundido, y dice, plan compli- cado. No hay un guardián al que
que según creía nunca había estado tanto muy severo: drogar y tendría que haber un guardián. Ni
tiempo embrujado en toda su vida. Se puso ––Pero, ¿qué te pasa? ¿Por qué has pensado siquiera un perro al que darle algo para que
tan nervioso hablando de sus problemas que que alguien ha dicho algo? se duerma. Y luego, Jim está encadenado por
se olvidó de todo lo que tenía que hacer. ––Ay, son esas malditas brujas, señorito, y una pierna, con una cadena de diez pies, a la
Entonces Tom le dijo: ojalá que me hubiera muerto, de verdad. pata de la cama; ¡pero si basta con levantar la
––¿Para quién es esa comida? ¿Vas a darles de Siempre están con ésas, señorito, y casi me cama y quitar la cadena! Y el tío Silas se fía de
comer a los perros? matan de los sustos que me dan. Por favor, todo el mun- do. Manda la llave a ese negro
de chorlito y no manda a nadie a vigilar al Pero no me oyó. Se había olvidado de mí y de colchón de paja o igual de bien que cualquier
negro. Jim podría haberse esca- pado por esa todo lo demás. Tenía la barbilla apoyada en la escala de cuerda, y en cuanto a Jim, no tiene
ventana antes de ahora, sólo que no puede mano y pensaba. Al cabo de un momento da experiencia, así que a él no le importa qué
echar a correr con una cadena de diez pies un suspiro y menea la cabeza; después vuelve tipo de...
en la pierna. Maldita sea, Huck, es el sistema a suspirar y dice: ––Ay, caray, Huck Finn, si yo fuera tan
más absurdo que he visto. Tiene uno que ––No, eso no estaría bien; no es del todo ignorante como tú cerraría la boca, te lo
inventarse todas las difi- cultades. Bueno, no necesario. aseguro. ¿Quién ha oído hablar de un
podemos evitarlo, tenemos que hacerlo lo ––¿El qué? ––pregunté. prisionero de Estado que se escape con una
mejor que podamos con el material que te- escalera de corteza de nogal? Resulta
nemos. En todo caso nos queda algo: es más ––Hombre, cortarle la pierna a Jim ––me totalmene ridículo.
honorable sacarlo en medio de dificultades y contestó. ––Bueno, está bien, Tom, hazlo como
peligros cuando la gente que tenía la ––¡Caray! ––dije––, no veo ninguna quieras, pero si quieres seguir mi consejo,
obligación de crearlos no lo ha hecho y ha necesidad. Y, además, ¿para qué le quieres deja que le lleve presta- da una sábana de las
tenido uno que inventárselos por sus pro- cortar la pierna? que están tendidas.
pios medios. Basta con pensar en el asunto ––Bueno, es lo que hacen algunos de los Dijo que estaba bien, y eso le dio otra idea, y
ese del farol. Si no vemos más que los hechos autores más autorizados. No le pueden dijo:
en sí, sencilla- mente tenemos que fingir que arrancar la cadena, así que le cortan la mano ––Toma prestada una camisa también.
eso del farol es peligroso. ¡Pero podríamos y tiran. Y una pierna sería todavía mejor. ––¿Para qué queremos una camisa?
trabajar con una procesión de antorchas si Pero nosotros tendremos que renunciar a ––Para que Jim escriba un diario.
quisiéramos, creo yo! Ahora que lo pienso eso. En este caso no hay suficiente necesidad, ––Diario, tu abuelita... Jim no sabe escribir.
tenemos que buscar en cuanto podamos algo y además Jim es negro y no comprendería los ––Supongamos que no sabe... Puede hacer
que haga de serrucho. motivos ni la costumbre europea, así que lo palotes en la camisa ¿no? Sobre todo si le
––¿Para qué necesitamos un serrucho? dejaremos pasar. Pero, en cambio, otra cosa hacemos una pluma con una cuchara vieja de
––¿Que para qué necesitamos un serrucho? sí: podemos hacer tiras las sába- nas y peltre o con el trozo de una duela de
¿No tenemos que aserrar la pata de la cama confeccionarle una escala de cuerda muy fácil. barrilviejo.
de Jim, para qui- tar la cadena? Y se la podemos enviar dentro de un pastel; ––Pero, Tom, le podemos arrancar una pluma
––Pero si has dicho que basta con levantar la casi siempre se hace así. He comido pasteles a un ganso, y resulta mejor, y más rápido,
cama y sacar la cadena... peores. además.
––Bueno, eso es típico de ti, Huck Finn. Se te ––Pero, Tom Sawyer, qué cosas dices –– ––Los prisioneros no tienen gansos
ocurren las mismas cosas que a un niño de comenté––; a Jim no le vale de nada una corriendo por las mazmorras para ponerse a
escuela. ¿Es que no has leído un libro en tu escala de cuerda. arrancarle plumas, so tonto. Siempre hacen
vida? ¿El barón Trenck, o Casanova, ––Tiene que valerle de algo. Más bien qué las plumas con el trozo más duro, más difícil y
Benvenuto Cellini, o Enrique IV, o cualquiera cosas dices tú; no sabes nada de esto. más complicado de un viejo candela- bro de
de esos héroes? ¿Quién ha oído hablar de Necesita una escala de cuerda; les pasa a cobre o algo a lo que le puedan echar mano,
liberar a un preso de una forma tan sencilla? todos. y les lleva semanas y semanas y meses y
No, la forma en que lo hacen las mejores ––¿Qué diablos va a hacer con ella? meses afilarlo, porque tienen que hacerlo
autoridades es aserrar la pata de la cama en ––¿Hacer con ella? La puede esconder en la frotándolo contra la pared. Ellos no utilizarían
dos y dejarla así y comerse uno el serrín, para cama, ¿no? Es lo que hacen todos y tiene que una pluma de ganso aunque la tuvieran. No
que no lo puedan encontrar, y poner algo de hacerlo él también. Huck, parece como si está bien.
polvo y grasa en torno al sitio, para que ni el nunca quisieras hacer las cosas bien; quieres ––Bueno, entonces, ¿con qué le hacemos la
senescal más astuto perciba la menor señal de inventártelo todo a cada vez. Supongamos tinta?
que está aserrado y se crea que la pata de la que no hace nada con ella. ¿No la tiene ahí en ––Muchos lo hacen con el orín del hierro y
cama está perfec- tamente bien. Después, la la cama para dejar una pista cuando haya lágrimas, pero eso son los prisioneros más
noche que está uno listo, da una patada a la desaparecido? ¿Y no calculas que buscarán vulgares y las mu- jeres; los autores más
pata y se cae la cama, se saca la ca- dena y ya pistas? Pues claro que sí. Y, ¿no les piensas autorizados utilizan su propia sangre. Jim
está. No hay más que hacer que llevar la dejar ninguna? puede hacerlo, y cuando quiera enviar
escala de cuerda a las murallas, bajar por ella, ¡Eso sí que estaría bien, te lo aseguro! Nunca cualquier mensaje misterioso de lo más
romperse la pierna en el foso, porque las he oído nada por el estilo. corriente para que el mundo sepa dónde está
escalas de cuerda siempre miden diecinueve ––Bueno ––dije yo––, si eso es parte del cautivo, lo puede es- cribir en el fodo de un
pies menos de lo necesario, ya sabes, y allí reglamento y la necesita, pues le hacemos plato de estaño con un tenedor y tirarlo por
están los caballos y los vasallos de confianza una, porque yo no quiero faltar a los la ventana. Es lo que hacía siempre la Máscara
que te recogen, te montan y te llevan a tu reglamentos; pero te digo un cosa, Tom de Hierro, y además resulta estupendo.
Lan- guedoc o tu Navarra o donde hayas Sawyer, si nos ponemos a rasgar sábanas para ––Jim no tiene platos de estaño. Le dan de
nacido. Es una gozada, Huck. Ojalá que esta hacerle a Jim una escala nos vamos a meter comer en una escudilla.
cabaña tuviera un foso. Si hay tiempo, la en líos con la tía Sally, de eso puedes estar ––Eso no importa, le podemos conseguir
noche de la fuga cavamos uno. seguro. A mí me parece que una escalera de algunos.
Y yo voy y digo: corteza de nogal no cuesta nada y no hay que ––Y nadie podrá leer lo que dice en el plato.
––¿Para qué queremos un foso cuando vamos estropear nada, y se puede meter igual ––Eso no tiene nada que ver con el asunto,
a sacarlo por debajo de la cabaña? dentro de un pastel y esconder en un Huck Finn. Lo único que tiene que hacer él es
escribir en el plato y tirarlo. No hay que Después Tom llevó el saco al cobertizo tampoco. Pero de todas formas hay otra
leerlo. Pero si la mitad de las veces no se mientras yo me quedaba unos pasos atrás cosa: Jim es demasiado viejo para aguantar
puede leer nada de lo que escriben los para hacer la guardia. Al cabo de un rato salió hasta que hagamos un túnel con un cuchillo.
prisioneros de Estado en un plato de estaño, y nos sentamos a hablar en el montón de No durará tanto.
ni en ninguna otra parte. leña. Va y dice: ––Pues sí que durará. No creerás que va a
––Bueno, entonces, ¿para qué vale echar a ––Ahora ya está todo en orden, salvo las llevarnos treinta y siete años hacer un túnel
perder esos platos? herramientas, y eso es fácil. en la tierra, ¿ver- dad?
––Pero, maldita sea, no son los platos del ––¿Herramientas? ––pregunté. ––¿Cuánto tiempo nos llevará, Tom?
prisionero. ––Sí. ––Bueno, no podemos arriesgarnos a tardar
––Pero son de alguien, ¿no? ––¿Herramientas para qué? todo lo que deberíamos, porque a lo mejor el
––Hombre, para cavar. No vamos a hacer un tío Silas no tar- da tanto en recibir noticias de
––Bueno, supongamos que sí. ¿Qué más le da túnel con los dientes, ¿verdad? Nueva Orleans. Se enterará de que Jim no es
al prisionero? ––¿No nos basta con esos picos y esas palas de allí. Entonces lo que hará será poner un
Y entonces se interrumpió porque oímos que viejos para sacar a un negro? anuncio sobre Jim, o algo parecido. Así que
sonaba el cuerno del desayuno. Así que nos Se volvió hacia mí, con una cara de pena que no podemos arriesgarnos a tardar tanto en el
fuimos a la ca- sa. daban ganas de llorar, y va y dice: tú- nel como deberíamos. Para hacerlo bien,
Aquella mañana tomé prestadas una sábana y ––Huck Finn, ¿has oído hablar en tu vida de calculo que tendríamos que tardar un par de
una camisa blanca del tendedero y encontré un prisionero que tenga picos y palas y todas años; pero no pode- mos. Con las cosas tan
un saco viejo para meterlas; bajamos a buscar esas comodi- dades en el armario para hacer en el aire, lo que yo recomiendo es que nos
el «fuego de zorrro» y también lo metimos un túnel? Lo que te quiero preguntar, de pongamos a cavar de verdad a toda la
en el saco. Yo decía que aque- llo era tomar suponer que todavía te quede un mímimo de velocidad que podamos y después podemos
prestado, porque así lo llamaba siempre razón, es qué motivo sería ése para decirnos que tardamos treinta y siete años.
padre, pero Tom decía que no era tomar convertirlo en un héroe. Hombre, pues Luego podemos sacarlo y llevárnoslo
prestado sino robar. Dijo que estábamos también le podrían prestar la llave y se acabó. corriendo en cuanto haya una alarma. Sí,
representando a prisioneros y que a los Picos y palas... Pero si no se las darían ni a un calculo que eso es lo mejor.
prisioneros no les importa cómo consi- guen rey. ––Bueno, tiene sentido ––dije yo––. Hacer
las cosas con tal de conseguirlas y que a nadie ––Bueno, entonces ––dije yo––, si no como que fueron treinta y siete años no
le parece mal. No es ningún crimen que un necesitamos picos y palas, ¿qué es lo que cuesta nada; no hay problema, y si hace falta,
prisionero robe lo que necesita para fugarse, necesitamos? no me importa fingir que tardamos ciento
dijo Tom; está en su derecho, y mientras ––Un par de cuchillos de cocina. cincuenta años. A mí no me cuesta ningún
estuviéramos representando a un prisionero ––¿Para hacer un túnel por debajo de esa trabajo si me pongo a ello. Así que voy a irme
teníamos perfecto derecho a robar cualquier cabaña? a buscar un par de cuchillos de cocina.
cosa que hubiera por allí si nos valía para salir ––Sí. ––Búscate tres ––dice él––; nos hace falta
de la cárcel. Dijo que si no fuéramos ––Maldita sea, Tom, eso es una bobada. uno para convertirlo en serrucho.
prisioneros sería muy diferente, y que había ––No importa que sea una bobada, es lo ––Tom, si no va contra el reglamento ni
que ser mezquino y ordinario para robar correcto y es como se hacen las cosas. No contra la religión que te lo sugiera ––dije yo–
cuando no se era prisionero. Así que nos existe otra forma que yo sepa, y eso que he –, hay un serrucho viejo y oxidado medio
pusimos de acuerdo en robar todo lo que leído todos los libros que dan información tapado debajo de la tejavana que está detrás
nos valiese de algo. Y sin embargo, un día, sobre esas cosas. Siempre lo hacen con un del ahumador de carne.
después de aquello, organizó un lío tremendo cuchillo, y no cavando en la tierra, fijate; por Me miró como cansado y desalentado y dijo:
cuando yo robé una sandía del huerto de los lo general, es en la piedra. Les lleva semanas y ––No se te puede enseñar nada, Huck. Ve a
negros y me la comí, y me hizo ir a darles a semanas y semanas, y todo el tiempo sin buscar los cuchillos, y que sean tres ––y así lo
los negros diez centavos sin explicarles por parar y sin parar. No tienes más que fijarte en hice.
qué. Tom dijo que lo que había querido decir uno de esos prisioneros de los calabozos
es que podíamos robar cualquier cosa que subterráneos del castillo Deef, en el puerto
necesitáramos. «Bue- no», dije yo, «yo de Marsella, que fue así como hizo un túnel; CAPÍTULO 36
necesitaba la sandía». Pero él dijo que no la ¿cuánto tiempo calculas que se pasó cavando? Aquella noche, en cuanto calculamos que
necesitaba para salir de la cárcel; ahí estaba la ––No lo sé. todos se habían dormido, bajamos por el
diferencia. Dijo que si hubiera querido ––Bueno, pues echa un cálculo. pararrayos, nos encerramos en el cobertizo y
esconder dentro un cuchillo y pasársela a Jim ––No lo sé. Un mes y medio. sacamos nuestro montón de «fuego de
para matar con él al senescal, habría estado ––Treinta y siete años... Y salió en la China. zorro» y nos pusimos a trabajar. Despejamos
bien. Así que lo dejé, aunque no le veía la Eso es lo que está bien. Ojála que el fondo de todo a nuestro alrededor, unos cuatro o
ventaja a representar el papel de prisione- ro esa fortaleza fuera de piedra. cinco pies a lo largo del tronco de abajo.
si tenía que ponerme a pensar en cosas tan ––Jim no conoce a nadie en la China. Tom dijo que ya estábamos justo detrás de la
difíciles de distinguir cada vez que viera una ––¿Qué tiene que ver eso? Tampoco aquel cama de Jim y que cavaríamos por debajo, y
oportunidad de llevarme una sandía. tipo. Pero siempre te vas por las ramas. ¿Por cuando llegáramos allí nadie se daría cuenta
Bueno, como iba diciendo, aquella mañana qué no hablas del asunto principal? de que había un agujero, porque la colcha de
esperamos hasta que todo el mundo se fue a ––Bueno... A mí no me importa dónde salga, Jim colgaba casi hasta el suelo y habría que
trabajar y no se veía a nadie en el patio. con tal de que salga; y calculo que a Jim levantarla para mirar por debajo para verlo.
