Nota del autor: Este artículo debido a su extensión fue dividido en dos partes, a ser
publicados uno semanalmente. A continuación la Parte 1:
Antes de comenzar a escribir este artículo debo pedirles disculpas por lo crudo del
relato, porque como siempre hago, baso mis escritos de la ley de la atracción en mis
propias experiencias y en ésta en particular es importante no ocultarles ningún hecho,
porque por medio de ellos podrán irse dando cuenta de como me apareció ese
sentimiento inicial de impotencia y como este fue creciendo con el correr de los días.
Y también les pido permiso por el lenguaje vulgar que en este caso voy a utilizar en
varias partes del artículo, ya que si bien un mismo concepto se puede trasmitir usando
un lenguaje rico en palabras, en el caso de los sentimientos y emociones hay veces que
las palabras que mejor los describen son las que van a leer a continuación y que por
medio de ellas puedo lograr que ustedes perciban lo que yo sentí en ese momento,
porque por otra parte, todos los seres humanos o la gran mayoría por lo menos, usamos
este mismo lenguaje para cuando estamos en situaciones semejantes.
Todo comenzó hace unos meses atrás, luego de tener mi primer auto 0 KM, el siguiente
objetivo de nuestra familia era tener un perro cachorro, de raza y que llegase por medio
de un regalo de alguien, porque pagando cualquiera lo consigue y por otra parte
sabíamos que si teníamos Fé nada tenía que ser imposible.
El hecho de no pagar por este perro, no era por no querer gastar dinero en ello, sino
porque en lo personal no me sentía bien con pagar para darle cariño a un animal; y no
confundan lo que dije, porque no digo que este mal pagar por un perro, sólo que mis
sentimientos no me lo permiten, por lo menos hoy día.
Y así fue que como no quería pagar, no era fácil que apareciera un perro de raza gratis
así no más (la gran mayoría se venden); y estuvimos apunto de rendirnos. Sin embargo
me dije, deseo un perro de raza gratis después de que volvamos de las vacaciones de
invierno e insistiré con ello.
Y a las tres semanas de volver de mis vacaciones apareció y vean con que
“coincidencia” el Universo me informó de que esto ocurriría:
Por medio del marido de una compañera de trabajo de mi esposa, éste que tiene a su vez
un amigo en el campo, consiguió que le regalará una cachorrita de Boder Collie y ni
bien lo supo la llamo a mi esposa para informarle de la buena nueva y que la traería
cuando fuera al campo ese fin de semana siguiente.
Cuando este amigo estaba cortando con mi esposa (hablando por celular), lo hacia
mientras estaba caminando por una calle lejos tanto de mi casa, de la suya, como de mi
trabajo. ¿Porqué hago esta aclaración?, porque no era frecuente que él estuviera
caminando por ahí, y lo “sorprendente” de ello es que cuando corta el teléfono, pasa por
una fiambrería y golpea el vidrio para llamar la atención de quien estaba ya saliendo de
la caja luego de realizar su compra. Esta persona que salía “justo” en ese instante era yo.
Cerca del mediodía la perrita por primera vez vomita. Nos acercamos y vemos que con
la saliva había una especie de lombriz; luego aprenderíamos que se llaman Ascaris y
que son parásitos que crecen dentro del animal hasta trasformarse en gusanos adultos de
entre 5 a 10 cm de largo, que son expulsados en parte por las heces o por medio de los
vómitos.
Para no hacer el relato tan largo simplificaré lo que sucedió desde el lunes 23 que la
llevamos por primera vez a la clínica veterinaria, hasta lo que pasó la noche del 25 de
agosto:
Cuando nos trajeron a esta cachorrita era redondita por lo gorda que estaba, ya que al
ser el último cachorro en destetar había tomado bastante leche de la madre.
Sin embargo desde el domingo al mediodía iban a pasar tres días seguidos que no
comería ni tomaría agua, por lo cual había bajado de peso y perdido el ánimo por
completo, ya no jugaba, ya no movía la cola.
Ese 25 de agosto iba a ser el segundo día que había quedado internada para hidratarse
mediante el suero que le inyectaban en una de sus patitas, además del antiparasitario que
le daban en varias dosis para que no lo vomitara (en total iban a ser tres días de
internación diurnas, ya que a la noche nos la llevábamos a casa hasta el otro día).
