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DÍA I: TEORÍA DE LA GUERRA

KARL VON CLAUSEWITZ


LIBRO I: SOBRE LA NATURALEZA DE LA GUERRA
CAPÍTULO I: ¿EN QUÉ CONSISTE LA GUERRA?

1. INTRODUCCIÓN Muchos espíritus dados a la filantropía po-


Nos proponemos considerar, en primer lu- drían fácilmente imaginar que existe una manera
gar, los distintos elementos que conforman nues- artística de desarmar o abatir al adversario sin un
tro tema; luego las diversas partes o miembros excesivo derramamiento de sangre, y que esto
que los componen y, finalmente, el todo en su sería la verdadera tendencia del arte de la guerra.
íntima conexión. Es decir, iremos avanzando de Se trata de una concepción falsa que debe ser re-
lo simple a lo complejo. Pero en la cuestión que chazada, pese a todo lo agradable que pueda re-
nos ocupa, más que en ninguna otra, será preciso sultar. En temas tan peligrosos como es el de la
comenzar con una referencia a la naturaleza del guerra, las falsas ideas surgidas del sentimenta-
todo, ya que aquí, más que en otro lado, cuando lismo son precisamente las peores. Siendo así
se piensa en la parte debe pensarse simultánea- que el uso de la fuerza física en su máxima ex-
mente en el todo. tensión no excluye en modo alguno la coopera-
ción de la inteligencia, el que se sirva de esta
fuerza sin miramiento ni recato ante el derrama-
2. DEFINICIÓN miento de sangre habrá de obtener ventaja sobre
No queremos comenzar con una definición el adversario, siempre que éste no [¿no?] actúe
altisonante y grave de la guerra, sino limitarnos del mismo modo. Así, cada uno justifica al ad-
a su esencia, el duelo. La guerra no es más que versario y cada cual impulsa al otro a adoptar
un duelo en una escala más amplia. Si quisiéra- medidas extremas, cuyo límite no es otro que el
mos concebir como una unidad los innumerables contrapeso de la resistencia que le oponga el con-
duelos residuales que la integran, podríamos re- trario. Forzosamente tenemos que darle al tema
presentárnosla como dos luchadores, cada uno este enfoque, ya que tratar de ignorar como ele-
de los cuales trata de imponer al otro su voluntad mento constitutivo la brutalidad porque despierta
por medio de la fuerza física; su propósito si- repugnancia significaría una tentativa inútil o
guiente es abatir al adversario e incapacitarlo algo peor. Si las guerras entre naciones civiliza-
para que no pueda proseguir con su resistencia. das son presuntamente menos crueles y destruc-
La guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza toras que las que enfrentan a unas no civilizadas,
que se lleva a cabo para obligar al adversario a la razón estriba en la condición social de los Es-
acatar nuestra voluntad. La fuerza, para enfren- tados considerados en sí mismos y en sus rela-
tarse a la fuerza, recurre a las creaciones del arte ciones recíprocas. La guerra estalla, adquiere sus
y de la ciencia. Se acompañan éstas de restric- rasgos y limitaciones y se modifica de acuerdo
ciones insignificantes, que apenas merecen ser con esa condición y sus circunstancias. Pero ta-
mencionadas, las cuales se imponen por sí mis- les elementos no constituyen una parte de la gue-
mas bajo el nombre de usos del derecho de gen- rra, sino que existen por sí mismos. En la filoso-
tes, pero que en realidad no debilitan su poder. fía de la guerra no se puede introducir en abso-
La fuerza, es decir, la fuerza física (porque no luto un principio modificador sin acabar cayendo
existe una fuerza moral fuera de los conceptos de en el absurdo. En las luchas entre los hombres
ley y de Estado) constituye así el medio; imponer intervienen en realidad dos elementos dispares:
nuestra voluntad al enemigo es el objetivo. Para el sentimiento hostil y la intención hostil. Hemos
estar seguros de alcanzar este objetivo tenemos elegido el último de ellos como rasgo distintivo
que desarmar al enemigo, y este desarme consti- de nuestra definición porque es el más general.
tuye, por definición, el propósito específico de la Es inconcebible que un odio salvaje, casi instin-
acción militar: reemplaza al objetivo y en cierto tivo, exista sin una intención hostil, mientras que
sentido prescinde de él como si no formara parte se dan casos de intenciones hostiles que no van
de la propia guerra. acompañados de ninguna hostilidad o, por lo me-
nos, de ningún sentimiento hostil que predo-
mine. Entre los seres salvajes prevalecen las in-
3. CASO EXTREMO DEL USO DE LA FUERZA tenciones de origen emocional; entre los pueblos
civilizados, las determinadas por la inteligencia. colocarlo en una tesitura más desventajosa que
Pero tal diferencia no reside en la naturaleza in- la que supone el sacrificio que le exigimos. Las
trínseca del salvajismo o de la civilización, sino desventajas de tal posición no tendrán que ser na-
en las circunstancias en que están inmersos, sus turalmente transitorias, o al menos no tendrán
instituciones, etc. Por lo tanto, no existe indefec- que parecerlo, pues de lo contrario el oponente
tiblemente en todos los casos, pero prevalece en tendería a esperar momentos más favorables y se
la mayoría de ellos. En una palabra, hasta las na- mostraría remiso a rendirse. Como resultado de
ciones más civilizadas pueden inflamarse con la persistencia de la acción militar, toda modifi-
pasión en un odio recíproco. Vemos, pues, cuán cación de su posición tiene que conducirlo, por
lejos nos hallaríamos de la verdad si atribuyéra- lo menos teóricamente, a posiciones todavía me-
mos la guerra entre hombres civilizados a actos nos ventajosas. La peor posición a la que puede
puramente racionales de sus gobiernos, y si con- ser conducido un beligerante es la del desarme
cibiésemos aquélla como un acto libre de todo completo. Por lo tanto, si hemos de obligar por
apasionamiento, de tal modo que en definitiva no medio de la acción militar al oponente a cumplir
