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AFECCIONES HEPATO/BILIARES

Hepatitis, cirrosis, litiasis, ictericia


© Adolfo Pérez Agustí (2014)
edicionesmasters@gmail.com
ÍNDICE

PARTE 1

CAPÍTULO UNO
Biología y funciones del hígado
1. Actividad metabólica
2. Formación del acido úrico
3. Función antitóxica, antibacteriana y antivírica
4. Función inmunológica
5. Función oxalopoiética, oxalolítica y cromagoga
6. Regulación del volumen sanguíneo
7. Producción de bilis
8. Formación de bilirrubina
9. Regulación de la diuresis
10. Formación de factores coagulantes
11. Sistema endocrino
12. Equilibrio ácido -base
13. Temperatura corporal

CAPÍTULO DOS
Enfermedades hepáticas
Hepatitis
Hepatomegalia
Insuficiencia hepática
Hipertensión portal
Encefalopatía hepática
PARTE 2

CAPÍTULO UNO
Vesícula biliar
1. Anatomía y fisiología

CAPÍTULO DOS
Enfermedades de la vesícula biliar
1. Ictericia
2. Cálculos biliares
3. Colecistitis
5. Colelitiasis
4. Tumores
6. Ascitis
7. Disquinesia biliar
CAPÍTULO TRES
Diagnóstico por medios físicos

PARTE 3
Tratamiento natural de las enfermedades hepático /biliares
Plantas medicinales
Homeopatía
Dieta y nutrientes
Eliminación de cálculos biliares
La curación cuántica
Las enfermedades hepáticas son con frecuencia la consecuencia de una alteración energética general, pues este
extraordinario órgano solamente enferma cuando no se encuentra respaldado por la energía del organismo que le alberga.
Dotado de una capacidad vital que sobrepasa la de cualquier otra parte o sistema corporal, es capaz de seguir cumpliendo
su misión incluso aunque solamente disponga de un 20% de sus recursos. Por eso, “enfermar del hígado” no es una frase
correcta, y deberíamos hablar de enfermedad orgánica que afecta al hígado.

Paralelamente a este desorden energético, la vesícula biliar es nuevamente la víctima de una mala condición general,
aunque intenta cumplir su sencilla misión a pesar de que todo se pone en su contra. De este modo, lo habitual es que quien
padezca del hígado padezca igualmente de vesícula biliar, lo que implica que el tratamiento debe ir dirigido a restaurar
ambas funciones.

Por eso, para lograr que ambos órganos, hígado y vesícula biliar, puedan volver a funcionar correctamente, deberemos
acudir a los postulados de la medicina cuántica, un sistema que ha revolucionado el mundo de los tratamientos médicos,
sean naturales o químicos, al contemplar las enfermedades como un desequilibrio energético que se debe restaurar. Una
vez logrado, la regeneración celular comenzará a efectuar el proceso curativo, aunque la mayoría de las veces se hará
necesaria una ayuda, bien sea mediante elementos naturales, productos químicos en ocasiones o psicoterapia energética.

Para cubrir y simplificar las necesidades del lector, en el último capítulo de este libro se detallan, además de los consejos
cuánticos, los diversos productos naturales disponibles, recomendando al lector interesado a que emplee tantos como
necesite, pues no siempre la resolución de las enfermedades puede lograrse con uno solo de ellos.
AFECCIONES HEPATO/BILIARES
Hepatitis, cirrosis, litiasis, ictericia

Parte 1

CAPÍTULO UNO

Biología y funciones del hígado


Con un peso medio de 1,5 kg (el órgano interno más grande de los vertebrados), de color rojo oscuro y situado en el cuadrante
superior derecho de la cavidad abdominal, el hígado posee dos vías que le suministran sangre: la arteria hepática que
transporta la sangre oxigenada procedente del corazón y que se bifurca en la aorta, y la vena porta, que transporta sustancias
alimenticias desde el estómago y los intestinos. La sangre que abandona el hígado es recogida por las venas hepáticas, unidas
entre sí para formar una sola vena, la cual vierte la sangre que transporta a la vena cava inferior; desde allí regresa al lado
derecho del corazón, para ser bombeada hacia los pulmones. Ambos vasos sanguíneos penetran en su tejido glandular y se
dividen hasta formar sinusoides capilares diminutos por los que circulan la sangre desde la vena porta y la arteria hepática y
terminan en la vena centrolobulillar.
Fácilmente palpable bajo las costillas de la parte superior derecha del abdomen cuando está inflamado, tiene la particular
capacidad de regenerar su propio tejido, pudiendo perder hasta las tres cuartas partes del mismo y volver a su estado original
en unas pocas semanas. Esto permite que las personas que necesitan trasplantes puedan recibir una parte del hígado de un
donante vivo.
A pesar de su aparente estructura monolítica, al hígado se lo considera compuesto por dos lóbulos, el derecho y el izquierdo
que están divididos por un ligamento, llamado falsiforme, comprendiendo el lóbulo derecho cinco sextos y el lóbulo izquierdo
un sexto de la masa hepática, y un tercer lóbulo más pequeño llamado cuadrado.

Constituido por formaciones hexagonales diminutas que reciben el nombre de lobulillos separados entre sí por tejido
conectivo, estos elementos están compuestos por columnas de células hepáticas o hepatocitos dispuestos de forma radial
alrededor de la vena centrolobulillar, rodeados a su vez por canales diminutos conocidos como canalículos, hacia los que se
vierte la bilis que segregan los hepatocitos. Estos canales se unen para formar conductos cada vez mayores que terminan en el
conducto hepático, el cual se une al conducto procedente de la vesícula biliar para formar el conducto común de la bilis, que
descarga su contenido en el duodeno.

El 60% de las células que constituyen el hígado humano son hepatocitos, células polihédricas de 20 a 30 micrones, con
núcleos redondos centrales o excéntricos. Los hepatocitos tienen pluralidad en su estructura, lo cual refleja la complejidad en
sus funciones. Por lo tanto, es fácil comprobar que los hepatocitos en la zona uno, por ejemplo, difieren de aquellos presentes
en la zona tres.

El 85-90% de la sangre que abandona el estómago y los intestinos aporta gran cantidad de nutrientes al hígado, en donde son
convertidos en sustancias que el cuerpo puede usar. Los carbohidratos o azúcares, son almacenados como glucógeno en el
hígado y son liberados como energía entre comidas o cuando las demandas de energía del cuerpo son altas. De este modo, el
hígado ayuda regular el nivel de azúcar en la sangre y a prevenir la hipoglucemia, o disminución de azúcar en la sangre. Esto
nos permite mantener cierto nivel de energía durante todo el día. Sin este equilibrio, tendríamos que comer constantemente
para continuar teniendo energía.

Otras funciones

Las proteínas llegan al hígado en forma de aminoácidos, desde son liberados a los músculos como energía, almacenados para
el empleo posterior mediante su conversión en proteínas específicas o transformados en urea que será excretada en la orina.
Ciertas proteínas son convertidas en amonio -un producto tóxico metabólico- por bacterias en el intestino o durante la
destrucción de proteínas del cuerpo. El amonio es destruido por el hígado y en unión a pequeñas moléculas produce urea, la
cual aparece en la sangre y es eliminada por la orina.

Las grasas necesitan la presencia de la bilis para ser digeridas, y esta es producida en el hígado y almacenada en la vesícula,
desde donde es liberada al duodeno. Los ácidos biliares actúan como emulgentes, disolviendo la grasa en gotitas diminutas
para que pueda ser asimilada por las enzimas intestinales y absorbida.

La unidad funcional del hígado, el hepatocito, lleva a cabo el metabolismo de los carbohidratos, la síntesis de la albúmina, el
metabolismo de los aminoácidos, la síntesis de la urea, el metabolismo de ácidos grasos y colesterol, y la formación de
bilirrubina.
La mayoría de los factores de coagulación se sintetizan en el hígado, excepto el factor von Willebrand y VIII, y la vitamina K2
que es producida por las bacterias intestinales, aunque se almacena en el hígado. El hígado produce también colinesterasa
plasmática, inhibidores de proteasas (antitrombina III, alfa-1-antitripsina y alfa-2-antiplasmina), proteínas de transporte
(transferrina, haptoglobina y ceruloplasmina), complemento y proteína C, reactiva entre otras.

1. Actividad metabólica

Metabolismo de los hidratos de carbono, grasas y proteínas

Las células parenquimatosas (del tejido), además de almacenar glucógeno, hierro, cobre, vitamina A y muchas del complejo
B, y D, extraen el nitrógeno de los aminoácidos para que pueda ser utilizado por el cuerpo, aunque también pueden utilizar el
nitrógeno para sintetizar proteínas a partir de hidratos de carbono o de lípidos. Además, producen muchas otras sustancias,
como hidratos de carbono a partir de lípidos o de proteínas, o lípidos a partir de hidratos de carbono o de proteínas que
almacena para verterlos después a la sangre en forma de ácidos grasos libres que pueden ser degradados para obtener energía.

1.1 Metabolismo de los hidratos de carbono

El hígado es un órgano de particular importancia en el mantenimiento de las concentraciones normales de glucosa en sangre,
pero cuando la concentración se incrementa por encima de los valores normales, el exceso es removido mediante la síntesis
del glucógeno, la glicólisis (vía metabólica encargada de oxidar o fermentar la glucosa para obtener energía) y la lipogénesis
(síntesis de los ácidos grasos). Cuando se produce un déficit de glucosa en sangre, el hígado la libera mediante la
glucógenolisis (producción de glucosa 1 fosfato), y gluconeogénesis (producción de glucosa mediante aminoácidos y otros
elementos).

Entre los principales factores controladores de estos cambios se encuentran:

Concentración de sustratos (sustancias sobre la que se ejerce la acción de un fermento).


Niveles de hormonas a través de la insulina que es utilizada como transportador.
Estado de hidratación hepatocelular.
Inervación hepática (distribución de los nervios).
Estado de los hepatocitos.
En resumen, las funciones específicas del hígado en el metabolismo de los carbohidratos son:

Almacenamiento de glucógeno.
Conversión de galactosa y fructosa a glucosa.
Gluconeogénesis.
Formación de compuestos químicos importantes a partir de productos intermedios del metabolismo de los
carbohidratos.

Para valorar la actividad metabólica hepática de los hidratos de carbono se utiliza la determinación de la vida media de
galactosa en sangre tras ser administrada por vía intravenosa, y midiendo su concentración a intervalos de diez minutos. Su
vida media se eleva en los problemas metabólicos y no en otras alteraciones hepáticas.

1.1.1 Formación y almacenamiento del glucógeno


El glucógeno es la principal forma de almacenaje de carbohidratos en los animales, encontrándose concentrado esencialmente
en el hígado y los músculos, los cuales almacenan hasta cuatro veces más de glucógeno que el hígado.
En las células hepáticas, el glucógeno aparece en forma de grandes gránulos, constituidos por agrupaciones de simples
moléculas, muy ramificadas, por lo que tiene un peso molecular muy elevado. Su función a nivel muscular es la de actuar como
una fuente de fácil disponibilidad de unidades de hexosa para la glucólisis dentro del propio músculo. Esto permite conservar
la glucosa sanguínea, en particular entre comidas.
Después de 12 a 18 horas de ayuno, el hígado casi agota su reserva de glucógeno. Del mismo modo, el glucógeno muscular
disminuye de manera significativa después de un ejercicio vigoroso con deuda de oxígeno. Para disponer de mayores reservas
se realizan dietas ricas en carbohidratos antes del ejercicio.

Las "enfermedades por almacenamiento de glucógeno" son un grupo de trastornos hereditarios que se caracterizan por
movilización deficiente del glucógeno y depósito de formas anormales del mismo, conduciendo a debilidad muscular e
inclusive la muerte.

La síntesis del glucógeno es estimulada por un incremento de la concentración de glucosa en sangre portal, insulina y una
estimulación parasimpática. Se denomina como "sistema portal" a todo sistema venoso del organismo que se encuentre situado
entre dos territorios capilares.

La glucogenolisis es activada por el glucagón y la actividad de los nervios simpáticos, pero inhibida por
un aumento de las concentraciones de glucosa.
La glicolisis es activada por concentraciones altas de glucosa en sangre portal y por insulina.
La gluconeogénesis es activada primariamente por el glucagón.

Una sola molécula de glucógeno puede contener más de 120.000 moléculas de glucosa, constituyendo por ello el polisacárido
de reserva energética en los animales vertebrados, encontrándose también en ciertas células gliales del cerebro. Estas células
desempeñan la función de soporte de las neuronas, interviniendo por ello en el procesamiento cerebral de la información.
Gracias a la capacidad de almacenamiento de glucógeno, se reducen al máximo los cambios de presión osmótica que la
glucosa libre podría ocasionar tanto en el interior de la célula como en el medio extracelular. Esta presión es una de las
características principales a tener en cuenta en las relaciones de los líquidos que constituyen el medio interno de los seres
vivos, ya que la membrana plasmática regula la entrada y salida del elemento sólido que es contenido en una solución líquida
al medio extracelular que la rodea, ejerciendo de barrera de control.
Cuando el organismo o la célula requieren de un aporte energético de emergencia, como en los casos de estrés o ejercicio
brusco anaeróbico, el glucógeno se degrada nuevamente a glucosa, que queda disponible para el metabolismo energético. No
obstante, estas reservas no son efectivas más allá de 20 minutos, e incluso menos.

En el hígado la conversión de glucosa almacenada en forma de glucógeno a glucosa libre en sangre, está regulada por la
hormona glucagón y la insulina. El glucagón eleva el nivel de glucosa en sangre, mientras que la insulina lo baja. Cuando el
organismo requiere más azúcar en la sangre, las células alfa del páncreas elaboran glucagón, el cual moviliza las reservas de
glucosa presentes en el hígado en forma de glucógeno. La adrenalina, por su parte, a través de su acción en hígado y músculos,
eleva la concentración de azúcar en sangre movilizando las reservas del glucógeno, tanto hepático como muscular. También
desencadena efectos como: aumento de la tensión arterial, del ritmo cardiaco, dilatar la pupila para mejorar la visión,
aumentar el ritmo respiratorio y estimular la producción de dopamina para crear bienestar.

1.2 Metabolismo de las proteínas

El hígado sintetiza (elabora) varias proteínas esenciales, tales como las enzimas, las hormonas, los factores de coagulación e
inmunitarios. Las enzimas hepáticas aminotransferasas o transaminasas (ALAT y ASAT) descomponen los aminoácidos de la
comida digerida y los utilizan para elaborar nuevas proteínas necesarias para el organismo. Cuando las células hepáticas están
dañadas, estas enzimas pueden liberarse y acumularse en grandes cantidades en la sangre, lo que permite determinar su
concentración mediante un sencillo análisis de sangre.
Varias de las proteínas sintetizadas por el hígado son necesarias para el funcionamiento adecuado de la sangre. Entre ellas,
destacan ciertas proteínas de fijación (que adhieren y transportan vitaminas, minerales, hormonas y grasas) y la albúmina (una
proteína que ayuda a mantener el volumen sanguíneo adecuado). Otras proteínas sintetizadas por el hígado son la fosfatasa
alcalina, la gamma-glutamil-transferasa (GGT) y el factor de crecimiento insulínico.
Como el hígado es el órgano que sintetiza la mayor parte de las proteínas plasmáticas, en la enfermedad aguda disminuye la
síntesis de prealbúmina, proteína transportadora de retinol y transferrina.

En resumen:
1. Desaminación de aminoácidos (separación o ruptura).
2. Formación de urea para suprimir el amoniaco de los líquidos corporales.
3. Formación de aproximadamente el 90% de todas las proteínas plasmáticas.
4. Conexión y conversión entre los diferentes aminoácidos y otros compuestos importantes para los
procesos metabólicos.
1.2.1 Transaminasas

Las moléculas presentes en las células hepáticas en condiciones normales sólo aparecen en circulación en pequeña cantidad,
pero en el transcurso de algunas enfermedades hepáticas se produce la destrucción de las células del hígado con el
consiguiente aumento de esas moléculas en sangre. Dentro de esas moléculas se encuentran varias enzimas: la lactato
deshidrogenasa (LDH) que no es específica del hígado y en casos de dudar sobre su procedencia se determinan las
isoenzimas; la aspartato transaminasa (GOT o AST) y la alanina transaminasa (GPT o ALT), conocidas habitualmente como
transaminasas. En determinados casos y aunque no son específicas del hígado pero se elevan en casos de hepatitis, algunas
intoxicaciones (drogas, setas) y shock, encontramos la g-glutamil transpeptidasa (g-GT), la fosfatasa alcalina y la 5'-
nucleotidasa, que permiten evaluar la integridad de la zona del canalículo biliar. Estas enzimas, una vez liberadas a sangre,
permanecen en ella un tiempo variable, dependiendo de la vida media de cada una de ellas.
Se trata de un conjunto de enzimas que transfieren grupos aminos, generalmente aminoácidos, desde una molécula orgánica a
otra, lo que se denomina transaminación, de ahí el nombre de transaminasas. Esta actividad aumenta por la acción de
hormonas (tiroxina y glucocorticoides), necesitando la presencia del coenzima de la vitamina B6 para actuar.

La transaminasa hepática AST (aspartato aminotransferasa, antes conocida como GOT), se encuentra en el corazón, hígado y
tejido muscular, aumentando en casos de infarto agudo de miocardio, hepatopatía aguda, miopatías y el empleo de fármacos
que dañen las células, por lo que su presencia supone necesariamente que exista daño hepático. La medición de este parámetro
en combinación con otros sí podría servir para realizar un seguimiento en caso de tener una enfermedad hepática conocida.

La Alanino Transaminasa (ALT), anteriormente denominada Transaminasa Glutámico -Pirúvica, es una enzima cuya salida a
la sangre se produce cuando una causa determinada altera la estructura de la célula. El incremento de sus niveles séricos
indica que en determinados tejidos orgánicos se produjo una alteración que, al afectar la estructura celular, provocó el paso a
la circulación de dichas enzimas. Está involucrada en el metabolismo del aminoácido alanina y se encuentra en varios tejidos,
pero presenta concentraciones mayores en el hígado. Cualquier lesión en el hígado hace que se libere a la sangre, y aunque un
nivel elevado no es específico de las lesiones hepáticas, se detecta para diagnosticar y verificar el curso de estas
enfermedades.
El incremento es un indicador de inflamación o daño hepático, pero no nos da información sobre su causa: si se debe a
hepatitis, a toxicidad farmacológica o a otras complicaciones. Cuando el valor de referencia, estimado en 40 UI/L, aumenta,
indica que el hígado puede estar inflamado o sufriendo algún tipo de daño. Sin embargo, también podría suceder que los
niveles de ALT estuvieran dentro de los márgenes aceptables y, en cambio, el hígado estuviera inflamado o con fibrosis. Más
indicativo es el aumento progresivo del nivel, lo que sería indicio de un hígado enfermo, quizá por la presencia de un virus o
bacteria o por el efecto tóxico de antirretrovirales u otros medicamentos combinados. El consumo de alcohol, la cirrosis, los
quistes o tumores de hígado o la obstrucción grave de la vesícula biliar, también pueden provocar un aumento notable de la
transaminasa en sangre.
Enfermedades hepáticas como la hepatitis viral provocan un aumento notable de la transaminasa Alanino Transaminasa (ALT)
en el plasma sanguíneo, mientras que si ocurriese un infarto de miocardio se produciría entonces un incremento más marcado
de la transaminasa aspartato aminotransferasa (AST).

