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Pedro José María Chiesa

En presencia de Dios
Una reflexión para cada día del mes

ENERO
Chiesa, Pedro José María
En presencia de Dios : una reflexión para cada día del
mes. Enero - 1a ed. - Rosario : Ediciones Logos Ar, 2013.
128 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-987-1764-64-8
1. Cristianismo. 2. Reflexiones. I. Título
CDD 230

Fecha de catalogación: 21/11/2013

Diseño editorial: Lic. Ricardo P. Cravero


Corrección y estilo: Dra. Ivana Anton Mlinar
Diseño de portada: Lic. Ricardo Ghiggino

© Ediciones Logos
info@edicioneslogos.com
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ISBN 978-987-1764-64-8
Hecho el depósito que indica la Ley 11.723
Impreso en Argentina
Printed in Argentina

Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni


en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema
de recuperación de información, en ninguna forma ni por
ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico,
magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro,
sin el permiso previo por escrito del autor.
ÍNDICE

Presentación y Dedicatoria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
1 de enero: Hematología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
2 de enero: El Corán. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
3 de enero: El cottolengo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
4 de enero: El aislador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
5 de enero: El psiquiatra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
6 de enero: La Declaración de Virginia . . . . . . . . . . 25
7 de enero: Claromecó. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
8 de enero: La flor y la maceta. . . . . . . . . . . . . . . . . 33
9 de enero: La salsa de tomate. . . . . . . . . . . . . . . . . 37
10 de enero: El águila. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
11 de enero: Los árboles del Paraíso. . . . . . . . . . . . . 45
12 de enero: Escipión el africano. . . . . . . . . . . . . . . 49
13 de enero: Los carniceros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
14 de enero: Las estatuas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
15 de enero: El luchador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
16 de enero: Los jornaleros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
17 de enero: Los perros de Pavlov. . . . . . . . . . . . . . . 69
18 de enero: La ensalada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
19 de enero: Rhodesia del Sur . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
20 de enero: Hamelin. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
21 de enero: El closed gay . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
22 de enero: El nibo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
23 de enero: El cizañero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
24 de enero: El faro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
25 de enero: Látigos y varas. . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
26 de enero: Rostro vacuno . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
27 de enero: Las anteojeras . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
28 de enero: El Aquinate. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
29 de enero: El drogadicto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
30 de enero: Res non verba . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
31 de enero: El plumero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
4

Presentación y Dedicatoria

A ndré Maurois dice que escribir un libro o


es un llamado o no es nada. Y este libro es
respuesta a un llamado a dirigirme a todos mis
familiares, a quienes confío en voz alta algunos
consejos que les ayuden a llegar al Cielo, y
esperando que los escuchen mis amigos y el
público en general.
El libro contiene un pensamiento para cada
día de enero (espero continuar con los demás
meses), y está escrito para comenzar la jornada
con algo que impacte en algún lugar del alma:
inteligencia, voluntad, memoria…; porque
considero que no es buena táctica comenzar el
día espiritualmente en ayunas. Más allá de la
lógica lectura individual, mi ilusión sería que el
texto del día correspondiente sea leído por las
familias con hijos adolescentes… al bendecir la
mesa, para que puedan compartirlo y debatirlo
durante el almuerzo, y así la presencia de Dios
sea más viva en el hogar.
Añado que la redacción de estas páginas
concluyó el 24 de noviembre de 2013, día en
que celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor
Jesucristo Rey del Universo, y están dedicadas a
mi querido primo Sidney.

El autor
padrepedro100@yahoo.com.ar
5

1 de enero
HEMATOLOGÍA

V iendo Jesús a su Madre y al discípulo a


quien amaba, que estaba allí, dijo: “Mujer,
aquí tienes a tu hijo”. Y después le dijo al discípulo:
“Hijo, aquí tienes a tu Madre”. Y desde aquella
hora el discípulo la recibió en su casa1.
Me llamó un compañero de estudios
pidiéndome urgente donantes de sangre, pues
su madre había sufrido un accidente. Hablé con
amigos comunes y fuimos al hospital. Ninguno
conocía personalmente a la mamá, que vivía en
otra ciudad; y, aunque parezca una paradoja, si
bien la destinataria de la ayuda era su mamá, lo
que nos decidió a brindar nuestra colaboración
no fue su salud sino aliviar la preocupación de
su hijo, nuestro amigo. Teníamos ciertamente
interés en ayudar a la mamá, sin embargo, no
era este el motivo decisivo. Lo hicimos porque
querer a una persona supone querer a los que ella
quiere, y, ayudarla, a veces consiste en prestar un
servicio a los que ella ama. En “Los Hermanos
Karamazov” se dice que no podemos amar a los
demás si no amamos sus alegrías, y, parafraseando,
podríamos decir: No podemos amar a los demás si
somos indiferentes a sus preocupaciones. De modo
que, el Aquí tienes a tu Madre de Jesús, equivaldría
a decir: “Juan, si realmente me quieres, cuida de
mi Madre; porque, en este momento, quererme
1 
Juan 19, 26-28.
6

a Mí, es querer a mi Madre brindándole cobijo y


protección”.
Años atrás di con un cuadro en que aparecía
Jesús crucificado. La cruz era de poca altura,
por tanto, muy cerca de Él, a menos de un
metro, estaban María y Juan, con sus rostros a
centímetros del Señor. Además, Juan, con gesto
de afecto y ternura, la tomaba por el hombro a
María y la llevaba junto a sí. Al pie del cuadro,
una inscripción: Y desde aquella hora el discípulo
la recibió en su casa. Aquella pintura pretendía
expresar que el gesto de ternura de Juan con
María equivalía a decirle a Jesús: Señor, quédate
tranquilo, muere en paz, porque Ella ya está en mi
casa; o, si se prefiere: ¡Dalo por hecho!
* * *
Cursando la Teología, en clase de Mariología,
el profesor preguntó:
–¿Cuál es la fiesta de la Virgen María más
importante para la Iglesia?
–El 8 de diciembre, la Inmaculada Concepción
–dijimos algunos.
–El 15 de agosto, la Asunción al Cielo
–opinaron otros.
–El 25 de marzo, la Anunciación del Ángel
–añadió un tercero.
Pero el profesor nos corrigió:
–¡No! La más importante es la del 1° de enero,
su Maternidad Divina.
7

La Navidad se celebra con una Octava que


comienza el 25 de diciembre y concluye el 1° de
enero. Al nacer un niño, los familiares y amigos
van al hospital a saludarlo a él… y a su madre.
Del mismo modo, la Iglesia saluda a Jesús recién
nacido con la liturgia del 25 de diciembre, pero
no concluye los festejos sin honrar a la Madre…
tal como lo hace el día de hoy. Los santos, y en
especial la Virgen, son venerados por su íntima
relación con Dios, por ser amigos de Dios. Pero
la Virgen no sólo es amiga, sino Madre.
Además, si la Virgen fue concebida sin
pecado original, o si fue asunta al Cielo, o si
fue virgen antes, durante y después del parto, lo
fue porque estaba llamada a ser Madre de Dios,
y no al revés. Así como las bisagras forman
el eje sobre el cual gira una puerta, lo mismo
sucede con los privilegios marianos (concepción
inmaculada, asunción al Cielo, virginidad
perpetua, mediación universal…), pues Dios
los concedió en atención a que María sería su
Madre; de manera que la Maternidad divina
de María es el eje sobre el cual giran todas las
demás fiestas marianas. Esta fiesta, por otra
parte, es especialmente valiosa en el mundo de
hoy, donde la maternidad está en crisis; pues
no pocas veces los embarazos, lejos de ser vistos
como bendición, son recibidos como flagelo
que debe evitarse o tumor que debe extirparse.
El Evangelio de la familia y el Evangelio
de la vida son claves del mensaje cristiano
8

contemporáneo, y, por eso, la Octava de Navidad


adquiere especial relieve, pues, como vimos,
la Iglesia celebra en estos ocho días no sólo el
nacimiento de un niño y la familia como valor,
célula básica de la sociedad e Iglesia doméstica,
sino también alaba y venera la maternidad en sí.
Por último, no te olvides que, así como Jesús
sintió preocupación humana por el futuro de
su Madre, y Juan lo tranquilizó haciéndose
cargo de ella, también el Señor manifestó
preocupación por nosotros encomendándole a
María que hiciera las veces de Madre nuestra,
tal como decía San Josemaría Escrivá: Cuando
éramos pequeños, nos pegábamos a nuestra madre,
al pasar por caminos oscuros o por donde había
perros. Ahora, al sentir las tentaciones de la carne,
debemos juntarnos estrechamente a nuestra Madre
del Cielo, por medio de su presencia bien cercana y
por medio de las jaculatorias. Ella nos defenderá y
nos llevará a la luz2.

2 
San Josemaría Escrivá, Surco 847.
9

2 de enero
El CORÁN3

E n este día la Iglesia católica alaba el


Santísimo nombre de Jesús, lo que es
singularmente significativo para esta época
en que frecuentemente se toma en vano el
nombre del Señor: burlas en la televisión, en
el cine, en el arte de la canción, etc. Por eso
siempre tuve simpatía por los musulmanes,
pues inspirados en las raíces judías y cristianas
de su religión, toman muy en serio el respeto
a Dios; y considero que esta conducta debería
estimularnos a los cristianos a tratar con mayor
reverencia a Dios: cuidando más la vestimenta
en la liturgia, el silencio en la Santa Misa; y doy
gracias a Dios por este respeto a lo sagrado que
impera en el Islam, pues me hace más amable el
deber de rezar para que los musulmanes algún
día reconozcan a Cristo como Hijo de Dios.
* * *
El Islam es la única religión post-cristiana con
centenares de millones de fieles. El Islam acepta
la existencia del Dios de los cristianos, Único
y Omnipotente, pero Jesús es considerado sólo
como un gran profeta, cuya misión fue anunciar
3 
Esta reflexión está netamente inspirada en el venerable
Mons. Fulton Sheen, tal como la esboza en su libro El primer
amor del mundo, Buenos Aires 2007 (capítulo: “María y los
Musulmanes”).
10

al gran profeta Mahoma. Hillaire Belloc dice


que el Islam es una herejía, pero no una herejía
cualquiera, ya que su doctrina se mantiene
inalterable y sus adherentes aumentan a lo largo
de los siglos. Además, el esfuerzo misionero de
la Iglesia católica en países musulmanes, visto
humanamente, ha sido un auténtico fracaso
hasta ahora, pues, en la lógica del Islam,
convertirse al cristianismo equivaldría a que un
cristiano se hiciera judío: un paso atrás en la
evolución histórica de la religión. Sin embargo,
quienes creemos en Cristo y en su capacidad
de transformar los corazones, estimamos que el
Islam puede convertirse al cristianismo, y vemos
una veta de esperanza en la honesta fidelidad a sus
conciencias en muchos de sus seguidores, como
también la veneración que tributan a María, la
Madre de Jesús. De hecho, en el Corán hay un
gran número de pasajes referidos a la Virgen en
que se adhiere a la Inmaculada Concepción y al
alumbramiento virginal de Jesús. También hay
versos que exaltan la Anunciación, la Visitación
y la Natividad de la Virgen. Incluso la historia
familiar de María se enlaza con Abraham, Noé
y Adán.
En el credo musulmán, el único posible y
auténtico rival de María podría haber sido
Fátima, hija de Mahoma. Sin embargo, después
de la muerte de su hija, Mahoma escribió: Tú
serás la mujer del Paraíso más bienaventurada,
después de María. Y una de las versiones del
texto, le hace decir a Fátima: Yo sobrepaso a
11

toda mujer, excepto a María. Esto nos invita a


pensar seriamente que alguna razón ha de tener
la aparición milagrosa de la Virgen en una
pequeña población llamada Fátima, pues a los
ojos de Dios las casualidades no existen. Tal
vez Dios ha querido que muchos musulmanes
estimen a Nuestra Señora de Fátima como signo
de esperanza en que algún día Ella los moverá a
la fe en Jesucristo como Hijo de Dios.
Esta hipótesis tiene fundamento en un hecho
histórico. Los musulmanes ocuparon Portugal
durante siglos, y el último jefe musulmán
tenía una hija llamada Fátima. La historia dice
que un joven católico se enamoró de ella, y la
muchacha, conquistada por el afecto, no sólo
no siguió a los musulmanes en su retirada, sino
que abrazó la fe cristiana. Aquel joven príncipe,
como agradecimiento, cambió el nombre de la
ciudad en que vivían, he hizo que la llamasen
Fátima. Por tanto, el lugar donde nuestra Señora
se apareció en 1917 a los tres pastorcitos, tiene
conexión histórica directa con los musulmanes;
a lo que se añade la entusiasta recepción que
ofrecen los musulmanes a la imagen peregrina
de la Virgen de Fátima, cuando periódicamente
recorre India, países de África y otros sitios;
peregrinaciones en las que visitan los templos
católicos en los que se encuentra Nuestra Señora,
y permiten procesiones religiosas y oraciones
delante de sus mezquitas. Si los musulmanes
estiman a María, los cristianos que habitan
territorios musulmanes deberían expandir y
12

desarrollar su devoción, especialmente en su


advocación de Fátima, ya que la Virgen nunca
acepta la devoción para sí, sino que procura
llevar hacia el amor y la fe en su Hijo a quienes
le rinden culto.
En países de cultura musulmana los cristianos
han ganado respeto y estima viviendo la caridad
de Cristo, especialmente con las escuelas,
hospitales, leprosarios, asilos de ancianos, etc.
Pero hay que dar un paso más: tomar el capítulo
41 del Corán y mostrar que, incluso para la
perspectiva musulmana, María no sería la más
santa de las mujeres si no hubiese dado a luz al
Salvador del mundo, puesto que, si Fátima, hija
de Mahoma, cedió su lugar de honor a María,
se debe a que ella no es una madre más del
mundo, sino la Madre del Hijo de Dios.
Finalmente, sería muy oportuno que, al rezar
a la Virgen, te acuerdes de pedir para que los
millones de musulmanes reconozcan a Cristo
como Hijo de Dios; y también podrías pedir
que los católicos vivamos mejor el respeto por
lo Sagrado, que distingue a los que profesan el
culto del Islam.
13

3 de enero
EL COTTOLENGO

E n aquel tiempo exclamó Jesús diciendo:


Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la
tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y
prudentes, y las has revelado a los pequeños4.
* * *
Un sacerdote amigo me contaba una visita que
hizo con niños de un colegio donde se desempeña
como capellán. Fueron a un cottolengo de la
Obra de Don Orione5. Los niños tenían doce
años, y quedaron profundamente removidos
al conocer la experiencia de las limitaciones
físicas y mentales de aquellos internos, como
también de la caridad de aquellas personas que
atienden material y espiritualmente a dichos
enfermos. Se encontraron con una legión de
niños discapacitados, a punto tal que, los que
mejor podían desenvolverse eran los que tenían
síndrome de Down profundo. Había muchos en
sillas de ruedas, o en cunas con parálisis cerebral
desde el nacimiento. El lugar, en las afueras de
la ciudad, era un conjunto de casas y pabellones
con un pequeño campus arbolado y repleto
de flores. El día estaba radiante: cielo azul y
sol espléndido. A las 10.45 hs. comenzaron

4 
Mateo 11, 25.
5 
San Luis Orione.
14

a sonar incesantemente las campanas de la


capilla rodeada por los edificios. El tañido fue
extenso, unos quince minutos. El repiqueteo
incesante era ejecutado por un niño que, pese
a su capacidad motriz, mentalmente tenía
limitaciones notables. Sin embargo, aunque el
sonido aturdía por su intensidad y duración,
era amenizado por el entusiasmo y la fe con que
aquel niño agitaba las cuerdas del campanario,
pues parecía querer invitar a todos los habitantes
de aquella provincia al acto de culto. Debe
reconocerse que, si bien con su insistencia no
logró la asistencia del gobernador, sí obtuvo, en
cambio, la participación de todos los habitantes,
enfermos y personal de aquel sitio donde reina
la civilización del amor.
El sacerdote visitante, que debía celebrar la
Misa, miraba desde la puerta de la capilla hacia
el jardín que separaba el templo de los pabellones
de enfermos, observando los desplazamientos del
ejército de discapacitados que aparecían de todas
partes (edificios, huerta, jardín, árboles, etc.)
ayudándose entre sí: empujando la silla de ruedas
de otro, sosteniendo al modo de bastón a quien
caminaba con dificultad, etc. Todos marchaban
con decidido silencio hacia la casa de Dios. ¡Era
emocionante! A las 11.00 hs., puntualmente, ya
estaba la capilla repleta con todos los enfermos,
el personal sanitario, los niños del colegio y los
docentes y padres que los acompañaban en esa
visita. A derecha e izquierda del altar había dos
monaguillos. Eran dos enfermos con síndrome
15

de Down profundo. El de la izquierda manejaba


las vinajeras y el lavabo, mientras que el de la
derecha estuvo toda la ceremonia sujetando una
campana con el objetivo de hacerla sonar en el
momento de la consagración, lo que llegado el
momento hizo de modo torpe pero tierno. Este
niño se puso junto al sacerdote como si fuera un
concelebrante, y desde allí siguió toda la Misa
con gran expectación, y aunque su mirada estaba
perdida, aferraba intensamente con una mano la
campana, y con la otra planchaba sin cesar unos
pequeños pliegues del mantel del altar.
Todos los enfermos seguían con profundo
silencio y piedad el acto de culto. Todos
respondían a los diálogos litúrgicos con
precisión y energía singular; lo hacían incluso
con mayor decisión y exactitud que los niños
de aquella escuela que visitaban azorados y
conmovidos aquel sitio. Todos los enfermos y el
personal se acercaron a comulgar con emoción.
Y, por sobre todas las cosas, todos manifestaban
una consciencia notable de que estaban ante
algo sagrado, importante, decisivo para ellos y
para el mundo. La expectativa que generaba la
Misa en aquellos cincuenta enfermos fue una
imagen imborrable, una lección existencial de
catequesis que supera al mejor tratado de la
Eucaristía como misterio de la fe.
Al terminar la Misa, el sacerdote habló con
la directora del establecimiento y la felicitó por
la organización, devoción y notable preparación
16

litúrgica de los enfermos. Y, ella, refiriéndose a la


puntualidad, dijo: Si se trata de lograr que vayan
a comer, es imposible conseguir que obedezcan
todos, y siempre hay quienes caprichosamente
llegan tarde. Si se trata de lograr que acudan
con puntualidad a higienizarse en el horario
previsto, también es imposible; pero, si escuchan
la campana avisando la Misa, todos abandonan lo
que están haciendo de modo inmediato y se ponen
en marcha, y ayudan con serenidad a los más lentos
o que tienen otras dificultades para que se puedan
desplazar. Y al escuchar el testimonio de esta
directora, vino a la mente de aquel sacerdote, al
modo de auténtica moción del Espíritu Santo,
las palabras de la oración de Jesús: Yo te alabo,
Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las
has revelado a los pequeños6.
Y si te narro estos hechos es para animarte
a pensar en la importancia de evitar la rutina
religiosa, y también para que le pidas a Jesús
la misma sabiduría de aquellos enfermos,
incapaces de muchas cosas, pero no de aquella
tarea esencial en la que ningún ser humano debe
fallar: amar a Dios y ayudar a sus hermanos a
que lo amen.

