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Primera parte

Origen técnico de las formas básicas, tipos y símbolos de la arquitectura

Sección principal. Introducción

§ l. Generalidades':-
El arte posee su propio lenguaje, compuesto de tipos formales y símbolos que se configura-
ron de las más diversas maneras en el curso de la historia de la cultura y que son comparables
a los que se dan en el ámbito de la propia lengua.
La investigación lingüística más reciente aspira a demostrar las relaciones de paren-
tesco existentes entre los diferentes idiomas del hombre, a retroceder en el curso de los siglos
para buscar, siguiendo su itinerario, la formación de las palabras y retrotraerlas a uno o más
puntos en los que se hallen sus formas comunes primigenias. Se ha conseguido así que el co-
nocimiento lingüístico se haya convertido en una ciencia notable y apreciada, hasta el punto
de facilitar el estudio práctico de las lenguas y arrojar una sorprendente luz sobre el oscuro
ámbito de la más temprana historia de los pueblos. Puede, por tanto, resultar justificado y
conveniente hacer un esfuerzo análogo en el campo de la investigación artística, aplicado a
observar con la misma atención el desarrollo de las formas del arte a partir de sus primeros
brotes y raíces, de sus procesos evolutivos y de sus ramificaciones.
Esta advertencia no seria necesaria si no se hubiera extendido una cierta desconfianza
sobre aquellas investigaciones relativas al origen de las formas básicas y a los símbolos arquitec-
tónicos que, como resultado de estériles cavilaciones, con frecuencia han conducido a errores
nocivos y falsas teorías en este campo. Puede recordarse a este propósito el intento, cien veces
repetido desde Vitruvio, de querer derivar el desarrollo del templo dórico, en todas sus partes
y elementos de articulación, de la cabaña de madera; o el error, que incluso llegó a compartir
[Franz Christian] Gau, según el cual el templo egipcio debe su origen a las moradas de los troglo-
ditas. Esta presunción le llevó a formular teorías totalmente falsas sobre la historia de la cultura
de los egipcios, como la de hacer descender la civilización asentada en el valle del Nilo de las
fuentes de este río, dando como resultando una explicación contraria al desarrollo que aquella
siguió, según se desprende de todos los documentos históricos y monumentales, y de la propia
naturaleza de las cosas. De acuerdo con esto, la construcción de cuevas tenía que configurarse
como el tipo básico en la India (algo que tal vez aún resulta aventurado afirmar) y la tienda de
campaüa de los mongoles debía servir como prototipo de la cubierta curvada de los chinos.
Estos intentos parten de una justa valoración de la importancia del parentesco ori-
ginal de las fo rmas artísticas, si bien se procedió como si uno quisiera reducir las diferentes
lenguas al balbuceo de los niños, a las voces naturales inarticuladas del mundo animal o a
los gritos pescheriik-'' de las tribus más salvajes, lo que creo que no se ha dejado de intentar.
La investigación en lingüística comparada ha demostrado que aquella lengua a la
que directa o indirectamente se pueden reducir todos o la mayoría de los idiomas del mun-
do antiguo, sean vivos o muertos, es, entre todas, con seguridad, la más rica de vocabulario
y la más flexible, y que la aparente pobreza lingüística que se atribuye a la niñez del género
humano se reveló, en un examen estricto, como atrofia, abandono o enmudecimiento
violento de organismos lingüísticos más primitivos o ricos. En ciertos casos, en las formas
lingüísticas de determinados pueblos se delata una aparente originalidad fingida, simulada,
suscitada e incluso fomentada por sistemas político-sociales, como, por ejemplo, entre los
chinos, que no conocen la flexión en las palabras y cuya lengua se compone de elementos
que se alinean unos junto a otros de modo inarticulado y no flexible. Con todo, esta
ingenuidad, esta simplificación, se revela como más propia de la cultura budista que de un
primitivismo infantil.
Lo mismo podemos decir en relación con el lenguaje de las formas artísticas.
Allí donde creemos escuchar sus primeros balbuceos, en la mayor parte de los casos,
aunque no siempre, se trata de la degeneración de condiciones artísticas desarrolladas
antes con mayor riqueza; igual sucede con las relaciones sociales de los pueblos en los que
observamos aquellas formas supuestamente primitivas. Cuando menos es lo que se puede
demostrar respecto a los habitantes de la Antigüedad, a juzgar por las huellas que nos han
llegado de su existencia. Las tribus más rudas que conocemos proporcionan no tanto la
imagen de un estado primitivo de la humanidad, sino, más bien, la del reconocimiento de
su propia depauperación y despoblación. En muchos casos se da en ellas un retroceso a
un estado de salvajismo anterior, o más bien una disgregación en los elementos de su viva
estructura social.
Así, el régimen de patriarcado en la llanura del Éufrates no es más que un resto del
despotismo tal como este debió haber existido antes de Abraham y que se distinguió por el
desarrollo de grandiosas estructuras estatales. Si el patriarcado fuera la forma originaria de la
sociedad, la misma condición debería mostrarse por doquier en sus comienzos. Pero este no
es en absoluto el caso. Por ejemplo, en ciertas culturas hubo, y hay aún, tribus semejantes:
los hérulos sin ir más lejos, de los que existen testimonios escritos que explican cómo
despreciaban y mataban a los ancianos debilitados, cómo asaban y devoraban a sus padres,
lo que aún es usual en algunos pueblos de los mares del sur.
Las tribus que ahora apacientan sus rebaños sobre las desoladas colinas que escon-
den las ruinas de Mesopotamia desconocen, como Abraham, las épocas en que, más de una
vez, sus antecesores se unieron para construir poderosas y grandiosas estructuras sociales, de
tal modo que sus tiendas provisionales y campamentos (smalahs) actuales pueden con toda
razón considerarse tanto el símbolo de su nomadismo y carencia de patria como el tipo ,. Sobre la numeración de los § véase la nota que acompaña
originario de la arquitectura oriental. a la referencia a Der Stil en la bibliografla. (N. del E.)
·•··• Pescherdh (sic, en el texto origin al), también peshére o
~;o otra cosa sucede a propósito de las tribus que, una tras otra, inundaron Europa pesheréé, era una ceremonia de los chamanes selk'nam, que fi-
procedentes de Asia. Todas trajeron con ellas reminiscencias de anteriores condiciones naliza con un intercambio general de o bjetos, acompañado
de continuos gritos de peshére o pesheréé. (N. del T.)
sociales más cultivadas, menos borrosas en aquellos pueblos indo-germanos que poblaron
.,,.,,. Yápigos, primitivos pobladores de la región de Apulia;
por vez primera el sur de Europa, los greco-italianos, etruscos y yápigos''.'''' traducción latina del griego 'Jam;yia , Yapigia, que deriva
En el norte y el oeste los fineses se sitúan en los límites de la historia. Pertenecen de la antigua población de los apu lios, yápigos, y que en
época prerromana habitaban la parte cen tro-septentrional
a una forma de cultura desarrollada muy armónicamente, que se remonta a la invención de la región, la actual Puglia italiana, con capital en Bari.
de armas y utensilios de bronce, pero que, quizá, pudo haber olvidado su uso, como se (N. del T.)

