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INTRODUCCIÓN

Jasón príncipe heredero, hijo de Esón, rey de Yolcos, Destronado por su


hermano, el ambicioso Pelías, y enviado lejos de la ciudad, con el centauro
Quirón. Él cual se encargaría de educarlo.
A sus veinte años, Jasón regresa a Yolco dispuesto a recuperar el trono.
Pelías no alegre de verlo, convence a Jasón en ir a una misión imposible: viajar
hasta la Cólquide, y traer de allí el Vellocino de oro.
Jasón y cincuenta héroes griegos, llamados los Argonautas, tendrán que
sufrir grandes peligros hasta llegar a tan lejana tierra.
Llegado ya a su destino, Eetes, Rey de Cólquide impuso a Jasón un duro
desafío, que consistía en someter al yugo a dos bueyes de cascos de bronce,
regalo de Hefestos, que exhalaban fuego por el hocico. Luego, con ayuda de ese
tiro, debía arar un campo y sembrar los dientes de un dragón.
Gracias a la ayuda de Medea, hija de Eetes, logro llevar a cabo el desafío,
a cambio de la ayuda, Jasón promete tomarla como esposa. Cuando sembró los
dientes de dragón se apresuró a esconderse, pues de la tierra arada surgiría una
cosecha de hombres armados, con intenciones hostiles. Jasón lanzó en medio
de ellos una piedra y los guerreros se mataron entre sí.
Medea con la ayuda de sus pociones ayuda a Jasón y sus hombres a huir
de Cólquide de la furia del Rey Eetes, junto a su hermano pequeño Apsirto.
El rey Eetes partió en persecución, así que Medea mata y troza a su
hermano en pedazos, lo que haría que el rey perdiera tiempo recogiéndolos.
Limpiada por Circe y ya casada con Jasón, Medea ayuda a los Argonautas y su
amado esposo a regresar a Yolcos. En donde Pelias no devolvió el trono a Jasón
y Medea con trampa lo hace morir.
Al morir Pelías y no poder tomar el trono Jasón, él y su esposa, junto sus
dos hijos se establecen en Corinto.

MEDEAS
La obra a presentarse, versa sobre un mito, una leyenda, un cuento para
educar al pueblo. Sobre los peligros que con lleva la pasión, las ansias de poder,
la sed de venganza, o la supresión de derechos a una persona, por el mero
hecho de ser mujer o extranjera.
Medea, como mujer libre, decide no someterse ni acatar las reglas de una
sociedad machista, decide matar a la mujer en quien se ha convertido por amor,
para volver a nacer como el ave fénix, de entre sus cenizas.
Medea, como mito, me sugiere el gran conflicto humano del querer ser
todo y ser nada; del ser humano como ser animal y pasional. Un ser humano que
no se deja atar, ni idiotizar. Esa mezcla diabólica entre instinto y cerebro, que no
es más que una bomba siempre a punto de estallar.
Medea, la extranjera, tenía una ilusión, emigrar a un país diferente y
convertirse en mujer, madre y esposa, pero se descubrió viviendo en una
sociedad, en que la mujer no gozaba de ningún derecho.
Ahora, quiere destruir a la mujer en la que se ha convertido, y no sabe
cómo hacerlo de forma humana. Ninguna de sus pócimas mágicas va ayudarle
a regresar al pasado, ni a devolverle a su hermano.
<<Si tan solo fuera el animal que fui antes de que un hombre me hiciera
su esposa>>. Así que opta por su aniquilación como mujer, a través de su
aniquilación como madre.
<<La muerte es un regalo destinado a ser recibido de mis manos>>.
Hoy en día hay muchos aspirantes a héroes como Jasón, que no dudan
en pisar al que esta abajo para llegar a lo más alto, pero por desgracia también,
existen muchas Medeas de carne y hueso. Tienen nombres y apellidos, y viven
en una casa rentada, tienen una familia y un trabajo de poco sueldo, muchas de
ellas no son extranjeras ni han traicionado a su familia y país, y no están
esperando la deportación como Medea, lo vemos todos los días en las noticias.
Ha dejado de ser un mito para convertirse en una realidad.
En el fondo Medea es un canto a la libertad del ser humano. Los seres
humanos siempre victimas de nuestras pasiones, destinado al eterno
sufrimiento, al infierno en la Tierra por el amor pasional, que tanto dolor y rencor
acarrea, o nuestras ansias de poder.
Hay que suprimir las barreras que nos hacen no ser uno mismo por
pasión, ambición, educación, miedo al rechazo, el mal siempre de la mano de
las grandes pasiones.
¿A quién podemos culpar? ¿Quién es peor? ¿Medea? ¿Jasón? El germen
de una guerra siempre es una gran pasión, crece en uno mismo, luego se
extiende a una familia a un país y al final se proyecta en el Universo.
Amor o Poder, lo mismo da, en una guerra hay más muertes que en este
horrible mito, todos somos víctimas o culpables, también los que callamos
sintiéndonos ajenos.
¿Quién se atreve a juzgar?