6 
Mateo 11, 25.
17

4 de enero
EL AISLADOR

S an Josemaría Escrivá recibió luces de


Dios con la viva consciencia de que se
las daba para que las transmitiera a quienes
lo rodeaban; por eso, sobre su escritorio de
trabajo había puesto un aislador de vidrio
verde, tomado de un viejo poste de telégrafos,
que le recordase que no debía ser aislador de la
gracia entre Dios y los hombres, pues lo suyo
era transmitir con alta fidelidad el mensaje del
Evangelio7. Y algo semejante nos quiso decir
San Pablo, cuando afirmaba que nosotros
éramos una carta de Cristo8. Y al igual que un
buen cartero, los cristianos debemos llevar el
mensaje del Evangelio a todas las personas que
nos rodean, sin dejar que las almas se pierdan
y sin desvirtuar o deformar las enseñanzas de
Jesús al trasmitirlas.
* * *
Tengo unos amigos que viven en otra ciudad,
y alguna vez al año los visito. Es una familia de
muchos hijos, la mayoría casados. La estima
recíproca es grande. Mi ilusión sacerdotal, de
siempre, fue lograr que participasen de algún
retiro espiritual de los que predico, pero nunca
7 
Cf. Urbano, P., El hombre de Villa Tevere, Madrid 2000
(cap. 17).
8 
2 Corintios 3, 3: “Epistula Christi”.
18

logré mi objetivo. Ante los fracasos reiterados,


me consuelan las palabras de Jesús: Nadie es buen
profeta en su tierra9. Pero que no sea fácil tener
éxito con quienes uno estima, no significa que
debamos arriar la bandera, pues al decir de Sir
Ernest Shackleton: La vida siempre ofrece nuevas
oportunidades; por tanto, siempre que veo un
resquicio para convencerlos, lo intento… y ellos
lo saben. Y así fue que un domingo invernal
me invitaron a almorzar. La mesa albergaba
veinticinco personas amontonadas con calor de
hogar. Todos sonrientes. Yo presidía desde un
extremo y, tras bendecir los alimentos, dimos
comienzo a los platos tradicionales de aquella
familia: pollo a la parrilla con papas al horno,
lengua a la vinagreta, ensalada rusa, empanadas,
buen vino, mesa de postres, etc. Durante el
almuerzo traté de llevar la conversación hacia
temas espirituales elevados, pero, con la confianza
propia de una familia amiga, y sin ánimo de
ofender a Dios, me dijeron que no tenían ganas
de tratar temas metafísicos transcendentales,
pues la semana laboral había sido agobiante y
preferían hablar de cuestiones más banales que
los hicieran descansar: fútbol, política, etc.
En el extremo opuesto de la mesa había dos
varones adolescentes que seguían con atención
un partido de fútbol de escasa relevancia; y
en el entretiempo de aquel partido hubo un
programa en el que un periodista argentino,
9 
Marcos 6, 4.
19

de visita por la India, entrevistaba a la Madre


Teresa de Calcuta. Al aparecer en la pantalla
del televisor la querida religiosa, aquellos dos
avisaron al unísono: ¡Entrevistan a la Madre
Teresa de Calcuta! Para mi sorpresa, como
una tropilla al galope, todos se alzaron de sus
sillas y se amontonaron velozmente junto al
televisor… dejándome solo en la mesa. Como
también tengo mi devoción por Madre Teresa,
me acerqué silenciosamente, por detrás, sin
perturbarlos, para ver el programa.
En la entrevista, muy breve, el periodista dijo:
–Madre Teresa, ¿qué consejo podría darnos a los
argentinos?
–Amaos los unos a los otros como Jesús los ha
amado, y así el mundo conocerá que sois discípulos
de Jesús.
Tras este breve diálogo, la televisión volvió
al partido de fútbol, pero aquella familia
permaneció estupefacta, algunos segundos, ante
el televisor. Parecían hipnotizados por la calidez
y contundencia de las palabras de Madre Teresa,
que habían hecho mella en sus corazones.
Luego de reponerse del impacto que les produjo
la monja albana, giraron sus rostros hacia
mí y, gesticulando aprobación con la cabeza,
exhalaron un suspiro diciéndome al unísono:
¡Qué bien la Madre Teresa de Calcuta!
Ya te dije que tengo aprecio y devoción por
Madre Teresa, pero debo confesarte que, al
20

percibir esas miradas unánimes que exigían de


mi parte un comentario laudatorio de adhesión,
sólo atiné a defenderme diciendo: Ustedes a mí
nunca me quieren escuchar, pero ¡yo también digo
lo mismo que la Madre Teresa de Calcuta! La
espontaneidad de mi exclamación fue motivo
de bromas por parte de aquella familia siempre
remisa y esquiva a mis intentos de predicación
del Evangelio. Mi mensaje era claro: ¿Por qué
escuchan a la Madre Teresa y no a mí… si decimos
lo mismo? ¿Por qué cuando intento hablar de Dios
con ustedes fracaso y, sin embargo, ella tiene un
éxito rotundo?
La explicación que estimo probable es que la
Madre Teresa de Calcuta no es aisladora de la
gracia sino superconductora, y con su vida santa
unas pocas palabras bastan para sembrar interés
y docilidad al Evangelio. En cambio, los tibios,
perezosos, flojos para luchar contra el pecado, no
sólo necesitamos de largos discursos para dejar
algo en las almas, sino que nos chocamos con la
dureza de los corazones. Por tanto, pidamos a
Dios ser, cada uno en su sitio, superconductores
de la gracia y no asiladores: el papá con sus hijos,
los amigos y hermanos entre sí, marido y mujer
recíprocamente, compañeros de oficina...; y
también pidamos perdón si sospechamos que
no nos escuchan porque, con nuestros pecados
y tibieza, obstaculizamos el paso de la gracia.
21

5 de enero
EL PSIQUIATRA

P or el sacramento del matrimonio el


marido y la mujer quedan ligados de
modo indisoluble, y no pueden establecer
una nueva alianza nupcial hasta la muerte
del otro. A su vez, la vocación al celibato (por
ejemplo, el sacerdocio) implica el compromiso
de no contraer matrimonio de por vida. Este
compromiso, conviene aclararlo, se funda en
alguna causa noble: estar más disponible para
las necesidades de la Iglesia, por ejemplo. Y en
relación a esto, es de interés el último censo de
población hecho en la República Argentina,
dando aviso de que el 92 % de jóvenes que tienen
entre 19 y 29 años, y que viven en pareja, no
están casados bajo ningún tipo de formalidad, ni
religiosa ni civil. El dato me llamó la atención,
porque no pocos jóvenes nos suelen preguntar
a los sacerdotes: ¿Por qué ustedes no se casan? A
partir de esa encuesta se me ocurrió pensar en
que, tal pregunta, más bien deberían hacérsela
ellos mismos. Al fin y al cabo, si bien no estoy
casado, sí asumí un compromiso al aceptar el
sacerdocio, de modo que la cuestión clave sería
interrogar a esos jóvenes preguntándoles: ¿Por
qué tienen miedo al compromiso?

* * *
22

Recuerdo un diálogo (no textual) que


escuché entre una joven periodista y un famoso
psiquiatra sobre la madurez.
El periodista preguntó: –Dígame, ¿es o no el
celibato un peligro para la salud mental?
Ante aquella pregunta incisiva, propia de una
sociedad de consumo, donde sin sexualidad
ejercitada de modo efectivo no se concibe la
felicidad, el psiquiatra respondió con la humilde
sabiduría que fusiona las luces del Espíritu
Santo con los años de trabajo y estudio: –¡No,
no es un peligro para la salud mental!, pero si usted
me permite, por ser psiquiatra, le advertiré algunas
conductas y actitudes que sí son perjudiciales
para la psiquis. Pero antes debo formularle una
pregunta: ¿Es usted casada?
–Sí –responde la periodista.
–Pues entonces me entenderá. Para la salud
mental es peligroso hacer “opciones definitivas”
(matrimonio, sacerdocio...) en la vida y no
cumplirlas; es decir, si su marido se casa con
usted, pero vive de modo nostálgico y melancólico
pensando en todas las demás mujeres con las que se
podría haber casado; eso sí es peligroso para la salud
mental. Y si usted optó definitivamente por él, pero
vive con melancolía pensando en otros hombres o
proyectos vitales, lo mismo. Con otras palabras,
la ruptura entre “opción definitiva” y “modus
vivendi” es un estilo de conducta esquizofrénica
que garantiza no sólo el fracaso matrimonial,
también la locura mental. Y lo mismo sucedería
23

con el celibato, puesto que si una persona como


la Madre Teresa de Calcuta, que hizo una opción
definitiva por la lucha contra la pobreza y el
aborto, viviera añorando otros proyectos vitales
distintos a su opción, esta contradicción interior
obstaculizaría la fidelidad y dañaría su salud
mental. Pero en el caso de la Madre Teresa, es
precisamente la fidelidad a su misión, que consta
mundialmente, la que la preservó en su equilibrio
psicológico. Pero le daré un último ejemplo: si
el querido Papa Juan Pablo II, renunciando al
matrimonio para consagrar toda su existencia a
la difusión del mensaje cristiano, hubiese ejercido
su función pastoral con la melancolía y apatía de
quien nostálgicamente tuviese puesto el corazón en
otro camino, eso le hubiese dañado su equilibrio
psíquico, pero bien sabemos que, como auténtico
enamorado de la causa de Cristo, ni siquiera las
extraordinarias golpizas que le proporcionó la
vida consiguieron alejarlo del intenso amor por sus
nobles ideales.
De lo dicho por este sabio psiquiatra surge
que la pureza y el equilibrio psíquico están
íntimamente vinculados al hecho de vivir
como auténticos enamorados; y esto es lo que
procuran hacer todos los santos, tanto los
que quieren alcanzar la santidad por la vía del
celibato (sacerdotes y laicos), como quienes
pretenden hacerlo por medio del sacramento
del matrimonio, o quienes lo procuran
permaneciendo solteros (no célibes) por
diversos motivos legítimos (mayor dedicación
24

a los estudios, a la investigación, a la atención


de familiares enfermos, etc.). Pero, cuando no
hay humildad, fácilmente aparecen la apatía,
el aburrimiento, la tibieza, la dejadez, la
pereza, y el desamor... experiencias que vienen
acompañadas frecuentemente de una cuota de
impureza. Y la humildad es muy importante para
conseguir enamorarse de la propia vocación,
pues, sin humildad, el enamoramiento queda
obstaculizado porque nada nos conforma: ¡En
mi vida nada vale la pena! ¡No hay nada que me
satisfaga! ¡No hay nada que esté a la altura del
valor de mi vida para que yo la sacrifique!
Una persona humilde es consciente de que,
para encontrar un ideal por el que valga la pena
ofrendar la vida, bastará simplemente con dar
un giro por los alrededores de las ciudades
que tienen poblaciones hacinadas, analfabetas,
descristianizadas, desnutridas, incivilizadas,
enfermas...; o también visitar los geriátricos
presentes en tantas naciones desarrolladas y en
los que los ancianos fácilmente son víctimas
del desamparo, el abandono, la eutanasia...; o
tomar un mapamundi y mirar cuántos países
necesitan del afecto humano. El humilde no
tiene como principales dificultades la apatía y el
aburrimiento, al contrario, su problema consiste
en que, siendo tantas –¡tantas!– las causas por
las que dar la vida, no sabe por dónde comenzar
a poner manos a la obra.
25

6 de enero
LA DECLARACIÓN DE VIRGINIA

D e niño, en la noche de Reyes, escribía una


carta explicando mis méritos en pro de los
añorados regalos, prometiendo portarme bien.
Además dejaba una suculenta ración de pasto y
agua para los camellos junto a mis zapatos. ¡Qué
felicidad esa noche tan esperada! Hoy, al recordar
ese momento infantil, viene a mi memoria el
derecho constitucional a la felicidad, proclamado
de modo solemne por la Declaración de Virginia
(1776), Preámbulo de la Constitución de los
Estados Unidos de América.
Según esta Declaración todos los habitantes
tienen el derecho constitucional a la felicidad.
Y si bien todo el mundo es concorde en afirmar
la existencia de este derecho, hay notables
discrepancias sobre su contenido, pues, ¿qué
significa ser feliz? La pregunta es difícil de
responder, pues hace mil seiscientos años San
Agustín nos advertía que, en las obras de Marcus
Varronem, ya había encontrado 288 opiniones
distintas sobre la felicidad10. No obstante la
dificultad, en este día en que festejamos a los
Reyes magos estimo que podremos lograr algo
de luz sobre qué es la felicidad, razón por la que
te propongo repasar la solemnidad de Melchor,
Gaspar y Baltasar11.
10 
Cf. San Agustín, La Ciudad de Dios, XIX, 1.
11 
Según la versión del Evangelio Apócrifo Armenio.
26

* * *
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del
rey Herodes, y unos Magos llegaron de Oriente a
Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los
judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella
en Oriente y venimos a adorarle”. Al oír esto, el rey
Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén. Herodes
preguntó a los príncipes y a los escribas dónde debía
nacer el Mesías. “En Belén de Judá –le dijeron–,
así está escrito por el Profeta” (…). Herodes llamó a
los Magos en secreto, averiguó de ellos con exactitud
el tiempo en que había aparecido la estrella, y los
envío a Belén diciéndoles: “Id e informaos bien
acerca del Niño, y cuando lo encontréis, avisadme,
porque yo también deseo adorarlo”. Después de
oír al rey se pusieron en marcha. La estrella que
habían visto en Oriente se colocó delante de ellos,
y se detuvo en el sitio donde estaba el Niño. Los
Magos, al ver la estrella, se llenaron de inmensa
alegría; y entrando en la casa vieron al Niño con
su Madre, y postrándose lo adoraron, y le abrieron
sus cofres con oro, incienso y mirra; y tras recibir en
sueños aviso de no volver a Herodes, regresaron a
su tierra por otro camino12.
Entiendo que una de las claves de la felicidad
está en la frase: Los Magos, al ver la estrella, se
llenaron de inmensa alegría. Para entenderla
debemos distinguir el fin de la misión. El fin es
algo que me propongo, y, sea bueno o malo,
tiene su origen y destino en mi propia voluntad;
12 
Mateo 2, 1-12.
27

en cambio, misión es la tarea vocacional asignada


por Dios. Todos los seres humanos tenemos
una misión, una vocación, una estrella propia,
una luz celestial capaz de dar sentido a cada
circunstancia de nuestra vida.
Los matrimonios fracturados suelen acudir al
sacerdote en busca de consejo, y no pocas veces
solicitan que se les recomiende un psicólogo.
En tal sentido, cuando me lo piden, lo hago
distinguiendo dos estilos profesionales distintos:
 Psicólogo al paciente: Te ayudaré a romper
con tus vacilaciones ayudándote a tomar la
decisión que te permita a ti hacer lo que te
gusta, porque ser feliz es poder hacer lo que
a uno le gusta. No recomiendo a estos
psicólogos, cuyos consejos estimo irreales y
frustrantes en innumerables casos.
 Psicólogo al paciente: Quisiera saber quién
eres, y, cuando lo sepa, te ayudaré a ser
feliz conforme a lo que debes ser, pues no
encontrarás la felicidad haciendo lo que te
gusta, ni aprendiendo a descubrir el gusto
en lo que haces; alcanzarás la felicidad
ejercitando tu capacidad de encontrar la
alegría y la paz haciendo lo que debes hacer.
Sí lo recomiendo.
Sé que la distinción formulada podría ser
tachada de simplista, lo acepto; pero soy
consciente de que un error conceptual acerca de
la felicidad, agravará la situación en el mismo
28

punto de partida. Por tanto, sólo recomiendo


psicólogos que sean como los Magos, que
busquen la estrella, la misión, el deber. Ya
que perder la estrella es causa de turbación, y
encontrarla, motivo de inmensa alegría. De
modo que te sugiero que nos examinemos ante
el Pesebre: ¿Quien soy yo? ¿Quién debo ser yo? ¿A
quiénes debo querer, me guste o no? ¿Cuál es mi
misión, mi estrella? ¿Qué significa amar bien a mi
esposa, a mis hijos, a mis papás, a mis hermanos, a
mis compañeros de trabajo…? ¿Qué notas escolares
o universitarias debería alcanzar para complacer
a Dios?
Si el cristiano no puede alimentar su felicidad
con fines, y si ser feliz implica el conocimiento
de la propia misión y la fidelidad a ella, te
sugiero que, contemplando la estrella del
pesebre y mirando a Melchor, Gaspar y Baltasar,
les pidas la gracia de una amable conversación
con Dios y con los de tu casa, que son quienes
mejor te conocen, para especificar mejor tu
misión, porque esto te ayudará a cumplir con tu
derecho-deber constitucional de ser feliz.
29

7 de enero
CLAROMECÓ

El cristianismo es religión alegre, pero no


exenta de dificultades. La puerta de la
alegría es angosta y misteriosa, sobre todo para un
mundo contemporáneo que identifica felicidad
con ausencia de dolor y contratiempos. El buen
cristiano mantiene intacta una convicción que
es su carnet de conducir por la vida: la señal del
cristiano es la cruz llevada con serenidad y alegría.
Un contraejemplo de esto son, por ejemplo, las
crisis matrimoniales en que ambos cónyuges
dicen: No entiendo, llenos de problemas económicos
y sin nadie que nos ayudase con los niños pequeños,
éramos felices; y ahora que el dinero nos sobra, somos
infelices. La clave para resolver esta paradoja exige
recordar las palabras de Jesús: Entrad por la puerta
angosta, porque ancha es la puerta y espaciosa la
senda que lleva a la perdición, y muchos son los que
por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y qué
angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los
que van por ella!13
* * *
Diego y Maru tienen por primera vez la
posibilidad de dar a conocer el mar a sus hijos,
pues les han prestado una casa sobre aguas del
Atlántico. Pero hay que resolver dos problemas.

13 
Mateo 7, 13.
30

El primero es geográfico: mil seiscientos ochenta


y siete kilómetros de ida, y otros tantos de
vuelta, pues el vehículo familiar no es fiable. El
segundo son los seis hijos adolescentes, porque
el automóvil es incómodo para ocho personas.
Pero Diego y Maru consideran que lo que se
necesita para conseguir la felicidad, no es una vida
cómoda, sino un corazón enamorado14, y como
las finanzas domésticas no dan otra alternativa,
como la familia debe ser feliz, y como no hay
familias felices sin agallas, deciden afrontar
el viaje con un mínimo de pertenencias y
alimentos envasados para reducir los gastos de
estadía. Parten un domingo luego de la Misa.
Pasan a pedirme la bendición de los viajeros
alegando que aunque el ruido del viejo motor no
desmerece la seguridad del auto, sí hace dudosa
su capacidad de llegar a destino. La familia
desciende del auto y se pone de rodillas, y yo,
con manos extendidas, digo: Que por intercesión
de Santa María tengáis un buen viaje, que el
Señor esté en vuestros corazones y que sus ángeles
os acompañen. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Al unísono exclaman ¡Amén! y,
como los mejores contorsionistas, se amontonan
nuevamente en el vehículo y parten alegres hacia
una aventura de 36 horas de ida, que incluye
dormir una la noche al costado del camino. La
esperanza es arribar a Claromecó del Mar la tarde
del lunes. Todos incómodos, pero felices.
14 
San Josemaría Escrivá, Surco 795.
31

La alegría de Diego, Maru, Guada, Pili, Berni,


Pato, Agustín y Felipe es impactante. A medida
que el auto se aleja, los encomiendo a la Virgen; y
tras perderlos de vista, en la lejanía, vuelvo a mis
ocupaciones olvidándome de ellos, hasta que al
atardecer del martes recibo en mi teléfono un
mensaje escrito: Padre, después de sufrir 53 horas
de viaje, empujando el auto en cinco provincias
distintas del país, ya estamos los ocho sentados sobre
un médano, estirando los cuerpos, contemplando
el mar por primera vez, y escuchando el ruido
de la marea. Diego y Maru. A estas palabras
inesperadas, simpáticas, emocionantes y
románticas, respondo parafraseando tal como
lo haría un sacerdote amigo: Diego y Maru:
las tragedias de hoy serán las mejores tertulias
familiares del mañana. ¡Y que Dios los bendiga
mientras empujan el auto al volver!
Jesucristo nos advierte que la puerta de la
felicidad es incómoda y angosta… Por eso, una
de las más genuinas expresiones del cristianismo
es la alegría como fruto de las contrariedades y
privaciones llevadas con afecto. De modo que,
si las cosas no salen en la propia vida como nos
gustaría… a pesar de que hicimos todo lo que
estaba a nuestro alcance, en vez de ponernos
a llorar o a lamentarnos, deberíamos rezar
las bienaventuranzas de Santo Tomás Moro:
Bienaventurado el que sabe reírse de sí mismo,
porque jamás terminará de divertirse.
32

A Einstein suelen atribuirse frases ingeniosas


que dudosamente son suyas; y, entre otras, la
siguiente: Todos somos ignorantes, pero no todos
ignoramos las mismas cosas. Un cristiano puede
olvidar conceptos clave, pero no puede circular
sin la idea fundamental que hace de carnet de
conducir por las sendas ásperas de esta vida: la
señal de la cruz es la cruz llevada con alegría.
Reírse de uno mismo, de las contrariedades e
incomodidades que Dios nos envía, es una de
las claves de la alegría cristiana. La sabiduría
popular cristiana sostiene: Humildes no son los
que piensan que son menos que los demás, sino
los que piensan menos en sí mismos. Por tanto,
pidamos al Señor que, al avanzar por los tramos
angostos y exigentes de esta vida, no pensemos
todo el tiempo en pasarla bien y en llevar una
vida cómoda, sino que veamos en esas pruebas
senderos en el que está la mano de Dios. De este
modo, si la familia está unida en las dificultades,
será realidad aquel decir de mi amigo sacerdote:
Las tragedias de hoy serán las grandes tertulias
familiares del mañana.
33

8 de enero
LA FLOR y LA MACETA

Antes del pecado original Adán y Eva


vivían en el Paraíso desnudos, pero sin
avergonzarse de ello15. Allí fue que la serpiente
tentó a la mujer diciéndole que, si comían del
árbol prohibido, árbol de la ciencia del bien y
del mal, se les abrirían los ojos y serían iguales
a Dios, conocedores del bien y del mal16. Eva
tomó del fruto y comió, y dio a su marido, que
también comió, y se les abrieron los ojos. Pero,
en vez de volverse iguales a Dios, tal como les
había prometido el demonio, al ver que estaban
desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se
hicieron unos ceñidores17.
Hasta ese momento Adán y Eva tenían
las potencias e instintos ordenados hacia el
bien, pero tras el pecado original comenzó la
desintegración: la inteligencia dice una cosa y
la voluntad quiere otra, la razón pide algo y la
imaginación no hace caso, la conciencia ordena
mirar a las personas como sujetos y la debilidad
nos impulsa a verlas como objetos. Y esto hace
que, en zonas de calor y humedad, o en lugares
donde la moralidad en la vestimenta es poco
estimada, los cristianos debamos fomentar un
valor clave: el pudor.
15 
Génesis 2, 25.
16 
Génesis 3, 3.
17 
Génesis 3, 7-8.
34