Así que nos pusimos a cavar con los cuchillos Tenía el suyo a su lado, pero le pasé el mío. después lo despertamos lentamente y con
hasta casi medianoche, cuando nos sentimos Lo tiró al suelo y dijo: suavidad. Se alegró tanto de vernos que casi
cansadísimos, con las manos llenas de ––Dame un cuchillo de cocina. se echó a llorar y nos llamó sus niños y todas
ampollas, y sin embargo casi no se notaba lo Yo no sabía qué hacer, pero después lo las cosas cariñosas que se le ocurrieron, y
que habíamos hecho. Por fin dije yo: pensé. Busqué entre las herramientas viejas y nos pidió que buscáramos un cortafríos para
––Esto no va a durar treinta y siete años; este encontré un pico, se lo pasé y él lo agarró y quitarle la cadena de la pierna
trabajo es para treinta y ocho años, Tom se puso a trabajar sin decir ni una palabra. inmediatamente y que él se pudiera marchar
Sawyer. Siempre era así de especial. Todo principios. sin perder tiempo. Pero Tom le demostró
No dijo nada. Pero suspiró y en seguida dejó Entonces yo agarré una pala y nos pusimos a que aquello no sería reglamentario y se sentó
de cavar y luego vi que pensaba durante un dar al pico y la pala, por turnos, como a contarle nuestros planes y cómo podíamos
rato. Después dijo: posesos. Así seguimos una media hora, que cambiarlos en un momento si había motivos
––Esto no marcha, no va a funcionar. Si fue todo lo que aguantamos; pero a cambio de alarma y que no tuviera ningún temor,
fuéramos prisioneros funcionaría, porque habíamos hecho un buen agujero. Cuando porque nos encargaríamos de que se
tendríamos todos los años que quisiéramos subí al piso de arriba miré por la ventana y vi escapara, sin duda. Entonces Jim dijo que
sin ninguna prisa, y no podríamos cavar más que Tom hacía todo lo que podía con el estaba bien y nos quedamos un rato
que unos minutos al día, mientras cambiaban pararrayos, pero no conseguía subir de lo charlando de los viejos tiempos, y después
la guardia, de forma que no nos saldrían agrietadas que tenía las manos. Por fin dijo: Tom hizo un montón de preguntas, y cuando
ampollas en las manos, y podríamos seguir ––Es inútil, no puedo. ¿Qué crees que debo Jim le dijo que el tío Silas venía a diario o cada
constantemente, un año tras otro, y hacerlo hacer? ¿No se te ocurre nada? dos días a rezar con él y que tía Sally le
bien, como hay que hacer las cosas. Pero ––Sí ––dije yo––, pero supongo que no está visitaba para ver si estaba cómodo y tenía
nosotros no podemos perder tiempo, en el reglamento. Sube por las escaleras y haz suficiente comida y que los dos eran muy
tenemos que darnos prisa; no tenemos tanto como que son un pararrayos. amables, Tom dijo:
tiempo. Si pasamos otra noche igual, Así lo hizo. ––Ahora ya sé cómo organizarlo. Te
tendríamos que descansar una semana para Al día siguiente, Tom robó una cuchara de enviaremos algunas cosas con ellos.
que se nos curasen las manos; tardaríamos peltre y un candelabro de cobre de la casa ––Ni se te ocurra; es una de las ideas más
todo ese tiempo en volver a tocar un cuchillo para hacerle unas plumas a Jim, además de idiotas que he oído en mi vida ––dije yo, pero
de cocina. seis velas de sebo, y yo me quedé en torno a no me hizo caso y siguió adelante. Era lo que
––Entonces, ¿qué vamos a hacer, Tom? las cabañas de los negros esperando una pasaba cuando había hecho un plan.
––Te lo voy a decir. No está bien, y no es oportunidad y robé tres platos de estaño. Entonces le dijo a Jim que tendríamos que
moral, y no me gustaría que se supiera, pero Tom dijo que no bastaba, pero yo le contesté pasarle el pastel con la escala de cuerda y
es la única forma: tenemos que sacarlo con que nadie vería jamás los platos que tirase otras cosas de buen tamaño con Nat, el
los picos y hacer como que son cuchillos de Jim, porque caerían entre los matojos y las negro que le llevaba la comida, y tenía que
cocina. malas hierbas debajo de la ventana, así que los estar alerta y no sorprenderse ni dejar que
––¡Eso es hablar! ––dije yo––. Cada vez podíamos recuperar para que los volvieran a Nat lo viera cuando las abría, y que las cosas
piensas mejor, Tom Sawyer. Lo que conviene utilizar otra vez. Entonces Tom se convenció. pequeñas las meteríamos en los bolsillos de la
son los picos, sean morales o no, y lo que es Des- pués, va y dice: chaqueta del tío y tenía que robárselas, y que
a mí me importa un pito la moral. Cuando se ––Ahora lo que tenemos que estudiar es si teníamos la oportunidad ataríamos cosas
me ocurre robar un negro, o una sandía, o un cómo llevarle las cosas a Jim. en las cintas del mandil de la tía o se las
libro de la escuela dominical, no me importa ––Se las damos por el agujero ––dije––, pondríamos en el bolsillo del mandil, y le dijo
mucho cómo con tal de hacerlo. Lo que cuando lo hayamos terminado. lo que serían y para qué. También le pidió
quiero es mi negro o mi sandía o mi libro de Me miró despectivo y dijo algo así como que que llevase un diario escrito con sangre en la
la escuela dominical, y si lo que mejor viene nunca había oído una idea tan idiota, y camisa y todas esas cosas. Se lo dijo todo. Jim
es un pico, con eso es con lo que voy a sacar después se puso a estudiarlo. Al cabo de un no entendía la mayor parte, pero reconoció
a ese negro, o esa sandía, o ese libro de la rato anunció que ya había descubierto dos o que como éramos blancos sabíamos más que
escuela dominical, y me importa un pi- tres formas, pero que todavía no era él, así que se quedó tan contento y afirmó
miento lo que digan de eso los autores más necesario decidirse por una. Dijo que que lo haría todo tal como se lo había dicho
autorizados. primero teníamos que avisar a Jim. Tom.
––Bueno ––va y dice––, hay una excusa para Aquella noche bajamos por el pararrayos Jim tenía bastantes pipas de maíz y tabaco, así
utilizar los picos y hacer como que son otra poco después de las diez, con una de las que lo pasamos muy bien en su compañía;
cosa en un caso así; si no, yo no lo aprobaría, velas, escuchamos bajo la ventana y oímos después salimos a cuatro patas por el agujero
ni permitiría que se infringiera el reglamento, roncar a Jim, así que se la tiramos adentro y y fuimos a acostarnos, con las manos en
porque lo que está bien está bien y lo que no lo despertamos. Después nos pusimos a carne viva. Tom estaba muy animado. Dijo
está mal está mal, y uno no tiene por qué darle al pico y la pala, y al cabo de unas dos que aquello era lo más divertido de su vida y
hacer las cosas mal cuando no es ignorante y horas y media habíamos terminado el trabajo. lo más intelectual, y que si pudiera
sabe lo que está bien. Estaría bien que tú Nos metimos en la cabaña por debajo del arreglárselas nos pasaríamos la vida en ello y
sacaras a Jim con un pico, sin fingir que es catre de Jim y estuvimos buscando hasta que dejaríamos a Jim para que lo sacaran nuestros
otra cosa, porque no sabes qué es lo que está encontramos la vela y la encendimos, y nos hijos, pues creía que a Jim le gustaría cada vez
bien, pero no estaría bien que lo hiciera yo, quedamos mirando un rato a Jim hasta más a medida que se fuera acostumbrando.
porque sí lo sé. Pásame un cuchillo de cocina. comprobar su aspecto fuerte y sano, y Dijo que de seguir así duraría por lo menos
ochenta años y batiría todos los récords de ––Pero, por Dios, sito Sid, ¿cómo voy a ––He buscado por todas partes y no
tiempo. Y añadió que nos haría famosos a hacerles un pastel de brujas? No sé cómo se entiendo qué ha pasado con tu otra camisa.
todos los que hubiéramos intervenido en hace. En mi vida había oído hablar de nada Se me hundió el corazón entre los pulmones
aquello. semejante. y los hígados y todo eso y se me clavó en la
Por la mañana fuimos al montón de leña, ––Bueno, entonces tendré que hacerlo yo garganta un trozo duro de corteza de maíz,
partimos el candelabro de cobre en varios mismo. así que me puse a toser, la eché por toda la
pedazos más manejables y Tom se los metió ––¿Querrá usted hacerlo, mi niño? ¿Querrá mesa y le di a uno de los niños en un ojo, de
en el bolsillo con la cuchara de peltre. de verdad? ¡Besaré el suelo que pisa usted, de forma que se retorció como si fuera un
Después fuimos a donde estaban las cabañas verdad! gusano en el anzuelo y soltó un grito como
de los negros, y mientras yo distraía a Nat, ––Muy bien, te lo haré porque se trata de ti y un indio en pie de guerra, y Tom se puso rojo
Tom metió un trozo del candelabro en medio porque te has portado bien con nosotros y como una amapola, y entonces se armó un
del pan de borona que había en la escudilla nos has enseñado al negro fugitivo. Pero buen lío durante un cuarto de minuto o así y
para Jim y fuimos con Nat a ver cómo salía el tienes que andarte con mucho cuidado. yo por mí lo habría confesado todo allí
asunto, que funcionó estupenda- mente; Cuando aparezcamos tienes que volverte de mismo a las primeras de cambio. Pero
cuando Jim le dio un mordisco casi se rompió espaldas, y entonces, pongamos lo que después todo se volvió a arreglar, porque la
todos los dientes, y aquello era señal de lo pongamos en la escudilla, tienes que hacer sorpresa nos había agarrado a todos en frío.
bien que marchaba todo. Lo dijo el propio como que no lo ves. Y no tienes que mirar El tío Silas dijo:
Tom. Jim no dijo de qué se trataba, sino que cuando Jim vacíe la cazuela, porque puede ––Resulta de lo más curioso. No puedo
hizo como que era una piedrecita o alguna de pasar algo. No sé qué. Sobre todo, no toques comprenderlo. Sé perfectamente que me la
esas cosas que se meten siempre en el pan, las cosas de las brujas. quité, porque...
ya sabéis; pero a partir de entonces nunca le ––¿Tocarlas, sito Sid? ¿Qué me dice usted? ––Porque ahora no tienes más que una
pegó un mordisco a nada sin antes haberle No les pondría ni un dedo encima, aunque puesta. ¡Qué cosas dices! Ya sabía yo que te
clavado el tenedor tres o cuatro veces. tuviera cien mil millones de dólares, de la habías quitado y lo recuerdo mejor que tú,
Y mientras estábamos de pie en aquella verdad. porque ayer estaba en el tendedero y la he
penumbra, aparecieron dos de los perros que visto yo misma. Pero ha desaparecido y no
se habían metido en el agujero debajo del hay más que hablar, así que tendrás que
catre de Jim y siguieron llegando y llegando ponerte una roja de franela hasta que
hasta que hubo once de ellos y apenas
CAPÍTULO 37 encuentre el tiempo para hacerte otra. Y será
quedaba sitio ni para respirar. ¡Diablos, se Aquello quedó arreglado. Entonces nos la tercera que te haga en dos años. Sólo en
nos había olvidado cerrar la puerta del fuimos al vertedero del patio de atrás, donde coserte camisas me paso la mitad del tiempo,
cobertizo! El negro Nat no hizo más que tienen las botas vie- jas, los trapos, las y lo que no entiendo es qué diablo haces con
gritar «Brujas» una sola vez y se arrodilló en botellas rotas y las cosas gastadas y todo eso, ellas. Lo lógico sería que a tu edad ya
el suelo entre los perros y empezó a gemir y estuvimos buscando hasta que encontramos hubieras aprendido a cuidarlas un poco.
como si se estuviera muriendo. Tom abrió la una palangana vieja de estaño, tapamos los ––Ya lo sé, Sally, y lo intento todo lo que
puerta de golpe, tiró por ella un trozo de la agujeros lo mejor que pudimos para hacer el puedo. Pero no debe de ser todo culpa mía,
carne de Jim y los perros se lanzaron a pastel en ella y la bajamos al sótano para porque ya sabes que no las veo ni tengo nada
buscarla, y en dos segundos él mismo salió, llenarla de harina robada, y cuando íbamos a que ver con ellas salvo cuando las llevo
volvió y cerró la puerta, y comprendí que desayunar encontramos un par de clavos que, puestas, y no creo que haya perdido ninguna
también había cerrado la otra. Después se según Tom, vendrían muy bien para que un llevándola encima.
puso a hablarle al negro, en plan muy prisionero escribiera su nombre y sus penas ––Bueno, eso no es culpa tuya; ya las habrías
comprensivo y cariñoso, preguntándole si se en las paredes de la mazmorra, y dejamos perdido si pudieras, creo yo. Además no ha
había imaginado que había vuelto a ver algo. uno de ellos en el bolsillo del mandil de la tía desaparecido sólo la camisa. También falta
El negro levantó la cabeza, parpadeó y dijo: Sally, que estaba colgado en una silla, y el una cuchara, y no es eso todo. Había diez y
––Sito Sid, se va usted a creer que soy un otro lo clavamos en la cinta del sombrero del ahora sólo quedan nueve. A lo mejor la
tonto, pero que me muera aquí mismo si no tío Silas, que estaba en el escritorio, porque ternera se ha comido la camisa, pero lo que
me ha parecido ver casi un millón de perros, oímos decir a los niños que su padre y su te aseguro es que la ternera no se ha comido
o de diablos o de algo. Le aseguro que sí, sito madre pensaban ir aquella mañana a ver al la cucha- ra.