PERSONAJES POR ORDEN DE APARICIÓN


NODRIZA de los hijos de Medea.
PEDAGOGO de los mismos.
MEDEA, esposa de Jasón.
CREONTE, rey de Corinto.
JASÓN, esposo de Medea.
EGEO, rey de Atenas.
MENSAJERO.
CORO
(Fachada de la cada de Medea en Corinto, sale la nodriza abatida, hasta el
centro del escenario)
NODRIZA
-¡Ojalá el tiempo se pudiera regresar y volviera todo al sitio que pertenece!
Así mi ama, hasta Corinto no habría llegado donde su estancia de
extranjera y su dolido corazón, cual amara a Jasón, no existiera.
Jasón ese hombre, que aun siendo héroe,
Y que por ambición de poder. Contraerá nupcias con Creúsa, hija del rey
de Corinto.
¡¿Qué será de su esposa, Medea la extranjera?! ¿Qué será de sus hijos?
(solloza)
Mi ama yace en sus aposentos consumiéndose en lágrimas
desde que conoció el desprecio de su esposo,
sin levantar los ojos, ni separar del suelo su mirada, ni oír razón alguna.
Gime, grita y maldice, se entristece
más aun al recordar a su padre querido, su país, su hermano, su casa que
traicionó al marcharse con el hombre que ahora la ofende de esta manera.
Aborrece a sus hijos y temo que haga algo malo contra ellos.
Su fiereza es dura y no soportará que nadie la humille. La conozco y temo.
(Entra por un costado el pedagogo. Casi alterado y asustado, se dirige hasta la
Nodriza.)

PEDAGOGO
¿Por qué estás sola? ¿Y cómo es que Medea, se ha quedado sola?

NODRIZA
¡Oh, viejo que acompañas a estos niños desdichados!
Estoy atormentada por las cosas que atormentan esta casa.
Y más sabiendo q no puedo hacer nada. (Solloza)

PEDAGOGO
¿Pero no ha terminado la pobre con sus lloros? (se acerca y le toma del
brazo para levantarla del suelo)

NODRIZA
El mal comienza, ni en la mitad está aún. (Casi Grita)

PEDAGOGO
¡Oh, pobre desdichada! Ella aun nada sabe del nuevo golpe. (Preocupado)

NODRIZA
¿Cuál? No te niegues a explicármelo. (Le agarra la manga)

PEDAGOGO
Nada, No es nada, me arrepiento de haber dicho lo que escuchaste. (Se
aleja de la nodriza tapándose la boca)

NODRIZA
¡Cuéntalo, por favor! Callaré, si es preciso, sobre lo que me digas. (Lo
sigue)

PEDAGOGO
Me acerque junto al agua sagrada de Pirene, y allí, disimulando mi
atención, oí a un hombre comentar que a expulsar con su madre a estos
niños de la tierra corintia. Ignoro si verídica será acaso esta historia, pero
yo bien quisiera que resultará falsa.

