Estas comunidades vienen a ser la culminación de una tendencia de cambio solapado a lo largo del
Epipaleolítico, así hay prehistoriadores que no distinguen entre Epipaleolítico y Mesolítico pero otros
consideran que:
- Las sociedades del Epipaleolítico estaban muy enraizadas en usos y costumbres de tiempos
glaciares mostrando una continuidad cultural respecto al pasado, y
- Las sociedades del Mesolítico poseían una nueva impronta cultural representando una clara ruptura
respecto de las costumbres precedentes.
Los primeros pueblos aparecen en el Próximo Oriente hace 12.000 años con la Cultura Natufiense,
mientras que en Europa lo hacen hacia 8.500 BP en el arco atlántico en un momento cumbre postglaciar
caracterizado por las altas temperaturas y humedad, “óptimo climático”.
b) Diversificación de la dieta:
La subsistencia se cimentó en la búsqueda de todo tipo de recursos alimentarios, en una dieta
diversificada basada en todo tipo de animales y plantas, aunque la caza mayor sigue siendo la principal
parte de la dieta pero no se prescinde de la caza menor representando un suplemento.
No obstante, para ampliar la dieta se intensificaron las prácticas alternativas a la caza, como la recogida
de moluscos marinos, la pesca en ríos y en el mar, y la recolección de vegetales.
Los yacimientos concheros proliferaron por la costa, siendo acumulaciones de restos arqueológicos
entre los que sobresalen los restos de conchas marinas, pero también huesos y piezas líticas.
La Cultura Kebariense se extiende por Palestina e Israel entre el 19.000 y el 14.500 BP, ocupando cuevas y
lugares al aire libre en sitios de altura pero sobre todo en zonas llanas junto a los wadis, que son valles que
permanecen secos la mayor parte del año pero que recobran el caudal con las lluvias estacionales. Estos
eran los lugares preferidos por su cercanía a los ecosistemas con mayores recursos.
La tecnología industrial se basaba en laminillas, sobre todo micropuntas, laminillas de base truncada y
laminillas de dorso curvo. Mientras que la industria ósea era muy pobre con pocas puntas, punzones y
bruñidores.
Lo más llamativo eran unos artilugios líticos que se han vinculado con las labores de molienda, aunque no
se han detectado restos de cereales o leguminosas silvestres.
La subsistencia se basaba en la caza de gamos, cabras y gacelas, junto con moluscos litorales. En cuanto a
los enterramientos no eran muy comunes.
Las cabañas, con forma circular o elíptica, son de planta próxima a los 10 m. de diámetro máximo, con una
base perimetral de una hilada de altura trazada con piedra seca o con una mezcla de arcilla endurecida y
mortero.
En el repertorio industrial sobresalen las piezas microlíticas, sobre todo los segmentos geométricos que
podrían haber servido como puntas de caza o dientes de hoz para recolectar plantas silvestres. Además
contaba con muescas, denticulados y perforadores.
En el repertorio de hueso se han encontrado punzones, azagayas biapuntadas, anzuelos, arpones de una
hilera de dientes y mangos de hoz.
Pero lo más sorprendente son las piezas macrolíticas realizadas con una técnica desconocida hasta
entonces: el pulimento, que permitió confeccionar morteros, molederas, molinos, alisadores…. que se
usaron para el procesamiento de vegetales, aunque los residuos reconocidos no pertenecen a plantas sino
que son restos de ocre. Esta técnica también se uso para realizar recipientes de piedra de poca
profundidad y superficies pulidas como en los cuencos de piedra para productos o agua.
También se han hallado restos de colecciones de materias primas exóticas, sobre todo piedras de ágata
natural alisadas y los fósiles, y en el adorno personal hay muchos colgantes.
La cultura natufiense recurrió a una economía de amplio espectro con el protagonismo de la caza mayor y
como principal pilar de la dieta, la gacela ya que era muy abundante en la región que permiten pensar en
rutinas especializadas de caza. Además se completaba con la cabra salvaje, caballo, bóvido, jabalí, zorro,
liebre, tortuga y varias especies de aves, con la pesca en agua dulce y el consumo de plantas y semillas,
recolectándose cereales con un alto valor nutritivo, así como frutos.
Esta variedad de fuentes es típica de una económica diversificada pero las pruebas realizadas a partir del
esmalte de los dientes humanos han revelado una serie de deficiencias nutricionales hasta el punto de que
la estatura humana disminuyo con el tiempo.
