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Flavio Guglielmi

La invención de la noche
La invención de la noche / Flavio Guglielmi.

Resistencia, Chaco, Argentina, 2017.

Imagen de tapa y edición:

Juliana Chiapello / cookie.no.taiga@hotmail.com

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A mi editora, que nunca perdió su fe en mí,
hasta que la perdió.
Prólogo
S oy periodista. Cuando alguien se presenta de este modo aspira estar diciendo algo; no en mi
caso. Redacto notas policiales en un diario local y lo hago sin investigar francamente nada. Me avisan de un
hecho, llamo al policía de turno, tomo los datos que me dan y lo publico. Generé algún respeto y amistad
en las fuerzas con el tiempo, acostumbran darme algunas notas antes que al resto. Nunca fue mi intención
pero logré perdurar en el medio y hacerme un nombre. Una escritura torpe en el diario me permite leer y
beber con cierta regularidad. No es una mala vida.
Mi profesión comienza con la muerte de alguien; las personas suelen tener una fantasía extraña
al respecto, creen que la muerte termina algo. De ese modo surgen las dos categorías de individuos que
vincula mi trabajo: los asesinos y los lectores. Es necesario tener un poco de fe para ambas cosas, para ser
lector y para ser asesino. Para ser lector de policiales, hay que creer que la muerte es el fin de algo; para
convertirse en asesino también. Sin embargo, una muerte no termina nada, ninguna de ellas. Este libro,
sin ir más lejos, se inicia en el mismo momento que ocurre un asesinato. Al poco tiempo se encontró un
culpable, aunque en la actualidad sabemos que fue otra persona. Un hecho torpemente recogido en una
noticia que, ahora, descubro firmada por E.R: “Conmoción por el asesinato de un menor”. Sin la creencia
que menciono más arriba el crimen sería registrado desde el primer momento en la sección de Cultura.
Por tratarse de un crimen familiar, quizás también en Sociales.
La noticia duró un par de semanas y lentamente comenzó a ser reemplazada por otras que no eran
ni peores ni mejores. Un día, un oficial me acercó una caja llena de expedientes y se despidió sin decir nada.
Era un agente nuevo y joven, haciendo uno de esos gestos idiotas que no tienen sentido: una copia de la
investigación realizada por la fiscalía. Jamás necesité algo así para escribir en el diario. El archivo estaba
compuesto prácticamente por cartas. Allí está casi todo: el arma, la víctima, el motivo. Casi todo ya que,
bueno, jamás se menciona el asesinato. O las cosas no sucedieron exactamente como se sugiere. Diría que
en realidad tampoco hay un criminal, sólo extraños acontecimientos.

5
En mi trabajo escribo sin juzgar a los protagonistas, también sin entenderlos. No espero hacer otra
cosa en este prólogo. Supongo que, a diferencia de nosotros, las cartas merecen algo más que terminar
siendo archivadas en la caja de algún juzgado. Esperé unos prudentes años para publicarlas, no quiero
problemas. Aunque puede dudarse de su cronología decidí respetar la propuesta de los fiscales.

E.R.

6
Querida Madre:

“¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse me-
diante cartas? (…) Escribir cartas (…) significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávida-
mente”. Franz Kafka.

J.

7
Querida Hermana:

Escribo cartas que pongo sin ningún orden en sobres blancos, cuando llega el
momento elijo alguna y la envío. El correo te miente un poco si te dice que son de este año, o del año
pasado, en realidad no tienen fecha. Lamento la desprolijidad pero la niñez siempre nos corrompe
de un modo vergonzoso. Cuando dejábamos notas escondidas por toda la casa aprendí a escribir; no
a redactar, eso lo aprendimos con la abuela en la cocina. Redactamos cuando necesitamos dejar con-
stancia de que “El sol sale en el horizonte” y ser publicados mediante un, por cierto curioso, método
luterano: fijar nuestros escritos en la puerta de la heladera. Entre nosotros y nuestros alimentos, ese
es el lugar para las redacciones. Quizás cuando somos mayores tenemos que elegir entre ser platóni-
cos o aristotélicos, pero cuando somos niños todos somos luteranos y todas las puertas son nuestro
Wittenberg.
Sin embargo, cuando enterramos en el jardín un mensaje que puede esperar más
años de los que sospechamos, y que todavía está ahí, entonces escribimos. Los papeles están entre
nosotros y algo que no sabemos si nos alimenta o nos devora.
Ahora mando cartas de la única forma que puedo y escribo de la única forma que
sé, como alguien que espera. Sabrás que los vicios de la infancia son los peores.

Te extraña la única letra que no está en la tabla periódica.

J.

8
Querida Madre:

Recuerdo una clase de catequesis, nos habían contado a dónde vamos y lo que
nos ocurre cuando nos portamos mal. Volviendo a casa me dijiste que no tuviera miedo, que no me
preocupara, no porque los demonios no existieran, no porque el fuego sea simplemente una prome-
sa, sino porque siempre marchamos voluntariamente a ese lugar. Algo de mi viajó en ese momento y
no regresó. O algo, desde ahí, llegó y nunca me abandonó. No lo sé con seguridad. Creo que jamás te
agradecí lo suficiente.

