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Facultad de Ciencias de la Educación

Educación Diferencial e Integral de NEE

“Conducta adaptativa:

Evolución, maduración y desafíos”

Nombre: Alejandra Rubilar Rodríguez


Docente: Ana María Hernández

Fecha entrega: Miércoles, 26 de Mayo, 2010


La definición y diagnóstico de retraso mental a lo largo de nuestra historia
ha sido un tema de recurrente discusión en donde lejos de llegar a un consenso,
emergen nuevos enfoques en relación a esta. Dicha situación nos obliga a
reestructurar de forma permanente todas aquellas condiciones, lo que nos impide
llevar a la práctica estas nuevas visiones y concepciones de la discapacidad
intelectual.
Por mucho tiempo se preciso que para determinar si un sujeto pudiese
presentar retraso mental lo fundamental para esto era la medición del coeficiente
intelectual (CI).
Es por esto que el presente ensayo tiene por objeto demostrar la
importancia que tiene la conducta adaptativa por medio de su evolución, y su
consideración progresiva al momento del diagnóstico de retado mental.

Uno de los primeros indicios del concepto de conducta adaptativa se


manifestó en 1908, cuando Tredgold incorporo en su definición de retraso mental
que “la persona afectada es incapaz de desempeñar sus deberes como miembro
de la sociedad en la posición de la vida en la cual ha nacido”. Posteriormente el
mismo autor en 1937 incorpora en su nueva definición nuevos elementos a lo que
seria la conducta adaptativa y el funcionamiento individual “el individuo es incapaz
de adaptarse al ambiente normal […], de manera que mantenga una existencia
independiente de supervisión, control o apoyo externo”.

En 1941 Doll definía retraso metal como “un estado de incompetencia


social […] debido a una subnormalidad mental”.

Lo anterior refleja los primeros indicios de lo que sería la conducta


adaptativa y funcionamiento individual.

Durante la segunda mitad del Siglo XX, junto con la aparición de la


Asociación Americana de Retraso Mental (AAMR) se logran avances significativos
en la construcción del concepto de conducta adaptativa.

En este sentido en 1959 la definición de retraso mental integra la


conducta adaptativa entendida como “la eficacia con la cual el individuo afronta las
demandas naturales y sociales del ambiente”. En las siguientes definiciones de
1961, 1973 y 1983 de la AAMR se mantiene el sentido otorgado a la conducta
adaptativa.

Lo anterior puede ser reflejo de un estancamiento en la evolución del


concepto de conducta adaptativa. Este estancamiento permitió afianzar el valor de
dicho concepto en la definición de retraso mental.

Sin embargo, en 1992 la AAMR modifica su definición sustituyendo


conducta adaptativa por diez áreas de habilidades de adaptación considerando
como requisito para el diagnóstico de retraso mental la limitación en al menos dos
de estas diez áreas.

Esta situación si bien propició el debate y discusión en relación a la


fiabilidad de la medición de las áreas y la ausencia de base empírica para la
determinación de dichas áreas. Como consecuencia de esto el valor de la
conducta adaptativa pudo haberse perdido, resignificando el valor del CI como
criterio único y fundamental para el diagnóstico de retraso mental.

Favorablemente acontecimientos no siguieron ese curso. Las críticas a


las diez áreas de habilidades de adaptación permitieron reestructurar la
concepción de conducta adaptativa, otorgándole de esta forma una mayor
consistencia.

Esta consistencia esta dada por la delimitación clara y precisa de tres


dominios de habilidad de conducta adaptativa: habilidad conceptual, práctica y
social.

La conducta adaptativa, como se ha mostrado, ha tenido una evolución


favorable para su valoración en la definición y diagnóstico del retraso mental. Con
la última definición de 2002, se alcanza una maduración del concepto de conducta
adaptativa.
La maduración a la que se alude permite instalar en una nueva
dimensión el concepto de conducta adaptativa. Habiéndose superado la dificultad
en torno a la medición y a la terminología, los desafíos de esta nueva dimensión
están puestos en la aplicación y puesta en práctica del concepto.

Es tarea de la educación y por sobre todo de la educación especial


hacerse cargo y asumir los desafíos impuestos por esta nueva dimensión, a través
de un trabajo que se muestra tan complejo como necesario.

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