Anda di halaman 1dari 5

19/1/2018 En defensa del déficit público / James K.

Galbraith | Sociología crítica

RSS Subscribe: RSS feed


Sociología crítica
Articulos y textos para debate y análisis de la realidad social

En defensa del déficit público / James K. Galbraith

Posted on 2010/06/07

Danos tu opinión

(h ps://dedona.files.wordpress.com/2010/06/logo-main.gif)
[The Nation] La Comisión Simpson-Bowles1, amparada en
las farisaicas enaguas de la reducción del déficit público,
acaba de declarar –por boca de su Presidente- que
propondrá recortes a la Seguridad Social. (Quizás, para
rememorar su ecológico pasado, el ex Senador Alan Simpson se da a la prometeica tarea de podar la
Seguridad Social). La congelación del gasto público por parte de Obama constituye otro sacrificio
simbólico a los dioses del déficit. La mayoría de los observadores cree que la referida decisión no
tiene vuelta atrás pero, ¿qué ocurriría si la tuviera? La respuesta es que una reducción demasiado
grande del déficit público puede destruir la economía (o lo que queda de ella) y conducirnos, en un
par de años, a una Gran Depresión.

Precisamente por eso la fobia al déficit que predomina en Wall Street, en la prensa, entre algunos
economistas y prácticamente, entre todos los políticos es, en realidad, uno de los mayores peligros al
que nos enfrentamos actualmente. No se trata, tan sólo, de los pensionistas: ¡todos estamos
amenazados! De hecho recortar el déficit público sin reconstruir, previamente, el engranaje del
crédito privado es un camino, casi seguro, a la estagnación, a la recesión e incluso a una posible Gran
Depresión. Asimismo, obsesionarse demasiado en garantizar recortes del déficit público a largo
plazo, también puede contribuir a obstruir aquello que es necesario hacer para reestablecer un
crecimiento fuerte y una recuperación del empleo.

Dicho crudamente: sólo hay dos maneras posibles de lograr crecimiento económico a largo,
generando déficit público o concediendo préstamos bancarios. Los Gobiernos y los bancos son, de
hecho, las dos únicas instituciones con poder para crear algo de la nada. Si de lo que se trata es de
aumentar la capacidad de inversión, necesariamente, uno de esos dos grandes motores financieros
tiene que ponerse en marcha.

https://dedona.wordpress.com/2010/06/07/en-defensa-del-deficit-publico-james-k-galbraith/ 1/5
19/1/2018 En defensa del déficit público / James K. Galbraith | Sociología crítica

Para el ciudadano de a pie el déficit público es, pese a su mala reputación, mucha mejor idea que los
préstamos privados. De hecho es una forma de que el dinero llegue –limpio de polvo y paja- a sus
bolsillos, listo para empezar a gastar cuando quiera y en lo que quiera… incluso, para saldar sus
deudas. Eso es lo que, técnicamente hablando, se llama un “aumento del patrimonio financiero
líquido”. Para la gente de la calle eso es bueno pero para los bancos no, porque no ganan nada…

Y eso es, precisamente, lo que explica las fobias clásicas de las bolsas, de las grandes empresas y de
los economistas de derechas. A los banqueros no les gusta nada el déficit fiscal porque compite con
los préstamos bancarios como fuente de crecimiento. Cuando un banco presta, sus ganancias también
lo hacen porque hay intereses que alguien tiene que pagar e incluso, si la deuda no puede ser
saldada, puede terminar habiendo un activo financiero –en forma de inmueble, fábrica o empresa- del
que se terminará apropiando el banco. Aparentemente sencillo ¿verdad?

Pues no tanto, porque aunque todo esto debería resultar evidente, suele permanecer opaco. Y suele
permanecer opaco porque legiones de esbirros de Wall Street –coordinados, sobre todo, por la
Fundación Peter Peterson pero también por el ex Contralor General David Walker; el ala derecha del
Partido Demócrata, con Robert Rubin a la cabeza y numerosas iniciativas “bipartidistas”, como la
Coalición Concordia o el Comité para un Presupuesto Federal Responsable- trabajan arduamente
para generar la mayor confusión pública posible en estos asuntos. De hecho, todos esos
irresponsables no expresan, jamás, la más mínima autocrítica por la crisis financiera que se originó en
Wall Street y les estalló en sus narices. Al contrario, ellos siempre advierten -con un cinismo
impresionante- que los Gobiernos podrían ser generadores de “subprimes” y de “Pirámides Ponzi”
[NDT: timos], cosas que no son ciertas.