tendría que ser necesaria la existencia física de con nuestra voluntad, tenemos o bien que desar-
los ejércitos, sino que bastaría una relación teó- marlo de hecho, o bien colocarlo en tal posición
rica entre ellos, o lo que podría ser una especie que se sienta amenazado por la posibilidad de
de álgebra de la acción. La teoría empezaba a que lo logremos. De ahí se desprende que el
orientarse en esta dirección cuando los aconteci- desarme o la destrucción del adversario (sea cual
mientos de la última guerra nos hicieron ver un fuere la expresión que escojamos) debe consistir
camino mejor.(2) Si la guerra constituye un acto siempre el objetivo de la acción militar. Pero no
de fuerza, las emociones están necesariamente cabe considerar la fuerza como la acción de una
implicadas en ella. Si las emociones no son las fuerza viva sobre una masa inerte (el aguante ab-
que dan origen a la guerra, éstas ejercen, sin em- soluto no sería guerra en modo alguno), sino que
bargo, una acción de carácter mayor o menor so- es siempre el choque entre dos fuerzas vivas. En
bre ellas, y la intensidad de la reacción depende ese sentido, lo que hemos afirmado sobre el ob-
no del estado de la civilización, sino de la impor- jetivo último de la acción militar es aplicable a
tancia y la permanencia de los intereses hostiles. uno y otro bando. De nuevo nos hallamos aquí
Por lo tanto, si constatamos que los pueblos civi- ante una acción recíproca. Mientras no haya de-
lizados no liquidan a sus prisioneros, no saquean rrotado a mi oponente, tengo que albergar el te-
las ciudades ni arrasan los campos, ello se debe mor de que sea él quien pueda derrotarme. Por
a que la inteligencia desempeña un papel impor- tanto, no soy ya dueño de mí mismo, sino que
tante en la conducción de la guerra, y les ha en- aquél me justifica, al tiempo que yo lo justifico a
señado a aquéllos a aplicar su fuerza recurriendo él. Es esta la segunda acción recíproca que con-
a medios más eficaces que los que pueden repre- duce a un segundo caso extremo.
sentar esas brutales manifestaciones del instinto.
La invención de la pólvora y el perfecciona- 5. CASO EXTREMO DE LA APLICACIÓN DE LAS
miento constante de las armas de fuego muestran FUERZAS
por sí mismos, de manera suficientemente explí- Si queremos abatir a nuestro oponente, te-
cita, que la necesidad inherente al concepto teó- nemos que regular nuestro esfuerzo de acuerdo
rico de la guerra, la destrucción del adversario, con su poder de resistencia. Tal poder se pone de
no se ha visto en modo alguno debilitada o des- manifiesto como producto de dos factores indi-
viada por el avance de la civilización. Reitera- solubles: la magnitud de los medios con que el
mos, pues, nuestra afirmación: la guerra es un oponente cuenta y la fuerza de su voluntad. Será
acto de fuerza, y no hay un límite para su aplica- posible calcular la magnitud de los medios de
ción. Los adversarios se justifican uno al otro, y que dispone, ya que ésta se basa en números
esto redunda en acciones recíprocas llevadas por (aunque no del todo); pero la fuerza de la volun-
principio a su extremo. Es esta la primera acción tad no se deja medir tan fácilmente y sólo en
recíproca que se nos presenta y el primer caso forma aproximada, por la fortaleza del motivo
extremo con que nos encontramos. que la impulsa. Si mediante esta apreciación lo-
gráramos calcular de manera razonablemente
4. EL OBJETIVO ES DESARMAR AL ENEMIGO aproximada el poder de resistencia de nuestro
Hemos afirmado que el desarme del oponente, podríamos regular nuestros esfuerzos
enemigo es el propósito de la acción militar, y de acuerdo con dicho cálculo y estar en disposi-
ahora conviene mostrar que esto es necesaria- ción de intensificarlos para obtener una ventaja
mente así, por lo menos en teoría. Para que el o bien extraer de ellos el máximo resultado posi-
oponente se someta a nuestra voluntad, debemos ble, en caso de que nuestros medios no fueran
suficientes como para asegurarnos esa ventaja. política no fuera tenida en cuenta ni influyera so-
Pero nuestro oponente procederá del mismo bre ella.
modo, y a tenor de ello se produce entre nosotros
una nueva puja que, desde el punto de vista de la 7. LA GUERRA NUNCA CONSTITUYE UN HECHO
teoría pura, nos conduce una vez más a un punto AISLADO
extremo. Es la tercera acción recíproca que se Al referirnos al primero de estos puntos he-
presenta, y el tercer caso extremo con el que nos mos de recordar que ninguno de los dos oponen-
encontramos. tes es para el otro un ente abstracto, ni aun con-
siderándolo como factor de la capacidad de re-
6. MODIFICACIONES EN LA PRÁCTICA sistencia, que no depende de algo externo, o sea,
En el ámbito abstracto de las concepciones de la voluntad. Tal voluntad no constituye un he-
puras, el pensamiento reflexivo no descansa cho totalmente desconocido; lo que ha sido hasta
hasta alcanzar el punto extremo, porque es con hoy nos indica lo que puede ser mañana. La gue-
casos extremos con los que tiene que enfrentarse, rra nunca estalla de improviso ni su preparación
con un conflicto de fuerzas libradas a sí mismas tiene lugar en un instante. De ese modo, cada uno
y que no obedecen a otra ley que la propia. Por de los oponentes puede, en buena medida, for-
lo tanto, si pretendemos deducir de la concep- marse una opinión del otro por lo que éste real-
ción puramente teórica de la guerra un propósito mente es y hace, y no por lo que teóricamente
absoluto, que podamos tener presente, así como debería ser y hacer. Sin embargo, debido a su im-
los medios a poner en uso, estas acciones recí- perfecta organización, el hombre suele mante-
procas mantenidas de forma continua nos condu- nerse por debajo del nivel de la perfección abso-
cirán a extremos que no serán más que un juego luta, y así estas deficiencias, inherentes a ambos
de la imaginación elaborado por el encadena- bandos, se convierten en un principio reductor.
