Unidad I (continuación)
¿Qué es el renacimiento?
Fue un movimiento cultural europeo que aconteció entre el XV-XVI teniendo sus principales exponentes en
arte y también en la ciencia (natural y humana), siendo su epicentro Italia. El nombre proviene de que se
pensaba como un retorno a la cultura grecolatina y, como lo expresó Giorgio Vasari, se trataba de un retorno
a un pasado de esplendor que contrastaba con la barbarie de la Edad Media. Marcó el pasaje del
teocentrismo medieval al antropocentrismo moderno. En tal medida, no fue sólo artístico sino que marcó el
surgimiento lento y gradual de una nueva mentalidad.
Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los Estados
europeos, los viajes transoceánicos (ruptura del aislamiento europeo), la descomposición del feudalismo, el
ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. El desmembramiento de la cristiandad con el
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surgimiento de la Reforma protestante, la introducción de la imprenta, entre 1460 y 1480, y la consiguiente
difusión de la cultura fueron uno de los motores del cambio. El determinante, sin embargo, de este cambio
social y cultural fue el desarrollo económico europeo, con los primeros atisbos del capitalismo mercantil.
El artista tomó conciencia de individuo con valor y personalidad propios, se vio atraído por el saber y
comenzó a estudiar los modelos de la antigüedad clásica a la vez que investigaba nuevas técnicas. Se
desarrollan enormemente las formas de representar la perspectiva y el mundo natural con fidelidad
(realismo); interesan especialmente en la anatomía humana y las técnicas de construcción arquitectónica.
El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci, personalidad eminentemente renacentista, quien
dominó distintas ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro
Botticelli y Bramante fueron artistas claves.
Mientras surgía en Florencia el arte del Quattrocento o primer Renacimiento italiano, así llamado por
desarrollarse durante los años de 1400 (siglo XV), gracias a la búsqueda de los cánones de belleza de la
antigüedad y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno parecido y simultáneo en Flandes
(especialmente en pintura), basado principalmente en la observación de la vida y la naturaleza y muy ligado
a la figura de Tomás de Kempis y la «devotio moderna», la búsqueda de la humanidad de Cristo. Este
Renacimiento nórdico, conjugado con el italiano, tuvo gran repercusión en la Europa Oriental.
La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento, se caracterizó por la hegemonía artística de Roma, cuyos
papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III, algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de los
Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la investigación de la Antigüedad
Clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia muchos de estos artistas, o sus seguidores, emigraron y
profundizaron la propagación de los principios renacentistas por toda Europa Occidental.
Sus características se sintetizan: Vuelta a la antigüedad (arquitectura, arte plástica, mitología, historia),
concepción realista de la ciencia (en oposición al conocimiento revelado del medioevo) e introducción de
esta en el arte, nueva relación con la naturaleza, sede en la ciudad italiana (Venecia, Florencia, Milán,
Nápoles, Estados Pontificios) particularmente Florencia de los Médicis que expresan el apoyo de la
burguesía al desarrollo renacentista.
Viroli, Maurizio
“De la política a la razón del Estado”
Introducción
Entre finales del XVI y principios del XVII el lenguaje político sufrió una transformación tan radical que
bien se pudo hablar de una revolución de la política. Como toda revolución seria, tuvo lugar a escala general
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e implicó importantes cambios, tanto en el plano intelectual como en el moral. Alteró el significado y ámbito
de aplicación del concepto de política y que se diera mayor importancia a la educación cívica y a la libertad
política. Por otro lado, la revolución tb supuso cierta pérdida de prestigio. La política ya no se consideraba
un instrumento fundamental con el que combatir la corrupción, sino el arte de adaptarse a ella, cuando no
de perpetuarla.
Todo comienza en el XIII, cuando volvemos a encontrar en Italia un lenguaje político compartido donde
estudiosos y filósofos eran conscientes de que, al contrario que sus predecesores, tenían a su disposición
una nueva ciencia provista de un lenguaje nuevo: la ciencia y el leguaje de la política; y acaba en el XVII,
cuando el término política ya sólo se entiende como sinónimo de razón de Estado. Es cierto, que a lo largo
del XVII, hubo hombres sabios que abogaron por la restauración de una idea de la política entendida como
el noble arte del buen gobierno. Sin embargo, sus esfuerzos no lograron frenar el éxito de la razón de estado,
ni pudieron prevenir el declive de esa noción de política que encarnaba el arte del buen gobierno.
La política ya no era ese arte de gobernar las repúblicas con arreglo a los principios de la justicia y la
razón, sino mera razón de Estado, es decir, el arte del manejo de los medios que permitían conservar el
dominio ejercido sobre las gentes.
En la historia que intento reconstruir se hace una clara distinción entre la política como el arte de
conservar la respublica (entendida como una comunidad de individuos que comparten una idea de justicia)
y la política considerada como el arte de conservar el Estado. En este segundo caso, cuando se habla, por
ej., del stato de los medici, se trata de velar por la conservación del poder que ejerce una persona, o un
grupo de personas, sobre las instituciones públicas. El arte del estado y el arte de la república pretendían
establecer y preservar dos formas diferentes de organizar la vida pública. Espero poder demostrar que,
históricamente, el arte del Estado rivalizaba con la política y acabó dando a luz a la razón de Estado.
Forman parte de esta historia dos grandes hitos: Li livres dou Tresor de Latini y della Ragion di Stato de
Botero. Fue Latini el que elaboró la definición de política que acabó constituyendo el núcleo del discurso
político convencional hasta el XVI. Pero Botero forjó la definición de razón de Estado que acabaría
convirtiéndose en el corazón de un nuevo lenguaje político. Cuando comparamos ambas definiciones, la de
la política entendida como el arte de gobernar una república de acuerdo con los principios de la justicia y la
razón, y la de la razón de Estado como ciencia que permite conocer los medios de conservar y engrandecer
el Estado, se aprecian, las importantes diferencias que existen entre ambas artes. El objeto de la política es
la república, el de la razón de estado el Estado. Y ahí donde la política intenta conservar mediante la justicia
y la razón, la razón de Estado admite cualquier medio que resulte útil para lograr sus fines. Es decir razón
adquiere connotaciones instrumentales, se refiere a la capacidad de calcular los medios adecuados para
conservar el estado. Sin duda, tanto los defensores de la política como los entusiastas de la RdE
consideraban que la prudencia era la virtud básica de un gobernante. Sin embargo, si bien para los primeros
siempre mantenían estrechos vínculos con la justicia, para los segundos la prudencia era la capacidad de
decidir lo más apropiado para la conservación del estado.
A través de sus escritos pretendían convencer a sus lectores de la necesidad de intentar hacer realidad
un valioso ideal. En cambio, quienes escribían sobre el arte y la RdE, tendían a describir la vida política real.
Lo que hubo fue una beneficiosa transición de la retórica política a una visión más realista de esta disciplina.
Sin embargo, no debemos olvidar que los teóricos de la RdE pretendían, al igual que los retóricos
humanistas, legitimar, defender y recomendar formas específicas de acción política. Históricamente ambas
ideologías han legitimado ciertas prácticas políticas y condenado otras.
Maquiavelo y Guicciardini, expresaron claramente la necesidad de que el gobernante estuviera
preparado tanto para recurrir al arte del buen gobierno, como para hacer lo necesario con el fin de conservar
los Estados.
Sin embargo, los solapamientos teóricos y prácticos entre política y RdE no alteran el hecho de que
ambas ideologías compitieran en el escenario italiano como dos encarnizadas enemigas. No había, no podía
haber lugar para ambas: o la ciudad era de todos y para todos, o era el Estado de alguien. En Italia acabó
siendo el Estado de alguien.
A finales del XVI, el arte de Estado desempeñaba un papel importante. Se le empezó a denominar nueva
política, para posteriormente, pasar a ser simplemente la política.
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Sin embargo, hasta donde el autor sabe no se escribió la historia de la transición de la política como arte
del gobierno de la república, a la política entendida como RdE. Lo que ocurrió sucedió parcialmente al
margen de las intenciones de quienes contribuyeron a impulsar el cambio.
La política ostentaba el monopolio de la razón. En cambio, las prácticas relacionadas con la RdE no
podían apelar a ningún tipo de justificación racional. Puesto que se identificaba razón con política, la única
forma de legitimar el arte del Estado pasaba por la invención de una razón alternativa que no cupiera ignorar.
El nuevo concepto de razón de Estado legitimaba prácticas que, como las guerras injustas, la indefensión
ante la ley de los ciudadanos o la utilización de instituciones públicas con fines privados, se entendían
contrarias a la razón en el lenguaje político tradicional. Dejaron e ser prácticas que contravenían los
principios de la razón para pasar a ser acciones realizadas en nombre de un nuevo concepto de razón: la
razón de los Estados.
Mientras guicciardini hablaba abiertamente del origen ilegítimo de todo Estado que no fuera una república
en sentido estricto, es decir, una comunidad de ciudadanos, Botero manejaba la existencia de los Estados
resultaba irrelevante que el Estado fuera legítimo o no. La consecuencia fue que el concepto de Estado dejó
de tener las connotaciones negativas que mantuvo a lo largo de todo el periodo de hegemonía de la filosofía
cívica. Yéndonos al ejemplo más ilustre, El príncipe de Maquiavelo, vemos que es uno de los más firmes
defensores de la idea de política como arte del buen gobierno de las repúblicas y no, como en general se
tiende a creer, el padre espiritual de la idea política como RdE.
Una vez completada la transición, el lenguaje de la filosofía cívica había dejado de ser el lenguaje
convencional para referirse a la política. Se había convertido en el discurso de la nostalgia o de la utopía.
Mientras que el lenguaje de la RdE fue escalando posiciones hasta hacerse hegemónico. Pero al contrario,
de la antigua noción de política, era una prudencia que se ejercía al margen de la ley y la justicia. El concepto
de política que había nacido de la experiencia de las C-E era un fruto intelectual del derecho y la ética. La
política de la época de los principados y las tiranías repudió todo vínculo tanto con uno como con la otra.
III
Maquiavelo y el concepto republicano de política
Maquiavelo descartó el lenguaje republicano y nos dio una nueva forma de entender los fines y
medios propios de la política. Se ha señalado que M, negando que la política fuera el arte de fundar o
conservar una buena comunidad política, afirmaba que, puesto que con toda política se buscaba el poder,
el buen político no podía ser ese hombre bueno al que se referían los antiguos.
Existe un debate en torno a dos formas incompatibles de entender a Maquiavelo: como subversor o como
restaurados de las ideas clásicas republicanas. ¿ qué hizo Maquiavelo?
El príncipe no es un discurso sobre la ciudad, sino una obra que trata sobre el Estado del príncipe y
sobre cómo puede gobernarse y conservarse un Estado. Para Maquiavelo la palabra Estado tienen
significados diferentes. A veces utiliza el término para referirse al estatus preeminente de un príncipe o al
tipo de régimen de un príncipe. En otras ocasiones se refiere a un territorio sobre el que un príncipe o
república ejerce su soberanía.
En el príncipe Maquiavelo no recurrió a la palabra político sencillamente porque no escribía sobre
política, en el sentido que él le daba al término. Escribía sobre el arte del Estado, el arte de conservar y
reforzar el Estado del príncipe. El príncipe pretendía ser crítica y apoyo, a la par, a las teorías sobre el arte
del Estado.
La vuelta de los Medici a Florencia había planteado nuevos problemas a los teóricos del estado, que
empezaron a reflexionar sobre cómo asegurar un estado erigido de forma abrupta sobre las ruinas de una
república. En todos los memoranda y discursos dirigidos a los nuevos gobernantas para explicarles cómo
consolidar sus Estados se afirmaba que eran tiempos en los que resultaba una tarea muy difícil debido a la
hostilidad que manifestaba la ciudadanía. Intentaban vincular los principios básicos del gobierno del estado
a los principios cívicos republicanos y controlaban las instituciones de la ciudad gobernando entre
bambalinas, sin introducir reformas institucionales o prácticas diseñadas para dotar de un reconocimiento
formal a su poder. Para no depender exclusivamente de la fuerza, intentaban conservar el Estado con la
ayuda de sus partidarios y negociando civilizadamente con sus conciudadanos.
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Uno de los textos que más luz arroja sobre estos aspectos es el de las instrucciones al Magnifico Lorenzo,
redactado por Giuliano de Medici. El memorandum está dedicado a Lorenzo de Medici, a punto de viajar a
Florencia para ser el nuevo príncipe de la ciudad y reorganizar el régimen. Las Instructione, es un texto en
el que se explican con gran claridad los principios que han de regir el arte de conservar el Estado.
La más importante de estas convenciones se resume en una única palabra: amigos (amici), y en un solo
principio fundamental: colocar a esos amigos en las instituciones más relevantes de la ciudad.
Otro de los aspectos fundamentales del AdE es la distribución pública de honores y dignidades. Como
señala Giuliano, cunado nombres a tus amigos para ocupar los cargos debes mostrar el máximo respeto a
las familias de los nobles de la ciudad y procurar no ofenderlas anteponiendo un miembro más joven a otro
mayor.
Al cubrir los cargos vacantes en aquellas instituciones que sean especialmente importantes para
preservar la reputación del Estado, debes procurar nombrar a hombres honestos, leales y emprendedores.
Tb debes contar con un hombre de tu absoluta confianza.
La conservación del Estado requiere de un control total de las instituciones. En el caso de la
administración de justicia, una de las funciones básicas del estado, el príncipe ha de poner especial cuidado
en no tolerar injerencia alguna. Si el príncipe tolera que se cometan abusos y se concedan favores, cundirán
entre sus súbditos la malevolencia y el odio. Tb debe mostrarse firme, aunque sin abandonar la prudencia,
con aquellos que conspiran contra el estado. Resulta así mismo crucial estar siempre bien informado en
todo lo relacionado con la seguridad del estado. El príncipe debe ostentar el monopolio exclusivo de las
armas.
En las instructione de Giuliano las reglas básicas del arte del estado parecen una sutil combinación de
habilidad y buena suerte; en palabras de Maquiavelo: una astucia afortunada.
Como hemos podido comprobar en el caso de las Instructione la estrattegia recomendada puede
resumirse en tres consejos básicos: beneficiar al mayor número de ciudadanos posible para que estén en
deuda con el estado; garantizar la justicia a la comunidad; y una extrema dureza con los enemigos del
estado.
En diversos casos que el autor analiza todos insisten en la necesidad de crear redes de lealtades
privadas con las que hacer frente a las amenazas tanto internas como externas. Pues, por un lado, los
grandes poderes europeos quieren dominar Italia y, por otro, el sentir republicano sigue vivo entre la mayoría
de los ciudadanos. Para afrontar los peligros externos se solía recomendar a Lorenzo que creara su propia
militia y reconsiderara la tradicional política florentina de neutralidad. Desde el punto de vista interno, la
principal tarea del Estado habría de ser la de definir una estrategia que le permitiera mantener bajo control
a los partidarios de la república con la ayuda de los partidarios del stato, transformando el amor a la libertad
y la igualdad en lealtad hacia el príncipe y su Estado.
Los maestros del arte del Estado siempre recomendaban utilizar los mismos medios. Explotar el miedo,
la ambición y el deseo de seguridad. Se consideraba que estas pasiones acabarían con el conflicto desatado
entre el Estado y la república o, al menos, con su recuerdo.
Guicciardini ya había señalado que el auténtico hombre de Estado que busca la consolidación de su
stato tiene que saber anticiparse a los acontecimientos. Los Medici tienen muchas posibilidades de
consolidar su Estado en Florencia si actúan con la debida rapidez.
Tras asegurar con firmeza que se puede consolidar el estado, alamanni aclara su postura en relación al
dilema que más preocupaba a los defensores del stato, a saber, si se consolidaba mejor eliminando a todos
los adversarios o por medio de políticas pensadas para ganar el apoyo de un número de partidarios suficiente
como para defenderlo. Se inclina claramente a favor de la venerable práctica propia de los Medici de afianzar
su estado obligando a los ciudadanos por medio de la concesión de favores personales y honores públicos.
Se ha dicho que Alamanni no siempre defendía esta postura, llamando a reducir el número de jóvenes en la
corte. Pero en mi opinión, el consejo de crear una corte que sirva de antídoto para las tradiciones de la vida
cívica es una conclusión lógica, más que una traición a la política clientelar a favor de la política de la fuerza.
Alamanni señala que no cabe la estrategia de consolidar el estado erradicando a los enemigos, ya que
sería impracticable, contraproducente y no daría fama a los Medici.
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Por otro lado, la adopción de una política que consiga ganar un número suficiente de partidarios
consolidará el estado sin recurrir a la infamia. La política clientelar debe fomentarse cuando el estado parece
sólido, no en momentos de peligro.
El Estado puede ganar la partida a la República porque está mejor provisto para satisfacer a los tres
tipos de humores. El primer tipo de ciudadanos, compuesto por los más nobles y estimados, quiere poder y
quiere gobernar. El segundo tipo se conforma con honores y cargos, pero no busca el poder; y el tercero se
conforma con poder realizar sus negocios en paz y sólo pide seguridad.
El discurso de Alamanni lleva al extremo el antagonismo entre la lógica del estado y la de la república.
La conservación del Estado no sólo exige que las instituciones de la ciudad se conviertan en posesión
privada del príncipe, mutando así su naturaleza pública: requiere asimismo que la lealtad impersonal se
transforme en lealtad hacia el Estado del príncipe y que el hábito de la servidumbre reemplace a los hábitos
cívicos de surgen de vivir en libertad e igualdad.
Al aconsejar a Lorenzo y al papa que crearan una corte, Alamanni defendía un giro ideológico
importante. Sin embargo, no existe contradicción entre la recomendación de imponer una política basada en
el favor en vez de en la fuerza y la sugerencia de crear una corte. LA recomendación de hacer que los
ciudadanos dependan del estado está pensada para combatir el amor a la libertad. Como antídoto contra
los hábitos de igualdad, segundo fruto prohibido de la república, proponía una educación en los hábitos
serviles. No se podía haber descripto mejor el antagonismo radical entre la lógica del Estado y la de la
República.
Las ideas de Alamanni sobre el AdE se completan teniendo en cuenta que para el autor había dos
formas seguras de consolidar el Estado: buenas armas y dinero. Si un príncipe tiene armas y dinero,
conservará y extenderá su estado, alcanzando gloria y reputación. Pero buenas sólo pueden ser sus armas.
Por lo tanto, un príncipe debe dedicar sus mejores energías a crear sus propias milicias compuestas por sus
súbditos. El vergonzoso hábito de contratar mercenarios ha llevado a Italia a su estado de servidumbre.
En el príncipe Maquiavelo toma postura en todos y cada uno de los temas clave del AdE. Cuando escribe
un gobernante prudente no puede mantener su palabra y que, de hecho, no debería, porque esta fidelidad
podría perjudicarle”, Maquiavelo hacía suya una línea de ataque abierto contra el lenguaje republicano
ciceroniano de la política, que, como hemos podido comprobar gracias a las actas de las Pratiche, ya estaba
firmemente arraigada. La crítica que se hacía a la idea tradicional de la política no era inusual ni desconocida.
Con ello, criticaba la política y realzaba la necesidad de aplicar las reglas del AdE que exigen del príncipe
que actué sin tener en cuenta los principios de integridad y rectitud.
Como hemos visto, uno de los temas que más preocupaba a los teóricos del estado era lo
extremadamente difícil que resultaba consolidar un estado de los Medici que se había impuesto a la república
gracias a los ejércitos extranjeros y con el apoyo de la mayoría de los grandi. Maquiavelo convierte el tema
de los príncipes nuevos en el eje central de su príncipe. Les recomendaba a los Medici empezar por la
creación de sus propias milicias. El arte que de un príncipe ha de aprender a dominar no es la sutil habilidad
de controlar las instituciones públicas a través de sus partidarios, ni el de disimular que ejerce el poder bajo
una capa de civismo. Debe ser el arte de crear y disciplinar a la milicia: “lo pierden, fundamentalmente, por
abandonar el arte de la guerra, pues es la excelencia en ese arte la que permite hacerse con el poder”.
Sabemos que una de las cuestiones más debatidas era si los Medici, siguiendo el ejemplo de Cosimo,
debían gobernar recurriendo al civismo y a la eficacia (industria) o a la fuerza. Maquiavelo planteaba el tema
abiertamente y da su propia respuesta: el príncipe debe aplicarse en crear y fortalecer la milicia, en vez de
gobernar bajo cuerda pretendiendo ser un ciudadano más. Discute el tema en varios capítulos señala que
el príncipe debe aprender a distinguir entre los grandi que están dispuestos a unir sus fortunas a la del
príncipe y los que no están dispuestos a comprometerse con el nuevo estado. A los primeros hay que
honrarlos y tenerlos en alta estima. A los segundos, hay que hacer una nueva distinción entre los pusilánimes
y los ambiciosos. A estos últimos hay que considerarlos enemigos públicos. Otro punto de discusión que
Maquiavelo discute en su capítulo 17 es sobre si es preferible ser amado o temido. Critica a cicerón y séneca
de que el príncipe está más seguro cuando sus súbditos le aman que cuando le temen.
Mientras que tradicionalmente se consideraba que las amistades adquiridas por medio del dinero y los
favores podían convertirse en un seguro bastión para el estado, Maquiavelo afirma que el príncipe que
dependa de partidarios de este tipo construye un estado sobre la arena. Los hombres rompen fácilmente los
lazos creados sobre la gratitud. Puesto que el miedo se basa en el temor al castigo, resulta mucho más
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eficaz. Lo que implica que el auténtico AdE se basa en la creación de unas milicias fiables, más que en
comprar partidarios para el Estado.
Cuando habla de la política de incorporar a los partidarios al estado, Maquiavelo estaba distorsionando
o malinterpretando en parte el saber tradicional.
Como señala repetidamente en el príncipe, el mejor fundamento para el estado es la virtud del propio
príncipe. El temor que garantiza la solidez del estado debe proceder de él y ser el miedo a él. En general se
creía que los partidarios se verían forzados a defender el estado por miedo a la oposición al régimen, no al
príncipe. Los teóricos del estado pensaban en un temor que, en último término, el príncipe no controlaba.
Pero para Maquiavelo todo lo que no estuviera en manos de éste constituía una base pobre sobre la que
fundamentar el estado.
En su opinión, el favor de los grandi era algo mucho menos importante que contar con el apoyo del
ciudadano común. El príncipe debe respetar a los nobles, pero ha de ser amigo del pueblo, basta con
garantizarles la seguridad suficiente como para que puedan atender en paz sus obligaciones cotidianas, sin
miedo a verse desposeídos u oprimidos. Además, los grandi son mucho más peligrosos que el pueblo y, en
caso de necesidad, puede que estén menos dispuestos a contribuir a la seguridad general.
Maquiavelo quiere convencer a los Medici de que no deben creer ni que los principales enemigos de los
tato son los amigos de la república, ni que los grandi, enemigos de una república que no lograba satisfacer
sus inmoderadas pretensiones, son, como dice todo el mundo, adeptos al nuevo régimen. “Los hombres se
dejan convencer mucho más por las cosas del presente que por las pasadas y cuando encuentran el bien
en el presente gozan de él y no buscan más.
Maquiavelo rebatía el punto de vista adoptado por todos los consejeros de los Medici que opinaban que,
esta vez, costaría mucho más consolidar el stato, debido a que el recuerdo de la república aún permanecía
fresco en la memoria.
El príncipe es tanto una continuación como una reinterpretación del AdE del siglo XV. Se enfrentaba a la
vez a dos corrientes ideológicas y políticas rivales: los maestros humanistas que defendían la filosofía cívica
y los pragmáticos consejeros de los Medici. A los primeros señalaba, como otros antes que él, la
insoslayabilidad de la aplicación de las reglas del AdE; ante los segundos esgrimía su propia interpretación
de un arte diseñado para instruir a un príncipe que quisiera lograr grandes cosas.
En el caso de Maquiavelo, la palabra político siempre está vinculada al vocabulario de la civitas y no se
utiliza en un sentido diferente. La única enmienda que introduce en el vocabulario convencional de la política
guarda relación con la necesidad de reafirmar el valor de la concordia y analizar sus alteraciones. Está
innovación no conduce a un rechazo de la política republicana.
Maquiavelo utiliza el término político para distinguir entre la autoridad limitada por las leyes y la autoridad
legibus soluta, es decir, el gobierno tirano. La mejor garantía de que una ciudad se gobernará con justicia y
moderación es que la autoridad esté legibus restricta. No debe tolerar exenciones a la ley o privilegios. Para
preservar el auténtico vivire civile no basta con el imperio meramente formal de la ley. El contenido de las
leyes e instituciones debe ser la encarnación del interés común, no de los intereses de una facción u otra.
Cuando Maquiavelo utiliza el adjetivo político no sólo hace referencia al imperio de la ley, sino tb a otro
elemento típico del vocabulario republicano: el concepto de igualdad cívica que implicaba la igualdad de los
ciudadanos ante la ley.
Maquiavelo se hace eco de estas ideas republicanas: el buen orden político exige que sean los
ciudadanos más sabios los que ocupen las más altas magistraturas. Lo importante es cómo se adquieren
el rango y reputación. La reputación obtenida por medios privados resulta fatal para el vivere político. En
cambio, la reputación que se adquiere por medios públicos, como las buenas obras o los buenos consejos,
es de lo más beneficiosa para la vida cívica y debe ser la vía de acceso más legitima a las magistraturas.
Se utiliza la palabra político no sólo para referirse a la constitución política de la ciudad en sentido estricto,
sino tb a la vida en común: a las costumbres, los hábitos y pasiones de los ciudadanos. En otras palabras,
el vivere político requiere que los ciudadanos tengan el hábito de ejercer la virtud cívica. Por eso es necesario
educar bien a los ciudadanos. Desde este punto de vista, la religión es una buena aliada de la política por
ser uno de los pilares más estables de la grandeza de la ciudad porque instila a las gentes la máxima
determinación para luchar con valor y acabar con sus enemigos. Además, contribuye a formar buenos
ciudadanos y buenas costumbres.
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Maquiavelo afirma que los conflictos sociales son inevitables y, de hecho, beneficiosos para preservar la
libertad política, siempre que no degeneren en una guerra civil. Por lo tanto, los líderes republicanos tb han
de aprender a conservar el vivere político en situaciones sociales conflictivas. Intentaba demostrar que el
vivere político puede coexistir perfectamente con la discordia entre ciudadanos siempre que los conflictos
no rebasen las fronteras del civismo.
En relación a la guerra y la expansión opinaba que una república (en realidad cualquier estado) debe
alcanzar un tamaño apropiado y ser capaz de luchar cuando se trate de preservar su libertad. Si bien la
guerras es una fuerza inevitable, grandiosa y terrorífica tb es un martirio. De no ser necesaria, es injusta,
como ocurrió con las guerras que libraba Florencia para enriquecer aún más a sus ciudadanos más
pudientes. Pero hay algo peor que la guerra y es estar indefensos o ser derrotados por el furor y la ambición
de otros. La guerra es a menudo inevitable, pero la derrota y todos los horrores que conlleva no lo son,
siempre y cuando la ciudad cuente con sus propias milicias y los ciudadanos hayan recibido entrenamiento
militar. Pero para acortar la guerra y ganar se precisan todas las virtudes militares: valor, disciplina,
entusiasmo y ferocidad. Hay que enseñar el arte de la guerra, porque lo que decide la victoria en el campo
de batalla, preservando las libertades ciudadanas, es la habilidad militar. Así, pues el arte del buen gobierno
debe incluir un arte de la guerra, sin llegar a ser una ocupación permanente de los habitantes de la ciudad.
Lo que Maquiavelo recalca una y otra vez que una ciudad ha de estar en condiciones de luchar para
proteger su libertad y que hay que hacer la guerra para lograr la paz. Sin embargo, no hay que arriesgar la
paz para hacer la guerra. Maquiavelo recomienda, ciertamente, que se cultive el arte de la guerra, pero como
parte integrante, no como meta última del arte de la política.
Al rechazar el modelo de principado de Cosimo, oculto bajo un manto de civismo e instituciones
republicanas, Maquiavelo restringe el ámbito de posibles alternativas políticas a las repúblicas bien
ordenadas o los auténticos principados. A continuación excluye el principiado, afirmando que en Florencia
existe una gran igualdad entre los ciudadanos y que los principados sólo son apropiados para ciudades
donde, como Milán, hay grandes diferencias entre los ciudadanos y la nobleza. Tras afirmar que los
principados civiles resultan muy inestables, Maquiavelo retoma la idea de la igualdad para defender la
república.
Tras rechazar la mezcla de principado y república debido a la inestabilidad, y el principado porque no
satisficiera adecuadamente los requerimientos de la ciudadanía, Maquiavelo emprende la tarea de probar
que una república es más estable y eficaz para dar paso a un liderazgo que case con los hábitos tradicionales
de la igualdad cívica. Retaba a los defensores del Estado en su propio terreno.
Maquiavelo elabora el concepto de la república bien ordenada como orden político. Político porque las
instituciones no están en modo alguno bajo control o la influencia de los ciudadanos privados; orden en el
sentido de que cada elemento de la ciudad ocupa el lugar apropiado en el entramado institucional de la
república.
Lo mejor que puede esperar una ciudad en la que reina un orden inadecuado es la existencia de un
ciudadano sabio, bueno y poderoso que introduzca reformas constitucionales y leyes capaces de moderar
los apetitos de la nobleza y el pueblo, restaurando así la libertad.
Volviendo a la cuestión de si Maquiavelo rechazaba o sostenía la idea de política defendida por los
filósofos cívicos, o si preconizaba una mezcla entre política y arte del Estado, creo que hay que buscar la
respuesta en el hecho de que perpetuo el lenguaje republicano de la política y contribuyó a mantener vivo
el ideal republicano del político. Recomendó integrar la filosofía cívica en el AdE, pero no reducir la primera
al segundo. Siempre hizo una clara diferencia dotando a la política de un rango superior. Incluso cuando
escribía defendiendo el AdE, como hiciera en el príncipe, nunca lo denominó política y siempre hablo de él
como un elemento transitorio y subordinado a la política. Maquiavelo no contribuyó a cambiar el significado
de la política. En realidad, reformuló la filosofía cívica para que pudiera ser útil a quienes se enfrentaran a la
tarea histórica de restaurar la república y la libertad en Italia.
Epílogo
La política como filosofía cívica
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Actualmente no existe una teoría universalmente aceptada sobre lo que es la política. Pero me
gustaría iniciar mi argumentación dividiendo las teorías políticas contemporáneas en dos familias: la realista
(definen procesos políticos reales) y la crítica (describen como debería ser la política. En nuestros días
predominan los del primer grupo. Existen distintas formulaciones, pero lo esencial permanece inalterable: la
acción política tienen que ver con el poder o el control obtenido y mantenido a través de la maquinaria
gubernamental.
Está definición de política sencilla y convincente se parece asombrosamente a la del AdE. Tanto el
tirano como los ciudadanos que quieren ser elegidos para el desempeño de un cargo, buscan el poder. Pero
¿buscan el mismo poder?
Tb se habla de la política como asignación. Está definición tp deja de ser problemática. Tb parece
derivar del AdE. Todos los teóricos del Estado estaban de acuerdo en que saber distribuir bs. Materiales y
simbólicos entre amigos y partidarios a través de leyes y decretos era la habilidad básica para la
conservación del poder. En opinión de autor, sólo se puede considerar asignaciones autoritativas realmente
políticas a aquellas que contribuyan a conservar la ciudad. Cuando un gobernante elige amigos como
funcionarios en lugar de personas calificadas, no cabe duda que es autoritativa, pero no es política.
La teoría realista de la política no nos ayudan a entender aquellas prácticas políticas posibles o reales
relacionadas con una forma concreta de utilizar el poder o con la implementación de ciertos valores. No nos
hablan de la forma adecuada de usar el poder e implementar los valores en la ciudad.
También critica a los filósofos comunitaristas porque la condición esencial para conservar una
república libre es que se mantenga la justicia y no una identificación patriótica basada en la idea de un
destino común.
Tb analiza a los filósofos cívicos: Necesitamos una teoría de la justicia que nos diga que es nuestro
deber hacer todo lo que esté en nuestras mano para rechazar la injusticia, y no sólo cuando nos afecte
directamente. Necesitamos una teoría de la libertad política que nos diga que si queremos ser libres
debemos ponernos al servicio del bien común para evitar que la ciudad caiga en manos de los poderosos y
arrogantes. Y los critica: si llegara a haber filósofos cívicos, deberían entablar un debate con los filósofos
liberales sobre la mejor forma de promover y mantener una sociedad liberal basada en los principios de la
justicia política. Así, lo primero que debe hacer el filósofo cívico es contribuir a que la democracia se parezca
lo más posible a una república de verdad, en la que cada ciudadano, rico o pobre, noble o no, listo o estúpido,
pueda vivir al margen de la humillación ayudando a construir una ciudad mejor.
SKINNER Los fundamentos del pensamiento político moderno. Cap. 9
Los humanistas del norte de Italia han apoyado y desarrollado la visión moral y política del
renacimiento. Es apropiado considerar a la teoría política del Renacimiento del norte esencialmente
como extensión y consolidación de una gama argumental originada en la Italia del Quattrocento. Sin
embargo, estos argumentos no fueron repetidos de manera mecánica. Algunas de las teorías de los
humanistas del norte deben ser consideradas no tanto como continuación, sino como crítica de
temas humanistas anteriores.
El humanismo y la justificación de la guerra
El ideal aristotélico del ciudadano armado había desempeñado un papel importante en la las teorías de
Estado del quattrocento. La voluntad de combatir por la propia libertad había llegado a ser considerada como
parte de los deberes cívicos. En contraposición, los humanistas del norte hicieron hincapié en el concepto
estoico de que, siendo hermanos los hombres, toda guerra ha de ser un fratricidio.
Muchos humanistas del norte también estaban en contra de la venerable doctrina de la guerra justa, que
veían como un peligro para la violencia prevaleciente de su época. Les escandalizaba el hecho de que la
fuerza y la violencia estuviesen siendo consideradas como complementos ordinarios de los estadistas. Este
repudio aparece en Utopía de Moro, en donde afirma que mientras los humanistas cívicos habían afirmado
que un buen ciudadano debe pensar en el servicio militar como parte de sus deberes cívicos, los sabios
utópicos hacen lo que puedan por evitar enviar sus propios ciudadanos a la batalla. Además de rechazar la
concepción de ciudadano armado, estos humanistas atacan la afirmación respecto de que la única
ocupación digna y honorable para un caballero es la profesión de las armas.
El humanismo y la razón de estado
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Los humanistas del norte acusaron a sus predecesores de haber mostrado una indebida disposición de
apoyo a la noción de razón de estado. Semejante defensa de la ragione di stato no había sido propuesta
por ninguno de los humanistas más ortodoxos de la Italia del quattrocento. La sugestión de que los buenos
fines pueden ser utilizados para justificar malos medios había sido un rasgo central en la política de
Maquiavelo.
Los humanistas del norte se habían propuesto extirpar toda tentación de argüir que pudiera ser legítimo
pasar por alto los dictados de la justicia con la esperanza de alcanzar algún beneficio mayor. Erasmo
afirmaba que nunca debe hacerse nada que pueda dañar la causa de la justicia y se debe estar dispuesto a
ceder ante las importunidades de la época. Entre Erasmo y Maquiavelo se encuentra la separación ética de
la época.
Sin embargo, ante el aumento de violencia en el S. XVI, aún para los humanistas fue difícil sostener el ideal
de justicia como base única posible de la vida política. Algunos de ellos empezaron a reconocer que en
casos realmente necesarios se debía hacer lo que se creyera útil, y no lo justo. Esto se manifestó en la
afirmación de algunos de que los gobernantes deben seguir los dictados no solo de la igualdad sino también
de la prudencia.
De esto resultaba que había un paso corto entre afirmar que el gobierno debe promover la prudencia por
encima de la virtud y la idea maquiavélica de que a veces puede ser apropiado dedicarse al engaño
provechoso para defender los intereses de la república. El que llevo adelante esta defensa fue Gardiner y
recomendaba que el príncipe debe asegurarse de poder cambiar como el viento de acuerdo a las veleidades
de la fortuna.
Fue en Francia y en los Países Bajos donde la teoría maquiavélica encontró su principal baluarte durante el
S. XVI. Aquí algunos humanistas se orientaron a moderar sus consejos en una mezcla con el ‘engaño
provechoso’. Se excusaron afirmando que al reconocer la razón de estado, solo estaban reconociendo la
fuerza compulsora de la necesidad. Si la necesidad no podía adaptarse a ley, entonces ésta debería
adecuarse a aquella.
“Utopía” y la crítica del humanismo.
Moro es posible de alinear con los humanistas del norte ya que acepta que la actitud de un teorizante debe
ser la de consejero político; apoya la creencia humanista de las virtudes en la vida política, así como el pilar
de mantener la justicia en la política; y afirma que la clave para mantener una sociedad ordenada está en
dar a los ciudadanos una educación humanista.
La crítica de Moro comienza con la crítica a la idea humanista de la virtud constituye la única nobleza
verdadera, el problema había sido que habían entibiado el argumento cuando afirmaron que dicha virtud
tiende a aparecer en las clases gobernantes; acepta la noción de que se debe buscar el honor, pero rechaza
la idea de que existan hombres mejores que otros por el atuendo que usan. Con esta idea critica a la
aristocracia hereditaria, y plantea que si se desea formar una república virtuosa es necesario dejar de creer
que los nobles son hombres de alguna nobleza verdadera, y abolir toda estructura de grado para asegurar
que reciban reverencia los hombres verdaderamente virtuosos. Ninguna sociedad jerárquica puede ser
virtuosa. Para eliminar las desigualdades es necesario atacar la desigual distribución del dinero y la
propiedad privada. Con esta postura, Moro se aleja de sus contemporáneos humanistas, como de Vives,
Erasmo, etc. A solución final era el abandono del dinero y la propiedad privada.
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(1507-1516) entonces se produce un viraje de la política económica tradicional, basada en la
exportación de materias primas y en la importación de productos manufacturados. Varían pues los
presupuestos que hasta ese momento habían sustentado a la economía nacional. Los comerciantes de
las ciudades del interior se enfrentan al Consulado de Burgos y de los extranjeros, al igual que los
productores también situados en el interior. Los comerciantes del interior estaban en doble
desventaja con los del Consulado de Burgos por su lejanía de los puertos y porque tenían que
contentarse con las sobras de lanas que dejaba el más poderoso y organizado Consulado de Burgos.
Los productores como sabemos, sufrían al momento de proveerse de materias primas de calidad por
la exportación de las mejores lanas y además, sufrían la importación de productos muy competitivos.
Estamos ante un levantamiento de las burguesías de la zona central de Castilla contra las regiones
periféricas más favorecidas.
Los grupos sociales enfrentados (mercaderes del interior frente a burguesías periféricas,
manufactureros contra exportadores) se vuelven hacia el Estado para que sirva de árbitro, pero el
Estado también pasa por una crisis: la coyuntura política abierta por la muerte de Isabel en 1504. Se
inaugura una serie de gobiernos provisorios. Son casi veinte años de falta de continuidad. Esto da a surgir
ambiciones de toda clase, muy marcadas en el seno de la nobleza que busca recuperar posiciones perdidas.
