Herbert Marcuse es uno de los autores más representativos- junto con NOMBRES- de
la llamada Escuela de Frankfurt, que, en la primera mitad del siglo XX, renovó y
revitalizó el pensamiento marxista en consonancia con el desarrollo alcanzado por la
sociedad industrial y su correlato, la sociedad de consumo. Esta Escuela se constituyó
en Alemania como centro de Investigación en Ciencias Sociales en 1923 con la finalidad
de pensar sobre la realidad contemporánea con independencia y rigor,
desvinculándose de grupos o partidos políticos. Sus integrantes, próximos al
marxismo, se consideraron un movimiento intelectual revolucionario, que a través de
la que denominaron “Teoría Crítica” pretendían trascender de manera total a la
sociedad y serán muy críticos con las reformas graduales de la socialdemocracia y el
modelo de Estado de Bienestar.
En la segunda parte del texto, una vez presentada la realidad en la que vivimos, el
autor se pregunta por las posibles soluciones y límites. Y es que esta misma causa, el
progreso tecnológico- que como vimos, no es neutro- es clave para desarrollar una
sociedad pacificada, en la que nuestros instintos estén satisfechos y que haya los
recursos disponibles para todo el mundo, que satisfagan las necesidades vitales – que
no ficticias- del ser humano. Pero para que esto sea posible es necesario liberar la
conciencia del ser humano, se necesita un nuevo Sujeto histórico, despojado de todo
control y manipulación. Así, Marcuse insiste en la necesidad de una práctica que
acompañe la teoría, que es precisamente de lo que más carece la Teoría Crítica. Para
ello se tiene que producir el Gran Rechazo, una negación total del orden establecido,
trascender las condiciones históricas actuales e imaginar el gran cambio social.
Otra de los temas que aborda la Escuela de Frankfurt- que es la base del texto
analizado- es la crítica a las sociedades contemporáneas, en especial a la Industria
cultural. Marcuse plantea esta crítica de forma paralela a Horkheime. Ambos
consideran que la Industria cultural acaba marcando la agenda, lo que tiene que ser
dicho o ignorado. Es una maquinaria de generación de ideología del capitalismo mucho
más sutil . Una forma de unificar los criterios de pensar, de proceder, que es capaz de
perpetuarse en el tiempo y dominar sutilmente sobre nosotros. En el texto, Marcuse
compara dos obras de la literatura, una del siglo XIX y otra del siglo XX. El arte en el
siglo XIX era capaz de trascender la realidad, sin embargo la sociedad actual es
unidimensional, no hay otras dimensiones posibles, más que su mera realidad. De
hecho en el texto explica como la imaginación “no ha sido inmune al proceso de
reificación” . explicado anteriormente.
La obra de Herbert Marcuse fue muy inspiradora para los movimientos sociales
surgidos en la década de los 60 que se oponían a una discriminación y una desigualdad
que se hacía cada vez más evidente. Un ejemplo de ello fueron las revueltas
estudiantiles en París conocidas como el Mayo del 68, en la que grupos de estudiantes
de izquierdas contrarios a la sociedad de consumo llevaron a cabo unas protestas que
derivaron en una de las huelgas generales más grandes de la historia reciente
europea.
Sin embargo me parece muy acertada la tesis de Marcuse en el sentido de que parece
que a más bienestar, la revolución se hace cada vez más inimaginable. El hombre
Unidimensional me parece una propuesta muy ambiciosa pero también muy acertada.
Marcuse estaba apreciando lo que hoy en día parece cada vez más evidente, la
resistencia del capitalismo a cualquier elemento subversivo que lo puede combatir.
Señala que todo lo que hemos ganado en cuanto a Bienestar nos convierte en
personas conformistas que miran a otro lado ante las contradicciones, desigualdades y
atrocidades del sistema. Y más ahora que con internet y la amplia red de conexiones
en el mundo globalizado podemos saber qué pasa en las fábricas de Bangladesh en la
que se produce nuestra ropa, o qué pasa en las minas de coltán que producen
nuestros teléfonos móviles.
Es más, cada vez es más notorio el poder que tiene este sistema para hacer suyas
protestas que van en contra de sí mismo y mercantilizarlas. Es el caso del capitalismo
rosa con las luchas de la comunidad LGBT o el capitalismo verde de las luchas
ecologistas. Vivimos en un mundo en el que actualmente podemos adquirir una
hamburguesa vegana en el McDonalds o una camiseta feminista en Zara. Marcuse
también señala las necesidades falsas que el sistema nos hace sentir como propias. Por
ejemplo el hecho de que haya una cola interminable de personas el día que se lanza a
la venta el nuevo modelo de Iphone. Todo es objeto de consumo y el ser humano se ha
convertido en un sujeto consumista.
Me parece un análisis muy adelantado para su tiempo, sabiendo que Marcuse no
conocía el mundo de las redes sociales. De hecho también considero, como Marcuse,
que internet es la causa y la solución. Internet tiene la capacidad de acercar y hacer
accesible el conocimiento a todo el mundo y de poner en contacto a las personas. En
el caso de las mujeres, sí que creo que hemos mejorado nuestra condiciones y creo
que somos más libres gracias, entre otras cosas, a internet. Descubrimos cada vez más
autoras y más teorías que nos hacen ver el mundo con gafas violetas, empoderarnos y
liberarnos de las cadenas de patriarcado. Desde mi punto de vista es el feminismo, y su
transversalidad con raza etnia y clase, esa posible alternativa a la Sociedad
unidimensional. Si las mujeres tomamos conciencia del papel que tenemos en esta
sociedad, si decidimos parar de trabajar, cuidar, escuchar, asentir… el mundo se para.
Sin embargo, El hombre Unidimensional no ofrece alternativas que vayan mucho más
allá de las genéricas afirmaciones de principio sobre este tipo de sociedad. La única
salida que propone es la oposición total, sin ningún proyecto positivo. Presenta a un
ser humano pasivo, conformista, incapaz de darse cuenta de las cosas y me niego a
pensar que sea del todo así.