* * *
Tenía diez años y mi hermana Águeda
doce. Caminábamos hacia casa de tía Eve.
Mi hermana vestía con elegancia y pudor. De
repente vi un grupo de muchachos apostados
en la esquina. Rondaban los catorce o quince
años y parecían ser algo pendencieros. El
sitio era de paso obligado, así que, intuyendo
un posible comentario desubicado hacia mi
hermana, comencé a prepararme para intervenir
en su defensa. Al pasar frente a ellos el silencio
fue sepulcral. Desfilamos con aire marcial e
indiferente, soportando miradas penetrantes
a más no poder. Y cuando la prueba parecía
superada, se escuchó a nuestras espaldas una voz:
¡Qué linda flor! ¡Lástima que va con la maceta!
El piropo complació a mi hermana, pero
ofendió mi orgullo infantil. No obstante, con
el pasar de los años reconocí en ese piropo
una alabanza simpática diferente a los piropos
agresivos del mundo contemporáneo. Porque
un papá moralmente cuerdo, o un hermano,
marido, novio, hijo, nieto… no puede no ver
con desagrado que su hermana, esposa, novia,
mamá, abuela… sean contempladas como
objeto de placer, porque la persona humana debe
ser tratada como sujeto, nunca como objeto.
Si, por ejemplo, unos muchachos ven que se
aproxima en la calle una mujer, y dicen: ¡Miren
quién viene!, la expresión es digna; pero si dicen:
¡Miren lo que viene!, la cosificación de la mujer
35

es ofensiva. Esa expresión indigna (¡Miren lo que


viene!) tiene varias causas, de las que me limito
a señalarte dos:
ƒƒ La pornografía que lesiona la capacidad de
mirar con respeto al prójimo.
ƒƒ La falta de pudor en la vestimenta.
Karol Wojtyla afirma la importancia del
pudor en todas las dimensiones de la vida de la
persona (no sólo en la vestimenta), y lo define
como un movimiento de defensa de la persona
que, buscando salvaguardar su intimidad, tapa
el cuerpo a fin de que el cuerpo no tape a la
persona18. Según este concepto, la cuestión de
fondo no reside en el tipo de vestimenta, sino
en evitar la provocación de centrar las miradas
en los cuerpos, pues hay vestimentas abundantes
en las que el diseño podría ser más provocativo
que una desvestimenta.
Es cierto que el pecado original, visto de
modo tragicómico, tuvo como aspecto positivo,
en el ámbito laboral, el comienzo de la industria
textil; pero también nos dejó como lección
la conveniencia de sospechar que a Dios no
parecen complacerle las vestimentas al estilo
hojas de higuera, pues, al expulsar a Adán y a
Eva del Paraíso terrenal los vistió con unas túnicas
de piel19. Porque si la túnica es una vestimenta

18 
Cf. Wojtyla, Karol, Amor y responsabilidad, Madrid 1982,
el capítulo referido al “pudor”.
19 
Génesis 3, 21.
36

de tela abundante, se puede intuir que Dios no


estima las hojas de higuera como vestimenta
para salvaguardar el pudor. No obstante, las
pautas de moralidad en la vestimenta no tienen
como objetivo esencial precisar el largo de las
faldas o la cantidad de piezas que corresponden
a un traje de baño, sino dar respuesta a estas
preguntas, que son las esenciales: Mi vestimenta,
¿estimula la sexualidad indebidamente?, ¿llama la
atención?, ¿tapa a la persona?
Por lo dicho te invito a que te examines:
¿Cubro mi cuerpo con elegancia, evitando que el
cuerpo tape a mi persona? ¿Ayudo a mis hijas para
que vistan con pudor, tapando sus cuerpos para que
el cuerpo no tape a sus personas? ¿Hago extensiva
esta preocupación a mi esposa, a mi novia, a mi
madre, a mis primas… o no me importa que las
miren como “objeto” de placer? ¿Advierto sobre
aquellas vestimentas que podrían tapar la persona
de mis seres queridos? Y a los varones, a quienes
también golpea la falta de pudor, los invitaría a
examinarse: ¿Adhiero a tendencias en las que mi
cuerpo tapa a la persona? ¿Soy delicado y respetuoso
en la forma de mirar y hablar sobre las mujeres y
con ellas?
37

9 de enero
LA SALSA DE TOMATE

D ijo Jesús: Bienaventurados los mansos,


porque ellos poseerán la tierra20. La
mansedumbre es un valor cristiano de máxima
importancia que debe cristalizar nuestro carácter.
Pero hay que tener presente que temperamento
y carácter se distinguen: el temperamento es
congénito, viene de nacimiento y con carga
hereditaria; mientras que el carácter es resultado
del esfuerzo que el hombre hace para forjar su
temperamento. El temperamento es el caballo
y el carácter las riendas, y así como el agua que
llega de las montañas a los valles, en su recorrido
subterráneo va recogiendo propiedades
dominantes: ferruginosas, alcalinas, sulfurosas...,
lo mismo sucede con el temperamento, pues
al nacer recibimos una herencia con diversas
propiedades dominantes: coléricas, sanguíneas,
flemáticas... Forjar el carácter exige encauzar las
propiedades temperamentales, potenciando las
ventajas y aminorando las desventajas. Más que
distinguir entre buen carácter y mal carácter,
hay que hacerlo entre carácter y falta de carácter,
dominio del temperamento y falta de dominio.
Por ejemplo, San Josemaría Escrivá tenía de
pequeño un temperamento fuerte; de hecho,
cuando en el colegio sintió que el profesor fue
injusto con él, en su rabieta arrojó el borrador
de tiza contra la pizarra; aunque luego fue capaz
20 
Mateo 5, 4.
38

de agradecer al religioso escolapio, su maestro,


el silencio que guardó sobre lo sucedido cuando
se encontró por las calles con el niño y su padre
que daban un paseo21. Éste era el Josemaría
temperamental; en cambio, el San Josemaría
canonizado por la Iglesia fue aquél que luchó
durante años contra su caratteraccio, para despojarlo
de sus exabruptos y brusquedades. Y también se
cuenta que, el San Josemaría, siendo pequeño,
le dieron para comer algo que no le gustaba,
preparado con salsa de tomate, y, tomando el
plato lo arrojó contra la pared dejando una gran
mancha. ¿Qué hicieron sus padres? Ni le pegaron
ni le regañaron, pero dejaron la pared sin arreglar
durante meses antes de pintarla nuevamente,
de modo que, cuando una visita iba a su casa y
contemplaba la mancha infantil de arte surrealista,
el futuro santo pasaba mucha vergüenza.
No obstante estos sucesos, cabe decir que,
quienes conocemos la historia de San Josemaría
y su espíritu de mortificación, austeridad y
sobriedad en las comidas, sabemos que en su
vida se produjo un cambio, pues, entre el niño
rabioso que estampa en la pared un plato con
salsa de tomate y el adulto elevado a los altares
por la Iglesia católica, hay una diferencia: la
lucha cotidiana, de toda su existencia, intentando
forjar el temperamento para conquistar un buen
carácter; porque sin reforma del temperamento,
es decir, sin forjar un carácter verdadero, la vida
espiritual es artificial. La santidad exige lucha;
21 
Cf. Sastre, Ana, Tiempo de Caminar, Madrid 1989, p. 36.
39

se puede coexistir con los defectos, pero esto no


incluye la voluntad de convivir con ellos. Si bien
no podemos expulsar totalmente los defectos de
nuestra alma, debemos procurar que estos no
se sientan cómodos dentro de ella: ¡No podemos
permitir que nuestras almas se transformen en una
especie de hotel internacional de cinco estrellas para
los defectos morales! En esta lucha, la paciente
aceptación de uno mismo hará que aceptemos
coexistir con los vicios que se nos presentan como
inmodificables, pero luchando constantemente
por atenuarlos, suprimirlos, expulsarlos. En todo
caso, si quieres ser santo, no digas: es mi genio
así... son cosas de mi carácter; son cosas de tu falta
de carácter22.
* * *
Un grupo armenio protesta contra el genocidio
que cometieron contra ellos los turcos hace
setenta años, y coloca una bomba en Madrid. La
explosión se lleva la vida de decenas de personas
que ni siquiera saben dónde queda Armenia.
Entre las consecuencias del atentado se encuentra
un periodista a quien tienen que amputar sus
dos piernas. Este hombre pierde las piernas pero
no su alma de periodista, por lo que sale del
hospital y viaja para entrevistar al responsable de
la matanza con una sola pregunta: ¿Por qué? Y
todas las respuestas, ilógicas, tienen un absurdo
denominador común: llamar la atención23.
22 
San Josemaría Escrivá, Camino 4.
23 
Reflexión del Padre Martín Descalzo.
40

Ahora, si tales acciones nos sorprenden,


también deberíamos asombrarnos cuando,
ingresando nosotros a casa, la emprendemos
con modos y arranques temperamentales que
destrozan el rostro alegre y pacífico con que
Cristo quiso configurarnos en el Bautismo.
Piensa, por ejemplo, en ese hijo encolerizado
que simula una especie de ataque de epilepsia
para que el hogar detenga ya mismo su marcha
y lo escuche, o en las huelgas de hambre de una
hija que a los treinta años todavía continúa
encerrándose en la habitación, o la madre que
ante la desobediencia reiterada de sus hijos
simula un soponcio desplomándose sobre el
duro suelo, pero acompasadamente… para
no golpearse, o el automovilista que pretende
resolver el bloqueo del tránsito produciendo
con el claxon constantes bocinazos. En
realidad, estas conductas no son otra cosa que
deseos destemplados de llamar la atención.
Estas reacciones egocéntricas, opuestas al
cristocentrismo al que nos ordena el Bautismo,
además de ser un modo negativo de llamar la
atención, presentan otra dificultad: dejan el
consabido tendal de víctimas inocentes que,
como en el atentado armenio, ni siquiera saben
ubicar al país víctima del genocidio. Por eso,
pidámosle al Señor su gracia para ser mansos;
así podrán ser bienaventurados todos los que
conviven con nosotros.
41

10 de enero
EL ÁGUILA

El Salmo 102 dice: Dios perdona todas tus


culpas y cura todas tus enfermedades. Él
rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor
y de ternura. Llena de gracias tu existencia y te
rejuvenece como un águila24.
La expresión te rejuvenece como un águila, se
explica así según los exégetas: el águila es el ave de
presa que más años puede vivir (hasta ochenta),
pero eso depende de una decisión existencial que
debe tomar a los cuarenta. Según la zoología, el
pico otrora largo y puntiagudo, fundamental para
picotear con decisión las entrañas de la presa,
comienza a encorvarse hacia su propio pecho,
haciendo del comer una tarea fatigosa por tener que
contorsionar su cabeza. Además, las úngulas (uñas
de sus garras) comienzan a envejecer volviéndose
flexibles y quebradizas, de manera que ya no
pueden despanzurrar a los animales que capturan
y abrirles el cuero para devorarles las entrañas.
Y, por si fuera poco, su plumaje, con el pasar de
las décadas, crece tanto que se torna dos o tres
veces más pesado que cuando era un aguilucho...
por lo que surcar los aires resulta desanimante y
agotador. Como en estas circunstancias el águila
se deprime y se siente proclive a dejar de volar y
de comer, si no reacciona, se abandonará y morirá
al poco tiempo.
24 
Salmo 102, 3-5.
42

Su salvación consiste en hacer un último y


heroico esfuerzo por emprender un vuelo hacia
un lugar bien alto y escarpado donde formar
un nido junto a un paredón de piedra, para
permanecer allí exactamente ciento cincuenta
días (cinco meses), a fin de que, una vez instalada
en su nido, pueda comenzar su proceso de
renovación, doloroso y sangriento.
Primero tendrá que enganchar su pico en
alguna ranura de la pared rocosa, y, apoyando las
garras de sus patas contra la piedra, forcejear con
ella misma hasta arrancárselo (algo semejante al
odontólogo, cuando hace fuerza para extraer
la muela colocando una palma de su mano
en nuestra frente y sujetando con la otra sus
temidas tenacillas). ¡Ya te puedes imaginar lo
doloroso que será para aquella ave majestuosa
ver brotar a centímetros de sus ojos la sangre
y el cartílago que se desprenden, a la fuerza,
del propio cuerpo! Una vez despojada del pico,
crecerá otro nuevo: largo, recto y puntiagudo...
como el de su juventud. Con este nuevo pico
ella misma tendrá que arrancarse (también
sangrientamente) cada una de sus úngulas...
para que puedan crecer otras nuevas.
Finalmente, con las garras rejuvenecidas,
deberá rastrillar su plumaje crecido hasta
reducirlo al peso que tenía cuando era más
joven. Pues bien, si el águila vence esta batalla
consigo misma, vivirá unos cuarenta años más;
en caso contrario, morirá a los pocos meses.
43

Por tanto, hay dos tipos de águilas: las que


mueren a los cuarenta por no tener la fortaleza
suficiente para afrontar la renovación, y las que,
superando la crisis de los cuarenta, viven hasta
los ochenta. Y en lo dicho está el significado del
Salmo: Él renueva tu juventud como las águilas,
es decir, Dios nos ayuda con su gracia a pasar
por esos momentos exigentes que acompañan a
toda conversión.
* * *
En atención a lo dicho, te sugiero pedirle a
Jesús que nos ayude a despojarnos de todo lo que
en nuestra alma ya ¡no va más! Algunos dirían
que, con renovar nuestro pico, ya podríamos
considerarnos auténticos conversos... pero te
animo a que pensemos en la posibilidad de un
cambio más profundo... una conversión que
incluya la decisión de arrancar de nosotros (con
la gracia de Dios) todo aquello que constituye
la esencia del principal y verdadero problema
de uestras vidas: el pecado (mentiras, egoísmos,
injusticias, faltas de caridad, infidelidades…
San Agustín sintetizaba su vida pecaminosa,
previa a la conversión, con una célebre frase:
Yo hacía siempre lo que quería y siempre llegaba
adonde no quería; por tanto, pensemos un
momento si estas palabras no compendian
nuestro comportamiento en diversos ámbitos
de nuestra vida: esposa, hijos, herencias, papás y
abuelos enfermos, hermanos, cuñados, suegros,
44

trabajo, socios, carrera profesional, estudios...


Pues, si esta frase encaja en tu existencia, o en
la mía, como la llave en su propia cerradura, te
aviso que llegó la hora de cambiar. Es decir, si
estoy triste, es muy probable tenga su causa en
haber hecho siempre lo que me dio la gana, y
que la tristeza no sea otra cosa que el resultado
lógico de habernos apartado de Dios.
Hay un pasaje del Evangelio que narra la
historia de un leproso que, postrado, le dice a
Jesús: Señor, si quieres, puedes curarme; a lo que
el Maestro responde: Lo quiero... ¡cúrate!25 Si
de verdad quieres curarte y empezar otra vez,
no olvides que Jesucristo conserva su fuerza
omnipotente intacta y que también está dispuesto
a decirnos con firmeza infalible: Lo quiero...
¡cúrate! Y si experimentas la tentación de tirar
todo por la borda: hartazgo por lo infructuoso
de nuestro trabajo, o agobio insoportable por las
circunstancias difíciles del país, ciudad, familia,
economía doméstica, carácter de tu esposa,
problemas espirituales y físicos de tus hijos....,
recuerda que cuando empezamos a cansarnos,
no llegó el momento de patearlo todo, sino de
querer más sincera y reflexivamente lo nuestro,
acudiendo a la ayuda de Dios.

25 
Mateo 8, 2-3.
45

11 de enero
LOS ÁRBOLES DEL PARAÍSO

T odos los santos han tenido la virtud de


saber explicar a sus contemporáneos las
verdades morales socialmente más controvertidas.
Así, por ejemplo, en el mundo contemporáneo,
la Madre Teresa de Calcuta supo reprobar el
aborto y defender notablemente al niño por
nacer; y en otras épocas destacaron los santos
que defendieron la dignidad de los esclavos
(San Pedro Claver), de los indios (San Francisco
Solano), o que promovieron la monogamia en
países polígamos (San Raimundo Lulio), etc.
Para alcanzar la santidad el cristiano debe
esmerarse por saber explicar eficazmente a sus
conciudadanos las verdades más controvertidas
de su época; por tanto, en estos tiempos en
que se cuestiona y agrede la Ley moral natural
como nunca se lo hizo en la historia humana,
el discípulo de Cristo, para llegar al Cielo,
debe estudiar con profundidad la bioética, la
naturaleza heterosexual del matrimonio, los
derechos de la familia, la indisolubilidad del
matrimonio, el derecho de los padres a educar a
los propios hijos, etc.
En contraste con otras etapas anteriores de
la historia, el cristiano de nuestros días debe
estudiar la Fe como nunca… si quiere ser santo.
Por eso te invito a dar gracias a Dios por habernos
hecho nacer en esta época de la historia humana
46

no apta para mediocres, es decir, no apta para


quienes pretenden hacer compatible una vida
cristiana sincera con la pereza en el estudio y
profundización de la Fe.
* * *
Adán y Eva fueron creados por Dios, quien
los puso en el Jardín del Edén. En medio de
aquel Paraíso había dos árboles de los que no
podían comer: el árbol de la ética y el árbol de la
vida26. Estos árboles eran límites morales. Hay
muchas interpretaciones sobre el significado de
estos límites. Las más contemporáneas aluden
tanto al deseo del hombre por desplazar a Dios
en la determinación sobre qué está bien y qué
está mal (árbol de la ética), como al deseo de
promover el aborto, la eutanasia, la eugenesia y
la manipulación genética, arrebatándole a Dios
el derecho a dictaminar quiénes deben vivir
y quiénes no (árbol de la vida). Y esta última
tentación acompañó al hombre a lo largo de
toda la historia, pues siempre hubo esclavos
o seres humanos tratados indignamente,
así que, mientras no se cure el corazón del
hombre, el deseo de someter al prójimo seguirá
practicándose de diversas formas. Respecto del
árbol de la ética, Dios dijo a nuestros primeros

26 
Cf. Génesis 2, 8-9; en el Génesis estos árboles se denominan
árbol de la ciencia del bien y del mal y árbol de la vida; aquí
designo como árbol de la ética (terminología de Juan Pablo II)
al árbol de la ciencia del bien y del mal.
47

padres: De cualquier árbol del Jardín podéis comer,


pero no del árbol de la ciencia del bien y del mal,
porque el día en que lo hagáis, moriréis27. Sabido
es que, pese a la prohibición, comieron, tras lo
cual escucharon los pasos de Dios que se paseaba
por el jardín a la hora de la brisa y se ocultaron.
Entonces Dios llamó al hombre: Adán, ¿dónde
te encuentras? Oí tus pasos por el jardín y tuve
miedo porque estaba desnudo y me escondí. Y Dios
preguntó: ¿Y quién te ha hecho saber que estabas
desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del cual yo te
prohibí? La mujer que me diste por compañera me
dio fruto del árbol y comí. Y dijo Dios a la mujer:
¿Por qué has hecho esto? La serpiente me sedujo y
comí 28.
La tradición de la Iglesia dice que Dios
perdonó su pecado a nuestros primeros padres,
además de prometerles un Redentor. Pero ellos
debían sufrir un castigo, pues no es lógico que
dé lo mismo portarse bien que portarse mal.
Y así fue que tuvo lugar la expulsión, en la
que Dios, con gesto pedagógico, les señaló el
pecado que habían cometido: ¡He ahí al hombre
igual a nosotros: conocedor del bien y del mal!, al
tiempo que les advirtió contra la tentación de
pretender comer, también, del árbol de la vida:
Tened cuidado de que no alargar la mano y tomar
también del árbol de la vida29.

27 
Génesis 2, 16-17.
28 
Ibidem 3, 9-13.
29 
Ibidem 3, 23.
48

Y en estos tiempos en que se expande el


deseo vehemente de no prestar obediencia a
Dios, manipulando al ser humano, vale la pena
recordar que, cuando Dios los expulsó del jardín
del Edén (…), puso un querubín con espada
vibrante de fuego protegiendo el camino que
conducía al árbol de la vida30, lo cual es señal de
que la falta de respeto al árbol de la vida recibirá
siempre dura sanción, a lo que se añade que, al
concluir la Biblia, dice Dios en el Apocalipsis:
Si alguien destruye alguna de las palabras de este
libro profético, Dios destruirá su parte en el árbol
de la vida31.
Por tanto, si quieres vivir tu Bautismo en
plenitud, es menester conocer minuciosamente
la Fe bautismal, especialmente en cuestiones
atinentes a verdades morales sobre el derecho a la
vida; y un buen punto de partida sería que cada
familia lea y estudie la brillante explicación de
los diez mandamientos que ofrece el Catecismo
de la Iglesia Católica.