miento apenas entrevisto de sutilezas de la ló-
gica. Si, al ceñirnos estrechamente a lo absoluto, 8. LA GUERRA NO CONSISTE EN UN GOLPE IN-
pretendemos librarnos de una tacada de la totali- SOSTENIDO
dad de las dificultades, y con rigor lógico insis- El segundo de los tres puntos enumerados
timos en estar preparados para ofrecer en toda nos sugiere las observaciones que siguen. Si el
ocasión el máximo de resistencia y aportar el má- resultado de la guerra dependiera de una decisión
ximo de esfuerzo, esa intención derivará en una única, o de varias decisiones tomadas simultá-
simple norma carente de valor y sin aplicación neamente, los preparativos para esa decisión o
en la práctica. Asimismo, en el supuesto también para esas decisiones diversas deberían ser lleva-
de que ese máximo de esfuerzo sea una cantidad dos hasta el último extremo. Nunca podría recu-
absoluta, fácilmente determinable, habremos de perarse una oportunidad perdida; la sola norma
admitir no obstante que no resulta fácil que la que podría aportarnos el mundo real para los pre-
mente humana se someta al dominio de esas elu- parativos a efectuar sería, en el mejor de los ca-
cubraciones. En muchos casos, el resultado re- sos, la medida de los preparativos que lleva a
dundaría en un derroche inútil de fuerza que se cabo nuestro oponente, o lo que de ellos alcan-
vería limitado por otros principios del arte de go- záramos a conocer, y todo lo demás tendría que
bernar. Esto requeriría un esfuerzo despropor- quedar de nuevo relegado al terreno de la abs-
cionado en relación con el objetivo a fijar, deve- tracción. Si la decisión consistiera en varios ac-
nido de imposible realización. Efectivamente, la tos sucesivos, cada uno de éstos, con las circuns-
voluntad del hombre no extrae nunca su fuerza tancias que lo acompañan, podría suministrar
de las sutilezas lógicas. Todo cambia de aspecto, una norma para los siguientes y, así, el mundo
empero, al pasar del mundo abstracto a la reali- real ocuparía el lugar del mundo abstracto, mo-
dad. En la abstracción, todo permanecía supedi- dificando, de acuerdo con ello, la tendencia hacia
tado al optimismo; era preciso concebir que am- el extremo. Sin embargo, si toda guerra tuviese
bos campos no sólo se inclinarían por la perfec- que limitarse indefectiblemente a una decisión
ción, sino también por lograr conseguirla. ¿Su- única o a una serie de decisiones simultáneas, si
cede esto siempre en la práctica? Las condicio- los medios disponibles para la beligerancia fue-
nes para ello tendrían que ser las siguientes: 1. ran puestos en acción a un tiempo o pudieran
Que la guerra fuera un hecho totalmente aislado; serlo de este modo, una decisión adversa tende-
que se produjera de improviso, y sin conexión ría a reducir estos medios, y, de haber sido éstos
con la previa vida política. 2. Que el conflicto todos empleados o agotados en la primera deci-
bélico dependiera de una decisión única o de va- sión, no habría porqué pensar en que se produ-
rias decisiones simultáneas. 3. Que su decisión jera una segunda. Todas las acciones bélicas que
fuera definitiva y que la consecuente situación
pudieran producirse después formarían, en esen- tanto, no concreta ni pone en acción todos sus
cia, parte de la primera, y sólo constituirían su recursos a efectos de la primera decisión, en la
persistencia. Pero tal como hemos visto, en los medida en que hubiera podido hacerlo de no me-
preparativos para la guerra el mundo real ocupa diar aquella circunstancia. Lo que uno de los
el lugar de la idea abstracta, y una medida real el oponentes no hace por debilidad se convierte
lugar de un caso extremo hipotético. Cada uno para el otro en base real y motivo para reducir
de los oponentes, aunque no fuera por otra razón, sus propios esfuerzos y, así, de resultas de esta
se detendrá por tanto, en su acción recíproca, ale- acción recíproca, la tendencia hacia el caso ex-
jado del esfuerzo máximo y no pondrá en juego tremo conduce una vez más a efectuar un es-
al mismo tiempo la totalidad de sus recursos. Sin fuerzo limitado.
embargo, la naturaleza misma de tales recursos,
y de su mismo empleo, torna imposible su en- 9. LA GUERRA, CON SU RESULTADO, NO ES
trada en acción simultánea. Estos recursos com- NUNCA ALGO ABSOLUTO
prenden las fuerzas militares propiamente di- Finalmente, tengamos en cuenta que la de-
chas, el país, con su superficie y su población, y cisión final de una guerra no siempre es conside-
los aliados. El país, con su superficie y su pobla- rada como absoluta, sino que el estado derrotado
ción, no sólo constituye la fuente de las fuerzas a menudo ve en ese final un mal transitorio al
militares propiamente dichas, sino que es, en sí que cabe encontrar remedio en las circunstancias
mismo, también una parte integrante de los fac- políticas posteriores. Es evidente que también
tores que actúan en la guerra, aunque sólo sea esto minora, en gran medida, la violencia de la
aquel que proporciona el teatro de operaciones o tensión y la intensidad del esfuerzo.
tiene marcada influencia sobre él. Ahora bien,
los recursos militares móviles pueden ser pues- 10. LAS PROBABILIDADES DE LA VIDA REAL
tos en funcionamiento simultáneamente, pero OCUPAN EL LUGAR DE LO EXTREMO Y ABSO-
esto no concierne a las fortalezas, los ríos, las LUTO DE LA TEORÍA
montañas, los habitantes, etc., en una palabra, al Así, todo el acto de la guerra deja de estar
país entero, a menos que éste sea tan pequeño sujeto a la ley estricta de las fuerzas impulsadas
que la primera acción bélica lo afecte totalmente. hacia el punto extremo. Dado que no se teme ni
Además, la cooperación de los aliados no es algo se busca ya el caso extremo, se deja que la razón
que depende de la voluntad de los beligerantes, determine en vez de ello los límites del esfuerzo,
y con frecuencia resulta, por la misma naturaleza y esto sólo puede ser llevado a cabo de acuerdo
de las relaciones políticas, que no se hace efec- con la ley de las probabilidades, por deducción
tiva sino con posterioridad, cuando de lo que se de los datos que suministran los fenómenos del
trata es restablecer el equilibrio de fuerzas alte- mundo real. Si los dos oponentes no son ya abs-
rado. Más adelante intentaremos explicar con tracciones puras sino estados o gobiernos indivi-
todo detalle que esta parte de los medios de re- duales, y si la guerra no es ya un desarrollo ideal
sistencia que no puede ser puesta en acción a un de los acontecimientos, sino uno determinado de
tiempo es, en muchos casos, una parte del total acuerdo con sus propias leyes, entonces la situa-
mucho más grande de lo que podría pensarse y ción real suministra suficientes datos como para
que, por lo tanto, es capaz de restablecer el equi- determinar lo que se espera, la incógnita que
librio de fuerzas, aun cuando la primera decisión tiene que ser despejada. De acuerdo con las leyes
se haya producido con gran violencia y aquél de la probabilidad, por el carácter, las institucio-
haya sido alterado seriamente. Por ahora bastará nes, la situación y las circunstancias que definen
con dejar sentado que resulta contrario a la natu- al oponente, cada bando extraerá sus conclusio-
raleza de la guerra el que todos los recursos en- nes respecto de cuál será la acción del contrario
tren en juego al mismo tiempo. Esto, en sí y, a tenor de ello, determinará la suya propia.