Ésas son, también, las persona a las que les encanta la vieja cantinela de que la Seguridad Social está
en “bancarrota” o aquella otra de que la “pesada carga” del déficit público “la terminarán pagando
nuestros nietos” o decir que “estamos endeudados hasta las orejas”. Todas esas idioteces no son más
que parte de una de las mayores campañas de desinformación de todos los tiempos.

Dicha campaña se fundamenta en lo que muchos llaman “sentido común”. De hecho es fácil vender
como “sabiduría casera” que los Gobiernos no pueden, como las familias, “vivir por encima de sus
posibilidades”. El problema es que los Gobiernos no son como las familias: éstas últimas dependen
de las rentas para saldar sus deudas, y los Gobiernos no.

Además, en el peor de los casos, los deudores privados pueden quebrar: la bancarrota es una
protección que brindan las sociedades civilizadas como alternativa al sistema penitenciario. La otra es
que, si se trata de hipotecas, los deudores pueden hacer entrega de los bienes que no han podido
pagar y punto.

En el caso de los Gobiernos no hay riesgo de impago. Por eso gastan dinero (y pagan intereses) sin
importarles demasiado. Lo curioso es que, a diferencia de los deudores privados, no necesitan
liquidez. Como le gusta subrayar al agudo economista Warren Mosler, el funcionario de Hacienda
que firma los cheques de la Seguridad Social no sabe quién es y mucho menos conoce el teléfono del
colega que recaudó esos impuestos. De hecho si usted, de repente, desea pagar sus propios impuestos
en dinero contante y sonante, el Gobierno de turno le dará un recibo y ya le cobrará. Como es la
fuente de dinero, siempre está ahí.

Quizás por eso los Gobiernos gastan impunemente. Se trata, además, de gastos sin costo ya que la
inflación se puede eliminar, por ejemplo, vía depreciación de la moneda nacional. El gasto suntuario
–por ejemplo, en aventuras militares innecesarias- seca las fuentes reales de recursos pero lo bueno es
que ningún Gobierno puede quebrar jamás en la moneda que él mismo controla. Las moratorias de
deuda ocurren, solamente, cuando los Gobiernos que las decretan no controlan la moneda en la que
se endeudan –como Argentina, que tenía deuda en dólares o ahora Grecia que, aunque todavía no ha

https://dedona.wordpress.com/2010/06/07/en-defensa-del-deficit-publico-james-k-galbraith/ 2/5
19/1/2018 En defensa del déficit público / James K. Galbraith | Sociología crítica

decretado una moratoria de pagos, debe en euros. Sea como fuere, cuando la soberanía es un hecho
real, la bancarrota es un hecho irrelevante. Cuando Obama afirma, inopinadamente, que Estados
Unidos “no tiene dinero”, dice algo sin sentido y por ende peligroso: me pregunto si él mismo se lo
cree.

Tampoco es cierto que el déficit público sea una herencia envenenada para las generaciones
venideras. De hecho, más bien, nunca termina de pagarse ni se terminará de hacerlo. Las deudas
personales se son contraídas durante la vida del deudor o incluso a su muerte pero son difícilmente
heredadas. El déficit público, por el contrario, siempre está ahí porque los Gobiernos nunca mueren y
aún en el improbable caso de que lo hicieran (como consecuencia de una guerra o de una revolución)
nadie heredaría ese fardo.

El déficit público siempre aumenta. Estados Unidos siempre ha tenido –salvo en seis cortas ocasiones
seguidas, todas ellas, de recesión- presupuestos deficitarios. Ello, lejos de suponer una pesada carga,
ha constituido la espoleta del crecimiento económico. Los títulos de deuda pública, a diferencia del
endeudamiento privado –que únicamente transfiere rentas de una parte del sector privado a otra-
alimentan la liquidez de las empresas.

Los que son una amenaza para la solvencia son los intereses. Una reciente proyección del Centro de
Presupuesto y Prioridades Políticas –basada en simples declaraciones de la Oficina Presupuestaria
del Congreso (que es un gabinete encargado de realizar análisis presupuestarios para el Congreso de
Estados Unidos)- afirma que el pago de intereses de la deuda pública frisará el 15% del PIB en 2050,
lo que supondría un déficit total de, aproximadamente, un 300%. El problema es que eso es,
sencillamente, imposible. Si los intereses se pagasen a personas que lo más lógico es que gastasen en
bienes y servicios generadores de empleo, entonces estaríamos hablando de una forma de gasto
público como otra cualquiera. Pagos de intereses de esa categoría afectarían a la economía tanto como
la movilización para la Segunda Guerra Mundial. Lo más irónico del asunto es que, mucho antes de
llegar a esos extremos, alcanzaríamos pleno empleo con una inflación creciente que dispararía el
crecimiento económico y estabilizaría la deuda. Lo que en ese improbable caso probablemente haría
la Reserva Federal sería garantizar el pago de intereses manteniendo los tipos de interés a corto a
precios muy bajos.

