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La construcción cultural de la subjetividad.
Ahora bien, Ortner profundiza más en esta suerte de estructuras de sentimiento, pensamiento y reflexión que son modeladas, organizadas y generadas por las formaciones sociales y culturales, es decir, en el marco de las maneras de ser, y cómo condicionan éstas a las maneras de hacer, en la búsqueda de sentido existencial.
Por tanto, pensando las maneras de ser la autora escribe:
En nuestros días hay formas de análisis cultural, sobre todo inspiradas en Foucault u otras corrientes del pensamiento post-estrucruralista, que destacan el hecho de que los sujetos y las posiciones subjetivas son construidos por los discursos y que tienen, por lo tanto, una semejanza superficial con la interpretación geertztana. Pero los sujetos aludidos en ese tipo de análisis se definen principalmente en términos de lugares políticos (“posiciones subjetivas") e identidades políticas (unos y otras por lo común subordinados): subalterno (en el sentido histórico y británico), mujer, otro racializado, etc. El ejercicio (el ejercicio del analista) no carece en modo alguno de importancia, pero es diferente de la cuestión de la formación de las subjetividades, estructuras complejas de pensamiento, sentimiento, reflexión, etc., que siempre hacen de los seres sociales algo más que meros ocupantes de posiciones específicas y simples poseedores de determinadas identidades. (Ortner, 2005)
En esta larga cita Ortner lleva acabo una diferenciación interesante, la subjetividad no solo puede ser definida en términos de posiciones en los campos sociales, sino por la formación de estructuras de sentimiento y pensamiento propias, (por qué no singulares), que se producen en la subjetividad del sujeto. Es decir, la búsqueda del sentido existencial del sujeto está más vinculada a las complejas estructuras afectivas y reflexivas del sujeto específico, que a la identidad genérica de la posición en determinado campo social.
Mi intención aquí es señalar, simplemente, que este sujeto de producción cultural y religiosa no se define sólo por una posición específica dentro de una matriz social, económica y religiosa. Sino por una subjetividad compleja, una compleja serie de sentimientos y temores. Que tienen un papel central en todo el argumento. (Ortner, 2005)
Es decir, que la cultura no solo son símbolos y significados, textos, discursos y prácticas culturales, que representan un mundo, sino que también modelan a los sujetos de manera ajustada a esas representaciones, y es precisamente en ese ejercicio de modelado, donde se producen las estructuras de sentimiento y pensamiento, que son en última instancia la base de la especulación existencial.
Lo interesante de la estructura de sentimiento enunciada aquí es su complejidad reflexiva. Las formas culturales -discursos, prácticas- producen cierto tipo de mentalidad cultural -inclinada a mantener a la gente a distancia y ceremonializar el intercambio social- y al mismo tiempo una serie de angustias sobre la aptitud de salir airoso. La subjetividad en cuestión tiene una forma cultural determinada, pero también una manera de habitar esa forma que es reflexiva y angustiada con respecto a la posibilidad de fracasar.
Efectivamente, esta especulación existencial no es otra que reflexiva y angustiada. La base de las maneras de hacer que habitan las maneras de ser están nutridas de una angustia reflexiva, en tanto temor al caos (Geertz), a la muerte (Heidegger) o al “peso de la elección libre”, “la condena de la libertad” (Sartre).
Para Geertz, la angustia es uno de los ejes centrales de la condición humana, no solo de determinadas subjetividades culturales. Para Geertz el temor más básico de los seres humanos es el temor al caos conceptual.
Para el antropólogo norteamericano, pueden existir diferentes tipos de temor al caos, un tumulto de acontecimientos que no solo carecen de interpretaciones sino de interpretabilidad. El caos amenaza a los hombre y los enfr
La construcción cultural de la subjetividad.
Ahora bien, Ortner profundiza más en esta suerte de estructuras de sentimiento, pensamiento y reflexión que son modeladas, organizadas y generadas por las formaciones sociales y culturales, es decir, en el marco de las maneras de ser, y cómo condicionan éstas a las maneras de hacer, en la búsqueda de sentido existencial.
Por tanto, pensando las maneras de ser la autora escribe:
En nuestros días hay formas de análisis cultural, sobre todo inspiradas en Foucault u otras corrientes del pensamiento post-estrucruralista, que destacan el hecho de que los sujetos y las posiciones subjetivas son construidos por los discursos y que tienen, por lo tanto, una semejanza superficial con la interpretación geertztana. Pero los sujetos aludidos en ese tipo de análisis se definen principalmente en términos de lugares políticos (“posiciones subjetivas") e identidades políticas (unos y otras por lo común subordinados): subalterno (en el sentido histórico y británico), mujer, otro racializado, etc. El ejercicio (el ejercicio del analista) no carece en modo alguno de importancia, pero es diferente de la cuestión de la formación de las subjetividades, estructuras complejas de pensamiento, sentimiento, reflexión, etc., que siempre hacen de los seres sociales algo más que meros ocupantes de posiciones específicas y simples poseedores de determinadas identidades. (Ortner, 2005)
En esta larga cita Ortner lleva acabo una diferenciación interesante, la subjetividad no solo puede ser definida en términos de posiciones en los campos sociales, sino por la formación de estructuras de sentimiento y pensamiento propias, (por qué no singulares), que se producen en la subjetividad del sujeto. Es decir, la búsqueda del sentido existencial del sujeto está más vinculada a las complejas estructuras afectivas y reflexivas del sujeto específico, que a la identidad genérica de la posición en determinado campo social.