J.

9
Querida Hermana:

Hoy te recordé, no entiendo la memoria. Recordé cuando esos perros corriendo


bajo el sol en la plaza. Una pequeña manada, improvisada, cuyos integrantes jugaban a perseguirse
entre sí. Cuando el fugitivo era finalmente acorralado, todos se quedaban paralizados, observán-
dose, tensos. Luego algún perseguidor, sin ninguna lógica, sin ningún aviso, comenzaba a correr y los
demás a buscarlo. Quizás la memoria actúa como una pequeña manada, improvisada, que a veces
juega a perseguir cosas y otras a dejarlas ir.

J.

10
Querida Madre:

Si nos rendimos a sus pies, a toda su extensión, comprensión y soberanía, si de-


ponemos las alegorías un pequeño momento, un departamento es un segmento por el que pagamos
tributo, una ocasión por mes, para fijar de una espantosa vez por todas esos conceptos tan abstrac-
tos del averno. Me mudé a mi perdición privada en diciembre y, aunque parezca irónico, tengo un
modesto plan al respecto: incendiar el lugar.

J.

P.D. Todavía me muevo en la oscuridad dentro del departamento, es que no me atrevo a inventar la
noche.

11
Querida Hermana:

Quizás cada cosa tenga su sustituto y cada sustitución puede darse infinita-
mente. O quizás nada se reemplaza y cada cosa se pierde infinitamente. Me gustaría que no estés
triste. Que nuestro hermano ya no se encuentre, que padre esté internado en prisión y que madre
esté detenida en un sanatorio no implica necesariamente que estemos dejando de ser familia. Es
más, te propongo lo contrario, formemos una.

J.

P.D. La psicóloga recomendó a madre que nos mande cartas. Recibí algunas y debo decir que son
verdaderamente afectuosas. Es la enfermedad, aprendiendo a escribir. Nos está llamando.

12
Querido Padre:

Matar no es tan malo, quizás morir tampoco. Te envío estas palabras para que
te consuelen: “Desde que empieza, es una guerra sin piedad. O se sigue aterrorizado o se vuelve
uno terrible; es decir: o se abandona uno a las disociaciones de una vida falseada o se conquista la
unidad innata (…) los viejos mitos palidecen, las prohibiciones desaparecen una por una; el arma de
un combatiente es su humanidad. Porque, en los primeros momentos de la rebelión hay que matar:
matar (…) es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un
hombre muerto y un hombre libre; el superviviente, por primera vez, siente un suelo bajo la planta
de los pies”.

J.

13
Querida Hermana:

Una vez leímos el “El Flautista de Hamelín” en clases. Teníamos que escribir la
moraleja. No sabía lo que tenía que aprender así que apelé a la única conclusión lógica: las ratas y
los niños son la misma cosa.
Basta decir que un precipitado tribunal se formó en torno de mis escritos y el
manifiesto fue rápidamente depuesto. El magisterio de la docente, bajo la mirada silenciosa de la
directora y el control civil de la portera, fue implacable. Había una lección sobre las actitudes de los
padres y pagar las promesas.
Esperaba que la imputación sea un cargo menor, quizás imprudencia al momento
de interpretar los textos, algo que no requería la necesidad de abjurar; pero me había equivocado,
por segunda vez.
Con los años, es decir, cuando ya no servía absolutamente para nada, entendí
que efectivamente se trataba de una advertencia sobre las ratas y los niños.

J.

14
Querida hermana:

Va a decir que exagero pero por aquí, en el departamento, las paredes están
por todos lados. En su conjunto, el edificio las organiza en un laberinto demasiado sencillo, y todos
sabemos que esos son los más espantosos. Hay una puerta principal transparente en el primer nivel,
nos dieron la llave y un portero que nos saluda indiferentemente. Su apatía me hace pensar que
es una criatura peor que la del Guardián de Kafka en Ante La Ley. Da la impresión de que podemos
marcharnos cuando queramos, pero siempre volvemos. Es un lugar más inteligente y astuto que
nosotros; moriremos aquí, supongo que es solo cuestión de tiempo.

J.

15
Querida madre:

Supongo que los vecinos existen por el ruido que hacen cada tanto las paredes. Para
tener certezas marqué con lápiz los lugares donde escucho sonidos. Algunas zonas empezaron a
hacerse más oscuras y el azar fue retrocediendo sistemáticamente, como siempre lo hace. Espacios
nítidos fueron apareciendo. Seleccioné pintura y elegí colores diferentes para cada sonido que pude
distinguir, mezclándolos en las zonas que se confunden. Finalmente, tracé unas líneas que unieran
todo para seguir la secuencia durante el día. Fueron emergiendo patrones. Es interesante lo que
pueden ser los vecinos algunas veces, transcurrieron períodos donde pensé que algunos eran tu-
berías. Con algún pequeño margen de error, creo estar entre dos reservadas familias.

J.