1.3 Metabolismo de las grasas y colesterol

El hígado interviene en el metabolismo de los lípidos mediante:


1. Oxidación de ácidos grasos y formación de ácido acetoacético.
2. Formación de la mayor parte de las lipoproteínas.
3. Formación de cantidades considerables de colesterol y fosfolípidos.
4. Conversión de grandes cantidades de carbohidratos y proteínas en grasas.
1.3.1 Síntesis del colesterol

El hígado produce casi la mitad del colesterol del organismo, proviniendo el restante de los alimentos. De la cantidad total, un
80 por ciento se utiliza para la formación de la bilis. Este lípido esteroide es una parte esencial de todas las membranas
celulares y es necesario para la producción de ciertas hormonas, como los estrógenos, la testosterona y la adrenalina.

Una vez que es segregado por la bilis, se mantiene en solución mediante los ácidos biliares y la lecitina, y cuando nuestro
organismo nota un aumento de colesterol aumenta la concentración biliar en un intento de disolverlo, lo que provoca una
cristalización que puede producir cálculos biliares. Si el proceso continúa, el colesterol en exceso trata de ser eliminado a
través de las arterias, lo que solamente puede conseguirse si la pared arterial está en buen estado, algo nada habitual en las
personas comedoras cotidianas de grasas y proteínas animales. El colesterol y los triglicéridos no circulan libremente en el
plasma, sino que se unen a proteínas para formar unos compuestos llamados entonces lipoproteínas y así poder llegar a los
lugares adecuados.

1.3.2 Lipoproteínas

Las lipoproteínas son partículas formadas por un núcleo graso que puede incluir triglicéridos y/o colesterol no esterificado y
se encuentra rodeado de una zona de colesterol libre, proteínas y fósforo. Estas proporciones de lípidos, proteínas y fósforo,
son variables en cada individuo de acuerdo a la edad y sexo.

La grasa exógena aportada por la dieta se une en el intestino con las apoproteínas, formando los quilomicrones o lipoproteínas
encargadas de transportar la grasa al hígado para su síntesis y transformación. Las apoproteínas, componente proteico de las
lipoproteínas a las que sirven de componente estructural, se comportan como cofactores y activadores de sistemas enzimáticos
que favorecen el intercambio del colesterol HDL hacia los tejidos.

Los lípidos de origen endógeno o propios del mismo organismo, son sintetizados por el hígado y secretados hacia el plasma
sanguíneo, transformándose en lipoproteínas de densidad intermedia (IDL), las que son degradadas por el hígado, quedando
una cierta cantidad, como remanente, la que corresponde a las de baja densidad (LDL), concerniendo a este órgano la
responsabilidad del mayor o menor nivel de este tipo de lipoproteína de tipo catabólico en la sangre.

Diferentes tipos de colesterol (lipoproteínas):

1. Muy baja densidad (VLDL)


Las VLDL transportan las grasas del interior del cuerpo desde el hígado para su almacenamiento, o son degradadas
rápidamente para formar lipoproteínas de densidad media (LDL). Al final de un largo proceso, son aclaradas en el hígado en
su mayor parte y otra porción contribuirá a la formación de las temidas placas de ateroma en los vasos sanguíneos. Son
relativamente bajas en proteínas, fosfolípidos y colesterol, pero altas en triglicéridos (55 a 95 %). En términos más amplios,
estas partículas son denominadas «lipoproteínas ricas en triglicéridos».

2. Baja densidad (LDL)


Estas son las agresoras, el colesterol malo, y son las que más daño nos pueden producir porque contienen mayor cantidad de
colesterol. Constituyen unas dos terceras partes del colesterol plasmático total. Están caracterizadas por elevados niveles de
colesterol, principalmente en la forma de ésteres colesterílicos. En virtud de que hasta el 50 % de la masa de LDL es
colesterol, no resulta sorprendente que el LDL tenga un rol significativo en el desarrollo de la enfermedad aterosclerótica.

3. Alta densidad (HDL)


Estas se conocen como las protectoras o colesterol bueno, ya que no permiten que las otras lipoproteínas que son las agresoras
se peguen a las células y nos provoquen daños en nuestro cuerpo. Los aspectos notables de estas partículas son su alto
contenido de proteína (50 %) y su relativamente alto contenido de fosfolípidos (30 %). Generalmente, las HDL son divididas
en dos subclases: HDL2 y HDL3. Las HDL2 son grandes y menos densas; las HDL3 son menores y más densas.
1.3.3 Anomalías relativas al colesterol

En la enfermedad hepatocelular aguda disminuyen los niveles en sangre de las lipoproteínas de alta densidad (HDL) y de la
enzima que esterifica el colesterol para poder ser transportado, la lecitina /colesterol aciltransferasa (LCAT), y aumentan los
niveles en sangre de triglicéridos y LDL (colesterol de baja densidad).
Una de las causas del exceso de colesterol puede ser el aumento de la conversión de VLDL a LDL, o una disminución del
aclaramiento de las LDL. En la medida en que esta lipoproteína sea más espesa, así será el riesgo de que se formen placas de
ateroma en las arterias. Algunas de las causas que pueden originar esta anomalía son la obesidad, la diabetes o algún
problema genético.
Otras causas más conocidas pueden ser la mala función hepática, el estrés y el exceso en la dieta de grasas saturadas. Aunque
el colesterol puede ser degradado en el hígado y disuelto por las sales biliares, un exceso que provenga de la alimentación
reduciría el número de receptores y aumentaría en el plasma, tanto el colesterol como las lipoproteínas de baja densidad.
Llegado a este punto, un organismo sano podría eliminar este exceso mediante las lipoproteínas de alta densidad (HDL), las
cuales se unirían a las LDL y podrían circular libremente en sangre, evitando así que se adhieran a las paredes vasculares.
Posteriormente serían eliminadas por vía biliar. La producción de HDL se suele agotar con facilidad si la dieta es rica en
grasas saturadas.

1.3.4 Hígado graso

El síndrome denominado como "hígado graso", que afecta ya al 25% de la población mundial, se debe básicamente a un fallo
o incapacidad para el procesamiento de las grasas, creando una acumulación de grasa en los hepatocitos. Esto es más una
defensa contra una agresión frecuente para intentar metabolizar las grasas, del mismo modo que el páncreas aumenta de
tamaño para incrementar la producción de enzimas pancreáticas y ejecutar el trabajo de procesamiento del material graso. En
ocasiones, este acumulo de grasas se confunde a veces con un tumor.
La terapia habitual con hipolipedimiantes en lugar de resolver el problema, lo agrava, por su toxicidad renal y hepática,
llegando a ser el remedio peor que la propia enfermedad inicial. Este tipo de medicamentos perjudica además el índice de
coagulación, pudiendo ocasionar hemorragias gástricas.

2. Formación del acido úrico

El ácido úrico está formado por carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno, siendo un producto de desecho del metabolismo del
nitrógeno, cuyo resultado final es la urea y que se detecta en la orina en pequeñas cantidades. Supone la conversión final del
ión amonio (un compuesto muy tóxico) en urea, en el llamado ciclo de la urea. En nuestro organismo, la glutamina es el
aminoácido encargado de almacenarlo de manera temporal, mantenerlo dentro de los niveles aceptados, y transportar el
amonio.
La concentración en sangre es de 2,5 a 6 en la mujer y hasta 7,2 mg/dl en el hombre, siendo menor en los vegetarianos.
En la enfermedad hepática avanzada puede alterarse la síntesis de urea a partir de amoniaco, aumentando éste en sangre y
pudiendo provocar un cuadro denominado encefalopatía hepática.
Uno de los pasos finales en la síntesis de la Vitamina D tiene lugar en el hígado, pero en caso de insuficiencia hepática puede
producirse un déficit de Vitamina D y desarrollarse un cuadro denominado osteopatía hepática.

3. Función antitóxica, inmunológica, antibacteriana y antivírica

La sinusoide hepática es una red compleja de espacios vasculares que se encuentran entre las placas adyacentes de las células
hepáticas. Está compuesta por cuatro tipos de células (endotelial, de Kupffer, en estrella y células granulares), con la
superficie interna cubiertas por un elevado número de células de Kupffer o macrófagos residentes en el hígado. Su función
consiste en fagocitar (absorber y destruir) parásitos, virus, bacterias y macromoléculas (como inmunocomplejos y endotoxinas
bacterianas). Por tanto, estas células constituyen una poderosa e importante barrera fagocítica para toxinas y microorganismos
provenientes del intestino.

La disminución de la función antitóxica del hígado se observa por la eliminación de sustancias tóxicas en la orina causada por
los daños en el metabolismo celular y la acción bacteriana, siendo la acidosis de la orina uno de sus signos más relevantes.
No obstante, en ocasiones hay un error en el diagnóstico, al considerar que un pH urinario bajo es signo de un buen
funcionamiento antitóxico renal. Para evitarlo hay que evaluar el resto de los datos clínicos, pues aunque el riñón sea capaz de
eliminar las toxinas, no por ello dejan de existir.
A primera hora de la mañana habitualmente el pH es de 5 en los individuos sanos, pero a lo largo del día al adquirir un nivel
similar al de la sangre filtrada, debe subir a 7 ó 7.5, lo que corresponde a un organismo adecuadamente nutrido. Para los
análisis de orina y a efectos del pH, debe considerarse el hecho de que las bacterias propias de la orina alteran este pH,
perdiéndose la validez de este informe en la orina de 24 horas.

Esta labor equilibradora en cuanto a toxinas se refiere, corresponde al hígado en su actividad detoxificante o eliminación de
las sustancias tóxicas, la cual es ejercida esencialmente por una hormona hepática denominada como Yakriton, aunque no
todos los investigadores la reconocen. Más probablemente, el azufre presente en el hígado pudiera ser el verdadero
desintoxicante biológico, con una cantidad estimada de 186 mgrs, mientras que el de la sangre es de 27 mgrs, el del músculo
esquelético de 49 mgrs y el del bazo 133 mgrs. El hígado además, fija azufre (función tiopéxica) y oxida el azufre (función
tioxidante).
Este elemento se encuentra en forma de ácido taurocólico, de sulfoconjugados y como glutatión. La alta presencia del glutatión
–un tripéptido compuesto de cisteina, ácido glutámico y glicocola-, le otorgan el papel más importante. La presencia del
glutatión en la sangre procedente del hígado puede ser determinante para evaluar la función antitóxica hepática, lo mismo que
cuando aparece cisteina en la orina (cistinuria), porque la cisteina y cistina no son metabolizadas adecuadamente.
El ácido taurocólico forma parte de las sales biliares y es un derivado del aminoácido taurina, que a su vez lo es de la
cisteina, un aminoácido que se encuentra habitualmente en la carne de origen animal, pero también en los pimientos rojos,
ajos, cebollas, brócolis, coles de Bruselas, muesli y germen de trigo.

El hígado desempeña un papel crucial en la eliminación de sustancias nocivas para el organismo, tales como alcohol, drogas,
medicamentos, disolventes, pesticidas y metales pesados. Cuando nos exponemos a niveles elevados de estos productos
químicos, el hígado puede verse saturado.
Las toxinas llegan al hígado a través de la vena portal; éste procesa las sustancias químicas y las excreta en la bilis. Además,
el hígado procesa y excreta derivados tóxicos del metabolismo normal (tales como el amoníaco) y las hormonas sobrantes (en
particular, las hormonas sexuales como los estrógenos).
Si el hígado resulta dañado no es capaz de descomponer y excretar los fármacos con eficiencia, lo cual puede aumentar
excesivamente los niveles de medicamento en la sangre e intensificar los efectos secundarios.

3.1 Depósitos de metales

La capacidad que tiene el hígado para almacenar determinados metales, como cobre o hierro, resulta beneficiosa para el
organismo, aunque en ocasiones el exceso puede dañar las células hepáticas. Cuando se sospecha de hemocromatosis,
depósitos hepáticos de hierro muy altos, es conveniente la determinación de hierro y ferritina en sangre y, dependiendo de los
resultados, la determinación de hierro mediante biopsia hepática. El tratamiento médico recomendado es la flebotomía,
método que consiste en extraer el exceso de hierro del cuerpo. Se extrae medio litro de sangre del cuerpo hasta que se reduzca
el nivel de hierro. De la misma manera, ante la sospecha de enfermedad de Wilson con exceso de cobre en hígado, se
determina el cobre en sangre y en orina tras provocar su eliminación con D-penicilamina y, dependiendo de los resultados, el
cobre mediante biopsia hepática.
El tratamiento natural consiste en las sales de Epson, ingeridas o añadidas al agua del baño, y la terapia de quelación con
algas. Algunos alimentos ayudan a este proceso, como el brócoli, repollo, plátanos, moras, arándanos, frambuesas, manzanas,
ciruelas pasas, lentejas, apio, zanahorias, patatas y soja germinada. En medicina química se emplea el ácido
etilendiaminotetraacético o EDTA.

4. Función inmunológica

Las células de Kupffer del hígado tienen gran capacidad para destruir agentes reconocidos como extraños por el organismo.
Son la mayor población de macrófagos en los tejidos, y están localizados estratégicamente dentro del sinusoide hepático para
detectar en la sangre filtrada por la vena porta la presencia de cualquier sustancia extraña. Estas células están comprometidas
en el tratamiento de organismos microbianos, enzimas, células tumorales, antígenos y complejos inmunes. Son el lugar
principal de eliminación de las endotoxinas que se reciben de la sangre portal y poseen gran capacidad para desintoxicar los
tejidos. También son responsables de la eliminación de los glóbulos rojos envejecidos, y de la degradación de la
hemoglobina. Algunas de estas células son más numerosas y tienen más actividad fagocitaria, pero menor potencial citotóxico
tumoral que las células en las zonas acinares 2 y 3. En situaciones de fallo hepático pueden formarse coágulos por incapacidad
de estas células para eliminar agentes coagulantes patológicos en circulación. También en el fallo hepático hay incapacidad
para retirar endotoxinas de la circulación. Al fallar este mecanismo inmunológico celular, se potencia otro mecanismo
inmunológico de tipo humoral, provocando una elevación en sangre de las gammaglobulinas.
5. Función oxalopoiética, oxalolítica y cromagoga

La función desintoxicante, la función de fijación y la cromagoga, son funciones relacionadas, puesto que el hígado nos protege
contra sustancias muy diversas, como los colorantes, así como otras sustancias que no son asimilables sin previa
transformación y que encuentran dificultad para su eliminación mediante los canales habituales. Por vía digestiva se eliminan
los fármacos administrados por vía oral y que no han sido absorbidos por el tracto digestivo, lo mismo que los fármacos
secretados por la bilis y que no han sido reabsorbidos. El ciclo enterohepático que ocasiona la absorción de algunos fármacos
a través del intestino en dirección al hígado para ser eliminados por la bilis, ocasiona la mayor parte de las disfunciones
hepáticas medicamentosas. Estos medicamentos poseen la propiedad de volver a ser reabsorbidos por el intestino y aunque así
aumenta su eficacia, también aumentan su iatrogenia (efectos secundarios inducidos).

6. Regulación del volumen sanguíneo

El flujo sanguíneo hepático normal es de 1.500 ml/min aproximadamente en adultos, correspondiente a un 25-30% del gasto
cardíaco. El volumen de sangre total en el hígado es de aproximadamente 450 ml, que corresponde a un 10% del volumen
sanguíneo total, por lo que en caso de hipovolemia (disminución del volumen circulante de sangre), el hígado puede aportar
hasta 300 ml de sangre a la circulación.
La arteria hepática suministra el 25-30% del flujo sanguíneo y el restante 70-75% proviene de la vena porta. La arteria
hepática suministra 45-50% de los requerimientos de oxígeno del hígado, mientras que la vena porta aporta el 50-55%
restante.
El sistema vascular hepático funciona ofreciendo muy baja resistencia al flujo de sangre, llegando a suministrar 1,45 litros de
sangre cada minuto. También recibe sangre procedente del páncreas y el bazo, sangre que debe procesar y neutralizar las
sustancias tóxicas que pueda contener. Cuando disminuye el flujo sanguíneo del sistema porta (se refiere a las venas
originadas en los capilares del tracto digestivo desde el estómago hasta el recto que transportan los productos de la digestión,
transformándose de nuevo en capilares para formar de nuevo venas que desembocan en la circulación sistémica), hay una
disminución en la resistencia arterial hepática con un consecuente incremento en el flujo sanguíneo arterial, manteniéndose la
suplencia de oxígeno a través del hígado como un mecanismo protector.
Al tratarse del primer órgano que contacta la sangre proveniente del intestino, la superficie hepática absorbe nutrientes, pero
también las toxinas y microorganismos derivados del intestino, además de poseer cierto protagonismo en la secreción de
compuestos en la luz intestinal.

Desde el punto de vista de la circulación, la acción del hígado se manifiesta bioquímicamente a través de las hormonas y
mecánicamente en la circulación de retorno, a través de mecanismos que implican el aumento del volumen sanguíneo, al lanzar
su contenido líquido a ésta, o por estasis hepato-portal.
Ello se debe tanto a la capacidad del hígado como órgano de reserva sanguínea (hasta el 68% de su peso), como a la forma de
este depósito, lo que permite enviar más o menos sangre al corazón a través de la apertura o cierre de sus múltiples esfínteres
venosos (anillos de fibras musculares), provocando ya sea una vasodilatación o una vasoconstricción, del propio sistema
hepático.
El hígado es para la sangre un enorme depósito que asegura el normal funcionamiento del ventrículo derecho del corazón,
mediante la oportuna entrega de la cantidad de sangre requerida. Ello ha ocasionado un gran interés de la arteria hepática en
cardiólogos y fisiólogos. Esta arteria es regulada por la VDM, sustancia que asegura la vasodilatación capilar en caso de falta
de oxígeno en el hígado, y por la hipoxilienina que exista los vasos del intestino, aumentando la circulación sanguínea a nivel
de la arteria hepática y asegurando las condiciones de trabajo del músculo cardíaco.

7. Producción de bilis

La bilis es una secreción acuosa que posee componentes orgánicos e inorgánicos cuya osmolaridad (concentración de
sustancias que deben mantenerse en un rango normal para que el organismo funcione adecuadamente), es semejante a la del
plasma. Normalmente un humano adulto secreta entre 600 y 1200 ml diarios.
Los hepatocitos producen una secreción que contiene grandes cantidades de ácidos biliares, colesterol y otros constituyentes
orgánicos que se vierten al canalículo biliar, (malla ininterrumpida de canales que se interconectan en todo el tejido
hepático), desde donde fluye a los conductos biliares terminales continuando por conductos biliares de tamaño
progresivamente mayor, y finalmente hacia el conducto hepático y el colédoco, desde el cual se vacía directamente al duodeno
o se desvía por el conducto cístico hacia la vesícula biliar. El colédoco tiene aproximadamente unos 7,5 cm. de longitud y el
lugar donde desemboca en el duodeno se llama la ampolla de Vater. En la parte distal del colédoco hay una zona de tejido
muscular liso que forma el esfínter de Oddi que regula el paso de la bilis al duodeno. La hormona que da la señal para que
esto ocurra se llama colecistoquinina.
En el curso que sigue la bilis por estos conductos se produce la segunda etapa de la secreción, en la cual se añade una
secreción adicional que consiste en una solución acuosa de sodio y bicarbonato secretada por las células epiteliales del
sistema de drenaje biliar.

