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Manuel Mora y Araujo:
los aspectos culturales que pueden ser considerados como condiciones nece-
sarias para el cambio económico. El profesor Berger afirma que siempre hay
una ética latente; no lo cuestiono, pero me parece que el poder explicativo
se debilita cuando este factor no está claramente identificado y puede ser
descubierto ex post en muy distintas manifestaciones de la vida cultural de
una sociedad.
Centraré mis comentarios en dos puntos principales del trabajo, y
luego haré una rápida referencia a la situación en América latina y a cómo
pueden aplicarse allí estos puntos de vista.
Reconociendo que el enfoque cultural es muy fructífero, a la vez que
permite superar la tentación determinista siempre presente en las expli-
caciones sociológicas, el primer comentario se refiere al hecho de que éste
deja abierto un lugar muy importante a factores no culturales, los que se
deben precisar e identificar explícitamente. No sé si a riesgo de simplificar
demasiado el enfoque del profesor Berger, diría que su modelo básico con-
tiene, por un lado, "factores éticos", los que constituyen condiciones nece-
sarias aunque no suficientes para el desarrollo económico, y, por otro,
"condiciones favorables", las que nada tienen que ver con la ética y que
pueden ser determinadas por factores o fenómenos de la vida social muy
distintos y por completo ajenos a la ética. Se podría decir que la conjunción
de estos dos grupos de factores constituiría la base de una teoría del cambio
económico. Si bien estas condiciones favorables e independientes de la ética
son muy importantes, difícilmente se obtendrá explicación alguna si no se
las identifica de manera explícita dentro de un modelo teórico.
Pienso que las condiciones favorables son tan o más importantes que
los aspectos éticos, y que dentro de ellas deben incluirse lo que podemos
llamar, a falta de otra palabra más sintética, las "instituciones": las ins-
tituciones políticas que afectan el comportamiento económico de los
miembros de una sociedad determinada. Las instituciones —las que se ca-
racterizan por ser predecibles y relativamente estables, por ello son insti-
tuciones— pueden ser concebidas como incentivos externos al compor-
tamiento de los individuos, a diferencia de los aspectos éticos, los cuales,
quizá un poco exageradamente, podríamos decir que son incentivos que
vienen desde adentro del individuo. En las diferencias institucionales
aparecen, a menudo, las diferencias significativas que permiten dar cuenta de
la existencia o no de cambio económico, dadas condiciones éticas aparente-
mente más o menos similares.
El segundo comentario atañe al hecho de que el enfoque está referido
a la cultura generalizada dentro de una sociedad, es decir, a los valores
generalizados en todo el conjunto del ámbito de una sociedad determinada; a
34 ESTUDIOS PÚBLICOS
puesto, existe una ética latente comparable en personas que no son evan-
gélicas, pero a veces es realmente difícil que salgan a la superficie quienes
tienen otro tipo de creencias en la vida. De la misma manera, muchos otros
ejemplos podrían aportarse al respecto, pero no quiero quedarme en lo
anecdótico y desviarme de las líneas centrales del razonamiento.
América latina constituye un buen caso que ilustra cuán importantes
son las condiciones favorables, independientes de los factores éticos, en la
aplicación de las diferencias y los cambios. En dos países que nos son muy
familiares, mi propio país, la Argentina, y Chile, creo que tenemos casos
muy notables de diferencias que no son fáciles de explicar. La Argentina es,
por sí misma, un caso casi único en el mundo: tanto su extraordinario es-
tancamiento económico del último medio siglo como su extraordinario
desarrollo económico del medio siglo anterior son paradigmáticos. Recuerdo
que en 1980 Paul Samuelson decía: "si a cualquiera persona informada se le
hubiera preguntado en 1940 cuál es el país con mejor desempeño y mejores
perspectivas, la respuesta, sin ninguna duda, habría sido: la Argentina; y si
en 1980 a cualquiera se le preguntaba cuál era el país declinante por
antonomasia, sin duda, también se pensaba en la Argentina". No es posible
imaginar que haya habido cambios éticos tan profundos en tan poco tiempo
que expliquen un giro tan drástico del desempeño económico de una nación.
Como señala el profesor Berger, si bien es difícil concebir que haya un
virus anticapitalista instalado permanentemente en algunas culturas, me
parece difícil imaginar que de pronto algún virus extraño haya infectado la
cultura argentina. Algo ha pasado allí que tiene que ver con condiciones
institucionales antes que con factores éticos. En la última década, en cierto
modo, Chile es un caso inverso; un caso ya paradigmático de crecimiento
económico en un período de corto plazo, casi un modelo en el mundo. Sin
embargo, no es una sociedad que se haya caracterizado en el pasado por
notables desempeños económicos. Algo ha ocurrido en esta nación que no
se debe relacionar con factores éticos, sino con otros aspectos que tiendo a
percibirlos, a descubrirlos, en el ámbito institucional.
