Leo:
Esto es lo último y a la vez el principio ¿vaya paradoja, no? Quizá hay historias
que tienen su fin antes de empezar, yo, te estoy regalando un fin para después
iniciar. Aún, mientras te escribo esto, me tiemblan las manos porque no estoy
seguro de hacerlo, (por cierto, perdona por ser tan anticuado y hecho un tanto a la
antigua, bien podría mandarte un mail, pero prefiero que conozcas hasta mis
errores ortográficos con los cuales también quiero decirte lo mucho que me
encantas), a decir verdad estoy un poco aterrado, porque de haber hecho mal mis
cálculos voy a terminar dolido de este acto. Déjame contarte en resumen de qué
trata, y como comenzó:
Cuando yo tenía seis años, mis padres asistieron a un taller de matrimonios
donde, el conferencista, un reconocido pastor, decía que una de las mejores cosas
que pueden hacer por los hijos es proteger su corazón. Por lo tanto, como el área
ante la cual nos encontramos más vulnerables es el amor, sugería que como
padres oraran por la mujer u hombre con quién sus hijos en algún momento
compartirían el resto de sus vidas. Sin más, mis padres empezaron a hacer eso, a
orar por Diannela y por mí; e incluso nos hacían que oráramos por dicha causa. A
los 6 años uno no entiende nada de eso, Zoé. Pero pedíamos a Dios por la
persona con la que un día expresaríamos todo el amor que dos personas de
pueden expresar.
Un día, cuando cumplí 8 años, papá me regalo una cámara, con la que, por simple
hobby, empecé a registrar diferentes momentos de mi día a día para después
pasar horas en mi cuarto analizándolos. Nunca grave nada interesante, pero me
divertía haciéndolo. Después de un par de meses creyéndome reportero, tuve una
gran idea. Pensé en esas oraciones que papá y mamá hacían por esa persona
especial que un día aparecería en nuestras vidas y decidí grabar el proceso de
espera. Me grave a mí mismo hablándole a esa persona.
Así fue como los muchos vídeos que encontrarás en el baúl nacieron. He grabado
los últimos 10 años de mi vida en pequeñas porciones. Hay cosas que dije de las
cuales yo mismo me sorprendí, sin embargo no las creo incorrectas. En ellos
verás mi tan complicada niñez, entre otros momentos de mi vida entre los cuales
siempre supe que aparecerías. Me conmueve el sólo hecho de pensar que lo que
estoy haciendo puede ser un error fatal, pues siempre me prometí que todas estas
grabaciones solo las vería la persona con la cual, yo estuviera seguro
compartiríamos una vida. Valoro tanto el conjunto de vídeos, música, fotos,
detalles y de más cosas que te llegarán por separado (para lo cual el baúl tiene los
dos pequeños compartimento).
Desde el primer día que inicie esto le titule: “Poemas para…”, debido a que nunca
supe que nombré poner, porque no sabía a quién iba dirigido, hasta que te vi. Más
bien no sabía lo que quería hasta descubrir tu existencia. De pronto apareciste en
mi vida, haciendo un caos de lo que siempre había tenido en orden. Tú y esa
sonrisa infinita e imborrable. Tú y todo lo que eres. Tú y nadie más. Redujiste todo
mi tiempo al simple detalle de verme a los ojos cuando caí frente a ti.
De pronto estoy tan seguro, y al momento tan dudoso de hacerlo, pero, si este
baúl está en tus manos significa que contra todos los pronósticos y diagnósticos,
lo envíe. No lo envíe como un recurso más para conquistar tu corazón, lo envíe
porque ya no encontraba razones para no hacerlo. Todo me dice que eres tú.
Quizá mañana cuando me levanté y vea que entre mis cosas falta mi viejo baúl de
madera, me voy a arrepentir, pero no te pediré que me lo devuelvas. Pues si
después de todo esto, jamás tengo una oportunidad contigo, lo lamentare. Pues
tendré que decirle a la persona con la que me case, no queriendo con ello
justificarme, sino queriendo ser veraz e íntegro en mis palabras:
Porque ¿sabes? siempre estamos buscando a una persona Zoé, a esa que es
única, y aunque muchas aparezcan para usurpar su lugar, sólo son
equivocaciones en la búsqueda de esa persona. Yo lo sé, soy de esos, de los que
entré los millones de seres humanos que habitan este mundo, sabemos que hay
una sola persona a la que buscamos, y encontraremos. Pero también sé que en la
búsqueda, muchas veces nos perdemos, pero cuando le hallamos sabemos que
todo lo vivido fue apenas diversos caminos que nos llevaron a ella. Me encantaría,
después de todo lo que tengamos que vivir, no tener que decirle “me equivoque”, a
nadie, sino poder decir con la frente en alto, ante ti:
“siempre supe que eras tú, los latidos inconfundibles que me provocabas hablaban
de ti”.
Un último favor, recuerda no decirme nada. Ignorarme hasta cierto punto, y sólo
trátame como amigo, más nunca me llames “amigo”, la friendzone ya está sobre
poblada como para irme a vivir allí. No quiero intervenir directamente en tu
relación. Quiero estar presente en tu vida y memoria por medio de este baúl que
lleva mi esencia de estos últimos años.
Posdata: Te quiere, Demián, desde que tenía 9 años e hizo todo esto por ti. Y aun
a esta edad, mi niño interior suspira por ti. Gracias por existir.
Mamá baja la carta y me ve. Carolina la toma y la vuelve a leer, Martha se una ella
repasándola. “¿Me la permites de nuevo?”, dice Valeria, mi prima, quien también
ha hecho acto de presencia junto con mi tía Federica. Tuve que leer la carta tres
veces, la primera porque me mataba la curiosidad, la segunda porque a la mitad
de la primera vez, entre en shock y ya no leía con lucidez y la tercera porque el
solo leerla me provocaba adrenalina que me hacía sentir fuera de mi orbita. No es
que estuviera llena de frases cursis y extensos poemas como ya le conocía, sino
que, ¿era real todo lo que había escrito? ¿en verdad todos estos años se trataba
de mí? ¿y si no soy yo y solo soy un camino diverso que lo llevara a la persona
que en verdad busca? ¡Oh dudas y emociones, gracias por complicarme la
existencia! El sábado por la mañana estaban todas aquí como inspectoras.
Todos en esta habitación ya han leído la carta una vez, y yo aquí e pijama sentada
en posición fetal sobre el espaldar de la cama. Todas quieren cuestionar sobre el
baúl pero nadie dice nada. Todas morimos de ganas de abrirlo, pero nadie lo pide,
solo lo vemos como si estuviéramos ante una bomba que debe ser desarmada, y
no sabemos cómo. Entre mis dedos jugueteo y protejo con celo la llave.
—Solo busco si… no sé… ammm, —le da vuelta a los papeles poniéndolos contra
la luz de que se filtra por la ventana, —¿algún mensaje codificado? —Murmura
Carolina.
—No seas ridícula, dame acá, —Estira la mano para arrebatarle la carta pero
Carolina es más rápida que la mano de Valeria.
Yo no hablo. Mamá me ve y sonríe como cómplice que se delata. Volteo los ojos
mostrándole negación a su complicidad. Por un momento nadie dice nada. La
presencia de todas me abruma, y ya pensándolo bien no sé qué hace tanta mujer
aquí, si solo llame a Carolina y a mamá, pero por lo visto Carolina trajo a Martha.
Y mamá, como muy frecuentemente los sábado por la mañana cocina con mi tía, y
hoy coincidió, la invito junto con Valeria que intentaba aprender a cocinar, a que
dieran su opinión de lo que estaba pasando. Así es como todas estamos en esta
habitación. Cada una tiene un millón de opiniones, y multiplicadas por cinco, tengo
cinco millones de opiniones de las cuales ¡no sé ni que decir!
Ayer por la noche ni siquiera pude darle play al DVD donde se supone dejo puesto
un de sus videos.
—Llego poco rato después que Tito vino por ti, me saludo muy amable y me
explico que era una sorpresa, que solo colocaría unos post it en tu cuarto y que si
quería, lo vigilara para que me asegurara que no tocaría nada, y así lo hice. Pero
el baúl lo dejo en la sala porque se le hacía tarde. —Nos contaba mamá como
dejo entrar Demián a mi cuarto. Yo la veía con la ceja izquierda levantada y ceño
confundido mientras hablaba. El resto como niñas que escuchan por primera vez
el cuento de cenicienta. —Pero nunca me dijo de que trataba, Zoé.
—Mamá, ¿te imaginas si es un loco psicópata y trajo una bomba para matarme y
tu dejándolo entrar? —“Ay por favor…”, todas se quejan negando mis palabras.
Cierto, estoy exagerando. Damián no es un psicópata. Y sin embargo me causa
cierto terror, no él, sino lo que sin estar insistiendo me puede hacer sentir. Y ya
decidí poner fin a esta confusión, pero le prometí seguir el decálogo.
—Ay, ahora si sonaste ridícula, ¡este tipo se muere por ti! No te dañaría, es un
terrón de azúcar. —Le defiende Valeria.
—¿Y Tito? —Así, tenía que mencionarlo, gracias tía Federica, ya puede ir a morir
en paz.
—Tito, pues… es mi novio. —Se ven una a otras. —Y el, lo quiero, es muy
especial, se ha portado lindo. —Me acerco al baúl sobre la ventana, —Es mi
primer novio.
—¿Lo amas? —Tía Fede vuelve al ataque. Creo que es la única que está
haciendo preguntas medulares debido a su imprudencia.
—Ay deberías salir con Tito entre semana y los fines con Demián, ¿no? —Mamá
le lanza una almohada a Valeria a la cara.
