La disponibilidad de armas también es un factor importante en el suicidio adolescente,
que es la tercera causa de muerte entre adolescentes de 15 a 19 años en Estados Unidos (Anderson y Smith, 2005). Las armas de fuego son el método elegido para el suicidio en 52% de los casos (NCIPC, 2001). La reducción de 25% en las tasas generales de suicidio de jóvenes de 10 a 19 años entre 1992 y 2001 quizá se deba en parte a las restricciones para el acceso de los niños a las armas de fuego (Lubell, Swahn, Crosby y Kegler, 2004). Casi 17% de los estudiantes de educación media y media superior en Estados Unidos informan haber considerado seriamente el suicidio y 8.5% haberlo intentado (NCHS, 2005). Aunque la mayoría de los jóvenes que intentan suicidarse lo hacen utilizando pastillas o ingiriendo otras sustancias, es más probable que quienes “tienen éxito” empleen armas de fuego (Borowsky, Ireland y Resnick, 2001). Por esa razón, los varones adolescentes, que son más propensos a usar armas, tienen una probabilidad cinco veces mayor que las mujeres jóvenes de tener éxito en suicidarse, aunque es más probable que las mujeres adolescentes consideren o intenten suicidarse (NCHS, 2004, 2005). Aunque el suicidio ocurre en todos los grupos étnicos, los varones nativos estadounidenses tienen las tasas más elevadas, en tanto que las muchachas afroestadounidenses tienen la más baja. Los jóvenes gay, lesbianas y bisexuales, que tienen elevadas tasas de depresión, también tienen tasas inusualmente altas de suicidio e intento de suicidio (AAP Committee on Adolescence, 2000; Remafedi, French, Story, Resnick y Blum, 1998). Los jóvenes que consideran o intentan suicidarse tienden a tener antecedentes de enfermedad emocional. Es probable que sean perpetradores o víctimas de violencia y que tengan problemas en la escuela, ya sean académicos o conductuales. Muchos han sufrido de maltrato en su infancia y tienen graves problemas en las relaciones. Tienen un autoconcepto pobre, se sienten desesperanzados y tienen un deficiente control de impulsos y baja tolerancia a la frustración y al estrés. Es frecuente que estos jóvenes estén alejados de sus padres y que no tengan a nadie fuera de su familia a quien solicitar ayuda. También suelen haber intentado suicidarse antes o tener amigos o familiares que lo han hecho (Borowsky et al., 2001; Brent y Mann, 2006; Garland y Ziegler, 1993; Johnson et al., 2002a; NIMH, 1999; “Suicide-Part I”, 1995; Swedo et al., 1991). El alcohol ha contribuido a la mitad de todos los suicidios en la adolescencia (AAP Committee on Adolescence, 2000). Quizá el factor esencial sea una tendencia hacia la agresión impulsiva. Los estudios posmortem con imágenes cerebrales de las personas que han logrado o intentado suicidarse, han identificado alteraciones en las regiones de la corteza prefrontal implicadas en la emoción, regulación e inhibición conductual (Brent y Mann, 2006). Los factores de protección que reducen el riesgo de suicidio incluyen una sensación de conexión con la familia y la escuela, bienestar emocional y logros académicos (Borowsky et al., 2001). Los centros de atención telefónica crítica son el tipo más común de intervención en suicidio para los adolescentes, pero su eficacia parece ser mínima (Borowsky et al., 2001; Garland y Zigler, 1993). Los programas escolares de detección han proliferado en años recientes y tienen sus defensores (Friedman, 2006). Aunque a algunos observadores les preocupa que tales programas puedan darles ideas a los jóvenes, un estudio aleatorio controlado con 2 342 estudiantes de educación media y media superior en el estado de Nueva York no encontró bases para esa preocupación (Gould et al., 2005). Sin embargo, existe poca evidencia de que tales programas reduzcan el riesgo de suicidio o que motiven a los adolescentes que están pensando en suicidarse a buscar ayuda (Harvard Medical School, 2003). Resulta de igual importancia atacar los factores de riesgo por medio de programas para reducir el abuso de sustancias, la violencia y el acceso a las armas de fuego, y para fortalecer a las familias y mejorar las habilidades de crianza infantil (Borowsky et al., 2001; Garland y Zigler, 1993).
Factores de protección: salud en contexto
El desarrollo de los adolescentes, como el de los niños más pequeños, no ocurre en el
vacío. Como hemos visto, el ambiente en la familia y en la escuela representa una parte importante en la salud física y mental. Un estudio con 12 118 estudiantes de séptimo hasta decimosegundo grado en una muestra aleatoria de 134 escuelas en Estados Unidos (Resnick et al., 1997) examinó los factores de riesgo y de protección que afectan los cuatro principales aspectos de la salud y bienestar en la adolescencia. Éstos fueron la angustia emocional y el comportamiento suicida; la participación en peleas, amenazas de violencia o uso de armas de fuego; uso de tabaco, alcohol o marihuana, y experiencia sexual, incluyendo edad de inicio de las relaciones sexuales y cualquier antecedente de embarazo. Los estudiantes respondieron a cuestionarios y se sometieron a entrevistas de 90 minutos en su hogar. Durante las porciones delicadas de la entrevista, los jóvenes escucharon las preguntas por medio de audífonos y anotaron sus respuestas en computadoras laptop. Los administradores escolares también respondieron a cuestionarios. Los hallazgos subrayan las relaciones en el desarrollo físico, cognitivo, emocional y social. Las percepciones de conexión con otras personas, tanto en casa como en la escuela, afectaron positivamente la salud y bienestar de los jóvenes en todos los dominios. Un factor importante fue el tiempo que pasaban con sus padres y la disponibilidad que tenían éstos para convivir con sus hijos adolescentes. Incluso más importante era la sensación de que los padres y maestros eran personas cálidas y atentas que tenían altas expectativas de logro para los jóvenes. Estos hallazgos son claros y consistentes con otras investigaciones: los adolescentes que obtienen apoyo emocional en el hogar y que tienen buena adaptación en la escuela, tienen la mejor oportunidad de evitar los peligros de salud en la adolescencia.