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Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y

sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La


multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué
sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es
éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no
están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les
dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de
prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a
quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los
pueblos del contorno enseñando.
También hoy el Señor nos pide más fe en Él para realizar cosas que superan nuestras posibilidades
humanas. Los milagros manifiestan el poder de Dios y la necesidad que tenemos de Él en nuestra vida de
cada día.

Trabajo

El trabajo, el quehacer de cada uno en esta tierra tiene que estar regado por nuestra
vida cristiana.

Para un cristiano, trabajar es aquella actividad que tiene como objeto humanizar el
mundo: convertir el mundo en el "hogar" de los hijos de los hombres,
"La espiritualidad cristiana se parece a la humedad y al agua que mantiene
empapada la hierba para que ésta esté siempre verde y en crecimiento. El agua y la
humedad del pasto no se ven, pero sin ellas la hierba se seca. Lo que se ve es el
pasto, su verdor y su belleza; y es el pasto lo que queremos cultivar, pero sabemos
que para ello debemos regarlo y mantenerlo húmedo ". Con esta sencilla parábola
explicaba un obrero lo que era para él su vida cristiana, su espiritualidad.
Una persona "espiritual" no es la que realiza muchos "actos religiosos", o la que
vive como "fuera de la realidad", sino la que "vive el espíritu de Jesús; la que vive y
se expresa a su estilo": profundo, apasionado (honradez con lo real). "Todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios".

En un reportaje de la cadena ABC, se explicaba allí que existían grupos de apoyo


espiritual para directivos que les orientaban en su misión. El punto de referencia era
la sabiduría de la Biblia o el Talmud judío. Un exitoso empresario cristiano explicaba
que no trataba de imponer sus creencias a nadie en su empresa, pero entendía que
su principal misión en la vida era conocer la voluntad de Dios y cumplirla. Añadía
que su fe le llevaba a ver el trabajo dentro del plan de Dios y a tratar a sus
colaboradores como seres creados a imagen y semejanza del Creador. Por los datos
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que se añadían, en modo alguno percibía una espiritualidad desvinculada de la vida
real. Por el contrario, se daba a entender que el ejecutivo entrevistado vivía una
espiritualidad que le llevaba a ser honrado en sus negocios y a tener una enorme
preocupación social por sus empleados, convencido de que era una exigencia de su
vida y no sólo algo efectivo para la empresa.
CVII «Las actividades diarias se presentan como un precioso medio de unión con
Cristo, pudiendo convertirse en materia de santificación, terreno de ejercicio de las
virtudes, diálogo de amor que se realiza en las obras. El espíritu de oración
transforma el trabajo y así resulta posible estar en contemplación de Dios, aun
permaneciendo en las ocupaciones más variadas»
En un periódico holandés: El eslabón perdido entre ser católico y comportarse
como católico es un pensamiento central de la conocida prelatura del Opus Dei.
JPII “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a
todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. He ahí, pues, la raíz
primera del destino universal de los bienes de la tierra. Ésta, por su misma
fecundidad y capacidad de satisfacer las necesidades del hombre, es el primer don
de Dios para el sustento de la vida humana. Ahora bien, la tierra no da sus frutos sin
una peculiar respuesta del hombre al don de Dios, es decir, sin el trabajo. Mediante
el trabajo, el hombre, usando su inteligencia y su libertad, logra dominarla y hacer
de ella su digna morada.”
Hoy más que nunca, trabajar es trabajar con otros y trabajar para otros: es hacer
algo para alguien. El trabajo es tanto más fecundo y productivo, cuanto el hombre
se hace más capaz de conocer las potencialidades productivas de la tierra y ver en
profundidad las necesidades de los otros hombres, para quienes se trabaja.
“Fuego he venido a traer a la tierra y que quiero sino que arda”: para santificar el
mundo desde dentro, el laico cristiano ha de santificar su trabajo profesional, por el
evidente motivo que las profesiones son parte integrante del orden temporal(9).
El trabajo es escuela de virtudes: cosas pequeñas: «Unir el trabajo profesional
con la lucha ascética y con la contemplación --cosa que puede parecer imposible,
pero que es necesaria, para contribuir a reconciliar el mundo con Dios--, y convertir
ese trabajo ordinario en instrumento de santificación personal y de apostolado. No
es éste un ideal noble y grande, por el que vale la pena dar la vida?»(14).
un trabajo subjetivo no santificado puede cooperar a la santificación del mundo,
en la medida en que contribuya al establecimiento de unas estructuras sociales,
económicas, etc., naturalmente eficaces y justas, lo cual es parte imprescindible de
la ordenación según Dios de esas estructuras. Sin embargo, sólo un trabajo subjetivo
santificado y, por tanto, santificante de quien lo realiza, coopera necesariamente no
sólo a configurar un mundo justo, sino también a informarlo con la caridad de Cristo,

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a santificarlo. Naturalmente, esta santificación del mundo desde dentro requiere no
una sino muchas personas que santifiquen su trabajo y se santifiquen en su trabajo
en todas las profesiones.
«Pon un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional, y habrás
santificado el tra bajo»(23). Es decir, la actividad de trabajar se hace santa cuando se
realiza por un motivo sobrenatural. El «motivo sobrenatural», corno esencia del
trabajo santificado, tiende, pues, a la perfección natural de la obra realizada, dentro
de las posibilidades y limitaciones de la persona
«Conviene no olvidar, por tanto, que esta dignidad del trabajo está fundada en el
Amor. El gran privilegio del hombre es poder amar, trascendiendo así lo efímero y lo
transitorio. Puede amar a las otras criaturas, decir un tú y un yo llenos de sentido. Y
puede amar a Dios, que nos abre las puertas del cielo, que nos constituye miembros
de su familia que nos autoriza a hablarle también de tú a Tú, cara a cara.
»Por eso el hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El
trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena amor»
“A veces, nuestras caminatas llegaban al monasterio de Las Huelgas, y en otras
ocasiones nos escapábamos a la Catedral. Me gustaba subir a una torre, para que
contemplaran de cerca la crestería, un auténtico encaje de piedra, fruto de una labor
paciente, costosa. En esas charlas les hacía notar que aquella maravilla no se veía
desde abajo. Y, para materializar lo que con repetida frecuencia les había explicado,
les comentaba: ¡esto es el trabajo de Dios, la obra de Dios!: acabar la tarea personal
con perfección, con belleza, con el primor de estas delicadas blondas de piedra.
Comprendían, ante esa realidad que entraba por los ojos, que todo eso era oración,
un diálogo hermoso con el Señor. Los que gastaron sus energías en esa tarea, sabía
perfectamente que desde las calles de la ciudad nadie apreciaría su esfuerzo: era
sólo para Dios. ¿Entiendes ahora cómo puede acercar al Señor la vocación
profesional? ~ tú lo mismo que aquellos canteros, y tu trabajo será también operatio
Dei, una labor humana con entrañas y perfiles divinos. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER,
Amigos de Dios, 65).”

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