—Baúl, mamá. —Le corrijo. —Y no. No quiero abrirla. Si solo la carta introductoria
me sacudió las emociones, ¿te imaginas el baúl? Deja eso en paz.
—Bueno, pues terminemos con este melodrama. —Valeria se pone de pie, se mira
en el espejo, se retoca el cabello, alisa el vestido verde que lleva puesto, se da
una sonrisa a si mismo y después me mira. —Tomas ese baúl, vas al bote de
basura y lo tiras.
—Ay por favor, prima. —Dice casi burlona. —Te estas muriendo por un tipo que se
nota lo traes loco, hablas mejor de él que de tu novio y ¿te pones tu solita entre la
espada y la pared?, retienes el baúl pero no lo abrirás, ¿para qué? ¿cuál es el
miedo a abrirlo si de todos modos no le darás una oportunidad al tipo? —Se
acerca a mí. —Tú estás feliz con tu novio, ¿no? —Asiento con la cabeza. —Pues
Demián no será ni el primero ni el último que te buscara, porque aceptémoslo,
eres muy linda. Pero tú no dejaras a tu novio. Así que si no vas a abrir ese baúl,
que en otro caso sería un ramo de flores o algo así enviado por una persona
común, tíralo. Él ni siquiera sabrá. Da lo mismo tenerlo aquí que en la basura. Por
cierto en la basura te causaría menos confusión. ¿Lo abrirás o no? —Me extiende
la mano pidiendo la llave.
—Pues regrésalo.
—Que eres bien ridícula. Eso. Tienes novio, pero se ve que es Demián te mueve
el tapete. Te envía un baúl como detalle de cuanto te quiere y tú, ni lo abres ni
nada.
—Yo digo que… lo abras. —Levanta las cejas para expresar su énfasis.
—Lo sé. Pero lo que Valeria te dijo tiene algo de razón, ¿cuál es el fin de no abrirlo
y retenerlo?
—Quizá hay regalos que nunca deben ser abiertos. —Respondo lanzándome de
nuevo a la cama. Observo la llave entre mis dedos.
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Y así fue como decidí no tocar el baúl. Acepte vivir con la duda. Pero en silencio
decidí seguir el decálogo para mi sola, sin compartirlo con nadie, incluso para no
volver a tocar el tema le pedí a Martha y Carolina que no mencionaran más sobre
ello, que era un asunto muerto, (pero tan vivo en mi silencio), sin embargo cada
vez que iban a casa veían el baúl, así que tiempo después le tuve que esconder
en el armario, de ahí paso al ático donde hasta hoy permanece y no he vuelto a
moverle. Seguí saludando a Demián todos los días como a cualquier amigo,
aunque en el fondo sabíamos que era algo más que eso. Mis manos temblorosas
estrechadas por las suyas me delataban ellas sabían que era algo más. Aprendí a
darle la mejor sonrisa que tenía en cada saludo, me acostumbre a sonreírle de
una manera particular que solo él y yo entendíamos. Le tenía por ausente y de
poco interés delante de todos pero presente entre post it que nunca dejaban de
llegar envueltos en pequeñas cajitas que me hacían suponer él mismo decoraba,
algunos de ellos estaban para morir suspirando:
“Mis dedos no te han tocado en tanto tiempo, pero no saben hacer otra cosa sino
acariciarte en mi memoria, viven de momentos frágiles en un extrañarte
inagotable”.
“Me gusta levantarme pensando en ti, me gusta dormir pensando en ti, me gusta
no dejar de pensar en ti”.
“Contigo sé que puedo visitar todas las estrellas, y sin embargo tu eres un
universo, el cielo más amplio se desborda en tus pupilas, y ese sol inigualable que
se resbala por tu piel aceitunada. Me encanta hasta lo que no tienes pero adoro lo
que en ti hay”.
“Tan bonita que te ves a mi lado y tan fea que te gusta ser con él”
“He pensado seriamente secuestrarte, pero eso de que comes mucho me aterra
¿cómo te mantengo? ¡La dieta, Zoé. ¿No?!”
Permanecía cerca de mí entre canciones. Por las madrugadas cuando sabía que
estaba dormida los publicaba en mi perfil de Facebook, los dejaba en privado para
solo yo tener acceso a él, al día siguiente cuando lo veía, solo nos sonreíamos.
Las canciones variaban según le parecía. Un día nos encontramos en un
restaurante de comida italiana, nos vimos de lejos pero no nos dijimos nada. Yo
estaba sola en la mesa mientras Tito había ido al baño. Creí que me mandaría un
mensaje, o se acercaría a saludarme pero no lo hizo. Parecíamos desconocidos y
desinteresados de ambos, a pesar de que compartíamos el mismo salón de
clases. Él estaba con Alessandra. Y yo tenía nada que decirle, hasta donde sabía
solo eran muy buenos amigos aunque era de dominio público que ella quería algo
más. En la noche, cuando Tito fue a dejarme a mi casa, abrí la Mcbook, y allí
estaba: “Demián Quintana ha compartido un enlace privado contigo”. La canción
era: “Always” de Bon Jovi, en una versión en español. Sabía cuál era el mensaje
central, pero no podía hacer nada, o no quería. En otras ocasiones me dedico
“You could be happy”, de Snow Patroll. “The Scientist” de Coldplay. “Cualquier
forma de amor” de Los Claxon. “Sabes” de Reik. Cerraba los ojos y decía su
nombre. Él lo sabía, aunque nunca le dije nada tal y como me lo había pedido.
Había aprendido a vivir con el secreto. Ya todo parecía una costumbre, como estar
enamorado de un persona inalcanzable, lo éramos, lo sabíamos pero no
interveníamos en nada. El tiempo corría y nos pesaba, sin embargo lo dejábamos.
Y qué decir de las cartas, escritas de su puño y letra. Ese detalle proveniente de
esa cultura de antaño me hacía sentir apreciada de forma diferente y única:
Y eso era todo, si tenía algo que reclamarme o elogiarme me lo decía en cartas,
pero nunca me externaba nada que no fuera por medio del decálogo. Pero el baúl
seguía intacto. Todas las noches veía la llave y me consumía la duda del
contenido pero siempre encontraba la fuerza para no ceder.
Estos últimos días he marcado a su celular más de tres veces. Pero cuelgo, a
veces lo hago tal y como acordamos. Solo quería que supiera mi estado de ánimo.
No tenemos ningún tipo de trato que no sea de compañeros de escuela. Tito se
porta como si tuviera todo el dominio sobre mí. Hay días que no lo tolero, pero en
el fondo le amo, y aun eso lo he empezado a cuestionar, ¿en verdad es amor?
Quizá solo quede atrapada en un compromiso por cuestión de mi reputación de
mujer, por no querer dañarlo diciendo que me equivoque en esta relación. Me he
vuelto vulnerable a sus irritantes cambios de humor, reclamos sin sentido, me
esfuerzo por tener una relación normal, pero siempre me pregunto si esto es todo.
Fuimos al campamento que tanto esperábamos, tenía una gran expectativa que
incluso volvimos a vender hamburguesas para no detener el viaje. Pero se portó
tan grosero en varias ocasiones, incluso por tonterías o cuando alguien se me
acercaba. Carolina que también asistió termino enojada conmigo por su causa:
—¿Por qué dejas que te grite ese animal? —Reclama Carolina muy preocupada.
—Tranquila, solo está enojado, él así es. —Respondí con pereza mientras
armábamos la casa de campaña.
—No. Nada de que así es. Es un bruto sin vergüenza, como te va a gritar solo
porque no trajiste una colchoneta extra.
—Mira Zoé, eres tonta o te estas quedando. Pero la próxima vez que vea que te
habla así le voy a dar una bofetada. Haz algo, ese chico tiene tres neuronas.
CAPITULO 32
Así que me anime, me cambie lo más rápido que puede el pijama por unos skinny
jeans negros y una playera blanca con cuello V de mangas largas que llevaba
pequeñas cruces por todos lados, me coloque una chaqueta y gorra negra que al
frente tenia grabada la Q de mi apellido. Estaba por salir del cuarto cuando me
percato que voy en pantuflas.
—No me va a ver lo pies, —me dije a mí mismo y abrí la puerta, decidido pero
lento.
Mire por el pasillo, y no había nadie. Mire el reloj en mi mano izquierda y era la
01:15am. Estaba cerrando mi cuarto cuando:
—Hey, ¿dónde vas Demián? —Me susurra bajito desde la puerta entreabierta de
su cuarto.
—¡Aah! ¿Quieres que le hable a papá? —Dice en voz bajita, pero amenazante, se
aclara la garganta y continua en voz clara y fuerte, —Pap…mmmm —Le tapó la
boca rápidamente.
—Ve a cambiarte. No quiero que me vean con una indigente en la calle. Te espero
en la sala.
Hace quince días fue nuestra graduación, el punto donde se empezarían a separar
nuestras historias. Tanto que había esperado ese día cuando recién entre a la
preparatoria en Chihuahua, pero después de entrar, aquí en Cancún, no quería
salir. Salir era empezar un adiós cruel, multiplicar las posibilidades de entrar a lo
imposible, decirle adiós a nuestra única posibilidad que radicaba estar en la misma
ciudad. No quería que llegara ese momento, cómo iba a querer si sabía que tanto
ella como yo, nos iríamos lejos.
—¿Entonces tú iras a la Universidad de Oral Roberts? —Me preguntaba Martha
mientras desayunábamos en la cafetería dos meses antes terminar el curso.
—Nosotras nos iremos a ¡Londres! —Dice Carolina levantando los brazos con una
cara de emoción que no cabe en sí. —Bueno, eso creo, —los baja y frunce el
ceño, —presentamos los exámenes hace unas semanas, creo que si quedamos.
—Dibuja una sonrisa nerviosa.