Sid. Los toqué... Los toqué, señorito; estaban negro fugitivo, y después fuimos a desayunar ––¿Qué más falta, Sally?
por todas partes. Dita sea, ojalá pudiera y Tom dejó la cuchara de peltre en el bolsillo ––Faltan seis velas, eso es lo que falta. Las
echarle la mano encima a una de esas brujas de la chaqueta del tío Silas, pero como tía velas se las pueden haber comido las ratas, y
sólo una vez, una vez nada más, es lo único Sally todavía no había llegado tuvimos que calculo que eso es lo que ha pasado; me
que pido. Pero sobre todo que me dejen en esperar un rato. pregunto por qué no se lo llevan ya todo,
paz, eso sería lo mejor. Cuando llegó estaba toda acalorada, colorada porque tú te pasas la vida diciendo que les
Tom va y dice: y de mal humor, y casi no pudo esperar a la vas a tapar los agujeros y nunca lo haces, y si
––Bueno, te voy a decir lo que pienso. ¿Por bendición de la mesa, sino que se puso a no fueran idiotas se dormirían en tu cabeza,
qué vienen aquí precisamente a la hora del servir el café con una mano y a darle con el Silas, y ni te enterarías; pero no les puedes
desayuno de este negro fugitivo? Es porque dedal en la cabeza al niño que tenía más echar a las ratas la culpa de lo de la cuchara,
tienen hambre, y nada más. Tienes que cerca, mientras decía: de eso estoy segura.
hacerles un pastel de brujas. Eso es.
––Bueno, Sally, será culpa mía y lo Yo la habría oído aunque estuviera hablando Entonces yo volví a meter la que había
reconozco; lo he dejado pasar, pero te sola, y tanto más cuanto que lo dijo en voz escondido y cuando terminó de contar dijo:
aseguro que mañana tapono todos los alta, y me habría levantado para obedecerla ––Por todos los demonios, ¡ahora hay diez! –
agujeros. aunque me hubiera muerto. Mientras –dijo, muy irritada e inquieta al mismo
––No corre prisa; con que los tapes el año pasábamos por la sala, el viejo agarró el tiempo. Pero Tom va y dice:
que viene basta. ¡Matilda Angelina Araminta sombrero y se le cayó el clavo, pero él se ––Pero, tía, yo no creo que haya diez.
Phelps! limitó a recogerlo y dejarlo en la repisa sin ––No seas tonto, ¿no me has visto contarlas?
Golpe de dedal y la niña saca los dedos del decir ni palabra, y se marchó. Tom lo vio, se ––Ya lo sé, pero...
azucarero sin decir ni palabra. Justo entonces acordó de la cuchara y dijo: ––Bueno, voy a volverlas a contar.
llega al pasaje la negra y dice: ––Bueno, ya no vale de nada enviar cosas con Así que yo mangué una y no salieron más que
––Señora, falta una sábana. él, porque no es de fiar ––y añadió––, pero nueve, igual que la otra vez. Ella se puso
––¡Falta una sábana! ¡Bueno, qué pasa aquí! en todo caso nos ha hecho un favor con lo de nerviosísima y se echó a temblar por todas
––Hoy mismo taparé los agujeros ––dice el la cuchara, sin saberlo, así que vamos a partes de enfadada que estaba. Pero siguió
tío Silas, con cara de arrepentimiento. hacerle uno nosotros sin que lo sepa él: contando y contando hasta que se con-
––¡Vamos, cállate! ¿Te crees que las ratas se vamos a tapar los agujeros de las ratas. fundió tanto que contó también el cesto
han llevado la sábana? ¿Dónde ha Había montones de ellos en el sótano y nos como si fuera una cuchara, así que tres veces
desaparecido, Lize? llevó toda una hora, pero hicimos el trabajo le salió bien la cuenta y tres veces le salió
––Le juro por Dios que no tengo ni idea, sita bien, sin olvidar nada. Después oímos unos mal. Entonces agarró el cesto, lo tiró al otro
Sally. Ayer estaba en el tendedero pero ha pasos en las escaleras, apagamos la luz, nos lado de la habitación y le pegó una patada al
desaparecido; ya no está ahí. escondimos y apareció el viejo, con una vela gato, y dijo que nos fuéramos y la dejáramos
––Esto parece el fin del mundo. Jamás he en una mano y un montón de estopa en la en paz, y que si volvíamos a fastidiarla, nos iba
visto cosa así. Una camisa, una sábana, una otra, igual de distraído que siempre. Empezó a despellejar vivos. Así que nos quedamos
cuchara y seis ve... a buscar por todas partes, primero uno de con la cuchara que faltaba y se la dejamos en
––Sita ––llega diciendo una negra clara––, los agujeros y luego otro, hasta verlos todos. el bolsillo del mandil mientras ella nos
falta un candelabro de bronce. Después se quedó inmóvil unos cinco ordenaba que nos marcháramos, y a Jim le
––Fuera de aquí, descarada, ¡o te doy con una minutos, quitándole el sebo a la vela y llegó junto con el clavo antes del mediodía.
sartén! pensando, hasta que se dio la vuelta lento y Estábamos muy contentos con todo aquello,
Bueno, estaba hecha una furia. Empecé a pensativo hacia las escaleras diciendo: y Tom dijo que valía el doble de los
esperar una oportunidad. Pensé que lo mejor ––Bueno, la verdad es que no recuerdo problemas que nos había causado, porque
era irme al bosque hasta que mejorase el cuándo lo hice. Ahora podría demostrarle ahora no podría volver a contar las cucharas
tiempo. Siguió gritando, organizando una que no es culpa mía lo de las ratas. Pero no dos veces sin confundirse ni aunque le fuese
insurrección ella sola, mientras todos los importa: dejémoslo así. Calculo que no la vida; y aunque las contara bien, no se lo iba
demás estábamos mansos y callados, hasta valdría de nada. a creer, y dijo que cuando se le hubiera
que el tío Silas, con aire muy sorprendido, se Subió las escaleras hablando solo y después cansado la cabeza de contar, renunciaría y
sacó la cuchara del bolsillo. La tía se calló, nos marchamos nosotros. Era un viejo muy amenazaría con matar a cualquiera que le
con la boca abierta y alzando las manos, y lo simpático, y sigue siéndolo. pidiese que volviera a contarlas otra vez.
que es yo, ojalá hubiera estado en Jerusalén o A Tom le preocupaba mucho cómo Así que aquella noche volvimos a poner la
donde fuera. Pero no mucho tiempo, porque encontrar otra cuchara, porque decía que la sábana en el tendedero y le robamos una del
va ella y dice: necesitábamos; así que se puso a pensar. armario, y seguimos metiéndola y sacándola
––Ya me lo esperaba. Así que la tenías en el Cuando se decidió, me dijo lo que teníamos un par de días hasta que ya no sabía cuántas
bolsillo, y seguro que tienes todas las demás que hacer; después fuimos a esperar a donde sábanas tenía y ni siquiera le importaba
cosas. ¿Cómo ha llegado ahí? estaba el cesto de las cucharas hasta que porque no se iba a amargar la vida con
––De verdad que no lo sé, Sally––dice él, vimos que llegaba la tía Sally y Tom se puso a aquello ni a contarlas otra vez aunque le
como pidiendo excusas––, o sabes muy bien contar las cucharas y a ponerlas a un lado costara la vida; antes preferiría morir.
que te lo diría. Es- taba estudiando mi texto mientras yo me escondía una en la manga, y Así que ahora todo estaba en orden en
de Hechos 17 antes de desayunar y calculo Tom va y dice: cuanto a la camisa y la sábana, la cuchara y las
que la metí allí, sin darme cuenta, cuando lo ––Oye, tía Sally, sigue sin haber más que velas, con la ayuda de la ternera; las ratas y
que quería era poner mi Nuevo Testamento, nueve cucharas. Y ella responde: las cuentas que no salían, y en cuanto a lo del
y debe de ser eso porque lo que no tengo es ––Vamos, seguid jugando y no me molestéis. candelabro no importaba, con el tiempo se
el Nue- vo Testamento, pero lo comprobaré, Yo sé las que hay. Las he contado yo misma. olvidarían de él.
y si el Nuevo Testamento está donde estaba ––Bueno, yo las he contado dos veces, tía, y Pero lo del pastel nos dio mucho trabajo; no
antes, sabré que no lo guardé y eso no me salen más que nueve. nos creaba más que problemas. Lo
demostrará que dejé el Nuevo Testamento Ella pareció perder la paciencia, pero preparamos en el bosque y lo cocinamos allí,
en la mesa y que agarré la cuchara y... naturalmente vino a contarlas, como hubiera y por fin lo tuvimos hecho y muy
––¡Bueno, por el amor de Dios! ¡Déjame en hecho cualquiera. satisfactorio; pero nos llevó más de un día y
paz! Ahora fuera todos y no volváis a ––¡Por el amor del cielo, no hay más que hubo que utilizar tres palanganas llenas de
acercaros a mí hasta que me haya nueve! ––dijo––. Pero, qué demonio, ¿qué harina antes de terminar con él, y nos
tranquilizado un poco. pasa con estas cosas? Voy a volver a quemamos por todas partes y el humo se nos
contarlas. metía en los ojos; porque la cuestión es que
no queríamos sacar más que una costra y no unos garabatos en un plato de estaño y lo ––No tenemos tiempo que perder con eso –
lo- grábamos que se mantuviera bien, porque tiró por el agujero de la ventana. –va y dice él––; hay que ponerse a cavar
siempre se hundía. Pero, naturalmente, por CAPÍTULO 38 como condenados.
fin se nos ocurrió algo que saldría bien, que Lo de preparar las plumas fue un trabajo bien ––Bueno, en todo caso ––pregunté––; por lo
era cocinar la escala también con el pastel. difícil, igual que pasó con el serrucho, y Jim menos dime algo, ¿qué es un falquín?
Así que aquella noche fuimos a ver a Jim, dijo que lo de la inscripción iba a ser lo más ––Un falquín... Un falquín es... Tú no necesitas
rasgamos la sábana en tiritas y las retorcimos difícil de todo. Era lo que tenía que grabar el saber qué es un falquín. Ya le enseñaré yo a
todas juntas, y antes de que amaneciera prisionero en la pared. Pero era necesario; hacerlo cuando llegue el momento.
teníamos una cuerda estupenda que bastaría Tom dijo que tenía que hacerlo; no había ni ––Caramba, Tom ––dije yo––; creí que lo
para ahorcar a alguien. Hicimos como que un solo caso de un prisionero de Estado que podrías contar. ¿Qué es una barra de
nos había llevado nueve meses trenzarla. no deja- ra una inscripción, con su escudo de bastardía?
Por la mañana la llevamos al bosque, pero no armas. ––Ah, no lo sé. Pero es necesaria. La tiene
entraba en el pastel. Como estaba hecha de ––¡Mira lady Jane Grey ––va y dice––; mira toda la nobleza.
toda una sábana, había cuerda suficiente para Gilford Dudley; mira el tal Northumberland! Así era él. Si no le venía bien explicar una
cuarenta pasteles si hubiéramos querido, y Pero, Huck, digamos que es mucho trabajo. cosa, no la explicaba. Ya podía uno pasarse
encima quedaría para la sopa, para salchichas ¿Qué vas a hacerle? ¿Cómo te las vas a una semana preguntándosela, que no
o para lo que quisiera uno. Podríamos haberla arreglar? Jim tiene que dejar su inscripción y importaba.
utilizado para toda una cena. su escudo de armas. Es lo que hacen todos. Como tenía arreglado todo aquello del
Pero no necesitábamos tanta. Lo único que Y Jim va y dice: escudo de armas, empezó a rematar aquella
necesitábamos era suficiente para el pastel, ––Pero, sito Tom, yo no tengo escudo de parte de la tarea, que consistía en planear una
así que el resto lo tiramos. No cocinamos armas; no tengo nada más que esta vieja inscripción muy triste, porque decía que Jim
ninguno de los pasteles en la palangana, camisa y ya sabe usted que ahí tengo que tenía que dejarla, igual que habían hecho
porque temíamos que se fundiera la parte escribir el diario. todos. Se inventó muchas, que escribió en un
soldada, pero el tío Silas tenía un calentador ––Bueno, Jim, es que no comprendes; un papel, y cuando las leyó, decían:
de cobre estupendo que estimaba mucho, escudo de armas es muy diferente.
porque había pertenecido a uno de sus ––Bueno ––dije yo––, en todo caso Jim tiene «1. Aquí se le rompió el corazón a un
antepasados, y que tenía un mango largo de razón cuando dice que no tiene escudo de cautivo.
madera que había llegado de Inglaterra con armas, porque no lo tiene. »2. Aquí un pobre prisionero,
Guillermo el Conquistador en el Mayflower o ––Eso ya lo sabía yo ––dice Tom––, pero te abandonado por el mundo y los amigos,
en uno de esos barcos de los peregrinos y apuesto a que ya lo tendrá antes que salga de sufrió una vida de penas.
estaba escondido en el desván, con un aquí, porque va a salir como está mandado, »3. Aquí se rompió un corazón solitario
montón de cacharros antiguos y de cosas sin ninguna mancha en su historial. y un espíritu deshecho marchó a su
valiosas, no porque valiesen para nada, que Así que mientras Jim y yo íbamos afilando las eterno descanso, al cabo de treinta y
no lo valían, sino porque eran como reliquias, plumas en un ladrillo, Jim la suya con el cobre siete años de cautiverio en solitario.
ya sabéis, y lo sacamos en secreto y lo y yo la mía con la cuchara, Tom se puso a »4. Aquí, sin casa ni amigos, al cabo de
llevamos al bosque, pero nos falló en los trabajar pensando en el escudo de armas. Al treinta y siete años de amargo
primeros pasteles porque no sabíamos usarlo cabo de un rato dijo que se le habían cautiverio, pereció un noble ex-
bien, aunque en el último funcionó ocurrido tantos que no sabía cuál escoger, tranjero, hijo natural de Luis XIV.»