NODRIZA
¿Y Jasón dejará que ello ocurra a sus hijos, (defraudad y con rabia) por
muchas diferencias que tenga con su madre?

PEDAGOGO
Las antiguas alianzas ceden ante las nuevas; ya amistad no h ay en él para
con esta casa.

NODRIZA
Pues perdidos estamos si nos toca afrontar otro mal sobre el que ya nos
inunda. (Delira)
PEDAGOGO
No hay que apresurarnos a contar nada, callemos.

NODRIZA
Así será, guardaré la noticia, pero os ruego que tú mantengas todo lo
escondidos que puedas a los niños y aparte de su madre mientras esté
frustrada y con ira. Pues la he visto mirarles con la muerte en sus ojos.
Mejor es estar precavidos.

MEDEA
Desde el interior de la casa. Gritando.
¡Ay! ¡Desgraciada de mí, qué infeliz, qué dolor!
¡Ay, ay, ay! ¡Ay de mí! ¿Cómo puedo morir?

NODRIZA
Ahí tenéis, ella esta atormentada. (El pedagogo entra a la casa.)
Se ve bien que esa nube de lamentos está cargada, muy pronto va a arder,
(nerviosa) estallando en más fuerte pasión. ¿Qué irá a hacer esa alma que
el mal ha mordido y en que hay un orgullo muy grande y tenaz?
MEDEA
Desde el interior.
¡Ay, ay! ¡Sufro, mísera, sufro, tormentos sin fin!
¡Malditos muráis, pues nacisteis de mí, una madre funesta, y perezca
también vuestro padre y la casa con él!

NODRIZA
¡Ay, ay, ay! ¡Ay, ay, ay, desdichada de mí!
¿Qué culpa hay en los hijos, qué tienen que ver con las faltas del padre?
¿Les odias? ¿Por qué? (Se dirige al coro y al pedagogo) Temo, niños, y
ciento que van a penar; Es terrible lo que el rey a dispuesto. Sin saber que
por ello puede considerárselo tirano.
(Entra el coro)
CORO
Me llegó la palabra, los gritos oí de la Cólquide triste, ¿Qué no recobra aún
la calma? Habla, nodriza, habla, pues. Yo, estando a mi puerta, su vo z
escuché, que venía desde aquí, y no me causa placer el dolor de esta casa
que tan querida para mí resulta.

NODRIZA
Jasón ha causado más daño aun. Mí dueña en la alcoba marchitándose y
no deja que su ánimo tenga consuelo, o amistades la apacigüen.

MEDEA
Todavía desde el interior de la casa.

¡Ay, ay! ¡Mi cabeza! ¿Para qué quiero ya en adelante existir?


¡Ay de mí! ¡Qué me lleguen mi muerte y mi fin y termine mi odioso vivir!
¡Ojalá que a su novia con él pueda ver destrozada, y lo mismo el palacio
también por la ofensa que juntos me hicieron los dos! ¡Padre mío, ciudad
de que en tiempos! ¡Hermano, mi hermano!

NODRIZA
No está cerca el momento en que vaya a amainar mi dueña en su enorme
furor. (Nerviosa y llorosa)

CORO
¿Podría acudir hasta aquí y dejar que la veamos y escuchar cuanto
queremos decir? Tal vez logremos calmar en algo su rencor e ira. Que en
este trago amargo, podamos ayudarla. ¡Anda, pues, y prueba a hacerla
salir de casa! (hacia la nodriza) Dile que estamos aquí, las que la aman.
Corre antes de que dañe a los de dentro.

NODRIZA
Voy a hacerlo; aunque temo que no pueda yo convencerla, pues parece
leona parida al mirar a sus siervas con semblante amenazante, aquellas
que se acercan con ganas de hablar

CORO
Escucho sus gemidos y lamentos, sus agudos clamores lastimeros, contra
el esposo que su lecho deshonra.