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afirma de los neozelandeses; su destreza en la talla de madera y las maneras asiáticas en las
artes aplicadas sugieren la posibilidad de que hubieran tenido que renunciar a utilizar los
metales, tan escasos en la nueva patria. El rico idioma de los fineses y los fragmentos aún
vivos de su poesía, tan perfecta, nos demuestran que su condición, que podía ser en realidad
muy primitiva, no lo sería en su origen.
A ellos les siguieron los celtas, que se abrieron paso hasta las regiones más exteriores
de Europa, donde retrocedieron de su condición de agricultores a la de cazadores y pescado-
res. Los celtas conocían el uso del bronce y supieron sacar provecho de él. También fueron
los expulsados proscritos de una sociedad, cuyas formas sociales primitivas solo conservaron
fragmentariamente en la migración. Les siguieron los germanos, expertos en el hierro, del
que se valieron. También estas hordas germanas, sin conexiones nacionales, ligadas solo por
una lengua común, fueron proscritos sociales sin patria y volvieron probablemente a una
condición más salvaje que la de sus antepasados a causa de su largo deambular. 1
Fineses, celtas, germanos, escandinavos, eslavos, todos guardan reminiscencias de
un desarrollo anterior, de modo que con ellos llegaron a Occidente aquellas tradiciones
arquitectónicas primigenias. Tras la caída del Imperio Romano y la nueva configuración
de la sociedad que trajo consigo, actuaron como elementos activos de la nueva estructura
social y del nuevo arte procedente de esta. Creo que la importancia y el significado de esta
nueva situación no han sido aún reconocidos en toda su magnitud. Pueden recordarse
aquí, de momento y solo de modo indicativo, las notables construcciones palafíticas de
los fineses en las orillas de los lagos suizos, las enigmáticas construcciones de piedra en los
páramos del oeste de Europa (atribuidas, quizá erróneamente, a los celtas), la disposición en
atrio de los salones para celebraciones festivas [Festhallen] de los escandinavos, los tapices y
relieves de color en el templo de Rhetra de los Obodritas, junto al lago Tollensee, ricamente
ornamentado, así como el no menos admirable templo de Uppsala, y también las cabañas
alpinas decoradas con una amplia gama de colores y ornamentadas con ricas incrustaciones
de madera. De manera semejante aludo a las alhajas irlandesas o a las tallas en madera la-
brada escandinavas, en las que casi de idéntico modo destaca un raro, intrincado y sinuoso
principio de la ornamentación que parece a la vez antediluviano y sombríamente caótico,
con formas ornamentales del período de Carlomagno en conflicto con las de los Antiguos,
es decir, con las greco-latinas, a las que se ligan por medio de nuevas relaciones.
Las formas sociales aparentemente más primitivas, a causa de acontecimientos
naturales o catástrofes políticas, se muestran como bloques erráticos, por así decir, como
fragmentos desprendidos de grandes acervos de cultura preexistentes.
Contrariamente, dentro del apreciable campo de la historia de la cultura se comprue-
ba en todas partes el fenómeno de la conjunción de nuevas formas sociales, compuestas de
fragmentos como los señalados y vueltos a unir por algún acontecimiento natural. Aún con
más frecuencia esa conjunción está motivada por la necesidad de defensa y por la general
codicia de poseer la propiedad del opulento vecino. Cada uno de estos fenómenos, por su
parte, constituye de nuevo un conglomerado, resultado de una fusión de residuos de lo más
heterogéneo procedentes de formas sociales aún más antiguas, destruidas mucho tiempo atrás.
Sin esta premisa cierta, sin el conocimiento de las reminiscencias que perviven en
las tribus más rudas a partir de la existencia temprana de formaciones estatales antiguas, no
podría en absoluto explicarse, como demuestra la historia, el surgimiento repentino de nue-
vas formas sociales. Por lo mismo, y todo habla a favor de ello, resultaría ocioso pretender
escuchar sigilosamente, sobre el suelo del mundo antiguo, a la sociedad en sus primeros
procesos de formación, e igualmente imposible, creo, seguir el rastro de la arquitectura
hasta sus primeros pasos en cuanto expresión y recipiente de los organismos sociales.
Así resulta, por ejemplo, que el arte egipcio, que aparenta ser el más primitivo, si
lo examinamos más de cerca nos parece, como mínimo, de importancia secundaria com-
parado con las sucesivas etapas de desarrollo que, según su autentica edad de nacimiento,
son anteriores a aquel en varios miles de años y presentan combinaciones más complejas,
como muestra el arte asirio, cuyo carácter y gran significado artístico e histórico-cultural
solo hemos podido conocer a partir de los descubrimientos más recientes. '
El examen detallado de tan ardua cuestión se hace necesario en la segunda parte
de este libro. Aquí por de pronto, y con relación a ello, solo se plantean dos tesis, cuya
verificación debe probarse en todo lo que se trata a continuación.
1) Al observador atento se le presentan en todas partes (sea donde fueran descubier-
tas las huellas monumentales de organismos sociales extintos) determinadas formas-base
[Grumijormen] o tipos artísticos que en unos lugares se muestran con claridad pues no han
sido borradas, y en otros aparecen oscurecidas debido a una reconfiguración de orden secun-
dario o terciario. Pero son siempre las mismas y, por consiguiente, resultan más antiguas que
todos los organismos sociales de los que se conservan huellas monumentales o de los que tene-
mos noticia por lo que se refiere a su arte específico.
2) Estos tipos proceden de las diferentes artes técnicas, las cuales, tanto en su ver-
sión más primitiva como en una más avanzada, han constituido siempre el testimonio de
la protección originaria de la sagrada llama del hogar (el símbolo ancestral de la sociedad y
de la humanidad en general). Así se conservaron significados simbólicos muy antiguos (en
parte en un sentido hierático tendencioso, en parte en un sentido estéticamente formal),
pero que nunca se dejaron totalmente de lado en su utilización técnico-espacial originaria,
sino que también continuaron teniendo aquel sentido para actuar en efecto como factores
decisivos en reconfiguraciones posteriores de las formas arquitectónicas.
Sin la consideración de la influencia ejercida por las artes técnicas más antiguas
en el origen de las formas y tipos de la arquitectura, es absolutamente imposible tener de
ella una comprensión justa. En efecto, del mismo modo que las raíces de la lengua afirman
siempre su validez y, en las posteriores reconfiguraciones y extensiones de los conceptos
a ellas ligadas, reaparecen siguiendo la forma básica (de manera que resulta imposible
crear para un nuevo concepto una palabra completamente nueva sin malograr su primera
función, es decir, la de hacerlo comprensible), así, y en mucha menor medida, se pueden
l. Un pueblo dedicado activamente a la agricultura y
desechar y dejar de tener en cuenta los tipos más antiguos y las raíces simbólicas del arte.
a la cría del ganado no responde a ninguna condición
El público atento y la mayoría de los arquitectos en activo siguen estas tradiciones primitiva, sino, como los pobladores originarios de
de modo inconsciente, pero lo hacen con el mismo provecho con que la lingüística Norteamérica, simplemente a un estado aún silvestre.

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comparada se dedica a la investigación y con que los actuales artistas de la oratoria abordan
el estudio de los parentescos ancestrales entre las lenguas. Aquellos arquitectos capaces
de reconocer el significado original de los símbolos más antiguos de su lenguaje y de dar
cuenta de él son adelantados de su arte, que saben transformarlo históricamente en su
forma y significado.
Pienso que no está lejos la época en que, actuando en conexión recíproca, apa-
rezcan tanto la investigación de las formas de la lengua como la dedicada al estudio de
las formas artísticas, lo que permitirá extraer de la interrelación de ambos campos las
aclaraciones más adecuadas y oportunas.
Lo ya indicado sobre el origen de las formas básicas, que se funda en una con-
cepción técnico-constructiva, y lo que a continuación se va a desarrollar, no tienen nada
en común con la visión toscamente materialista, según la cual la arquitectura no sería, en
esencia, otra cosa que una construcción más elaborada o, por así decir, una mecánica y
una estática ilustradas e iluminadas, una pura manifestación del material. Según parece,
esta concepción se consagró por vez primera en la época de los romanos, se desarrolló con
mayor consecuencia en el denominado estilo constructivo gótico y solo se ha reconocido
abiertamente en nuestra época. Se apoya, como en su lugar se demostrará, en el olvido de
los tipos procedentes de épocas ancestrales que deben su origen a la acción conjunta de las
artes técnicas, presentes en determinados asentamientos arquitectónicos primitivos.

