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Doctrina bíblica

básica
Estudios para los creyentes nuevos

icef
Iglesia Cristiana
de Edificacion Familiar
Estudio 1

¿Qué es ser cristiano?


I. Lo que no es ser cristiano
A. Simplemente ser del género humano
B. Pertenecer a una iglesia o familia cristiana
(El nacer en un garage no nos hace automóviles.)
C. Tratar de imitar a Cristo.

II. Lo que sí es ser cristiano


A. Tener a Cristo como Salvador (personal, único, suficien-
te). «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios
y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Timoteo 2:5).
B. Creer que Cristo sufrió y murió para pagar por nuestros
pecados. «Porque también Cristo padeció una sola vez por
los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios,
siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en
espíritu» (1 Pedro 3:18).

III. El único requisito para ser cristiano


A. La fe sola en Su sacrificio vicario, no sólo en Su histori-
cidad.
1. La fe sin obras. «Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios
2:8, 9).
2. La fe sin dinero. «…fuisteis rescatados de vuestra vana
manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres,
no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha
y sin contaminación» (1 Pedro 1:18, 19).
B. La fe auténtica en Jesucristo viene acompañada de:
1. El arrepentimiento por haber pecado.
2. El amor y la gratitud a Dios.
3. La seguridad de salvación.
4. El deseo de obedecerle.
5. La regeneración. «De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas
son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).
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Estudio 2

Los beneficios que recibo


al ser cristiano
I. Recibo el perdón de los pecados.
A. Absolutamente de todos mis pecados. «…si andamos en
luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros,
y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado»
(1 Juan 1:7). «De éste dan testimonio todos los profetas, que
todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados
por su nombre» (Hechos 10:43). «Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).
B. No habrá para mí ninguna condenación. «Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,
los que no andan conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu» (Romanos 8:1).
C. Ya disfruto de la paz con Dios. «Justificados, pues, por
la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo» (Romanos 5:1).

II. Recibo la vida eterna.


A. «Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el
nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios»
(1 Juan 5:13). La vida eterna la tengo ya, y mi alma, la cual es
santificada completamente, pasará de inmediato a la gloria
cuando muero. En la resurrección, mi cuerpo será levantado, si
está en el sepulcro, y glorificado, y seguiré viviendo con Cristo
eternamente. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).
B. La vida eterna es Cristo, y Cristo está en mí. «Y este es
el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida
está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no
tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Juan 5:11, 12). «Le
dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en
mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11:25).
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III. Recibo al Espíritu Santo. «En él también vosotros, habiendo
oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa» (Efesios 1:13).
A. Por el Espíritu soy santificado y justificado. «Mas por
él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho
por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención»
(1 Corintios 1:30).
B. El Espíritu me guía, me consuela y me da dones
(1 Corintios 12 y 14).

IV. Recibo la protección divina para toda la vida.


A. Soy guardado en Su poder. «…sois guardados por el
poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que
está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero»
(1 Pedro 1:5).
B. Todas las cosas me ayudan a bien. «Y sabemos que a los
que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es,
a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos
8:28).
C. Mis oraciones están oídas. «No me eligisteis vosotros
a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para
que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para
que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo
dé» (Juan 15:16).

El ser cristiano me trae muchos beneficios, además de los ya men-


cionados, y los voy descubriendo conforme me adentro en la expe-
riencia de vivir la voluntad de Cristo.

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Estudio 3

El bautismo
I. Su importancia
A. El bautismo es importante por el simple hecho de que
Cristo lo ordenó.
B. El bautismo es importante porque Cristo lo hizo un
requisito previo para la membresía de una iglesia y es el acto
inicial de una vida de servicio cristiano.
C. El bautismo es importante conforme a las Escrituras
porque debe preceder al acceso a la mesa del Señor.

II. El acto
A. La inmersión es el acto requerido para llenar los requi-
sitos del bautismo. Nuestra palabra en español «bautizar»
es una transliteración del griego «baptizo». Ahora significa y
siempre ha significado: «meter», «zambullir» o «sumergir».
B. El bautismo bíblico es la inmersión en el agua al creyente
en Cristo en el nombre, o por la autoridad, del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, por una iglesia bíblica, la cual es Su
único agente autorizado para administrarlo.