16
Querida madre:

Quisiera que fuera de otro modo, pagar para que no existan los departamentos y
no para vivir en uno. De hecho sería lo más sensato que podemos hacer, como especie, para defen-
dernos. Vigilar que los ladrillos, uno sobre otro, no alcancen demasiada altura. Derribarlos a fuerza
de martillazos si lo logran. Un martillo enseñó a Jesús su primera profesión, y después le enseñó un
oficio más rentable como hijo de Dios. Nada como esa vieja y primitiva herramienta para derribar los
nuevos ídolos de barro y arcilla. Volverlos al mismo polvo de donde surgen y al cual se dirigen. Espe-
rando que de él broten cosas mejores que paredes, y que nosotros mismos.

J.

17
Querido padre:

“Pero yo sé una cosa, - de ti mismo la aprendí en otro tiempo, oh Zaratustra: quien


más a fondo quiere matar, ríe.”

J.

18
Joven J.:

Le falta algo para convertirse en novelista: sea más imbécil al momento de escribir. Su escri-
tura es correcta, demasiado, y es necesario que tenga alguna idea equivocada, algo que nadie pueda
defender. No albergue concesiones al respecto. Véase: Cristo latigando a mercaderes cerca del temp-
lo y luego hablando de poner la otra mejilla.

J.

19
Querida Hermana:

No sé cuán grande o pequeño es el departamento. No se trata de contar metros


sino del tamaño; algo que varía con los días. Tengo una ventana amplia que da a un espacio común
cercado por las mismas simétricas ventanas de mis vecinos. Me gusta observar; no me gusta lo que
veo pero me gusta observar. Me gustaría decir que mi departamento creció de esa manera, unos
cinco metros cuadrados, pero lo estaría diciendo mal. Lo correcto sería decir que mi departamento
dejó de contener la respiración y creció. Supongo que nadie espera que los departamentos crezcan,
pero cuando ocurre sólo pueden crecer hacia un lugar y es sobre el departamento de los otros. El
departamento no comienza exactamente, ni tampoco termina. Sospecho que todavía no es un punto
geográfico sino un pequeño abismo. Nada soporta mirar hacia aquí.

J.

20
Querida hermana:

Quizás debería dejar de mandar cartas y comprarme un diario, pero los diarios
son cartas dirigidas a la persona que menos conocemos.

J.

21
Querida hermana:

Nadie podía pronunciar como ella la palabra “nosotros”, nadie expresaba como
ella eso que se escucha cuando alguien dice “nosotros”. Verás, las familias son un modo práctico de
romper con la solidaridad, la fraternidad y eso del albedrío. Reinstaura pequeñas elites que compiten
entre sí de manera feroz y que se perdonan todo a sí mismas. El Rey ha muerto, le hemos cortado la
cabeza pero no a su sombra. Han nacido miles de pequeños reinados por todas partes. Todos somos
hijos de Dios. Mamá lo sabía. Jamás necesitó decir “nosotros”, le bastaba con un escueto “ellos”. Así
era mamá, no le faltaba nada. Desde que la internaron jamás fui a verla.

J.

22
Querido Padre:

“(…) sobre el tema del Asesinato considerado como una de las Bellas Artes. Quizá la
tarea habría sido fácil hace tres o cuatro siglos, cuando era muy poco lo que se sabía del arte y muy
contados los grandes modelos expuestos, pero en nuestra época no faltan obras maestras de valor
ejecutadas por profesionales y el público exigirá un adelanto igual en el estilo de la crítica que ha de
aplicarse (…) Empezamos a darnos cuenta de que la composición de un buen asesinato exige algo
más que un par de idiotas que matan o mueren, un cuchillo, una bolsa y un callejón oscuro”.

J.

23
Querida hermana:

Dos tristezas sobre padre. La primera, lo que quedó de él en la cárcel. La segun-


da, que justamente eso que quedó escriba. Dudo sobre la posibilidad, como relata en la última carta,
de escribir “para tu bien y para el mío”. Algo de experiencia me dice que se escribe para el propio mal
y luego, con algo de fortuna, para el mal ajeno. O quizás es más sencillo: se escribe mal o se escribe
bien, las palabras luego sirven a sus propios intereses. Por evidentes razones no puedo dejar de
compararlo con el último Wilde. No me refiero a las epístolas que Wilde escribe desde la prisión de
Reading a Lord Alfred Douglas, sino a las cartas que Reading escribe para Douglas desde Wilde. Es
penoso, pero por el simple estilo literario podemos saber que en realidad Wilde murió en dos opor-
tunidades; la segunda fue ya de manera póstuma en alguna calle de París. Quisiera que a padre no le
ocurra lo mismo.

J.

24
Querida Madre:

Envejezco, supongo que es un mal de familia, hereditario, como el reloj descom-


puesto de la abuela. No te preocupes si olvidaste escribirme por mi aniversario, ya nada permanece
en mí un año.

J.

25
Querida Hermana:

A veces escribo una carta y cuando la termino no estoy del otro lado. Valoro
cuando las personas terminan un escrito y lo firman siendo las mismas. No es mi caso, estoy envian-
do mis memorias, y yo no puedo viajar con ellas.

