Tragedia
y
filosofía
S E IX B A R R A L
BARCELONA • CARACAS • M ÉXICO
Título original:
Tragtdy and Pbilosopby
(Doubleday and Company, Inc., Garden City, Nueva York)
Traducción de:
S a lva d o r O u v a
Printed in Spain
SU M A R IO
Introducción 13
Prólogo 17
I P la tó n : e l r iv a l co m o c r ít ic o
1 Antes de Platón 23
2 Referencias de Platón a los tres grandes. 32
3 La República 376-403 35
4 La República v i -v ii y x 45
5 Platón como poeta trágico 53
6 Las Leyes 57
II A r ist ó t e l e s: e l ju e z q u e sa b e
7 Introducción a la Poética 65
8 Su definición de tragedia 69
9 mimesis 74
10 spoudaios 80
11 ¿ “ piedad y temor” ? 83
12 catharsis 91
13 Los seis elementos: espectáculo y pensa
miento 96
)4 argumento y su pri
macía 100
15 ham artia e hybris 106
16 final feliz 121
E l ENIGMA DE “ EDIPO"
V H om ero y el n a c im ie n t o de l a t r a g e d ia
VI E s q u il o y la m uerte de l a t r a g e d ia
V II S ó fo cles: poeta de la d e s e s p e r a c ió n h e r o ic a
V III E u r í p id e s , N ie t z s c h e y S artre
[X S h a k e s p e a r e y l o s f il ó s o f o s
X La t r a g e d ia , h o y
Epilogo 53 1
Cronología 5 38-5 39
Bibliografía 545
Indice
I Temático 565
II Onomástico 570
Agradecimientos 583
[ 1]
[2 ]
[31
PLATÓ N :
E L R IV A L C O M O C R ÍT IC O
[1]
2. Números I I , 14, 15, 16, 23. 25 y el comicnzo del 26 tic la edición clá
sica de Diels. Todas las traducciones de los fragmentos citados en el libro son
mías, excepto en los casos específicamente acreditados. Arriba, la traducción del
número 34 es de Kirk. Víase la bibliografía. [En la versión española, todos los
fragmentos han sido traducidos a partir de la versión inglesa. N . dtl T.|
floreció hacia el año 500 a. de J. C., llevan las mismas inten
ciones, y tenemos que entenderlos de manera similar:
[ 2]
[3]
[4]
[5]
[ 6]
ARISTÓTELES:
EL JUEZ QUE SABE
[7]
[ 8]
[9]
lo. Cf. también Física, II.8 :99a: "en parte, el arte compleca lo que la ni-
tura lera nn puede realizar'*.
riamos aceptar lo que sigue: “ Lo ridículo es una forma de
fealdad” .11
Es perfectamente posible reírse de personas que no son ni
feas ni inferiores a nosotros o al hombre común. La diferencia
entre tragedia y comedia no está en el tema, sino que depende
del punto de vista adoptado. Una misma acción, que impli
que los mismos personajes, puede ser representada de una ma
nera trágica o de una manera cómica.
En su momento ya consideraremos la cuestión de si una
cosa es por sí misma trágica, y si un determinado sufrimiento
es digno de compasión, patético y no realmente trágico.12 De
momento es interesante observar que, por lo menos referente
a la comedia, las generalizaciones de Aristóteles eran falsas
incluso para su misma época. Aristófanes convirtió en perso
najes cómicos a Sócrates y Eurípides. Y Eurípides, en su A l
cestes, invitaba a la audiencia a que se riera de sus mejores per
sonajes, cosa que, por lo que parece, fue corriente en las obras
satíricas de los grandes poetas trágicos. Y viceversa: la idea
de que el sufrimiento de las personas que son inferiores a no
sotros, pero no totalmente perversas, son cómicos, depende
del hecho de que sintamos simpatías o antipatías para con
ellos.
Después que Lessing y Schiller rompieran la tradición
llevando al escenario tragedias burguesas, Georg Büchner es
cribió un drama revolucionario, WoyTgclí, donde dejó de lado
formas clásicas y nociones sobre héroes trágicos, y trató los
sufrimientos de un idiota de una manera completamente có
mica. Esta obra ha tenido muchos seguidores, incluyendo L a
muerte de un viajante de Arthur Miller. Por el momento no
[10]
20. “ Furcht und M¡tlcid". Htrmes (1955): reimpreso en Anttkt und Gtifn-
utirr Qber dit Tragddie. 1966. 1
Mientras los filólogos americanos e ingleses no dudan en
atribuir puntos de vista y confusiones primitivas a los textos
griegos, los eruditos alemanes se acercan a los textos griegos
con un sentimiento religioso y, a la manera de los teólogos,
vienen vino nuevo en odres viejos. Eso es lo que hasta cierto
punto hace Schadewalt en su largo e interesante artículo:
en ve?, de examinar sus sugerencias para ver si se adaptan en
todo lo que Aristóteles dijo acerca de eleos y phobos en la Retó
rica, se contenta —como si fuera un teólogo— con encontrar
un par de líneas que parecen estar de acuerdo con él, sin que
logre darse cuenta de que va mucho más lejos que Aristóteles.
Todo eso no es en modo alguno jugar con un par de pa
labras. Lo que está en juego es saber qué es lo trágico. En
la definición de Aristóteles, el elemento trágico aparece en la
forma de dos palabras que están destinadas a caracterizar tan
to la calidad de una acción como la respuesta que nosotros le
damos. Las acciones que provocan estas respuestas emociona
les son las que se sienten como trágicas; mejor dicho, una tra
gedia es una obra que provoca esta respuesta emocional. Ello,
según Aristóteles, es condición necesaria de la tragedia, pero
no suficiente. Tal como reza la definición, otras condiciones
tienen que estar presentes.
H e intentado mostrar dos cosas: el significado de la teo
ría aristotélica y lo que es nuestra respuesta emocional ante la
tragedia griega. En el proceso descubrimos una experiencia
distintiva, compuesta de humanidad y terror. N o tenemos
por qué dudar en añadir ahora que cualquier obra de teatro
que excite una poderosa experiencia de este tipo tiene razones
suficientes para exigir la denominación de tragedia.
[ 12 ]
Sólo nos falta considerar las pocas palabras que forman el res
to de la definición: “ y mediante titos y phobos produce...’’.
¿que es lo que produce?: /?» tSn toioutOn patblmatdn katbar-
sin. “ La purgación de dichas emociones” , dice Grube. “ La
purificación de esas acciones penosas o fatales que tienen di
cha cualidad", dice Else [1 9 5 7 ], refiriéndose a la cualidad de
ser digno de compasión y temible, o de despertar la experien
cia que intentamos describir. Entre los eruditos contemporá
neos, Else se encuentra bastante alejado de los restantes, aun
que Goethe hizo una interpretación de la catarsis muy similar
a la suya.21
Else cree que su exégesis se adapta muy bien a la Poética,
pero tiene que admitir que la otra única aparición de la pala
bra catharsis en el libro es completamente inútil c irrelevante
para el caso. H ay un pasaje en la Política donde Aristóteles
discute la palabra con cierto detalle [viii. 7 .4:42a]. “ La gran
debilidad de mi argumento” , dice Else, “ es que mi hipótesis
no se adapta al pasaje de la Política" [231]. Y yo creo que
esta debilidad es fatal.
He aquí lo que nos dice Aristóteles sobre la catarsis en su
Política: "L a s emociones que afectan fuertemente a algunas
almas están, de acuerdo con una gradación, presentes en to
dos; por ejemplo, eleos y pbobos, así como éxtasis. Referente a
esta última, muchos son particularmente propensos a experi
mentarla, y así vemos que, bajo la influencia de la música reli
giosa y canciones que nos llevan a una especie de frenesí aní
mico, aquéllos llegan a calmarse como si hubiesen sido trata
dos médicamente o bien purificados [katbarseBs], La gente
dada a eleos y pbobos, y en general la gente sentimental, y
otros que hasta cierto punto posean emociones similares, tie
nen que estar afectados de la misma manera, ya que todos
ellos deben experimentar una catarsis y un alivio placen-
m 22
tero .
En el contexto, el pasaje no deja lugar a dudas sobre el li-
[131
[14]
25. Solamente la trilogía que terminaba con Los Sttíe contra Ttbas tenía un
final catastrófico.
simplicidad. En el capítulo 10, distingue argumentos simples
y complejos y acentúa su preferencia por estos últimos. Un
argumento simple no tiene cambios repentinos ni reconoci
mientos, un argumento complejo tiene ambas cosas.
[15]
26. Jobnson oti Sbaktiptart: tuays and notts, ed. d e W alter Ralcigh, 1915 ,
p. 161 s.
27. Ibid.. p. 198.
dramático? ¿Acaso todos los autores dignos de ser considera
dos como tales no han declarado que tales fuentes son el te
rror y la compasión? Pues bien, ¿qué es lo que puede despertar
terror sino la representación del crimen triunfante?, y asimis
mo, ¿ qué puede causar mayor compasión que la descripción
de una víctima inocente?” .28 Aristóteles hubiera respondido
que una buena tragedia no tiene que provocar el máximo gra
do de pbobos y eleos, sino que tiene que despertar esas trágicas
emociones de manera que al final sea posible la catarsis, el ali
vio emocional. Pero si es ésta la finalidad, entonces no hay
ninguna necesidad de que la tragedia tenga que acabar mal.
En realidad vamos a encontrar motivos para creer que el pro
pio Aristóteles llegó a la misma conclusión, aunque el tipo de
argumento doble "donde al final los buenos son recompensa
dos y los malos castigados” fue considerado por Aristóteles
como el segundo de los mejores, por lo menos en el capítulo
1 3: " E s la debilidad de nuestras audiencias que lo colocan en
primer lugar, y los poetas siempre quieren complacer al públi
co” [ 5 3a].
(2) También se nos puede mostrar que los perversos
pasan de la desgracia a la felicidad. Este tipo de argumento,
dice Aristóteles, es el menos trágico de todos.
(3) También puede darse el argumento que nos mues
tra a una persona muy mala que pasa de ser feliz a ser desa
fortunada. De nuevo, dice Aristóteles, este argumento está
muy lejos de ser trágico porque es complaciente. El punto
central está en que en ninguno de los tres casos experimenta
mos eleos y pbobos.
(4) "N o s queda el caso intermedio: un personaje que
no se destaca ni por su virtud ni por su maldad, y que pasa de
la felicidad a la desgracia, pero a través de cierta hamartia.
Este personaje tiene que ser famoso o próspero, como Edipo,
28. "The juihor of Le¡ crimts dt l'jm our tu Villet erque. Hack Wr¡tcr’\ en
Marque* de Salle. Tbt 120 day> of iodom and olher urUmff. ed. y trad. de
Austryn W jin h ou se y Richard Scaver. 196 6. p. 124
Tiestes y demás hombres notables, de familias famosas"
(13:5 3aJ.
Sería pedante insistir en que la cuarta posibilidad que ha
bría que esperar es la de las buenas personas que pasan de la
desgracia a la felicidad. Es tan evidente que un argumento tal
no despertaría ninguna emoción trágica, que Aristóteles ni
tan sólo se molesta en mencionarlo. Su pensamiento da un
paso adelante: las cuatro posibilidades para los personajes
muy buenos y muy malos están agotadas, por lo que pasa a
un tipo de personaje intermedio. Con todo, hay otra posibili
dad que está omitida: la del personaje intermedio que pasa de
la desgracia a la felicidad; pero de todas maneras el desarro
llo opuesto despierta, evidentemente, más sentimientos
trágicos.
Aristóteles llega a su cuarto tipo caracterizado por la ha
martia, palabra que discutiremos inmediatamente, en la en
crucijada de dos líneas filosóficas, pero en modo alguno lo
hace de una manera inductiva, examinando cuidadosamente
las obras maestras de Esquilo, Sófocles y Eurípides. La pri
mera línea es a priori: sólo hay un número determinado de
posibilidades; de ellas excluye tres, dos no están ni menciona
das puesto que no son adecuadas. Solamente nos queda una.
Y sin embargo, d pensamiento de Aristóteles no es completa
mente abstracto; no es que pura y simplemente ignore toda la
evidencia. Antes de escribir el libro ya sabía a qué tipo de
modelo deberían aproximarse todas las tragedias. Su ideal,
como es costumbre en él, no está en ningún paraíso celes
tial, como las formas platónicas, sino que se encuentra en la
experiencia, y se trata, en este contexto, de Edipo rey.
ss. y en las notas de pp. 80 ss. Nuestras páginas, más que repetirse, se complemen
tan. Vale la pena señalar que Lattimore no encuentra ningún rasgo de la mala in
terpretación moderna de hybris antes de 1838: Karl Lehrs, "Vorstellung der
Griechen iiber den Neid der Gimer und díe Ueberhcbung", reimpreso en Popula
n Aufsáry aus dtm Allertbum, 1856 (2.a ed. aumentada: 1875). La segunda par
te del trabajo está subtitulada “ Ueberhcbung (Hybris)” , p. 86 s. A pesar de que
Lattimore no llegue a ver esto claramente. Vtbtrbebun^ es un término mucho más
feliz que "orgullo” {Srofy.
40. 1029, y dos veces en 883.
designar el injurioso crimen de Heracles, que asesinó a un jo
ven después de haberlo secuestrado, mientras éste estaba des
prevenido, precipitándole desde lo alto de un abismo [280].
M ás tarde, el coro pregunta al ama si observó con impotencia
el “ horror” del suicidio de Deyanira. Finalmente Heracles re
cuerda a los terribles enemigos que venció cuando estaba en
su mejor momento, y mientras recurre a epítetos, incluye hy-
bristfn juntamente con forajido (anomon) para describir un
centauro [1096].
La única mención en Filoctetes [391 ss] y las dos en Edi
po rey 41 no añaden nada más que sea pertinente. En Electra,
estos términos se encuentran más a menudo para designar
asaltos verbales desenfrenados; la mayoría de los traductores
utilizan “ insulto” .42 El primer uso de la palabra en la obra
une los dos significados: Electra describe cómo Egisto se
sienta en el trono de su padre, se pone sus vestidos y bebe en
el mismo lugar en que mató a Agamenón, y, “ para coronar su
ultraje” —o “ el supremo insulto” —, “ yace, después de haberle
matado, en el lecho de mi padre, al lado de mi miserable ma
dre’* [2 6 6 ss]. Egisto se ha desbordado y nada puede dete
nerlo.
Hybris y las otras dos palabras relacionadas con ella apa
recen muy a menudo en Á yax.4i El coro concluye su magnífi
co primer himno, que está dirigido a Áyax:
[16]
47. Tht "Pottics" o f Arístoile: its meamng and valut. 196}, p. 101.
les, se ha convertido en una fuente o en un medio de ganarse
la vida para una industria rápidamente creciente. Un salta
montes es una de las maravillas de la naturaleza, pero millo
nes de ellos son una plaga.
Aunque estos críticos no destruyan la literatura que les
nutre, oscurecen el paisaje. El enjambre que forman no deja
ver el bosque, y mucho menos los árboles cuando los insectos
van a celebrar una fiesta en las hojas.
Desde luego que los estudios formales pueden ser muy re
veladores, particularmente cuando la forma se enfoca como
un indicio más que como una finalidad en sí misma. Compa
rados con los platonizantes, que buscan únicamente la filoso
fía de los poetas, confundiendo los discursos de los personajes
por alocuciones y tratados (aunque la mayoría de ios platoni
zantes, a diferencia de Platón, buscan afirmaciones para ad
mirarlas), muchos de los que buscan precisión prefieren la he
rencia de Aristóteles. N o hay ninguna necesidad de reavivar
el mito de que “ cada hombre es o bien platónico, o aristotéli
co" o también “ no hay, ni ha habido, ni tampoco habrá más
que dos escuelas filosóficas: la platónica o la aristotélica” .48
Al contrario: Aristóteles fue más lejos que Platón, y de ello
hace ya mucho tiempo. Ya va siendo hora de que vayamos
más lejos de lo que fueron Platón y Aristóteles.
[17]
tagonista trágico: de Esquilo. Los persas. Las suplicantes, Agamenón y Las eume'ni-
des, y de Sófocles. A yax. Antf/pna, Las traqumias y Filoctetes. En las seis restan
tes. la acción está centrada en un solo protagonista, pero Orrstes en Las cot/oras y
la Electra y el segundo Edipo de Sófocles no están creados con ninguna falta trá
gica. Nos quedan únicamente Los Siete contra Tebas y Prometeo de Esquilo, y Edipo
rey de Sófocles, y cualquier lectura que intente explicar estas tragedias en términos
de faltas o defectos trágicos está completamente fuera de lugar. Además, parece
ser que las trilogías de Esquilo estaban destinadas a terminar felizmente, por regla
general, y de las siete tragedias conservadas de Sófocles, solamente tres tienen un
final catastrófico.
(1 0 ) H ay que estar en guardia cuando se habla de to
das las artes en general. Es mucho mejor hablar de una forma
artística por sí misma y preguntarse de vez en cuando si algu
nas generalizaciones se adaptan a otras formas o ramas del
arte.
118]
Para hacer justicia a una obra de arte como arte, no hay que
considerarla como imitación; tampoco hay que considerarla
como si estuviera al mismo nivel que los objetos ordinarios o
que los acontecimientos. En cierto modo es un triunfo del ha
cer como si, nos transporta a otro mundo que tiene un nivel
distinto de realidad.
2. 5a fib lt man Absicht und man isl irrslimal (IM ). casi siempre citado
Man mtrkf die Absicbl and man uird vtnlimmt.
trc tragedia e historiografía. Por el momento, basten unas pa
labras sobre ambas cosas.
El historiador intenta ampliar nuestros conocimientos y
tiene tiempo, espacio y medios para crear tipos, situaciones y
experiencias diferentes de las nuestras; puede traer a la luz
épocas perdidas. Un novelista, en muchos aspectos, trabaja
de una manera semejante y está más cerca del historiador que
del poeta trágico. El novelista construye un mundo e intenta
mostrarnos qué tipo de gente hay en él y cómo reacciona ante
djferentes circunstancias. Al igual que el historiador, siempre
puede darnos información suplementaria sin que nadie le re
proche el salirse por la tangente.
El hecho de que las tragedias griegas e incluso las de
Shakespeare sean mucho más cortas que las novelas de Tols-
toi, Dostoievski y otros grandes novelistas, no implica única
mente una diferencia cuantitativa, sino que hay también un
salto cualitativo. Los poetas trágicos se las arreglan con un
mínimo de información y un puñado de personajes. Tratan de
una acción representativa, única y breve, en la cual el sufri
miento humano se muestra con un tono muy alto, no contán
donos una historia extraña y exótica, sino hecha para movili
zar nuestro dolor, proporcionándole palabras y, muchas veces,
por no decir siempre, para mostrarnos cuán a menudo los
héroes engendran catástrofes.
En la tragedia griega, la catástrofe es central. Puede que
se muestre en la mitad de la tragedia y que desaparezca al fi
nal; pero nunca es un episodio mis, tal como ocurre en las
grandes novelas. En Crimen y castigo y en Los hermanos Kara-
rnáxpv, la catástrofe no desaparece ni tampoco ocurre al final
de la. novela. Resulta que al final el hecho no es catastrófico,
sino que forma parte de la educación del héroe. En Los her
manos Karamá^pv, no hay, desde luego, un solo héroe, pero
al final se nos asegura que Mitia y Aliosha serán mejores en
adelante. A na Karenina es algo similar. Ana “ es la hermana
postuma del Gretchen de Goethe [...] Su muerte, como la de
Gretchen, es infinitamente patética; a pesar de que su trans
gresión era obviamente mejor que la sociedad que la conde-
.nó; pero lo que importa esencialmente no es ni Gretchen ni
Ana, sino que, en un mundo donde la crueldad de este tipo
abunda tanto, Fausto y Levin deban persistir en su ‘oscura as
. •/ * ii 1
piraaon .7
En vez de llamar tragedias a algunas grandes novelas,
abandonando la útil distinción entre épica y tragedia, proce
deríamos mucho mejor señalando que algunas de las llamadas
tragedias no son sentidas como algo genuinamente trágico
porque se aproximan a la épica, especialmente el Fausto de
Goethe y algunas de las “ obras épicas" de Bertolt Brecht. La
diferencia entre una miniatura y un fresco no es únicamente
una diferencia de tamaño: la primera conviene más al retrato
de una cara, mientras que el otro conviene más a escenas que
comprendan un grupo de personas. Una novela y una nouvelle
[narración] no difieren solamente en longitud. El género cor
to, a su tiempo, desarrolló convenciones propias y primera
mente se esperaba que tratase de un incidente único y extraño
pero aparentemente corriente, y luego que fuera una especie
de variación sobre un momento culminante que más tarde te
nía que estar relacionado con un objeto material. El impacto
emocional de una historia de este tipo está destinado a ser di
ferente de un gran hecho épico que implica toda una estructu
ra social, muchos personajes y una gran cantidad de inciden
tes e interrupciones.
La litada, a pesar de que sea una obra épica y no una tra
gedia, es más trágica que la Odisea. Efectivamente, la Trage
dia ática debe mucho a la Ufada, y vamos a dedicar un capí
tulo entero a este poema. De todas maneras, los poetas trági
cos de Atenas desarrollaron un género nuevo con sus propias
convenciones, y el efecto de la tragedia es muy diferente del
de la épica.
