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PRINCIPIOS DE DSI, CONFRONTADOS CON LA CARTA MAGNA DE LOS DERECHOS HUMANOS Y

CON LA CONSTITUCIÓN DEL ECUADOR DE MONTECRISTI

INTRODUCCION

Se denominan principios generales a todas aquellas orientaciones que son universales, Permanentes y
constantes.

Estos principios, a su vez forman dos grupos: uno formado por los llamados “principios Originarios o de
primer grado”, porque expresan realidades fundamentales y constituyen La base inamovible de la DSI, y
otro formado por los llamados “principios derivados”, Porque proceden de los anteriores: la solidaridad,
el bien común, la subsidiariedad, la Participación, la vida social y la justicia social.

La Doctrina Social de la Iglesia es un conjunto de normas y principios referentes a la realidad social,


política y económica de la humanidad basado en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia Católica. El
Compendio de la DSI y el Catecismo Católico la definen como un "cuerpo doctrinal renovado, que se va
articulando a medida que la Iglesia en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la
asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia.

La DSI es una respuesta concreta a problemas sociales situados en un tiempo y una geografía concreta.

Por eso la respuesta de la Iglesia evoluciona según se modifican los condicionantes históricos, culturales
y sociales que la afectan. De ahí la conveniencia de tener una visión de conjunto de los principales
documentos de la DSI en los tiempos modernos tratando de situarlos en su contexto histórico.

Consiste primordialmente en todas las enseñanzas de la Iglesia Católica relacionadas con el tema de la
justicia social, llevar a cabo cambios que sirvan al verdadero bien del hombre, instaurar a las personas un
nuevo modo de conocer y leer la realidad, les ayuda a abrirse a horizontes más amplios, al servicio de
cada persona conocida; el pobre, el anciano, el amigo, Impone la facultad moral de ejercer el derecho
para llegar a la justicia, la cual es el fundamento principal de esta doctrina.
Sin embargo, cuando se va a comenzar la elaboración de un nuevo conocimiento, lo más razonable es
empezar desde la raíz, para obtener un mejor entendimiento acerca de lo que se está próximo a
aprender, es decir, de lo simple, llegar a lo complicado.

DESARROLLO
9. Los derechos humanos en el magisterio social de la iglesia

Las enseñanzas en el campo de la doctrina social de la iglesia se ubican dentro de la esfera de actuación
de magisterio ordinario, o sea cuando el Papa, como pastor universal, o los obispos dispersos por el
mundo, en comunión con él, enseñan y difunden las verdades que hacen a la fe católica, valiéndose de
medios comunicativos ordinarios como encíclicas, alocuciones, decretos, cartas, etc.

El medio mas común utilizado en los últimos tiempos por los Papas, es la Carta Encíclica (del griego: algo
circular, redondo, completo).

La doctrina social de la iglesia se desarrolló en el siglo 19 donde surgen nuevas estructuras para
producción de bienes de consumo, nueva concepción de sociedad, Estado y autoridad. Entonces esta
surge para dar valor permanente de la enseñanza de la iglesia; que encuentra la fundamentación de los
derechos humanos en el hombre como ser ordenado a Dios, que es su fin último y felicidad. Ella toma y
encima de todo la dignidad humana.

Ante la situación actual, la Iglesia pide a las naciones que halla solidaridad entre ellas, incluso desde el
punto de vista económico; para darles así pleno desarrollo a los derechos humanos.

A todos los problemas sociales la Iglesia responde con la primera Encíclica "rerum novarum".

En ella se indica que los derechos deben ser respetados por todos y evitar su violación.

A la vez señala que se debe una mayor protección a las clases mas bajas que son las mas desamparadas
en comparación de la clase alta. También se muestra en oposición al comunismo y apoya un amparo a la
propiedad privada.
Con respecto al problema del proletariado, lo deja en manos del Estado, para que propague una medida
por medio de la justicia.

Defiende la propiedad humana.

Protege la integridad física del hombre con relación al trabajo forzado, remarcando que el trabajo que no
podía realizar un hombre robusto, tampoco, tampoco lo podían hacer las mujeres y los niños.

La Encíclica "Pacem in terris" de Juan XXIII es también llamada de "Los Derechos Humanos".

Él señala los derechos y obligaciones fundamentales de la persona humana son universales, inviolables e
irrenunciables. Pertenecen al hombre por su naturaleza inteligente, libre y social.

Entre los derechos y deberes tenemos:

Derechos Individuales, se encuentra el de derecho a la vida o a la existencia, a un nivel de vida digno y a


los servicios que este exige; integridad corporal, salud, alimentos, etc. Se trata de procurar las
condiciones jurídicas y económicas para que se puedan hacer efectivos estos derechos esenciales.
También se encuentra integrada esta primera etapa por los derechos a la buena fama, a la búsqueda de
la verdad, a la libre expresión de ideas, a la información, a la cultura y enseñanza en todos sus grados, a
rendir culto a Dios según el listado de la recta razón.

Derechos Familiares. En el que se encuentran la libre elección del propio estado, de casarse o no, el
sostenimiento de la familia y la educación de los hijos.

Derechos Económicos. Aquí encontramos los derechos a la libre iniciativa y a trabajar, a un salario
equitativo y digno, para que el trabajador pueda atender sus necesidades, a la propiedad privada, la cual
debe cumplir una función social, tiene una hipoteca social, incluyendo los medios o bienes de la
producción.
Derechos Sociales-Jurídicos y Políticos. Están formados por los derechos de libre reunión y asociación, a
la residencia y emigración, a intervenir en la vida pública y a la seguridad jurídica.

Deberes. Son los de conservar la vida, vivir dignamente, buscar la verdad, el reconocimiento y respeto de
los derechos ajenos, la colaboración en la prosperidad común, en este deber se asienta uno de los pilares
de la doctrina social de la Iglesia, denominado el deber de la solidaridad, y obrar con responsabilidad y
conciencia en todas las esferas de la vida.

Los fundamentos de la convivencia humana son la Verdad, Justicia, Amor y la Libertad. Lo cual trae
aparejado lograr una verdadera convivencia humana en paz y armonía, tanto el reconocimiento de los
derechos como los deberes para con nuestro prójimo.

Para lograr la armonía dentro de la convivencia social; todos los individuos deben tener como finalidad
dentro del respeto de los derechos humanos, una tendencia hacia el bien común, ya que el bien común
consiste principalmente en la defensa de los derechos y deberes de la persona humana.

Juan XXIII, nos dice que mas allá de que todos debamos dirigirnos al bien común, se necesita la ayuda de
los gobernantes, conduciéndola al bien común de todos los hombres dentro de la sociedad.

Ellos, deben reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover los derechos humanos.

El Concilio Vaticano II es el primer concilio que trata materias estrictamente de índole social. Su
Constitución "Gaudium et Spes" instruye sobre la situación actual de la humanidad, la persona humana,
su dignidad, la comunidad política, el matrimonio, la familia, etc.

La "Encíclica Gaudium et Spes", fue realizada por el Concilio Vaticano II.

En esta encíclica, con relación a los Derechos Humanos, no los nombra específicamente, pero si nos
señala la dignidad de la persona humana, en relación con su dignidad.
La dignidad de la persona humana, mas allá de ya haberla tratado en puntos anteriores, puedo agregar
que esta encíclica la enfoca desde el punto de que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios y
Dios no lo crea solo al hombre, sino que lo crea en unión con una comunidad de personas; de ahí se
desprende una de las características fundamentales del hombre, que es que es un ser social por su
propia naturaleza, y necesita de los demás para poder desarrollar sus cualidades.

De este ser social, es que el hombre luego de reconocerse a si mismo debe reconocer al otro prójimo
como otro yo, y de este reconocimiento surge aparejado el respeto, hacia todos los hombres por igual..