8. Formación de bilirrubina

La bilirrubina es un pigmento de origen biliar de color amarillo anaranjado que resulta de la degradación de la hemoglobina,
la proteína que transporta el oxígeno en la sangre y lo distribuye en los tejidos, y que se desencadena cuando los glóbulos
rojos que la contienen mueren. En este proceso el eritrocito (glóbulo rojo o hematíe) desaparece del sistema circulatorio
cuando ha alcanzado los 100 a 120 días, y su membrana celular se rompe, liberando la hemoglobina que es digerida por los
macrófagos del organismo, especialmente los que están en el bazo, hígado y médula ósea. Durante las horas o los días
siguientes los macrófagos liberan el hierro de la hemoglobina que será transportado por la transferrina (una proteína) hasta la
médula ósea para formar nuevos hematíes, o almacenado en el hígado y otros tejidos en forma de ferritina como reserva.

Este proceso sucede en gran parte en el hígado y la bilirrubina entonces se excreta en la bilis (de ahí el color amarillo-
verdoso de la bilis), se degrada y mezcla con las heces. Cuando la función hepática disminuye se pueden encontrar cantidades
importantes de bilis en sangre, y por tanto de bilirrubina, lo que en algunas ocasiones se reconoce por un característico color
amarillo en la piel, en los ojos y un oscurecimiento de la orina.
La bilirrubina total es la suma de la libre y de la conjugada. La bilirrubina libre (también conocida como indirecta o sin
conjugar) es aquella que se produce en la sangre y es transportada por la albúmina. Una vez que pasa por el hígado se llama
bilirrubina conjugada (o directa). Aunque se trata de la misma sustancia sus cualidades son distintas. Saber cuál de las
bilirrubinas está elevada nos permite conocer si el problema se encuentra antes, después o en el hígado.
Cuando el nivel de bilirrubina en la sangre aumenta (lo normal es de 0,3 a 1 mg/dl), se acumula en los tejidos, sobre todo
aquellos con mayor número de fibras elásticas (paladar, conjuntiva). Si es mayor de 2 a 2,5 mg/dl, ocasiona la pigmentación
amarilla conocida como ictericia.

8.1 Urobilina

El hígado interviene en la destrucción de los glóbulos rojos, transformando éstos, desdoblando la hemoglobina en hemina y
albúmina. La hemina origina la bilirrubina, aunque también se puede producir en diversos órganos.
La urobilina corresponde al pigmento del hígado enfermo, ya que cuando el hígado se encuentra alterado la célula hepática es
incapaz de formar bilirrubina a partir de la hemoglobina y sólo alcanza a hacerlo en urobilina. Es necesario realizar un
análisis urinario (urobilinógeno), en caso de disfunción hepática previsible, pues la urobilina también aparece en la orina.

9. Regulación de la diuresis

Junto a los riñones, la hipófisis y la glándula suprarrenal, el hígado posee una acción decisiva en la regulación de la
hidratación corporal, ya sea mediante la acción de una hormona hepática destinada a regular la diuresis, así como por la
presencia de productos de autodestrucción (autolíticos) hepáticos, que generan una acción inhibidora sobre la diuresis renal.
En los casos de insuficiencia hepática, la presencia de esfínteres o válvulas venosas hepáticas retendrían los líquidos,
actuando sobre el nervio vago, estimulando su cierre, mientras que el simpático favorecería su drenaje. En el enfermo hepático
no se elimina toda el agua, lo que ocasiona una mayor densidad de la orina, poca eliminación y una disminución los glóbulos
rojos por hidremia, el exceso de agua en la sangre que ocasiona una proporción excesiva de suero sanguíneo en relación con
los corpúsculos sin aumento de la masa total de sangre.
La función renal puede verse comprometida por la presencia de cálculos y los estudios parecen encontrar una relación directa
entre el hígado y la formación de los cálculos de repetición. Esta víscera juega un papel muy importante en la formación y
destrucción del ácido oxálico y en la insuficiencia hepática se encuentran habitualmente cálculos renales de ácido oxálico
(litiasis oxálica). Por tanto, en todo enfermo que genere cálculos renales de oxalato de calcio, debería efectuarse pruebas
hepáticas.
Para que se efectúe una pérdida de calcio que genere una litiasis renal, es requisito previo un mal manejo orgánico de este
electrolito. No existe una pérdida de calcio, a través de ningún órgano emuntorio, sin que previamente exista este mal manejo
metabólico, siendo el hígado el mayor responsable.

10. Formación de factores coagulantes


El hígado produce albúmina y otras proteínas, muchas de éstas esenciales para la coagulación normal de la sangre mediante la
protrombina y fibrinógeno y una sustancia anticoagulante que es la heparina. Los factores de coagulación producidos por el
hígado permiten a la sangre coagularse después de sufrir una herida, pero cuando los niveles son bajos pueden producirse
hematomas con facilidad y hemorragias prolongadas.
La proteína C es una proenzima producida por el hígado y los adipocitos que se encuentra normalmente en el plasma,
detectándose en sangre en casos de inflamaciones o infecciones. La síntesis en el hígado es dependiente de la vitamina K,
siendo convertida en una proteasa activa por la acción de la trombina. La vitamina K en el hígado participa en la síntesis de
algunos factores que forman parte de la llamada cascada de la coagulación (factores II, VII, IX, X, proteína C, S y Z).
La vitamina K1, llamada también filoquinona, que proviene de alimentos como vegetales de hojas oscuras, hígado, aceites
vegetales, cereales integrales, es absorbida en el intestino delgado gracias a la intervención de las sales biliares, el jugo
pancreático y las grasas provenientes de la dieta. Se transporta a través de la linfa junto a quilomicrones y lipoproteínas y se
deposita en el hígado.

10.1 Protrombina

La protrombina, una proteína del plasma sanguíneo, es creada en el hígado al igual que la mayoría de los factores coagulantes,
denominándose también como factor II de la coagulación, siendo necesaria para este proceso la presencia de la vitamina K.
Cuando sus niveles se reducen a un 20% del valor medio, existe tendencia a las hemorragias. La protrombina pura no coagula
al fibrinógeno y necesita la presencia del calcio que actúa como coenzimático, y otras sustancias que hay en las plaquetas y en
el plasma para transformarse en trombina.
El hígado produce a su vez sustancias anticoagulantes, como por ejemplo la heparina, que actúa bloqueando la transformación
de protrombina en trombina.
En la sangre circulante no hay trombina, lo que provoca que esta sea fluida y pueda circular. Si existiera una pequeña cantidad
en sangre inmediatamente sería neutralizada.
Por otro lado, se requiere una enfermedad hepática prolongada para que se alteren proteínas como la albúmina y los factores
de coagulación. Cuando se altera la síntesis de los factores de coagulación se manifiesta en las pruebas de coagulación,
particularmente en el tiempo de protrombina, que aumenta.

11. Sistema endocrino

Al actuar el hígado en la función glucogénica, manifiesta una dependencia de la función pancreática y su producción de
insulina. La fosforilización, esto es, el mecanismo básico de transporte de energía desde los lugares donde se produce hasta
los lugares donde se necesita, dependerá igualmente de esta simbiosis, lo mismo que la actividad de las proteínas y las
enzimas, pues estos procesos requieren un determinado consumo de fósforo y fosfatasas.
Papel importante es el del magnesio, el cual se encuentra concentrado especialmente en los huesos y que entre otras acciones,
regulariza la transferencia del azúcar hepático en la sangre.
En los casos de incapacidad hepática parcial, cualquiera sea su origen, debe considerarse la existencia de un estado de
separación funcional del sistema nervioso del hígado con el del sistema endocrino, lo que conducirá a un agravamiento.
Además, se contempla una alteración hipotalámica e hipofisaria en toda disfunción hepática, además de trastornos nutritivos.
Los niveles altos de carbono indican un mal funcionamiento hepático, lo que origina a su vez un déficit en una sustancia
denomina colecismon, indispensable para la reabsorción de los alimentos, esencialmente las grasas.
También existe una correlación entre el hígado y la función paratiroidea, y los experimentos demostraron que un tratamiento
paratiroideo mejora la función hepática.
La glándula tiroides a través de su hormona tiroxina, es indispensable para la producción del glucógeno hepático,
recomendándose el uso del aminoácido tirosina junto con el yodo.

Finalmente, se ha encontrado que:

El colesterol hepático es determinante en la producción de esteroides.


La ADH (Hormona Antidiuretica /Vasopresina), que procede de la pituitaria posterior, controla la velocidad
de excreción de agua hacia la orina junto con el hígado, los riñones y la glándula suprarrenal.
El glucagón de origen pancreático es producido cuando el azúcar en la sangre es muy bajo y envía señales al
hígado para que libere el azúcar almacenado en su parénquima (tejido), convirtiendo la glucosa almacenada
en el hígado en glucosa circulante.
La hormona del crecimiento de origen hipofisario se sintetiza y secreta a la circulación sanguínea en el
hígado liberando somatomedinas hepáticas.
Las células hepáticas ayudan a la sangre a asimilar las sustancias nutritivas y a excretar los materiales de
desecho y las toxinas, así como esteroides, estrógenos y otras hormonas.
Se puede afirmar que el hígado actúa como una planta preparadora de lo que se va a liberar a otros órganos.
El mal funcionamiento hepático ocasiona problemas en la pigmentación de la piel.

12. Equilibrio ácido -base

Al igual que el hígado influye en la hidratación celular, también actúa sobre el equilibrio ácido básico y salino, cambiando la
hidrofilia (captación de agua) de los tejidos.

13. Temperatura corporal

Las actividades que el hígado realiza generan una gran cantidad de calor, lo cual influye en la temperatura corporal. Un signo
característico de disfunción hepática es la intolerancia a las temperaturas extremas, las cuales llegan a causar gran malestar.
El frío produce dolor muscular, especialmente en la zona renal, mientras que el calor produce irritabilidad
nerviosa.

CAPÍTULO DOS

Enfermedades hepáticas

El tratamiento basado en la medicina natural se contempla en el CAPÍTULO CUATRO, en donde se analizan todos los
remedios disponibles para las enfermedades hepáticas.

Absceso hepático amebiano


Acumulación de pus en el hígado provocada por un parásito intestinal.
Originado por la ameba Entamoeba histolytica, transportada a través de la sangre desde los intestinos hasta el hígado, la
enfermedad se disemina por la ingestión de quistes amebianos en agua o alimentos contaminados con materia fecal,
fertilizantes orgánicos o a través del contacto directo entre personas. Como factores de riesgo están el alcoholismo, el
contacto sexual entre varones, las enfermedades que causan déficit inmunitario, la desnutrición y el uso de esteroides.
Aunque es más habitual en las áreas tropicales, se encuentra en cualquier zona de África, Latinoamérica, el sudeste asiático y
la India.

Síntomas:
Dolor abdominal intenso, continuo o punzante en la región superior derecha del abdomen, escalofríos, diarrea, fiebre, malestar
general, ictericia, dolor en articulaciones, anorexia, sudores y pérdida de peso.
El absceso puede romperse y drenar hacia la cavidad abdominal, el revestimiento de los pulmones, los pulmones o el saco
alrededor del corazón. La infección también se puede extender al cerebro. El tratamiento suele ser eficaz.

Carcinoma hepatocelular
Cáncer del hígado.

Es más frecuente en los hombres que en las mujeres y generalmente se observa en personas entre los 50 y los 60 años de edad.
Suele ser una consecuencia de una cirrosis, del consumo de alcohol, de ciertas enfermedades autoinmunes, hepatitis
prolongadas, especialmente tipo B y C, así como exceso de hierro hepático.

Síntomas:
Sensibilidad o dolor abdominal en el cuadrante superior derecho, hematomas, predisposición al sangrado, abultamiento
abdominal e ictericia. Con el tiempo suele darse sangrado gastrointestinal, insuficiencia hepática y metástasis.

Cirrosis hepática

Es el resultado de una evolución negativa de las enfermedades hepáticas, caracterizada por la pérdida de tejido hepático sano,
que es sustituido por tejido fibroso, lo que origina que el hígado pierda su función y estructura normales.
Habitualmente más del 80% de los casos de cirrosis son producidos por el consumo excesivo de alcohol y por el virus de la
hepatitis C. Un porcentaje menor es generado por el virus B, la hepatitis crónica autoinmune, la cirrosis biliar primaria y la
colangitis esclerosante, así como por enfermedades metabólicas como la hemocromatosis (sobrecarga de hierro), la
enfermedad de Wilson (sobrecarga de cobre), y en ocasiones por diversos medicamentos. Ahora han aumentado los casos de
cirrosis que afectan a personas diabéticas y obesas.
Se trata de una enfermedad de curso progresivo en la cual la causa no está en el propio hígado, el cual termina claudicando y
enfermando por razones que no le son atribuibles. Si el diagnóstico se realiza precozmente, se puede evitar su evolución hacia
la cirrosis.
Inicialmente se desencadena una insuficiencia hepática a causa de la pérdida progresiva de los hepatocitos, una disminución
que no permite desarrollar las funciones que le son propias, especialmente en cuanto a la depuración de tóxicos, en la
neutralización de medicamentos, en el control del metabolismo nutricional y en la fabricación de múltiples sustancias útiles
para otros órganos. La consecuencia es que todo el organismo se resiente.
Otra complicación es la hipertensión portal que ocasiona un aumento de la presión en el sistema venoso portal, encargado de
llevar toda la sangre procedente del abdomen hacia el hígado. Este aumento de presión se debe a que el hígado enfermo opone
mucha mayor resistencia de la normal al paso de la sangre portal y en lugar de llegar hasta el hígado lo hace hacia otros vasos
sanguíneos. Ello ocasiona la dilatación de las venas del estómago y el esófago que producen las varices esofágicas y
gástricas, las cuales pueden romperse y producir hemorragias muy graves. Además, la falta de la capacidad depurativa del
hígado ocasiona una intoxicación celular en todo el organismo. Cuando ambos problemas coexisten, la pérdida de los
hepatocitos y la tensión venosa, se desencadena la cirrosis, que puede quedar compensada o descompensada.

Síntomas:
En la fase inicial el paciente puede estar asintomático y hacer vida normal. De hecho, hay personas que tienen cirrosis y lo
desconocen. Algunos pacientes pasan de esta situación a tener una complicación aguda muy grave que puede comprometer su
vida. En otros casos, la enfermedad progresa paulatinamente hasta llegar a la fase de descompensación.
En la fase avanzada aparece el cuadro intenso de la cirrosis, la calidad de vida disminuye progresivamente y el riesgo de
fallecimiento es cada vez mayor. Más del 50% de estos enfermos fallecen en un tiempo no superior a 5 años, salvo que se les
imponga un tratamiento adecuado. Aún así, el pronóstico no suele ser bueno.
Lo preocupante no son los síntomas, sino la ausencia de ellos, lo que origina que no se detecte la enfermedad antes de que la
curación no sea posible. Las ecografías, hemogramas e iridiología suelen ser suficientes para detectar la enfermedad, aunque
también debemos tener en consideración los cambios más sutiles como las alteraciones bruscas en el humor, el apetito,
cansancio o hinchazón de tobillos. Por este motivo es muy importante realizar análisis hepáticos aunque no se tengan síntomas.
A veces se observa una imagen hepática anormal que pone en la pista de una cirrosis incipiente en una ecografía o un scanner
hechos por otro motivo. También habrá que estar alertas en los casos de antecedentes familiares de cirrosis, hemocromatosis,
o la aparición de hemorragias digestivas por rotura de varices.
No menos importantes son la hepatomegalia y esplenomegalia, el tejido mamario excesivo, las palmas de la mano enrojecidas,
los vasos sanguíneos rojos en forma de araña, los dedos contraídos, los testículos disminuidos, los ojos amarillos.
Otra probabilidad es durante el curso de alteraciones hepáticas no cirróticas, como las hepatitis o hígado graso, las cuales
pueden evolucionar de forma más grave si no se las atiende adecuadamente.

Las manifestaciones clínicas más importantes de la cirrosis avanzada son las siguientes:

Deterioro del estado general: cansancio, falta de apetito y desnutrición con pérdida de masa y fuerza muscular.
Color amarillento de la piel (ictericia), aparición de dilataciones vasculares en la piel sobre todo de la cara, tronco y
extremidades superiores, facilidad para tener hematomas con golpes mínimos y hemorragias gingivales. A veces se observan
venas muy marcadas en la pared del abdomen.
Distensión del abdomen por acúmulo de líquido (ascitis) e hinchazón de tobillos y piernas por edemas. En los pacientes con
ascitis existe el riesgo de que aparezca un tipo particular de insuficiencia renal llamado síndrome hepato-renal y de que se
infecte el líquido ascítico (peritonitis bacteriana espontánea), ambos cuadros con pronóstico muy grave
Hemorragias digestivas por rotura de varices esofágicas o gástricas, que son muy graves.
Alteraciones de la función cerebral con cambios sutiles (mayor torpeza, lentitud de pensamiento) o manifiestas como
desorientación, alteración de la conducta, somnolencia o incluso coma (encefalopatía hepática),

Los siguientes síntomas indicarían evolución grave de la enfermedad: Dolor abdominal o torácico, hinchazón abdominal que
empeora repentinamente, temperatura mayor a 101° F (38º C), diarrea, confusión mental, sangrado rectal, sangre en el vómito
o sangre en la orina, dificultad para respirar, vómitos más de una vez al día.
A nivel de medicina tradicional, se realizan ecografías, TAC (scanner), resonancia magnética nuclear (RNM), colangiografía
por RNM, arteriografía, portografía, endoscopia digestiva alta y baja, ecoendoscopia, laparoscopia endoscópica, elastografía
hepática (Fibroscan), cateterismo de venas suprahepáticas, biopsia hepática y/o paracentesis diagnóstica.
El tratamiento químico es más para resolver las complicaciones que para curar la enfermedad, siendo habitual el tratamiento
de la ascitis, la insuficiencia renal, la hemorragia digestiva aguda (o su prevención), la encefalopatía hepática o las
infecciones. En ocasiones se ponen prótesis biliares por vía trans /parieto /hepática o se recomienda el trasplante hepático.

Hepatitis
Inflamación del hígado por agentes infecciosos o tóxicos.