estupendo. Pusimos pasta por todos los pero había uno que le parecía su favorito. Va
bordes, la llenamos con una cuerda de trapos y dice: A Tom le temblaba la voz al leerlo, y casi se
y luego lo cubrimos todo con pasta y ––En el escudo pondremos una barra de oro echó a llorar. Cuando terminó no había
cerramos la tapa, y encima le pusimos unas en la base diestra, un aspa morada en el forma de que deci- diera cuál tenía que
ascuas y nos apartamos cinco pies, con el falquín, con un perro, couchant, en franquís, y escribir Jim en la pared, porque todas eran
mango largo, tan tranquilos y tan cómodos, y bajo el pie, una cadena almenada, por––la estupendas, pero por fin decidió que dejaría
al cabo de quince minutos nos salió un pastel esclavitud, con un chevrovert con una punta que las escribiese todas. Jim dijo que le
que daba gusto verlo. Pero quien se lo dentada y tres líneas vectoras en campo de llevaría un año escribir tantas cosas en los
comiera tendría que llevarse un par de azur, con las puntas de los dientes rampantes troncos con un clavo, porque además él no
barriles de palillos para los dientes, porque si en una dancette; de timbre, un negro fugitivo, sabía hacer letras; pero Tom le prometió
aque- lla escala de cuerda no se los tapaba sable, con el hatillo al hombro sobre barra de dibujárselas para que Jim no tuviera más que
todos es que yo no sé de lo que estoy bastardía, y un par de gules de apoyo, que seguir el dibujo. Y poco después dijo:
hablando, y encima le iba a que- dar un dolor somos tú y yo; de lema, Maggiore fretta, ––Ahora que lo pienso, esos troncos no
de estómago para los restos. minore atto. Lo he sacado de un libro; valen; en las mazmorras no tienes troncos;
Nat no miró cuando pusimos el pastel de significa que no por mucho madrugar tenemos que hacer las inscripciones en una
brujas en la escudilla de Jim y colocamos los amanece más temprano. piedra. Tenemos que traer una piedra.
tres platos de es- taño en el fondo de la ––Recontradiablo ––dije yo––, pero, ¿qué Jim dijo que la piedra era peor que los
cazuela debajo de la escudilla, así que a Jim le significa todo el resto? troncos; que le llevaría tantísimo tiempo
llegó todo perfectamente, y en cuanto se escribirlas en la piedra que jamás se escaparía.
quedó solo rompió el pastel y escondió la Pero Tom dijo que me dejaría ayudarle.
escala de cuerda en el colchón de paja, marcó Después echó un vistazo para ver cómo nos
iba a mí y a Jim con las plumas. Era un trabajo es lógico. Sí, es una idea fenómena. ¿Dónde la aseguro. Nunca había comprendido que esto
de lo más latoso, duro y lento, no me venía tendrías? de estar preso fuera tanto lío.
nada bien para quitarme las llagas de las ––¿Tener qué, sito Tom? ––Bueno, siempre lo es cuando se hacen bien
manos, y casi no parecíamos avanzar, así que ––Hombre, una serpiente de cascabel. las cosas. ¿Hay ratas por qui?
Tom va y dice: ––¡Por todos los santos del cielo, sito Tom! ––No, señor, no he visto ninguna.
––Ya sé cómo arreglarlo. Necesitamos una Pero es que yo si veo que entra aquí una ––Bueno, te traeremos algunas ratas.
piedra para el escudo de armas y las serpiente de casca- bel salgo volando por esa ––Pero, sito Tom, yo no quiero tener ratas.
inscripciones melancólicas, y podemos matar pared de troncos, aunque tenga que romperla Son los bichos más asquerosos que hay, y se
dos pájaros de un tiro. Donde el molino hay a cabezazos. le suben a uno encima y le muerden en los
una piedra enorme de moler que podemos ––Hombre, Jim, al cabo de un tiempo ya no le pies cuando está tratando de dormirse. No,
traer para escribir las cosas en ella y además tendrías miedo. Podrías domesticarla. señor, prefiero las culebras, si es que hace
afilar las plumas y el serrucho. ––¡Domesticarla! falta, pero nada de ratas; no me gustan para
No era mala idea, y tampoco era mala piedra ––Sí, es fácil. Todos los animales agradecen nada, y lo digo de verdad.
de moler, pero decidimos intentarlo. Todavía los gestos de cariño y las caricias; ni se les ––Pero, Jim, tiene que haber ratas... Lo dice
no era media- noche, así que nos fuimos al ocurriría hacer daño a una persona que las en todos los libros. Así que no armes más
molino y dejamos a Jim con su trabajo. acaricia. Lo puedes ver en cualquier libro. jaleo con eso. A los prisioneros nunca les
Agarramos la piedra y empezamos a llevarla Inténtalo, es lo único que digo; inténtalo dos faltan ratas. No hay ni un solo caso. Y las
rodando a casa, pero resultaba de lo más o tres días. Puedes hacer que al cabo de poco domestican, las acarician y les enseñan trucos,
difícil. A veces, hiciéramos lo que hiciéramos, tiempo te quiera, que duerma contigo y no se y así aprenden a ser de lo más sociable. Pero
no podía- mos impedir que se cayera, y a separe de ti ni un momento; que te deje hay que tocarles algo de música. ¿Tienes algo
cada momento estaba a punto de aplastarnos. ponértela en el cuello y meterte la cabeza en para tocar música?
Tom dijo que seguro que se llevaba a uno de la boca. ––No tengo más que un peine de madera, un
nosotros por delante antes de que ––Por favor, sito Tom... ¡No diga esas cosas! pedazo de papel y un birimbao, y no creo que
lográsemos terminar. Llegamos a medio ¡No puedo aguantarlo! Me dejaría que le vaya a gustar- les mucho un birimbao.
camino y ya estábamos agotados y casi metiera la cabeza en mi boca, ¿como un ––Seguro que sí. A ellas les da igual la clase
ahogados de sudor. Vimos que no había nada favor, verdad? Apuesto a que tendría que de música. Un birimbao resulta fenómeno
que hacer; teníamos que ir a bus- car a Jim. esperar mucho tiempo antes de que se lo para una rata. A todos los animales les gusta
Así que levantó la cama, sacó la cadena de la pidiera yo. Y, además, no quiero que duerma la música, y en las cárceles les encanta. Sobre
pata del catre, se la puso al cuello y salimos a conmigo. todo, la música triste, y con un birimbao es la
ras- tras por el agujero hasta donde estaba la ––Jim, no seas tonto. Un prisionero tiene que única música que se puede tocar. Siempre les
piedra, y Jim y yo nos pusimos a empujarla y tener un animalito de compañía, y si nunca se interesa; salen a ver qué te pasa. Sí, te va a ir
la hicimos correr de lo más fácil, mientras ha probado con una serpiente de cascabel, muy bien, lo tienes todo. Lo que hace falta es
Tom supervisaba. Era el chico que mejor puedes alcanzar más gloria por ser el primero que te sientes en la cama por las noches
supervisaba del mundo. Sabía hacer de to- do. en intentarlo que de cualquier otra forma que antes de dormirte, y que por la mañana hagas
Nuestro agujero ya era bastante grande, pero se te pueda ocurrir de salvar la vida. lo mismo y toques el birimbao; toca «Se ha
no lo suficiente para meter por él la piedra; ––Pero, sito Tom, yo no quiero esa gloria. La roto el último eslabón», que es lo que les
entonces Jim agarró el pico y en seguida lo serpiente va y le muerde en la barbilla a Jim, y encanta a las ratas, y cuando lleves tocando
agrandó. Después Tom dibujó las frases en entonces, dos minutos verás que todas las ratas, las
ella con el clavo y puso a Jim a trabajar, con el ¿dónde está la gloria? No, señor, no quiero serpientes y las arañas y todo eso empiezan a
clavo haciendo de buril y un perno de hacer nada de eso. preocuparse por ti y salen. Y vendrán todas a
martillo; dijo que trabajara hasta que se ––Maldita sea, ¿no puedes intentarlo? Sólo hacerte compañía, y lo pasarán estupendo.
acabara la vela y que después podía acostarse quiero que lo intentes... No necesitas seguir ––Sí, supongo que ellas sí, sito Tom, pero,
y esconder la piedra de molino debajo del adelante si no sa- le bien. ¿cómo se lo va a pasar Jim? Que me
colchón y dormir encima de ella. Luego le ––Pero el problema se acaba si la serpiente ahorquen si lo entiendo. Pero si es necesario
ayudamos a volver a poner la cadena en la me muerde mientras yo lo estoy intentando. lo haré. Calculo que más vale tener a los
pata del catre y nos preparamos para Sito Tom, yo es- toy dispuesto a intentar casi animales contentos y no andar con problemas
acostarnos. A Tom se le ocurrió algo, y va y cualquier cosa que parezca razonable, pero si en casa.
dice: usted y Huck me traen una ser- piente para Tom se quedó pensando si faltaba algo, y al
––Ah, ¿hay arañas aquí? que la domestique, me largo, eso se lo cabo de un momento va y dice:
––No, señor, gracias a Dios que no, sito aseguro. ––Ah, se me ha olvidado una cosa. ¿Crees
Tom. ––Bueno, entonces déjalo, déjalo, ya que te que podrías criar una flor aquí?
––Muy bien, ya te traeremos algunas. pones tan terco. Podemos conseguirte unas ––No sé, pero a lo mejor sí, sito Tom,
––Pero, por Dios, mi niño, no quiero arañas. culebras y atarles unos botones en las colas y aunque aquí está bastante oscuro y no me
Me dan miedo. Prefiero hasta las serpientes hacer como que son serpientes de cascabel; vale de mucho una flor, y me iba a resultar
de cascabel. Tom se quedó pensando un supongo que tendremos que conten- tarnos muy difícil.
momento, y va y dice: con eso. ––Bueno, inténtalo de todas formas. Ya lo
––Es una buena idea. Y calculo que ya se ha ––Eso lo podría aguantar, sito Tom, pero han hecho algunos otros prisioneros.
hecho alguna vez. Tiene que haberse hecho; maldito si no podría arreglármelas sin ellas, le ––Calculo que aquí podría crecer uno de
esos barbascos que echan colas como un
gato, sito Tom, pero no merecería la pena ni subida en la cama armando la de todos los de hacía una semana la tía Sally todavía no se
la mitad del trabajo que daría. diablos mientras las ratas hacían todo lo que había repuesto; tan asustada seguía que
––No lo creas. Te traeremos una pequeñita y podían para que no se aburriera. Entonces cuando estaba senta- da pensando en algo, si
la plantas en ese rincón y la vas cultivando. Y nos sacudió con el palo y tardamos por lo le tocaba uno en la nuca con una pluma
no la llamas barbasco, sino pitchiola, que es menos otras dos horas en atrapar otras pegaba un salto que se salía de los zapatos.
un nombre que hace muy bonito en una quince o dieci- séis, por culpa de aquel tonto Era muy curioso. Pero Tom dijo que todas las
cárcel. Lo mejor es que la riegues con tus de crío, y tampoco eran las mejores, porque mujeres eran iguales. Dijo que por algún
lágrimas. el primer cargamento había sido inmejorable. motivo u otro esta- ban hechas así.
––Pero si tengo montones de agua de la En mi vida he visto un grupo de ratas mejor Nos daba una paliza cada vez que se
fuente, sito Tom. que el de aquel primer cargamento. encontraba con una de las serpientes, y decía
––No necesitas agua de la fuente; lo que hace Conseguimos una variedad espléndida de que eso no era nada en comparación con lo
falta es que la riegues con tus lágrimas. Es lo arañas, escarabajos, ranas y orugas, entre una que nos iba a hacer si le volvíamos a llenar la
que hacen to- dos. cosa y otra, y ca- si nos llevamos un nido de casa de ellas. Las palizas no me importa- ban,
––Pero, sito Tom, yo puedo criar un avispas, pero no lo conseguimos. La familia porque en realidad no eran nada, pero sí me
barbasco así de grande con agua de la fuente, estaba en casa. No renunciamos importaba lo difícil que nos resultó encontrar
mientras que con las lágrimas apenas crecerá. inmediatamente, sino que aguantamos todo lo otro montón. Pero las conseguimos, junto
––No se trata de eso. Hay que hacerlo con que pudimos, porque intentamos cansarlas o con los demás bichos, y en vuestra vida
lágrimas. que nos cansa- ran a nosotros, como ocurrió habéis visto una cabaña tan animada como la
––Se me morirá, sito Tom, seguro que sí; al final. Entonces nos fuimos a poner una de Jim cuando todas salían a oír la música y se
porque yo casi nunca lloro. pomada en las picaduras y casi vol- vimos a acercaban a él. A Jim no le gustaban las arañas
Así que Tom no sabía qué hacer. Pero lo quedar bien, aunque no podíamos sentarnos a y a las arañas no les justaba Jim; así que se
pensó y dijo que Jim tendría que llorar todo gusto. Luego salimos a buscar las serpientes y quedaban esperando y después le hacían la
lo que pudiera con una cebolla. Prometió que aga- rramos un par de docenas de serpientes vida imposible. Y él
iría a las cabañas de los negros y le pondría de agua y de serpientes domésticas y las decía que entre las ratas y las serpientes y la
una en secreto en el café de Jim por la pusimos en un saco en nuestra habitación, rueda de molino casi no le quedaba sitio en el
mañana. Jim dijo que prefiriría que pusiera con lo que dio la hora de la cena después de catre, y en lo que le quedaba no se podía
tabaco en el café, y puso tantos problemas un día entero de trabajo; ¿que si teníamos dormir, porque aquello no paraba, y que
con aquello, y con lo del trabajo y el hambre? ¡No, naturalmente que no! Cuando aquello no paraba porque ellas nunca
problema de cultivar el barbasco, lo del volvimos no quedaba ni una maldita dormían todas al tiempo, sino que hacían
birimbao y las ratas y lo de acariciar a las ser- serpiente; no habíamos atado bien el saco y turnos, de forma que cuando se dormían las
pientes y las arañas y todo lo demás, encima no sé cómo habían encontrado la salida y se serpientes estaban de guardia las ratas y
de lo que tenía que hacer con las plumas y las habían ido. Pero no importaba mucho, cuando se acostaban las ratas les tocaba de
inscripciones y los diarios y todo aquello, que porque tenían que seguir por alguna parte de guardia a las serpientes, así que siempre tenía
dijo que estar prisionero era lo más difícil que la casa. Así que pensamos que ya las un montón de bichos debajo de él y el otro
había hecho en su vida, hasta que Tom perdió volveríamos a encontrar. No, durante montón haciendo un circo encima, y si se
la paciencia con él y le respondió que había muchos días no escasearon las serpientes en levantaba para buscar un sitio nuevo las
recibido más oportunidades que ningún aquella casa. Se las veía colgando de las vigas arañas se le echaban encima al hacer el
prisio- nero del mundo para hacerse famoso y otras veces metidas en algún sitio, y cambio. Dijo que si alguna vez se escapaba,
y sin embargo no sabía agradecerlo, y que generalmente se le caían a uno en el plato o no volvería a ser prisionero ni aunque le
con él no se podía hacer más que perder el se le metían por el cuello, casi siempre donde pagaran un sueldo.