§ 2. Cada producto técnico considerado como resultado de la finalidad y de la sustan-


cia material
La tarea que me he propuesto requiere distinguir las artes técnicas en categorías y conside-
rar estas categorías por separado. Lo he creído indispensable para probar la influencia de
cada una en el surgimiento de los símbolos artísticos en general y de los arquitectónicos
en particular. Se demuestra así que las leyes fundamentales del estilo en las artes técnicas
son idénticas a las que imperan en la arquitectura, y que estas leyes básicas se manifestaron
en sus formas más sencillas y diáfanas allí donde aquellas se desarrollaron y establecieron
por primera vez. De acuerdo con el programa de este ensayo, en lo que sigue trataré de las
diferentes artes técnicas en sus más antiguas relaciones con la arquitectura, en la medida
en que tuvieron influencia sobre el carácter de sus formas básicas. También trataremos de
su devenir y, en este sentido, serán consideradas sucesivamente desde los siguientes dos
puntos de vista:
En primer lugar, la obra como resultado del uso o servicio material, de la finalidad a
la que se destina, sea objetivamente o solo en su virtualidad, en su concepción más elevada
y simbólica.
En segundo lugar, la obra como resultado del material utilizado en su producción,
así como de las herramientas y procedimientos empleados para confeccionarla.
La utilidad de cada uno de los productos de la técnica permanece en esencia idén-
tico en todas las épocas, en la medida en que se fundamenta en las necesidades generales
del hombre, y descansa en todas partes y en todas las épocas sobre leyes naturales vigentes
que buscan su expresión formal ; por el contrario, los materiales, y particularmente los mo-
dos de elaboración, utilizados para la creación del producto, se modifican esencialmente
con el discurrir de los tiempos y dependiendo de circunstancias locales o de otro género.
Las observaciones generales de índole formal-estética se deben relacionar con la
cuestión de la utilidad; las histórico-estilísticas, con aquellas que se refieren al material. En
todo caso no hay que esperar en absoluto una realización consecuente de este enunciado,
ya que la mayor parte de las veces la adecuación de un producto a su utilidad [Zwecklichkeit]
está indisolublemente unida a la manera más apropiada de aplicar el material, factor que
interviene más que otros en la creación del objeto, así como a la exigencia de determinados
procedimientos técnicos que intervienen en esa aplicación. Todo ello, pues, más allá de las
observaciones formales-estéticas, conduce al ámbito propio del material. Así, por ejemplo,
sucede con cualquier cinta según esté caracterizada como faja que rodea en forma de anillo un
objeto o que se extienda como una banda a lo largo de él. Pero la característica del concepto
cinta destaca más cuando esta banda se retuerce como una cuerda, o cuando sigue el patrón
superficial de un trenzado o un tejido. Está claro que aquí entran en consideración solo
determinadas cualidades abstractas, relativas al entrelazado en general, frente a la cuestión
de cómo puede variar tal cinta según exprese su forma en lino, algodón o seda, en madera,
cerámica, piedra o metal, aspectos que son por completo de índole histórico-estilística.

Segunda sección. Clasificación de las artes técnicas

§ 3. Cuatro categorías de materias primas


Se pueden establecer cuatro categorías principales de materiales en relación con el carácter
de su utilización y de acuerdo con su función técnica. Las cualidades específicas son:
1) materiales flexibles, resistentes, opuestos en alto grado al desgarro, capaces de la
mayor y más absoluta estabilidad;
2) materiales blandos, maleables, moldeables (plásticos), capaces de endurecerse,
que fácilmente pueden adquirir una configuración y formas muy diversas y permanecer
invariables después de haber llegado a un estado de endurecimiento;
3) materiales en forma de barra, elásticos, de consistencia relativamente resistente,
sobre todo a las fuerzas que actúan en sentido normal a su longitud, y
4) materiales firmes, compactos, densos, resistentes al aplastamiento y la rotura,
pero de consistencia significativamente reactiva, adecuados, por tanto, para ser trabajados
mediante la talla de partes de su masa según la forma deseada y dejarse añadir, en piezas
regulares, a sistemas asimismo firmes y compactos, en los que la estabilidad reactiva
constituye su principio constructivo.
En correspondencia con las cuatro categorías de materiales que hemos conside-
rado, podemos distinguir ahora también cuatro actividades principales de la dedicación
artística, en la medida en que estas impliquen un mayor o menor esfuerzo y exijan ciertos

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procedimientos técnicos para hacer que la materia prima, según sus cualidades, se adecúe
a una determinada función .
De acuerdo con esto, estas aplicaciones artísticas se dividen en las siguientes clases:
1) arte textil
2) arte cerámico
3) tectónica (carpintería -Zimmerei-)
4) estereotomía (albañilería -Maurerei-, etc.)
Dada la división anterior, es necesario hacer una aclaración acerca de lo que
vamos a tratar a continuación. Cada apartado debe tomarse en su sentido más amplio
y completo, de modo que entre ellos surjan numerosas interrelaciones, una tarea que
trataremos de perseguir y poner de relieve. A cada uno de los denominados apartados
técnicos le pertenece un ámbito propio en el dominio de las formas, cuya creación es la
tarea más natural y originaria de cada técnica. En segundo lugar, cada técnica es inherente
a un determinado material [Stojj] en cuanto materia prima [ Urstojj], es decir, a aquel que
proporciona los medios más cómodos para la creación de las formas que pertenecen a su
ámbito originario. Sin embargo, más tarde se consiguió plasmar esas formas también con
otros materiales y utilizar estos en otras configuraciones pertenecientes originariamente
a un apartado heterogéneo de las artes. Tales configuraciones deben ser incluidas, dentro
de una relación estilística, en ambos ámbitos de la técnica, según se considere el aspecto
formal o el material.
Así, la cerámica no se limita en su concepción general a las vasijas de arcilla, sino
que comprende todo lo relativo a los vasos; también a los utensilios similares de metal,
piedra o cristal. Asimismo, los objetos fabricados en madera pueden adscribirse según el
estilo a ese género como una familia particular; es el caso, por ejemplo, de los toneles,
cubos, cántaros, barreños de madera y otras similares; incluso ciertos trabajos textiles,
como las canastas, guardan, desde el punto de vista del estilo, una relación muy cercana
con la cerámica.
Por el contrario, hay objetos que solo desde el punto de vista del material pertene-
cen a las artes cerámicas en la medida en que sus formas, así como sus cualidades de dureza
y estabilidad, se obtuvieron a partir de una masa plástica, pero guardan un parentesco solo
de segundo grado con aquellas, pues desde el punto de vista formal se incluyen en otros
campos. De tal clase son los ladrillos, las tejas, baldosas y terracotas vidriadas o esmaltadas
que sirven para revestir paredes y formar pavimentos. Lo mismo ocurre con los dados de
vidrio y los pasadores, o teselas de arcilla multicolores, que se emplean para componer
mosaicos, así como con otros productos cerámicos. Pertenecen, en parte, por derecho
propio, a la estereotomía, pero también se pueden considerar en cierto sentido relaciona-
dos estilísticamente con el arte textil, pues la obra de mosaico está en parte emparentada
con la construcción en piedra, en parte como un revestimiento de las superficies murales,
etcétera.
Del mismo modo, en sentido estricto, al arte textil no solo pertenecen los propios
tejidos, como se desprenderá de lo que sigue.
La tectónica abarca asimismo un amplio campo. Además del entramado de
madera de la techumbre y de los pies derechos que la sustentan, pertenecen a este ámbito
gran parte de los utensilios de la casa. A ella corresponden también, en cierto sentido, una
parte de la construcción en piedra y un determinado sistema de las estructuras metálicas.
La misma estereotomía no incluye solo el arte del albañil o del que apila y com-
pacta la tierra; también es estereotómico el arte del que coloca los mosaicos y el del que
talla la madera, el marfil o el metal. Incluso el orfebre extrae de esta técnica una parte de
las leyes estilísticas de su oficio.
Tanto los paralelismos como los entrecruzamientos que se producen entre los
cuatro diferentes géneros de las artes industriales son muy significativos. Así, en el reves-
timiento de paredes y suelos se relaciona el arte textil con el cerámico, y en el caso del
revestimiento con tablas, con el tectónico. Desde un punto de vista estilístico, son aún
más importantes las conexiones del principio del revestimiento [Bekleidungsprinzip] con la
tectónica que se plantea a continuación: en los sistemas constructivos tubulares el material
remite al elemento textil, y la forma, a la tectónica; en las verjas y enrejados, el material
tiende al elemento tectónico, y la forma, al arte textil.
De estilo mixto son también las obras del orfebre así como, además de mu-
chos otros casos que a continuación se mencionarán, las construcciones de piedra de la
Antigüedad, en las que la estereotomía presenta una estrecha relación con la tectónica y
con el principio del revestimiento.
Entre los materiales de que se sirve el hombre para sus fines, el metal es el que
reúne todas las cualidades señaladas. Es plástico, se puede ablandar y es susceptible de
endurecerse; es flexible, resistente, opuesto en grado sumo a la rotura, muy elástico y
de firmeza relativamente significativa (aunque esta sea la característica más débil a causa de
su mayor elasticidad y flexibilidad). De ahí que se use mucho en sistemas constructivos
de barras. En fin, es firme, homogéneo y denso, de gran resistencia a la comprensión o
aplastamiento; como consecuencia de estas propiedades; es más indicado que otros mate-
riales para ser trabajado según la forma deseada mediante el adelgazamiento de partes de
su masa, y susceptible de unirse a otros sistemas rígidos. Por las múltiples posibilidades
de tratamiento, el trabajo con los metales reúne en sí las cuatro clases de la técnica. Por
ello permite un sinfín de procesos técnicos graduables que no se dan en ninguno de los
demás materiales. La maleabilidad del metal lleva, por ejemplo, al importante proceso de
su forja: un procedimiento intermedio en el tratamiento del metal como masa flexible y
resistente y como cuerpo denso de carácter estereotómico. Otros procesos son el acuñado,
el troquelado, la soldadura, el roblonado, todos los cuales comportan muchas particu-
laridades estilísticas. A ello hay que añadir procesos compuestos, como el esmaltado, el
niquelado, el dorado y muchos otros, que deben observarse en sí mismos y en relación con
la influencia que han tenido sobre las artes plásticas y en particular sobre la arquitectura,
que para nosotros es muy importante.
Dada la gran significación que el trabajo técnico con los metales tiene para las ar-
tes, así como la dificultad de poder incluir los procesos antes indicados, y otros muchos no