HEPATITIS A

Se caracteriza por la inflamación aguda del hígado causada por el virus de la hepatitis A. Su período de incubación (tiempo
entre la llegada del virus al cuerpo y el desarrollo de la enfermedad) va desde 15 a 49 días. Este virus se transmite a través de
la ingestión de comida contaminada con el virus, frecuentemente mariscos crudos o verduras crudas regadas con aguas
contaminadas. También se contrae por entrar en contacto con las heces o la sangre de una persona que la padezca, por no
lavarse las manos después de tocar objetos contaminados, por contacto sexual oral o anal, por utilizar jeringas. Es frecuente
adquirir la enfermedad trabajando en centros de salud o penitenciarios, en viajes realizados a ciertos lugares de Asia y
América latina.
Es muy frecuente en niños, aunque la mayoría de ellos no presentan síntomas al contraer el virus. La hepatitis A es el virus de
hepatitis que más frecuentemente ataca el hígado, pero también es el más benigno. Sólo se contrae una vez, ya que el cuerpo
genera defensas permanentes contra la enfermedad. Es la menos grave y la más leve de estas enfermedades, y mientras que las
otras infecciones de hepatitis pueden volverse enfermedades crónicas, no ocurre así con la hepatitis A.

Síntomas:
Los síntomas por lo general aparecen de 2 a 6 semanas después de estar expuesto al virus de la hepatitis A. Generalmente son
leves, pero pueden durar hasta varios meses, especialmente en adultos.
El comienzo de la hepatitis A es gradual y con menos fiebre que la vírica, pero el resto puede ser igual. Las personas mayores
de 30 años suelen ser los más receptivos a ellas, mientras que los niños y jóvenes lo son a las infecciosas. En la medida en
que una persona está debilitada, así será el riesgo de fallecimiento.
La mayoría de las hepatitis cursan con anorexia, náuseas y vómitos, malestar general, cansancio extremo, fiebre y dolores
difusos en el abdomen. No siempre se percibe el hígado hinchado. Entre cinco y diez días de comenzar los síntomas puede
aparecer la ictericia y la fiebre cesa entonces, mejorando sensiblemente el estado general. Suele haber picores intensos en
manos y luego en el resto del cuerpo, diarrea con aspecto blanco de las heces, orina coloreada y en ocasiones se palpan los
ganglios linfáticos.
En las hepatitis tóxicas producidas por alcohol, medicamentos o metales pesados, también están afectados el riñón, el sistema
nervioso y la médula ósea. Los anabolizantes utilizados por los deportistas son uno de los mayores causantes de este tipo de
hepatitis. Los síntomas son iguales pero existen más náuseas, diarreas e incluso colapso. La ictericia intensa dura entre 1 y 2
semanas, aunque tardará en desaparecer totalmente hasta 24 semanas más.
El virus se propaga más rápidamente en guarderías y restaurantes, por consumo de productos lácteos, carne de res o pescado
crudo o mal cocido.
El virus no permanece en el cuerpo después de que la infección desaparece y más del 85% de las personas con hepatitis A se
recuperan en un período de tres meses y casi todos los pacientes se recuperan dentro de un período de 6 meses.
Hay un bajo riesgo de muerte, generalmente entre los ancianos y personas con enfermedad hepática crónica.

Datos de laboratorio:
Tiempo de protrombina. Si éste es menor de un 60%, puede indicar mayor gravedad.
Las transaminasas se elevan sobre valores de 1000 U/mL, pero el nivel de elevación no tiene correlación con la gravedad de
la hepatitis. La bilirrubina generalmente está elevada.
Albúmina: Es la principal proteína del plasma y es producida en el hígado. Su disminución habitualmente indica un daño
importante del hígado.
También se efectúan pruebas de anticuerpos IgM e IgG.
HEPATITIS B

Afecta a 300 millones de personas en el mundo y se estima que es responsable de entre 250.000 y 500.000 muertes al año,
aunque la mayoría de las personas que adquieren el virus de la hepatitis B se recuperan sin problema. Esta forma de infección,
que dura menos de 6 meses, se conoce como hepatitis B aguda. Por el contrario, cuando la infección perdura más de 6 meses,
se conoce como hepatitis B crónica. Las consecuencias más importantes de esta infección a largo plazo son la cirrosis
hepática y el carcinoma.
La mayor parte del daño del virus de la hepatitis B se debe a la respuesta del cuerpo a la infección. Cuando es óptima la
recuperación es buena, aunque con frecuencia las propias defensas generan hepatomegalia o inflamación del hígado.
La enfermedad aguda generalmente desaparece después de 2 ó 3 semanas, restableciéndose la función hepática al cabo de 4 a
6 meses, salvo que se desarrolle hepatitis crónica. Esto suele ocurrir en recién nacidos.
La infección en determinados casos puede degenerar en cirrosis o cáncer del hígado y los enfermos pueden transmitir la
infección incluso aunque no tengan ningún síntoma.
Solamente en un 1% de los enfermos es mortal, aunque es un factor de riesgo que puede degenerar en un carcinoma
hepatocelular.

El virus de la hepatitis B se transmite a través del contacto con sangre o fluidos corporales contaminados, así como por las
relaciones sexuales tanto hetero como homosexuales. También son frecuentes por transfusiones de sangre, parto, uso de
jeringas y/o agujas contaminadas, tatuajes, perforaciones o “piercing” realizadas con material no desechable. Finalmente,
también se detectan contagios por contacto con ojos, boca, genitales o pequeñas heridas de otra persona. Esto ocurre, por
ejemplo, cuando se comparte una hoja de afeitar, un cepillo de dientes o un cortaúñas. Otros factores de riesgo son el semen,
los flujos vaginales, recibir hemodiálisis, estar infectado con VIH e incluso se puede transmitir a un bebé durante el parto si la
madre está infectada. No obstante, no se puede propagar por contacto casual, como darse la mano, compartir utensilios para
comer o vasos para beber, amamantar, besarse, abrazarse, toser o estornudar.

Síntomas:
Las personas afectadas pueden estar asintomáticas, aunque al ser portadoras transmiten la enfermedad. Se manifiesta después
de varios meses de estar infectado, y se percibe por inapetencia, fatiga, fiebre leve, dolores musculares y articulares, náuseas
y vómitos, así como ictericia.

Datos de laboratorio:
Se valoran los niveles de albúmina, el tiempo de protrombina, la presencia del antígeno de superficie AgHBs, el anticuerpo
contra el antígeno central Anti-AgHBc, y el antígeno de superficie AgHBe.

HEPATITIS C

La hepatitis C es causada por un virus (VHC) por compartir agujas para inyectarse drogas, por transfusiones sanguíneas de
sangre infectada, tatuajes o perforaciones con instrumentos sucios que se usaron con otras personas. No se contagia por darle
la mano a una persona infectada, besarla o abrazarla.
Como factores de riesgo para contraerla están haber estado sometido a diálisis renal durante mucho tiempo, tener contacto
frecuente con sangre ajena (trabajadores sanitarios), tener relaciones sexuales sin protección con una persona que la padezca,
compartir jeringas o agujas, haber recibido una transfusión de sangre antes de julio de 1992, realizarse tatuajes, acupuntura o
piercing en lugares no desinfectados adecuadamente, compartir elementos de uso personal, como cepillos de dientes o
máquinas de afeitar, con alguien que tiene hepatitis C o nacer de una madre infectada. Aunque de evolución leve, la
enfermedad se suele manifestar de forma crónica y con el tiempo desencadenar en cirrosis o cáncer de hígado.

Síntomas:
La mayoría de las personas infectadas no manifiestan síntomas notorios, pero de no tratarse con el tiempo desarrollan cirrosis.
Es importante estar alerta en caso de dolor abdominal en el cuadrante superior derecho del abdomen, ascitis, varices en el
esófago, orina oscura, fatiga, picores, ictericia, falta de apetito, fiebre leve continuada, náuseas, vómitos, y heces
descoloridas.

Datos de laboratorio:
A nivel de laboratorio se intenta detectar anticuerpos, se analiza el ARN para determinar los niveles de virus, el nivel de
albúmina y el tiempo de protrombina.

HEPATITIS VÍRICA AGUDA

La hepatitis vírica aguda es una inflamación del hígado causada por una infección de alguno de los cinco virus de hepatitis.
Habitualmente el curso es bueno, pero en algunos casos se puede declarar una insuficiencia hepática mortal. El curso que
tomará el desarrollo de la hepatitis C es algo impredecible, normalmente leve, pero la función hepática puede mejorar y
empeorar repetidamente durante varios meses. Todo depende del estado general anterior a la enfermedad, y se ha establecido
que en el 75 por ciento puede ser crónica e incluso, como en otras hepatopatías, degenerar en cirrosis.
Aunque la persona se recupere totalmente, se convierte en portador crónico, no pudiendo donar sangre nunca.

Síntomas:
Los síntomas de la hepatitis vírica aguda suelen aparecer repentinamente y comprenden anorexia, malestar general, náuseas,
vómitos y, con frecuencia, fiebre, siendo típica la aversión al tabaco de los fumadores.
Al cabo de unos días la orina se vuelve oscura y puede presentarse un cuadro de ictericia, mitigándose muchos de los síntomas
anteriores, aunque la ictericia permanece y se generaliza. Puede declararse colestasis (reducción del flujo de bilis),
decoloración de las heces, picores generalizados, alcanzando su cénit en una o dos semanas y desapareciendo al cabo de
cuatro semanas.
La hepatitis vírica aguda no aporta datos de laboratorio característicos, y lo más importante son los síntomas y signos
perceptibles, aunque la función hepática puede verse alterada y el hígado palpable al tacto.
Inicialmente los síntomas son similares a un resfriado, gripe o a la mononucleosis infecciosa, pero la fiebre y obviamente la
ictericia, establecen el diagnóstico diferencial. En el caso de que se trate de un enfermo alcohólico, habrá que pensar en una
hepatitis alcohólica.

HEPATITIS CRÓNICA
Se define como tal, aquella inflamación del hígado que dura más de 6 meses.

Aunque mucho menos frecuente que la hepatitis aguda, puede durar años e incluso décadas. Por lo general es bastante leve y
no produce ningún síntoma o daño hepático significativo, aunque la continua inflamación puede afectar lentamente al hígado
ocasionando cirrosis e insuficiencia hepática.
Esta cronicidad suele declararse en casos de presencia del virus de la hepatitis C, pues tanto el virus de la hepatitis B, como
el de la hepatitis D, causa un porcentaje menor de infecciones crónicas. De modo aleccionador, vemos que los virus de la
hepatitis A y E no causan hepatitis crónica.
La iatrogenia, esto es, las enfermedades causadas por fármacos, suele ser una de las causas más habituales de estas
hepatopatías, siendo frecuente las ocasionadas por la metildopa, la isoniazida, la nitrofurantoína y posiblemente el
paracetamol. También se da durante el curso de la enfermedad de Wilson, enfermedad hereditaria por retención de cobre. Una
reacción hiperactiva del sistema inmune a los fármacos, podría dar lugar a la declaración de hepatitis crónica en algunas
personas que toman habitualmente fármacos, especialmente mujeres.
Al margen de la causa o del tipo de hepatitis crónica que se padezca, cualquier complicación como la ascitis (líquido en la
cavidad abdominal) o la encefalopatía (función cerebral anormal), requerirá un tratamiento específico

Síntomas:
Un alto porcentaje de enfermos desarrolla la enfermedad sin ninguna patología evidente, aunque un tercio la padece después
de una hepatitis vírica aguda. Precisamente la cronicidad se establece por no existir síntomas claros del daño hepático, aunque
suelen existir algunos muy comunes, como: sensación de estar enfermo, anorexia, cansancio que no mejora con el reposo, algo
de fiebre y un ligero malestar en la parte superior del abdomen. La ictericia puede o no aparecer.
Más adelante se manifiestan signos evidentes de una enfermedad hepática, como el aumento de tamaño del bazo, pequeñas
venas con forma de araña en la piel y retención de líquidos, especialmente ascitis.
En otros enfermos hay signos menos evidentes, como acné, interrupción de la menstruación, dolores articulares, fibrosis
pulmonar, inflamación del tiroides y de los riñones, y anemia. Estos signos, indudablemente no llevan al médico a pensar en
una enfermedad del hígado, salvo que un chequeo sanguíneo rutinario lo detecte. Llegado a este punto, suele realizarse una
biopsia del hígado para extraer una muestra del tejido y analizarlo al microscopio. Así se podrá evaluar la gravedad de la
inflamación y saber si hay riesgo de fibrosis o cirrosis, al mismo tiempo que se determinará la causa de la hepatitis. La
fibrosis consiste en la formación o desarrollo en exceso de tejido conectivo fibroso en un órgano o tejido, como consecuencia
de un proceso inflamatorio crónico que desencadena un aumento en la producción y deposición de la matriz extracelular.

HEPATITIS AUTOINMUNE

Se desconoce la causa y se mencionan como probables la predisposición genética, la administración de fármacos durante el
embarazo o la reacción a vacunas o metales pesados. En ocasiones se ha detectado un proceso infeccioso común que podría
ser el detonante del proceso inflamatorio hepático y que puede persistir incluso después de eliminada la infección. Ciertos
medicamentos como la nitrofurantoína (tratamiento de las cistitis) y la minociclina (empleado para el acné) pueden ocasionar
una hepatitis autoinmune. Afecta normalmente a mujeres jóvenes.
El diagnóstico requiere que se excluyan otras causas de enfermedad hepática como hepatitis virales, consumo excesivo de
alcohol o consumo de medicamentos hepatotóxicos.

Síntomas:
Son comunes a otras patologías hepáticas y encontramos cansancio, náuseas, dolor abdominal y dolores articulares. Algunos
enfermos pueden desarrollar ictericia, disminución de la protrombina y encefalopatía, e incluso ascitis (acumulación de
líquido en el abdomen) y hemorragia varicosa. Otros presentan enfermedades no hepáticas, como tiroiditis, anemia hemolítica
autoinmune, púrpura trombocitopénica inmunológica, diabetes mellitus y síndrome autoinmune poliglandular.

Se clasifica en dos tipos:


Tipo 1: La más frecuente a cualquier edad.
Tipo 2: En niños y adolescentes.

Datos de laboratorio:

La tipo 1 se presenta con anticuerpos anti-nucleares (ANA) o anti-músculo liso (ASMA). Su marcador más característico es la
presencia de anticuerpos anti-microsomales de hígado-riñón (LKM-1).
Al margen de estos datos no existen otros característicos, aunque es normal la elevación de las transaminasas (SGOT/AST y
SGPT/ALT), algo elevada la fosfatasa alcalina, en ocasiones también estará alta la bilirrubina, mientras que la albúmina
estará disminuida y prolongado el tiempo de protrombina. Los niveles de inmunoglobulina G (IgG) están elevados, pero los
marcadores de la hepatitis son negativos.

HEPATITIS ALCOHÓLICA

Resistente al alcohol, el hígado es capaz de soportar durante muchos años su consumo y con frecuencia la persona fallece por
causas no hepáticas. No está claro si es la cantidad de alcohol o la continuidad lo que desencadena las hepatopatías
alcohólicas, pues vemos a enfermos plenamente intoxicados que alcanzan edades muy altas y a otros que una simple
borrachera les hace entrar en un coma etílico irreversible.
Con el tiempo, el alcohólico manifiesta signos evidentes de desnutrición, pues las calorías vacías del alcohol le dan una falsa
impresión de energía y saciedad, generándose poco a poco anorexia y una malabsorción de los pocos nutrientes que consume.
Esta desnutrición, especialmente en cuando a vitaminas del grupo B y escasa formación de glucógeno, es la que ocasiona el
mayor daño al hígado.
Las pruebas incluyen hemograma completo, detección de la fosfatasa alcalina, TAC, ecografías y con frecuencia biopsia.

Síntomas:
Son más intensos en los casos de ingestión masiva de alcohol que por la continuidad de su consumo, pues con los años el
enfermo desarrolla una adaptación al tóxico. Suele ser habitual la inflamación que se puede palpar, así como los signos de
deshidratación y desnutrición, a los que se unen los cambios en la personalidad. No menos significativos son los síntomas
característicos, entre ellos el dolor abdominal, la fatiga, fiebre e incluso vómitos de sangre.

HEPATOMEGALIA
Inflamación del hígado más allá de su tamaño normal. Cuando tanto el hígado como el bazo están agrandados, se denomina
hepato /esplenomegalia.

Mucha gente que padece una enfermedad hepática tiene un hígado de tamaño normal o incluso más pequeño, y es frecuente que
un hígado aumentado de volumen no produzca síntomas, pero si el aumento de volumen es excesivo puede causar malestar
abdominal o una sensación de saciedad. Si el crecimiento se produce de forma repentina, el hígado duele al tacto.
Aunque no es una enfermedad en sí misma, sino un síndrome (los síntomas característicos de una enfermedad), supone la
primera prueba de la función hepática. El borde inferior del hígado, que normalmente llega hasta la parte inferior de las
costillas (margen costal), no suele percibirse con los dedos, salvo cuando se efectúa una inspiración. Cuando está agrandado
se palpa sin problemas. El hígado se nota blando si ha aumentado de tamaño a causa de una hepatitis aguda, una infiltración de
grasa, una congestión de sangre o una obstrucción de los conductos biliares. En cambio, se nota duro e irregular si la causa es
una cirrosis. La detección al tacto de un nódulo bien definido puede indicar un cáncer.

Se realizan habitualmente radiografías de abdomen, ecografía, TAC y pruebas de la función hepática.


Las causas incluyen: alcoholismo, insuficiencia cardiaca congestiva, almacenamiento incorrecto del glucógeno, síndrome
urémico hemolítico ocasionado por una infección gastrointestinal, hepatitis A y B, carcinoma, intolerancias alimentarias,
mononucleosis infecciosa, leucemia y otras.

Síntomas:
Además del agrandamiento solemos encontrar abdomen inflamado y dolorido, ictericia, vómitos, heces pálidas y fiebre leve
pero persistente.

INSUFICIENCIA HEPÁTICA

Cualquier trastorno hepático puede ocasionar la insuficiencia de este órgano, en especial la hepatitis vírica, la cirrosis, así
como el alcoholismo y medicamentos como el paracetamol. No obstante, dado su gran tamaño, para que se declare la
enfermedad debe estar gran parte del hígado lesionado.
El pronóstico es grave si no se trata a tiempo, aunque incluso con una buena terapia no siempre se resuelve la enfermedad,
complicándose con el fallo renal.
Síntomas:
Suelen ser los habituales a la mayoría de las otras enfermedades hepáticas, como la ictericia, hemorragias, ascitis,
alteraciones cerebrales, y un mal estado de salud generalizado en el que el cansancio y la anorexia son lo habitual.

HIPERTENSIÓN PORTAL

Ocasionada por un aumento de la presión arterial en la vena porta que lleva la sangre desde el intestino (además del bazo,
páncreas y vesícula biliar) al hígado, se considera como causa principal el incremento de la resistencia a la circulación
sanguínea. Hay otros dos factores que también pueden aumentar la presión en los vasos sanguíneos del sistema portal, como el
volumen de sangre que fluye a través de éstos y el incremento de la resistencia al paso de la sangre a través del hígado.
La hipertensión portal mantenida ocasiona la formación de vasos sanguíneos colaterales que conectan el sistema portal a la
circulación general, sin pasar por el hígado. Este intento por mantener el equilibrio tiene como consecuencia que muchas de
las sustancias que deberían pasar previamente por el hígado para ser neutralizadas, se introducen directamente en la
circulación sanguínea general.
Encontramos estas venas en puntos específicos, como el extremo inferior del esófago, donde se congestionan y se retuercen,
adquiriendo características similares a las venas varicosas, pasando a ser denominadas ya como varices esofágicas. Estos
vasos sanguíneos tan congestionados se tornan frágiles, con tendencia por tanto a las hemorragias y a la formación de flebitis.
Con el tiempo, nuevos vasos sanguíneos anormales se desarrollan alrededor del ombligo y del recto.