En esta situación de reconocimiento y respeto, en la que ubicamos a los derechos humanos. Porque al
reconocer y respetar al otro como un yo, le debemos reconocer y respetar sus derechos naturales, por lo
cual todo tipo de acto que se oponga, por ejemplo, a la vida, como es el aborto, el genocidio, la
eutanasia, el homicidio y otros que no respetan la vida humana como lo que verdaderamente es, estaría
violando y atentando a los derechos humanos.

En la encíclicas recién expuestas es donde consideró que la Doctrina Social de la Iglesia, ha tratado de
forma general el tema de los Derechos Humanos, porque en el resto de las encíclicas toma
permanentemente el tema de los derechos humanos pero desde un punto de vista mucho mas
específico, como es en relación a los problemas socio-económicos, en los que se incluye el permanente
problema del trabajo, de las desigualdades económicas, los poderíos empresariales, de la propiedad
privada, de la comunicación social, dentro de lo social específicamente, el tema de la discriminación, del
comunismo y el individualismo, los cuales llevados al extremo de su ideología, terminan perjudicando a
los derechos humanos, por el solo hecho de ser ideología muy reduccionista y que en muchas
situaciones no respetan la dignidad humana.

Y así las encíclicas tratan diversos temas que hacen a los derechos humanos, y a su respeto, teniendo en
cuenta una postura cristiana , en mi opinión acertada, y no porque corresponda a mi religión sino por la
naturaleza misma de la persona, que lleva en su conciencia los principios fundamentales para vivir en
relación con los hombres, encontrándonos dirigidos al "bien", debido a nuestra naturaleza.

El estudio de los precedentes principios de la DSI nos aboca a la consideración

de los Derechos Humanos como expresión social de la dignidad humana. Respecto de

este asunto hay que distinguir entre el contenido de los Derechos Humanos y las
diversas Declaraciones de tales derechos que han tenido lugar a lo largo de la historia.

a) Por lo que se refiere al contenido de los Derechos Humanos, tres cuestiones nos

interesan principalmente:

— Su fundamento. La fuente última de los Derechos Humanos no se encuentra en la

mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes

públicos, sino en el hombre mismo, en su dignidad original e inalienable, y,

consecuentemente, en Dios su Creador. Se trata de derechos fundamentales,

porque aluden a exigencias fundamentales del ser humano y sirven de base a

otros derechos; son universales, porque están presentes en todos los seres

humanos, sin excepción alguna de tiempo, de lugar o de sujeto; son inviolables,

en cuanto que son inherentes a la persona humana y a su dignidad; son,

finalmente, inalienables, porque nadie puede privar legítimamente de estos

derechos a uno sólo de sus semejantes, sea quien sea, porque sería ir contra su

propia naturaleza. Por todo ello tienen valor previo y superior a las normas

positivas y no dependen de ellas, aunque esto no impediría que su vigencia fuera

respaldada y reforzada por el derecho positivo, cosa que no ha ocurrido con las

Declaraciones más recientes de estos derechos.

— Su vinculación con los valores cristianos. La formulación de los Derechos

Humanos ha sido elaborada recogiendo el resultado de una larga experiencia

social, cultural, política e histórica; pero substancialmente sus fuentes están en el

pensamiento cristiano y se han ido concretando lentamente. Jurídicamente sólo

se han dado, en sus comienzos, dentro la cultura cristiana. De hecho, nada

parecido hay en culturas ajenas al cristianismo (Islam, Oriente, culturas africanas

o precolombinas). Del «humus» bíblico y cristiano del Antiguo y Nuevo


Testamento surgen criterios suficientes para elaborarlos. De hecho, fueron

encarnándose poco a poco en la historia social de Occidente a medida que se

fueron entendiendo y asumiendo las vivencias básicas de la fe cristiana.

— Una descripción básica de los mismos. Las enseñanzas de Juan XXIII (PT), del

Concilio Vaticano II (GS), de Pablo VI (Discurso ante la Asamblea General de

las Naciones Unidas. 4-10-1965) han ofrecido amplias indicaciones acerca de la

concepción de los derechos humanos delineada por el Magisterio de la Iglesia. El

papa Juan Pablo II ha trazado una lista de ellos en la encíclica Centesimus annus

(n. 47), que nos puede servir de guía: «El derecho a la vida, del que forma parte

integrante el derecho del hijo a crecer bajo el corazón de la madre después de

haber sido concebido; el derecho a vivir en una familia unidad y en un ambiente

moral, favorable al desarrollo de la propia personalidad; el derecho a madurar la

propia inteligencia y la propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento

de la verdad; el derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes de la

tierra y recabar del mismo el sustento propio y de los seres queridos; el derecho a SIETE CATEQUESIS DE
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fundar libremente una familia, a acoger y educar a los hijos, haciendo uso

responsable de la propia sexualidad. Fuente y síntesis de estos derechos es, en

cierto sentido, la libertad religiosa, entendida como derecho a vivir en la verdad

de la propia fe y en conformidad con la dignidad trascendente de la propia

persona.»

Un listado esquemático de estos derechos daría el siguiente resultado:

— El derecho a la vida. En todos los estadios de su desarrollo, desde la concepción


hasta su muerte natural, con independencia de las cualidades humanas y de la

utilidad social de cada individuo. Es el derecho más fundamental y reclama los

restantes derechos.

— El derecho a la libertad religiosa. Libertad de la conciencia como espacio propio

del encuentro personal con Dios, y, por tanto, libertad para dar culto a Dios y

practicar la fe.

— El derecho a la participación en la vida social. Implica la necesidad de dar y

recibir educación para participar cívica y políticamente. Con él está conectado el

derecho de asociación, que da origen, entre otras, a las asociaciones intermedias.

— El derecho a la participación económica, con el derecho de iniciativa económica

para todos los miembros de la comunidad política. Se basa en la función social

de la propiedad individual y colectiva o destino universal de los bienes.

— El derecho de los pueblos a salir de la miseria, frente a la actual situación del

problema Norte-Sur.

b) En cuanto a las diversas Declaraciones de los Derechos Humanos, cabe recordar

principalmente a las de las Revoluciones Americana y Francesa, y a la Declaración

Universal de los Derechos del Hombre, proclamada por las Naciones Unidas el 10

de diciembre de 1948.

El desarrollo del Magisterio Pontificio sobre los derechos humanos ha sido de

progresiva convergencia. El absolutismo de los siglos XVII-XVIII oscureció la

doctrina de los derechos humanos. El individualismo y el jusnaturalismo, vacíos de

sentido religioso, justificaron el uso incontrolado de los bienes y la persecución

religiosa. Pero el catolicismo social, que se oponía a los abusos del capitalismo,

ayudó a la recuperación de la doctrina sobre los derechos humanos.


Pío XI reconoció el derecho natural como fundamento de los derechos humanos;

para Pío XII, la democracia es el sistema político ideal; Juan XXIII integra tradición

y novedad y alaba la Declaración universal de los Derechos del Hombre, a pesar de

sus limitaciones:

«Argumento decisivo de la misión de la ONU es la Declaración

universal de los derechos del hombre, que la Asamblea general ratificó

el 10 de diciembre de 1948. En el preámbulo de esta Declaración se

proclama como objetivo básico, que deben proponerse todos los pueblos

y naciones, el reconocimiento y el respeto efectivo de todos los derechos

y todas las formas de la libertad recogidas en tal Declaración. No se nos

oculta que ciertos capítulos de esta Declaración han suscitado algunas

objeciones fundadas. Juzgamos, sin embargo, que esta Declaración debe

considerarse un primer paso introductorio para el establecimiento de una SIETE CATEQUESIS DE


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constitución jurídica y política de todos los pueblos del mundo. En dicha

Declaración se reconoce solemnemente a todos los hombres sin

excepción la dignidad de la persona humana y se afirman todos los

derechos que todo hombre tiene a buscar libremente la verdad, respetar

las normas morales, cumplir los deberes de la justicia, observar una vida

decorosa y otros derechos íntimamente vinculados con éstos.» (PT 143-

144).

