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Marta Soto Álvarez

Grupo 3.1 Sociología y Relaciones Internacionales.


Comentario texto: El hombre y la sociedad unidimensionales en El hombre
unidimensional, Herbert Marcuse. Barcelona, 1968. Editorial Seix Barral, pp-276-286

Herbert Marcuse es uno de los autores más representativos- junto con NOMBRES- de
la llamada Escuela de Frankfurt, que, en la primera mitad del siglo XX, renovó y
revitalizó el pensamiento marxista en consonancia con el desarrollo alcanzado por la
sociedad industrial y su correlato, la sociedad de consumo. Esta Escuela se constituyó
en Alemania como centro de Investigación en Ciencias Sociales en 1923 con la finalidad
de pensar sobre la realidad contemporánea con independencia y rigor,
desvinculándose de grupos o partidos políticos. Sus integrantes, próximos al
marxismo, se consideraron un movimiento intelectual revolucionario, que a través de
la que denominaron “Teoría Crítica” pretendían trascender de manera total a la
sociedad y serán muy críticos con las reformas graduales de la socialdemocracia y el
modelo de Estado de Bienestar.

Acabada la Primera Guerra Mundial, Alemania está viviendo una situación


extraordinariamente difícil. A una profunda crisis económica derivada de las duras
condiciones del tratado de Versalles, tenemos que unir una profunda crisis moral por
la humillación al ser considerada la culpable de la Guerra y obligada a aceptar las
condiciones para la paz. En este caldo de cultivo se va gestando el régimen nazi. El
colapso de la economía mundial tras el crack de la bolsa de Nueva York supone el
ascenso al poder del primer partido de “masas” que usará los medios de comunicación
y la propaganda para someter a todo un país, como si un producto de la cadena de
montaje se tratara. Por otra parte, la experiencia revolucionaria en Rusia y la
transformación económica que están llevando a cabo es una inspiración constante
para estos pensadores que parten del marxismo y lo analizan en profundidad.
Estos autores viven en su propia carne las atrocidades del Fascismo, serán perseguidos
por ser judíos y se exilian al corazón del Capitalismo, EEUU. Si en sus teorías iniciales su
desconfianza en el ser humano y en su capacidad transformadora era importante, el
descubrimiento de los campos de concentración y la pasividad de la sociedad alemana
antes los crímenes nazis, confirmará su visión negativa sobre la nueva sociedad
industrial y tecnológica que en sus inicios parecía que nos iba a liberal de los
sufrimientos humanos. De ahí que gran parte de su producción teórica se centra en
el autoritarismo. En este sentido, la obra de Sigmund Freud y sus estudios sobre la
conciencia y la represión será el otro gran pilar- junto con el marxismo- de estos
teóricos.

El final de la Segunda Guerra Mundial dio lugar en el mundo Europa occidental a lo


que se conoce como el consenso ideológico de posguerra. Este consenso permitió la
reconstrucción del sistema capitalista que tenía entre sus pilares fundamentales la
democracia liberal o la sociedad de consumo. El sistema fue asentándose con el paso
de los años y adquiriendo gran fortaleza y tan solo dos décadas más tarde parecía
incuestionable el proponer otra forma de organización social y económica.
Durante los años 50 la aceptación del nuevo mundo surgido a raíz del final del conflicto
era prácticamente global debido a la mejora de las condiciones de vida y el auge de las
clases medias; e incluso partidos y organizaciones de izquierdas que anteriormente
habían luchado por el socialismo, decidieron abandonar muchos de sus principios y
aceptar este nuevo modelo de sociedad para así participar en el juego parlamentario.
De hecho, fueron también muy críticos con la sociedad del bloque soviético, ya que
consideraban que la población era administrada y dominada por una burocracia
gobernante que ejercía un control total sobre el sistema.