tiempo. Así que Jim dijo que lo sentía y que no era apetecible. Bueno, eran todas muy Bueno, al cabo de tres semanas todo estaba
no volvería a portarse igual, y después Tom y bonitas con sus rayas y todo, y aunque hubie- en perfecta forma. La camisa le había llegado
yo nos fuimos a la cama. ra un millón no le habrían hecho daño a en seguida de- ntro de un pastel, y cada vez
nadie, pero eso a la tía Sally no le importaba; que una rata mordía a Jim éste se levantaba y
le daban asco las serpientes, fueran de la raza escribía algo en el diario mien- tras la tinta
que fuesen, y no las aguantaba en ninguna estaba fresca; las plumas estaban hechas, las
CAPÍTULO 39 forma, y cada vez que se le caía una encima, inscripciones y todo lo demás se había
Por la mañana fuimos al pueblo, compramos estuviera haciendo lo que fuese, dejaba de quedado ya grabado en la piedra; la pata del
una ratonera de alambre, la llevamos a casa y hacerlo y se iba corriendo. Nunca he visto catre estaba serrada en dos y nos habíamos
destapamos el mejor de los agujeros de las una mujer así; se oían sus gritos hasta Jericó. comido el serrín, que nos dio un dolor de
ratas, y al cabo de una media hora ya Ni siquiera era capaz de agarrar una con las estómago de miedo. Creíamos que nos
habíamos metido en la ratonera quince de las tenazas. Si se daba la vuelta y se encontraba moriríamos todos, pero no. Era el serrín más
mejores; después la agarramos y la pusimos a con una en la cama echaba a correr y se indigesto que he visto en mi vida, y Tom
salvo debajo de la cama de tía Sally. Pero ponía a pegar gritos de forma que daba la decía lo mismo. Pero también decía que
mientras está- bamos buscando arañas, el impre- sión de que se había incendiado la teníamos todo el trabajo hecho, por fin,
pequeño Thomas Franklin Benjamin Jefferson casa. Fastidiaba tanto al viejo que dijo que casi aunque estábamos todos agotados, sobre
Elexander Phelps la encontró y abrió la le daban ganas de que no se hubieran creado todo Jim. El viejo había escrito dos veces a la
portezuela para ver si salían las ratas, y las serpientes. Pero hombre, si después de plantación al sur de Orleans para que fueran
salieron, y cuando volvimos la tía Sally estaba que ya no quedara ni una sola en la casa des- a buscar a su negro fugitivo, pero no había
recibido respuesta, porque esa plan- tación ––Muy bien, no digo nada; yo soy la criada. de la puerta trasera estaba dormido se la
no existía, así que dijo que pondría un ¿Quién es la madre de Jim? metió en la camisa por detrás y volvió. La
anuncio sobre Jim en los periódicos de Saint ––La madre soy yo. Me pondré un vestido de carta decía:
Louis y de Nue- va Orleans, y cuando la tía Sally. «No me traicionen, deseo ser su amigo. Hay
mencionó los de Saint Louis me dieron ––Bueno, entonces tendrás que quedarte en una banda desperada de asesinos del
escalofríos y vi que no teníamos tiempo que la cabaña cuando nos marchemos Jim y yo. territorio indio que van a robarles su negro
perder. Tom dijo que había llegado el ––No mucho tiempo. Rellenaré de paja la fugitivo esta noche, y han intentado meterles
momento de las cartas nónimas. ropa de Jim y la dejaré en la cama en miedo para que se queden en casa y no les
––¿Qué es eso? ––pregunté. representación de su ma- dre disfrazada; Jim molesten. Yo soy de la banda, pero me he
––Advertencias a la gente de que va a pasar me quitará a mí el vestido de la negra, se lo arrepentido y quiero dejarla y volver a llevar
algo. Unas veces se hace de una forma y otras pondrá y nos evadiremos juntos. Cuando un una vida honrada y quiero traicionar sus
de otra. Pero siempre hay algún espía que prisionero fino se escapa, se llama una proyectos infernales. Llegarán a medianoche
advierte al gobernador del castillo. Cuando evasión. Por ejemplo, es lo que dicen siempre exacta desde el norte, junto a la valla, con
Luis XVI se iba a escapar de las Telerías, fue cuando se escapa un rey. Y lo mismo pasa una llave falsa, e irán a la cabaña del negro
una criada. Así está muy bien, y las cartas con el hijo de un rey; no importa que sea un para llevárselo. Yo tengo que quedarme atrás
nónimas también. Haremos las dos cosas. Lo hijo natural o antinatural. y tocar una corneta si veo que hay peligro,
nor- mal es que la madre del prisionero se Así que Tom escribió la carta nónima y pero lo que voy a hacer es balar como una
cambie de ropa con ellas y se quede dentro aquella noche yo robé el vestido de la chica oveja en cuanto lleguen y no to- car la
del castillo, y él saldrá vestido con la ropa de de color claro, me lo puse y metí por debajo corneta; entonces, mientras le quitan las
la madre. Vamos a hacerlo también. de la puerta principal lo que me había dicho cadenas, ustedes pueden ir a dejarlos
––Pero, oye, Tom, ¿para qué queremos avisar Tom. Decía: encerrados y matarlos cuando quieran. No
a nadie de que va a pasar algo? Que se «Cuidado. Se acercan problemas. Estad muy hagan más que lo que les digo yo; porque si
enteren ellos solos, es cosa suya. atentos. no seguro que sospechan algo y organizan un
––Sí, ya lo sé. Pero no puedes contar con UN AMIGO DESCONOCIDO» desastre. No deseo ninguna recompensa, sino
ellos. Es lo que han hecho desde el principio: A la noche siguiente clavamos en la puerta saber que he actuado bien.
nos han dejado que lo hagamos todo principal un dibujo de una calavera y unas UN AMIGO DESCONOCIDO»
nosotros. Están tan confiados y tan atontados tibias que hizo Tom con sangre, y a la otra
que ni siquiera se fijan en nosotros. Así que si noche clavamos en la puerta de atrás otro
no se lo avisamos, no habrá nada ni nadie que dibujo de un ataúd. Jamás había visto a una
se entrometa, y después de todo el trabajo y familia tan asustada. No podían haber estado
CAPÍTULO 40
de lo que nos hemos preocupado con esta más asustados aunque la casa se hubiera Después de desayunar nos sentíamos tan bien
fuga, saldrá como si no hubiera pasado nada; llenado de fan- tasmas esperándolos detrás que sacamos la canoa para ir a pescar al río,
no tendrá ningún valor... ¡No llamará la de cada mueble y debajo de las camas o con unos bo- cadillos, y nos divertimos
atención! flotando en el aire. Si una puerta daba un mucho; fuimos a donde estaba la balsa, vimos
––Pues lo que es por mí, Tom, eso es lo portazo, la tía Sally pegaba un salto y decía que estaba bien y llegamos a casa tarde para
mejor. «¡ay!», y si caía algo, pegaba un salto y decía la cena, y los vimos tan asustados y
––¡Caray! ––exclamó, con aire de desagrado, «¡ay!», y cuando uno la tocaba antes de que preocupados que ya ni sabían a dónde mirar y
así que le dije: ella se diera cuenta, hacía lo mismo; no podía nos obligaron a irnos a la cama en cuanto
––Pero no voy a quejarme. Lo que tú decidas mirar a un lado y quedarse satisfecha, porque terminamos de cenar sin decirnos lo que
vale para mí. ¿De dónde vamos a sacar a la decía que siempre había algo detrás de ella, pasaba, ni palabra de la nueva carta, pero no
criada? así que se pasaba el tiempo dándose la vuelta hacía falta, porque estábamos más enterados
––Eso te toca a ti. Te cuelas en mitad de la de repente y diciendo «¡ay!», y antes de que nadie, y en cuanto subimos la mitad de la
noche y te llevas el vestido de esa chica de terminar de darse la vuelta se volvía a escalera y la tía Sally se dio la vuelta nos
piel clara. retorcer y decía lo mismo, y le daba miedo fuimos a la alacena del sótano, sacamos
––Pero, Tom, entonces tendrá problemas acostarse, pero tampoco se atrevía a abundante comida, la subimos a nuestra
por la mañana, porque puede que no tenga quedarse sentada. Así que las cosas habitación y nos acostamos. Hacia las once y
otro. marchaban muy bien, dijo Tom; según él, media nos levantamos y Tom se puso el
––Ya lo sé, pero no te hace falta más que un nunca había visto nada igual de bien. vestido de la tía Sally que había robado para
cuarto de hora para llevar la carta nónima y Comentó que en eso se veía las cosas bien irse con la comida, pero dijo:
meterla por de- bajo de la puerta principal. hechas. ––¿Dónde está la mantequilla?
––Entonces, muy bien, de acuerdo; pero igual Así que, dijo, ¡a ponerlo todo en marcha! Así ––Saqué un buen pedazo ––dije–– en un
la podría llevar sin cambiarme de ropa. que a la mañana siguiente, justo al amanecer, trozo de pan de borona.
––Entonces no parecerías una criada, ¿no? preparamos otra carta, y estábamos ––Bueno, pues la dejaste ahí puesta; aquí no
––No, pero de todas formas nadie va a ver lo pensando cuál era la mejor forma de está.
que parezco o dejo de parecer. entregarla, porque a la hora de cenar les ––Podemos pasar sin ella ––respondí.
––Eso no tiene nada que ver. Lo que importa habíamos oído decir que iban a poner a un ––También podemos pasar con ella ––dijo él–
es que cumplamos con nuestro deber y no negro de guardia en cada puerta toda la –, así que vuelve al sótano y tráela. Después
nos preocupemos de si alguien nos ve hacerlo noche. Tom se bajó por el pararrayos para te bajas por el pararrayos y te vienes. Voy a
o no. ¿Es que no tienes principios? ver cómo estaban las cosas, y como el negro poner la paja en la ropa de Jim para que
represente a su madre disfrazada y estar listo Por fin llegó y empezó a hacerme preguntas, ruido que hacían al abrir el candado y que
para balar como una oveja y largarnos en pero yo no podía contestarlas a derechas y uno de ellos decía:
cuanto llegues tú. no sabía qué de- cir, porque aquellos ––Os he dicho que era demasiado temprano;
Así que se marchó y yo me fui al sótano. El hombres estaban tan nerviosos que algunos no han llegado: la puerta está cerrada. Vamos,
trozo de mantequilla, del tamaño de un puño, querían empezar inmediatamente y lanzar- se algunos de vosotros vais a la cabaña, los
estaba donde lo había dejado, así que me fui encima de aquellos bandoleros, porque como esperáis en la oscuridad y los matáis cuando
con el trozo de pan de borona donde lo había decían no faltaban más que unos minutos para lleguen, y el resto os dispersáis por ahí y
puesto y subí al piso principal, pero apareció la mediano- che, mientras otros trataban de ponéis atención para oírlos llegar.
la tía Sally con una vela y yo lo metí todo en frenarlos y esperar a que llegara el balido; Así que entraron, pero en la oscuridad no
el sombrero y me lo calé en la cabeza. mientras tanto, allí estaba la tía Sally venga de nos podían ver y casi todos nos pisaron
Cuando me vio dijo inmediatamente: hacer preguntas, y yo todo tembloroso y a mientras nosotros tratá- bamos de meternos
––¿Has bajado al sótano? punto de desmayarme de miedo que tenía, y debajo de la cama. Pero conseguimos
––Sí, señora. cada vez hacía más calor y la mantequilla meternos allí y salir por el agujero, rápido
––¿Qué estabas haciendo allí? estaba empezando a derretirse y a correrme pero sin hacer ruido. Jim primero, yo después
––Nada. por el cuello y por detrás de las orejas, hasta y Tom el último, que era lo que había
––¡Nada! que uno de aquéllos va y dice: ordenado Tom. Ya estába- mos en el
––No, señora. ––Yo estoy por ir primero a la cabaña cobertizo y oímos las pisadas de los que
––Bueno, entonces, ¿qué es lo que te ha dado inmediatamente y agarrarlos allí cuando andaban al lado. Así que nos arrastramos
para bajar a estas horas de la noche? lleguen. hasta la puerta y Tom nos paró allí y se puso
––No lo sé. Casi me desmayé y me goteó un chorro de a mirar por la grieta, pero no veía nada de
––¿No lo sabes? No me digas esas cosas, mantequilla por la frente. Cuando la tía Sally oscuro que estaba, y nos susurró que
Tom. Quiero saber lo que estabas haciendo lo vio se puso blanca como una sábana, y va y escucharía hasta que los pasos se alejaran
ahí abajo. dice: más, y cuando nos diera un codazo Jim tenía
––No estaba haciendo nada, tía Sally. Que me ––Por el amor del cielo, ¿qué le pasa a este que salir el pri- mero y él el último. Así que
muera si no es verdad. chico? ¡Seguro que tiene la fiebre cerebral y arrimó la oreja a la grieta y escuchó, escuchó
Calculé que ahora me dejaría marchar, y en se le están sa- liendo los sesos! Todo el y escuchó, y los pasos seguían dando vueltas
general es lo que habría hecho, pero supongo mundo vino corriendo a ver qué pasaba, ella al lado todo el tiempo; por fin nos dio un
que estaban pa- sando tantas cosas raras que me quitó el sombrero y con él salió el pan y codazo y nos marchamos doblados en dos,
todo lo que no fuera transparente como un lo que quedaba de la mantequilla; entonces sin res- pirar ni hacer el menor ruido,
cristal le ponía nerviosa, así que va y dice, me abrazó, diciendo: ––¡Qué susto me has avanzando a escondidas en fila india hacia la
muy decidida: dado! Y cuánto me alegro de que no sea nada valla hasta que llegamos allí y Jim y yo la
––Entra ahí en la sala y quédate hasta que peor, porque no tenemos más que saltamos; pero Tom se enganchó los
vuelva yo. Has ido a hacer algo que no debías problemas, y es que las desgracias nunca pantalones en una astilla que había en el
y te apuesto a que me entero de lo que era vienen solas, y cuando he visto eso creí que tronco de arriba, así que tuvo que tirar para
antes de haber terminado contigo. te ibas a morir, porque imaginaba por el soltarse, de forma que la astilla se le rompió e
Así que se marchó mientras yo abría la puerta color que era como si los sesos se te fueran a hizo un ruido, y cuando se dejó caer para
y entraba en la sala. ¡Dios mío, cuánta gente ... Dios mío, Dios mío, ¿por qué no me dijiste seguirnos, alguien gritó:
había allí! Quince labradores, y cada uno de lo que habías bajado a bus- car? No me habría ––¿Quién va? ¡Responde o disparo!