III. El propósito (¿Cuál es el designio o propósito del bautismo?)


A. Note primero algunos argumentos negativos.
1. No es para lograr la remisión de los pecados pasados.
Cristo no propuso dos caminos por los cuales pudiera ser
alcanzada esa bendición ni es la bendición en el Nuevo
Testamento diferente de la del Antiguo Testamento. Como
prueba ofrecemos la declaración del apóstol Pedro: «De
éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que
en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nom-
bre» (Hechos 10:43).
2. El bautismo no quita nuestros pecados, sino en forma
figurada. Juan dijo que «…la sangre de Jesucristo su Hijo
nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7).
3. Uno no es regenerado en el acto del bautismo. Jesucristo
le dijo a Nicodemo: «De cierto, de cierto te digo, que el
que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios»
(Juan 3:3).
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4. Uno no es hecho hijo de Dios en o por el bautismo.
«…todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús»
(Gálatas 3:26). Al ser bautizado uno «se viste» o imita a
Cristo, pero realmente no entra a Él por el bautismo.
5. El bautismo no es ni un medio ni un sacramento por el
cual uno tiene acceso a Cristo y Su gracia. «Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes,
y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Ro-
manos 5:1, 2). Unos preguntan: «¿Para qué ser bautizados
si no ocasiona la salvación?» Parece que algunos están
interesados en hacer sólo aquello que es necesario para
ser excluidos del fuego abrasador del infierno; no están
interesados al rendir toda clase de obediencia amorosa a
Dios por Sus maravillosas bendiciones de gracia.
B. Note algunos argumentos positivos.
1. El bautismo es un acto de amorosa obediencia al
mandato de Cristo. En vez de ser un acto que procure la
salvación, es un acto por el cual uno manifiesta su amor en
obediencia a Su divino mandato. Cuando uno, por medio
del amor de Cristo, está libre del poder y la esclavitud del
pecado, hay un deseo de rendir una amorosa obediencia.
Ese es el modo que uno manifiesta su amor a Cristo.
2. El bautismo es un acto de confesión pública de la fe
de uno en Cristo. Es una profesión de la fe de uno en la
muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Es una
profesión de la fe de uno en que por esos hechos su salva-
ción fue lograda. Es una manifestación de la amistad con
Cristo, mostrando la buena voluntad de hacer lo que Él ha
mandado. El bautismo es una ordenanza declarativa y no
procurativa. No sólo profesa la fe de uno en la resurrec-
ción de Cristo, sino que también es su profesión de fe de
que Cristo lo levantará de la muerte. Significa, por tanto,
la completa redención de los discípulos de Jesús.
3. El obedecer a Cristo en el bautismo es honrarle. El
creyente honra a Cristo, no por sus palabras y profesiones de
labios, sino por su obediencia a Sus mandatos. «Hipócritas,
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bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo
de labios me honra;/ Mas su corazón está lejos de mí»
(Mateo 15:7, 8). Si uno desea honrar a Cristo, hay que rendir
obediencia a Sus mandatos.
4. El obedecer a Cristo en el bautismo es asegurar bendi-
ciones especiales. «…Si alguno me sirviere, mi Padre le
honrará» (Juan 12:26). «…El que me ama, mi palabra guar-
dará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada con él» (Juan 14:23). «Vosotros sois mis amigos,
si hacéis lo que yo os mando» (Juan 15:14). «…Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te
pondré; entra en el gozo de tu señor» (Mateo 25:21).
5. Por el bautismo, un creyente está capacitado para ser
miembro de una iglesia local. Los más antiguos artículos de
fe que conocemos poco más o menos son los que fueron
publicados en el año 1120. Después de manifestar en el
séptimo artículo que consideraban el bautismo como una
señal externa de un acto interno, añadieron: «Y por esta
ordenanza somos recibidos en la santa congregación del
pueblo de Dios». El día de pentecostés, como 3.000 fueron
añadidos a la iglesia, después de su bautismo. «Así que, los
que recibieron su palabra fueron bautizados; y se aña-
dieron aquel día como tres mil personas» (Hechos 2:41).
Pablo dijo: «Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados
en un cuerpo…» (1 Corintios 12:13). En el versículo 27 del
mismo capítulo, dijo: «Vosotros, pues, sois el cuerpo de
Cristo, y miembros cada uno en particular».

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Estudio 4

Cómo orar
I. ¿Qué es la oración?
A. «Es un acto por el cual manifestamos a Dios, en nombre
de Cristo, nuestros deseos de obtener aquello que sea con-
forme a su voluntad, confesando al mismo tiempo nuestros
pecados y reconociendo con gratitud Sus beneficios.»
B. Es un acto como oír, pensar, comer, etc. Orar es hablar
con Dios en pensamiento o en palabra. Como ejemplo tene-
mos la oración de Cristo en Mateo 6:9-13.

