Una brisa agradable mecía las hojas de los árboles, generando un susurro
solemne y constante. El ambiente se tornaba agradable en la primavera, y
Hyde Park florecía y brillaba en distintos tonos verdes vibrantes.
Era un sábado a la tarde, uno que daba la completa sensación de serlo. Era
esa clase de días que lo convencían a uno, o al menos a Andy, de que en
efecto estaban en ese punto de la semana. Según él, los martes debían ser
lluviosos, los miércoles soleados y los viernes tormentosos por la noche.
¿Por qué? No tenía ni la menor idea, así como la gente tampoco podía
justificar aquel sentimiento de ver a una persona y decir "oh, tiene rostro de
llamarse John".
Había salido del trabajo temprano, ya que los fines de semana eran sus
días libres. Aquello lo había llevado a querer disfrutar del agradable clima y
salir de su pequeño departamento en Candem Town, cuyas calles, por
cierto, estaban anegadas de gente en la zona del mercado. Había tomado el
Northern en la estación de la ciudad y, haciendo unas cuantas
combinaciones, en una hora había llegado al corazón verde de la capital
inglesa.
Había metido, por supuesto, un libro en la mochila (A Tale of a Lonely
Parish, creía importante el conocer en profundidad aunque sea una obra de
F. Marion Crawford, más si aquella había sido precisamente una edición y
proyecto de la British Library) pero a penas había sido capaz de leer unas
cinco o seis páginas, ya que se encontraba perdido en sus pensamientos.