J.

P.D. Desearía estar en el párrafo anterior.

26
Querida Hermana:

La primera lectura sobre el deseo la tuve en los cuentos, un verdadero tratado


del mismo leído por la abuela. Algunas conclusiones:

Deseo:
1. m. Algo peligroso que habita en el bosque.
2. m. Suplica niñas inocentes, y engulle abuelas para cumplir su cometido.
3. m. No importa cuántas veces se lea el cuento, el lobo vuelve a hacer lo mismo.
4. m. No importa cuántas veces se lea el cuento, la historia termina mal para el lobo y para
todo lo que nos devora.

Hoy dudo que el deseo sea esa bestia salvaje y primitiva. Quizás es todo lo contrario, un
animal domesticado, comestible, que ayuna.

Deseo:
1. f. Una niña inocente y su abuela murieron esperando ser devoradas.
2. m. Un tenue ganado.
3. ¿f? Qué vergüenza.
4. j. Quizás la vida es más que los cuentos de la infancia.

J.

27
Querida Padre:

“Lo único que el señor Keuner decía sobre el estilo es lo siguiente: —Debería ser creíble. Una
cita es impersonal. ¿Cuáles son los mejores hijos? Los que hacen olvidar al padre”

J.

28
Irregular J.:

Escribimos porque somos muchas personas y varias de ellas tienden a olvidar.

J.

29
Querida Hermana:

Las casas son anomalías. Debería escribir que aquellos quienes las recuerdan
son anomalías, que nosotros somos anomalías. En algún momento quizás haya sido de otro modo,
cada vez cuesta más acceder a esa memoria. Los departamentos se comen la antigua civilización y
también sus recuerdos. La mayoría no lo sabe. Se trata de los nuevos habitantes de la ciudad, sus
nuevos pobladores, que vienen a reemplazarnos. No existen muchos libros al respecto, no podemos
pensar a los departamentos, pensamos como departamentos. Somos su sueño. Somos su sueño de
la razón. Anoche hubo un corte de energía en el edificio y en la oscuridad y el silencio los departa-
mentos nos soñaron.

J.

30
Querida Hermana:

Sonó el despertador. Cuando corrí la frazada noté que no había nada, la sábana
se extendía a lo largo de manera recta y honesta. Veía mis brazos pero la cama estaba vacía. Volví a
colocar la frazada y cerré los ojos, con fuerza, mientras escuchaba la alarma. La segunda vez encon-
tré algo flácido y viscoso que mojaba la cama; pude arrojarlo al despertador pero no logré silenciarlo.
Al tercer intento había una hoja en blanco. En el cuarto intento mi cuerpo era una carta que comenz-
aba diciendo “Querida Hermana: Sonó el despertador”. Despierto una quinta vez para escribirte que,
cada vez con mayor fuerza, las cartas reclaman lo que es suyo.

J.

31
Querida Madre:

“El hombre de 40 años detenido por asesinar al menor de sus hijos, en una casa
céntrica de la ciudad, no presenta antecedentes previos de violencia y la masacre se habría originado
por una discusión con su pareja en torno a la paternidad del pequeño”. E.R
Acudo a diarios privados por información, para conocer, y a sus homónimos pú-
blicos como ejercicios literarios. Es curioso que se piense lo contrario. No existe información en un
periódico.
Bukoskwski escribió el manual más acertado al respecto, hablando de un tránsito, de
un circo de emociones chiquitas y baratas, donde la humanidad está en movimiento, viniendo desde
un lugar que odia y yendo a otro lugar que odia todavía más. Cada diario es una línea de montaje,
con la secreta esperanza de que no regresemos jamás. Después de todo, mañana habrá otro diario.
Vamos desde la sección que nos disgusta hacia otra que maldecimos despreciamos todavía más.
En los diarios el final coincide, sin ninguna sorpresa para el lector, con la última pági-
na. Se termina cansado y uno agradece que haya terminado. Presumo que en eso resida la felicidad.

J.

32
Querida Hermana:

Nuestro primer amigo aparece en la infancia y es imaginario. A lo largo de una


vida es probable que la totalidad de los amigos, aunque progresivos en cuanto a su numeración,
continúen siendo imaginarios. Hay un componente de fantasía pero, naturalmente, madurar im-
plica negarlo. Cuando escucho a alguien decir que tiene un amigo, lo imagino frente a un juego de
té diminuto, en una mesa pequeña con sillas vacías. Me gustaría pensar que es simplemente una
cuestión de perspectiva, que son problemas de una infancia mal cimentada, de la mía, pero no lo sé.
Lo único que puedo decir con alguna certeza es que, en mi caso, otras cosas se sientan a la mesa.

J.

33
Querida Hermana:

Cada carta está firmada dos veces. Ocurre lo mismo en las novelas. A veces los
personajes son seudónimos de un autor que firma por ellos. En otras, el autor es un seudónimo de
los personajes, que firman con su nombre. A veces son la misma cosa.

J.