Se trata de una crisis de régimen, de dinastía. El rey Fernando pasó a ser solo rey de Aragón nuevamente,
la Corona de Castilla recae en la hija mayor de los reyes, Juana, esposa de Felipe, quien ejercerá el cargo
ante la demencia de Juana. Pero Felipe muere a los seis meses y Fernando es vuelto a llamar, quien muere
en 1516. Castilla se vuelve de nuevo un vacío de poder. El poder recae en el hijo de Juana, Carlos V, quien
es nombrado rey de Castilla y de Aragón. Se esperaba que con el nuevo rey se acabara la inestabilidad y
volviera la paz.
El reinado personal de don Carlos
Pero Carlos parece no interesarse por los asuntos políticos y la corte está dominada por los flamencos
codiciosos. Carlos estaba con su visión más en los asuntos externos. En 1519 se abre la sucesión del
Sacro Imperio Romano Germánico y Carlos acepta el nombramiento. Esto aumentó el descontento ya
que el rey debería trasladarse a Alemania, con lo cual Castilla nuevamente quedaría a cargo de un regente.
Entonces el Cabildo de Toledo optó por realizar una campaña con los siguientes objetivos-reclamos: la
elección imperial acarraría nuevos gastos y habría que financiar el desplazamiento de la Corte, por lo cual
los impuestos se verían incrementados drásticamente; luego se cuestiono el objeto que se financiaría con
esos fiscos, la política imperial, entonces comenzó a ponerse en entredicho el hecho del imperio.
El rey llama a la Corte con el fin de terminar la oposición, pero contrariamente aquella redactan una
declaración en la que afirmaban que debía rechazarse todo servicio nuevo; debía rechazarse el Imperio ya
que Castilla no pretende hacerse cargo de esos gastos, sino que deben hacerlos territorios que ocupan
dicho Imperio; y se advertía que en caso que el rey aceptara las Comunidades deberían defender su reino.
Se entiende por Comunidades en las colectividades locales; se refiere también al pueblo, a la masa, al tercer
estado en oposición a los privilegiados; y además encierra la idea del bien común, opuesta a los intereses
personales y dinásticos del soberano.
Sin embargo, el rey parte a Alemania y deja al Cardenal Adriano como gobernador del reino en su ausencia.
Cap. 2 De Ávila a Tordesillas
La junta de Ávila
Desde abril de 1520, al menos, Toledo se mostraba rebelde frente a la autoridad del rey. Esto sumado
a la intención de la Corte de modificar el regimiento, apuraron al monarca para actuar: los regidores más
activos fueron llamados a Santiago y al mismo tiempo se enviaron nuevos más fieles al monarca.
Esto generó una gran conmoción que terminó en revuelta. La población se opuso a la marcha de los
regidores y se apoderó de las autoridades locales. Las Comunidades comenzaron a adueñarse de todos
los poderes locales, los diputados formaron un nuevo consejo municipal. El 31 de Mayo tuvo lugar el último
acto de la revuelta y el último regidor que quedaba abandono la ciudad.
Estos hechos son el anticipo de los disturbios que se sucederán en junio de ese mismo año. Así,
estallan motines contra los representantes del monarca, los corregidores y los arrendatarios de
impuestos. Segovia fue el escenario de los hechos más violentos. Tordesillas intentó hacerse oír como
procurador de Corte pero la población lo tomó, lo llevo a la prisión entre golpes y acabó por estrangularlo en
plana calle y su cadáver fue colgado con las víctimas del día anterior.
También en Burgos sucedieron hechos similares. Varios regidores se sucedieron sin poder calmar los
ánimos. Las mansiones de los notables fueron incendiadas y Jofre de Cotannes, un prestamista francés, fue
golpeado hasta la muerte.
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El 8 de junio Toledo propuso a las ciudades con voz y voto en Cortes que se celebrara una reunión para
restablecer el orden y propuso: anular el servicio votado en La Coruña, volver al sistema de
encabezamientos, reservar los cargos públicos a los castellanos, prohibir las exportaciones de dinero y
designar a un castellano para dirigir al reino en ausencia del rey. Además, Toledo animaba otras intenciones.
Pretendía convertir a las ciudades castellanas en ciudades libres como Génova. Por lo cual era algo más
que un reclamo por presión fiscal, era una auténtica revolución.
Por su lado, la ciudad de Valladolid pretendía adherirse al movimiento de Castilla, admirando la actitud de
Toledo y Segovia, y armó para sí un gobierno popular que juro fidelidad a la comunidad.
En el plano político la junta de Ávila obtuvo los beneficios de la indignación general. Algunas ciudades
comenzaron a mandar procuradores a Ávila. El Cardenal Adriano intento que la Junta fuera en Valladolid
bajo su presidencia, pero no obtuvo respuesta y se juntaron en Ávila. El 29 de agosto llegaron a Tordesillas
los jefes miliares de la Junta. Introducidos junto a la reina le relataron los fines de la Junta de Ávila: poner
fin a los abusos, devolver a la reina sus prerrogativas y protegerla de los tiranos. Con esta declaración la
Junta se traslada a Tordesillas e invita a las demás ciudades a unirse. Están representadas en la Junta:
Burgos, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid, León, Salamanca, Zamora, Toro, Toledo, Cuenca, Guadalajara,
Murcia y Madrid. Con lo cual el área de influencia del movimiento comunero se concentra al norte de Sierra
Morena. Considerando que la mayoría está representada en Tordesillas la Junta pasa a llamarse
Cortes y Junta General del reino. Esto significaba sustituir la voluntad del soberano por la voluntad
colectiva del reino expresada por sus representantes. La junta saca un comunicado anunciando que
asume la responsabilidad del gobierno, el Consejo Real queda desposeído de sus funciones y la Junta se
convierte en la única autoridad superior, concentrando todos los poderes del Estado. Para la Junta en el ‘mal
Consejo’ recae la corrupción y el desorden que caracterizaban al gobierno de Castilla desde 1516. La Junta
a recaudar los impuestos, nombra a los corregidores.
La situación va evolucionando de acuerdo a la dinámica del movimiento comunero y las iniciativas de Carlos
V.
La dinámica interna del movimiento comunero.
Es un movimiento que se pretende nacional, quiere llegar a todas las capas de la población. En las ciudades
toda la categoría soc. de los caballeros se ve amenazada. Las reivindicaciones se extienden a otras causas
del descontento y el movimiento llega al campo. Esto levanta el recelo de la aristocracia terrateniente, quien
acude a las armas y se acerca al poder real. El conflicto toma un nuevo sesgo: los comuneros contra
algunos señores, sin perder por ello su eje inicial: la lucha contra el poder real. Así y todo, la Junta
debió tomar algunas reivindicaciones del movimiento anti-señorial que no lo quería pero fue llevado a eso.
Las iniciativas de Carlos V
El gobierno real, representado en el Cardenal Adriano y unido a los nobles, que vuelven a participar
del gobierno como antes de Fernando e Isabel, actúa sobre las ciudades no rebeldes insistiendo
sobre las concesiones hechas por el rey, y en las rebeldes con una represión armada.
Los comuneros sufren el alejamiento de algunas ciudades; no pueden impedir que el gobierno
central se reorganice. Asimismo, pierden el apoyo de la reina quien se declara incapaz de gobernar.
Entonces la Junta al declarar que se hacía cargo de todos los poderes generó el alejamiento de algunas
ciudades, pero lo que perdió en extensión lo ganó en cohesión. Por su parte, el poder real reorganizado
logró la separación de Burgos de la Junta y estaba dispuesto a retomar el poder.
La crisis del poder real no era solo política, sino económica. Ya no recibía los impuestos. La solución vino
de la ayuda financiera de Portugal, la nobleza y los banqueros. La corona pudo superar la revuelta gracias
a la alianza con otros grupos sociales, la nobleza y los grandes comerciantes (muchos burgaleses
una vez que la burguesía mercantil logró recuperar el gobierno de la ciudad y la quitó del bando
revolucionario).
Por su parte los comuneros también fueron convirtiendo sus tropas en un ejército de carácter permanente.
La recaudación de impuestos permitió contratar mercenarios y comprar armas.
La batalla de Tordesillas
Los nobles se hallaban divididos, algunos aunaban por el enfrentamiento militar y otros por la negociación.
Pero las negociaciones no funcionaron y optaron por el combate. La guarnición de los Comuneros,
desbordada por un enemigo superior en número, vio caer la ciudad en manos enemigas.
Esta derrota dio cuenta de la reconstrucción del poder real por la ayuda recibida. Sin embargo, el
ejército comunero estaba intacto. Además, las revueltas antiseñoriales habían hecho de una
revolución política una rebelión que ahora criticaba las estructuras heredades. Ya no se trataba
solamente de un conflicto entre las ciudades y el poder real, sino de un conflicto general que
amenazaba el equilibrio social, económico y político.
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Cap. 3 De Tordesillas a Villalar
Los comuneros fueron recuperándose poco a poco en Valladolid, que sería la tercera capital del movimiento
luego de Ávila y Tordesillas. Al mes su ejército estaba rearmado. Pero se empezaron a delinear dos
facciones en el movimiento. Por un lado quienes proponían comenzar nuevamente el combate. Y por el otro,
quienes pretendían ganar tiempo y creían en la posibilidad de un compromiso diplomático.
Por su parte los nobles no deseaban combatir por temor a que hubiera represalias sobre sus feudos y que
se desatara una rebelión mucho más grande que pusiese en peligro sus privilegios si se enemistaban
definitivamente con las comunidades. Además, una victoria rápida favorecería a la Corona y ellos no
combatían por ella sino por sus feudos y privilegios. Por eso ocupaban algunas posiciones estratégicas, pero
no optaban por dar un golpe final al movimiento comunero. Razón por la cual tampoco tenían la cohesión
necesaria para una lucha eficaz.
El 25 de febrero los comuneros entraron a la ciudad de Torrelobatón, y luego de un mínimo acuerdo en el
cual se permitía la conservación de la mitad de los bienes, se logro la toma del castillo. Esto levanto el ánimo
entre los comuneros y la inquietud de los nobles.
Cuando Padilla, el jefe militar comunero, salió de Torrelobatón para dirigirse a Toro, el almirante y el ejército
de nobles se lanzaron contra él y lo alcanzaron cerca de Villalar. Padilla ataco sin esperar a los refuerzos y
sus soldados fueron presa fácil del enemigo.
Toledo resistió unos meses más, pero los jefes máximos comuneros fueron apresados y ejecutados.
Cap. 4 Toledo
Algunos historiadores consideran la batalla de Villalar como la derrota del movimiento comunero y la
resistencia de de Toledo como una simple peripecia. Pero para Pérez no es cierto. En Villalar desapareció
la organización política de la revolución, la Santa Junta, que no volverá a constituirse, y también su centro
mas fuerte las de tierras de Palencia, Valladolid y Segovia. Pero en el sur, en torno a Toledo, se encontraba
el segundo núcleo (de donde había surgido la política primera contra el imperio, donde se convoco a la Junta
y fueron los soldados de Toledo que liberaron Tordesillas).
El arzobispo de Toledo, cardenal de Croy, murió en enero del ’21 y la Junta envío a Acuña para ocupar su
lugar, quien comenzó con éxito neutralizando a los miembros de la aristocracia. Pero la notica de la derrota
en Villalar y la ejecución de los jefes militares comuneros produjeron desconcierto y las decisiones de Acuña
comenzaron a ser rebatidas.
Sin embargo, la invasión francesa en Navarra obligó a dirigir los ejércitos reales al norte, liberando así al
zona de Toledo y permitiendo a los Comuneros endurecer su posición. A partir del 15 de junio se produjo la
reacción de doña María Pacheco (viuda de Padilla, el jefe militar comunero), dejando de lado la posibilidad
de rendición. A finales de Julio se produjo una división entre los comuneros. Algunos, consideraban que la
resistencia era inútil y abandonaron a doña Pacheco, quedando Toledo replegada sobre sí misma pero sin
perder todos los contactos con el exterior.
Los virreyes, más preocupados por la situación del norte, se resignaron a negociar, llegando a un acuerdo
favorable a los rebeldes. Pero a lo largo de noviembre la situación comenzó a deteriorarse cuando la
situación de Navarra se hizo menos agobiante y los virreyes buscaron oportunidad para denunciar ahora el
acuerdo. Así llego la revuelta de febrero de 1522. El corregidor nombrado por los virreyes, Zumel, tenia
órdenes de restablecer el poder real, pero Doña Pacheco se negaba a entregar las armas hasta que Carlos
V mismo no ratificara el acuerdo de octubre. Los comuneros se negaron también a entregar a doña María,
sería el último combate de honor y ocuparon las calles. Lucharon hasta que la hermana de doña María pidió
una tregua, tregua que significo la derrota de los comuneros. Doña María, último líder, logró escapar a
Portugal. Y la resistencia cedió en todas partes y el orden había regresado.
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con subvertir el orden soc. establecido, la represión no fue excesivamente dura, sobre todo a nivel individual.
En muchos casos no quedó otra que remitirse a la “culpabilidad colectiva”.
Finalmente, nunca se volverá a cuestionar la exportación de lana, y la importación de productos que bien
podrían haberse fabricado. Ya no será fácil construir una industria textil dinámica y toda legislación vs
vagabundos, ociosos y limosnas chocará con la incapacidad del sistema de emplearlos.
Marco geográfico de las comunidades
Una revuelta no significaba que la ciudad abrazara a la causa comunera, por lo tanto no se tendrá en cuenta
aquí al movimiento en cuanto tal, sino a las ciudades que se sometieron a la Junta General y que sustituyeron
autoridades locales por una administración revolucionaria. Partiendo de tales presupuestos, la rebelión se
extendió por las cuencas de Duero y del Tajo. Situó su capital en Valladolid, en el corazón de Castilla Vieja.
Su influencia se hacía menor cuanto más se alejaba del centro de gravedad. Galicia, Extremadura, y
Andalucía permanecieron en calma (Andalucía incluso se organizó para resistir la rebelión formando la Liga
de las ciudades andaluces y en Galicia se explica por la extraordinariamente y antigua organización señorial
que se remontaba a los primeros siglos de la Reconquista), el reino de Murcia y el País Vasco se vieron
afectados con más intensidad y fueron las dos Castillas las que aportaron los dirigentes, las tropas y el
dinero.
Entonces, a modo de síntesis, el movimiento comunero se desarrollo en torno a dos núcleos principales:
Toledo y Valladolid, y se extendió de norte a sur partiendo de Toledo. Alcanzó primero a Segovia, Valladolid
y luego a Palencia. Madrid, Ávila y Medina del Campo se incorporaron rápidamente, y al oeste Zamora, Toro
y Salamanca compartieron las inquietudes de Toledo. A medida que nos alejamos de esta zona perdemos
su influencia. Así, Cuenca, Guadalajara, Soria y León se subsumieron a la Junta pero sin gran entusiasmo,
y las primeras tres se apartaron pronto. Al norte, Burgos era hostil. Y finalmente, otras presentaron síntomas
de agitación, pero no se adhirieron a la Junta, como Murcia y el País Vasco.
En la zona donde se desarrolló el movimiento se encontraba la naciente industria textil. La Castilla de los
ganaderos y la de los grandes comerciantes (Burgos) se verán aquí enfrentados. A partir de esta geografía
de la revolución se puede plantear que uno de los motivos del conflicto viene de esa batalla entre ambas
burguesías. Para desarrollar esto se analiza en el próximo capítulo la sociología del movimiento.
Cap. 6 Comuneros y anticomuneros
El análisis sociológico de las Comunidades confirma su localización geográfica. Las ciudades del interior
son las que suministran tropas a los comuneros. Los mandos vienen de clases medias o de la pequeña
burguesía.
La alta burguesía es anticomunera. No es numéricamente importante en Castilla salvo en Burgos. Contra
los comuneros se alza también la aristocracia.
Comuneros y Caballeros
El movimiento comunero aparece como un movimiento urbano. Muchas veces el apoyo o no a las
comunidades se presenta como una elección en contra o a favor de los caballeros, es decir a favor o en
contra de la oligarquía urbana, que desde hacía medio siglo gobernaba las ciudades de castilla sin demostrar
preocupación por las masas. En este sentido se entiende comunidad como comunes en contra de los
privilegiados, como revuelta popular contra las élites tradicionales. Mal o bien organizadas las masas solían
imponer la fuerza del n°. Así los nobles abandonaban las ciudades porque como muchas otras cosas no
toleraban que la palabra de un común valiese lo mismo que la de un caballero. Los nobles de esas ciudades
debían aceptar la prerrogativas o permanecer al margen a riesgo de ser acusados de enemigos de la
revolución. Esto se dio, pero raras veces los dirigentes comuneros fueron de los sectores humildes.
Generalmente, eran de las capas medias de la población.
La nobleza entre las comunidades y el poder real
Los caballeros se presentaban como una facción de la aristocracia. No se puede decir que fuesen a simple
vista comuneros o su contrario. Los caballeros actuaban por dos motivaciones: mantener el orden para evitar
extremismos y consolidar su autoridad en ciudades que no habían podido subyugar. Por tanto mantuvieron
una actitud expectante en la primera fase de la sublevación que no iba dirigida a ellas sino al poder real.
¿Qué motivos podían impulsarlo a actuar en favor del poder real? Hasta el momento eran el árbitro de la
situación. Aquí cobra sentido el nombramiento del almirante para compartir el poder con el cardenal.
El movimiento antiseñorial
Al amparo del gran movimiento de protestas se dio la sublevación de Dueñas contra su señor, Dueñas había
sido una ciudad libre hasta 1440 cuando el monarca Juan II la cedió a la familia Acuña. Esta sublevación
debe ubicarse en el contexto de un movimiento de hostilidad contra el régimen señorial, que no debe
confundirse con el movimiento comunero propiamente dicho. Los acontecimientos guiaron a este último a
tomar partido: un movimiento se desarrolló al amparo producido por la crisis de las comunidades (finalmente
22
una cambio su tendencia). La Junta no deseaba desde un principio oponerse a los señores, al abogarse la
representación del reino deseaba la participación de los Grandes pero sin su dominio. Pero éstos estaban a
la defensiva por la protección de sus dominios.
En este contexto el movimiento comunero decidió a apoyar a Dueñas.
La Junta contra los Grandes
El objetivo de la Junta era imponer el poder político ya no solo contra el rey sino también contra los Grandes,
sus ambiciones y deseos de poder.
Entonces se pueden marcar tres puntos respecto de la evolución del conflicto: en 1520 la revuelta de las
comunidades se presenta como un enfrentamiento entre la nobleza y las ciudades. Esto no fue impuesto
por los comuneros sino que devino por la sublevación espontanea de las poblaciones sometidas al régimen.
Así la Junta preciso su sentido de lucha. En segundo lugar los Grandes decidieron entrar en lucha con los
comuneros no por defender al poder real sino para salvar sus dominios. Finalmente la rebelión fue aplastada
por los Grandes.
Los comuneros.
Los enemigos de los comuneros era los nobles, pero ¿Quiénes era los comuneros? El perdón general de
1522 permite advertir algunos datos.
Nobles y caballeros:
Algunas personas quedaron exceptuadas del perdón entre las cuales se distinguen las pertenecientes a la
categoría de los señores vasallos, a la de los caballeros y a la del patriciado urbano (muchos hacía tiempo
asimilados a los caballeros). Estos participantes se unieron por resentimiento, e incluso no fueron fieles
hasta el final. Por eso fueron pocos de éstos, auténticos comuneros. Resaltaron poco desde el punto de
vista pol.
Las clases medias:
Entran en este grupo quienes no son privilegiados, que no son hidalgos ni eclesiásticos y que obtienen su
vida por la práctica de una profesión. Labradores (que hacen explotar sus tierras o lo hacen ellos), artesanos
e industriales (textiles, artesanos, comerciantes y burgueses), profesionales liberales.
Se puede plantear la siguiente hipótesis: los grandes propietarios y los grandes ganaderos se
aliaron, junto con los exportadores, a la corona porque ésta podía garantizar sus privilegios. Los
sectores sociales que veían afectados sus intereses por aquellos agrupados geográficamente en el
centro de Castilla, fueron los que apoyaron la revuelta. Las contradicciones económicas entre el
centro y la periferia por sí solas no explican la revolución de las comunidades, pero si desempeñaron
un papel muy importante.
EL clero:
La participación de 21 miembros del clero completan la fisonomía. Las órdenes religiosas como los
franciscanos y dominicos participaron activamente. Los frailes no fueron solo propagandistas sino que
desempeñaron un rol activo en los pródromos de la crisis y en el desencadenamiento de la revuelta. Los
letrados y los frailes fueron los pensadores, los intelectuales que aportaron las justificaciones ideológicas.
Conversos y comuneros
Los conversos tuvieron una participación fundamental, pero lo que Pérez rechaza es la conclusión de que
la revuelta fue una manifestación de la general inquietud de los conversos. Muchos participaron dado
que el movimiento fue urbano y eran más numerosos en las ciudades. Pero también los hubo en el bando
real. Como grupo social los conversos estaba interesados en una supresión del Tribunal de la Inquisición o
en una reforma del Santo Oficio, pero la Junta no incurrió para evitar el funcionamiento de esa institución.
Esto no implica que la Junta haya apoyado a la Inquisición, sino que el problema que abarcaban era
más amplio y complejo. Además, los frailes tuvieron mucha influencia en el movimiento, y ellos no eran
favorables a los conversos. Por tanto, para Pérez, el movimiento comunero no fue motivado por los
conversos, fue un movimiento político. Tuvo causas profundas en la situación de Castilla, en esa
situación los problemas religiosos fueron importantes pero no fueron los únicos. La rebelión trató
de cambiar el régimen político y la división del reino; el apoyo de algunos conversos fue por
simpatías políticas no porque fuesen conversos.
Como mucho, lo que se puede pensar es que el movimiento comunero era progresista y tal vez su triunfo
habría derivado en un mejoramiento de los procedimientos inquisitoriales. Pero no hay respuesta definitiva
sobre qué habría pasado.
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Las comunidades procuran acabar con la situación privilegiada de los caballeros y limitar las prerrogativas
de la corona. La comunidad, paralelamente a su proyecto revolucionario, se organizó en la base como
democracia directa. Supuso un cambio radical, el pueblo intervino en la democracia directa. Cada ciudad
elaboraba su propio sistema de dirección y consulta. Los regidores muchas veces seguían participando de
la asamblea municipal pero con tareas administrativas. Dos nuevas categorías pasaron a formar parte de la
asamblea municipal: los representantes de los estados tradicionales ya que la preocupación de los
comuneros era garantizar la cohesión mediante la unión de los habitantes de la ciudad, en la que quedaban
excluidos los traidores; y los elementos elegidos directamente por la población, a saber, los diputados por
parroquia o barrio, que constituyeron la originalidad del movimiento y eran los que detentaban más amplios
poderes. Éstos representaban al pueblo, pero inclusive éste participaba directamente en asambleas de
barrio.
La santa Junta
La asamblea de Ávila, una vez trasladada a Tordesillas y apoyada sobre la autoridad de la reina, manifestó
mayores ambiciones proclamándose como Cortes y Junta General del reino. Como Cortes, la asamblea
reunía a los procuradores de las ciudades que tenían voz y voto para discutir las reformas del reino, actuaba
como autentico gobierno. Muchos procuradores no estaban dispuestos a ejercer su papel, algunos se
pasaron al bando contrario y otros se limitaron a desaprobar las formas más brutales de la guerra (pillajes,
detenciones).
El programa político de las comunidades
Los comuneros endilgaban a Carlos V el haber apartado a los castellanos de los cargos públicos y el haber
ocupado el trono en vida de su madre. Lo que se pretendía en principio era que le devuelva sus facultades,
para tener una reina perteneciente al territorio y no un extranjero. Finalmente, los comuneros debieron
aceptarlo como rey, pero no lo harían como emperador. Esto conduce a los dos rasgos principales del
ideario político: rechazo al imperio y reorganización política del binomio rey-reino.
La elección del rey como emperador da inicio cronológico al movimiento comunero, es entonces cuando
Toledo empieza sus gestiones, ya que se cree que el Cesar está sacrificando el bien común de Castilla y
los intereses del reino. Este rechazo lleva a los comuneros a reivindicar la participación directa en los asuntos
políticos, aludiendo así a una reorganización rey-reino. La organización llevada cabo por los reyes católicos
establecía la política como asunto único de la corona, en las ciudades se establecieron los regimientos
cerrados confiados a una oligarquía local, que se encargan de los asuntos locales, pero no debe intervenir
en cuestiones que puedan generar conflictos mayores a nivel nacional. La nobleza y las cortes quedaban
apartadas de los asuntos nacionales, solo se encargaban las cortes y sus ministros.
Los comuneros procuran terminar con esta institución, para ellos las Cortes son el organismo más importante
del reino ya que sus atribuciones limitaban el poder real. Entonces, si bien se mantuvo el derecho de acudir
a las Cortes solo a ciertas ciudades, se cambio su composición. Cada ciudad pasaría a ser representada
por tres procuradores, uno del clero, otro de los caballeros y escuderos y otro de la comunidad. Los tres
serían elegidos democráticamente, se trataba de poner fin al monopolio hereditario. Las cortes se reunirían
cada res años, sin necesidad de ser convocadas por el soberano. No serían solo consultivas sino que
participarían del gobierno, como así también la Junta General. Entonces, los comuneros, pretendían
arrebatarle parte del poder al rey para traspasarlo a los representantes. El rey no estaría por encima de la
ley, tendría que cumplir la ley, administrar justicia y regir el reino teniendo en cuenta el bien común, en
contrapartida los súbditos están obligados a obedecer y pagar impuestos. El reino es el que debe advertir
los abusos del rey, en aquel está la última palabra. El reino no era el rey, era la comunidad
Partiendo de la teoría escolástica los comuneros elaboraban un pensamiento político coherente que
hacía del reino, y sus representantes en las Cortes, el depositario de la soberanía. El deseo de los
comuneros era una monarquía templada, constitucional. Pretendía un gobierno representativo. Lo
importante fue el avance en la teoría política, la nación se alejaba de ser un concepto tradicional para
transformase en un arma contra la monarquía y la aristocracia.
El destino de la rebelión se zanjó en 1520 cuando Burgos se apartó de la Junta: lugar donde se centraba la
burguesía comercial, la única que existía en castilla. La rebelión intentó ser una revolución moderna,
pero prematura porque pretendía entregar el poder a una burguesía todavía en ciernes.
Defensa y acrecentamiento del patrimonio real
La motivación esencial de los comuneros era defender el patrimonio real, incluso contra el mismo soberano.
Pretendían obligar a los señores a devolver los patrimonios usurpados. Su motivación inicial no fue,
entonces, solo política sino que el equilibrio que los reyes católicos habían conseguido entre los grupos
sociales y los intereses económicos se quebró con la muerte de Isabel y el advenimiento de una dinastía
extranjera. La exportación de lana, pensaban, producía más inconvenientes que beneficios, debería de
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trabajarse en el país produciendo artículos. Estas ideas se basaban en los industriales que más tenían que
perder ante la competencia extranjera. En cambio amenazaban directamente a los comerciantes de lana
(ganaderos, aristócratas propietarios de rebaños, mercaderes). Así se formaba la sociología del movimiento:
la revuelta representaba las inquietudes de las ciudades del interior, industriales y artesanales, las
preocupaciones de las capas sociales medias. En la coalición anticomunera se concentraron todos
los que tenían interés en la exportación de lana.
La reforma protestante es la ilustración patente del fluido nivel alcanzado por Occidente en esa época, de
sus inmensas potencialidades y de sus límites coyunturales. Los objetivos manifestados por las diversas
corrientes protestantes eran solo religiosos y solo de forma secundaria, implícita y posteriormente,
demostraron ser también político. Sin embargo, gracias a la complicidad de determinadas coyunturas, las
reivindicaciones eclesiástico-confesionales se tradujeron, tanto en un campo como en el otro, en
contestaciones radicales y en ciertos casos institucionales, con importantísimas repercusiones bastante
inesperadas en el terreno de las relaciones de poder y en el del predominio político internacional.
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Los Países Bajos constituían uno de los polos más importantes del flujo comercial que atravesaba el
continente de norte a sur. Eran la zona de paso de la mayor parte del tráfico comercial que procedía o se
dirigía a Inglaterra, y a escala continental se había convertido en el punto de arribada y de conjunción
marítima entre dos grandes cuencas alejadas: el Báltico al este y el Mediterráneo al sur.
El éxito comercial iba acompañado de un intenso florecimiento artístico y cultural, pero políticamente, los PB
se subdividían en varios episcopados, ducados y condados de dimensiones más bien reducidas.
Lo que Paredes quiere escuchar: Carlos V no podía dejar de sentirse vinculado a los PB y especialmente
a Flandes, donde no sólo era considerado el monarca natural y legítimo, sino que además gozaba de un
sincero afecto e indudable prestigio. De todos modos, el monarca, erigido en campeón de la actividad
represiva, introdujo en los PB la Inquisición española –aun cuando ya existía allí una inquisición episcopal
local-
El elemento catalizador del enfrentamiento con las autoridades por motivos religiosos fue el calvinismo,
que comenzó a penetrar con fuerza en los PB aprox. a partir de 1540, el cual fue capaz de prestar una
dimensión ideológico-política propia a la rebelión.
EL HECHO FUNDAMENTAL QUE TUVO LUGAR EN LOS PB EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVI
FUE LA PROGRESIVA SIMBIOSIS ENTRE EL RECHAZO DE LA INTOLERANCIA CATÓLICA POR PARTE
DE LAS DISTINTAS FAMILIAS PROTESTANTES, LA AVERSIÓN AL DOMINIO DEL REY DE ESPAÑA
YLA APARICIÓN DE UN SENTIMIENTO NACIONAL CADA VEZ MÁS CLARO. LA CAUSA DEL PAÍS SE
IDENTIFICÓ EN BUENA PARTE CON LA CAUSA DE LA REFORMA.
Otra para Paredes: En 1556 Carlos V abdicó. El monarca repartió sus inmensos dominios entre su hermano
Fernando y su hijo Felipe, asignando al primero el gobierno del Imperio germánico y al segundo España,
junto con sus posesiones italianas y americanas. Los PB, en vez de ser para Fernando, fueron para Felipe,
con lo que se creó una situación en muchos aspectos anómala.
las relaciones entre los PB y su nuevo soberano resultaron ser conflictivas desde el primer momento. Felipe
II no sólo no se sentía vinculado a aquella región y a aquellos súbditos como lo había estado su padre, sino
que encarnaba mucho más que éste el estatalismo centralista de la monarquía española.
Primeros roces: el monarca provocó la irritación de los miembros de la aristocracia al negarse a aceptar
que el Consejo de Estado, del que éstos formaban parte, se convirtiera en un órgano efectivo de gobierno.
Este hecho dio lugar a una especie de alianza, a partir de 1559, entre los nobles y los principales
comerciantes en defensa de sus privilegios. la decisión de Felipe II de añadir a los cinco episcopados
existentes otras catorce nuevas diócesis no sólo suponía una mayor subordinación del clero a la Corona,
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sino que además provocaría la transferencia de rentas monásticas hasta entonces asignadas a los miembros
de las familias nobles.
Las pretensiones de la aristocracia de los PB iban dirigidas sobre todo a aumentar su propia autonomía
política frente al poder central. Por tanto, el movimiento de oposición a la política de Felipe II partió
precisamente de los aristócratas más notorios.
Libertad y soberanía
El convencimiento de la existencia de un derecho de conciencia independiente de la obediencia al estado
constituyó una de las vías de paso hacia la afirmación de derechos personales inalienables. El deseo de
conseguir la libertad religiosa constituía la renovada expresión de un deseo de libertad.
En los PB en el siglo XVI los “privilegios” simbolizaban una tradición de libertad.
Se tendió a asimilar los privilegios tradicionales a una forma de contrato, como si se tratara de un contexto
de gobierno constitucional. Parecía que los acontecimientos conducían legítimamente a un extremo tal que
suponía la existencia de una relación de reciprocidad entre el rey y los súbditos: la inobservancia por parte
del príncipe comportaría la liberación de su deber de obediencia.
Los EG se sumaron a la resistencia: la representatividad de estos E, contemplados como depositarios de
una parte inalienable de la soberanía, se alimentó de la existencia de los privilegios, arrogándose el deber
de mantenerlos y defenderlos.
Para los calvinistas, la noción de pueblo significaba ese nexo que en el seno de la misma comunidad
política une a todos los individuos. Los miembros de los Estados eran la encarnación del pueblo. Soberanía
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popular: dotada de un carácter fundamental y originario, se admitía que su poder fuera delegado a los
Estados. De ello derivaba que la soberanía del rey no constituía nunca un poder sin límites, sino que debía
ser controlada por la razón y por la justicia.
Los Estados Generales: Aunque se suponía que defendían en principio el orden tradicional, el rápido
desarrollo de los acontecimientos los convirtieron en el medio y el crisol de un cambio prácticamente
revolucionario. Muy pronto fueron mayoritarias en sus asambleas las clases comerciantes y burguesas
de las ciudades, gracias al número de sus representantes. Fue esta plataforma socioeconómica, más que
una base jurídica, la que les aseguró un auténtico poder y sirvió además de apoyo a sus argumentaciones.
Sobre todo entre 1576 y 1579 empezaron a convertirse en un auténtico órgano de gobierno.
Camino a la independencia:
Hasta 1575 aprox., los cabecillas nobles de la revuelta no deseaban la independencia, sino la garantía
de que sus privilegios no serían conculcados. Pero el desarrollo de los acontecimientos los condujo a adoptar
esa posición más adelante.
El duque de Alba –una vez ocupado Bruselas- hizo encarcelar a los condes de Egmont y de Hornes. Aunque
estaba al mando de las cuestiones militares, asumió también los poderes de gobernador civil, a la cabeza
del Consejo encargado de procesar a los nobles sediciosos (Maggie marchó a Italia). Egmont y Hornes
fueron decapitados.
La gran campaña de la Liga Santa contra los turcos absorbía gran parte de las fuerzas de Felipe II.
Aprovechándose de la circunstancia de que en aquel momento no había ninguna guarnición, el 1 de abril de
1572 los gueux desembarcaron en Brielle, en el sur de Holanda, y poco a poco se adueñaron tb de Flessinga.
Los rebeldes conquistaron en el norte una sólida base territorial y en julio de 1572 Orange obtuvo de los
Estados de Holanda, Zelanda y Utrecht el cargo de estatúder.
Desde comienzos de 1573 las autoridades españolas habían sustituido al duque de Alba por Luis de
Requesens, quien fue menos afortunado que Alba: se le amotinaron las tropas que no recibían el sueldo
puntualmente. Requesens fue sustituido y en 1576 Felipe II envió a su hermano don Juan como
gobernador general. Saqueo de Amberes: 2 de noviembre de 1576.
Los EG habían comenzado a reunirse y a deliberar sin tener en cuenta la autoridad soberana. El 8 de
noviembre las ciudades y las provincias de mayoría católica (Brabante, Artois, Hainaut, Flandes, Namur)
también se comprometieron, mediante la llamada Pacificación de Gante, a defender Holanda y Zelanda
contra España. Los EG introducían una forma de tolerancia entre las pcias católicas y las reformadas y
anunciaban una cierta autonomía de todos los PB.
La separación
Alejandro Farnesio vence al ejército de los EG a comienzos de 1578. Las pcias de Artois, Hainaut y Flandes
declaraban a fin de año que no querían seguir participando en operaciones militares contra España.
La escisión entre las zonas meridional y septentrional de los PB se acentuó todavía más el 23 de enero de
1579. Mediante la Unión de Utrecht se constituyó el frente calvinista de las Pcias Unidas (Holanda, Zelanda,
Frisia, Utrecht, Gheldria, Groninga y Overijssel), que se comprometieron a conducir siempre juntas los
procesos de paz y de guerra, aunque se reservaban la autonomía de acción en cualquier otro campo, incluido
el religioso.
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El 6 de abril de 1579 la mayoría de los católicos se reconciliaban con Felipe II y, mediante el tratado de
Arras (17.5.1579), los EG de las provincias valonas, de Hainaut y de Artois reconocieron la plena autoridad
del soberano a cambio de la garantía de mantener las autonomías locales y la promesa de desmovilizar las
tropas reales.
En junio de 1580 Felipe II depuso a Guillermo de Orange. Poco después el cargo de gobernador general
fue propuesto al duque de Anjou, que aceptó y fue reconocido señor de los PB septentrionales por los
representantes de los EG. Estos pusieron término finalmente a la confusión y a las incertidumbres políticas
deponiendo al monarca madrileño a finales de agosto de 1581
QUIENES AHORA CONTROLABAN LAS P.U. ERAN LOS QUE DETENTABAN LA RIQUEZA Y LOS
TITULARES DE LOS PRIVILEGIOS. DESDE 1572 EL PROCESO DE FLORECIMIENTO DE LAS
CIUDADES HABÍA CONDUCIDO AL VÉRTICE DE LA JERARQUÍA AL PATRICIADO DE LOS REGIDORES
MUNICIPALES. EN SUS MANOS SE ESTABA CONCENTRANDO EL PODER GRACIAS AL PRINCIPIO
DE LA COOPTACIÓN, QUE REGULABA EL ACCESO A LOS CONSEJOS URBANOS. ESPECIALMENTE,
ENTRE LAS OLIGARQUÍAS MUNICIPALES DE HOLANDA –LA PCIA MÁS RICA Y PODEROSA- SE FUE
MANIFESTANDO PROGRESIVAMENTE UNA FUERTE DESCONFIANZA FRENTE A LA PLEBE. EL
IDEAL HOLANDÉS DE GOBIERNO ERA EL COMPUESTO POR LOS MEJORES MIEMBROS DE LA
NOBLEZA Y LOS BURGUESES MÁS COMPETENTES Y ACAUDALADOS.
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La idea de la república la construyeron gracias al influjo y al sostén del impulso subversivo calvinista contra
el tirano católico por un lado, y al intento de revalorizar las tradiciones autonomistas locales, por otro.
Organización política: El gobierno central estaba subordinado al de las distintas pcias y éstas, a su vez, a
las decisiones de las asambleas ciudadanas (que no se limitaban a designar los miembros sino que además
tenían que ratificar sus decisiones). Mientras que las decisiones de los Estados Pciales se tomaban por
mayoría de votas, las de los EG tenían que ser adoptadas por unanimidad. Esto hacía que, a escala pcial,
el voto de una pequeña ciudad no pudiese bloquear u obstaculizar seriamente las decisiones de toda una
pcia. Por otra parte, la exigencia de unanimidad en los EG, aunque provocaba cierta lentitud, sirvió para
evitar peligrosas injerencias políticas de las autoridades eclesiásticas calvinistas o prevaricaciones de los
estatúderes.
Hacia 1585, recurrir a un príncipe extranjero era una solución que desentonaba con la relación de poder
vigente hasta entonces. Por tanto, las Pcias Unidas se ampararon en la idea de un “protector”, que
oficialmente no tenía la consideración de soberano pero que era su equivalente.
La dualidad entre Estados Generales y príncipe se resolvió a favor de quien tenía más poder efectivo, es
decir, los magistrados y consejeros municipales –en primer lugar los de Zelanda y sobre todo los de Holanda,
esp los de Ámsterdam-. El nuevo poder político consiguió triunfar porque la soberanía real estaba en manos
de la oligarquía mercantil de la pcia de Holanda y de su ciudad más rica.(El aporte de Holanda representaba
por sí solo más de la mitad de todo el presupuesto de las Pcias Unidas)
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Aunque la oligarquía tendió a cerrar filas otorgando carácter hereditario a las funciones públicas, afirmando
y perpetuando así su propia supremacía, la multiplicidad de sus objetivos de alcance cada vez más
internacional favoreció la apertura, el dinamismo económico, técnico e intelectual, además de la tolerancia
civil y religiosa contra el autoritarismo, instaurando así un auténtico régimen republicano. (¡!?? Desconozco
esta noción de régimen republicano)
1585-1609
En la práctica, cada una de las pcias mantuvo su postura de no subordinarse a una instancia superior.
