Política II
Una familia atrapada en su huida a ninguna parte observa con ojos atónitos la
agonía y descomposición de los valores, la ética y los sentimientos que hacen
merecedores al ser humano de tal nombre, entregado sin remedio a la rapiña, la carroña y
la depredación de sí mismo, ciego por la desorientación derivada del absurdo y el
patetismo que rigen el cosmos, el egoísmo incentivado por el instinto primario de la
supervivencia y la crueldad como reacción fruto del pánico cerval a lo inexplicable.
Una idea sugestiva y acorde con las inquietudes personales y la sensibilidad visual
de su director, experto en acertar en el centro de las pulsiones enfermizas y perturbadoras
más recónditas por medio del impacto de unas imágenes cuya frialdad camufla y acentúa
al mismo tiempo su venenoso significado.
Que El tiempo del lobo sea ascética hasta sus últimas consecuencias no significa
que por ello sea más profunda, ni que llegue más lejos en sus premisas que parábolas
similares producidas por el cine industrial. Esta innegociable aspereza tan solo la hace
más pretenciosa o, especialmente en este caso, fallida, dadas las posibilidades del relato
y el talento de autor y elenco, encabezado por una Isabelle Huppert, actriz fetiche de
Haneke y que repetía entendimiento con el autor tras la polémica La pianista.