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Ein deutsches requiem) J.

Brahms

Un réquiem alemán es una composición para soprano, barítono,


coro y orquesta de Johannes Brahms. Catalogada como su opus
45, se trata de una meditación sobre la vida y la muerte a partir
de textos bíblicos. Se estrenó de forma parcial en la Catedral de
Bremen el 10 de abril de 1868, día de viernes santo, y de forma
completa en 1869 en la Gewandhaus de Leipzig. Posteriormente,
se interpretó por toda Europa y Brahms empezó a ser
considerado como un compositor de importancia. 1
Brahms tardó muchos años, había estado preocupado por la
idea de componer un Réquiem, pero fue recién en 1866, cuando
contaba con 33 años, que comienza a trabajar seriamente en
esto. La obra fue completada al año siguiente, con la excepción
del quinto movimiento, el cual agregó mas tarde para conseguir
una estructura más balanceada. En su forma incompleta el “Ein
Deutsches Requiem” fue escuchado por primera vez en la
Catedral de Bremen, el viernes santo de 1868, la versión final,
fue interpretada al año siguiente, en el famoso concert-hall,
Gewandhaus de Leipzig.
Brahms pudo haber escrito al Réquiem en memoria de su madre,
quien murió en 1856, también, es igualmente posible que haya
tenido en mente a su gran amigo y mentor, Robert Schumann,
cuya locura y trágica muerte, habían afectado profundamente al
joven Brahms. De todos modos, el compositor no dio ninguna
indicación conmemorativa del Réquiem. Si este hubiera sido en
memoria de alguien, de todos modos, como toda gran obra, el
mensaje universal de su visión transciende las circunstancias
de su concepción.
El título del trabajo de Brahms –Un Réquiem Alemán-, refleja el
uso de la Biblia luterana en lugar de la latina -comúnmente
usada-. Él mismo, compiló el texto, tomado de los Viejos y
Nuevos testamentos. Poco tiene en común esta obra, con la
Misa de Réquiem convencional, omite los horrores del Último
Juicio -un rasgo central de la liturgia católica- y cualquier última
súplica por misericordia u oraciones para el muerto. Así mismo,
hace sólo una referencia al paso -en el último movimiento- a la
redención cristiana, a través de la muerte de Jesús. No
sorpresivamente, el título de “Réquiem”, fue más de una vez
cuestionado, pero Brahms declaró que la intención era escribir
un Réquiem para confortar a los vivos, no a las almas de los
muertos, por consiguiente, el trabajo se enfoca en la fe, en la
Resurrección, en lugar al miedo del Día del Juicio final. A pesar
de su texto poco ortodoxo, el Réquiem alemán fue
inmediatamente reconocido como una obra maestra de visión
excepcional, y finalmente, confirmó la reputación de Brahms,
como compositor de estatura internacional.

Se trata de un híbrido entre la cantata y el oratorio, donde la


sensibilidad está muy próxima a la misericordia, la compasión y
el optimismo,2 lo que la aleja del réquiem en sentido litúrgico,
así como de la Misa de difuntos o de una intencionalidad sacra.
En este sentido, Brahms se aleja de la tradición católica, y se
sitúa en la órbita de las enseñanzas del luteranismo, al
seleccionar textos bíblicos que eluden referencias a la vida
eterna, al juicio final o a un Dios castigador.
El 1 de diciembre de 1867 se programa en Viena un concierto en
memoria de Schubert, ocasión que se aprovecha para la
presentación de los tres primeros movimientos de Un réquiem
alemán. Se cuenta como anécdota que el encargado de la
percusión, supuestamente vendido a Wagner, enemigo de
Brahms, reventó la obra a timbalazos extemporáneos. Por esta u
otra razón, el anticipo del estreno no tuvo éxito. Aunque
realmente las rivalidades entre la escuela de Brahms y la de
Wagner se dieron entre los seguidores de cada escuela, no entre
el propio Wagner y Brahms. La obra se estrenó completa y
definitivamente el 10 de abril de 1868, día de Viernes Santo, en
la catedral de San Pedro de Bremen. Esta vez sí constituyó un
éxito grandioso. Se repuso otro Viernes Santo de 1871, también
en la catedral de Bremen, como homenaje fúnebre a los caídos
en la guerra franco-prusiana dentro de un contexto
marcadamente nacionalista.
Tras las tres primeras partes, de tono sombrío y dramático, el nº
4 crea un cierto contraste de serenidad, que se encuentra
también en el nº 5, con sus magníficos solos de soprano. Muy
complejo en su organización, el nº 6, donde se alternan barítono
y coro, termina con una fuga. El nº 7 termina el Réquiem alemán
en un clima de beatitud.
Como queda claro en el título, el Réquiem alemán no fue escrito
con propósitos exclusivamente litúrgicos, aunque se invoca el
nombre de Cristo. Brahms elige la letra con minucioso cuidado
partiendo de la Biblia luterana, incluidos los escritos apócrifos.

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