El Concilio Vaticano II incluyó los derechos humanos en diversos temas y

documentos; para Pablo VI, construir la paz pasa por la ONU; y Juan Pablo II,
además de reflexionar teológicamente sobre los derechos humanos, los definió como

«una piedra miliar en el camino del progreso moral de la humanidad» (Discurso a la

Asamblea General de las Naciones Unidas. 2-10-1979). La Iglesia, por lo tanto,

consciente de que su misión, siendo esencialmente religiosa incluye la defensa y

promoción de los derechos fundamentales del hombre, «estima en mucho el

dinamismo de la época actual, que está promoviendo por todas partes tales

derechos» (GS 41).

Inseparablemente unido al tema de los derechos se encuentra el relativo a los

deberes del hombre, que halla en las intervenciones del Magisterio una acentuación

adecuada. Frecuentemente se recuerda la recíproca complementariedad entre

derechos y deberes, indisolublemente unidos, en primer lugar en la persona humana

que es su sujeto titular. El Magisterio de la Iglesia subraya la contradicción existente

en una afirmación de los derechos que no prevea una correlativa responsabilidad:

«Por tanto, quienes, al reivindicar sus derechos, olvidan por completo sus deberes o

no les dan la importancia debida, se asemejan a los que derriban con una mano lo

que con la otra construyen.» (Juan XXIII en PT).

La palabra política deriva del griego polis, que significa ciudad, estado.

Actualmente evoca partidos y modos de gobernar, votos y elecciones al Parlamento, al

Ayuntamiento, etc. En sentido restringido «política» se refiere a las actividades que

ejerce el poder para gobernar la comunidad (local, regional, nacional, internacional), a

las actividades encaminadas a alcanzar ese poder, o a las actividades de quienes


detentan el poder para conservarlo. En sentido amplio, «política» se refiere a las ideas y

conductas que influyen en los asuntos públicos (votantes, prensa, banca...). «Todo es

política», se dice en un sentido todavía más amplio.

Para la DSI la práctica política no tiene que renunciar a ser éticamente correcta.

Considera que es necesario el poder para el ejercicio de la autoridad política y, por SIETE CATEQUESIS DE
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tanto, como necesario, no puede ser malo. La pastoral de la Iglesia ha canonizado a

algunos reyes y gobernantes, que han sido modélicos en sus acciones de gobierno.

Por este motivo, Juan Pablo II anima a los laicos cristianos a participar en

política, ya que «para animar cristianamente el orden temporal —en el sentido señalado

de servir a la persona y a la sociedad— los fieles laicos de ningún modo puede abdicar

de la participación en la ―política‖». Y señala cuatro advertencias a tener en cuenta en la

actividad política:

— El criterio básico de la actividad política es el bien común. Describe la política como

la «multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y

cultural destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común.» Y

entiende el bien común como «bien de todos los hombres y de todo el hombre,

correctamente ofrecido y garantizado a la libre y responsables aceptación de las

personas, individualmente o asociadas.»

— Bien común, defensa de la justicia, solidaridad y paz son cuatro metas de la

actividad política. La defensa y promoción de la justicia es la «―fuerza‖ moral que

sostiene el empeño por favorecer los derechos y deberes de todos y cada uno, sobre

la base de la dignidad personal del ser humano». La solidaridad en una doble


orientación: sentirse solidario del «bien de todos y cada uno, para que todos seamos

verdaderamente responsables de todos», y tener una visión o corazón solidario hacia

las necesidades de los más desamparados, lo cual exige que la solidaridad política se

sitúe «hoy en un horizonte de actuación que, superando la nación o el bloque de

naciones, se configure como continental y mundial». El fruto de una política

solidaria es la paz; por eso «los fieles laicos no pueden permanecer indiferentes,

extraños o perezosos ante todo lo que es negación o puesta en peligro de la paz:

violencia y guerra, tortura y terrorismo, campos de concentración, militarización de

la política, carrera de armamentos, amenaza nuclear».

— El motor que impulsa esta actividad política es el espíritu de servicio, que «unido a

la necesaria competencia y eficacia, es el único capaz de hacer ―transparente‖ o

―limpia‖ la actividad de los hombres políticos, como justamente, además, la gente

exige». Por este espíritu de servicio y por el objetivo final al que tiende (abrir cauce

al reinado de Dios en el mundo y en la historia humana) la actividad política alcanza

la dimensión de «caridad».

— Tres tentaciones acechan, no obstante, al ejercicio de la política: «el recurso a la

deslealtad y a la mentira, el despilfarro de la hacienda pública para que redunde en

provecho de unos pocos y con intención de crear una masa de gente dependiente, el

uso de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener y aumentar el poder a

cualquier precio» (ChL 42).

a) Principios éticos para la práctica de la política, según la DSI.

Desde León XIII hasta Pío XII los cimientos de la convivencia humana se ponen

en los principios de la verdad, de la justicia y del amor. Juan XXIII añadió en PT (35,

37, 45 y 167) un cuarto principio: el de la libertad, válido y aplicable en el orden


nacional y en el internacional. Este cuatrinomio lo hace suyo el Concilio Vaticano II en

GS (26c):

«El orden social, pues, y su progresivo desarrollo deben en todo

momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe SIETE CATEQUESIS DE DOCTRINA
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someterse al orden personal, y no al contrario. El propio Señor lo advirtió

cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre y no el hombre

para el sábado. El orden social hay que desarrollarlo a diario, fundarlo en la

verdad, edificarlo sobre la justicia, vivificarlo por el amor. Pero debe

encontrar en la libertad un equilibrio cada día más humano. Para cumplir

todos estos objetivos, hay que proceder a una renovación de los espíritus y a

profundas reformas de la sociedad.»

Pablo VI, por su parte, añade la igualdad y la participación como dos principios

éticos más sobre los que asentar la práctica de la política. Ambos son como dos

formulaciones que manifiestan y reconocen la dignidad y la libertad del hombre (OA

22). Juan XXIII ya había reconocido que el ciudadano tiene el derecho de ser «el autor

principal de su propio destino» (MM 151). Y el Concilio Vaticano II alabó «la conducta

de aquellas naciones en las que la mayor parte de los ciudadanos participa con

verdadera libertad en la vida pública» (GS 31c). Finalmente, hay que tener en cuenta la

advertencia de Pablo VI, en PP 34, cuando dice: «la tecnocracia del mañana puede

engendrar males no menos temibles que los del liberalismo de ayer. De esa tecnocracia

creciente hay que defenderse con nuevas formas democráticas» (OA 47).

b) Formas de organización de la comunidad política.


La DSI carece hoy de recelos ante el término y el concepto «democracia». Si

antes los tuvo fue porque, además de negarse el origen divino de la autoridad, se

pretendía excluir a la Iglesia de la vida pública. Con el término «democracia» se

acostumbraba a descalificar a los otros regímenes políticos, también legítimos y

compatibles con la DSI. Pío XII aceptó plenamente la democracia moderna, que escapa

al monopolio de un poder incontrolable e intangible. Pero, en la práctica, no es

competencia de la Iglesia determinar el mejor régimen, ni precisar las instituciones que

han de regir la vida política de los pueblos. La competencia de la Iglesia es de orden

religioso y moral. Pero esto no significa indiferencia ante el hecho político, sino que los

cristianos, como sujetos racionales, pueden preferir un sistema u otro, según el análisis y

valoración que hagan de su funcionamiento. Conviene tener en cuenta que ningún

sistema político es inmutable o perenne porque el tiempo desgasta, regenera, modifica,

suprime o sustituye, en todo o en parte, la realidad política existente. La necesidad de

impedir el desorden, de corregirlo, de superar una crisis... puede justificar el paso de

uno a otro tipo de régimen político.