mismo, no tendrá que ser motivo para disminuir
la intensidad de los esfuerzos en la toma de de-
cisión de las acciones iniciales. Ya que un co- 11. EL OBJETIVO POLÍTICO ASUME DE NUEVO
mienzo desfavorable significa una desventaja a EL PRIMER PLANO
la cual nadie querría exponerse por propia volun- Requiere ahora de nuevo nuestra atención
tad, dado que, si bien la primera decisión es se- un tema que habíamos obviado, o sea, el que se
guida por otras, mientras más decisiva resulte refiere al objetivo político de la guerra. Hasta
aquélla, mayor será su influencia sobre las que la ahora, esto había sido absorbido, por así decir,
sigan. Pero el hombre suele eludir el esfuerzo ex- por la ley del caso extremo, por el intento de des-
cesivo amparándose en la posibilidad de que se armar y abatir al enemigo. El objetivo político de
produzca una decisión subsiguiente y, por lo la guerra debe aflorar nuevamente a un primer
plano a medida que la ley pierde su vigor y la el objetivo político, si es que éste ha de ser al-
posibilidad de realizar aquel intento se aleja. Si canzado por su mediación. Cuanto mayor sea la
toda la consideración es un cálculo de probabili- indiferencia presente en las masas y menos grave
dades tomando como base unas personas y unas la tensión que se produzca en otros terrenos tanto
circunstancias determinadas, el objetivo político, de los dos estados como en sus relaciones, mayor
como causa original, tiene que asumir el papel de será el objetivo político, como norma y por su
factor esencial en este proceso. Cuanto menor propio carácter decisorio. Hay casos en los que,
sea el sacrificio que exijamos de nuestro opo- casi por sí mismo, constituye el factor determi-
nente, debemos esperar que sean tanto más débi- nante. Si el fin de la acción militar se erige en
les los esfuerzos que haga para realizar ese sacri- equivalente del objetivo político, aquélla dismi-
ficio. Sin embargo, cuanto más débil sea su es- nuirá, en general, en la medida en que lo haga el
fuerzo, tanto menor podría ser el nuestro. Por objetivo político. Más evidente resultará esto
añadidura, cuanto menor sea nuestro objetivo mientras más claro aparezca el objetivo. Así se
político, tanto menor será el valor que le asigna- explica por qué razón, sin que exista contradic-
remos y tanto más pronto estaremos dispuestos a ción interna, pueden producirse guerras de todos
dejarlo a su arbitrio. Por ello, también por ello los grados en importancia e intensidad, desde la
nuestros propios esfuerzos serán más débiles. de exterminio a la simple vigilancia armada.
Así, el objetivo político, como causa original de Pero ello nos conduce a una cuestión de otro tipo,
la guerra, será la medida tanto para el propósito que deberemos analizar y explicitar.
a alcanzar mediante la acción militar como para
los esfuerzos necesarios para cumplir con ese 12. LA SUSPENSIÓN DE LA ACCIÓN MILITAR NO
propósito. En sí misma, esa medida no puede ser SE HA EXPLICADO HASTA AHORA
absoluta, pero, ya que estamos tratando de cosas ¿Es posible que una acción militar pueda ser
reales y no de simples ideas, lo será en relación suspendida, aun por un momento, sea cual fuere
con los dos Estados oponentes. Un mismo obje- el carácter y la medida de las reclamaciones po-
tivo político puede originar reacciones diferen- líticas hechas por cualquiera de los dos bandos,
tes, en diferentes naciones e incluso en una sea cual fuere la debilidad de los medios puestos
misma nación, en diferentes épocas. Por lo tanto, a disposición, o sea cual fuere la futileza del fin
cabe dejar que el objetivo político actúe como perseguido por esa misma acción? Es esta una
medida, siempre que no olvidemos su influencia pregunta que atañe a la esencia misma del tema.
sobre las masas a las que afecta. Corresponde Cada acción requiere para su realización cierto
considerar, por tanto, también la naturaleza de tiempo, que es lo que llamamos persistencia.
estas masas. Será fácil comprobar que las conse- Esta puede ser más larga o más corta, según quie-
cuencias pueden variar en gran medida según nes actúen en ella se muestren más o menos rá-
que la acción resulte fortalecida o debilitada por pidos en sus movimientos. No vamos a detener-
el sentimiento de las masas. En dos naciones y nos aquí en esto. Cada cual realiza las cosas a su
estados pueden producirse tales tensiones y tal manera, pero lo cierto es que la persona lenta no
cúmulo de sentimientos hostiles que un motivo actúa lentamente porque quiera emplear más
para la guerra, insignificante en sí mismo, puede tiempo, sino porque, debido a su propia natura-
originar, no obstante, un efecto totalmente des- leza, necesita más tiempo, y si hubiera de hacerlo
proporcionado con su naturaleza, como es el de con mayor rapidez no lo haría tan bien. En con-
una verdadera explosión. Esto resulta cierto en secuencia, ese tiempo depende de las causas sub-
relación con los esfuerzos que el objetivo polí- jetivas, o queda reflejado en la duración real de
tico pueda exigir en uno y otro estado y en rela- la acción. Si a cada acción de la guerra se le re-
ción con el fin que pueda asignarse a la acción conoce una duración, tenemos que admitir, por
militar. Algunas veces puede convertirse en ese lo menos al pronto, que todo gasto de tiempo más
fin, por ejemplo, cuando se trata de la conquista allá de esa duración, o, lo que es lo mismo, cual-
de cierto territorio. Otras, el objetivo político no quier suspensión de la acción militar, parece ser
se ajustará a la necesidad de proporcionar un fin absurda. En relación con ello, tendremos que re-
para la acción militar y en tales casos tendremos cordar siempre que la cuestión no se centra en el
que recurrir a una elección de ese tipo, capaz de progreso de uno u otro de los oponentes, sino en
servir de equivalente y de ocupar su lugar para el progreso de la acción militar como un todo.