—¿Porqué Zoé se quiso ir tan lejos? —Les pregunto. Ambas se ven sin saber que
decir.
—Sí, bueno, me dijo, pero nunca creí que fuera muy en serio. —Respondo. —
Pero ya sabes que intento hablar lo menos posible con ella.
—Ya sabes que lo que le interesa es ahorrar. —Responde Martha. —Qué bueno
que se anticipa.
—Dime, quiero saber. —Le mire a los ojos mientras bebo un trago de agua.
—¡Ya díganme, por favor! —Habían logrado ponerme nervioso y con la ansiedad
al límite.
—Ya, basta. Tranquilo. Te diré, pero por lo que más quieras se prudente y
muérdete la lengua, aunque es algo… ammm… —Duda por unos segundos. —
¿Serio? Digámoslo así, pero falta mucho tiempo, y debes, así como hasta ahora,
mantenerte al margen. Por favor. ¿De acuerdo? —Me mira con firmeza.
—Ay qué flojera Carolina, la haces mucho de emoción. ¡Ya dile a este pobre
hombre que el Tito se quiere casar con Zoé! —Carolina la calla con la mirada
sobre cogida de sorpresa por su imprudencia.
—No hay nada que contar, es todo lo que debes saber. —Evade.
—Tú Martha, dime. Por favor. —Se encoge de hombros. —¡Te invitare a comer!
—Pues fíjate qu… —Carolina la amenaza con la vista. —No sé nada, jajaja
—Solo díganme algo, —les suplico a las dos. —Eso no va a ser pronto ¿verdad?
—Demián, ¡Por Dios! ¡Nos vamos seis años a Londres! Claro, —sonríe irónica, —
no uno tras otro. Gracias a Dios existen las vacaciones, pero son seis años de
estudiar medicina. Seis años donde puede pasar de todo. Hasta el olvido absoluto
de ella hacia ti o viceversa solo reducido a un amor de adolescencia. ¿Me explico?
—Uuuy, ¡qué cruel sonó eso ultimo! Yo no tengo nada que ver en esto. Yo no,
¡bye, bye! —Martha retrocede un paso lavándose las manos como Pilato. Pero
Carolina extiende el brazo y la jala hacia nosotros.
Los ruidos del pasillo me devolvieron al plan de esa noche. Reacciono estirando el
cuello para corroborar que es Diannela, y si no, esconderme. La veo caminar por
el pasillo y al pasar por el cuarto de nuestros padres, se acerca y pega el oído
para analizar la situación. Me hace señas de que todo está en orden. Camino
hacia a la puerta principal y la abro lentamente:
—No empieces, nadie te dijo que vinieras, tú te pegaste. Ahora te aguantas. —Le
advierto.
Es la misma pregunta que con la que Diannela abrió una conversación semanas
atrás cuando entro a mi cuarto. Aquella noche había sido nuestra fiesta de
graduación. Me encantaba nuestra amistad. E indudablemente era imposible
negar lo hermosa e inteligente que era, pero simplemente no podía verla con los
mismos ojos que veía a Zoé. Me agradaba su persona, me agradaba las pláticas
tan interesantes que teníamos por horas. Las películas que vimos en la sala de su
casa o la mía, me hacía bien saber que Diannela y ella tenían una amistad más
allá de la conexión que yo les generaba. Alesasandra era, y es, especial. Me
gustaba incluso que cuando le hablaba de Zoé toleraba que yo me expresara tan
bien de ella a pesar de saber el interés que me mostraba. Pero nunca, jamás,
intente algo más que no fuera amistad, era inútil. Siempre fui honesto. Sin
embargo ella siempre albergo una esperanza. El constante contacto que teníamos
lo producía.
—¿Te veo mañana? —Me pregunto el segundo sábado por la noche que salimos.
Después del bochornoso encuentro con Zoé y su novio en el cine.
—Sí, claro. Iré a la iglesia con mi familia. Como hacemos cada domingo.
—Sí. De toda la vida. ¿Algún problema con ello? ¿No crees en Dios?
—Tranquilo. En lo que no creo es en la iglesia. —Dice sin titubeos. —Antes iba,
¿sabes? pero la religión me parece una gran mentira y lo que se supone ser la
iglesia, va tras de ella.
Me miro por unos segundos y después fijo sus ojos en el parabrisas del auto.
Suspiro como absorbiendo las fuerzas necesarias para poder hablar.
—A veces, Demián, no puedo creer en nada. No soy atea, es sólo que parece que
nada tiene sentido sino sólo el momento que se vive. —Habla con remordimiento.
Volví a verla y sus ojos estaban húmedos. Intente acercarme pero antes de
hacerlo se pasó las muñecas por los ojos y bajo del auto.
—Que tengas linda noche Demián. Eres muy lindo. Y a veces insoportable, jaja,
otro día me sigues predicando. —Se cruza a mi ventanilla y me da un beso en la
mejilla. —Quizá un día te acompañe. Nos vemos pronto.
“Sé que a veces sueno fría e indiferente, pero contigo, las cosas han cambiado
tanto. Agradezco a Dios tu existencia y por todo lo que me has ayudado. Lo único
que lamento es que, lo peor de cada fin de semana a tu lado es esperar el resto
de ella para volver a verte y sentirme un poquito más que compañera de salón. Te
quiero, besos.”
“Gracias. Que nuestra amistad dure por siempre. Lo mejor que he hecho por ti fue
ayudar a que conocieras a Dios. Buenas noches”
Pero nuestra amistad se vio fracturada, quizá esa noche, quizá fue más adelante,
aun no lo sé. Al no sentirse correspondida me empezaba a mostrar inconformidad
cuando hablaba de Zoé. O cuando no me sentaba con ella en la cafetería de la
escuela. En el fondo me dolía. Me dolía saber que la estaba hiriendo, que me
acerque demasiado a ella y yo no le permití que se acercara lo suficiente a mí.
Hasta que llego la graduación. Esa noche era de las más radiantes. Siempre tan
femenina y distinguida. Capaz de hacer que todos en la cena de graduación fijaran
sus ojos en ella. Incluso, quizá solo por esa noche Zoé, aunque acompañada por
su novio, sintió celos.
—Oh, no, no, gracias. En serio. Soy muy torpe para eso. Y la verdad no me gusta
mucho.
—Vamos, por favor. Has estado aquí toda la noche mirando a todos convivir. —
Mira a mi madre. —¿Señora me lo permite?
Sin más porque excusarme, me pongo de pie al mismo tiempo que a la distancia
veo que Zoé intenta bailar con su papá desde su mesa. La luz tenue y el casi
silencio absoluto más que los murmullos y risas, así como la música, hacen del
ambiente algo encantador. “… y para los que se amaran en la distancia”. Suena
“My inmortal”, de Evanescence. ¡Lo que me faltaba!
—Oh, sí, claro. Tampoco creas que te dar el lujo de bailar toda la noche conmigo.
Así que esa noche intente bailar y parecer elegante. Torpe y un tanto perezoso,
pero lo intente. Al parecer a ella no solo le parecía bueno sino cómodo, intento
abrazarme más y recostó su oído en mi pecho.
Mis ojos se desvían a la mesa de Zoé, pero no está, sigo buscándola hasta
encontrarla en la pista mirando a su novio, sonrientes, frente a frente.
—¿Si? Quizá se está emocionando más. —Respondo sin dejar de ver a Zoé.
—¿Sabes? —Le respondo tembloroso. —Me educaron para ser cortés y educado,
siempre prudente con las palabras. Nunca hablo de mas, ni digo cosas que otros
quieran oír sólo por su deseo. Detesto cuando alguien habla demasiado sin decir
nada, pero, contigo es la excepción. Me gusta todo lo que dices y como lo dices.
Tu imprudencia es linda. —Ella rió e intento levantar la vista. —Y no, no me mires
así que no estoy coqueteando. Sólo estoy diciendo que…ammm… —soné
dudoso. —…es agradable tu personalidad. —Sentí su ligero apretón de manos,
expresando su comodidad con mi comentario. —¿Ves? Hasta me estas pegando
lo imprudente de tan bien que se siente, tu amistad es invaluable.
—Lo que voy a hacer está mal. Es incorrecto y quizá me arrepienta el resto de mi
vida, pero no quiero irme a Canadá con él pesar en mi alma que jamás supe lo
que era darte un beso, quiero ayudarte a que me dejes de ver con ojos de
amistad.
—Si tú también decides irte, está bien. Lo entenderé. —Me dice mirándome a los
ojos, sosteniendo mi mano. Ella se había dado cuenta del cruce de miradas. Sin
darme cuenta, había prestado tanta atención a Zoé, que habíamos dejado de
bailar. Quizá no solo en ese momento, quizá los últimos meses había prestado
tanta atención a ella que había dejado de bailar en la vida.
Nos sentamos un rato en las bancas que estaban a las orillas del auditorio. No
dijimos nada por un momento. Ambos mirábamos el suelo. Y ella rompió el
silencio.
—Alessa, eres tan genial y yo… —Calle por un momento. —No sé cómo pudo
pasar todo esto, caí ante ti, ante tu personalidad tan encantadora y… te dañe. Te
lastimo no pudiendo corresponderte. —Sentía que me ardía la cara al pronunciar
esas palabras. —Me siento el peor de los hombres, un patán sin vergüenza.
Siempre quise ser educado y correcto. Siempre quise hacer feliz a alguien. Y me
duele herirte. Mis padres no me educaron para esto. Si no para amar. Y sin
embargo no puedo contigo, estoy tan enamorado de Zoé, que no te presto
atención más allá de una amistad. Lo siento. —Sentí un nudo en la garganta.
—Los padres no nos educan para la realidad de la vida. Porque cada vida es
diferente. —De sus ojos corren un par de lágrimas.