3. Walter Kaufnunn, R tlig o n fio m T otstoy lo Camaj, 1961, p. ó. La nove
la se discute con más detalle en pp. 2-8.
El poeta épico y el novelista están por encima de los na-
| rradores que cuentan con absorber nuestro interés en una vas-
»ta narrativa, que nos importunan con incidentes o pasajes re
tardatarios y que encuentran lugares convenientes para largas
descripciones, discursos sobre la guerra, competiciones, políti
ca o reflexiones misceláneas. Comparado con Edipo rey,
Hamlet tiene algunas de las cualidades épicas, pero Hamlet no
es solamente más cercano a la tragedia griega que a una nove
la, sino que además es un drama destinado a ser visto y escu
chado en un asiento durante una sesión, y su impacto emocio
nal es el que tradicionalmente se ha asociado con la tragedia.
Una novela puede presentar un gran sufrimiento y termi
nar trágicamente, pero tradicionalmente la novela ha sido una
forma mucho menos concentrada que la tragedia. Y los nove
listas, al igual que los poetas épicos, han intentado crear una
imagen total de una sociedad y han trazado las aventuras o el
desarrollo de sus héroes durante un período de tiempo bas
tante largo. La cuestión de saber si una novela podría aproxi
marse a una tragedia, griega o shakespeariana permanece
abierta.
Es importante señalar que no todas lo hacen. Moby Dick
se apoya muchísimo en Shakespeare, incluso en la dicción de
algunos pasajes. Pero ello no es solamente un tour de forcé y,
en consecuencia, no cuaja con el genio de la novela, la cual in
vita a mezclar géneros, incluyendo la sátira, la comedia y
toda suerte de incursiones. Moby Dick. está llena de incursio
nes y éstas nos impiden pensar que se trata de una tragedia.
Es una obra épica fuertemente influida por la tragedia. Pode
mos llamarla trágica, incluso de la misma manera que deci
mos que las novelas de Kafka son tragicómicas; pero no po
demos llamarla tragedia, de la misma manera que no decimos
que es El castillo una tragicomedia.
[19]
[ 20 ]
[ 21]
sayo ( 100 pp.) sobre "The ¿nnocence of Oedipus: the philosophers on Otdipm tbt
King . en Arto». IV. n." 3, IV. n.° 4 y V. n.° 4. Los únicos filósofos considera
dos son Platón —que nunca mencionó la obra— y Aristóteles, a quien le discute la
noción de hamania. diciendo,que Edipo era inocente: “ Hay que ignorar a Aristó
teles y leer Edipo rty como una tragedia del destino. Pero todavía nos queda el
problema de por que una tragedia sobre el destino tiene que ser tan conmovedo
ra’ (V. p. 52 3). Esta cita está al final del ensayo y en las dos páginas que le que
dan, su respuesta, al igual que todo su trabajo, está muy lejos de ser incisiva. Pero
üould parece distinguir dos aspeaos muy distintos: '
"L os filosofas | ...) quieren que aceptemos la carga de nuestros fracasos. Efec
tivamente. nuestros padres y maestros nos han dicho lo mismo Si el destino
puede destruir a un hombre inocente, es posible que nosotros no merezcamus nin
guna culpa por nuestros fracasos. Esto es una buena razón, pero evidentemente no
es ninguna explicación al problema de por que Edipo rey nos conmueve tan pri>-
fundamente. Al leer o ver la obra, no sentimos este gran alivio. Y si el poeta hu
biese querido cristalizar este aspecto mediante su argumento, uno estaría tentado
de considerar su obra como un fracaso.
El segundo aspecto de Gould parece ser el de que la obra "nos permite revivir
lo que hemos guardado fuera de nuestra conciencia", lo cual nos lleva a Freud;
pero ninguno de estos dos aspeaos Pega a distinguir entre el viejo mito y la obra
de Sófocles.
Y por lo que a la "inocencia de Edipo" se refiere, E. R. Dodds la considera
enteramente compatible con el concepto aristotélico de hamartia (hemos citado la
interpretación de Dodds en la nota 29 del apartado 15). Y además señala que
"Sólo para mencionar trabajos recientes en inglés, los libros de Whitnian, Wal-
dock, Lctters, Ehrenberg, K.nox y Kirkwood |...|, todos están de acuerdo sobre la
inocencia moral esencial de Edipo" ( 1966. p. 42). También Dodds está de acuer
do. lo mismo que yo.
ción aristotélica y de la concepción vulgar, que consideraban
la obra como una tragedia del destino, y, además, ensanchó
considerablemente nuestra comprensión de la obra.
La interpretación de Freud está expresada brevemente en
el primer texto que escribió sobre el complejo de Edipo; se
trata de una carta a Wilheim Fliess, fechada el 15 de octubre
de 1897. Poco más de dos años antes había publicado L a in
terpretación de los sueños. Freud escribió a su amigo:
[ 22]
8. Para sus nombres, véase Otto Rank. Dai Inyu-Moliv in Dichiusg ui:d
Sag¡r, I 12. p 23 S. F.n el mundo de habla inglesa, este libro es menos conoció»
que el Hamlei and On/ipus de Ernest Jones, pero el desarrollo y las aplicaciones de
las ideas de Freud son incomparablemente más interesantes.
9. Suetonio. Vida de Julia Cñar, cap. 16.
10. Ibid.. cap. 7.
más que un toque francés) a un tercer hombre, Filoctetes.
Además, Yocasta nunca fue feliz con Edipo. Otros autores de
obras sobre Edipo son John Dryden y Nathaniel Lee [en co
laboración, 1679] y Hugo von Hofmannsthal [1906].
Todo ello puede ayudarnos a deshacer el insistente equívoco
de que el Edipo de Sófocles es el único Edipo y de que su ar
gumento es el único argumento.
Es de gran importancia metodológica comparar la ver
sión del poeta con los tratamientos previos del mismo material
para descubrir, si es posible, su originalidad, sus innovaciones
y sus acentos distintivos. Por lo que a esto se refiere, unos po
cos detalles pueden satisfacernos.
Las versiones más antiguas conocidas de la historia de
Edipo se encuentran en la litada y la Odisea, y ambas difieren
notablemente del argumento de Sófocles. La explicación
completa comprende diez versos [271-280] en el canto xi de
la Odisea, cuando Ulises desciende a los infiernos:
12. Lo* trabajos y los días, 163: "en Tebas de las siete puertas, cuando lu
charon por los rebaños de Edipo". Es posible que se refiera a la batalla donde, se
gún la Ihdtta, cayó Edipo.
I 3. Fragmento 24. en Hesíodo, The Homeric bymrn and Homérica, trad. de
Hugh G. Evelyn-White. Locb Classical Labrary. 1914. «lición revisada. 1936,
p 172 s : cf. fragmentos 99A y 99. Se dice que Adrasto ha sido el único de los
“ siete contra Tebas' que han sobrevivido al ataque de la ciudad, y Argeida fue la
esposa de Polinices.
14. Pausanias. ix í lO: "A juzgar por lo que dijo Homero, no creo que
Edipo tuviese ningún hijo con Yocasta: sus hijos nacieron de Euriganea, tal
como nos dice claramente el escritor de la épica llamada la Edifodta" (ibid..
p. 482 s). Para comentarios adicionales, véase, más abajo, n. 18.
ello es consistente con el tratamiento de Homero, la diferen
cia con el de Sófocles es sorprendente. En ambas obras épicas
y en Las fenicias, de Eurípides, Edipo se retira y no muere en
el exilio.
Quizás unas pocas palabras que han sobrevivido, como
una cita de la Edipodia, sean más eficaces que cualquier argu
mento para desmentir la creencia común según la cual la his
toria de Sófocles es la historia de Edipo, y que no hay ningu
na necesidad de distinguir entre sus argumentos y los mitos
antiguos: la Esfinge “ mató a Hemón, el amado hijo del inta
chable C reóm e".1’ Esta cita tendría que convencernos a to
dos los conocedores de la Antígona de Sófocles, de la libertad
que disfrutó el poeta para utilizar antiguas tradiciones.
En Píndaro, encontramos una referencia a “ la sabiduría
de E dip o",16 así como un pasaje sobre el destino en el cual se
cita, no por su nombre, sino como ejemplo:
[23]
En primer lugar, Edipo rey es una obra sobre la inseguridad
radical del hombre. Edipo nos representa a todos. Alguien po-
25. Roscher (p. 753) lo discute y está a favor de ello; Roben (I, p. 550)
esta en contra.
26. Cf. en d volumen dr Jebb, Anngone. 18912, p. 19, la n. sobre el verso
dr>a decir: yo no soy como él, mi situación no es la misma
que la suya. Pero ¿cómo puede saberse? También él pensó
que su situación era diferente; Edipo era excepcionalmente
inteligente, y, como nadie más, adivinó el enigma de la Esfin
ge sobre la condición humana. Efectivamente era “ el primero
de entre los hombres" f 33].
En una obra tan repleta de ironías, ¿podemos estar segu
ros que Sófocles concibiera a su personaje como “ el primero
de entre los hombres” ? Después de todo parece ser que Aris
tóteles le consideró como un personaje intermedio, ni malva
do ni relevante por sus virtudes y bondad. Y los eruditos se
han hecho eco de esta apreciación hasta nuestros días. Gilbert
Norwood dice en Greek tragedy, que Edipo es el “ personaje
mejor dibujado de todas las tragedias de Sófocles. Ni espe
cialmente virtuoso ni particularmente sabio [...]” .27 ¿Qué
ocurre con los otros héroes sofocleanos? ¿Eran acaso perso
najes medios, ni malvados ni virtuosos? Empezando con
A yax, la primera de estas tragedias, el párrafo final dice: “ Ja
más hubo un hombre más noble que él” . Y después, el coro
concluye:
28. Varltmngn ibtr dit Gescbichle der pbilmpbie, Sámllicbt Werkf, ed. de
Hermann Glockner, XV III. 1928, p. I 14.
29. 811 s; cf. 177.
30. Véase, por ejemplo, vv. 1 ss. 121 ss, 283 ss, 296 ss, 943 ss.
descripción acerca de la grandeza del alma. Si la esencia de la
nobleza está en la unión de un valor excepcional con una gran
sensibilidad, hay que concluir que los personajes con estas
cualidades van a encontrarse muy a menudo con el sufrimien
to. Naturalmente pueden ser afortunados una y otra vez;
pero si su fortuna es ininterrumpida, la historia en sí no con
duce a ningún tratamiento trágico. Las tragedias son obras
que tratan de grandes sufrimientos, y las tragedias de Sófo
cles tratan de los sufrimientos que afectan a hombres y muje
res dotados de gran valor y almas profundamente poéticas. Y
ello no es solamente una característica de Sófocles: también
los personajes de Shakespeare tienen grandes cualidades, aun
que —quizás bajo una cierta influencia de la Poética de Aristó
teles—, Shakespeare da a algunos de sus personajes lo que po
dríamos interpretar como un defecto trágico. Sófocles tuvo la
tremenda suerte de vivir antes que Aristóteles.
Edipo rey nos coloca ante la total, inexplicable y repenti
na caída de la felicidad y el éxito, a la desdicha que sufrió “ el
primero de entre todos los hombres” .51 En ello se parece al
A yax, pero el impacto es incomparablemente superior en casi
todos los sentidos. Uno se acuerda de Job y de E l rey Lear.
Y, considerando las siete obras restantes conservadas de Só
focles, no podemos dudar un solo minuto de que la inseguri
dad radical del hombre formaba parte de su experiencia de la
vida.
(24)
i I Cf. Knox, 1957: “ Es obvio que Edipo ts un gran hombre” (p. 50). y
“ Edipo representa la grandeza humana" (p. 5 1).
[371], Edipo insulta a Tiresias por estar ciego, no sólo lite
ralmente, sino también de oídos y de espíritu, a pesar de que,
en realidad, Tiresias ve lo que Edipo no llega a ver. Y cuan
do, finalmente, Edipo se da cuenta de su propia condición, se
arranca los ojos.
Y en ningún concepto no es solamente ciego a su propia
identidad, sino que su ceguera cubre incluso a aquellos a quie
nes más am a: su madre y esposa, sus hijos y, evidentemente,
su padre, así como sus relaciones para con todos ellos. Puede
que la ceguera espiritual de Edipo, no menos que su ceguera
física al final de la obra, sea peculiar a él y no universal; pero
el efecto sobrecogedor de la tragedia está en que su ceguera es
representativa del género humano, de la condición humana.
He hablado en otra parte de que “ la paradoja del amor
no es de que el amor tenga que ser mandado, sino que en cier
to sentido lo más difícil es amar a quienes queremos más.
Mandar a la gente ponerse en el lugar de sus amigos, pensar
sobre sus pensamientos, sentimientos c intereses, tiene muchí
simo sentido".32 Pero incluso el más sabio y el más inteligen
te de los hombres, el que comprende la condición humana
mejor que nadie, no llega a incluir aquellos a quienes ama más
porque está demasiado implicado emocionalmente con ellos.
Edipo, que resolvió el enigma de la Esfinge adivinando que
se trataba de la condición humana y que la respuesta era
“ hombre” , Edipo, que era “ el primero de entre los hombres”
y capaz de salvar a Tebas de la Esfinge, cuando ni aun Tire
sias, el profeta clarividente, llegó a percibirlo, Edipo, pues,
capaz de tantas cosas, sucumbirá en la desgracia por no in
cluir a aquellos a quienes ama más.
Este es un aspecto que Freud no incluyó en sus conside
raciones, y, a ese respecto, el propio Freud nos invita a una
comparación con Edipo. En el último volumen de su biogra-
[25]
Si pudieras ver,
juraría que únicamente tú cometiste el crimen.
[348 s]
40. Gilbcrt Murray. que escribió libros espléndidos sobre Esquilo y Eurípi
des. pero que sentía poca atracción por Sófocles, dice: Tiresias “ se dirige «1 rey
absolutamente decidido a no revelarle el secreto que ba estado guardando durante
dieciséis años; pero luego se lo revela. ¿Por qué? Porque se enfurece ante los insul
tos que le dirige el rey. Un viejo profeta que hace esto representa una desgracia
para su profesión; pero no parece que Sófocles lo vea así". Esto es perfectamente
en consecuencia, pregunta a Tiresias si fue él o Creonte (tam
bién reacio a hablar, a pesar de que Layo era el marido de su
hermana) quien inventó la historia [378 s]. Después de todo,
Creonte se convirtió en regente luego de la muerte de Layo.
Todos los conflictos de la tragedia son consecuencia de la
búsqueda de la verdad llevada a cabo por Edipo. N o hay
ninguna necesidad de comprobarlo escena por escena. M ás
tarde, Yocasta también aconseja a Edipo poner fin a sus inda
gaciones, especialmente en la última escena [1056 ss]. Una
vez más su persistencia nos manifiesta su alto nivel de honra
dez y su preocupación por el pueblo. Vale la pena señalarlo,
porque muchos críticos hablan de su persistencia como un de
fecto, como si Edipo pudiera, decentemente, aceptar las excu
sas de Yocasta (volveremos a ello en el apartado 26). Pero es
esto a lo que Sófocles da énfasis. Los alegatos de Yocasta:
y además:
Créeme, te lo suplico
correcto, excepto por lo que se refiere a las últimas palabras, que están basadas no
en el texto, sino en la insostenible concepción de Murray de que Sófocles se distin
gue de los dos restantes trágicos griegos por "un ácrto idealismo convencional”
(The ¡iltralurt o f ancint Greta, p. 240). Incluso acusa a Sófocles de "una cierta
brusquedad de imaginación moral” (p. 239) y encuentra que. comparado con Es
quilo. es “ un hombre menor y un artista mayor” (p. 2 38). Sin embargo, no se
trata de ninguna afirmación irónica cuando Murray concluye: “ Le falta el fuego
elemental de Esquilo, el valor especulativo y la sutil simpatía de Eurípides. Lo de
más que puede decirse de él tiene que ser pura admiración” (p. 240).
cese de hacer preguntas; pero Edipo no queda convencido.
El problema está claramente explicitado: Tiresias, Yocasta y
el pastor le dicen repetidamente que el hecho de engañarse a
sí mismo y rehusar enfrentarse con la verdad pueden dar más
felicidad que una encarnizada honradez. Edipo menosprecia
constantemente estos consejos. Ello es parte de su grandeza y
de su merecida admiración, precisamente porque es verdad
que la honradez suprema no siempre hace feliz al hombre
honrado.
Ciertamente, es creencia popular el que “ la honradez sea
el mejor camino para alcanzar la felicidad". Sócrates y Platón
predicaron que ambas virtudes eran, en realidad, una sola.
Pero ello es falso, a no ser que volvamos a definir los térmi
nos de manera que la paradoja de Sócrates sea verdad por de
finición. N o se trata de una trampa de filósofo, sino que cen
tra la atención en una importante verdad. H ay una virtud,
muy diferente de la de los héroes homéricos o sofocleanos,
que implica una serenidad inmune a la desdicha. Sócrates, que
fue el primero en pronunciar esta paradoja, representó este
tipo de virtud y felicidad, sosteniéndola incluso hasta el mo
mento de morir en la cárcel. Luego se convirtió en inspira
ción para Platón, los cínicos y los cirenaicos, y más tarde
también para los epicúreos, y sobre todo para los estoicos.
Estos filósofos ofrecieron a la humanidad nuevos ideales: va
riaciones sobre un tema de Sócrates. Por otra parte, cien años
antes que Sócrates, Buda predicó una forma de vivir en la
cual la virtud y la tranquilidad estaban también fundidas en
una sola cosa. La experiencia que tenía Sófocles de la vida no
era menos profunda que la de los filósofos; simplemente, so
lemnizaba un distinto tipo humano.
No hay ninguna necesidad de escoger entre el heroísmo
guerrero de la lliad a y el ascetismo heroico de los estoicos, ni
tampoco entre la calma burlona de Sócrates y la pacífica y
desprendida compasión de Buda. Los héroes de Sófocles es
tán más cerca de los de Homero que de los otros, puesto que
sondearon todos los terrores de un sufrimiento casi insoporta
ble; pero su combate está espiritualizado. En la caballeresca
edad de Homero se luchaba contra adversarios a quienes era
posible amar y admirar más que a los propios amigos; se po
día luchar por una causa en la cual no se creía y las virtudes
propias eran compartidas con los propios compañeros. En
Antigona y Edipo rey, el héroe y la heroína hacen que sus pro
pias virtudes causen sus desgracias.
•Ellos comparten su valor con todos los héroes trágicos, y
con la mayoría de ellos, su desprecio por lo innoble, por la
vida ordinaria y por la carencia de grandes ambiciones. La
virtud que escoge Antigona como causa de sus catástrofes sin
precedentes es un tipo de amor, mientras que Edipo escoge
la honradez. Y Sófocles sabía, con toda su admiración por la
honradez, que el hombre eminentemente honrado se convier
te en un extraño para los demás y acaba en la desesperación.
La noción popular según la cual se considera que la alie
nación es un fenómeno moderno,.es insostenible. El Edipo de
Sófocles es un paradigma de alienación; alienación de la natu
raleza, de sí mismo y de la sociedad. Después de nacer en un
mundo en el que nunca debió haber nacido, Edipo se ve lan
zado a la plena hostilidad de la naturaleza. Es un extraño
ante él, y lejos de encontrarse a gusto consigo mismo, cuando
finalmente descubre su identidad, su primer impulso es muti
larse y arrancarse los ojos. Y desearía arrancar también sus oí
dos para aislarse del mundo y de los humanos [ 1369 ss]. Fi
nalmente, desea que se le expulse de la ciudad.
¿Estam os acaso atribuyendo a Sófocles intereses que le
eran extraños? Todas sus tragedias son estudios sobre la alie
nación; pero por ningún motivo todas las de Esquilo. Áyax,
Antigona, Deyanira, Electra y Filoctetes pasan de un estado
de extrema soledad a otro de extrema alienación, y la amar
gura de muchas de las escenas más emocionantes de Sófocles
se debe, en parte, a los esfuerzos inútiles que hacen los pro
tagonistas para establecer vínculos con otros seres humanos.
¿H ay alguna tragedia de Sófocles que nos sugiera que la
maldición de la honradez fue parte de su experiencia de la vi
da? Aparte de Edipo, tenemos dos tragedias en las cuales la
honradez, a pesar de no ser parte del mito original, fue tema
central para Sófocles. La primera es Filoctetes. Toda la trage
dia está construida en los altos niveles de honradez persegui
dos por Neptolemo, y la admiración del poeta por esta virtud
no puede ser más clara. Con todo, la honradez de Neptolemo
causa un trágico final que únicamente un milagro (un deus ex
machina) puede impedir.
En L as traquinias, Hilo, el hijo de Heracles y Deyanira,
formula el ethos de su madre: “ V oy a removerlo todo hasta
que sepa toda la verdad” [90 s]. M ás tarde un mensajero in
siste en que la verdad puede ser muy dolorosa [373 s], el
coro pronuncia una maldición contra el engaño [383 s], y Li-
cas, el heraldo de Heracles, señala que “ dar opiniones no es
lo mismo que decir lo que está establecido” [42 5 s]. Y mien
tras Deyanira hace preguntas a Licas, insiste en que a pesar
de que la verdad lleva sufrimiento, vivir sin ella es incluso
más doloroso e intolerable, y que nada es más vergonzoso
que la mentira [449 ss]. N o hay necesidad de ir citando pa
sajes paralelos 41 para mostrar que no hemos proyectado sola
mente la maldición de la honradez en la experiencia de la
vida de Sófocles.