Síntomas:
Un aumento del tamaño del bazo (percibido mediante palpación a través de la pared abdominal), así como la salida de líquido
del hígado hacia la cavidad abdominal (detectado por simple percusión), ocasiona lo que denominamos como ascitis. La
presencia de sangre en el extremo inferior del esófago y en el estómago es notoria, pudiendo llegar a sangrar igualmente las
rectales.

Como métodos diagnósticos están la ecografía que se emplea para examinar la circulación sanguínea en los vasos del sistema
porta y detectar la presencia de líquido en el abdomen, y las radiografías o la tomografía computadorizada (TC) que permite
apreciar la dilatación de las venas. También se puede medir la presión insertando una aguja en el hígado o en el bazo a través
de la pared abdominal.

La hemorragia por rotura de las varices esofágicas se considera una urgencia médica. Si ésta continúa o se repite, se puede
proceder a una intervención derivativa (bypass) para conectar el sistema venoso de la vena porta con el sistema venoso
general (sistémico). Esto disminuye la presión en la vena porta porque la presión en el sistema venoso general es más baja.
Existen varios tipos de intervenciones derivativas, entre las que cabe destacar la que se realiza guiándose con rayos X y
empleando instrumental especial. Las intervenciones derivativas son generalmente eficaces para detener la hemorragia, pero
representan cierto riesgo.

ENCEFALOPATÍA HEPÁTICA

Consecuencia de la insuficiencia hepática, la encefalopatía hepática (también denominada encefalopatía del sistema porta, o
coma hepático) es un trastorno por el cual la función cerebral se deteriora debido al aumento en la sangre de sustancias tóxicas
que el hígado hubiera eliminado en situación normal.
Las sustancias que se absorben en el intestino pasan a la sangre a través del hígado, donde se eliminan las que son tóxicas. En
la encefalopatía hepática, esto no sucede debido a una reducción de la función hepática. Además, como resultado de una
enfermedad hepática, pueden haberse formado conexiones entre el sistema porta y la circulación general, por lo que algunas de
estas sustancias tóxicas pueden aparecer en la circulación general sin pasar antes por el hígado. Lo mismo puede suceder al
corregir una hipertensión portal mediante una operación derivativa (bypass). Sea cual sea la causa, la consecuencia es la
misma: las sustancias tóxicas pueden alcanzar el cerebro y afectar a su funcionamiento. Se desconoce exactamente qué
sustancias pueden resultar tóxicas para el cerebro, pero parece tener algún papel la elevada concentración en la sangre de los
productos procedentes del metabolismo proteico, como por ejemplo el amoníaco.
En pacientes que llevan mucho tiempo afectados de una enfermedad hepática, la encefalopatía se desencadena, por lo general,
debido a una infección aguda o a un exceso de bebidas alcohólicas, lo cual aumenta la lesión del hígado. También puede
desencadenarse a causa de la ingestión excesiva de proteínas, lo cual aumenta los valores en la sangre de los productos
procedentes del metabolismo proteico. La hemorragia en el tubo digestivo, como la debida a rotura de varices esofágicas,
también puede contribuir a la formación de estos productos y afectar directamente al cerebro. Ciertos fármacos, especialmente
algunos sedantes, analgésicos y diuréticos pueden también originar encefalopatía. Cuando se suprime la causa desencadenante,
la encefalopatía puede desaparecer.

Síntomas
Los síntomas de la encefalopatía hepática son el resultado de una función cerebral alterada, especialmente una incapacidad
para permanecer consciente. En las primeras etapas, aparecen pequeños cambios en el pensamiento lógico, en la personalidad
y en el comportamiento. El humor puede cambiar, y el juicio puede alterarse. A medida que avanza la enfermedad, aparece
somnolencia y confusión, y los movimientos y la palabra se hacen lentos. La desorientación es frecuente. Una persona con
encefalopatía puede estar inquieta y agitada, pero no es lo usual. Tampoco son frecuentes las convulsiones. Finalmente, la
persona puede perder el conocimiento y entrar en coma.
Los síntomas debidos a la alteración de la función cerebral en una persona con una enfermedad hepática aportan información
importante para su diagnóstico. El aliento puede tener un olor dulce; además, al extender los brazos no consigue mantener las
manos inmóviles, presentando un temblor notorio, aunque esto suele llevar a un error en el diagnóstico.
Para evitar esto, se realiza un electroencefalograma (EEG), pues incluso en los casos leves se observan ondas cerebrales
anormales. En general, los análisis de sangre muestran concentraciones anormalmente altas de amoníaco.

Al margen del tratamiento médico, se recomienda eliminar cualquier infección o la ingestión de algún medicamento
sospechoso. También se suele recomendar un lavado de colon, suprimir las proteínas de la dieta y administrar carbohidratos
por vía oral o intravenosa para que sirvan como fuente principal de energía. Un azúcar sintético como la lactulosa
administrado por vía oral proporciona tres ventajas: modifica la acidez en el interior del intestino, cambiando así el tipo de
flora bacteriana presente; disminuye la absorción de amoníaco, y actúa como laxante (también pueden administrarse enemas de
evacuación). Ocasionalmente, el paciente puede tomar neomicina (un antibiótico) en vez de lactulosa; este antibiótico reduce
la cantidad de bacterias intestinales que normalmente participan en la digestión de las proteínas.
Con el tratamiento, la encefalopatía hepática mejora casi siempre. De hecho, una recuperación completa es posible,
especialmente si la encefalopatía se produjo por una causa controlable. Sin embargo, en los comas graves provocados por una
inflamación aguda del hígado, la encefalopatía es mortal en más del 80 por ciento de los casos a pesar de la prescripción de
un tratamiento intensivo.
Parte 2

CAPÍTULO UNO
VESÍCULA BILIAR

1. Anatomía y fisiología
Situada debajo del hígado y parcialmente oculta por éste, se trata de un órgano pequeño con forma de pera que almacena la
bilis, un líquido amarillo-verdoso producido por el hígado, hasta que el aparato digestivo la necesite. Esta víscera hueca de un
tamaño aproximado de 5 a 7 cm de diámetro, está conectada al hígado mediante los conductos hepático y císticos, y con el
duodeno mediante el conducto cístico y posteriormente con el colédoco. Su estructura es similar a la del estómago, aunque
conserva también cualidades propias del intestino delgado en cuanto a las túnicas serosas, musculares y mucosas.
Su función es la acumulación de bilis que le llega por vía hepática, liberándola al duodeno a través de los conductos
mencionados, donde entra a través de la papila y ampolla de vater. El vertido de la bilis se realiza mediante los estímulos que
le llegan del proceso de la digestión, especialmente cuando los alimentos contienen carne o grasas saturadas. Este proceso se
desencadena mediante una serie de reacciones hormonales y nerviosas que provocan la contracción de la vesícula biliar y la
apertura de un esfínter (el esfínter de Oddi), el cual permite que la bilis fluya directamente al intestino delgado para mezclarse
allí con el contenido alimentario y desempeñar sus funciones digestivas.
Las sales biliares del cuerpo experimentan este ciclo de 10 a 12 veces al día, siempre vertiendo además pequeñas cantidades
de sales biliares al intestino grueso, donde son descompuestas por las bacterias, aunque algunas de estas sales biliares son
resorbidas.

En concreto, el transporte de la bilis sigue esta secuencia:

1. Las células hepáticas segregan la bilis que es recolectada por un sistema de conductos los cuales, a su
vez, confluyen en los conductos derecho e izquierdo del hígado.
2. Estos conductos drenan su contenido en el conducto hepático común que se une después del conducto
cístico con el de la vesícula biliar para formar el conducto biliar común que va del hígado al duodeno.
3. Un 50% de la bilis pasa directamente al duodeno y el otro 50% de la producida por el hígado se acumula
primero en la vesícula biliar.
4. Cuando se ingieren alimentos, especialmente grasos, la vesícula se contrae y suelta en el duodeno la bilis
acumulada para degradar las grasas y transformarlas en compuestos más solubles.

Las funciones principales del sistema biliar incluyen:

Drenar en el duodeno los productos de desecho del hígado.


Ayudar a la digestión liberando bilis de forma controlada.
Acumular y posteriormente eliminar desechos.
Degradar las grasas durante la digestión
Finalmente, eliminar por heces el líquido restante junto con los desechos.
1.1 Bilis

La bilis es un líquido de color pardo verduzco que tiene la función de emulsionar las grasas. Este efecto, que consiste en que
dos sustancias adquieran el estado de emulsión (mezclar dos líquidos) se consigue produciendo microesferas y facilitando así
su digestión y absorción, además de favorecer los movimientos intestinales, evitando así la putrefacción.
Compuesta por sales biliares (sódicas o potásicas), electrolitos, pigmentos biliares como la bilirrubina, colesterol y otras
grasas (lípidos), forma parte activa del metabolismo del colesterol, al cual controla, además de servir de vehículo para el
transporte de las vitaminas liposolubles. Estas sales biliares también estimulan al intestino grueso para que secrete líquidos
que contribuyan a eliminar los desechos al exterior mediante la vía fecal. Comportándose como detergentes corporales
naturales y sintetizadas exclusivamente en el hígado a partir de colesterol, constituyen la principal fuerza osmótica para la
secreción de agua hacia el lumen biliar y la manutención del flujo biliar. La secreción de colesterol y lecitina son a su vez
dependientes de la secreción de sales biliares, dada la capacidad detergente (pueden solubilizar lípidos como colesterol y
lecitina) de estas moléculas.
Cuando alcanzan el intestino y en el íleon distal son recaptadas y llevadas por vía portal al hígado donde son recapturados en
forma por el hepatocito para ser nuevamente secretadas hacia la bilis. De esta forma pasan a formar parte de lo que se
denomina la circulación enterohepática de las sales biliares, cumpliendo funciones como la degradación del colesterol,
mantener el flujo biliar, hacer soluble el colesterol biliar, y emulsionar nutrientes liposolubles (colesterol, grasas, vitaminas
liposolubles) permitiendo su absorción intestinal.
En la vesícula biliar, hasta un 90 por ciento del agua de la bilis pasa a la sangre y lo que queda es una solución concentrada de
sales biliares, lípidos biliares y sodio. El hígado extrae las sales biliares de la sangre y las vierte de nuevo dentro de la bilis.
En la bilis también se secretan algunas proteínas que tienen un papel importante en la función digestiva.

1.2 Fosfolípidos

Los fosfolípidos constituyen los segundos elementos en importancia de la bilis. El hígado secreta casi exclusivamente
fosfatidilcolina, más conocida como lecitina, lo que constituye un mecanismo de selección altamente específico por parte del
hepatocito. La lecitina destinada a secreción biliar se origina en los hepatocitos, aunque una pequeña proporción parece
formarse a partir de lipoproteínas plasmáticas de alta densidad (HDL). Transportada hacia la membrana canalicular del
hepatocito, es secretada hacia la bilis mediante una proteína específica denominada MDR3, la cual facilita la transferencia.
Este lípido es extraído hacia la bilis por el efecto detergente de las sales biliares presentes en el canalículo biliar.

1.3 Bilirrubina

También es excretada la bilirrubina, un producto formado por restos de glóbulos rojos envejecidos, así como algunos
fármacos, siendo el principal pigmento de la bilis. Los eritrocitos tienen un promedio de vida de 120 días, rompen entonces
sus membranas y liberan hemoglobina que es fagocitada por los macrófagos, degradándose la hemoglobina en globina y grupo
hem. Este grupo se abre produciendo hierro y otros elementos para formar los pigmentos biliares, continuando el proceso en
bilirrubina libre, que es liberada hacia el plasma. Desde los hepatocitos llega hasta los conductos biliares y al intestino,
convirtiéndose en urobilinógeno que se oxida en orina como urobilina y en las heces en estercobilina.
CAPÍTULO DOS

ENFERMEDADES DE LA VESÍCULA BILIAR

1. ICTERICIA
Aunque no es una enfermedad en sí misma, sino la consecuencia de una afección hepático /biliar, suele ser un indicativo claro
para el diagnóstico. Esta alteración de la pigmentación de piel y esclerótica que se tornan amarillas, es debida al aumento de
bilirrubina en la sangre que llega a sobrepasar los 2 a 3 mg/dL (el valor normal es inferior a 1). Antes de que se perciba
visualmente, suele declararse coluria, la coloración oscura de la orina por excreción de la bilirrubina a través de los riñones.
En un organismo sano los eritrocitos (glóbulos rojos) antiguos o con alteraciones se eliminan de la circulación sanguínea,
principalmente a través del bazo. Esta labor depurativa es imprescindible para que los nuevos hematíes ocupen su lugar en
sangre, y durante este proceso la hemoglobina (la proteína que transporta el oxígeno dentro de los glóbulos rojos), se
transforma en bilirrubina. Desde allí pasa al hígado y finalmente se excreta al intestino como un componente de la bilis.
Solamente en los casos en que se obstaculiza la excreción de bilirrubina, el exceso de ésta vuelve a la sangre provocando
ictericia.

1.1 Síndrome de Gilbert

Hay varias enfermedades que causan este aumento en la bilirrubina, no solamente por causas hepáticas, siendo una de ellas el
síndrome de Gilbert, una afección benigna que afecta al 9% de la población. Suele estar causada por ayuno prolongado, falta
de sueño, infecciones, estrés o cirugías y no requiere tratamiento alguno. Un simple análisis de sangre detectará
indudablemente una bilirrubina total aumentada (no más de 5 mg/dL), pero la bilirrubina conjugada está en niveles normales.
Los otro parámetros habituales (transaminasas SGOT y SGPT, fosfatasas alcalinas, GGT, albúmina y tiempo de protrombina),
están dentro de límites normales.

1.2 Ictericia del recién nacido

Suele ser una afección benigna ocasionada por un cambio en el procesamiento de la bilirrubina que pasa de la placenta al
hígado. Durante este proceso los niveles aumentan durante algún tiempo, resolviéndose todo en apenas dos semanas.
La leche materna también puede ocasionar este signo, ya que en ocasiones contiene una sustancia que incrementa la
reutilización de la bilirrubina en los intestinos. De ser así, la ictericia se declara después del séptimo día de vida y
normalmente sube durante las semanas 2 y 3, bajando lentamente durante un mes o más.
Otra causa de ictericia neonatal se observa durante la primera semana en bebés que no son alimentados con la frecuencia
necesaria. Se observa en el 5 al 10% de todos los recién nacidos y de no resolverse con la lactancia materna se requiere
utilizar el biberón hasta que desaparezca la ictericia.
1.3 Otras causas de ictericia
Aunque son variadas, hemos seleccionado las más frecuentes:
Ciertos medicamentos
Enfermedades congénitas como citomegalovirus, herpes, hipotiroidismo, rubéola, sífilis, toxoplasmosis.
Fibrosis quística
Hipoxia
Infecciones
Hepatitis neonatal
1.3 Hemólisis
La destrucción acelerada de los glóbulos rojos puede ocasionar una elevación de la bilirrubina y cuando ello ocurre hay una
menor cantidad de células que transportan oxígeno al cuerpo. Esta enfermedad es causada con demasiada frecuencia por el
manejo incorrecto de las muestras obtenidas, especialmente si hay exceso de velocidad de succión de la muestra, uso de
agujas, jeringas y/o recipientes húmedos, vaciado inadecuado de la jeringa y/o proporción inadecuada de anticoagulante. Sin
embargo, en ocasiones hay una aumento de la destrucción de los eritrocitos intra o extravascular, como consecuencia de
reacciones transfusionales, lesiones mecánicas en prótesis valvular, trastornos osmóticos y enzimáticos, o alteraciones
congénitas de los eritrocitos). Esta anomalía también se produce en las personas que sufren ahogamiento en agua dulce, cuando
el agua de los alvéolos pulmonares pasa a la corriente sanguínea.
De no tenerse en cuenta este cambio en la analítica, habrá confusión en la valoración de potasio, LDH, fosfatasa ácida, GTO,
GTP, bilirrubinas y creatinina.

2. CÁLCULOS BILIARES (litiasis biliar, colelitiasis)


Residuos que se acumulan en la vesícula biliar o en los conductos biliares.

Enfermedad es mucho más frecuente en la mujer que en el hombre y aún más en presencia de obesidad o embarazo. Se calcula
que al menos, un 20% de las personas mayores de 65 años padecen cálculos biliares.
Estos depósitos de cristales adquieren un nombre diferente según se formen en la vesícula biliar (colelitiasis), o en los
conductos biliares (coledocolitiasis), siendo esta última afección más severa por el riesgo de infección incluso en el páncreas
o hígado. En ocasiones, es la presencia de un tumor, y no un cálculo, lo que obstruye las vías biliares.

La mayoría de los cálculos biliares se forman en la vesícula biliar, y la mayor parte de aquellos que se detectan en los
colédocos proceden de allí. Solamente en aquellos casos en que la bilis retrocede debido a la disminución anormal del calibre
de un conducto o después de la extirpación de la vesícula biliar, se formará un cálculo en un conducto.
En raras ocasiones los cálculos biliares de gran tamaño pueden lesionar la pared de la vesícula biliar y penetrar en el intestino
delgado o grueso, donde causan una oclusión intestinal. Es más frecuente que los cálculos biliares pasen desde la vesícula
hacia los conductos biliares y, a través de los mismos, lleguen al intestino delgado sin ningún problema. Favorecer este
proceso natural, es la base de la medicina alternativa.

Hay dos tipos básicos de cálculos: aquellos que se han formado a partir del colesterol y las sales biliares (la mayoría de
ellos) y los cálculos de pigmentos (bilirrubina). Su tamaño es variable, pudiendo ser del tamaño de un grano de arena o de sal,
al de una pelota de golf, mientras que el número puede abarcar desde uno solo, a cientos de ellos. Lo más probable es que
solamente se formen porque la vesícula no consiga evacuar los desechos, dando lugar entonces a su endurecimiento.
El componente principal de la mayoría de los cálculos biliares es el colesterol, aunque algunos están formados por sales de
calcio. La bilis contiene grandes cantidades de colesterol que, por lo general, permanece en estado líquido, salvo que se
sature y se vuelva insoluble precipitándose fuera de la bilis.

La formación de estos cálculos obedece a una larga serie de etapas que siguen el siguiente proceso:

Uno:
Formación de una bilis sobresaturada de colesterol en forma sostenida en el tiempo. Esta etapa inicial es
causada porque el hígado secreta cantidades altas de colesterol y no por un defecto o menor secreción de
sales biliares o lecitina. Por lo tanto, la colelitiasis de colesterol debe ser entendida como un defecto
hepático en el metabolismo del colesterol. Aunque los investigadores no se ponen de acuerdo en las causas,
se sugieren los factores genéticos, ambientales, dieta y un disbalance energético.
Dos:
El colesterol cristaliza y precipita formando pequeños cristales a causa de los altos niveles de saturación de
colesterol biliar, mayor tiempo de retención de la bilis en la vesícula (ayuno prolongado, por ejemplo), y/o
proteínas biliares que pueden facilitar este proceso de cristalización del colesterol biliar.
Tres:
Estos cristales de colesterol deben crecer y agregarse en forma progresiva, algo que puede ser posible en
semanas, meses o generalmente años.