La existencia de enterramientos es un rasgo típico del Natufiense, se realizaban bajo el suelo de las
viviendas pero también en zonas anexas al poblado a modo de necrópolis o cementerios, con Ain Mahalla
PREHISTORIA I – Las primeras etapas de la humanidad
4 Tema 13 – El Mesolítico
como ejemplo. En general, el cadáver se encuentra en posición decúbito supino lateral y con la cabeza
orientada al Norte. Así mismo, se les impregnaba de ocre y presentaban como ajuar una serie de figurillas
talladas en piedra y hueso, entre restos de animales de ofrendas alimenticias.
En el arte mobiliar, los natufienses fueron muy pródigos, siendo las imágenes más interesantes ciertos
motivos geométricos grabados en los morteros, los mangos de las hoces cuentan con representaciones
naturalistas de animales esculpidas, y unas esquemáticas cabezas humanas de rasgos anatómicos muy
simples.
Se ha registrado un amplio abanico de instrumentos líticos como raederas, buriles, muescas, denticulados,
perforadores y varios microlítos geométricos, sobre todo trapecios, pero también instrumentos de mayor
tamaño como azuelas o tajadores para tallar madera y hachas para cortar árboles y desbrozar terrenos
muy comunes en el Báltico meridional como objetos de intercambio.
En cuanto a los instrumentos en hueso y asta se han encontrado punzones, espátulas, puntas, arpones,
anzuelos y unos peculiares peines dotados de mango. La diversidad de arpones es tal que se da cuenta de
una variabilidad funcional relacionada con tácticas específicas de captura de presas, e incluso la forma de
cada arpón varía en cada territorio.
Pero las piezas más llamativas están hechas en materias vegetales, existiendo una rica artesanía en madera
y vegetal para elaborar instrumentos de caza, pero sobre todo artilugios muy diversos para la navegación y
la pesca. Entre ellos sobresalen unos arcos en madera de olmo, unos trenzados vegetales de Olelyst, restos
de trampas de pesca y dos barcas casi completas de laterales lisos y redondeados, popa cuadrada, 10 m. de
eslora y 0.5 m. de anchura, suficientes para 6/8 personas con sus aparejos, que sirvieron para el transporte
pero muy probablemente también para la pesca de la anguila.
En cuanto a la subsistencia, es una cultura de economía de amplio espectro, con recursos alimenticios
identificados de casi 80 especies de animales. La caza se centraba en el ciervo y en menor medida en el
jabalí, corzo, alce, uro, gato montés, lince, zorro y lobo, mientras que la caza menor se centró sobre todo
en las aves, muchas de las cuales presentaban hábitos migratorios por lo que resultaría muy necesario
contar con experiencia en los ciclos estacionales y los ritmos de la naturaleza para su captura.
Además también se han hallado restos de vegetales, peces y moluscos, cuya relevancia podría haber sido
sobre todo estratégica ya que son recursos seguros y fáciles de recolectar en momentos críticos.
Pero la fuente alimenticia más importante era el pescado, reconociéndose más de 30 especies tanto de
agua salada como salobre y dulce. La pesca seria una actividad estacional y muy compleja a tenor de los
aparejos que han aparecido: anzuelos, redes, nasas, lanzas, arpones, trampas y empalizadas marinas para
la pesca masiva aprovechando la marea baja. En los estudios de paleodietas se muestra que el 70/90 % de
los alimentos procedían del pescado, por lo que los pueblos ertebollienses fueron ante todo pescadores y
vivieron en su mayoría de la mar.
En las costumbres funerarias, el ritual habitual fue la inhumación individual en decúbito supino, con un
ajuar modesto y un leve recubrimiento de ocre. Esto no impidió otros ritos como las cremaciones, los
cenotafios y las construcciones simulando barcas de madera. En ciertas tumbas se han hallado ajuares
ricos, llenos de colgantes, útiles, astas, y huesos de mamíferos o peces, que por regla general no parecen
representar más allá de rasgos individuales relativos a la edad o sexo, pero hay expertos que vinculan con
personajes de singular relevancia social.
Las expresiones artísticas no eran muy abundantes en el Ertebolliense, el objeto más relevante es un asta
de ciervo pulimentada y cortada en forma de Y, que presenta una decoración grabada a base de rombos y
hexágonos, enmarcando dos figuras de peces alargadas y esbeltas, del que hoy se desconoce su función.
Pero la prueba más importante de los patrones de intercambio fue la presencia de restos cerámicos en el
último periodo de esta cultura.