ellos con un arma. Me sentí de lo más mal, importado. ¡Ahora vete a la cama y que no te Pero no respondimos; nos pusimos en pie y
me dejé caer en una silla y me quedé sentado. vuelva yo a ver hasta mañana! echamos a correr. Entonces oímos unas
También ellos estaban sentados, algunos Subí las escaleras en un segundo, bajé por el carreras y un ¡bang, bang, bang!, y, ¡cómo
hablando un poco, en voz baja, y todos pararrayos en otro y busqué el cobertizo en silbaban las balas! Les oímos gritar:
inquietos y nerviosos, tratando de fingir que medio de la os- curidad. Casi no podía ni ––¡Ahí están! ¡Van al río! ¡A seguirlos,
no lo estaban; pero yo sabía que sí porque no hablar de preocupado que estaba, pero le dije muchachos, y soltad los perros!
hacían más que quitarse los sombreros y a Tom lo más rápido que pude que teníamos Así que se echaron a correr a toda velocidad.
volvérselos a poner, rascarse las orejas y que largarnos sin perder ni un minuto: ¡la Los oíamos bien porque llevaban botas y
cambiar de asiento y abrocharse y casa estaba llena de hombres armados! pegaban gritos, pero nosotros ni llevábamos
desabrocharse. Yo tampoco estaba tranquilo, Le brillaron mucho los ojos, y va y dice: botas ni gritábamos. íbamos camino del
pero de todas formas no me quité el ––¡No! ¿De verdad? ¡Hombre, Huck, si molino, y cuando se nos acercaron mucho
sombrero. tuviéramos que hacerlo otra vez, seguro que nos metimos entre las matas, dejamos que
Lo que me apetecía era que llegara la tía Sally hacíamos venir a doscientos! Si pudiéramos pasaran y luego nos pusimos detrás de ellos.
y me diera la paliza para acabar con el asunto, aplazarlo... Habían teni- do a los perros bien callados
si quería, y me dejara marcharme a decirle a ––¡Rápido! ¡Rápido! ––contesté––. ¿Dónde para que no asustaran a los ladrones, pero
Tom cómo habíamos exagerado todo y en está Jim? ahora ya los habían soltado y llega- ban
menudo avispero que nos habíamos metido, ––Ahí a tu lado; si alargas el brazo lo puedes haciendo tanto ruido que era como si fueran
de forma que pudiésemos dejar de hacer el tocar. Ya está vestido y todo lo demás está. un millón, pero eran los nuestros, así que nos
tonto y largarnos con Jim antes de que a Podemos irnos y dar la señal del balido. paramos hasta que nos alcanzaron, y cuando
aquellos palurdos se les acabara la paciencia y Pero entonces oímos las pisadas de los vieron que no éramos más que nosotros y
se nos echaran encima. hombres que se acercaban a la puerta y el que no les ofrecíamos ningu- na aventura, se
limitaron a saludar y salieron corriendo hacia Yo ya sabía que por dentro era blanco y ––Pues a mí y a Sid... y... y las escopetas; eso
donde sonaban los ruidos y los gritos, y noso- calculaba que iba a decir lo que había dicho, quería decir.
tros volvimos a remontar hacia el río, así que ahora todo estaba bien y le dije a ––Ah.
corriendo detrás de ellos hasta que casi Tom que iba a buscar a un médico. Se puso a Pero puso el pie en la regala y la hizo
llegamos al molino y luego salimos entre los armar un jaleo, pero Jim y yo nos pu- simos moverse, meneó la cabeza y dijo que buscaría
arbustos adonde estaba atada mi canoa, nos firmes y no quisimos ceder; así que él dijo otra mayor. Pero to- das estaban con cadena
metimos en ella y echamos a remar como que se apearía y que desamarraría la balsa él y candado, así que se metió en mi canoa y
locos hacia mitad del río, sin hacer más ruido solo; pero no le dejamos. Después nos echó dijo que esperase hasta que volviera, o que si
que el necesario. Luego pusimos la proa con una bronca, pero no valió de nada. no podía seguir buscando, o que quizá más
toda tranquili- dad hacia la isla donde estaba Así que cuando me vio que estaba valiera que volviese a casa y preparase a la
mi balsa y los oímos gritarse y ladrarse los preparando la canoa dijo: familia para la sorpresa, si es lo que quería.
unos a los otros ribera arriba, has- ta que ––Bueno, entonces, si tenéis que ir, os voy a Pero le dije que no, así que le expliqué cómo
estábamos tan lejos que los ruidos fueron decir lo que debéis hacer cuando lleguéis al encontrar la balsa y él se puso en marcha.
apagándose y desapareciendo. Cuando pueblo. Cerráis la puerta y le vendáis los ojos En seguida se me ocurrió una idea. Me dije:
llegamos a la balsa, voy y digo: al médico bien vendados y le hacéis jurar que «¿Y si no puede arreglarle la pierna en dos
sus labios están sellados; le dais una bolsa patadas, como dice el dicho? ¿Y si le lleva tres
––Ahora, viejo Jim, vuelves a estar libre, y te llena de monedas de oro y después lo sacáis y o cuatro días? ¿Qué vamos a hacer?
apuesto a que nunca volverás a ser esclavo. os lo lleváis haciéndole dar vueltas por todas ¿Quedarnos esperando hasta que se lo
––Y lo habéis hecho muy bien, Huck; estuvo las callejas en la oscuridad. Luego lo traéis cuente a alguien? No, señor; ya sé lo que voy
muy bien planeado y muy bien hecho y no aquí en la canoa, dando vuelta entre las islas, a hacer. Esperaré, y cuando vuelva, si dice
hay naide en el mundo que pueda hacer un lo registráis y le quitáis la tiza y no se la que tiene que vol- ver, me iré con él aunque
plan tan complicado y espléndido como éste. devolvéis hasta que haya vuelto al pueblo, sea a nado, lo atamos y nos lo llevamos río
Todos estábamos muy contentos, pero Tom porque, si no, marcará la balsa con tiza para abajo, y cuando Tom ya esté curado le
el más contento de todos porque le habían volverla a encontrar. Es lo que hacen todos. pagamos lo que sea, o todo lo que tengamos,
dado un balazo en una pantorrilla. Así que le dijimos que lo haríamos y nos y después le dejaremos desembarcar».
Cuando Jim y yo nos enteramos no nos marchamos, y Jim tenía que esconderse en el Entonces me metí en un montón de leña para
sentimos tan contentos como antes. Le hacía bosque cuando viera venir al médico hasta dormir algo, y cuando me desperté, el sol ya
mucho daño y san- graba, así que lo tendimos que volviera a marcharse. estaba bien al- to. Salí corriendo a casa del
en el wigwam y desgarramos una de las médico pero me dijeron que se había ido por
camisas del duque para vendarlo, pero él va y la noche y todavía no había vuel- to. «Bueno»,
dice: pensé, «parece que a Tom le va mal, así que
––Dadme esas tiras; lo puedo hacer yo solo.
CAPÍTULO 41 me voy derecho a la isla». Y me puse en
Ahora no paréis, no os quedéis por aquí, con El médico era viejo; un anciano muy marcha, pero al dar la vuelta a la esquina casi
una evasión que va tan bien. ¡A los remos y simpático y amable. Cuando lo desperté le me doy de frente con el tío Silas. Va y dice:
en marcha! ¡Muchachos, ha salido estupendo! dije que mi hermano y yo estábamos en la Isla ––¡Hombre, Tom! ¿Dónde has estado todo
De verdad que sí. Ojalá nos hubieran Española de caza ayer por la tarde y habíamos este tiempo, pillastre?
encargado a nosotros la evasión de Luis XVI, acampado en un trozo de balsa que ––No he estado en ninguna parte ––dije––,
y entonces en su biografía no habrían escrito encontramos, pero que, hacia medianoche, más que a la caza del negro fugitivo con Sid.
eso de debía de haberle dado un golpe a la escopeta ––Bueno, ¿dónde habéis ido? ––pregunta––.
«Hijo de San Luis, asciende al cielo»; no, mientras soñaba, porque se había disparado y Tu tía estaba preocupada.
señor; le habríamos hecho cruzar la frontera, le había dado en la pierna. Queríamos que ––Pues no tenía motivo ––dije yo––, porque
eso es lo que habríamos hecho con él y fuese a curársela sin decir nada ni estaba muy bien. Seguimos a los hombres y a
además con toda facilidad: ¡a los remos... a los comentárselo a nadie, porque pretendíamos los perros, pe- ro corrieron más que
remos! volver a casa aquella tarde para sorprender a nosotros y nos perdimos, pero creímos que
Pero Jim y yo estábamos consultándonos, y la familia. los habíamos oído en el agua, así que sa-
pensando, y al cabo de un minuto o así voy y ––¿De qué familia sois? ––pregunta. camos una canoa, los seguimos y cruzamos al
digo: ––De la familia Phelps, río abajo. otro lado, pero no los vimos; entonces
––Dilo tú, Jim. Y él dice: ––Ah ––dice, y al cabo de un minuto repite–– seguimos ribera arriba hasta que nos
––Bueno, esto es lo que me parece a mí, : ¿Cómo dices que se pegó un tiro? cansamos, dejamos atada la canoa y nos
Huck: si fuera él al que estábamos liberando y ––Tuvo un sueño y se disparó ––le respondí. quedamos dormidos, y no nos hemos
le pegasen un tiro a uno de los muchachos, ––Extraño sueño ––comentó. despertado hasta hace una hora; entonces
¿diría él: «Adelante, salvadme y no penséis en Así que encendió el farol, agarró el botiquín y vinimos remando a ver qué pasaba y Sid ha
un médico para salvar a ese otro»? nos pusimos en marcha. Pero cuando vio la ido a la oficina de correos a ver si se entera
¿Haría eso el sito Tom Sawyer? ¿Diría eso? canoa no le gustó; dijo que estaba muy bien de algo y yo ando dando una vuelta a ver si
¡Puedes apostar a que no! Bueno, entonces, para una persona, pero que no parecía segura consigo algo de comer antes de ir a casa.
¿vas a decirlo, Jim? No, señor, yo no doy un para dos. Y yo voy y digo: Así que nos fuimos a la oficina de correos a
paso fuera de aquí sin un médico; aunque ––Ah, no tenga usted miedo, señor, nos llevó buscar a «Sid», pero tal como yo sospechaba,
tardemos cuarenta años. a los tres con toda facilidad. no estaba allí; así que el viejo retiró una carta
––¿Qué tres? que le había llegado y nos quedamos
esperando un rato más. Como Sid no digo yo, y mucha ayuda, eso es lo que digo minuto, se nos escapan en nuestras narices y
apareció, el viejo dijo que nos fuéramos y que yo; montones de ayuda, digo yo; a ese negro nos engañan, y no sólo nos engañan a
Sid volviera a casa a pie, o en la canoa, le han ayudado una docena, y lo que es yo, les nosotros, sino también a los ladrones del
cuando terminase de hacer el tonto por el daría de latigazos a todos los negros que hay territorio indio, y van y se escapan con ese
pueblo, pero que nosotros volveríamos en la aquí hasta averiguar quiénes fueron, eso es lo negro sin que nadie les toque un pelo, ¡y eso
carreta. No conseguí que me dejase que- que digo yo; y, además, digo yo... con dieciséis hombres y veintidós perros
darme a esperar a Sid, porque dijo que no ––¡Una docena dices! Ni cuarenta podrían persiguiéndolos justo cuando se escapaban!
serviría de nada, y tenía que volver con él haber hecho tantas cosas. No hay más que Os digo que en mi vida he oído cosa igual. Ni
para que la tía Sally viese que estábamos bien. ver esos serruchos hechos con cuchillos de unos espíritus podían haberlo hecho mejor ni
Cuando llegamos a casa, la tía Sally se alegró cocina y todo lo demás, el cuidado con que con más inteligencia. Y calculo que tienen que
tanto de verme que se echó a reír y llorar al están hechos; no hay más que ver la pata de haber sido espíritus, porque vosotros ya
mismo tiempo mientras me abrazaba y me ese catre serrada con ellos, que es una conocéis a vuestros perros y no los hay
daba una de aquellas palizas suyas que ni se semana de trabajo para seis hombres... No mejores; ¡y esos perros no les encontraron la
notaban, y luego dijo que a Sid le iba a hacer hay más que ver esa muñeca negra hecha de pista ni una vez! ¡Que me lo explique quien lo
lo mismo cuando volviera a casa. paja en la cama y no hay más que ver... entienda! ¡A ver quién sería capaz de
La casa estaba llena de agricultores y sus ––¡Tienes toda la razón, hermano Hightower! entenderlo!
mujeres que habían ido a comer y que no Es lo que le estaba diciendo aquí al hermano ––Bueno, la verdad es que...
paraban de hablar. La peor era la vieja señora Phelps. Dice, ––Por Dios santo, jamás...
Hotchkiss, que le daba a la sin hueso como «¿qué le parece todo esto, hermana ––Dios me bendiga, no lo hubiera cre...
una descosida. Va y dice: Hotchkiss?», dice. ¿Qué me parece qué, ––Ladrones de casas, además de...