—Alessa, yo…
¿Qué es eso a lo que llamamos amor? ¿Cómo es que podemos sentir esa
sensación indescriptible por una persona y aun así saber que el amor es más que
una emoción? ¿Es una parte de esa persona la que nos hace amarle? O ¿es un
todo? Desde lo que tiene y no tiene. Alessa me hacía sentir esa sensación
indescriptible, pero no era amor. Zoé me hacía sentir lo mismo, pero por ella si era
amor. Amar era una decisión. Y yo había decidido amar a Zoé con todo lo que
tenía tantos virtudes como defectos. En silencio, pero amor al fin. Quizá un día
pondría fin a ese amor, quizá tenía un límite, pero por ahora sabía que la amaba.
Así que esa noche cuando Diannela entro a mi cuarto y pregunto “¿Qué pasa?
¿Todo bien?”, le dije que no todo estaba bien. Le conté todo lo que había pasado
con Alessandra. Y hoy que las dudas de ir a ver a Zoé antes de que ella se vaya a
Londres me detienen, pensando si todo lo que deje ir por ella valen la pena, las
preguntas de Diannela me hacen reconsiderar las cosas. Y hasta cierto punto
extrañar a Alessa, su amistad, su compañía. No he vuelto a saber de ella en
semanas.
—Sí, todo bien. No te preocupes. —Le contesto y nos acercamos a la casa de
Zoé.
—Vuelve a marcar. —Me insiste Diannela. Lo vuelvo a hacer. Suena una vez, otra
más y apunto de mandarme al buzón, escucho su voz.
CAPITULO 33
—Por supuesto que lo vi, —respondo, —sobre todo aquí en la calle frente a tu
casa, en este árbol enorme que carece de hojas, se vio aterrador.
El silencio volvió una vez más. “Dice que está afuera”, escuche su voz muy baja
decirle a alguien. “¿En serio? ¡Pues sal! ¡Sal, Zoé!” le respondió la segunda voz.
Una tercera, murmuraba cosas que no entendí, la bocina del celular se oía muy
despacio.
—Oye ¿Con quién estás? —Pregunte pero no respondió. —¿Bueno? ¿Sigues
allí?
—Estas en alta voz. Así que cuidado con lo que dices, —Responde Zoé con una
ligera risa que se le escapa.
Otro relámpago baño el oscuro cielo de esa noche con un trueno que se escuchó
a la distancia. Sentí una gota caer sobre mi nariz. Levante la mirada al cielo y se
vestía de un negro profundo y elegante, un rugir circulaba en el aire. En cualquier
momento el diluvio caía sobre nosotros.
—¡Ay ya dile adiós y vámonos! ¡Qué miedo, Demián! Si empieza a llover nos
mojaremos. —La queja de Diannela me alerta del clima.
—¡Ugrr! Ya, pues apresúrate. —Se dio media vuelta indignada. Qué prisa podría
yo tener esa noche. ¡Ninguna! Si lo único que deseaba era oír su voz, sentirla
cercana.
—Mejor vete tú con ella. —Habla Martha. —Ya son mayores de edad. Antes que
Tito se case con ell…ammm… —La voz de Martha se ahoga en un quejido.
Claro ahí estaba una vez más la realidad a la que me enfrentaba y ante la cual no
podía hacer nada. En los años que vendrían, vería mis posibilidades más lejanas
de estar a su lado. ¡Ah, los destiempos de la vida! Ese deseo infinito de volverlo
atrás y aparecer antes que nadie en su vida. Pero no era más que un suspiro de
utopía. Lo que estaba pasando era una realidad, y no se resolvía volviendo en el
pasado sino con cara al futuro.
—Disculpa a Martha, recuerda que es tu fan, y nos idealiza juntos. Siento mucho
sus comentarios. —Dijo tratando de excusarse. —Carolina pelea con ella
intentando amordazarla. —El tono de su voz me decía que estaba viendo algo
divertido.
—No tienes por qué disculparte, de todos modos estoy enterado. Se del interés de
tu novio y es normal. ¿No? —Diannela me observaba y se acercó. Quito los
auriculares de su teléfono y me los ofreció.
—Haciendo más cómodo el chisme. No vine hasta acá con peligro de lluvia para
no saber que estás hablando con ella. Conéctalos a tu celular y déjame oír. —Me
ordena.
—Si tranquila, todo bien. —Me convence y compartimos los auriculares. Le indico
que se mantenga callada.
No había tenido tiempo de hablar sobre el tema con ella. A demás mi opinión
quizá era la última que importaba, aunque me moría de ganas por hacerle muchas
preguntas. Un día antes de irse no era mal momento para saber lo que ella
pensaba sobre el tema.
—Pues, es normal que después de un año juntos por lo menos lo hablemos, ¿no?
—Su voz es seria.
—Demián, yo…
—¡Quiero saber por favor! —Le interrumpí. —Estas a unas horas de irte a miles de
kilómetros y la próxima semana yo también me iré. —Diannela se quitó el
auricular, me lo puso en el otro oído y se alejó. Había oído suficiente. Me sujete a
los barrotes del portón de su casa, con ese vacío en el estómago y el hormigueo
en las manos. Ansioso. Ansioso y angustiado. —No sé si te vuelva a ver, no sé
qué viene en el combo del futuro. ¿No te aterra Zoé? ¿No te provoca angustia y
desesperación? ¡Porque a mí sí! Y no sabes lo frustrante que es estar en mi
posición. Incluso ya me arte de buscarte, de esperarte y no obtener nada más que
el silencio, aunque yo te lo pedí. Y hoy vine a verte, a pesar que sería más
doloroso, y no me puedes dejar con la duda. No quiero llevarme preguntas en la
cabeza todo este tiempo que me está por caer de golpe a partir de mañana, si no
es que ya comenzó ahora.
—¿Lo amas? ¿Quieres estar con él por siempre? —Insistí, no podía desistir. Solo
necesitaba saber que toda esperanza que tenía había muerto si ella tenía un
deseo reciproco al de Tito.
Hay momentos en que el amor nos sorprende a una edad en la que no estamos
listos para él, y sin embargo, es amor. Hay quienes jamás se han podido reponer
de haberse enamorado y amado incorrectamente. Pues cuando se ha dicho en el
pasado “te amo” a la persona incorrecta, cuesta mucho decirlo en el presenté a la
persona correcta. ¿Cómo nos reponemos? ¿Cómo pensaba Zoé reponerse a lo
que vendría? Quizá el haberle dicho “te amo” a Tito, la hacía sentir incapaz de
decírselo a otro, y ese otro quería ser yo. A veces la veo en el rostro de algunas
compañeras de la facultad. Pero aunque las llame por su nombre ninguna de ellas
es Zoé. Han sido interminables los minutos que he visto su foto en el fondo de
pantalla de mi celular. El tiempo no la borra. Siendo franco, la he llorado, como si
entre lágrima y lágrima se me fuera su recuerdo, pero parece indeleble. Una
marca indestructible de ayer. Ha pasado más de un año y aun vivo respirando el
aroma de sus recuerdos. Me basta el olor a guardado, los tengo bien escondidos,
tanto que me he olvidado donde están cuando me quiero deshacer de ellos.
Sofía me ve un tanto angustiada y traga saliva. Juraría que está a punto de llorar.
Una más que escucha la historia de la última vez que estuve cerca de Zoé.
También la ha escuchado Mía, Cristal, Nekae, Nadia, y la lista continua, unas
amistades, otras amigas que intentaron algo más que amistad, pero no las deje, ni
dejo entrar. Es mi forma de decirles: “no tengo interés en nadie”. Pero parece que
no funciona. Mientras más les cuesto mi amor imposible más se me acercan,
pienso que quizá por eso Matías, un argentino que tenía como compañero de
cuarto se mudó, le he de haber hartado con Zoé. Pero en este momento, ya no es
solo Zoé. La universidad me absorbe por completo, tanto así que en vacaciones
no pude viajar a Cancún a ver a mis padres. Mucho menos tendría tiempo para un
amor. Amor que se me fue en un baúl que no sirvió de nada.
—¿Y después? —Me interroga Sofía. Me insiste que continúe con la historia
mientras con una cucharita mueve el café. —¿Qué te dijo?
Mi mente vuela a esa noche. Parece que aun siento las gotas enormes que
empezaron a caer. Lentas pero certeras.
—No, ¡calla!, ahora tu déjame hablar a mí. —Su sollozo estaba siendo
acompañado de lágrimas. Casi las podía sentir. —Ya no quiero hacerte daño. No
quiero estar siendo un estorbo en tu vida, un recuerdo inservible en un par de
años. ¡Déjame ir! Deja que me vaya de tu vida. Y yo te dejo ir a ti. Si después nos
volvemos a encontrar te prometo sonreír, te prometo que si me equivoque en
rechazarte de esta manera no me reprochare sino que disfrutare verte feliz. Lo vas
a ser. Lo sé. Lo seremos.
—¿Y la señorita?
La lluvia empezó a caer con fuerza y Diannela me tomo del brazo indicándonos
que era momento de irnos. No noto mis lágrimas, se mezclaban con la lluvia. Le
pedí un momento más y acepto a pesar de los crujientes truenos que estremecían
la noche.
—Bien. Me retiro. Hubiera preferido que esta despedida hubiera sido diferente.
Siento tanto haberte amado así. Tanto que falte el respeto a tu relación.
—¡No! ¡Basta, no! —Continúo firme antes que cuelgue. —Tampoco es tu novio.