30 
Ibidem 3, 24.
31 
Apocalipsis 22, 19.
49

12 de enero
ESCIPIÓN EL AFRICANO

J
uan lo bautizó, e inmediatamente Jesús
salió del agua y se abrieron los cielos, y vio
al Espíritu de Dios que descendía en forma de
paloma y venía sobre Él. Y una voz desde los cielos
exclamó: Éste es mi Hijo Predilecto, en quien me
complazco32.
La mayoría de los cristianos somos bautizados
de pequeños. Con el Bautismo participamos de
la naturaleza divina, pues, al borrarse de nuestras
almas el pecado original, además de convertirnos
en hijos de Dios y herederos del Cielo, recibimos
tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad),
cuatro cardinales (prudencia, justicia, fortaleza
y templanza), y siete dones del Espíritu Santo
(sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia,
fortaleza, piedad y temor de Dios). De este elenco
de gracias que acabo de enumerar, quería que
reflexionáramos acerca del don de temor de Dios.
La esencia del temor de Dios no es el miedo
a los castigos divinos por habernos portado
mal. El miedo al castigo existe, y es real,
¡pero no esencial! El temor de Dios consiste,
fundamentalmente, en el miedo a perder a Dios.
Así como una mujer tiene miedo de perder su
billetera, porque la ama; o a que su hijo pequeño
sea atropellado al cruzar una avenida, porque lo

32 
Mateo 3, 13-17.
50

ama; el cristiano tiene miedo de pecar y perder


la amistad con Dios, porque lo ama. El temor de
Dios es el miedo de perder nuestra amistad con
Aquél sin cuya compañía nuestra vida entera,
en cada uno de sus instantes, carece de sentido.
De pequeño, el catequista que nos explicó el don
de temor de Dios nos contó la historia de un niño
apodado Francis, perezoso para estudiar, que, al
acabar el curso, desaprobó las trece asignaturas.
Cuando le presentó el boletín de calificaciones
a su papá, éste, que sufría serios problemas
laborales, financieros, familiares, morales y de
salud, sintió un agudo dolor en el pecho, sufrió
un paro cardíaco y murió. El niño –nos decía
el catequista– sufrió dos castigos: uno esencial
(pérdida de su papá) y otro, de menor relevancia
(no disfrutar de las vacaciones escolares). En el
ejemplo, la muerte del papá equivalía al castigo
esencial del infierno: autoexclusión definitiva
o pérdida eterna de la compañía de Dios y de los
santos33; mientras que no poder disfrutar de
las vacaciones escolares equivalía a los castigos
corporales del infierno: fuego, compañía eterna
de los demonios y de los condenados.
Hoy día es necesario no referirnos al infierno
cargando las tintas en los castigos corporales,
pues es necesario poner el acento en la pérdida
eterna de la compañía de Dios y de los santos,
pues, en su defecto, haríamos del infierno una
verdad escatológica tediosa y deformada.
33 
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1033.
51

* * *
Entre el 264 y el 146 antes de Cristo tuvieron
lugar las Guerras Púnicas. Cartago, ubicada en
África, era potencia naval en la Antigüedad. Su
jefe, Aníbal Barca. Los cartagineses presentaron
pelea a los romanos hasta que fueron vencidos
por el general Escipión, el Africano. Hubo dos
batallas navales en las que los cartagineses
despedazaron la flota romana. La clave de la
victoria en la primera de ellas fue un ataque
biológico con catapultas que lanzaban vasijas con
serpientes venenosas a las naves romanas, lo que
hacía que Escipión y sus hombres tuvieran que
enfrentar dos enemigos, uno externo: las naves;
y otro interno: las serpientes venenosas que
circulaban dentro de la propia embarcación. La
historia cuenta que el pánico a las serpientes fue
mayor que el miedo a los hombres de Aníbal,
generándose por ello un desorden mayúsculo
que llevó a una contundente derrota romana.
El alma, al igual que las naves romanas, se
enfrentan con dos enemigos: uno es real y otro
aparente. El real es el interno (como las serpientes
venenosas): el pecado y la tibieza; y el aparente,
el externo (las naves cartagineses), que son las
contrariedades de la vida: perder el trabajo,
la muerte de algún familiar, enfermedades,
calumnias, etc. El pecado que cometemos,
diría el obispo van Thuan, nos daña del mismo
modo que un robo en que nos amenazan con
un arma de fuego real; mientras que el miedo
52

a contrariedades que no son pecado (despidos


laborales, etc.), es miedo a un daño equivalente
al de un asalto en que nos amenazan con un
arma de juguete.
¡No podemos temer a las armas de juguete!
La muerte de una esposa es tremendamente
dolorosa para un marido, pero no es comparable
a un adulterio. Las contrariedades (daños
externos) y los pecados (daños internos) son de
naturaleza diversa. Por eso, el temor de Dios es
un temor sabio, ya que nos lleva a tener miedo
verdadero sólo al pecado y a la tibieza, es decir,
sólo a lo que es digno de ser temido, ya que los
seres humanos solemos tener miedo al fracaso
en un examen, o a un problema de salud… pero
parece que no tenemos miedo de alcoholizarnos,
o de ver programas de televisión inmorales. Por
tanto, pidamos a Dios tener siempre ese temor
sabio, que sólo teme al pecado y a la tibieza y no
a las armas de juguete.
53

13 de enero
LOS CARNICEROS

H ay dos tipos de timidez: temperamental y


moral. Temperamental es aquélla con la
cual nacemos y es causa de que nos sonrojemos
con facilidad, o intervengamos temerosamente
en ciertos ámbitos sociales, o expresemos y
recibamos afecto de modo poco natural. En
cambio, la timidez moral es un defecto enraizado
en el orgullo que nos impulsa a no ejercitar los
propios derechos o a dejar de cumplir nuestros
deberes por temor al qué dirán, al qué me dirán,
al qué pensarán, al qué me harán, al qué me pasará,
lo que refleja la existencia de una preocupación
desmedida por el propio yo.
Tímido es el timorato (timor: temor), y el
temor es fruto del pecado, ya que fue después del
pecado original cuando aparecieron en el mundo
el miedo y la vergüenza. Según el Génesis, Adán
y Eva, tras comer del árbol, tomaron unas hojas
de higuera para cubrirse y, al escuchar los pasos
de Dios que se paseaba por el jardín del Edén,
experimentaron por primera vez el miedo, y
se escondieron: Oí tus pasos en el jardín, y tuve
miedo... y me escondí34. Es una pena que haya
ocasiones en las que nos excusemos alegando
nuestra timidez como excusa legítima: ¡A mí
no me lo pidas porque soy tímido! Es decir, sea
moral o temperamental, adquirida o genética,
34 
Génesis 3, 10.
54

comprensible o no, debemos luchar contra toda


forma de timidez con la plena seguridad de que
estamos luchando contra el amor propio.
En este sentido, la Biblia relata que Gedeón y
sus treinta y dos mil hombres debían enfrentarse
a un ejército de sesenta mil madianitas. Pese a
que los adversarios sumaban el doble, siguiendo
órdenes de Yavé excluyó de sus tropas a los
tímidos: Quien tenga miedo, que se retire: Qui
timidus est revertatur35. Según la Sagrada
Escritura, de los treinta y dos mil que se alistaban
a su servicio, tuvieron miedo veintidós mil, por
lo que sólo quedaron diez mil (y los madianitas
seguían siendo sesenta mil). Y en esta historia
que concluye con la victoria israelita, lo que
deseo destacar es que, si Dios le dice a Gedeón:
Qui timidus est revertatur, es porque no quiere
cristianos que no estén dispuestos a luchar
contra la timidez.
* * *
El orden basado sobre las amenazas y el temor
sólo se mantiene en pie mientras continúe
reinando el miedo, pues, al desaparecer éste,
desaparece el orden. Por eso me permito
reiterarte que las virtudes fundadas sobre el
miedo son virtudes aparentes, virtudes que
no sirven, caricaturas de virtud, pues en
cuanto nos hacen vivir sobre la irrealidad, son
contraproducentes. Por ejemplo, los niños a los
35 
Jueces 7, 3.
55

que se les inculcó el orden y la disciplina con la


metodología de las amenazas, suelen ser niños
sumisos (distinto a obedientes) que, con el pasar
de los años, se rebelan con violencia inusitada
al perder el miedo. Por eso, las virtudes que
no tienen su fundamento en el amor, no son
virtudes. Las virtudes temerosas son virtudes
falsas, virtudes que se asemejan a la casa que,
según los Evangelios, fue construida sobre
arena36, pues no gozan de base sólida: son sólo
marionetas que actúan sujetas por los hilos del
miedo y del temor, y que se desploman cuando
en la mayoría de edad los hilos se cortan.
La sabiduría popular ensaña que los errores
de la cocina se tapan con salsa; los de los
arquitectos, con floreros; y los de los médicos,
con tierra. Pero añado: los hilos de la timidez se
ocultan evadiendo las propias responsabilidades
para salvaguardar la imagen. Por ejemplo,
la timidez confunde la prudencia con la
inacción, razón por la cual hay omisiones que,
pese a la apariencia de virtud, son notables
irresponsabilidades, bien retratadas en la
novela Cuerpos y almas, que retrata el mundo
de virtudes y defectos aparentes en la vida de
los médicos. El autor de la novela describe las
virtudes aparentes de cirujanos prestigiosos que
triunfan en todas sus intervenciones quirúrgicas,
porque, si hay posibilidad de fracaso, prefieren
dejar que el enfermo muera antes que manchar
36 
Mateo 7, 26.
56

sus estadísticas con una operación frustrada; y


también hace mención a las virtudes verdaderas
de los carniceros, médicos que causan la
muerte de muchos, porque si ven una mínima
posibilidad de salvar al prójimo, despreciando
su reputación igualmente operan, y arriesgan
que se les atribuyan muertes que, en realidad,
eran inexorables37.
Una parte importante de la lucha espiritual
consiste en mejorar el propio carácter
detectando las cobardías temperamentales que
nos arrastran hacia el miedo al qué dirán, a fin de
que nos esforcemos por eliminarlas de nuestra
personalidad. La vida cristiana exige luchar
contra la timidez temperamental (genética) que
tiene sus raíces en el pecado original; y como
fruto de esta batalla alcanzaremos una libertad
interior que nos hará movernos exclusivamente
por amor y con pleno sentido de responsabilidad
hacia el bien de los demás; por el contrario, el
orgullo, la soberbia, el amor propio y la vanidad,
harán que el culto al propio yo no vacile en
dañar al prójimo por acción u omisión cuando
resulte más cómodo o menos problemático para
la propia imagen.

37 
Cf. Cuerpos y almas, del célebre Maxence Van der Meersch,
Buenos Aires 1978, pp. 322-324.
57

14 de enero
LAS ESTATUAS

C uando Jesús cumplió doce años, subieron


a la fiesta, como era costumbre. Y pasados
aquellos días, al regresar, el niño Jesús se quedó
en Jerusalén sin que lo advirtiesen sus padres.
Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un
día de camino, y como no lo encontrasen buscándolo
entre los parientes y conocidos, retornaron a
Jerusalén en busca suya. Y al cabo de tres días lo
encontraron en el Templo, sentado en medio de los
doctores, escuchándoles y preguntándoles38.
El Evangelio dice que el niño Jesús se quedó en
Jerusalén, sin que lo advirtiesen sus padres, quienes
avanzaban suponiendo que iba en la caravana. Es
decir, María y José no eran como esos padres
posesivos y absorbentes que inspeccionan
continuamente todo lo que hacen sus hijos: de
día daban libertad a Jesús, pero las reglas de la
libertad nocturna eran otras, ya que había que
estar junto a los padres. Jesús era hijo de la luz,
no de las tinieblas.
* * *
En cierta ocasión una hija dijo, a su mamá,
en mi presencia, la siguiente frase: Mamá,
¡basta!, ya no me des más consejos ni exhortaciones.
¡Déjame hacerlo sola!; ya tengo edad suficiente para
equivocarme sin que me ayudes. Esta protesta de
38 
Lucas 2, 41-52.
58

la hija nos recuerda que en la vida somos lo que


hemos decidido ser. Tal vez no nos demos cuenta
o lo descubramos tarde, pero nuestra existencia
es resultado de un cúmulo de decisiones grandes
y pequeñas tomadas en el ejercicio de nuestra
responsabilidad intransferible. No podemos
ser inmaduros y responsabilizar a otros por
lo que hoy somos. Si obedecimos tontamente
a nuestros padres, sin rebelarnos, habrá sido
por muchos motivos, pero el primero es
porque quisimos hacerlo; y si torpemente los
desobedecimos, también fue decisión propia.
De modo que, si tienes un fracaso en el estudio,
piensa: ¿no habrá sido porque muchas veces
he optado por la vagancia?; y si el fracaso se da
en el amor matrimonial, familiar, fraternal, de
amistad... examínate: ¿no habrá sido por una
innumerable cantidad de veces que optaste por
pequeños egoísmos, timideces y comodidades?
Con lo dicho no quiero afirmar que la familia
y las estructuras sociales no influyan sobre lo que
somos; pero te haré una importante aclaración: el
mundo puede presionarnos sobre lo que hacemos
o sobre lo que nos pasa, pero no sobre lo que
somos. Nos pueden hacer sufrir males indeseados
o regalarnos bienes que no hemos pedido, pero
nunca pueden hacernos malos o buenos sin
nuestro consentimiento. La humildad al aconsejar
o al educar exige respetar el derecho inalienable
a decidir el propio futuro cuando llega la edad
oportuna; libertad que, conforme a nuestra
condición humana, incluye la posibilidad de
59

opciones erróneas cuyas consecuencias los hijos


deberán asumirlas con su propia responsabilidad,
y los padres velar para que así sea. De este modo,
en cada hijo podrá hacerse realidad la sugerencia
que el psiquiatra judío Víctor Frankl le hacía a los
estadounidenses: Así como se ha puesto la “Estatua
de la Libertad” en la costa atlántica de los EE.UU,
en la costa del océano Pacífico habría que colocar
una “Estatua de la Responsabilidad”39.
No es raro ver hijos e hijas que al querer
hacer sus opciones definitivas encuentran en
los padres un serio obstáculo, pues impiden por
todos los medios que sus críos, al llegar a la flor
de la juventud, escriban su propia autobiografía.
Son padres que intentan escribirles a los hijos
una biografía conforme a su gusto y criterio.
Hay muchas experiencias totalitarias sufridas
por jóvenes que, experimentando el llamado
de Dios a la santidad con opciones radicales
(renunciando al matrimonio), encontraron en
sus padres resistencia pertinaz, moralmente
violenta e ilegítima. También hay experiencias
negativas de padres que no se opusieron con
violencia, pero sí manifestaron durante años su
indiferencia, creyendo que el hijo no se podría
quejar porque respetaban su decisión; pero esto
es falso, puesto que no podemos amar a los demás
si no amamos sus alegrías40. Al respecto, cuando
San Josemaría Escrivá era interrogado sobre este

39 
Víctor Frankl.
40 
De la novela Los hermanos Karamazov (Fedor Dostoievski).
60

tipo de problemáticas, y solía responder con


la historia de la madre de un hijo aviador, el
cual, antes de volar, recibía de ella un maternal
consejo: ¡Hijo mío, vuela bajito y despacio!
No hace falta que te diga que proceder en
conformidad con este consejo es muy peligroso
en aviación, porque ¿te imaginas lo que sería
un gigantesco avión comercial, con quinientos
pasajeros a bordo, volando muy despacio a sólo
cien metros de altura sobre la zona céntrica de
una gran ciudad?
La soberbia de los padres ante un hijo que
pretende ser fermento en vez de masa puede
llevarlos a medir los proyectos espirituales de los
hijos con la vara de la propia mediocridad, y a
olvidarse que si bien los cristianos somos hijos
de un padre y una madre, fundamentalmente
somos hijos de Dios, pues cada hijo viene al
mundo a llevar adelante designios únicos e
irrepetibles sin los cuales la propia vida perdería
profundidad. ¿O acaso es imaginable la vida de
la Virgen María sin Jesucristo, o la de San Pedro
sin su encuentro con el Señor?
61

15 de enero
EL LUCHADOR

U n muchacho joven vino a conversar


conmigo porque el sacerdote que era
su guía espiritual había viajado por estudios
al extranjero y estaría ausente todo el año.
Aquel muchacho me decía que, cada vez
que conversaba con su guía espiritual, éste le
sugería un propósito; el último que le había
dado era repetir muchas veces al día, en cada
circunstancia que se presentaba, la siguiente
jaculatoria: ¡Soy católico! El consejo me pareció
magnífico, porque en el mundo contemporáneo
nos acecha un gran enemigo: la tibieza, actitud
del alma que pretende hacer compatible cosas que
son esencialmente incompatibles.
Por ejemplo, intenta compatibilizar el ser
buenos cristianos sin dejar de ver programas
televisivos de dudosa moralidad, o el ser buenos
cristianos manteniendo conversaciones que
podrían desembocar en un adulterio, o ser
buenos cristianos mintiendo, etc. La tibieza nos
invita a vivir el cristianismo sin lucha, sin cruces
ni contrariedades, buscando una armonía que
no es otra cosa que sinónimo de comodidad,
haciéndonos olvidar que la comodidad no es un
valor esencialmente cristiano. Quien es tibio,
deja de luchar, pero no hay que confundir tibieza
con aridez. La aridez es una respuesta noble a las
pruebas desanimantes, y nos recuerda los versos
62

que dicen: En el corazón te llevo, y aunque lejos de


mí estés, de otra fuente no bebo, aunque me muera
de sed. La tibieza, en cambio, implica dejar de
luchar.
La aridez y la tibieza están unidas en el
punto de partida: la tentación del desamor,
pero, mientras la primera mantiene inalterable
su dirección a la meta, la segunda refleja un
corazón que se desvía por falta de lucha. El
tibio dejó de ser generoso en la lucha, puesto
que estima que ya peleó bastante, aunque está
en un error, pues, de la falta de generosidad a la
tibieza no hay más que un paso41. La santidad es
incompatible con la tibieza, porque la santidad
es lucha, y el tibio es, precisamente, quien dejó
de luchar. De modo que no sólo el pecado se
opone a la santidad, también la tibieza.
* * *
Una característica de la tibieza es despreciar
las pequeñas batallas espirituales, alegando que
no tienen mayor importancia pues da lo mismo
pelear o no hacerlo. Al respecto, escribía un
colega mío, sacerdote:
Los que llevan algún tiempo lidiando con las
grasas y las calorías y kilos y rollos en su régimen
dietético, saben bien que basta un solo descuido,
una concesión más allá del rango permitido,
y la balanza confirmará al día siguiente cuán

41 
San Josemaría Escrivá, Surco 10.
63

peligrosa y falsa es la justificación clásica: “Total,


un pastelito, un traguito y unas papas fritas no
hacen mayor diferencia”. Las leyes de la naturaleza
son serias y sabias, y no admiten ser derogadas
por capricho si son infringidas so pretexto de que
da lo mismo. Tampoco un top-ten puede darse
el lujo de abandonar el gimnasio, descuidar la
recta alimentación o confiarse de su poder de
improvisación en vísperas de un partido decisivo.
La estricta obediencia a esta disciplina normativa
hace la diferencia entre un campeón y un
segundón, mucho más que la existencia y grado de
talentos innatos. Y en cuanto al éxito profesional,
no hay excepción al principio de causalidad:
alguien puede triunfar una vez, por poco tiempo,
por azar, por fraude o por influencias exógenas,
pero los que permanecen largos años en el podio
son invariablemente los que estudian, los que
practican y se autoexaminan, los que se autoexigen
y quieren ser más, saber más y poder más a lo
largo de todos los días de su vida. Porque las leyes
naturales desmienten categóricamente la opinión
popular de que, “al final, todo da lo mismo”.
Así, por ejemplo, en el plano de la administración
de recursos y patrimonios, nada da lo mismo,
porque, quien aprende a invertir y a gastar con
prudencia, quien respete el valor de la austeridad
y de la disciplina en su tren de vida, quien haga
del ahorro y de la previsión un hábito, rehusando
endeudarse más allá de lo necesario y posible, no
tardará en cosechar la estabilidad, la solidez y el
crédito que le abrirán las puertas del desarrollo…
64

mientras que los alegres y desaprensivos gastadores


pronto conocerán los rigores de las cuentas impagas
y de la hostilidad de sus acreedores. Ante lo dicho,
mi gran interrogante es el siguiente: ¿Por qué cunde
en vastos sectores de la sociedad, en lo referente al
ámbito de las opciones morales, la idea inicua de
que, en cambio, sí da lo mismo dejar de luchar o
no en la vida espiritual, o elegir el bien o el mal?42
En síntesis, los ejemplos que se podrían dar
son muchos: no da lo mismo sonreír que dejar
de hacerlo, obedecer o desobedecer, hacer un
favor u omitirlo, llevar adelante los estudios
o ser un dolor de cabeza para los papás…
Pero lo que importa no son los ejemplos sino
el denominador común de todos ellos: el
abandono en la lucha por ser mejor. Por eso te
invito a que te examines cada noche antes de
ir a dormir: ¿Hoy he luchado por ser un buen
cristiano? Y también te invito a que pienses: ¿En
qué aspectos importantes de mi vida ya no lucho
por mejorar?