(Medea sale a escena y se dirige al coro. Llorosa pero altiva, casi como
una fiera.)

MEDEA
¡Oh, mujeres corintias! Salgo de casa para que no me reproches, pues se
que no son siempre justos los ojos de la gente y hay quien, no conoce la
historia del prójimo, juzga con dureza. Pero a mí este suceso me ha
destrozado el ánimo; perdida estoy (solloza), no tengo ganas de vivir;
quiero morir, amigas.
Con mucho pesar y gritando de dolor, se arrodilla.
Porque mi esposo, el que era todo para mí, como sabe él muy bien, resulta
ser el peor de los hombres. De todas las criaturas que tienen mente y alma
no hay especie más mísera que la de las mujeres. (Pausa) Primero han de
acopiar dinero con que compren (Dice con desprecio) un marido que en
amo se torne de sus cuerpos, lo cual es ya la cosa más dolorosa que hay.
Y si no es de su gusto, las mujeres salen peor paradas en cuanto existe el
divorcio. Pues no aprendió otro oficio que ser esposa, y con ello no se
puede ganar un pan. Y si con esfuerzos, el hombre acepta y no protesta
contra su esposa, vida envidiable es ésta; pero, si tal no ocurre, morirse
vale más.
El varón, si se aburre de estar con la familia, y en la calle busca su
desfogue, mientras que nosotras no podemos ni siquiera mirar. Desastroso
tormento pasamos mientras ellos en caballos se alejan al combate. Pero
no comprendo como a ustedes que esta es su tierra y tienen su familia,
amigos aquí, recibáis semejante trato.
El ultraje que padezco de mi esposo, que de mi tierra me raptó,
abandonada, sin patria, madre, hermanos, parientes en los cuales pudiera
echar el ancla frente a tal infortunio.
Más, en fin, yo quisiera de vosotras obtener sólo esto, que, si de alguna
manera yo encuentro la forma de vengar el mal que mi marido me ha hecho,
sepan callar. Pues la mujer es medrosa y no puede aprestarse a la lucha
ni contemplar las armas, pero, cuando la ofenden en lo que toca al lecho,
nada hay en todo el mundo más sanguinario que ella.

CORIFEO
Así lo haremos, pues tienes razón para vengarte, Medea. No nos extraña
que tu caso lamentes.

Viendo llegar a Creonte acompañado por unos guardias.

Viene Creonte, rey del país, al parecer trae nuevas decisiones.


CREONTE
¡Eh, tú, la que proliferas contra tu marido con ira, Medea! Yo te ordeno que
salgas desterrada de esta ciudad tomando contigo a tus dos hijos y que no
te demores; pues yo soy responsable del mandato y no pienso volver a
casa sin haberte expulsado de los límites de esta mi tierra.

MEDEA
(Medea se sobresalta y sollosa)
¡Pobre de mí, ya estoy perdida totalmente!
Todos mis enemigos han tenzado su arma. Pero debo preguntar ¿Por qué
ordenas, Creonte, que abandone el país?

CREONTE
Temo—te lo diré sin rodeo—que provoques a mi hija algún prejuicio que no
se pueda remediar. Son muchas las razones que a tal temor me empujan:
pues eres hábil y en toda clase de mal experta y te afliges por el obrar de
tu esposo. He oído que amenazas, que vas a provocar males al novio y la
novia y aquel que la entregó. Me guardaré, pues, de ello. Mujer, más vale
que te marches ahora mismo con todo aquel odio, que ablandarme y
después gemir desconsolado.