No es la universidad. Eres tú. Soy yo. Ambos. ¡Perdón por no poder conquistarte
Zoé! Te voy a extrañar más de lo que este tiempo teniéndote cerca te he
extrañado, yo solo hubier…
El sonido que se produce ante una llamada que se interrumpe nació. Había
colgado. Me quede con toda una lluvia de cosas que decirle. Mire a Diannela que
solo se alzó de hombros y me dijo que era hora. Avanzo unos pasos pero no la
seguí. Mire desde el portón de su casa la ventana de su cuarto. Todo estaba en
silencio, parecía que la noche estaba muerta, y sin embargo sabía que allí se
estaba quedando mi vida. A unos cuantos metros de distancia. Detrás de esa
ventana. Mis dedos se aferraron a los barrotes del portón, húmedos por la lluvia.
—Demián. Por favor. —Diannela me tomo del brazo y me jalo con cierta cautela.
Nos habíamos dicho el más terrible adiós en el mismo lugar donde nos habíamos
dicho el mejor de los hola. Por lo menos para mí. Y la verdad es que no me
arrepiento de haber hecho todo lo que hice, incluso, quizá haberme equivocado al
enviarle el baúl. Puedo vivir con la consciencia tranquila de que lo intente. ¡Hay del
cobarde que jamás hace nada! Al día siguiente se fue. Diannela dice que el auto
de sus padres pasó cerca de la entrada de nuestra casa. Me lo dijo días después.
Hizo bien, no habría querido oír nada de ella ese día. Martha me envió un
mensaje:
“Yo te voy a extrañar mucho. Lamento lo de anoche amigo. Quizá hay vidas que
no están destinadas a ser. Espero conservar tu amistad a pesar de todo. Estamos
por despegar, deséanos bien. Carolina te manda saludos, también te quiere”.
Mire el celular solo uno segundos. No le respondí. Nunca lo hice. Martha no tenía
la culpa, nadie la tenía. Habíamos sido nosotros dos. Pero creo que entendió, no
me escribió más. Y si lo volvió a hacer no lo sé, cuando vine a Oklahoma cambie
mi número. Le perdí todo el rastro por salud emocional. Ni siquiera sé si aún sigue
en Londres, no sé si se casó. Nada.
—Qué triste. —Sofía dice lo mismo que todos los que me han escuchado hablar
de ella. —Pero, ¿no te has vuelto a enamorar?
—No quiero. —Mi respuesta es rápida. —La verdad es que no estoy interesado en
alguien. No ahora.
—Es una excelente pregunta. Me gustaría saber dónde está y cómo está. Me dolió
tanto romperle el corazón. —Expreso apenado.
—Pero, —insiste, —¿y si Zoé tenía razón? —Le escucho extrañado, —¿y si era
Alessa la persona a la que le debiste dar una oportunidad? —Me reclino sobre la
silla, miro alrededor, la noche ha caído sobre el restaurant.
—No estar con la persona que en verdad amas se vuelve una especie de cárcel,
¿sabes?, —le digo mirando a las parejas que están alrededor, —dejas de ser tú
para convertirte en algo que la otra persona quiere, pero tú no eres ni quieres ser,
y ese “querer” de la otra persona se vuelve tu cárcel, vives queriendo agradarle
para que se sienta amada cuando en verdad no le puedes amar, porque siempre
tu amor perteneció a alguien cuyo nombre no es el de la persona con quien estas.
Te vuelves su esclavo y nada hay peor que el amor a la fuerza, que retengan tu
cariño sólo porque te “aman”, pero tú a esa persona no. Con el tiempo te odias, y
a veces le odias, pero más a ti mismo, porque sabes que no debiste haber cedido
a los compromisos establecidos, a las formalidades, a las ideas del tipo: “quizá
merece una oportunidad” o al “qué dirán si le dejo”. Y terminas envuelto en una
relación que jamás quisiste, y todo porque te dolió romper un compromiso de
noviazgo o coqueteo, pero después es más doloroso, porque cuando llegas al
nivel donde lo que tienes que romper un matrimonio, entiendes que nunca debiste
ceder a algo que nunca quisiste. Por eso creo que nunca debemos estar con la
persona que no amamos. Nunca debemos quedarnos con el: “pues es que ella o
él me quiere”, ¡no!, ¡jamás! Cásate con el amor de tu vida. Y con nadie más.
—Debiste haber estudiado filosofía, letras, sociología o algo así, ¿no sé qué haces
estudiando finanzas? —Ambos reímos.
—Bueno, es que siempre he pensado eso. Así aprendí desde pequeño. Y aunque
estoy por cumplir 20 años, lo sigo creyendo. El tiempo no pasa sobre valores
eternos.
—Sí, acepto tu teoría. Creo que es buena, noble. Pero quizá la historia tenga una
variante que nunca consideraste.
—Que estabas enamorado de Zoé. Y por eso nunca diste una oportunidad a
Alessa. Y de hecho no se la darás a nadie más porque inconscientemente la
quieres solo a ella. Cada vez que intentes algo con una chica, Zoé aparecerá entre
los registros de tu memoria. Compararas su sonrisa, su cabello, su personalidad,
hasta su forma de vestir. Y te puedo asegurar que si le das una oportunidad a una
chica, solo será a esa chica que se parezca un tanto a Zoé. Es como lo que le
pasa a las niñas, siempre terminan enamoradas de un chico que se parezca a su
padre. —Sentí que me estaba sacudiendo la cabeza a bofetadas. Incluso me
sentí ofendido, estaba diciendo que Zoé era la culpable de mis no a todas las
chicas, incluso a Alessa.
—Sí y no. Si porque sigue allí, en tu cabeza. Y no porque después de todo eres tu
quien la retienes. Bien te lo dijo, ¿no? “Déjame ir”. Ella vive aquí, —se inclinó a mí
y toco mi frente, —en tu inconsciente. Y hasta que no la dejes ir. Hasta que no
aceptes que hace mucho que se fue, que ya no está. Y que probablemente nunca
volverá, nadie más puede entrar. Nadie.
Sabía que tenía razón. Todos los días lo sabía. Pero no la dejaba ir porque
siempre albergaba la esperanza de volverla a ver. Aunque sea para decirle adiós
de la manera más correcta.
—¡Pero qué enferma te están dejando en la facultad de psicología! —Reímos con
tanta fuerza que sin querer tiro un plato al piso y todos voltean. Claudio acude a
nuestro auxilio y yo apenado lamento el accidente. —Lo siento Claudio, en verdad.
Pagare los daños.
—Claro que los pagara o no le dejaran salir. —Me sonríe y se retira con las partes
de los platos rotos.
—¿Qué de qué?
—Jajaja, pero que tonto, —me ve y ríe, —hablo de cuantas chicas más pagaran
los platos que rompió Zoé. Mi madre siempre decía: “Hazte responsable, que
nadie pague tus platos rotos”
—¡Ah sí, claro! “Los platos rotos” —digo haciendo comilla con los dedos, —espero
que nadie más. —Le respondo y le invito a ponerse de pie.
—¡Patán sin vergüenza! —Le cierro un ojo haciéndole saber que bromeo.
—Pues espero que sea así. Que no sea una mujer quien los siga cargando en su
cuenta de emociones.
CAPITULO 34
Papá y mamá tienen un letrero gracioso enorme en las manos con el que de lejos
me reciben: “Bienvenida” y en el mismo letrero una lagartija verde. Supongo que,
diseñada por sus propias manos. Le sonrió de lejos, me detengo a esperar a
Martha y Carolina. Discuten sobre algo y les apresuro. Junto a papá se encuentras
también los padres de estas dos disputadoras.
—¡Y pensar que aún me quedan cinco años a lado de ustedes! —Mascullo
acompañando la expresión de un suspiro de angustia mientras se acercan.
—¿Me extrañaron? ¿No? Si, lo sé. —Se les dibuja una enorme sonrisa en el
rostro. —Muero de hambre.
—Ay no, —me quejo entre dientes, —tengo un año compartiendo habitación,
exámenes, ropa, comida y angustias con estas dos, ¡no empieces! Que coman en
sus casas.
—¿En Londres no hay palmeras en las orillas de las carreteras? —Ironiza papá.
—Zoé ¿no tienes hambre? —Le mantengo la mirada fija rogándole que se
acerque. —Bien, claro. Solo un momento —Continúa derecho, se acerca y se
detiene.
Bajo del auto y camino por un momento bajo los árboles del estacionamiento.
Observo por el portón principal, el mismo que me causaba terror que cerraran
cada mañana. Siento nostalgia. A penas hace poco más de un año estaba en este
lugar. Levanto la vista y en la esquina de la entrada principal está la bocina que
tantas veces dijo mi nombre. Cerrar los ojos me genera aún más nostalgia.
—¡Hola profe! Pero que gusto tan enorme verle. Acabo de llegar. —Abre el portón
y sale para darme un fuerte abrazo.
—La verdad es que sí. Estoy muy agradecida por eso, mi padre es un hombre
muy responsable y siempre se propuso darme lo mejor en estudios. Espero estar
a la altura de las circunstancias. —Miro a papá que yace impaciente en el asiento
del auto.
—Por cierto, qué me dices de tus amigas, Martha y Carolina ¿a ellas les va tan
bien como a ti?
—¿Y que lleva allí? —Señalo con el índice las carpetas que sostiene en el brazo.
—En realidad, —sonrió un poco, —escribimos tantas cosas con usted, ensayos,
reseñas, poemas que ya no recuerdo de cual en específico habla.
—Ten, tuviste una nota destacada, lástima que ya no eres mi alumna. Sigue así.
—Pone una mano sobre mi hombro animándome.
—Mil gracias con el cumplido. Me tengo que ir, guardaré el resto de los trabajos
como recuerdo, sobre todo el de Damián, el obtuvo la mejor nota.
—Bueno, no sé si sepa, pero el ya no vive aquí, solo sus padres, pero haré el
intento.