[26]
41. Vcasc. por ejemplo, 346 ss, 398. 479 ss. 588 ss.
de la peste. Su honradez benefició a su gente, pero al precio
de destruirse a sí mismo, a Yocasta y la felicidad de sus hijos.
A causa de la situación en que Sófocles le coloca al principio
de la obra, todos sus actos le acarrean una terrible culpa, y
dio también se debe a la genialidad del poeta y no al material
del mito. Y éste es otro aspecto que convierte al Edipo de Só
focles en prototipo de la condición humana.
Muchos intérpretes no llegan a ver este dilema,42 y mu
chos lectores suponen que Edipo tiene que seguir los consejos
que se le dan y desistir de sus propósitos. En su tercer ensayo
sobre la tragedia, Poiesis [ 1*966], H. D. F. Kitto se burla de
la idea de que se nos muestre “ un rey ideal que va a cumplir
noblemente con su deber haciendo lo imposible para librar
del peligro a su ciudad, aun a riesgo de perder su propia vida.
Interpretación que [...] se viene abajo por el mero hecho de
que nunca se le ocurrió a Sófocles mencionar que la ciudad en
42. Por ejemplo, GouJd dice: "La plaga es una de tas invenciones de Sófo
cles añadida a la historia de Edipo. La mayor consecuencia de esta innovación
suya es la de incrementar el papel de los dioses en la acción, especialmente el de
Apolo" (IV, p. 586).
Leo Aylcn. en un libro basado en una tesis doctoral escrita en Bristol bajo la
dirección de Kitio. olvidando completamente el dilema de Edipo, dice: "se trata
de una obra sobre la presunción intelectual. Edipo fracasa porque cree que sabe"
(Greei’ iraffdj and íbt modtm uorld, 1964. p. 93). Aylen es muy atrevido en afir
maciones tales cómo que George Steiner "no puede haber leido" la Onsliada y
Edipo rn Colona (p. 6); pero él mismo dice de Esquilo: “ después de su muerte len
456 a. de J. C.]. continuaría siendo tan famoso que treinta años más tarde, en
411 [!]. Aristófanes pudo escribir Las ranas [en realidad, la escribió en 4 0 5 )“ (p.
35). Todo el argumento de L as ranas depende de la muerte rédente de Eurípides
(en 406). Sin embargo, será temerario decir que el autor se proyectó en Edipo.
La noción de “ la presunción intelectual" de Edipo procede naturalmente de Kitto
(véase Poiisis. p. 236), al igual que la idea de que Creonte es ti epitome de la hu
mildad. Mientras que Creonte no es, en esta obra, tan malo como en las otras
obras tebanas de Sófocles, tslt contraste entre Creonte y Edipo es completamente
improcedente. Cari Roben se acerca más a la verdad, cuando dice que Creonte,
en Edipo rey, “ es fundamentalmente y por naturaleza un cómodo filistino” , y Wi-
l.imowitz ya había considerado a Creonte como un hombre que se tenía a sí mis
mo como bueno y justo (véase Roben, II, p. 102. y 1, p. 28}). En relación con
las ideas de Aylen y Kitto, véase también, más arriba, apañado 15. sobre hybris y
orgullo.
realidad estaba rescatada. Evidentemente se podría inferir,
pero si nos limitamos al texto, esa interpretación es impensa
ble” .‘tJ
Kitto, a menudo tan sugestivo y siempre de, agradable
lectura, es, esta vez, inconvincente. En primer lugar, es evi
dente que no se destruye una interpretación de la motivación
de Edipo por el mero hecho —si es que lo es— de que luego el
oráculo no cumplió su solemne promesa y permitió que la pes
te continuara en la ciudad después de haber sido expulsado el
asesino de Layo, y mucho menos por el hecho de que la tra
gedia termine antes de que Edipo sea expulsado de la ciudad,
y se nos dice claramente que Creonte requiere más instruccio
nes de Delfos. En segundo lugar, si es que se trata de limitar
nos al texto, habría que darse cuenta de que cuando Edipo se
enfurece contra Tiresias y Creonte, es en gran parte por su
falta de interés por la ciudad.44 Ya hemos citado las palabras
que Edipo dirige a Tiresias:
[27]
[29]
(30)
9. C f. 6 0 :1 1 .7 9 0 s s ; I 0 4 :v . 4 6 0 s s ; I 1 3 :v .7 8 4 s s ; 2 6 0 :x iv . 135 ss;
3 6 8 :x x .8 1 s.
hijo de Épito, que apreciaba mucho a Eneas puesto que había
servido a su padre como heraldo hasta la vejez. Bajo esta apa
riencia, Apolo, hijo de Zeus, se le acercó y le dijo [...]"
I324:xvn.323 ss].
En Homero siempre es difícil saber si la persona con
quien alguien se encuentra y habla es humana o divina.10
Cuando Diomedes se encuentra con Glauco, dice: “ Los pa
dres de los hombres que me sorprendieron enfurecido van a
lamentarlo. Pero si tú eres uno de los inmortales, desciende
del délo puesto que no soy quien para luchar contra los dio
ses de las alturas” , y luego sigue contando acerca de un héroe
que hizo precisamente esto [1 2 0 :vi. 128 ss].
En algunos pasajes encontramos estos motivos combina
dos. En el canto m, Menelao lanza sus armas contra Paris,
que escapa de la muerte por milagro. Luego Menelao golpea
el yelmo de Paris con su espada; pero ésta se rompe y Mene
lao exclama: “ Padre de los dioses, ¿hay alguien tan malicioso
como tú?” . Y entonces ataca a Paris de nuevo agarrándole
por la cresta de su yelmo, “ y Menelao hubiera podido rete
nerlo, pero se lo impidió la rapidez de Afrodita, hija de Zeus,
que, viendo lo que estaba ocurriendo, rompió la correa de Pa
ris a pesar de que estaba hecha con piel de becerro. O sea que
el yelmo se quedó vacío en las grandes manos del noble M e
nelao". Luego Afrodita originó una densa niebla para que
Paris pudiera huir hacia la habitación de Helena. Y, final
mente, la diosa va en busca de Helena, que se encuentra en
una torre alta, rodeada de mujeres, y Afrodita la disfraza de
mujer vieja y le dice que vaya a su habitación para encontrar
se con Paris [73 :ni.36 5 ss].
En la primera mitad de este pasaje, lo que esta fuera de lo
común se atribuye a los dioses. Homero hace que Menelao
acuse a Zeus, e introduce a Afrodita, mientras que otro autor
de épocas posteriores podría hablar de las malas artes de la
10. C f. 9 5 y 9 7 r v .l 2 4 s s y 1 7 7 s.
fortuna, o de mala suerte, o del pérfido destino. ¿Que hay
que. pensar de la fuga de Paris hacia la habitación de Helena?
¿Acaso se ocultó entre la niebla o el polvo levantado por la
lucha dejando que la cobardía y la lujuria le llevaran a Hele
na? ¿Acaso Homero exagera la metáfora de Afrodita rom
piendo la correa? Y cuando la mujer vieja incita a Helena a ir
a su habitación, ¿es realmente una mujer vieja, o Afrodita, o
su propia concupiscencia? Evidentemente estas preguntas no
tienen ningún sentido puesto que se dirigen a saber lo que pa
só en la realidad, como si la narración de Homero estuviese
basada en un testimonio visual o alguna documentación.
¿Acaso el Hamlet real tenía la costumbre de hablar consigo
mismo en pentámetros heroicos?
Lo que un poeta presenta mediante un soliloquio para
mostrar un hombre que se debate consigo mismo, otro poeta
nos lo puede mostrar mediante el uso del diálogo, y Homero,
en cambio, prefiere introducir en el diálogo a un dios o una
diosa. Ello no significa que estos procedimientos sean única
mente maneras de hablar vacías de significación. Pero antes
de entrar en una interpretación total, consideremos un último
pasaje del canto iv.
La Reina del Cielo, Hera, la de los grandes ojos, le dice
a Zeus que mande “ a Atenea que vaya al campo de la terrible
batalla y procure que los teucros empiecen a ofender, en con
trario de lo prometido, a los envanecidos aqueos” ; Atenea
desciende “ como un rayo descargado por Zeus cuando ad
viene a los marineros [...] y baja despidiendo numerosas chis
pas” . Tanto los teucros como los aqueos “ se asombraron al
verla. Y no faltó quien mirara a su vecino con una pregunta
en los labios: ‘¿Significa esto la guerra de nuevo con todos
sus horrores? ¿O es Zeus [...] que está instaurando la paz en
tre nosotros?’ Entretanto, “ Atenea se disfrazó de varón y
se introdujo en las filas troyanas bajo el aspecto de un robusto
lancero llamado Laodoco hijo de Antenor” . Buscó a Pándaro
y le sugirió que si “ disparases una flecha contra Menelao, te
cubrirías de gloria” ; y “ la elocuencia de Atenea convenció a
la multitud", y así se rompió la tregua y se reanudó la guerra
[78 s:iv.50 ss].
La gran importancia de este fragmento es evidente. No
tiene ningún sentido preguntarse por lo que “ realmente” pa
só. Naturalmente otro poeta podía haber contado la historia
de otro modo, dejando fuera a los dioses. Es posible que Sha
kespeare hubiese conservado el meteoro para sugerir que el
universo estaba revuelto y que hubiese escrito un diálogo en
el cual Pándaro resistiera al principio la sugerencia de Laodo-
co, o quizás un monólogo donde el arquero sopesara los pro y
los contra. Un poeta contemporáneo hubiera podido sentir la
necesidad de motivar el importante acto de Pándaro única
mente recordando momentos de su infancia, o por lo menos
que había discutido con su mujer durante la noche anterior.
Homero está más cerca de Camus y de Sartre y deja al hom
bre actuar de una manera básicamente irracional y disparata
da, sin argüir el hecho de que si conociéramos suficientes da
tos, descubriríamos que la acción fue necesaria y, en cierto
sentido, racional. La última cosa que Homero hubiese senti
do, como muchos de nuestros contemporáneos, ps que el ca
pricho sólo es posible en asuntos de menor importancia y
completamente imposible cuando se trata de grandes acciones
tales como disparar a un presidente o la resolución de echar
una bomba atómica, o bien la decisión de bombardear Viet-
nam del Norte. Homero considera el elemento imprevisible,
irracional y caprichoso relacionado precisamente con hechos
y decisiones que comportan crueles sufrimientos y muertes
horrorosas para muchísima gente.
[31]
12. Dtchtung und Pbüosopbtt dts frib tn Critehtnmms ( 1 9 5 1 , 2.‘ cd. revisa
da 1 9 6 2 ). p. 6 0 5 .
I 3. Ibid., p. 8 4 .
14. The discomry o f ibt mind. trad. in g in a d e T . G . R oscnm eyer, 1 9 5 3 ,
19 6 0 . p. 5. '
15. Ibid . p. 17.
16. Platón. Cratilo. 4 0 0 ; Gorg'ai, 4 9 3 ; Ftdro, 2 5 0 ; c f . Ftdón. 81 ss. E l re
truécano es ó rfico y anterior a Platón.
allá de este mundo. De esta forma el alma es la fuente de lo
sobrenatural. Y cuando un hombre no se siente dividido con
sigo mismo, tampoco tiene ninguna noción de lo sobrenatu
ral. Lo sobrenatural es una proyección del hombre al sentirse;
alienado de la naturaleza.
Todos los grandes maestros de la doctrina de los dofc
mundos dan testimonio de ello: los Upanishads distinguen el
verdadero yo, el Atman, del cuerpo, y la verdadera realidad.
Brahma. de la naturaleza. Platón fue un dualista en ambos ni
veles. y Kant, por su parte, también requería un yo numinoso
y trans-empírico así como otro mundo. A diferencia de ellos,
Homero no requería ni una cosa ni otra.
“ N o hay ningún sentimiento dividido en Homero" nos
dice Sneil [ 19]; y en la página siguiente, después de haber
dado un ejemplo de la litad a, comenta: “ Al igual que en mu
chos otros pasajes, cada vez que Homero se refiere a la inter
vención de un dios, el acontecimiento no tiene nada de sobre
natural o diferente de lo natural [...j Siempre que un hombre
alcanza algo más de lo que su actitud previa o lo que otros es
peraban que lograra, Homero lo relaciona, como si intentara
suplir una explicación, con la intervención de un dios". (Véase
además The Greeks and the irrational, de Dodds, y, especial
mente, de Albín Lesky, Gottlichte und menschliche Motivation
im homerischen Epos, 1961.)
Hemos visto, pues, que muchos pasajes donde se mencio
na a los dioses, pueden ser fácilmente traducidos en prosa o
verso naturalista. Hay otros pasajes donde esta operación no
resulta tan fácil, pero tampoco éstos establecen ninguna pre
sencia de lo sobrenatural en Homero. En este aspecto, Snell
fue demasiado lejos: “ Según las nociones que sobre los dioses
tenía la Grecia clásica, éstos están sujetos a las leyes del cos
mos, y, en Homero, los dioses siempre actúan en escricto
acuerdo con la naturaleza. [...] N o sería exagerado decir que
lo sobrenatural, en Homero, siempre se comporta con la ma
yor regularidad, e incluso es posible formular las leyes preci
sas que controlan la interferencia de los dioses en los quehace
res humanos. En Homero, cada nuevo cambio de dirección
en los acontecimientos está originado por un dios” [29]. Eso.
si es cierto, es sólo la mitad de lo que habría que decir.
, Comparemos en primer lugar a Homero con el Génesis,
y luego con la mentalidad científica moderna. Comparado
con el Dios que nos describe la historia de la creación en la
Biblia, los dioses de Homero no son en modo alguno sobre
naturales, sino parte de la naturaleza; se parecen más a los
hombres que al Dios bíblico. Este está fuera del mundo que
El creó. N o hay nada en el mundo que sea divino o que me
rezca adoración; únicamente el hombre comparte el espíritu
de Dios, pero la distancia entre Dios y el hombre es absoluta,
e incluso Abraham que se permite desafiar la justicia divina
no es más que “ polvo y ceniza" [18.27]. N o ha habido ja
más hombre alguno que haya sido elevado al rango de los
dioses, tampoco hay semidioses o seres intermedios como,
por ejemplo, Prometeo. Por el contrario, los dioses de Home
ro están en el mundo; la naturaleza está llena de seres divinos
que merecen adoración. Zeus engendró a varios hijos con mu
jeres mortales, y la distinción entre hombres y dioses es vaga
c incierta. Una vez, como favor especial, Atenea permitió a
Diomedes “ distinguir entre hombres y dioses” [95 :v. 127 s].
Y por lo que se refiere a la mentalidad científica moder
na, todos estamos acostumbrados a considerar el universo
como algo que se parece a un reloj. Los deístas insistían en
que, en un principio, Dios debía de haber fabricado un reloj y
que le había dado cuerda, pero no pensaron que, según esta
imagen, Dios era necesario para mantenerlo en marcha. A
través de esta imagen es muy fácil darse cuenta de lo que se
entiende por intervención sobrenatural: se supone que todos
los acontecimientos naturales son predecibles y están determi
nados, y que la intervención natural tiene lugar cuando estos
acontecimientos se suspenden o interrumpen mediante algún
hecho milagroso. H ay otra noción de milagro que significa
simplemente acontecimiento maravilloso. La palabra alemana
para milagro es Wunder, y retiene el viejo significado de ma
ravilloso, encantador. Pero las maravillas no son necesaria
mente sobrenaturales. Homero está lleno de ellas, y, sin em
bargo, buscar algún elemento sobrenatural en la litad a no esl
más que un anacronismo, como lo sería el atribuirle una conf
cepción mecanicista de la naturaleza y del universo. Su mun
do abunda en prodigios y es, para decirlo en una sola palabra,
poético.
El politeísmo sugiere la creencia en muchos dioses y está
en oposición con monoteísmo que significa la creencia en un
solo dios. Y Homero difiere del monoteísmo en dos aspectos.
En primer lugar, confrontado con la realidad de un culto
dado a muchos dioses, nunca se opone a esta diversidad con
alguna polémica; al contrario: hace de ello un uso poético. Y
en segundo lugar, la creencia está fuera de sus textos.
El lenguaje politeísta es muy adecuado para describir
guerras. Ningún otro poeta ha sido capaz de mostrarnos tan
perfectamente la confusión de una guerra, con sus cambios de
fortuna y propósitos conflictivos.
[32]
[33]
23. Lattimore: "si Alguien quiere ganar honores en una batalla, tiene que
mantener firmemente, y por todos los medios, su posición*'.
24. La traducción de Rieu, “ Zeus todopoderoso", introduce una noción
cristiana que está completamente fuera de lugar en Homero.
no yerran el blanco porque Zeus los encamina, mientras que
los nuestros caen al suelo sin dañar a nadie. Ea, tendremos
que arreglárnoslas sin él [...] Padre Zeus, libra a los aqueos de
esta espesa niebla y danos un cielo azul para que nuestros ojos
vean. Destruyenos en la luz, ya que así te place” [335:
xvii.629 ss].
De esta forma, la experiencia de vida de Homero es ex
presada por boca de diferentes héroes, y cada uno de ellos ha
bla con voz propia. Pero quizás la formulación definitiva se
da a Sarpedón, semejante a un dios, un_ hijo de Zeus y, por
parte de su madre, nieto de Belerofonte [122:vi. 198 s], y,
como rey de los Lidanos, lucha al lado de los teucros hasta
que muere en manos de Patrodo [3 0 4 s: xvi.462 ss].
135]
se haya escrito en prosa" (p. 152). También nos dice que el verso de Donne, “ So
long / As till Gods great V enitr change the song", es “ el más delicado de la sagra
da poesía inglesa” (p. 668). y que “ la explosión más gen nina de un sentimiento
apasionado que pueda encontrarse en la poesía inglesa y quizás en toda la poesía",
es "A hymn to the ñame and honour of the admirable Saintc Teresa", de Richard
Crashaw (p. 746). Y "E l enigma de la quejumbrosa tierra en una de sus formas
más sensibles expresadas por cualquier ser humano no inspirado, a excepción de
Shakespeare" se encuentra en “ Inscription accompanying a lock of Stella's hair” :
“Only a wnman's hair” (p. 869), de Swift.
En tales casos, por lo menos sabemos vagamente a qué atenernos. Concluya
mos con un ejemplo de la autoridad verdaderamente arrebatadora: Ezra Pound.
el epígrafe para su versión de Las traquinas de Sófocles: "L as traquimas nos pre
senta el tono más alto de la sensibilidad griega registrada en las obras que conser
vamos, y, a la vez, es la que más se acerca a la forma original de la Danza de los
Dioses". Vamos a resistir la tentación de ceder al encanto de los superlativos. Se
ría mucho más constructivo requerir a alguno de los muchos admiradores de
Pound para que nos proporcionara una gráfica que nos mostrara, aunque fuera de
una manera aproximada, la altura de la sensibilidad griega y la proximidad a la
forma original de la Danza de los Dioses alcanzada por cada una de las tragedias
conservadas. Y en la medida de lo posible, que esto viniese acompañado por una
breve explicación sobre la naturaleza de “ la Danza de los Dioses” y el significado
de “ tono de la sensibilidad griega".
la Orestíada como una sola obra, incluso L as suplicantes y Pro
meteo tienen que ser leídas como primeras partes de trilogías.
Para comprender la Orestt'ada tenemos que considerar los
tratamientos previos del mismo material, tal como hicimos
con Edipo rey. ¿Qué hay de nuevo, si es que lo hay, en esta
trilogía ? Aparte de la dicción, la música y la coreografía, que
se han perdido ¿cuál es la contribución de Esquilo?
[36]
[37)
9 Atschylut, p. 205.
sible pensar que esta historia, por sí misma, se prestaba a ser
una narración de horror, o una comedia, pero ciertamente no
a una tragedia. Sin embargo, cuando compuso esta obra
maestra, Sófocles tenía otra desventaja: el hecho de que otro
gran poeta (ni más ni menos que Esquilo) ya había escrito
otra tragedia sobre Edipo, obra que fue representada por pri
mera vez el año después que Sófocles le había derrotado en la
competición trágica anual, pero que había sido escrita unos
cuarenta años antes. Además, Sófocles escribió Edipo rey en
una ciudad que estaba en guerra, con su población diezmada
por las plagas, su política a merced de los demagogos, su cli
ma espiritual saturado tanto por la superstición como por la
ilustración, y sumergida tanto en una fe optimista en la razón
como en una profunda desilusión. Si no hubiese tenido éxito
en llegar a ser un gran poeta, fácilmente hubiera podido decir
que “ los daños y perjuicios de una vida sumergida en una so
ciedad inestable no pueden repararse en el momento de la
composición poética".10
Se podría objetar que Sófocles nació mucho antes de las
devastaciones de la guerra del Peloponeso. Pero cuando era
todavía un niño, los persas saquearon Grecia antes de ser de
rrotados en Maratón, a unos treinta y cinco kilómetros de
Atenas. Y diez años más tarde saquearon Atenas antes de que
fuesen vencidos en Salamina. Y un año más tarde volvieron a
hacerlo antes de su derrota en Plateas. Después de eso, Ate
nas fue reconstruida juntamente con los templos de la Acró
polis, cuyas ruinas aún admiramos. Atenas gozó de una pros
peridad sin igual, precisamente de este bienestar y autosatis-
facción que tan a menudo se consideran como el peor clima
para los resultados artísticos y concretamente para la trage
dia. A pesar de ello, fue durante estos años que Esquilo creó
las tragedias que conservamos de él, y Sófocles sus primeras
obras, incluyendo Antigona.