II. El contenido de la oración


A. Debemos pedir por nuestras necesidades. «Y todo lo que
pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre
sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre,
yo lo haré» (Juan 14:13, 14).
B. Debemos confesar nuestros pecados. «Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).
C. Debemos agradecer Sus beneficios. «Y todo lo que ha-
céis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre
del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de
él» (Colosenses 3:17).
D. Debemos alabarle. «Bendice, alma mía, a Jehová,/ Y
bendiga todo mi ser su santo nombre./ Bendice, alma mía,
a Jehová,/ Y no olvides ninguno de sus beneficios» (Salmo
103:1, 2).

(Todas estas cosas no deben incluirse necesariamente en una sola


oración. Algunas veces la oración será únicamente para pedir, otras
veces sólo para agradecer o alabar.)

III. Los requisitos de la oración


A. Orar en el nombre de Cristo porque
1. Únicamente por Sus méritos tenemos entrada al
Padre. «Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6).
2. Así lo ordenó el Señor. «…para que todo lo que pidie-
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reis al Padre en mi nombre, él os lo dé» (Juan 15:16). «En
aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os
digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os
lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre;
pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido»
(Juan 16:23, 24).
B. Orar en cualquier postura: de pie, de rodillas, recos-
tados, etc. (Daniel 6:10; Lucas 22:41; Juan 6:11).
C. Orar siempre y no desmayar. «También les refirió Je-
sús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no
desmayar» (Lucas 18:1). El cristiano necesita mantenerse en
comunión constante con Dios para estar lejos del pecado y
para vivir bajo la influencia y la dirección del Espíritu Santo.
Por eso Pablo dijo: «Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:
17).

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Estudio 5

El contacto diario con Dios


I. Cómo hacerlo personalmente
A. Leyendo la Biblia a solas cada día
1. Al leer la Biblia, Dios influye vida en nosotros por el
Espíritu Santo. «desead, como niños recién nacidos, la
leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis
para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del
Señor» (1 Pedro 2:2, 3).
2. La cantidad de lectura y el orden a seguir son asuntos
de elección y método personal. (En el estudio número ocho
le sugeriremos algunas cosas.)
B. Meditando en la Palabra leída y aplicándola a nuestra
vida personal. «En tus mandamientos meditaré;/ Consideraré
tus caminos./ Me regocijaré en tus estatutos;/ No me olvi-
daré de tus palabras» (Salmo 119:15, 16). Busquemos cosas
prácticas, ideales para cada día.
C. Orando al Señor.
1. Orando al despertar, antes de los alimentos, al acostarse
y en otros tiempos que nosotros mismos señalemos. «…orar
siempre, y no desmayar» (Lucas 18:1b).
2. Hay que orar para mantenernos fuertes y crecer en el
Señor.

II. Cómo hacerlo familiarmente


A. Estableciendo el culto familiar
1. El culto familiar es un culto íntimo donde la familia re-
unida adora a Dios cada día, aprendiendo de su Palabra y
Persona. «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán
sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás
de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y
al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una
señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos;
y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas»
(Deuteronomio 6:6-9).
2. Toda la familia necesita participar. Por eso, los elemen-
tos de la adoración deben ser adecuados para todos en
casa.
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B. El culto familiar se realiza
1. Leyendo juntos un pasaje bíblico o alguna lectura de-
vocional de ayuda espiritual.
2. Comentando lo leído y sacando de ello un provecho
para todos.
3. Orando juntos para agradecer lo que Dios ha hecho
por la familia y pidiendo por las necesidades de cada per-
sona.
4. Cantando coros e himnos al Señor.

Josué nos dejó ejemplo al decidir: «…yo y mi casa serviremos a


Jehová» (Josué 24:15).

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Estudio 6

Pruebas de la inspiración
divina de la Biblia
I. Su universalidad
A. La Biblia se adapta a todas las gentes del universo,
aun cuando de un punto a otro de la tierra cambian de idio-
sincracía, costumbres y pensamientos. Es útil y práctica a
todos los carácteres: al anciano, al joven, al niño, al militar,
al gobernante, al maestro, al campesino, al rico, al pobre, al
artista, al obrero, etc.
B. La Biblia se adapta a todos los siglos. Cada época deja
sus huellas sobre la personalidad de las gentes, y las civiliza-
ciones prosperan y caen, pero la Biblia tiene un mensaje muy
apropiado para todas las épocas.

