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INTRODUCCIÓN PRENSA QUATRIENAL SHANZHAI

Martín Legón

Tuve la suerte de viajar a China este año. Aseverar que uno viajó y estuvo en China es complejo, sólo podés
desplazarte por lugares turísticos dentro de un plano que parecen diez continentes juntos. No hay casi
conexión posible desde el lenguaje salvo un par de acercamientos tecnológicos y la idea de salir del guión es
suicida.

Parece un lugar común decir que hace un poco más de diez años China despertó y entró a jugar un papel
determinante en la economía global. Pero es verdad en tanto producen lo que sea y a muy bajos costos. China
se abrió al comercio internacional pero sigue manteniendo un régimen Comunista en lo político. Al controlar
el Partido buena parte de la producción no existe la idea de un sindicato; los salarios son bajos, la mano de
obra excesiva. Estas variables, sumadas a la apertura comercial y al desarrollo industrial fuerte, convirtieron
al país en el receptor de un porcentaje altísimo de manufacturación para grandes marcas de todo el mundo.

Pero en el último tiempo esto fue cambiando. En el 2013, por ejemplo, un trabajador bien pago cobraba unos
320 dólares al año. Actualmente, en este corto período de tiempo, los salarios se triplicaron, y abruptamente
esa misma masa de personas cobra hoy la hora más que los promedios de todo el continente
hispanoamericano, incluyendo México, exceptuando Chile.

Quieren promover una nueva vorágine de grandes consumidores internamente después de haber atravesado
todo el siglo XX explotando arrozales. Una masa enorme de nuevos ciudadanos (unos 10 millones
aproximadamente) se incorporan cada año a una nueva clase media en un país que tiene un sexto de la
población mundial y el idioma más hablado del mundo. Realidad que no incluye a los nuevos mega millonarios
chinos, dueños de las nuevas fortunas más grandes del planeta.

Cuando viajé este año a China gracias a una Beca, fui a investigar un concepto que un amigo muy querido,
Miguel Angel Petrecca, me había comentado una vez allá por el 2006. Un fenómeno que cruza la cultura China
desde tiempo inmemorial. Este fenómeno se llama Shanzhai; Miguel es poeta y traductor de Chino, uno de
los pocos argentinos que habla a la perfección el idioma, vivió y estudió muchos años allá.

Al término Shanzhai se lo conoce actualmente porque Caja Negra publicó un librito del filósofo surcoreano
Byung Chul Han sobre el tema, la publicación salió justo en medio de mis investigaciones. Byung Chul Han
intenta mediante esfuerzos retóricos, un acercamiento al término para que podamos comprender mejor, en
tanto occidentales, lo arraigado de lo Shanzhai en la cultura china. No es solamente un sinónimo para
piratería, parodia, copia, simulacro, etc. Es algo más anárquico y constitutivo de un modo de ver la existencia.
Es una de las diez palabras que definen a China y lo Chino, por decirlo rápido y mal; y tiene más de mil años
inmersa en la cultura pero se renovó a partir de la reciente apertura comercial. Es un modo de ver el mundo
que se sigue adaptando a los vientos nuevos que corren.

Byung Chul Han comenta en el comienzo del libro que ya Hegel había hecho un análisis intenso de algunos
rasgos culturales de China. Decía por ejemplo que le sorprendía que nadie tomara a mal la mentira una vez
que se descubre, y que parecería que para los chinos no existe el honor, y que la palabra como contrato (a
diferencia extrema con los japoneses) no tiene valor alguno.
Supone que esto se debe a porque el Budismo tiene a La Nada como lo supremo y absoluto, como Dios
digamos, y que a su vez exige el menosprecio del individuo como máxima perfección. Hegel entiende que tras
esta negatividad y este vacío budista se esconde la nada nihilista. Esa nada nihilista se opone a cualquier Dios
representante de la verdad y la autenticidad.