firmar la paz. Pero también en estos casos siem-
pre se presupone que tiene que guardarse la con- 13. EXISTE ÚNICAMENTE UNA CAUSA QUE
sideración debida al carácter de los estados in- PUEDE SUSPENDER LA ACCIÓN, Y ESTO PA-
teresados. Hay circunstancias en las que el equi- RECE OCURRIR SIEMPRE TAN SÓLO EN UN
valente debe tener mucha más importancia que SOLO BANDO
Si dos bandos se han armado para la lucha, Si la acción militar estuviera realmente do-
tiene que existir un motivo hostil que los haya tada de esa continuidad, todo sería empujado de
impulsado a hacerlo. Así, pues, mientras se man- nuevo hacia el caso extremo. Porque, además de
tengan en pie de guerra, es decir, mientras no ha- que tal actividad sostenida enconaría aún más los
gan la paz, este motivo permanecerá presente y sentimientos e impregnaría al todo de un mayor
sólo dejará de actuar en cualquiera de los dos apasionamiento y un mayor grado de fuerza ele-
oponentes por una sola razón, la de que se pre- mental, también haría surgir, en la continuidad
fiere esperar un momento más favorable para la de la acción, un encadenamiento aún más fuerte
acción. Obviamente esta razón sólo puede surgir de acontecimientos y una conexión causal más
en uno de los dos bandos, debido a que, por su consecuente entre ellos. En consecuencia, cada
propia naturaleza, se opone diametralmente a la acción llegaría a ser más importante y, por lo
del otro. Si a uno de los que ejercen la jefatura le tanto, más peligrosa. Pero la experiencia nos dice
conviene actuar, al otro le convendrá esperar. Un que la acción militar rara vez, o nunca, presenta
equilibrio cabal de fuerzas no puede producir ja- esta continuidad, y que en muchas guerras la ac-
más una interrupción de la acción, porque una tal ción asume la menor parte del tiempo, mientras
suspensión supondría necesariamente la minora- que la inactividad ocupa el resto. Esto quizá no
ción de iniciativa del que tenga el propósito po- siempre constituya una anomalía. La suspensión
sitivo, es decir, el atacante. Pero de concebir un de la acción militar debe ser posible, es decir, no
equilibrio en el que quien asume la finalidad po- implica una contradicción. Que esto es así y por
sitiva, y por tanto el motivo más poderoso, es al qué ocurre así, lo mostraremos a continuación.
mismo tiempo quien dispone de menor número
de fuerzas, de manera que la ecuación surgiría 15. SURGE AQUÍ POR TANTO LA EVIDENCIA DE
del producto de las fuerzas y de los motivos, aun UN PRINCIPIO DE POLARIDAD
así tendríamos que afirmar que si no se vislum- Al suponer que los intereses de uno de los
bra un cambio en este estado de equilibrio, am- que ejercen la jefatura son siempre diametral-
bos bandos tienen que firmar la paz. Pero de vis- mente opuestos a los del otro, dejamos sentada
lumbrar un cambio, éste redundaría en favor de la existencia de una verdadera polaridad. Más
uno de los bandos solamente y, por la misma ra- adelante dedicaremos todo un capítulo a este
zón, el otro se vería obligado a actuar. Constata- principio, pero mientras tanto nos parece opor-
mos, por tanto, que la idea de un equilibrio no tuno hacer una observación con referencia a ello.
puede justificar una suspensión de las hostilida- El principio de polaridad sólo es válido si, como
des, pero sirve para fundamentar la espera de un tal, es la misma cosa, en la que lo positivo y su
momento más favorable. Por ejemplo, suponga- contrario, lo negativo, se destruyen mutuamente.
mos que uno de los dos estados oponentes tiene En una batalla, cada uno de los bandos oponentes
un propósito positivo, o sea, el de conquistar un desea vencer, lo que constituye una verdadera
territorio del adversario que podría ser usado polaridad, porque la victoria del uno resulta la
como moneda de cambio en la negociación de la derrota del otro. Pero si nos referimos a dos co-
paz. Lograda esa conquista, se ha alcanzado el sas diferentes entre las que exista una relación
objetivo político; la acción ya no resulta necesa- común objetiva, no serán las cosas, sino sus re-
ria y cabe tomarse un descanso. Si el oponente laciones, las que posean polaridad.