II. Su veracidad
A. La Biblia en gran parte es la historia del pueblo de
Israel y otros pueblos y, siempre que sus hechos tienen re-
ferencia a la historia secular, resulta ser veraz lo que dice,
ya sea sobre Jerusalén, Cristo, Nerón, Noé, Atenas, etc. Por
ejemplo:
1. Los chinos, los egipcios, los griegos, etc. narran en su
historia sobre un día muy largo en tiempos de Josué, quien
detuvo el sol. (Véase Josué 10:1-14.)
2. Las caballerizas de 1 Reyes 4:26 se comprobaron al
hallarse muchos pilares de piedras rectangulares, pisos
cacarizos, acueductos; en todo esto la Biblia tenía razón.
3. La redondez de la tierra se menciona en Isaías 40:22.
B. Los desacuerdos existen cuando se aceptan las hipótesis
por ciencia. La ciencia es lo ya comprobado. Por ejemplo:
Que el hombre desciende del mono no es ciencia, es sólo
una teoría, y en eso hay desacuerdo con la Biblia. Algún día
la ciencia estará de acuerdo con la Biblia en que el hombre
fue hecho directamente de la mano de Dios.

III. Su unidad en la diversidad


A. Fue escrita por diferentes personas: como 40.
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B. Fue escrita en diferentes épocas: en un período de 1.500
años.
C. Fue escrita en distintas lenguas: hebreo, griego y ara-
meo.
D. Fue escrita en diversos lugares: Arabia, Babilonia, Gre-
cia, Palestina, etc.
E. Fue escrita por hombres de diferentes culturas: Moisés, Pedro,
Amós, Pablo, etc.
F. Sin embargo, en sus 66 libros hay una perfecta unidad de
pensamientos y propósitos. En ninguna ciencia o religión se
puede sostener que 40 hombres, aun siendo de la misma
época y ciudad, escriban sobre un mismo tema sin caer en
muchas contradicciones. Ni los periódicos están de acuerdo
al informar lo que ocurrió apenas el día de ayer.
G. Todos los escritores de la Biblia están de acuerdo en
cuanto a la corrupción total del hombre, la redención del
Mesías, la salvación por la fe, la Trinidad, etc.

IV. Su moralidad
A. La Biblia es un libro de moralidad. Los preceptos de
la Biblia son perfectos, sus mandamientos son justos, sus
consejos son santos, ya sea los Diez Mandamientos en el
Antiguo Testamento o el Sermón del Monte en el Nuevo
Testamento o la parte práctica de las epístolas. Hasta el
momento, nadie ha refutado su contenido ético, sino los
escritos bíblicos han servido de base para los códigos en
todas partes del mundo.
B. Todos los libros son «corregidos y aumentados» pero la
Biblia no, pues sus preceptos son inmejorables. Jesucristo dijo:
«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»
(Lucas 21:33).

V. Su perpetuidad
A. Es el libro más perseguido de todos los tiempos y, sin
embargo, cada vez el más vendido. Es el campeón de los
favoritos.
1. Los primeros cristianos en muchos lugares no podían
leer ni enseñar la Biblia.
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2. La larga edad media se distinguió por esconder la Bi-
blia. Muchos Papas prohibieron su lectura. La gente fue
martirizada y llevada a la hoguera por ello.
B. Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán, Juan Calvino
al francés, Casiodoro de Reina al español y Guillermo Tyndale
al inglés. Todos fueron perseguidos, y Tyndale fue matado
en la hoguera. Sin embargo, hoy hay más Biblias que nunca.
Millones de Biblias salen de las imprentas cada año.

VI. Su poder transformador


A. La gente que lee la Biblia experimenta cambios favora-
bles en su carácter y en su conducta.
B. La Biblia es fuego, martillo, espada, agua regeneradora,
potencia de Dios, etc. «¿No es mi palabra como fuego, dice
Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?» (Jeremías
23:29). «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir
el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:
12). «siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre» (1 Pedro 1:23). «Porque no me avergüenzo del
evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego»
(Romanos 1:16). «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir
en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:
16, 17). Cada cristiano es una prueba de esto, pues el Espíritu
Santo regenera a los hombres por mediación de Su Palabra.

VII. El cumplimiento exacto de sus profecías


A. Muchas profecías del Antiguo Testamento se cumplieron
antes de Jesucristo. Veintiocho profecías se cumplieron en el
nacimiento de Cristo y 150 en la última semana de Su vida.
Isaías 53 describe los sufrimientos del Mesías 750 años antes
de Cristo. Daniel habló de los reinos de Babilonia, Media y
Persa, Macedonia y Roma, sus glorias y sus caídas.
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B. Hoy día, muchas profecías del Nuevo Testamento ya
se han cumplido y otras se están cumpliendo, como las de
Mateo 24. El capítulo habla de guerras, terremotos, manchas
en el sol, falsos «Cristos», persecuciones, multiplicación de
la maldad, etc.