El pensamiento chino no conoce la idea de ruina, no tiene acceso a esa noción. Y en este sentido es que no
existe la idea de original, puesto que la originalidad presupone un comienzo en un sentido estricto. El
pensamiento chino no se caracteriza por concebir la creación a partir de un principio absoluto sino por el
proceso continuo sin comienzo ni final. En ese sentido la forma de ver las cosas para un oriental resulta
siempre pragmática.

Para un chino, por ejemplo, un artista no es un creador sino un médium, alguien que transmite algo que existe
para traer cosas nuevas. Y es por tal que no entienden la idea de autoría. La concepción china del conocimiento
se distingue por completo de la idea occidental: Para nosotros la verdad o la veracidad remite a lo inmutable
y duradero. En China se sustituye la idea de ser por la idea de gravitar sobre una situación.

Para que se entienda lo que es tener semejante distancia, parece decirnos Byung Chul Han, hay que intentar
un par de experimentos. Por ejemplo, las imágenes de nuestros recuerdos no son reflejos invariables e
inalterables de una vivencia. Más bien son productos de una construcción compleja y están sometidas a
transformaciones constantes. Digamos, los recuerdos no son copias que se mantienen iguales a si mismas,
sino huellas que se cruzan y se superponen.

Se deconstruye toda idea de que algo puede ser original. Nada encarna una presencia y una identidad
invariable e inconfundible. No existe para los chinos nada acabado, cerrado, plegado sobre sí. No hay formas
definitivas. No existe la fijación esencialista, ni por ende la subjetividad artística. Para nosotros occidentales
es imposible pensar en esos términos porque desde Platón y la idea de los inmutables que estamos
relacionando la idea de la belleza, el bien, etc, con lo inmutable.

Para entender de nuevo la magnitud de tener otro modo de concebir la existencia, se propone otro ejemplo.
Pensemos desde nuestra perspectiva occidental lo siguiente: Cuando Rembrandt muere, se le atribuyen 711
obras de su autoría. Años más tarde se las cataloga como 630. Posteriormente se cierra ese número en 420,
pero en las últimas décadas, se barajó la posibilidad de que entre esas 420 sólo 300 hayan sido ejecutadas
únicamente por él. Byun Chul Han dice: párense ante una de esas 120 obras que no se pueden definir como
verdaderas, o atribuidas, por no decir no auténticas, y piensen que diferencia habría.

Para nosotros, las obras que pasaron de ser un Rembrandt original a ser otra cosa, pasaron también a dejar
de valer millones, a dejar de atraer turistas de todos los rincones del mundo, etc. Digamos, no vale más, y
quizás nadie en la ciudad se tomaría el tiempo para ir a verla.

Para alguien chino esto no tendría mayor importancia porque formaría parte de un proceso de continuidad,
de transformaciones silenciosas y de cambios. Pero no es que no exista el valor en la cultura. Esto hay que
aclararlo. En China el saber es fundamental. Los funcionarios Chinos desde las dinastías más remotas tienen
que ser literatos sin excepción alguna. En las pruebas para ser funcionario también tenían que escribir poemas
sobre temas propuestos en momento. La sensibilidad artística fue clave en ese sentido para todo gobernante,
de hecho la dinastía Song introdujo la pintura como parte de los exámenes. Y durante la Revolución Cultural,
por ejemplo, los únicos poemas publicables eran los de Mao.

Esta introducción tan intensa es la que hace Byun Chun Hal para poder hablar del término Shanzhai hoy. En
un mundo capitalista, este modo de ver la existencia, la propiedad, el autor, etc tiene su correlato. Porque acá
hay que retomar la idea de que China, por sus bajos costos de mano de obra y sus materias primas produjo
casi todo lo que se manufacturó industrialmente en el mundo en los últimos 20 años. Hacen los teléfonos
celulares que usamos, las computadoras, las zapatillas, las perchas, herramientas, muebles, etc. No hay nada
que no diga la frase Origen China. Es una competencia desleal de algún modo que les fue funcional a todas las
partes.

