Anda di halaman 1dari 4
TEATRO PARA LOS NINOS LAS ACEITUNAS El ingenio de Lope de Rueda florecié durante el siglo XVI, suponiéndose que su nacimiento se produjo a principios del mismo. Fué director de una compaiiia de teatro y comediante 61 mismo, Figuran entre sus obras draméticas de importancia la ‘Comedia de los engafios’’, la de ‘Disputa y cuestién de amor’’, Pero las que le han dado verdadera celebridad son sus famosos pasos, diez en total, do los cuales reproducimos aqui ‘Las aceitunas”’, eserito on 1548, leno de gracejo y rusticidad, y decididamente indieado para su representacién por nifios. Lope de Rueda fallecié en Cordoba, Espafia, en 1565. Paso muy gracioso, en el cual se introducen las personas siguien- tes: Toruvio, simple viejo; Agueda de Toruégano, su mujer; Menci- giiela, su hija; Aloxa, vecino. Toruvio. — ;Valgame Dios y qué tempestad ha hecho desde el resquebrajo del monte ac4, que no pareeia sino que el cielo se queria hundir y las nubes venir abajo! Pues decid agora: ,qué os tendré aparejado de comer la sefiora de mi mujer? ; Asi mala rabia la mate! —jOislo? ;{Mochacha, Mencigiiela! Si todos duermen en Zamora—. jAgueda de Tornégano! ; Oislo? Mencictizia. — jJestis, padre! ;Y habéisnos de quebrar las puer- tas? Toruvio. — |Mira que pico, mira que pico! ,Y adénde esté vuestra madre, sefiora? Menciciiena. — Alla esté, en casa de Ja vecina, que la ha ido a ayudar a coser unas madejillas. Torvvio. — ;Malas madejillas vengan por ella y por vos! Andad y llamadla. Aaunpa. — Ya, ya, el de los misterios; ya vine de hacer una negra carguilla de lefia, que no hay quien se averigiie con él. Toruvio. — Si; jearguilla de lefia le parece a la sefiora? Juro al cielo de Dios que éramos yo y vuestro ahijado a cargarla y no podiamos. 0 Acura. — Ya, horamala sea, marido, jy qué mojado venis! Toruvio. — Vengo hecho uha sopa de agua. Mujer, por vida nuestra que me deis algo de cenar. Aevurpa. — ;Yo qué diablos os tengo que dar, si no tengo cosa ninguna? Menciciiera, — jJestis, padre y qué mojada que venia aquella lefia! Torvvio. — Si; después diré tu madre que es el alba. Aaunpa. — Corre, muchacha, aderézale un par de huevos para que cene tu padre, y hazle luego la cama. Yo os aseguro, marido, que nunca os acordasteis de plantar aquel renuevo de aceitunas que rogué que plantiseis. Torvvio. — jPues en qué me he detenido sino en plantarle como me rogaste? Aaurpa. — Callad, marido, gy adénde lo plantisteis? Torvyio. — Allé, junto a la higuera breval, adonde, si os acor- dais, os di un beso. Menctciizua. — Padre, bien puede entrar a cenar, que ya esté aderezado todo. AcuEDA. — Marido, jno sabéis qué he pensado? Que aquel re- nuevo de aceitunas que plantdisteis hoy, de aqui a seis o siete afios dar cuatro o cinco fanegas de aceitunas, y que poniendo plantas aqui y plantas alli, de aqui a veinticinco o treinta afios, tendréis un olivar hecho y derecho. Toruvio. — Eso es la verdad, mujer, que no puede dejar de ser lindo. Aqueps. — Mirad, marido: jsabéis qué he pensado? Que yo cogeré la aceituna y vos la acarrearéis con el asnillo, y Mencigiiela, nuestra hija, la vendera en la plaza. Y mira, mochacha, que no des menos el celemin que a dos reales castellanos. Toruvio. — ;Cémo a dos reales castellanos? No veis que es cargo