Teresa Rodríguez
Los sonidos, vocales o no, son un medio poderoso para equilibrar todo nuestro ser. Al
utilizar la voz practicamos también con la respiración, que es la fuerza de la vida, lo que
nos mantiene vivos. La respiración es el nexo que une al cuerpo físico con los
sentimientos y las emociones. Si se practica con consciencia es una vía de acceso al
espíritu, puesto que nos ayuda a encontrar la calma mental y el silencio interno que
necesitamos para seguir creciendo.
El factor físico
El cuerpo físico es la parte del ser donde la materia está más condensada. Lo llamamos
estructura porque es un armazón sólido, que se puede ver y tocar, que proporciona la
base, el apoyo y el punto de partida para comprender el entrenamiento con la energía
(Qigong).
El cuerpo nos proporciona los mecanismos físicos para que el sonido y su emisión sean
posibles. Aparte del aparato respiratorio es necesario prestar atención al diafragma como
el gran fuelle regulador de la respiración, que relaciona la cavidad del pecho con la del
vientre. Si el músculo tiene tensiones o bloqueos, no podemos llevar bien el aire a la
parte baja de los pulmones. Así el intercambio de oxígeno no se produce a niveles
óptimos y la sangre no puede renovarse todo lo necesario para nutrir bien a las células
del cuerpo, con lo que disponemos de menos energía vital. Las tensiones del diafragma
afectan también a las envolturas musculares de los órganos vitales que están ligadas a
él, repercuten sobre los órganos y alteran las emociones, resultando difícil calmar la
mente.
Entonces, atendiendo al nivel físico, es importante como trabajo previo a los sonidos
terapéuticos realizar ejercicios de respiraciones estáticas o dinámicas encaminados a
movilizar y relajar el diafragma. De este modo la comunicación entre la parte superior y
la inferior mejorará, aumentará nuestra capacidad pulmonar, podremos distender los
tejidos a niveles profundos y facilitaremos la calma mental. El paso siguiente es emitir
los sonidos varias veces en la posición de sentados, para “calentar” la voz y luego
abordarlos haciendo la forma.
El sonido
En esta práctica utilizamos la capacidad vibratoria del sonido de nuestra voz para tomar
contacto con nuestro interior, relajarnos y liberar los nudos tanto físicos como
emocionales que podamos tener. Cuando emitimos un sonido, esa vibración parte de
nuestro interior, lo cual nos influencia de una manera muy fuerte. Al recibir la vibración
de cualquier otro sonido también se produce un efecto que variará en cuanto a
intensidad y signo (positivo o negativo) dependiendo de la armonía y del volumen con
que se emita. El sonido llega hasta el cerebro para ser interpretado, pero a su vez ejerce
directamente su influjo en el ritmo y la actividad de nuestras células. Por ejemplo, un
sonido armonioso a un volumen adecuado nos ayuda a generar un estado de paz interior,
pero un nivel alto de ruido donde dormimos impedirá la disminución del ritmo de
actividad de las células. Esto evitará que nos relajemos y podamos descansar
profundamente. Como las células no llegan a regenerarse todo lo que deberían durante
el período de sueño, se va acentuando un desgaste de la fuerza vital cada vez mayor,
hasta el punto de levantarnos ya cansados.
El aliento vital
El sentido de aliento vital que voy a utilizar es el de alma como impulso que nos
infunde la vida y el desarrollo. Esto implica una idea de movimiento, cambio,
crecimiento y renovación continuos que aplicamos a todos los planos de la existencia.
Una vez mi profesor de medicina china me dijo que la respiración era como el aire que
penetra la superficie de un lago y lo mueve. Sin este movimiento el agua del lago se
estancaría y nada podría vivir en él. Nosotros, formados por un 70% de agua,
representamos el lago, y el aire que nos mueve es el aliento, cuya fuerza vital pone en
marcha los mecanismos necesarios para asegurar la nutrición y el buen funcionamiento
corporal, es decir, para que el agua del lago no se estanque. La fotografía de Alexander
Lauterwasser muestra cómo el sonido traza patrones de movimientos sobre una gota de
agua vista por el microscopio. Sonido es movimiento, movimiento es sonido. Como ha
demostrado científicamente el Dr. Masaru Emoto, ambos repercuten en el estado de
nuestras aguas internas.
Puesto que el aliento es movimiento, marca una pauta. Estamos animados por millones
de ritmos diferentes. Somos como una gran orquesta, donde el ritmo de cada
instrumento está al servicio de su sección (cuerda, viento, etc.) y a su vez cada sección
está al servicio de toda la orquesta. Según las teorías de la osteopatía, si nos ponemos a
escuchar este ritmo podemos averiguar cuál es su pauta, seguirla y corregirla si algo no
funciona bien.
La respiración también influye en el ritmo de los latidos del corazón y por extensión, en
el de todo el cuerpo. Calmando la respiración, alargándola sin forzarla, dejándola que
llegue a todos nuestros rincones, podremos inducir un estado de relajación profunda
desde el que es posible abrir la puerta que conduce hacia el espíritu.
LOS SONIDOS VOCALES Y SUS CORRESPONDENCIAS
EL SONIDO “A”
Movimiento Madera.