Los instrumentos habituales de esta cultura son raspadores, buriles, cuchillos y microlitos, siendo
particularmente interesantes unas puntas pedunculadas talladas con técnica de retoque por presión, pero
también se usaron piezas de mayor tamaño como hachas y azuelas con filos anchos, lados redondeados y
empuñadura corta.
El utillaje en hueso y asta presenta arpones, puntas barbeladas, puntas dentadas o arpones de pequeños
dientes, aunque los útiles más llamativos son los tallados en madera como por ejemplo los tres arcos de
conífera bastante avanzados, tanto de curvatura sencilla como compleja que superan los 2 m. de longitud.
Lo más fascinante de esta cultura fueron sus ritos funerarios existiendo mucha diferencia entre los ajuares,
hay tumbas que carecen de objetos y otras que presentan el cadáver rodeado de uno o varios centenares
de elementos.
Así, los hombres podían enterrarse con collares hechos de dientes de animales, puntas, alfileres de hueso y
cuchillos de pizarra, mientras que las mujeres se enterraban con collares de incisivos de castor. Aunque
parece que la acumulación de objetos variaba en función de prestigio y la relevancia social del individuo.
La mayoría de sus instrumentos son piezas macrolíticas, lo que les convierte en componentes muy pesados
tallados habitualmente sobre núcleos y grandes lascas. El útil más representativo de la cultura es el pico
asturiense, tallado toscamente sobre cantos rodados de cuarcita, con un extremo distal terminado en
punta roma y un extremo proximal sin tallar, que podría haber servido para desprender las latas de las
rocas o desenterrar tubérculos.
Por su parte, el utillaje microlitico es mínimo y el óseo es muy pobre.
En cuanto a la subsistencia, hay testimonios de caza de ciervos, corzos, rebecos, jabalíes….y prácticas
intensas de recolección de moluscos litorales, sobre todo una variedad pequeña de lapa que se recogía con
bastante comodidad, y en menor medida un pequeño caracolillo marino del tipo bígaro.
La contribución de otras fuentes de alimentación es incierta, no obstante, la presencia de restos de
lenguado indica la pesca esporádica en alta mar, mientras que la recolección de vegetales pudo ser notable
pero no existen pruebas de ello.
La elevada densidad de concheros apunta hacia un poblamiento denso en las áreas más productivas del
territorio, pero no hay más datos sobre territorialidad y sociedad. Así, los asentamientos no aparecen junto
a necrópolis, de hecho, los enterramientos asturienses conocidos son muy pocos, siendo inhumaciones
simples con algunos adornos personales, instrumentos y huesos.
Estos grupos se instalaron en parajes llanos y arenosos de las llanuras aluviales que cubren el tramo final
del río Tajo y la comarca del Sado, con poblados de carácter semi-permanentes con alta productividad,
gran riqueza de recursos naturales y elevada biodiversidad
El instrumental lítico incluía muescas, denticulados y raederas para las actividades de carácter doméstico,
aunque las piezas más numerosas son los microlitos geométricos (trapecios y triángulos).
El instrumental en hueso y asta era muy limitado y simple, que podría ser debido al uso de la madera.
Las prácticas de caza se centraron en el ciervo, jabalí y corzo, pero también se incluían animales de mayor
talla, carnívoros de talla media, pequeños lagomorfos y aves. Las conchas prueban la recolección de
moluscos de aguas salada, dulce y salobre.
Mientras que la pesca incluía especies de río y estuario, e incluso de aguas marinas, en cuanto a los
vegetales resulta complicado discernir su importancia.
Se puede resumir que poseían una dieta amplia, mixta con una proporción equilibrada de recursos marinos
y terrestres.
En cuanto a las prácticas funerarias, las fosas se abrían en el mismo campamento con la inhumación
individual aprovechando depresiones naturales o excavando unas pequeñas fosas en las que se depositaba
el cadáver en posición de decúbito supino o lateral, aunque hay posturas tan forzadas que parecen revelar
antiguas ligaduras.
Los ajuares contenían conchas perforadas, pocos útiles, restos de ocre y desechos de animales y moluscos,
no existiendo diferencias notables entre los ajuares.
El pilar de la dieta procedía en tres herbívoros: ciervo, corzo y jabalí, pero para completar la dieta se
recurría a la pesca de salmones, focas, rayas o tiburones. Las aves representaban otra notable fuente de
recursos aunque la proximidad de la costa facilitaba la recogida de una amplia variedad de moluscos
marinos como lapas, mejillones, caracoles de mar, ostras y almejas. Sin embargo, de lo que no tenemos
muchas pruebas es de la recogida de vegetales.