de conciencia y que el fiel contraste nos multara cada dia y que hay que pedir sélo catorce o quince dineros por celemin? Acuepa. — Callad, marido, que el olivo es de la casta de Cérdoba. Toruvio. — Pues aunque sea de la casta de Cérdoba, basta pedir lo que tengo dicho. Aauupa. — No me quebréis la cabeza. Mira, mochacha, que te mando que no des las aceitunas a menos de dos reales castellanos el celemin. Toruvio. — ;Cémo a dos reales castellanos? Ven ac&é mochacha: ja cémo has de pedir?, Menciaiena. — A como quisiéreis, padre. = Torvvio. — A eatorce o quince dineros. Menoiciiera, — Asi lo haré, padre. Aquepa. — ;Cémo ‘‘asi lo haré, padre’’? Ven acé, mochacha: 5a e6mo has de pedir? Menoiciena. — A como mandéis, madre. Aauepa. — A dos reales castellanos. Toruvio. — ,Cémo a dos reales castellanos? Yo os prometo que si no hacéis lo que yo os mando, os tengo que dar mas de doscientos correazos. ;A eémo has de pedir? Menciciipua. — A como decis vos, padre. Toruvio. — A catorce o quince dineros, Mencictiira. — Asi lo haré, padre. Aguzpa. — ;Cémo asi lo haré, padre? Toma, toma, haz lo que yo te mando. Toruvio. — Deja a la mochacha. Mencictena, — j Ay, madre; ay, padre, que me mata! ALoxa, — jQué es esto, vecinos? ;Por qué maltratdis asi a la mochacha? Aauepa. — j Ay, sefior! ; Este mal hombre que quiere dar las cosas a menos precio y quiere arruinar mi casa: unas aceitunas que son como nueces! Torvyvio. — Yo juro por los huesos de mi linaje que no son ni como pifiones. Acuepsa. — Si son. Toruvio. — No son. ‘Anoxa. — Sefiora vecina, hacedme el favor de iros allé dentro, que yo lo averiguaré todo. Aqurpa. — Averigiie, o stimese del todo al duelo. Atoxa. — Sefior vecino, ,cudles son las aceitunas? Sacadlas aqui fuera, que yo las compraré, aunque sean veinte fanegas. Torvvio. — Que no sefior; que no es como vuesa mereed se ima- gina, que no estén las aceitunas aqui en casa, sino en la heredad. ‘AroxA. — Pues traedlas aqui que yo las compraré todas al precio que sea justo. Mernctciinna. — A dos reales quiere mi madre que se venda el eelemin. Auoxa. — Precio caro ése... Torvvio. — No le parece a vuesa merced? Mencictizna. — Y mi padre a quince dineros. Aroxa. — Dadme una muestra de ellas. Torvyio, — ;Valgame Dios, sefior! Vuesa merced no me quiere entender. Hoy he plantado yo un renuevo de aceitunas, y dice mi mujer —2— que de aqui a seis 0 siete afios dar4 cuatro o cinco fanegas de aceitunas, y que ella la coger y que yo la acarrearé, y la mochacha las venderd, Y que deberé pedir a dos reales por cada celemin; yo que no, y ella que si, y sobre esto ha sido la cuestién. Atoxa. — jAy, qué cuestién més graciosa! ;Nunca se ha visto otra igual! No estan plantadas las aceitunas jy ya ha sufrido la mo- chacha por ellas! Menciaiiena. — 4 Qué le parece, sefior? Toruvio. — No llores, rapaza. La mochacha, sefior, es como el oro. Agora andad y ponedme la mesa, que yo os prometo haceros un vestido de las primeras aceitunas que se vendan. Atoxa. — Agora andad, vecino, entraos ahi y estad en paz con vuestra mujer. Torvvio. — Adios. Atoxa. — Vaya un chaseo; jqué cosas vemos en esta vida! Las aceitunas no estén plantadas, y ya las hemos visto refiidas. Razin sera, que dé fin a mi embajada. TELON LOPE de RUEDA.

Anda mungkin juga menyukai