La perrita había empezado con vómitos y luego seguiría además con diarreas, en la
mayoría de los casos expulsando también esos malditos Ascaris. La noche del 25 tendría
durante esa madrugada 5 diarreas en total y otros tantos vómitos.
Ya eran cerca de las diez de la noche del 25 de agosto y yo veía como mi perrita se
estaba muriendo, la muerte ya la tenía colgando entre sus fauces, solo faltaba que se la
tragase.
Todo ese día yo me había estando preguntando ¿Para qué mierda Dios me manda a una
perrita si después me la va a sacar? ¿Cuál es el objetivo? ¿Esto me tiene que dejar una
enseñanza muy valiosa, sino qué sentido tiene?. Porque para hacerme sufrir, no es
necesario esto, lo puede hacer de muchas maneras más simples, incluso si se moría
nuestra familia lo sufriría unos días y después seguiríamos adelante; entonces yo me
decía ¿Qué es lo que no puedo ver en todo esto?.
Entre otras cosas yo me había propuesto que esa noche la perrita tendría que tener un
nombre, que por la falta de acuerdo entre toda la familia seguíamos sin saber como
llamarla.
Yo sabía que si quería que viviera tenía que ponerle esa noche sin falta un nombre,
incluso durante el día había tenido (lo que hace el Ego para hacernos sucumbir)
pensamientos negativos sobre cómo y cuándo debía preguntarle al Dr. en qué momento
debíamos sacrificar a la perrita para que no siguiera sufriendo. Y en relación a esto
también me venían pensamientos que me decían, para qué le vas a poner nombre si ya
se va a morir.
Resumiendo, el Universo eligió Aika, que era en particular el que yo deseaba, porque en
Japonés significa “luz”. Y la luz en la Biblia representa la conexión con el Paraíso, es la
señal de haber llegado, es el Subconsciente o como yo lo llamo, el Espíritu Santo, que
intercede ante la Inteligencia Suprema.
Y yo me decía que ese nombre ayudaría a mi perra a conectarse con esa “fuerza
especial” que todo lo puede.
Esto no quiere decir que porque todos le pongan dicho nombre a alguien las cosas vayan
a irle mejor, sino que dicho significado, más la afirmación que yo me hice sobre ello
influyo de alguna forma.
Es más, yo me decía que el llamarse Aika (luz) le permitiría a mi perra conectarse con
ese “Ser Superior”; sin embargo quién se conectaría esa noche sería yo.
Porque yo sabía que era fácil, pero sin embargo no podía hacer llegar todavía esa
comprensión a mi mente. Y ahí volví a dirigirme a Dios preguntándole (mientras estaba
de cuclillas frente a mi perra), no en forma inquisidora sino como el alumno que le
pregunta a su maestro en forma ingenua y humilde:
¿Dime por favor cómo mierda se hace, qué estoy haciendo mal, qué es lo que me estoy
olvidando de hacer?
Pedazo de idiota hace más de un año que te lo estoy diciendo, hace meses que te estoy
mandando mensajes continuamente por medio de los autores que estas leyendo, tenes la
información adelante tuya, la tenés en tus manos y no la ves (aclaro que los insultos que
digo están dirigidos exclusivamente a mi persona).
Y esa noche cuando me fui a dormir (que es cuando todos los autores dicen que al poner
la mente consciente a descansar la otra mente, la subconsciente, empieza a escuchar y
hablarnos en esos instantes en que estamos entre despiertos y dormidos), ni bien apoye
la cabeza en la almohada sucedió, el rompecabezas empezó a armarse en mi mente solo,
como si las piezas se acomodasen atraídas por una fuerza invisible.
Esa información que estaba necesitando, que estaba pidiendo, vino a mí por medio de
recuerdos y relacionar palabras y párrafos que estaban perdidos en mi mente, de miles
de páginas que había leído en todos estos meses de decenas de distintos autores que
tratan sobre la ley de la atracción, pero principalmente de ese “libro”.
Nota del autor: Este artículo por su extensión continuará la próxima semana.............
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Desde Mar del Plata, Argentina, hacia todo el mundo, Walter Daniel Genga.