En el plano físico, actúa sobre el sistema del hígado y la vesícula biliar. En la
personalidad, trabaja sobre la creatividad, la intrepidez, la visión, la capacidad de
organización y la toma de decisiones. En la psique representa ir más allá de los sentidos
físicos y desarrollar la intuición. En el plano espiritual, este sonido nos ayuda a
despertar y nos proporciona una orientación.
EL SONIDO “E”
Movimiento Metal.
En el plano físico, actúa sobre el sistema de los pulmones y el intestino grueso. En la
personalidad trabaja sobre las capacidades internas de discernimiento, equilibrio,
justicia y desapego, ayudando a desarrollar la habilidad de saber el momento justo de la
acción. En la psique representa el equilibrio entre los sentidos físicos y psíquicos. En el
plano espiritual se tienen percepciones pero se conservan los pies en la tierra.
EL SONIDO “I”
Movimiento Fuego.
En el plano físico actúa sobre el sistema del corazón, intestino delgado, pericardio y
triple calentador. En la personalidad trabaja sobre el amor, la expresividad, el altruismo,
la alegría, la fe. En el plano psíquico representa el desarrollo de las capacidades
superiores del hombre, que lo unifican con todos los seres, de la fuerza que uno tiene
para trascender, para actuar más allá de todo condicionamiento, respondiendo al
espíritu, al corazón. En el plano espiritual ayuda a la apertura del corazón y los centros
superiores, y a la fusión con las fuerzas del universo.
EL SONIDO “O”
Movimiento Agua.
En el plano físico actúa sobre el sistema del riñón y la vejiga. En la personalidad trabaja
sobre la valentía, el coraje, la fuerza de voluntad y la capacidad creativa. En la psique
representa el conocimiento del conjunto de las memorias físicas y psíquicas. Es la
energía vital, sexual, que se hace consciente y se propulsa a través del Canal Central
hacia el cerebro. En el plano espiritual representa la sublimación de los instintos.
EL SONIDO “U”
Movimiento Tierra.
En el plano físico actúa sobre el sistema del bazo/páncreas y el estómago. En la
personalidad, actúa sobre la serenidad, la búsqueda de nutrición, la compasión, la
empatía y el sentido del humor. En el plano psíquico potencia la claridad de
pensamiento y el poder de enraizamiento. En el plano espiritual, representa las
capacidades y sentidos físicos. Es la encarnación del verbo, nuestra carne.
Al inspirar se toma poca cantidad de aire al tiempo que se ahueca ligeramente la zona
lumbar, para dejar que el aire llegue hasta ella y la redondee. Al emitir el sonido se
siente cómo el diafragma desciende y se activan sus pilares en la zona lumbar. El sonido
debe salir sin forzarlo, desde la zona de los riñones y el bajo vientre. Se dosifica
suavemente.
TRABAJO SENTADOS
Nos sentamos en el suelo con las piernas cruzadas y la espalda recta, las manos
relajadas en la posición que mejor nos permita estar inmóviles el mayor tiempo posible.
Si estamos sentados en una silla, nos situaremos hacia el borde, con la espalda
despegada del respaldo, y las rodillas y pies paralelos, separados a la anchura de las
caderas. Llevamos la consciencia a relajarnos en la postura y aquietar la mente.
Sentimos nuestro peso corporal y las superficies que contactan el suelo y el asiento de la
silla si hemos elegido practicar ahí. La secuencia de sonidos se trabaja de la siguiente
manera:
Se inspira antes de cada serie de sonidos. La primera serie es AIE. Se toma aire y luego
se emite la segunda, OU. Para OU, retener el diafragma en la O y soltarlo en la U. La U
es el sonido de la tierra y debería trabajarse con mucha relajación.
Sonido A
Las manos suben juntas por el eje central y al acabar la emisión del sonido están en la
cima de la cabeza en la posición de la flor del loto (unidas por el pulgar y meñique, y el
canto externo e interno de la mano. El resto de los dedos se abre como los pétalos de
una flor). Hacemos una respiración natural y colocamos las palmas hacia fuera,
formando un triángulo con la unión de los índices y los pulgares.
Sonido E
Abrimos los brazos hasta que se quedan en cruz, redondeados, como si sujetásemos un
gran balón. Las palmas miran hacia fuera. El pulgar apunta hacia arriba. Hacemos una
respiración natural.
Sonido I
Cerramos los brazos hasta la posición de abrazar el árbol. Al acabar la emisión del
sonido, las manos se unen por los meñiques frente a la línea central del cuerpo, con las
palmas hacia arriba, pero sin pegarse al cuerpo. Respiración natural.
Sonido O
Mientras se emite el sonido aproximamos las manos hacia la línea media del cuerpo y
luego las vamos deslizando en línea recta hacia los costados, con los dedos meñiques
casi en contacto con el cuerpo. Los dedos quedan enfrentados y las palmas siguen hacia
arriba. La altura de las manos corresponde con los riñones. Al acabar el sonido, las
palmas girarán hacia el suelo con los pulgares a la altura de Da Bao (6º espacio
intercostal). La zona entre pulgar e índice o fauces del tigre, está en contacto con los
costados.
Sonido U
Los brazos descienden un poco en esta posición y se deslizan hacia delante, como si
avanzasen por un tablero.
Enlace con el punto de partida: las manos, con las palmas hacia el suelo, trazan un
semicírculo hacia el exterior y luego giran, pasando por Daimai hasta unirse en la línea
media del cuerpo en posición de plegaria.