[38]
Amén.
¿O acaso Goethe es demasiado sereno? ¿ N o tenía razón
Nietzsche al decir que había algo siniestro en el desarrollo
que va de Esquilo a Eurípides? Sí la tenía. Con la pérdida de
la gran guerra, que había durado por lo menos treinta años,
y con el paso de Eurípides, Sófocles, Tucídides y Sócrates,
todo en menos de diez años, se acababa una gran época. La
nueva generación, la que nació durante y después de la gran
guerra, tenía otra actitud frente a la vida y el sufrimiento. La
guerra ya no era la gloria de Maratón y Salamina; el heroís
mo parecía vano, y el escepticismo de Eurípides adquirió mu
cha más fama de la que había tenido durante su vida. Esquilo
llegó a parecer un tanto arcaico, Sófocles algo pasado de mo
da, mientras que la desconfianza de Eurípides ante la conven
ción y la pretensión, su crítica social y sus pioneras tragicome
dias (Ion, por ejemplo, y Alcestes), se convirtieron en el para
digma de una nueva era. Gradualmente, la confianza que ha
bía crecido en torno a Maratón, y que había encontrado su
última expresión en la oración funeraria del gran Pericles, de
saparecieron para dejar paso a la duda y a la creciente auto-
concicncia. Y, eventualmente, la nueva comedia reemplazó a
la tragedia.
SÓ FO C LES:
P O E T A D E LA D E S E S P E R A C IÓ N H E R O IC A
[41]
142]
16. Después de escribir esto, encontré el mismo punto de vista sobre esta
obra en la excelente introducción de E. R. Dodds a su edición de Las bacaMts
( 1944): "E l método favorito de Eurípides es el de tomar un punto de vista par
cial. una media verdad noble, a fin de mostrar los desastres con que se encuentran
sus fieles seguidores, porque, al fin y al cabo, solamente se trata de una parte de la
verdad" (p. xliii). Y William Arrowsmith, en su introducción a su propia traduc
ción. basada en el volumen de Dodds. habla del “ choque frontal entre aquellos
que. siendo muy piadosos, representan la tiranía total de la tradición conformista
y de las rutinas populares contra la típica arrogancia de la mente implacablemente
antitradicional" (p. 5 36). Podría parecer que tanto Dodds como Arrowsmitl'. es
tán desarrollando las ideas de Hegel: pero el nombre de Hegel es algo con lo cual
no se juega, y ni uno ni otro llegan incluso a citarle.
De una manera similar. Dodds dice: “ El primer escritor moderno que com
prendió la psicología dionisíaca fue Erwin Rohdc. Su Psyibt ( I * ed. 1891-
IK94. trad. ingl. 192?). es todavía un libro fundamental" (p. ix), como si el me
jor amigo y consejero del joven Rohdc. Nietzsche, no hubiese existido jamás.
otra ilustración, Hegel dijo en sus clases que “ el hecho de dar
a Hipólito otro amor era una característica estúpida del trata
miento francés de la tragedia. De esta manera, ya no se trata
de ningún castigo de amor como pathos que él sufre, sino del
contratiempo de estar enamorado de una joven y que por lo
tanto no obliga a otra mujer, que es su madre; pero este obs
táculo ético queda oscurecido por su amor a Aricia. D e ahí
que la causa de su destrucción no sea su injuria ni la negligen
cia de un poder universal de este tipo, sino algo simplemente
particular y accidental".17
En su importante ensayo “ H cgcl’s theory o f tragedy” ,
A. C . Bradley, hermano de F. H. Bradley, el filósofo “ idea
lista” británico, dijo: “ M ás adelante se verá que en toda tra
gedia hay algún tipo de colisión o conflicto: conflicto de sen
timientos, maneras de pensar, deseos, propósitos; conflictos
entre personas, o entre circunstancias. Uno, varios o todos
estos tipos de conflicto, según el caso... El hecho esencial
mente trágico es la autodivisión y el combate interno de la
sustancia ética, no tanto la guerra de lo bueno con lo malo,
como la guerra de lo bueno con lo bueno” . 18
Puesto que A. C. Bradley fue uno de los mejores intér
pretes de la tragedia shakesperiana, su “ teoría” se conoce me
jor en los países anglohablantes que no la teoría original de
Hegel. La versión de Bradley es admirablemente compacta:
una sola conferencia de unas veinte páginas, mientras que la
versión de Hegel está dividida entre Fenomenología del espíri
tu, sus conferencias sobre estética, sobre filosofía de la reli
gión y sobre la historia de la filosofía. Por otra parte, Brad-
ley escribe muy bien y el texto de su conferencia es auténtico,
mientras que el estilo de Hegel es extraordinariamente difícil,
y las conferencias publicadas después de su muerte fueron
22. Wtrkf, cd. de Lasson. x bis. 19} 1. p. 266 (de las Conferencias de
1826). El párrafo siguiente se encuentra en la misma página, pero se había publi
cado anteriormente. Lasson lo reproduce de la ed. de Hotho y también se encuen
tra en IVfrkf, cd. de Glockner, X II. p. 257 s.
alejar de sí su falta. C uanto m ás lejos mejor. N uestra visión
es más m oral, en el caso de que en el reino m oral el aspecto
subjetivo dcl conocim iento de las circunstancias y las buenas
intenciones constituya un elemento central de la acción. En
la edad heroica, sin em bargo, el individuo era esencialmente
uno, y lo que era objetivo era y perm anecía siendo suyo en el
caso de que proviniera de ¿1; de ahí que las personas quisie
ran haber hecho por sí mismas lo que la objetividad había he
cho [...].
[43]
[44]
miseria tum o este gr.in hombre" {Von do Macbahmung dtr gr/rcbiuben Werkt nt
drr Mablerty ttnd Rildhíiuerkjtnsl* J 7 5 5. p. 21 s). Lessing empezó su
( 17 6 6 ) citando este pasjje y exponiendo las equivocaciones implicadas en día. A
pesar de que Luokooti sea uno de los clásicos m is celebrados en la crítica y que el
estile» de Lessing sea un modelo de apasionada claridad, las falsedades que ataco
no murieron con su obra.
3 3. Compárense, por ejemplo, las traducciones de la Lueb, C hicago y Pcn-
guin (7 4 2 ss. 7 5 4 y 782 ss) con el texto original griego.
Ulises está aterrorizado ante la eventualidad de contemplar
esta locura, y luego se nos confronta directamente con la lo
cura del héroe. M ás tarde nos expresa su locura a través de
unos versos formidables, y, finalmente, contemplamos su sui
cidio.
En Las traquinias y en Filoctetes, se nos ofrece, primero,
narraciones poéticas de los sufrimientos e insoportables gritos
de Heracles y Filoctetes, y luego, las escenas mismas. El re
sultado está muy lejos de ser lo que uno esperaría después de
haber leído a Matthew Arnold, Nietzsche o Bradley.
Las reglas del juego requerían escenas que evocaran pie
dad y terror, pero no necesariamente lo que Hegel llamó su
frimiento “ verdaderamente trágico" o una colisión, a pesar
de que ambas cosas estén presentes en Antígona. Y natural
mente no se requería que los poetas trágicos se adecuaran a
las ideas de Bradley sobre de qué manera hay que soportar
los sufrimientos. Las actitudes británicas de s tiff upper lip y
undentatement no sirven para los héroes de Sófocles. En sus
obras, las escena final de Antígona no representa ninguna
excepción, ni mucho menos una equivocación que necesita
excusas.
Antígona es una muchacha, no un titán como Prometeo,
e incluso el gran Héctor, ante la muerte a manos de Aquiles,
intentó escaparse después de haber rodeado la ciudad por sie
te veces consecutivas. A pesar de todas las amenazas, Antígo
na osó hacer lo que ella creía que tenía que hacer, pero esto
no significa que la tortura y la muerte sean asuntos de poca
importancia. Antígona sabía cuál era el precio de su acción
y estuvo dispuesta a pagarla; pero se trata de un precio
muy cruel, y Sófocles no se lo perdona ni a ella ni a no
sotros.
Los versos que se han considerado más ofensivos son
aquellos en que Antígona dice que no hubiera desafiado la ley
para enterrar un marido o un hijo, porque podría volver a ca
sarse y a tener otro hijo, pero al estar muertos sus padres, no
hay ninguna posibilidad de tener otro hermano.3'' El razona
miento es extraño —está derivado de Heródoto [m-19] —
pero se adapta perfectamente con la caracterización de la pro
tagonista. El motivo está introducido en la primera escena,
cuando Antigona dice a Ismene:
34. Aristóteles, lejos de atacarlo, cita los versos más importantes (91 I s) en
su Knanea (ni. 16 : 17a) y los considera ejemplares. En el extremo opuesto, Dud-
ley Hitts y Roben Fitxgerald, en su traducción de la obra, omiten dieciséis versos
de este párrafo, dudan de su autenticidad e insisten: "Sea lo que sea, se trata de un
material muy lúgubre" (H arvest Books. p. 240).
G im o indicación de la gran discusión sobre la autenticidad de estos vv.. véase
Whítman, p. 263 s. n. 31. Sobre pruebas recientes acerca de su autenticidad, véa
se Kirkwood, p. 163 ss. y Knox, 1964. pp. 104-107 y 184. n. 35: "Actualmen
te, la mayoría de los críticos consideran que el párrafo es genuino".
Sobre puntos de vista parecidos al mío, véase Waltcr R. Agard. "Aniigonr
9 0 4 -9 2 0 ". CP. X X X II (1 9 3 7 ), pp. 263-265.
Véase, además, Ifif/via m ÁuUdt 485 ss.
motivación psicológica. Eurípides exploró la dimensión psi
cológica con una visión muy incisiva y algunas veces incluso
corrosiva, y sugirió, como hubiera podido hacerlo un poeta
de este siglo, que Electra, por ejemplo, estaba más cerca de la
enfermedad que del heroísmo. Sófocles rechaza la alternativa
en todas sus obras.
Su Antígona ama a Polinices con todo su corazón, ape
nas tiene ningún deseo de vivir después de la muerte de su
hermano, y tampoco le atrae la idea de casarse con H emón.
¿ Por qué tenía que atraerle una vida normal con marido e hi
jos? Su padre era también su hermanastro y su madre era
también su abuela. Creonte era su tío y su tío abuelo a la vez,
y Hemón era también su hijo. ¿Por qué perpetuar la maldi
ción de incesto que ha caído sobre su familia? Antígona pre
fiere encontrar ia paz con los muertos, unida a su hermano
que ha compartido este terrible destino. Sófocles no quiere
dar a entender que tales sentimientos implican heroísmo, y lo
gra con tal perfección establecer la nobleza de Antígona que,
cuando estos temas se repiten una vez más inmediatamente
antes de su muerte, muchos lectores modernos se sienten mo
lestos.
Reflexiones adicionales sobre sus motivaciones nos con
firman que ninguna teoría provocó su decisión. Las bases de
sus actos están sin esbozar. ¿Qué es lo que ella cree que hay
que hacer? ¿P or qué? Estas son las preguntas que preocupan
a muchos filólogos.
En primer lugar, Antígona pide a su hermana que le ayu
da a trasladar el cadáver para darle sepultura (43 s]. M ás tar
de, un guardia comunica a Creonte que, mientras los guardias
no miraban, alguien había esparcido "polvo sediento” sobre
el cadáver en el mismo lugar en que estaba, pero que no había
señal de ninguna herramienta ni huellas de ruedas. Efectiva
mente, el cuerpo de Polinices no había sido enterrado, sino
que alguien lo había cubierto de arena, como si hubiese queri
do evitar la amenaza de Creonte, y no había ninguna señal de
que los,perros se hubiesen acercado al cadáver, a pesar de que
Creonte había dejado el cuerpo para que fuera presa de los
perros y de las aves [245 ss]. El guardia sale; el coro canta
un himno que señala el paso de algunas horas (el comienzo
del himno será considerado en el apartado 47), e inmediata
mente después aparece el guardia con Antígona. Dice que al
volver allí, los guardias habían quitado la arena, que se origi
nó una tempestad y que luego vieron a Antígona cubriendo
de nuevo el cuerpo de su hermano, haciendo libaciones con
las manos llenas de arena. ¿Por qué —se han preguntado
triunfalmente muchos filólogos— esta ‘ ‘doble ceremonia"?
Se necesita mucho aparato de erudición o un estilo tan
agradable corno el de Kitto,5’ para persuadir al lector de que
este argumento está lleno de inconsistencias y de que el juicio
de C. M. Bowra también puede aplicarse a Antígona: “ Hay
incertidumbre en casi todas las obras de Sófocles i-.] sobre el
significado de un episodio en particular o de la obra en gene
r a l”.36 Las inconsistencias, que parecen tan consistentes cuan
do leemos a los eruditos, se evaporan inmediatamente al re
leer la tragedia.
Sola, Antígona, no podía trasladar el cuerpo de su her
mano y únicamente pudo cubrirlo de arena para protegerlo
de los perros y de los buitres y así cumplir sus deberes de her
mana. Unas horas más tarde volvió otra vez. Se nos deja li
bres para imaginarnos que volvió para ver si había logrado
proteger el cuerpo de los perros y las aves, o bien que con la
prisa se había olvidado de hacer las libaciones tradicionales.
En todo caso, las creencias están una vez más fuera del pano
rama. Ni ella parece tener ninguna teoría sobre el destino de
las almas después de la muerte, ni se nos obliga a que acepte
mos ninguna.
3 5. Form and mtaning. E l cap. 5 trau con extensión las supuestas “ ilogici-
dades" del argumento de Antígona.
36. Bowra. 1 9 4 4 . p. 2 ; Kitto. 1956. p. 9 0 s.
La motivación de Antigona no está en ninguna teología
ni filosofía, sino en su naturaleza, su carácter y sus sentimien
tos. Ama a su hermano y siente que sería desleal, sacrilego y
cobarde negar a su cuerpo las atenciones que la tradición
prescribe. En toda la obra no hay nada que nos incite a creer
que lo que ella hace es lo que toda hermana debería hacer, de
no mediar la prohibición de Creonte intensificada por la ame
naza de la muerte. Su sentimiento es heroico, y le dice a
Creonte que igualmente tendrá que morir, tarde o temprano,
y que si tiene que morir más pronto a causa de sus hechos, lo
prefiere, a vivir desconsolada por haber dejado sin enterrar el
cuerpo de su hermano [4 6 0 ss]. Y a pesar de que su último
párrafo no es tari desafiante, hace que el coro la compare a un
ciclón incontrolable [929 s].
Nada nos sugiere que ella crea que sus esfuerzos han sido
vanos o que su muerte no tiene sentido porque de todas ma
neras el cadáver va a ser devorado por los perros. Ni Antigo-
na ni los héroes de la lliada creen que la muerte sólo tiene
sentido cuando vence su propio bando. Su elección estaba en
morir noblemente o vivir ignominiosamente, y para ella, para
los demás héroes sofocleanos y para los personajes de la llia
da, la elección es clara. Y, al igual que en la lliada, también
encontramos un elemento de consuelo: Antigona espera que
se la recuerde por su acción. Desafiando a Creonte, dice:
[45]
59. La fecha de esta obra ha sido muy discutida. Véase, más adelante,
apartado 4 8 . n. 4.
con las comedias o las obras satíricas, y el Heracles de Sófo
cles no inspira ni reverencia ni risa, sino terror.
La esposa del protagonista, Deyanira, cuya extrema ge
nerosidad para con la esclava cautiva de Heracles arrebata
nuestros corazones esperando en completa inocencia ganar
otra vez el amor de su esposo, hace llevar un vestido a Hera
cles a través de Licas. N o se dio cuenta de que se quemaría
cuando lo llevara puesto. Luego Heracles culpó a Licas
‘‘quien era inocente de la conspiración que urdiste", dice Hilo
a su madre. Luego, el pobre Licas confesó su inocencia, pero
H eracles ya le había agarrado por la pierna y lo arrojó contra
una roca, destrozándole el cráneo [772 ss], Deyanira escucha
en silencio el relato y las acusaciones de su hijo y abandona
la escena para suicidarse. Pero tan pronto H ilo se entera de la
inocencia de su madre, proclama, al igual que el coro, su ino
cencia. El hecho de que Heracles la maldiga no es sorpren
dente; pero cuando Hilo le dice que es inocente y que se ha
suicidado, Heracles exclama: “ ¡M aldición! ¡H a muerto an
tes de que yo pudiera matarla con mis manos!” [11 3 3 ]. Hilo
continúa defendiéndola, y nadie culpa a Deyanira excepto
H eracles. Se comporta como los dioses que, en Edipo rey, no
les importa si una acción es o no intencionada. N o tiene nin
guna palabra piadosa para ella, sino para él mismo; está inte
resado por el ritual que quiere que su hijo lleve a cabo: que
marle antes de que esté muerto; por decreto divino. Hilo tie
ne que convertirse, al igual que Edipo, en un parricida, y ca
sarse con la amante de su padre. Después de haber dado estas
instrucciones, Heracles es venerado como un dios.
La ironía de Sófocles es ya conocida. Aquí, su amargura
está al desnudo: la transfiguración de Heracles no está ni
mencionada ni contradicha: simplemente se supone.40 Nada
nos distrae de la falta de humanidad de Heracles, a excepción
40. A d io alude el párrafo final, que citaré; pero sólo en el sentido de que.
ocurra lo que ocurra en el futuro, los acontecimientos que presenciemos van a ser
desafortunados para los dioses.
de sus gritos de agonía.41 Saber que, a diferencia de la noble
Deyanira, pronto va a ser elevado entre los dioses no es nin
gún consuelo. Sófocles le ha hecho tan cruel que su elevación
postuma no vindica a los dioses, sino al contrario.
E l mito de la piedad convencional de Sófocles 42 es tan
insostenible como la leyenda de su dulzura y alegría.
En Las traquinias, Zeus es acusado directamente por He
racles [993 ss] y luego por Hilo [1022], Y además, la trage
dia finaliza con un discurso que contrasta intencionadamente
la piedad humana (syngnotnosyne: la palabra es rara y solamen
te aparece esta vez en toda la obra de Sófocles) con impiedad
divina (agrwtnosyñe).
-41. Un aspecto menor: " N o se ha dicho nada sobre la arbitrariedad del ju
ramento mediante el cual Heracles obliga dt anttmam a H ilo a hacer cualquier
cosa que este le pida (1 1 8 ss | t « ; anualmente 1174 s s } " (]. H. Kells . "Sopho-
des, Trachitiiat 1238 ss" . C R . X II 11962). p. 185 n.).
4 2 . Para una breve referencia de las fuentes antiguas, véase Gould, IV . n.°
4, p. 593 s. El propio Gould afirma: "Probablemente Sófocles se encontraba a
gusto trabajando según la religiosidad convencional" (IV , n.° 3, p. 3?4).
Véase también la introducción de S. V. Jankowski a la versión de La) traqui-
mas de E ira Pound (1 9 56). p. x x : “ Sófocles | . . J aceptó la religión convencional
sin criticarla".
De la versión de Pound. Jankowski dice finalmente que “ asegura la supervi
vencia de Ijts traquinias mientras la gente esté dispuesta a hablar 'con sentido’
Y también: “ Para los alumnos y seguidores de Pound este acontecimiento es de
un valor cultural sin precedentes". Pero a pesar de que uno pueda apreciar la fran
ca dicción de Pound y la considere como un agradable alivio después de las ver
siones ilegibles de la época victoriana, y, a pesar de que Pound sea a menudo sor
prendentemente fiel al texto griego, es totalmente sordo al tono de Sófocles y con
vierte una viva y trágica acusación a la religión convencional en una farsa burlesca
que nos obliga a reírnos de la manera de hablar de los personajes.
no ofrece más que llanto para nosotros
y vergüenza para ellos. Ofrece sobre todo
los más crueles sufrimientos para los que,
como ¿1. padecen una desgracia tan grande.
-)3. 126 4-1 278. Puesto i|uc ni mi versión ni ninguna de las traducciones
que yo conozco hace justicia a la música de Sófocles, vate la pena transcribir tos
primeros versos del griego:
airct', opadoi,
toutfin themenoi
megaleh de theón
eidotrs ergcfn
4 V G crald Else llamó mi atención sobre las fuentes y el origen de este tema
en la tragedia. Las coéfaras de Esquilo. 8 8 6 ' “ D igo que los muertos están asesi
nando a los vivientes". La traducción de Lattimore. " T e digo que está v ivo y que
mata a los muertos”, tiene poco sentido a pesar de que el griego pudiera referirse a
que los vivos matan a los muertos. E l caso es que Orestes, a quien se creía muerto,
acaba de matar a Egisto. Por consiguiente, este verso formula sucintamente nues
tro tema; pero este m otivo no tiene la gran significación que asumirá más tarde en
el trabajo de Sófocles.
gándole que no lo dé a conocer a su madre manifestando ale
gría:
[47]
50. 959, Este último verso sugiere que en el 9 5 1 (el único lugar Je
iiii donde, a pesar de que la traducción de Chicago nos da "tcrrihle poder", por lo
menos hubiera tenido sentido traducir "extraño" o "maravilloso") se d;i a enten
der. como c'n cualquier otro lugar, "terrible". Los demis versos que contienen la
palabra son los 1046, í 0 9 1 y 1097.