42 
Hasbunz, Raúl, No da lo mismo, en “El Mercurio”, Santiago
de Chile 15-II-1998.
65

16 de enero
LOS JORNALEROS

E n la parábola del hijo pródigo hay un primer


personaje: el padre. Cuando divisa en el
horizonte al hijo que regresa cabizbajo, tiene la
iniciativa de salir corriendo a su encuentro; y,
antes de que el hijo diga He pecado contra el cielo
y contra ti, el padre lo abrazó y lo cubrió de besos.
Por otro lado, cuando el hijo mayor volvió del
campo, y enojado no quiso entrar, también fue
el padre quien salió a su encuentro43.
El segundo gran protagonista de la parábola
es el hijo menor, el adolescente. Si nos sentimos
identificados con él, es porque todos tenemos
en nuestra vida algo de adolescencia, es decir,
momentos en que somos excesivamente
conscientes de nuestros derechos y muy
olvidadizos de los deberes; o etapas en las que
perdemos consciencia de los límites y vivimos
repletos de ansiedades y ambiciones injustas. Y
si aludo a las ansiedades y ambiciones injustas es
porque en esta parábola un hijo da por muerto
a su padre anticipadamente: Dame la parte de
herencia que me corresponde. ¿Cómo puede
corresponderle parte de la herencia si su padre
aún está vivo? El hecho es que el hijo pródigo,
tras “matar” en su corazón al padre, se aleja del
hogar: Les dividió la herencia, y pasados pocos
43 
Para todos los textos relativos a esta parábola, cf. Lucas 15,
11-32.
66

días, el más joven, reuniéndolo todo, partió hacia


una tierra lejana. La Sagrada Escritura dice que,
después de haber malgastado toda su pseudo
parte viviendo disolutamente, el hijo pródigo
terminó cuidando cerdos y deseando comer,
sin lograrlo, la comida que a éstos se les daba.
Pero, de repente, un golpe de gracia lo hace
reaccionar: Volveré a mi padre y le diré: Padre,
pequé contra el cielo y contra ti; y levantándose
vino a su padre, y al llegar exclamó: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno
de ser llamado hijo tuyo.
El tercer protagonista es el hijo mayor, que
al volver del campo oyó música y coros, y se dio
cuenta de que el insensato y ambicioso hermano
menor había regresado, pues su padre, desde
que se había marchado, estaba deprimido y
sin ganas de festejar nada. Pero ¡una fiesta a
ese sinvergüenza era intolerable!; por lo que se
enojó y no quería entrar. Y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello; porque tal
vez –aunque muy improbable– se trataba de
otro tipo de festejo, y su indigerible sospecha
no tendría entonces asidero. Pero, tal como él lo
presentía, el criado le dijo: Ha vuelto tu hermano,
y tu padre ha mandado matar el becerro cebado.
Ahí es, entonces, cuando explotan el orgullo y la
envidia: se enojó y no quería entrar. El hermano
mayor, además de haber desarrollado un
espíritu arisco y envidioso, perdió la capacidad
de compartir con los de su casa, y por eso le
reprocha a su padre con enojo: Nunca me has
67

dado un cabrito para hacer fiesta con mis amigos44.


El hermano mayor dice “mis” amigos, expresión
que designa la actitud propia de quien “coexiste”
con los de su casa, pero no “convive”. En un
hogar, es natural y muy saludable que los amigos
de uno sean conocidos, y se los comparta con
los demás del hogar, es decir, que los propios
amigos no sean un misterio para los demás.
Si bien en esta parábola sobresale el padre por
su misericordia y por su esfuerzo para mantener
en pie la capacidad de compartir las alegrías y
riquezas del hogar: Todos mis bienes son tuyos,
mas era preciso hacer fiesta y alegrarse, porque
tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y ha sido encontrado45, quisiera
que nos concentrásemos en los que, pese a pasar
inadvertidos, fueron el cuarto protagonista: los
jornaleros que trabajaban en aquel lugar. Porque
lo que movió al hijo pródigo a la conversión fue
el recuerdo de estos hombres: ¡Cuántos jornaleros
de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí
me muero de hambre!46
Jornalero es aquel a quien se paga por jornada,
y no por semanas o mensualidades. El jornalero
vive de la petición danos hoy nuestro pan de cada
día...47; es persona sobria, desprendida, que no
se crea necesidades. La causa de su conversión no
44 
Lucas 15, 29.
45 
Lucas 15, 31-32.
46 
Lucas 15, 17.
47 
Mateo 6, 11.
68

fue el recuerdo de su padre sino el de los criados


de aquella casa, que de pequeñín tantas veces
lo habrían mimado; y si el hijo pródigo, a la
distancia, pensó en ellos, sería porque intuiría
que ellos siempre rezarían por él.
A veces pensamos que ser apóstol exige ser un
líder empresarial o un gran gerente de ventas,
pero no; también son eficaces el silencio, la
humildad y la constancia: virtud por la que
todas las demás virtudes dan fruto. Aquellos
buenos hombres convirtieron el corazón del
hijo pródigo con el mismo procedimiento
utilizado por la Virgen y San José para remover
el mundo desde el hogar de Nazaret, con sus
vidas sencillas y santas. Y en atención a lo dicho
te sugiero que nos preguntemos: ¿se acercan a
Dios los demás por mi modo de trabajar, de
estudiar, de servir?
69

17 de enero
LOS PERROS DE PAVLOV

H oy la Iglesia recuerda a San Antonio,


a quien se tiene devoción en todo el
mundo. Tuvo muchas cualidades destacables.
Una de ellas fue su energía para luchar contra
las tentaciones. Y, en relación con esto, me
parece de interés lo que dice Alejandro Dolina
sobre aquel hombre que fue a venderle su alma
al Diablo:
Satanás: –¿Qué pides a cambio de tu alma?
Hombre: –Exijo riquezas, posesiones, honores,
distinciones, renombre, fama, gloria, buena suerte,
amores, placeres y sensaciones; ¿me darás todo esto?
Satanás: –¡No te daré nada!
Hombre: –Entonces no tendrás mi alma.
Satanás: –¡Tu alma ya es mía!
De este diálogo se deduce que hay dos tipos
de tentaciones: las internas, que son fruto de
nuestros propios pecados y desórdenes interiores,
como los que padece el hombre en el diálogo
transcripto; y las externas, cuya fuente son otros
que tratan de sembrar desorden en nuestra alma.
En el Padrenuestro, Jesús nos enseñó a decir: no
nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Son dos peticiones. En la primera (no nos dejes
caer en la tentación) le pedimos a Dios que nos
dé fuerzas para vencer la debilidad interior
que nos inclina al pecado, sea por pereza,
70

gula, lujuria, impaciencia…; en la segunda (y


líbranos del mal) invocamos la ayuda de Dios
para no ser víctimas de aquellas tentaciones que
no provienen del interior de nuestro corazón
debilitado por nuestras faltas, sino de las malas
amistades, la gente que pretende corrompernos
o inducirnos al pecado, el demonio…
* * *
El científico ruso Ivan Pavlov fue artífice de
un famoso experimento que lleva su nombre:
Los perros de Pavlov. Todos los días a la misma
hora Pavlov daba de comer a unos cachorros;
pero, unos minutos antes, hacía sonar unas
campanillas. Meses y meses repitió el mismo
proceder, hasta que un día hizo tintinear
las campanillas y, cuando los animales se
aproximaron, no les entregó nada para
comer. Como aquellos cachorros ya asociaban
instintivamente el sonido con la hora de comer,
babeaban reclamando el alimento.
Los hombres debemos ser precavidos con el
origen de nuestras tentaciones, ya que podemos
reaccionar como los perros de Pavlov. Por
ejemplo, más de una vez conversé con personas
que hacían sufrir a sus familias por beber alcohol
en exceso. Si sus familiares les sugerían acudir
a los nobles grupos de Alcohólicos Anónimos, se
negaban rotundamente, alegando que la bebida
no los dominaba, pues durante la semana no
bebían ni experimentaban compulsión, sino
71

que sólo bebían los fines de semana o alguna


noche al trasnochar con los amigos jugando
a los naipes al tiempo que comían una buena
carne a la parrilla.
El error en que incurren estas personas
consiste en no percibir que, el aroma de la carne
asada, el fogón y los amigos que beben una copa
tras otra mientras juegan a los naipes, hacen las
veces de campanillas que incitan a los sentidos
a babear reclamando el vino acostumbrado; y
cuantas veces se repita este rito, las campanillas
despertarán el instinto. Estos ritos, que actúan
como las campanillas de Pavlov, pueden tener
lugar sólo una vez al mes, o cada quince días, o
semanalmente, o cada jornada o varias veces al
día; pero, lo cierto es que, cuando los rituales se
repiten, el instinto se acciona convirtiéndose en
un problema que afecta la propia vida y la de
los demás.
En lo atinente a la estructura básica de la
tentación, la esencia del problema no es que
se beba mucho o poco, sino el poder hacerlo
con libertad interior y exterior, pues, si hay
campanillas, el beber será compulsivo y, por ende,
no libre. Además, si esta compulsión se da una
vez a la semana o todos los días en diversas horas,
podría transformarse en un drama familiar de
primer nivel, etc. Por lo que te sugiero que estés
atento para que ningún ritual, por esporádico
que parezca, te induzca compulsivamente al
mal privándote de la libertad, porque cuando
72

las campanillas se activen despertarán de modo


indómito e inexorable la ansiedad por la bebida.
Cada uno debe conocerse interiormente y
saber cuáles son sus debilidades: sus campanillas.
San Francisco de Sales decía que el pecador debía
tener una carta de navegación de los propios
pecados pasados, para no transitar con el alma
por esos lugares donde podría quedar encallada.
No se trata de ser fuerte ante el vino, el dinero,
el sexo, el poder, sino que se trata de ser fuerte
ante determinadas circunstancias en las que el
vino, el dinero, el sexo o el poder hacen sonar
con sus rituales las campanillas que despiertan
en nosotros la compulsión a pecar. Por otra
parte, no hay que engañarse con las últimas
veces, puesto que no importa tanto la caída
como el forjar con nuestros pecados campanillas
que luego nos volverán a inducir a pecar. Por
eso decía San Josemaría con sabiduría: Cuando
se trata de “cortar”, no lo olvides, la “última vez”
ha de ser la anterior, la que ya pasó48. Y también
decía: Del mismo modo que muchos acuden a la
colocación de “primeras piedras”, sin preocuparse
de si se acabará la obra así iniciada, los pecadores
se engañan con las “últimas veces” 49.

48 
San Josemaría Escrivá, Surco 144.
49 
Ibidem 143.
73

18 de enero
LA ENSALADA

D ecía Santa Teresita del Niño Jesús que la


ensalada, además de aceite, necesita vinagre,
en clara alusión a la paciencia con que debemos
afrontar las diferencias temperamentales de la
vida doméstica. La paciencia exige reconocer
nuestra naturaleza de criaturas, y percibir que
cada persona tiene un concreto y limitado ritmo
biológico y psicológico, ya que, así como hay
personas que a partir de las diez de la noche están
deshechas y a las seis de la mañana se levantan
rápido como las liebres, otras nos recuerdan a
las aves nocturnas: su vitalidad se despierta con
la oscuridad, pero a la mañana son auténticas
tortugas, pues sólo se recuperan con un buen
desayuno después de las nueve. Hay cabezas
lentas y profundas que conviven con otras
rápidas y superficiales; y metabolismos apagados
junto a otros impetuosos e inquietos. Hay
temperamentos deductivos que contrastan con
otros intuitivos; y temperamentos románticos
y soñadores que chocan con otros realistas y
concretos. Pero aquí no están enumerados todos
los rasgos de diversidad posibles, pues faltaría
añadir otros, como la diferencia de sexo, edad,
educación, escala de valores... enorme elenco
con el que apenas podríamos lograr un pálido
atisbo del abismo que podría separar a dos seres
humanos. Y si hiciéramos el experimento de
74

juntar a dos personas de rasgos contrarios que no


vivan la virtud de la paciencia, es decir, dos sujetos
impacientes que tengan todas las características
opuestas al mismo tiempo: la liebre matutina
con el ave nocturna, el metabolismo lento con
el impetuoso, el deductivo con el intuitivo,
el profundo con el superficial, el romántico
con el realista, el soñador con el concreto, el
hombre con la mujer, el joven con el anciano,
el culto con el ignorante... ¿qué obtendríamos
como resultado? ¡Un conflicto permanente! Y si
fueran marido y mujer, superior y subordinado,
padre e hijo, profesor y alumno, ama de casa
y empleada doméstica, ¿qué obtendríamos?
Un conflicto institucionalizado, una batalla
continua, una auténtica guerra50. En cambio, si
hay paciencia, las diferencias y limitaciones de
carácter transforman la vida doméstica en canto
de contrapunto, aquella armonía entre opuestos
de la que se valen los coros para embellecer sus
actuaciones: la combinación armónica entre
bajos y altos, agudos y graves, voces femeninas y
masculinas, canto de niños y de adultos.
Un buen ejemplo de matrimonio que brilló
en el contrapunto temperamental, fue el del
famoso jurista Francesco Carnelutti; prueba
de lo cual es que, interrogado sobre la razón
principal de su éxito académico, no vaciló en
responder: ¡Mi mujer!, pues no se metía en mi

50 
Cf. Llano Cifuentes, Rafael, Amor y Egoísmo, México D.
F. 1992, pp. 71-72.
75

trabajo ni me daba consejos; llenaba mi vida con


su sola presencia; se anticipaba a mis deseos; intuía
mi humor; escuchaba mis desahogos; encontraba
siempre la palabra justa con que alentarme; por
la noche, cuando yo estudiaba o escribía, ella
se sentaba a mi lado pacientemente en silencio
haciendo sus propios trabajos, y, de ese modo, con su
presencia se serenaban mis fatigas y esfuerzos. Ella
era el contrapunto ideal para mi temperamento
vehemente e impetuoso.
* * *
Como bien diría Llano, si en los párrafos
precedentes me explayé sobre aspectos de la
paciencia en la vida doméstica, es porque deseo
evitar que se piense que la paciencia es virtud
que sólo deben practicar los enfermos y los
presos. ¡No!, hay que ejercitarla todos los días,
y en innumerables oportunidades cotidianas,
domésticas y ciudadanas. Pero, deseo señalar
que, además del hospital, la prisión y las
diferencias temperamentales con nuestro
prójimo, existe otro ámbito concreto en el que
debe vivirse la paciencia: nuestra condición de
criaturas limitadas ante los seres inanimados. Ya
lo decía el venerable Fulton Sheen, al invitarnos
a recordar que, además de la paciencia en medio
de las provocaciones, la indiferencia ajena, la
incivilización y rudeza de aquéllos que están en
la propia casa, en la oficina y en la calle, también
hay que vivir esta virtud ante las decepciones
76

o desilusiones causadas por la naturaleza: la


inesperada lluvia que cae sobre el jardín en que
se festeja un casamiento, la inundación que al
desbordar un río impide llegar a la cabaña de
descanso el fin de semana, el auto roto, la llave
que no encaja en la cerradura, el tornillo gastado,
la electricidad y el teléfono que interrumpen
su servicio, el agua que no llega al tanque, la
tuerca rebelde, el horno que no conseguimos
encender, el abrelatas que no corta, la impresora
que no estampa su tinta sobre el papel, etc. Es
necesario no caer en el error de quienes se excusan
diciendo que en distintas circunstancias serían más
pacientes, lo que haría suponer que las virtudes
son cuestión externa: geográfica, climatológica,
socioeconómica... cuando, en realidad, su
fundamento es interno, el esfuerzo moral 51.
En definitiva, la paciencia es la ciencia o arte
que aporta serenidad para lograr la aceptación
de sí mismo52, y tiene como frutos la paz y la
serenidad para afrontar con fe las circunstancias
más adversas y críticas de la vida, ayudándonos
también a sobrellevar con dignidad los percances
que se generan a raíz de nuestras propias
limitaciones.

51 
Sheen, Fulton, Paz interior, Buenos Aires 1959, pp. 153-154.
52 
Nombre de una conocida obra de Romano Guardini.
77

19 de enero
RHODESIA DEL SUR

L os dos primeros sacerdotes africanos


ordenados en Rhodesia del sur fueron
ungidos por su obispo, monseñor Chichester,
en la solemnidad de Cristo Rey del año 1947.
En esa época reinaba en el sur de África la más
brutal discriminación racial. La ordenación
tuvo lugar al aire libre en un bello altar erigido
en la escalera del Seminario. El firmamento, que
servía de baldaquino, tenía ese azul purísimo
que sólo el cielo africano puede ofrecer, y el sol
brillaba iluminando majestuosamente aquel
lugar donde el Señor volvería a bendecir a su
pueblo. A lo lejos se divisaban las praderas de
un verde jugoso después de la lluvia; y detrás de
todo aquello, la selva imponente.
Se había reunido una gran multitud, pues
la ceremonia era presidida nada más ni nada
menos que por un delegado apostólico enviado
como representante del mismísimo Papa Pío
XII. También participaban obispos de naciones
vecinas, seminaristas de todo el continente,
misioneros en gran cantidad, ochenta religiosas
de color provenientes de lugares lejanos y
múltiples hermanas de origen europeo. En
cuanto a los nativos, hay que decir que, movidos
por su fe y la curiosidad ante tan extraordinario
evento, se hicieron presentes en un número
aproximado de diez mil. Aquella fecha era
78

histórica, y sería para todos un día de ésos que


no se olvidan, una jornada que, con el pasar de
los años, narrarían los mayores con todo lujo de
detalles a los niños.
Pero al transmitir oralmente a sus hijos lo
vivido, mucho más importante que todo lo
reseñado, sería aquel inesperado momento en
que, tras la ordenación, al finalizar la Misa, los
asistentes, en una inacabable procesión, pasarían
uno a uno a besar las manos consagradas de los
nuevos sacerdotes. Y afirmo que ese momento
fue el más importante porque el legendario
Mons. Tamer Thot decía: ¡¿Quién de los presentes
de raza blanca podría olvidar los ojos abiertos con
miradas de admiración inaudita por parte de los
nativos africanos al ver que, el mismísimo delegado
del Papa (de tez sajona), era el primero en besar
“arrodillándose” las palmas de las manos recién
ungidas de aquellos hombres de color?! ¡¿Quién
podría borrar de su memoria los ojos abiertos con
una sorpresa casi bíblica ante algo que esas personas,
azotadas con látigos por décadas, jamás en sus
vidas habrían imaginado presenciar ni siquiera en
sueños: un príncipe blanco y rubio como un ángel
(el delegado del Romano Pontífice) reconociendo
la dignidad de un nativo africano de modo tan
contundente?! Mons. Tamer Thot aseguraba no
tener dudas de que, para los asistentes nativos,
aquella lección viva sobre la igual dignidad que
tributa el cristianismo a todos los hombres,
fue más eficaz que la multitud de sermones
79

predicados por los misioneros hasta ese día en


toda Rhodesia del sur.
Y algo semejante sucedió con motivo de la
llegada de las primeras mujeres del Opus Dei a
Kenya. Tenían el firme propósito de contribuir
a la evangelización y promoción humana del
continente negro. Superadas las dificultades
iniciales, el trabajo apostólico generó un
fermento positivo en muchas otras mujeres, y,
pasados algunos años, una de ellas visitó Roma
y proyectó fotografía de los diversos apostolados
realizados en aquel país. Las que seguían con
atención las imágenes eran mujeres del Opus
Dei de varias nacionalidades, y también San
Josemaría. La que proyectaba las fotos explicaba
los pormenores de cada imagen, cuando, de
repente, el proyector desenfocado mostraba una
mancha borrosa, y, a medida que se calibraba
y la escena gradualmente se clarificaba, las
presentes opinaban: ¡Es un animal...! ¡No es un
animal... es un hombre... o tal vez una mujer! ¡No,
es un hombre...! ¡No, es una mujer...! ¡Para mí es
una mujer...! ¡No, para mí...!; y San Josemaría,
tomando la palabra, expresó la siguiente idea:
¡No importa si es un hombre o una mujer, basta con
que sea una persona, y por la salvación de esa sola
persona, quien sea, vale la pena que el Opus Dei
haya ido al África!53 Al transcribirte este episodio,
me viene al pensamiento: ¡Qué difícil resulta
que el ser humano no se considere superior a
53 
Cf. Urbano, P., El hombre de Villa Tevere, Madrid 2000, p. 131.
80

los demás: por su raza, lengua, nación de origen


o cualquier otro atributo de pertenencia! ¡Con
qué facilidad despreciamos al prójimo por
estos motivos! ¡Cuán frecuentemente se cae
en la soberbia colectiva de considerar que por
el clima, educación, espíritu nacional o lo que
fuere, no sólo se está más avanzado que otros
sino que se vale más!
No son pocos los países cuyas leyes
inmigratorias prohíben el ingreso de extranjeros
con discriminaciones infundadas que, en gran
medida, implican un desprecio del espíritu
evangélico: Era forastero y me recibisteis54. Por
tanto, a la luz de la filiación divina, pidámosle
al Señor que en nuestras vidas sea realmente
verdad aquello de que no hay, pues, más que
una raza: la raza de los hijos de Dios; no hay más
que un color: el color de los hijos de Dios55, y que
siempre seamos especialmente solidarios con
los extranjeros de países necesitados que buscan
refugio y afecto en nuestra tierra.