Tras haber solicitado en vano que el rey de Francia Enrique III se convirtiese oficialmente en su protector,
aceptaron que esta función fuera asumida por la reina Isabel I de Inglaterra.
Alejandro Farnesio: Los años comprendidos entre 1582 y 1587 fueron los más afortunados en cuanto al
financiamiento de las acciones militares españolas y esto contribuyó a la reconquista de las pcias
meridionales llevada a cabo por Alejandro Farnesio.
A finales de 1581 consideró que para ganar la campaña había que bloquear las fronteras marítimas de las
PU e impedir el comercio. Tras haberse apoderado en marzo de 1585 de Bruselas y en junio de Malinas,
decidió hacerse dueño del gran puerto de Amberes.
Las rivalidades entre las pcias de Holanda, Zelanda y Brabante contribuyeron a sabotear el proyecto de sus
EG de acudir en socorro de Amberes. Finalmente, la minoría católica consiguió obligar a las autoridades
municipales a negociar y firmar la rendición, de modo que Farnesio pudo entrar en Amberes a fines de
agosto de 1585.
Días después, Isabel acordó con las PU el tratado de Nonsuch, cuyas cláusulas establecían el envío de un
cuerpo de expedición inglés. Se entregaron como garantía a Inglaterra los puertos de Flessinga y
Roumekens, en Zelanda, y el de Brielle en Holanda (la soberana ya se había dado cuenta del peligro que
representaba la competencia marina de las PU y esperaba con esto poder meter mano en sus recursos).
La guerra estalla entre España e Inglaterra.
Tras la desaparición de Alejandro Farnesio y al menos hasta la llegada de Ambrosio de Spinola en 1602,
las PU vieron cómo se suavizaba el dominio español, mientras que en el terreno diplomático eran
reconocidas oficialmente por Inglaterra y Francia en 1596.
En 1607 Felipe III comprendió que ya no disponía de medios económicos suficientes para doblegar y
someter al adversario republicano. El alto el fuego decretado por el archiduque Alberto en la primavera de
1607 ya significó de hecho la aceptación de al independencia de las PU. Las negociaciones entre Spinola y
Mauricio de Nassau (hijo de Guillermo; estatúder desde 1585 y capitán gral y almirante de Zelanda y
Holanda), a falta de un acuerdo de fondo, acabaron con la proclamación de una tregua de doce años. Al
concluir la tregua las PU fueron reconocidas como país libre.
Debido a la enorme cuantía de su contribución a los gastos comunes, Holanda asumió un papel dominante
en la dirección política y militar del país, gracias también a su supremacía marítima, económica y social.
Sus elites prosperaron gracias a los “regidores” de la ciudad y a los EG, sobre los que ejercían su influencia.
La función de intermediarios marítimos desarrollada en Europa y en el mundo por los holandeses y el papel
de Ámsterdam como emporio internacional exigían una gran libertad comercial La República se
configuró como un Estado mercantil, guiado sobre todo por los intereses comerciales de sus principales
promotores y en ella se estableció un vínculo muy estrecho entre los poderes políticos y económicos.
Los regidores: los más ricos se hicieron con el monopolio de las funciones municipales y de los cargos
provinciales y tuvieron en sus manos el control de las decisiones y directrices económicas. Relac.
C/estatúderes: Mientras existió el peligro español, los regidores no pudieron dejar de lado a los
estatúderes, aristócratas que tenían a su cargo las responsabilidades militares, el orden público y la
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capacidad de convocar a los Estados Pciales. Una vez concentrado el poder en manos de la familia de los
Orange, su influencia fue creciendo, porque además se dedicaron a acumular los estatuderatos de varias
pcias. Hasta 1650, los estatúderes ocuparon una posición destacada en la vida política, aunque siempre
hostilizados por los regidores.
Tolerancia religiosa JUDÍOS: En un clima de tolerancia mayor al resto de Europa, a las distintas
confesiones cristianas se unieron las comunidades judías, que ya estaban presentes en los PB y
especialmente en Amberes. En 1585, los judíos portugueses se trasladaron a Ámsterdam, tras la conquista
de Amberes por las fuerzas católicas. En Ámsterdam no hubo muestras de oposición a la penetración judía,
porque gracias a ella la ciudad aumentó su actividad comercial; sin embargo, allí se les prohibió pertenecer
a las corporaciones, practicar la venta al por menor y casarse con cristianos la minoría judía se adaptó
dedicándose sobre todo al comercio internacional, actividad en la que fue introduciéndose cada vez más. A
partir de 1595 casi todo el comercio de los judíos holandeses se llevaba a cabo con Portugal y con sus
colonias.
Transformaciones económico-sociales-culturaltes
La red de universidades creció, nuevos centros se fundaron
Ámsterdam se convirtió en un importante centro cultural (industria editorial) y su población aumentó
excepcionalmente:
en el ámbito asistencial creó hospitales, asilos y orfanatos
en el cultural, se fundaron teatros
1609 fundación de la banca: el comercio de metales preciosos se convirtió en una de
las mayores fuentes de ingresos
La Bolsa abrió sus puertas en 1611
Cía. Holandesa de Indias Orientales: fundada en 1602. Tuvo sus propios soldados y su propia flota,
además de poseer el derecho de acuñar moneda y de firmar tratados de paz y alianzas en nombre de los
EG.
Cía. Holandesa de Indias Occidentales: tuvo el monopolio del comercio americano y de las costas
africanas hasta el cabo de Buena Esperanza. Concebida como un instrumento para la lucha contra España,
y habiendo sido constituida en 1621 con la reanudación de la guerra, representó sobre todo los intereses de
Zelanda.
El fin del conflicto con España: después del fin de la tregua de 12 años, la guerra entre España y las PU
se reanudó. Sin embargo, hacia 1627-28 España se declaró una vez más en bancarrota, mandó regresar a
Spinola del escenario holandés y se empezó a hablar de paz. A partir de 1646 se acentuó la disposición a
firmar la paz por parte de ambos contendientes. El embargo antiholandés fue suprimido definitivamente en
1674. La paz se firmó el 5/6/1648. Se sancionaba el indiscutible acceso de las PU al rango de gran potencia
mundial
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ascendente demanda de alimentos e insumos agrícolas (lúpulo y lino). En el este floreció, estimulada x la
necesidad de abastecimiento para las guarniciones militares.
Tan provechosa resultó la agricultura en este período que muchos grandes mercaderes, nobles y altos
oficiales comenzaron a tomar parte de los mayores proyectos.
La población rural se incrementó, aunque más lentamente que la urbana. Pero la prosperidad rural del
interior fue una mejora marginal de las condiciones que mantenían los patrones tradicionales de acceso a la
tierra y estructura social, intactos x un largo tiempo. La mayor parte de las explotaciones campesinas
consistían en peq parcelas arrendadas a nobles o a otros propietarios no campesinos, a menudo absentistas.
Así, mientras en el oeste la soc se tornaba c/ vez más móvil, comercializada, dependiente del trabajo
asalariado y ligada a los mercados urbanos y ultramarinos, la soc rural de este, a despecho de su papel de
proveedora de las guarniciones militares, permaneció estancada y tradicional, conformada x una creciente
masa de peq campesinos propietarios que carecían de los medios necesarios p/ pagar salarios y se
mantenían principalmente de su propio trabajo.
En el oeste, la agricultura se tornó más especializada e intensiva, caracterizada x rendimientos muy altos.
En el este la regla fue la falta de especialización, explotaciones campesinas, escasas transformaciones y
una tasa mucho más baja de rendimientos (contexto rural dominado x los nobles).
La Nobleza
Después de la revuelta en Holanda y Zelanda, las ciudades ganaron espacio perteneciente a la nobleza;
pero en otras provincias la nobleza reforzó su posición. Esta diferencia se debe a 4 factores:
La decadencia de las ciudades del interior relacionada con la soc rural
La eliminación de la Corona, los Hof y la burocracia real, sus principales competidores en la lucha x
la influencia sobre el país
El hecho de que los nobles se hallaban a menudo mejor ubicados que otros grupos p/ beneficiarse
de la confiscación y la venta de la tierras de la Iglesia
La creciente importancia de las guarniciones permanente y de la ocupación militar, dado que los
escalafones más altos del ejército se encontraban reservados tanto a los extranjeros como a los
nobles holandeses.
Los Regentes
Desde aproximadamente 1590, algunos regentes, especialmente en Ámsterdam, constituían una elite
mercantil. Fuera de Ámsterdam, los regentes continuaban siendo descendientes de las flias. de los regentes
anteriores a 1572, sus considerables fortunas derivaban principalmente de los beneficios adicionales y
oportunidades de los oficios urbanos y provinciales y de la acumulación de inversiones de tipo tradicional,
en bonos provinciales y en una escala creciente de la participación en el K de empresas diversas.
La revuelta dejó purgadas a las viejas elites de la sociedad holandesa anteriores a 1572, pero no destruyó
la continuidad con el pasado. Una buena parte de sangre nueva se introdujo en los municipios,
particularmente en las ciudades más grandes. El resultado fue que la oligarquía de los regentes fue una
mixtura de flias. antiguas con otras nuevas.
La élite mercantil
Fue una élite enteramente nueva. La elite mercantil comenzó a convertirse en tal en la década de 1590 con
el ascenso de los “negocios ricos”. El grupo que se dedicaba a ellos era mucho más rico que el de los
antiguos regentes y, en sus orígenes fue una mezcla de diversos elementos. La emergencia de esta elite no
fue resultado de la llegada de algún grupo particular de inmigrantes, sino de una economía reestructurada.
Los mayores inversores de la VOC se encontraban divididos e/ los inmigrantes de los PB del Sur y los nativos
de Holanda. E/ estos últimos los más prominentes eran los regentes. Además había grandes inversores
alemanes. Esto proporciona una imagen de la composición de esta elite mercantil holandesa en ciernes.
La élite de los especialistas
Otra de las elites creadas x la reestructuración del sist de comercio fue la que se dedicó a adquirir
conocimientos especializados. Estaba integrada por especialistas formados en Amberes.
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Durante la 1ª mitad del S XVII, dado que Amberes había desarrollado una alternativa innovadora en su etapa
de tráfico almacenero, muchos nuevos técnicos especializados comenzaron a establecerse sobre el Escalda
y en gral en todo el sur de los PB. Algunos estaban especializados en el teñido de paños, otros eran
artesanos de la seda, refinadores de azúcar, talladores de diamantes, etc. La proliferación de oficios, su
absorción y extensión son fenómenos ligados a la expansión repentina de la act artística.
Salarios
La irrupción de la primacía en el comercio mundial y la expansión industrial que la acompañó generaron una
intensa demanda tanto de trabajadores no especializados como de oficiales especializados. Así, los salarios
de Holanda se lanzaron a niveles muy altos (mucho más altos que en el resto de Europa Occidental). Los
salarios se dispararon p/ atraer a la mano de obra que se requería p/ servir al nuevo predominio de los ricos
negocios.
Asistencia pública e Instituciones de Caridad
Existió un elaborado sistema de asistencia pública e instituciones de caridad. Los gobiernos urbanos se
hicieron cargo del conjunto del sistema y fundaron muchas instituciones de caridad y decidieron de que
manera extenderlos y por qué medios a la Iglesia pública, y a otras iglesias toleradas. El rasgo clave era el
control realizado desde el municipio y el carácter altamente regulado de la asistencia pública.
El trabajo potencial de huérfanos y de pobres enfermos, era un producto valioso en el contexto de expansión
y salarios altos. En c/ una de las ciudades el régimen estricto aplicado por las autoridades y por la iglesia
reformada en orfanatos y casas de trabajo imponía no solo una rígida disciplina, sino también trabajos
pesados: hilatura, estambrado, etc.
Lo que se hallaba detrás de todo era una cuestión de buen orden y un industrioso mundo urbano basado en
una disciplina confesional. Considerados en su conjunto, tanto el auxilio a los pobres como las fundaciones
de caridad eran más bien instrumentos de control social.
Libertad y Orden (1647-1702)
Una sociedad disciplinada
Durante el S XVII y comienzos del XVIII, visitantes extranjeros alababan la relativa libertad que prevalecía
en la República. Las mujeres eran libres de ir y venir, sin acompañantes, a trabajar y a hacer negocios, casi
con el mismo grado de libertad que los hombres. Los niveles de crimen eran bajos. La protección de la
situación de los sirvientes era una actitud estricta de la sociedad.
El hecho de que buena parte de la población viviese en ciudades controladas era un factor clave en la
represión de malas conductas. Así, la libertad holandesa tenía sus raíces en la preponderancia de las
ciudades y en el alto grado de disciplina social y de control. Las evidencias de esta disciplina podían
encontrarse en la escuela, en el hogar, en la iglesia, en la universidad, en los puertos, barcos, ejército, etc.
Las grandes presiones p/ disciplinar marineros, estudiantes y soldados, tanto como huérfanos, aprendices
con el propósito de asegurar el orden social, provenía de las principales ciudades y de los principales
consejos urbanos. Había varios niveles de supervisión y de agentes de castigo, pero la más crucial era la
vigilancia de los vecinos, las organizaciones de ciudadanos locales en los barrios de las ciudades,
encabezadas por burgueses del lugar designados por elección. El sistema era eficaz p/ restringir toda forma
de crimen o abuso violento.
La libertad holandesa era real pero tenía límites estrictos. La sociedad holandesa era menos permisiva con
las conductas errantes, desviadas o extravagantes que con las ideas heterodoxas.
Escuelas, alfabetización y reforma de la cultura popular
Mucho antes de 1572, los PB, exhibían niveles más altos de alfabetización que los de las vecinas regiones
de Europa, a causa de la mayor proporción de población que vivía en las ciudades. La revuelta y el triunfo
eventual de la iglesia reformada en el norte, así como la victoria de la iglesia católica en el sur concedieron
un nuevo ímpetu adicional a la escolarización e impulsaron la alfabetización a niveles todavía más altos.
Después de la revuelta, los estados provinciales, los gobiernos urbanos y la iglesia oficial en el norte
definieron como su mayor interés expandir y regular las escuelas que contaban con autoridades civiles y
religiosas antes de 1572, tanto en las ciudades como en los distritos rurales. El motivo p/ esto era la presión
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p/ confesionalizar a la población dentro de la reforma de forma rápida, p/ evitar el avance de otras iglesias
protestantes y de la católica.
Las estrategias educativas en el norte, aunque respondían a las necesidades de la iglesia oficial, eran
establecidas y controladas por los estados provinciales y los gobiernos urbanos. La meta de los estados
provinciales y de los consejos urbanos, era proveer una educación primaria barata y subsidiada, provechosa
p/ la mayoría de los niños, que pudiese impartirles lectura, disciplina y actitudes confesionales.
La Segunda Reforma y la Sociedad
Todos los grupos confesionales de la sociedad holandesa del S XVII se esforzaron x infundir e/ sus miembros
su disciplina social y moral.
Entre los protestantes, los más austeros en lo relativo a la sumisión de los individuos ante sus consistorios
y autoridades eran los menonitas. Adherían a estrictos códigos morales y patrones de conducta, evitando
las tabernas, el vino, la risa y la moda.
Per fueron los reformistas los que ejercieron la influencia más amplia sobre el conjunto de la sociedad.
A mediados del S XVII, la Segunda Reforma, fue tomando ímpetu y alcanzando mayor difusión a través de
la República. Voetius y otros predicadores perseveraron por una más estricta observancia del sabbath, una
reducción de la tolerancia y una purificación total de la iglesia y de la sociedad p/ hacerla a la vez más
temerosa de dios y más piadosa.
La Segunda Reforma fue un movimiento puritano dentro de la iglesia reformada que procuraba, a su vez
reformar la moral y las costumbres. Trabajó con respaldo de los consistorios y de los laicos, movilizando
apoyos p/ ejercer presión sobre los regentes, actuando a la vez contra conductas impropias y contra
creencias reprochables. La estrategia básica llevada adelante por los consistorios era presentar peticiones
a los consejos urbanos solicitando duros edictos p/ reprimir la inmoralidad y la mala conducta por medio de
castigos y multas. Una de sus metas principales era hacer del adulterio un delito público punible por multa.
La segunda reforma alcanzó su punto culminante a lo largo de la segunda mitad del S XVII. Se tornaba más
vigorosa en épocas de emergencia nacional (guerras anglo-holandesas, la invasión francesa de 1672, etc.).
Atravesaba toda la república y todos los niveles sociales.
El avance de la segunda reforma y las presiones resultantes sobre la moral y el estilo de vida dieron lugar a
críticas que preguntaban que derecho se arrogaban la iglesia oficial y sus aliados dentro de los gobiernos
urbanos para dictaminar sobre la vida de la comunidad y de los individuos.
40
observancia del sabbath. Pero el proceso dio lugar a crítica sobre el derecho que se arrogaba la iglesia
reformada dentro de los gobiernos urbanos para dictaminar sobre la vida de la comunidad y los individuos.
Los adversarios de Voetius lo acusaban de querer revivir el yugo ginebrino calvinista y de ser partidario del
gobierno inmoral de los Estatúderes. -///-
Israel Jonathan: Libertad y Orden (1647-1702) en “La República Holandesa: Ascenso, Esplendor y
Caída (1477-1806)”
Admiración por la libertad holandesa: arraigada sobre una profunda disciplina social, estrictos controles y
rigurosidad.
Sociedad Disciplinada:
Libertad - Orden
Ejemplos de libertad: para las mujeres, no existe bandidaje ni riñas, no alcoholismo, libertad de
pensamiento, control de la prostitución, no existe violencia contra los sirvientes, no hay suciedad ni abuso.
Libertad basada en una represión de las malas conductas: al interior del hogar, de universitarios, en las
calles y de marineros.
Sujetos de Control
o Consistorios reformados: x medio de informantes; no permiten el cambio de las normas,
movilización de la opinión pública, contra el daño social y espiritual
o Vigilancia de vecinos en las ciudades (Estricta ética ciudadana): fuerzas de control poco
numerosas. Comités ciudadanos por barrios. Ejemplos: alumbrados público, código de
convivencia urbano, contra las modas y coquetería femenina, represión del erotismo y
prostitución abierta (en el arte)
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o Aceptación de minorías confesionales: pero pocas escuelas católicas (menos alfabetización
de estas minorías).
Toma fuerza el movimiento político-teológico para ocupar los consistorios (espacio de poder):
o Acusaban a los regentes “arminianos” (menos cercanos a la predestinación y más cívicos)
o Movimientos de presión reformistas a partir de las peticiones a los consejos.
o Contra el teatro, bailes, modas, tabaco, tabernas, alcohol, burdeles, blasfemia, juramentos,
falta de modestia, violación del sabbat, adulterio, órganos en la Iglesia.
o Aumenta este proceso con la Contrarreforma católica y durante la guerra: aumento de la
severidad
o Influencia en toda la República (gran integración nacional)
o Influencia en el equilibrio de poder de los bloques político teológicos
o Reclaman autonomía de los consistorios de la autoridad civil (consejos urbanos y regentes)
o Versus la filosofía cartesiana.
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articular un sistema asistencial colectivo. La reforma debería empezar con el censo de los indigentes para
cuantificar el problema y establecer la verdad y la falsedad de quienes eran pobres. A su vez, plantea el
tratamiento moderno del trabajo como un instrumento de sumisión, el trabajo como una medicina universal.
Una vez puesta en marcha la reforma, es necesario mantenerla mediante la vigilancia. El trabajo y los
hospitales fueron las piezas claves para Vives en esta reorganización.
La respuesta ortodoxa de Gabriel de Toro fue demostrar la importancia de los menesterosos para el buen
funcionamiento de la colectividad y la necesidad de la limosna generosa. Pero también reconoce el
crecimiento del problema y llama a la responsabilidad de los ricos y de la propia iglesia, ya que el nivel del
problema está dando paso a la intervención del poder seglar en el ámbito de la asistencia.
Cap. 6 la ciudad como instrumento de regulación social.
Durante el s. XVI hay una marcada reorganización urbana en Europa, paralelamente al debate económico,
político y asistencial, el cual influyó en la reorganización espacial. Se prefiguran dos debates importantes.
Por un lado hay una reflexión sobre la propia ciudad, su organización y las tareas que puede desempeñar
en ese proyecto de reforma social y asistencial. Dos enfoques: el barroco que hace hincapié en la
representación y por tanto entiende la ciudad como un escenario que debe servir para acentuar el drama
que tiene repercusiones sobre la mentalidad de los espectadores. El otro apunta una mirada más
racionalista/funcionalista, aproximado a una concepción burguesa en la que la especialización se ve como
la manera de incrementar eficacia en aspectos muy diversos de la vida social.
Por otro lado, un segundo aspecto que implica un cambio importante de escala, es el de los edificios
especializados en desempeñar tales tareas: los hospitales.
En último término, a finales del s. XVI se estaba estableciendo un vínculo entre la organización del
espacio y su función como instrumento de configuración de voluntades.
La necesidad del espectáculo de la pobreza se manifestó como un mecanismo de regulación social. Las
casas de la misericordia de Giginta preparan un escenario en el que ha de representarse una acción
destinada a impresionar al público. El recogimiento de los pobres desempeña una doble función, por un lado
sirve para acabar con la mendicidad organizada, y por el otro es un instrumento para disciplinar a la sociedad,
argumento que esta normativa apunta hacia el bien común. Se organiza un espectáculo a la hora de
intervenir sobre las voluntades. Así, la ciudad entera se convierte en el lugar que hace posible el desarrollo
de un drama cuya finalidad es educar conmoviendo. El pobre en ese proyecto es un instrumento para educar
a la colectividad que ha de guiar sus actos obedeciendo a consignas que le obligan a prestar atención a
lugares, horarios o señas de identificación. Y para que todo este aparato funcione es preciso que, como la
vigilancia la interior del establecimiento, sea omnipresente. Ya no se trata de reducir al menesteroso para
las necesidades de proto-capitalismo puesto que se dirige hacia el conjunto de la colectividad. El pobre es
en este proyecto un instrumento para disciplinar a la soc.
Cap. 7 una atalaya privilegiada: la casa de la misericordia
El Guzmán es atalaya de la vida humana, pero no como lugar desde el cual se vigila sino como vigilante
mismo.
En el proyecto encarado por el Estado, la clave principal son las casa de la misericordia, donde los indigentes
se recogerán voluntariamente, dadas las condiciones forzadas por las que nadie dará limosnas libremente.
El premio y el castigo es el mensaje que se ha de introducir en las mentes de todos los asilados. La vigilancia
omnipresente basada en la inspección central es un aspecto central. La vigilancia se generaliza, todos se
vigilan todos, y aún más la vigilancia se traslada del vigilante al edificio. Esa omnipresencia actúa sobre la
voluntad, debilita las resistencias y hace posible intervenir sobre las actitudes de los individuos.
Estos edificios debían estar en las afueras de la ciudad por motivos de espacio y salubridad, pero no muy
lejos para que puedan ser vistos y sirvan para comunicar los valores que encarnan y se expresan en su
configuración morfológica. Dentro de los mismos, el funcionamiento se basaba en tres pilares: trabajo,
atención al detalle y disciplina. El trabajo se considera como el nervio del sistema en el que la ociosidad es
la madre de todos los vicios. El complemento de esta laboriosidad es a meticulosa organización de la vida
del recogido, está todo supervisado y regularizado. Es la estrategia del detalle que guía al cuerpo del aislado
en cada pequeño acto. He ahí la clave de los modelos disciplinares que pusieron en marcha en 1800.
Es una nueva forma de gobernar y dirigir a la colectividad
El estado absolutista
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Astarita, Carlos
La tradicional caracterizaron del absolutismo como protoburgués (Pirenne) o feudal (Anderson; Brenner)
puede estar relegada al desván de los pseudoproblemas.
Si el estado capitalista permite conocer las formaciones precedentes, éstas anticipan, el concepto de
estado burgués. Conocerla es conocer el proceso formativo. La práctica que postula se sitúa en el punto de
confluencia del análisis histórico y el análisis sistémico.
Considera tres cuestiones vinculadas con respecto al nexo ente pasado y presente:
1. El estado moderno implica una peculiaridad en las formas sociales.
2. El estado moderno sólo se comprende como negación parcial del estado absolutista. Se inscribe en
cualidades derivadas de la transformación del feudalismo.
3. Se establece una interdependencia conceptual entre estado feudal y estado capitalista.
El moderno estado capitalista
Para Hegel entre el poder soberano y los intereses privados materiales (sociedad civil) se interponen
mediadores, los estamentos y la legislatura, que constituye el puente entre la esfera económica y el poder
político, también instancias preparatorias del universal, la forma por la cual el estado absorbe las
contradicciones que emanan de los intereses privados.
Cuando Marx procede a una inversión materialista estableciendo que es la sociedad civil la que
determina el estado e indicando la imposibilidad de anular las contradicciones reales por mediación (sería
sólo aparencial) conserva de escisión entre esfera económica y vértice político. La formulación de Gramsci
sobre los aparatos creadores de hegemonía, que comprenden, en su terminología, la sociedad civil, queda
abarcada en este esquema.
En estos tres pensadores los problemas tienen una entidad unitaria, en tanto tratan de la relación entre
estado moderno, sociedad civil y base económica capitalista. Esta separación entre estado e intereses
privados surge del hecho, específico de la sociedad moderna, de que los propietarios de los medios de
producción no son los propietarios de los medios coactivos y administrativos que se hallan en manso de un
estamento particular, la burocracia. Esta separación supone una diferencia con relación a sistemas
tributarios, en los cuales el propietario del medio político era también propietario del medio de producción
clave (la tierra). Esta diferencia histórica condiciona la compresión de la naturaleza del estado moderno,
cuyas determinaciones pasamos a enunciar mediante una serie de fórmulas interdependientes.
a. Si existe una separación entre vértice político y base económica, se impone una serie de conectores
institucionales que articulan esta dualidad, mediadores en parte estructural y funcionalmente ligados al
estado, ligados a la esfera privada (parlamentos, partidos políticos, escuelas, etc). El estado no puede vivir
en aislamiento desde que constituye un condicionamiento general de la producción y debe adecuarse a los
requerimientos del capital. Necesita ser dirigido por la clase dominante. La dirección de la burocracia es
llevada a cabo por las organizaciones corporativas de la burguesía, las más concentradas y
económicamente fuertes, que son el núcleo oculto del estado. Otras organizaciones privadas que no están
bajo el control directo de la burguesía (sindicatos, iglesia, escuelas) son fiscalizadas indirectamente con el
objetivo de ponerlas a su servicio.
La propiedad de los medios políticos que se presenta como una propiedad social es en realidad una
abstracción; el funcionario se constituye en poseedor no propietario de los medios de coacción, y la
propiedad fáctica no institucionalizada del estado radica en su control por los propietarios de los medios de
producción. El estado es forma aparencial.
b. La segunda consecuencia de esta separación entre propietarios de medio de producción y poseedores
de medios políticos, estriba en que el reducto más concentrado del estado, el poder ejecutivo, puede
presentarse como árbitro de los intereses particulares y portadores de valores generales, su carácter de
clase no es una evidencia. Si el estado nunca revela por sí mismo su verdadera naturaleza, la forma
aparencial no se limita a los mediadores entre base económica y vértice político, sino que comprende a éste
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último, que encubre así su verdadero contenido. Donde se concentra “el monopolio de la coacción legítima”
(Weber), o el reino de la fuerza de la clase dominante (Marx), es también el más constante productor de
ideología, y la dirección burocrática, condensa la coerción y la hegemonía es la forma inalterable del sistema
político moderno.
El carácter ideológico se revela en el funcionamiento real y aparece la otra cara del estado, la coacción
física, que supone transgredir cualquier límite de juridicidad formal par defender la única juridicidad esencial
para la clase dominante, la propiedad privada. Democracia o autocracia no constituyen la sustancia de
estado, son fenómenos contingentes.
El estado presupone una ideología dominante, la aceptación de determinados valores por parte de las
clases dominadas. Un aspecto de la enajenación política, en tanto el proletariado no sólo puede aceptar de
manera espontánea la dominación en la situación del constitucionalismo puede elegir el sujeto de su
opresión.
El problema no sólo estriba en los aparatos ideológicos del estado (como Althusser) sino en la ideología
implícita en esos aparatos, porque ideología es representación de la realidad, es hablar de una parte de la
verdad, de lo real. La ideología de la igualdad se basa en la uniformidad jurídica de los ciudadanos, que
permite la concurrencia de los propietarios en el mercado y constituye también el encubrimiento de las
divisiones de clase. Un paradigma en ese sentido es la escuela, la primera vivencia que reciben las clases
subalternas de su condición de ciudadanos jurídicamente iguales a cualquier otro, mide la diferencia entre
educación moderna y la educación estamental. Los partidos burgueses populares, el parlamento, las
organizaciones culturales, son otras tantas instancias de igualación real-ficticia orientadas a anular la
conciencia de oposición que emerge de la vida económica.
c. La ideología es real. En la escuela la igualdad es asimilada porque es verdaderamente vivida
cotidianamente como una verdadera igualdad estatutaria. La ideología del estado árbitro se basa en un
hecho real, se basa en que el agente de gobierno no es propietario de los medios de producción y se integra
en un estamento de poseedores de medios de gestión. La burocracia no es una clase, sino un estamento
en relación con la clase dominante a la que sirve y se supedita.
La burocracia coparticipa de los caracteres generales de los conectores que se interponen entre su
esfera de existencia y los intereses particulares económicos, que se presenta como un medio que anula las
contradicciones reales. Vemos la ideología como relación inmediata del individuo con sus condiciones
objetivas de existencia.
d. La funcionalidad dependiente de la burocracia no impide que ésta posea su propia esfera de intereses,
hecho que se desprende de su autonomía relativa. Su intervención social es contradictoriamente dirigida y
activa aunque limitada por el control de los propietarios de los medios de producción.
El problema de la causalidad del estado moderno
La forma concreta del estado no se explica por su funcionalidad económica. El problema de la génesis
de esa forma sustancial, de la separación entre propietarios de los medios de producción y poseedores de
los medios de gestión política, y del control de los primeros sobre los segundos. No hay Nunkun razón de
orden sistémico para que los propietarios de los medios de producción no hayan sido los propietarios de los
medios políticos y gestión, y elevados pensadores de la burguesía propiciaron gobiernos de propietarios. El
voto calificado o el requerimiento de tener bienes raíces fueron modos de acción política.
La burguesía no se dio a sí misma una construcción política ex-nihilo (de la nada) con todos sus atributos
elegidos, sino que actuó sobre condiciones heredadas y la única respuesta al problema planteado sobre
causalidad de esta forma está en la observación histórica.
El feudalismo es la negación de la forma moderna esencial del estado, pero constituye su presupuesto.
Las organizaciones privadas vinculadas con el núcleo burocrático administrativo de estado capitalista, que
impiden la concentración autocrática del poder, tienen su antecedente en el régimen feudal, en la medida
en que el beneficio creaba un conjunto de propietario de derechos subjetivos positivos (la clase estamental
de los srs feudales) que se igualaban a la condición del concedente (el rey). Se bloqueaba así toda
posibilidad de concentración despótica del poder en la monarquía. Cuando en un doble proceso vinculado,
las aristocracias urbanas, con una base económica no feudal, crean las condiciones para el desarrollo de la
monarquía, los derechos políticos en manos de la nobleza se extienden al nuevo estamento social dirigente
de las ciudades. Comienza un principio de separación entre instancias diferencias, se constituye la divisoria
entre sociedad política-sociedad civil-base económica. Desde el siglo XII (con diferente cronología) se
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constata: (1) la monarquía rodeada de burócratas (los letrados); (2) las aristocracias urbanas dotadas de un
derecho jurisdiccional colectivo sobre los territorios circundantes que posibilita la fiscalidad; (3) la base
económica, agraria, que proporciona el excedente regular.
La reconstitución del poder monárquico sólo puede entenderse en el contexto analítico del estado
moderno. Si por un lado persiste en la Baja Edad Media el carácter patrimonial de los bienes del realengo
(el príncipe como sr feudal), la monarquía se somete a la dependencia funcional de las aristocracias urbanas
organizadas corporativamente.
La sociedad política no surge de un fundamento burocrático, sino de una dilatación del estado por
organizaciones estamentales que condicionaron el desenvolvimiento del doctor de la ley. Con este técnico
especializado, se establecía una interrelación entre poder y conocimiento.
El estado y sus instituciones presentan, desde su nacimiento, la cuestión de la ideología. El parlamento
estamental, no anulaba la contradicción real, constituía un medio de expresión de oposiciones y contuvo
premisa para su transformación.
Con un entramado de señoríos individuales y colectivos, la sociedad medieval no se organiza como una
indiferenciada masa de pobladores subordinados al vértice político, sino como un conglomerado de
segmentos dotados de prerrogativas de acción y en condiciones de devenir sujetos políticos.
La transformación de las clases estamentales en clase económicas, las antiguas corporaciones
medievales se transmutan en organizaciones privadas vinculadas con el estado. En la edad media el
realengo se reservaba la dirección de los patriciados urbanos, la hegemonía que expresaba la dominación
del feudalismo, en el estado moderno es la burguesía la que ejerce la dirección del vértice político. El estado
moderno surge de la expropiación de los derechos subjetivos de mando, propios de la organización
estamental y de su correspondiente transformación en una propiedad social abstracta en posesión real de
los funcionarios. La burguesía expropia a la nobleza de sus medios de poder político,, medios que trasfiere
a la burocracia se autotransforma de clase estamental a clase económica, reformula el contenido de la
sociedad política y da nacimiento a la sociedad civil moderna con su conjunto d organizaciones privadas,
que se traducen en el ppio de división entre ciudadano (vida pública) y burgués (vida privada).
El estado tardo medieval no existía en su plenitud, la burocracia apenas había comenzado su desarrollo,
el realengo conservaba tanto su base patrimonial como un derecho de arbitrio alejado de la impersonalidad
de la jurisprudencia estatal, y la mediación, como instancia de absorción aparencial del antagonismo, no
había llegado a su plenitud. El estado comenzó su existencia como estado propiamente dicho y se reflejo
intelectualmente en Maquiavelo. No hay compresión del estado moderno fuera de su compresión histórica.
El estado feudal
Planteamiento del problema
En plena Edad Media el estado existe como multiplicidad de soberanías públicas. Pero la monarquía,
como ppio de unicidad tuvo diferentes grados de concreción, en determinado momento y en ciertos lugares.
La monarquía medieval no tuvo desde los siglos VIII y IX otra alternativa para imponer su autoridad que
ganar fidelidades sobre la base de concesiones de tierras y mandos, generando gobiernos autónomos
limitantes de su potestad.
Para Anderson el estado centralizado no fue concebid como un organismo de dominio del capital, ni
como una institución de equilibrio entre burguesía y nobleza, sino como una institución de equilibrio entre
burguesía y nobleza, sino como un “aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal” solo
secundariamente “sobredeterminado” por la burguesía urbana. La centralización se debió a los srs feudales
que buscaron resolver en el plano político las perturbaciones estructurales del siglo XIV.
Esta concepción reproductiva del estado, fue tomada por Brenner. La respuesta de los srs franceses
para recomponer la caída de sus ingresos, desde mediados del siglo XIV, fue aprovecharla guerra, la
fiscalidad y la maquinaria estatal utilizando los cargos públicos. El estado habría sido un producto de la
lucha de clases en tiempos de crisis, hecho que explica las diferencias entre Francia e Inglaterra.
En el presente estudio se va a sostener una perspectiva ambivalente con relación a la tesis de Anderson
y Brenner. Se suscribe la caracterización feudal del estado, se discutirá su modelo de formación. Tomando
como base el análisis de Casilla, se argumentará que la centralización política no nació de una estrategia
de la clase dominante, sino que fue la evolución de clases de las comunas (consejos) el cimiento de su
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constitución y funcionamiento. El estado castellano, cuyo periodo formativo clave se sitúo entre 1250 y 1350,
expresó el desenvolvimiento de la formación económico-social, las relaciones básicas que emergieron de la
dinámica feudal, constituyendo la estructura de clases el determinante de su autonomía relativa y de su
capacidad para modificar el dispositivo político tradicional.
El supuesto es que la configuración política bajo medieval no se dirime en el ámbito del modo de
producción, sino de la formación económica y social, entendida como la combinatoria jerarquizada de
diferentes sistemas económicos. Esto no significa negar la importancia que en Francia tuvieron los
patriciados urbanos en el fortalecimiento de la monarquía, sino valorar la debilidad relativa de determinados
segmentos de la clase feudal frente a la corona.
Objeciones a la tesis de Perry Anderson aplicada a Castilla
En Castilla sí se desarrolló una forma institucional centralizada.
1. No es atribuible a los srs castellanos un proyecto centralista, impulsado por Alfonso X a mediados del
siglo XIII, política que resistieron los aristocráticos.
2. Los nobles que abogaron por la monarquía no renunciaron a los grandes patrimonios que debilitaron
a la corona.
3. Si la centralización hubiera sido una estrategia de la clase feudal, ésta habría implementado un estado
a su medida acaparando el aparato burocrático. Pero la aristocracia no controló el flujo de cargos.
4. Los srs castellanos no sufrieron un deterioro material crítico que lso impulsara a refugiarse bajo el
amparo de la monarquía.
El período de concentración estatal coincidió con una fase de ascenso feudal, y los magnates no
necesitaron delegar su poder en el ray para que les resolviera sus problemas, ni la monarquía tomó la
iniciativa de fortalecerse con el propósito de asegurarles sus ingresos como portadora de una racionalidad
superior.
El vínculo entre estado centralizado y crisis del siglo XIV padece de una dificultad cronológica para
Castilla, ya que no coinciden.
Es cuestionable la conexión entre lucha de clases y necesidades de disciplinar el cuerpo social por un
estado centralizado. Los conflictos del siglo XIV no fueron notorios. No se comprende por qué el estado
central habría sido más eficaz que el señorío para lograr una coerción generalizada y si se recuerda que las
sublevaciones fiscales fueron numerosas durante el absolutismo, es posible que la monarquía haya estado
lejos de amortiguar la lucha de clases.
Brenner postula la imposibilidad de sostener la coerción por la clase dominante bajo el señorío banal,
típico de Francia, que habría llevado a la caída de la servidumbre y a la crisis de las rentas. El estado
centralizado vendría a resolver estos problemas. La realidad histórica le impone a Brenner circunstancias
que conviven mal con su modelo, como la pervivencia de la servidumbre en Cataluña.
Estas objeciones se resumen en un rechazo al parámetro de Anderson y en dos variables explicativas
de la concentración política, la lucha de clases y las necesidades de acumulación de la clase dominante.
Diferenciación histórica y regional
La tesis que se ha de demostrar gira en torno a la incidencia de los municipios como soportes del estado,
se impone una delimitación regional.
El área de apoyo básico para la Corona se encontraba en la Extremadura Histórica. Al norte, los
municipios del realengo, con débil jurisdicción sobre el territorio circundante, con un menor influencia en el
fortalecimiento de la autoridad real. Al sur, los dominios eclesiásticos y las ordenes militares. En la actual
Extremadura, se implantaron gdes propiedades señoriales concentrándose el realengo en algunas ciudades.