34
Querida Madre:

Ya no hago análisis. En lugar de ello recurro a la hermana pequeña y criminal de la


psicología: la hipnosis. Asisten más personas de las que uno podría sospechar, pero hay un compro-
miso de silencio alrededor que impide percibirlo. Están aquellos que se publicitan en los clasificados,
y también están los que tienen algo que perder; mi médico y su carrera se encuentran entre los
segundos.
Herr Doktor, como me gusta decirle, practica la hipnosis como una forma de tera-
pia alternativa, sin demasiada confianza en el proceso pero también sin poder discutir los resultados.
Abandonar manías de una vez, condicionar el cuerpo para que no tartamudee, olvidar una mala
experiencia, todo con una simple secuencia de tacto o la lectura de una palabra secreta. Sugestión y
reflejos condicionados en lugar de psicofármacos o la cura de palabra.
Si bien su apellido y su profesión hablan de su amor por lo austríaco no puede evi-
tar sentir admiración por Pavlov, aunque lo intenta. En la primera entrevista que tuvimos me dijo que
el siglo XX fue del psicoanálisis y la psiquiatría, pero que el siglo XXI será del perro de Pavlov y sus
seguidores. Lo llamaba así, “el perro de Pavlov”, y no sé si refiere efectivamente a Pavlov o a su perro.
Supone también que Ivan Petrovich de algún modo lo sabía, que podía intuir su legado a la humani-
dad porque, bueno, fue un gran científico, y un gran asesino de perros.
Después de esas palabras no pude sino acordar una cita y comenzar el tratamiento.

J.

35
Querida Hermana:

No debe ser una sorpresa que la conversación no sea una de mis destrezas. Es
lo que pasa cuando suelen contarte historias sobre el mediterráneo para dormir. En general solían
cumplir su cometido sin sobresaltos, todavía tengo un libro al lado de la cama, pero un relato sobre
Hermes y sus templos consiguió más de lo esperado. Luego de entrar en el templo y realizar una
serie de servicios, el devoto susurra al oído de la estatua su consulta. Después sale a toda prisa, con
las manos puestas en los oídos y toma la mayor distancia posible con el santuario. Finalmente, al reti-
rar las manos en un lugar alejado, las primeras palabras que escuche, no importan de cuál persona o
qué tipo de frases, serán las respuestas del olímpico.
No mucho después tuve una sensación, de esas que sólo se tienen una o dos en
la vida, y eso si tenemos suerte. Aunque todavía no sé si se trata de algo afortunado, al menos a una
corta edad. Mientras estaba esperando un colectivo junto a padre, tuve la breve impresión de que
las conversaciones en la parada no eran entre las personas presentes. Parecían no tener sentido.
Cuando llegó el colectivo pensé en la posibilidad de que sean conversaciones entre lugares. Cuando
nos bajamos los diálogos eran respuestas y susurros de regiones lejanas.
Desde ese día escucho dos palabras en cualquier palabra. Una parte de mí re-
sponde cortésmente y otra, algo peregrina, contempla.

J.

P.D. Por cierto, me olvidé de contarte el motivo de mi carta.

36
Querida hermana:

No la culpo por lo que nos hizo. Estuve con ella cuando recibió el primer diagnósti-
co. Cuando volvimos, nos detuvimos frente a la puerta. Sin soltarme la mano, se agachó y acercó
tanto como pudo su boca. Me dijo al oído: “Quizás intente llevarme todas las cosas que quiero con-
migo”. Me abrazó fuertemente y luego entramos. Sabía que estaba en peligro, esas fueron las únicas
palabras maternales que me dedicó en su vida.

J.

37
Querida Madre:

Después de todo, la belleza es quizás uno de los nombres de la violencia.

J.

38
Querida Hermana:

J.

39
Querido Padre:

“No comprendo estas cosas, pensó. Pero es bueno que no tengamos que tratar de
matar al sol o a la luna o las estrellas. Basta con vivir del mar y matar a nuestros verdaderos her-
manos”.

J.

40
Querida Hermana:

Encontré una agenda de la abuela “366 días con Cristo y mis hermanos”. Recorté
algunas partes:

Martes 3 de Mayo: de 7 a 8 hs “Es mucho mejor sonreír en el dolor, que sufrir en la son-
risa”. 21 hs “Llamar a Viviana”.

Lunes 9 de Mayo: de 7 a 9 hs “Tratar de cambiarme de grupo. Reunión de Construc-


ciones”. 13 hs “Retirar Máquina de Fotografiar”.

Viernes 13 de Mayo: 7 hs “Cumpleaños Rauly”. 9 hs “Felices los afligidos, porque serán


consolados”. 12 hs “Tratar de no comer carne”.

Lunes 16 de Mayo: 7 a 8 hs “Felices los que tienen el corazón recto, porque verán a Dios”.
De 9 a 13 hs “Si tu no ves a Dios con más frecuencia ¿no será que no tienes tu corazón lo
suficientemente limpio?”.

Jueves 19 de Mayo: 9 hs “Primer día”.

Domingo 22 de Mayo: 8 hs “Fin” .