Incidciitalmentc, entre las veinte y tantas veces que la palabra dtliioh aparece
en Esquilo, no hay ninguna donde el significado este lejos de ser "terrible".
5 1. Dir Scbrift und ibrt Vtnitulubun^ ( 1936). Cí. la scc. sobre "Buber as
Efectivamente, se adapta a la manera de trazar imágenes a
través de poemas largos. Naturalmente no tiene ningún senti
do tomar la primera palabra que se le ocurre a uno y usarla
siempre que aparece el término en cuestión; pero cuando hay
que traducir un término crucial y difícil, se deben considerar
muchos (por no decir todos) pasajes en los que el escritor lo
usa. Tampoco sería una solución, en nuestro caso, usar la pa
labra “ terrible” u “ horroroso” , porque “ maravilloso” no ten
dría sentido a no ser que Sófocles hubiera querido dar a en
tender, a pesar de todo, que “ numerosas son las maravillas
del mundo, pero ninguna / es más maravillosa que el hom
bre” .’ 2
Al leer las tragedias de Sófocles, no tenemos precisamen
te la impresión de que encontrara en el hombre tantas maravi
llas. Al contrario: el mundo del poeta está repleto de poderes
despiadados, los hombres son extraños e incluso espantosos.
El problema de traducir el primer verso del coro en An-
tígona es inmenso, porque además la secuencia enumera las
realizaciones de los hombres, sugiriendo que el hombre puede
conquistar tierra y mares, pero no la muerte. En todo caso es
un gran error suponer que el coro llama al hombre maravillo
so y que esto es lo que quería dar a entender el poeta. Este
verso es intencionadamente ambiguo, y en su contexto encon
tramos algo profundamente irónico sobre este himno:
54. 677. A pesar de ser diferente, la interpretación que hace Knox de este
Verso sirve para mis propósitos: "E l intento de Ayax para formular la alternativa
de un suicidio heroico le convence de su imposibilidad" ("The A jax of Sopho-
tlrs", Harvard Slttdits ni Cíass/Cdl Pbilologf, LXV, [IÍI611, p. 17).
na en esta tragedia. Tampoco el héroe, en cuya transfigura
ción culmina la última obra de Sófocles, ha aprendido ningu
na moderación. Su ira es más incontrolable que nunca, su or
gullo más fiero, y lo que le exalta no es ni su virtud ni ningu
na cualidad moral. El viejo Edipo es el perfecto ejemplo de
un rasgo que comparten Ayax. Antígona. Edipo Rey, H era
cles, Electra y Filoctetes: moralmentc no puede compararse
con Antígona o Deyanira o con Edipo rey; pero parece ser
que la excelencia moral le importaba cada vez menos a Sófo
cles. Electra, Filoctetes, y el segundo Edipo, sugieren que
cada vez estaba más interesado en la fuerza para el desafío
que, golpeada por sufrimientos, desilusiones y dolores sobre-
cogedores, se mantiene desafiante con orgullo y respeto de sí.
El exiliado, ciego y destituido, que no puede avanzar
unos pasos sin reclinarse en su hija, inclinado por la edad y
por una miseria quizás inigualable, pero como una roca en su
confianza y en sus propias fuerzas espirituales, sirve al ancia
no poeta como paradigma de lo que más admira:
[48]
III; Nnrwfxxl* Greek. Iragedy, p. 21; Snell, “ Zwei Tñpfc mil Euripides-Papyri",
Mermes, LX X (1935), p. 119 s. y la introducción de Pagc a su edición de M edea,
pp. x u ss.
Z. Aristóteles, Poética, 13:5 3a.
que tiene que defender sus acciones con argumentos en pro y
en contra, y en este proceso se arriesga a no obtener de noso
tros ninguna compasión trágica. Nadie puede dejar de reco
nocer en ello el elemento optimista, que una vez introducido
en la tragedia, tiene que desbordarse progresivamente por las
regiones dionisíacas obligándola a su necesaria autodestruc-
ción, salto mortal hacia el mundo del drama burgués. Consi
deremos las consecuencias de las máximas socráticas: “ La
virtud es el conocimiento; el hombre peca únicamente por ig
norancia; quien es virtuoso es feliz". En estas tres formas bá
sicas de optimismo está subyacente la muerte de la tragedia,
porque luego el héroe virtuoso tiene que convertirse en un
dialéctico; tiene que haber una conexión visible y necesaria
entre la virtud y el conocimiento, la fe y la moralidad; la jus
ticia trascendental de Esquilo queda degradada al principio
insolente y superficial de “justicia poética", con su compa
ñero habitual: el deus ex machina” [El origen de la tragedia,
sec. 14].
[49]
[50]
( 51]
18. luí ¡naya ciencia, scc. }40: M Jtalla del bieny.Jel mal. scc. 295 ; El ocaso
de tos diotes. prefacio; y Ecce homo. III. scc. 6.
19. Exiuentialism from Doslaersly lo Sartre. ed. de Walter K.iulmann. p.
394 VII! EURÍPIDES, NIETZSCHE Y SARTRE
[521
( 53 ]
1. Serú molesto repetir otra vez lo que ya liemos trinado en hrum Sbíifa-
pfjre iv e.x:\ltnl¡dlisr>/. cap. I.
2. F E. Halliday, “ Chronology ni the plays” , A Sbakeipftirt (umfmuiuii.
1964. p. 102. coloca a Timón inmediatamente antes de Uar.
Lear y Macbeth se consideran como las obras maestras de
Shakespeare, y Hamlet y El rey Lear se consideran como una
clase única y la mejor.
Es posible añadir dos obras más a ese corpus, ambas in
cluidas entre los “ Dramas Históricos" en el Folio de 1623,
pero identificadas como tragedias a partir de su aparición en
l 59 7 : Ricardo I I I y Ricardo II. La segunda fue escrita des
pués de Romeo y Julieta, y la primera es la más antigua de es
tas once obras, y fue representada por primera vez en 1 593.
Seguiremos el uso general al descartar Tito Andrónico,
que se considera umversalmente como un esfuerzo inmaduro
e inferior, y que es anterior a las otras tragedias de Shakes
peare. Shakespeare nunca se convirtió en un modelo de eco
nomía; pero en Tito Andrónico tuvo material para tres gran
des tragedias: Andrónico le proporcionó Lear y Coriolano, y
Aarón le proporcionó Otelo y Yago. Hay muchos versos ex
quisitos en Tito Andrónico, pero sería perverso hacer de esta
obra un modelo de tragedia.
Troiloy Cresida fue llamada “ Drama histórico” en el títu
lo de la primera página cuando fue publicada por primera vez
en 1609. Pero el prefacio la identificaba como una comedia.
En el infolio fue llamada tragedia, pero colocada entre las
obras históricas y las tragedias. Nosotros la llamaríamos tra
gicomedia o comedia negra.
Cualquier teoría de la tragedia que no pueda aplicarse a
Hamlet y a Lear es muy dudosa. Y por otra pane, un filósofo
que haga justicia a Hamlet, El rey Lear, Otelo y Macbeth tiene
el derecho a que se le escuche con atención, y, mejor, si ade
más aclara aspectos de las otras cinco obras y, a ser posible,
de Ricardo II y Ricardo III.
Vamos ahora a considerar varias “ teorías" filosóficas,
dedicando una sección a cada una.
[54]
N o te alojaré lejos de
Cbauctr, o Spenser, ni rogaré a Beaumont que se vaya
un poco m ás allá para hacerte un lugar.
[5 5]
D e sp u é s d e u n a b re v e y g e n e ra l ca ra c te riz ac ió n d e la tra
g e d ia e sp a ñ o la , H e g e l c o n tin ú a :
[56]
21. Para una explicación diferente del mismo fenómeno que discute Plinio.
véase, más atrás, apartado 19.
rentes. Un exceso de enfermedades repugna a los padres
egoístas y poco amables” .
En realidad. Hume tiene una teoría de la tragedia con to
dos los requisitos que exige la palabra “ teoría” ; pero única
mente trata un solo problema. ¿ Es acaso una teoría filosófi
ca? Es obvio que se trata de una teoría psicológica de un tipo
que ha sido más cultivado por filósofos que por psicólogos.
La gran razón por la cual nos decidimos a presentarla en de
talle es porque parece que está en lo cierto. “ Sobre la trage
dia” puede pertenecer a cualquier estudio extensivo de “ Tra
gedia y filosofía” y no solamente porque Hume fue un gran
filósofo, sino también porque su disertación representa una
contribución real a nuestra comprensión de la tragedia.
Por todo ello, su estudio lleva las marcas de su tiempo.
La limitación más interesante del punto de vista de Hume es
una breve afirmación sobre la pintura, que encontramos en
medio de los dos últimos pasajes citados; “ La mayoría de los
pintores parecen, bajo esta nueva luz, haber sido muy desa
fortunados en sus temas. Al haber trabajado para la Iglesia,
han representado muchas veces temas tan horribles como cru
cifixiones y martirios, donde no aparece nada más que tortu
ras, heridas, ejecuciones y sufrimiento pasivo sin ninguna ac
ción ni ningún afecto. Cuando sus pinceles pasaron a pintar
estas fantasmagóricas mitologías, apelaron comúnmente a
Ovidio, cuyas ficciones, a pesar de ser apasionadas y agrada
bles, con raramente naturales o lo suficientemente probables
para el ejercicio de la pintura” .
El retablo de la crucifixión, de Grünewald, para el altar
de Isenheim en Colmar, seguramente hubiera sorprendido a
Hume como algo particularmente horrible. Y Grünewald no
empezó a tener éxito hasta el siglo xx. La experiencia de la
vida que tenía Hume difiere notablemente de la nuestra. En
parte, la razón por la cual esta crucifixión que intenta captar
la agonía de un hombre clavado en una cruz ya no nos ofende
como algo bárbaro, es porque ya no lo vemos como una “ his
toria” que nos recuerda un feo y remoto incidente que perte
nece a tiempos y climas bárbaros; para nosotros, se ha con
vertido en algo “ natural y suficientemente probable” , en una
imagen de nuestra propia experiencia, parecida a la tragedia.
Lo que Hume no llegó a ver, tal como llegó a ver cosas
de una manera eminentemente civilizada, fue que en las trage
dias mea res agitur: yo estoy implicado en ella, y parte del pla
cer es la alegría de reconocer mis propios sufrimientos cuando
la veo sobre el escenario o en una página impresa. Geteilter
Scbmer\ist halber Schmtrt¿. el sufrimiento compartido es sufri
miento dividido. Ya no nos encontramos solos: el terror que
ha modelado el poeta nos libera de la prisión donde nuestro
terror nos tenía cautivos . Y si el dolor y el sufrimiento de las
figuras en el escenario es mayor que los nuestros, entonces
sentimos el alivio de darnos cuenta de que, lejos de haber sido
marcados por el destino para sufrir los peores tormentos, he
mos estado relativamente de suerte.
Los pintores de quienes se lamenta Hume no fueron de
safortunados en sus temas. Sabían perfectamente que quienes
contemplaran sus pinturas se identificarían con los mártires,
sintiendo que ellos estarían clavados en una cruz semejante,
mientras que la mayoría sentirían real y vividamente que
aquel Cristo en la cruz había muerto por ellos sufriendo tor
turas mucho más grandes que sus propias penas, salvándoles
al hacer esto.
[57]
22. Schopenhauer cita, en efccto. esie coro en el vol. II. cap. 46.
Sus últimas palabras empiezan “ N o me rendiré” y termi
nan:
(58)
23. P. 59 de mi trad.
24. Scc. 6, p. 24 de mi trad.
Schopenhauer se encuentra únicamente en algunas fórmu
la s"/’
Resumiendo: tenemos otra razón que nos explica por qué
las tragedias son agradables: nos dicen que la vida y el mun
do son bellos a pesar del sufrimiento, la crueldad y los terro
res de la existencia. Si hay más miserias en Lear, Hamlet,
Edipo rey y Agamenón que en nuestra experiencia, también su
propia experiencia es incomparablemente más bella. Lejos de
convencernos de que la vida no vale la pena de ser vivida y
que lo mejor es abandonar el mundo, se nos confirma la deci
sión de mantenernos en él. El sentimiento que nos despierta
es que seguir viviendo, que otras veces puede ser un asunto de
pura inercia, es un acto de valor.
Ya hemos señalado previamente que en la tragedia mea
res agitur, encontramos nuestras penas articuladas. Y por el
mismo argumento, también es nuestro el triunfo del lenguaje,
de la poesía, de la nobleza. Por consiguiente, hemos encontra
do otra respuesta más a la pregunta final de Schopenhauer.
La presentación del lado terrible de la vida es altamente agra
dable porque, en su contexto, nos convence de que nuestra
propia vida no es inútil.
Ésta es mi manera de decirlo. Nietzsche lo dice como si
gue: “ La tragedia está tan lejos de probar el pesimismo de los
griegos, en el sentido de Schopenhauer, que, al contrario, in
cluso se podría decir que se puede considerar como su repudio
y contra-ejemplo. Decir sí a la vida, incluso con los proble
mas más duros y extraños, el deseo de vivir regocijándose in
cluso del propio cansancio, e incluso en el mismo sacrificio de
los más altos modelos, esto es lo que yo llamo dionisíaco; esto
es lo que yo creo que representa el puente hacia la psicología
del poeta trágico. No para ser liberados del terror y de la pie
dad, no para purgarse de un peligroso afecto a base de su des
carga vehemente —tal como lo comprendió Aristóteles—, sino
26. E l ocaso dt los dioses, sec. final (Tbt portable Nittycbe, p . 562 $). Cf.
L a voluntad dt poder, secs. 85 1-853 y 1052.
vela de Sartre, su primer triunfo, fue probablemente inspirada
por Nietzsche, cuya decisiva influencia en Las moscas ya con
sideramos en el capítulo precedente. Si los párrafos menciona
dos son o no son filosofía, depende de nuestra concepción de
la filosofía. Bástenos con señalar que en sólo dos páginas 27
Ni-etzsche rechaza la teoría de Schopenhauer sobre la trage
dia, echa más luz que probablemente cualquier otro escritor
sobre Hamlet e inspira una de las novelas clave del siglo xx.
Vale la pena terminar la frase que dejamos sin concluir:
“ Estas nociones son: lo sublime, como el dominio artístico de
lo horrible, y lo cómico, como la descarga artística de la náu
sea de lo absurdo” . Como ya vimos, Schopenhauer ya había
relacionado la tragedia con lo sublime, pero no con la con
quista artística de lo horrible. Y su noción de lo cómico en
modo alguno presagió el teatro del absurdo tal como lo hace
la noción de Nietzsche. Al contrario: Schopenhauer estaba
tan equivocado al hablar de comedia como lo estaba al hablar
de tragedia. Su teoría de la comedia no llega a llenar una pá
gina del volumen II en el cual encontramos su teoría de la
tragedia. En la comedia, dice Schopenhauer, el sufrimiento es
leve. La comedia nos dice “ que la vida es, en general, bastan
te buena y sobre todo divertida” .
En realidad, Nietzsche se hace eco de esta visión superfi
cial de la comedia en una nota: “ La tragedia trata de los su
frimientos incurables; la comedia, de los curables” .28 Ello es
doblemente falso; pero en la versión publicada, Nietzsche
omitió su error sobre la comedia: “ La tragedia [...] trata de
lo incurable, lo inevitable, lo inescapable en el carácter y en el
destino humanos” .29
Yo preferiría decir que la comedia puede expresar una de
sesperación que, comparada incluso con las grandes tragedias,
éstas resultan ser relativamente esperanzadoras. La tragedia
27. Pp. 59-60 de mi trad.
28. Gesammellt Wnke, Musarionausgabe, IX, p. 448.
29. Humano, dtmaúado humano, scc. 23.
nos dice que la nobleza es posible, que el valor es admirable y
que incluso la derrota puede ser gloriosa. Pero la comedia nos
dice que la nobleza es una impostura, que el valor es ridículo,
y que tanto los triunfos como las derrotas son también ridícu
los. Y mientras Nietzsche sugiere, en un famoso pasaje, que
“ lo que constituye la voluptuosidad de la tragedia es la cruel
d ad ",30 yo, al contrario, creo que para lograr su efecto, la tra
gedia depende de la simpatía para con los que sufren y que
por lo tanto tiene una profunda fuerza humanizadora, mien
tras que la comedia depende de la crueldad. Para disfrutar de
E l mercader de Venecia como una comedia, uno no tiene que
identificarse bajo ningún concepto con Shylock, sino que tie
ne que ser capaz de alegrarse de sus desgracias finales. Y si
fuera posible que nuestras simpatías no se dirigieran a Lear,
Gloucester, Otelo o Desdémona, sería muy fácil reírse de
ellos. En estas dos obras, desde luego, la actitud de Shakes
peare es una sola, de ahí que nosotros como espectadores no
tengamos opción. En el caso de Shylock, el poeta es un poco
ambivalente; de ahí que algunos puedan reírse de él y otros
no. En Troiloy Cresida, se supone que no tenemos que reír
nos; pero si lo hacemos sentimos una amargura, unos sinsabo
res y una desesperación más profundas incluso que las que
sentimos ante la mayoría de las tragedias.
Así llegamos al problema propuesto por el último filósofo
que consideraremos.
[59]
Abel las reimprime sin vacilaciones. El único ensayo, además del de Scheler, que
aparece en ambas antologías mencionadas, es el de W. H. Auden: “The christian
tragic hero: contrasting captain Ahab's Doom and its dassíc Grcek prototype".
También éste ¡lustra la necesidad para una suspensión de la incredulidad. No tiene
más extensión que unas cinfo páginas. Tres citas bastarán:
"Antigona tiene que ser-desleal a su fidelidad para con su -hermano, o bien a
su fidelidad para con su pueblo. La situación trágica, que consiste en saber que
uno es un criminal, o bien estar forzado a convertirse en criminal, no surge del de
fecto de carácter del protagonista, sino que la envían los dioses como castigo por
tener tal defecto". Esto es realmente una interpretación nueva de Antífona-, pero
Audcn no nos dice cuál es la falta por la que los dioses castigan a Antigona.
“El protagonista, d capitán Ahab, lejos de ser exccpcionalmmtc afortunado,
«, en el comienzo de la obra, lo que en una tragedia griega únicamente podría ser
al final; es decir, excepcionalmente desafortunado. Ya es una víctima [...] una ba
llena le ha comido una pierna." Prometeo, por otra parte, está siendo crucificado
al empezar la tragedia. ¡Qué afortunados son, comparados con un hombre que ha
perdido una pierna. Áyax, Antigona, Electra, Filoctetes y Edipo en Colona cuan
do empiezan sus respectivas tragedias!
Finalmente, en el último párrafo, se nos informa de que en Moby Dici>, "al
igual que en la tragedia griega, el único sobreviviente es el coro, el espectador Ish-
macl. Pero Ishmael no es. como en los coros griegos, el eterno hombre común
Si las Euménides son el eterno hombre común, todo se va al agua. Es inútil
aducir ejemplos como Las suplicantes de Esquilo, o L as troyanas, o Las bacanas de
Eurípides. Pero, ¿acaso hay alguna tragedia griega en la que el coro sea el único
superviviente?
Y por lo que se refiere a Mtlaibealre: Lear “no puede proteger a Cordelia.
Ella muere y él mucre sin poderla vengar l—). Lear [...] no puede emocionarnos
como el Edipo de esta obra IEdipo en Colma,]. Porque Edipo. a través del sufri
miento. ha adquirido el gran poder que sólo el gran sufrimiento nos puede otorgar
1...1 En mi opinión —y lo único que podemos hacer son conjeturas—quienes han
pasado por la tragedia griega están mis allá de la mezquindad que implica el de
seo de herir a los demás" (p. 9s). ¿Acaso el profesor Abel no quiere tener razón
con cosas tan triviales como las que expresa el propio Lear: "Yo maté al esclavo
que quería colgarte”, o con lo que el propio Edipo, tal como lo dice Schopen
hauer, “siente al sentirse satisfecho por su venganza contra su patria" y luego mal
dice a sus hijos? En su prefacio, Abel nos asegura: “No quiero que se me escuche,
aunque no tenga razón, sobre las bases de que mi manera de estar equivocado es
interesante o idiosincrática. Simplemente digo que llevo la razón" (p. vu). Las
afirmaciones citadas aquí son esenciales para su argumento.