La Extremadura Histórica presenta una evolución singular. Hacia comienzos del siglo X la frontera de la
“Reconquista” había llegado hasta al Duero y se extendía el sur una extensa franja de territorio sometido a
las vicisitudes del enfrentamiento cristiano-árabe. A pesar de las recurrentes razzias musulmanas, se inicia
un movimiento expansivo norte-sur de campesinos hacia la frontera que tomaban y roturaban tierras,
originado comunidades- eran comunidades (consejos) libres, sin injerencia señorial ni obligaciones
tributarias, que establecían, con el conde y luego con el res de Castilla, una relación laxa. La presencia de
poder superior era en parámetro de extrema liberalidad y regido por el ppio de reciprocidad: la comunidad
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establecía una barrera social ante los musulmanes y en compensación se benefician con un estatuto jurídico
excepcional en el interior del feudalismo. Se había establecido en la frontera de modo de producción feudal
una estructura comunitaria.
Sin embargo, se contaban en su interior pequeñas acumulaciones desiguales entre caballeros y peones.
Se presentan diferencias funcionales, y en especial, la guerra pasará a constituirse en la actividad peculiar
de los caballeros.
Los caballeros de la villa (caballeros villanos) logran desde la segunda mitad del siglo XII, mediante la
guerra y el botín un mecanismo acumulativo extraeconómico que genera la ruptura de la originaria estructura
social en un marco de expansión productiva coincidente con el retroceso islámico y la ofensiva cristiana. Los
caballeros obtuvieron como retribución de su actividad militar, privilegios tributarios otorgados por el rey.
La reproducción extensiva o espacial del modo de producción feudal, en una parte de su frontera, se
realizó mediante la actividad de una comunidad campesina libre. Entre la comunidad y la expansión del
feudalismo existió una interacción dialéctica, que preparó las condiciones para nuevas relaciones sociales
otorgando características específicas al área y el feudalismo en expansión determinaba que el desarrollo de
la comunidad se diera en marco predefinido.
El rey otorgaba los cargos municipales a los caballeros. Dos disposiciones de construcción del poder de
la monarquía: el servicio de guerra de los caballeros como condición de su extensión tributaria, pasando los
municipios a ser una fuerza militar de contenido monárquico y el cobro fiscal que se discriminaba de acuerdo
a los bienes de cada tributario. La fiscalidad impuso encuadramiento sectorial de los tributarios, los
recaudadores elegidos anualmente por el rey y las autoridades municipales, revela la responsabilidad del
colectivo caballeresco en el ejercicio del poder. El rey se reservaba la jurisdicción superior.
Se consolidaba la posición de los caballeros como propietarios rurales independientes que explotaban
trabajo asalariado, mediante exenciones tributarias y privilegios adicionales que aseguraban su reproducción
social, reservándose el monarca un papel de árbitro de los conflictos sectoriales. Una correspondencia entre
los privilegios de los caballeros y su posicionamiento como parte de poder de la monarquía.
A partir del siglo XII se asentó el papel de la aristocracia concejil como sostén del sistema tributario de
la monarquía, para evitar abusos para enfrentar la intromisión de los srs. Los arrendadores de impuestos
fiscales de la monarquía se apoyaban en la franja social superior de los municipios para concretar sus
encargos. El dominio de la monarquía se desagregaba en la capacidad de mando de los caballeros como
agentes de contención social.
En este sistema se basaba el consumo ostentoso de la corte y la reproducción social de la burocracia.
Las remuneraciones de esos funcionarios combinaron modalidades modernas, representadas por el letrado
asalariado.
El régimen fue resultado de la evolución histórica. La monarquía no impuso la constitución de clases
concejiles, sino que actúo sobre las fuerzas sociales formadas instituyéndolas como su basamento. El
señorío de los caballeros es el desenlace de evoluciones sistemáticas que moldearon la relación social entre
el rey y las aristocracias locales.
El rey delegaba en la base la reproducción de sus redes de apoyo originando el cuerpo de sus agentes
sin incluirlos entre los costes de mantenimiento del estado propiamente dicho. Este aspecto se debió al
sustento de los oficiales del consejo, que recibían sus salarios de las rentas municipales y a los mecanismos
de reproducción de los caballeros villanos, cuyo marco legal aseguraba la monarquía. Esta distancia entre
la cúspide estatal y sus apoyos permitía una reproducción no traumática del poder.
Bloque social y político
La alianza por la cual el estado incorporaba a su gestión la actividad de otra clase representa un bloque
social y político como herramienta de nominación. Este bloque social fue en ppio una construcción signada
por acuerdos básicos y fricciones secundarias. Su forma era dada por una reciprocidad que expresaba
poderes complementarios.
La caballería municipal se basaba en un régimen de producción mercantil simple, entre el rey y las
fuerzas locales se establecía un nexo entre dos clases diferenciadas por sus modos de percepción del
beneficio.
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La posición de las aristocracias urbanas no sitúa los conflictos entre esas elites y la nobleza como un
enfrentamiento entre srs, sino como un antagonismo entre clases diferenciadas y fue una expresión de que
los caballeros villanos del realengo no estaban incorporados a la esfera de vasallos de los srs.
Este bloque social condicionaba el sistema de propiedad, porque los privilegios de los caballeros
habilitaban el régimen alodial. Ese bloque definía al rey como el verdadero propietario del espacio tributario.
Esto se corrobora de las dos formas de imposiciones coexistentes: las de realengo establecían al soberano
como propietario en última instancia; las municipales, destinadas al aparato de dominación, era parte de de
las condiciones para que esas relaciones de soberanía política y de propiedad territorial pudiera concretarse.
El carácter feudal de la monarquía comenzaba a trascenderse sin ser desplazado.
La caballería villana y el estatus social
Los factores sociopolíticos permiten apreciar las condiciones del estatus de la caballería villana, los
elementos jurídicos, políticos y culturales que se articulaban con las condiciones materiales de la clase. El
no ejercicio del poder político para la extracción de excedentes campesinos como medio de reproducción
social, presuponen una connotación no feudal de la clase. Circunstancias que separaban a los caballeros
villanos de la nobleza en el plano político general. La identidad estamental se expreso en un nivel más
abarcador en las hermandades en la defensa del dominio real.
Los caballeros de las ciudades de la Extremadura Histórica se asemejaban a las burguesías de otras
regiones de Europa medieval, que formaban el sistema del patriciado. Esa similitud política y funcional no
oculta las peculiaridades de la región, donde la burguesía permaneció con un rango inferior, aun en el siglo
XV, cuando una fuerte movilidad social ascendente permitió su relativa integración en antiguos linajes
municipales, y esa no correspondencia entre posición económica y posición social de la burguesía subsistió
en la Época Moderna.
Independencia relativa del estado
Este entramado se fundamentaba la autonomía relativa del estado, en primer lugar por las estrategias
de la corona. Si bien el monarca se basaba en la extracción tributaria, no se encontraba más que
parcialmente atado a los designios de los srs y se ubicaba en un antagonismo competitivo con la nobleza
por la adquisición de tierras y rentas. La identidad del estado que no representa mecánicamente ni en forma
directa los intereses de la clase feudal. La corona adquiría así una fisonomía propia como sujeto social, con
independencia relativa de la clase feudal.
Dinámica de la constitución del bloque social dominante
Si por un lado la articulación entre clases y la delegación de los mecanismos reproductivos estatales en
las aristocracias locales aportaban un equilibrio estructural, por otra parte combinado supone su inestabilidad
latente. Las crisis de la alianza entre el rey y las aristocracias locales que se precipitaba por la ausencia
física de monarca, expresa esta circunstancia.
Inexistencia de un único modelo de centralización
La observación comparativa impide establecer una ley de centralización burocrática indefectible, y de
idéntica vigencia. En cada país hubo distintas formas no sujetas a un esquema, el fenómeno estuvo
condicionado por elementos estructurales históricamente modelados y siempre rectificados por causas
eventuales.
En Castilla el estado se originó a partir d una formación económico social que adquirió una cierta
complejidad en una determinada fase evolutiva, el señorío particular fue la manifestación política del modo
feudal de producción en sentido estricto.
Los orígenes del llamado estado absolutista deben buscarse en la formación económica social como un
todo y no en el modo de producción feudal que presupone la parcelación de la autoridad.
En Castilla los municipios fue decisiva, en Francia si bien las ciudades establecieron relaciones con el
estado, su incidencia fue inferior. En Francia la crisis jugó un papal más activo en la concentración estatal.
Es posible establecer como hipótesis que si en Castilla la nobleza en expansión fue contrabalanceada
por municipios de realengo con amplios territorios circundantes, en Francia la crisis señorial compensó a los
reyes por la menor importancia de las ciudades.
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La pluralidad de resoluciones responde a una complicada gama de atributos. Otro extremo en zonas
mercantiles y de manufacturas urbanas tradicionales, como en Italia central y septentrional, los patriciados
burgueses resguardaron independencia en defensa de sus monopolios y contraria al príncipe, originándose
corporaciones políticas y económicas que no reconocían de facto superior en asuntos temporales y poseían
un imperium por sí mismas, caso que se contrapone al de Castilla, donde no hubo una fuerte burguesía
comercial autónoma.
Henshall, Nicholas
El absolutismo en la edad Moderna: 1550-1700
Entre los años 20 del siglo XIX y los 50 del siglo XX cualquiera sabía lo que quería decir absolutismo: “el
adversario despótico de los derechos”. Tal vez haya sido sobre todo el contrario coercitivo de la Inglaterra
consensual. La mayoría de la historia Whig presentaba a la mayoría de los gobernantes de la EM en esos
términos. La convicción de que Inglaterra había escapado de aquel destino de 1688 estaba ligado a
concepciones de identidad e interés nacionales. Se transformó en el mito nacional.
“Absolutismo” todavía implica un monopolio total del poder. Instituciones consultivas, como los
estamentos, con un poder por derecho propio, son conceptualemente incompatibles con él. Sin embargo,
las investigaciones recientes revelan algo distinto. Estamentos adormecidos ya no son el basso continuo
del régimen de los Borbones. Éstos reconocieron a los estamentos como organismos de consulta mostrando
que no eran autocráticos. Los respetaron como custodios de las libertades, mostrándo que no eran
despoticos. Y los emplearon como instancias de administración, mostrando que no eran burocráticos. Dado
que los Borbones son equivalentes a Absolutismo el concepto se vuelve problemático. La monarquía de la
EM requiere de un nuevo paradigma, basado en consenso y colaboración en vez de en confrontación y
coerción.
El primero, es un cambio hacia un enfoque comparativo en vez de nacional. El mito Whig de la
singularidad de Inglaterra ha sobrevivido, mientras que su historia se escribía separada de la del continente
Absolutista. Poner el estado inglés en la misma categoría que el Holandés forma parte del mito Whig: el
último fue una república durante la mayor parte de ese período. Definitivamente, hasta 1688 el sitio de
Inglaterra está al lado de las grandes monarquías europeas.
España fue considerada por los ingleses de los primeros decenios del siglo XVII como la esencia del
despotismo. Pero la situación española era comparable a la suya propia. Las prerrogativas de la corona en
Castilla estaban más limitadas por obligaciones contractuales que en cualquier monarquía. Luis XIV era
llamado un monarca absoluto tanto en Francia como en Inglaterra, pero los dos pueblos entendieron lo
contrario por ello. Los franceses se referían a un monarca provisto de poder para defender las libertades y
propiedades de sus súbditos; a finales del XVII, los ingleses se referían a uno provisto de poder para
destruírlas.
En Inglaterra, según Fortescue (el hombre responsable de la afirmación de que los parlamentos ingleses
tenían algo especifícamente inglés), el rey tenía dos poderes, uno compartido por el parlamento y otro por
sí sólo. El rex in parliamento establecía los impuestos y los legislaba, el rex solus ejercía la prerrogativa real.
Fortescue tenía razón sobre la monarquía inglesa pero no sobre las demás. En muchos casos, la monarquía
inglesa era la única en ser absoluta. Los estatutos de los parlamentos de la Reforma habían investido sólo
al monarca con la supremacía eclesiástica. Isabel I realmente podía llamarse absoluta en los asuntos
espirituales y temporales cuando arrancó los crucifijos de las iglesias parroquiales y los sutituyó por los
escudos de armas reales.
Pero Inglaterra afrimó ser única en el imperio de la ley. Esto se puede cuestionar, dado que los
gobernantes continentales estaban tan limitados por la ley como los ingleses. Los Tudor y los Estuardo
poseían una prerrogativa de emergencia, comparable a la de los Borbones, que era difícil de controlar.
Los Estuardos hacían lo que les daba la gana con la judicatura, mientras que en francia los jueces habían
comprado sus cargos y no podían ser despojados de ellos. Ní se podían destituir los oficiales locales
francesas, a diferencia de los jueces de paz ingleses.
En Suecia absolutista, los monarcas, en su juramento de coronación, juraban consultar el Riksdag (la
asamblea estamental sueca) en decisiones importantes de política exterior; en la Inglaterra no absolutista,
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los parlamentos, en algunas ocasiones, intentaron interferir en la politíca exterior, pero nunca se les
reconoció un derecho formal de hacerlo. Se ha sugerido que Isabel I reinó en gran medida mediante
pragmáticas, precisamente porque ningún parlamento las podía tocar.
En primer lugar, la mayoría de los gobernantes se consideron absolutos en el sentido de que
monopolizaron las prerrogativas principescas de guerra y paz, patronazgo y distribución de cargos, y no
reconocieron ninguna limitación legítima de sus decisiones. El término es anterior a la era del absolutismo.
Se encuentra en el siglo XIV, cuando los gobernantes de Francia, Inglaterra y España empezaron a
reivindicar el imperium y a llevar las coronas arqueadas que los equiparaban con el emperador Sacro
Romano- Germanico. La monarquía es absoluta por definición: ésta es su caracteristica principal. Quiere
decir el gobierno de uno -no un poder compartido ni con un superior imperial ni con comisiones de nobles ni
con señores feudales. El poder absoluto convertía los intereses, las capacidades y las decisiones de un
hombre en la fuerza motriz del gobierno. Lo importante del poder absoluto no era su capacidad coercitiva,
lo importante era que no podía ser coercionado.
El poder absoluto era compatible con una participación desde abajo. Los monarcas sólo monopolizaron
legítimamente lo que se conocía como asuntos de estado: en lo demás tenían que conseguir el
consentimiento. El poder absoluto terminaba donde empezaban los derechos de los súbditos y no implicaba
ningún derecho de pisotearlos. El poder absoluto tb era un poder limitado o constitucional. Como guardianes
de la ley, los gobernantes no la podían romper sin debilitar su propia autoridad. El poder absoluto no era
visto como una amenaza a los derechos legales: investía a los gobernantes con fuerza para protegerlos. Al
reducir la autoridad absoluta y limitada a una sola, los régimenes de Inglaterra y del continente se convirtieron
en miembros de la misma especie: la monarquía.
En segundo lugar, algunos gobernantes se consideraron despóticos o arbitratios porque fueron más allá
de las prerrogativas reconocidas e invadieron los derechos de sus súbditos. La invasión de derechos de
propiedad sin asentimiento fue condenada incluso por pensadores supuestamente absolutistas como Bodín.
La fuerza era ilegítima. La capacidad de imponer impuestos a voluntad ha sido vista durante mucho tiempo
como una característica clave de la monarquía absoluta. Cualquiera que fuera la práctica, está cada vez
más claro que ninguna prerrogativa de este tipo existía en la teoría.
La doctrina según la cual las acciones despóticas eran anticonstitucionales no fue inventada por los
parlaments (altos tribunales de justicia) franceses rebeldes en el siglo XVIII: fue enunciada por Bossuet, el
teórico oficial de Luis XIV.
Los derechos y privilegios se incorporaban en un discurso de la antigua costumbre, de los contratos y
fueros: su sanción era el pasado. Los derechos eran tanto individuales como corporativos y podían
extenderse hasta la libertad de expresión. Muchos monarcas de los siglos XVI y XVII permitieron la
diversidad de opiniones sobre los asuntos de políticca. Parece que ello dependía más del temperamento
individual de los reyes que de cualquier sistema absolutista.
En tercer lugar, algunos gobernantes fueron considerados como inclinados hacia acomodados
“republicanso”” porque permitieron la intrusión en las prerrogativas principescas por parte de los consejos,
comisiones o asambleas estamentales. Los pueblos se quejaron cuando ell príncipe no gobernaba por sí
solo: el orgullo de Luis XIV era que sí lo hacía. Al contrario de la creencia usual, los nobles preferían
gobernantes fuertes a débiles. Los últimos años de Felipe IV de España fueron condenados como
republicanos por muchos observadores porque el rey era incapaz de imponer sus decisiones al gobierno.
De modo que había un tipo de gobierno legítimo (monarquía) y dos perversiones de él (despotismo y
republicanismo). La monarquía degeneraba hacia el despotismo cuando monopolizaba los poderes que
supuestamente debía compartir y se inclinaba hacia el republicanismo cuando compartía los poderes que
supuestamente debía monopolizar. La distinción vital era entre monarquías absolutas y despoticas, que
tenían puntos de vista opuestos sobre los derehcso de sus súbditos -no entre las monarquías absolutas y
limitadas, que eran dos aspectos de la misma cosa. Son simbióticos y complementarios. Bacon lo describió
como un poder doble en el rey: su poder absoluto, por el que puede levantar fuerzas contra cualquier nación
y su poder limitado, que es declarado y expresado en las leyes. Aunque no todos estaban ni están de
acuerdo.
En el siglo XVIII, los ingleses habían olvidado la distinción en el sentido original. Por definición ya no era
posible para los gobiernos absolutos ser limitados a la vez. En 1756, Hume estaba perplejo por las frecuentes
referencias de los Tudor y los Estuardos a su monarquía como absoluta.
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Pronto esto, llegó a Francia, Dossuer luchaba por mantener la distinción entre el poder absoluto, defensor
de los derechos de sus súbditos, y el poder despótico o arbitrario, su opresor.
Absolutismo representa una norma gubernamental y tiene connotaciones despóticas. En el discurso
anterior a la Ilustración no puede hacer las dos cosas.
En tercer lugar, ha habido un viraje hacia el estudio de estados inetrnacionales en vez de naciones. La
mayoría de las obsevaciones sobre la singularidad inglesa son irrelevantes a escala britanica. Hay, por lo
tanto, más resistencia a equiparar el absolutismo con el auge del estado nacional y se sospecha de las
descripciones globales como absolutistas de imperios que encerraban distintas formas de leyes
constitucionales.
Los estados de la EM eran aglomeraciones dinásticas, adquiridos sin tener en cuenta la etnicidad o la
geografía, divididos por la ley y el lenguaje, reunidos sólo por la lealtad a la familia gobernante. Pero el
consenso era difícil de crear cuando el territorio central que contenía la capital dinástica infringía las
libertades o divergía de la religión de las provincias subordinadas. De ahí las revueltas de los PB, escocia y
Cataluña.
En cuanto lugar, los historiadores revisionistas han destacado las contingencias en vez de las
estructuras. Esto ha debilitado el concepto de absolutismo como tipo de sociedad. El énfasis se pone en la
autonomía de la esfera política y constitucional y en la medida en la que ésta generó una fuerza propia.
La monarquía hereditaria es impredecible por definición. Factores fortuitos como la capacidad y la
personalidad regias causan trayectorias diversas en diferentes estados.
El absolutismo no puede ser tratado como un desarrollo lineal, con una monarca construyendo
sistemáticamente sobre la política de su predecesor. La verdad fue más ciclica y accidentada. En vez de ver
el absolutismo como un empuje agresivo hacia poderes nuevos, puede ser presentado como una estrategia
de recuperación después de los golpes naturales a los que las monarquías estaban sujetas.
Recientemente, muchos historiadores de la EM han destacado la continuidad más que el cambio. El
absolutismo, por definición un distanciamiento de las formas de gobierno medievales, ha sido por lo tanto
cuestionado. La idea convencional consistía en que el nuevo estado absolutista era el enemigo de las élites
establecidas y las corporaciones dominadas por ellas. Ahora, esto es dudoso.
Los historiadores de la EM son conscientes ahora del peligro de separa su perídod de su predecesor
medieval. El absolutismo como una ruptura con los modos de gobierno anteriores se adaptaba
perfectamente a una agenda histórica dominada por los conceptos de cambio, crisis y revolución. Pero los
fundamentos políticos y sociales del gobierno tardo-medieval no cambiaron.
Entonces, los gobernantes absolutistas del siglo XVII tardío puedens er vistos como reparadores del
consenso corona-élites después de que su autoridad había sido destrozada sucesivamente por la Reforma,
las guerras religiosas, la guerra de los 30 años y la crisis geneal del siglo XVIII. Pero en Inglaterra hablamos
del programa de recuperación de Enrique VII, mientras que los franceses prefieren el absolutismo de Enrique
IV. No hay una ruptura aguda entre el feudalismo medieval y las estructuras más flexibles que le siguieron.
El equilibrio de poder dualsita entre gobernantes y asambleas estamentales tb fue conservado. Las
noticias de que este equilibrio se estaba inclinando hacia los gobernantes delatan la mentalidad guerrera del
XIX. Los monarcas de la EM normalmente no consideraban a los parlamentos como un limite a su poder:
éstos lo extendían. Llevaban a cabo las tareas administrativas y judiciales para las cuales a los gobernantes
les faltaba la mano de obra y les suministraban el cosnentimiento de la comunidad a las políticas reales que
la afectaban.
La mayoría de los actores para el nuevo drama absolutista resulta tener papeles antiguos. Se ha sugerido
que el nuevo rasgo distintivo del absolutismo en la EM consistía en que las élites locales estuvieran
subordinadas a la corona. Pero siempre lo habían estado. El persuadir a las élites con autoridad local para
que gobernansen según los deseos del centro, era la más antigua preocupación de los monarcas.En cada
estado europeo, la administración local seguía siendo asunto de las élites territoriales o urbanas. Está
decentralización universal disuelve aún más el contraste entre el continente absolutista por un lado e
Inglaterra y la Republica Holandesa por otro. Si los nobles no eran los oponentes naturales de la corona,
entonces no había necesidad para los monarcs de estar en contra de los nobles. Los señores locales rara
vez eran las víctimas de la monarquía absoluta: eran sus beneficiarios.
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Los sigloes XVI y XVII vieron la llegada de nuevas instancias administrativas equiparadas con
profesionales entrenados de una nueva procedencia que no era noble; pero como los hombres nuevos antes
de ellos, pronto se convirtieron en nobles, porque el servicio real era la escasa más segura hacia la nobleza.
La élite antigua pronto iba a fijarse en las oportunidades ofrecidas por el estado en crecimiento. Salvo en
dinamarca, los monarcas absolutos no reemplazaron la élite existente con una nobleza de servicio. En vez
de ello, la propia élite existente se convirtió en una nobleza de servicio.
El interes tb se ha desplazado de la perspectiva burocratica a la social donde las relaciones sociales y
personales predominan sobre los valores burocraticos. La hsitoriografía tradicional basada el absolutismo
sobre unos sistemas de apoyo bien conocidos, que lo reforzaban frente a la sociedad: ejércitos permanentes
y burocracia. Pero los ejércitos no eran una fuerza autonoma por fuera de la sociedad sino que existían
dentro de ella. De manera similar, la burocracia operaba en una sociedad de élites, dominada pro
concepciones de lealtada y honor: aunque era profesional en algunos aspectos, aseguraba la sumisión sólo
cuando estaba reforzada por relaciones de clientela. Los instrumentos vitales de la corona no eran las
instituciones de gobierno formales, sino als asociaciones que formaba con otros intereses, porque reforzaba
su autoridad y les reciclaba los ingresos de los impuestso. Para el control provincial, los gobernantes se
fiaban de las redes clientelares que enlazaban las élites de la corte con las locales. Es extraño que el
descubrimiento de esta dependencia se considere como debilidad o limitación de lo que se llama absolutismo
era la clave para su funcionamiento.
Mucho de lo que los historiadores vieron como síntomas de la inutilidad y marginalización de las
asambleas estamentales -debates largos, palabrería vacía, maniobras infructuosas- simplemente es el
camino por el cual la gente lllegaba al consenso en la sociedad de la EM. Tanto la monarquía inglesa como
las continentales forjaron más enlaces con las comunidades de lo que el término absolutismo sugiere.
El poder estatal era inseparable del orden social en cualquier nivel y estaba imbricado en una compleja
red de valores y relaciones sociales. Esto no es ningún modelo de suma cero donde más autoridad para la
corona significa menos para todos los demás. Aunque los monarcas absolutos monopolizaron el poder en
la cima, lo compensaron respladando a los grupos de élite y reforzando las estructurs de poder coercitivas
y patriarcales. El atribuir la extensión del gobierno a la política real olvida su respuesta a la presión desde
abajo.
Los historiadores del XIX supusieron que su papel político se acababa con el auge del estado burocrático.
En todo el perído de la EM, los nobles en todas partes percibieron su servicio como una lealtad personal
hacia el gobernante, y los ritos reales de pasaje subrayaron por su similitud con el ceremonial aristócratico
los lazos personales del monarca con los nobles.
La influencia local seguía siendo crucial para las ambiciones de la élite, pero la habilidad en mantenerla,
reforzarla y expandirla dependía de su influencia en la corte. Los nobles estaban obligados a pasar más
tiempo allí, y la repetida ausencia del hogar reducia las oportunidades de estar acompañados por un séquito
noble. Ësta fue reemplazado por un equipo básico de un significado más domestico que militar. Hacia 1700,
las comitivas de los magnates tanto franceses como ingleses habían desaparecido. La exclusión de
facciones importantes precipitaba las crisis políticas. El consentimiento político en vez de la coerción militar
la sido enfatizado por los historiadores recientes de la formación del estado. El nacimiento de la historia
profesional en el siglo XIX coincidió con el auge del naiconalismo. Estos buscaron los orígenes del estado
nacional y lo localizaron en el novedoso monopolio de poder adquirido por los monarcas absolutos que
emplearon a las burocracias y los ejércitos permanentes para allanar otras fuentes de poder y fortalecer la
voluntad del monarca como ley. Sin embargo, la investigación reciente ha cuestionado este relato. Arriba se
ha argumentado que el control real de las provincias dependía menos de los mecanismos burocraticos y los
ejércitos permanentes que de la colaboración con los nobles notables- menos de destruir las fuentes
alternativas de autoridad emplearlas.
Los historiadores políticos más que los militares proponen ahora un modelo de consenso más que de
fuerza para el gobierno de la EM. En todos los casos el respaldo a la guerra era el resultado del regateo y
del diálogo con los súbditos.
Comparados con los déspotas ilustrados del siglo XVIII, son notablemente pocos los gobernantes que
entre 1550 y 1700 intentaron cortar la maraña de ley y costumbre para imponer la uniformidad en las
monarquías múltiples. Ëstos fueron sensibles a las identidades locales y las diferencias regionales. La
integración con éxito se consiguió no por la simple conquista, sino por la unión y la continuidad de los
intereses locales en un marco más amplio.
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El concepto absolutismo surgió principalmente de un discurso radicalmente nuevo, inventado por la Rev.
Francesa, que ignoró las costumbres antiguas y definió el Ancien Régime condenándolo. Tragarse esta
definición significa aceptar la propaganda de los revolucionarios como realidad histórica, El primer uso de la
palabra absolutismo que el autor ha podido encontrar ocurrió en 1823 en los debates franceses sobre el
conflicto entre los liberales y el monarca represor en España.
Autoridad absoluta es diferente de absolutismo. LA primera es una especie de autoridad coexistente con
optras; la segunda es una agenda de confrontación. Absolutismo significaba despotismo- de la forma que
normalmente se podía observar en la Europa post-napoleónica. En los años veinte del XIX, absolutismo y
monarquía limitada eran alternativas contrarias entre sí. Entonces fueron proyectadas hacia atrás sobre el
antiguo regimen, en el que un gobernante estaba forzado a operar tanto de forma absoluta como de forma
limitada. El discurso del XIX destacó la forma absoluta en Frsncia y la limitada en Inglaterra: de ahí el mito
de la taranía Francesa y la libertad inglesa. Los historiadores whig preferían destacar los elementos de la
constitución inglesa que promovían la libertad en vez de aquellos que promovían la autoridad.
Hasta hoy en día, la constitución británica conservo la prerrogativa real más poderosa del mundo
moderno. Está es la razón por la cual la declaración de guerra está fuera del alcance del Parlamento en el
Reinop Unido.
Los historiadores nacionalistas del XIX presentaron la desaparición de los Estados Generales Franceses,
las cortes castellanas y la Dieta de Brandenburgo como el auge del absolutismo. El nivel local en él que
fueron remplazado se olvido. La destrucción de las cortes castellanas en 1664, por lo tanto, es una muestra
curiosa del absolutismo en acción. El recurso a la consulta no terminó, continuó en un nivel inferiro. La
autoridad no fuecentralizada sino devuelta. Y las cortes fueron socavadas no por el poder de la corona sino
por el poder de las ciudades.
El consentimiento de las Cortes de Castilla era esencial para la recaudación d impuestos. Despues de
que dejaran de reunirse, los impuestos fueron congelados en el nivel de 1664.
Los historiadores del XIX presentaron las relaciones entre monarcas y las asambleas estamentales en
sus propios términos de confrontación. De hecho, éstas fueron otro punto de contacto que institucionalizó la
vital colaboración entre el gobierno y las élites. La obsesión del XIX por las asambleas estamentales como
control del poder real es inapropiada. Existían para legitimar su expansión.
Los historiadores del XIX vieron el absolutismo y despotismo como términos que se podían intercambiar,
y que conferían el monopolio del poder al gobernante y negaban los derechos y la participación de sus
súbditos. Inglaterra fue diferente de otros estados europeos. Todos eran diferentes entre sí. Pero las
similitudes, sobre todo en los períodos de los Tudor y los Estuardo, eran más grandes que los constrastes.
El absolutismo como sistema de gobierno sólo existió en el XIX. Devolvamos el término absolutismo a la
era de Matternich para la cual fue acuñado. Su definición original corresponde claramente al concepto de
despotismo de la EM; pero el despotismo fue considerado como una disfución por la gente de la EM, mientras
que el absolutismo definía las normas gubernamentales. Ahora se acerca a la realidad del gobierno de la
EM, pero sólo porque su contenido original ha sido tirado por la borda. Crea confusión el descubrir una
asociación consensual entre el monarca y la comundiad con una palabra usada hasta el decenio de 1970
para sugerir lo opuesto.
El concepto, como dijo Hexter acerca de la clase media Tudor, tiene el rigor de una cinta eástica. Reúne
regímenes muy distintos entre sí en cuanto a las disposiciones sobre representación. Austria, dodne las
asambleas estamentales continuaron, se equipara con Saboya, donde desaparecieron. Ësta, en cambio, se
identifica con Rusia, donde nunca existieron. Absolutismo es una excusa impresionante para el pensamiento
poco consistente- por está razón probablemente seguirá siendo popular.
BEIK, William. Absolutismo y sociedad en la Francia del siglo XVII. Poder estatal y aristocracia
provincial en Languedoc. Cap. 1
ABSTARACT: ¿Por qué Luis XIV logró pacificar con éxito a la misma nobleza que tantos problemas había
causado a Richelieu y a Mazarino? ¿Qué papel le ocupo al absolutismo en el proceso de transformación del
sistema social? Beik sostiene que las respuestas deben buscarse en el peculiar acuerdo al que
llegaron la aristocracia regional y la Corona. Beik parte del análisis crítico de las actuales
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aproximaciones (historia institucional, Annales, marxismo) para proponer un nuevo análisis,
incorporando alguno de los aportes de las escuelas historiográficas clásicas.
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expresión de la incapacidad del rey para controlar a la sociedad sin conciliar con sus súbditos más
poderosos; también significa un avance respecto de las anteriores relaciones feudales, lo cual se
manifestaba en los avances realizados por la economía monetaria puesto que los cargos devinieron en
mercancías. La venalidad plantea, entonces, la cuestión de las relaciones y de los intereses dentro del
sistema. Por otro lado ata al absolutismo a su pasado feudal por la posecion privada de la autoridad pública
pero había un avance respecto de eso porque permitía al estado pedir una dependencia legal directa que
no podía en el feudalismo. Además, ahora era uno e/ muchos iguales, ya poco tenía que ver con una fusión
con extracción extraeconómica del excedente campesino en forma aislada.
-los intendentes: un corolario de la existencia de la venalidad fue la necesidad de aplicar una dosis extra de
autoridad para lidiar con los detentores de los cargos comprados. La solución consistió en el desarrollo de
las comissaires, en particular los maîtres de requetes, que servían como inspectores e informantes al servicio
de los consejos reales. Estos deben ubicarse en tiempos de Richelieu o antes. (BONNEY desarrollo la tesis
referida a que la intensificación de los intendentes se debía a la necesidad de arrebatar a los funcionarios
venales el control de la maquinaria). En los estudios regionales es más frecuente toparse con intendentes
que aparecen como portadores aislados de edictos impopulares, amenazados por la insurrección
campesina, actuaban para lograr sus fines recurriendo al terrorismo militar y a la manipulación política. La
delgada línea entre los funcionarios de toga (venales) y de los commissaires reales (cargos no comprados)
se vuelve cada vez más tenue. Ambos provenían del mismo medio de la aristocracia y tenían similares
fuentes de riqueza. O sea, se está rompiendo con la idea tradicional de que eran outsiders de la comunidad
portadores de la razón de estado, heraldos del estado centralizado absolutista.
-clientelismo: la efectividad de Richelieu no se basó en una reorganización institucional del aparato estatal,
sino en la ubicación de sus ‘criaturas’ en lugares claves. Esta reevaluación es importante porque cuestiona
la centralidad de las instituciones per se (institucionalistas). Lo que importaba era las relaciones personales
y las lealtades que proporcionaban sustancia a las instituciones. Lo que se observa no es tanto una
corrupción generalizada, cuanto un sistema de gobierno en el cual las redes de lealtad personal y las líneas
de autoridad institucional estaban interconectadas, actuando sobre la naturaleza misma del poder político.
-finanzas estatales: la guerra de los Treinta Años, concebida como un quiebre fiscal, altero las relaciones
entre el Estado y la sociedad. Las medidas fiscales extraordinarias se convirtieron en nuevas presiones. A
su vez, el estado pedía más a los financistas creando una interdependencia creciente entre ambas partes.
Los financistas adelantaban dinero a cambio de contratos que les permitiría organizar la recaudación de
impuestos. Dado que los fondos disponibles para préstamos al Estado estaban dispersos por todo el país,
el arrendamiento de impuestos nacionales debió descentralizar sus estructuras, por lo que crecieron las
redes de financistas asociados tanto para proveer fondos a la Corona como para administrar los derechos
obtenidos como contrapartida. Los mismos financistas eran muchas veces funcionarios del Estado. Se creó
así una relación parasitaria.
Por todo lo anterior, los historiadores han dejado de ver al Estado moderno como el gran triunfante
organizador de la sociedad, para pasar a verlo como un frágil organismo que luchaba contra una
sociedad turbulenta. Eran las fuerzas sociales las que influenciaban la función misma del Estado.
Esto significa una reevaluación de como las instituciones temprano-modernas interactuaban con
una peculiar sociedad temprano-moderna.
Sociedad y absolutismo
La escuela de los Annales es la que ha aportado una aproximación más coherente; dejo instalada la tesis
del atraso de la sociedad antiguo-regimental. Así, por ejemplo, la producción agrícola era llevada a cabo por
pequeños tenentes campesinos subordinados a la nobleza propietaria. La manufactura tenía carácter
artesanal. Pero el problema de esta corriente es la relativa ausencia de la dimensión política; el resultado es
un modelo fuertemente determinista, que termina reduciendo la dimensión institucional a una
superestructura impuesta por determinadas condiciones ecológicas y demográficas, sin ir mas allá de las
dinámicas que producían las desigualdades.
En ese sentido el análisis marxista tuvo un mejor desempeño, partiendo de la premisa de la existencia de
una desigualdad social fundamental y su consecuente conflicto; se concentra en las relaciones de clase y
su funcionamiento como actores sociales. Este análisis corre el peligro de que el rol del Estado pueda quedar
limitado a bridar o negar su apoyo a determinada clase. Pero las últimas generaciones han puesto el énfasis
en el funcionamiento total del sistema y menos en los intereses particulares de clase.
Para ambas corrientes el absolutismo a presentado problemas de interpretación. Para Marx y Engels
representaba un periodo de equilibrio de clases por lo cual el Estado devenía en una fuerza autónoma. Pero
esta visón presenta dos dificultades. Por un lado, requiere le emergencia de una burguesía suficientemente
poderosa; por el otro, no concuerda con los análisis de la esfera política del s. XVII. Éstos han demostrado
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que el Estado Moderno se construyó sobre la base de sistemas clientelares, de la patrimonialización de
cargos y de acuerdos con financistas. En este panorama no encajarían los intereses de los burgueses
capaces de equilibrar el poder de la nobleza. Varios autores intentaron resolver esas dificultades.
Porshnev planteaba que el absolutismo había venido a llenar al vacío ideológico creado por la declinación
del baluarte ideológico de la religión. El principal rol del absolutismo era aplastar las revueltas populares. La
cooptación de la burguesía fue necesaria para que no se uniera con los rebeldes. Esta visión de equilibrio
absolutista ofrece un aspecto interesante de la relación nobleza-burguesía en el seno del Estado, pero el
énfasis puesto en el conflicto de clase abierto parece descansar más en una creencia romántica.
Lublinskaya, al igual que Porshnev, cree en la naturaleza feudal del absolutismo, del aparato del Estado y
de la nobleza feudalizada. Pero evita exagerar el potencial revolucionario de las masas y la burguesía. Ésta
cumplió más un rol de aliada independiente que de amenaza que debía ser cooptada. Los burócratas
venales y los financistas estaban feudalizados, pero existía otra burguesía comercial-industrial que
necesitaba del absolutismo para proteger y desarrollar su potencial de acumulación. La monarquía
necesitaba el apoyo de esta burguesía para aplastar la revuelta nobiliaria. Aquí donde Porshnev ponía al
Estado como defensor de la clase feudal, Lublinskaya pone el énfasis en su plácida colaboración con la
burguesía emergente. La tesis de Lublinskaya presenta dos inconvenientes. En primer lugar, poner el énfasis
en los aspectos progresistas del Estado difumina los aspectos feudales que son los precisaba Porshnev, el
desvío del capital mercantil a préstamos estatales, arrendamiento de impuestos, la venta de cargos, la
mentalidad aristocrática del rey. El segundo es la existencia misma de la burguesía comercial, cuya prueba
de existencia se dirige solo a unos casos aislados. Entonces para Beik a la hora de explicar el absolutismo
francés no se puede prescindir de sus elementos feudales, ya sea como neutralizadora de la nueva
fuerza burguesa o como nueva dinámica reconstituida del sistema medieval.
Por su parte, los estructuralistas tienden a analizar el conjunto de relaciones dentro de un modo de
producción determinado, enfatizando así la tendencia del sistema a su auto-reproducción. Para ellos la clave
del feudalismo está en su coerción extra económica. La autoridad política se encuentra amalgamada con la
económica. Así, la coerción extra económica es un motivo que puede aplicarse tanto a las relaciones de
clase del feudalismo como a las estructuras legales y sociales del absolutismo. Según esto, para Beik, si
se deja de pensar el absolutismo en términos de la relación que unía a los señores a sus siervos en
el s. XII, y se lo describe como un conjunto de relaciones imbricadas y de temas culturales derivados
del sistema de producción central, es posible pensar la continuidad del sistema en la edad moderna,
aún cuando muchas de sus características se hubieran modificado respecto de su etapa medieval.