Viernes 10 de Junio: de 8 a 11hs “Amar es condenarse a servir, porque servir es la exigen-


cia del amor. Cuando uno se cansa de servir es porque se ha cansado de amar”.

Domingo 12 de Junio: de 8 a 12 hs “El corazón tiene razones que el entendimiento no


alcanza a comprender. Se ama con el corazón y no con la cabeza”.

41
Lunes 13 de Junio. De 8 a 15 hs “Aceptar a los otros es cederles un lugarcito en nues-
tro corazón, pero para cederles un lugar es preciso arrinconar algunas cosas nuestras,
nuestros propios sentimientos y conveniencias. Todo esto es amar; amar es negarse a sí
mismo, olvidarse de sí, inmolarse, sacrificarse”.

Viernes 17 de Junio. 7 hs “Cumpleaños de Papucho”.

Domingo 19 de Junio. 8 hs “1er día”.

Martes 12 de Julio. 8 hs (tachado) “1er día”. 13 hs “57,50 kg”.

Martes 19 de Julio. 8 hs “1er día”. 13 hs “57,50 kg”.

Miércoles 20 de Julio. 13 hs “Averiguar gimnasio” 16 hs “Avisar Analía”.

Sábado 23 de Julio. 7 hs “Fin”.

Miércoles 27 de Julio. 14 hs “14.30 Gimnasio”.

Lunes 1 de Agosto. 8 hs “57 kg”. 15 hs “vence el libro de San Francisco”.

Martes 16 de Agosto. 8hs “1er día”.

Miércoles 14 de Septimbre. 13 hs “Hablar con Beta por la cocina”.

Viernes 21 de Octubre. 7 hs “Misa en Catedral” 10 hs a 13 hs “El dolor puede serte un


despertador excelente, con el que Dios te haga despertar de tus sueños irreales o de tus
letargos infecundos”. De 14 hs a 16 hs “El dolor puede acercarle a Dios si es que ya sabes
sufrir, pues de los contrario quizá te sirva para alejarte de Dios”.

42
Domingo 23 de Octubre. 9 hs “Siempre más y siempre mejor”. 17 hs “Hablar con Silvina”.

Miércoles 26 de Octubre. De 7 hs a 10 hs “No te acostumbres a quejarte de las cosas que


a diario te suceden; más bien acostúmbrate a ir subiendo la cuesta del cumplimiento de
tu deber”. De 11 hs a 12 hs “Ver si conviene poner en plazo fijo”.

Lunes 12 de Diciembre. Cumpleaños Mío. 8 hs a 10 hs “El amor no consiste en decir ´te


amo` sino en ´hacer obras de amor` ”.

Martes 13 de Diciembre. 8 hs “El hombre es el cerebro”. 9hs “La mujer es el corazón”.


10 hs “El hombre es un código que corrige”. 11 hs “La mujer es un Evangelio que perfec-
ciona”. 12 hs a 14 hs “El hombre es fuerza, empuje y acción y la mujer es calor, motor y
contemplación”.

Jueves 15 de Diciembre. De 8hs a 11 hs “No escatimar esfuerzos, no eludas las ocasiones


de propio vencimiento; ése es el verdadero camino para llegar a la perfección de la san-
tidad”.

Lunes 19 de Diciembre: 11hs “Ir a buscar SUMA y devolver a la biblioteca”. 13 hs “Tacha-


rme de alumnado”.

J.

P.D. Supongo que fue ese fue el primer y único año universitario de la abuela.

43
Querida Hermana:

Una cita de Brecht sobre matemática de la culpa: “Toda moral del sistema está
fundada sobre esta cuestión de los medios de vida: es culpable cualquiera que no tenga dinero”.
Es cierto, como también el principio de que toda moral crítica al sistema está fundada sobre esta
cuestión de los medios de vida: es culpable cualquier que tenga dinero.

J.

P.D. Necesito llegar a fin de mes.

44
Querido Padre:

“Mathieu se ha quedado solo, empuñando un fusil, mientras los alemanes toman la


ciudad; y le pide a nadie (o a Dios) quince minutos:

Se acercó al parapeto y comenzó a disparar de pie. Cada disparo lo vengaba de un


antiguo escrúpulo… un tiro sobre Marcelle, a la que debí abandonar; un tiro sobre Odette, con la que
no quise acostarme. Éste por los libros que no me atreví a escribir, éste por los viajes que me negué,
éste por todos los tipos, en bloque, a los que tuve ganas de odiar pero intenté comprender… Dispara-
ba… Las leyes volaban por el aire… Amarás a tu prójimo: pam, sobre ese idiota… No matarás: pam,
sobre ese títere… Disparaba contra el Hombre, contra la Virtud, contra el Mundo… Disparó y miró
el reloj: catorce minutos y treinta segundos. Ya bastaba con pedir treinta segundos más… Disparó
contra toda la Belleza de la Tierra, contra la calle, las flores y los jardines, contra todo lo que había
amado. La Belleza se zambulló obscenamente y Mathieu disparó todavía. Disparó: era puro, era
todopoderoso, era libre…Quince minutos”.