La democracia verdadera asegura la participación de los ciudadanos en las

diversas soluciones políticas, garantiza el control de los gobernantes por los gobernados

y su sustitución pacífica, ofrece condiciones para que la persona se eduque y pueda

crear estructuras participativas y responsables. Un rasgo fundamental del sistema

democrático consiste en armonizar la representación de los ciudadanos, la iniciativa de

los gobernantes, la presencia de cuerpos intermedios libres, la información al

electorado, la protección de derechos y deberes, una justicia independiente y unas leyes

respetadas por todos. Los cristianos, como los demás, están invitados a construir una

democracia que supere las deficiencias existentes.


El derecho de poder acceder a la vida pública permite realizar el bien común

mediante el contacto y el diálogo frecuente con los ciudadanos. He aquí, escuetamente

enumerados, los principios fundamentales de un orden democrático:

— La participación de los ciudadanos en la vida pública.

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI EN ECUADOR

En declaraciones vertidas sobre todo del Presidente Rafael Correa, se explica a ésta ideología, basada en
dos fundamentos; según él, los más representativos: la Doctrina Social de la Iglesia, la Teología de la
Liberación, se enfoca el área social como lo más preponderante, el ayudar a los desfavorecidos, e
incentivar el desarrollo. A esto, se añaden las teorías marxistas del socialismo clásico, y las versiones del
alemán Dieterich.

"Aquí encontramos la conjunción y armonía entre la doctrina social de la Iglesia, entre la Teología de la
Liberación y el Socialismo del Siglo XXI. El punto de encuentro es, sin duda, la justicia social. Ese es el fin
que perseguimos: hacer posible la transformación, por la vía democrática, de las perversas estructuras
que han dominado a hombres y mujeres sencillos de nuestro pueblo"[7].

Inspirado en algunas encíclicas sociales de la Iglesia Católica, el Presidente Correa, propone un sistema
en contra de los intereses de los países desarrollados, quienes han tildado al Ecuador como tercer
mundista. Inicia su explicación con la encíclica Rerum Novarum de León XIII, quien actúa en contra de la
presión industrial sobre los trabajadores. Entre otros documentos pontificios que el Presidente Correa
nombra en sus intervenciones, es la Encíclica Populorum Progressio y Laboren Exercens; en ésta última
se aborda la temática del trabajo, donde se ha generado la explotación laboral en Ecuador. El
responsable de estos problemas es la influencia del neoliberalismo, algunas de las medidas tomadas por
este sistema han consistido en la explotación laboral y la competitividad.

"Para esto, se generalizaron en América Latina formas de explotación laboral bastante bien disfrazadas
con eufemismos como "flexibilización laboral", "tercerización", "contratos por horas", etc. Cabe indicar
que, de acuerdo a múltiples estudios, esta "flexibilización laboral" ha sido una de las reformas que
menos resultados ha dado en la región, sin que exista con ella mayor crecimiento, pero sí una mayor
precarización de la fuerza laboral, y con ello, mayor desigualdad y pobreza. Pero incluso si la
flexibilización hubiere dado resultado, no podemos rebajar la dignidad del trabajo humano a una simple
mercancía. Ya es hora de entender que el principal bien que exigen nuestras sociedades es el bien moral,
y que la explotación laboral, en aras de supuestas competitividades, es sencillamente inmoral"[8].

En el socialismo no se hacen revoluciones, como un fin en sí mismo; sino para empezar una revolución,
para alcanzar un horizonte abierto, en el que puedan introducir cambios en medida de las necesidades
de los ciudadanos, de acuerdo con su intervención consciente, en el marco de las limitaciones
tecnológicas y naturales[9]

"Es un concepto en constante construcción y adaptación a cada país y región", y uno de sus principios
básicos es "la supremacía del trabajo humano sobre el capital[10]

Rafael Correa Delgado

En una entrevista realizada a Gustavo Larrea, ex colaborador del Presidente Correa, explica que el
socialismo del siglo XXI no necesita reglas, dogmas o verdades absolutas, sino es un proceso de
formación teórico-práctico, distinto de la dictadura del proletariado, es una radicalización de la
democracia. Cada persona del país puede contribuir a este pensamiento, no es necesario las recetas de
siempre, vamos a descubrir el socialismo mediante una praxis en la población, para comprender las
necesidades. En otras cosas; según Larrea, no se requiere la estatización de los medios de producción,
sino la redistribución de la riqueza, y en esa línea la acción del gobierno del Ecuador aporta
económicamente a los agricultores, la producción, la legalización de tierras, mejor educación.

"El socialismo del siglo XXI no es una corriente universal ni pretende serlo, tampoco acepta dogmas ni
verdades absolutas, sino que es un proceso de construcción práctica y teórica[11]

Gustavo Larrea

Es necesario atacar el cruel capitalismo, vestido de puritanismo, solapado en pensamientos de la


Ilustración, una lucha que ha de despertar los cambios, de aspirar no solo a un mal menor, sino a un bien
mayor, el socialismo implica una transformación social. Todas las fuerzas exteriores venidas sobre todo
de Washington, han hecho enmudecer y acallar el vigor de la fuerza social, el socialismo es una respuesta
a los malos gobiernos observados en el Ecuador, quienes han fallado uno tras otro, es hora del
socialismo, lo que importa es el individuo social y solidario, pues tiene una gran carga de valores
deontológicos. Para el Presidente Correa, el nuevo socialismo, tiene puntos de fusión con el socialismo
clásico:

"La aplicación de los principios de ese socialismo ha traído beneficios para Ecuador, donde se derrotó a
"veinticinco años de neoliberalismo" gracias a la "planificación estatal". (.) el "socialismo del siglo XXI",
igual que el socialismo clásico, enfatiza la necesidad de un Estado fuerte, que participe en política con
planes de desarrollo, planteamiento antagónico al modelo neoliberal[12]

CAPÍTULO III:

Crítica al socialismo del siglo XXI en Ecuador

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA:

LA CENTESIMUS ANNUS FRENTE AL SOCIALISMO CLÁSICO

Y DEL SIGLO XXI

Hemos centrado nuestra atención en este documento para distinguir el pensamiento socialista,
obviamente las expresiones vertidas en el mismo hablan ampliamente de esta problemática. Advertimos
que la presencia de las encíclicas sociales, en todo su conjunto, forman la Doctrina Social de la Iglesia
(DSI), difiere mucho en los postulados propuestos por el Presidente Correa. Además, Centesimus Annus
es el más cercano a la realidad del Socialismo del siglo XXI; otro documento sería Caritas in Veritate, ésta
última reciente.

El tema central, radica en dar continuidad a los documentos presentados por los predecesores de Juan
Pablo II, las cuales forman el Magisterio Social de la Iglesia. Centesimus Annus hace una "relectura de la
Encíclica Leonina"[13], para distinguir las cosas nuevas (Res Noves), de esta época, pone en evidencia la
fecundidad de los principios de León XIII, como patrimonio de la DSI, haciendo énfasis en los
acontecimientos de la historia reciente.
Se defiende, el trabajo, la propiedad privada, las asociaciones, salario justo, libertad religiosa, se destaca
el Principio de Solidaridad. Al igual que la Rerum Novarum, en esta exposición se critica fuertemente al
socialismo y liberalismo. Al socialismo se lo condena por la abolición de la propiedad privada, mientras
que al segundo por la injusticia en la repartición de los bienes, sobretodo en los más pobres.

LUCHA DE CLASES

El socialismo instiga un odio entre la sociedad, una lucha dialéctica, la propuesta a este nuevo socialismo
no desecha la lucha de clases, al contrario, existe una acentuación. La sociedad ecuatoriana, ve con
preocupación esta segregación, donde hay una clara provocación y ataque a los denominados
"pelucones" o epítetos similares a los opuestos al régimen o a sus políticas. En la doctrina propuesta por
Dieterich, no se desechan los postulados de Marx, la lucha de clases es necesaria para equilibrar la
sociedad.