—Sí, de hecho lo sé. Estudia en Oklahoma. Pero, permíteme, —rebusca entre los
trabajos y lo saca, —ten, y me lo saludas si lo ves. Dile que me encantaría un día
poder leer algo más formal de él, y que le deseo suerte con su chica.
¿Su chica? ¿De qué chica? ¡¿Damián tiene novia?! Rayos qué ha pasado en este
tiempo. Me han surgido mil preguntas. Pero me muestro prudente ante el profesor
que esta por irse.
—Nos escribimos muy seguido. A demás sigo su famoso blog, —hace una pausa,
—pero sé que tiene para dar más.
—Sí, bueno, no, es que, —tartamudeo, —ya no somos tan amigos, la universidad
me absorbe tanto tiempo que pocas veces me da oportunidad de socializar
con mis ex compañeros ¿Exactamente de qué trata el blog? —Cambio la
conversación y le sigo presionando para obtener respuestas.
—Prácticamente hay un personaje que el creo al que llama Dem. Según él mismo
me ha aclarado, no escribe para nadie en específico, pero tengo una maestría en
literatura y años de experiencia como para no darme cuenta que le escribe a
alguien que quizá nunca lo ha leído. Así que el personaje que creo no es más que
la proyección de sí mismo.
¡Madre mía! Siento un balde de agua fría caer en todo mi ser. Tengo que leer ese
blog. Tengo que saber que fue de él. Tengo que leerlo, ya.
—A ver, ¿qué está pasando? Cuál es la prisa ahora niña, si me haces esperar
tanto. ¿Tito te ha llamado? —El auto empieza a avanzar lento.
—Es en serio ¿no podrás ir a recogerme? ¿flores? ¿un letrero bonito? ¿cualquier
cursilería que se te ocurra? O si quieres nada de lo antes mencionado, pero
¿cómo te atreves a poner una reunión antes que a mí?
En cuanto llegamos ayudo a bajar mis maletas con prisa, tomo el maletín de mano
dónde llevo mi computadora personal. Subo al cuarto y me detengo pasmada. Por
un momento las emociones guardadas por un año me hacen sentir ese vacío
profundo en el estómago, eso a lo que llamamos mariposas. En este cuarto le dije
adiós al mismo que me desespero por leer hoy. ¡Me odio! Quizá no debí ir a lalo
escuela el día de hoy, estaba en el punto donde su recuerdo ya era casi nada. Y
es que en verdad, en silencio me hacía bien. Y de la nada lo acabo de meter a mi
mundo una vez más. Observo por el pasillo de las escaleras y papá me observa.
Me nota nerviosa, pero no me cuestiona nada y desaparece en la cocina junto a
mamá. Las preguntas surgen en mi mente al cerrar la puerta del cuarto ¿y si está
aquí? Son vacaciones. También debió viajar a ver a sus padres. ¡Dios! Los
nervios hacen de las suyas.
—Zoé, mi amor, en 15 minutos vamos a comer así que lo que estés haciendo que
no te quite mucho tiempo. Por favor.
—Si mamá, ahora bajo. —Me apresuro.
—Ugrrr, ¡papá! —Grito desde mi cuarto. —¡Me urge una computadora nueva!
—¡Me urge que te pongas a trabajar! —Contesta papá poniendo fin a mi petición.
La computadora está lista, tomo el papelito dónde está el nombre del blog y tecleo.
cosasquejamastedije.com
El blog empieza a cargar. Un baúl de madera aparece y de él emerge una carta,
gira con fuerza y de ella salen pequeñas cartas que se vuelven secciones en la
parte superior. En las orillas izquierda y derecha aparecen las imágenes de un
comic similar a él. Recargado en la izquierda sobre un hombro, en la derecha
sobre la espalda. El baúl queda de fondo con un tenue color. Muevo el cursor
sobre las secciones:
Bio.
Dem.
DemTips.
PPZ.
Multimedia.
No sé qué rayos es ¡PPZ! Empiezo revisando la “Bio” que consta de una foto de
él, de espaldas, los pies sobre un escritorio un tanto desordenado, las manos en la
nuca, sentado sobre una silla de oficina mirando al patio de una casa con una
suerte de lago.
¿Ese cómic puede ser una representación de… cuando cayó frente a mi casa?
¿Qué hago en este blog leyéndolo? El mensaje del comic dice:
“Uno nunca sabe cuándo va a caer frente al amor de su vida, y entre sus pupilas
levantarse”
Y otro más:
En este último un chico le aprieta las mejillas a la chica que esta de puntas casi
dándole un beso. Él le sonríe. Ambos se notan estudiantes.
Aunque mis palabras no sean suficientes para redactar lo que siento, quiero escribirte
parte de nuestra historia, plasmar lo que eres y seremos cuando estemos juntos.
Y aquí, entre estas letras que muy probablemente dejaran de existir en los años venideros
ya sea porque se cambie de alfabeto o porque se deteriore el papel, más lo que siento por
ti, espero nunca deje de ser; quiero decirte que tú, eres el mejor de mis poemas, el más
bello atardecer de mis días, y el sol de mis mañanas. Me encanta despertar imaginando tus
ojos, a través de los cuales el mundo es más claro y con sentido para mí, sentir que beso tu
sonrisa, esa que habla todo lo que callas, y aun lo que jamás dirás.
Me encanta descubrirme pensando en ti.
Me pregunto cuánto durara esta eternidad efímera juntos, este infinito que se desborda en
tus ojos. Sin importar cuánto dure, la considero para siempre, éste instante que vivimos,
ésta nada que se vuelve todo contigo. Tú eres mi instante más bello, el tiempo que vivo
soñando despierto.
Tú. Brevemente, tú.
Y para acabar pronto, yo te amo demasiado, con todo lo que soy. Con todo lo que seré, y
con todo lo que podemos y seremos juntos. Mañana podría sufrir, hoy y solo quiero ser
feliz contigo, aunque este sin ti, esa es la filosofía espontanea de esta nuestra historia que
escribimos en todo tiempo, quizá sin saberlo.
Gracias por estar conmigo hoy, en mi mente, y lo que nos resta de ideas. Todos los días
son espaciales. Todo lo que contigo se viva lo es.
Feliz día de no estar un día más juntos. Feliz día de ti, y de mí. Feliz día de amarnos
aunque no lo sabemos. ¡Feliz día siempre!
Posdata: Si en mi historia no existieras, te escribiría hasta inventarte perfectamente cómo
eres hoy.
¡No debí! ¡No debí! ¡Por qué rayos entre a su blog! La nostalgia y la alegría se
encuentran en mi pecho. Me toco las mejillas y las siento tibias. ¡Dios!
Bajamos las escaleras y mama tiene cara de indignación pero puedo vivir con eso.
Oramos por lo alimentos y empezamos a comer, mamá ve a papá mientras yo
centro mi mirada en la computadora, río y hago caras por lo que leo. No dicen
nada. La sección de PPZ empieza a ser revisada. Son pequeñas micro novelas,
frases, y poemas que supongo son de su autoría.
¡Dios mío pero porque no había leído esto antes! Siento que la comida se me
atora en la garganta. Mamá se percata y me acerca el vaso de agua.
—Súper, —respondo.
—Un año sin verla y lo que podemos notar es que ha desarrollado su capacidad
de síntesis a un nivel más alto, ¿no, Isaac? –La ironía de mamá se deja ver.
Levanto la vista y le indicó que no fue tan chistosa. Papá contiene su comentario.
Me empiezan a poner nerviosa.
—Dame algunas razones para que este contigo. —Le preguntó ella.
—Besar tu sonrisa. Morderte las ansias, juguetear con tus labios. Dormir en tus manos,
acurrucarme en tus dedos, cobijar mis miedos con tus cabellos, sentirme grande cuando
me amas. Habitar tu mirada, abrazarte infinita. —Le declamo él.
Mi cara debió ser de extremada ternura porque la mirada de papá no se aparta de
mis ojos. ¡Y saber que le dije que no quería saber nada más de él! Quizá después
de todo solo usa la experiencia vivida para seguir haciendo lo que le gusta. ¿Por
qué rayos no abrió un blog de finanzas? Ya no se trata de mí, creo que tiene
razón, no miente, no creo que escriba para alguien en específico.
—Tratare de soportar tu obsesión con lo que lees. Solo por hoy. —Responde
papá. —Te perdono.
—Oh, no, no. Me refiero a otra cosa. Lo siento, pensé en voz alta. —Papá mastica
la comida lentamente intentando adivinar que estoy haciendo, como todo padre
hace.
“Querido Demián, que gusto seria conocerte si un día vienes a mi ciudad”. Todas
le dicen que es un lindo.
Sigo leyendo solo para darme cuenta que tantas le escriben y elogian y la que
debe hacerlo jamás se dio por enterada que se trataba de ella. Hasta hoy. Quizá
llego el momento. En el fondo tengo que aceptar que lo deje ir por su bien, pero no
lo he olvidado para mi mal. Así que ¿me aventurare a escribirle como cualquier
lectoras o lectores? En caso de hacerlo tengo que tener el estómago lleno. Cierro
la computadora un momento y veo a mis padres observarme.
—¿Y bien, cómo qué quieren saber? Estoy lista para que platiquemos.
—Zoé, que gusto verte princesa. —Me da un abrazo y elogia lo grande que estoy
como si en un año hubiera crecido un metro más.
DemTips es una sección de consejos con mucho humor para chicos y chicas. ¿Es
en serio: “Cinco acciones que descubren el interese de una mujer en ti”, “Diez
cosas que los hombres odiamos de las mujeres”? Desde los títulos hasta el
contenido todo lleno de humor sin restarle verdad a nada. Se me escapan algunas
carcajadas a sus comentarios.
—¿Bueno que tu estas quedando loca o qué? —Mamá se asoma con una jarra de
agua en la mano y vasos en la otra. —Ábreme la puerta del despacho por favor.