Mi intención aquí es señalar, simplemente, que este sujeto de producción cultural y religiosa no se define sólo por una posición específica dentro de una matriz social, económica y religiosa. Sino por una subjetividad compleja, una compleja serie de sentimientos y temores. Que tienen un papel central en todo el argumento. (Ortner, 2005)
Es decir, que la cultura no solo son símbolos y significados, textos, discursos y prácticas culturales, que representan un mundo, sino que también modelan a los sujetos de manera ajustada a esas representaciones, y es precisamente en ese ejercicio de modelado, donde se producen las estructuras de sentimiento y pensamiento, que son en última instancia la base de la especulación existencial.
Lo interesante de la estructura de sentimiento enunciada aquí es su complejidad reflexiva. Las formas culturales -discursos, prácticas- producen cierto tipo de mentalidad cultural -inclinada a mantener a la gente a distancia y ceremonializar el intercambio social- y al mismo tiempo una serie de angustias sobre la aptitud de salir airoso. La subjetividad en cuestión tiene una forma cultural determinada, pero también una manera de habitar esa forma que es reflexiva y angustiada con respecto a la posibilidad de fracasar.
Efectivamente, esta especulación existencial no es otra que reflexiva y angustiada. La base de las maneras de hacer que habitan las maneras de ser están nutridas de una angustia reflexiva, en tanto temor al caos (Geertz), a la muerte (Heidegger) o al “peso de la elección libre”, “la condena de la libertad” (Sartre).
Para Geertz, la angustia es uno de los ejes centrales de la condición humana, no solo de determinadas subjetividades culturales. Para Geertz el temor más básico de los seres humanos es el temor al caos conceptual.
Para el antropólogo norteamericano, pueden existir diferentes tipos de temor al caos, un tumulto de acontecimientos que no solo carecen de interpretaciones sino de interpretabilidad. El caos amenaza a los hombre y los enfr
La construcción cultural de la subjetividad.
Ahora bien, Ortner profundiza más en esta suerte de estructuras de sentimiento, pensamiento y reflexión que son modeladas, organizadas y generadas por las formaciones sociales y culturales, es decir, en el marco de las maneras de ser, y cómo condicionan éstas a las maneras de hacer, en la búsqueda de sentido existencial.
Por tanto, pensando las maneras de ser la autora escribe:
En nuestros días hay formas de análisis cultural, sobre todo inspiradas en Foucault u otras corrientes del pensamiento post-estrucruralista, que destacan el hecho de que los sujetos y las posiciones subjetivas son construidos por los discursos y que tienen, por lo tanto, una semejanza superficial con la interpretación geertztana. Pero los sujetos aludidos en ese tipo de análisis se definen principalmente en términos de lugares políticos (“posiciones subjetivas") e identidades políticas (unos y otras por lo común subordinados): subalterno (en el sentido histórico y británico), mujer, otro racializado, etc. El ejercicio (el ejercicio del analista) no carece en modo alguno de importancia, pero es diferente de la cuestión de la formación de las subjetividades, estructuras complejas de pensamiento, sentimiento, reflexión, etc., que siempre hacen de los seres sociales algo más que meros ocupantes de posiciones específicas y simples poseedores de determinadas identidades. (Ortner, 2005)
En esta larga cita Ortner lleva acabo una diferenciación interesante, la subjetividad no solo puede ser definida en términos de posiciones en los campos sociales, sino por la formación de estructuras de sentimiento y pensamiento propias, (por qué no singulares), que se producen en la subjetividad del sujeto. Es decir, la búsqueda del sentido existencial del sujeto está más vinculada a las complejas estructuras afectivas y reflexivas del sujeto específico, que a la identidad genérica de la posición en determinado campo social.
Mi intención aquí es señalar, simplemente, que este sujeto de producción cultural y religiosa no se define sólo por una posición específica dentro de una matriz social, económica y religiosa. Sino por una subjetividad compleja, una compleja serie de sentimientos y temores. Que tienen un papel central en todo el argumento. (Ortner, 2005)
Es decir, que la cultura no solo son símbolos y significados, textos, discursos y prácticas culturales, que representan un mundo, sino que también modelan a los sujetos de manera ajustada a esas representaciones, y es precisamente en ese ejercicio de modelado, donde se producen las estructuras de sentimiento y pensamiento, que son en última instancia la base de la especulación existencial.
Lo interesante de la estructura de sentimiento enunciada aquí es su complejidad reflexiva. Las formas culturales -discursos, prácticas- producen cierto tipo de mentalidad cultural -inclinada a mantener a la gente a distancia y ceremonializar el intercambio social- y al mismo tiempo una serie de angustias sobre la aptitud de salir airoso. La subjetividad en cuestión tiene una forma cultural determinada, pero también una manera de habitar esa forma que es reflexiva y angustiada con respecto a la posibilidad de fracasar.
