Hitler
El nazismo
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Mussolini y Hitler
En mayo de 1940, Hitler lanzó una tercera ofensiva, esta vez contra
Francia, que resultaría en una victoria tan aplastante como las de Polonia
y Escandinavia: bastó poco más de un mes para que toda Francia quedase
bajo el control efectivo de Alemania. Convencidos de que, al igual que en
la Primera Guerra Mundial, el conflicto iba a dirimirse en las trincheras,
los generales franceses habían reforzado las fronteras (Línea Maginot),
pero descuidaron la región de las Ardenas, considerando que sus bosques
y montañas eran intransitables para las unidades blindadas del Reich.
Siguiendo el plan del general Erich von Manstein, el Estado Mayor escogió
precisamente las Ardenas como punto de paso hacia Francia. El 10 de
mayo de 1940, las fuerzas alemanas iniciaron los ataques sobre Holanda
y Bélgica, y cuatro días más tarde, el grueso del ejército alemán caía sobre
Francia desde las Ardenas, haciendo inútil la Línea Maginot. Con uso
masivo de divisiones de tanques (Panzer) y de unidades especializadas
como las de paracaidistas y la aviación (Luftwaffe), que destruían puntos
claves, las tropas alemanas se lanzaron sin impedimentos sobre el Canal
de la Mancha, dejando embolsadas las tropas británicas y francesas en la
zona de Dunkerque. Inexplicablemente, los alemanes detuvieron durante
su avance dos días, dando tiempo a que franceses e ingleses pudiesen
completar, el 4 de junio de 1940, el reembarco de sus efectivos (más de
trescientos mil soldados) hacia Gran Bretaña.
Hitler en París, pocos días después de la ocupación (23 de junio de 1940)
Como aliado de Alemania e Italia, países con los que había sellado el Pacto
Tripartito de 1940, Japón había comenzado a ocupar algunas colonias
británicas, francesas y holandesas del Asia Oriental con la ayuda, en
muchos casos, de los nacionalistas nativos. El expansionismo del
militarista Imperio japonés chocaba con los intereses de los
norteamericanos, que bloquearon las exportaciones de petróleo y acero y
congelaron los activos japoneses en el país, entre otras sanciones
económicas.
La intervención de Estados Unidos parecía inminente, pero Japón se
anticipó con un ataque por sorpresa cuyo objetivo era obtener una
inmediata superioridad naval: sin previa declaración de guerra, la aviación
nipona bombardeó y hundió la mayor parte de la flota norteamericana
fondeada en la base de Pearl Harbour, en las islas Hawai (7 de diciembre
de 1941). Estados Unidos declaró la guerra a Japón y, poco después, a
Italia y Alemania; la Segunda Guerra Mundial ingresaba así
definitivamente en su fase de universalización.