Ese será el contexto en el que Herbert Marcuse escribe el Hombre Unidimensional


(1965), una obra caracterizada por un fuerte pesimismo y en la que abandona algunos
de sus postulados anteriores. De hecho, supone una revisión de los conceptos
freudianos que tanto habían marcado obras anteriores como Eros y civilización (1953).
Advierte que la liberación sexual- a la que había planteado como posible fuerza
liberadora del ser humano- ya no va necesariamente unida a la liberación política. El
sistema dominante es capaz de utilizar esa serie de liberaciones parciales del Eros en
su propio beneficio. La civilización actual, unidimensional, ha logrado un avance más
en la dominación. Se ha superado la dominación represiva de la sexualidad, nos
encontramos una administración dosificada de la misma. Logra que este tipo de
libertades se conviertan en valores de mercado, se incorporen a las costumbres
sociales y por tanto desarmen la capacidad crítica y de reflexividad del individuo.
Así, en El Hombre Unidimensional, Marcuse se dirige a todos los miembros de la que
llama Sociedad Industrial Avanzada, sometidos y encadenados en una misma lógica de
dominio. Su mensaje no tiene destinatarios privilegiados, de la misma forma que no
tiene enemigos identificables. Somos responsables todos y ninguno, esclavos y amos
no se hallan en frentes opuestos, sino en el interior de cada uno.

En este capítulo de El Hombre Unidimensional, Marcuse expone los mecanismos más


potentes de control de esta Sociedad Industrial Avanzada, algunas de las
características que le permiten una buena adaptación frente a cualquier posible
elemento subversivo del sistema y finalmente se pregunta por el posible sujeto
revolucionario y los límites de la Teoría Crítica que representa como miembro de la
Escuela de Frankfurt.

Para el autor vivimos en una Sociedad Industrial Avanzada cuya principal


características es la unidimensionalidad. Vivimos en un orden común en el que todo
está integrado en una única dimensión, no hay lugar para la imaginación, el
planteamiento de otros mundos. La principal causa de ello es la racionalidad
tecnológica :los grandes logros técnicos- que mejoran las condiciones de vida de los
seres humanos- no son neutrales. Están al servicio de unos intereses muy específicos y
permiten ejercer un dominio cada vez mayor sobre el individuo. Independientemente
del sistema político en el que vivamos, el partido que gobierne, las tan evidentes
contradicciones que pueda albergar este sistema, la Sociedad Industrial Avanzada se
ajusta, asimila e integra para sí cualquier elemento gracias a la racionalidad
tecnológica. De hecho esta es la gran diferencia con respecto al siglo XIX: los términos
políticos (socialismo, libertad) que permitían soñar con una transformación radical,
ahora están corrompidos y no suponen ninguna transformación real porque el Estado
tiene una única ideología: la técnica. Esta racionalidad por tanto, dirá Marcuse, es
irracional y “permite dar sentido a las tonterías y convertir en tonterías lo que tiene
sentido”. Como resultado, tenemos un ser humano sin capacidad de cuestionar ,
criticar, proponer alternativas al sistema; puesto que el sistema ya ha sido asimilado e
interiorizado, inserto en su conciencia. Los deseos y necesidades del sistema ahora
también las siente como propias.

En la segunda parte del texto, una vez presentada la realidad en la que vivimos, el
autor se pregunta por las posibles soluciones y límites. Y es que esta misma causa, el
progreso tecnológico- que como vimos, no es neutro- es clave para desarrollar una
sociedad pacificada, en la que nuestros instintos estén satisfechos y que haya los
recursos disponibles para todo el mundo, que satisfagan las necesidades vitales – que
no ficticias- del ser humano. Pero para que esto sea posible es necesario liberar la
conciencia del ser humano, se necesita un nuevo Sujeto histórico, despojado de todo
control y manipulación. Así, Marcuse insiste en la necesidad de una práctica que
acompañe la teoría, que es precisamente de lo que más carece la Teoría Crítica. Para
ello se tiene que producir el Gran Rechazo, una negación total del orden establecido,
trascender las condiciones históricas actuales e imaginar el gran cambio social.