Aquí es precisamente donde retomo el punto de la cultura de los sec-
tores dirigentes de la sociedad. Me parece que las diferencias que muestran
Chile y Argentina, para no mencionar otros ejemplos de nuestro continente,
quizás pueden rastrearse en los valores o en la cultura de las dirigencias
argentina y chilena, o en la capacidad que tienen estos sectores dirigentes de
plasmar instituciones funcionales o disfuncionales para el desarrollo econó-
mico.
Conozco mejor el caso argentino y puedo referirme a él. Los diri-
gentes de mi país, en general los políticos, los empresarios y los inte-
36 ESTUDIOS PÚBLICOS
lectuales, mantienen ideas que son realmente disfuncionales para que el país
aproveche las oportunidades económicas que ofrece el mundo actual y para
que la sociedad libere sus capacidades productivas y creativas. Sostienen y
persisten en ideas que obstaculizan la inversión productiva, ideas que tienden
a fijar y consolidar un orden de tipo corporativo y que hacen muy difícil
comportamientos económicos que permitan maximizar la capacidad de
producción. En ese sentido, se puede decir que hay incentivos institucio-
nales que generan una cultura microeconómica inadecuada.
Una observación adicional que se sugiere en el trabajo del profesor
Berger en este respecto es la existencia de diferencias en la cultura econó-
mica entre los niveles micro y macro, así como al interior de las empresas.
En la Argentina se han realizado numerosos estudios sobre lo que ocurre al
interior de las empresas, acerca de los valores predominantes en distintos
ámbitos de la empresa productiva. La conclusión que extraigo de esos
distintos trabajos — algunos de los cuales yo mismo he realizado— es que
los problemas culturales dentro de las empresas están en los estamentos
altos y no en los bajos; están en los niveles directivos, no en los tra-
bajadores. Los trabajadores están en general muy predispuestos a com-
portamientos que tienden a maximizar el rendimiento económico, así como
a compatibilizar su propio bienestar o su propia maximización de utilidades
con el rendimiento económico de la empresa. Los gerentes, sin embargo,
son casi siempre un problema; los directivos son un problema; los
accionistas muchas veces son un problema; los dirigentes sindicales son un
problema enorme. En general, yo diría que la dirigencia de la empresa está
fuertemente expuesta e influida por ideas que provienen de los intelectuales.
Los trabajadores, en cambio, están mucho menos influidos por estas ideas.
Por eso no es difícil llegar al diagnóstico de que hay un problema cultural
en los niveles dirigentes dentro y fuera del mundo de la empresa, en el nivel
micro y en el nivel macro; y si rastreamos estas ideas para llegar a su fuente
en distintos ámbitos más intelectualizados del pensamiento, es muy claro
que allí hay raíces culturales que son, por decir lo menos, muy disfuncio-
nales para el cambio.
Esto explica muchas paradojas; por ejemplo, la de que a la mayor
parte de los argentinos que se establecen en otros países les va muy bien,
pero dentro de la Argentina no les va bien, y a la Argentina no le va bien.
Lo mismo ocurre con personas de otros países. A los inmigrantes boli-
vianos les va muy bien en Argentina. Sin embargo, el atraso de Bolivia se
explica por factores culturales: aparentemente, por una ética cultural con
raíces geográficas en el altiplano que es disfuncional para el cambio. Pero
eso no les impide emigrar, lo que ya de por sí es contradictorio con esa
CULTURA ECONÓMICA Y DESARROLLO 37
contribuye a ese optimismo que creo ver en el trabajo del profesor Berger y
que comparto fuertemente.
Pedro Morandé:*
Norbert Lechner:*
Pluralidad de Subculturas
*
Peter Berger:
uno se centre en las instituciones, se debe preguntar cuáles son las premisas
cognitivas, no sólo las normativas, de quienes están a cargo de estas
instituciones. Si mal no recuerdo fue Lord Keynes quien afirmó que la ma-
yoría de los políticos están influidos por las ideas de economistas ya
fallecidos. Creo entonces que hay una posición intermedia que representa, a
mi juicio, un enfoque más razonable.
Al respecto quisiera mencionar otro caso que puede esclarecer cómo
entiendo la relación. Se trata de un caso muy útil y contemporáneo, cual es
el de comparar qué ha estado sucediendo en los últimos años en China y en
la Unión Soviética.