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citados, en cualquiera de las cuatro clases generales que hemos establecido previamente
será necesario dedicarle un apartado propio. '

Tercera sección. El arte textil

A. Aspectos generales de la forma

§ 4. Porqué las artes textiles deben considerarse en primer lugar


Es dificil demostrar cuál de las ramas de la técnica expuestas en el capítulo anterior, siguien-
do el proceso de desarrollo natural de la humanidad, se llevó antes a la práctica. Pero en
realidad importa poco saberlo con exactitud. En todo caso, es indudable que en las dos cita-
das en primer lugar, es decir, las correspondientes al arte textil y a la cerámica, se manifestó
por primera vez, junto a la búsqueda de una finalidad práctica, el afán del hombre por la
belleza en la elección de sus formas mediante el ornamento. De esas dos, al arte del textil le
corresponde sin reservas la primacía. En cierto modo hay que admitir que constituye el arte
primigenio, ya que todas las demás, sin excluir a la cerámica, extraen sus tipos y símbolos
del arte textil, mientras que este aparece, al respecto, autónomo en su totalidad, pues crea sus
tipos a partir de sí mismo o bien los toma prestados directamente de la naturaleza.
No cabe duda de que los primeros principios del estilo se fijan ya, y se consolidan,
en esta primigenia técnica artística.

§ 5. Primeros fines prácticos de esta técnica


El hombre atinó a crear un sistema entrelazando una serie de unidades materiales elásticas,
flexibles y resistentes, con los siguientes propósitos:
En primer lugar, para ensartar o alinear [zu reihen J y para atar o enlazar [zu binden]
En segundo lugar, para cubrir [zu decaen J, proteger [zu schützen J y re cintar un espacio
[abzuschliessen]
Todas las formas que tienen como motivación dichos propósitos se han aproximado a
una forma básica lineal o a una superficie. Las primeras se caracterizan sobre todo por realizar una
seriación de elementos [Reihung] o de conexión [Binden], o bien por representar simbólica-
mente esa idea. En cambio, las segundas son necesarias allí donde se quiere cubrir, proteger o
cerrar un espacio, y se convierten a su vez en símbolos manifiestos de los conceptos mismos
de protección, de cobertura y cerramiento. Incluso la lengua, para designar estos conceptos, ha
tomado los términos de las artes textiles, que, según parece, son más antiguos que las actuales
formas lingüísticas como sucede también con los símbolos religiosos más antiguos.

§ 8. La cobertura
La necesidad de proteger, de cubrir y de cerrar un espacio fue uno de los acicates más
tempranos para el trabajo creativo del hombre . En el carácter y la disposición de los
elementos naturales que cubren o envuelven (en la piel hirsuta y vellosa de los animales,
en la corteza protectora de los árboles), de acuerdo con su destino natural más idóneo,
el hombre aprendió a reconocer una utilidad para sus propios fines, imitándolos en
último instancia por medio del entretejido [Geflecht] artificial. La utilización de elementos
naturales destinados a cubrir es más antigua que la lengua misma; el concepto incluido
en el hecho de cubrir o envolver, en el de proteger y cerrar, está indisolublemente unido
a esas coberturas y revestimientos naturales y artificiales. Incluso han llegado a ser los
signos perceptibles de estos conceptos y, en consecuencia, constituyen quizá el elemento
simbólico más importante de la arquitectura.
La finalidad de la cobertura contrasta con el objetivo que persigue lo enlazado.
Todo lo encerrado, protegido, cercado, envuelto, cubierto, se muestra como elemento
común unfji"cado, como colectividad [Collectivitdt] . Por el contrario, cuanto está atado o
unido se manifiesta como elemento articulado, es decir, como pluralidad [Pluralitat].
Si la forma básica [Grum:iform] de lo atado o unido es de carácter lineal, en todo
lo que debe cubrirse, protegerse y cerrarse la superfiáe aparece como elemento formal.
Las cualidades de las superficies, es decir, su extensión en anchura y longitud, la ausencia
de una tercera dimensión en cuanto elemento activo en su manera de manifestarse, y
su delimitación por medio de líneas (rectas, curvas o mixtas), unidas según la finalidad
general antes citada (cubrir como envoltura unitaria), constituyen los factores generales
más importantes que condicionan el estilo de la cobertura.
De ello se deduce, en primer lugar, que lo que envuelve o cubre debe manifestarse como
superfiáe. Contrastan, por tanto, en el abstracto sentido de la belleza, indiferentes a la
utilidad y a la conveniencia, las coberturas que no cumplen el requisito de ser superficies
o en las que esta cualidad fundamental es mantenida artificialmente o solo en apariencia,
mientras que por su destinación deberían ser superficies perfectas.
Aún más paradójicas aparecen las irregularidades o distorsiones de la continuidad
superficial allí donde la finalidad material del revestimiento exige que este forme no solo
un recubrimiento superficial (surface), sino que tal superficie sea plana (plan). Cito de
momento solo un ejemplo de los principios aquí expuestos, reservándome el derecho
de probar su validez como norma en un posterior tratamiento histórico-técnico de este
asunto. Al mismo tiempo consideraré los casos en que puedan emerger determinadas
limitaciones o anomalías obligadas por el uso e incluso ejemplos de lo contrario.
No creo que exista ningún caso en que este principio mantenga una vigencia
total, como ocurre en los pavimentos revestidos con alfombras, mármoles o tarimas
de madera, o con guarnecidos multicolores, por ejemplo, los trabajos de taracea o de
mosaicos incrustados. En ellos, sobre el plano destinado a ser pisado, todos los relieves
ornamentales de carácter arquitectónico, todas las imitaciones de frutos, conchas o piezas
desmenuzadas de esa índole, incluso los ramos de flores esparcidos, resultan tanto más
inadecuados cuanto más perfecta y exactamente aparecen reproducidos en relieve y color.
La asaroton oecon (sala sin barrer) de Sosos de Pérgamo (Sosus), el famoso pavimento de
mosaico en la estoa de Attalo en Atenas, en la que, según Plinio, se reproducían ilusoria-