El Papa Juan Pablo al referirse a este aspecto es muy enfático en recordar la censura a este tipo de
concepciones. Se reconoce no una "lucha de clases"; pero sí una "lucha por la justicia social", no
alimentada por el odio de pobres a ricos o viceversa, se abstiene de ofender la dignidad de las personas,
de actos violentos; es decir, una discusión honesta[14]Lo que no se considera en el marxismo como lucha
de clases, es el respeto a la dignidad de la persona, importa más el interés, que suplanta el bien común, y
se opone frontalmente a otras ideas distintas del sistema.

"La época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a
la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trate de una transformación completa de
la organización social tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya
por sí mismas de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida. Esto nos lo ha enseñado la historia de los
últimos cincuenta años. Y para que las masas comprendan lo que hay que hacer, hace falta una labor
larga y perseverante. Esta labor es precisamente la que estamos realizando ahora, y con un éxito que
sume en la desesperación a nuestros adversarios[15]

El Papa Juan Pablo II, expresa su preocupación, a respecto de la situación laboral, en relación con la
propiedad privada, tomando textualmente las palabras de León XIII: "Luego los socialistas empeoran la
situación de los obreros todos, en cuanto tratan de transferir los bienes de los particulares a la
comunidad, puesto que, privándolos de la libertad de colocar sus beneficios, con ello mismo los despojan
de la esperanza y de la facultad de aumentar los bienes familiares y de procurarse utilidades"[16].
Además entre otros puntos de gran relación del documento de León XIII, se expresa claramente:
"Para solucionar este mal (opresión, esclavitud), los socialistas, atizando el odio de los indigentes contra
los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar,
todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la
nación. Creen que con este traslado de los bienes de los particulares a la comunidad, distribuyendo por
igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos, se podría curar el mal presente. Pero esta
medida es tan inadecuada para resolver la contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias clases
obreras; y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores, altera
la misión de la república y agita fundamentalmente a las naciones"[17].

La Iglesia no posee una estructura que beneficie al capitalismo o al socialismo. El Presidente Correa, en
sus múltiples discursos y aseveraciones, ha dado a entender una inclinación de la Iglesia a los grupos de
poder. Las declaraciones de Correa, siempre desintegradoras, han aumentado la brecha entre ricos y
pobres. Algunas de las apreciaciones dadas por él, siempre han sido términos descalificatorios a la acción
social eclesial, atribuyéndose así mismo las actividades y acciones que a la Iglesia competen y no las ha
hecho. El fin de la Iglesia es unir y no crear la división en su seno, León XIII, nos lo recuerda
lapidariamente:

"Pues como madre común de ricos y pobres, excitada la caridad por todas partes hasta un grado sumo,
fundó congregaciones religiosas y otras muchas instituciones benéficas, con cuyas atenciones apenas
hubo género de miseria que careciera de consuelo. Hoy, ciertamente, son muchos los que, como en otro
tiempo hicieran los gentiles, se propasan a censurar a la Iglesia esta tan eximia caridad, en cuyo lugar se
ha pretendido poner la beneficencia establecida por las leyes civiles. Pero no se encontrarán recursos
humanos capaces de suplir la caridad cristiana, que se entrega toda entera a sí misma para utilidad de
los demás. Tal virtud es exclusiva de la Iglesia, porque, si no brotara del sacratísimo corazón de
Jesucristo, jamás hubiera existido, pues anda errante lejos de Cristo el que se separa de la Iglesia"[18].

Pero, si de la Iglesia Ecuatoriana se trata, han existido proyectos de ayuda social incluidos en la labor de
la Iglesia como el "Proyecto Amanecer", "Acción", etc. La Iglesia tiene su eje en la acción apostólica de la
Evangelización, es su fin inmediato, no solamente la labor social, para eso está el Estado, cuyo objeto es
dirigir el bien común a una realización de la sociedad a la que representa. El gobernante bajo ningún
aspecto puede guiar a un pueblo por su criterio unilateral, pues no ha sido elegido para satisfacer sus
intereses a costa del silencio de muchos. Lo preocupante, es el modelo del sistema cuya proposición se
hace pero no se cumple. En algunas declaraciones, la Iglesia Ecuatoriana ha sido muy enfática en cuanto
a las manifestaciones sociales producidas en diversos sectores, fuentes de confrontación, marchas y
huelgas ante un sistema autoritario.

Un estado extremista y con persecución, está destinado a la destrucción. En palabras de Juan Pablo II, la
solución obrera no está en un estado fuerte y poderoso, con todos los recursos a su disposición"; esto
entra en clara oposición con la propiedad privada y la libertad de los ciudadanos:
"De esta errónea concepción de la persona provienen la distorsión del derecho, que define el ámbito del
ejercicio de la libertad, y la oposición a la propiedad privada. El hombre, en efecto, cuando carece de
algo que pueda llamar «suyo» y no tiene posibilidad de ganar para vivir por su propia iniciativa, pasa a
depender de la máquina social y de quienes la controlan, lo cual le crea dificultades mayores para
reconocer su dignidad de persona y entorpece su camino para la constitución de una auténtica
comunidad humana"[19].

No existe espacio en este sistema social nuevo, para el individuo particular, sino un "individuo social",
según lo expresa el Presidente Correa; es decir no hay una distinción frente al socialismo anterior, donde
las libertades individuales quedan abolidas, para sumir a la sociedad en una subordinación "al
funcionamiento del mecanismo económico-social" (CA 13). El ser humano es tratado nocivamente ante
la propuesta del socialismo, cuyo fundamento es considerado "como simple elemento y una molécula
del organismo social".

"Por el contrario, de la concepción cristiana de la persona se sigue necesariamente una justa visión de la
sociedad. Según la Rerum novarum y la doctrina social de la Iglesia, la socialidad del hombre no se agota
en el Estado, sino que se realiza en diversos grupos intermedios, comenzando por la familia y siguiendo
por los grupos económicos, sociales, políticos y culturales, los cuales, como provienen de la misma
naturaleza humana, tienen su propia autonomía, sin salirse del ámbito del bien común. Es a esto a lo que
he llamado «subjetividad de la sociedad» la cual, junto con la subjetividad del individuo, ha sido anulada
por el socialismo real".

Frente a las expresiones del Señor Correa, en cuanto a su fundamento ideológico, la Iglesia no se plantea
crear la lucha de clases, el Magisterio de la Iglesia es uno solo. El Magisterio Latinoamericano,
íntimamente unido a toda la Iglesia, representado en Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida, y no
son islas del camino magisterial, al igual que otros documentos, han dado soporte y viabilidad a toda la
estructura eclesial. Estamos ante una propuesta muy diversa del socialismo del siglo XXI, el cual se opone
a la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), y en nada lo fundamenta.

"Para un cristiano en América Latina, la cuestión moral fundamental es la cuestión social. Insisto en esto,
porque a diferencia de la Iglesia latinoamericana de los años sesenta y setenta, cuando la Conferencia
Episcopal de Obispos Latinoamericana (CELAM por sus siglas en español) en sus encuentros de Medellín
y Puebla puso en el centro de la acción pastoral la cuestión social, la jerarquía eclesial latinoamericana
actual pone mayor énfasis en cuestiones de moral individual y en cuestiones de rito. De hecho, ya
tenemos en Ecuador, coincidentemente en sectores bastante adinerados, nuevamente la misa en latín.
En realidad, no solo a nivel de América Latina y de Iglesia Católica, sino a nivel mundial y dentro de otras
iglesias cristianas, existe un resurgir del conservadurismo, enfocado, como manifestamos, en cuestiones
de rito y moral individual."[20]
El Sr. Presidente, se califica como "cristiano de izquierda", dice no interesarle una "Iglesia ritual", sino
con justicia social; es decir, el término ritual al parecer, se refiere a sacramental; en tal caso la Iglesia,
como lo expresa la "Lumen Gentium" es "(.) en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la
íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano"[21]. La acción social es algo claro en la
acción evangelizadora, la caridad no solo es la entrega de bienes hacia alguien, es un concepto mucho
más grande, implica una comprensión del misterio salvífico de Cristo. La revolución de Cristo nunca fue y
tendrá una connotación política, pues su fin no es ese. Sin embargo, siguiendo las enseñanzas del
Maestro, la Iglesia si denuncia las injusticias sociales de los pobres y marginados, donde expresa la
opción preferencial. Injusticias sociales, iluminadas desde la Palabra de Dios y la Eucaristía; así, la acción
social es una parte de esta misión recibida, no de un entramado político, sino de su Señor. La Iglesia en
su misión fundamental, observa la evangelización, en el anuncio de Cristo, realiza su obra en el mundo,
no solamente es social, su labor es más amplia, nacida del mandato que recibió del Señor.