Como no existe la idea de original, tampoco existe la idea de marca, patente, registro. Y los productos que se
manufacturan allá toman las ideas que llegan de algún lado y las transforman, apartándose sucesivamente
del original occidental, hasta mutar. Hacen primeras, segundas terceras cuartas quintas, infinitas marcas. Las
mutaciones varían y las calidades también, habiendo copias que incluso superan a las mejores marcas del
mercado porque agregan funciones nuevas al producto. El caso recordado es un celular Samsung que se lanzó
en Europa, pero la versión shanzhai China traía un detector de billetes falsos incorporado que fue furor entre
los turistas. Los diseños por ende no pueden atribuirse claramente a un sujeto artístico que pueda llegar a
declararse propietario o creador.

Cuando pensé en este término, en estudiarlo, lo hice porque sentía que era una alternativa viable a eso que
Agamben había establecido contundentemente como legado para las generaciones futuras: encontrar las
formas de profanar lo improfanable del capitalismo en tanto religión. Tuve la sensación de que en esos bordes
de agua había un margen para romper con una estructura cada vez más arraigada en nosotros y en la sociedad.
La pregunta que surgió entonces fue ¿Qué medios existen hoy para pensar, revisar y utilizar el valor de estas
ideas en el arte?.

Para tal fin proyectamos hace unos años una instalación en todo el museo. Una instalación es, como se sabe,
una forma de arte que surge en los 60; su característica fundacional consiste en incluir al espectador dentro
de la obra. Se lo sumerge volviéndolo parte activa de la misma. Esta Cuatrienal Shanzhai se piensa a sí misma
como una sola instalación que pudiera se recuperada en su forma cada cuatro años, dejando abierta su
solución de continuidad; una posta a ser retomada por cualquiera. Elegí que fueran cuatro los años porque
son los tiempos establecidos para el recambio en la vida política, cada cuatro años renovamos nuestras
autoridades y eso deja librado a que el proyecto siga vivo al margen de los gobiernos.

Sabemos que las Bienales, Trienales, Cuatrienales y Quinquenales, suscitan polémicas o debates teóricos
específicos por la renovación de las ideas que promueven convirtiendo a este tipo de exhibiciones en centros
de interés para pensar la actualidad. Sabemos también que suelen ser acontecimientos muy costosos, y es
por esto que pocos lugares pueden permitírselos. Cabe mencionar que la Ciudad de Córdoba albergó tres
Bienales importantes en la década del 60: las Bienales Americanas de Arte, también conocidas como las
Bienales IKA por el patrocinio de la empresa automotriz, siendo de las más antiguas y novedosas del
continente Americano. Este antecedente es lo que más me interesó al momento de pensar dónde podríamos
sembrar la semilla del proyecto.

En este caso, entonces, lo Shanzhai presta una estructura de pensamiento y resolución. La Q del título es
gratuita e intenta iniciar un modismo en su mutación. Permitirse esta Quatrienal es permitirse pensar al
margen del dinero. Este proyecto fue concebido originalmente para habitar todas las salas del Museo Genaro
Pérez. Lamentablemente no pudo ser llevado a cabo en su totalidad y se limita en esta edición a las Salas A, B
y C, cediendo una parte de su impronta y limitando su contenido. Esperemos la idea pueda captarse en este
modelo a escala y aplicarse con mejores resultados en ediciones futuras. Pablo Picasso, Andy Warhol, Hito
Steyerl, Carsten Holler, Horacio Coppola, Luis Seoane, Giusseppe Cappogrosi, son algunos de los nombres que
constituyen esta primera edición.

Ejemplos de los infinitos productos Shanzhai


Paris Shanzhai en las afueras de la ciudad de Hangzhou

Durante la construcción de la Paris Shanzhai


Logo de la Bienal de San Pablo

Modelo Adidas Art Basel no reconocido por ninguna de las dos compañías
Martín Legón // Museo Genaro Pérez // 2017

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