Además, esto explica por qué tardaron tanto en producirse los cambios sociales. La introducción de
la riqueza burguesa o la centralización del poder político no necesariamente tenían que modificar
todo el sistema.
Si el feudalismo es definido como una sociedad basada en la extracción del excedente agrícola-campesino
por medio de un sistema de coerción extra económica en un sistema replicado de jerarquías sociales,
resulta entonces posible pensar el absolutismo como un tipo de feudalismo. Perry Anderson propuso
este enfoque, para quien el absolutismo fue un aparato rediseñado y potenciado de dominación feudal,
designado a mantener a las masas campesinas en su posición de dependencia. Por tanto el aparato del
Estado tiene el fin de la defensa de la clase feudal en la última fase del sistema. Pero a diferencia de
Porshnev, Anderson no observa un conflicto entre una nueva burguesía ascendente y una nobleza
decadente, ni cree en un equilibrio entre ambas clases, mediado por el estado. Sostiene que la monarquía
absoluta fue una institución feudal para proteger el orden feudal, cuya forma se vio influenciada por el
desarrollo de la burguesía mercantil. Esta burguesía fue capaz de vivir en el Estado feudal, e incluso fue
ayudada por éste, ya que algunos de los intereses de la nobleza rediseñada coincidan con los de esa
burguesía, y sobre todo, porque ésta no estaba desarrollada para dar el salto sola. Ambas estaban de
acuerdo en un poder de policía centralizado, en la protección mercantilista, en un sistema legal unificado y,
además, muchos de los aspectos modernos del Estado solo eran antecedentes feudales. En síntesis, existía
un espacio de compatibilidad entre un absolutismo que funcionaba como defensor del orden aristocrático y,
a la vez, aseguraba los intereses básicos de la burguesía mercantil-industrial.
El absolutismo en Languedoc
Todos esos puntos de vista, según Beik, reafirman las dos preguntas iniciales. Beik postula que el éxito de
Luis XIV –el primer interrogante- está directamente relacionado con la función social del absolutismo –
segundo interrogante. La monarquía absoluta defendió un orden social tradicional dominado por una
clase de terratenientes privilegiados, pero en la modernidad temprana, y especialmente durante el s.
XVII, nuevas condiciones hicieron cada vez más necesaria una centralización mayor del poder y de
la autoridad. Enfrentados con los desórdenes populares, las rebeliones nobiliarias y los enemigos externos,
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los regímenes de Luis XIII, Richelieu y Mazarino, dieron una serie de pasos que socavaron los intereses de
las aristocracias provinciales y provocaron una dislocación social y política. Estos esfuerzos fracasaron por
que atacaban los intereses de la clase dominante. El contagio de obediencia durante el reinado de Luis
XIV no fue resultado de la represión, sino de una defensa más exitosa de los intereses de la clase
dominante, por medio de la colaboración y un liderazgo mejorado. La historia del absolutismo es
entonces la historia de una sociedad feudal reestructurada. Se elija o no el término ‘feudal’, ya no está
en discusión la naturaleza de la sociedad en la que tanto el rey como su aristocracia probaban maneras de
defender sus intereses en un mundo cambiante.
El sistema político de Languedoc debía reforzar esta sociedad, nunca socavarla (el análisis de fuentes, el
estudio específico de Languedoc en relación a esta hipótesis, está en los siguientes capítulos que no entran
en el programa)
Beik, William
Absolutismo y sociedad en el siglo XVII
Es el estudio de caso de una provincia Francesa en tiempos del absolutismo. Se plantean dos
interrogantes. El primero se relaciona con el impactante éxito que Luis XIV obtuvo en el gobierno de Francia.
Ahora existe un consenso en torno de la profundidad del descontento social de los años 1610-1660, con sus
revueltas nobiliarias, sus insurrecciones campesinas y sus esporádicas guerras civiles, resulta mucho más
difícil explicar como un joven e inexperto monarca logro revertir la situación.
Todos los libros de texto sostienen que Luis XIV sometió a la aristocracia encerrándola en Versalles,
potenciando su status social pero privándoa simultáneamente de todo poder político real, que quedó en
manos de los agentes burocráticos de la monarquía. Pero ¿resulta posible imaginar que una insatisfacción
tan profunda pudieran converitrse tan rapidamente en una plácida indiferencia?. El interrogante nos deja aún
más perplejos si recordamos el final de la historia: tras la muerte de Luis XIV, en 1715, los nobles se negaron
una vez más a dejarse dominar por la corona, y volvieron a manifestar las mismas excigencias de poder y
status caracteristicas de la etapa anterior a 1661. La etapa de orden y obediencia encarnada de Luis XIV
demanda a gritos una explicación.
La segunda pregunta se relaciona con el vínculo que existía entre el estado y la sociedad, es decir, al
papel jugado por el absolutismo en la transición del F al K.Con frecuencia, el absolutismo monarquico es
considerado como una avanzada en la ruta que condujo a Francia de la monarquía feudal descentralizada
al estado moderno. En este modelo, Francia e Inglaterra son tratados como casos comparables, y sus
respectivos regímenes con vistos como interesantes variaciones de un tema en común: el surgimiento del
estado-nación industrializado. Ambos países son vistos como sujetos del mismo proceso de cambio, por lo
que el absolutismo francés se convierte en un estadío más largo proceso de modernización europeo.
Está visión ortodoxa continua repitiéndose a pesar de los hallazgos de una generación de historiadores
sociales, que ha demostrado que en el siglo XVIII la sociedad francesa era en términos estructurales muy
diferente de la inglesa. En Francia, una masa de campesinos continuaba subsistiendo en pequeñas parcelas,
sometidos al pago de onerosos impuestos que transferían su producto excedente a manos de una élite
dotada de privilegios legales. Lejos de atravesar por una etapa de decadencia, la nobleza mantenía sus
posiciones tradicionales o incluso las mejoraba. La estima social y la influencia política de los comerciantes
y de los manufactureros estaba muy lejos de la disfrutada por la aristocracia. Todas estas circunstancias
marcan un agudo constraste con la situación inglesa.
Las preguntas planteadas se responden mejor si descendemos al nivel de una región particular: el
Languedoc. El objetivo es entender mejor el absolutismo, tratando de explicar por qué fncionó primero tan
mal y después tan bien, y cuál era su relación con la situación social específica de una provincia determinada,
Desde un punto de vista historiografico resulta muy curioso que las dos preguntas que nos hemos
planteado- la referida a la eficacia institucional del absolutismo y la referida a sus fundamentos sociales- han
sido siempre abordadas porr tradiciones académicas muy poco relacionadas entre sí. La primera pregunta
ha sido por lo general discutida por los historiadores políticos e institucionales, que conciben al estado como
un organismo beneficioso, separado de la sociedad. Mientras que los historiadores marxistas que deberían
arrojar luz sobre el segundo interrogante hace muy poco se empezaron a interezar por la sociedad francesa
59
de Luis XVII. Sin embargo, su análisis sirve apra intentar relacionar estado y sociedad. La tercera escuela,
que es la historia social, surgió como reacción contra las otras dos. Rechaza la historia política por superficial,
pero tb desestima el énfasis marxista en las relaciones de clase como factor clave de la evolución
fundamental de las soicedades. En su nivel más teórico, historiadores sociales como los famosos annalistes
franceses, buscan identificar movimientos de larga duración, expresables en factores tales como precios,
población, salarios, distribución del suelo, etc, que son vistos como los indicadores más básicos del cambio
histórico. Otros, en un plano menos esquemático, trazan la historia de fenómenos sociales como la familis,
la enfermedad, etc, entendidas como fuerzas históricas con su propio interes intrínseco. En ambos casos
ayudaron a una profundización de nuestro conocimiento del contexto sical, pero sin ninguna relación con el
contexto político.
Los fundamentos analíticos: clases y órdenes
Un examen de la sociedad del siglo XVI no puede evitar referirse al gran debate de si era aquella una
sociedad de órdens o una sociedad de clases?
El concepto de sociedad de órdenes (o estamentos) desarrollado por Mousnier puede resumirse: en una
sociedad de órdenes los grupos sociales están distribuidos jerárquicamente en una escala descendente de
estatus y privilegio. El principio organizador es la estima social acordadas a las funciones misticas o reales
que cada grupo cumple, y que no tene una conexión necesaria con el rol económico de cada grupo. Los
órdenes están divididos en estratos, cuerpos o estados, tb organizados según la estima social y provistos
de su propia identidad legal y el sentido de un objetivo en común. Por lo general, este sistema se presenta
como fundamentalemente diferente de la sociedad de clases, en la cual los individuos son legalmente
iguales, en la cual no existen privilegios formales, y las clasificaciones sociales surgen a partir del rol que
cada uno cumple en el sistema económico. En una socieda de clases la riqueza es el factor central que
determina la posición social. En consecuencia, cuanto los modernistas hablan de sociedad de órdenes están
optando por la diferenciación, por la distinción. Lo que en realidad quieren decir es que en aquel mundo pre-
industrial las clases no existían y el análisis de clase está fuera de lugar. Esta postura resulta poco
afortunada. Confunde dos problemas: primero, la cuestión de si resulta posible trasladar al siglo XVII
nuestras categorías actuales (la respuesta sería no); segundo, si existían clases sociales de algún tipo en el
siglo XVII (la respuesta sería sí). Por clases entiendo grupos cuyos intereses sociales y económicos son
necesariamente antagónicos entre sí, a raíz de las diferentes relaciones que establecen con los recursos
económicos, con el poder y con el producto de su trabajo. El análisis de clases supone la existencia de
conflictos fundamentales en una sociedad. Resulta indudable que en la Francia temprano moderna existían
grupos que se relacionan con la producción de manera profundamente desigual y mutuamente antagónica.
Los órdenes y los estamentos existían como parte importante de la experiencia francesa en el XVII, pero
no determinan la estructura social. Las sociedades están organizadas en torno a la producción y distribución
de bienes esenciales o suntuarios; estas actividades provocan la irrupción de clases que establecen entre
sí relaciones antagónicas; y los conflictos sociales que de allí derivan tienen más importancia que la
solidaridad social a la hora de explicar el funcionamiento de una sociedad determinada. La premisa central
de este libro supone que el Estado absolutista puede entenderse mejor si observamos los intereses de clase
a los que servía y las funciones sociales que cumplía –en síntesis, desarrollando un tipo de análisis de clases
según la tradición marxista. Esta aproximación requiere un cuidadoso examen de los elementos de la
sociedad política provincial, capaz de revelar los ejes de conflicto y los espacios de interés compartido.
1.4. Las revoluciones inglesas del siglo XVII: la rebelión de la gentry y el sueño de los diggers.
65
Brenner:
Es marxista. Recupera la parte social y económica de la RI
Establece que es la “Revolución de la Gentry” la que lleva adelante este proceso no sólo por discrepancia
política externa, social y religiosa sino por esa suerte de inserción de autotransformación.
La Gentry constituye su poder sobre formas de propiedad económica determinada, es decir, que no lo
obtiene de la política porque la clase terrateniente inglesa ha cambiado:
1. Adquiere ganancias de contratos privados por ende, necesita a un estado que proteja los
intereses de la propiedad privada, para Brenner se trata de una clase capitalista agraria no burguesa.
En la superestructura: el factor que cuenta es el religioso y el político externo: se expresa en fiscalidad y
en que se realizan alianzas con países que tengan los mismos interese por eso Ingla apoya a determinadas
guerras.
Brenner no toma a la Revolución Burguesa sólo por cambios económicos y tampoco ve un cambio en
las clases porque según el autor no es una lucha de clases, sino es una sola clase, la aristocracia que se
liga a los nuevos proyectos. En conclusión, no hay cambio de clase social.
Gil Pujol:
Es un revisionista. Lo que le interesa no es la causa de la Revolución sino lo que llevo a esas causas.
La revolución es accidental y fortuita.
Hay diferentes miradas dentro de los revisionistas:
Stone: cadena de hechos que llevan al desencadenante sin que una sea decisiva. Diferente de
Rusell: no se puede poner secuencia ordenada de hechos. Pujol: lo que se discute es como entender
el análisis histórico, ya que, los historiadores Whig y los marxistas solo se centran en la libertad
política y en el ascenso de la burguesía por la lucha de clases. Es para el autor, un planteo
reduccionista. Al igual que la historia social.
Los revisionistas: rechazan la dialéctica y el choque entre opuestos. Proponen ver sucesos
políticos como individualizantes acorto plazo y con cronología rigurosa. Utilizan el término “guerra
civil” por ser neutral, por plazo corto y sus consecuencias limitadas: “los grandes hechos, no tienen
necesariamente grandes causas”.
Post-revisionistas: mayor énfasis en religión y política.
Luego analiza a Rusell y Morill:
2. Primer contingente hechos que pueden suceder o no.
3. Si fue revolución o guerra civil ( Morill por religión)
4. No fue producto de causas sociales, como la guerra civil
5. No fue el pueblo inglés sino minorías motivadas. La respuesta popular fue conservadora
6. Política y religión: No fueron 2 teorías antagónicas sobre gobierno sino 2 interpretaciones de
la ley. Los rebeldes resolvieron los problemas de un modo no constitucional. Para los post-
revisionistas nunca hubo consenso en religión.
7. En 1637 Invasión escocesa: convoca a Parlamento (se suma novedad arminianismo y Carlos
I no puede mantener a los diferentes sectores). Al no poder repeler invasión surgen teorías
conspirativas alimentadas por factores religiosos que producen el estallido de la guerra civil.
8. No es sólo contingencia sino que son problemas estructurales: necesidad hacendística de la
corona que lleva a tensión por impuestos, las diferencias religiosas en torno a la corona, las
diferencias políticas, etc.
Guerra civil: Puritanismo versus arminianismo (causante de la ruptura). Este es el factor más fuerte.
Para Morill: fueron los temores a perder el favor divino lo que llevo a rebelión.
Para Rusell: fueron las diferencias religiosas de los múltiples reinos lo que llevó a la tensión.
En conclusión, el factor religioso es el más importante, en respuesta defensiva a un rey conservador.
No hay nuevos valores.
66
GIL PUJOL, Xavier, ¿Centralismo y localismo? sobre las relacione políticas y culturales entre capital
y territorios en las monarquías europeas del barroco. Cap. 3
Cuando se habla de monarquía barroca la primera imagen que se acostumbra tener es la del rey majestuoso,
rodeado de una corte suntuosa, enmarcada en ideas como la soberanía bodiniana, razón de estado,
monarquía de derecho divino, Leviathan. La afirmación de realeza es, efectivamente, una de las grandes
características de la época. Y así, la tradicional alegoría medieval del rey como piloto que ha de conducir la
nave del estado a buen puerto, se añadía ahora la de la corona como reloj, instrumento personal pero
animado que vela por el buen gobierno de la colectividad. Esta colectividad era dirigida desde un centro
cada vez más perceptible, la capital. Tan importantes como las relaciones entre rey e individuos llegarían a
ser las relaciones entre capital y territorios.
Se acostumbra considerar al estado territorial moderno como una entidad que a partir del s. XVI fue
desarrollando un aparato burocrático, militar y fiscal capaz de ejercer un creciente control sobre los
individuos y los territorios. Pero es necesario detenerse sobre la tendencia más que en el resultado. Por
tanto el objeto de este trabajo es presentar un ensayo bibliográfico sobre la cuestión para estudiar la realidad
del poder en el Antiguo Régimen.
Las visiones mas altamente aceptadas es que los Tudor, en especial Enrique VIII con su ministro Cromwell,
fortalecieron los órganos centrales de la monarquía, lo cual permitió extender la religión reformada con un
notable esfuerzo político, el cual consolido la implantación de los organismos reales erosionando el
particularismo de las comunidades locales. Posteriormente las fricciones nacidas bajo los Estuardo entre
court y country y el creciente papel jugado por el Parlamento consolidarían la concienciación política de la
sociedad hasta llegar al estallido de la guerra civil y la revolución.
De esta visión se desprenden unas relaciones verticales dicotómicas, que no responden bien a una realidad
mucho más compleja. Además, una serie de estudios recientes recalcan que nunca existió una clara
separación entre estado y localidades, sino que ambos se ayudaban en las tareas políticas y económicas,
completando sus limitadas capacidades de acción. Estas consideraciones han sido realizadas en tres
sentidos.
En primer lugar, los éxitos atribuidos a Cromwell han sido cuestionados negando que sus acciones
respondieran a un programa previamente establecido y poniendo de relieve la existencia de precedentes
tardomedievales a supuestas innovaciones cromwellianas como interrupciones posteriores de su legado
político. En segundo lugar, se cuestiona la idea de que las comunidades locales fueran tan autosuficientes
ni estaban tan encerradas en sí mismas. Gobierno y localidades se necesitaban, de lo cual se desprende
que el Parlamento no era visto como lugar de enfrentamiento sino como lugar de encuentro y canal de esa
colaboración. En tercer lugar, el propio mundo municipal se revela como un complejo tejido de relaciones
internas y externas, de manera que también es necesario analizarlo de manera extra-local.
La óptica whig ha sido punto de reproches. Según estos reproches lo que generó la guerra civil no fue la
oposición parlamentaria, sino de las tensiones de facciones entre reducidos círculos de poder y las
repercusiones de los grandes gastos militares. Además el estallido de la guerra fue accidental, no previsible.
Esta postura, llamada revisionista, puede sin duda haber extremado algunas de sus críticas, pero lo que
ahora parece bastante aceptado es que los graves conflictos que llevaron en 1642 a la guerra civil eran más
bien ajenos a las preocupaciones de buena parte de las comunidades locales, la actitud más extendida de
sus autoridades fue la neutralidad o la indiferencia.
La guerra y los costes c/vez más elevados constituían el trasfondo de cualquier aspecto de la pol. Sería a
finales del s. XVI camino a la guerra de los Treinta años cuando el impacto de la guerra fue más agudo.
Esta impacto fue particularmente perceptible en la política territorial de los gobiernos, y en Francia se ve
más claramente. Cuando en 1635 Francia entró formalmente a la guerra contra España, la Provenza y
Languedoc se convirtieron en lugares de paso de las tropas, de todos modos la presión fiscal ya era fuerte
desde hace unos años, y la resistencia había llevado a revueltas como la del Duque Montmorency en
Languedoc en 1632. Éstas fueron solapadas y la corona intervino de modo más directo en los órganos
municipales. Esto expresa que fue en Francia donde los avances del gobierno central fueron más claros. De
todos modos, no hay que adelantarse a hablar de centralización.
Lo que las monarquías del s. XVII perseguían no era precisamente la centralización sino, el
fortalecimiento de sus dinastías, la imposición del principio de autoridad sobre corporaciones y
súbditos y la reputación en la arena internacional. Para alcanzar estos objetivos, los grandes estadistas
pusieron en marcha ambiciosos programas de disciplina social, reforma política y fomento económico, que
fue lo que los impulsó a intervenir en el ámbito provincial y local. Pronto las demandas materiales de la
67
guerra de los Treinta años se convirtieron en la primera prioridad y esto renovó el interés por asegurarse la
fidelidad de las provincias y en obtener recursos de todo el país sin olvidar la tendencia mercantilista.
Que los organismos centrales intervenían cada vez más en las provincias es un hecho, pero no siempre
estas intervenciones respondieron a iniciativas del gobierno sino que muchas veces surgían de pedidos de
autoridades locales para resolver conflictos domésticos entre poblaciones, entre señores. El creciente
prestigio de la justicia real, considerada mas técnica e imparcial abrió paso a los nuevos ministros del rey.
Se estudian, al respecto tres casos: Purgia, Bohemia y Languedoc.
En Purgia motivaciones fiscales impulsaron al Papado a establecer un impuesto sobre la sal y, al chocar con
la resistencia de la ciudad, dictó nuevas normas administrativas y levanto un acuartelamiento militar, lo cual
implicaba el fin de las libertades comunales locales. Pero se ha demostrado que en realidad el Papado no
tuvo voluntad ni capacidad para ejercer un absolutismo fuerte. Así se explica que siguieran los priori
desempeñando un papel político y hubiera cierto control popular sobre las autoridades.
En Bohemia Fernando II decretó en 1627 la ‘nueva constitución’, amplio cuerpo normativo que recortaba el
autogobierno de la región. Pero estudios focalizados en las fuerzas sociales y políticas han demostrado que
pese a la severidad de la nueva constitución, las clases dirigentes locales pudieron conservar un estimable
grado de autonomía respecto de Viena.
El edicto de Beziers de 1632 impuesto por Luis XIII en Languedoc, luego de la revuelta de Montmorency,
restringió la fuerza de los Estados provinciales. Conjuntamente con la penetración de las tropas en 1636, se
consideró como un gran sometimiento al poder central y la pérdida de independencia ante la marea
burocratizadora de intendentes. Pero análisis más profundos demuestran que la presión tributaria había
empezado años atrás y que los estados conservaron notable margen de maniobra.
Las facciones locales fueron casi siempre decisivas a la hora de determinar el resultado final de la
intervención real, ya que lealtades al país o a la corona dependieron a menudo de los pequeños conflictos
y rencillas dentro de la esfera local y regional. Durante las décadas centrales del XVII los incrementados
ingresos fiscales de la corona no salieron del país en su totalidad, sino que una tercera parte fue a parar por
diferentes vías a manos de su clase dirigente, y la mitad del total recaudado fue gastado en la propia región.
La conducta colaboradora o resistente de las clases dirigentes locales y provinciales, resultado de
la difícil combinación entre interés material y lealtad a unos principios que no permanecieron
inmóviles, fue tan importante como la acción de los gobiernos. A veces, el asentamiento del estado
no se debió tanto a los progresos institucionales, a mejoras administrativas o a la aplicación de la
fuerza, como a la respuesta interesada de los dirigentes locales. Entre el poder real y el poder local
había, así, una red de relaciones.
En algunos casos como Milán, Nápoles y Sicilia que poseían una oligarquía local fuerte contra la que Madrid
se tuvo que topar para hacerse allí un espacio mayor. El patriciado milanés se constituyó en un muro de
resistencia que combino la defensa de la tradición particularista del ducado con la de sus propios intereses.
En Nápoles fueron los juristas los que armaron una barrera profesional que desbarataron los deseos de la
corona. En Sicilia los magistrados formaban un grupo social capaz de neutralizar los efectos de las visitas
de enviados de la corona. El patriciado milanés, y los juristas napolitanos y sicilianos permitieron el
mantenimiento de la soberanía de los Austrias sobre sus territorios pero al mismo tiempo impidieron que el
dominio español fuera demasiado. Este proceso de colaboración pasiva y resistencia también pasiva
pone en evidencia los márgenes de maniobra política y provecho material de que disfrutaban las
clases dirigentes provinciales y los límites de la capacidad de acción de la corte de Madrid. Este
difícil equilibrio evitó que surgieran conflictos graves y aseguraba la cooperación entre ministros del
rey y notables locales ante movimientos populares revolucionarios.
La gran paradoja del absolutismo nace, pues, de que tiene una cara y una cruz: creciente
concentración de poderes en un centro cada vez más reducido y, al mismo tiempo, dependencia de
este centro respecto de las fuerzas sociales periféricas. Esta ambivalencia es clara en los últimos años
de Richelieu y Luis XIV en Francia.
Los principios del estado moderno están ligados a la proclamación del imperio de la ley como referencia
explícita de la autoridad real y, en consecuencia, están ligados también al aumento del número de oficiales
de justicia y al endurecimiento del derecho penal. Pero había que lograr que las gentes interiorizaran y
acomodaran sus conductas a ellas. La aplicación de estas regulaciones muchas veces no se pudo completar
y los encargados de aplicarlas tuvieron que adaptarse a los valores de cada comunidad, ya que dicha
aplicación requería su consentimiento y colaboración. Es por tanto necesario analizar el impacto del estado
moderno en el microcosmos de la vida local. La comunidad local nunca fue pasiva. Se ve mejor en los
momentos de los grandes fracasos de los órganos del estado. Y si el mundo local no fue pasivo en pol.,
tampoco lo fue en la cultura. Se ha exagerado el dirigismo y la eficacia de la acción cultural del poder. Su
68
poder aculturizador sobre las masas está siendo muy criticado. Control, absolutismo y centralización han
sido expresiones usadas demasiado fácilmente. No siempre los gobiernos respondían a planes claros,
preestablecidos. Es cierto que la iniciativa política estaba cada vez más en manos del poder central.
Pero no debe olvidarse que el mundo del antiguo régimen era estamental y que consiguientemente
las relaciones políticas también tenían un fuerte sentido corporativo. Es necesario evitar caer en un
fácil dualismo. Los binomios estado-sociedad, capital-territorios, centro-localidades son esquemas útiles,
pero no son cerrados ni suficientes; uno influye en el otro. Utilizarlos como herramientas analíticas rígidas
puede generar reduccionismos.
Los estados modernos hundían sus raíces en los estados medievales y de ellos heredaron buena
parte de los límites operativos. Juntamente con esta continuidad, es innegable que la autoridad real
y los aparatos administrativos avances decisivos que les permitieron superar algunas limitaciones.
Al mismo tiempo, tales desarrollos comportaron la aparición de nuevos tipos de condicionantes para
la autoridad real. Es precisamente esta simultaneidad de avances y límites, tanto viejos como
nuevos, lo que da mejor medida de las variedades de lo que se llama el estado moderno.
Abstract: Brenner desarrolla un relato socio-político de la transformación sufrida por el comercio ingles en el
siglo posterior a 1550 y una explicación socio económica de las actividades y alineamientos políticos de la
comunidad mercantil londinense durante los conflicto al comienzo de los Estuardo. En una reinterpretación
de larga duración, Brenner muestra lo que se halla detrás de los fundamentos del comercio de larga distancia
hacia el sur y el este, eran las nuevas posibilidades en los negocios de importación antes que los problemas
de comercio de los paños tradicionales. Asimismo, advierte la manera en que distintos grupos de elite
mercantil londinense manejaron su poder organizacional y político para explotar las nuevas oportunidades.
El éxito de los comerciantes en su tráfico con el cercano oriente y con la India abrieron la puerta para todo
un nuevo grupo social de mercaderes emprendedores, reclutados mayormente fuera de la comunidad
comercial tradicional, quienes hicieron punta en el comercio de plantación americano, amasando su riqueza
y construyendo su poder político. Finalmente, muestra la importancia que tuvo la política de los mercaderes
71
para la política nacional entre 1621 y 1653; el rol de los mercaderes en las grandes compañías monopólicas
para la defensa de la corona, al mismo tiempo que los comerciantes relacionados con el nuevo orden colonial
americano, no monopólico, adherían al puritanismo radical y militante y apoyaban la causa del Parlamento.
1
Este factor diferenciaba a la clase dominante de Inglaterra del resto de Europa, donde la nobleza de corte o funcionaria que
dependía de los impuestos percibidos por el Estado solía entrar en conflicto con la que dependía de las rentas comerciales o
tributos señoriales.
2
Como sí existía e/ la mayor parte de la nobleza feudal continental y sus tenentes campesinos.
72
quienes provenían mayormente del grupo de cortesanos dependientes, de la alta jerarquía de la
iglesia anglicana, de los privilegiados comerciantes de las compañías monopólicas, y de los
magistrados de la ciudad de Londres. Es difícil adaptar este cuadro a la idea de que la revolución fue un
movimiento en contra de una aristocracia feudal y absoluta atada a la monarquía. En lo que respecta a la
clase terrateniente de Inglaterra queda aún por demostrar que quienes apoyaron a la corona y quienes
apoyaron el Parlamento lo hacían según términos de clase y que las cuestiones socio-económicas
en el seno de la clase terrateniente fueron un factor significativo durante el desarrollo del conflicto.
El desafío revisionista
De todos modos, Brenner plantea que sería un error afirmar que el fracaso de la interpretación social
tradicional implica que los conflictos del s. XVII carecieron de fundamentos sociales. La escuela revisionista
ha tomado como punto de partida la desacreditación de la tesis principal de la interpretación
tradicional: que las ideas religiosas y constitucionales enfrentadas representaban armas ideológicas
de una burguesía urbana y rural en ascenso y una declinante aristocracia feudal, respectivamente.
El problema es que los revisionistas tomaron el hecho del fracaso de esta interpretación como la
imposibilidad de toda interpretación social.
Los revisionistas han postulado una visión distinta: que durante las décadas iniciales del siglo XVII, las
unidades de política efectivas eran una miríada de facciones de corte atomizadas, comunidades parroquiales
condales, grupos de interés económicos, políticos ambiciosos y el mismo rey. En este universo político el
conflicto debería explicarse, en la mayoría de los casos, en términos de factores de corta duración y
por la emergencia de coyunturas específicas. Dejando de lado el arminianismo de finales de la década
de 1620 y el puritanismo de comienzos de 1640, los revisionistas consideran que en las primeras cuatro
décadas del siglo no existió sino un amplio consenso religioso y constitucional entre todos los
partidos. Por ejemplo, Russell interpreta a la Revolución como producto de causas exógenas,
específicamente la rebelión de los escoceses.
La sistemática disociación entre las ideas político-religiosas y el contexto social que se dio en el seno de la
historiografía como consecuencia del descrédito de la interpretación social tradicional, condujo en manos de
los revisionistas a la negación de que los conflictos políticos del s. XVII pudieran explicarse en términos de
un choque entre ideas religiosas y principios constitucionales contrapuestos. Para ellos los conflictos
deben explicarse como producto de accidentes o malos entendidos que tuvieron lugar casi siempre
en situaciones en las cuales el estallido de la guerra sometía al sistema político a presiones
insoportables, allanando el camino a la disruptiva intervención de las minorías religiosas mas
fanáticas.
Hacia una nueva interpretación social
La principal objeción que podemos realizar a la tesis revisionista (que sostiene que la política del s. XVII
no fue más que un conjunto de choques entre individuos y grupos particulares en el seno de una consenso
ideológico-político general) es que resulta fácil demostrar que conflictos políticos análogos sobre asuntos
constitucionales o religiosos estallaron en muchas ocasiones antes de la guerra civil, y los que articulaban
esas luchas lo hacían en términos siempre de los mismos principios, principios que no pueden entonces
comprenderse como racionalizaciones ad hoc destinados a la consecución de intereses personales. Según
Brenner, además, la mejor manera de comprender el lugar ocupado por los conflictos religiosos y
constitucionales es relacionarlos con los contextos socio-políticos y económicos en los cuales surgieron.
Brenner afirma que los historiadores se han desplazado muy livianamente de la tesis tradicional que
ligaba la revolución con los conflictos de clase entre la clase feudal y la capitalista, hacia la
afirmación que sostiene que la revolución inglesa nada tuvo que ver con la transición del feudalismo
al capitalismo.
Entonces el punto de vista de Brenner es que los exponentes de la teoría social tradicional tenían
razón al menos en buscar las raíces del conflicto político del s. XVII en los problemas estructurales
que emergían como consecuencia de las transformaciones a largo plazo de la sociedad inglesa en
un sentido capitalista. Las principales limitaciones de su propuesta derivan de su creencia de que el
capitalismo había tenido lugar en Inglaterra gracias a la emergencia de una sociedad burguesa dentro de la
matriz de la estructura feudal que incluía una parte significante de las clases terratenientes de la antigua
nobleza. Un segundo problema es su concepción del capitalismo como un virtual equivalente de una
sociedad comercial y de las clases mercantiles como capitalistas.
Por el contrario el punto de partida de su análisis es que el capitalismo se desarrolló en Inglaterra desde
finales del periodo medieval por medio de la auto-transformación de la vieja estructura,
específicamente la auto-transformación de las clases propietarias rurales. Como resultado el
surgimiento del capitalismo tuvo lugar dentro de la cáscara de la propiedad terrateniente, y en consecuencia
73
no fue en el largo plazo contradictorio con los intereses de dicho grupo. Las clases mercantiles lejos de
ser uniformemente capitalistas, se hallaban internamente divididas en función de las relaciones que
los distintos grupos mantenían con el sistema productivo, con las formas de propiedad y con el
estado. Desde este punto de partida se vuelve posible comenzar a comprender las divergentes miradas
políticas y religiosas que tenían los actores.
Lo que la transición del feudalismo al capitalismo produjo en el campo fue la transformación de la clase
dominante: de un grupo que dependía para su reproducción de sus poderes jurisdiccionales y del ejercicio
de la fuerza sobre el campesinado, en una clase dominante cuyos miembros, habiendo cedido el acceso
directo de los medios de coerción, dependían en términos económicos del derecho de propiedad absoluto
sobre su tierra y de las relaciones contractuales con agricultores comerciales libres y mercado-dependientes.
La dependencia de poderes extraeconómicos que en última instancia caracterizaba a los sectores feudales
quedó demostrada durante el colapso demográfico del s. XIV, que generó el colapso de sus señoríos ante
las revueltas y las huidas masivas. Fue entonces cuando consiguieron la propiedad absoluta de las tierras
que les permitía extraer de sus tenentes rentas comerciales y no solo rentas fijas y consuetudinarias, y se
favorecieron del aumento del valor de la tierra por la competencia de sus arrendatarios/granjeros comerciales
por el acceso a la tierra y por la colocación de sus productos en el mercado. El resultado de esto fue el
incremento de la diferenciación social en el campo y mejoras en la agricultura que condujeron a un aumento
significativo de la productividad. La gran clase terrateniente logró concentrar gran cantidad de riqueza
y poder directamente de la base de la propiedad y el desarrollo capitalista.
La transición del feudalismo al capitalismo tuvo un impacto formativo no solo sobre la naturaleza de
la aristocracia, sino sobre la evolución del estado ingles durante el periodo Tudor/Estuardo. Mientras
que el capitalismo y la gran propiedad se desarrollaban simbióticamente, el desarrollo capitalista
condujo al surgimiento de una nueva forma de estado, puesto que las relaciones entre los
terratenientes capitalistas y la vieja monarquía patrimonial – vieja forma del estado – eran ambiguas
y fuente de profundos conflictos. La reverso del proceso por el cual los señores neo-feudales se
transformaron en terratenientes capitalistas fue un proceso por el cual las clases propietarias rurales
contribuyeron y se beneficiaron con la creación de una nueva forma de estado unificado, con un
nivel de unidad jurisdiccional y legal sin precedentes y un nuevo monopolio del uso legítimo de la
fuerza.
La consecuencia fue que, al mismo tiempo que emergían como una exitosa clase de terratenientes
comerciales adaptados a la emergente economía agraria capitalista, los grandes propietarios ingleses
dejaron de necesitar formas de estado entre cuyas principales funciones estuviera la de proporcionar sostén
económico a los miembros de la clase dominante mediante el mantenimiento de formas de propiedad privada
políticamente constituidas.3 Lo que los terratenientes requerían del estado ingles era que protegiera su
propiedad absoluta del suelo de las bandas saqueadoras neo-feudales de los campesinos que pretendían
asegurarse un derecho absoluto sobre sus tierras, o de la clases sin tierras.
La clase de los grandes propietarios nunca iba a percibir al estado en términos negativos, como una
amenaza a su propiedad local y a su hegemonía política, como se desprendía de la visión tradicional. Los
terratenientes buscaron un estado monárquico nacional más efectivo del cual los gobiernos de los condados
pudieran sentirse parte, para defender su propiedad de los campesinos y los bandoleros feudales.
La evolución socio política de Inglaterra temprano-moderna parecía estar marcada por dos
continuidades fundamentales de larga duración que hundían sus raíces en periodo medieval. Primero
el poder socio-económico en al campo en manos de la clase propietaria. Segundo el gobierno continuo del
monarca, en tanto gran señor privado, que siguió dependiendo de los grandes propietarios para ejercer una
administración gubernamental. Pero a partir del s. XVII estas dos continuidades comenzaron a coexistir
con dos discontinuidades igualmente fundamentales. Primero los terratenientes rurales ya nos se
reproducían económicamente a partir de su coerción extraeconómica, ahora solo confiaban en su propiedad
privada de la tierra en consecuencia de la protección de la misma por vía de la coerción indirecta a través
del estado. Segundo el monarca, aunque seguía siendo un gran señor con capacidad de mantenerse a sí
mismo, había dejado de depender para su gobierno de señores, que en virtud de sus propias organizaciones
políticas, tenían acceso privado a los medios de coerción. La corona había logrado monopolizar el legítimo
uso de la fuerza y el poder real se había convertido en la única fuente legítima de gobierno.
3
Se diferenciaron así de sus pares continentales que continuaron dependiendo de formas de propiedad privada políticamente
constituidas, precisamente porque estaban obligados a reproducirse en base a la explotación coercitiva de sus campesinos
dependientes (como en Polonia, Alemania oriental, y gran parte de Francia)
74
La cuestión de los límites y del control del estado tendía a aparecer cada vez que el monarca no se
ponía de acuerdo con la mayoría de las clases parlamentarias acerca de cuestiones fundamentales.
Y desde el comienzo de la era de los Estuardo había razones para esperar que dichas divisiones surgieran
a la luz, especialmente en lo que respecta a las materias interrelacionadas de religión y política exterior.
Ambas tendían a traer a la superficie cuestiones no resueltas en la relación entre monarquía y clase
terrateniente. A causa de la trayectoria histórica de la Reforma en Inglaterra, la mayoría de la clase
terrateniente había terminado concibiendo al protestantismo calvinista como inextricablemente unido a su
posición política y su modo de vida todo.
La consolidación protestante era una cuestión impostergable en el periodo. Durante el reinado de Jacobo I
muchos de los líderes de la clase terrateniente, guiados por descendientes lineales e ideológicos de lo que
se llamo la causa protestante, veían a la defensa de la religión protestante como una causa ligada a la lucha
contra el anticristo papal, cuyo apoyo más significativo era la España católica. A lo largo de las décadas de
1620 y 1630 estos líderes no cesaron de defender el fortalecimiento del estado en aras de lograr sus
objetivos en política exterior e interior, aún cuando simultáneamente buscaron obligar a la corona a
reconocer lo que ellos creían que eran las libertades parlamentarias y sus derechos de propiedad.
Las clases parlamentarias estaban unidad en la defensa de las libertades personales y propietarias, en la
defensa de las atribuciones del Parlamento para defender dichos derechos y en la defensa del
protestantismo como reaseguro del entero orden sociopolítico. Sin embargo, estaban lejos de haber logrado
unanimidad respecto de si esas metas lograrse mediante una fuerte posición internacional en materia militar
y comercial o en una política internacional más defensiva y menos ambiciosa. A medida que avanzaba el
siglo los parlamentaristas que impulsaban un programa ultramarino más ambicioso comenzaron a recibir
apoyo de los comerciantes urbanos, a menudo asociados al puritanismo y la subversión del orden disidente.
Como resultado de ello, la división dentro de las clases parlamentarias adquirió un carácter ideológico y
político más permanente.
No se pretende concluir que era imposible llegar a un acuerdo entre las partes. Pero cuando las diferencias
sobre política exterior se manifestaban no solo tendían a ligarse con disputas sobre religión, sino que
también desataban serios conflictos acerca de las finanzas y la administración real, que sacaban a la luz
irresueltas diferencias en torno a la constitución y a la naturaleza del estado.