MEDEA
¡Ay, ay! No es la primera vez, Creonte, que mi fama daños grandes me
trae; me ha ocurrido a menudo. Pues el hombre es llevado siempre del que
dirá el poder, o los demás. Tal es la situación de que yo participo: me hace
odiosa a los unos y los otros se enemistan conmigo; y eso que yo muy sabia
no soy. Más tú me temes, porque te apresuras a juzgar, pero no es ése el
caso, no tiembles ante mí, Creonte, en nada pienso pecar contra ti. ¿Qué
mal me has hecho tú? No hiciste sino dar a quien te pareció mejor, a tu
hija. A mi esposo sí que le odio, pero tú creo que bien obraste. Y ahora
envidia no tengo de vuestras bienandanzas: casaos, sed felices, pero
dejadme a mí que en esta tierra habite. Callaré, a esta injusticia, pues tú
tienes más poder.
CREONTE
Las palabras que escucho son suaves, pero temo que intentes mentirme
con ellas, y por ello menos debo confiar. Pues de perro callado se debe
temer más, que de aquel que ladra.
Márchate, pues, cuanto antes, no vengas con discursos; ya está decidido,
porque eres mi enemiga.

MEDEA
Abrazándose a las rodillas de Creonte, implora.

¡No, no, por tu hija, por la novia, por la que se ha casado!


CREONTE
La rechaza
Son vanas tus palabras; no me convencerás.

MEDEA
Se levanta del suelo con furia.
¿Me vas, pues, a expulsar sin atender mis súplicas?

CREONTE
No puedo anteponerte antes que mi hogar.
Acalorado y angustiado.
Vete, insensata, ya y evítame disgustos.

MEDEA
Disgustos son los míos; que no me faltan por cierto.

CREONTE
Haciendo un gesto a su escolta. La escolta se adelanta algunos pasos.
Al punto van a echarte los brazos de mi tropa.

MEDEA
Suplica casi de rodillas.
¡Eso no, en modo alguno! Yo te ruego, Creonte...
Me marcharé; lo que ahora te suplico es que me dejes quedar tan sólo el
día de hoy para pensar en cómo podré vivir en mi exilio y buscar recursos
para mis hijos, pues su padre ni siquiera se ha acercado a saber de ellos.
Compadécete de ellos tú que también tienes prole.
Por mí no me preocupo si he de estar desterrada, pero por ellos sí, pues
ellos no son culpables de estos acontecimientos.
CREONTE
Yo no soy tirano, pues mostrar compasión ha sido mi desdicha…. (Pausa)
Y aunque sepa que es un error (como hablando para sí) Concedo lo que
me pides.(Con voz fuerte y casi encolerizado),pero te advierto, que si la luz
de la mañana que viene, tu y tus hijos seguís en estas tierras, morirán. Así
será mi sentencia (Alza la voz como para que el Coro escuche también).
Tomate el día para irte, pues tiempo para tu venganza no tendrás.

Creonte sale de escena con la escolta.


CORIFEO
¡Desgraciada mujer! ¡Ay de ti, la infeliz, qué grande es tu dolor! ¿A qué
tierra te irás? ¿Quién te habrá de hospedar? ¿Qué casa o región va a
salvarte del mal? ¡A qué mar inmenso fuiste arrojada por los dioses!