La traducción dcl título dcl ensayo de Schcler oscurece el
hecho de que esta exposición sobre el “ fenómeno de lo trági
co” fue escrita cuando el autor se hallaba bajo la influencia di
recta de Husserl y era, después de su maestro, el fenomenólo-
go más importante del momento. El maestro estaba más inte
resado en la lógica y las matemáticas, mientras que la orienta
ción de Scheler era más humanista y estaba marcada por un
vivo interés por la ética y la literatura. Se trataba, pues, de
una importante y primeriza contribución a la estética desde el
punto de vista de la fenomenología. Su tesis está explicitada
en la primera página-:
36. Es muy «trecho el paralelo con los pasajes de Sócrates. Véase Werkt.
cd. de Glockncr. XVIU. pp. 48 y I 19, donde Hegel intenta mostrar porque.»
pesar de que la muerte generalmente no es trágica, la de Sócrates sí lo fue.
gar de una manera completamente ‘ incalculable’ " : unbert-
chenhar, imprevisible.
Por lo que se refiere a las grandes tragedias, la afirma
ción opuesta estaría sin duda alguna más cerca de la verdad:
el resultado trágico es previsible, es lo que esperamos, pero
sin considerarlo completamente necesario. Suponemos que
Prometeo va a sufrir de una manera indescriptible, pero, para
que no consideremos su destino como algo completamente
necesario. Esquilo nos cuenta a continuación que eventual*
mente Zeus y Prometeo llegan a un acuerdo. Podemos prever
que Orestes va a matar a su madre, pero para que no lo consi
deremos necesario. Esquilo describe a continuación que una
institución social fundada un poco más tarde, pero todavía
durante la vida de Orestes, hubiera podido evitar esta necesi
dad. Suponemos que Antígona va a morir como consecuencia
de haber llevado a cabo su proeza: pero Sófocles nos recuer
da que Creonte decidió salvarla de la muerte, y que lo hubie
ra hecho si se hubiera apresurado a ir a la cárcel donde ella se
encontraba, en lugar de esperar el cadáver de su hermano. Es
previsible que Edmundo perdone a Cordelia demasiado tar
de; que Claudio esté rezando precisamente cuando Hamlet
había decidido matarle; que Otelo descubriera la verdad de
masiado tarde; que Romeo pensara que Julieta estaba muerta
y que por consiguiente se suicidara; pero ¿para qué dar más
ejemplos?
Si las afirmaciones de Scheler son excesivamente inútiles,
no hay que olvidar que han sido repetidas muy frecuentemen
te. Por lo tanto, vale la pena considerarlas porque unos erro
res tan propalados no pueden dejar de ser cuestionados. Tam
poco en ello Scheler es original. Su mal uso de la palabra “ ne
cesidad” se remonta a Hegel, que a menudo llamó “ necesi
dad” a cualquier cosa que no fuera arbitraria. Lo que Scheler
quiere dar a entender es que la catástrofe tiene que crecer or
gánicamente a partir del argumento y de los personajes en lu
gar de dar al espectador una impresión artificial. Pero eso no
es todo. También quiere dar a entendí , cos.ts que van más
allá de lo dicho y que son falsas.
“ Necesidad trágica", dice Scheler, quiere decir primor
dialmente "inevitabilidady obligación t...].'7 Por consiguiente,
dos tipos de destrucción de valores son antitrágicos por esen
cia: las destrucciones que se pueden achacar a una acción a
omisión que puede ser definitivamente especificada, y las que
se hubieran podido evitar con el uso de medios y técnicas más
aptas. C ada vez que podemos responder decisivamente a la
pregunta ‘¿quién es culpable?’ desaparece el fenómeno de lo
trágico” .
Otelo es la única tragedia que Scheler se digna mencionar
incidentalmente, aunque sea solamente en el último párrafo
de su libro. “ Así, es trágico el que Otelo incurra en la culpa
de tener que matar a quien más quiere, y el que Desdémona
sea asesinada inocentemente por su amado [...] Lo que cons
tituye el destino trágico del protagonista no es la muerte ni
ningún otro mal, sino el hecho de incurrir en una falta." Así
termina Scheler su ensayo sobre “ El fenómeno de lo trágico” .
En vez de recorrer las obras de los cuatro grandes trági
cos para mencionar más ejemplos que sugieran una vez más la
arrogancia de este ensayo, limitémonos a citar una frase de
Edmundo casi al final de El rey Lear: “ La rueda ha completa
do su giro” .
Empezamos nuestro estudio sobre la tragedia y la filoso
fía con Platón, que habló de la tragedia con una seguridad to
tal, sin sentir ninguna necesidad de comprobar sus atrevidas
generalizaciones con ningún texto de Esquilo, Sófocles o Eu
rípides. La única vez que lo hizo citó algo para apoyar una
37. Este pumo Je vista ya se ha criticad» en el apartado 37, en relación
con la cita de Stcincr, que termina así: “Hay que tener clara la distinción. La tra-
Í>...|c<iiatratan
es irreparable". También hemos visto que Nietzsche decía: "las tragedias
de lo incurable 1.1".
I.ionel Abel prefiere "implacable" (passim), peni también dice: “en las trage
dias, las desgracias del protagonista tienen que ser necesarias y no accidentales"
|p. 7*).
acusación contra los poetas trágicos, y la cita estaba fuera de
contexto. Hemos llegado ahora al siglo xx y nos encontra
mos con que uno de los mejores fenomenólogos está haciendo
lo mismo. Sin escribir como un rival de los poetas —su estilo
es bastante procaz— y sin ninguna intención de atacarles,
Scheler está tan seguro como Platón de que, como filósofo,
él es más listo que los poetas por su capacidad de ver las
esencias.
Scheler no dice que él sea el único que posee esta capaci
dad; pero si hubiera pensado que otros, que habían escrito
sobre el mismo tema también la tuvieron, es posible que se
hubiese dignado a ofrecernos algunos argumentos contra sus
puntos de vista. Y si hubiera pensado que los poetas trágicos
tuvieron algún sentido de lo trágico, hubiese intentado apren
der más de ellos. N o hace ni una cosa ni otra porque está con
vencido de que él tiene un acceso privilegiado, a pesar de que
lo que él “ ve" es previsiblemente algo de lo que había leído,
especialmente en Hegel, u oído en conversaciones y discusio
nes. Donde se elimina la argumentación racional y el cuida
doso examen de las evidencias y de las teorías contrarias, no
se puede esperar más que un resultado arbitrario.
La alternativa metodológica que nos ofrece Scheler está
demasiado cargada. 0 bien estudiamos laboriosamente la evi
dencia de una manera que supone un conocimiento por nues
tra parte de todo lo que es trágico y que, por consiguiente,
puede contar como una evidencia, o bien, simplemente vemos
y mostramos la esencia de lo trágico. En primer lugar, proce
dimiento científico es eliminado y considerado algo así como
mendigar preguntas, y luego, se invoca la intuición como un
procedimiento superior. Otros practicantes dcl mismo méto
do han encerrado su subjetivismo en una especie de jerga im
ponente. Al igual que el emperador de Andersen, los autores
de Sein und Zeit y El ser y la nada no se arriesgaban a que el
público descubriera su imposición. Creían que iban muy bien
vestidos. Su desnuda subjetividad no escapó menos a los au
tores que a sus lectores; sus intenciones eran buenas, pero te
nían mauvaise fo i en el sentido sartreano del término, puesto
que se embaucaron a sí mismos.
Scheler no quiso aprender de la historia; de ahí que estu
viese condenado a repetir errores pasados. Ni se le ocurrió
que la tragedia y el concepto de lo trágico tenían ya una his
toria. Supuso que si prestábamos atención a los griegos, que
inventaron la tragedia, y acuñaron el adjetivo “ trágico” , éra
mos más arbitrarios que alguien que hubiera dicho, como él
mismo dijo, esto es trágico y aquello no, sin dar más eviden
cia que su propia sinceridad.
Supongámonos que queremos saber lo que es filosofía.
Según el ensayo de Scheler, cualquier inducción sería mendi
gar preguntas. Cuando yo me pregunto qué tienen en común
esta o aquella filosofía, tengo ya algún conocimiento de lo
que es la filosofía. Por lo tanto, es mejor, según él, dar a los
demás nuestra visión de la filosofía. En derta manera sí pode
mos reconocer algunas filosofías, de la misma manera que po
demos reconocer algunas tragedias, sin saber todavía si estos
casos paradigmáticos tienen o no una esencia común. Sabe
mos que las obras de Platón y Aristóteles, las Meditaciones de
Descartes, la Etica de Spinoza, los Ensayos de John Locke, las
investigaciones de Hume, las críticas de Kant y los cuatro li
bros de Hegel son filosofía, de la misma manera que sabemos
que las obras conservadas de Esquilo y Sófocles son tragedias
griegas y que algunas de las obras de Shakespeare son trage
dias elisabethianas. Es posible, pero absurdo, negar estos he
chos primarios, diciendo algo así: estas obras no son realmente
filosofía (o tragedias); voy a mostrar lo que realmente son.
Tales aforismos paradójicos vienen a ser recomendaciones
para el uso de viejos términos a la manera moderna. Pero tie
ne mucho más sentido decir; estas viejas obras son filosofía (o
tragedias), y hay que buscar otro nombre para las cosas que
queramos robar o tomar prestadas de estos términos.
Pero nosotros podríamos llamar a las obras que primaria
mente reclaman el epíteto de filosofía (o tragedias), y negar
les la atribución del adjetivo. Sí, en este caso, podríamos de
cir que la Metafísica de Aristóteles es filosofía, pero que a du
ras penas es una obra filosófica; o que la mayoría de las trage
dias griegas conservadas no son realmente trágicas. Esto es
menos descabellado, pero todavía se resume en lo mismo: un
juicio de valor se marchita con el descubrimiento de una esen
cia. Pero no hay ninguna esencia de lo trágico o de lo filosófi
co. Simplemente hay distintas maneras de usar el término, y
no todas son tan arbitrarias como la de Scheler.
Evidentemente podríamos ilustrar las afirmaciones de
Scheler con algunas tragedias; pero no hay ninguna razón
por la cual debamos convertir en norma o esencia de lo trági
co unos pocos casos que resultaron sorprender los caprichos
de un escritor para dejar fuera de consideración los demás ca
sos. El problema está en que el procedimiento correcto no se
puede seguir en un artículo de extensión igual a la del de
Scheler. Hacer afirmaciones no basadas en nada ocupa muy
poco lugar y es además muy fácil. Dar una detallada atención
a los grandes poetas y filósofos que han escrito sobre el tema
requiere un libro completo.
LA T R A G E D IA . H O Y
[ 60 ]
E
' iración de las obras griegas y shakespearianas nos aconseja
e todos estos puntos de vista tan atractivos tienen que ser
andonados.
\ La afirmación de que un sufrimiento es meramente lasti
moso y no verdaderamente trágico, es algo que ni se puede
probar ni negar. Pero se puede mostrar que se basa en una
falsa suposición. El caso es que tanto la tragedia griega como
la shakespeariana se concentran en lo trágico y desdeñan lo
patético y que la pérdida de esta distinción crucial es una
creación moderna. En realidad, ya hemos visto que no se en
contraba ni en Shakespeare ni en los trágicos griegos.
El sufrimiento de Filoctetes, como una mordedura de
serpiente, viene para decirnos que no estaba motivado por
ningún dilema moral. Tampoco la forma de sobrellevar sus
sufrimientos parece muy admirable. El desastre no es inevita
ble y el final no es feliz. Claro que Ncoptolcmo se enfrenta
con un conflicto moral; pero para provocar terror y piedad,
el poeta confía mucho en los llantos de Filoctetes.
El sufrimiento de Heracles, en Las traquinias, nos pro
porciona un caso semejante. También él es víctima de un su
frimiento que le llega de afuera. Sus gritos emocionan a la au
diencia; pero su conducta lo es todo, menos admirable. Y su
angustia no parece que sea inevitable.
Edipo en Colona, al igual que Filoctetes y Las traquinias, se
adaptan a mi definición de tragedia; pero el criterio al que me
someto es más patético que trágico. Edipo rey y Antigona son
los paradigmas de lo “ verdaderamente trágico"; pero el con
cepto de lo meramente patético impide a muchos críticos
aceptar su discurso final, que en modo alguno debía molestar
a Aristóteles.
Tampoco necesita ninguna demostración el hecho de que
Eurípides no esbozara lo patético. E s obvio que no. El sufri
miento de Las troyanas y la muerte dcl hijo de Héctor, están
más cerca de Woyigck que de las nociones, supuestamente clá
sicas, pero en realidad románticas, que estamos rechazando.
También lo es la angustia de la joven heroína de Iftgenia tn
Áulide. Ya insistimos en la ironía dcl poeta, cerca dcl final dq
la obra, en la escena en que Ifigenia resuelve morir como márj
tir. Pero según los que usan la palabra “ trágico" en sentid^
restrictivo, la obra se convertiría en tragedia en ese momento*,
por los alrededores dcl verso 1375, cuando el valor de la h«-
roína hace que su miedo venza a la muerte, a pesar de que Eu
rípides insiste en que ha sido engañada.
Alternativamente, estos críticos podrían decir que mu
chas tragedias de “ el más trágico de todos los poetas" no lo
son en absoluto, porque no son verdaderamente trágicas. Por
la misma razón, muchas de las tragedias de Esquilo y de Só
focles correrían la misma suerte en las manos de los críticos
que creen saber lo que es trágico, o lo que es una tragedia,
mejor de lo que lo sabían Esquilo y Sófocles, Eurípides y
Aristóteles.
Los poetas trágicos griegos se esforzaron una y otra vez
para convencernos de que la catástrofe no era inevitable. Ello
está clarísimo en Las suplicantes y la Orestiada de Esquilo, así
como en su Prometeo. Es tan claro en Los persas, donde se su
giere que Jerjes no debería (y no tiene ninguna necesidad de)
invadir Grecia. Y en Los Siete contra Tebas se nos dice literal
mente que se había advertido a Layo para que no tuviese hi
jos, pero él no hizo caso de la advertencia. En otras palabras:
ninguna de las tragedias conservadas de Esquilo se adapta a
las normas que se consideran —erróneamente— clásicas. Qui
zá Las coéforas sea la única donde la catástrofe es inevitable;
pero la que le sigue, Las euménides, pone en claro, antes de
que Orestes muera, que se establece una institución para evi
tar tales catástrofes.
En Edipo rey sí que tenemos una genuina situación trági
ca, donde la catástrofe es inevitable, sea cual sea la decisión
del protagonista. Pero es excesivamente poco razonable decir
que solamente los dramas y los acontecimientos que se pare
cen mucho a esta tragedia son “ verdaderamente trágicos” .
En resumen, los poetas griegos sabían perfectamente que
los desastres que pueden ser fácilmente evitados se sienten
como preeminentemente trágicos. Y ello también es verdad
por lo que a Shakespeare se refiere.
Que el rey esté rezando cuando Hamlet está decidido a
matarle, que mate a Polonio por equivocación, que sea nece
sario cambiar de floretes durante el duelo y que la reina tenga
que beber el veneno, todo ello no parece más inevitable que el
que Otelo tenga que ser embaucado por Yago, Lear por sus
hijas, o Gloucester por Edmundo. Tampoco las tragedias de
Shakespeare giran alrededor de conflictos morales.4 Y final
mente tampoco Shakespeare desdeñó lo patético.
Lo que sí es verdad es que las acciones y la dicción, en la
tragedia griega y shakespeariana, son spoudaios: nobles, de
heroicas dimensiones. Así son la mayoría de los personajes de
Esquilo, la mayoría de los de Sófocles y unos pocos de Eurí
pides, y muchos de los protagonistas de Shakespeare, con la
condición de que no demos un contenido moral a “ noble” o
“ heroico” . La Clitemnestra de Esquilo y sus Euménides, el
Heracles y segundo Edipo de Sófocles, no menos que M ac
beth y Lear, todos, poseen esta cualidad, mientras que mu
chos de los protagonistas de Eurípides no la tienen. Natural
mente tampoco la tiene Gretchen en el Fausto de Goethe, a
pesar de que desde un punto de vista moral, Gretchen sea
muy superior a Clitemnestra. La moralidad no tiene nada que
ver con ello. Deyanira y Antígona tienen esta cualidad, mien
4. Véase el comieran del apartado 5 5. Desde luego que una lectura sutil
puede encontrar una medida de inevitabilidad en Olelo (por ejemplo, Walter
Kaufmann en h'rom Sbakfsptart lo txisinliahsm, pp. 37 ss) y sacar a la luz el por
que Lear no se conviene en un ser meramente patético (ibid.. y Tbt faitb of a btn-
Itc. scc. 91). N o renuncio a estos análisis.
tras que Desdémona y Ofelia (aunque no de una manera tan
intencionada como Gretchen) carecen de ella.
El moralismo de quienes reconocen como cosa trágica so
lamente las colisiones de lo bueno con lo bueno,’ probable
mente tiene más base en Corneille que en los poetas que he
mos estudiado. Tanto los griegos como Shakespeare son me
nos moralistas y encontraban trágico cualquier cosa que inspi
rara terror y piedad.
El punto de vista moralista supone, en efecto, que sólo es
trágico el sufrimiento filosóficamente interesante y muy simi
lar a unas pocas tragedias griegas. Mientras los grandes con
flictos morales sean contrastados con accidentes triviales, este
punto de vista parece bastante plausible; pero cuando nos en
contramos con conflictos morales menores, comparados con
grandes desastres, es ya más problemático. ¿Sería razonable
llamar trágico a un conflicto entre el amor y el honor o el
amor y la honradez, y negárselo a una situación donde el
hambre mata a millones de hombres, mujeres y niños? Eurípi
des encontró trágico el sufrimiento de las troyanas, y Aristó
teles también; pero muchos críticos modernos dirían que su
condición, como la de los millones de seres humanos que
mueren de hambre en la India, es puramente lastimosa.
Afirmar que solamente lo que es spoudatos puede ser trá
gico, encuentra reparos en las obras de Shakespeare, a pesar
de que todos sus protagonistas tengan esta estatura sobrehu
mana, pero más reparos encontraría en Eurípides. Es una
idea completamente romántica, que fija las normas basándose
en el caballeresco pasado y encuentra patético y deficiente
todos los sufrimientos que no son tan sublimes.
V Hi>ok. art cit., considera que solamente ion trágicos los conflictos entre
el bien y el bien, y la bondad con la razón (“ donde b bueno es un término genéri
co para todos Irts valores en una situación y la ratón para todas las obligaciones"),
o bien la razón con la r.tf.ón Al igual que Scheler. nunca reconoce ninguna deuda
,i Hegel. ni tampoco considera lo que los grandes poetas trágicos encontraron trá
gico, Pero, ; acaso debemos considerar las obras de Corneille más trágicas que las
de los griegos o las de Shakespeare?
¿A quién tenemos que seguir? N o hemos encontrado nin
guna razón para negar que el destino de las troyanas o de los
hambrientos hindúes sea más trágico, aunque quizás filosófi
camente menos interesante, que la mayoría de los conflictos
morales que aparecen en la literatura y en la vida. Pero hay
una razón para seguir finalmente a los griegos y a Shakespea
re. “ Trágico" y “ lastimoso’’ son términos persuasivos y muy
cargados de valor. Al decir que algo es lastimoso o patético,
pero no verdaderamente trágico, damos a entender que es
menos serio. Pero Eurípides encontró tan serio el gran sufri
miento humano, la brutalidad cada vez mayor de la guerra e
incluso la inhumanidad de quienes iban a ver sus obras, que
no quiso distraer a la audiencia presentando colisiones de lo
bueno contra lo bueno.
Puede que parezca paradójico el rechazar el punto de vis
ta moralista sobre una base moral. Pero las razones para re
chazar el moralismo son siempre, en parte, morales. Por defi
nición. el moralismo está más interesado en principios mora
les que en la realidad humana, y de ahí que sea insuficiente
mente sensible al sufrimiento humano.
Mucho más que sus dos predecesores, Eurípides estaba
profundamente interesado por problemas morales, pero ade
más era superlativamente sensible al sufrimiento humano.
Shakespeare no tiene estos intereses morales. Sus obras, por
así decirlo, se acercan a lo que se podría llamar unas vacacio
nes morales; pero el interés de Shakespeare por las realidades
humanas fue inmenso y compartió la sensibilidad universal de
los griegos para con el sufrimiento humano.
N o tiene ningún sentido intentar ser más trágico que E s
quilo, Sófocles, Eurípides y Shakespeare, diciendo que mu
chas cosas que ellos consideraban trágicas eran simplemente
lastimosas. Si millones de seres humanos mueren de hambre,
esto es trágico, aunque no sea un buen material para una tra
gedia. En realidad. Esquilo hubiera podido empezar una tri
logía con un coro de mujeres aterrorizadas por el hambre, y
vale la pena señalar que muchas de sus tragedias llevaban el
título del coro. Pero otras tragedias griegas y todas las de
Shakespeare llevaban el nombre de su protagonista. Y muy a
menudo (esto es regla en Shakespeare) estos hombres de
enorme estatura vital, no solamente sufrían, sino que también
tomaban decisiones y las llevaban a cabo. De ahí que se haya
llegado a creer que el sufrimiento, en sí y de por sí, no sea trá
gico, y que las tragedias tienen que presentar decisiones y, se
gún algunos autores, algún tipo de culpa.
161]
¡ Qué raro, pues, que sea un tópico el pensar que hoy en día
no se puedan escribir tragedias! Consideremos las razones
que se pueden dar para apoyar esta idea.6
En primer lugar, la pretendida falta de mitos familiares.