¡Londres te daño!
—El baúl, —mamá me mira extrañada, —aquel que Damián trajo hace un tiempo,
¿qué fue de él? —Tengo los nervios de punta.
—¿Para qué lo pides? Sigue en el mismo lugar que lo dejaste. ¿Lo abrirás?
Asiento con la cabeza sin decir nada más. Ni siquiera estoy del todo segura pero
tengo suficiente tiempo estando insegura como para asegurarme que debo abrirlo.
—El jamás lo sabrá. Será nuestro secreto, ¿de acuerdo? —me acerco a mamá
mirándola a los ojos. —Es más, ni siquiera sabe que lo estoy leyendo.
—El blog mamá. —Le muestro en la computadora. —Mira, todo esto lo escribe él.
— ¿Pero de qué hablas? —El corazón me late. Mamá toma la computadora, entra
como toda una conocedora del blog, busca “el decálogo”, rápidamente lo
encuentra, da clic y lee el punto diez:
—Bien, aquí dice: — se aclara la garganta, — “Lee todo lo que escriba para ti.
Siempre, siempre léeme. Podrás encontrar en cada letra respuesta a cada una de
tus preguntas. Más allá de mis letras, tratare que cada una de las cosas que vivas
causadas por mí, sea un poema para ti”. ¿Ahora entiendes? —Señala la viñeta de
PPZ.
—¡Aaah pero vaya! ¡Qué bonita forma de empezar las vacaciones! —Hablo
indignada, —¡Descubrir que tu madre te oculto información!
—Ah no, a mí no me vas a hacer sentir culpable de tus decisiones. Usted señorita
haga frente a sus errores cometidos. —Se defiende con firmeza.
—Haga lo que usted quiera, ya está grandecita. Solo hágalo con la madurez
necesaria, porque si un par de escritos le revolvieron el mundo que jamás puso en
orden, le aseguro que el baúl se lo deshace. —Sin pensarlo corrí escaleras arriba.
CAPITULO 35
Leo detenidamente una vez más el paso #1 “…estoy un poco aterrado, porque de
haber hecho mal mis cálculos terminare dolido por este acto”, me duele leer esta
parte. No sé si hizo mal sus cálculos pero, lo que sí sé es que le dolió que le dijera
adiós de la manera en que lo hice. Así sin explicaciones. Hubiera deseado
dárselas, pero ¿para qué continuar engañándome a mí misma antes que a él? Lo
nuestro no seria.
—Tenía miedo Demián, quisiera que lo supieras. —Susurro con la carta en las
manos, —Lamento tanto haber carecido del valor necesario para poder
enfrentarme a lo que sucedía o a los compromisos establecidos, que termine
decidiendo adiós.
—Bien, estaré leyendo en la sala por si necesitas hablar. —Se oye bajar las
escaleras. No dijo más. No respondo palabra alguna.
Bien ¡rompamos los protocolos! Olvidemos el paso uno, dos, tres y cuatro. No
estoy para protocolos, ahora solo necesito saber
—¡Abí que está haciendo Zoé! ¡En el despacho se escucha mucho ruido! —Papá
se oye incómodo.
—Creo qu…
—¿Pero dónde, cuándo y quién tomo esa foto? —Es lo primero que pienso sin
dejar de observar que el menú del video lo único que ofrece es “iniciar”. Doy play a
iniciar.
“Ah sí, debo aclararte —reaparece de nuevo. —Carolina nos tomó esa foto. El día
que comimos pizza. El día que no te bese, —sonríe. —pero la gravedad gira para
ti y para mí, nos atraeremos. Bye, bye. Baby”.
—¿Carolina? —¿Por qué nunca me dijo nada? Eso lo resuelvo luego, tengo que
buscar el baúl. —La adrenalina de volver a verlo reactiva todo en mí.
Camino hacia la puerta y me dirijo al ático. Que dicho sea de paso está en el
pasillo entre el cuarto de mis padres y el mío. Miro hacia la sala y mamá me
observa. Esta serena observándome. Mueve la cabeza como preguntándome qué
hare. No respondo.
—¿Requieres ayuda?
—Es algo pesado. A demás te recomiendo que ese pantalón blanco que traes lo
cambies por ropa cómoda. El ático está muy sucio. Y esa blusa rosa de encaje no
te durara mucho si se atora en algún objeto. —Advierte.
—Yo le ayude mamá. —Respondo sin dejar de ver la pequeña puerta y pensar
como bajarlo.
—Bueno, —me dice ya sin ánimo. —Haga lo que usted quiera, cualquier cosa,
usted fue quien se negó a pedir ayuda.
—Te quiero, gracias mamá. —La veo mandándole un beso. Tuerce la boca y
menea la cabeza negando mi decisión.
Me recuesto sobre el piso del ático, asomo la cabeza y le ruego una lámpara. Ni
se inmuta. Estornudo de nuevo y me tallo la nariz. Ruego una vez más sin obtener
nada.
—Ugrrr. ¡Gracias por tu atención al detalle de mis palabras, mamá! —Me levanto
dándome cuenta que estoy llena de polvo por todos lados, la parte delantera de mi
blusa y pantalón se han vuelto cafés. —Mamá, —“si”, responde indiferente, —
¿dentro de los planes de tu vida, no tenías contemplado no sé, digamos ¡¿limpiar
el ático?! —Toso.
—No. —Dice riendo. —Tienes poco menos de tres horas en esta casa y ¿ya estás
dando órdenes? Espero que cuando vayamos a visitarte a Londres tengas tan
pulcro tu cuarto como demandas. Apresúrate y baja ese baúl.
Voy a tientas, tropezando con las cosas hasta que al final, me parece verlo entre
lo lúgubre de esta caverna llamada ático. Me acerco y compruebo que es el.
Siendo húmeda algunas cosas que le rodean y me surge la idea que
probablemente después de un año de haber estado en este lugar su contenido
pudo haber sido dañado. Empiezo a hacer las cosas a un lado y el ruido hace eco.
Lo jalo hacia la puerta de entrada “gihrrr”, se escucha “gihrrr” se vuelve a oír entre
cada jalón que doy. Me detengo, escucho la puerta del despacho abrirse entre
risas. Parece que papá ha terminado de atender al señor Roberto. Seco el sudor
de mi frente, una luz aparece iluminando por donde debo avanzar.
—Yo sabía que no me abandonarías. —Le digo limpiando mis manos sudorosas
en mi antes pantalón blanco. —Te amo.
Jalo con fuerza. Jalo una vez más. Llego a la puerta y empieza el momento difícil,
bajarlo. Para mi suerte entre todas las cosas encuentro una soga que espero no
se rompa. Le ato a una de las manijas y empiezo a inclinarla escaleras abajo y
mamá le va dando equilibrio.
—¡Dios mío. Esta hija que me has dado! —Se queja mamá. —No sé qué hago
aquí ayudándote. Debería dejarte sola.
—No digas nada, agarra fuerte que siento que se me está resbalando.
—No digas eso, —siento que la cuerda se tensa, —ya estamos terminando. —La
voz de mama se escucha forzada. —“Tass”, se escucha golpear el piso. Me
asomo para cerciorarme que llego con buen fin, y mama me hace señas con el
pulgar.
Quita la cuerda de la manija, la enredo y la aviento por alguna parte del ático. Bajo
aprisa y acomodo la escalera en su lugar cubriendo el techo. Abrimos la puerta del
cuarto y las dos empujamos con fuerza.
Tomo una toalla que esta sobre el buró, cubro el baúl y nos apresuramos a salir
cerrando el cuarto tras nosotras. Papá nos observa. Veo a mamá arreglarse el
cabello sonriente y le imito. Supongo que esta es la manera de decir no pasa
nada.
—¿Pero y a ti que te paso? —Me mira de pies a cabeza. —¿Por qué estas como
si fueras una pordiosera? ¿Ya es media noche y se terminó el encanto?
—Estaba limpiando su cuarto. Todo está bien, ven, —mamá lo toma del brazo y se
dirige a su cuarto. —Camina, anda que tenemos que hablar.
—Camina Isaac. —Lo abraza y empuja poco a poco hasta que la puerta de su
cuarto se cierra.
Así que aquí estoy. Sucia, sudada, cansada, y con un ligero dolor de espalda por
la fuerza aplicada al bajar el baúl. Pero a punto de abrir el tesoro escondido.
Respiro, retengo el aire, lo suelto y aquí voy. A punto de introducir la llave el
celular suena en alguna parte de la habitación, pero no lo encuentro. Deja de
sonar. Me detengo y empieza el sonido una vez más. Muevo las cosas buscándolo
como loca, el sonido es muy tenue. Lo encuentro debajo de las sabanas que he
volteado al levantar la cama. Verifico la llamada: Tito. El celular suena otra vez y
contesto inmediatamente:
—Bueno.
—Oye, tranquilo, estaba ocupada. Te he dicho que ese tono de voz no lo uses
conmigo.
—Amor, tengo que ser clara contigo, —le dije un par de semanas antes de
regresar a Cancún, —si ya no me soportas o no me toleras y crees que soy yo la
del problema, ¿por qué sigues conmigo?
—Porque no sé si voy a encontrar a otra como tú. —Su cara de niño manipulador
salía a luz.
En el fondo sabía que era una pésima respuesta, solo dejaba en claro que de ser
posible que encontrara otra chica como yo, me dejaría a la primera. Se supone
que debería ser tan única que no se imaginara con nadie más. A pesar de lo que
Demián había logrado provocar en mí el tiempo que lo conocí, decidí cortar las
cosas así aunque dolieran para no faltarle al respeto a nuestra relación, ni siquiera
me atrevía a compararlo, porque a pesar de todos sus errores lo amaba.