MEDEA
Todo me ha salido mal ¿nadie lo niega? Pero no quedará así. (Camina
como maquinando algo) Aun les aguardan pruebas a los recién casados y
no salvo al padre de la novia. (Se siente asqueada)Tuve que adularle, para
llevar a cabo mi plan. Jamás le habría hablado ni mis manos habrían tocado
a un hombre tal. Pero tenía tanto miedo de que arruinara lo que tramo.
¡Hoy mataré a mis tres enemigos! Al padre, la novia y mi esposo.
A mi cabeza acuden mil formas de hacerlo, más no se amigas (Dirigiéndose
al coro) cual escoger.
¿Incendiar la casa nupcial u ocultamente en la alcoba, (lo que va diciendo
lo actúa) entraré donde está hecha la cama a rasgar sus entrañas con
agudo puñal (Sonríe con malicia)? Pero una sola cosa me detiene, el que
pueda sorprender mis proyectos y me maten antes, causando el júbilo a
quienes me odian.
Mejor es el camino más recto, en el que soy más experta, causar su muerte
con una pócima. Pero (Se asusta) llevada a cabo mi venganza ¿Qué tierras
me acogerán? (Se angustia). No hay nadie. ¡Esperaré!, si, esperare algún
tiempo a que aparezca alguien quien me brinde cobijo, y con artes de
silencio y astucia para que me ofresca ayuda. Más si trata de propasarse,
no dudare en tomar la espada y darle muerte.
Juro por mi señora, Hécate, que me ayuda habita en el rincón más íntimo
de mi casa, nadie abra que goce de mi desgracia.
Yo haré de sus nupcias, amargas y funestas fiestas.
CORO
Hacia arriba ya fluyen las aguas de los sacros ríos; la justicia y todo yace
por tierra. Engañosa es el alma del hombre y a los dioses no vale tener fe.
Más nuestras vidas de nuevo tendrán en las historias inmensa gloria;
honrado será el sexo femenino.
Ya no habrá mala fama que pese sobre mujer ninguna. Cesarán las
canciones de antiguos poetas que ahora siempre insisten en nuestra infiel
mente.
No se nos ha dado del señor Febo el canto, o el don de entonar lira, si eso
ocurriera, los cantos se alzarían contra los hombres.
Jasón entra en escena por un lateral y se dirige a Medea.

JASÓN
He visto a ciertas personas expresar su ira, más tu que pudiendo conservar
la casa y tierra, por tus blasfemias has logrado que te expulsen. No me
importa que digas que soy el peor hombre. Yo quise persuadir al señor de
Corinto, pero tú que vociferas…. (Se acerca con ademán de quererle
golpear, con rabia con ira) Tu mismo has marcado tu destino al exilio. Pero
estoy aquí porque me preocupo por ti, pues sé que el exilio es difícil.

MEDEA
¡Oh, hombre, el peor entre ellos! ¿Has venido a nosotros tú, el más que
nadie odiado? Eso es un atrevimiento, no tiene nada de valor. Mira de
frente a quienes has ofendido. Pero ya que estas aquí, desahogaré mi
alma. (Se acomoda el vestido y comienza a rodear a Jasón, con rabia y
orgullo).
Te salvé, a ti y a los tuyos cuando embarcaron en la nave Argo, ayude a
desentrañar el desafío impuesto por mi padre; ayudé a que pudieras
hacerte con el vellocino de oro. Dejé mi casa y a mi padre (Llorando) maté
a mi hermano para despistar a mi padre y que puedas escapar. Luego en
Yolco, di muerte a Pelias, para que tú obtuvieras el trono. Y ¡tú!, el peor de
los hombres, tras todo lo que he hecho, teniendo hijos de mí, pues si ellos
faltaran, disculparía la búsqueda de nuevas nupcias, ¡tú! Quién me juro en
mi tierra hacerme la mujer feliz… (Lamentándose) ¡Ay, mi mano derecha,
que tanto me tomaste! ¡Mis rodillas, abrazabas tan falsamente! ¿Qué
esperas que haga? “amigo” ¿Ahora dónde me vuelvo? ¿Tal vez a la casa
paterna? ¿Qué traicioné con mi patria, al seguirte? ¿Con las pobres
Pelíades? ¡Qué bien recibirían en su morada a aquella que a su padre mató!

Pues he aquí la cruda verdad, mis viejos amigos me aborrecen, pues los
maltrate por complacerte.
¡Oh, Zeus, que a los humanos diste claros indicios para reconocer la mala
ley del oro!, ¿Cómo ninguna seña colocaste en los cuerpos de aquello s
hombres perversos (escupe estas palabras al cielo)?