Los trágicos griegos usaron casi siempre materiales que se re
montan a la edad heroica; pero Los persas, nos demuestra que
un acontecimiento reciente puede utilizarse en una tragedia, y
en Las troyanas, el mito es meramente un pretexto innecesa
rio. Shakespeare nunca utilizó mitos familiares para sus trage
dias. Dos de ellas están basadas en la historia británica y, por
consiguiente, algunos críticos las consideran más como “ his
torias" que como “ tragedias". Tres, lo están sobre la historia
romana, y ninguna de las historias de Coriolano, de Antonio
[62]
9. The Tablel (junio I 963). La carta está reimpresa, junto con vario» otros
documentos, en The storm oi'tr The Dtputy, cd. de Ene Bentley (1964). Antes de
presentarse al cónclave, del cual se esperaba nuyoritariamente que seria elegido
Papa, el cardenal Montini consideró su "deber” el defender a Pío XII, y cesolvió.
con piadoso espíritu, expresar públicamente su duda de que Hochhuth. cuya :>bra
no había leído ni visto, poseyera incluso “ integridad humana normal": "Sería mu
cho mejor que la imaginación creativa de los dramaturgos insuficientemente dota
dos de discernimiento histórico (y posiblemente, aunque quiera Dios que éste no
•.ea el caso, de la ordinaria integridad humana) se abstuvieran de juguetear con te-
quienes participaron en la polémica, fuese ya en pro o en con
tra, fue el punto de vista del autor para con la descripción del
Papa Pío X II. “ Hamlet sin el Príncipe de Dinamarca” fue
una de las expresiones proverbiales dirigidas a la obra; pero
E l Vicario ha sido discutida sin ninguna referencia al vicario
protagonista de esta tragedia.
Para entender la obra será mejor considerarla previamen
te como un intento por tratar de los inmensos sufrimientos de
los judíos en manos de los nazis. Hochhuth decidió poner en
el centro de su obra el máximo ultraje: Auschwitz. La finali
dad era poner fin al vacío moral que persistía en Alemania,
juntamente con la recuperación económica, después de la se
gunda Guerra Mundial. Después de mi larga visita a Alema
nia durante los años 1956-1957, escribí:
12. El mundo canto voluntady representación, II, cap. 57. Schopenhauer dice
que rl poeta debería reflejar el mundo y presentar “gran cantidad de personajes
malos, y ocasionalmente infames, así como muchos necios (... | y, de vez en cuan
do. un hombre razonable, un hombre listo, un hombre honesto, un hombre bueno,
y como una gran excepción uno de nobles pensamientos. En mi opinión, Homero
no nos presenta ningún personaje noble, aunque hay varios buenos y honestos. En
la totalidad de las obras de Shakespeare, debe haber un par de hombres nobles, di
gamos, por ejemplo, Cordelia y Coriolano, y quizá nadie más. Por otra parte, sus
obras rebullen de personajes descritos anteriormente” . La elección de Coriolano
en lugar de Kcnt. dice, es algo sorprendente. Parece ser que Schopenhauer estaba
obsesionado con la ¡dea de la venganza contra los compatriotas que no le aprecia
ban (cf. su afirmación sobre Edipo en Colona, citada m is atrás, en el apañado 57).
[...] N o se trata de Auschw itz, sino de preservar el P ap ado
lim pio ante la eternidad, incluso si se encuentra momentánea
mente bajo la form a de A lejandro V I (el P apa B orgia, padre
de C esa r B o rgia] o bajo la form a de...
[631
18. Guenter Lewy, "Pius X I 1. the Jews. and the Germán catholic churth".
en Cammentury (febrero 1964), p. ?3. El artículo viene reforzado por más de cien
notas a pie de página y se basa en el libro de Lewy. Por lo que se refiere a la afir
mación de Leiber. véase Summa ¡m uría odtr D u tflt d tr P uf si scbweigtnt, una «c e-
lente antología alemana de comentarios sobre El Vicario, ed. de Fritz J. Raddatz
(1963).
Un estudio extenso y muy poco complaciente de Pío X II, que trata bastante
de su personalidad y reinado papal está incluido en C ario Falconi. / fapi del rente-
timo sécalo. 19 6 7 . El capítulo sobre Juan X X III contiene muchas comparaciones
interesantes.
19. En las direcciones que preceden a La obra dentro de la obra se nos dice
que el profesor Fredcrick AJcxandcr Lindemann se convirtió en vizconde Cher-
vu'll en 1956, pero durante toda la obra, que tiene lugar en 1943, es conocido e
identificado como Cherwell. Ello tiene que dar una impresión de poco cuidado.
En realidad. Hochhuth tenia sus razones para hacerlo así aunque no las especifica
en su obra: "Lindem ann" es un hombre que para la mayoría de los alemanes sue
na a judio, y el hecho de que en las direcciones escénicas nadie sepa si el profesor
Lindemann es o no judio, no podía contrarrestar la impresión mencionada más
arriba, como tampoco podia contrarrestarla recordar al lector que durante U se
gunda Guerra Mundial los alemanes tenían un general de artillería con aquel nom
bre, que fue ejecutado después del complot frustrado para matar al Führer. el 20
de julio de 194 4 . Lo que cuenta para la audiencia teatral es la impresión recibida
guras históricas no pueden ser discutidas únicamente bajo la
luz de las tragedias de Hochhuth. Las grandes licencias poéti
cas que se tomaron Shakespeare, Goethe y Schiller, a este res
pecto. son evidentes, pero estorbaban menos puesto que se
trataba de personajes muertos desde hacía mucho tiempo: Ri
cardo III murió más de cien años antes de que Shakespeare
escribiese Ricardo I I I , y estos dramaturgos usaron claramente
la historia como un clavo para colgar sus cuadros. Pero, ¿qué
ocurre con el Galilea de Brecht?
[64]
2 5. Maitrialin, p. 10.
dos, de la nochc a la mañana” .26 E insistía en que escribir era
una afición profundamente sensual para él, no menos que el
comer. Cuando Andrea pregunta: "¿tenéis un ejemplar?” ,
Galileo responde: “ Por el momento mi vanidad me ha impe
dido destruirlo", y Brecht añadió que Galileo era “ realmente
presuntuoso". Una línea más abajo, cuando Galileo le dice a
Andrea que si él está decidido a llevarse el manuscrito a H o
landa tiene que tomar toda la responsabilidad del acto, Gali
leo es —dijo Brecht a sus actores— “ realmente cobarde".
Repentinamente, Andrea ve a Galileo bajo una nueva
luz, como un héroe. Sus manos están sucias porque se retrac
tó, pero “ mejor sucias que vacías". (Es posible que la alusión
a Las manos sucias, de Jean Paul Sartre, fuera deliberada.)
Pero la defensa que hace Andrea de su maestro sirve para
frustrar los desprecios de Galileo y de Brecht. El autor com
paró sarcásticamente la obra con Don Carlos, de Schillcr, y
con su grandilocuencia.27 La respuesta de Galileo es para de
mostrar su inteligencia superior. “ Sostengo con impacien
cia” ,28 dice, “ que la única finalidad de la ciencia es la de ali
gerar la pesada carga de la existencia humana". Brecht co
mentó: “ Galileo no quiere convencer a nadie, habla consigo
mismo; pero no se reprocha nada. Rutina y fuerza vacía, sim
plemente para probar que su cerebro todavía está intacto".
“ En mi época, la astronomía llegó a los mercados. Bajo
estas circunstancias únicas, la firmeza de un hombre hubiera
provocado grandes conmociones” . Y en Berlín, Brecht aña
dió. “ Cada vez tengo más la convicción, Sarti, de que nunca
he estado realmente en peligro” .
En la versión impresa, la hija vuelve con un plato y se de
tiene cuando Galileo dice: “ Yo traicioné mi profesión. Un
hombre que hace esto ya no puede ser tolerado en las filas de
las ciencias” . A lo que ella responde: “ Habéis sido aceptado
en las filas de los creyentes” . Sin embargo, en Berlín, la hija
aparecía antes: “ Durante su propio análisis, Virginia estaba a
la izquierda con la fuente de hígado de ganso en sus manos. Y
Andrea con los Discorsi bajo su chaqueta, a la derecha. Gali
leo en el centro. Brecht se reía diciendo: ‘es muy sencillo:
Galileo insiste en el hígado de ganso y también en la ciencia.
Está sentado entre sus dos grandes vicios: la ciencia y la glo
tonería’ " P La obra termina con Galileo comiendo; la últi
ma frase de la escena está cortada juntamente con la escena
en la que los Discursos atraviesan la frontera.
33. Aspean que comprendió, e incluso destacó, Lionel Trilling. cuyo conci
so y revelador contraste entre el Galileo de Brecht y el real es un suplemento a
nuestra explicación ¡J b e exptrieme of literalare: a rtaílir uilb tonmentarits, 1967.
pp. 415 ss), A pesar de que Trilling reproduce la versión de Laughton, este nom
bre aparece únicamente en los "Copyright Acknowlcdgmems", en p. vi. En casi
todos los aspectos, su explicación y la nuestra son complementarias.
Hric Bentley, que ha sido en los Estados Unidos el defensor más devoto de
Brecht. empieza su introducción al Galilea de la manera siguiente: “ Brecht anda
ba equivocado sobre el siglo x v » en general y sobre Galileo Galilei en particular".
mente mayor. Y lo mismo le ocurre a Hochhuth, que piensa
en términos de conflictos trágicos tradicionales. Brecht nunca
logró llegar a aquellos a quienes iba dirigida su obra. Quienes
cantan sus alabanzas y aprecian su falta de sutileza deliberada
son, en su mayoría, intelectuales más o menos liberales, muy
impenetrables a su propaganda.
N o menos irónico es el contraste entre Brecht y su anti
héroe. Exactamente tres meses después del estreno de Galileo
en Beverly Hills, Brecht tuvo que declarar ante el Comité
sobre Actividades Antinorteamericanas en Washington,
negar sus simpatías para con el Partido Comunista y otras co
sas por el estilo, y así ganó una recomendación del presidente
del Comité por haber sido un testigo ejemplar. N o sabemos si
en aquel momento recordó las palabras de Galileo: “ El desa
fío de un hombre puede provocar grandes transtornos” .54 Lo
que sí sabemos es que a Galileo se le mostraron, incluso en la
obra de Brecht, los instrumentos de tortura, y también que
Brecht volvió a Europa en noviembre de 1947, poco antes
de que su Galileo se estrenara en Nueva York, todavía con
Laughton en el papel principal, y que se comprometió con el
stalinismo a cambio de un teatro en Berlín del Este; pero se
aseguró un pasaporte austríaco y un acuerdo que le permitía
depositar sus ganancias en un banco suizo. Brecht sacó mu
cho partido a este teatro: presentó grandiosos montajes de
sus propias obras “ con obras chinas o soviéticas de vez en
cuando y con algún producto ocasional del partido comunista
local” .5’ En los últimos meses de su vida volvió a su Galileo
y le fue más duro que nunca:
3 6 . Mulenalien, p . 36.
37. En Ijt óptru de dos centavos. Brecht utilizó las baladas de Villon, y cuan
d o en 19 2 9 fue acusado de plagio por haber usado sin referrncia alguna a K. L.
Ammer, pasajes d e su traducción alem ana de Villon, Brecht lo adm itió y lo atribu
yó a "su básica d ejad r? en cuestiones de propiedad literaria". El G alileo de
Brecht pretende ser el real, cuando en realidad se trata d e una invención.
no sienta simpatía por la heroína. Y en Galileo, galcula una
simplista, superficial y moralista condena para un hombre que
el público está decidido a admirar, incluso en el montaje de
Brecht.
Es muy fácil olvidarse de cuán revolucionario es su méto
do. Esquilo hito llorar a los atenienses por los persas que sa
quearon Atenas. Eurípides hizo que los atenienses se angustia
ran por los daños que se hicieron a Medea y a Fedra. Shakes
peare nos obliga a simpatizar con Coriolano. Brecht se coloca
deliberadamente contra toda esta tradición humanista. Sa
biendo mejor que muchos lo que se podría decir a favor de
Galileo, no quiere decirlo. En lugar de ello, solicita a la au
diencia que suspenda sus simpatías humanas y (a pesar de que
Brecht no lo admitiese) su inteligencia crítica. Pretende que
los espectadores se conviertan en niños, escuchen un cuento y
acepten la moral.
El teatro de Brecht es antiaristotélico y platónico. Desde
luego, Brecht no aceptó ni la teología ni la metafísica de Pla
tón; pero creyó en lo que yo he llamado “ totalitarismo bené
volo",58 tal como lo creyó Platón. También estuvo de acuer
do en que “ los gobernantes tienen que mentir para el bien co
mún” y que los poetas, en vez de proyectar sus propios senti
mientos y antojos, deberían ayudar al cumplimiento del siste
ma público. Al igual que Platón se opuso al tipo de poesía
que “ nutre y alimenta las pasiones” , y prefirió el modo épico
a la tragedia.
A diferencia de Platón. Brecht no creyó que un drama
turgo tendría que llevar a escena únicamente los personajes
“buenos en todos los sentidos” . En general, sus propósitos
fueron menos constructivos que negativos. Lo cjue le llevó al
totalitarismo no fue la admiración por algún estado existente,
sino la intensa repugnancia por la República de Weimar y el
38. L o que aquí s í dice o cita sobre Platón ha sid o discutido m is d etallad»'
mente en los apartad os 3. 4 y 6 del cap. I.
Imperio Alemán que lo había precedido. Cuando los nazis lle
garon al poder no se marchó a la Unión Soviética sino a los
Estados Unidos. Y solamente volvió a Berlín (después de
asegurarse un pasaporte austríaco) porque le fallaron las espe
ranzas del Oeste. Sus finalidades políticas, como dramaturgo,
eran las de atacar el orden existente, atacar los valores bur
gueses. sus inclinaciones y sus héroes y ser completamente
antisentimental, lo que constituye quizás la fuente de sus
atractivos.
La falta de sentimentalismo de Brecht fue algo refrescan
te en su época, a pesar de que no era nada raro en la Alema
nia de los años veinte; pero Brecht fue el maestro de este to
no. Dada su propia fe en el materialismo histórico, es otra
ironía del destino que se quedara ligado a un período históri
co concreto (más o menos, la República de Wcimar) y que los
acontecimientos rápidamente dejaran sus puntos de vista y su
tono anticuados. Cuando la antisentimentalidad se había con
vertido en antihumanismo y había celebrado sus ultrajantes
triunfos con los crímenes de Stalin y de Hitler, Brecht toda
vía esperaba que sus audiencias se sintiesen complacidas por
sus obras.
Después de Auschwitz, uno puede leer Don Carlos de
Schiller otra vez y admirar la decencia humana de su autor,
aunque no con el entusiasmo de la época que encontró su fin
en 1914. Las tragedias de los griegos y de Shakespeare ade
más de no tener rival, nos revelan bellos aspectos que los
hombres del pasado no podían encontrar en ellas. Pero des
pués de Hitler y Stalin, el Galileo de Brecht no se mantiene
tan bien como Las manos sucias de Sartre y E l Vicario de
Hochhuth.
Los versos de Brecht no son tan igneniosos, mordaces y
perfectos, como los mejores de Erich Kástner, publicados an
tes de 1933,39 a pesar de que Kástner fuera idealista y a me-
39. Víase KSstncr. fíei Durcbsicht mtintr ¡iüehtr... -. Eme Amwahl aus ntr
Vtréündtn, I 946.
nudo sentimental, y el nihilismo de Brecht pueda parecer más
limpio y más duro. Brecht, sin embargo, no fue nunca un Vi
llon. Cuando fue nihilista, esperaba que se le aplaudiese por
ser tan travieso. Y cuando era moralista, esperaba que se le
aplaudiese por llevar la razón. Tuvo mucho talento para ex
plotar dos tendencias contradictorias de su época; pero le fal
taba genio para darnos una de ellas en una nueva perspectiva.
Un poeta lírico no necesita ser un pensador. Para un drama
turgo serio, representa un gran defecto el que “ tan pronto
como reflexione se convierta en un chiquillo” .40
[65]
Pcor incluso (que pura pornografía]. Es un sucio y soterrado intento de jugar con
las más sórdidas emociones que subyacen en algunos corazones humanos*. Se refi
rió a su propia elección, obtenida en una asamblea mayoritariamente católica,
como ejemplo de una comprensión interreligiosa*', e inddcntalmcntc “ reconoció
más tarde <jue no había visto E l Vicono ni leído el libro. ‘ Pero he leído práctica
mente todo lo que se ha escrito acerca de la obra en los periódicos* ( T b t N a /
York Timti [5 marzo 19641).
4 ). Af/mtnán, 1551-1519, en la versión de Richmond Lattimore.
rccc grande, raramente soporta un detallado análisis, y las
palabras suenan a falso. Muchas palabras sublimes pueden es
conder mezquinos motivos. Eurípides intentó mostrarlo y su
intento resultó algo inconsistente.
La capacidad de hacer justicia á grandes temas es poco
abundante, de ahí que muchos dramaturgos lo eviten. Shakes
peare no lo buscó, pero tomó lo que tenía al alcance de la
mano y. por lo visto, continuamente supera a sus temas sin in
tentarlo. Su genialidad reside en la abundancia, no en la eco
nomía ; pero una y otra vez engarzó cuerdas de versos tan bri
llantes y perfectos que ninguna otra poesía ha sido capaz de
superar la suya. A pesar de que su visión fuese oscura y a pe
sar de sí mismo, los resultados fueron incandescentes. El len
guaje inflamó su corazón.
La poesía nace del entusiasmo por la magia de las pala
bras. La pérdida de este entusiasmo y el declive de la fe en las
palabras y la razón han dado como resultado un miedo real a
las frases memorables. Incluso los dramaturgos que pueden
dominar este miedo, difícilmente se arriesgan a ofrecernos
una secuencia de versos que pueda obsesionar nuestra memo
ria. Tienen miedo del ridículo y buscan la seguridad a base de
utilizar gran cantidad de palabras usuales. Cada vez más los
escritores creen que las palabras no pueden soportar el peso
de su ofrecimiento. Se busca la seguridad en la oscuridad del
símbolo, de lo absurdo, de la incoherencia. Después de la reti
rada de la poesía viene la retirada de la prosa, y finalmente el
refugio en la oscuridad total.
La densa oscuridad de Esquilo, grávida de un exceso de
significado, pronto se convirtió en algo arcaico. A ello suce
dió primero una claridad de expresión y luego otra nueva os
curidad que hizo alarde de su vacío como reflexión de la falta
de significado de nuestras vidas, como si el aburrimiento fue
se necesario para comunicar el aburrimiento, como si el “ ma
ñana, y mañana” de Macbeth no lo hubiese expresado ya en
diez versos. El vacío, la nada y el hastío están ahí en Shakes-
pcare, pero expresados con tanta vitalidad que su rica poesía
y fuerte inventiva impiden la victoria del vacío.
[66]
¿ Es decisiva la diferencia de que Clitemnestra proceda de un
mito y no de la historia? ¿ Es relevante el hecho de que la tra
gedia griega se alimentara casi siempre de los mitos? ¿O que
Eurípides, cuando quería atacar los recientes ultrajes que Ate
nas había cometido durante la guerra, no presentara los ate
nienses al escenario sino Las troyanas? Incluso en la única ex
cepción de las tragedias griegas conservadas, Los persas de
Esquilo, que trata de la historia reciente y no esconde el tema
bajo ningún velo mitológico, ningún ateniense aparece en es
cena ni se menciona durante toda la obra: nos encontramos
en la legendaria capital de Persia, vemos a una reina Oriental,
la magnifícente Atossa, y el poeta se complace en extremo en
devanar nombres de extraños sonidos.
La idea de que el teatro “ aristotélico" estaba dirigido a
la ilusión y que se debe a la gran innovación de Brecht la in
troducción de lo que él llamó V erfremdungseffekt. o V-Effect
[efecto V] 4‘t para distanciar a la audiencia de la acción repre
sentada en el escenario, romper la ilusión, crear una distancia
física, es insostenible. Los mitos, las máscaras y la música no
eran más que efecto V. También lo eran el coro, las danzas, la
actuación estilizada y el hecho de que todas las mujeres fue
ran representadas por actores varones. Efectivamente: todos
sabían que los papeles eran representados por tres actores, y
que cada obra era una tentativa del poeta para obtener el pri
mer premio. Todo formaba parte de una competición alta
mente estilizada.
La mayoría de las veces, Brecht creyó que la tragedia
44 Brecht. Pequeño " Or/pnon” para ti teatro. 1953. 1960. scc. 42 ss.
clásica tenía por finalidad una imitación ilusionista. Cuando
admitía que algunos de los efectos V también se encontraban
en el teatro antiguo, era para añadir seguidamente que esos
efectos estaban destinados a evitar las interferencias en la ac
ción y crear una impresión de inevitabilidad. Sus propios
efectos, sin embargo, estaban destinados “ a sacar de los acon
tecimientos abiertos a la influencia social el sello de lo fami
liar que hoy les protege contra toda interferencia’’.45 Ya he
mos visto que esta suposición de inevitabilidad en la tragedia
clásica es insostenible, y Brecht, en realidad, estaba más cerca
de la Orestiada y Las troyanas de lo que suponía él mismo. En
gran parte, su rechazo de la tragedia tradicional estaba basa
do en malentendidos que ya han sido expuestos en este libro.