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mente restos de un banquete, puede haber sido, seguro, un error de estilo, a pesar de sus
grandes méritos como obra de arte. En todo caso cabe ser benévolo ante esa humorística
ocurrencia (citada por Plinio y que ha llegado hasta nosotros de forma maravillosa), refe-
rida a la imagen del mosaico con las famosas palomas que beben en la fuente, incrustadas
en el mismo pavimento, cuyas cabezas se pisan continua y despiadadamente. Desde
un punto de vista estilístico se justifica menos el famoso pavimento con la batalla de
Alejandro, como también ciertos pavimentos romanos y de la antigua cristiandad, consis-
tentes a menudo en combinaciones de piedras multicolores, en los que aparecen a la vez
piezas puntiagudas, dentadas y abombadas, lo que tiene como consecuencia despertar la
sensación de inseguridad a causa de esos aparentes obstáculos y que el viandante se vea
forzado en todo momento a dirigir su vista al suelo. Mas, en descargo de los arquitectos
de la Antigüedad romana, debe añadirse que, por lo general, en el tratamiento de temas
semejantes al de la batalla de Alejandro, han sabido señalar en el pavimento un lugar que
no podía pisarse, asumido en su totalidad como una ley estilística (aquí tratada) y que se
sigue con un instinto acertado. Sin embargo, por lo que nos afecta, este constituye, en
aras de una intención de refinamiento, un principio casi siempre descuidado en nuestras
actuales y extravagantes alfombras.

§ 11. De lo representado sobre la superficie


En lo tratado anteriormente se ha considerado tan solo lo que atañe a aspectos generales
de la forma. ~eda aún por demostrar qué valores han de tener las leyes de la simetría y de
la proporción en superficies murales verticales y en cortinajes colgados respecto a lo que
se representa en estas superficies de revestimiento.
Como ya se ha indicado, el principio de la ornamentación supeificial, como ley
formal básica, tiene su origen en la idea de supeificie en cuanto tal y guarda relación con
ella. Esto se deduce del carácter unitario de aquello que, mediante el revestimiento, viene
representado como totalidad. Por tanto, no puede manifestarse como un todo si, en su
apariencia, la ornamentación sustrae a la superficie abarcada la propiedad de la continui-
dad espacial conclusa y completa.
La adecuada relación de una superficie con lo comprendido en ella debe además
manifestarse de manera tal que el efecto producido se exprese destacando con intensidad
todas las propiedades formales, así como su cromatismo. El fondo elegido para la orna-
mentación debe ser el adecuado, de modo que esta se muestre sin dejar lugar a dudas como
sujeto principal.
De cualquier modo, este objetivo vuelve a alcanzarse, precisamente, mediante las
mismas propiedades de la ornamentación, que pueden desarrollarse a priori a partir del
propio concepto formal de supeificie como tal. Al mismo tiempo, la técnica aplicada ya
desde muy pronto en la producción de estas superficies de revestimiento, es decir, en el
arte textil , facilita en gran medida la posibilidad de la representación o creación artísticas.
Transcribo aquí un pasaje del excelente informe de Richard Redgrave sobre las
artes citadas, que este artista elaboró a petición de la Comisión Real para la Exposición
Universal de Londres de 1851 y que puede ayudar a explicar todo lo dicho . En el apartado
dedicado a los tapizados y otros revestimientos de paredes, Redgrave dice lo siguiente:

Al considerar la finalidad de tales productos, en seguida se pone en evidencia la decoración que


les resulta adecuada, ya que deben guardar con los objetos de la habitación, por ellos contenidos,
la misma relación que guarda el fondo con un conjunto pintado. En la pintura, el fondo, cuando
está bien dispuesto, tiene sus propias líneas y contornos, que destacan con firmeza, pero estos han
de amortiguarse en la medida en que constituyen un elemento subordinado cuando no se está
obligado a prestarles una especial atención, mientras que el todo, como conjunto, solamente debe
servir para soportar y ayudar a destacar mejor las figuras principales, es decir, el objeto del cuadro.
La decoración de una pared tiene la misma finalidad, y esta se cumple si se realiza observando
principios adecuados. Constituye un telón de fondo para los muebles, los objetos de arte y las
personas que viven en un espacio habitable. Debe enriquecer la impresión que este nos causa y
aumentar su magnificencia, ya que puede disponerse de tal modo que determine su carácter y lo
haga aparecer más alegre, más sereno o más sombrío; puede, en apariencia, refrescar el caluroso
ambiente del verano o despertar un sentimiento acogedor y cálido en invierno; puede colocarse
de manera que haga parecer más amplio el espacio de una sala reducida, más recogido un
gabinete de estudio o más protegida una biblioteca ... , todo esto se alcanza sin dificultad con un
adecuado uso del ornamento de color. Pero, igual que el fondo, con el que la decoración ya ha
sido comparada, aunque exprese resueltamente el carácter del espacio de acuerdo con algunos
de los fines citados, debe hacerlo con tonos amortiguados para evitar los contrastes entre zonas
de luz y sombra. En sentido estricto, debe moverse solo dentro de unas formas planas y de
decoración convencional, soslayando en la mayor medida posible un fondo con formas o líneas
que se crucen, salvo allí donde una interrupción de tal índole exija la necesaria expresión y nitidez
del ornamento. Temas que observan una gran fidelidad con la naturaleza son contrarios a los
principios decorativos porque eliminan el concepto de superficie, pues su representación detallada
y engañosa reclama además una gran atención a la vista y, a causa de ello, perturban la necesaria
tranquilidad que requiere una imagen de conJunto.
Algunos de los mejores ejemplos de tales decoraciones parietales en seda, terciopelo, papel y otros
materiales están constituidos por tratamientos monocromos de motivos textiles ... en los que el
ornamento, desde luego, debe ser plano y no quebrantar la impresión general. Si se resta atención
a la elección del motivo, una decoración monocroma de superficie de tales características, en que
la técnica es la que indica en cierto modo el motivo, casi nunca resultará equivocada por completo,
derivándose de este principio, con mucha frecuencia, una gran elegancia y belleza.''

El techo como clausura horizontal del espacio hacia lo alto

§ 18. La costura. Su significado estructural


La modestia del título de este artículo no debe confundir acerca del significado de su "· No se ha traducido la segunda parte de este § 11 por
objeto, que guarda relación con el estilo en el arte. La costura [Naht] constituye un recurso considerarla de menos interés. (N. del E.)