Hace unos diez años el régimen chino comenzó a adoptar mecanis-
mos de mercado, aunque aún no está claro si después de los sucesos de
Tiananmen este proceso empezó o no a revertirse, pero digamos que ésa fue
la dirección desde 1979 hasta hace un año: primero en la agricultura y luego
más cautelosamente en las zonas urbanas. En China quedó en evidencia que
en cuanto empezó a operar el mercado, parecía surgir un empresario detrás
de cada arbusto... algo en la cultura económica china hacía que esto fuese
posible.
Observen, por otra parte, lo que ha ocurrido en la Unión Soviética
con el inicio de la perestroika (algo mucho más modesto, hasta ahora, si se
lo compara con lo acaecido en China): ha habido, aparentemente, una
dificultad enorme para encontrar personas que aprovechen las oportunidades
del mercado. Y, curiosamente, de acuerdo a la información que existe
(aunque no creo que ésta sea muy contundente o confiable), pareciera que las
personas que más aprovechan de esas oportunidades no son rusos, sino
armenios, judíos georgianos o personas de las repúblicas bálticas y, lo que
es particularmente interesante, "creyentes tradicionalistas" [Old Believers]
Hace poco conversaba con un experto ruso en la materia, quien me decía que
si bien no hay cómo explicar o verificar este fenómeno, un setenta por
ciento de los empresarios rusos (creo que esa fue la cifra) son miembros de
una secta ortodoxa muy tradicional.
Un último punto acerca de la relación entre religión y capacidad
empresarial se refiere a un comentario que hizo el profesor Mora y Araujo
sobre la importancia de las subculturas dentro de una sociedad. Por cierto,
estoy enteramente de acuerdo con este planteamiento; simplemente no tuve
tiempo de desarrollarlo en mi ponencia. Nosotros (cuando digo "nosotros"
me refiero a las personas vinculadas a nuestro trabajo de investigación) de
ningún modo suponemos que cada sociedad sea una especie de totalidad
mística. En toda sociedad existen diferentes grupos, los que a su vez se
relacionan de maneras muy diversas con los procesos económicos.
CULTURA ECONÓMICA Y DESARROLLO 53
liando una subcultura protestante —todo indicaría que así está ocurriendo—,
¿cómo proyectar hacia el futuro el verdadero carácter económico, social y
político de esta subcultura?
Un último punto sobre las observaciones del profesor Morandé.
Comparto plenamente el énfasis suyo en cuanto a que si se comparan sectas
formales e informales o, como él prefiere llamarlas, sectores monetarizados
y no monetarizados, se están contrastando, en verdad, culturas económicas
muy diferentes. Ahora bien, pienso que probablemente también es cierto
que los sectores no monetarizados, al menos en las sociedades en desarrollo,
están más influidos por una manera de pensar y actuar tradicional que por la
racionalidad moderna (el profesor Morandé emplea aquí el término "ritual".)
No dudo que así sea; ésta es un área en la que hay grandes posibilidades de
investigación.
Respecto de las observaciones del profesor Lechner, quisiera hacer
algunos comentarios. El señala que los economistas al hablar de expecta-
tivas introducen a su pensamiento una variable cultural. Sí, pero luego no
explican esas variables. Expectativas, capital humano o recursos humanos
son términos que por lo general quedan en el aire en los textos de los
economistas. Y cuando uno se pregunta de dónde provienen las expectati-
vas, la mayoría de los economistas que conozco responde diciendo que a
ellos no les concierne explicarlas, que esa es tarea de otros. Parece bastante
justo, pero les dejan a otros la tarea.
Por otra parte, su acento en las subculturas presenta una continuidad
con las observaciones del profesor Mora y Araujo, por lo que no creo
necesario reiterar mi propia reacción al respecto, pues básicamente coincido:
es preciso abordar las culturas económicas de todos los sectores relevantes y
no sólo los valores de la élite empresarial.
Ahora, un punto que me pareció particularmente interesante desde el
punto de vista de mis propias inquietudes, hacia el final de su exposición,
se refiere al tema de la cultura económica y la democracia. Si lo sigo
correctamente, sostiene que hay una gran esperanza de que la democracia
genere la integración social que la economía de mercado como tal no es
capaz de proveer. Permítanme hacer algunos acotaciones al respecto.