acepta el resultado, deberá firmar la paz; en caso
contrario, debe actuar. Si en ese momento cree 16. EL ATAQUE Y LA DEFENSA SON COSAS DE
que en un período de tiempo determinado se en- CLASE DISTINTA Y DE FUERZA DESIGUAL. DE-
contrará en mejores condiciones para hacerlo, BIDO A ELLO NO PUEDEN SER OBJETO DE PO-
entonces cuenta con razones suficientes como LARIDAD
para posponer su acción. Pero desde ese mo- Si sólo existiera una forma de guerra, diga-
mento, la necesidad de actuar parece por lógica mos la que corresponde al ataque del enemigo,
recaer en su oponente, a fin de no darle tiempo no habría defensa; ello es tanto como decir que
al que se halla en desventaja para que se prepare si hubiera de distinguirse al ataque de la defensa
para la acción. Todo ello, por descontado, en el sólo por el motivo positivo que el uno posee y
supuesto de que tanto uno como otro bando ten- del que la otra carece, si los métodos de lucha
gan un conocimiento cabal de las circunstancias. fueran siempre invariablemente los mismos, en
tal empeño, cualquier ventaja de un bando ten-
14. LA ACCIÓN MILITAR TENDRÍA DE ESTE dría que representar una desventaja equivalente
MODO UNA CONTINUIDAD QUE DE NUEVO IM- para el otro, existiendo entonces una verdadera
PULSARÍA TODO HACIA UNA SITUACIÓN EX- polaridad. Pero la acción militar adopta dos for-
TREMA mas distintas, la de ataque y la de defensa, que
son muy diferentes y de fuerza desigual, como Todavía existe otra causa que puede sus-
mostraremos más adelante con detalle. La pola- pender la acción militar, y es la del conocimiento
ridad reside, pues, en que ambos bandos guardan imperfecto de la situación. Cada comandante en
una relación, como es la decisión, pero no en el jefe sólo tiene un conocimiento personal exacto
ataque o en la defensa mismos. Si uno de los co- de su propia posición y no conoce la de su adver-
mandantes en jefe deseara posponer la decisión, sario más que por informes inciertos. Puede co-
el otro debería desear acelerarla, pero, por su- meter errores de interpretación y, como conse-
puesto, solamente en la misma forma de con- cuencia de ello, puede llegar a creer que la ini-
flicto. Si a A le interesara no atacar a su oponente ciativa corresponde a su oponente, cuando en
inmediatamente, sino cuatro semanas más tarde, realidad le corresponde a él mismo. Esta merma
el interés de B se centraría en ser atacado inme- de conocimientos podría, en verdad, dar lugar
diatamente y no cuatro semanas más tarde. Se tanto a acciones inoportunas como a inoportunas
trata de una oposición directa; pero no se des- inacciones, y contribuir por sí misma a causar
prende necesariamente de ello que a B le benefi- tanto retrasos como aceleramientos en la acción
cie atacar a A de inmediato. Evidentemente, es militar. Pero siempre deberá ser considerada
algo muy distinto. como una de las causas naturales que, sin que
implique una contradicción subjetiva, puede lle-
17. EL EFECTO DE LA POLARIDAD ES ANULADO var a la acción militar a un estancamiento. Así
A MENUDO POR LA SUPERIORIDAD QUE MUES- como consideramos, sin embargo, que por lo ge-
TRA LA DEFENSA SOBRE EL ATAQUE. ELLO EX- neral nos sentimos más inclinados e inducidos a
PLICA LA SUSPENSIÓN DE LA ACCIÓN MILITAR deducir que la fuerza de nuestro oponente es de-
Si la forma de defensa se muestra más fuerte masiado grande antes que demasiado pequeña,
que la de ataque, como vamos a demostrar, se ya que hacerlo así es propio de la naturaleza hu-
plantea la cuestión de saber si la ventaja de una mana, tendremos que admitir también que el co-
decisión diferida es tan grande para el bando que nocimiento imperfecto de la situación en general
se apresta a atacar como la de la defensa lo es deberá contribuir sensiblemente a detener la ac-
para el otro. Cuando no lo es, no puede esa ven- ción militar y a perturbar los principios en que se
taja, mediante su contrario, superar éste e influir basa su dirección. La posibilidad de una pausa
de ese modo en el curso de la acción militar. introduce una nueva reducción en la acción mi-
Comprobamos, por lo tanto, que la fuerza impul- litar, diluyéndola, por así decir, en el factor
siva inherente a la polaridad de intereses puede tiempo, lo que corta el avance del peligro y au-
ser anulada por la diferencia existente entre la menta la capacidad de restablecer el equilibrio de
fuerza del ataque y la de la defensa, y dejar así fuerzas. Cuanto más grandes sean las tensiones
de tener eficacia. Por lo tanto, si el bando para el que han determinado la explosión de la guerra y
cual el momento presente es favorable se mues- cuanto mayor sea, en consecuencia, la energía
tra demasiado débil hasta el punto de renunciar a que se imprime a esta última, más breves serán
la ventaja de permanecer a la defensiva, debe re- los períodos de inacción; cuanto más débil sea el
signar se a afrontar un futuro menos favorable. sentimiento hostil, más largos serán aquéllos. En
Porque puede ser mejor librar un combate defen- efecto, los motivos más poderosos acrecientan
sivo en un futuro desfavorable que uno defensivo nuestra fuerza de voluntad y ésta, como se sabe,
en el momento presente, o que entablar la paz. constituye siempre un factor, un producto de
Al estar convencidos de que la superioridad de la nuestras fuerzas.
defensa (correctamente entendida) es muy
grande, mucho más de lo que al pronto podría 19. LOS PERÍODOS FRECUENTES DE INACCIÓN
parecer, se explica la notable proporción que ALEJAN AÚN MÁS A LA GUERRA DEL ÁMBITO
ocupan en la guerra los períodos carentes de ac- DE LA TEORÍA ABSOLUTA Y LA CONVIERTEN
ción, sin que esto implique necesariamente una TODAVÍA MÁS EN UN CÁLCULO DE PROBABILI-
contradicción. Cuanto más débiles sean los mo- DADES
tivos para la acción, tanto más serán neutraliza- Cuanto mayor sea la lentitud con que se
dos por esa diferencia entre el ataque y la de- desarrolle la acción militar y cuanto más largos
fensa. Por lo tanto, la acción militar será impul- y frecuentes sean los períodos de inacción, tanto
sada con harta frecuencia a una pausa, que es en más fácilmente se podrá rectificar un error. El
realidad lo que nos muestra la experiencia. comandante en jefe se aventurará a ampliar sus
suposiciones y al propio tiempo se mantendrá
18. UNA SEGUNDA CAUSA RESIDE EN EL CONO- con mayor holgura por debajo del punto extremo
CIMIENTO IMPERFECTO DE LA SITUACIÓN que preconiza la teoría, y basará todas sus deduc-
ciones en la probabilidad y la conjetura. En con- la mano de la inteligencia por el estrecho sendero
secuencia, el curso más o menos pausado de la de la investigación filosófica y de la deducción
acción militar dejará más o menos tiempo para lógica, prefiere moverse con lentitud, con la ima-
aquello que la naturaleza de la situación concreta ginación puesta en el dominio del azar y de la
reclame por sí misma, es decir, un cálculo de suerte, a fin de llegar, casi de modo inconsciente,
probabilidades acorde con las circunstancias que a un terreno donde se siente extraño y donde to-
concurran en el caso. dos los objetos que le son familiares parecen
abandonarlo. En lugar de sentirse aprisionado,
20. EL AZAR ES EL ÚNICO ELEMENTO QUE como en el primer caso, por la necesidad elemen-
FALTA PARA HACER DE LA GUERRA UN JUEGO, tal, goza ahora de toda una gama de posibilida-
Y ES DE ESTE ELEMENTO DEL QUE MENOS CA- des. Extasiado, el valor alza el vuelo, y la osadía
RECE y el peligro se convierten en el elemento al que
Lo que se ha expuesto hasta aquí nos ha aquél se precipita, del mismo modo que un nada-
mostrado cómo la naturaleza objetiva de la gue- dor audaz se arroja a la corriente. ¿Tiene la teoría
rra hace de ella un cálculo de probabilidades. que abandonar aquí ese punto y seguir satisfecha
Ahora sólo se requiere un elemento más para hasta establecer reglas y conclusiones absolutas?