54 
Mateo 25, 35.
55 
San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa 106.
81

20 de enero
HAMELIN

J
esucristo dijo: No vine a ser servido sino a
servir56. La vocación cristiana es vocación
al servicio. Quienes deben prestarlo, por sobre
todas las cosas, son los que mandan, los que
detentan el poder, los que han sido revestidos de
autoridad en cualquier orden: político, social,
religioso, deportivo y familiar. Y tal vez por eso,
en referencia a la actividad política, dijo Santo
Tomás de Aquino que la política es la caridad
suprema: una gran posibilidad de hacer el bien.
El 14 de diciembre de 1975, el Papa Pablo VI
recibió en la Capilla Sixtina a un Enviado de
Dimitrios I que viajó a Roma representando a
todas las Iglesias Ortodoxas que no reconocen
la autoridad papal. Tras intercambiar saludos,
el mundo se conmocionó cuando el Papa Pablo
VI se postró en tierra y besó los pies del Enviado.
Esto fue criticado por “católicos” que, con visión
distorsionada de la autoridad, alegaban que el
gesto dañaba la autoridad papal. Sin embargo, el
Patriarca Dimitrios I, dijo: El acto espontáneo de
besar los pies del representante de todos los Patriarcas
Ortodoxos, no tiene precedentes en la historia, y le
demuestra a la Iglesia y al mundo que el obispo de
Roma es el primero en importancia, por su fuerza de
reconciliación y de unificación57.
56 
Mateo 20, 28.
57 
Declaración del Patriarca de Constantinopla, Dimitrios I,
en “L’Osservatore Romano”, 21-XII-75.
82

En la parábola del Buen Pastor, Jesús dice: Mis


ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me
siguen58. La expresión me siguen da a entender
que el Buen Pastor es quien va por delante, al
estilo de Hamelin: con su flauta y ejecutando
una melodía amable. Ser el Buen Pastor exige
ir por delante para señalar el camino, y no por
detrás corrigiendo los desvíos de las ovejas a
base de gritos y pedradas. Por eso, la autoridad
del Buen Pastor nace del servicio, y el servicio
exige ir por delante. Así, por ejemplo, un papá
o una mamá, si quieren ser pastores buenos en
su hogar, deben ser los primeros en disculparse
cuando fueron parte de una riña, y no los
últimos. Digo esto porque es un error clásico
pensar que, si papá o mamá piden perdón a
los hijos, o reconocen haberse equivocado,
debilitan su autoridad, porque la realidad es
diametralmente opuesta, ya que quien nunca
pide perdón sí pierde autoridad, mientras que el
humilde acrecienta su legítimo liderazgo moral.
La autoridad es fruto del servicio a los demás59,
porque reinar es servir (regnare est servire); y así
lo reconoció el Patriarca Dimitrios I haciendo
mención a un cierto primado de honor que
compete al obispo de Roma sobre toda la
cristiandad, en razón de la fortaleza espiritual
necesaria para besar los pies de quien no piensa
como uno. De hecho, el Señor nos dejó una

58 
Juan 10, 27.
59 
Papa Francisco, Discurso 8-V-2013.
83

lección contundente en la Ultima Cena cuando,


tras quitarse el manto, se ciñó una toalla a la cintura,
echó agua en una jofaina y comenzó a lavarles los
pies a los discípulos y a secárselos con una toalla. [Y
al terminar les preguntó]: ¿Comprendéis qué hice
con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y
decís bien, pues lo soy. Y si yo soy Maestro y Señor, y
os he lavado los pies, vosotros debéis lavaros los pies
unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo
hice, también lo hagáis vosotros60. Y ten presente
que incluso le lavó los pies a Judas, cuando éste
ya lo había traicionado. Por eso, no hay ningún
inconveniente en que un papá pida perdón o
una mamá se disculpe, porque la humildad y el
servicio no restan poder, lo consolidan.
* * *
El mismo Papa que besó los pies del
representante ortodoxo, también visitó el
Consejo Ecuménico de Iglesias Evangélicas
reunido en Ginebra. Había allí más de dos mil
líderes religiosos de comunidades protestantes.
De esta visita, también objetada por “católicos”
que no concebían la autoridad como servicio
sino como poder, tuvieron repercusión mundial
las tres palabras dichas por Pablo VI revelando
su identidad a los líderes religiosos protestantes:
Ego sum Petrus61.

60 
Juan 13, 12-15.
61 
Pablo VI, Discurso al Consejo Ecuménico de Iglesias
Evangélicas, Ginebra, 10 de junio de 1969.
84

Pablo VI se presentó como sucesor de Pedro,


no de Andrés o Juan o Santiago. Pablo VI
tenía consciencia de que su potestad sobre
toda la Iglesia era suprema, pero sabía que esa
potestad era para servir. Por tanto, te sugiero
que, todas las noches, antes de irnos a dormir,
nos examinemos: ¿Presté hoy algún servicio en mi
casa, en mi trabajo? Ten presente que. para un
cristiano, un día sin ningún acto de servicio es
un día perdido. Ya lo decía la Madre Teresa de
Calcuta: El fruto del silencio es la oración, el fruto
de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el
fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es
la paz, y el que no sirve para servir no sirve para
nada.
85

21 de enero
EL CLOSED GAY

Hoy es la fiesta de Santa Inés, joven mártir que,


defendiendo su castidad, fue asesinada durante la
persecución de Dioclesiano. San Pablo afirma la
belleza de la castidad: ¡Glorificad a Dios también en
vuestro cuerpo!62 Y condena toda impureza sexual,
con explícita mención a los actos homosexuales:
¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni
los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales,
poseerán el reino de los cielos63. Esta reprobación
moral no se aplica a quienes tienen tendencias
homosexuales, sino a quienes realizan actos
homosexuales y no se arrepienten. Así como la
tentación del adulterio no se identifica con el
acto adúltero, la inclinación homosexual tampoco
es equiparable al acto homosexual. Esta distinción
habitualmente la comprenden quienes afirman
que la sexualidad sigue un orden natural;
pero aún falta divulgar la distinción entre dos
conceptos que para nada deben ser identificados:
homosexual y gay-lesbiana.
* * *
Al inaugurarse una Universidad un periodista
lo entrevista al novel Rector:

62 
1 Corintios 6, 20.
63 
1 Corintios 6, 9.
86

–¿Admitirán profesores homosexuales?


–Sí, a un profesor homosexual lo admitiremos;
pero a un profesor gay o a una profesora lesbiana no.
–No comprendo lo que dice, ¿me lo podría explicar?
–El homosexual es quien tiene tendencia sexual
significativa hacia personas del mismo sexo, pero
no reivindica públicamente esta inclinación como
fuente de derechos; en cambio, el gay y la lesbiana
sí reclaman, públicamente, que sus cópulas sexuales
sean reconocidas como estilo de vida legítimo, y
pretendiendo derechos. En esta Universidad se
admitirá a un profesor homosexual, pero no a un
profesor gay o a una profesora lesbiana.
–¿Y cómo saber si un profesor es homosexual o
gay o lesbiana?
–Si es homosexual nunca lo sabremos, pues
en las entrevistas laborales no preguntamos qué
inclinaciones sexuales tiene el aspirante, pues no
es justo ni adecuado hacerlo. Pero quién es gay
o lesbiana se sabe porque la persona exhibe sus
inclinaciones y deseos sexuales reclamando trato
especial. Si los que desean trabajar aquí tienen
inclinación por la pornografía, o tentaciones
de infidelidad, o inclinaciones heterosexuales
u homosexuales, es algo que no compete a la
Universidad indagar. Pero eso no implica que
debamos tolerar a profesores impudorosos que
expresen ante sus alumnos los propios deseos
sexuales; y lo dicho vale tanto para quien manifiesta
sus deseos heterosexuales como homosexuales. Y si es
necesario nos defenderemos con la ley.
87

Este rector dejó en claro que no todo homosexual


es gay o lesbiana, pues las palabras gay y lesbiana
definen la categoría sociopolítica de quienes
hacen de sus deseos homosexuales el centro de su
personalidad y de su identidad, manifestándolos
a los demás y defendiendo estos deseos y sus actos
como moralmente buenos64. Entiendo que la
distinción expresa adecuadamente la realidad,
pues habiendo conversado muchas veces con
homosexuales que me pedían consejos como
sacerdote, he constatado, de modo casi unánime,
que eran adversarios manifiestos del movimiento
gay65. Hay papás y mamás que dicen con lágrimas:
Padre, sufro muchísimo, mí hijo me dijo que era
gay; pero, tras una conversación extensa del caso,
se llega a la conclusión de que el hijo no es gay
sino homosexual. Los homosexuales, a diferencia
de los gays y de las lesbianas, normalmente
consideran que sus deseos sexuales hacia las
personas del mismo sexo no deben ser puestos
en práctica, pues además de contraindicaciones
morales, las cópulas homosexuales implican
riesgos de graves enfermedades, e incluso la
muerte. El homosexual que realiza un acto
homosexual tiene consciencia de haber actuado
mal, y experimenta un sano arrepentimiento
moral que le ayuda a rectificar; por otra parte,
64 
Weigel, G., El coraje de ser católico: crisis, reforma y futuro de
la Iglesia, Bs. Aires 2003, p. 156.
65 
Son innumerables y contundentes en la web los testimonios
de ex gays que reprueban abiertamente la ideología del
movimiento gay.
88

puede ser un ciudadano que cumple correcta


y ejemplarmente sus deberes cívicos; de modo
que es de gran importancia la distinción entre el
homosexual y el gay o la lesbiana.
El movimiento gay pugna para lograr que todos
los que tienen atracción por personas del mismo
sexo lo manifiesten públicamente con orgullo, y
por eso promueven la Marcha del “Orgullo” Gay.
Este movimiento incita a los adolescentes con
tendencias homosexuales a salir del closed, es decir,
a que den a conocer a todo el mundo sus deseos
homosexuales. Pero los jóvenes que siguen este
consejo entran al closed gay, cuyas consecuencias,
por manifestar pública e impudorosa los propios
deseos sexuales, les generan trágico rechazo social.
Confiar las inclinaciones sexuales a un papá o a
una mamá, o a un especialista es razonable, pero
exhibir lo que uno experimenta, no. ¿Acaso es
lógico que, si alguien experimenta deseos de ver
pornografía, se lo diga a todo el mundo?
Finalmente, te daré cuatro consejos: a)
Nunca llames homosexual a un gay, ni gay
a un homosexual. b) Si tienes tendencias
homosexuales no manifestes públicamente
tus deseos: ¡No entres al closed gay!; c) Si eres
adolescente dubitativo, no te precipites en
tomar decisiones, y encomiéndate a Santa Inés,
patrona de los adolescentes; y, d) Para tratar la
inclinación homosexual y reorientarla, te sugiero
leer atentamente la página web Homosexualidad
y Esperanza.
89

22 de enero
EL NIBO

L
as desuniones entre los cristianos tienen
su origen, muchas veces, en la envidia;
y por eso San Josemaría nos prevenía de un
aspecto concreto de la envidia: el espíritu
de comparación: Señal evidente de falta de
humildad es comparación: Señal evidente de
falta de humildad: pensar que lo que haces o dices
está mejor hecho o dicho que lo de los demás66.
El espíritu de comparación tiene conexión
inmediata con la envidia, pecado capital que
nos recuerda al Nibo, pájaro legendario de
la India que sólo salía a volar y cantar en días
de tormenta. La envidia nos mueve a festejar
interiormente (e incluso exteriormente) que
a los demás les vaya mal, o a entristecernos
si prosperan. Es una actitud del espíritu
radicalmente opuesta al espíritu de admiración
a que alude San Pablo: Alegraos con los que se
alegran y llorad con los que lloran67. La envidia
se comporta al revés, diciéndonos: ¡Alegraos
con los que lloran y llorad con los que se alegran!
Por envidia un estudiante se alegra del fracaso
de un compañero de estudios en un examen; y
una chica experimenta una especie de patada
en el hígado si su amiga ¡por fin! consiguió
novio; y la hermana menor llora al ver los
66 
San Josemaría Escrivá, Surco 263.
67 
Romanos 12, 15.
90

regalos y atenciones que brindan a la mayor;


y una mamá disfruta interiormente el fracaso
académico del hijo de otra mamá del curso; y
la cuñada se alegra si su concuñada no puede
quedar embarazada o el marido es despedido
del trabajo. El espíritu de comparación es un
río caudaloso que desemboca en la catarata
de la envidia. Hay que evitar la comparación
metódica. No es cristiano vivir pensando (sin
luchar por evitarlo) si soy más alto o más bajo,
más bello o más feo, más inteligente o más
tonto, si mi casa es mejor o peor, si mi marido
gana más o menos dinero que los de mis amigas,
si mis hijos sobresalen en la escuela o no, si estoy
de novia o no, o si soy más delgado o no tanto.
Es necesario utilizar los remos de la humildad
para avanzar enérgicamente contra la corriente
malsana del espíritu de comparación.
* * *
Te decía que el Nibo sale a volar los días de
tormenta, pero no los primaverales; esto me
trae a la memoria la famosa distinción entre la
admiración y el asombro. El asombro pone su
atención en lo sombrío, oscuro, tenebroso; mientras
que la admiración lo hace en lo maravilloso,
luminoso, admirable. De modo que asombra lo
negativo y suscita admiración lo positivo. Por
ejemplo, un párroco amigo que frecuentemente
era invitado a los almuerzos dominicales de sus
feligreses, me confiaba que, cuando tenía que
elogiar los manjares, se enfrentaba con el dilema
91

de qué hacer cuando la comida era desagradable:


Si felicito diciendo que me agradó, miento; y, si
no lo hago, falto a la cortesía. Y, jocosamente, me
decía que como solución pensaba acudir a la
distinción que hace la teología angélica entre las
obras de los ángeles buenos y las de los malos:
los portentos angélicos buenos se denominan
milagros y los diabólicos, prodigios. Los milagros
causan admiración y los prodigios, asombro;
de modo que, conforme a esto, si la comida le
complacía, había pensado en felicitar a la dueña
de casa diciendo: ¡Es usted una «admirable»
cocinera!; pero, si le desagradaba: Esta comida es
«asombrosa»... usted, cocinando, es un auténtico
«prodigio»! Ahora, dejando de lado el flanco
jocoso de la distinción, así como se diferencian la
admiración y el asombro, también se distinguen
la admiración de la envidia, pues la admiración es
una envidia sana, muy distinta a la envidia que,
en sentido propio, es una enfermedad del alma.
La admiración recíproca es raíz que nutre
toda verdadera amistad: muralla poderosa que
protege no sólo a personas amigas, también
a las familias y naciones que la practican. La
admiración recíproca entre amigos (emulación)
es uno de los mejores tesoros con los que Dios
nos puede bendecir. El émulo se alegra de todo
bien, propio o ajeno, y sabe compartir; en
cambio, el envidioso no sólo no se alegra del
bien ajeno, sino que tampoco consigue que los
demás se alegren del suyo. El émulo tiene el
doble de alegrías, propias y ajenas, a diferencia
92

del envidioso que no goza apropiadamente


ni siquiera de las suyas, puesto que carece de
alguien con quien compartirlas. Los émulos se
estimulan en los diversos ámbitos comunes:
deportivos, culturales, altruistas, empresariales,
municipales, provinciales, nacionales, etc. En
cuanto almas gemelas, son un tesoro de Dios.
Y qué bueno sería dar con esa alma gemela que,
según se dice, está escondida en algún rincón del
planeta. Por otra parte, si te abocas a la búsqueda
de tu émulo, ten presente que tal vez no debas
pensar en encontrarlo en algún continente
lejano, pues es muy probable que se encuentre
en algún rincón próximo de tu hogar o de tu
oficina, pues como decía Chesterton: Si me
preguntas: ¿Por qué el Evangelio nos manda amar
al prójimo y al enemigo? Te responderé: ¡Porque tal
vez se trate de la misma persona!
93

23 de enero
EL CIZAÑERO

En las divisiones que se han producido en


el Cristianismo, la envidia y la cizaña han
hecho lo suyo, así como también en las heridas
domésticas que nunca cicatrizan. No pocas
veces sembramos la cizaña sin ser conscientes,
como cuando, por ejemplo, nos olvidamos de
que las comparaciones entre hijos, si son positivas,
unen, pero, si son negativas, desunen68; de modo
que hay que ser delicados al comparar. Por otro
lado, como bien decía Charles Dickens: Si bien
hay grandes hombres que hacen sentirse pequeños a
los demás, la verdadera grandeza consiste en hacer
que todos se sientan grandes, porque cada uno está
llamado a su propia grandeza, y ninguno llegó a
ser grande imitando69; afirmación que nos invita
a pensar en que, si cada uno tiene su camino,
no debemos forzar a que los demás calquen en
plenitud los modelos que admiramos, pues,
aunque sean buenos, tal vez no sean el traje que
mejor va con nuestro prójimo querido.
También debemos cuidar en el hogar el modo
en que alabamos, ya que un exceso de alabanza
con alguno de los presentes podría suscitar
envidia en los demás. Por ejemplo, si en un
partido de fútbol el equipo logra una victoria
laboriosa fundada en el esfuerzo colectivo y
68 
Diego Ibañez Langlois.
69 
Dickens, Charles, Antología literaria, Rosario 1955, p. 33.
94

el director técnico sólo felicita a uno de los


jugadores y guarda silencio sobre los méritos
de los demás, no sería de extrañar que éstos
quedasen heridos. Por eso deberá ser cuidadoso
para no sembrar cizaña haciendo acepción de
personas entre sus jugadores con involuntaria
ingenuidad. Ten en cuenta que el mundo está
lleno de sembradores de cizaña que, como
moscas que revuelan los lugares hediondos,
son especialistas en detectar las miserias de los
corazones humanos para luego golpear la tecla
en aquellos temas que suscitan envidias entre los
participantes de una reunión.
Si un maestro le dice a una mamá que, por
no ser equitativa en el trato con sus hijos, uno
de ellos padece una fuerte crisis de celos, y ella
se defiende diciendo: Pero si a nuestros hijos los
queremos y tratamos por igual… dicho maestro
debería advertirle que tal vez ella no se esté
dando cuenta de que la vida familiar siempre
está cargada de diferencias sutiles: el tono de
voz cuando se habla a uno o a otro, el interés
o la atención que se concede a cada hijo, las
comparaciones directas o veladas, los elogios
o las reprobaciones, el modo de celebrar o de
reñir, las miradas, los gestos, las demostraciones
externas de cariño, el intervenir o dejar pasar
hechos similares, la singular afinidad de carácter
con uno de ellos, las preferencias secretas e
inconfesadas, y otras tantas diferencias sutiles…
o no tan sutiles, que pueden ser percibidas por
los hijos y dar origen a comportamientos que
95

podrían reflejar un deseo subterráneo de llamar


la atención para que también se los tenga en
cuenta.
* * *
Las comparaciones entre hermanos, si son
positivas, los hermanan, puesto que ambos
resultan halagados; pero, el desfavorecido en
cualquier comparación se resiente como fruto
de una cizaña tal vez sembrada con ingenuidad.
Aunque, ten presente que, además de la cizaña
inconsciente, existe la cizaña deliberada, bien
retratada en la parábola del hijo pródigo, en la
que uno de sus protagonistas encarna el espíritu
cizañero: el criado que asiste al hermano mayor.
San Lucas dice que, al regresar del campo, el
hermano mayor escuchó los coros que festejaban
y envió a este criado para que le informara qué
sucedía, y, al volver, el criado dijo: Ha vuelto tu
hermano, y tu padre ha mandado matar el becerro
cebado70. En ese momento explotaron en el
hermano mayor el orgullo y la envidia, por lo
que se enojó y no quería entrar71. El padre intentó
convencerlo de que participase en los festejos,
pero, si sus tratativas fracasaron, mucho habrá
tenido que ver el criado cizañero, que azuzó el
orgullo del hermano mayor advirtiéndole que,
no solamente habían recibido al hermano con
una fiesta, sino que, por si fuera poco, la fragancia
70 
Lucas 15, 27.
71 
Lucas 15, 28.
96

de aquella carne asada no provenía de un animal


cualquiera, sino del mismísimo becerro cebado,
por lo que la queja del hijo mayor se centró en
el animal sacrificado, diciéndole a su padre que
a su hermano le había ofrecido el mejor cordero,
pero nunca me diste un cabrito para festejar con
mis amigos72.
Envidia y cizaña son experiencias comunes
a todos los hombres; de modo que, aunque
no debamos asustarnos, sí debemos luchar. En
este combate es necesario distinguir la envidia
como tentación y la envidia como pecado, pues
no es lo mismo sentir envidia que consentir en
ella, porque el pecado está en el consentimiento,
no en el sentimiento. De todos modos, si bien
las tentaciones de envidia no son equivalentes
al pecado de envidia, de ser frecuentes, serán
síntoma de que tenemos un corazón envidioso. Y
por eso te sugiero invocar a la Santísima Virgen
para que nos ayude a formar nuestros corazones
hacia una vida recta: propensa a la admiración,
a la conmiseración del dolor ajeno y al amor.

72 
Lucas 15, 29.
97

24 de enero
EL FARO

H oy es la fiesta de Santa María de la Paz.