Síntomas:
La mayoría de los cálculos no producen sintomatología al principio, e incluso ni siquiera a lo largo de la vida, detectándose
con frecuencia en chequeos rutinarios. Progresivamente van aumentando su tamaño causando daños en los tejidos, y los de
menor tamaño pueden intentar emigrar en dirección al duodeno, lo que ocasiona la obstrucción. Los cólicos biliares serían la
consecuencia, no tanto de la presencia del propio cálculo, como de la imposibilidad de poder metabolizar las grasas a causa
de la ausencia de bilis. Cuando estas personas suprimen totalmente las grasas consiguen eliminar la mayoría de los síntomas,
incluso aunque los cálculos sigan presentes.
El dolor puede ser agudo e intermitente, de varias horas de duración, y localización diversa, habitualmente en la parte superior
derecha del abdomen y omóplato. Los síntomas incluyen: dolor abdominal frecuente, náuseas, vómitos, fiebre, escalofríos,
ictericia, intolerancia a los alimentos grasos, eructos, gases e indigestión.
No obstante, con frecuencia la sintomatología de la persona afectada es muy difusa y, por tanto, no siempre es fácil realizar un
diagnóstico sin las pruebas radiológicas concluyentes, a no ser que se impacte un cálculo en la vesícula, lo cual origina un
cólico con síntomas característicos: dolor agudo que se pasa al hipocondrio derecho, también a la escápula del mismo lado,
abundancia de náuseas y vómitos, taquicardias y malestar general, todo ello casi siempre después de una comida abundante
rica en grasas o cremas. En ausencia de cólico los síntomas van desde dolor de cabeza, vértigos, eructos, malas digestiones,
flatulencias, mal sabor de boca, etc.
Se detectan mediante ecografía, colecistografía, hemogramas, TAC y otros.
Como factores de riesgo tenemos: obesidad (especialmente en mujeres), exceso de estrógenos (embarazo, terapia hormonal
sustitutiva, píldoras anticonceptivas), personas mayores de 60 años, medicamentos contra el colesterol, diabetes,
adelgazamiento rápido, ayuno prolongado, cirrosis, infecciones de las vías biliares y trastornos sanguíneos hereditarios como
la anemia de células falciformes.

3. COLECISTITIS

Esta inflamación de la pared de la vesícula biliar, comúnmente ocasionada por la implantación de un cálculo en el conducto
cístico, causa un ataque de dolor repentino y muy agudo, extendiéndose al poco tiempo el mal hasta el revestimiento
abdominal circundante. Puede producirse de forma repentina o gradual a lo largo de muchos años.
Normalmente es producida por la presencia de un cálculo, pero de no ser así la enfermedad puede ser muy grave. Esta
patología se puede desencadenar por heridas, infecciones en los conductos biliares, operaciones quirúrgicas, quemaduras,
sepsis generalizada, otras enfermedades graves que ocasionan un fallo orgánico (tumores de hígado o páncreas), disminución
de la circulación sanguínea en la vesícula, sedimentos no absorbibles y en personas que reciben alimentos por vía parenteral.

Síntomas:
En los comienzos no hay síntomas que alerten de la evolución del mal y hasta que no aparece el súbito dolor en la parte
superior derecha del abdomen, el enfermo permanece asintomático. Este dolor puede ser moderado o muy intenso, tipo cólico
o punzante, que se agudiza con la ingesta de alimentos irritantes, grasas saturadas, café o chocolate, disminuyendo al caminar e
incluso con el ayuno. De ahí que estas personas manifiesten llevar bien la enfermedad si caminan un poco después de las
comidas.
La duración del dolor es variable, desde 5-10 minutos o varias horas, llegando a irradiarse hasta el hombro derecho y la
espalda, aunque la intensidad no tiene una relación directa con la gravedad. Los sudores fríos y las náuseas y vómitos son
síntomas del compromiso vagal. Otros síntomas pueden ser: ataques de dolor recurrentes varias horas después de las comidas,
dolor que empeora al respirar profundamente y se extiende a la parte inferior del omóplato derecho, rigidez de los músculos
abdominales del lado derecho, fiebre moderada, escalofríos, ictericia, picores, heces blandas y de color claro, pesadez
abdominal.

El diagnóstico tradicional incluye:


Ecografía, centello /grafía hepatobiliar (imagen), colan /giografía (rayos X con inyección de tintura de contraste intravenosa o
percutánea transhepática), colangio /pancreatografía endoscópica retrógrada (radiografía y endoscopio), TAC (imágenes
transversales).

3.1 Colecistitis crónica

En este caso la vesícula biliar dañada tiene la pared gruesa con material fibroso, está contraída y es de pequeño tamaño,
mientras que el interior de la vesícula biliar puede estar ulcerado y con cicatrices. Esta enfermedad se produce a causa de las
lesiones ocasionadas por los repetidos ataques agudos causados por cálculos.

4. TUMORES
Los cálculos y el cáncer son las causas más frecuentes de obstrucción del conducto biliar. Muchas formas de cáncer se
originan en la cabeza del páncreas, a través de la cual pasan al conducto biliar común, y con menor incidencia se forma en el
tracto biliar. Suelen ser de crecimiento y metástasis lentas. Se declaran en cualquier lugar a lo largo de las vías biliares,
obstruyéndolos, especialmente en personas mayores de 65 años de edad. Se consideran factores de riesgo los quistes biliares,
la irritación biliar crónica, la presencia de parásitos hepáticos y la colangitis esclerosante primaria, una enfermedad
inflamatoria de posible causa autoinmune.

Síntomas:
Se encuentran los habituales en aquellas patologías que causan obstrucción del conducto biliar, como ictericia, malestar
abdominal, anorexia, pérdida de peso y picores, habitualmente sin fiebre ni escalofríos en los comienzos. Estos síntomas no
ceden y poco a poco se agravan hasta manifestarse dolores tipo cólicos muy intensos con formación de pus por infección
bacteriana. Hay posteriormente escalofríos, fiebre persistente, heces color arcilla, dolor en el cuadrante superior derecho del
abdomen que se irradia a la espalda, pérdida de peso e ictericia.

5. COLESTASIS
El flujo de bilis puede verse obstruido en mayor o menor grado en cualquier punto entre las células hepáticas y el duodeno
(porción superior del intestino delgado), pero aunque la bilis ya no pueda fluir, el hígado continuará produciendo bilirrubina,
por lo que ésta se desviará hacia la sangre. Con el tiempo, la bilirrubina ocasionará la coloración amarilla de la piel y la orina
adquirirá un color intenso.
Las causas pueden ser de origen hepático y externo, estando entre las primeras las hepatitis, el alcoholismo, la cirrosis biliar
primaria, y especialmente los efectos de los fármacos, pues se han detectado numerosos casos por el uso continuado de
hormonas como el dietiletilbestrol que se utiliza frecuentemente para el tratamiento de la neoplasia de próstata. Los cambios
hormonales del embarazo y la menopausia, también ocasionan la enfermedad.
Entre otras causas están la presencia de cálculos en el conducto biliar, la estenosis (estrechamiento) del conducto, la
inflamación del páncreas o el cáncer.
Cuando se produce colestasis el hepatocito se adapta a la situación poniendo en marcha múltiples procesos que intentan
disminuir la concentración biliar, disminuyendo la captación y síntesis de los ácidos biliares para mitigar su toxicidad. Esta
disminución del flujo biliar ocasiona sepsis, que en los lactantes es especialmente severa. La endotoxina generada por las
bacterias produce disminución rápida del flujo biliar.
También hay colestasis por alimentación parenteral en niños prematuros con enfermedad de intestino delgado o en los que este
ha sido resecado y son sometidos a nutrición parenteral total.

Síntomas:
Como en la mayoría de las afecciones biliares, la concentración de bilirrubina en piel y orina ocasionan la coloración
amarilla, mientras que las heces suelen estar descoloridas debido a la carencia de bilirrubina en el intestino. Hay un aumento
de la grasa no disponible debido a que la bilis no llega al duodeno para ayudar a su digestión, lo que ocasionará que las
vitaminas liposolubles (en especial D y K) y el calcio, no se absorban de forma adecuada. Muchas osteoporosis tienen como
origen este padecimiento biliar.
Hay picores por acumulación en la piel de productos derivados de la bilis, dolor abdominal, pérdida de apetito, vómitos o
fiebre. Si la causa es de origen no hepático, suelen darse escalofríos, dolor en las vías biliares o en el páncreas y un aumento
de tamaño de la vesícula biliar.

6. ASCITIS

Esta acumulación de líquido en la cavidad abdominal suele declararse más en afecciones de larga duración (crónicas) que en
los procesos de corta duración (agudos). La cirrosis alcohólica es una de las más frecuentes, aunque también puede
presentarse en enfermedades no relacionadas con el hígado tales como el cáncer, la insuficiencia cardíaca, la insuficiencia
renal y la tuberculosis.
En los pacientes con enfermedades hepáticas, el líquido sale de la superficie del hígado y del intestino, además de
complicarse con la hipertensión portal, la reducción de la capacidad de los vasos sanguíneos para retener el líquido, la
retención de líquidos por los riñones y la alteración de varias hormonas y sustancias químicas que regulan los líquidos del
organismo.

Síntomas:
El signo manifiesto, la hinchazón de la cavidad abdominal por líquido, es percibido tanto por el médico como por el enfermo,
pudiendo existir también dificultad respiratoria y tobillos hinchados por exceso de líquidos. Si golpeamos de modo percutante
el abdomen, se produce un sonido sordo característico.
Un reposo total y la supresión de sal, suelen ser remedios de fácil aplicación que alivian la enfermedad, aunque habrá que
tener en cuenta la pérdida de albúmina y administrar proteínas.

7. DISQUINESIA BILIAR (disfunción del esfínter de Oddi)


Esta enfermedad comprende una serie de síntomas que se manifiestan básicamente como dolor abdominal superior irregular
acompañado por náuseas y vómitos. No está clara todavía la etiología de este trastorno, aunque se cree que la causa es la
cicatrización o espasmo del músculo del esfínter de Oddi, un músculo circular de aproximadamente 1cm (1/2 pulgada) de
longitud ubicado en el extremo inferior de los conductos biliar y pancreático. La función de este músculo es mantener
cerrados los músculos del conducto biliar y del conducto pancreático, para de esa manera prevenir el reflujo de los
contenidos intestinales hacia esos conductos. Si este músculo sufre un espasmo o presenta cicatrices, el drenaje de los
conductos biliar y pancreático podría comprometerse. La dilatación anormal del conducto biliar y/o pancreático normalmente
se relaciona con aumento de los productos y enzimas del hígado, vesícula biliar y páncreas, lo cual puede analizarse mediante
exámenes de sangre y pruebas hepáticas en suero sanguíneo, comprendiendo amilasa y lipasa. El dolor podría ser el resultado
de la obstrucción de los conductos. Habitualmente se declara después de la extirpación de la vesícula biliar.

Síntomas:
Paradójicamente, los síntomas son similares a aquellos que motivaron la extirpación de la vesícula, e incluyen dolor
abdominal, náusea y vómito, lo que ocasiona cierto estupor en el enfermo que ve que después de someterse a una operación
quirúrgica no mejora y en ocasiones empeora. Si hay pérdida de peso, anorexia, fiebre, escalofríos y diarrea, no deben ser
atribuidos a la enfermedad, debiendo buscar otras patologías anteriormente no tenidas en cuenta. Entre estas estarían: cálculos
o cáncer en los conductos biliares, tumor en el páncreas, úlcera péptica o enfermedad cardíaca.
El diagnóstico puede establecerse mediante un endoscopio especial que permite colocar un catéter en los conductos biliar y
pancreático, e inyectar una sustancia de contraste a través del catéter, junto con el uso de radiografías. La manometría del
esfínter de Oddi es una técnica útil de diagnóstico que permite evaluar la fuerza de contracción del músculo del esfínter.
CAPÍTULO TRES

DIAGNÓSTICO POR MEDIOS FÍSICOS

1. Diagnóstico manual
Existe un punto, denominado punto cístico de Murphy, que se emplea para una valoración superficial de la integridad
vesicular. Se localiza haciendo presión con los dedos sobre el lado derecho del abdomen, a unos dos o tres centímetros
debajo del reborde de las costillas. El paciente debe inspirar profundamente, momento en el cual, de existir una enfermedad,
sentirá un dolor agudo en el momento en que la vesícula inflamada roza con los dedos.

2. Diagnóstico con reflexoterapia


Aunque todavía no está decidido si es que los puntos reflejos lo son gracias al sistema nervioso (teoría occidental) o a los
canales energéticos (teoría oriental), lo cierto es que la conexión existe y se puede comprobar fácilmente. Basta padecer un
dolor de muelas y presionar levemente el correspondiente punto reflejo en el pie o en la mano, para que todas nuestras dudas
se disipen. La relación se establece tan rápidamente que puede convencer al más escéptico.
Para comprender el porqué un órgano afectado provoca solamente dolor en el final del nervio correspondiente y no en todo el
recorrido, podemos establecer una comparación con un cable de fibra óptica. Aunque recibe luz o imagen durante todo el
recorrido, solamente se percibe al final.
Este principio se utilizó durante bastantes años para aplicar ventosas o agujas en determinadas zonas de un nervio con el fin de
estimularlo, frenarlo o equilibrarlo, punto al que se le denominó de máximo dolor.
Lo que sabemos con certeza es que son los nervios raquídeos de la médula espinal los máximos responsables de que existan
zonas reflejas en el cuerpo, aunque no los únicos.

2.1 Normas para aplicar la reflexoterapia:

2 No provoque daño alguno al paciente y realice las primeras exploraciones con exquisita suavidad. Hay zonas
especialmente sensibles que de manipularlas mal pueden provocar fuerte dolor, vómitos e incluso desmayos.
3 Esté atento a cualquier manifestación inconsciente de rechazo (retirada involuntaria del pie). No insista en ese
punto con brusquedad. El masaje debe ser placentero, nunca doloroso.
4 Evite deliberadamente aquellas zonas del pie que tengan anomalías, como pueden ser callos, durezas o heridas,
ya que al tocarlas puede dar lugar a errores en el diagnóstico.
5 Vuelva a tocar aquellas zonas donde se manifestó el dolor, al menos para asegurarse de que lo ha localizado con
precisión.
6 Cuando sospeche que un órgano está dañado y sin embargo no aparezcan puntos sensibles en la zona refleja,
insista más profundamente e incluso mantenga la presión en el punto teóricamente correcto. Es posible que en unos
pocos segundos el dolor se manifieste con claridad.
7 No insista en un punto extremadamente doloroso, aunque deberá tenerlo en cuenta para el diagnóstico. Toda
manifestación de dolor indica daño orgánico.
8 La sensibilidad de sus dedos es vital para localizar las pequeñas bolitas que se encuentran en la mayoría de los
puntos sensibles y para ello es muy útil cerrar los ojos al realizar el recorrido, ya que así no se dejará influir
solamente por los mapas topográficos. Por ejemplo, si usted cree que el paciente tiene la cadera mal y se empeña en
localizar allí el dolor, es posible que nunca lo encuentre al tratarse de un error de diagnóstico. Si realiza la
exploración con los ojos cerrados nada le impedirá hacer una localización exacta.
9 Masajes fuertes frenan la función de un órgano, masajes suaves lo estimulan y masajes prolongados lo regulan.
10 Es muy normal que aparezcan varios puntos dolorosos al mismo tiempo, unas veces como consecuencia de la
misma enfermedad y otras por coincidir varias anomalías en la misma persona.

2.2 Zonas reflejas del hígado y vesícula biliar


Si bien el hígado es un órgano vital no responde muy notoriamente a la reflexoterapia aunque esté muy enfermo. No obstante
podemos efectuar masajes en la zona correspondiente en caso de enfermedad crónica, ya que los efectos positivos también se
harán notar. Lo podemos localizar en la zona central de la planta del pie derecho, en el mismo lugar que ya hemos visto se
encuentra el colon y parte del intestino delgado. Por ello es posible que la reflexoterapia no nos valga como método de
diagnóstico, ya que puede dar lugar a confusiones salvo que nuestro criterio anterior ya haya dejado las cosas claras.
La vesícula biliar la localizamos justo en el centro de la zona hepática, coincidente además con el plexo solar, aunque en caso
de afección biliar el dolor reflejo se extiende al lado contrario del pie, en la zona anterior, por lo que el diagnóstico
diferencial no es difícil. Para asegurarnos tendremos que presionar con el dedo gordo en la planta, mientras que con el índice
lo haremos en el dorso de manera simultánea.

Tratamiento con la reflexoterapia

Los mejores resultados los lograremos en las litiasis biliares, especialmente en los dolores de tipo cólico, ya que ejerciendo
una fuerte presión en la zona correcta se puede aliviar el malestar de forma casi inmediata. Para posteriormente asegurarnos
un restablecimiento total de las funciones biliares y con ello la eliminación total o parcial de los cálculos, efectuaremos
masajes diarios en la zona refleja, al mismo tiempo que los simultanearemos con infusiones de Diente de León y Romero. En
ayunas se tomará un cucharita de aceite de oliva con unas gotas de limón, así como suplementos de Zinc, Níquel y Cobalto.
También resulta de utilidad los extractos de Alcachofera, Boldo y Manzanilla amarga.
En las hepatopatías los masajes no tienen un efecto decisivo, aunque los aplicaremos de todas maneras, al mismo tiempo que
se toman infusiones, extractos y comprimidos de Cardo Mariano, ya que cada forma galénica de esta planta tiene un efecto
importante. También son útiles las infusiones de Fumaria y Diente de León, así como los suplementos de vitaminas B y E, y las
dosis homeopáticas de fósforo. En las hepatitis víricas es necesario reforzar el sistema inmunitario tomando Própolis y
Tomillo.
Parte 3
TRATAMIENTO NATURAL DE LAS ENFERMEDADES

HEPÁTICO /BILIARES

La siguiente relación comprende la descripción y propiedades de las plantas medicinales, homeopatía y suplementos
dietéticos que servirán para la mejora y en ocasiones la resolución de las enfermedades del hígado y la vesícula biliar. El
lector experimentado en temas de la salud deberá seleccionar aquellos compuestos más adecuados a la enfermedad que quiere
mejorar teniendo en cuenta que:

1. Los elementos naturales no le causarán un agravamiento de la enfermedad.


2. Siempre le producirán beneficios, aunque es posible que no los suficientes como para resolver la
enfermedad.
3. Que junto con la mejora del funcionamiento hepático /biliar se logrará también un restablecimiento de la
salud en general, lo que llevará a una mejoría consolidada.
4. Si selecciona varios productos, emplee las plantas medicinales por las mañanas, la homeopatía en ayunas
lo mismo que las sales, y los suplementos antes de las dos comidas principales.