Las prácticas funerarias se basaban en la costumbre del enterramiento agrupado, así el ritual habitual
consistía en la inhumación en pequeñas depresiones u hoyos, donde se ocultaba un cadáver, y de manera
ocasional dos, en decúbito lateral, con las piernas replegadas y la espalda algo sobreelevada, con cierta
cantidad de adornos como collares y brazaletes, astas de ciervo, algunos útiles y restos de ocre.
Lo más llamativo son las diferencias de riqueza que presentan los ajuares, los niños se enterraban con
ajuares más sencillos que los adultos, en los que los varones se depositaban con ciertas conchas y las
mujeres con otras conchas diferentes. Pero hay tumbas que según los prehistoriadores presentan indicios
de desigualdad social más compleja.
Las pruebas sugieren que hombres y mujeres tuvieron formas de alimentación muy distintas, así las
mujeres consumían menos recursos marinos que los hombres.
En Oronsay existen 5 concheros con pruebas de la explotación sistemática de peces marinos cuya
contribución a la dieta pudo ser incluso superior a los moluscos.
Las cabañas de los poblados eran muy variables, de entre 5 y 30 m2, pero todas presentan la entrada
orientada hacia el río, con planta trapezoidal con un frente curvo y alzadas sobre un zócalo de piedra. El
suelo se cubría de tierra apelmazada encima del originario y se usaron vigas de madera hincadas para
soportar la estructura de la cubierta.
En el interior se excavaron pozos grandes y alargados junto a hogares delimitados por bloques de piedras
calizas.
El instrumental básico no contaba con muchas piezas líticas retocadas, mientras que en la industria sobre
hueso resulta abundante y diversa, sobre todo puntas y picos tallados en los que algunos presentan
decoración.
Su dieta responde a las economías de amplio espectro, así se han encontrado pruebas de la caza de corzo,
jabalí, auroch, zorro y aves, pero el pilar más importante era la pesca de río. A través de los análisis se ha
encontrado que el 60/88 % de la dieta se corresponde con recursos acuáticos y que las caries indican una
dieta baja en carbohidratos y alta en proteínas.
El ritual de inhumación era muy sencillo, por lo general, se realizaba en simples fosas con el cuerpo
depositado en posición decúbito supino aunque se han hallado huellas de un proceso de descarnado
previo e incluso hay cadáveres donde se intervino para la separación postmortem del cráneo.
No existen pruebas de diferencias de privilegio, de hecho los ajuares son muy modestos.
PREHISTORIA I – Las primeras etapas de la humanidad
8 Tema 13 – El Mesolítico
Los poblados consistentes y sus necrópolis anexas revelan unas comunidades muy estables en el territorio,
con un rango de movilidad reducido y una estabilidad sedentaria o semi-sedentaria.
En la cueva de Franchti, alrededor del 8.000 BP se intensifica la recolección de vegetales y la pesca marina
que lo implica una pericia técnica, habilidades notables y capacidad para tallar barcas adecuadas a tales
fines.
En torno al 7.200 BP se produce un cambio radical con la presencia de restos de trigo y cebada, de huesos
de oveja y cabra, de objetos de piedra pulimentada y de cerámica muy simple, signos de nuevos tiempos
vinculados al Neolítico, concretamente al Starcevo.
La neolitización en el Atlántico fue más problemática, cuando los neolíticos llegaron se hallaron con
poblaciones de cazadores-recolectores muy consolidadas, con hábitos muy estables y raíces muy fuertes.
Así la alta concentración de cazadores-recolectores en la costa impidió el avance de las comunidades
neolíticas hasta el mar, fijando una especie de frontera entre dos modos de vida pero el paso de tiempo
relajo tales costumbres y se inició un periodo de contactos culturales de hondas repercusiones.
En el 6.000 BP hay pruebas de intercambio entre pueblos costeros mesolíticos y los pueblos neolíticos
interiores. Estos trueques acabaron configurando una trama singular de relaciones culturales: los
cazadores-recolectores aceptaron cerámicas, penes, hachas….mientras que los neolíticos apenas arcos y
flechas. Fue un modelo de “intercambio asimétrico”. No obstante, es posible que grupos de cazadores
proporcionaran productos de importancia para la subsistencia como la caza.
El proceso de intercambio cultural se acentuó hacia el 5.000 BP con los primeros indicios de la adopción de
técnicas agrícolas, pastoriles y ganaderas entre los pueblos mesolíticos de la región. Los motivos apuntan
hacia un desequilibrio en las condiciones de vida de los cazadores-recolectores, quizás un incremento de la
población o un desabastecimiento y las hambrunas correspondientes.