301
[NothbeheifJ que se creó para unir piezas de forma homogénea, y desde luego superficies,
dentro de un conjunto unitario. Ancestralmente se aplicó a vestidos y coberturas, y su idea
se vinculó ya muy temprano, en el uso habitual en la lengua en cuanto concepto y símbolo
general, a toda junta o unión existente en supeifzáes originariamente divididas, convertidas
gracias a ella en conj untos consistentes. En la costura aparece un importante y primer
axioma de la práctica artística en su expresión más sencilla, más primigenia y a su vez más
inteligible. Se trata de la ley que hace de la necesidad virtud [das Gesetz aus der Noth eine Tugend
zu machen],z que nos enseña lo siguiente: nada que, por carencias del material o de los
medios, sea y deba seguir siendo una labor de retales, debe presentarse de otra manera. Si
en origen algo está separado, no debemos caracterizarlo como si fuera uno e indiviso, sino
destacar deliberadamente que sus partes han sido conectadas y conducidas a un objetivo
común, y mostrar con elocuencia que ha sido coordinado y unificado.
Es admirable la sutileza con la que pueblos semisalvajes, sometidos a la ley de la
necesidad por vínculos telúricos y conducidos a creaciones más o menos arbitrarias, reco-
nocen, también en este caso, la ley estilística, y tanto la teoría como la práctica artísticas,
por así decir, se basan en este motivo y en otros, pocos, afines . Poco importa si esa condi-
68 ción primera es la originaria o se debe a una regresión al estado salvaje, porque la historia
del arte muestra que el inicio y el final de la civilización son equiparables. Así, asombra el
arte y el gusto con que los iroqueses y otras tribus de Norteamérica cosen sus techumbres
de cuero y pieles de venado con plumas, cuerdas de tripa, tendones de animales o también
con cordeles hilados, y cómo surge de esta labor de cosido una obra textil plena de gusto y
colorido, un principio de ornamentación que constituye la base de un desarrollo artístico
peculiar, desgraciadamente sofocado en su germen.
Los romanos y griegos de Bizancio elogiaron exactamente lo mismo de nuestros
antepasados alemanes, «los bárbaros», que cuando éramos jóvenes nos describían en un
ridículo estado salvaje, vistiendo rudas pieles. Eran tan capaces en el arte de la preparación
y, sobre todo, del guarnecido y bordado de las pieles curtidas que sus artículos de cuero,
en especial los jubones de reno (renones), fueron ya en los siglos III y IV la vestimenta de
moda de los romanos más distinguidos, de manera que hacia finales del siglo IV, bajo el
emperador Honorio, se hubo que promulgar una ley por la que se prohibía, con multas
severas, el uso de los vestidos de piel profusamente recamados provenientes del extranjero,
con lo que la moda gótica no fu e la precursora del dominio bárbaro. Los adornos de estas
pieles, cuyo lado velludo quedaba en el interior y solo era visible en los dobladillos y orlas,
69 surgieron del hábil perfeccionamiento de un trabajo de costura y bordado. Se colocaba
cuero de un color vivo, rojo o azul y verde, entre las partes principales de la piel para
resaltar mejor la costura; también pieles de peces, multicolores e irisadas, si se interpreta
correctamente a Tácito, y estas tiras se encajaban mediante un delicado cosido en forma
68 Entrelazamiento de motivos vegeta les asirio. de ribete o arabesco, a la manera canadiense, por lo que constituyen (como en las botas de
69 Serpientes entrelazadas en el escudo de Atenea. Museo piel rusas, más conocidas por nosotros) elementos muy aleccionadores y bellos para la cu-
de Dresde. estión que nos ocupa, así como una técnica artística de lo más interesante para la teoría del
70 Entrelazado de plantas egipcio. estilo. Ahora no viene al caso verificar más ampliamente cómo se manifiesta el recamado
de la costura en todos los pueblos orientales o en cualquier parte donde aún exista una
determinada ingenuidad y un cierto primitivismo de las artes aplicadas populares. Pero,
en todo caso, dentro de los procedimientos más variados, se pone en práctica siempre el
mismo principio, que constituye la base material propia de todo ornamento de superficie.
Los bajorrelieves asirios, las pinturas de los monumentos egipcios y, sobre todo,
las figuras de los vasos helenísticos e itálico-etruscos prueban la vigencia enorme que, tam-
bién en la Antigüedad, tuvo el principio de reconocimiento de la composición material
en el carácter de la vestimenta [Bekleidungswesen],l es decir, con relación al vestido en el
sentido estricto de la palabra y, por tanto, en todo lo que se refiere al traje, a la moda en
el vestir y a la ropa (draperie) . Estos innumerables ejemplos constituyen en su totalidad un
testimonio del más alto interés. Se constata que ese principio compositivo de empalmar
70
piezas, esto es, cualquier vestido o revestimiento corriente, caracterizado formalmente, no
por la uniformidad sino por su condición de algo unido, no encontró de nuevo aplicación 2. El juego de palabras que me permito aquí puede parecer
frívolo y carente de significado; de hecho no me aventuro
alguna y fue negado a conciencia hasta que las carencias del material o del procedimiento a indicar que las palabras Naht (costura) y Noth (necesidad)
lo hicieron necesario. Es algo que a su vez se puede deducir consecuentemente de lo estén emparentadas etimológica y conceptualmente. Sin
anterior, y mediante ejemplos no menos explícitos y significativos, proporcionados en embargo, responden a ideas totalmente vinculadas entre
sí y probablemente la semejanza de ambas palabras no es
gran cantidad por el arte antiguo y por todo buen período artístico. casual, como ocurre también entre costura (Naht) y nudo
Dado que los motivos de unir y vincular, capaces de combinar dos o más su- (Knoten) - en latín nodus, nexus, francés no::.ud, inglés knot- ,
entre el ávani¡ que ata o encadena y el lazo inextricable
perficies en una, conservan la originaria vigencia y significación como símbolo artístico,
que, por otro lado, solo la necesidad es capaz de cortar y
no debe sorprendernos que posean también un valor místico-religioso que está siempre que se puede observar en diferentes tendencias. Solo des-
asociado por doquier con las tradiciones de las más viejas civilizaciones y resulta, de pués de haber escrito esto, encuentro en las investigaciones
sobre lingüística (Sprachwissenschafliche Untersuchungen)
hecho, el camino más seguro para identificarlas. Sin embargo, entre los motivos no existe del doctor Albert Hi:ifer, en la página 223 y siguientes, la
ninguno con tan profundo significado, y a la vez tan universalmente extendido y secreto, confirmación de mis sospechas sobre la relación existen-
te entre conceptos y palabras a que alude mi texto: ~<A
como el del nudo de carácter místico, el nudo de Hércules o nodus Herculeus,'f el lazo, el
primera vista de modo irrefutable, se reúnen aquí una
laberinto, el bucle, o cualquiera de las formas y denominaciones semejantes bajo las cuales serie de palabras en torno a su raíz, en latín neo = nec-o?
puede aparecer siempre este signo. nexus, necessitas (cf. Aayxo~. capesso, cap), la unión íntima
(die Verbundenheit), consecuencia (Fo!ge), necesidad a la
En todos los sistemas teogónicos y cosmogónicos rige el símbolo universal del que se está obligado (Zwang); nectere -en latín atarse o
entrelazado de las cosas (tan antiguo como la existencia del mundo y de los dioses), de esa ligarse-, varo, vi¡8ro; la alemana coser (niihen); acercarse,
aproximarse (nahen), en alto alemán (suere); inclinar, en
<<necesidad, que todo lo une y obliga a que se haga por encima de todo>> [die Notwendigkeit,
alemán moderno (neigen), nah (cercano), a la que está
die Allefügt und über Alles verfügt]. La madeja sagrada [der heilige Fitz] constituye el caos asociada natha. Los conceptos asociación, junta o unión,
mismo, una maraña serpenteante de desarrollo exuberante y de la que se originan todas proximidad o cercanía están contenidos muy claramente
en estas palabras y en los vocablos anteriores. Nanc - isci
las formas ornamentales <<manifestadas estructuralmente>>, a la que estas vuelven una y y nahe, cercano, son formalmente también muy próximos
otra vez siguiendo los ciclos consumados de la civilización. Comprobamos que existe a ellos, de manera que no se debería admitir una extensa
una absoluta proliferación de la misma, y desde luego casi siempre con formas idénticas y profunda ramificación». Según Grimm , los ténninos vf:w
y ávani¡ son muy cercanos. Cf. la gramática alemana de
o muy cercanas en lo esencial, tanto en los comienzos como en la conclusión de todo Grimm y el diccionario de la lengua gótica de Diefenbach.
gran ciclo social. Incluso existen algunas formas que resultan de un ennoblecimiento del 3. D e acuerdo con mis ideas sobre el arte antiguo, a la ex-
presión «carácter del vestido, [Kieidungswesen)] le atribuyo
concepto, y que guardan una extraña semejanza en pueblos que no parecen tener entre un sentido mucho más amplio que el considerado como
sí el más mínimo parentesco. Así pues, si algo habla a favor de la teoría de un origen más estricto, como se deducirá de lo que sigue.
común a todas las naciones, sería el hecho de compartir esta tradición y otras cercanas ':- Por ejemplo, en Roma, el cinturón o cingulum, con el
nudo de Hércules, era uno de los elementos del vestido de
a ella, así como su común significado en cuanto símbolo artístico y relacionadas con su la novia, que el esposo desataba una vez estaban en ellectus
carácter místico-religioso. En la medida en que pude, conseguí reunir algunos ejemplos de genlalis. (N. del T.)