Efectivamente, esta especulación existencial no es otra que reflexiva y angustiada. La base de las maneras de hacer que habitan las maneras de ser están nutridas de una angustia reflexiva, en tanto temor al caos (Geertz), a la muerte (Heidegger) o al “peso de la elección libre”, “la condena de la libertad” (Sartre).
Para Geertz, la angustia es uno de los ejes centrales de la condición humana, no solo de determinadas subjetividades culturales. Para Geertz el temor más básico de los seres humanos es el temor al caos conceptual.
Para el antropólogo norteamericano, pueden existir diferentes tipos de temor al caos, un tumulto de acontecimientos que no solo carecen de interpretaciones sino de interpretabilidad. El caos amenaza a los hombre y los enfr
Ahora bien, Ortner profundiza más en esta suerte de estructuras de sentimiento,
pensamiento y reflexión que son modeladas, organizadas y generadas por las formaciones sociales y culturales, es decir, en el marco de las maneras de ser, y cómo condicionan éstas a las maneras de hacer, en la búsqueda de sentido existencial.
Por tanto, pensando las maneras de ser la autora escribe:
En nuestros días hay formas de análisis cultural, sobre todo inspiradas en
Foucault u otras corrientes del pensamiento post-estrucruralista, que destacan el hecho de que los sujetos y las posiciones subjetivas son construidos por los discursos y que tienen, por lo tanto, una semejanza superficial con la interpretación geertztana. Pero los sujetos aludidos en ese tipo de análisis se definen principalmente en términos de lugares políticos (“posiciones subjetivas") e identidades políticas (unos y otras por lo común subordinados): subalterno (en el sentido histórico y británico), mujer, otro racializado, etc. El ejercicio (el ejercicio del analista) no carece en modo alguno de importancia, pero es diferente de la cuestión de la formación de las subjetividades, estructuras complejas de pensamiento, sentimiento, reflexión, etc., que siempre hacen de los seres sociales algo más que meros ocupantes de posiciones específicas y simples poseedores de determinadas identidades. (Ortner, 2005)
En esta larga cita Ortner lleva acabo una diferenciación interesante, la
subjetividad no solo puede ser definida en términos de posiciones en los campos sociales, sino por la formación de estructuras de sentimiento y pensamiento propias, (por qué no singulares), que se producen en la subjetividad del sujeto. Es decir, la búsqueda del sentido existencial del sujeto está más vinculada a las complejas estructuras afectivas y reflexivas del sujeto específico, que a la identidad genérica de la posición en determinado campo social.
Mi intención aquí es señalar, simplemente, que este sujeto de producción
cultural y religiosa no se define sólo por una posición específica dentro de una matriz social, económica y religiosa. Sino por una subjetividad compleja, una compleja serie de sentimientos y temores. Que tienen un papel central en todo el argumento. (Ortner, 2005) Es decir, que la cultura no solo son símbolos y significados, textos, discursos y prácticas culturales, que representan un mundo, sino que también modelan a los sujetos de manera ajustada a esas representaciones, y es precisamente en ese ejercicio de modelado, donde se producen las estructuras de sentimiento y pensamiento, que son en última instancia la base de la especulación existencial.
Lo interesante de la estructura de sentimiento enunciada aquí es su
complejidad reflexiva. Las formas culturales -discursos, prácticas- producen cierto tipo de mentalidad cultural -inclinada a mantener a la gente a distancia y ceremonializar el intercambio social- y al mismo tiempo una serie de angustias sobre la aptitud de salir airoso. La subjetividad en cuestión tiene una forma cultural determinada, pero también una manera de habitar esa forma que es reflexiva y angustiada con respecto a la posibilidad de fracasar.
Efectivamente, esta especulación existencial no es otra que reflexiva y
angustiada. La base de las maneras de hacer que habitan las maneras de ser están nutridas de una angustia reflexiva, en tanto temor al caos (Geertz), a la muerte (Heidegger) o al “peso de la elección libre”, “la condena de la libertad” (Sartre).
Para Geertz, la angustia es uno de los ejes centrales de la condición humana, no
solo de determinadas subjetividades culturales. Para Geertz el temor más básico de los seres humanos es el temor al caos conceptual.
Para el antropólogo norteamericano, pueden existir diferentes tipos de temor al
caos, un tumulto de acontecimientos que no solo carecen de interpretaciones sino de interpretabilidad. El caos amenaza a los hombre y los enfrenta a los límites de sus capacidades analíticas, a los límites de sus poderes de resistencia y a los límites de su penetración moral (Geertz, 2003). Es decir, esta presencia difusa del caos conceptual es el producto del desconcierto, del sufrimiento, y de la sensación de paradoja ética insoluble de los sujetos (Geertz, 2003).
Estas angustias de la interpretación (entender) y la orientación (hacia donde ir),
despliegan la formulación central de las angustias humanas centrales propuesta por Clifford Geertz, en tanto