CAPÍTULO UNO
PLANTAS MEDICINALES

ACHICORIA
Cichorium intybus

Partes utilizadas:
Se emplean las hojas y las raíces.
Composición:
Inulina y ácido isoclorogénico en la raíz.
Ácido chicorésico en las hojas.
Hierro, potasio y lactonas sesquiterpénicas en el tallo.

Usos medicinales:
Muy eficaz en las afecciones biliares, las dispepsias, la falta de apetito y el estreñimiento. Mejora la hipertensión y la falta de
orina, siendo eficaz en la gota y la artritis. La raíz tiene efecto antibiótico, es energizante y ayuda a expulsar parásitos
intestinales. Favorece la circulación y elimina los depósitos grasos en ellas, bajando la tensión en los hipertensos y mitigando
las taquicardias.
También se recomienda contra las orquitis (inflamación de los testículos), la diabetes y para eliminar líquidos.

Otros usos:
Con las raíces tostadas se prepara un sucedáneo del café muy aromático y mucho más saludable, aunque injustamente
despreciado por los consumidores. Con la denominación "sucedáneo del café" se logra solamente rebajarle de su valor
alimentario, cuando en realidad es un producto superior aunque cueste más barato. Sus hojas tiernas se pueden comer en
ensaladas, lográndose mejores efectos terapéuticos que con la infusión.

Toxicidad:
No tiene toxicidad.

AJENJO
Artemisia absinthium

Partes utilizadas:
Se emplean las hojas y las sumidades en plena floración.
Composición:
Tuyona, tuyol, taninos, potasio, absintina, nitrato de potasio y flavonoides. El aceite esencial tiene tujón y felandreno.

Usos medicinales:
Se utiliza como aperitivo, antihelmíntico, emenagoga y colagoga, siendo muy eficaz contra la anorexia, el meteorismo y las
insuficiencias digestivas de origen biliar. También en las amenorreas y dismenorreas, así como para eliminar parásitos
intestinales. Tiene un efecto positivo en el saturnismo.

Otros usos:
Lo podemos encontrar en la mayoría de los licores aperitivos y en el vermut (nombre alemán de esta planta), empleándose
también como sustituto del lúpulo en la fabricación de cerveza.

Toxicidad:
Su grado de toxicidad es bajo, aunque puede ser abortiva.
La tuyona presente obliga a emplear la esencia con precaución, ya que puede dar lugar a convulsiones. Puede excitar el
sistema nervioso y provocar crisis epilépticas o pesadillas.

ALCACHOFA
Cynara scolymus

Partes utilizadas:
Se emplean sus cabezuelas, especialmente su parte interna.
Composición:
Flavonoides, cinarósidos, cinarina, ácido caféico, ácido cítrico, láctico y málico.

Usos medicinales:
Es una potente estimulante del apetito, colagoga y colerética. Tiene acción diurética, laxante y digestiva, especialmente de las
grasas. Se emplea con éxito en el tratamiento de las enfermedades hepatobiliares, incluida la litiasis biliar. También mejora el
exceso de colesterol llegando a corregirlo de una manera definitiva. Baja la tensión arterial alta, estimula la función renal
deprimida, mejora el estreñimiento de una manera suave y cura la arteriosclerosis si se emplea continuamente. Es un remedio
eficaz e inocuo para estimular el apetito en los niños.
Favorece la oxidación de los carbohidratos.

Otros usos:
La parte más activa son las ramas y las hojas. Cocinada pierde parte de sus propiedades, y el fruto, la parte que habitualmente
comemos, es mucho menos eficaz medicinalmente que el resto de la planta. La alcachofa (el fruto) ligeramente hervida
constituye un tónico purificador de los pulmones y enfermedades de estos órganos, como la neumonía y la tos. El zumo se
emplea con éxito en la hidropesía (acumulación de líquidos), el escorbuto y la ictericia crónica.

Toxicidad:
No tiene toxicidad, pero no emplearla en la lactancia ya que su sabor puede pasar a la leche.

CARDO MARIANO
Silybum marianum

Partes utilizadas:
Se emplean las semillas.
Composición:
Silimarina, silibina, histamina y flavonoides.

Usos medicinales:
Es el mejor hepatoprotector conocido, capaz de regenerar al hepatocito. Es eficaz también como colagogo, antitóxico,
digestivo y aperitivo. Se emplea con éxito en la cirrosis, las insuficiencias biliares, las malas digestiones y como tónico
hipertensor. Tiene acciones positivas en las hemorragias digestivas, nasales y vaginales. Alivia la gripe, la cistitis, las
jaquecas, las alergias, y contribuye a eliminar cálculos renales y vesiculares.
Se recomienda especialmente en casos de congestión pasiva, plétora del sistema venoso portal.
Otros usos:
Su sinergia se da con el diente de león. Es eficaz para los mareos y vómitos en los viajes. Se le atribuyen buenos efectos como
cardiotónico y en la insuficiencia venosa. Posee un efecto antioxidante 10 veces superior a la vitamina E, contribuyendo
también a disminuir los niveles de colesterol. Actúa como antihemorrágico en la insuficiencia hepática.

Toxicidad:
No tiene toxicidad.

DIENTE DE LEÓN
Taraxacum officinale

Partes utilizadas:
En infusión se emplean las hojas.
Composición:
Hojas: flavonoides, vitaminas y cumarinas.
Raíces: inulina, resina y amargos.

Usos medicinales:
Colagogo y colerético, digestivo, depurativo. Las hojas tiernas y jóvenes son un exquisito plato como ensalada, además de
muy nutritivo. El único requisito es lavarlas bien para quitarles ligeramente su amargor.

En medicina natural se emplea preferentemente como colagoga y colerética, además de utilizarse en todas las hepatopatías,
siendo uno de los mejores remedios que existen para estas patologías. Disuelve y elimina los cálculos biliares y es un
excelente e inocuo diurético. Se puede emplear también en arteriosclerosis, estreñimiento, obesidad, reumatismo y gota, así
como en las enfermedades de piel.

Otros usos:
Con sus raíces tostadas se prepara en muchos lugares de Iberoamérica un sucedáneo del café mucho más saludable y barato.
En épocas de penuria económica algunos pueblos han podido sobrevivir comiendo solamente ésta planta en su totalidad. La
savia del látex aplicada directamente elimina las verrugas.

Toxicidad:
No tiene toxicidad.

FUMARIA
Fumaria officinalis

Partes utilizadas:
Se emplean las flores.
Composición:
Flavonoides, alcaloides, ácido fumárico, fenólico, caféico y clorogénico.

Usos medicinales:
Excelente antihistamínico, y depurativo. Se emplea con éxito en la patología hepática, en las alergias, el reumatismo, los
cálculos biliares y renales, y el asma. También se emplea para estimular la lactancia y como complemento en los tratamientos
antidiabéticos. En cirugía plástica se aplica directamente para evitar cicatrices.
Baja las transaminasas (unir a los estigmas de maíz) y el ácido úrico en sangre.

Otros usos:
Como diurética, hepática y laxante.

Toxicidad:
No tiene toxicidad.

GENCIANA
Gentiana lutea
Partes utilizadas:
Se emplean las raíces.
Composición:
Genciana, genciopicrina, azúcares, tanino, lípidos y pectina.

Usos medicinales:
Tiene buena reputación como aperitivo, empleándose por este motivo en la fabricación de licores. Se utiliza con éxito en la
anorexia rebelde y para favorecer la digestión.
Es tónico general y ayuda a bajar la fiebre.

Estimula la función biliar, ayuda a engordar y a formar sangre nueva; es antiinflamatoria, ligeramente hemostática y aumenta
la formación de glóbulos blancos.

Otros usos:
Tiene sinergia con la alcachofa. Es eficaz contra la malaria.

Toxicidad:
Su grado de toxicidad es bajo.

HEPÁTICA
Hepatica nobilis

Partes utilizadas:
Se emplean las hojas.
Composición:
Contiene hepatrilobina y protoanemonina, mientras que las raíces son ricas en saponina y emulsina. También contiene
anemonol que se transforma en anemonina cuando se seca.

Usos medicinales:
Mejora las hepatopatías. Es diurética, vulneraria y antiinflamatoria. Empleada antiguamente con éxito para tratar las
enfermedades hepáticas actualmente se la utiliza muy poco a causa de lo delicado de su dosificación. Descongestiona el bazo.
Alivia los cólicos hepáticos y biliares y en homeopatía se emplea para bronquitis.

Otros usos:
Externamente se emplea la pulpa para eliminar la acumulación de líquidos en las extremidades y abdomen, aunque no hay que
aplicarla directamente sino a través de un paño. Friendo las hojas con aceite se puede utilizar para lavar heridas. Hay que
utilizar las hojas totalmente secas, ya que, cuando aún están frescas poseen efectos tóxicos. La dosis en infusión debe ser muy
pequeña. No obstante, la planta pulverizada hay quien la utiliza para curar hernias intestinales mediante la toma de la hoja
seca pulverizada.

Toxicidad:
Su toxicidad es media, especialmente la planta fresca. Utilizarla solamente seca salvo en problemas de piel.

LIMÓN
Citrus limonum

Partes utilizadas:
Frutos
Composición:
Un limón puede aportar 35 calorías/100 gr, un 89% de agua, 7% de carbohidratos, 0,5% de grasas, 0,7% de proteínas, calcio,
cloro, hierro, yodo, cobre, fósforo, magnesio, potasio y zinc, además de vitaminas C y B. También se encuentran ácidos
málico, cítrico y fórmico, inositol y cumarinas, así como limoneno, citral, pineno, canfeno, citrofenal, acetato de geranilo,
alcanfor de limón y otros.

Acciones medicinales:
Tiene interesantes propiedades como bactericida, regulador de la acidez estomacal, hipotensor, tónico cardiaco, astringente y
hemostático. Antidiarreico, amigdalitis, mejora la memoria, combate la obesidad, mejora la fragilidad capilar, es antiarrugas.
Externamente blanquea los dientes, cura las aftas bucales, evita las amigdalitis por su acción bactericida local, quita la grasa
cutánea, alivia las mordeduras de animales y las picaduras de insectos, así como tiene un fuerte poder desinfectante local para
tratar heridas y conjuntivitis bacterianas.

Internamente, y mezclado con aceite de oliva, es un buen colagogo, siendo una de las bases para la estabilidad en la curación
de las enfermedades biliares.
Elimina la acidez de estómago por su efecto generador de álcalis, mejora la absorción del hierro y calcio, refuerza los
capilares, combate el envejecimiento prematuro y la astenia, previene la gripe y las enfermedades infecciosas invernales,
combate la malaria y la hiperviscosidad sanguínea, así como las enfermedades pulmonares crónicas.

MANZANILLA ROMANA
Anthemis nobilis

Partes utilizadas:
Se emplean las flores.
Composición:
Polifenoles, isobutilo, nobilina, camazuleno, ácido caféico, inositol, cumarinas y flavonoides.

Usos medicinales:
Aromática, de gusto amargo, emenagoga, antiespasmódica. Está indicada en casos de meteorismo, digestiones lentas,
dismenorreas e insuficiencia biliar. Externamente conserva algunas de las propiedades de la manzanilla dulce.
Alivia el dolor muscular, los dolores de muelas, las jaquecas, regula el ciclo menstrual, mejora los problemas hepáticos,
desinfecta las vías urinarias y mejora la cistitis, estimula el sistema defensivo.

Externamente se emplea para aliviar los esguinces, los dolores articulares, las quemaduras, úlceras y quemaduras. También se
puede emplear como cosmético para cutis seco y sensible, en el acné, las pieles hipersensibles y para mejorar la elasticidad
de la piel.

Toxicidad:
No tiene toxicidad. No administrar junto con licores de quina ni con plantas ricas en taninos.

MENTA
Mentha piperita

Partes utilizadas:
Se emplean las hojas.
Composición:
Taninos, triterpenos, mentol, mentona, flavonoides, ácidos fenólicos, ácido oleanílico, enzimas y pectinas.

Usos medicinales:
Es antiespasmódica, carminativa, antiséptica, balsámica y afrodisíaca. Sus usos más frecuentes son como saborizante de otras
hierbas, en licorería, ambientadores y cosmética. Sin embargo, es también un buen remedio para mejorar la función biliar,
evitar las malas digestiones, impedir la formación de gases intestinales y suavizar los espasmos.

Igualmente nos ayuda a combatir el mareo de los viajes, el vértigo, las palpitaciones nerviosas, los dolores de cabeza y
fluidificar las vías respiratorias.
Externamente tiene buenas propiedades como antiséptico, antineurálgico, antidoloroso en problemas reumáticos y para aliviar
los dolores dentales.

Otros usos:
Combate el mal aliento y se le atribuyen ligeras propiedades afrodisíacas en la mujer.

Toxicidad:
No tiene toxicidad.

ORTIGA MAYOR
Urtica dioica

Partes utilizadas:
Se emplean las hojas.
Composición:
Clorofila, ácidos fórmico, acético, minerales, vitaminas y oligoelementos.

Usos medicinales:
Remineralizante, diurética y antirreumática. Baja el ácido úrico, elimina los cálculos renales, es eficaz en diabetes y edemas,
mejora la función biliar, las diarreas y las úlceras gastroduodenales.

Otros usos:
Externamente se emplea para robustecer el cabello, eliminar la caspa, para lavados vaginales y bucales, así como en las
dermatitis seborreicas.

Toxicidad:
La sustancia urticante está dentro de los pequeños pelos de las hojas, los cuales rompemos al tocarlas y así el veneno se
disemina en la piel. No obstante, basta un ligero escaldado en agua caliente para que pierdan ese poder y así las podamos
tocar ya libremente e incluso comer. Para recolectarlas bastan simplemente unas tijeras y unos guantes de fieltro gruesos.

POLEO
Mentha pulegium

Partes utilizadas:
Se emplea la planta entera.
Composición:
Isomentona, aceite esencial, mentona, pulegona y piperitenona.

Usos medicinales:
Aperitivo, digestivo, espasmolítico. Se emplea como digestivo y saborizante de otras hierbas. Mejora la función biliar y las
jaquecas.

Otros usos:
Tomado unos días antes del parto acorta la duración y mantiene las contracciones.

Toxicidad:
No tiene toxicidad.

QUASIA
Quasia amara

Partes utilizadas:
Se emplea la madera desecada.
Composición:
Cuasina, picrasmina, alcohol neocuasina y acetona.

Usos medicinales:
Enfermedades hepáticas, inflamaciones de las vías biliares, congestión de la vena porta e hidropesía. Esencialmente
estimula el apetito.

REGALIZ
Glycyrrhiza glabra
Partes utilizadas:
Se emplean las raíces.
Composición:
Acido glicirricínico, asparagina, saponinas, flavonoides, azúcares y estrógenos.

Usos medicinales:
Pectoral, balsámico, suavizante de la mucosa gástrica, antiácido y anorexígeno. Es eficaz para tratar las afecciones
broncopulmonares, gripe, catarros y tos, por su efecto suavizante de las mucosas. Posee un marcado efecto antiácido y
antiulceroso, así como antiespasmódico, especialmente en cólicos biliares. Se emplea también como regulador del apetito
excesivo, como diurético y para estimular la producción de hormonas suprarrenales. Se le considera un depurativo moderado
en las enfermedades de la piel, en la colitis y se usa frecuentemente para quitar el mal aliento y desinfectar la boca. Es
ligeramente laxante e hipertensor.
Las infusiones no son la manera más adecuada de utilizarlo ya que el calor anula parte de sus efectos y es mejor masticar las
raíces secas.

Otros usos:
Puede emplearse como un estrógeno natural. Mejora el herpes, las hepatitis y las cirrosis.

Toxicidad:
No tiene toxicidad en tratamientos cortos. No administrar en el embarazo, diabéticos, cardiópatas, ni en los hipertensos.

ROMERO
Rosmarinus officinalis

Partes utilizadas:
Se emplean las hojas que se pueden colgar a la sombra en pequeños ramilletes.
Composición:
Ácidos caféico, clorogénico y rosmarínico, taninos, resinas, flavonoides, pineno, canfeno, borneol y alcanfor.

Usos medicinales:
Carminativo, hipertensor, colagogo, antirreumático. Una extraordinaria planta comparable al popular Ginseng y que se emplea
en decaimientos, hipotensión, insuficiencia biliar, amenorrea y espasmos digestivos. Mejora la memoria, estimula el sistema
nervioso y tiene efectos contra el exceso de colesterol.

Otros usos:
Externamente es un buen remedio contra la calvicie, las heridas y la dermatitis seborreica. Es antiparasitario, antineurálgico y
antirreumático local.

Toxicidad:
No tiene toxicidad. No emplear la esencia en prostatitis o embarazo.
CAPÍTULO DOS
HOMEOPATÍA

BRYONIA ALBA
Nueza dioica

Características de la enfermedad
Normalmente se declara en individuos atléticos, agresivos, de tez morena y que toleran mal el calor.
Los síntomas empeoran con el movimiento y hasta con el roce, con dolores agudos, punzantes y que se agudizan con el calor.
Hay una gran sed y necesidad imperiosa de beber, mejorando la enfermedad con el reposo, el frío y el sudor. También existe
malhumor, cefaleas, tos irritativa seca, gusto amargo, lengua saburral, opresión en el estómago con sensación de tener un
objeto duro, dolores costales, meteorismo y sensación de calor en las articulaciones.

Tratamiento
Se empleará en cualquier estado patológico que produzca sed intensa, fiebres intermitentes y que se agrave con el movimiento,
especialmente en la artritis reumatoide, las cefaleas frontales, las articulaciones doloridas, las punzadas de costado, las
pleuritis y pleuresías, así como las afecciones del aparato respiratorio que impliquen tos seca dolorosa y dolores en el
esternón.
También es útil en los problemas digestivos que cursan con fiebre, náuseas, vómitos y diarreas, si se agravan con el
movimiento y mejoran con el reposo. Igualmente en las afecciones hepáticas, dolores punzantes en el esternón y tórax,
inflamaciones pleurales y tos gripal.
En las mujeres es de gran ayuda en las mastitis y los senos dolorosos a la presión.

Otras aplicaciones
Dolores de cabeza que abarcan desde la frente a la parte posterior y que comienza por la mañana. Suele mejorar al cerrar los
ojos y con la quietud, aunque el rostro puede enrojecerse y el cabello estar sensible al tacto. En los ojos llorosos, la tos seca
que acaba en vómitos, las punzadas en el pecho y síntomas similares a la gripe.

En el sabor amargo, lengua blanca, vómitos de bilis, abdomen hinchado y aversión a la carne. Dolor abdominal intenso,
ardiente, punzante en la pared torácica y el esternón que no soporta la presión y puede alternarse el estreñimiento con la
diarrea.

En resumen
Enfermedades que mejoran con el reposo, el silencio y al aire libre, y se desarrollan después de un enfriamiento. En pacientes
con gran dolor de hígado y gran debilidad que se agrava con el movimiento, con gran sed y náuseas.