JASÓN
A quien debo todo agradecimiento es a Afrodita, pues si la diosa no hubiera
enviado a su hijo Eros a lanzar su dardo, no te habrías fijado en mí.
Más no insultare lo que has dicho, me salvaste, pero en tal salvación fue
más lo que tomaste que lo que recibí. (Calla a Medea que parece querer
hablar y comienza a enumerar).
Habitas ante todo en tierra helena y no bárbara, conoces la justicia y el vivir
según ley y no bajo el imperio tan sólo de la fuerza. No hay heleno ninguno
que ignore que eres sabia y así tienes prestigio; si siguieras viviendo en el
fin de la tierra, nadie de ti hablaría.
Y a mí ni oro tengo en mi casa, ni el cantar himnos en mi honor.
Y en cuanto a la boda real, debo decir que lo he hecho por vosotros, mis
hijos y tu… (Ante los gestos indignados de Medea) mantente tranquila.
¿Qué golpe de fortuna pude encontrar mejor que unirme, un desterrado,
con la hija del monarca?
Y no, porque odiara tu lecho o me hiriera el deseo de tener n ueva esposa
o de ser padre de más hijos —bastan ya los que tengo, no me apetecen
otros-, sino, para que bien viviéramos, sin carecer de nada, sabiendo que
a los pobres les huyen los amigos, para que mis hijos, a los cuales yo les
daría hermanos vivieran y gozaran de una educación ejemplar y que,
habitando con ellos en un linaje unido, nos hicieran felices.
¿Es malo esto? Tú misma lo aceptaras si no te irritase el pensar en la cama.
Que pensamiento tenéis las mujeres que piensas que todo estará bien si
va bien en ello, y si va mal, se tornan en enemigas.
Deberíamos los hombres buscar otra manera de engendrar sin sexo
femenino, y así no sufriríamos mal alguno.
CORIFEO
Que bien hablas, Jasón, pero a mí me parece que, aunque otra cosa creas,
no obras bien al estar traicionando a tu esposa.

MEDEA
Piensas que con aquellas palabras, tan bien armadas, puedes librarte de
la culpa, que hasta tú mismo eres consiente. (A Jasón) Así vengas con
bellas formas y argumentos; hay uno que te va a derribar: si no fueras un
vil, habrías pedido mi consentimiento a esa boda, no a espaldas de toda tu
familia.

JASÓN
Tal vez tienes razón mujer, pero hubiera sido mayor tu repudio, además ya
sabes que no es una mujer la causa de mi entrada en el lecho principesco
que ocupo, sino, como te dije, mi afán de protegerte y de dar a mis hijos
hermanos de la estirpe dominante que fueran baluarte de mi casa.
¡No le parezca que eres desventurada cuando la suerte es tuya!

MEDEA
Que indignante que resultas a mi vista, y tus palabras son má s falsas que
ni tú las crees. Insultas mi inteligencia al decirlas. Tú tienes lugar al que
acogerte; yo, en cambio, solitaria dejaré este país junto a mis hijos.

JASÓN
Tú misma lo escogiste; no eches la culpa a nadie.
Impías maldiciones lanzando contra el rey.

MEDEA
Y también, contra tu propia casa.

JASÓN
No discutiré más contigo, recibe como quieras el exilio, tuyo y tus hijos.
Acoge el dinero que te traigo, pues presto estoy y a enviar regalos a
huéspedes que bien te tratarán. Si no lo aceptas, estás loca, mujer; que el
orgullo no apañe mis obsequios.

MEDEA
No podría aprovecharme de los obsequios del hombre que perverso es.

JASÓN
Yo pongo a los dioses por testigos de que deseo extender mi mano a ti y a
mis hijos, pero no te complace lo bueno y rechazas al amigo; pues prefieres
hacerte a tu cólera.
MEDEA
Vete, igual llevas mucho fuera de casa y nostalgia debes sentir de la recién
casada. Sigue haciendo de novio. ¡Dioses escuchadme! Tu boda, Jasón,
va hacer tal que te arrepentirás.

Jasón sale enfurecido por un lateral.


Entra por el otro lateral Egeo, vestido con ropas de caminante.

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