"Es la Iglesia convocada y constituida por Dios para que sea sacramento visible de esta unidad salutífera,
para todos y cada uno. Rebosando todos los límites de tiempos y de lugares, entra en la historia humana
con la obligación de extenderse a todas las naciones. Caminando, pues, la Iglesia a través de peligros y de
tribulaciones, de tal forma se ve confortada por la fuerza de la gracia de Dios que el Señor le prometió,
que en la debilidad de la carne no pierde su fidelidad absoluta, sino que persevera siendo digna esposa
de su Señor, y no deja de renovarse a sí misma bajo la acción del Espíritu Santo hasta que por la cruz
llegue a la luz sin ocaso"[22].

En el socialismo del siglo XXI, se habla de esfuerzo militar, de ser así, la carrera armamentista, no crearía
paz en los ciudadanos de sus propios países y en las naciones vecinas, porque se evidenciaría una
amenaza de guerra. Este comportamiento se engloba dentro de grupos extremistas, donde se utiliza la
fuerza para encontrar soluciones a los problemas; además de lo negativo de las armas, lo constituyen el
apoyo de la política para encubrir el delito, disfrazado bajo una supuesta ideología, para quienes "el fin
justifica los medios". La lucha de clases ocasiona la guerra, en palabras del Papa Juan Pablo II: "Sobre
todo el mundo se cierne la amenaza de una guerra atómica, capaz de acabar con la humanidad", donde
no hay ganadores ni vencidos, cuya hegemonía es la extinción y suicidio de la humanidad.

Otra característica observable en la realidad ecuatoriana, en el aspecto pragmático, es la elaboración de


leyes en los órganos públicos e incluso privados. La libertad de expresión y comunicación es muy
cuestionada por los periodistas, las leyes relativas a la minería, las leyes del agua, la autonomía
universitaria, la abolición de gremios de docentes (mediantes sutiles leyes financieras), etc. Es decir cada
vez existe concentración de poder, no sólo económico, sino en toda su estructura, incluido el sector
privado. La preocupación creciente de un estado con poderes totalitarios, coincide con la postura
socialista clásica, cuyas primeras acciones consisten en justificar mediante leyes el rigor aplicado a la
libertad individual de los ciudadanos en todas las áreas: laborales, educativas, religiosas, e incluso
familiares. Con tenacidad las leyes abren la posibilidad a muchas leyes antinaturales como la
homosexualidad, el aborto, el irrespeto a libertad de la familia sobre la educación de sus hijos.
"A esta concepción se ha opuesto en tiempos modernos el totalitarismo, el cual, en la forma marxista-
leninista, considera que algunos hombres, en virtud de un conocimiento más profundo de las leyes de
desarrollo de la sociedad, por una particular situación de clase o por contacto con las fuentes más
profundas de la conciencia colectiva, están exentos del error y pueden, por tanto, arrogarse el ejercicio
de un poder absoluto. A esto hay que añadir que el totalitarismo nace de la negación de la verdad en
sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su
plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los
hombres: los intereses de clase, grupo o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se
reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el
extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los
derechos de los demás. Entonces el hombre es respetado solamente en la medida en que es posible
instrumentalizarlo para que se afirme en su egoísmo. La raíz del totalitarismo moderno hay que verla,
por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios
invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el
grupo, la clase social, ni la nación o el Estado. No puede hacerlo tampoco la mayoría de un cuerpo social,
poniéndose en contra de la minoría, marginándola, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando
destruirla"[23].

Otro rasgo evidente, pero muy guardado, son las acciones fascistas, el control militar. En Ecuador las
FFAA son propietarias de varias empresas, que normalmente estarían en el sector público; por nombrar
algunas, tenemos: la línea aérea TAME, FLOPEC una flota petrolera, DINEAGRO una bananera, ANDEC
una fábrica de hierro, DINIMOV una constructora de vivienda, etc. Los estados socialistas recurren a una
práctica de militarización y centralización de poder, donde el mantenimiento de éstos con altos
beneficios, constituyen una clara tendencia al fascismo, error visto con dolor en la segunda guerra
mundial y los ciudadanos sometidos a este tipo de régimen.

"Hay que invertir los términos de ese principio y reconocer íntegramente los derechos de la conciencia
humana, vinculada solamente a la verdad natural y revelada. En el reconocimiento de estos derechos
consiste el fundamento primario de todo ordenamiento político auténticamente libre. Es importante
reafirmar este principio por varios motivos: porque las antiguas formas de totalitarismo y de
autoritarismo todavía no han sido superadas completamente y existe aún el riesgo de que recobren
vigor: esto exige un renovado esfuerzo de colaboración y de solidaridad entre todos los países;

a. porque en los países desarrollados se hace a veces excesiva propaganda de los valores puramente
utilitarios, al provocar de manera desenfrenada los instintos y las tendencias al goce inmediato, lo cual
hace difícil el reconocimiento y el respeto de la jerarquía de los verdaderos valores de la existencia
humana;
b. porque en algunos países surgen nuevas formas de fundamentalismo religioso que, velada o también
abiertamente, niegan a los ciudadanos de credos diversos de los de la mayoría el pleno ejercicio de sus
derechos civiles y religiosos, les impiden participar en el debate cultural, restringen el derecho de la
Iglesia a predicar el Evangelio y el derecho de los hombres que escuchan tal predicación a acogerla y
convertirse a Cristo. No es posible ningún progreso auténtico sin el respeto del derecho natural y
originario a conocer la verdad y vivir según la misma. A este derecho va unido, para su ejercicio y
profundización, el derecho a descubrir y acoger libremente a Jesucristo, que es el verdadero bien del
hombre[24]

El socialismo niega la creencia de Dios, porque en su estructura dialéctica no existe espacio para él, Dios
sume a todos los creyentes en un opio latente. La idea de religión para el socialismo, unido a los
postulados marxistas-leninistas, el fenómeno religioso es fruto de un temor, de una ignorancia. Los
dioses existieron ante la imposibilidad del hombre de controlar las fuerzas de la naturaleza; en relación
con los pueblos primitivos, era una pulsión interior ante su imposibilidad de conocimiento racional, "la
religión no es otra cosa que el reflejo fantástico que proyectan en la cabeza de los hombres, las
poderosas fuerzas naturales. Pero pronto al lado de ellas, entran también en acción los poderes que se
enfrentan al hombre y que al principio son tan inexplicables y extraños para él como las fuerzas de la
naturaleza y que al igual que éstas, le dominan con la misma aparente necesidad natural. Ahora, las
figuras de la fantasía, en las que al principio sólo se reflejaban fuerzas misteriosas de la naturaleza
sobran atributos sociales, se convierten en representantes de poderes históricos"[25]. Con el transcurso
de la historia y la apertura de la mente del hombre a las realidades, se inventó el hombre un dios
monoteísta, donde centraron toda su abstracción sensible ante las potencias extrañas que los gobiernan.
Mientras los hombres se encuentran en manos de esos terribles poderes divinos, es una alienación, una
droga necesaria, impuesta por el ambiente inmediato: "la religión es opio del pueblo"[26]. Esta
dependencia se caracteriza por la opresión espiritual, sobre las masas aplastadas en la opresión. El
modelo socialista del siglo XXI puesto a discusión es parecido en algunos aspectos, pero mucho más
peligroso, al aceptar solo parte del aspecto social, conforme a intereses.