considerarla como un juego, y ciertamente ese Si es así no tiene una aplicación práctica. La teo-
elemento no le falta en absoluto: es el azar. Nin- ría debe tener en cuenta el elemento humano y
guna actividad humana guarda una relación más destinar el lugar que les corresponde al valor, al
universal y constante con el azar como la guerra. arrojo e incluso a la temeridad. El arte de la gue-
El azar, juntamente con lo accidental y la buena rra tiene que vérselas con fuerzas vivas y mora-
suerte, desempeña un gran papel en la guerra. les, de donde se deriva que lo absoluto y lo se-
guro le resultan inaccesibles; siempre queda un
21. TANTO POR SU NATURALEZA SUBJETIVA margen para lo accidental, tanto en las cosas
COMO POR SU NATURALEZA OBJETIVA, LA grandes como en las pequeñas. Así como por un
GUERRA SE CONVIERTE EN UN JUEGO lado aparece ese elemento accidental, por el otro
Si reparamos ahora en la naturaleza subje- el valor y la confianza en uno mismo deben hacer
tiva de la guerra, o sea, en las fuerzas necesarias acto de presencia y llenar el hueco abierto.
para llevarla a cabo, se nos mostrará todavía más Cuanto mayor sea el valor y la confianza en uno
como un juego. El elemento dentro del cual se mismo, más grande será el margen que cabe de-
mueve la acción bélica es el peligro; pero ¿cuál jar para lo accidental. Por lo tanto, el valor y la
es, en el peligro, la cualidad moral que predo- confianza en uno mismo son elementos absolu-
mina? El valor. Este es por cierto compatible con tamente esenciales para la guerra. Y en conse-
el cálculo prudente, pero el valor y el cálculo son cuencia, la teoría sólo debe formular aquellas re-
distintos por naturaleza y pertenecen a ámbitos glas que ofrezcan un libre campo de acción para
dispares del espíritu. Por otro lado, la osadía, la esas virtudes militares más necesarias y esclare-
confianza en la buena fortuna, la intrepidez y la cidas, en todos sus grados y variaciones. Hasta
temeridad son todas manifestaciones del valor, y en la osadía hay sabiduría y prudencia, pero su
tales esfuerzos del espíritu tienden hacia lo acci- apreciación responde a una escala diferente de
dental, porque es su propio elemento. Vemos, valores.
pues, que, desde el principio, el factor absoluto,
el llamado matemático, no cuenta con ninguna 23. LA GUERRA SIGUE SIENDO TODAVÍA
base segura en los cálculos del arte de la guerra. UN MEDIO SERIO PARA ALCANZAR UN OBJE-
De entrada nos hallamos ante un juego de posi- TIVO SERIO
bilidades y de probabilidades, de buena y de Así es la guerra, así el jefe que la dirige y
mala suerte, que hace acto de presencia en todos así la teoría que le atañe. Pero la guerra no cons-
los hilos, grandes o pequeños, de su trama y es el tituye un pasatiempo, ni una simple pasión por la
responsable de que, de todas las ramas de la ac- osadía y el triunfo, ni el fruto de un entusiasmo
tividad humana, sea la guerra la que más se pa- sin límites; es un medio serio para alcanzar un
rece a un juego de cartas. fin serio. Todo el encanto del azar que exhibe,
todos los estremecimientos de pasión, valor,
22. CÓMO ESTO CONCUERDA MEJOR, EN GE- imaginación y entusiasmo que acumula, son tan
NERAL, CON EL ESPÍRITU HUMANO sólo propiedades particulares de ese medio. La
Aunque nuestro entendimiento se siente por guerra entablada por una comunidad -la guerra
lo general inclinado a asentarse en la certeza y la entre naciones enteras-, y particularmente entre
claridad, nuestro espíritu es preso a menudo de naciones civilizadas, surge siempre de una cir-
la incertidumbre. En lugar de abrirse camino de cunstancia política, y no tiene su manifestación
más que por un motivo político. Es, pues, un acto Vemos, pues, que la guerra no constituye
político. Ahora bien, si en sí misma fuera un acto simplemente un acto político, sino un verdadero
completo e inalterable, una manifestación abso- instrumento político, una continuación de la ac-
luta de violencia, como hubo que deducir consi- tividad política, una realización de ésta por otros
derándola en su concepción pura, en cuanto se medios. Lo que resta de peculiar en la guerra
pusiera de manifiesto por medio de la política guarda relación con el carácter igualmente pecu-
ocuparía el lugar de ésta y, como algo completa- liar de los medios que utiliza. El arte de la guerra
mente independiente de ella, la descartaría y sólo en general, y el jefe que la conduce en cada caso
se regiría por sus propias leyes. Algo parecido a particular, pueden determinar que las tendencias
lo que ocurre cuando se acciona una mina y no y los planes políticos no encierren ninguna com-
puede variarse su rumbo hacia otra dirección patibilidad con estos medios. Esta exigencia no
como no sea la marcada en el ajuste previo. resulta baladí; pero, por más que se imponga po-
Hasta ahora, también en la práctica esto ha sido derosamente en casos particulares sobre los de-
considerado de esta forma, siempre que la caren- signios políticos, debe considerársela siempre
cia de armonía entre la política y la conducción sólo como una modificación de esos designios,
de la guerra ha llevado a distinciones teóricas de ya que el propósito político es el objetivo, mien-
esta naturaleza. Pero tal idea es básicamente tras que la guerra constituye el medio, y nunca el
falsa. Como hemos visto, la guerra, en el mundo medio cabe ser pensado como desposeído de ob-
real, no es un acto extremo que libera su tensión jetivo.