J.

45
Querida hermana:

Dormimos en los departamentos, lo que significa que por las noches nos vamos
de aquí. Verdaderamente nos vamos. Durante la mañana, disimuladamente, regresamos y nos
comportamos acordes a este hecho. En las escaleras, en el ascensor, una pequeña expresión cóm-
plice, un gesto secreto frente a nuestro guardián. Venimos de ese único lugar moldeado por nuestra
locura, maldad, desolación y estupidez, y no de esta construcción moldeada por la locura, maldad,
desolación y estupidez de otro.

J.

46
Querida Madre:

Lamento decirte que la locura nos pertenece. No quiero decir con esto que sea un
bien de familia. Cada locura nos recuerda a alguien. Es la cordura la que no es de nadie.

J.

P.D. Sé que las enfermeras no te leen las cartas que te escribo.

47
Querida Madre:

Hay dos gatos en departamentos enfrentados. Se miran y maúllan a través de las


ventanas, como si no existiera otra cosa en el mundo. Han envejecido. Si bien sus dueños no les
permiten salir, se han visto castrar, engordar y volver a adelgazar. De abrir las puertas, liberados
por un momento, probablemente se golpearían hasta romperse. Un método, tan buen o tan malo
como cualquier otro, para terminar con este infierno simétrico. Cuando sus dueños se encuentran,
después de verse engordar, adelgazar nuevamente y envejecer, se saludan y cierran la puerta. Puede
que esos gatos sean lo único humano que queda en este edificio.

J.

48
Querida Hermana:

Una pésima traducción de un poema y un buen manual de uso al mismo tiem-


po: “Por definición, uno debe mirar bajo el espejo; no dentro de él”.

J.

49
Querida Hermana:

Los pescados son astutos para comunicarse. Te dejo un relato insinuado entre
bocanadas, aleteos y algunos gestos menos evidentes:

“Tenemos la capacidad de escuchar la palabra (los peces, supongo, siempre hablan en


plural). Pero somos mudos, pues no tenemos un lenguaje propio. Por nosotros mismos,
nunca tenemos la capacidad de acercarnos a los demás. Son los demás quienes nos
llevan. Nosotros no estamos sanos en nuestra vida emocional, no podemos amar con
todo el corazón (burbujeaba al momento de las cursivas), nos dejamos manejar por el
deseo de ser como los otros. Nos dejamos arrastrar por las múltiples fascinaciones de
nuestra cultura.
Recuerda lo que hizo Jesús con el sordomudo (también son católicos. Insisten en eso de
que el “Comed de mi carne” está vinculado con la única carne que efectivamente mul-
tiplicó y entregó a las multitudes. No quiero entrar en detalles teológicos, simplemente
diré que su lectura es menos metafórica y más literal). Primero lo apartó de la multitud.
Recién después de eso se dirige directamente a él, es decir, a cada uno de nosotros, y
dice la palabra salvadora: Ábrete”.

J.

50
Querida Madre:

Ayer comí pescado. Lo preparé a la plancha y con limón. Fue mi última cena frente a
la pecera.

J.

51
Querida Hermana:

Hacernos mal para hacernos bien, quizás el método se simplificó y abrevió en la


abuela. Un austero hacernos mal. Con ella no sería posible la historia de Hansel y Gretel tal como
la conocemos, y quizás ninguna otra. Me contó su propia versión y fue la única historia. Después
de matar a la bruja, los niños no se reencuentran con su padre sino que, errando por el bosque,
tropiezan con otra casita hecha de pan de jengibre, pastel y azúcar moreno. Y luego otra. No sé si
finalmente encontraban a su familia o si terminaban asesinado y comiendo a todo el bosque, abuela
era demasiado astuta para ponerle un final a las cosas. Le bastaba que reemplace en mi mente cada
deleite por una casita de jengibre, pastel y azúcar moreno; el tiempo haría luego su trabajo.
Ella está conmigo en más cosas de las que me gustaría admitir, desconfío del
placer como de tantas otras cosas; la diferencia es que no tengo los mismos temores. Si los placeres
van armando una especie de camino, bueno, la abuela se aseguraba de no iniciar sendero alguno.
Todos conducían a ninguna parte. Otras personas, sin embargo, se ocupan simplemente de que
nadie pueda seguir el rastro.

H. y G.

52
Querida Hermana:

Recuerdo cuando estábamos en el funeral de pequeño hermano. Un sacerdote


y su Biblia frente al heredero depuesto. No podía escucharlo, me prometí huir de todas las personas
que encuentran en un libro todos los libros.

J.

53
Querida madre:

Es curioso, pero si tomamos los apuntes de la frenología quizás podamos analizar


el semblante de un edificio como un rostro más de la historia natural del hombre. Diríamos algo
como “Se puede comprobar escasos desarrollo de partes anteriores y frontales. Un diámetro bicigo-
mático anormal. Prognatismo pronunciado. Gran capacidad orbitaria”. Y se llegaría a la inevitable
conclusión: “Se trata sin lugar a dudas de un salvaje moderno que eventualmente actuará contrario
a las reglas y expectativas de la sociedad civilizada. Uno típico criminal nato adulto sobre el que cabe,
o bien secuestrarlo para siempre, o bien suprimirlo por una incorregibilidad que lo torna demasiado
peligroso”.