¡Lea la Biblia diariamente!

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Estudio 7

Los libros de la Biblia


(cuadro sinóptico)

La Biblia tiene 66 libros; 1189 capítulos; 31.173 versículos. Ha sido


traducida en más que 1.600 idiomas y dialectos.

El Antiguo Testamento tiene 39 libros


El Pentateuco (5)
1. Génesis 3. Levítico 5. Deuteronomio
2. Éxodo 4. Números

Los libros históricos (12)


6. Josué 10. II Samuel 14. II Crónicas
7. Jueces 11. I Reyes 15. Esdras
8. Rut 12. II Reyes 16. Nehemías
9. I Samuel 13. I Crónicas 17. Ester

Los libros poéticos (5)


18. Job 20. Proverbios 22. Cantares
19. Salmos 21. Eclesiastés

Los libros proféticos


Los profetas mayores (5)
23. Isaías 25. Lamentaciones 27. Daniel
24. Jeremías 26. Ezequiel

Los profetas menores (12)


28. Oseas 32. Jonás 36. Sofonías
29. Joel 33. Miqueas 37. Hageo
30. Amós 34. Nahum 38. Zacarías
31. Abdías 35. Habacuc 39. Malaquías

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El Nuevo Testamento tiene 27 libros
Los Evangelios (4)
1. Mateo 3. Lucas
2. Marcos 4. Juan

El libro histórico (1)


5. Hechos

Las epístolas
Las epístolas paulinas (14)
6. Romanos 13. 1 Tesalonicenses
7. 1 Corintios 14. 2 Tesalonicenses
8. 2 Corintios 15. 1 Timoteo
9. Gálatas 16. 2 Timoteo
10. Efesios 17. Tito
11. Filipenses 18. Filemón
12. Colosenses 19. Hebreos

Las epístolas generales (7)


20. Santiago 24. 2 Juan
21. 1 Pedro 25. 3 Juan
22. 2 Pedro 26. Judas
23. 1 Juan

El libro profético (1)


27. Apocalipsis

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Estudio 8

Cómo leer la Biblia con


provecho
I. Leámosla con constancia.
A. Dios recomienda leer la Palabra cada día. «y lo ten-
drá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para
que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas
las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por
obra» (Deuteronomio 17:19).
B. Quien no lea constantemente la Biblia, errará. «En-
tonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las
Escrituras y el poder de Dios» (Mateo 22:29). «casi en todas
sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cua-
les hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos
e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras,
para su propia perdición» (2 Pedro 3:16).
C. Leamos la Biblia completa cuando menos una vez cada
año.

II. Leámosla con oración.


A. Al orar, hablamos con Dios. Al leer la Biblia, Él nos
habla a nosotros. Pidamos a Dios: «Abre mis ojos, y miraré/
Las maravillas de tu ley» (Salmo 119:18).
B. Roguemos al Espíritu Santo que penetre hasta lo más
profundo de nuestro corazón con Su espada, que es la Palabra
de Dios. «Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del
Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efesios 6:17).

III. Leámosla buscando a Cristo y Su voluntad.


A. Cristo nos manda leer Su Palabra porque habla de Él.
«Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que
en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testi-
monio de mí» (Juan 5:39).
B. La Biblia entera está llena de personajes, incidentes y
tipos que representan a Jesucristo: José, Moisés, la Pascua, la
serpiente de bronce, etc.
C. Encontrar a Jesucristo es encontrar todo. «Mas por él
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estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho
por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención»
(1 Corintios 1:30).

IV. Pongámosla por obra.


A. Hagamos personal el mensaje de la Biblia. Dios la es-
cribió para cada uno en su época.
B. La Biblia es nuestro libro. Leámoslo como si tuviera una
dedicatoria especial del autor para nosotros. Al aprender de
él, no robamos enseñanzas, solamente nos apropiamos lo
nuestro. «Porque las cosas que se escribieron antes, para
nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la pacien-
cia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza»
(Romanos 15:4).
C. Sigamos sus consejos y pongámosla por obra.

Leyendo siete capítulos diarios, se lee la Biblia entera en poco


menos de seis meses. Sugerimos que se lean alternadamente los dos
testamentos.

1. Lea primero los Evangelios y el libro histórico del Nuevo Testa-


mento.
2. Luego siga con el Pentateuco del Antiguo Testamento.
3. Vuelva al Nuevo Testamento y lea las epístolas paulinas.
4. Después, lea los libros poéticos del Antiguo Testamento.
5. Siga con las epístolas generales del Nuevo Testamento.
6. Después, lea los libros históricos del Antiguo Testamento.
7. Acerque el fin con el libro profético del Nuevo Testamento.
8. Termine con los libros proféticos del Antiguo Testamento.