Al afirmar los mandatarios representantes, tanto de Ecuador y Venezuela la influencia de la religión en


las personas, intentan forjar una fe social, poniendo como modelo a Jesús y sus denuncias en su tiempo,
destacando su oposición al sistema. El Presidente Correa, afirma ser un creyente de "izquierda", una
apostura bastante irreal en contraste con la fe que dice predicar; es decir, considera a la fe católica como
un medio solamente para la acción social. No existe otro fundamento más errado que éste. Porque,
como indicamos anteriormente, es el Estado el convocado a asumir la posturas que le competen en
materia de gobernabilidad, asegurando el bienestar de los que representa. Entre otros aspectos, el
Presidente Correa expresa como una intromisión de la Iglesia cuando se trata de enseñanzas eclesiales
de su encumbencia. Problemas como el aborto, el cambio de sexo, el irrespeto a la libertad educativa,
etc. Afirma ser católico cristiano y no acepta los fundamentos planteados por la Iglesia en su dogma
total. Considera la Jerarquía de la Iglesia en un plano de poder económico, que obviamente lo tiene, al
igual que muchas instituciones públicas y del estado; a las cuales está llamado a defender.

Cuando existe una valoración dogmática, de cualquier lado que proceda, los simpatizantes del
movimiento, están obligados en conciencia a aceptar todas las prescripciones emanadas en su
organización, esto en todas las instituciones del sector público o privado. La Doctrina Social de la Iglesia,
conforma un tratado unificado de las expresiones de los Papas, no es una particularidad adaptada a
situaciones personales, peor aún como slogan político. El servicio cristiano auténtico consiste en
expresar, por medio de una fe sincera, todo lo que expresa el misterio del Iglesia.

En lo referente a la teología de la liberación, cuya acción está centrada en la persona para liberarla de la
opresión, donde los pobres son víctimas del pecado que se convierte en un pecado social como
estructura de acciones y omisiones que mantienen la opresión, la injusticia y la explotación. Se trata de
un pecado que va más allá de los pecados individuales y se transforma en una situación de pecado, un
pecado colectivo se convierte en pecado estructural, de manera que la situación de injusticia y
corrupción se mantiene mediante un pecado institucional y una violencia institucionalizada. En tal
situación de pecado el Reino de Dios es rechazado y el sistema de pecado lucha contra las comunidades
y personas que anuncian la buena noticia de la liberación del pecado, de cómo podemos salvarnos "de
esta generación perversa "estableciendo unas relaciones sociales nuevas de comunión, de plena
solidaridad, de espiritualidad comunitaria que permitan que todos aporten para que cada cual pueda
resolver sus necesidades (Hechos 2, 42-47); unas relaciones de amor y fe, no solamente de palabra, sino
en los hechos(1Juan 3, 16-19; Santiago 2, 14-17). Ante estas apreciaciones, la Iglesia asume ciertamente
la intervención social, como lo ha demostrado siempre, pero no acepta una fe expresada en postulados
marxistas, no abraza ningún sistema político ni ideológico, pues su único ideólogo es Cristo, y conforme a
su actuación, la Iglesia anuncia el Reino de Cristo, denunciando la injusticia, sin abandonar su campo de
acción evangélica, para abordar realidades ajenas a ella. El Papa Juan Pablo II, respecto de esto nos
informa:

"La crisis del marxismo no elimina en el mundo las situaciones de injusticia y de opresión existentes, de
las que se alimentaba el marxismo mismo, instrumentalizándolas. A quienes hoy día buscan una nueva y
auténtica teoría y praxis de liberación, la Iglesia ofrece no sólo la doctrina social y, en general, sus
enseñanzas sobre la persona redimida por Cristo, sino también su compromiso concreto de ayuda para
combatir la marginación y el sufrimiento.

En el pasado reciente, el deseo sincero de ponerse de parte de los oprimidos y de no quedarse fuera del
curso de la historia ha inducido a muchos creyentes a buscar por diversos caminos un compromiso
imposible entre marxismo y cristianismo. El tiempo presente, a la vez que ha superado todo lo que había
de caduco en estos intentos, lleva a reafirmar la positividad de una auténtica teología de la liberación
humana integral. Considerados desde este punto de vista, los acontecimientos de 1989 vienen a ser
importantes incluso para los países del llamado Tercer Mundo, que están buscando la vía de su
desarrollo, lo mismo que lo han sido para los de Europa central y oriental[27]

Finalmente, respecto de la Teología de la Liberación se notan grandes diferencias con el dogma cristiano
original, entre estos aspectos doctrinales presentamos, el análisis de la congregación de la fe, en aquel
tiempo realizado por el Cardenal JosephRatzinger, actual Papa:
1 - Desde un punto de vista teológico, el análisis marxista no es una herramienta científica para el
teólogo, que debe, previo a la utilización de cualquier método de investigación de la realidad, llevar a
cabo un examen crítico de naturaleza epistemológica más que social o económico.

2 - El marxismo es, además, una concepción totalizante del mundo, irreconciliable con la revelación
cristiana, en el todo como en sus partes.

3 - Esta concepción totalizante impone su lógica y arrastra las "teologías de la liberación" a un concepto
de la praxis que hace de toda verdad una verdad partidaria, es decir, relativa a un determinado
momento dialéctico.

4 - La violencia de la lucha de clases es también violencia al amor de los unos con los otros y a la unidad
de todos en Cristo; es una concepción puramente estructuralista, para legitimar esa violencia.

5 - Decir que Dios se hace historia, e historia profana, es caer en un inmanentismo historicista, que
tiende injustificadamente a identificar el Reino de Dios y su devenir con el movimiento de la liberación
meramente humana, lo que está en oposición con la fe de la Iglesia.

6 - Esto entraña, además, que las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad reciban un nuevo
contenido como "fidelidad a la historia", "confianza en el futuro", y "opción por los pobres" que en
realidad les niega su sustancia teológica.

7 - La politización de las afirmaciones de la fe y de los juicios teológicos lleva a la aceptación de que un


hombre, en virtud de su pertenencia objetiva al mundo de los ricos, es, ante todo un enemigo de clase
que hay que combatir.

8 - Todo eso lleva a un clasismo intolerable dentro de la Iglesia y a una negación de su estructura
sacramental y jerárquica, 'hendiendo al Cuerpo Místico de Cristo en una vertiente "oficial" y otra
"popular", ambas contrapuestas.
9 - La nueva hermenéutica de los teólogos de la liberación conduce a una relectura esencialmente
política de las Escrituras y a una selectividad parcial y mendaz en la selección de los textos sacros,
desconociendo la radical novedad del Nuevo Testamento, que es liberación del pecado, la fuente de
todos los males.