¿Y qué decir de los extranjeros? ¿Acaso es cierto que nos hacen un favor comprándonos títulos de
deuda? Para hacer eso China, por ejemplo, tiene que vendernos bienes sin que nosotros [NDT:
Estados Unidos] podamos venderles nada a cambio. Eso supone un esfuerzo para China; un esfuerzo
que Pekín está dispuesto a realizar porque tiene razones para ello: exportar productos
industrializados promueve la formación de la fuerza de trabajo, las transferencias de tecnología y
mejora de la calidad de los productos manufacturados. Todo esto activa, además, la generación de
empleo. Pero esas son cosas de los chinos.

Para China los títulos de deuda son una especie de tesoro sin valor. Pekín no puede hacer gran cosa
con ellos. China ya importa todas las materias primas, maquinaria y aeronaves que puede utilizar y si
quisiera más, compraría más. Entonces, a menos que Pekín decida cambiar su política de exportación,
su stock de títulos de deuda estadounidense seguirá creciendo… y nosotros [NDT: Estados Unidos]
vamos a seguir pagando los intereses que esos títulos generan, pero no con un esfuerzo real, sino
digitando números en ordenadores… y eso no cuesta nada: ni ahora ni nunca. (Si los chinos
acumulasen los intereses, podrían ayudarnos a crear empleo. Así que el hecho de comprar muchos
bienes a los chinos implica que tendremos que ser muy imaginativos y audaces si lo que realmente
deseamos es crear todo el empleo que necesitamos). Una última cuestión ¿China podría vender sus
dólares? En principio podría hacerlo comprando, por ejemplo, deuda griega (lo que revalorizaría el
euro frente al dólar). Lo que ocurre es que, si se reflexiona bien, no da la impresión de que a ningún
burócrata chino eso le parezca una buena idea.

https://dedona.wordpress.com/2010/06/07/en-defensa-del-deficit-publico-james-k-galbraith/ 3/5
19/1/2018 En defensa del déficit público / James K. Galbraith | Sociología crítica

Lo que es cierto para el Gobierno como un todo, también lo es para sus partes. Lo es, por ejemplo,
para la Seguridad Social, que ni puede declararse en quiebra ni dejar de pagar por las buenas, salvo
que el Congreso decida –o digamos mejor, que el Congreso, siguiendo las recomendaciones de la
Comisión Simpson-Bowles- decida cerrar el grifo. El argumento que vincula la viabilidad de la
Seguridad Social a una supuesta curva descendente de las cotizaciones sociales es definitivamente
falaz y tiene motivaciones políticas de fondo. Ese planteamiento es una farsa. El primero en
emplearlo fue Franklin Delano Roosevelt quien, así, pretendía proteger a la Seguridad Social de los
intentos de recorte. Paradójicamente, su argumento terminó sirviendo para todo lo contrario: ahora se
ha convertido en una recurrente forma de generar ansiedad y en el mejor argumento para evitar la
expansión universal del sistema de Seguridad Social.

La Seguridad Social es un programa público que se financia a partir de las cotizaciones. Promueve,
por consiguiente, la circulación de recursos en un lapso determinado de tiempo. La principal
circulación no va, como suele creerse, del joven hacia el mayor puesto que incluso si la Seguridad
Social no existiera alguien se ocuparía de los ancianos. Lo que suele argumentarse, de hecho ocurría,
más bien, antiguamente: los más jóvenes se ocupaban de sus mayores. Desde que la Seguridad Social
existe eso ya no es igual: la transferencia real, efectiva, se da de los padres que tienen hijos hacia los
que no los tienen y de los jóvenes cuyos progenitores han fallecido hacia los padres que no tienen
descendencia. En ambos casos se trata de una distribución equitativa, progresiva y sobre todo
sostenible. Es cierto que hay un problema con el coste de la asistencia médica pero, también, que ese
no es un problema de la Seguridad Social. No es algo que, por consiguiente, deba resolverse a través
de recortes en la asistencia sanitaria, precisamente porque, si por algo se caracteriza la asistencia
sanitaria pública es por su bajo coste. Ése es precisamente el problema que explica que la Seguridad
Social sea odiada, desde hace décadas, por los peores depredadores de Wall Street.

El déficit público y el endeudamiento están interconectados. El endeudamiento contribuye, de hecho,


a la reducción del déficit. Eso es lo que ocurrió durante toda la década de los 90. Un colapso en el
crédito genera, sin embargo, mayores gastos e impagos: eso es lo que está ocurriendo ahora. Como
los bancos no pueden prestar el déficit aumenta. El único problema es hacia dónde se orienta ese
déficit: ¿hacia inversiones productivas que reconstruyen el país -como durante el New Deal– o hacia
acumulaciones improductivas de capital, en un clima de inseguridad y de desempleo, que más bien
podrían estar siendo invertidas en la generación de empleo?