La paz tiene muchos enemigos, y entre
ellos la soberbia. La soberbia nos hace ser rígidos
y fanáticos, y a veces sin que nos demos cuenta.
Winston Churchill decía que fanático es el que
no está dispuesto a cambiar de opinión y tampoco
de tema de conversación. Por tanto, te sugiero
que a la Virgen, y a su Hijo Jesús, les pidamos
ser mansos y humildes de corazón73, para no llegar
a los extremos de aquel diálogo marino en el
que el vigía llama desde la torre por teléfono al
comandante de la nave:
–¡Comandante, emergencia, a 1.500 metros
hay una luz en la oscuridad sobre la proa, vamos
directo hacia una colisión!
–¡Comuníquese urgentemente con esa nave
–responde el comandante– y ordénele de mi
parte una modificación en su rumbo!
–¡Comandante, dicen que el rumbo lo
modifiquemos nosotros!
–¡Dígale que la orden es dada por uno de los
comandantes de más alto rango de su majestad:
el almirante Sir Percy Williams!
–¡Comandante, nos dicen que no les importa,
y que quien habla es el marinero de segunda

73 
Mateo 11, 29.
98

Tom Smith, y nos ordena que modifiquemos


urgentemente el rumbo!... ¡y sólo faltan 500
metros para el impacto!
–¿¡Quién será ese tonto!? ¡Dele una última
advertencia diciéndole que soy el comandante de
una embarcación de acero de 45.000 toneladas!
–¡Comandante, el marinero de segunda
Tom Smith nos intima por última vez a que
desviemos el curso, y también nos ha dicho que
él es el comandante de un faro de muchísimas
toneladas de hormigón armado!
–¡Rectifiquemos el rumbo! –dice el Almirante.
He aquí un comandante humilde, puesto
que sabe rectificar sin rigideces adecuándose
humildemente a las circunstancias; porque
¡cuántas veces la soberbia nos lleva al choque
con la tristeza y la amargura de rebelarnos
ante lo que no se puede cambiar! He aquí un
comandante humilde que nos recuerda la oración
que nuestros admirables y queridos amigos,
los alcohólicos anónimos, difundieron por el
mundo entero: Señor, concédeme serenidad para
aceptar las cosas que no puedo cambiar; fortaleza
para cambiar las que sí puedo; y sabiduría para
distinguir unas de otras. Esta humilde oración,
como verás, goza de aquel hilo que unifica
tres virtudes de máxima trascendencia para la
paz doméstica, nacional y mundial: sabiduría,
fortaleza y serenidad; virtudes imprescindibles
para rechazar de nuestras almas el drama de la
rigidez, defecto que revela poca capacidad de
99

comunicación, y que, pese a que las apariencias


den a entender otra cosa, nos hace débiles en el
trato con los demás.
* * *
En la vida hay que tener cuidado con la soberbia,
vicio que nos hace rígidos, inflexibles... es decir,
débiles. Y al respecto quiero proporcionarte
un ejemplo del típico diálogo que recuerda las
actitudes rígidas de violencia doméstica:
–¿Quieres venir a cenar con tu madre y
conmigo a un restaurant? –pregunta el padre a
su hija.
–Sí, con mucho gusto, pero si esperas a que
le avise a Claudia para que no venga, pues esta
noche quedamos en estudiar juntas.
–¡No, o me contestas ahora o te quedas!
–¡Pero querido –interviene la esposa–, llamar
es sólo un instante!
–¡Perfecto, entonces nos quedamos en casa y
comemos aquí!
La hija, al ver que le está arruinando a su
madre el paseo, dice súbitamente:
–¡Voy papá, voy, no la llamo; ya lo arreglaré
después!
–¡No –espeta el padre–, ya dije que no vamos,
comeremos aquí!
La rigidez en el hogar genera violencia, y
constituye una suerte de fundamentalismo
100

contra el cual es importante luchar, pues los


hijos educados absurdamente humillados por
quienes deberían amarlos, acaban temiéndoles
a sus padres como si fuesen demonios. Un
padre deberá darse cuenta de que si hay
invitados es necesario flexibilizar un poco las
correcciones que se hacen en público para no
herir innecesariamente los sentimientos de sus
hijos, ya que si bien es bueno que éstos tengan
experiencia de qué significa ser humillados, sería
trágico que fuesen los mismos padres (aquellos
que deben enseñar a sus hijos a enfrentar con
dignidad las humillaciones) quienes les agredan
infiriéndoselas.
Que los hijos reciban humillaciones de la
vida, sí; pero que sean los padres quienes las
promuevan, ¡no! Los padres deben enseñar a
sus hijos a valorar y enfrentar las humillaciones,
pero sin ser nunca sus causantes. Si los hijos
son educados en un clima de rigor inflexible y
humillante, luego no solamente serán ineptos
para enfrentar los golpes que propina la vida,
sino que tendrán temperamentos sumisos,
inertes, inseguros, carentes de iniciativa y
tendientes a la soledad y el individualismo; y,
luego, cuando sean adultos y pierdan el miedo
a sus padres, dicho temperamento les explotará
cada dos por tres, dado que todo orden fundado
sobre las amenazas y el terror solamente puede
durar mientras éstos se mantengan74.
74 
Ibáñez Langlois.
101

25 de enero
LÁTIGOS Y VARAS

H oy es la fiesta de la conversión de San


Pablo. Antes de ser volteado del caballo
Saulo respiraba amenazas de muerte contra los
discípulos de Jesús, a punto tal de presentarse al
Sumo Sacerdote pidiendo cartas de recomendación
a las sinagogas de Damasco, para que, si
encontraba allí algunos seguidores del Camino,
hombres o mujeres, los pudiera llevar encadenados
a Jerusalén. El cambio después de seguir a Jesús
fue tan grande que, impacta la enumeración
hecha años después, de todo lo que había
padecido por el Divino Maestro: Cinco veces
recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno.
Tres veces fui azotado con varas. Una vez fui
apedreado. Tres veces naufragué pasando un día y
una noche en el abismo. Hice viajes frecuentes con
peligros de ríos, peligros de salteadores, peligros de
los de mi raza, peligros de los gentiles, peligros en la
ciudad, peligros en despoblados, peligros por mar,
peligros entre falsos hermanos. Trabajo y fatiga.
Muchas noches sin dormir, sin comer; y con frío
y desnudez75.
Esta conversión nos enseña que la vida
cristiana no pretende suprimir los afectos y las
pasiones, sino encauzarlos hacia el bien, porque
no se puede ser santo sin pasiones. La moral
cristiana no es estoica, pues se construye sobre la
75 
II Corintios 11, 24-27.
102

riqueza de los afectos y emociones ordenándolos76.


No existen santos apáticos, o que no hayan
luchado contra la apatía. San Pablo no fue
apático ni antes ni después de su conversión;
de hecho, nunca tuvo miedo de complicarse la
vida, ni se dejó llevar por el miedo al qué dirán
o al qué pensarán. Su vida se refleja muy bien en
un consejo de San Josemaría: Vuelve las espaldas
al infame cuando susurra en tus oídos: ¿para qué
complicarte la vida?77
* * *
En 1982 Juan Pablo II visitó España. Los
discursos que leía en las distintas ciudades
tenían una misma idea inspiradora: ¡No
busquéis soluciones cómodas, no tengáis miedo de
complicaros la vida! Y cuando en un programa
radial se criticó la densidad de sus sermones,
como abstractos y de poca llegada a los
corazones, en pocos días hubo una avalancha de
cartas de protesta a la radio, dando testimonio
de cómo habían influido positivamente las
palabras del Papa.
Por ejemplo, un empresario vasco que tenía
quinientos dependientes y estaba agobiado por
una larga crisis financiera, cansado de luchar
se había propuesto liquidar el negocio, pero al
escuchar el discurso del Papa a los empresarios,
diciéndoles: ¡No busquéis soluciones cómodas, no
76 
Juan Pablo II, Discurso del 11-XI-1979.
77 
San Josemaría Escrivá, Camino 6.
103

tengáis miedo de complicaros la vida!, optó por


seguir luchando, pues comprendió que había
quinientas familias por cuya felicidad valía la
pena seguir. Otro ejemplo: una chica soltera y
embarazada había decidido abortar para no tener
que seguir enfrentando las fuertes y criminales
presiones de familiares; y cuando ya lo había
decidido, escuchó al Papa decir a las jóvenes: ¡No
busquéis soluciones cómodas, no tengáis miedo de
complicaros la vida!, y se propuso defender la vida
de su hijo cueste lo que cueste. Último ejemplo:
un chico concluía el bachillerato y se había
planteado la vocación sacerdotal; habló con su
párroco y éste le dijo que se lo comunicase a sus
padres inmediatamente, porque la inscripción
estaba por cerrar, y si no lo hacía debería esperar
un año. Él, interiormente, pensó: ¿Decírselo a
mis padres ahora? ¡No, no estoy anímicamente
preparado, prefiero esperar!; pero al escuchar que
el Papa decía a los jóvenes con esas inquietudes:
¡No busquéis soluciones cómodas, no tengáis miedo
de complicaros la vida!, decidió tomar el toro por
las astas y afrontar la cuestión.
San Pablo nos da testimonio, también, de no
tener miedo a complicarnos la vida a la hora
de ejercitar los propios derechos, sea a la hora
de expresar la propia opinión en un aula en
que profesores y alumnos ofenden la verdad;
sea que se trate de reclamar legalmente que las
leyes civiles respeten la dignidad humana, la
pureza, el pudor, la familia, la indisolubilidad
del matrimonio…
104

Al respecto, los Hechos de los apóstoles dicen


que, encarcelado y a punto de ser torturado –ya
le tenían estirado con las correas–, dijo Pablo al
centurión que presidía el acto: ¿Desde cuándo os
es lícito azotar a un ciudadano romano sin haberle
juzgado? Al oír esto, el centurión fue al tribuno y le
dijo:¿Qué vas a hacer? ¡Este hombre es ciudadano
romano! Acudió el tribuno y le preguntó: Dime,
¿eres ciudadano romano? Sí, respondió. Yo –dijo
el tribuno– conseguí esa ciudadanía por una
fuerte suma. Y Pablo respondió: ¡Pues yo la tengo
por nacimiento! Al momento se retiraron los que
iban a darle tormento, y el tribuno tuvo miedo al
darse cuenta de que le había encadenado siendo
ciudadano romano78.
San Pablo era oriundo de Tarso, y todos los
judíos y habitantes de este lugar tenían, por
un pacto con el Imperio Romano, la doble
ciudadanía –judía y romana–; y los ciudadanos
romanos tenían el privilegio de que no se los
podía azotar sin previo juicio; por lo que San
Pablo, quien no tuvo miedo de enfrentar el
martirio, tampoco tuvo timidez alguna cuando
se trataba de hacer valer de modo efectivo la
ciudadanía romana, que él tenía por nacimiento:
¿Desde cuándo os es lícito azotar a un ciudadano
romano sin haberle juzgado? Y estimo que sería
oportuno examinarnos hoy, sobre cómo hago
valer mis derechos, sobre todo cuando estimo
ser un deber de conciencia defenderlos.

78 
Hechos de los apóstoles 22, 25-29.
105

26 de enero
ROSTRO VACUNO

H oy la Iglesia recuerda a dos santos que


fueron gran consuelo de San Pablo
en sus peripecias: Timoteo y Tito. Con ellos
pudo contar incondicionalmente, logrando
serenidad y paz, pues al pensar en ellos podía
decir: Alegraos siempre en el Señor, de nuevo os
lo digo: ¡Alegraos!79 Estas palabras nos recuerdan
que los rostros tristes y apáticos no reflejan la
vocación cristiana, pues, incluso cuando por
salud o problemas graves estemos deprimidos
o angustiados, debería notarse nuestro esfuerzo
por sonreír y sobreponernos, porque hay
que distinguir las diversas tristezas, algunas
verdaderas y otras aparentes:
ƒƒ Tristeza moral: consecuencia del pecado.
ƒƒ Tristeza afectiva: originada por golpes de la
vida: muere un ser querido…
ƒƒ Tristeza psicosomática: depresiones, angustias,
cuestiones climáticas…
Si bien sólo la tristeza moral lo es en sentido
propio, tiene un aspecto positivo, pues hace las
veces de un despertador que suena invitándonos
a la conversión, es decir, opera igual que los
agudos dolores abdominales que nos previenen
ante una posible apendicitis, ya que, sin ellos, el
mal se agravaría por inadvertencia. Por su parte,
79 
Filipenses 4, 4.
106

la tristeza afectiva, como ser la muerte de un


familiar, pone a prueba nuestra esperanza en la
resurrección, y también podría ser un llamado
de Dios a olvidar nuestros planes y a ocuparnos
de alguien que cayó en desamparo: un niño
huérfano, un anciano a quien el difunto deja de
asistir. Y en cuanto a la tristeza psicosomática,
esta es una prueba permitida por la Providencia,
que exige fortaleza para ser sobrellevada: La
cruz santifica o destruye, ¡no dejes que te destruya!
Es necesario mantener la serenidad y seguir
esforzándonos por cumplir nuestro deber
con una sonrisa, porque el solo esfuerzo por
intentarlo hará noble nuestra vida.
* * *
Un papá llega a la puerta de su casa cansado
de trabajar. Pone la llave en la cerradura con
bastantes tensiones y amarguras interiores.
Adentro están su esposa y cinco niños
pequeños… el mayor de apenas nueve años.
Se escuchan ruidos de llantos en el interior. Y
cuando está por girar la llave siente una moción
del Espíritu Santo: Así no puedo entrar a casa.
Piensa qué hacer y decide dar una vuelta a la
manzana para serenarse. Llega nuevamente
a la puerta pero, consciente de que, si bien
bajaron los decibeles de sus rabietas interiores,
aún hay latentes rescoldos que podrían avivar
el malhumor. Por eso decide dar otra vuelta. Y
como constata que cada vuelta a la manzana
107

mejora su espíritu, decide dar un par más, y,


finalmente, riéndose de la imagen absurda que
habrá trasmitido a los vecinos del barrio, ingresa
sonriente a casa. Esta historia trae a mi memoria
el punto 998 de Camino: ¡Bendita perseverancia
la del borrico de noria! Siempre al mismo paso.
Siempre las mismas vueltas. Un día y otro: todos
iguales. Sin eso, no habría madurez en los frutos ni
lozanía en el huerto ni tendría aromas el jardín.
Lleva este pensamiento a tu vida interior. Y en
este caso lo interpreto de este modo: si entrar
al hogar mal predispuestos hará de nuestra casa
un campo de concentración y no un jardín,
comienza a dar vueltas a la manzana y camina
como el burro de noria, hasta que logres paz.
Siendo rector de la Universidad de Navarra
don Ismael Sánchez Bella, le oí contar que San
Josemaría Escrivá tuvo una tertulia con los
profesores en un gran salón. Al ingresar el santo,
él estaba apostado con otros profesores a la
entrada del recinto. El santo lo reconoció entre
los demás y, sin detenerse en su andar, lo señaló
con el índice y, esbozando una amable sonrisa,
le dijo: ¡Esa cara no! Decía Ismael Sánchez Bella
que, al ser aludido, todos giraron su rostro para
ver su cara y él se sonrojó. Pronto comprendió
que en aquel día espléndido, con tanta alegría
circundante, no había motivo para que estuviese
con rostro apático e inexpresivo, con cara de
vaca, y reaccionó con una sonrisa. Luego añadía
en su narración que aquella advertencia le sirvió
muchas veces en la vida para reaccionar contra
108

la tentación de la apatía. La vocación cristiana


no puede ser apática, alegando no hacer
mal a nadie. San Josemaría nos prevenía del
cumplimiento, entendido como cumplo y miento.
El precepto moral no se reduce a evitar el mal,
también hay que hacer el bien: Haz el bien y evita
el mal. Al respecto, recuerdo un graffiti callejero
que decía: ¡Marta, por favor, regresa, te prometo
que no te pego más! Por lo visto, el desafortunado
concepto de amor de aquel hombre consistía en
la simple promesa de no pegar más a su esposa;
pero el amor matrimonial no debe reducirse
a no pegar al otro, ni tampoco a una actitud
neutra como la apatía, pues hay que sonreír, o al
menos intentarlo.
Mons. Fulton Sheen decía: Hay días en los que,
mientras algunos se deprimen, otros aprovechan
para salvar un alma. Tal actitud exige fortaleza
espiritual para sobreponerse a las dificultades
y mantener el espíritu de servicio y amor al
prójimo. El amor debe tener manifestaciones
positivas diarias, pues no se trata sólo de evitar
los malos tratos. Por tanto, te invito a que
pienses que, un día sin esfuerzo por sonreír o
por servir, es un día perdido.
109

27 de enero
LAS ANTEOJERAS

H abía un hombre que padecía una


enfermedad desde hacia treinta y ocho años;
y, Jesús, al verlo tendido, sabiendo que llevaba ya
mucho tiempo, le dijo: “¿Quieres ser curado?” El
enfermo contestó: “Señor, no tengo un hombre
que me ayude…”. Jesús le dijo: “Levántate, toma
tu camilla y camina”. Al instante aquel hombre
quedó sano, tomó su camilla y echó a andar; y,
como aquel día era sábado, los judíos dijeron al
que había sido curado: “¡Es sábado y no te es lícito
llevar la camilla!”80
El pobre paralítico hacía treinta y ocho años que
no caminaba. Aquellos judíos, en vez de mirar
lo admirable del hecho, pusieron su antojadiza
atención en lo negativo: ¡Es sábado y no te es lícito
llevar la camilla! A pesar de contemplar con sus
propios ojos un milagro médico de extraordinario
calibre, en vez de acercarse al ex-paralítico
para congratularse y compartir su alegría,
muestran desagrado e invocan la trasgresión de
un precepto: ¡Es sábado y no te es lícito llevar la
camilla! Su mente deformada vislumbra el hecho
noble de la curación como malo, desagradable
y negativo. En vez de atender a las piernas que
caminan milagrosamente, centran su mirada
en la mano que transporta aquella desvencijada
camilla; con el estilo propio de los aguafiestas, no
80 
Juan 5, 1-10.
110

permiten que aquel hombre pueda festejar en paz


su curación. Y nosotros debemos estar prevenidos
contra esta tentación frecuente, que nos lleva a
tener reacciones confusas y pecaminosas, propias
del espíritu amargo que no sólo se entristece ante
el bien ajeno, sino que se enoja y actúa de modo
abiertamente violento.
* * *
Tras la victoria de David sobre el gigante
Goliat, el ejército judío, encabezado por Saúl,
aplastó a los filisteos. Al regresar al campamento,
las mujeres de todas las ciudades de Israel salían
alegremente, danzando delante del rey Saúl con
tímpanos y triángulos, y se alternaban cantando
a coro81. Saúl sufrió un fuerte ataque de envidia
al escuchar la letra del canto: ¡Saúl mató a mil,
y David a diez mil!, y se irritó mucho, pues
pensaba: ¡Dan diez mil a David y a mí tan sólo
mil!82… Desde entonces Saúl miraba a David
con malos ojos [...] y desvariaba en medio de la
casa. Así, mientras David [...] tañía el arpa, Saúl,
que tenía la lanza en su mano, blandiéndola se
la arrojó al tiempo que pensaba: Voy a clavar a
David en la pared. Pero David esquivó el golpe en
dos oportunidades83.
Las malas reacciones de nuestro temperamento
puede que no sean sólo fruto de la envidia
81 
Samuel I, 18, 6-7.
82 
Samuel I, 18, 8.
83 
Samuel I, 18, 9-11.
111

entendida como tristeza ante el bien ajeno, sino


del espíritu amargo que se enoja ante el bien
ajeno. La Madre Teresa de Calcuta decía que la
envidia no es el peor pecado, sino el odio, ya que
alegrarse del mal ajeno (envidia) no es lo mismo
que querer el mal ajeno (odio); y esto debemos
tenerlo en cuenta cuando el temperamento se
enrarece no sólo con tristezas, también con
explosiones violentas y amargas que podrían
reflejar rencores mal curados o resentimientos.
Todos los cristianos hemos sido invitados por
la Iglesia a realizar la práctica piadosa de los
ejercicios o retiros espirituales, permaneciendo
algunos días en presencia de Dios. En esta
práctica, que conviene realizar anualmente,
tenemos una gran oportunidad de revisar a fondo
nuestras vidas a la luz de Dios, y de examinar
si hay rencores mal curados, o complejos
que nos asustan y nos hacen reaccionar con
violencia cuando son puestos en evidencia.
Sería oportuno, además, que aprovecháramos
esos días para pedirle al Espíritu Santo que, una
vez detectadas estas aflicciones, nos dé fuerzas
para conversarlas con algún sacerdote o amigo
que, espiritualmente, pueda orientarnos para
superarlas, de modo que no sean un obstáculo
para nuestra vocación de sembradores de paz y
de alegría.
Recuerdo que con motivo de un aniversario de
mi sacerdocio, un amigo me regaló un pequeño
burrito con anteojeras, de ésas que impiden al
112

animal mirar a los lados. Y cuando le pregunté


el sentido, me dijo: ¡Para que en tu vocación
no sólo no mires hacia atrás, sino tampoco a tus
flancos! Fue una gran lección porque, en efecto,
si bien no es malo que los cristianos miremos de
tanto en tanto hacia atrás o a los lados… para
aprender y obtener experiencia, tampoco es
bueno que todo el tiempo nos comparemos con
el prójimo, especialmente cuando se trata de
contemplar éxitos que ponen en peligro, dentro
de nuestra imaginación, el propio prestigio; ya
que, fíjate que, así como David era envidiado
por Saúl en virtud de que tenía que compartir
desventajosamente el canto femenino de alabanza
triunfal, en la vida corriente un ingeniero puede
estar molesto por el justo premio que le dieron a
un compañero de oficina, o la mamá de un niño
entristecerse porque el hijo de su amiga ganó la
bandera en el colegio. En todo caso, un buen
modo de contrarrestar esta tentación consistirá
en pedir a Dios que esculpa en nuestro corazón
el lema paulino: Alegraos con los que se alegran y
llorad con los que lloran84.