10- También entraña el rechazo de la Tradición como fuente de la fe y una distinción inadmisible entre el
"Jesús de la Historia" y el "Jesús de la Fe", a espaldas del magisterio eclesiástico[28]

1. Autonomía de la política y responsabilidad de la Iglesia En el campo de la política, constatamos


ciertas apreciaciones inexactas. Para algunos, los Obispos deberíamos apoyar acríticamente a todo
Gobierno; para otros, mantener una ciega oposición; y, para unos cuantos, abstenernos totalmente de
cualquier intervención. Las tres son visiones parciales e inexactas. Como pastores de la Iglesia Católica,
reconocemos y respetamos la legítima autonomía del orden político. No nos corresponde expresar
preferencias políticas, pero sí valorar programas políticos por sus implicaciones y consecuencias éticas y
religiosas. En efecto, “es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la
fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna
y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos
fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solo aquellos medios que
sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones” (Concilio
Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes 76). Libertad religiosa. El Ecuador, Estado laico, en su
Constitución, en el Art. 66, 8, reconoce y protege “el derecho a practicar, conservar, cambiar, profesar en
público o en privado, su religión o sus creencias, y a difundirlas individual y colectivamente, con las
restricciones que impone el respeto a los derechos”. Esto nos permite vivir, de una manera pacífica y
respetuosa, entre personas creyentes y no creyentes, evitando todo fanatismo, tanto religioso como
antirreligioso. Colaboración de la Iglesia. Tanto la comunidad política como la Iglesia, sin perder su
autonomía, están al servicio del bien común y de la vocación personal y social de cada hombre y mujer.
Por este motivo, es conveniente una colaboración entre ambas en temas sociales comunes, como la
educación, la salud, la asistencia a personas vulnerables, el cuidado del medio ambiente y otros (cf.
Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes 40 y Documento de Aparecida 406). 2.
Misión de los Laicos Los cristianos no seríamos fieles al Evangelio si nos desentendiéramos del mundo
donde vivimos. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad
social de lo que se cree. La fe en Cristo, de este modo, no es un hecho privado, sino que “implica un
testimonio y un compromiso público” (Carta Apostólica Porta fidei, 10). Accionar político. Los laicos
católicos, pertenecientes o no a partidos y movimientos políticos diversos, tienen la obligación moral de
discernir si el pensamiento que los inspira y sus propuestas son compatibles con la fe y la moral de la
vida cristiana. Por esta razón, han de valorar si sus propuestas son coherentes o no con los principios
morales arraigados en la misma naturaleza humana y presentes en todas sus dimensiones personales y
sociales. El cristiano, por lo tanto, no debe adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos
que se opongan a la fe que profesa. Es importante recordar que ningún sistema social o político agota la
riqueza del Evangelio y que, por lo mismo, nadie puede reclamar su opción política como la única
conforme a la enseñanza social de la Iglesia. Derechos humanos. Los derechos humanos se fundamentan
en la dignidad de la persona en todas sus dimensiones, con lo cual esta dignidad se constituye en el fin
último de toda acción social, política, económica y religiosa. El Estado es posterior a la persona y no le
corresponde conceder derechos, sino reconocer, promover y garantizar el ejercicio personal y asociado
de los derechos civiles. La Doctrina Social de la Iglesia, desde esta perspectiva, está comprometida con el
respeto a los derechos de la persona humana, comenzando por el fundamental derecho a la vida desde
su concepción hasta su fin natural, rechazando frontalmente el aborto. Es decisiva la vigencia real de los
derechos de los padres de familia para educar a sus hijos conforme a sus convicciones, como reconoce la
Constitución, dentro de un régimen de auténtica igualdad de oportunidades (cf. Art. 29). Democracia. En
una sociedad democrática, es el pueblo el que delega el poder a sus gobernantes para que sirva a sus
necesidades, y de ningún modo para ser atemorizado o sustituido por sus órganos de poder. No se trata
de un pueblo como una multitud amorfa a la que se manipula o instrumentaliza, sino como un conjunto
de personas que tienen su propia visión sobre la “cosa pública” y que están dispuestas a defender sus
derechos y a cumplir sus deberes. La democracia exige un marco jurídico, la estricta división e
independencia de las tres funciones del poder, a saber, la función ejecutiva, la función legislativa y la
función judicial. Son funciones que deben ser ejercidas con su propia autonomía y respeto mutuo, en la
búsqueda del bien común del país y no de intereses personalistas, institucionales o partidistas. También
exige la posibilidad real para que la libertad de todos sea efectivamente respetada y garantizada, como
la libertad de expresión al servicio de una opinión pública, crítica, activa y responsable, con una
inquebrantable pasión por la verdad. Elecciones. La confrontación democrática en una lid electoral exige
sumo respeto a todas las personas, centrándose más en el debate de proyectos que en descalificaciones
personales. No se trata de entrar en una lucha ciega y cerrada de unos contra otros, sino de presentar a
los ciudadanos las opciones políticas y los programas de gobierno para que ellos puedan elegir
libremente (cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoralGaudium et spes 75). El ejercicio del voto es un
medio importante para asegurar la auténtica democracia. El ciudadano, al ejercer este derecho y deber,
está llamado a no favorecer opciones políticas y legislativas contrarias a los valores fundamentales y a los
principios éticos. No olvidemos que el voto debe ser responsable, universal, directo y obligatorio. Nos
alegramos de la participación de nuestros jóvenes. 3. Compromiso Asumimos el Mensaje final del XIII
Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización que pide: “un compromiso de cuidado
desinteresado y transparente por el bien común, desde el respeto total a la dignidad de la persona
humana desde su concepción hasta su fin natural, de la familia fundada sobre el matrimonio de un
hombre y una mujer, de la libertad educativa, en la promoción de la libertad religiosa, en la eliminación
de las injusticias, las desigualdades, las discriminaciones, la violencia, el racismo, el hambre y la guerra. A
los políticos cristianos que viven el precepto de la caridad se les pide un testimonio claro y transparente
en el ejercicio de sus responsabilidades” (nº 10). Que el Señor nos ilumine para actuar en conciencia, y
conforme a las exigencias del amor: vida, solidaridad, justicia, paz y libertad.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:
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Ecuador_0_840516110.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga
un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Ecuador

Artículo 23.- Sin perjuicio de los derechos establecidos en esta Constitución y en los instrumentos
internacionales vigentes, el Estado reconocerá y garantizará a las personas los siguientes:

3. La igualdad ante la ley. Todas las personas serán consideradas iguales y gozarán de los mismos
derechos, libertades y oportunidades, sin discriminación en razón de nacimiento, edad, sexo, etnia,
color, origen social, idioma; religión, filiación política, posición económica, orientación sexual; estado de
salud, discapacidad, o diferencia de cualquier otra índole.

Artículo 34.- El Estado garantizará la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres en el


acceso a recursos para la producción y en la toma de decisiones económicas para la administración de la
sociedad conyugal y de la propiedad.

Artículo 41.- El Estado formulará y ejecutará políticas para alcanzar la igualdad de oportunidades entre
mujeres y hombres, a través de un organismo especializado que funcionará en la forma que determine la
ley, incorporará el enfoque de género en planes y programas, y brindará asistencia técnica para su
obligatoria aplicación en el sector público.

Artículo 1. En los Estados Unidos mexicanos, todo individuo gozará de las garantías que otorga esta
constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que
ella misma establece.

Artículo 12. En los Estados Unidos Mexicanos no se concederán títulos de nobleza, ni prerrogativas y
honores hereditarios, ni se dará efecto alguno a los otorgados por cualquier otro país.
CONCLUSIONES
La Doctrina Social de la Iglesia es un conjunto de normas y principios referentes a la realidad social,
política y económica de la humanidad basado en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia Católica.

Creo que en un mundo donde todos los valores están confundidos, donde progresar económicamente es
el fin de todos sin tener en consideración el detrimento del otro. Esto es porque estamos cargados de un
terrible individualismo, "solo importo yo y mi propio bienestar".

Habría que tomar conciencia que para que el mundo avance y no vayamos en retroceso, tiene gran
importancia respetar la dignidad del otro y reconocer en cada uno aquellos derechos que brotan de su
propia condición natural de persona humana.

Asimismo creo que este reconocimiento tiene que ser parte de todos, no solo de quien está constituido
como autoridad. Porque sería muy fácil exigir el cumplimiento por parte de las autoridades y evitar aludir
al propio.

Ahora bien, si todas las personas se respetan recíprocamente, es válido que se exija de la autoridad.
Pero, también reconozco, que si ella nos invitaría con su buen ejemplo, todo sería más fácil para el
desarrollo y armonía de la sociedad; ya que ellos son nuestros representantes.

La doctrina social de la Iglesia quiere que reconozcamos y respetemos estos derechos inherentes a la
persona humana, tratando de evitar su violación. Esta nos habla de la importancia del valor de la
dignidad humana, para lograr la armonía dentro de la convivencia social.

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