En primer lugar, hay una afirmación que en gran medida comparto, a
saber, que el capitalismo —expresión que uso en mi libro— está des-
provisto de mito-poesía. Con ello quiero decir que el capitalismo, salvo
para unos pocos que son algo locos, ha sido incapaz de proveer su propia
legitimación. Los locos, me refiero a las personas para quienes la actividad
económica es el fin de toda su existencia —y existen esas personas—, son
más bien especies marginales de psicópatas; de modo que en ninguna
56 ESTUDIOS PÚBLICOS
los que sufren, de los que están excluidos. Porque a lo largo de mi vida he
observado que en nombre de los excluidos se crean instituciones que su-
puestamente los protegerán, pero que terminan complicándolo todo y, por
cierto, no ayudan a los marginados. Hay valores de clase media que se pro-
yectan sobre los excluidos y corren el riesgo de distorsionar innecesaria-
mente los mecanismos de intercambio.
El último punto se refiere a una interesante y estimulante observa-
ción del profesor Berger a propósito de un comentario mío, y que se puede
resumir así: si hay ideas, estamos hablando de cultura. Claro, entonces
estamos hablando siempre de cultura, salvo que hablemos de geografía,
porque las estructuras sociales y políticas indudablemente contienen y re-
flejan ideas. Lo que sostengo es que hay ideas que conciernen a los valores
éticos, así como hay ideas acerca de las instituciones que obviamente afectan
a las propias instituciones. Las ideas acerca de las instituciones alimentan la
subcultura de los intelectuales y de los dirigentes en general. Sin embargo, a
la mayoría de la gente no le interesan mucho estas ideas; pero la mayoría sí
se alimenta de los valores. De ahí que en las instituciones políticas, por
cierto, influyen las ideas, pero son las ideas que vienen de una subcultura.
Retomo aquí un último punto muy interesante que hace el profesor Berger y
que me enriquece: las instituciones económicas por sí mismas, sus
resultados, el desempeño y éxito de la comunidad no bastan para legitimar
un orden económico. Por tanto, se necesita algo más que viene de otro lado,
tal vez de la religión —como ha dicho el profesor Berger—, no sabemos de
dónde, pero la legitimidad no se obtiene sólo por los resultados. Un orden
político no se legitima a sí mismo per se, necesita de otro sustento. En este
respecto, quizás, la contribución del profesor Berger sea particularmente
importante, porque nos obliga a colocarnos en otra dimensión o perspectiva
frente a estos problemas.
Pedro Morandé:
Norbert Lechner:
Berger y, por sobre todo, la relevancia de las ciencias sociales para reflexio-
nar la modernidad en América latina.
Peter Berger:
Se me pide que haga un comentario final, pero son tantos los puntos
que he tratado esta tarde que me resulta difícil elegir uno. Quisiera retomar
el tema de la democracia, el que se vincula más con mi intereses normativos
que científicos. Al respecto, creo, se pueden hacer algunas afirmaciones de
naturaleza empírica que relacionan el tema de la economía de mercado con la
democracia y con ciertos valores que hoy tienden a quedar subsumidos en la
noción de derechos humanos.
Pero, ¿a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de derechos
humanos? Tomemos una proposición que quizás sea la más elemental al
respecto, es decir, que "a todo ser humano se le debe tratar con respeto y
dignidad". Considero que esta sería una proposición moral fundamental a
partir de la cual puede deducirse una lista completa de derechos humanos
más específicos, como el derecho a no ser encarcelado arbitrariamente y
otros similares. Ahora bien, ¿cómo se relaciona este principio moral
fundamental con la economía de mercado o con la democracia?
No estoy convencido de que la democracia garantice por sí y en
forma espontánea estos derechos, y, en consecuencia, que estos valores mo-
rales le sean propios. Puede haber decisiones mayoritarias, tomadas
democráticamente, cuyas implicancias son absolutamente horribles desde el
punto de vista de los derechos humanos. Soy oriundo de Europa central y
no me es extraño observar que el nacismo llegó al poder en Alemania
mediante una elección democrática. Cierto es que una vez en el poder,
abolió los mecanismos democráticos, pero fue la mayoría de los alemanes,
o al menos el electorado alemán, el que lo eligió. En realidad no fue una
mayoría, sino una pluralidad. Con todo, fue un proceso democrático el que
condujo a la instauración de un régimen, que no sólo después, sino que aun
en sus intenciones explícitas, propiciaba una violación horrorosa de los
derechos humanos.
La democracia es un mecanismo (un mecanismo institucional) que
contiene básicamente dos elementos —los cientistas políticos por supuesto
tienen una categorización mucho más sofisticada—. El primero son las
elecciones, las que traducidas a un lenguaje científico elegante significan que
cada cierto tiempo la población puede cambiar a los gobernantes. El
segundo consiste en una cierta protección institucionalizada de los derechos,
CULTURA ECONÓMICA Y DESARROLLO 65