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Estudio 9

La bendición de ofrendar
I. Las ofrendas en el Antiguo Testamento
A. El diezmo de todo: fruto, cosas, animales y dinero que
Dios nos da
1. Abraham lo hizo. «y bendito sea el Dios altísimo, que
entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los
diezmos de todo» (Génesis 14:20).
2. Jacob lo hizo. «E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere
Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y
me diere pan para comer y vestido para vestir, y si vol-
viere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y
esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios;
y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti»
(Génesis 28:20-22).
3. El pueblo de Dios lo hizo y, cuando dejaron de hacerlo,
Dios les reprendió y prometió bendecir al que cumpliera.
«¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis ro-
bado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros
diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque
vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos
los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y pro-
badme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no
os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre
vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé
también por vosotros al devorador, y no os destruirá el
fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril,
dice Jehová de los ejércitos» (Malaquías 3:8-11).
B. Las primicias
1. Dios pidió para Él los primogénitos de hombres y de
animales. «Porque mío es todo primogénito de entre los
hijos de Israel, así de hombres como de animales; desde el
día que yo herí a todo primogénito en la tierra de Egipto,
los santifiqué para mí» (Números 8:17).
2. Dios pidió para Él los primeros frutos del campo y de
los árboles (Deuteronomio 26:1-3, 8-10).
II. Las ofrendas de los cristianos en el Nuevo Testamento son más
liberales
19
A. El fariseo se sentía satisfecho de dar su diezmo. «El fa-
riseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera:
Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,
ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que
gano» (Lucas 18:11, 12).
B. Zaqueo dio cinco diezmos. «Entonces Zaqueo, puesto
en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes
doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo
devuelvo cuadruplicado» (Lucas 19:8).
C. La viuda dio diez diezmos. «Entonces llamando a sus
discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre
echó más que todos los que han echado en el arca; porque
todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su po-
breza echó todo lo que tenía, todo su sustento» (Marcos 12:
43, 44).
D. Muchos vendieron sus propiedades para traer a los
apóstoles todo el producto, como Bernabé. «Así que no
había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que
poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio
de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y
se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José,
a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé
(que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de
Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio
y lo puso a los pies de los apóstoles» (Hechos 4:34-37).
E. Los macedonios «a sí mismos se dieron primeramente al
Señor» y entonces ofrendaron sobre sus fuerzas (2 Corintios
8:3-5).

III. Bendiciones mencionadas en 2 Corintios 9:8-14


A. Serán multiplicadas las bendiciones de Dios. «Y po-
deroso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda
gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas
todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está
escrito: Repartió, dio a los pobres;/ Su justicia permanece
para siempre» (2 Corintios 9:8, 9).
B. Aumentarán sus frutos de justicia. «Y el que da semilla
20
al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará
vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia,
para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad,
la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a
Dios» (2 Corintios 9:10, 11).
C. Produce en los creyentes y en los pastores gratitud al
Señor, y le glorifican. «Porque la ministración de este ser-
vicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que
también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues
por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por
la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la
liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos»
(2 Corintios 9:12, 13).
D. Suple muchas necesidades. «…suple lo que a los santos
falta» (2 Corintios 9:12).
E. Se harán oraciones en favor del dador. «asimismo en la ora-
ción de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la
superabundante gracia de Dios en vosotros» (2 Corintios 9:
14).

Dios no se queda con nada. El siempre devuelve lo que le damos


y, además, promete volver a pagarnos con creces en el cielo. Él dice:
«Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando
darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que
medís, os volverán a medir» (Lucas 6:38).

Nota: Aunque no hubiera ninguna recompensa, vale la pena dar


al Señor, quien entregó Su preciosa sangre para redimirnos de todo
pecado.

21
Estudio 10

Jesucristo es Dios
Si Jesucristo fuera solamente un hombre superior, más sabio y bon-
dadoso, y no fuera Dios, haría del cristianismo una filosofía o una
religión más, en lugar de lo que es: Una institución divina, el reino
de Dios establecido en la tierra, para gloria de Dios y testimonio al
mundo.

I. A Jesucristo se le dan nombres divinos.


A. Se le llama Dios: «…Este es el verdadero Dios, y la vida
eterna» (1 Juan 5:20).
B. Tomás le llamó Dios. «Entonces Tomás respondió y le
dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!» (Juan 20:28).
C. Pablo le llamó Dios. «de quienes son los patriarcas, y de
los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre
todas las cosas, bendito por los siglos. Amén» (Romanos 9:
5).