Siguiendo la sugerencia de Demián, debía intentar que la relación con Tito no solo
se mantuviera, sino que fuera posible. Pero por momentos me sentía al límite de
mi tolerancia. Pero también incapaz de decirle “hasta aquí”. De terminar por
completo algo que pareciera que día con día y aun sumándole la distancia iba al
precipicio. Allá en el fondo de mi corazón, también habitaba el miedo a su reacción
si le decía que ya no quería estar con él, sobre todo por un comentario un tanto
fatalista que me hizo en una ocasión:
—Tito, por favor, —le reclame, —no vuelvas a hacer eso. Mi mamá dice que las
personas que se matan “por amor” en realidad lo hacen porque querían matar a la
otra persona, pero le amaban tanto que terminaron matándose ellos para al fin
después de todo causarles dolor, ¿me quieres hacer daño o qué?
—Oye pedazo de hijo de pastor, cuida tus comentarios, no suenas nada lindo,
¿sabes? Suenas manipulador. —Le dijo Carolina quien hacia una investigación y
hoyo nuestra conversación.
—Dile a Carolina que cuando quiera su opinión de cómo hablarle a “mi novia” —
señalaba el pecho con fuerza, —no le consideraría a ella.
—Tito, basta, tiene razón —intentaba calmar los ánimos, pero prudentemente
Carolina solo puso los ojos en blancos y levantándose de lejos hizo ademanes de
“ese tipo está loco”, se introdujo un dedo a la boca expresando que le causaba
nauseas. Intente sonreír.
—Carolina, Martha y todo lo que te rodea a veces me cae mal. Eres lo único
rescatable de tu mundo.
—Pues no te debe dar igual. Tienes que respetarme. A demás que tengo un año
sin verte de manera formal, ¿y ahora que me llamas es para pelear? —El silencio
me aturde. No dice nada.
—No quiero que te aparezcas en mi casa el resto de las vacaciones, —los labios
me tiemblan y la voz se me quiebra, —hasta que me pidas perdón, hasta que
reconozcas que eres un grosero mal educado. Hasta que reconozcas que me has
faltado demasiado al respeto y necesitas cambiar, porque si vuelves a portarte de
esa manera, no quiero volver a verte ni estar más contigo. —Cuelgo.
Tomo una almohada y ahogo un grito en ella. De esos gritos que no tienen que ver
con ira solamente, sino con un dolor que había estado mudo y oculto. Un dolor
que sabes, sin un porqué exacto, es el inicio de dolores cada vez más profundos,
un efecto domino, o el efecto gradual de dolores que te hacen creer que nunca
saldrás de un abismo de una relación toxica. Eran estos momentos los que me
hacían pensar si había algo más que la relación que tenía hoy, ¿esto es todo? Me
pregunte en más de una ocasión. En este punto es donde cuestiono mis
decisiones. Esta relación me desgastaba, pero aún más, era el pesar que me
había acompañado todo este tiempo: le partí el corazón a una persona que
hubiera juntado cada cachito del mío para verme feliz y aun me hubiera dado el
suyo de ser necesario. Y todo por alguien que presume no tener ni interesarse en
el de otros.
—Dios, ¡Dios! —Me duele el pecho de contener emociones. —Yo no quiero esto.
No así. ¿Qué estoy haciendo mal? O ¿En qué decidí mal? —Las palabras son
ahogadas por el sollozo que intento controlar para que mis padres no me
escuchen. Me deslizo sobre el baúl y quedo de espaldas a él.
El celular suena. Es Tito otra vez. Lo pongo en silencio entre mis pies y lo veo
prender y apagar con las llamadas. ¿Debería ser esto así?
—Mi amor, vamos al centro, ¿vas? —La voz de mi papá me hace reaccionar.
—No. No, estoy cansada por el viaje, me quedare a descansar. —Respondo con
un ligero sollozo que se escapa, me limpio los ojos.
“Tú te lo buscaste”
Lo apago con rapidez para no seguir leyendo ni oyendo nada. El corazón me late
a mil por hora. ¿Mi novio amenazándome? ¿El chico del que me enamore
intentando dañarme? Todo me da vueltas. Por instinto bajo a la sala y cierro toda
las puertas y ventanas. Si Tito decide venir el lugar de trabajo no está muy lejos, y
se haría 15 minutos en llegar. Me asomo por la ventana, la calle está vacía. Nadie
camina, ni autos pasan por allí. Tomo el teléfono de la sala y llamo a papá:
—Pues ve a abrir. ¿Qué pasa porque te notas tan nerviosa? ¿Cariño pasa algo?
—¡Ya vengan por favor! —Camino a la ventana para ver quien está tocando en el
portón y no veo a nadie. —Intento volver a la sala y vuelve a sonar, me asomo con
cuidado, —Creo que te traen un paquete. —Le informo al papá que sigue al
teléfono.
—Es verdad, es de lo que hablábamos con Roberto hace rato. Por favor sal a
recogerlo y firma de recibido.
—No. No quiero.
Cuelgo, voy a la puerta quitándole todos los seguros y salgo observando a todos
lados. Aún estoy llena de polvo, intento arreglarme el cabello sin mucho interés.
—¿El señor Isaac Echegaray? —Le digo que no está, pero recibo el paquete, me
lo entrega y se va. Por un momento estoy tranquila. Unas personas caminan por la
calle paseando su mascota. Regreso a casa.
Una hora después llegaron papá y mamá. Tito no apareció y no supe nada de él
durante ese tiempo, o por lo menos no había encendido el celular. Ya había
arreglado mi cuarto, limpiado todo el polvo que el baúl había dejado e intentado
descansar para meditar todo lo ocurrido. Aun no entendía como había podido
llegar a ese grado de permitirle tales amenazas e insultos. Papá intenta
cuestionarme si había pasado algo pero me muestro evasiva, es capaz de
demandarlo o hacerlo pedazos con sus propias manos.
—Nada, nada, —intento controlarme y contestar con ligereza. —Es que aún no
decidimos nada, quizá estará ocupado. Más tarde te digo, ¿ok? —Me mira sin
parpadear.
—No.
—Te estaba esperando, —contesto. —Le muestro la llave que llevo como colguije.
—Mamá jajaja, obviamente no te estaba esperando. —El cojín que tiene en las
piernas lo estrella en mi cara, —¡Oye qué te pasa!
—Basta, ¡basta! —Mi risa la molesta más. —Tranquila. Está bien, lo acepto, mentí,
solo estaba bromeando.
La calmo y la abrazo con fuerza, más por necesidad de sentir un abrazo que por
querer abrazar. Quisiera poder contarle como me siento en realidad pero, su
reacción podría complicar las cosas. Pienso que después de todo quizá tuve la
culpa en provocar que Tito reaccionara así. Me recuesto en sus piernas y ella me
platica algunas cosas sobre Valeria, su fallido intento de comprarme un perro
como regalo de bienvenida y de la negación a eso de papá. Los parpados se me
empiezan a cerrar y mamá sigue hablando al grado que siento su voz
distorsionada. Ella juega con mis cabellos y dice algo que ya no entiendo. Cierro
los ojos.
—Cariño, ya estoy aquí. —La voz de alerta. Zoé. —Pasa su mano por mi rostro y
abro los ojos con rapidez, mi primera impresión es encontrar el rostro de Tito
frente a mis ojos. Las palabras se atoran en mi garganta y no sé qué decir
—Tranquila. Todo está bien, no pasa nada. —Me dice sin titubeos, como si nada
hubiera pasado. —Ten, compre esto para ti. Es mi forma de decir perdón por no ir
recogerte al aeropuerto. —Intenta darme un beso y lo evado. Coloca el ramo de
rosas en mis manos.
—¿Por qué esta él aquí? ¿Cómo entro? ¿Por qué lo dejaste entrar? —Lo observa
con desconfianza.
—¿Estas bien? —Se acerca y pasa su mano frente a mis ojos. —Pues vino a
verte, ¿no lo querías ver? —Tito no dice nada.
—Perdón, creo que Zoé aún no reacciona. ¿Cuánto tiempo lleva dormida? —
Pregunta con una sonrisa bufona en los labios.
—Durmió como dos horas. —Le responde mamá. —Iré a terminar lo que estoy
haciendo. Si acontece algo me llamas.
—¿Dónde está papá? —Pregunto sin ponerme de pie. Tito está a mis rodillas y ni
siquiera quiero moverme.
—Fue a resolver asuntos del trabajo. Regresara para la cena. —Me grita desde la
cocina. —¿Ustedes cenaran aquí o saldrán?
Lo miro y no dice nada más que mantener esa sonrisa molesta que forma cuando
quiere mostrar un desprecio irónico a la situación. Se pone de pie. Se sienta a mi
lado y solo lo sigo con la vista. Ni siquiera le he dicho gracias por las rosas. No
puedo, ni siquiera quiero tenerlas cerca. Las pongo sobre la mesita de centro y él
se cubre el rostro con las manos, inhala y exhala. No sé qué decirle. Me atemoriza
el hecho de que vuelva a reaccionar como ya lo ha hecho. No dejo de mirarlo, él
se mantiene allí, no dice nada. Surgen dudas y preguntas sin respuestas en mi
cabeza, guardo silencio.
—Tengo mucho que contarte, —gira el rostro y me ve. Quisiera decirle que si no
viene a pedir perdón y a prometer cambiar no quería hablar con él pero he
decidido escucharlo. —Hay cosas que te he ocultado y en verdad me apena
decirte, pero ya no quiero ocultarlas, no quiero lastimarte. No quiero perderte. —
Toca mi mano, me resisto un poco pero cedo por temor, levanto la mirada para
observar sus ojos y los veo húmedos a punto de llorar. —Ayúdame, por favor. Te
pido que te quedes a mi lado.