Si se pudieran revivir los endeudamientos, ¿sería bueno volver a endeudarse? Siempre que haya
buenas razones, por qué no. Los Gobiernos suelen estar, por definición, burocratizados y tener
pesadas conducciones políticas. Operan, fundamentalmente, en los ámbitos del derecho y de la
regulación. Los bancos privados, por el contrario, al estar descentralizados y ser competitivos, suelen
tener mucha mayor flexibilidad. Un buen sistema bancario conducido por gente competente, con
buen criterio para los negocios y que conozca a su clientela, es bueno para cualquier economía. El
hecho de que usted tenga que pagar los intereses que genera una deuda también puede constituir un
elemento de motivación para seguir invirtiendo.

El problema es que actualmente no existe ese tipo de banco. Lo que hay es un cártel dirigido por una
plutocracia incompetente cuyos tentáculos llegan hasta las faltriqueras de los Estados. Para que un
crédito tenga retorn hay que descontar las deudas impagables, que ahora se han convertido en
exorbitantes; restaurar la renta privada (creando empleo) y el sistema de garantía (o sea, el valor de
los bienes inmuebles) pero, sobre todo, hay que reestructurar el sistema financiero. Hay que
intervenir los bancos, combatir el fraude, generar incentivos para préstamos orientados al ahorro
energético, a la construcción de infraestructuras y a otros sectores [productivos estratégicos]. Una
posibilidad alternativa es promover la creación de un sistema bancario nuevo y paralelo, que es lo
que se hizo durante el New Deal [NDT: en Estados Unidos] con la banca pública e incluso, con las
promociones sociales de vivienda protegida (Fannie Mae y Freddie Mac [NDT: los dos bancos de
inversión en los que se originó la crisis financiera actual] salieron de ahí)…
https://dedona.wordpress.com/2010/06/07/en-defensa-del-deficit-publico-james-k-galbraith/ 4/5
19/1/2018 En defensa del déficit público / James K. Galbraith | Sociología crítica

De todos modos, hasta que no se emprenda una reforma financiera seria, el déficit presupuestario es
la única manera de recuperar la senda del crecimiento económico. No es necesario que éste sea de su
agrado; simplemente usted tiene que ser consciente de que hace falta para recuperar el crecimiento y
el empleo y de que, además, va a hacer falta durante mucho tiempo: por lo menos, hasta que se
diseñe un plan estratégico de inversiones en energía y en medio ambiente parcialmente financiado
por un sector financiero reformado, restaurado y disciplinado.

Pero más allá de mis impresiones y deseos personales es muy posible que la actual histeria imperante
-en relación con el déficit público- no sea más que una cortina de humo orientada a desviar la
atención de las disfunciones estructurales que caracterizan al actual sistema bancario: sería la única
forma de detener una reforma financiera. Si ese fuera el caso, lo que yo me preguntaría es si eso es
intrínsecamente bueno. Porque puede serlo pero también puede no serlo…

James K. Galbraith (autor de The Predator State: How Conservatives Abandoned the Free Market e
Why Liberals Should Too, Free Press, 2008) es profesor en la Escuela de Administración Pública de
la Universidad de Texas y Consejero Académico del Instituto de Economía Levy.

Fuente: h p://www.thenation.com/article/defense-deficits
(h p://www.thenation.com/article/defense-deficits)

Etiquetado: capitalismo, crisis económica, economía, Estructura social, liberalismo, lucha de clases, sociedad
postindustrial
Posted in: Crisis (h ps://dedona.wordpress.com/category/articulos/economia/crisis/), economía
(h ps://dedona.wordpress.com/tag/economia/), España (h ps://dedona.wordpress.com/category/articulos/paises-
y-sociedades/espana/), Estados Unidos (h ps://dedona.wordpress.com/category/articulos/paises-y-
sociedades/estados-unidos-paises-y-sociedades/), James K. Galbraith
(h ps://dedona.wordpress.com/category/articulos/autores/james-k-galbraith/), Sociología
(h ps://dedona.wordpress.com/category/articulos/sociologia/), Unión Europea
(h ps://dedona.wordpress.com/category/articulos/paises-y-sociedades/union-europea/)
Be the first to start a conversation
Blog de WordPress.com.

https://dedona.wordpress.com/2010/06/07/en-defensa-del-deficit-publico-james-k-galbraith/ 5/5

Anda mungkin juga menyukai