II. A Jesucristo se le atribuyen obras divinas.


A. Los Evangelios narran algunos de Sus muchos mila-
gros.
1. Curó a paralíticos (Marcos 2:8-12).
2. Curó a ciegos (Marcos 10:46-52).
3. Curó a endemoniados (Marcos 5:8-15).
4. Caminó sobre el mar (Marcos 6:45-51).
5. Multiplicó los panes (Marcos 6:30-44).
6. Resucitó a muertos (Marcos 5:41, 42).
7. Él mismo resucitó de la muerte. «Mas él les dijo: No os
asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado;
ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le
pusieron» (Marcos 16:6).
8. Sus contemporáneos dijeron: «…Bien lo ha hecho todo;
hace a los sordos oir, y a los mudos hablar» (Marcos 7:
37).
B. Atributos divinos que se le dan
1. Es omnisciente. «Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de
Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese
la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo
22
sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta
mis ovejas» (Juan 21:17). «Ahora entendemos que sabes
todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte:
por esto creemos que has salido de Dios» (Juan 16:30).
«Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por
qué pensáis mal en vuestros corazones?» (Mateo 9:4)
2. Es omnipresente. «Porque donde están dos o tres con-
gregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»
(Mateo 18:20). «Nadie subió al cielo, sino el que descendió
del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo» (Juan
3:13).
3. Es omnipotente, el Creador de todo. «Todas las cosas
por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido he-
cho, fue hecho» (Juan 1:3). «Porque en él fueron creadas
todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en
la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios,
sean principados, sean potestades; todo fue creado por
medio de él y para él» (Colosenses 1:16).
4. Es inmutable. «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por
los siglos» (Hebreos 13:8). «…Tú, oh Señor, en el principio
fundaste la tierra,/ Y los cielos son obra de tus manos./
Ellos perecerán, mas tú permaneces;/ Y todos ellos se
envejecerán como una vestidura,/ Y como un vestido los
envolverás, y serán mudados;/ Pero tú eres el mismo,/ Y
tus años no acabarán» (Hebreos 1:10-12).
5. Es sin pecado. «Porque no tenemos un sumo sacerdote
que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino
uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado» (Hebreos 4:15). «el cual no hizo pecado,
ni se halló engaño en su boca» (1 Pedro 2:22).
6. Es el único con poder de perdonar el pecado. «Pues para
que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la
tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico):
Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa» (Mateo 9:6).

III. A Jesucristo se le ha adorado como Dios.


A. El gadareno. «Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió,
y se arrodilló ante él» (Marcos 5:6).
23
B. Tomás. «Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor
mío, y Dios mío!» (Juan 20:28).
C. La Biblia. «para que todos honren al Hijo como honran
al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le
envió» (Juan 5:23). «…Adórenle todos los ángeles de Dios»
(Hebreos 1:6b). «Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alre-
dedor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y
su número era millones de millones, que decían a gran voz:
El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder,
las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y
la alabanza» (Apocalipsis 5:11, 12).

Cualquier hombre honesto no recibirá la adoración que sola-


mente le corresponde a Dios, como no la recibieron los apóstoles
Pablo y Silas (Hechos 14:8-18). Pedro rehusó recibirla de Cornelio.
«Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus
pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mis-
mo también soy hombre» (Hechos 10:25, 26). Ni los ángeles aceptan
la adoración. «Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo:
Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que
retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio
de Jesús es el espíritu de la profecía» (Apocalipsis 19:10).

24
Estudio 11

El Espíritu Santo y el
creyente
I. El Espíritu Santo es una Persona divina.
A. Definición: «Hay tres Personas en la Divinidad: el Pa-
dre, el Hijo y el Espíritu Santo; y estas tres Personas son un
solo Dios, las mismas en sustancia, iguales en poder y en
gloria.»
B. Sectas heréticas como los Mormones, los Unitarios y
los Testigos de Jehová niegan Su personalidad. Pasan por alto
cientos de pasajes que hablan del Espíritu como el Omnipre-
sente, el Creador y Sostentador de todas las cosas y la vida.
«Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas esta-
ban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía
sobre la faz de las aguas» (Génesis 1:2). «Escondes tu rostro,
se turban;/ Les quitas el hálito, dejan de ser,/ Y vuelven al
polvo./ Envías tu Espíritu, son creados,/ Y renuevas la faz
de la tierra» (Salmo 104:29, 30). (Véase, también Salmo 139:
7-12.)
C. Puesto que Él es una Persona, es inteligente, con voluntad
y sentimientos.
1. Como Persona inteligente, tiene el ministerio de enseñar
y revelar las cosas de Dios Padre. «Porque ¿quién de los
hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del
hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las
cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1 Corintios 2:11).
«Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre
enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y
os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14:26).
2. El Espíritu manifiesta Su voluntad repartiendo «dones»
a todo cristiano «como Él quiere». «Pero todas estas cosas
las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno
en particular como él quiere» (1 Corintios 12:11). El Espíritu
ha dirigido la obra universal de evangelización. «…recibi-
réis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8).
25
«Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu
Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que
los he llamado» (Hechos 13:2).
3. Los sentimientos del Espíritu son manifestados en
el amor que nos tiene. «Pero os ruego, hermanos, por
nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me
ayudéis orando por mí a Dios» (Romanos 15:30). El Espíritu
se entristece cuando el cristiano peca. «Y no contristéis al
Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para
el día de la redención» (Efesios 4:30). El Espíritu se ofende
grandemente ante el intento de engañar a Sus representan-
tes (Hechos 5:3-5).