Así, aunque la monarquía no tuvo un objetivo a largo plazo en pos de un estado absolutista, y las
clases parlamentarias no tuvieron un objetivo consiente de establecer la soberanía del parlamento,
ambos rivales se vieron obligados a perseguir sus objetivos políticos y a defender su propia
concepción de monarquía mixta según caminos que podían fácilmente llevar hacia una u otra
dirección. Esto es, la monarquía estaba prácticamente obligada a perseguir el incremento de sus
recursos financieros y administrativos para asegurarse el ejercicio de sus prerrogativas para
constituir una base material para sí misma y su clientela política. Las clases parlamentarias, por su
parte, tenderían a buscar estrictamente la limitación de la capacidad fiscal de la monarquía sin
consentimiento parlamentario. Además cuando emergían desacuerdos sobre política exterior o religión,
la monarquía y las clases parlamentarias se veían tentadas de recurrir a métodos controvertidos para
asegurarse la victoria. La monarquía usando formas extraparlamentarias de fiscalidad amenazando, así, a
la propiedad y a las libertades parlamentarias; y las clases parlamentarias explotando su poder financiero
desafiando la prerrogativa real. En tales instancias no existían lineamientos constitucionales que indicaran
como resolver el conflicto. Por tanto, la monarquía busco la justificación de su accionar en el derecho divino
y busco aliados en los escalones superiores de la corte, el clero y las compañías monopólicas del comercio.
Y las clases parlamentarias justificaron su accionar con ideas sobre el derecho de propiedad y libertades
parlamentarias y se aliaron a grupos a la fiscalidad arbitraria y defensores de la causa protestante, es decir,
granjeros y tenentes rurales, ministros calvinistas y los mercaderes de ultramar no monopólicos.
Entonces durante todo el s. XVII se observa un patrón de conflicto recurrente en torno a temas como
fiscalidad extraparlamentaria, la religión y la política exterior, que sacaban a relucir diferencias
subyacentes acerca de la naturaleza del estado y que impulsaban la consolidación de alianzas
específicas y el estallido de serias explosiones políticas.
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comerciantes e industriales urbanos, la gentry y los yeomanry rurales, entran en conflicto con una
aristocracia incapaz de adaptarse a las nuevas condiciones de mercado. El desarrollo del comercio, y el alza
de los precios, habrían promovido el desarrollo de las clases burguesas, mientras que la aristocracia se
mostró incapaz de actuar. El aumento de las rentas terratenientes y el comercio, enfrenta a este grupo de
poder con la anquilosada aristocracia que busca aliarse con la Corona para intentar mantener su posición.
Crítica. Nunca comprobó la existencia de una clase capitalista y una feudal con intereses contrapuestos.
Para el XVII ya no hay nobleza cortesana feudal. Es difícil encontrar en el campo burguesía (gentry) y
señores (nobility). Antes que choque entre dos clases sociales (noblity y gentry refieren a status diferentes,
pero explotan el trabajo de igual manera) Hacia 1640, el campo inglés estaba dominado por explotaciones
capitalistas. De hecho, durante la revolución, todos los terratenientes en su conjunto enfrentaron a la corona,
no existió una división entre gentry y nobility, pues formaban una sola clase social.
Visión revisionista. El conflicto era coyuntural, un enfretamiento de poder entre facciones cortesanas,
comunidades parroquiales, políticos ambiciosos y el rey. El conflicto se explica por la emergencia de
coyunturas muy específicas. La revolución estalla a causa de la rebelión irlandesa, sin determinaciones
estructurales.
Propuesta Brenner. Hacia el siglo XVII ya existía una burguesía consolidada en el campo inglés, que
arrendaba sus tierras a tenentes que explotaban mano de obra libre. Desde la crisis del XIV la servidumbre
retrodcedió con la caída de la renta señorial, rebeliones, huidas y descenso demográfico. En ese marco, los
serñores no tienen otra opción más que arrendar la tierra para que alguien la explote, garantizando así un
mínimo de renta (capitalista y no feudal ya). Los terratenientes feudales se autotransforman para superar la
crisis. Paralelamente se configura el trabajador libre y la burguesía rural (arrendatarios). La conversión de
los señores, que implica la perdida de poder coercitivo y jurisdiccional requiere la emergencia de un estado
centralizado que defienda los mercados y la propiedad, papel que asume la Corona con una centralización
eficiente (delegación del poder coercitivo). Paralelamente se rompe el clientelismo, ya que la tierra no sirve
para crear vasallaje ahora que se mueve según el juego del mercado (ya no hay forma de recompensar
servicios militares). Los ex señores feudales entran en una relación contradictoria con la corona: la precisan
para defender su propiedad, pero no dependen de ella para su reproducción económica, es decir para
extraer el excedente a los campesinos. Su propiedad privada es plena, emerge del mercado, a diferencia de
sus pares continentales, que se mantienen gracias a formas de propiedad privada políticamente constituidas
(coerción extraeconómica sobre el campesinado, lo que requiere la inserción en algún entramado político o
aristocrático)
Estado. En Inglaterra el estado central era bastante fuerte para el siglo XVII. Hay que ver a la corona como
un linaje noble, en tanto señor patrimonial, el rey heredaba derechos para constituir su propia clientela
(clientela real, base de su poder). El rey también actuaba como gran terrateniente, defendiendo sus intereses
y los de su clientela (incluso compitiendo con el resto de la burguesía terrateniente). El monarca es un primus
inter parís, que garantiza los intereses colectivos, pero que no siempre coinciden. En Francia la emergencia
de la casa real por sobre los señores se basó en la exacción directa del campesinado a partir de un aparato
fiscal sólido. Es el rey el que cede porciones de riqueza y poder. Pero la extracción del excedente campesino
siempre descansa mayoritariamente en el aparato fiscal, lo que obliga a la nobleza a colocarse bajo el
tutelaje de la casa real. En Inglaterra, en cambio, el patrimonio real sólo puede expandirse limitadamente.
La tierra está apropiada por una clase terrateniente, que explota directamente el trabajo. En la isla, los
terratenientes no requieren del rey para garantizar sus ingresos económicos, ya son independientes, sólo
dependen de la corona que defienda la propiedad privada y los mercados de exportación. En Inglaterra, son
los aristócratas capitalistas los que construyen y centralizan el estado. El estado centralizado inglés, por
estas características gozaba de una cantidad de recursos muy limitados, por lo que debía recurrir al
financiamiento de parte de los terratenientes.
Revolución. Hacia el siglo XVII, las diferencias sobre ciertos puntos llevan a estallar el conflicto entre el
parlamento dominado por la burguesía y la corona: 1. Política exterior: La burguesía apoyaba sólo empresas
comerciales y colonialistas, no guerras costosas como las que quería el rey para ejercer una posición
preeminente en Europa. 2. Religión. El rey se negaba a defender un calvinismo recalcitrante, implicaba
enfrentarse a España y Francia (daba ayuda financiera) cortando la posibilidad de alianzas. La forma en que
se había dado la Reforma en Inglaterra había llevado a que la defensa del protestantismo fuera el reaseguro
de la posición política terrateniente, implicaba la defensa de las libertades personales y propietarias. Se
trataba de un círculo vicioso de enfrentamiento: El rey necesitaba de Francia para apoyo financiero, pero el
acercamiento a una potencia católica le enajenaba el apoyo terrateniente, lo que se expresaba en el no voto
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de financiamiento por el parlamento y, nuevamente, la necesidad del rey de estrechar vínculos con Francia
(financiamiento extraparlamentario) que lleva a una política tolerante al catolicismo.
La Revolución busca cortar con los intereses propios de la Corona y subordinarla a los terratenientes.
Morgan, E. La invención del pueblo. El surgimiento de la soberanía popular.
Introducción.
Todo gobierno descansa en el consentimiento obtenido de los gobernados. Y este debe ser sostenido por
opiniones.
En definitiva, el éxito de un gobierno requiere la aceptación de ficciones, la suspensión voluntaria de la
incredulidad.
El propósito de este libro es analizar el motivo por el cual una mayoría se somete a una minoría. En el caso
especifico de la Inglaterra del siglo XVI y principios del XVII, interesa como de la ficción del derecho divino
de los reyes se pasó a la de la soberanía del pueblo.
En Inglaterra, las ficciones jurídicas que acompañaban el gobierno el rey lo dotaron con todos los atributos
de la divinidad: era inmortal, perfecto, omnipresente.
En la primera mitad del siglo XVII, la doctrina del derecho divino de los reyes, tal como fue expuesta por
Jacobo I (1603-1625) e interpretada por su hijo Carlos I, llegó a su punto más alto. En el contexto de la
Contrarreforma, esta doctrina era una herramienta que le confería autoridad al rey proveniente directamente
de la gracia divina, dejando en segundo plano a la voluntad papal. Esta ficción inducia a la mayoría inglesa
a entender la disputa como una cuestión de “independencia” frente a posibles instigaciones externas.
Ligado a ello, alrededor de los derechos de los súbditos, existían discusiones entre el rey y la Cámara de
los Comunes. El rey insistía que estos derechos eran “favores” concedidos por él, lo que los convertiría en
revocables. Por otro lado, los Comunes aseguraban que los derechos eran sencillamente derechos,
asegurados por leyes que podrían derivar de su autoridad pero que lo obligaban a él.
Estas y otras luchas entre ambas instituciones, da cuenta de la fuerte conciencia institucional de la Cámara
de los Comunes acerca de su independencia con respecto al rey y su corte. Estos representantes eran
gobernados a la vez que gobernantes, por lo que no podían ni querían librarse de su condición de súbdito.
Aunque, como se verá, estos no actuaron como meros súbditos; no era más que una ficción, un ritual, ya
que se trataba de representantes genuinos de los súbditos, a diferencia de la Cámara de los Lores, que
ocupaban su lugar por derecho propio.
La Cámara de los Comunes estaba compuesta por la gentry, grupo social de propietarios rurales ubicados
por debajo de la alta nobleza. Fue de vital importancia el rol que jugó en el siglo XVI para dar poder y
autoridad a la monarquía Tudor.
La mencionada ficción sobre la representatividad de todo el arco de súbditos (no solo de los caballeros,
componente mayoritario de la Cámara), fue llevada al extremo en la Petición de Derechos efectuada en
1628. La redacción de la misma era en términos absolutos y obligó al rey a aceptarla sin miramientos de
manera que debió incluirla en los libros de leyes, junto con la Carta Magna, donde todos los hombres
pudieran reclamar sus beneficios.
Pero estas acciones, en apariencia, no contradecían la aceptación de la divinidad de la figura del rey. De
hecho, una serie de procesos judiciales donde el Parlamento procuraba defender tal imagen de la Corona
frente a “súbditos revelados”, llevo a que Carlos I dispusiera no convocar al Parlamento entre 1629 y 1640.
Pero en 1629, la ficción ya había alcanzado sus límites. En su propia insistencia de que la autoridad real era
inalienable y no podía ser compartida, habían descubierto una manera de compartirla ellos mismos.
2- El enigma de la representación.
La representación empezó como una obligación en el XIII (p. 40) impuesta desde arriba y con el paso de los
años, especialmente en el XVI, el rey o la reina ampliaron la obligación asignando representantes a nuevos
municipios, no porque la gente del lugar lo haya pedido sino porque caballeros rurales con poderosas
conexiones persuadieron al monarca para que concediera el voto a municipios donde estaban seguros de
poder controlarlos. El n° de personas que participaban de elecciones de representantes dentro de un
condado o municipio tmb se ampliaron sin que nadie lo pidiera.
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Estrechamente relacionada con el requisito de que el representante estuviera ligado a la localidad, estaba
la necesidad de que fuera percibido como súbdito, para poder representar a otros súbditos. Tan pronto como
los representantes comenzaron a hacer leyes y políticas para una sociedad más amplia que aquella a la que
sus comunidades pertenecían no dejaron de ser súbditos pero si meros súbditos. De la misma manera,
aunque no dejaron de ser agentes de las diferentes localidades, las leyes que dictaban no solo obligaban a
sus comunidades, sino a todo el reino. Fueron adquiriendo atavíos de una clase gobernante nacional. A
medida que los representantes iban adoptando el manto de la autoridad, estiraron la ficción para difuminar
sus lazos con sus localidades y pasar a representar a todo el pueblo. De ahí, a hacer derivar la autoridad de
“ese” pueblo.
En la década de 1640, cuando estaban reemplazando la autoridad del rey – y éste había sido el rey
de toda Inglaterra – los ingleses dan el paso de pasar de representar a todo el pueblo a hacer derivar
la autoridad de ese pueblo.
No habría habido ninguna barrera para que a partir de una elección nacional se hubiese elegido a un grupo
de hombres para que cumplieran las funciones, pero lo que pasó fue que a partir de elecciones en ciudades
y condados individuales un grupo de individuos tomo el poder alegando que provenía de todo el pueblo y no
de c/ ciudad o condado que los había elegido. Así, el pueblo al que atribuían el poder supremo era él
mismo una ficción.
Pero no por ello la “soberanía del pueblo” dejó de ser una ficción: esta era un instrumento por el cual
los representantes se elevaron ellos mismos a la distancia máxima del grupo de personas que lo había
elegido. Y esta distancia se comprueba al momento en que la revolución se desvía cuando el Parlamento
Largo se tornó demasiado largo; cuando los representantes se negaron a regresar a sus electorados para
la reelección o el rechazo, cuando quisieron alejarse lo más posible de su condición de súbditos que fue lo
que les había permitido erigirse como representantes de un determinado grupo, se alejaron lo más posible
de su aspecto local.
Por otro lado, cuando la autoridad del rey fue removida, el conflicto de los intereses locales con la soberanía
del pueblo en general se hizo mucho más agudo. Ello se debía a que cuando la Cámara de los Comunes se
convirtió ella misma en gobierno, no quedaba en claro quién quedaba para proteger al pueblo real de sus
propias acciones arbitrarias.
Cuando el Parlamento entregó la Grand Remonstrance de 1641 (list of grievances presented to King Charles
I of England by the English Parliament on 1 December 1641, but passed by the House of Commons on the
22nd of November 1641, during the Long Parliament; it was one of the chief events which were to precipitate
the English Civil War. Summarised all of Parliament's opposition to Charles' foreign, financial, legal and
religious policies. The document was careful not to make any direct accusation against the King himself, or
any other named individual, instead blaming the state of affairs on a Roman Catholic conspiracy), los
miembros no tenían ninguna intención de derrocar al rey. Les había molestado su intento de gobernar sin
ellos y tal vez su decisión de ocupar cargos en la iglesia con hombres sospechados de catolicismo.
Con el cuestionamiento de la autoridad del rey después de 1640, el Parlamento necesitaba una nueva
ideología, una nueva razón fundamental, un nuevo conjunto de ficciones para justificar un gobierno en el
que la autoridad de los reyes estaba por debajo de la del pueblo y sus representantes. Ya no servían las
viejas ficciones.
Ello no significaba que se abandonaría o se cuestionara la ficción de la “soberanía de Dios”. Dios seguía
siendo la fuente última de toda autoridad gubernamental. En este caso, como en tantos otros, las
revoluciones del pensamiento tomaron la forma de cambios en el énfasis, no negando las viejas ideas, sino
dándoles un nuevo uso.
Y tampoco el objetivo de las nuevas ficciones debía ser ampliar el poder del pueblo mismo, sino el de los
representantes del pueblo. La idea era alentar una mayor participación popular en el gobierno que antes,
pero el objetivo principal era persuadir a las mayorías para que se sometieran a la minoría. Además, la idea
de soberanía popular no había surgido del pueblo vs el rey, sino en la disputa del Parlamento vs el rey.
La ficción de la “soberanía popular” no fue tomada solamente por los parlamentarios. Los monárquicos,
tratando de desestimar la autoridad del Parlamento como representante del “pueblo”, aceptaban que residía
en este ultimo la autoridad gubernativa, pero indicaban que ella debía ser depositada en la figura del rey.
El Parlamento, al dotar al pueblo con la autoridad suprema, buscaba dotarse a si mismo principalmente. El
llamado Parlamento Largo extremó esta finalidad y pretendió seguir siendo representante de esa voluntad
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hasta 1653. Solo sobrevivió hasta entonces gracias a sus ejércitos, ya que la debilidad de su calidad de
representante quedó a la vista.
Inmediatamente, muchas voces, tanto desde dentro del Parlamento como por fuera, comenzaron a exponer
sus deficiencias y a reclamar reformas que achicaran la brecha entre la ficción y los hechos (Quinta
Monarquía y los Diggers). Los más cercanos a cuestionar la posición del Parlamento, aunque no lo lograron
con mayor éxito, fueron los Levellers.
Uno de los puntos más cuestionados era el religioso. En 1641, con la abolición de las restricciones a las
distintas creencias, se multiplicaron las expresiones de varios cultos. La inclinación creciente del Parlamento
a favor de la Iglesia presbiteriana nacional (estrategia para lograr la ayuda militar de Escocia), produjo el
cuestionamiento desde el ejército que apoyaban la independencia y libertad religiosa. El mayor expositor de
este cuestionamiento fue Oliver Cromwell.
Las propuestas de reformas que alguno de sus compañeros junto con otros personajes expresaban, les
valieron el nombre de Levellers. Este grupo apuntaba, además, a poner límites al Parlamento en general.
Desde su posición, intentaban llevar la ficción de la soberanía del pueblo al extremo. De ahí su fracaso.
Querían dotar al pueblo de facultades que un cuerpo tan ideal como el “pueblo” jamás podría poseer.
Pero de todas maneras, las propuestas de los Levellers eran mucho más tibias de lo que su nombre
(impuesto desde afuera) podría significar: criticaban más bien la desigual distribución geográfica de las
bancas y su larga duración; no así su componente social, negaban tener alguna intención de nivelar los
patrimonios, no se quejaban de que la Cámara estuviese dominada por una elite soc. Propusieron la
abolición de la Cámara de los Lores, pero no de la nobleza, y podrían haber propuesto una extensión del
sufragio para incluir a hombres de menor rango, pero no lo hicieron.
Con respecto a la legitimidad de la autoridad del pueblo, los Levellers buscaban el origen de la misma para
contrarrestar tanto la posición monárquica como la parlamentaria como depositarios históricamente
legítimos. Fue así que se trasladaron al 1066, “el yugo normando” rompió supuestamente con las
constituciones y costumbres fundamentales del pueblo ingles. Incluso negaban importancia a la Petición de
Derechos, argumentando que se trataba de una “concesión del rey”.
De todas maneras, una vez depuesto el rey, no les fue necesario seguir profundizando sobre esta ficción en
particular. Pero si se encaminaron en proponer un “Acuerdo del Pueblo” que debía ser firmado por todos los
ingleses que estuvieran de acuerdo en transferir poderes a sus representantes.
Claro que el Parlamento no lo aceptó, tildándolo de sedicioso. Pero en 1647, el ejército, que para ese
entonces se veía a sí mismo como un representante más directo que el propio Parlamento, reflejaba el
espíritu de sus reivindicaciones. Fue en ese año que el Parlamento decide disolverlo; la reacción fue el
amotinamiento inmediato hasta tanto se cumpla con los salarios adeudados y algunos de los cambios
políticos propuestos por los Niveladores. De hecho, tras el secuestro del rey, el ejercito se adjudicó a sí
mismo el carácter de controlador popular del Parlamento.
Este suceso derivó en una segunda guerra civil entre los monárquicos y el ejército liderado por Cromwell
que terminó con el ordenamiento de éste al Parlamento de finalizar con las negociaciones, la posterior
decapitación del rey y la abolición de la Cámara de los Lores.
Al hacerse cargo del gobierno, el ejercito continuo actuando a través del Parlamento, pero abandonando la
búsqueda de aprobación del Acuerdo del Pueblo.
El nuevo gobierno militar, legitimaba su posición a través de una base que aunaba la disposición divina con
la Fuerza.
Al mismo tiempo, invocaba su derecho a cambiar el gobierno, en asumir el papel de “poder constituyente”,
una vez purgada la Cámara de los Comunes ya que había traicionado su confianza, y dado su capacidad
de representar fidedignamente al Pueblo.
Este reclamo se hizo valer cuando Cromwell disolvió sucesivamente lo que quedaba del Parlamento Largo
y el parlamento que él mismo había nombrado para reemplazar al primero. En diciembre de 1653 decretó
una nueva constitución, el “Instrumento de gobierno” que le concedía la mayoría de los poderes que antes
correspondían al Rey, asistido por un Consejo de Estado y un Parlamento elegido. También se creó una
Cámara de Lores vitalicios e invitó a Cromwell a llamarse rey, y este rechazó el título. Pero su muerte en
1658 desató una nueva serie de cambios, incluyendo la destitución final de los miembros del Parlamento
Largo que aun permanecían y finalmente la restauración de la Monarquía en 1660.
A partir de entonces, fue prolífico el debate teórico que giraba alrededor de en qué lugar debía residir la
soberanía, y cuál era la ficción que debía representar el gobierno restaurado. Con el tiempo, muchos se
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fueron dando cuenta que la soberanía del pueblo no era incompatible con la restauración. Lo que la
soberanía popular necesitaba era un medio por el que algún cuerpo o varios capaces de hacerlo pudieran
hablar en nombre del pueblo para controlar el gobierno.
A lo largo del tiempo, la antigua ficción había dividido la persona del rey en dos: una eterna y divina y la otra
finita, limitada. Esa división había dado el medio por el que el Parlamento podía someter a la parte
nominalmente suprema del gobierno a un patrón de conducta. Esas ficciones tmb habían diferenciado al
lugarteniente de Dios de sus súbditos, y había otorgado derechos y privilegios que el rey no podía tocar (solo
en detrimento de su divinidad y autoridad).
La nueva ficción carecía de esas diferencias. Cuando el Parlamento o el ejército hablaban en nombre del
pueblo, no dejaban espacio para ninguna voluntad más alta; y como el pueblo dejó de ser súbdito para ser
soberano, ya no pudo reclamar derechos como súbdito de sí mismo. Ahora, sin esas distinciones, la voluntad
popular podía dotar a un gobierno con poderes absolutos y arbitrarios mayores a los que habían tenido los
reyes. Las nuevas ficciones podían privar al pueblo, que en realidad eran súbditos, del control efectivo del
gobierno – Ej.: un ejército que desafiaba a sus creadores, un Parlamento que no llamaba a elecciones o un
Protector que creaba y derribaba gobiernos afirmando que actuaba como único agente del mismo pueblo al
que oprimía. De ahí, que muchos, empezaron a mirar la propuesta de los Levellers respecto de dar al pueblo
dos o más cuerpos para que c/u pudiese controlar al otro y así proteger a los súbditos de los gobernantes.
5- La revolución cautelosa.
El Parlamento Convención, decretado después de 1660 al estilo antiguo y que hace proclamar como rey a
Carlos II, a través de distintas proclamas, buscó retomar su perfil de independencia respecto al monarca.
Fue así que sumaron disposiciones que reivindicaban la Petición de Derechos, entre otros.
Pero inmediatamente, se comenzó a negar, a través de leyes específicas, la existencia de cualquier
autoridad legislativa a parte de la del rey, así como se restauró la preeminencia de la Iglesia de Inglaterra
castigando cualquier disenso. Esta respondió con reafirmaciones del derecho divino del rey.
Además de ello, se retomaron las ideas monárquicas con más vigor que antes y con carácter dominante. De
hecho, los veinte años de guerra civil fueron atribuidos a la soberanía popular y a las fantasías que ésta
supuestamente promovió.
Pero la estabilidad del reinado de Carlos II no tardó en verse alterada, principalmente por la cuestión
religiosa. Emulando a Luis en Francia, y al mismo tiempo en búsqueda de su apoyo, adoptó distintas medidas
de gobierno que propendían al absolutismo y también mostraban simpatía para con el catolicismo. A
sabiendas que quien lo reemplazaría en el trono era su hermano Jacobo II, cuya adhesión a Roma era de
público conocimiento, comenzaron las intrigas con el Parlamento.
Las facciones que se enfrentaban era la de los whigs (que apoyaban la exclusión de Jacobo II) contra la de
los tories (que tenían más temor de modificar la constitución al interferir en la sucesión que a un rey papista).
En ese sentido, los whigs retoman el debate sobre la soberanía popular, aunque sin la intención de
radicalizar el significado de la medida que se buscaba. Solo resaltaban la legitimidad del Parlamento en
cuanto a los recaudos que este podía tomar si percibía que el rey era “mal aconsejado”. De hecho, uno de
los lideres de esta facción, el Conde de Shaftesbury pertenecía a la nobleza y limitaba el acceso de pequeños
propietarios a la Cámara de los Comunes.
Después de la última disolución de su último Parlamento de 1681, Carlos tomó medidas para asegurar la
docilidad de los futuros Parlamentos. Fue así que comenzó un ambicioso proyecto de controlar los cuerpos
gobernantes de los municipios, origen de las bancas parlamentarias, a través de la “regulación” de sus
cartas. Tuvo tanto éxito que cuando murió en 1685, Jacobo asumió con una oposición mínima y el nuevo
Parlamento, de ese mismo año, estaba compuesto mayormente por tories.
De todas maneras, la incapacidad política de Jacobo era más fuerte aun. Empecinado en llenar el
Parlamento con candidatos que revocaran las leyes contra católicos, logró unir a whigs con tories en su
contra.
Fue así que convocados en “Convención”, sin utilizar el titulo de Parlamento, ya que no había sido convocado
por el rey, y aliados al yerno de Jacobo, Guillermo de Orange, apoyaron su entronización.
La Cámara de los Lores se encargó entonces, de velar que la sucesión se realice en los términos que la ley
preveía, mientras que la Cámara de los Comunes se ocupaba del establecimiento de la nueva Constitución.
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Antes de que el derecho divino pudiera ser erradicado sin peligro, la soberanía del pueblo debía ser
domesticada al servicio de que el gobierno de la minoría no fuese amenazado.
Sustentar tal ficción no era fácil, mas en sociedades que la autoridad política estaba relacionada con la clase
social. Pero se puede encontrar en la idea del YEOMEN el germen de la legitimidad de la nueva soberanía
popular: el hombre que era propietario de su propia tierra, vivía en ella y estaba dispuesto a defenderla con
la fuerza de las armas. Esta figura fue sostenida por Maquiavelo en sus escritos como por Harrington, teórico
ingles.
Pero yendo a los hechos, se revela el carácter ficcional de esta figura. Si nos detenemos en la participación
política real de los yeomen, se observa que no iba más allá de votar por miembros del Parlamento
provenientes de la alta gentry, lo que revela su estrecha independencia como clase social.
En consonancia con ello, carece de sustento la afirmación de que los propietarios de la tierra eran “menos
influenciables y pasibles de ser sobornados”. Las campañas que los candidatos al Parlamento encaraban a
principios del siglo XVIII estaban abocadas a presionar los intereses de las tierras de la yeomarie. De hecho,
posteriormente se aprobaron distintas leyes que restringía el uso de armas a dicha clase.
Entonces, si la realidad no coincidía con el ideal del yeomen, ¿Por qué se lo pregonaba como el ejemplo a
seguir en cuanto a participación política? La respuesta puede encontrarse en que dicha glorificación
funcionaba como una expresión de solidaridad entre terratenientes grandes y pequeños contra las amenazas
a la propiedad. O mejor dicho, una exhortación de los grandes terratenientes a someterse a su conducción
frente a la Corte, la amenaza más concreta en el contexto de Inglaterra en el siglo XVIII.
1.5. La Ilustración europea: los intelectuales y la opinión pública en la crisis del Antiguo Régimen
VARN HORN MELTON – LA APARICIÓN DEL PÚBLICO DURANTE LA ILUSTRACIÓN EUROPEA
El público es la audiencia, formula opiniones, hipótesis, discute, se expresa generalmente de forma escrita.
La sociabilidad característica de la ilustración, anuncia la llegada del público como árbitro político y cultural
(opinión pública).
Retoma el marco teórico de Habermas, la esfera pública burguesa se consolida en nuevos espacios de
debate, de sociabilidad, son más abiertas, preponderante la cultura impresa (diarios, revistas,
publicaciones). El absolutismo al convertir al estado en el poder soberano, funda por oposición a la sociedad
como un dominio privado, donde se expresa la moderna sociedad civil. Nacida del ámbito familiar, adquiere
carga política, afirma su derecho a someter todo a escrutinio. La opinión pública aspiraba a hacer que el
gobierno fuese más racional, de allí el espíritu crítico. En Francia esfera pública no es burguesa, sino de
funcionarios del ancien regime. Las relaciones de mercado invadieron la esfera pública, la cultura impresa
ahora era un bien comercializable, con el cual lucrar. El ámbito de la esfera pública era un tanto ambiguo,
no era irremisiblemente machista, pero tampoco era feminista.
La cultura política francesa en el siglo XVIII. En Francia, el poder público no conocía ningún otro locus de
autoridad que no fuese la corona. El concepto de esfera pública quedaba enormemente reducido. Ningún
individuo o institución que no fuese la corona podía hablar o actuar para la comunidad política. La política
era secreta (no abierta al pueblo ni sujeta a opinión). Sólo el rey tenía conocimiento de los misterios del
estado. El único atisbo de discusión política lo representaban los parlaments, que en ocasiones cuestionaban
públicamente.
La polémica religiosa con el Jansenismo contribuyó a ensanchar la esfera pública. El rey fue hostil a este
movimiento antipapal, lo calificaba de republicano (efectivamente tenía elementos antiabsolutistas). Durante
el siglo XVIII, el Jansenismo funcionó de oposición a la voluntad absolutista. El gobierno persiguió a los
Jansenistas y los Parlaments, lo apoyaron. Comenzaron a circular numerosos panfletos denunciando la bula
Unigenitus y los Jansenistas comenzaron a editar una publicación clandestina periódicamente, apelando al
público como tribunal. Los abogados también adoptaron estas prácticas, haciendo circular públicamente sus
argumentaciones por escrito en los procesos contra jansenistas. Los abogados eran considerados por la
causa real como una verdadera oposición.
Para la década de 1760 la corona no podía mantener la pretensión de mantener el monopolio del discurso
82
político. Los philosophes se volvieron cada vez más visibles como representantes/arbitros autoproclamados
de la opinión ilustrada. La década de 1760 coincidió con el declive del Jansenismo. En este contexto, se
toman una serie de medidas destinadas a poner fin a la independencia de los parlamentos. La opinión pública
se expreso masivamente, carteles, panfletos y publicaciones circularon en contra de las medidas del rey,
que fueron derogadas. La opinión pública había adquirido capacidad de actuación política.
Incluso la corona comenzará a recurrir a la opinión pública, para hacer causa a su favor, pero así socavó los
cimientos del orden tradicional. Necker era uno de los pocos funcionarios absolutistas que querían acabar
con el secreto de estado. Una monarquía con cuentas claras, que es fiscalizada por el público, tiene más
chances de conseguir financiamiento en los mercados que una con manejos oscuros, por lo que defendió la
publicación de ingresos y egresos como medida de estímulo a la confianza pública. Incluso llegó a proponer
que asambleas electas de propietarios pudiesen revisar y reformar el sistema fiscal de la monarquía. Se
trataba de órganos formales que canalizarían la opinión pública. Concibió las asambleas (depositarias de la
opinión ilustrada) como medios de inyectar publicidad en el opaco sistema fiscal de la monarquía.Mediante
la renuncia a su monopolio sobre el debate y la deliberación política, la corona en realidad había renunciado
a la soberanía.
El secreto y sus enemigos. En Inglaterra la opinión pública tenía un locus institucional: la cámara de los
comunes, canal ausente en Francia. Existía además una prensa bastante libre, mientras que en Francia
estaba controlada (el comercio ilícito de libros fue canal de difusión. La censura no era omnipotente). Con
todo, en Francia la mejor fuente de noticias políticas se encontraba fuera del reino: los periódicos extranjeros
(aunque el gobierno podía llegar a prohibirlos). Las cartas manuscritas eran también una fuente de
información clandestina, muchas veces en complicidad con el servicio postal francés. Había cazanoticias,
funcionarios públicos y vendían la información. Los sacrificios impuestos por la guerra debían ser explicados
a la gente para ganar su apoyo.. En las misas, casamientos y bautismos se aprovechaba para difundir
noticias oficiales. En un régimen movido por el secreto, no es de extrañar que el rumor y la conspiración
fuesen un rasgo endémico de la cultura política. En Francia casi toda hambruna importante del siglo XVIII
vino acompañada de sospechas de complicidad del gobierno, en Inglaterra en cambio, la hostilidad era
contra comerciantes, molineros y panaderos. La falta de confianza pública en la integridad fiscal de la corona
francesa situaba a esta en desventaja respecto a la inglesa (en Francia era más plausible y por tanto cobraba
fuerza el rumor). La desgracia de la monarquía fue que su estilo de gobierno era muy público para eludir
escrutinio pero muy opaco para inspirar confianza.
Revolución Francesa
VOVELLE– HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA (no esta en la biblio, pero tiene más datos sobre
83
el proceso)
Nacimiento de la revolución. Hacia 1789 en Francia reinaba el atraso de las técnicas agrícolas y la
persistencia de los tributos señoriales, pero el feudalismo se hallaba ya en declinación porque el
campesinado (85% de la población) ya era en gran parte propietario. Se mantenía la estructura de
órdenes (nobleza, clero, tercer estado) y la estructura absolutista con el rey todopoderoso sin
contrapeso. Este mundo entra en crisis sobre todo a partir del sistema fiscal que se siente
insoportable (los ricos están exentos). El desarrollo de la burguesía, superando a la economía de la
nobleza, da lugar a la reacción señorial, por medio de la cual los señores resucitan viejo derechos y
se aferran a las tierras colectivas, que a su vez se ve acompañada de una reacción nobiliaria, en la
que se decide acabar con la presencia de la burguesía en la alta burocracia estatal. Frente a ellas el
clima prerrevolucionaria se acentúa, pero sobre todo por el alza de los precios agrícolas que afecta
a los campesinos que no logran producir la totalidad de su subsistencia, generando carestía y
hambre. En la burguesía hay sectores que se aristocratizaron viviendo de rentas, mientras que la
mayor parte se dedica a las actividades productivas (banqueros, artesanos, profesionales,
financieros), aun no existe la burguesía puramente industrial. Este conjunto burgués es el que le da
programa a la RF, las ideas de la Ilustración encontraran en ella un contexto para imponerse. Las
ciudades se sacuden, los conflictos sociales asociados a la carestía amplían el malestar político por
el problema del déficit que se acentúa (el gobierno se administra mal en un contexto de crisis
general). Dos ministros intentaron imponer proyectos de reforma fiscales, pero su rechazo llevó a la
exigencia de Estados Generales, el rey cede (1788).
De 1789 a 1791. La revolución constituyente. En 1789 tres revoluciones: Parlamentaria, urbana y
campesina. Los Estados Generales se proclaman Asamblea Nacional Constituyente. Los diputados del
Tercer Estado buscan imponer una Constitución pero sienten la precariedad de su situación frente a una
contraofensiva, sin embargo entra en escena el Pueblo, dotándose de una organización revolucionaria,
armándose y tomando la bastilla. La revolución popular permite que se materialice la parlamentaria. La
revolución campesina es antinobiliaria, tiene objetivos propios y no es un simple reflejo de lo urbano, desata
el Gran Miedo. Los aldeanos corren a las armas ante el anuncio de peligros imaginarios y se provoca la
sublevación agraria con pillaje en los castillos y quema de títulos señoriales. La destrucción del antiguo
régimen social se produjo el 4 de agosto, cuando nobles y eclesiásticos abandonan sus privilegios y la
Asamblea elimina el sistema feudal en su conjunto, terminando aunque mantiene los derechos reales. Entre
1789 y 1791 la Asamblea prepara la nueva constitución, con grandes debates entre los sectores (aristocracia
a la derecha, monarquía en el centro y patriotas a la izquierda), y anuncia los Derechos del Hombre y del
Ciudadano. Las necesidades del momento condujeron a la Asamblea a comprometer en acciones inéditas:
la crisis financiera llevó a la creación de los asignados, papel moneda respaldado por la expropiación y venta
de la propiedad eclesiástica nacionalizada, de modo que los miembros del clero se convirtieron en
funcionarios públicos. Esta moneda se depreciaría rápidamente y daría lugar a la inflación.
La escalada revolucionaria 1791-1792. En 1791 en medio de los intentos de festejar la toma de la bastilla,
los Cordeleros solicitan la destitución del rey Luis XVI, pero la guardia nacional los ametralla en lo que se
llamara la matanza de Campo de Marte, hecho que marca el fin de la unidad entre burguesía y pueblo, por
el miedo a que el desorden de pie a contrarrevolución (había todavía elementos en el Estado) (Furet sostiene
que era imaginario y que lo popular fue externo a la revolución liberal). Las masas urbanas y rurales, sobre
se politizan en el clima de malestar económica (mala cosecha e inflación), movimientos campesinos acaban
con los restos de derechos feudales, mientras que en las ciudades se expanden los clubs y sociedades
populares junto con la prensa, y los SC. El intento de fuga del rey el 20 de junio de 1791 detenido en Varens,
da pie a que los más radicales cuestionen el principio de la monarquía. Se sanciona la constitución que
establece una Asamblea Legislativa, donde se pretende clausurar la revolución, lo cual no será permitido
por los girondinos (brissotins) y jacobinos, aunque el primero busca evitar la politización de las masas, y el
segundo llama a extenderla. La guerra es el acelerador del proceso, las potencias monárquicas se unen
contra la revolución. El rey espera que sean derrotados rápidamente, los brissotins esperan que la guerra
saque el velo del rey, y los jacobinos temen que con la guerra peligre la revolución. Los brissotins se imponen
y la guerra es declarada (1792), y el rey muestra su juego al negar promulgar las decisiones de urgencia de
la Asamblea. El pueblo exige la destitución del rey, los girondinos defienden el orden monárquico y sin
embargo la insurrección popular triunfa puesto que la Asamblea suspende al rey y convoca una Convención
Nacional elegida por sufragio universal para que dirigiera el país y creara una nueva constitución. Se dan
las masacres de septiembre en donde una muchedumbre masacro prisioneros, aristócratas y eclesiásticos
a modo de justicia popular (radicalización de las masas).
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Revolución jacobina. Entre Girondinos y Jacobinos no hay diferencias sociológicas aunque unos apoyen
la politización popular. Un tercer elemento son los SC que presionan por fuera de la Asamblea. El conflicto
inter burgués estallo frente a tres circunstancias: El proceso de Luis XVI, donde los Jacobinos presionaban
por su ejecución y lo lograron; las derrotas consecutivas en el frente militar; y, la sublevación de la Vandee,
un levantamiento campesino enmarcado por nobles de carácter antiburgues y antiurbano (de tal magnitud
que supera la tradicional hostilidad hacia los nobles), el cual se explica por el marcado sentimiento religioso
de los sublevados. Estos tres elementos cuestionan la hegemonía Girondina y se crean nuevas instituciones:
Tribunal revolucionario, comités de vigilancia y comité de salvación pública. Estalla un movimiento popular
(SC) con apoyo jacobino, de gran magnitud, que exige la destitución de los girondinos, a la par se da la
Rebelión federalista (provincias que se revelan contra Paris). La presión constante y activa de los SC impone
al gobierno revolucionario la realización varias reivindicaciones: En lo económico, la fijación de precios
máximos y en lo político, el desencadenamiento del Terror contra la aristocracia y los enemigos de la
revolución.
La pieza central del gobierno revolucionario es el Comité de Salvación Pública con Robespierre a la cabeza,
todos los ministros están subordinados, mientras que el Comité de Seguridad se encarga d el terror contra
aristocracia y gironda. Existieron ejércitos revolucionarios salidos de los SC, pero rápidamente el gobierno
los anuló. La guerra marchaba bien. Se extiende el movimiento de descristianización que es visto por el
poder como una iniciativa peligrosa y contrarrevolucionaria, lo que evidencia el intento por controlar el
movimiento popular. Los jacobinos logran domesticar y moderara los SC, pero el apoyo de esto al poder
también se vuelve más moderado. El gobierno revolucionario acaba con la oposición, confisca propiedades
de los sospechosos y los redistribuye, aunque no pone en duda el derecho de propiedad. Pero el Comité va
perdiendo homogeneidad hasta que el 9 de Termidor ordenan su arresto y ejecución. El fin de Robespierre,
Saint-Just y Couthon es el fin de la Revolución jacobina, año II.