84 
Romanos 12, 15.
113

28 de enero
EL AQUINATE

V ino Jesús a Nazaret… y, según su costumbre,


entró en la sinagoga el día de sábado, y se
levantó para la lectura. Le entregaron el volumen
del profeta Isaías y desenrollando el volumen halló
el pasaje que dice: “El Espíritu del Señor está
sobre mí, porque me ha ungido para anunciar
a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista
a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor”. Enrolló
el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En
la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él; y,
entonces, comenzó a decirles: «Esta Escritura, que
acabáis de oír, se ha cumplido hoy»85.
A pesar de que en tiempos de Jesús el
analfabetismo era moneda corriente en la
población, y entre las familias pobres un hecho
casi unánime, humanamente Jesús recibió una
buena formación: sabía leer y escribir; es decir,
Jesús era estudioso e instruido.
Hace mil años murió el filósofo Averroes,
hombre de gran vocación por el estudio, la
docencia y la escritura. Su cuerpo fue trasladado
al cementerio sobre un burro que llevaba en
las alforjas de un lado su cadáver y del otro,
haciendo contrapeso, sus numerosos libros

85 
Lucas 4, 14-22.
114

escritos. Pero no sólo Averroes fue escritor


prolífico e influyente, también Santo Tomás
de Aquino (1225-1275), dominico y gran
maestro de la Teología católica, a quien la Iglesia
conmemora en este día, y cuyas obras han sido
de gran influjo en el pensamiento mundial.
Santo Tomás escribió tanto, que Chesterton
llegó a decir que Lutero, enojado con el pensamiento
de Santo Tomás de Aquino, ordenó quemar sus
numerosas obras, pero quemar un libro no es
fácil, de modo que le resultó muy difícil incinerar
la enorme montaña de libros que representaba la
contribución de nuestro glorioso dominico a las
controversias de la cristiandad86. Podría decirse
entonces que, si el progreso en conocimientos
es factor de poder en el desarrollo de la propia
personalidad, en este sentido el Aquinate fue un
auténtico modelo.
Todos los santos van llegando al cielo por
diversos caminos, aunque siempre con un modo
común de caminar, que se refleja en que todos
–por distintos que sean sus estilos de vida–
rezan, ofrecen sacrificios, aman y sirven a Dios
y al prójimo, adoran a la Eucaristía, veneran
a la Virgen y estudian. No existen santos sin
un interés por el estudio proporcionado a sus
posibilidades.
* * *

86 
Chesterton, G. K., Santo Tomás de Aquino, Buenos Aires
1985, p. 217.
115

Al entrar en la Biblioteca Popular de un


pequeño pueblo de las Sierras de Córdoba, di
con un letrero que decía: Todos los grandes países
fueron primero millones de niños leyendo y millares
de adultos escribiendo. La experiencia enseña
que, cuando un niño sabe leer y escribir bien,
su vida siempre estará llena de posibilidades
de progreso; en cambio, si hay fallas en este
aspecto, la existencia se le puede complicar con
facilidad. Si los cristianos estamos llamados a
ser fermento y son las ideas las que mueven el
mundo, debemos estudiar mucho para influir
positivamente con nuestro ideario. Todos los
santos, con independencia de la época en que
vivieron y las diversas circunstancias culturales
que hubieron de enfrentar, se caracterizaron por
saber explicar bien la fe a sus contemporáneos.
Por eso, el siglo XXI, al que dimos inicio, necesita
de cristianos muy estudiosos, pues la exposición
de la fe y los cuestionamientos que recibe son
muy distintos a los de nuestros padres.
Hasta no hace muchas décadas los padres
podían transmitir a sus hijos la fe con eficacia, y
sin que fuese necesaria una formación meticulosa;
pero, hoy, los niños exigen que se les explique
por qué el matrimonio debe ser entre personas
del mismo sexo, por qué la fecundación in vitro
es moralmente ilícita, por qué hay que casarse
en vez de vivir en concubinato. De modo que
educar a los hijos en el mundo contemporáneo
resulta más exigente que otrora, pues implica
tener una sólida formación y hábitos de estudio.
116

Y en vez de incurrir en el desánimo y


contagiarlo al contemplar estos tiempos en
que el neopaganismo se difunde por el mundo
expulsando el Evangelio de Cristo, los cristianos
deberíamos dar gracias a Dios por habernos
llamado a vivir en esta época de la historia
no apta para mediocres. Por lo que también te
sugiero que, cuando debas leer o estudiar, y
te cueste hacerlo, no dejes de invocar a Dios
con la célebre oración que escribió Santo
Tomás de Aquino para santificar el estudio:
Oh Dios…, dígnate infundir sobre las tinieblas
de mi inteligencia un rayo de tu claridad que
ilumine la doble oscuridad en que he nacido: el
pecado y la ignorancia… Dame agudeza para
entender, capacidad para retener, método para
aprender, sutileza para interpretar, gracia para
hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y
perfección al acabar. Amén.
117

29 de enero
EL DROGADICTO

L
e llevaron al Señor una mujer sorprendida
in fraganti en el delito de adulterio, para
plantearle qué hacer con ella, pues Moisés
ordenaba apedrear a éstas. La primera actitud
de Jesús fue guardar silencio, y recién ante la
insistencia respondió: El que esté libre de pecado,
que arroje la primera piedra. El Evangelio dice
que, en ese momento, comenzaron a retirarse
uno a uno comenzando por los más ancianos87.
De adolescente, al leer este episodio del
Evangelio, juzgaba a los ancianos como los más
pecadores por ser los primeros en marcharse,
mientras que los jóvenes destacaban por su
inocencia. Pero, pasado el tiempo, descubrí
en aquellos ancianos un rasgo de humildad:
la velocidad para reconocer las propias faltas;
porque aquel grupo de acusadores no se dividía
en pecadores y no pecadores, puesto que todos eran
pecadores, y todos tuvieron que dejar la piedra y
retirarse. La diferencia fue la humilde velocidad
de los ancianos para reconocer públicamente
la propia condición pecadora, mientras que los
jóvenes fueron de reacción lenta y soberbia. Los
ancianos eran hombres expertos en el arte del
examen de conciencia; en cambio, los más jóvenes
tardaron en comprender que Dios también los
interpelaba individualmente para que examinen
87 
Juan 8, 7-9.
118

sus corazones; y sólo cuando experimentan la


soledad al retirarse los mayores, comienza a sentir
la necesidad de revisar el interior del alma, hasta
descubrir la propia condición pecadora y soltar la
piedra con espíritu de misericordia.
* * *
Le pregunté a un drogadicto recuperado cómo
había logrado liberarse de su enfermiza adicción.
Me respondió que se sometió a un tratamiento
en el que, entre otras cosas, utilizaron una
técnica que consistía en hacer una filmación
de su comportamiento cuando estaba bajo los
efectos de la droga, y, luego, en los momentos de
lucidez, proyectarle la cinta. El resultado fue que
le avergonzó tan profundamente contemplar las
filmaciones de su conducta absurda e irracional,
que decidió terminar con la adicción de una
vez por todas. Aquella filmación le ayudó a
reconocer el mal que ya conocía, y el reconocerlo
fue su fuerza. No por nada se afirma que, si el
orgulloso supiese lo ridículo que aparece ante
quienes lo conocen, por orgullo sería más
humilde. Y algo análogo pasó con una joven de
Estados Unidos que fue sancionada reiteradas
veces por conducir a velocidad excesiva. El
tribunal optó por castigarla condenándola a
estar tres días en la guardia de un hospital para
accidentados, experiencia que le hizo cambiar de
actitud. De allí que nosotros debamos pedirle a
Jesús que nos ayude a enfrentarnos sin miedo
119

con nuestros pecados, pues éste es el comienzo


del camino hacia una auténtica conversión.
A veces pareciera que Dios prefiriera no
iluminar nuestra conciencia, porque nos cuesta
reconocer nuestras faltas, y una cruda visión de
los pecados podría deprimirnos demasiado. Si
bien es cierto que tal depresión probablemente
no llegue al punto del desmayo, sí podría
conducirnos a estar callados en medio de la
alegría familiar, o al malhumor, o al carácter
agrio; y por eso tal vez Dios no quiera mostrarnos
con claridad nuestras faltas, puesto que sabe
que se corre el riesgo de que descarguemos el
malhumor sobre nuestro prójimo inocente.
Muchos manifiestan este problema cuando,
al confesarse, dicen al sacerdote que les
gustaría hacerlo con más frecuencia, pero que,
sinceramente, no encuentran pecados de los que
arrepentirse. Dejando a un lado el caso de quienes
digan esto por defectuoso autoconocimiento u
orgullo, y centrándonos en quienes lo afirman
seriamente, bastaría con sugerirles que, la
noche anterior a la confesión, cuando la familia
esté en pleno reunida para cenar, expongan la
cuestión en estos términos: –Mañana quisiera
confesarme pero no recuerdo que haya cometido
pecado alguno... ¿podríais ayudarme? –, y ya te
imaginarás a los hijos y al cónyuge del interesado
refrescándole abundantemente su memoria.
Pero, no obstante este mecanismo de probada
eficacia para los más exigentes, quisiera que
120

reflexionásemos acerca del motivo por el que


hay gente que sinceramente no visualiza sus
pecados en el examen de conciencia. En primer
lugar, te diré que una de las posibles causas
reside en la soberbia que nos lleva a deprimirnos
demasiado al tomar consciencia de nuestras
faltas, porque, así como hay personas a quienes
les agobia no poder pagar una deuda (que
hará que ejecuten a un amigo suyo presentado
como garante), hay quienes, al ver sus faltas,
se deprimen demasiado, y entonces Dios se
siente inhibido de iluminarles sus conciencias,
pues quedarían tirados por el suelo. De este
peligro ya nos prevenía San Josemaría cuando
aludía a la falta de humildad propia de esas
depresiones, porque ves o porque descubren tus
defectos88. Por tanto, pidámosle a Dios fortaleza
para aceptar con alegría y serenidad las luces
de la gracia que ilustran nuestra conciencia y
promueven nuestra conversión, para que, al
igual que aquellos humildes ancianos, seamos
los primeros en reconocer nuestras faltas ante
Dios y ante nuestros hermanos. Y te dejo una
pregunta: En casa, cuando hay una riña o un
conflicto de culpas compartidas, ¿soy el primero
o el último en reconocer mi responsabilidad?

88 
San Josemaría Escrivá, Surco 262.
121

30 de enero
RES NON VERBA

El 30 de enero de 1948 murió Mohandas


Karamchand Gandhi, pensador y político
de la India, conocido con el sobrenombre de
Mahatma Gandhi (Mahatma significa alma
magnánima). Luchó pacíficamente contra
el dominio británico en la India; conoció a
la Madre Teresa de Calcuta y se impresionó
con ella; y, si bien admiró a Jesucristo por sus
principios y sabiduría, dijo: Yo sería cristiano
si no fuera por la vida que llevan los mismos
cristianos, pues en sus años europeos presenció
el negativo contraste entre la fe y la vida de
muchos cristianos.
Para la conversión de los corazones el
testimonio de vida es más importante que la
palabra: res non verba, hechos no palabras. Ya
nos lo decía el Papa Francisco al inicio de su
pontificado: Hay que predicar el Evangelio, y, si
es necesario, con palabras. Jesucristo es el Verbo
de Dios, y, si verbo en latín significa concepto,
palabra, Jesucristo es el Verbo o Palabra (con
mayúsculas). Por eso, cuando aludimos al
misterio de su Encarnación, decimos: El Verbo
se hizo carne y habitó entre nosotros89. Jesucristo
es la Palabra encarnada en plenitud, y los santos
cooperan encarnando de modo significativo

89 
Juan 1, 14.
122

aspectos de esa Palabra: la Madre Teresa de


Calcuta: la caridad, San Francisco de Asís:
el desprendimiento de los bienes materiales,
Santo Tomás Moro: la valentía como ciudadano
cristiano. Jesús es encarnación del entero
Evangelio, mientras que los santos encarnan de
modo vivo sólo algunos versículos o capítulos.
* * *
Guillermo tiene veinte años y es católico
practicante. Su amigo Federico –de la misma
edad– lo fue años atrás, pero ya no reza ni
participa de la Misa dominical, pues alega haber
perdido la fe. Guillermo habla con un grupo
de amigos comunes y les dice que ha pensado
invitar a Federico a tomar un café para tener
con él una larga conversación sobre la fe. El
objetivo es remover su alma y procurar que
se confiese y vuelva a la Misa dominical. Los
amigos aprueban la idea y le dicen que rezarán
para que su idea prospere.
Un sábado por la mañana, sentados en un
bar, con el desayuno servido, comienza la
conversación. Guillermo procura hacer entrar
en razones a su amigo, pero éste se defiende
inteligentemente: Guillermo, yo valoro tu interés
por mí, pero no pienso ir más a Misa porque no
tengo fe, y te advierto que tú tampoco la tienes,
porque, si realmente tuvieras fe, irías a Misa no
sólo los domingos, sino todos los días, porque quien
tiene fe en la Eucaristía y no va a Misa todos
123

los días, miente. La Eucaristía en un misterio


demasiado grande para ir a Misa sólo una vez
a la semana. Guillermo quedó aturdido por
la lógica implacable de estas palabras dichas
en tono respetuoso y amistoso, y concluyó la
conversación.
A los pocos días, cuando Guillermo se reúne
con sus amigos, éstos le preguntan:
–¿Cómo te fue?
–¡Muy bien!
–¿Así que has podido convertir a Federico?
–No, no pude convertirlo.
–Y entonces, ¿por qué dices que te fue bien?
–Porque él me convirtió a mí; ahora voy a Misa
todos los días, no sólo los domingos.
Recuerdo otro episodio semejante, cuando
siendo capellán de un colegio pregunté a los
niños que poco antes habían recibido la primera
Comunión:
–¿Qué vale más: una Hostia consagrada en la
que está Jesús o un billete de 100?
–Me miraron con cierta violencia facial,
respondiéndome al unísono: –¡La Hostia!
Y repliqué: –Y entonces, ¿por qué en el recreo
largo del mediodía, en el que tienen tiempo de
sobra para participar de la Misa, no lo hacen? ¿Si
cada vez que participan les obsequiaran con un
billete de 100, asistirían o seguirían jugando al
fútbol en el patio hasta que acabase el recreo?
124

Los niños me miraban reflejando una


sana inquietud de conciencia, pues habían
comprendido el llamado a vivir una fe coherente,
porque si les dieran un billete de 100 la capilla
explotaría de alumnos todos los días y, además,
no dejarían de avisar a sus amigos y familiares
para que asistiesen. Y esta experiencia me hizo
recordar lo que Federico alegó a Guillermo: Tú
tampoco tienes fe, porque, si la tuvieras, irías a
Misa todos los días.
San Josemaría decía: Ojalá fuera tal tu
compostura y tu conversación que todos pudieran
decir al verte o al oírte hablar: ¡éste lee la vida de
Jesucristo! 90 Tal vez nuestra propia vida, más que
estimular una afirmación de este tipo, genere un
interrogante, de modo que quien nos observa
cotidianamente, en vez de decir ¡Éste lee la vida
de Jesucristo!, sorprendido o acostumbrado
a nuestras incoherencias, se sienta movido a
exclamar: ¿¡Cómo!?, ¿éste lee la vida de Jesucristo?
Por eso, así como en el Ángelus decimos que el
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, valdría
la pena que, al rezar esta oración cada día, le
pidamos a Jesús fortaleza para ser coherentes y
encarnar en cada día de nuestra vida cotidiana
algún versículo del Evangelio.

90 
San Josemaría Escrivá, Camino 2.
125

31 de enero
EL PLUMERO

H abía un ciego, llamado Bartimeo… que


pedía limosna, y al escuchar que pasaba Jesús
Nazareno, comenzó a gritar: ¡Jesús, Hijo de David,
ten compasión de mí! Los presentes le reprendían
para que callase, pero, cuanto más lo hacían, más
gritaba: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús
dijo: Llamadle. Le dijeron: ¡Ánimo, levántate, que
te llama! Y el ciego, arrojando su manto, de un salto
se acercó a Jesús. Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que
te haga? Maestro, que vea. Jesús le dijo: Vete, tu fe te
ha salvado. Y al instante recuperó la vista y lo seguía
por el camino 91.
Los que rodeaban al ciego primero lo
increpan, pero luego transmiten a Bartimeo, de
modo animante, el llamado de Jesús: ¡Ánimo,
levántate, que te llama! Y si nosotros queremos
acercar a nuestros hermanos y amigos a Dios,
primero debemos hacer que sus corazones estén
alegres, porque nada prepara mejor el alma para
la gracia como la alegría. Un corazón sin alegría
no es tierra fértil para el Evangelio, sino tierra
dura como la que está junto al camino (iuxta
viam), o indiferente como el terreno pedregoso de
un ánimo mal dispuesto (super petram), o llena
de rencor cual terreno espinoso (inter spinas)92.
91 
Marcos 10, 46-52.
92 
Cf. Canals, Salvador, Ascética meditada, Madrid 1978, p. 74,
donde comenta la parábola del sembrador (Mateo 13, 1-23).
126

Jesús prometió su eficacia a los rostros amables,


a los modales cordiales y a la palabra clara y
persuasiva que forma sin herir: Bienaventurados
los mansos, porque poseerán la tierra93. Por eso es
que la alegría es el sacramento de la sonrisa. Si
los sacramentos son signos visibles y eficaces de
la gracia instituidos por Jesucristo para nuestra
salvación, la sonrisa cumple, análogamente, esta
misión, pues quienes mejor dispuestos están
para escucharnos hablar de Dios son aquellos
con quienes hemos cultivado nuestra amistad y
alegría; pero sin amistad y sin alegría la semilla
no arraiga: iuxta viam, super petram, inter
spinas...
* * *
Con respecto a la importancia de alegrar
el corazón de quien deseamos que escuche
la palabra de Dios, vale la pena recordar un
episodio clave en la vida de San Juan Bosco,
cuando a un muchacho golpeado por la vida,
con el rostro serio y adusto, sin ganas de sonreír
ni de escuchar consejos de nadie, primero le
hizo esbozar una sonrisa (sana táctica pastoral)
y luego lo ayudó a llegar a Dios.
La historia tuvo lugar el 8 de diciembre de
1841, cuando un sacristán vio a un muchacho
en un rincón de la sacristía y le preguntó si
quería ayudar a Misa. Como le dijo que no
sabía, el sacristán, furioso, le respondió: ¡Animal!
93 
Mateo 5, 4.
127

Si no sabes ayudar a Misa, ¿para qué estás en


la sacristía?, y pegándole con un plumero lo
ahuyentó. Justo llegaba Don Bosco, quien,
al ver la escena, conminó al sacristán a que
buscara al niño. El sacristán salió corriendo con
el plumero en la mano, y el muchacho, sin saber
que lo perseguían en son de paz, corría más.
Finalmente le dio alcance y lo convenció para
que volviera. Don Bosco invitó al muchacho a
escuchar Misa, pues luego deseaba hacerle una
propuesta.
Al acabar la Misa lo llevó al coro: ¿Cómo te
llamas? Bartolomé Garelli. ¿De dónde eres? De
Asti. ¿De qué trabajas? De albañil. ¿Tu padre
vive? No, murió. ¿Y tu madre? También. ¿Cuántos
años tienes? Dieciséis. ¿Sabes leer y escribir? No
sé nada. Hasta este momento el muchacho no
lo miraba a los ojos, y mantenía su rostro serio
y adusto. Don Bosco prosiguió: ¿Sabes cantar?
No. ¿Sabes silbar? Sí. Esta respuesta afirmativa
Bartolomé la hizo alzando su cabeza y cruzando
una mirada sonriente con Don Bosco, por lo
que el santo había logrado su primer objetivo:
alegrar el corazón del discípulo. Y continuó el
diálogo: ¿Has hecho la primera comunión? No.
¿Vas al catecismo? No me atrevo. ¿Por qué? Porque
mis compañeros son pequeños y saben más. Y si yo
te enseñase, ¿vendrías? Con mucho gusto. ¿Vendrías
aquí? Si no me pegan con el plumero. ¿Cuándo
comenzamos? Cuando quiera. ¿Esta tarde? Sí. ¿Y
ahora? También.
128

Y poniéndose de rodillas comenzaron la


clase con un Avemaría. Y en esa plegaria Don
Bosco pidió a la Virgen, encarecidamente, con
todas las fuerzas de su corazón, que salvara el
alma de aquel muchacho; y lo hizo con tanta
fe que, al incorporarse, tuvo la intuición de
que Dios había fundado en su alma una obra
de apostolado juvenil. Al acabar la lección, Don
Bosco le dijo: Bartolomé, ¿volverás? Sí. Y añadió
Don Bosco: Pero hazlo con amigos. Y Bartolomé
volvió con nueve amigos, y todo creció tanto
que, cincuenta años después, Don Bosco diría:
En el Avemaría rezada el 8 de diciembre de 1841,
fiesta de la Inmaculada Concepción, en el coro de
la iglesia de San Francisco de Asís, con Bartolomé
Garelli, se encuentra la fuente del manantial de
bendiciones que descienden sobre nuestros esfuerzos
y los fecundan. Pues, en aquel Avemaría puse
toda mi alma, y la Virgen Santísima me escuchó;
y durante medio siglo, cada vez que le pedíamos
algo, ella simplemente volvía una y otra vez su
mirada hacia la fe de esa plegaria, y nos concedía
las bendiciones que necesitábamos.

In nomine tuo dulcis Iesu!


Santa Fe, 24 de noviembre de 2013

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