303
71

71 El caduceo de Hermes como nudo y símbolo del


comerc1o. í
72 Serpientes irlandesas y franco saJonas entrelazadas; el
áspid de los egipcios.
~-----
73
72
73 Escandinavo.
símbolos semejantes pertenecientes a las épocas más diversas y a pueblos de lo más
alejados entre sí. Demostrarían de modo sucinto mi conjetura, de que la posesión
común de una técnica tan natural, y por ello necesariamente extendida por todas
partes, no es en sí misma suficiente para explicar la notable coincidencia formal de
estos símbolos en todos los pueblos. [Las figuras 71 a 73 pertenecen a este§ 18]

§ 60. El principio formal más antiguo, fundado en el concepto de espacio en


arquitectura, es independiente de la construcción. El enmascaramiento de la
realidad en las artes•:·
El arte de cubrir la desnudez del cuerpo (si no se considera la pintura de la propia
piel, de la que se ha hablado antes) es presumiblemente una creación más temprana
que la utilización de superficies de cobertura para acampar en un lugar y delimitar
un espac1o.
Hay tribus cuyo estado salvaje parece el más ancestral, que no conocen
ningún tipo de vestimenta [Bekleidung], pero a las que no resulta desconocido el
uso de pieles y que incluso poseen una industria, desarrollada en mayor o menor
grado, del hilado, el trenzado y la tejeduría, que aplican para la adecuada instalación
y seguridad de su asentamiento en un lugar.
Las influencias climáticas y otras circunstancias explican sin dificultad estos
fenómenos histórico-culturales, de lo que se deduce, no incondicionalmente, que
ese era el normal desarrollo de la civilización y vigente en todas partes, por lo que
parece acertado pensar que los comienzos de la construcción coinciden siempre
con los de la fabricación de la pared como elemento de cerramiento de un espacio [Textrin ].
La pared es ese elemento constructivo que evoca el espacio cerrado como
tal, de manera absoluta, sin relación con conceptos secundarios más formales, y que
lo hace reconocible a la vista.
Entre los cerramientos espaciales verticales que inventó el hombre en ori-
gen, confeccionándolos con sus manos, están el redil o aprisco [Pfirch] y el vallado
o cercado [Zaun] obtenidos uniendo y entretejiendo estacas y ramas, técnica que,
por decirlo así, la naturaleza puso en sus manos.
La transición del entretejido de ramas al de fibras vegetales, para fines
relacionados con el habitar, resulta sencilla y natural. De ahí se llegó a la creación
del tejido, a la industria de la tejeduría, primero con tallos de hierba, paja u otras
plantas, y más tarde con hilos obtenidos del mundo vegetal o animal. La variedad
de los colores naturales de los tallos indujo en seguida a disponerlos según un orden
alterno, del que surgió un patrón o motivo. En seguida se superó este recurso natural
mediante la preparación artificial del material y, con el uso de colores y el tejido de
tapices y alfombras multicolores, se obtuvo un procedimiento para revestir paredes,
cubrir suelos o confeccionar doseles y techos.
"~ Se ha prescindido de las dos primeras notas de este § 60
por considerarlas de interés menor (N. del E.)

305
Poco importa aquí y ahora saber cómo se produjo el paulatino desarrollo
inicial de estas creaciones, si de esta o aquella otra manera. Lo cierto es que el uso de
tejidos burdos, partiendo del redil, precedió con toda seguridad, en cuanto procedi-
miento, a la aún sencilla pared de piedra o de cualquier otro material, para separar en
la morada (home) la vida interior de la vida exterior y como configuración formal del
concepto de espacio.
La estructura o armazón que sirve para conservar, sostener y mantener fijos
estos cerramientos espaciales es una exigencia que no tiene nada que ver de modo
directo con el espacio y la distribución espacial. Es ajena a las primeras ideas arqui-
tectónicas y en este sentido no constituye un elemento determinante de la forma.
Lo mismo puede decirse de los muros construidos con ladrillos sin cocer o
levantados con piedra u otros materiales de construcción de esa índole, que, de acuer-
do con su naturaleza y fines, no guardan ninguna relación con el concepto espacial,
sino que se hicieron para dar firmeza, estabilidad y defensa y asegurar la duración
del cerramiento, o como soporte y sujeción del límite espacial superior o techo, para
guardar provisiones y cargas semejantes: en pocas palabras, con una finalidad ajena a
la idea original, es decir, al cerramiento del espacio.
Por ello es de la mayor importancia observar que allí donde no aparecen estos
motivos secundarios son los materiales entretejidos, casi en todas partes y preferen-
temente en el Sur y en los países cálidos, los que desempeñan su antigua finalidad
original como ostensibles elementos divisores del espacio. Incluso donde los sólidos
muros se hacen necesarios, permanecerán solo como estructura interior inadvertida
de los verdaderos y legítimos representantes de la idea espacial, es decir, de las paredes
textiles entretejidas y cosidas más o menos artificialmente.
Surge aquí y ahora el hecho digno de apreciación de que la lengua hablada
acude en auxilio de la prehistoria de las artes y aclara en sus primitivas apariciones
los símbolos del lenguaje formal, confirmando el interés prestado a su interpretación.
En todas las lenguas germánicas, la palabra pared [ Wánd], con un significado básico
y una raíz semejante a la palabra vestido [Gewand], remite directamente al antiguo
origen y al tipo del cerramiento espacial visible.
Así ocurre con Decke (cubierta, manta, lo que cubre), Bekleidung (vestido,
revestimiento en sentido más general), Schranke (barrera, límite), Zaun (vallado, valla,
cercado, cerca) -igual que Saum (costura, dobladillo: umgelegter Kleidersaum, esto
es, el borde doblado del vestido)-, y muchas otras expresiones técnicas que no por
casualidad constituyen símbolos de la lengua, más tarde aplicados a la construcción
y a la arquitectura, y que aluden al origen textil de estos elementos constructivos.
Todo lo adelantado se refiere solo a condiciones prearquitectónicas, cuyo
interés práctico para la historia del arte puede ser dudoso, y hay que preguntarse en
qué se transformó nuestro principio del revestimiento, después de que un tema por
74 Grabado de Gottfned Semper de las tumbas licias a las
que se refiere en el texto.
completo material, de carácter técnico estructural, que sirvió cual misterio de la trans-
figuración para la morada del hombre, fuese perfeccionado en su forma monumental,
surgiendo así la arquitectura.
No es este todavia el lugar para abordar en profundidad una cuestión de la
mayor importancia : cómo se originó la arquitectura monumental. Aun así, puede
uno servirse para ello de muchos acontecimientos de la historia más antigua de los
monumentos, algo de lo que me ocuparé ahora mismo para hacerlo más fácilmente
comprensible. De momento diré solo de paso que el deseo de celebrar cualquier acto
solemne, de carácter religioso [Rellzgio], un acontecimiento histórico universal, una
acción estatal o central, proporcionó siempre la ocasión de perpetuar su memoria
acometiendo empresas monumentales. Nada impide aceptar, con una total analogía,
que los primeros fundadores de un arte monumental (que presupone ya una cultura
elevada, relativamente avanzada y hasta cierta suntuosidad) concibieron la idea de
semejantes celebraciones. El dispositivo festivo adorna y equipa el armazón impro- 74
visado, con todos los elementos auxiliares y el esplendor que la ocasión del festejo
indica, enalteciendo la fiesta con tapices o cortinas que lo cubren, revistiéndolo
con flores y vástagos, adornándolo con festones y coronas, con cintas ondeantes y
trofeos. Es esta la motivación del monumento perdurable: debe perpetuar, para las
generaciones venideras, la memoria del acto festivo, del acontecimiento que en él se
celebró.
Así el templo egipcio surgió de los motivos del mercado de peregrinación
improvisado, que a menudo, todavía en un período tardío, se construía ensamblando
estacas y toldos allí donde algún dios local que no disponía de un templo fijo o
estable llegó con el aura de una especial taumaturgia, atrayendo a sus celebraciones,
con numerosos rasgos inesperados, a los peregrinos felahs''. del alto Egipto. (Véase:
Egipto, § 166 y 167, en la segunda parte.)
Se puede aducir otro ejemplo para esclarecer lo dicho: el de las conocidas
tumbas licias, dos de las cuales están instaladas en el Museo Británico, que son
como extraordinarios catafalcos de madera ejecutados en piedra, cada una adornada,
entre los travesaños de madera, .con tablas de relieve pintadas y con el añadido de
una pieza superpuesta asimismo ricamente esculpida y una serie de protuberancias
salientes, además de un tejado ojival coronado con una cresta, y que constituyen
excepcionales monumentos semejantes a un sarcófago. Pienso que estas supuestas
reproducciones de un genuino estilo licio de construcción en madera no son sino
pirasfunerarias -habituales también después , entre los romanos- confeccionadas de
modo artificial, tapadas con ricos tapices , con andas o parihuelas (r/J ÉQETQ OV) en su
parte superior, bajo las que se encuentra el estuche (xa).vnT1JQ) dorado, profusamente
'' El término filahs, en otros idiomas fillahs, se aplica a los
cubierto y reves tido. Pero se trata de piras, al fin y al cabo, en su restitución monu- campesinos árabes arrendatarios, no propietarios, de la tierra.
mental. (N. del T.)