––Bueno, hermana Phelps, he registrado esa hermano Phelps?, digo yo. ––Por Dios y todos los santos, a mí me daría
cabaña por todas partes y creo que el negro «¿Qué te parece la cama de ese catre serrada miedo vivir en una...
estaba loco. Se lo he dicho a la hermana así?», dice él. ¿Que qué me parece?, digo yo. ––¡Miedo vivir! Hombre, si yo tenía tanto
Damrell, ¿no es verdad, hermana Damrell? Le Lo que me pare- ce es que no se ha serrado miedo que casi ni me atrevía a acostarme, ni a
he dicho, está loco, con estas mis- mas sola, digo yo; alguien lo ha hecho, digo yo; ésa tenderme, ni a sentarme, hermana Ridgeway.
palabras. Ya me habéis oído todos: está loco, es mi opinión, valga lo que val- ga; quizá no Pero si es que robaban hasta... Dios mío,
es lo que digo; y es que se nota en todo. No valga nada, digo yo, pero valga o no valga, es podéis imaginaros en qué estado me
hay más que ver esa piedra de molino, es lo mi opinión, digo yo, y si a alguien se le ocurre encontraba yo ayer a medianoche. ¡Os juro
que digo; que naide me diga que no está loco otra mejor, digo yo, que la diga, digo yo, y que tenía miedo de que se llevaran a alguien
alguien que va y se pone a escribir todas las nada más. Le digo a la hermana Dunlap, digo de la familia!
locuras en una piedra de molino, es lo que yo... Había llegado a un punto en que ya no podía
digo yo. Aquí a tal y tal persona se le partió el ––Bueno, que me ahorquen, tiene que haber ni razonar. Ahora de día, parece una bobada,
corazón, y tal y cual sufrió treinta y siete habido toda una pandilla de negros que se pero me decía:
años, y todo eso: hijo natural de Luis no sé hayan pasado to- das las noches de cuatro «Ahí están mis dos pobrecitos chicos
qué, y todas esas bo- badas. Está chalado, eso semanas para haber hecho tanto trabajo, dormidos, ellos solitos en el piso de arriba,
es lo que yo digo y lo digo para empezar, en hermana Phelps. No hay más que ver esa en ese cuarto», y de ver- dad os digo que me
medio y para terminar: ese negro está loco; camisa; ¡toda llena hasta la última pulgada con daba tanto miedo que subí las escaleras y los
está loco; más loco que Naducobonosor, eso esa escritura africana secreta hecha con cerré con llave. Eso fue lo que hice, y lo que
es lo que digo yo. sangre! Tiene que haber habido un montón haría cualquiera. Porque, sabéis, cuando tiene
––Si no hay más que ver esa escala hecha de de ellos todo el tiempo, o casi. Hombre, daría una tanto miedo cada vez es peor porque la
trapos, hermana Hotchkiss ––dice la vieja dos dólares porque alguien me la leyese, y en cabeza em- pieza a dejar de funcionarle a una,
señora Damrell–– cuanto a los negros que la escribieron, les se le ocurren las cosas más absurdas, y con el
; ¿para qué dimonios iba a querer... daría de latigazos hasta... tiempo llega una a pensar:
––Lo mismo que estaba yo diciendo hace un ––¡Gente que lo ayudara, hermano Marples! «Supongamos que yo fuera un muchacho y
momento a la hermana Utterback, y si no que Bueno, de eso podrías estar seguro si estuviera ahí arriba con la puerta sin cerrar y
lo diga ella. Ella ha visto esa escala de trapos, hubieras estado en esta casa de un tiempo a fuese...» ––Se ca- lló con un aire como
es lo que digo yo; sí, miradla, eso es lo que esta parte. Pero si robaban todo lo que asombrado, y después volvió la cabeza
digo yo; ¿qué iba a hacer con ella? La hermana podían, y eso que nosotros estábamos lentamente, y cuando me miró a mí... me le-
Hotchkiss dice... atentos todo el tiempo. ¡Robaron esa camisa vanté y me fui a dar un paseo.
––Pero, cómo dimonios metieron esa piedra del tendedero!, y en cuanto a la sábana con la Me dije: «Podré explicar mejor cómo es que
de molino allí? Y, ¿quién hizo el agujero? Y, que hicieron la escala, Dios sabe cuántas no estábamos esta mañana en la habitación si
¿quién...? veces la robaron; y harina y velas y me voy a un lado y lo pienso un poco», y así
––¡Es lo que digo yo, hermano Penrod! candelabros y cucharas y el calentador lo hice. Pero no me atreví a irme muy lejos,
Estaba diciendo, pásame ese platito de antiguo y casi mil cosas que ya ni recuerdo, porque me había mandado a buscar. Se fue
melaza, por favor, estaba diciendo a la mi vestido nuevo de calicó, y eso que yo y haciendo tarde, se marchó toda la gente y
hermana Dunlap hace un minuto, ¿cómo Silas y mi Sid y mi Tom estába- mos vigilando entonces yo entré y le dije que a Sid y a mí
metieron allí esa rueda de molino? Y sin todo el día y toda la noche, como os estaba nos habían despertado los gritos y los ruidos,
ayuda, fi- jaos, ¡sin ayuda! Ahí está el asunto. diciendo, y ninguno pudimos ver ni oír nada y como la puerta estaba cerrada y queríamos
No me digáis a mí, digo yo; tuvieron ayuda, de lo que hacían, y ahora, en el último ver lo que pasaba, bajamos por el pararrayos
y los dos nos hicimos un poco de daño, así Dios sabe cuánto quería yo salir a ver lo que derecha y a izquierda a los negros y a todo el
que no podríamos hacerlo más. Des- pués fui pasaba con Tom, y que no pretendía otra mundo, a toda la velocidad que po- día y a
a contarle todo lo que le había dicho antes al cosa; pero después de aquello no me habría cada paso que daba.
tío Silas, y entonces ella dijo que nos ido ni aunque me hubieran dado reinos Seguí a los hombres para saber lo que iban a
perdonaba y que de todas formas era lo enteros. hacer con Jim, y el viejo médico y el tío Silas
lógico y lo que cabía esperar de unos Pero no podía dejar de pensar en ella y en siguieron a Tom a la casa. Los hombres
muchachos, porque todos los chicos éramos Tom, así que dormí muy inquieto. Aquella estaban rabiosos y querían ahorcar a Jim para
unos locos, que ella supiera, y con tal de que noche me bajé por el pararrayos dos veces y dar un ejemplo a todos los de- más negros de
no nos hubiera pasado nada, creía que era fui a la entrada principal, y allí la vi sentada los alrededores, para que no trataran de
mejor sentirse agra- decida de que con su vela a la ventana, mirando al camino escaparse como había hecho Jim ni
estuviéramos vivos y bien y de seguir sin parar de llorar, y pensé que ojalá pudiera organizaran tan- tos jaleos y tuvieran a toda
queriéndonos, en lugar de preocuparse por hacer algo por ella, pero no podía, salvo jurar una familia casi muerta del susto días y
cosas que ya habían pasado. Me besó, me que ja- más haría nada para volver a apenarla. noches. Pero los otros dijeron: «No, eso no
acarició la cabeza, se quedó muy pensativa y La tercera vez que desperté fue al amanecer, se puede hacer; ese negro no es nuestro, y
al cabo de un momento pega un salto y dice: bajé por el pararrayos y allí seguía ella, con la seguro que aparece el dueño y nos hace que
––¡Dios me bendiga, casi es de noche y vela casi terminada, con la vieja cabeza paguemos por él». Así que se enfriaron un
todavía no ha llegado Sid! ¿Qué le habrá apoyada en la mano; se había quedado dor- poco, porque la gente que tiene más ganas de
pasado a ese chico? Ahí vi mi oportunidad, así mida. ahorcar a un negro que ha hecho algo es
que también yo di un salto y voy y digo: siempre la misma que no quiere pagar por él
––Voy al pueblo, a traerlo ––digo. cuando ya les ha servido para lo que querían.
––No, ni hablar ––dice ella––. Te quedas Llamaron de todo a Jim y le dieron de golpes
donde estás; ya basta con que se pierda uno.
CAPÍTULO 42 en la cabeza de vez en cuando, pero Jim no
Si no llega para la hora de cenar, irá tu tío. El viejo volvió al pueblo antes de desayunar, decía nada; nunca se le escapó que me
Bueno, no llegó a la hora de cenar, así que pero no encontró ni huellas de Tom, y los conocía. Se lo llevaron a la misma cabaña, le
inmediatamente después salió el tío. dos se quedaron sentados a la mesa, pusieron su propia ropa y lo vol- vieron a
Volvió hacia las diez un poco intranquilo: no pensando sin decir nada, con un aire muy encadenar, pero esta vez no a la pata de un
había encontrado ni rastro de Tom. Tía Sally triste mientras se les enfriaba el café, y sin catre, sino a una argolla enorme clavada en el
está muy in- tranquila; pero el tío Silas dijo comer nada. Al cabo de un rato el viejo va y tronco de abajo, y también le encadenaron las
que no había motivo, que eran cosas de dice: manos y las dos piernas y dijeron que no le
muchachos y que éste aparecería por la ––¿Te he dado la carta? darían nada de comer más que pan y agua
mañana sano y salvo. Así que ella tuvo que ––¿Qué carta? hasta que apareciese su dueño o lo vendieran
callarse, pero dijo que en todo caso se ––La que me dieron ayer en la oficina de en una subasta, si es que no llegaba al cabo de
quedaría sentada a esperarlo y dejaría una luz correos. un cierto tiempo, y rellenaron el agujero que
encendida para que pudiera verla. ––No, no me has dado ninguna carta. habíamos hecho y dijeron que todas las
Y después, cuando me fui a la cama, subió ––Bueno, se me debe de haber olvidado. noches habría un par de agricultores con
conmigo y trajo su vela, me arropó y me Se puso a buscar en los bolsillos y luego fue a escopeta vigilando la cabaña y con un bulldog
trató tan bien que me sentí un ruin, como si alguna parte a buscar dónde la había dejado, a la puerta. Para entonces ya habían ter-
no pudiera mirarla a los ojos. Se sentó en la la trajo y se la dio. Va ella y dice: minado su trabajo, y estaban a punto de
cama para quedarse charlando un rato largo ––Pero si es de Saint Petersburg, de mi marcharse con una especie de maldición
conmigo y dijo que qué chico más espléndido hermana. general de despedida cuando apareció el
era Sid; parecía como si no quisiera dejar de Decidí que otro paseo me sentaría bien, pero médico viejo, que vio todo aquello y va y
hablar de él, venga de preguntarme de vez en no podía ni moverme. Antes de que pudiera dice:
cuando si yo creía que se podría haber abrirla la dejó caer y se echó a correr, ––No lo tratéis peor de lo necesario, porque
perdido o hecho daño, o quizá ahogado, y porque había visto algo. Y yo también. Era no es un mal negro. Cuando llegué donde
que ahora mismo podría estar sufriendo en Tom Sawyer acostado en un colchón y el encontré al mu- chacho vi que no podía
alguna parte, o muerto, sin tenerla a ella para viejo médico y Jim con el vestido de calicó de sacarle la bala sin algo de ayuda y que
ayu- darlo, mientras le caían las lágrimas en ella, con las manos atadas a la espalda, y un tampoco estaba en condiciones de dejarlo
silencio, y yo le decía que Sid estaba bien y montón de gente. Escondí la carta detrás de para ir a buscarla, y fue empeorando y
que seguro que volvería a casa por la mañana. lo primero que se me ocurrió y salí empeorando, y al cabo de un rato perdió la
Ella me apretaba una mano, o me daba un corriendo. Ella se lanzó hacia Tom, llorando, cabeza y ya no dejaba que me acercara; decía
beso, y me pedía que lo repitiera y que no y va y dice: que si le marcaba la balsa con una tiza me
parase, porque le hacía mucho bien y lo ––¡Ay, ha muerto, ha muerto, seguro que ha mataría y todo género de absurdos. Cuando
estaba pasando muy mal. Cuando se iba a muerto! vi que no podía hacer nada por él, me dije:
marchar me miró a los ojos muy fija y muy Tom volvió la cabeza un poco y dijo algo que «Necesito que alguien me ayude», y justo
afectuosa, y va y dice: demostraba que no estaba bien de la cabeza, entonces apa- reció ese negro no sé de
––Tom, no voy a cerrar la puerta con llave, y y ella subió las manos al cielo y dijo: dónde y dijo que me ayudaría, y bien que me
ahí están la ventana y el pararrayos, pero vas ––¡Está vivo, gracias a Dios! ¡Y con eso me ayudó. Claro que pensé que debía de ser un
a ser bueno, basta! Le dio un beso y se fue corriendo a la negro fugitivo, pero así estaban las cosas, y
¿verdad? ¿Y no te vas a ir? Hazlo por mí. casa a preparar la cama, dando órdenes a tuve que quedarme allí todo el resto del día y
toda la noche. ¡Os aseguro que ha resultado tormenta que se me echaba encima; me mirándolo y mirándolo y dejó que siguiera
dificil! Tenía un par de pacientes con las refiero a las explicaciones de cómo se me adelante. Com- prendí que no tenía ningún
fiebres y naturalmente me habría gustado ir al había olvidado mencionar que a Sid le habían sentido que interviniera yo––. Pero, tita, nos
pueblo a verlos, pero no me atrevía porque el pegado un tiro cuando me puse a contar ha costado muchísimo trabajo, se- manas
negro podía escapar y entonces sería cul- pa cómo habíamos pasado aquella noche él y yo enteras, horas y horas todas las noches,
mía; sin embargo, no se me acercó ni un remando entre las islas en busca del negro mientras todos dormíais. Tuvimos que robar
esquife al que pudiera llamar. De manera que fugitivo. velas y la sába- na y la camisa y tu vestido y
allí tuve que que- darme hasta que amaneció Pero tenía tiempo de sobra. La tía Sally se las cucharas y los platos de estaño y los
esta mañana, y nunca he visto un negro que quedó con el enfermo todo el día y toda la cuchillos de cocina y el calentador, la piedra
supiera cuidar mejor de un enfermo ni fuera noche, y cada vez que veía al tío Silas con de moler y la harina y todo género de cosas,
más fiel, aunque para eso tenía que poner en aquella cara tan larga, me escapaba de él. y no puedes imaginarte el trabajo que nos
peligro su libertad, y encima estaba agotado y A la mañana siguiente me enteré de que Tom costó hacer los serruchos y las plumas y las
se veía claramente que en los últimos tiempos iba mucho mejor, y dijeron que la tía Sally inscripciones y todo lo demás; no tienes ni
había tenido mucho que hacer. Por eso me había ido a echarse una siesta. Entonces fui a idea de lo que nos divertimos. Tuvimos que
gustó ese negro; y os aseguro, caballeros, que la habitación y, si lo encontraba despierto, hacer los dibujos de los ataúdes y lo demás,
un negro así vale mil dólares y debe recibir calculé que podíamos inven- tarnos una las cartas nónimas de los ladrones y subir y
buenos tratos. Yo no tenía todo lo que historia que la familia se tragara. Pero estaba bajar por el pararrayos, y hacer el agujero de
necesitaba y el muchacho iba recuperándose dormido y además muy pacífico, y pálido, no la cabaña y la escala de cuerda y meterla
igual que si estuviera en casa, y quizá mejor con la cara toda encendida como cuando cocinada dentro de un pastel y enviarle
porque había mu- cha tranquilidad, pero allí llegó. Así que me senté y esperé a que cucharas y cosas para que trabajase, que te
estaba yo con los dos en mis manos, y allí despertara. Al cabo de una me- dia hora llegó metíamos en los bolsillos del mandil...