CHELIDONIUM
Celidonia - Chelidonium Majus

Características de la enfermedad
El principal centro de acción de Chelidonium es el hígado. Punzadas en el hígado extendidas a la espalda, especialmente al
ángulo inferior e interno del omoplato derecho. Dolores en el hígado extendidos a la espalda o hacia abajo, mejor después de
comer. Cólico hepático por litiasis biliar. Hipertrofia (en sentido perpendicular) y Congestión hepática, con sensación de
plenitud y sensibilidad al tacto. Hígado hinchado, duro, doloroso. Hepatitis agudas y crónicas.
Dolor en el ombligo, extendido transversalmente a través del abdomen; constricción como por un hilo. Retracción del
ombligo. Ascitis.

Tratamiento
Vértigo con vómitos biliosos, peor al cerrar los ojos o levantarse y sentarse en la cama. Dolor sobre el ojo derecho (neuralgia
supraorbitaria), con lagrimeo excesivo, precedido de dolores hepáticos, peor al anochecer leyendo, de noche y por el calor;
mejor por agua fría y vomitando bilis. Gusto amargo. Lengua con la marca de los dientes, fláccida. Lengua puntiaguda; seca;
marrón; pálida; blanca; amarillenta; con bordes rojos.

En resumen
Se debe pensar para aquellos casos en que predomine la ictericia con prurito violento, orina marrón, heces muy pálidas con
punzadas en el hígado extendidas hacia la espalda.

DIGITALIS
El hígado es uno de los centros principales de acción de Digitalis.

Características de la enfermedad
El síntoma clave de Digitalis es un pulso extremadamente lento y débil o intermitente que acompaña a los trastornos cardíacos,
hepáticos. Hígado dolorido y duro, congestionado, sensible a la presión. Hipertrofia del hígado en cardiopatías., con hígado
grande y dolorido, ictericia y heces decoloradas.

Tratamiento
Emplear en casos de lengua cianótica o blanca, falta de apetito y saciedad rápida. Violentas náuseas y arcadas convulsivas por
el olor de las comidas o al verlas, continuas y que no mejoran por vomitar; con angustia y tristeza; náuseas antes y después de
orinar.

En resumen
Náuseas y vómitos de origen hepático.

MAGNESIUM MURIATICUM
(Cloruro de magnesio)

Características de la enfermedad
Sensibles al ruido, dolor de cabeza con sudores, neuralgia facial, fosas nasales ulceradas, pérdida del olfato, encías
sangrantes, falta de apetito, Dolor opresivo en el hígado, peor acostado sobre el lado derecho.

Tratamiento
Enfermedades hepáticas con estreñimiento. Enfermedades crónicas del hígado con dolor, que se extiende a la columna
vertebral y el epigastrio, peor después de comer.

En resumen
Induración e hipertrofia del hígado, con dolores ardientes y opresivos que se agravan al caminar.

PHOSPHORUS
Fósforo blanco

Características de la enfermedad
Suele darse en personas de aspecto enfermizo, delgados, con abdomen pequeño, de piel pálida y muy sensibles a todas las
notas discordantes. Son ansiosos, con miedo a la soledad, las tormentas y la muerte, y por ello buscan desesperadamente
compañía, aunque su pasión es tan fugaz como su entusiasmo.
Tienen ansiedad por el futuro, tristeza, depresiones, hiperexcitabilidad y gran inquietud. Son frecuentes los trastornos visuales,
la fotofobia y el lagrimeo, las encías sangran con facilidad, tos seca que se agudiza al hablar, ronquera, lengua blanca,
meteorismo, fiebre con ausencia de sed, y la mayoría de los síntomas van acompañados por sensación de intenso calor.
Mejoran con el calor, el sueño y suelen tener las manos ardiendo, jaquecas, vértigos al llegar a la vejez, y es frecuente que
tengan la mucosa faríngea en carne viva. Empeoran con el frío, acostados del lado izquierdo, al correr y con el trabajo
intelectual, aliviándose sus dolores de cabeza al apretarse la frente con la mano fría.
Les gusta la sal, los alimentos fríos, tienen mucha sed y les repugna la carne, la leche y las ostras. Mejoran con el descanso, el
sueño y el calor, aunque empeoran por las tardes y las noches.

Tratamiento
Especialmente indicado en las afecciones hepáticas graves, incluida la cirrosis, con dosis de 15 CH en ayunas. También es
adecuada en las hemorragias de cualquier tipo y localización, las intervenciones quirúrgicas (también como prevención) y las
metrorragias.
Eficaz en los problemas pulmonares con fiebre alta, en la tos seca sin expectoración, en las nefritis agudas, en la hipertensión
arterial, los fallos cardíacos y los accidentes vasculares cerebrales. Eficaz en la tuberculosis, el raquitismo, el hipertiroidismo
y las caries, así como en las inflamaciones de los tendones, la descalcificación y las atrofias musculares después de
accidentes.

En los vértigos de los ancianos emplearemos la 15 CH una vez a la semana, en la hipersensibilidad nerviosa la misma dosis y
en las hemorragias una dosis cada seis horas a la 9 CH.

Otras aplicaciones
Ansiedad por el futuro, ronquera, fotofobia, apetito voraz de comidas frías, dolor en los omoplatos, sensación cutánea de
quemadura.

En resumen
Debilidad nerviosa en general, pérdida de memoria y energía, afecciones hepáticas.
Para los casos graves de hepatitis con tendencia hemorrágica, ictericia grave, gran sed ardiente de bebidas frías que son
vomitadas apenas se calientan en el estómago.
CAPÍTULO TRES
DIETA Y NUTRIENTES

En la fase aguda solamente comerá aquello que le apetezca, suprimiendo naturalmente las carnes de cerdo, los fritos, los
picantes, los quesos fuertes y la leche de vaca. Puede tomar todo el pescado cocido que desee, frutas como por ejemplo las
fresas, uvas y peras. Comidas de interés son las aceitunas negras, el aceite de oliva, el tomate, los espárragos, la remolacha
roja, las zanahorias, el apio, los puerros y la miel de romero. También podrá comer en abundancia acelgas, berenjenas y
alcachofas.

Para el desayuno utilizará leche de almendras y achicoria. Un zumo de limón o de pomelo diario será norma obligada a seguir,
aunque se puede aumentar la dosis si el enfermo le apetece. Los frutos secos no se comerán, salvo los cacahuetes, pero
solamente en la convalecencia
Para corregir el mal sabor de boca y los trastornos gástricos se tomará todas las mañanas agua de arcilla con unas gotas de
limón en ayunas.

La alimentación de los enfermos del hígado en general debe ser vegetariana, sin excitantes (café, té) ni especialmente bebidas
alcohólicas, esto último ni siquiera en pequeñas cantidades. Suele ser también indicación general la supresión de huevos en
todas sus formas. También suelen estar prohibidos los dulces y pastelería en general.
La leche de vaca no es recomendable.

Alimentos de especia interés:


Aceite de oliva, achicoria, ajo, alcachofas, apio, berros, cebollas, ciruelas, coles, diente de león, espárragos, germen de trigo,
higos, lechuga, limón, manzana, miel, plátanos, polen, pomelos, puerros, remolacha, yogurt, zanahorias, zumo de uvas. Aceite
de oliva primera prensión en frío y limón (cucharada por la mañana en ayunas).

Zumos:
De uva, limón, zanahoria, remolacha, pepino, lombarda, manzana, apio, rábano negro, piña, alcachofa y col. Se recomienda
especialmente una taza de remolacha finamente rallada, 2 cucharadas de aceite de oliva y el zumo de medio limón. Tomar una
cucharadita cada media hora durante tres días.

Nutrientes:
Todas las vitaminas del grupo B, además de C, A, E, y nicotinamida.
Se recomienda el uso continuado de Cúrcuma, pues posee efecto hepatoprotector, antioxidante, antiinflamatorio, colerético y
aumenta la solubilidad de la bilis. Mejora la función del hígado en general.
Lecitina de Soja por su efecto en la digestión de las grasas y como protectora en casos de “hígado graso”.

Minerales:
Yodo, silicio, azufre, calcio, sodio, fósforo, hierro, molibdeno y potasio.
Aminoácidos: L-Metionina que desintoxica las hepatotoxinas dañinas y protege a la enzima glutation, necesaria para la
protección de los tejidos hepáticos.

Oligoterapia:
Al principio de la enfermedad se tomarán Cobre-oro-plata una vez al día, y en horas distintas zinc-níquel-cobalto.
Posteriormente, algunos autores recomiendan azufre orgánico y molibdeno.
CAPÍTULO CUATRO
ELIMINACIÓN DE CÁLCULOS BILIARES

La siguiente terapia proporciona una limpieza hepática /biliar muy intensa, con la eliminación de cálculos recientes o muy
antiguos, incluso los que se forman en el hígado.

Se necesita:
Cápsulas de ácido málico de manzana o zumo natural. Este ácido participa en la obtención de adenosín trifosfato (ATP) y se
encuentra habitualmente en algunas frutas y verduras con sabor ácido como los membrillos, las uvas, manzanas y las cerezas
no maduras.
Cuatro cucharadas soperas de sales de Epson disueltas en tres vasos de agua. Este sulfato de magnesio se ha usado
tradicionalmente como laxante suave, para realizar limpiezas de hígado y para la expulsión de cálculos.
Medio vaso de aceite de oliva virgen.
Zumo de pomelo suficiente para llenar dos tercios de un vaso.
Dos frascos de medio litro de capacidad, uno de ellos con tapa.

El procedimiento:
Se recomienda efectuarlo durante un fin de semana.

Tomar 3 capsulas tres veces al día durante seis días o beber 1 litro al día de zumo de manzana embotellado.
A las 18:00 horas, añadir 4 cucharadas soperas de Epson a tres vasos de agua filtrada en una jarra. Con esto tenemos cuatro
porciones de ¾ de vaso cada una y tomar la primera porción. Esto dilatará y ensanchará los conductos biliares facilitando el
paso de las piedras.
20:00 horas, beber la segunda porción ¾ de vaso de sales de Epson.
21:30 horas, si a esta hora aún no se ha evacuado, aplicar un enema de agua tibia. Esto desencadena habitualmente una serie
de evacuaciones.
21:45 horas: Lavar bien los pomelos, exprimirlos y retirar la pulpa. Mezclarlo con el medio vaso de aceite de oliva. Cerrar el
frasco y agite fuertemente, hasta que la solución se vea acuosa.
22:00 horas. Tomar la mezcla que hemos preparado en un tiempo no superior a los cinco minutos.

Acostarse inmediatamente boca arriba que ayudará a que los cálculos se suelten. La cabeza debe estar a una altura mayor que
el abdomen. Permanecer en esta posición por lo menos durante 20 minutos. Si durante la noche se siente la necesidad de
evacuar hágalo.

A la mañana siguiente:
6:00 – 6:30 Horas: Al despertarse beber el tercer vaso de sales de Epson. Puede volver a acostarse, aunque es preferible que
el cuerpo permanezca en posición vertical.
8:00 – 8:30 Horas: Beber el cuarto y último vaso de sales de Epson.
Durante la mañana y quizá por la tarde, se tendrán varias deposiciones, con distintos cálculos. Las piedras de color más claro
son las más recientes. Las piedras mas negruscas son las más antiguas.

Otro procedimiento:

Un método más sencillo, aunque quizá con un efecto menor, consiste en:
1. Tomar en ayunas una cucharada de aceite de oliva con unas gotas de zumo de limón.
2. Beber tres infusiones al día de diente de león.

Los cálculos suelen expulsarse en un tiempo no superior a un mes.


CAPÍTULO CINCO
LA CURACIÓN CUÁNTICA

Sabemos que el sistema nervioso humano no solamente es capaz de tomar conciencia de la información y de la energía de su
propio campo cuántico, sino que, como la conciencia humana es infinitamente flexible a través de ese maravilloso sistema
nervioso, podemos cambiar conscientemente el contenido de información que da origen a nuestro cuerpo físico. Esto
modificará el contenido de energía y, por tanto, influiremos en los sucesos y cambios que se sucedan. Si lo cambiamos
incorrectamente podría dar origen a la enfermedad, pero si es adecuado conseguiríamos el restablecimiento de la salud. Si
admitimos que los disturbios emocionales pueden ocasionar la enfermedad, deberemos admitir de igual modo que también
pueda resolverla.
Este cambio consciente se puede lograr a través de las dos cualidades inherentes a la conciencia: la atención y la intención. La
atención da energía, y la intención la transforma. Cualquier cosa a la cual prestemos atención, crecerá con más fuerza en
nuestra vida. Cualquier cosa a la cual dejemos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá. Hágalo con
sus hijos o su pareja y sabrá de qué le estoy hablando. Por otro lado, la intención estimula la transformación de la energía y de
la información. La intención organiza su propia realización.
Armonizando nuestros pensamientos mediante elementos que equilibran los campos electromagnéticos y vibratorios,
conseguiremos no solamente alcanzar la felicidad, sino curar la mayoría de las enfermedades reversibles. En este sentido
trabajan la homeopatía y las flores de Bach, dos ejemplos de medicinas que se basan en la energía vibratoria. El Dr. Bach
estaba convencido de que las flores emitían una frecuencia vibratoria concreta y de ahí salió su apasionante terapia. El
problema es que entonces fue ridiculizado por sus ignorantes colegas, más interesados en lo que veían con los microscopios,
que en analizar las fuerzas del entorno cósmico.

He aquí algunos principios de la medicina cuántica que le será necesario tener en cuenta:

1- La enfermedad no aparece a nivel de la materia, sino a nivel de la consciencia.


2- En una enfermedad grave o que ponga en juego la vida, pueden existir muchas capas de desequilibrio que ocultan las
profundidades donde existe la curación.
3- Detrás de cada enfermedad el cuerpo envía el mensaje de que algo que falla en el presente, un desequilibrio existente en
algún lugar que ocasiona síntomas físicos altamente visibles e imposibles de negar.
4- Para curarse hay que desear estar sano.
5- Los restos del ayer que quedan en nosotros son nuestra tortura.
6- En lugar de crear conscientemente la enfermedad, podríamos crear conscientemente la salud.
7- Cualquier célula, tejido u órgano es capaz de llamar la atención a gritos y, cuando se la prestas, comienza el proceso de
curación.
8- En nuestro interior tenemos una farmacia absolutamente exquisita, que produce el medicamento adecuado, para el momento
preciso y el órgano que corresponde, sin efectos colaterales. Pero nadie puede comer de ella, solamente el enfermo.
9- Cuando la mente está en paz, las energías internas despiertan y obran milagros en nosotros, sin que exista de nuestra parte
ningún esfuerzo consciente. Una mente serena es lo único que necesitas.
10- Si deseas ver cómo eran tus pensamientos ayer, mira tu cuerpo hoy. Si deseas ver cómo será tu cuerpo mañana, mira hoy
tus pensamientos.
11- Para curarse no es necesaria la lucha. No existe enemigo en tu interior. La recuperación solo se asienta a nivel de la
intención. La curación completa depende de nuestra capacidad de dejar de luchar.
12- Cuando un enfermo proyecta su amor al exterior, comienza a curarse. La tarea del amor consiste en curar. Cuando fluye sin
esfuerzo desde las profundidades del ser, el amor produce salud.
13- Para curar una enfermedad, debo cambiar la memoria celular de esa enfermedad, lo que se logra trascendiendo toda
emoción, todo pensamiento y transformándose en testigo silencioso del proceso.
14- Camina al sol todos los días, al menos los pocos minutos que te lleve recordar que el universo es nuestro verdadero reloj.
15- Una relación íntima gratificante es la que te permite ser tú mismo.
16- La gente sana no vive ni en el pasado ni en el futuro. Vive en el presente, en el ahora, lo que da al ahora un sabor de
eternidad, ya que ninguna sombra lo empaña.
17- Hay que buscar un médico bondadoso para curarse. Aquel que nos diga que el propósito de la vida es ser feliz y recibir
pensamientos sabios y felices de todas partes del universo.
Los beneficios del placebo

El “efecto placebo” de los fármacos es un dato fidedigno del mecanismo de autocuración, que se logra por la autosugestión del
paciente. Se han realizado numerosos estudios con productos sin efectos farmacológicos pero que al final tuvieron el efecto
placebo, es decir, un cierto alivio de la enfermedad por autosugestión de curación. Por ejemplo, en los pacientes con cáncer
terminal que cursan con dolor intenso, se administra un supuesto potente analgésico que puede ser una cápsula de glucosa o un
inyectable de agua destilada, logrando aliviar el dolor. Lo que pasa es que el cerebro del paciente se convence que ha
recibido un potente analgésico, y esa creencia o fe logra bloquear el dolor a través de la liberación de opiáceos endógenos
que actúan en los receptores de dolor, bloqueando la transmisión. Todos los medicamentos tienen un factor adicional al efecto
farmacológico que es el placebo y que está en relación a la solvencia del medicamento, del optimismo del médico y el grado
de fe del paciente al recibir el fármaco.

La “fe” es una buena herramienta para activar el mecanismo de autocuración, pero lo ideal es que la tengan los dos: médico y
paciente. La oración en boca de alguien que tiene fe espiritual con propósito de sanación, es una poderosa herramienta para
activar el mecanismo de autocuración. Por eso el médico sanador debe tener la cultura de la “fe” en sus recetas, actos médicos
y también inducir la fe en sus pacientes para su curación.

El principio fundamental de la medicina cuántica es el “deseo de curación”. Si una persona desea curar a su prójimo puede
lograr la curación de acuerdo a su preparación y posibilidades. Todos los que practican el acto de curar ya sea el médico,
paramédico, curandero, chaman, sanador, etc., practican la medicina cuántica, porque todos ellos tienen el deseo de curar.
Hasta incluso en el hogar los padres pueden practicar el acto de curar cuando el niño al golpearse en la mano o la rodilla,
acude llorando a ellos y le pasan su mano sobre la zona de golpe. En ese momento el niño siente alivio en su dolor y deja de
llorar. Realmente el dolor era real, no lo podemos minimizar por la rapidez en que cesó, sino por la eficacia con la cual sus
padres le curaron. Esto es también medicina cuántica.
El “deseo” de curar tiene el “poder” de hacerlo, pues desear es querer hacer un cambio. El deseo es la primera y la más
importante fase de un logro, después viene la acción, es decir, la modalidad de la medicina cuántica. El deseo y acción de
curación se cumple por varios mecanismos: La palabra “te vas a curar”, la imposición de las manos, el utilizar objetos
esotéricos, la receta médica, la oración, etc., sirven todos para que el mecanismo del deseo tenga el poder de llevarnos hacia
la curación. Se activa el mecanismo de autocuración y se incrementa el efecto placebo de los medicamentos recetados.
Sin embargo, si bien es cierto que todos podemos tener el deseo de curación, por consiguiente practicar la medicina cuántica,
los que están más preparados académicamente (médicos, naturópatas, acupuntores), o empíricamente (chamanes y místicos)
pueden acertar mejor en sus remedios. El conocimiento amplio no supondría un freno a la eficacia en el tratamiento, aunque sí
lo podrían ser los conocimientos ortodoxos que no contemplan los cuatro elementos de la vida: cuerpo, mente, alma y
universo. El estudio de las estructuras macroscópicas, microscópicas y moleculares del cuerpo humano, las patologías, la
semiología y la farmacología, son conocimientos deseables para la medicina cuántica, pero no imprescindibles.

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