307
Otro ejemplo convincente lo proporciona la glorificación monumental de la
antigua alianza en el templo de Salomón, realizado con un brillo singular según los
auténticos o imaginados motivos del tabernáculo, del que se hablará más tarde.
Así surgió también el estilo constructivo del teatro, tan característico de
épocas históricas, formado aún por un armazón de tablones pero ricamente revestido
y ornamentado.
Con la mención de estos ejemplos pretendía señalar la excepcional decoración
y revestimiento exterior del armazón estructural que, como principio, se hace necesario
· en las construcciones festivas improvisadas y que, siempre y en todas partes, resulta
consustancial a la propia naturaleza de estos acontecimientos. De aquí se concluye
que el mismo principio del revestimiento de las partes estructurales, que proviene
del tratamiento monumental de los toldos y tapices tendidos entre las partes del
armazón, debe aparecer también, con naturalidad, allí donde se manifiesta, en los
monumentos tempranos de la arquitectura. 4
4. Pienso que el vestido y la máscara son tan antiguos como Así el proscenio se convirtió en el marco de la imagen de
la civilización humana, y la satisfacción expresada en ambos una magnífica pieza de la historia humana que sucedió no
es idéntica a la alegría del quehacer del escultor, pintor, importa dónde, pero que se representó por doquier, en la
arquitecto, poeta, músico, dramaturgo, en pocas palabras, medida en que golpeaba el corazón humano. ¿QJ¡.é era para e1
del artista. Toda creación artística por un lado, como todo Hécuba? El aroma de la máscara se respira en los dramas de
goce, placer o fruición artística, por otro, indica cierta dispo- Shakespeare. El capricho o juego del drama, el olor despren-
sición carnavalesca, por expresarme en un sentido moderno. dido por las velas encendidas, la atmósfera del carnaval (que
El humo de las velas del carnaval constituye la auténtica realmente no siempre es divertido) nos sale al encuentro
atmósfera del arte. La anulación de la realidad, de lo ma- en el Don Giovanni de Mozart; también, pues, la música
terial, es necesaria all í donde la forma debe aparecer como necesitó medios para anular esta realidad. Tampoco Hécuba
símbolo cargado de significado y, al mismo tiempo, como significa nada para el músico o no debería significar nada.
creación autónoma del hombre. Debemos hacer olvidar Mas el disfraz no ayuda nada cuando la máscara es inadecua-
los medios que se usaron para conseguir el deseado efecto da o no conveniente para lo que oculta. Solo una realización
artístico. Hacia ahí lleva la naturaleza del hombre el senti- perfecta, un tratamiento comprensiblemente adecuado de
miento incorrupto en todos sus afanes artísticos, hacia ahí la materia conforme a sus cualidades, pero, ante todo, . la
retornaron los auténticos grandes maestros del arte en todos consideración de esta última en la misma configuración
sus ámbitos, de modo que en las épocas de más elevado formal, pueden hacer olvidar el material, pueden liberar
desarrollo artístico tan1b ién ocultaron lo material con la más- totalmente de él a la forma artística, pueden hasta elevar una
cara. Fue lo que llevó a Fidias a aquella concepción de l tema pintura sencilla a la categoría de obra de arte. Son en parte
de los dos tímpanos del Partenón; para él la tarea, es decir, la puntos de los que no quieren saber nada la estética de carác-
doble representación del mito, consistió en encubrir lo más ter simbólico o los idealistas, contra cuyas dañinas doctrinas
posible las divinidades, que allí aparecen representadas con arremete con razón Rumohr en sus escritos (un Rumohr al
el tratamiento del material (esto es, con la piedra con que que ya no citan nuestros estéticos y expertos en arte).
las formó) ; por tanto liberó a su esencia religiosa-simbólica La arquitectura griega confirma también todo lo que he
en su configuración exterior de toda manifestación material dicho pues en ella prevalece el principio al que he inten-
y superficialmente demostrativa. Sus dioses, ante todo y tado referirme: en cuanto obra de arte, tal como aparece y
ante todas las cosas, salen a nuestro encuentro, lo que nos surte efecto, hace olvidar en su percepción el material y el
asombra como expresión de la belleza y grandeza humanas. procedimiento, y como forma artística resulta satisfactoria
Wtzs war ihm Hekuba' (iQ!é era para él Hécuba?)'' Por el en sí misma. Demostrar esto constituye la difícil tarea de la
mismo motivo, también el drama pudo tener significado teoría del estilo.
solo en los comienzos y en la cima más alta de la forma- (") En alemán, la expresión Das ist mir Hekuba tiene el senti-
ción creciente de un pueblo. Las imágenes más antiguas de do de «Esto no significa nada para mí, no me importa nada».
vasos nos proporcionan nociones acerca de las tempranas En la obra de Shakespeare, Hamlet se asombra de la facilidad
representaciones con máscaras de los helenos. En su forma con que a un actor se le saltan las lágrimas (ante el destino de
espiritualizada, igual que aquel drama en piedra de Fidias, Hécuba, segunda esposa de Príamo, rey de Troya, y la muerte
se asumieron de nuevo las antiquísimas representaciones de su hija), mientras él no se conmueve por el asesinato de su
con máscaras por parte de Esquilo, Sófocles y Eurípides, y padre: ¿y a el qué le importaba Hécuba? (N. del T.)
simultáneamente por Aristófanes y el resto de los cómicos.

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