De termidor al directorio. Tras el golpe, se desmantelan las estructuras del gobierno revolucionario y los
club jacobinos son perseguidos, el Terror es frenado. El año III es el año de vuelta a la hambruna, el pan
caro y la inflación, el pueblo aunque armado no tiene cuadros administrativos y la Montaña estaba
decapitada y desorientada. Los SC se movilizan pero la reacción política triunfa en forma no de
normalización (ideal de los golpistas) sino de contrarrevolución como restitución del camino recto de la
revolución burguesa en manos de los hombres de centro. Se rechaza el sufragio universal, se crea un poder
ejecutivo con 5 directores y la aristocracia percibe que es un momento adecuado para una reconquista, pero
fracasa y es reprimida. En lo económico la crisis continua y las finanzas del estado son terribles por la
negativa a pagar impuestos (crisis de autoridad). Los jacobinos intentan una acción (Conspiración de los
iguales) basada en el comunismo de distribución y la organización colectiva del trabajo. En el año V los
realistas conquistan la mayoría de los consejos, pero un golpe de estado anula los resultados. El régimen
atraviesa una crisis de medios y autoridad. La guerra es el mecanismo que le permite al régimen sobrevivir,
el ejercito se ha emancipado, solo responde al general que lo conduce al éxito, Bonaparte. En el año VII se
produce un despertar jacobino que inquieta a la burguesía directorial, se sueña con una revisión del acta
constitucional en sentido autoritario para lo que se exige un golpe de Estado, Bonaparte esta a la altura de
las circunstancias. El 18 de Brumario el golpe se produce y termina la RF.
Conclusión. La RF acabo con la ordenación jerárquica imponiendo un sistema representativo basado en el
sufragio universal, la igualdad civil (no para negros), la libertad de opinión y la separación de poderes. Se
decreta la separación entre Estado e Iglesia, la libertad de empresa (sin monopolios). El cuadro
administrativo se simplifico y fue descentralizándose, se impuso un nuevo sistema métrico y calendario. La
asistencia a los desprotegidos, el derecho de vida y la limitación de la propiedad son exigencias que los SC
arrancaron a la burguesía. Los campesinos consolidaron su posición al disponer del tributo señorial y la
nobleza se une a la burguesía.
Rosanvallon, P. El modelo político francés, la sociedad civil contra el jacobinismo
Introducción:
Aparece la idea de reemplazar la noción de jacobinismo por la de cultura política de la generalidad. A la
generalidad la entiende como una forma social. El rechazo de cuerpos intermedios y la aspiración a tener
una soc. única, forjaron algo fundamental: “Ya no hay corporación en el estado; no hay más que interés
particular de c/individuo y el interés general. Nadie tiene permitido inspirar un sentido intermedio, separarlos
de la cosa pública por un espíritu de corporación”.
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La generalidad es además, una cualidad pol. El rechazo de los cuerpos intermedios se prolongó a la pol.
Todo cuerpo pol. intermedio se hizo sospechoso de amenazar a la voluntad general, una amenaza para lo
que funda el gobierno representativo.
Y por último, tiene un aspecto procedimental. Remite al papel importante que se le da a la ley, que emana
de la voluntad general. Pero aquí se lo enfoca desde el punto de vista racionalista, ya que la idea de un reino
de la ley remite a que un buen gobierno se caracteriza por la racionalidad de sus actos, y no por los
procedimientos que usa.
El trabajo de la imaginación:
La creación del “gran todo” no solo se hace en las leyes e instituciones, tmb se lo hace en las cabezas y
corazones, y por eso son de importancia las fiestas revolucionarias, las celebraciones. Se celebra la
unión-fusión de manera activa, son medios directos de producción de la soc. Tuvieron 3 tareas: 1) ofrecer
la imagen de un espacio transfigurado; 2) mostrar la armonía soc.; 3) ofrecer a la soc. un espectáculo de sí
misma.
1) organiza reuniones de personas en espacios abiertos para confrontar con una soc. llena de tabicamientos
y barreras que se instauraban e/ personas. Por eso el Campo de Marte se convierte en el lugar privilegiado
de celebraciones nacionales.
2) la idea es mostrar un mundo que por el momento suspendió sus diferencias.
3) la fiesta no se hace por su pretexto inmediato, sino por la soc. misma. La fiesta acompaña el trabajo de
las leyes y de las instituciones en la empresa de regeneración y transfiguración.
La sociedad polarizada:
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La crítica de los cuerpos intermedios, se inscribió en una visión de la soc. tensada e/ dos polos, el individuo
y el “gran todo”, siendo las diversas estructuras intermedias sospechosas de perjudicar el acceso a la
generalidad. Esto tuvo consecuencias, e/ otras, a descalificar la idea de lo “social” en el sentido que se la
entendió a fines del XIX. Esto se vio de manera ejemplar en el tratamiento de los bienes eclesiásticos y de
los terrenos comunales. Al tiempo que eran derogadas las corporaciones, así quisieron nacionalizar o
privatizar los bienes en manos muertas.
El problema, sobre todo con los comunales, es que la única verdadera comunidad era la “nacional”. Son el
espíritu de localidad y la existencia de soc. particulares las que vuelven a ser denunciadas. Esta cuestión de
los bienes comunales subraya la doble polarización que se opera durante la Revolución. Si la crítica a los
cuerpos intermedios conduce a exaltar al “gran todo”, de forma simultánea trae la extensión de lo privado.
El desarrollo de territorios que deben ser objeto de atención colectiva, va paralelo a la afirmación y extensión
de la propiedad individual (se lo dice por el proyecto de repartir equitativamente los comunales favoreciendo
las pequeñas explotaciones).
Esa polarización se dio en muchos otros ámbitos, como por ejemplo cuando hicieron marchar a la par la
exclusión de las mujeres de la ciudadanía y la súper celebración de un “gran todo” donde se suponía que
las diferencias quedarían abolidas. El individualismo ordinario de la cultura pol. revolucionaria no fue
aceptado culturalmente por la soc. de fines del XVIII sino porque fue compensado por la erección de una
separación e/ el espacio contractualista de la soc. civil y el universo de la familia. El mantenimiento de la
familia-comunidad que implica el encierro de la mujer en ese ámbito, fue la condición histórica y cultural
como su contrapartida, del advenimiento de una soc. masculina de individuos iguales. La explicación de por
qué esto no dañana el principio de igualdad, es que los miembros de la familia votarían igual.
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Los hombres de 1789 nunca dejaron de celebrar la ley. Pero hay tres abordajes de la ley en esa época.
El primero sería el liberal: donde se opone la virtud de un estado regular al del vagabundeo de un poder
arbitrario. El segundo, hace referencia a que el buen gobierno se fundamenta en la racionalidad de sus
actos (el derecho además de un poder normativo, tiene por objeto unir la libertad y la razón y fue la obra de
los fisiócratas la que dio mayor expresión de esto). Y la tercera, la celebración de la ley participa del
reconocimiento del papel principal de la voluntad general de la que en adelante aparece como emanación.
El ardor codificador:
La celebración de la ley va a llevar primero a confirmar y luego a llevar adelante el imperativo de
racionalización jurídica que había emergido en el XVIII. Éste había comenzado a afirmarse frente al
derecho consuetudinario y a la acumulación de los textos circunstanciales. Hay una aspiración a
racionalizar y simplificar al reducir el cuerpo de leyes. Tiene una dimensión práctica para los
contemporáneos. Había que eliminar las controversias ligadas a las imprecisiones y acumulación de textos.
La racionalización del estado y perfeccionamiento del derecho van de la mano.
Por eso ya en la Constitución de 1791 se habla de un código civil para todo el reino. Lo mismo sucederá con
la iniciación de la iniciativa de un único código comercial. Se apuntaba a una uniformidad absoluta, gracias
a principios absolutos.
El poder de la generalidad:
Así como la voluntad general se define en cierto modo contra las voluntades particulares, la generalidad
social se construye contra la realidad siempre particular. Retomando la formulación del Contrato Social
“cuando digo que el objeto de las leyes es siempre general, lo que quiero decir es que la ley considera a
los sujetos y las acciones como abstractos, jamás a un hombre como individuo ni una acción en
particular”. La generalidad no tiene solamente una dimensión metodológica o procedimental, es una
construcción soc. En el sentido jurídico del término, es una ficción. Ficción que es condición misma de la
eficacia jurídica.
La ley total:
Es una visión totalizadora de la generalidad que invita a tomar la ley como absolutamente adecuada a la
realidad en su diversidad. Su enunciado puede absorber la pluralidad de los posibles, la infinidad de las
particularidades “toda ley tiene que ser clara, uniforme y precisa: interpretarla es casi siempre
corromperla”. La cultura pol. de la Revolución se inscribe en ese movimiento.
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totalidad homogénea, irreductible a cualquier elemento intermedio, compuesta por sujetos individuales. El
rechazo a las corporaciones es correlato de la elevación del ciudadano y del interés individual. El clero es la
corporación por excelencia, de allí la supresión de las órdenes religiosas. Paralelamente, se busca
deconstruir las identidades regionales, y crear nuevas entidades provinciales meramente administrativas y
racionalmente. Se debe fundir el espíritu local en uno nacional y público, dar la apariencia de una nación
única e indivisible.
El trabajo de la imaginación. Las nuevas identidades se juegan también en las cabezas y corazones. Las
fiestas revolucionarias buscaban lograr esa unión de todos los ciudadanos. Las fiestas siguieron un triple
objetivo: ofrecer la experiencia de un espacio transfigurado, poner en escena la armonía social y ofrecer a
la sociedad un espectáculo de sí misma. Buscaban exaltar la unidad y la armonía social. El verdadero objeto
de la fiesta es la sociedad misma.
Contrato social y contrato sentimental. La supresión de los cuerpos intermedios lleva al desarrollo de
nuevos lazos de solidaridad y afecto. Los lazos privados se fortalecen en contraposición de un sentimiento
de ciudadanía abstracto. Se exalta la celebración de la familia, la amistad adquiere nueva relevancia. La
ciudadanía y la amistad caracterizan relaciones que apuntan a construir la igualdad entre los ciudadanos.
Nadie es buen ciudadano si no es buen hijo, buen padre, buen hermano, buen amigo y buen esposo. La
fraternidad es cualidad de la igualdad, por lo tanto de la revolución. Se exalta lo privado, el hogar y la familia.
La sociedad polarizada. Los cuerpos no pueden ser propietarios, la revolución sólo reconoce la propiedad
privada y la pública, las corporaciones y las comunidades son expropiadas. El pensamiento económico de
la época las condenaba por improductivas. El problema de los bienes comunales, excede la variable
económica: la comunidad, va en contra del espíritu de unidad revolucionario, además exalta el localismo y
particularismo. El sufragio universal masculino pone de relieve límites a la voluntad igualitaria: la mujer fue
excluida del sufragio bajo el argumento de que su voluntad se hallaba contenido en el voto del hombre, quien
expresaba la voluntad del hogar (marido y mujer una sola persona política).
La generalidad como cualidad democrática. Los clubes y las sociedades también fueron criticados: si
bien no eran corporaciones, se los percibía como cuerpos intermedios. Para los revolucionarios los únicos
poderes legítimos son aquellos constituidos por la voluntad del pueblo. Las reuniones privadas de
ciudadanos no son reconocidas por el estado. Son hombres que se eligieron a sí mismos, constituyen un
movimiento aristocrático.La existencia de los clubes acarrea un dualismo político: Eran vistos como una
disrupción de la voluntad general, pero eran también un auxiliar de la política revolucionaria. Robespierre se
apoyaba en el club jacobino y lo defendía frente a sus críticos. No obstante, cuando se trata de centralizar
la acción estatal, Robespierre se enfurece contra ellos. Termidor marca una inflexión, todos los cuerpos
intermedios son eliminados.
Entre la libertad y la institución. Las sociedades políticas son toleradas en tanto reunión de ciudadanos
particulares (es derecho inalienable de los hombres a reunirse y debatir), siempre y cuando no intervengan
en política. La constitución del año III reglamenta el funcionamiento de estas sociedades. La prensa es
aceptada ya que participa en la configuración de una opinión común, facilitan la comunicación entre el
gobierno y el pueblo.
El culto a la ley. Los hombres de 1789 no dejaron de celebrar la ley. El despotismo es asimilado a la
particularidad, mientras que la ley, la generalidad, garantiza la libertad. El derecho tiene por objeto unir la
libertad y la razón. La ley es la expresión de la voluntad general, es fruto de la racionalización del mundo
social. Se da un imperativo de racionalización jurídica: racionalizar y simplificar todo el cuerpo de leyes, a fin
de disminuir los conflictos. Racionalización del estado y perfeccionamiento del derecho van de la mano. Un
afán codificador: La constitución de 1791 prevé la redacción de un código civil y uno comercial. El género
humano es visto como un gran organizador. Se busca codificar todo el universo, eliminar las interpretaciones
particulares. Esta visión totalizadora de la generalidad conduce a sacralizar al poder legislativo, por lo tanto,
el poder ejecutivo posee mucho menos relevancia (se subordina al estar asociado a la tiranía del ancien
regime).
Hunt, Lynn
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Analiza la composición de la nueva clase social de los revolucionarios que se convirtieron en la nueva
clase política.Es un estudio de caso basado en las diferentes fortunas de los diferentes grupos sociales a
nivel local.
Estudios anteriores: -Soboul: enfatiza alianza organiga e ideologica de los Jacob y Sant- cullotes.
La coalicción revolucinaria servirá a los intereses burgueses a largo plazo.
-Revisionistas (Cobban): eran los profesionales decadentes y funcionarios
reales, antes que comerciantes K en ascenso y aumento.
Ambos cuentan con evidencia limitada.
Autor: 3 elemnetos que definen contexto social de la acción política revolucionaria: Lugar geografico,
identidad social y lazos y valores culturales. La observación de la evidencia sugerirá que la nueva clase
política se definía tanto pos sus posiciones y relaciones culturales como por sus afiliaciones a grupos
sociales definidos ocupacionalmente.
Basandose en un análisis ocupacional de la Asamblea Constituyente y de la Convención Nacional,
Cobban insistía que los officers y los hombres de profesiones liberales organizaron y dirigieron la RF. Sin
embargo, si hubiese continuado sus investigaciones durante el período del Directorio, se habría encontrado
con que la proporción de los officers declinó, incluso en la Legislatura Nacional. Los funcionarios del Antiguo
Regimen no dirigieron la RF; participaron en gran número en los comienzos, pero fueron apartados de
manera constante y continua de allí en adelante.
No obstante, la otra mitad del enunciado de Cobban sobre los diputados nacionales sigue siendo cierta:
La mayoría de ellos eran abogados o profesionales por entrenamiento, aun si no habían sido ex
funcionarios reales. Los comerciantes nunca comprendieron más del 14 % de la Legislatura y su número
declinó constantemente.
La legislatura se profesionaliza; los votantes preferían cada vez más a políticos porfesionales que a
notables locales venerables. Esto lo demnuestra la edad de los diputados nacionales. Eran elegidos por sus
habilidades aunque no acarreaba la permanencia en el cargo.
Nuevos hombres jovenes: hombres de ciudad: identidad con ocupaciones urbanas. Experiencia
previa en asambleas locales. Y mayor número de abogados, notorios y por hombres que hacen carrera de
funcionarios revolucionarios. Aprenden en la administración departamental.
Van pasando de una oficina para otra: facilita nueva clase política al familiarizarse entre sí y con el
trabajo. Se renueva constantemente debido a cambios políticos: aumenta el número de hombres con
experiencia política.
Las administraciones departamentales eran manejadas mayoritariamente por abogados, notarios y,
cada vez más, por hombres que hacían carrera como funcionarios revolucionarios.
Aunque los terratenientes ejercían alguna influencia en el departamento de Allier, no parecen haber
dominado los Consejos departamentales en ningún lugar de Francia. No es clase rural sino profesionales.
A pesar de la variación ocupacional de un departamento a otro, el patrón evidente es: la nueva clase
de funcionarios a nivel reional estaba compuesta de manera abrumadora por hombres de la ciudad, quienes
se identificaban primariamente por sus ocupaciones urbanas. La dominación regional urbana continuo aún
en los últimos años del reinado de Napoleón. Sin duda la tierra era un elemento de prestigio pero no era una
clase rural al estilo de la gentry inglesa la que ganó prominencia política a nivel nacional o regional, sino
miles de profesionales urbanos que obtuvieron la oportunidad de desarrollar sus carreras políticas.
Un lugar donde se podía esperar que los comerciantes tuvieran voz en cuestiones políticas era en
las grandes ciudades. Con el fin de comparar sistematicamente las fortunas de los diferentes grupos sociales
a nivel local, el autor elige 4 grandes ciudades: Amiens, Burdeos, Nancy y Toulouse que eran política y
geográficamente heterogeneas. La primera era representativa de las ciudades del norte, manufactureras y
de derecha “abajo los jacobinos, larga vida a Luis XVI”. Nancy, se acentaba una alta corte que en más de
una vez cambió sus alianzas sin siquiera llegar a ser un foco de oposición al régimen en el poder. Nancy
interesa porque no se identifica con ninguna facción política. Burdeos, era la ciudad más grande. Fue el
90
centro principal de la revuelta de los Girondinos aunque no todos se identificaran. Toulouse fue sin duda la
más paradojica, ya que durante el antiguo régimen, estaba dominada por un grupo de riocs parlementaires.
Pero con la RF era consistentemente de izquierda y, en consecuencia, el centro de la política jacobina en la
amplia región del sudoeste. Aquí el foco de comparación está dado por los consejos de las cuatro ciudades.
No eran ni los únicos cuerpos políticos locales ni siempre los más poderosos. Los Clubes de los jacobinos
gozan de una fuerte, aunque informal, influencia en los asuntos locales, y una variedad de comites y
comisiones revolucionarios se alternaban según la corriente del sentiiento político. Un gobierno municipal
completo podía ser expulsado sólo para ser reinstalado varios meses después, cuando los vientos políticos
cambiaban. No obstante, a pesar de las alteraciones en su tamaño y método de selección, los consejos
constituían los rasgos más regulares y continuos de la vida política local durante la RF.
A pesar de las diferencias políticas entre las ciudades, la representación ocupacional en los consejos
revolucionarios resultaba notablemente similar; salvo en NAncy, los comerciantes y manufactureros
predominaban y, con frecuencia, los artesanos y pequeños comerciantes ocupaban el segundo lugar. En las
grandes ciudades, la caracterización de Burke de 1791 era notablemente precisa: sus “hombres ricos,
comerciantes, principales mercaderes y hombres de letras” representaban a los “principales actores de la
RF”.
La elite de las ciudades diferían dramáticamente en la composición social de aquellas a nivel regional
y nacional: comerciantes antes que abogados componían el grupo más grande en los consejos de las tres
ciudades aunque estaban lejos de dominar la escena política local. Los funcionarios reales eran aún menos
prominentes a nivel local, la mayariía de los ex funcionarios reales se opusieron activamente a la RF o
abandoraron la vida pública.
Aunque los nobles, los cléricos, los funcionarios reales y los miembros de las profesiones liberales
dominaban la política local en las 4 ciudades durante el antiguo régimen, en AMiens y Burdeos los
mercaderes gozaban de mayor poder potencial, en comparación con Nancy y Toulouse. Como resultado no
sorprende que los mercaderes de Amiens y Burdeos se beneficiaran inmediatamente de la situación
revolucionaria. Sin embargo, durante el terror disminuye la participación de los mercaderes en los consejos
mientras que la de los artesanos y pequeños comerciantes se duplicó. En el año III vuelven los mercaderes.
Con la republica las dos ciudades parlementaires parecían seguir diferentes caminos. Los
mercaderes en Toulouse aumentaron su representación a lo largo de la década mientras que los abogados
se debilitaron. En NAncy, los mercaderes mejoraron su posición a través del tiempo, pero nunca gozaron de
la prominencia que tenían en otros lugares. Los mercaderes no buscaban simplemente acceder a su espacio
natural en los asuntos locales; estaban haciendo una propuesta de la RF a nivel local. Los abogados, los
notarios y ex magistrados tenían más peso en las ciudades a comienzos de la RF, pero su número declinó
luego de 1791. Otros profesionales, como médicos, maestros y funcionarios menores, llegaron a ser más
importantes que los hombres de leyes.
En las ciudades administrativas más chicas, los mercaderes, regularmente, estaban menos
representados que en las grandes ciudades.
Villas: campesinos, artesanos y pequeños mercaderes dominan la administración. Las clases
dominates continuaban siendo las mismas pero con los sans-cullotes, en la mayoría de las villas, los años
1793- 1794 marcaron la aparición de artesanos y campesinos pobres en los consejos, mientras que en las
ciudades este mismo período señalo la inserción de artesanos y pequeños comerciantes en la política
urbana.
En conjunto: La nueva clase social no es homogenea. Los abogados domian la escena nacional y
regional. Los mercaderes, artesanos y pequeños comerciantes dominan en las ciudades y campesinos,
artesanos y pequeños mercaderes en las villas. Pero todos evidencian ruptura con social y política con el
antiguo Régimen. Los nobles virtualmente desaparecieron de la escena política despues de 1792.
El proceso de apertura social: a nivel local, la aparición de grupos que habían sido escluídos de los
nobles. Pero tb se da el proceso de apertura social dentro de un mismo grupo como el de los mercaderes.
La RF posibilito el acceso público a grupos que previamente que previamente habían sido excluídos y
mientras más izquierdista llegaba a ser un gobierno local, más probabilidades había de que incluyera a
mercaderes modestos, artesanos y pequeños comerciantes y profesionaes menores. La clase política que
surgiría en comparación con los hombres del Antiguo Régimen, sino que se renovaba constantemente en el
trascurso de la década revolucionaria
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Pese a la renovación constante de la clase política:
Es la misma generación (1740/1750), demasiado jovenes para haber experimentado directamente
las principales batallas de la Ilustración. Pero lo suficientemente grandes para haber sido testigos de las
luchas entre una monarquía moderada y la vieja elite.
La nueva clase política se distinguía tb por sus relaciones especiales con el mundo urbano. Donde
los porfesionales citadinos dominanban la política nacional y regional e inclusive en las villas, los roles de
liderazgo se hallaban a menudo en anos de hombres con conexiones dentro de los mercados o de la cultura
urbana
En Francia donde el 80% de la población era rural se necesitaba la participación campesina para el
éxito de la Revolución y de la Republica. Este sector aparecía escasamente representado en las filas de la
militancia revolucionaria. En algunas villas era incorporado pero se buscaba que el liderazgo estuviera en
manos de artesanos, peq. Comerciantes y profesionales.
La Rf fue realizada por centenares de hombres por centenares de motivos. Miles de estos se
convirtieron en funcionarios. Los militantes notebles del año II fueron sólo una parte La mayoría de los
artesanos y de los pequeños comerciantes que ocuparon los consejos raramente fueron esos hombres
sangrientos que sus opositores describían, pero no hay dudas que su entrada en la escena política asutó a
los hombres decentes.
¿Fue burguesa, en el sentido marxista, la nueva clase política? Si no se interpreta en un sentido rigido,
puede afirmarse que sí. La respuesta presenta dos elementos distintivos: posición social en relación a la
producción y conciencia de clase. Marx establecía que la formación de una clase dependía tanto de la
condición económica como de la cultura, la categoría social y la conciencia. Los campesinos en la
Revolución de 1789 se encontraban aislados de la corriente de la vida política y dependían de otros para
obtener información y lograr algún tipo de interpretación de sus intereses.
LA clase política revolucionaria puede denominarse burguesa tanto en términos de la posición social o
de la conciencia de clase. Los funcionarios revolucionarios eran los dueños de los medios de producción;
mercaderes con capital, profesionales con habilidaes, artesanos con sus propios talleres, o más raramente,
campesinos propietarios. Los trabajadores no claificados, los asalariados y los campesinos sin tierre no
ocupaban posiciones de liderazgo. La conciencia de la élite revolucionaria puede llamarse burguesa en tanto
aparecía como antifeudal, antiaristocratica y antiabsolutista.
Como categoría social, burgues no distingue a los militantes revolucionarios y republicanos de muchos
de sus opositores; los moderados de Burdeos y los realistas de Amiens, eran tan o más burgueses que los
republicanos de Toulouse, Meximieux o Les Authieux. La explicación marxista en este sentido demuestra
una insuficiencia para discernir, No puede explicar las diferencias de las respuestas regionales, las divisiones
dentro del la burguesía o el fracaso de la revolución en clausurarse en 1791, cuando los sectores capitalistas
y comerciales habían alcanzado sus mayores ganancias.
La interpretación revisionista revela otras faltas. En primer lugar, su fracaso en ofrecer una alternativa
plausible a la versión marxista donde los análisis se convierten en una mixtura de particularidades y
flaquezas individuales.
Los quinteros y posaderos de la villa, los almaceneros y médicos del pequeño puelo, los abogados y
mercaderes de la gran ciudad tenían intereses económicos y sociales demasiado divergentes para jsutificar
su unidad en una categoría económica y social. La intención y el significado revolucionario, en consecuencia,
no pueden deducirse de la composición social de la nueva clase política, al mismo tiempo, este no puede
reducirse a una colección fortuita de estados mentales individuales. Sus integrantes compartían ciertos
valores, fueron creados por posiciones culturales comunes. Por ejemplo, sus experiencias como una
generación más joven y sus vínculos con el mundo urbano.
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reprimidos, y los hebertistas que aspiraban a direccionar el movimiento. En el interior también abundan estos
militantes.
La Gironda aboga por el orden y la propiedad frente a la subversión total. La Montaña ve el peligro
aristocrático y plantea una alianza con el movimiento popular, atendiendo a sus reivindicaciones y alejándose
del liberalismo burgués.
Enfrentamiento Gironda/Montaña de fines 1792 a junio 1793. Rey ejecutado pese a oposición girondina; era
un acto de protección pero también una acto irreversible en la marcha de la revolución. Explotando el éxito
de Valmy los franceses ocupan Bélgica, Renania, Saboya y Niza. Era el viejo sueño monárquico de las
fronteras naturales. Pero la ejecución del rey suma al campo enemigo a España, Nápoles, Inglaterra
(preocupada por la ocupación de Bélgica) y los ppes alemanes. Se pierde Bélgica y Renania.
En este contexto estalla la Vendée, sublevación rural que comienza como un movimiento popular que
presiona a los nobles quienes terminan por enmarcar al movimiento y arrastra a burgos y ciudades que
permanecían republicanas. Aquí hay causas religiosas pero sobre todo socioeconómicas. La hostilidad al
gobierno central por impuestos y leva de hombres tiene un sabor antiurbano y antiburgués y puede mas que
la tradicional hostilidad hacia la nobleza.
En medio de estos reveses fracasa el gabinete girondino de Roland. Intentan acusar a lideres montañeses
de aspirar a la dictadura, pero fracasan (Marat triunfalmente absuelto). La Gironda debe ceder a la creación
de instituciones: Tribunal Revolucionario de Paris, red nacional de Comités de Vigilancia y Comité de
Salvación Pública (CSP), influenciado por Danton. El girondino Isnard amenaza con destruir Paris si se
atentaba contra la legalidad y el movimiento popular responde con una marcha y el cerco de la Asamblea
por la guardia nacional que arresta a 29 diputados girondinos (2 junio 1793).
Pero la caída de los girondinos generó la rebelión federalista de las pcias. Se debe sitiar Lyon, ciudades del
Mediodía se sublevan, Tolón y Marsella entregadas a los ingleses por los “contras”, un ejercito de Normandía
en marcha a Paris debe ser desbandado, los vendeanos están en las puertas de Nantes mientras españoles
y piamonteses amenazan el Mediodía y austriacos y prusianos presionan por el norte. La normanda Corday
apuñala a Marat, el tribuno popular.
En este clima, se refuerza la unión entre la burguesía jacobina (Montaña legislativa y CSP ejecutivo) y las
masas sans-culottes (s-c). Daniel Guerin: las masas s-c estaban en condiciones de desbordar la revolución
democrático burguesa y realizar los objetivos de una revolución popular. Soboul: heterogeneidad s-c no hace
posible que sean la vanguardia de un proletariado todavía en ciernes.
La movilización s-c impone al gobierno la realización de consignas (precios máximos, terror contra
aristócratas, ley de sospechosos) y continúan agitando hasta inicios de 1794. Pero el gobierno se reafirma
de un modo contrario al ideal de democracia directa s-c. Constitución del año I es expresión acabada del
ideal democrático, pero jamás se aplicó pues Convención definió que “el gobierno de Francia es
revolucionario hasta la paz”. El gobierno definía revolución como “guerra de la libertad contra sus enemigos”
(decreto 14 Frimario III).
Apogeo y caída del gobierno revolucionario.- La clave del gobierno es el CSP con el trío Robespierre, Saint-
Just y Couthon. Este coordinaba otros organismos y enviaba misiones al interior para reforzar la autoridad
al tiempo que licenciaba tropas nacidas de los s-c que aplicaban el terror en el interior.
La ley de Pradial II (junio 1794) antecede al Gran Terror de Mesidor. Como cantos rodados ruedan las
conchetas cabezas al son de la marsellesa, flameando la tricolor en la hinchada, con bailarinas jacobinas
ensayando pasos de can-can, cordeleros descorchando champagne, artistas que captan la escena con vivo
impresionismo y largas tertulias en los cafés y cabaret de Monmartre. A lo lejos se escuchan los acordes de
un preludio de Debussy y junto a la guillotina descansan gráciles tahitianas al amparo de los Derechos del
Hombre mientras son retratadas por un tal Gauguin que aún evoca los estertores de un gol de Platiní. Cabeza
a salvo, en Mesidor reposa Isabelita. Y la fiesta se repite: la reina, los aristócratas, los girondinos. 50.000
cabecitas (¿negras?) en todo el país, el 2 por mil de la población. No dejaron títere con cabeza... – “¡Prefiero
el Gran Terror al gatillo fácil!” exclamó un ciudadano descamisado mientras ocultaba su rostro al quemar
ruedas de carruajes en el boulevard de Saint Germain.
Ley de precios máximos se extiende a los salarios, con curso forzoso de asignados y requisa de stock de
campesinos. Pese a la impopularidad garantizó la alimentación de Paris. La Vendée se reduce a una
implacable guerrilla. Ahora la atención se vuelca al enemigo externo.
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La recuperación de Tolón muestra las dotes del capitán Bonaparte. “Soldados del año II” reúne veteranos
con voluntarios, y utiliza la técnica de choque masivo de masas. Ofensiva de la primavera de 1794. Victoria
de Fleurus, un mes antes de la caída de Robespierre, lo que despertó diversas conjeturas (x ej. Victorias
refuerzan el terror que se vuelve insoportable). Pero antes de Fleurus Saint-Just dice que “la revolución está
congelada”, lo que explica el divorcio masas / CSP.
En esta época se desarrolla el movimiento de descristianización, que nace en el centro de Francia, impacta
en Paris y se propaga a todo el país. Fue un proceso de “desacerdotización” (20.000 renunciaron) con
expresiones carnavalescas y vandalismos (fiestas de la Razón en iglesias, putas coronadas como la Razón,
¡chupi y descontrol!, ¡gran partusa jacobina!). El CSP la denunció como sospechosa de maquiavelismo
contrarrevolucionario, susceptible de alejar a las masas de la revolución. Pero no fue ni un complot
aristocrático, ni una política jacobina y tampoco una actitud s-c. Fue mucho mas que un programa hebertista.
El rechazo del CSP es muestra de su deseo de controlar a las masas, igual que el licenciamiento de tropas
y la puesta en vereda de la Comuna de Paris. Esto lleva a la crisis de Ventoso II y al proceso de Hebert y
los hebertistas, que son ejecutados (mayo 1794). Para lograr esto el CSP consigue el apoyo de los
indulgentes de la Convención (Danton y su grupo). El movimiento s-c fue controlado, pero su adhesión al
régimen se volvió mas moderada.
Al denunciar la continuidad del terror luego del proceso hebertista los indulgentes se exponían
imprudentemente. Danton y los suyos fueron juzgados y ejecutados. Ya no hay oposición, solo la soledad
del poder. Los jacobinos intentan echar base para la república: decretos de Ventoso II (confiscación de
bienes de sospechosos para redistribuir entre necesitados del campo). No es una medida socialista porque
no cuestiona la propiedad. No llegó a concretarse.
Se proclama al Ser Supremo y la inmortalidad del alma. Es el deísmo roussoniano montañés, contrapartida
de la herencia cristiana (“superstición”) y del culto a la Razón (“ateísmo”). Fiesta del Ser Supremo en toda
Francia el 20 pradial II (8 junio 1794).
En medio de esta apoteosis se coaligan antiguos indulgentes y terroristas. El CSP pierde homogeneidad y
los “izquierdistas” (Collot D’Herbois y Billaud-Varenne) atacan al trío R-SJ-C. El 8 Termidor Robespierre
ataca a los “bribones” en su discurso, pero esto precipita los hechos y el 9 la Convención ordena el arresto
de los tres. La Comuna de Paris fracasa en liberarlos por falta de apoyo popular. El 10 Termidor son
ejecutados.
Cap. IV de Termidor al Directorio. (27 julio 1794 – 9 nov. 1799)
La Convención termidoriana.- Los “izquierdistas” que participaron del golpe para recuperar el carácter
colegiado con la misma línea fueron deportados o ejecutados. Luego se cuestiona el propio gobierno en sus
estructuras, se eliminan Comités y los Clubs jacobinos son perseguidos. Se abren las prisiones.
A pesar que los años III y IV traen motivos de supervivencia material para la movilización de las masas, el
dinamismo popular se debilita. Si bien el pueblo conserva armas, los cuadros de sus organizaciones están
destruidos.
La Montaña, decapitada y desorientada, pierde el control. Los s-c irrumpen en la Convención el 12 Germinal
y el 1° Pradial III, con armas y al grito de “Pan y Constitución de 1793” que expresa muy bien las
reivindicaciones. Pero la Convención gana: limpia a los montañeses comprometidos y desarma el combativo
faubourg Saint- Antoine. Es el triunfo de la contrarrevolución, y no ya la normalización del camino
revolucionario burgués como querían algunos termidorianos.
El ex terrorista Fréron es el ídolo de las bandas muscadins (equivalente de la Liga Patriótica argentina) que
se vengan de los sans-culottes. En Lyon y el Mediodía hay masacres colectivas de jacobinos, compradores
de bienes nacionales y curas constitucionalistas. Las misiones de la Convención se les unen o encubren
estos actos.
En la convención predomina el centro (la Llanura o el Pantano) con Sieyes y Boissy D’Anglas. Se mueve
entre la reacción y los principios revolucionarios burgueses (por ejemplo la liberalización de cultos y la
separación iglesia-Estado).
Paz de 1795: Bélgica y Renania a Francia. Sólo Inglaterra y Austria siguen la guerra.
El legado termidoriano es el anexionismo, porque la mayoría de las medidas jurídicas, administrativas y
universitarias eran maduraciones montañesas.
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Constitución del III repudia el hálito democrático de la de 1793. Se establece una Declaración de Deberes.
El gobierno de los propietarios se ve como el orden social. 200 mil electores censitarios eligen el Consejo
de los Quinientos y el Consejo de Ancianos. Se establece un Directorio de 5 miembros.
Pero los termidorianos eran concientes de que la lucha no había terminado. Decreto de los dos tercios les
asegura mayoría en los consejos, con protesta de los monárquicos que aspiraban a formar gobierno
“pacíficamente” favorecidos por el clima de reacción. El 13 Vendimiario los barrios ricos se alzan en armas
(¡zurdos asquerosos! ¡otra vez los cacerolazos en Olivos!) y la Convención recurre no a los s-c, sino a las
tropas de Bonaparte que ahoga en sangre la contrarrevolución parisina (¡guillotina a Lopez Murfi y Le Pene!
Malditos brissotins).
Directorio (abril 1795 a octubre 1799).- Inestabilidad, mediocridad, violencia y miseria. Interesados en
equilibrar poderes, los convencionales no previeron mecanismos para el conflicto entre ejecutivo y consejos,
lo que originó varios golpes de estado. Los hombres del Directorio (ex girondinos y termidorianos) usaran al
ejercito para frenar la contrarrevolución.
1° Directorio (hasta 18 Fructidor V, es decir 4 sept. 1797) integrado por el Pantano y montañeses
arrepentidos (como Carnot). Luchan contra los monárquicos y la resistencia jacobina (Club del Panteón,
Robert Lindet, Gracchus Babeuf) que articula la Conspiración de los Iguales, un proyecto colectivista
elaborado por Babeuf (cuestionador de Robespierre por ideal democrático). El pensamiento y la calidad del
grupo, que incluye a Buonarotti, explica la importancia de la conspiración pero también el repliegue del
movimiento revolucionario cuyo estado de clandestinidad transmitirá al nuevo siglo. En oposición a la utopías
de la Luces y a la práctica social del movimiento popular, la Conspiración de los Iguales propone el
“comunismo de la distribución”, niega el reparto agrario igualitario y propugna un organización colectiva del
trabajo fundada en la comunidad de bienes. Fracasó.
Mientras los realistas conquistan la mayoría de los consejos y se infiltran en el aparato de poder. El
Directorio, ante la amenaza externa, debe golpear a la derecha (¡dele duro!) y se anticipa con el golpe del
18 Fructidor V: anula elecciones ganadas por realistas. Entran en vigencia viejas leyes contra aristócratas.
Se recurre a la guillotina seca (la deportación a Guayana francesa).
2° Directorio (18 Fructidor VI al 18 Brumario VIII) El repunte jacobino conduce a otra anulación de elecciones.
Al año siguiente, después de las elecciones, los consejos toman la iniciativa y reemplazan a los directores
por otros que plantean una vuelta a la ortodoxia revolú. Ascenso jacobino, pero es demasiado tarde para un
cambio de timón.
La miseria e incapacidad del Directorio que no puede pagar a sus funcionarios son relativos. Prepararon
reformas estructurales de las que luego sacó provecho el Consulado.
El país escapa al control del gobierno. Bandolerismo; rebeldes primitivos en regresión a formas elementales
de contestación popular. Junto a esta descomposición interna vemos el peso de la guerra y la conquista, de
donde surgirá el cesarismo.
La guerra adquirió importancia superior a los acontecimientos internos, fomentando la carrera de individuos
(Napoleón). Es una fuga hacia adelante que permite al régimen sobrevivir, pero al tiempo que lo nutre
también lo pervierte. El ejercito se emancipa, se “izquierdiza” siguiendo a un jefe victorioso y llevando la
llama del republicanismo. La campaña de diversión por Italia que planeó Carnot toma dimensiones
inesperadas y Napoleón firma el tratado de Campoformio (17 oct.1797) donde se independiza del Directorio,
hay una nueva concepción de la expansión revolucionaria (repúblicas hermanas) y se abandona el ideal de
emancipación de los pueblos (entrega del Véneto a Austria).
En la campaña de Egipto (¿Directorio lo quiere alejar?) Napoleón queda preso de su conquista por la victoria
de Nelson en Abukir. Campaña de Siria, diezmados por desierto, peste y resistencia. Nueva coalición
(Inglaterra, Otomanos, Rusia, Austria, Nápoles). Caen las repúblicas hermanas y Francia es amenazada.