Examinando algunos conceptos del texto encontramos las principales características


de la corriente y la teoría que representa el autor.
En primer lugar, la teoría Crítica que desarrollan los autores de la Escuela de Frankfurt
es crítica con las ciencias sociales, sobretodo con respecto a la Sociología
norteamericana (estructural-funcionalismo de Parsons y Merton) y el Empirismo.
Frente a la mera descripción de lo que “es”, la negatividad de la comparación con un
“deber ser” actúa como el gran motor de la Historia desde sus orígenes. Por tanto, el
pensamiento dialéctico- que aborda Adorno- es definido como pensamiento negativo,
porque toma la presencia de lo negativo en la situación presente, entiende
transformar la realidad. La teoría tradicional pretende legitimar la ideología
dominante, planteando el conocimiento del ser humano sin desvelar nunca cuales son
las estructuras que lo oprimen. Preguntarse el cómo de las sociedades pero nunca el
porque.
Otro concepto importante es el de reificación o cosificación. Los autores de la Escuela
de Frankfurt, influenciados por el filósofo húngaro Georg Lucks, amplían el significado
de la idea marxista de “ el fetichismo de la mercancía”. Según ellos, uno de los
síntomas fundamentales del mundo moderno será la cosificación, no sólo en el ámbito
de la producción, si no también en las relaciones humanas. El Ser humano se
transforma en cosa, actúa siguiendo las leyes del mundo material de las cosas. Los
principios que rigen la producción capitalista como eficacia, racionalización… se
extienden a todos los ámbitos de la vida social y humana, incluso a la propia
conciencia. Esto se debe, como se aprecia en la primera parte del texto , a que la
razón que en la Ilustración era liberadora (de los dogmas religiosos, tradición…) es
ahora una razón instrumental. Si antes dominó naturaleza ahora domina del ser
humano. Porque consideran que la ciencia, al contrario de lo que considera el
positivismo, no es neutral. Uno de los ejemplos que pone Marcuse en el texto es su
uso para la guerra. De hecho, Marcuse en el texto, y otros autores como Horkheime o
Adorno consideran que el “final de la utopía” ya ha llegado. La humanidad posee ya
tantos recursos científicos, materiales e intelectuales como para transformar la
sociedad pero estos están el servicio de unos intereses.

Además, la teoría Crítica reivindica la totalidad. Frente a la sociología tradicional, que


ha troceado el conocimiento, los autores de la Escuela de Frankfurt recuperan a Hegel
para entender los procesos sociales en su conjunto. Además en este modelo la historia
entra a formar parte de la explicación, frente a ilustrados como Kant, estos autores
rescatan del marxismo el concepto de que el porqué de las cosas sólo se encuentra si
tenemos en cuenta la totalidad histórica.

Otra de los temas que aborda la Escuela de Frankfurt- que es la base del texto
analizado- es la crítica a las sociedades contemporáneas, en especial a la Industria
cultural. Marcuse plantea esta crítica de forma paralela a Horkheime. Ambos
consideran que la Industria cultural acaba marcando la agenda, lo que tiene que ser
dicho o ignorado. Es una maquinaria de generación de ideología del capitalismo mucho
más sutil . Una forma de unificar los criterios de pensar, de proceder, que es capaz de
perpetuarse en el tiempo y dominar sutilmente sobre nosotros. En el texto, Marcuse
compara dos obras de la literatura, una del siglo XIX y otra del siglo XX. El arte en el
siglo XIX era capaz de trascender la realidad, sin embargo la sociedad actual es
unidimensional, no hay otras dimensiones posibles, más que su mera realidad. De
hecho en el texto explica como la imaginación “no ha sido inmune al proceso de
reificación” . explicado anteriormente.

También se aprecia la influencia de Freud en la importancia de la conciencia liberadora


así como la critica al marxismo más determinista o economicista. En el texto Marcuse
expresa que la libertad de conciencia debe ser un a priori necesario para la liberación.
De allí que la crítica de Marcuse a la sociedad capitalista no parte desde los
fundamentos socio-económicos y materiales del modo de producción capitalista, sino
desde sus efectos nocivos en la esfera ideológica, cultural, simbólica. Marcuse parte
desde la superestructura ideológica y cultural para tratar de entender la base
económica de una formación social determinada.