496 Nacimiento
490 Maratón
484 1 / victoria Naámiento (?)
480 Salamina
479 Platea
472 L a ptm i
Primer premio
469
468 Esquilo vence a Sófocles
por primera vez
467 Loi Sun contra TAtt
Primer premio
463 Lai lupUtaníts (? )
458 La Ortitíada
Primer premio
457 Promtíto (?)
456 Muerte Cumple los 40
448 Ajmx (?)
443
442 Antigpna
438 AUtsits
Segundo premio
431 M td*a
Tercer premio
430
429 HrracituU (?)
428 Htpóltto
Primer premio
Auge de Herádito
Batalla de Maratón
Nacimiento de Heródoto (?)
Batalla de Salamina
Batalla de Platea
Destierro de Temístodes
Nacimiento de Sócrates
Nacimiento (?)
Muerte de Píndaro
Plaga de Atenas
Muerte de Pendes a conse
cuencia de la plaga
Mucre Anaxigoras después de
w procela, xm**dn de imp»c-
427
426 Cúmplelos 70
425 Edipo nf
Segundo premio
424
42}
422
421
415
414
413
412
411 Elteiré{í)
410
409 Filoctetes
Primer premio
408
406 Muere a los noventa
años, dejando Edipo en
Celo*4
405
404
599
388
384
380
348
322
P irn im catatés*
Héenba (?)
Los arcanem
Orestes
Muere a los 78 #(?),
dejando Ifipnia en Atdt-
i t y Las botantes
Primer premio
Las ranas
Termina la guerra con la derro
ta de Atenas
Muerte de Sócrates y de Tud-
dides
Pintos
Nacimiento de Aristóteles
Muerte
Muerte de Platón
Muerte de Aristóteles
Las traducción» del alemán son mías, así como la mayoría
de las traducciones de la poesía griega, exceptuando a Home
ro. Al citar a los autores griegos, siempre me he obligado a
comparar muchas versiones distintas antes de escoger una en
particular. En algunas partes del libro ya comenté las diferen
cias de significado que se encuentran en diferentes traduc
ciones.
El motivo por el cual me atreví a ofrecer mis propias tra
ducciones es simplemente el hecho de que las que poseemos
raramente combinan la fidelidad con el significado preciso y
el estilo del texto original. N o sirven para mi propósito los
vuelos poéticos que se apartan del original, ni tampoco sirven
las traducciones que traicionan completamente el tono del
original.
Siempre cito claramente el autor de las traducciones que
no son mías. Escogí la versión en prosa que hizo Rieu de la
Uíada por su general fidelidad al sentido de Homero. Es sor
prendente ver cómo la poesía de Homero aparece claramente
en esta versión en prosa, que es muy superior a la que hizo el
mismo autor cuando tradujo, unos años antes, la Odisea. Lo
que tiende a hacer que su versión de la llíada sea inútil para
propósitos eruditos, es la falta de numeración de los versos.
En mis citas, doy en primer lugar la página de la edición de
Penguin, luego el canto y el número de los versos. De esta
manera todo el mundo puede localizar fácilmente mis citas en
el libro de Rieu, en otras traducciones o, bien, en el texto ori
ginal griego.
«
I. T emático
II. O nomAstico
K a fk a . Franz, 1 8 , 3 9 . 61
Ibsen. H rn rik . 1 3 . 1 8, 3 7 , 52, El castillo, 18, 42
53, 61, 66 El proceso, 42
lo . 15 K an t, Im m anuel, 5, 3 1 , 33, 50,
lon esco, E u gén e. La lección, P r 5 1. 5 9. 6 0 . E p
Ifian asa, 3 6 K ástn er, Erich , 6 4
Ifigenia, 3, 14. 1 5 n, 1 6, 2 4 , K au fm ann. W alter, 3n, 18n,
36. 3 9 . 4 5 . 4 9 , 5 0 , 5 7. 65 19n. 2 4 n . 4 2 n . 5 ln , 53n ,
ris. 3 0 60n . 6 ln , 62n
sa a c , 5 0 K ells. J H .. 4 5 n
!>mcne, 2 2 n , 2 3 . 2 8 , 4 4 . 4 6 K en n ed y . Jo h n F „ 3 9 , 6 0 , 6 3
Kent (en El rty Lear), 5 4 , 57
K crm od c. J. F ran k . 54n
acin to. 31 K ie rk e gaard , S a rc n , I In . 2 7 , 4 9 ,
aco b . 3 9 . 5 0 50. 62. 66
aeger. W erner. I 5n K irk , G . S ., In
am es. W illiam , 4 2 n K irk w o o d . G . M ., 2 1 . 4 4 n . 4 7 n .
an k ow sk i. S. V ., 4 5 n 48n
asón . 2 4 K itto . H . D . F .. 2Un, 2 6 . 3 1 n ,
aspers, K a rl, 4 9 42. 44. 4 6 . 47n. 48n
ebb. sir R ichard C -, 1 5n, 2 2 n , K leist. H einrich von , Pnn\ von
4 !, 45n Homburg. 52
cn óíanes, I , 2 . 3, 7 K n o x . B c m a rd . 2 I . 2 2 . 4 4 n , 4 7 n
trem ías. 41 K o lb e. pad re M u xim ilian, 6 2
crjes. 2 9 , 3 5 . 6 0 K y d . T h o m as. 54
esik . 2 6 . .3 1 , 4 6 . 5 6 . 5 7 . 6 2 .
65
ina. I L a rrtrs (en Hamlet), 5 5
ob . P r. 4 1 . 4 2 . 4 3 n . 5 4 . 57 L an gb ain e, G e ra rd , 5 4n
ohnson. L y n d o n . 6 3 L aocn on tc. 4 4 n
L ao d ice, 3 0 , 3 6 M c L e a n , Jo h n , 4 9 n
Laodoco. 30 M e a g e r, R u b y, I6 n
L a t t i m o r e , R ic h m o n d . 15 n , M e d e a, 16, 5 0 , 6 4
3 0 . 3 3n, 3 5 , 3 6 n , 4 9 . 6 5 n M elan cio, 3 6
L au gh ton . C h arles, 6 4 M eleagro. I 5
Layo. 2 2 . 2 5 , 2 7 . 3 7 , 4 2 , 6 0 M elville, H erm án , Moby Dick,
L ear, 2 4 , 2 7 , 3 8 . 4 5 . 5 3 - 5 5 , 5 7. 18. 2 9 . 59n
58. 59n , 6 0 , 61 M en elao. 1 1. 15. 2 9 , 30, 3 2 ,
Lee. N ath an iel, 2 2 33. 36. 4 0 . 4 3 . 4 7 . 49
Lehrs. K a rl, 1 5n M efistófeles. 5 2 . 6 2
L ciber, p ad re R o b e n , 6 3 M crid icr, L ou is, 4 6
L eon ard o d a V inci, 3 M erope, 16
L esk y. A lbin, 3 1 M ich el. Laurence, 59n , 6 2
L essin g, G . E ., 9 , 4 0 , 4 4 n M iller, Arthur, L a muerte dt un
Lctters, F. J. H .. 2 1 n vía]mite, 9 . 6 0
L cucipo, Hp M ilto n , Jo h n , " L y c id a s " , 1 1 ;
L c w y , G u cn ter, 6 3 n " O n his blin d n ess", 19
L icas. 2 1 , 2 5. 4 5 . 4 7 M oliere, I 3. 6 6
Lichtenberg, prelad o B ernard, 6 2 M o n teverd i, C lau d io , 61
L id d ell, H . C .. 15n M on tin i, cardenal, 6 2
Lindem ann, F. A ., lord C herw ell, M o o r. F ran z (en Los ladrones).
63n 57
L lo y d -Jo n e s, H u h g . 3 9 n , 4 4 n M o o re . Jo h n . I 5n
L o ck e, Jo h n . 5 9 M o r o . T o m á s. 4 2
L o m an . W illy , 61 M o rg cn stcrn . C h ristian . 5 I
L u cas. D . W .. 4 9 n M o z a rt, W . A ., 4 1 . E p
L u cas. F. L ., 4 2 E l rapto dtl Serrallo, 4 6
Lucrecio. E p M u rd o ch . Iris. 5 ln
L u tero . M artín , 2 6 . 4 2 , 5 7 . 6 0 , M u rray . A . T .. 36
62. 65. Ep M u rra y . G ilb ert, 8 . 2 5 n , 2 9 n ,
3 4 . 3 7 . 4 8 n. 50
M asso lin i. B en ito, 61
M a c b e th . 4 0 . 5 4 . 5 5. 5 7 . 6 0 . 65 M in ias (re y ). 2 9
M acb e th , L a d y , 2 9 , 5 4
M alra u x , A n d ré, 5 I
M an n , T h o m a s, 51 N ep tolem o, 1 3 . 2 5 . 2 6 . 3 9 , 4 4 ,
M a r c o A n tonio, 1 3 46. 47
M a rlo w e . C h risto ph er. 5 4 . 6 6 N erón , 5
Doctor Faustas. 6 2 n N e so . 45
Edward II, 6 2 n N é sto r. 3 0 -3 6
M a r x . K a rl, 52 N icias. 4 8 n
M c K e o n . R ich ard . 9 N ietzsch e. Friedrich. In t. 4 , 7 .
8. 19, 2 0 , 2 9 , 3 3 , 34. 37, P errotta, G cn n aro , 4 8 n
3 8 , 4 0 - 4 5 , C a p . V I I I , 5 3, 56. P ílad cs. 3 9, 4 9
58. 59. 6 1 . 6 2 . 6 6 , E p P ín d aro. 2 . 4 , 5, 2 2 , 31
N io bc, 8 P ío X I I (P ap a), 6 2 , 6 3 , 6 5 , 6 6
N o rw o o d , G ilb ert, 2 3 , 2 5 , 39n, Pirandello, Lu igi, Seis personajes en
4 ln . 48n busca de autor, 6 6
P itágo ras. I. 6
P latón , Int, P r, C a p . 1, 7 , 9 , 12,
O felia. 5 7 , 6 0 , 61 14n. 1 6 -2 1 , 2 5 . 2 7 - 2 9 . 3 1 ,
O lg a (en L as manos sucias), 52 33, 39n . 4 0 , 4 2 , 4 4 , 4 5 , 4 8 .
O ’N cill, E ugen e, 61 50, 5 2 . 5 3. 5 5, 5 9 , 6 1 , 6 4 , Ep
O restes. Pr, 4 , 1 4 -1 6 , 2 4 , 2 9 , fundam entalism o de Pla
3 6 -4 1 . 4 3 - 4 5 . 4 9 - 5 2 , 5 4. 59 tón, I 7
O rl’f, C ari,' 4 2 Plinio el V iejo , 56
O telo . Pr. 2 4 . 53-5 5, 57-61 Plutarco. 4 1 , 4 8 n
O tto , R u d olf, 5 9 , 6 0 P odhoretz, N orm an , 6 3 n
O v id io , 56 Pohlenz, M a x . 50n
P olonio. 5 2 , 6 0
Polinices, 15. 2 2 n . 2 9 , 4 4 -4 6
P age, D e n y s L ., 2 , 15, 35n , Posa, m arques d e (en Don Car
39n , 4 8 n , 4 9 n los). 6 2 , 6 4
P alestrina, G iovan n i Pierluigi da. P oun d. E z ra , L as traquinias. 35n,
61 45n
P an. 3 4 P ríam o, 2 9 . 3 0 . 3 3 , 3 6 . 3 9.
P án d aro, 3 0 40. 43
P an d ora, 37 P róm aco. 4 0
P apas, Irene, 18 P rom eteo. I I , 1 5, 2 9 , 3 1 , 3 7,
Paris (h ijo de Príam o), 2 9 , 3 0 , 3 9 . 4 1 , 4 3 . 4 4 . 5 0 . 5 2 . 59
32 P ro tág o ras, 59
P arkc. H . W .. 3 5n. 37n P roteo, 3 6
P arm énidcs, 1, 4 P utifar (m ujer d e). 33
P assm ore, J. A ., 5 5n
P a tro d o , 2 , 2 2 , 2 9 , 3 3 , 3 6.
40. 45 Q u in ton. A. M „ 16n
P aulo V I (P a p a ), 6 2
Pausanias. 2 2 n
Payne. R obert, 1 5n R acinc, Jc an , 5 3 ; Fedra, 3 5 n , 4 2
Peleo, 33 Rackham , H ., 9 , I 5n
P enelope. 3 6 , 3 9 R ad d atz, Fritz J ., 6 3 n , 6 5 n
Penteo, 2 4 , 4 2 , 6 6 , E p Raleigh. W alter, 54
P erid e s, 4 . 2 6 , 2 9 , 4 0 , 4 7 R an k. O tto , 2 2 n , 2 4
Perifas, 3 0 R egan , 5 4 , 5 5
R em arque, E. M ., Sin novedad en S atán . 2
el frente, 2 9 Saú l, 3 3 , 38
R em brandt, I 8 S ch ad ew ald t. W o lfg a n g , I I . 12
Renault, M a r y , The Kitig musí Scheler, M a x , 18. 37n , 5 9 . 6 0
die. 2 7 Sch ellm g. F. W . J . von, 50
The Bull from the sea, 27 Schiller, Friedrjch. 9 , 15, 2 1 ,
The M ask o f Apollo, 65 2 4 n , 4 0 . 5 5, 6 2 - 6 4
R icard o II. 5 4 Don Curios, 6 2 , 6 4
R icard o II I, 5 4 . 5 5. 5 7 . 63 Kabalt und Lithe [A m or y
R ich ards, 1. A ., 8 en g añ o), 5 5
Ricu, E . V ., 2 9 . 3 0 . 3 3 n , 4 0 Los ladrones, 57
R ilkc. R. M .. I 9 n , 51 Schlegel, A u gu st W ilhelm . 4 8
R obert, C a ri. 2 2 n , 2 4 n , 2 6 n Schopenhauer, A rthur, Int. 2 0 ,
R ob ertson , H . G .. I5 n 3 3 . 3 8 . 4 2 . 5 0 , 5 3. 5 6 -5 9 .
R o h in so n , E d w in A rlin g to n , 62
" B c n Jo n so n E ntertains a M an S c o u . R o b e n , I 5n
from S tr a tfo r d " , 54n Scm ele, 4 2
R oh d c, Hrw in, 4 2 n . 50n Sén eca, 2 2 , 5 5
R om eo, 5 7 , 5 9 . 61 Se w all, R ich ard B .. 5 9n
R o o t, R obert K ilburn, 5 4 Sh akespeare. W illiam , 8 , 1 3, 18,
R oscher. W . H ., 2 2 n 2 0 , 2 1 . 2 3 . 2 7 , 3 0 . 3 2 . 35n ,
R ose. H . J .. 15. 39n 37. 4 0 -4 2 . 47n, 4 8 . 52.
R osencrantz, 54 C a p . IX . 6 0 , 6 1 . 6 2 n , 6 3 - 6 6
R osen zw eig. Franz, 4 7 Antonio y Cleopatra, 3 8 , 5 3,
R o ss. W . D . (sir D a v id R oss), 61
II. 15 Coriolano, 8 , 5 3, 5 7 , 61
R ow e, N ¡cholas. 54 Hamlet. 9 , 14. 18, 2 1 , 2 4 ,
R yan, M itch ell, 18 4 9 , 5 2 -5 5 , 5 7, 5 8 . 6 1 ,
62. 66
Julio Ce'sar, 8 , 1 3, 3 8 , 4 4 ,
Sadt-, M arq u és d e, I 5 5 2 -5 4
Sain tsbu ry. G c o rg e . 3 5 n Macbeth, 8 . 5 3-5 5. 57
Sam u el, 33 M edida por medida, 6 6
Sarp ed ó n . 33 El mercader de Venecia, 5 7 ,
S a n r e , Jcan Paul, Int, 2 0 n , 2 6 , 58. 66
3 0 , 3 9 , 4 2 . C a p . V I H . 5 7 -5 9 . Otelo. 1 5. 4 0 . 5 3 . 5 5, 5 7,
62, 64, 66 59
L as manos sucias, 5 2 , 6 4 E l rey Lear, 14, 1 5 , 2 3 , 2 4 ,
L as moscas, Int. 4 9 , 5 1, 52, 3 3 , 3 8 . 4 0 . 53-5 5, 5 7
58 5 9, 6 1 . 62
L a náusea. 58 Ricardo II, 5 3 , 57
A puerta cerrada, 5 1 , 5 2 Ricardo / / / . 5 3. 5 4 . 5 7 , 6 3
Romeo y Julieta. 38, 5 } , 61 21. 23. 34. 44-47. 49.
L a tempestad. 6 6 52
Timón de Atenas. 5 3 Filoctetes, 3. 8. 12. 14, 15,
Tito A ndrónico. 53 I6n, 17n. 22. 25-27,
Troiloy Cresida, 32, 52, 53, 34. 38. 40. 42-49. 57,
58. 61. 66 60. 62
“ poco latín y menos grie- Ims traquinias . 3, I I . 12.
* {!« "• 54 14. 15. 17n, 21. 23-25.
Shaw , G corgc Bernard, 4 9 , 52, 37. 38. 42. 44-48, 50,
62. 66 57. 60. 66
Hombre y superhombre. 62 supuesta alegría, 41. 4 2 . 45.
Shylock. 57. 58 48
Sikorski. general V ladislav, 63 supuesta piedad convencional.
Sísifo. 33 Pr. 45. 47
Smith. C . Foster, 25 supuesta inconsistencia. 44, 46
Snell, Bruno, I In, 31, 33, 48n, supuesta dulzura. 45-47
50n Spellman. cardenal. Ó5n
Sócrates, Pr. 1-6, 9 . 2 2 . 2 5 , 40, Spenser. Edmund. 54
42. 4 8 -5 2 . 59, E p Spengler, Oswald. 18
Sófocles, Int. Pr, 1-4, 8, 10, 14, Spinoza, B., 33, 59, Ep
15. 17, 18. 2 0 , 2 1 . 2 4 . 2 5 . Stalin. 6 3 . 64
2 7-29, 31. 33-40, C ap. V II. Steiner, George, I I , 26n. 37n.
48-5 5, 57, 59-61, 6 4 -6 6 , Ep 40n. 59n
Á y ax . 8. 14, 15. 17n, 2 2 Strindberg, August, 53
2 4 . 2 9 . 34. 38. 41-45. Styron. William, The confessions of
47. 48. 60 N a t Turner, 65
Antígona. Int. 3-5, 8, 13
Suetonio. 22
Sw ift. Jonathan, "Inscription
16. 17n, 2 2 -2 5 , 29, 37,
accompanying a lock of Stella's
38. 4 0 -4 8 . 50. 54, 5 5,
hair", 35n
57. 59. 6 0 . 6 4 . 6 6
Swinburnc. A. C ., 35
Edipo en Colona. 11, 14, Szczesny, Gcrhard. 64n
15n, 2 2 , 26n . 2 7 . 34,
37, 39. 41, 4 2 , 4 4 , 46,
54. 57. 59n, 6 0 . 62 Tales, I
Edipo rey. Int, 4, 8. 11, 13. Tardini. cardenal, 62
16. 17n, 19, 2 0 . C a Tasso, Torcitato, 18
pítulo IV . 2 9 , 34. 35, Tate, Nahum, I 5
37-45, 4 7 . 4 9 . 50, 53 Tebaida, 22
55. 57. 58. 6 0 . 6 1 . 64, Tecmessa, 29. 43. 47
66 Telémaco, 36
Electra, Int. 3, 14. 1 5, 17n, Telefo, 15
Tcmistoclcs. 35, 47 Volkmann-Schluck, K. H., II
Tesen. 23, 27. 4 ! . 44. 46 Voltaire. 22, 52n
Tcspis. 8
Tetis. J 3 . 37
Teucro, 15. 29, 47 Wagner, Richard. I 3, 41. 52. Ep
Tiberio, 34 Waldock. A. J. A., 21, 24n
Tiestes, I 5 W ay, Arthur S., 49n
Timón, 54, 57, 61 Weigel, Helene, 64
Tiresias, 2 1. 24-27, 29 Weiss, Peter. Marat/Sade, 13
Tolstoi, Leo. 4. 18. 19n. 29, Weitz. Morris. I6n
Ana Kjirenina, 18, 24 Whitmann, Cedric H., 15, 21.
Toynbee, Arnold, 59n 43n. 44n. 47n. 48n
Trilling, Lionel, 64n Wilamowitz-Mocllendorff, Ul-
Tucídides. 10, 25, 29n, 40, 48n, rich von, 26n, 41n, 48n, 50n
49 Wilson. Edmund, 46n
Turner. Nat, The confrssions of Winckelmann. J. J., 44n
Nal Turntr, 65 Wittgenstein, Ludwig, 7, 66, Ep
Woodcock, Eric C., 42
Wormell, D. E. W ., 35n, 37n
Ulises. 1 3. 14, 22, 26, 27. 33. Woyzeck, 6 1
36. 39, 43. 44. 46, 47 Wyckoff, Eli?abeth. 1 5n
Urano, 29