Otros generales salvan la situación y luego Napoleón es recibido como un héroe salvador, no en las fronteras
amenazadas sino en Paris.
Es que a la burguesía directorial (Sieyes) le preocupa el crecimiento jacobino y sueña con un acta
constitucional mas autoritaria. Napoleón es el hombre, el momento y la fuerza que necesitan. Se trasladan
los consejos con el pretexto de un complot anarquista y se da el golpe del 18 Brumario VIII (9 nov. 1799).
Los diputados resisten pero los soldados los dispersan. Sin pena ni gloria se cierra la revolución y comienza
la aventura napoleónica.
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Cap V Balance
La revolución es un giro irreversible en la historia universal, en parte por lo que destruye y en parte por lo
que anuncia o construye. Es un balance ambiguo por ser una revolución burguesa con apoyo popular.
Apogeo de las Luces, es la revolución de la Libertad y la Igualdad (Constitución de 1791 y Declaración de
Derechos de 1789) llevada a la vanguardia de la democracia social (Constitución del año I –1793) y
convertida en ortodoxia estabilizada (Constitución del año III –1795).
Igualdad civil se acepta para los protestantes, con reticencias para los judíos y se restringe para los negros,
tema que será superado de modo efímero por la convención montañesa. Pone de manifiesto los límites que
fija la revolución burguesa a la igualdad que ella misma establece. Lo mismo ocurre en el plano electoral,
donde el censo es la barrera social que determina los límites de la democracia burguesa.
Libertad de opinión termina con el monopolio de la iglesia sobre las conciencias y se extiende a protestantes
y judíos. La revolución es laica sólo de 1793 al Directorio. La separación iglesia-Estado de los termidorianos
del III es una medida aún precoz. En la constitución civil del clero (1790) y el concordato de 1801 se intentó
el compromiso con la religión dominante.
Libertades políticas no conocen en su desarrollo interrupción: descentralizada y directa en la Constitución I,
con acento en la separación de poderes en la del III, es la base del liberalismo político del XIX.
Libertad de empresa prohíbe la coalición y el monopolio. Las aspiraciones populares son afectas al dirigismo
y el control. El programa burgués cuestionó estos principios pero volvieron en el III.
Fraternidad (asistencia a los desprotegidos, derecho a la vida, limitación del derecho de propiedad) no formó
parte de los sueños de democracia jacobina (cfr. Leyes de Ventoso II). Libertad, igualdad, seguridad y
propiedad son los valores del año III.
La Francia moderna nace aquí. 83 departamentos, vocación descentralizadora y de hacer preservar la
historia y la geografía. Organización fiscal y judicial racionalizada que pone en práctica los principios de
igualdad ante la ley. El Consulado y el Imperio volverán a la centralización.
Hay éxitos y fracasos. El sistema métrico se impuso donde no lo hizo el nuevo calendario. La división en
base a la geografía perduró pero las innovaciones judiciales y pedagógicas no tuvieron tiempo de madurar.
Pero la sociedad francesa cambió menos de los que se ha creído. Habrá que esperar a que la sociedad
“liberal” se instale, en 1830. Es exagerada la idea de la nobleza arruinada por exilio y venta de dominios,
pero el campesinado compró entre un tercio y un ½ de los bienes nacionales y la burguesía urbana y rural
aumentó su implantación en los bienes inmuebles. Tal vez la revolución es el tubo de oxígeno que permite
al campesinado subsistir hasta el derrumbe de este siglo. La nobleza se funde con burgueses y rentistas en
el nuevo grupo de los “propietarios” mientras nace el nuevo grupo de los funcionarios y carreras
espectaculares en el terreno militar.
Sobre la revolución francesa, política y social, se monta la revolución industrial de 1830 que explota las
posibilidades de aquella.
La revolución juega un papel en la construcción de una ideología del XIX. Experimentó la práctica de un
gobierno revolucionario que puso entre paréntesis las libertades democráticas burguesas en el contexto de
la lucha de clases revolucionaria. Formuló el ideal de una revolución social colectivista con Babeuf que no
será olvidado. Au revoir.
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La crisis económica y la carestía, llevaron al dirigismo económico y allí también actuó el terror: se creía que
el problema no era la falta de alimentos, sino la distribución. Las leyes revolucionarias debieron ser apoyadas
por la fuerza del terror, sino no se cumplían. Las ideas económicas de R no eran muy concretas, se basaban
más bien en juicios morales. Su preocupación intelectual estaba en asegurar el futuro de la revolución
luchando contra sus enemigos políticos. El primer gran uso del terror fue contra la Gironda. Pero el mismo
fue víctima de los métodos que había difundido. La convención había decidido desarticular el Terror.
El gobierno revolucionario de R era concebido como un instrumento para transferir la soberanía al pueblo.
Los revolucionarios buscaban el gobierno de la virtud, por lo que se exaltaban al enterarse de actos de
corrupción entre miembros de la Montaña. R insistió en una purga masiva entre los clubes afiliados. El
ejemplo a seguir era el Club de París. R invirtió gran tiempo y energía en esas purgas, incluso se negaba a
colaborar con clubes que no realizasen purgas. Había sólo dos clases de jacobinos: los irrevocablemente
sospechosos y los que tenían antecedentes públicos que les permitían presentarse como ejemplos de
republicanismo. Los propios jacobinos fueron sometidos a rigurosos escrutinios. La carrera de R servía como
ejemplo, los demás debían ser juzgados en comparación a sus logros y su personalidad. La insistencia de
R en ser el primero en someterse al escrutinio, indica el carácter ritual de las purgas (R educaba con su
ejemplo). Al pueblo se lo gobierna con la razón, a los enemigos del pueblo con el terror. R ponía a los
enemigos de la revolución en tres grupos. La derecha, la izquierda y los podridos, (corruptos).
A pesar de su radicalismo, R mostraba mucha repugnancia a atacar instituciones básicas. El ataque al
cristianismo habría de poner fin nuevas armas en manos de la malevolencia y el fanatismo, quería poner fin
a los descristianizadores. La convención le había encargado a R imponer la moderación en asuntos
religiosos. R imaginaba un deísmo revolucionario. Quería que los creyentes abandonasen sus
supersticiones cristianas para entregarse a una devoción cívica. Ateos y descristianizadores eran
aborrecidos, le hacían el juego a la realeza. Los ateos eran aristócratas, y los aristócratas son
antirevolucionarios. El que prohíbe la celebración de la misa es más fanático que el que la oficia. La tarea
de la revolución es garantizar las libertades, no vigilarlas. R no creía que el fanatismo religioso fuese el
principal enemigo de la revolución. Dios es pueblo. En un discurso del 7 de mayo, R proclamó el culto del
Ser Supremo. Habría de ser un golpe mortal al fanatismo. No obstante, este no trascendió. Más que una
metáfora, la adoración al ser supremo representaba la adoración a la revolución. El Ser Supremo, las
posturas religiosas y políticas le valieron una gran oposición a R y él lo sabía. Estaba convirtiendo a la
revolución en una revolución de estado.
El gran terror coincidió con la proclamación del Ser Supremo. Se convirtió en política oficial del gobierno.
Los miedos, histeria y conspiraciones imaginarias se hicieron comunes e impulsaron al Gran Terror luego
de los intentos de asesinato de R y D´Herbois. Del 10 de junio al 27 de julio, el Gran terror cobró 1376
víctimas. La revolución pasó a ser obra de un gobierno, no del pueblo.
El 9 termidor una conspiración parlamentaria puso fin al dominio de R. No fue por sus fracasos, sino por los
logros de la revolución. Ahora que Francia no estaba en peligro directo de invasión, el gobierno de
emergencia podía desarticularse. Ya no había grandes enemigos a la revolución, tampoco había necesidad
de mantener la alianza con lo sans culottes.
Aunque no planteaba, ni logró una igualdad económica radical, R sí buscaba mayores niveles de igualdad.
Propuso el reparto de tierras expropiadas a los indigentes. La igualdad que buscaba era contradictoria, no
podía existir mientras hubiese propiedad privada, pero nunca se planteó suprimirla tampoco.La coalición en
su contra ganaba tamaño, la revolución ya estaba consolidada, y sus medidas radicales no parecían
satisfacer a sectores más conservadores. Ya no eran necesarios héroes, R faltaba a la convención y al club
de los jacobinos, comenzó su retirada de la vida pública antes de su derrocamiento, como si lo viera venir.
Su vida, su proyecto era la revolución, una vez concluidos, ya no tenía misión alguna.
Fehér, Ferenc
Capítulo 5: La justicia revolucionaria
El análisis de la justicia revolucionaria, su génesis y modus operandi, completa la morfología de la
democratie dirige. El mejor camino es la disección del acontecimiento paradigmático, el juicio al rey, del cual
no hay análisis fiables salvo el de Juarés. La línea divisoria es obvia. Los autores monárquicos o de derechas
consideran un crimen el juicio y la ejecución al rey. Los cronistas de izquierda saludaron el acto de regicidio.
Paradójicamente, los liberales, como Furet, muestran una notable indiferencia hacia la cuestión. En lo que
100
respecta a los hechos todos parecen estar en perfecta armonía, la persona del rey y su sino personal fueron
sólo factores efímeros en el gran drama.
El juicio al rey fue central y simbólico para todos los grupos políticos y todos los actores revolucionarios:
gradualmente fueron poniéndose de acuerdo acerca de su inevitabilidad durante el otoño de 1792, en el que
sería el acto fundacional de la república. LA posible responsabilidad legal del rey no era en sí un dilema
absolutamente nuevo planteado de hecho después de Varennes. Como dice Reinhard, la fuga del rey había
planteado unos problemas que la convención regicida se vio obligada a resolver. He aquí el resumen:
El 26 de junio de 1791, Duport presento ante la Asamblea constituyente la postura de los feuilants
entonces mayoritaria: el rey debía ser colocado por encima de los tribunales en virtud de su función.
Robespierre, Buzot, la izquierda, replicaron que el rey, primer funcionario del reino, precisamente por esta
razón, debía estar sometido a las leyes. Duport: el rey no puede ser tratado como un funcionario; es un
poder constitucional y enviarlo a juicio sería, a los ojos de la opinión pública, considerar su culpabilidad como
cuestión zanjada, y desde ese momento el poder ejecutivo se vendría abajo. Así, más de un año antes del
hecho, la gran objeción al juicio del rey había sugerido ya: un juicio de este tipo no podía ser un acto judicial
sino únicamente político.
El momento es sin duda crucial, pues aquí aparecen avant la Lettre, dos dilemas del juicio del rey. Por
una parte, todos los revolucionarios podían ver ahora el lío en el que se habían metido al hacer de una
persona cuya honradez debía ser puesta en duda, una rama independiente del poder, que por añadura,
había sido declarada inviolable. Está decisión anterior planteaba ahora un problema de gran magnitud que
iba a ensombrecer el futuro inmediato de la revolución, ya que, al menos entre los que constituían la amplia
e imprecisa coalición de la izquierda, no podía haber dudas, y sin dudas no las hubo después de Varennes,
de que la cohabitación con la monarquía se había hecho imposible. Por otra parte, la descripción de Reinhard
deja claro que ninguno de los grupos principales de la RF se molestó nunca en introducir la autoridad de la
ley como base de la república, al estilo americano y que para todos ellos la justicia era política. En este caso,
la moción de Duport logró imponerse. Dado que era la moción de una facción que deseaba terminar la
Revolución, la decisión, basada en mentiras patentes, era piadosa hacia el rey, mientras que el posterior
veredicto de la Convección, basado en consideraciones políticas, fu e despiadado.
Lo que en realidad sucedió entre Varennes y el juicio del rey ya en los días de la Asamblea Legislativa y
aún más después de la caída de la monarquía y en el momento de una invasión extranjera en suelo francés,
fue un grado de radicalización de la visión legal de todas las facciones revolucionarias que no podía
justificarse por un peligro externo o interno. He aquí dos ejemplos: el primero lo ofrece Vergniaud en el
discurso de 1792. Este dirigente girondino, abogado y político que iba a declarar concluida la revolución
pocos meses después, estaba visiblemente atormentado por las medidas justas o injustas tomadas contra
los curas refractarios que se negaban a prestar juramento. Sin duda la situación era de grave crisis política,
situación que hasta el gobierno más legalista habría resuelto poner ciertas medidas restrictivas. Y sin
embargo, la medida saludada por Vergniaud como de naturaleza política y de acuerdo con una justicia
rigurosa, tenía dos opciones: una aplicación colectiva o individual de la ley de deportación a los sacerdotes
refractarios. Después de muchas tergiversaciones, que presagiaban el comportamiento girondino durante el
juicio del rey, el grupo impreso de los girondinos se decidió por la deportación colectiva. El otro ejemplo es
de 1793, cuando el proceso revolucionario se encaminaba hacia el terror, donde Lindet, sugirió el proyecto
de una justicia revolucionaria sin formalidades legales.
Los revolucionarios, todos ellos considerados jacobinos por sus enemigos, llegaron al juicio del rey con
una conciencia más o menos clara de los problemas en juego, pero sin ninguna solución a ellos. El mejor
alegato a favor de su decisión proviene de Walzer. Tanto para él como para Fehér, el carácter de los
cimientos de la República, la cuestión de si fue un acto de deificación de la violencia o un acto que marco el
comienzo de la legalidad democrática, es esencial. Walzer, enemigo del Terror, pero partidario de la causa
de los regicidas, avanza con la tesis de que la condena y ejecución de Luis fue un acto necesario y que,
aunque formalmente censurable, no fue un crimen legal. Además, niega que lo ocurrido en el juicio de la
convención tuviera algo que ver con la llegada del imperio del terror, En su opinión el juicio fue más bien la
victoria de aquellos republicanos que más tarde se convertirían en victimas del terror. La tesis de Fehér es
por el contrario, que el juicio del rey fue un acto superfluo, más bien irrelevante, que no resolvió ninguno de
los problemas de la república. El juicio y la ejecución no tuvieron ni siquiera un acto negativo. Luis, nunca
llegó a convertirse en un mártir político influyente y su ejecución no desencadenó ninguna guerra civil.
Claramente, la República podría haberse ahorrado los fuegos artificiales. La decapitación personal de una
institución sólo puede ser crucial para los que intentan aplastar una tradición con actos simbólicos; en otras
101
palabras, para los que desean sustituir una vieja mitología por una nueva. Esta necesidad surgió sobre todo
porque los padres fundadores franceses no podían sentar la República sobre unas bases que no
sobrevivieran al propio acto fundacional. Legalmente, el juicio y la ejecución no fueron, como sostiene
Walzer- defiende principio republicano frente al monárquico- , la victoria de los enemigos y futuras víctimas
del terror, sino un peligroso entre futuras víctimas y futuros verdugos. Al hacer la ley revolucionaria, los
actores revolucionarios politizaron la ley e ilegalizaron la política. Hay un punto en que estoy de acuerdo
con Walzer: el crimen inicial fue cometido por el rey, y no imaginado por sus enemigos ex post facto.
La conclusión de Walzer: “El regicidio público es una manera absolutamente decisiva de romper con los
mitos del antiguo régimen, y por esa misma razón constituye el acto fundacional del nuevo”. Esto no era sólo
porque la monarquía se basaba en el principio del gobierno y personal, sino tb porque se basaba en la
desigualdad social y política encarnada en la persona divina, y por tanto inconmensurable, del rey. Su cuerpo
era el único cuerpo político, ya que, el rey era la única persona pública. Pero el cuerpo político del rey que
todo lo incluía y el cuerpo político recién surgido, que tb todo lo incluía, el de la nación no natural no podía
podían ocupar un mismo espacio político. Tenía que producirse una colisión entre ellos, y de hecho se
produjo en el caso de Luis XVI: “El estado fue reconstituido fuera del cuerpo del rey, y al rey le quedaron
poco más que sus honorables pretensiones y su dignidad”. Se planteo un problema especial, que como dice
Walzer: “Ser rey era ser inviolable. Estrictamente hablando el status era exclusivamente legal; se deducía
lógicamente de la posición del rey como fuente de la ley y la justicia”. Está posición no significaba que un
rey (como persona natural) no pudiese ser un pecador, ni tp implicaba que los reyes fueran la ley para si
mismos: “como delegados divinos, los reyes estaban sujetos a los designios de Dios, como cabezas de
cuerpos políticos, estaban sujetos a las leyes de la naturaleza”. Podían incluso convertirse en tiranos si no
respetaban las leyes fundamentales. Pero había un crimen que un monarca no podía cometer, y era la
traición, por la sencilla razón de que era la traición contra el mismo, el único cuerpo político.
Ha sido necesaria una detallada presentación de la tesis de Walzer, dado que su exposición es una fiel
descripción de la postura de los que juzgaron y ejecutaron al rey. De esta visión se desprende que la
convención realmente juzgo a dos personas en una: un sujeto ficticio-simbólico y un sujeto personal- real.
El sujeto ficticio fue “Luis XVI, el tirano”, en otras palabras el símbolo del gobierno monárquico antes de
1789, que debía ser destruido en su cuerpo natural para que la mística del poder real cediera pasó a la
república. No se trataba de un cuerpo legal y en consecuencia no podía ser juzgado. El sujeto personal-real
era el rey tal como había gobernado después de 1789, dentro del marco del compromiso alcanzado por él y
la Asamblea y santificado por la constitución de 1791, que no podía ser un “tirano”, ni siquiera en el sentido
filosófico de la palabra, pero que, ciertamente, había cometido el crimen del que se le acusaba, aunque no
se probara de manera legal.
Se podrían hacer las siguientes observaciones sobre el juicio del personaje simbólico: juzgar y ejecutar
a una persona no por sus hechos sino por haber sido el símbolo de un principio no tiene nada que ver con
la justica; en consecuencia, no se puede basar en esto ningún juicio que sea legal en algún sentido. (Esta
fue la posición de los radicales, que negaron el carácter legal del procedimiento). En segundo lugar, la
ejecución de símbolos para romper con los viejos mitos es un acto igualmente simbólico, no legal, que marco
el inicio de nuevos mitos, no necesariamente menos opresivos. Hannah Arent tenía toda la razón contra los
revolucionarios franceses cuando afirmaba: “el acto de fundación tiene que ser un acto de justicia superior
al hasta entonces imperante. En tercer lugar, si la convención quería juzgar a Luis el Tirano tenía que
enfrentarse a múltiples dilemas ninguno de los cuales era solucionable. Legalmente, el monarca, o el tirano,
no eran responsables ante la revolución, ya que, como el mismo Walzer ha demostrado, antes de la
revolución, había sido la fuente de la ley y de la justicia, sin más autoridad que Dios sobre él. Moralmente,
la revolución volvió esta página en el libro de la historia al ofrecerle simbólicamente el titulo de primer
funcionario de la nación. Por último, políticamente la eliminación del símbolo de un sistema mediante la
decapitación de una persona, fue un total fracaso, ya que reforzó el principio que intentaba debilitar: el de
una autoridad caprichosa y arbitraria cuya voluntad es la ley.
Problemas de diferente tipo, surgieron con el juicio del sujeto personal-real, Luis XVI, el primer
funcionario de la nación, que realmente había cometido el crimen del que era acusado. El crimen estaba ahí,
pero no podía ser probado. Estaba además, la cuestión de la inviolabilidad. La cláusula de la inviolabilidad
de la primera constitución fue una innovación particularmente a ciega de los que pergeñaron el compromiso
entre la monarquía y la Asamblea, que por razones, buenas o malas, nunca intentaron seriamente respetar
los términos de dicho compromiso. Pues inviolabilidad significaba la misma garantía concebida a todos y
cada uno de los diputados, en cuyo caso era un atributo bastante carente de sentido en un rey, aunque fuera
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el primer funcionario, o bien significaba una genuina inviolabilidad real, aún más reforzada al declarar por
añadura sagrada su persona, extraño atributo sin duda para el primer funcionario de la nación. El rey era
sólo legalmente responsable de los hechos cometidos después de ese voto, en su condición de ciudadano
común. A menos que los diputados de la Convención decidieran rechazar todo el pasado de la Revolución
no podían legalmente eludir la garantía constitucional que ellos mismos habían concedido al rey.
El hecho es que las dos concepciones subyacentes al juicio, correspondientes a las dos personas en
una del acusado, se fundieron en una retórica confusa en ambos extremos de la Convención, tanto entre los
Girondinos como entre los Jacobinos. Los primeros defendieron que cuanto más respetara el juicio las
formalidades de la justicia, y más justo fuera el veredicto y la sentencia, más sólidamente quedaría
establecida la idea de justicia como fundamento de la república. Y segundo, los girondinos se impusieron en
una cuestión crucial. Decidieron, en contra de la tendencia jacobina, que el modo de saldar cuentas con el
tirano debía ser un juicio formalmente legal. La Girondina estuvo dirigido contra el segundo acusado mientras
que los jacobinos iban dirigidos contra el sujeto simbólico. La diferencia real entre las dos facciones había
de buscarse en una cuestión extralegal: en sus objetivos estratégicos: LA Girondina no puede ser exonerada
de la acusación de actuar, al menos en parte, con ánimo de venganza: el rey había cerrado persistentemente
el paso de su partido al poder ministral. Los jacobinos no tenían inquinas personales contra el rey. No fueron
pues ambiciones frustradas las que los movieron. Más aún, se habían opuesto a los objetivos tácticos de los
Girondinos. Los jacobinos tenían dos objetivos distintos como revolucionarios filosóficos deseaban poner
en escena el funeral simbólico del principio monárquico como acto de realización de las promesas de la
filosofía. En segundo lugar, deseaban trazar una clara línea divisoria entre la nueva república de la virtud
que había de surgir y el inconstante pasado de la revolución, sin cortar formalmente el cordón umbilical. La
ejecución del rey pareció servir idealmente para ambos. Como consecuencia no tropezaron con las
dificultades legalistas de los girondinos.
Sin embargo, había dos concepciones diferentes del juicio entre los jacobinos: las de Saint- Just que
parte de un concepto del derecho natural revolucionario que da lugar a unos principios de enjuiciamiento y
acción distintos de la justicia formal y ajenos a ella. Sobre esta base, divide al mundo en una comunidad de
ciudadanos unificados por el contrato social y por su solidaridad recíproca y la existencia solitaria del tirano
que está fuera del contrato social: “ yo digo que el rey debía ser juzgado como un enemigo, que debemos
no tanto juzgarlo como combatirlo”. En cambio, el primer gesto de Robespierre es hacer trizas ambas
ficciones, la de un derecho natural positivo e incoherente y la de un derecho moralizador, de base filosófica,
a pesar de ciertos vestigios de la segunda en sus discursos: “Luis no es un acusado. Vosotros no sois jueces.
Sois y sólo podéis ser hombres del Estado y representantes de la nación. No tenéis un veredicto que dar a
favor o en contra de un hombre, sino una medida que tomar a favor de la seguridad pública, un acto
preventivo que ejecutar a favor de la nación”. “La legalidad republicana sólo puede acceder a sus derechos
después de que la fuente y la encarnación personal de un derecho personal de un derecho rival y diferente
haya sido eliminada”. El juicio de un rey no es un juicio propiamente dicho, ya que no puede terminar con la
absolución (condena de quienes lo juzgaron). El estado de insurrección equivale para Robespierre al estado
de naturaleza, el de guerra de todos contra todos. El juicio del tirano es sólo el acto aislado más importante
de esta insurrección.
El elemento principal que tiene en común la tesis de Saint- Just y Robespierre es la negación de la ficción
legal implícita en la postura mayoritaria. Están de acuerdo que el proceso puesto en marcha no era un juicio
sino una decisión política.
El juicio al rey se convirtió en el acto fundacional simbólico y decisivo de la república por las siguientes
razones: Primero, contrariamente a lo que supone Walzer, no fueron los principios de una justicia republicana
los que rigieron el juicio, sino una confusa mezcla de principios, supuestamente legales que no podían
encontrar base legal alguna para su procedimiento., combinados con la defensa de un retorno al estado de
naturaleza, con su consiguiente licencia para matar, y una filosofía supe radicalizada de la historia, basada
en la eliminación de la justicia. Segundo, es una ilusión creer que los partidarios de la ley se salieron con la
suya. Es imposible saber qué forma de castigo tenían in mente Saint- Just o Robespierre cuando se
declararon a favor de una decisión política y no de un acto de enjuiciamiento legal. El interés de la causa
está por encima de la idea banal de justicia.
LA forma real de la justicia revolucionaria, como imperio del terror, nació orgánicamente del desdichado
compromiso cuyo resultado final fue el juicio al rey. La justicia revolucionaria combinó en la práctica las tesis
principales de Robespierre y Saint- Just. Se basó en la máxima de Robespierre de que el estado de
insurrección es un retorno al estado de naturaleza en el que ya no rigen las normas legales. Y de Saint Just
103
la idea innovadora de que el rey nunca había formado parte del contrato social, y en consecuencia, no se le
podían aplicar sanciones legales ni protección legal. A esto se le agrego la prohibición de las formas legales
de Robespierre: donde los motivos importaban muy poco,” era suficiente que la opinión pública acusara a
un ciudadano de crímenes, de los que no había pruebas escritas, si las pruebas estaban los corazones de
todos los ciudadanos ultrajados”. La teoría de Saint- Just de que los tiranos están al margen del contrato,
había sido adoptada por la dictadura jacobina.
La justicia revolucionaria tp carecía de bases filosóficas. Todos los definidos como enemigos deben ser
no sólo incapacitados temporalmente o dejados fuera de juego; sino tb, por el contrario, castigados por
inmoralidad. Al convertirse en el fundamento del código penal, la política moralizadora apenas conoce algún
otro castigo que el de la pena de muerte, ya que la tierra debe purificarse de los monstruos morales. Por esa
misma naturaleza, los castigos morales no son provisionales, ni están condicionados por los requerimientos
de las situaciones de emergencia. Al traducirlo al lenguaje de la administración de un determinado tipo de
ley, que no conoce estipulaciones formales porque tiene principios, se convierte inevitablemente en un
sistema de terrorismo auto engendrado y permanente.
El problema principal, que según Fehér no ven los estudios comparativos sobre el terror es si es un
carácter transitorio o permanente el del terror bajo el régimen jacobino, aunque son útiles porque contribuyen
al mito de la violencia como necesidad inherente de las revoluciones.
Fue un irónico y terrible giro de la historia que, de todos los simulacros de juicio del régimen, el más
carente de formalidades legales, el que no tuvo siquiera una apariencia de justicia, y en consecuencia el
más revolucionario en el sentido de Saint-Just, fuera el juicio termidoriano al que fueron sometidos
Robespierre, Saint-Just y los dirigentes de su partido “deben morir de inmediato, preparen la guillotina…
libremos a la tierra de este monstruo”.
Sazbón, José
“La revolución anti historicista de la RF”
Es sabido que la historia de la Revolución generó, a su vez, una historia, la de sus interpretaciones, y
que está forma parte de la historia cultural y política que la alimenta y sobre la cual reviste. En general, las
lecturas del proceso revolucionario compartían una ratificación de su existencia y tb el reconocimiento del
carácter unitario que había revestido como configuración épocal y articuladora del curso de la historia
mundial. Revolución como tal, unidad procesual y centralidad histórica constituían propiedades conexas que
daban al fenómeno un lugar de excepción, más allá de las querellas de su índole, causa, desarrollo y
resultado. Una nueva actitud, en cambio, surgió y se afirmó desde los 50 aclimatando, en sus diferentes
vertientes, un acentuado recelo no sólo sobre el papel central de la RF en la historia moderna y sobre la
globalidad que integran sus episodios, sino tb sobre la misma existencia empírica de una secuencia acotada
que pudiera recibir, sin inflación conceptual, el nombre de revolución.
Con respecto a la primera, se puede decir que la centralidad de la RF en la historia mundial fue
cuestionada desde dos perspectivas distintas: mientras ciertos enfoques relativizaban la ejemplaridad
eminente de la revolución, alegando tanto la integración de la misma en una cadena de estallidos en todos
lados, como por otro lado, la existencia de una onda revolucionaria de largo respiro. Otros encuadres, en
este caso filosóficos y políticos hacían notar que desde el punto de vista de los valores y las prácticas
canalizado por ella, en la medida en que existió, había sido nefasta. En un caso, la centralidad quedaba
reducida a una cuestión de grado: la RF sería sólo una de las múltiples revoluciones que entre 1770 y 1848
sacudieron a Europa (palmer). En el otro, la centralidad era afirmada pero simultáneamente denunciada
como génesis de una continuidad revolucionaria signada por la compulsión ideológica y el terror a la que, se
opone, como contraste la revolución norteamericana en cuanto a las libertades. Es decir, que la RF es vista
como origen de totalitarismo (Héller y Fehér).
La cuestión del carácter unitario:
Quienes desechan la imagen de un proceso global internamente articulado son los mismos que
impugnan el supuestamente nítido carácter burgués de sus ejecutorias. No sólo la coexistencia en su seno
de diferentes fuerzas sociales, sino la ambigua naturaleza de la tendencia dominante es lo que ha
despertado el recelo en la corriente revisionista. Está a su vez ha nutrido sus tesis de con los mismos
resultados de la historiografía ratificadora de la revolución burguesa.
A decir verdad, la unicidad del impulso revolucionario fue tempranamente cuestionada por los
contemporáneos. De hecho, la relación problemática entre principios liberales y principios democráticos se
convertirá en un tópico de variadas inflexiones.
Pero lo peculiar de la reciente historiografía revisionista es su operación de cesura entre las primeras
etapas de la revolución y el posterior crescendo dramático que llega a la guerra, la república y el terror, es
decir las fases de auge del sentimiento nacional y democrático propio de la segunda revolución. Aunque
descrean de cualquier lógica de los procesos revolucionarios, Cobban y Furet se declaran convencidos de
que los fines de la revolución ya se habían alcanzado en el momento en que se inicia aquel crescendo.
Desechando uno y otro el módulo de la revolución burguesa ( que unifica los avatares de la revolución
descifrando sus episodios como alternativas de una lucha de clases unidireccional hasta su desemboque
hegemónico), Cobban reivindica el pluralismo de los móviles y los resultados – “no hubo una revolución-
sino muchas”- mientras Furet subraya la contradicción entre el derepage “permanente de la revolución y su
naturaleza social, indicando que el verdadero concepto a interrogar no es el de revolución burguesa, si no
el de situación o crisis revolucionaria”. Cobban entiende que hablar de la Revolución ahora es suscribir una
verdadera falacia; Furet juzga que ya en su momento la revolución constituyó “lo imaginario” de la sociedad
cristalizado como historia en curso.
Con todo, el rasgo más provocativo del relativismo revisionista es su latente amenaza de acabar con la
existencia misma de la Revolución. No siempre está claro si lo que se impugna es el complejo histórico así
denominado o bien la adecuación del concepto que la abarca.
106
Estos procesos de distanciamiento crítico hacen que los hechos puntuales debiliten su relevancia en la
lógica de la explicación; la historiografía tradicional sólo conserva esos momentos memorables como
articuladores de un mito, como un relato de los orígenes. La contrapartida positiva de la relativización de las
coyunturas es la consistente preferencia por el largo plazo, por las confrontaciones epocales, en esto,
Cobban y Furet, cada uno a su manera son tocquevillanos.
Estas y otras deconstrucciones de la llamada Gran Revolución buscan neutralizar la saturación filosófica-
política de la historiografía. Pues la postura de Cobban, Furet y Levis Strauss entre otros se puede definir
de revisionista-relativista (pues tiende a desacreditar el énfasis en la revolución como instauradora de una
nueva sociedad) y anti historicista, ya que los supuestos teóricos que moviliza son hostiles a la reconducción
de una conciencia histórica. Tb mantienen una variable distancia crítica con los marxistas. En quienes
suscribe tal revisionismo, anti historicista es más que un sesgo de su enfoque alternativo más que una
propuesta fundamentada. Tb hay que advertir que este sesgo no supone una versión compartida y unívoca
del historicismo que combaten o desdeñan.
Para el revisionismo anti historicista, la voz de la libertad y de la ciudad futura se han apagado, o bien
han dicho cosas diversas o ambiguas. Su degeneración de la Received View progresista de la RF es tb un
rechazo de las lecciones que ésta ha incorporado a la conciencia o el sentido históricos, y del eventual
significado instaurador o prototípico de la gesta que está en su fuente.
II
La tesis revisionista de Cobban puede distribuirse en dos grandes aparatados, uno de los cuales abarca
sus criticas específicas sobre la subsunción de los hallazgos historiográficos en los cuadros descriptivos de
la sociedad francesa del XVIII, y el otro su alegato más general a favor del establecimiento de una
interpretación global de la revolución que otorga a cada plano analítico involucrado la autonomía que de
derecho le corresponde.
No es preciso entrar en el detalle de las diversas formulaciones correctivas que Cobban propone para
desmontar la versión predominante de la Rev. Burguesa, cuyo imperio él adjudica a la historia ortodoxa de
la revolución.
Brevemente, indican: la absoluta impropiedad del concepto de feudalismo para caracterizar a la Francia
del 89 y la no menos inadecuada adjudicación de un móvil capitalista al núcleo social activo en la marcha y
desemboque de la revolución. Cobban alega que la única aceptación residual de feudalismo se restringía a
la persistencia de los derechos señoriales, y como la burguesía no se propuso inicialmente abolirlos ese
plano no ofrece una corroboración empírica del derrumbe del feudalismo. Además la composición real de la
Burguesía revolucionaria, el crítico halla que ésta estaba integrada más bien por miembros de las
profesiones liberales y detentores de puestos venales, y no por hombres de negocios. De allí que las
consecuencias económicas de la revolución denuncien la consolidación, no de la esperada clase capitalista
típica de la revolución burguesa, sino de una burguesía de terratenientes. Cobban denuncia a Lefebvre y
Soboul de reducir la Rf a una operación determinista de cierta ley histórica. En este sentido coincide o sigue
la línea de Popper de descartar la posibilidad de formular una ley a partir de la observación de un proceso
único criticando a las filosofías de la historia como el marxismo.
Parece posible determinar aquí el verdadero punto en que Cobban se une, desde su particular
perspectiva empírica, a la corriente anti historicista que en las últimas décadas ha cuestionado el acceso
marxista y ortodoxo a la RF. Los pasos en esta dirección son los siguientes:
Rechazo de la idea de una totalidad conceptual que sea el correlato de una aprehensión
globalizante del fenómeno ( “no existió la revolución”)
Impugnación de las rupturas y discontinuidades en el desarrollo social: la Rev., o es un mito,
o, en todo caso, designa modificaciones de largo plazo ( “hay que olvidarse de 1789 y avanzar o
retroceder en el tiempo”)
Negación de la consistencia social de un sujeto históricamente generativo y portador de una
nueva trama de relaciones sociales y políticas (insatisfacción generalizada con el concepto de
burguesía)
Desestimación de la conciencia revolucionaria como vector de una configuración objetiva,
unitaria en su inscripción histórica, que la historiografía puede tomar en consideración para su
figuración de la sociedad de la época ( “ los sant- cullotes son una categoría política, no social)
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Marginamiento de la historiografía proclive a restituir las alternativas de una acción que
involucra la posición histórica de los agentes (“se está con la Revolución o contra ella”), a favor de
una recomposición de los mecanismos inerciales subyacentes (“el estudio de las pautas sociales”);
sustitución, entonces de las categorías políticas por el análisis social y de la historia narrativa
(elaboradora de síntesis) por la historia analítica (que descompone sin reconstruirlas).
III
Mientras que en Inglaterra y en EEUU la RF es un tema académico confinado a los especialistas, en
Francia ella involucra la propia conciencia histórica, escasamente inmune al desgarramiento de los
hábitos mentales que trae consigo el nuevo enfoque.
Para la siguiente presentación del revisionismo de Furet, conviene tener presente esa fulguración del
hecho revolucionario en la conciencia francesa y su función articuladora de una religión cívica nacional.
En definitiva, es preciso entender la efusión de Furet como una expresión sectorial de la generalizada
reacción antihisitoricista que se abrió paso en Francia en la segunda mitad de los años 70. Tributario de
algunas tesis innovadoras de la historiografía anglosajona (en particular, la relativización del
componente K de la RF, y por lo tanto, el cuestionamiento de su carácter de rev. Burguesa) y afín a una
filosofía política liberal, el planteo historiográfico y la polémica revisionista de Furet se articulan en un
discurso que apela a diversos signos de reconocimiento particularmente notorios en el medio parisino.
Pueden enumerarse varios aspectos de la deuda de Furet con las intransigentes formulaciones anti
historicistas que tienen en Levi- Strauss su expositor más brillante e influyente:
a) Hace falta renunciar a una familiaridad recurrente con el fenómeno de la Revolución. La
búsqueda de totalidades es una práctica viciosa de la que hay que desprenderse para acceder al
plano de la elaboración científica. Se trata pues de aislar ciertos elementos y de abordar un problema,
no un periodo. Ambos se desentienden de una recuperación de las vivencias y constituyen el hecho
histórico por abstracción.
b) Ambos subrayan como uno de los problemas esenciales de la historiografía de la Revolución
“el del empalme de los niveles de interpretación con la cronología del acontecimiento. Ambos buscan
demoler la concepción de un devenir de la historia cuya trama continua sería permeable a la
reapropiación del historiador, con el resultado de duplicar acríticamente en la disciplina los
espejismos de conciencia del actor histórico.
c) Levi- Strauss entiende que el involucramiento político del hombre de izquierda en los avatares
de la RF deriva de una forma ya caduca de la conciencia histórica. Es como si ciertos períodos de la
historia irradiaran una iluminación prospectiva que posee una permanencia variable; mientras no se
debilita la fuente de claridad, los hombres de una época posterior vivirán impregnados de la
atmosfera originaria; extinguida la fuente, el reconocimiento deja paso a la extrañeza
d) Ambos exhortan, en definitiva, a transcender la esfera encantada de los hechos
revolucionarios por medio de una torsión de la perspectiva que permita alejarse de la historia de la
participación para instalarse en la etnología- observación
e) Cobban entiende el mito revolucionario como una construcción historiográfica ilusoria y
carente de respaldo empírico, mientras que Furet y Levi descubren en él una dimensión ineludible
de la conciencia colectiva. Para el primero, se trata de un forma de conocimiento: su paradigma es
el mito platónico de la caverna; para los últimos, de un hecho de cultura, que funciona al modo de un
mito de los orígenes (Furet) o de una edad de oro de la conciencia histórica (Levi), cuya fascinación
ideológica comienza a esfumarse (Furet) o bien ya ha terminado (Levi).
Ciertamente, Furet actúa como bisagra entre la historiografía revisionista de impronta inglesa y la
antropología renovadora del estructuralismo francés. Comparte la operación disolutoria iniciada por
Cobban al mismo tiempo que suscribe la teoría del espejismo impulsada por Levi Strauss: suma las
imputaciones puntuales del primero a la demolición general del segundo; potencia, así, el escepticismo
empirista con un racionalismo agnóstico. Pero uno y otro acumulan sus efectos en la disolución del
fenómeno revolucionario consolidado: pues si la teoría del dérapage mostraba el despeñamiento de la
revolución en una vía muerta, la desnivelación de sentidos entre el proceso decantado y la
intencionalidad de los agentes muestra una estructura coriácea al acontecimiento que la percute sin
alterarla. El divorcio absoluto que comprueba Furet entre el sentido de la historia objetiva de la revolución
por un lado y el sentido que los revolucionarios dieron a su acción por otro, es claramente tributario de
la estratificación paradójica que adjudica Levi Strauss al juego de la historia.
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