De hecho, otro de los rasgos más característicos de la Escuela de Frankfurt es el


desprendimiento del proletariado como sujeto revolucionario. Para ellos el
proletariado está tan alienado como la clase burguesa y el resto de grupos de la
sociedad. Además consideran que la teoría en sí misma constituye una práctica, rasgo
que criticará Marcuse al final del texto. Esta es una Escuela expresamente no
partidista, salvo en el caso de Marcuse, que sí que tuvo una militancia activa por
ejemplo participando en el movimiento espartaquista en Alemania. Pero, como se
aprecia en el texto, Marcuse sí que se preocupa por una praxis que acompañe a la
teoría y se pregunta por el posible sujeto histórico que trascienda el sistema. Marcuse
es de todos los autores de esta Escuela el más fiel al marxismo. De hecho en los
últimos párrafos del texto parece abrir una posible vía mencionando a todas aquellas
personas marginadas o desesperadas que no son esclavas de la Sociedad Industrial
avanzada todavía, “cuya vida es la necesidad más inmediata y la más real para poner
fin a instituciones y condiciones intolerables”.

La obra de Herbert Marcuse fue muy inspiradora para los movimientos sociales
surgidos en la década de los 60 que se oponían a una discriminación y una desigualdad
que se hacía cada vez más evidente. Un ejemplo de ello fueron las revueltas
estudiantiles en París conocidas como el Mayo del 68, en la que grupos de estudiantes
de izquierdas contrarios a la sociedad de consumo llevaron a cabo unas protestas que
derivaron en una de las huelgas generales más grandes de la historia reciente
europea.
Sin embargo me parece muy acertada la tesis de Marcuse en el sentido de que parece
que a más bienestar, la revolución se hace cada vez más inimaginable. El hombre
Unidimensional me parece una propuesta muy ambiciosa pero también muy acertada.
Marcuse estaba apreciando lo que hoy en día parece cada vez más evidente, la
resistencia del capitalismo a cualquier elemento subversivo que lo puede combatir.
Señala que todo lo que hemos ganado en cuanto a Bienestar nos convierte en
personas conformistas que miran a otro lado ante las contradicciones, desigualdades y
atrocidades del sistema. Y más ahora que con internet y la amplia red de conexiones
en el mundo globalizado podemos saber qué pasa en las fábricas de Bangladesh en la
que se produce nuestra ropa, o qué pasa en las minas de coltán que producen
nuestros teléfonos móviles.
Es más, cada vez es más notorio el poder que tiene este sistema para hacer suyas
protestas que van en contra de sí mismo y mercantilizarlas. Es el caso del capitalismo
rosa con las luchas de la comunidad LGBT o el capitalismo verde de las luchas
ecologistas. Vivimos en un mundo en el que actualmente podemos adquirir una
hamburguesa vegana en el McDonalds o una camiseta feminista en Zara. Marcuse
también señala las necesidades falsas que el sistema nos hace sentir como propias. Por
ejemplo el hecho de que haya una cola interminable de personas el día que se lanza a
la venta el nuevo modelo de Iphone. Todo es objeto de consumo y el ser humano se ha
convertido en un sujeto consumista.
Me parece un análisis muy adelantado para su tiempo, sabiendo que Marcuse no
conocía el mundo de las redes sociales. De hecho también considero, como Marcuse,
que internet es la causa y la solución. Internet tiene la capacidad de acercar y hacer
accesible el conocimiento a todo el mundo y de poner en contacto a las personas. En
el caso de las mujeres, sí que creo que hemos mejorado nuestra condiciones y creo
que somos más libres gracias, entre otras cosas, a internet. Descubrimos cada vez más
autoras y más teorías que nos hacen ver el mundo con gafas violetas, empoderarnos y
liberarnos de las cadenas de patriarcado. Desde mi punto de vista es el feminismo, y su
transversalidad con raza etnia y clase, esa posible alternativa a la Sociedad
unidimensional. Si las mujeres tomamos conciencia del papel que tenemos en esta
sociedad, si decidimos parar de trabajar, cuidar, escuchar, asentir… el mundo se para.

Sin embargo, El hombre Unidimensional no ofrece alternativas que vayan mucho más
allá de las genéricas afirmaciones de principio sobre este tipo de sociedad. La única
salida que propone es la oposición total, sin ningún proyecto positivo. Presenta a un
ser humano pasivo, conformista, incapaz de darse cuenta de las cosas y me niego a
pensar que sea del todo así.

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