J.

54
Querida Hermana:

Hoy escuché a una vecina decir que el barrio había perdido su orgullo cuando
cerraron las fábricas, que en ese lugar levantaron departamentos y no hay historia de barrio con
departamentos. Que simplemente hay alquileres que aumentan, y que hay gente que no puede pa-
garlos y que se van. Que ya nadie conoce a nadie. Que anoche soñó con la fábrica, que no la recon-
ocía. Que le tocaba trabajar en el “9 B”. Que ensamblaba a una persona. Que cuando la terminaba la
mandaba por el ascensor.

J.

P.D. “El fin de la historia y el último hombre”

55
Querida Madre:

Irremediablemente, los departamentos vuelven a comprarse o a alquilarse por nue-


vos ocupantes. Lo que implica que son pintados, arreglados, rellenados para borrar todo rastro de
una vida anterior. Ni bien ponemos un pie dentro, en medio de paredes blancas, ya lo sabemos, los
departamentos sobreviven pero los inquilinos no.

J.

56
Querida Hermana:

Recuerdo a la Abuela decir que vivía en tiempos extraños. A diferencia de ella, no-
sotros no venimos de un pasado más o menos claro del cual nos desviamos. Nosotros no vivimos en
tiempos extraños, sino que lo somos. Supongo que la Abuela vivió, después de todo, con nosotros.

J.

57
Querida Hermana:

Una foto del Abuelo, en la parte de atrás un escrito: “Hoy encontré en el colchón
manchas nuevas. Mañana iré al médico”
Del Abuelo supimos pocas cosas, que no fue al médico es una de ellas. Quizás
también que no debería haber llevado su agenda en las fotos. Son un registro de alguien que intentó
ser humano y que, un poco como todos, fracasó. Murió entre sus manchas nuevas; supongo que con
algo de orgullo porque eran suyas, y porque eran nuevas.

J.

58
Querida Hermana:

Tenías entre seis y siete años cuando comenzaste a ser mi hermana. Volvimos algo
temprano del colegio y nos pusimos a jugar; unas muñecas algo estropeadas y un cachorro dispues-
to participaron. Todo comenzó cuando me quejé, con la mano en la frente, “El nene tiene hambre” y
señalé que no habías comprado comida. Que había platitos y cocinitas, una sartén diminuta, vasos
de buen porte, pero que te habías olvidado de lo importante. Levantaste un poco la mirada, solo un
poco, como cuando alguien acaba de decir una tontería, una de las grandes. En silencio, te despren-
diste el guardapolvo, lo moviste un poco al costado y sacaste un pezón. Sosteniendo la cabeza del
cachorro le diste de mamar. Me observabas fijamente, con algún leve cierre de párpado mientras la
lengua era reemplazaba por pequeños dientes y a la inversa. Tuve el decoro de sentarme a la mesa
en silencio. No sabía qué clase de animal estaba frente a mí. Temí que jamás te alcanzaría.

J.

59
Querida Madre:

Una firma al final de una carta es también un mensaje; la mayor parte de las veces
resulta más extraña, más urgente e incluso más importante que el contenido que la precede. Un
mensaje de unidad, de moral y de independencia en esa extraña serie de funcionamientos desuni-
dos, amorales y dependientes que somos. Todas las cartas se encuentran firmadas por el estado.

Luperca.

P.D. “Estamos en el centro de Gilead, donde la guerra no llega salvo a través de la televisión. No sabe-
mos dónde están los límites, varían según los ataques y contraataques. Pero éste es el centro, y aquí
nada se mueve. La República de Gilead, decía Tía Lydia, no tiene fronteras. Gilead está dentro de ti”.

60
Querida Hermana:

La filosofía no da libertad, todo lo que te consigue tiene un precio. La filosofía es el


precio que pagó otro por ser libre.

J.

61
Querida Madre:

“Viraje en el caso del niño asesinado. Se sospecha de otro familiar”. E.R


Disparé a cada cosa hermosa que conocía. Durante un año fui lo más libre que
pude, tuve mis quince minutos.

J.

P.D. Sé que las enfermeras leen las cartas que te escribo.

62
Epílogo

T al vez sea necesario recordarle al lector la falta de camellos en el Corán. No son necesarios
en las escrituras musulmanas. Es en la Biblia, redactada en Roma y no el desierto, donde hay manadas
trotando entre parábolas. Escrito de la misma manera, el crimen está ahí.
Los archivos pudieron haberse perdido pero observé la primera carta al pasar y supe que sería
parte de esas cosas que no lograría olvidar o comprender. Debería haber quemado los registros pero los
estoy publicando; verán, no soy muy original en lo que escribo y tampoco en lo que hago. Paradójica-
mente, la primera frase es de Kafka.

E.R.

63

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