tuve que quedarme hasta que amane- ció; en silencio la tía Sally y allí estaba yo, ¡otra ––¡Dios me ampare!
entonces aparecieron unos hombres en un vez en un aprieto! Me hizo un gesto para que ––...Y llenarle la cabaña de ratas y de
esquife, y la suerte fue que el negro estaba no dijera nada y se sentó a mi lado, y empezó serpientes y todo lo demás para que le
sentado junto al jergón con la cabeza apoyada a susurrar que ahora todos podíamos estar hicieran compañía a Jim, y después tú le
en las rodillas, dormido como un tronco; así contentos, porque todos los síntomas iban hiciste a Tom quedarse tanto tiempo aquí
que les hice señales en silencio, y se muy bien y llevaba mucho tiempo durmiendo, con la mantequilla dentro del sombrero que
acercaron, lo agarraron y lo ataron sin que él cada vez mejor y más tranquilo, y que casi lo estropeaste todo, porque los hombres
se enterase de lo que pasaba, y no hemos apostaba diez a uno a que cuando se llegaron antes de que hubiéramos salido de la
tenido ningún problema. Como el muchacho despertara ya habría recuperado todo el cabaña y tuvimos que salir corriendo y nos
también estaba medio dormido, envolvimos sentido. oyeron y nos dispararon y a mí me dieron, y
los remos con unos trapos, en- ganchamos la Nos quedamos allí mirándolo y al cabo dé un nos apartamos del camino y dejamos que
balsa y la remolcamos en silencio, y el negro rato se movió un poco, abrió los ojos con pasaran, y cuando llegaron los perros no les
no armó ningún jaleo ni dijo ni una palabra toda naturalidad, miró alrededor y dijo: parecimos interesantes, sino que se fueron
desde el principio. No es un mal negro, ––¡Hola! ¡Pero si estoy en casa! ¿Cómo ha adonde más ruido había; nosotros sacamos la
caballeros; eso es lo que tengo que decir de sido? ¿Dónde está la balsa? canoa y fuimos a la balsa y estábamos a salvo
él. ––Todo va bien ––respondí yo. y Jim era un hombre libre, ¡y lo hicimos todo
Alguien dijo: ––¿Y Jim? solos y fue estupendo, tía!
––Bueno, eso dice mucho de él, doctor, ––Igual ––dije, pero sin mucho ––Bueno, ¡en mi vida he oído cosa igual! Así
todo hay que decirlo. convencimiento. Pero él no se dio cuenta y que fuisteis vosotros, granujas, los que
Entonces también los demás se ablandaron un dijo: organizasteis todo este jaleo y nos habéis
poco, y me alegré mucho de que el viejo ––¡Bien! ¡Espléndido! ¡Ahora estamos en dejado a todos sin saber qué pensar, casi
médico se portara así de bien con Jim, y orden y a salvo! ¿Se lo has dicho a la tita? Iba muertos del susto. Me dan más ganas que
también de que aquello coincidiera con lo a decir que sí, pero intervino ella y va y dice: nunca de hacéroslo pagar en este mismo
que había pensado de él, porque me pare- ció ––¿El qué, Sid? momento. ¡Pensar que me he pasado aquí,
que era un hombre de buen corazón desde ––Hombre, cómo lo organizamos todo. noche tras noche... es- pera a ponerte bien
que lo vi. Entonces todos decidieron que Jim ––¿Qué todo? del todo, bribón, y verás cómo te saco el
había actuado muy bien y que merecía alguna ––Hombre, todo lo que ha pasado. Es lo diablo del cuerpo a palos!
compensación. Así que todos prometieron, único que contar; cómo pusimos en libertad Pero Tom estaba tan orgulloso y tan
inmediatamente y de todo cora- zón, que no al negro entre Tom y yo. contento que no podía pararse, y siguió
volverían a maldecirlo. ––¡Dios mío! ¿Que lo pusisteis en ...? ¡De qué dándole a la lengua mientras ella intervenía y
Después salieron y lo encerraron. Esperé que habla este chico! ¡Dios mío, Dios mío, se le escupía fuego todo el tiempo, los dos a la vez,
dijeran que podían quitarle una o dos de las ha vuelto a ir la cabeza! como una reunión de gatos, y al final ella dice:
cadenas, por- que eran pesadísimas, o que ––No, no se me ha ido la cabeza; sé ––Bueno, pásatelo todo lo bien que puedas
podría comer algo de carne y de verdura con perfectamente lo que digo. Sí que lo pusimos ahora, porque te aseguro que como vuelva a
el pan y el agua, pero ni se les ocurrió, y en libertad entre Tom y yo. Decidimos cogerte hablando con él...
calculé que más me valía no meterme en el hacerlo y lo hicimos. Y además con mucho ––¿Hablando con quién? ––pregunta Tom,
asunto, sino contarle la historia del médico a estilo. ––Se había puesto en marcha y ella no dejando de sonreír y con aire sorprendido.
la tía Sally como pudiera en cuanto pasara la logró pararlo, sino que se quedó allí sentada
––¿Con quién? Pues con el negro fugitivo, La tía Sally se convirtió en una de las ––No me vengas preguntando qué, insolente;
claro. ¿Qué te creías? Tom me miró muy personas que menos comprendía nada que yo dame esas cartas.
grave, y va y dice: haya visto en mi vi- da, salvo una, y ése fue el ––¿Qué cartas?
––Tom, ¿no me acabas de decir que estaba tío Silas, cuando vino y se lo contaron todo. ––Esas cartas. Te aseguro que si tengo que
bien? ¿No se ha escapado? Podría decirse que fue como si se echarte mano, te voy a...
––¿Él? ––dice la tía Sally–– ¿el negro fugitivo? emborrachase, y todo el resto del día se pasó ––Están en el baúl. Ya está dicho. Y están
Claro que no. Aquí lo han vuelto a traer sano sin comprender nada. Aquella noche predicó igual que estaban cuando me las dieron en
y salvo, y está en la misma cabaña, a pan y un sermón en la reunión de la iglesia que le correos. No las he visto. No las he tocado.
agua, ¡y cargado de cadenas hasta que vengan dio una reputación fenómena, porque no lo Pero sabía que iban a crear problemas y
a reclamarlo o lo venda- mos! habría entendido ni la persona más vieja del pensé que no te corrían prisa y que...
Tom se sentó de golpe en la cama, con la mundo. Así que la tía Polly le dijo a todo el ––Bueno, te mereces una paliza, de eso no
mirada encendida y abriendo y cerrando las mundo quién era yo, y tuve que confesar que hay duda. Te escribí otra para decirte que iba
ventanillas de la nariz como si fueran agallas, y estaba en una situación tan mala que cuando a venir, y su- pongo que... ––No, llegó ayer;
me grita: la señora Phelps me tomó por Tom Sawyer... todavía no la he leído, pero llegó bien, ésa la
––¡No tienen derecho a tenerlo encerrado! ––y entonces ella inter- vino y dijo: «Vamos, tengo yo.
¡Largo!, y no pierdas un minuto. ¡Suéltalo! No vamos, llámame tía Sally, ya estoy Yo hubiera apostado dos dólares a que no,
es ningún es- clavo. ¡Es tan libre como el que acostumbrada y no hay por qué cambiar las pero calculé que quizá era más seguro no
más! co- sas»––, que cuando la tía Sally me tomó apostar. Así que no dije nada.
––¿De qué habla este chico? por Tom Sawyer tuve que aceptarlo, porque
––Lo digo de verdad, tía Sally, y si no va nadie no podía hacer otra cosa, y yo sabía que a CAPÍTULO ÚLTIMO
iré yo. Lo he conocido toda la vida igual que Tom no le importaría, al contrario, le La primera vez que pude ver a Tom a solas le
aquí Tom. La vieja señorita Watson murió encantaría por tratarse de un misterio y lo pregunté en qué había pensado cuando lo de
hace dos meses y sintió vergüenza de haber con- vertiría todo en una aventura y se la evasión, qué pensaba hacer si la evasión
pretendido venderlo río abajo y lo dijo, y le quedaría contentísimo. Así salieron las cosas, salía bien y lograba poner en libertad al negro
dio la libertad en su testamento. y él hizo como que era Sid y me las facilitó que ya antes era libre. Respondió que lo que
––Entonces, ¿para qué demonios querías todo lo que pudo. había planeado desde un principio, si
ponerlo en libertad, si ya era libre? Su tía Polly dijo que Tom tenía razón en lo lográbamos sacar a Jim y ponerlo a salvo, era
––¡Bueno, ésa sí que es una pregunta, he de que había dicho de que la vieja señorita se- guir con él por el río en la balsa y tener
decirlo, típica de una mujer! Hombre, pues Watson había decla- rado libre a Jim en su montones de aventuras allí, y después decirle
porque quería probar la aventura, y habría testamento, así que, claro, Tom Sawyer se que era libre y llevar- lo de vuelta a casa en
sido capaz de meterme en sangre hasta el había metido en todo aquel lío y toda aquella un barco de vapor, bien fino, y pagarle por
cuello para... ¡Dios santo, TÍA POLLY! aventura para liberar a un negro que ya era todo el tiempo que había perdido y escribir
¡Que me muera ahora mismo si no estaba allí, libre, y por eso yo no lograba entender hasta por adelantado para que todos los negros
justo al lado de la puerta, con un aire tan aquel momento y aquella conversación cómo fueran a recibirlo y a llevarlo bailando al
complaciente y satisfecho como un ángel que podía Tom ayudar alguien a poner en libertad pueblo con una pro- cesión de antorchas y
se acabase de hartar de pastel! a un negro con la forma en que lo habían una banda de música. Entonces sería un
La tía Sally saltó hacia ella y casi le arrancó la educado a él. héroe y nosotros también. Pero yo calculé
cabeza de un abrazo. Se puso a llorar con Bueno, la tía Polly dijo que cuando la tía Sally que ya estaba bien tal como estaban las cosas.
ella, y yo encon- tré un buen sitio debajo de le escribió que Tom y Sid habían llegado No tardamos nada en quitarle las cadenas a
la cama, porque me dio la sensación de que sanos y salvos se había dicho: «¡Vaya vaya! Era Jim, y cuando la tía Polly, el tío Silas y la tía
aquello se estaba poniendo bastante difícil de esperar, por haber dejado que se Sally se entera- ron de lo bien que había
para nosotros. Miré por debajo y al cabo de marchara solo sin nadie que lo vigila- se. Así ayudado al médico a cuidar de Tom, le
un rato la tía Polly se soltó y se quedó que ahora tengo que ponerme a recorrer hicieron muchas zalemas y lo mimaron
contemplando a Tom por encima de las gafas, todo el río abajo, mil cien millas, y averiguar mucho y le dieron de comer todo lo que
ya sabéis, como si estuviera haciéndolo en qué está metido el muchacho esta vez, quería para que lo pasara bien y no tuviese
pedacitos. Y después va y dice: porque no había modo de que tú me que hacer nada. Le hicimos subir al cuarto del
––Sí, más te vale mirar a otro lado; es lo que contestaras». enfermo, donde estuvimos charlando mucho
haría yo en tu caso, Tom. ––Pero si aquí no llegaban noticias tuyas ––va tiempo, y Tom le dio a Jim cuarenta dólares
––¡Ay Dios mío! ––dice la tía Sally–– ¿es que y dice la tía Sally. por haber hecho de prisionero con nosotros
ha cambiado tanto? Pero si ése no es Tom, es ––¡Vaya, qué raro! Pero si te he escrito dos con tanta paciencia y haberlo hecho todo tan
Sid; Tom es- tá... pero, ¿dónde está Tom? veces para preguntarte a qué te referías al bien, y Jim casi se murió de contento y se
Estaba aquí hace un momento. decir que había llegado Sid. puso a gritar:
––Quieres decir dónde está Huck Finn.. . ¡a ––Bueno, hermana, pero nunca me llegaron. ––Vaya, Huck, ¿qué te decía? ¿Lo que te dije
ése te refieres! Calculo que no he criado a un La tía Polly se dio la vuelta muy lenta y en la isla de Jackson? Te dije que tengo
bribón como mi Tom todos estos años para severa, y va y dice: muchos pelos en el pecho y que eso es una
no conocerlo cuando lo veo. Estaría bueno. ––¡Tú, Tom! buena señal, y te dije que había sido rico una
Sal de debajo de la cama, Huck Finn. ––Bueno... ¿qué? ––contesta él, como vez y que iba a volver a ser rico otra vez, y
Eso fue lo que hice. Pero no me sentía muy enfadado. ahora se ha cumplido, ¡míralo! ¿Te enteras?
contento.
No me digas que no: las señales son señales y
no lo ol- vides; ¡yo sabía que iba a volver a
ser rico, tan seguro como que el sol sale por
el Este!
Después Tom se puso a hablar y hablar y dijo
que una de aquellas noches nos podíamos
escapar los tres y reunir una banda en busca
de aventuras estupendas entre los indios, en
su territorio, durante dos semanas o tres. Yo
dije que muy bien, que me iba perfectamente,
pero no tenía dinero para comprarme la ropa
y calcu- laba que no me lo iban a mandar de
casa, porque probablemente padre ya habría
vuelto y el juez Thatcher se lo habría dado
todo y él se lo habría bebido.
––No, nada de eso ––y va y dice Tom––; ahí
sigue todito: seis mil dólares y más; tu padre
no volvió nun- ca. Por lo menos hasta que me
vine yo aquí.
Jim dijo, como muy solemne:
––No va a volver más, Huck. Y yo voy y digo:
––¿Por qué, Jim?
––No importa por qué, Huck, pero no va a
volver más. Pero yo insistí, así que al final él
va y dice:
––¿No te acuerdas de aquella casa que
estaba flotando río abajo y había dentro un
hombre, todo tapado, y yo entré y lo destapé
y no te dejé que pasaras? Bueno, pues ya
puedes pedir tu dinero cuando quieras, por-
que era él. Tom ya está casi bien y lleva la
bala colgada al cuello con una caja de reloj, y
siempre mira qué hora es, así que ya no hay
nada más que escribir. Yo me alegro cantidad,
porque si hubiera sabido lo difícil que era
escribir un libro, no me habría puesto a ello,
y no pienso volver a hacerlo. Pero calculo
que tengo que marcharme al territorio antes
que naide, porque la tía Sally va a adoptarme
y a cevilizarme, y no lo aguanto. Ya sé lo que
es pasar por eso.

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