II. El Espíritu Santo descendió para ayudar a los hombres.


A. Al inconverso le guía a la salvación que hay en Cristo.
«Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio» (Juan 16:8). Obra en él: arrepentimiento,
fe, amor y obediencia.
B. Al creyente, al regenerarlo le santifica, le guía y le con-
suela. El apóstol Pedro dice que somos los «elegidos según
la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu,
para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo…»
(1 Pedro 1:2). (Véase, también, Juan 16:5-15.)

III. El cristiano debe vivir lleno del Espíritu Santo.


A. El pecado cometido y no confesado estorbará a la
llenura del Espíritu.
B. Dios nos ordena ser llenos del Espíritu Santo. «No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien
sed llenos del Espíritu» (Efesios 5:18). Debemos creer que
Dios quiere y puede llenarnos. Nosotros debemos desear
y pedir ser llenos. Ser llenos es ser controlados por el Espí-
ritu.

26
Estudio 12

La perseverancia de los
santos
Esta es una de las doctrinas más consoladoras para el creyente;
consiste en la seguridad que tenemos los cristianos de permanecer
dentro de la gracia de Dios para siempre. En otras palabras, el que
es salvo hoy lo será mañana y lo será para siempre.

¿En qué basamos la seguridad de que el


cristiano jamás perderá su salvación?

I. En la promesa que nos da Jesucristo en Juan 10:28, 29: «…yo


les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arreba-
tará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos,
y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre». ¿Quién es
más poderoso que Dios para robarle las almas que Él se propuso
salvar?
Ilustración: Dos niñas que se encaminan al templo conversan.
Una dice:
—Yo he tomado la mano del Señor y por eso me siento
segura.
La otra le contesta:
—Pues, no lo estás tanto, porque así como la tomaste la puedes
soltar. Por mi parte, yo sé que el Señor tomó mi mano y no me
soltará jamás.

II. En la elección que Dios hizo de nosotros desde la eterni-


dad. «…nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él» (Efesios
1:4). Su plan de redención no puede ser truncado por nada ni
por nadie. «estando persuadido de esto, que el que comenzó
en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Je-
sucristo» (Filipenses 1:6). Alguien preguntará: «Y, ¿si volvemos
a pecar?» La Biblia recomienda a los cristianos que no vuelvan
a pecar, pero agrega: «Hijitos míos, estas cosas os escribo para
que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos
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para con el Padre, a Jesucristo el justo» (1 Juan 2:1). Si por pecar
se perdiera la salvación, ningún cristiano sería salvo, pues todos
pecamos después de haber sido salvados, pero dice Romanos 8:
34: «¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más
aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra
de Dios, el que también intercede por nosotros».

III. En que si siendo enemigos fuimos reconciliados con Él, mucho


más siendo amigos. «Porque si siendo enemigos, fuimos re-
conciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más,
estando reconciliados, seremos salvos por su vida» (Romanos 5:
10). Dicho de otra manera: Si Dios nos perdonó cuando éramos
hijos del diablo, con más razón ahora que somos Sus hijos. Al
aceptar a Cristo fuimos perdonados de todos los pecados que
teníamos. ¿Cómo no nos perdonará otros más?

IV. En que la Biblia declara que si alguno vuelve atrás, es señal de que
no era cristiano. «Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros;
porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con
nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos
son de nosotros» (1 Juan 2:19). Si el verdadero cristiano peca,
luego se arrepiente. Pero si alguno cae en maldad y se hunde
cada vez más y no se arrepiente, es señal de que nunca había
sido salvo. Llegó a llamarse evangélico sin ser cristiano.

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