mediante una sola descarga; es una acción de
fuerzas que no se desarrollan en todos los casos 25. NATURALEZA DIVERSA DE LAS GUE-
de la misma forma y en la misma proporción, RRAS
pero que en un momento preciso llegan a un ex- Cuanto más intensos y poderosos sean los
tremo suficiente como para vencer la resistencia motivos y las tensiones que justifiquen la guerra,
que les oponen la inercia y la fricción, mientras más estrecha relación guardará ésta con su con-
que a la par son demasiado débiles para producir cepción abstracta. Cuanto más encaminada se
efecto alguno. La guerra constituye, por así de- halle en la destrucción del enemigo, tanto más
cir, un embate regular de violencia, de mayor o coincidirán el propósito militar y el objetivo po-
menor intensidad y vehemencia, y que, a conse- lítico, y la guerra aparecerá más como puramente
cuencia de ello, libera las tensiones y agota las militar y menos como política. Pero cuanto más
fuerzas de una forma más o menos rápida o, en débiles sean las motivaciones y las tensiones, la
otras palabras, conduce al objetivo propuesto tendencia natural del elemento militar, o sea la
con mayor o menor rapidez. Pero siempre tiene tendencia a la violencia, coincidirá menos con
una duración suficiente como para ejercer, du- las directrices políticas; por tanto, cuanto más se
rante su transcurso, una influencia sobre ese ob- aparte la guerra de su trascendencia natural, ma-
jetivo, de modo que puede hacerlo cambiar en yor será la diferencia que separa el objetivo po-
uno u otro sentido. En definitiva, puede durar lo lítico del propósito de una guerra ideal, y mayor
suficiente como para estar sujeta a la voluntad de apariencia tendrá la guerra de ser política. Pero
una inteligencia directora. Si es cierto que la gue- con el fin de impedir que el lector llegue a con-
rra tiene su origen en un objetivo político, resulta clusiones erróneas, es preciso hacer notar que
que ese primer motivo, que es el que la pro- por esa tendencia natural de la guerra entende-
mueve, constituye, de modo natural, la primera mos solamente la tendencia filosófica, estricta-
y más importante de las consideraciones que de- mente lógica, y de ningún modo la de las fuerzas
ben ser tenidas en cuenta en la conducción de la que realmente intervienen en el conflicto, hasta
guerra. Pero el objetivo político no se convierte, el punto de que, por ejemplo, deberíamos incluir
por ello, en una regla despótica. Debe adaptarse todas las emociones y pasiones de los comba-
a la naturaleza de los medios a su disposición, y, tientes. Es cierto que éstas pueden, en muchos
de ese modo, cambiará a menudo por completo. casos, ser avivadas hasta tal extremo que sólo
Pero siempre deberá ser considerado en primer con dificultad cabrá mantenerlas reducidas al
término. La política, por lo tanto, asumirá un pa- campo político; pero por lo general no se plantea
pel en la acción total de la guerra, y ejercerá una esta contradicción, porque la existencia de emo-
influencia continua sobre ella, hasta donde lo ciones tan fuertes implica también la elaboración
permita la naturaleza de las fuerzas explosivas de un gran plan que las englobe. Si este plan se
que contiene. dirige tan sólo hacia un objetivo vano, la agita-
ción emotiva de las masas será tan débil, que en
24. LA GUERRA ES UNA MERA CONTINUA- todo caso necesitará ser alentada antes que con-
CIÓN DE LA POLÍTICA POR OTROS MEDIOS tenida.
La guerra no es, pues, no sólo un verdadero
26. TODAS LAS GUERRAS TIENEN QUE SER camaleón, por el hecho de que en cada caso con-
CONSIDERADAS COMO ACTOS POLÍTICOS creto cambia de carácter, sino que constituye
En relación con nuestro tema principal, po- también una singular trinidad, si se la considera
demos apreciar que, si bien es verdad que en como un todo, en relación con las tendencias que
cierta clase de guerras la política parece haber predominan en ella. Esta trinidad está integrada
desaparecido por completo, mientras que en tanto por el odio, la enemistad y la violencia pri-
otras aparece de forma bien definida, cabe afir- migenia de su esencia, elementos que deben ser
mar, sin embargo, que unas son tan políticas considerados como un ciego impulso natural,
como las otras. Efectivamente, si consideramos como por el juego del azar y de las probabilida-
la política como la inteligencia del Estado perso- des, que hacen de ella una actividad desprovista
nificado, entre las combinaciones de circunstan- de emociones, y por el carácter subordinado de
cias que deben ser tenidas en cuenta en los cálcu- instrumento político, que la inducen a pertenecer
los debemos incluir aquella en que la naturaleza al ámbito del mero entendimiento. El primero de
de las circunstancias provoca una guerra de la estos tres aspectos interesa especialmente al pue-
primera clase. Pero si el término política no es blo; el segundo, al comandante en jefe y a su
entendido como un conocimiento amplio de la ejército, y el tercero, solamente al gobierno. Las
situación, sino como la idea convencional de una pasiones que deben prender en la guerra tienen
añagaza cautelosa, astuta y hasta deshonesta, que existir ya en los pueblos afectados por ella;
contraria a la violencia, es en este caso cuando el el alcance que lograrán el juego del talento y del
último tipo de guerra correspondería, más que el valor en el dominio de las probabilidades del
primero, a la política. azar dependerá del carácter del comandante en
jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin em-
27. CONSECUENCIAS DE ESTE PUNTO DE VISTA bargo, incumbirán solamente al gobierno. Estas
PARA LA COMPRENSIÓN DE LA HISTORIA DE tres tendencias, que se ponen de manifiesto al
LA GUERRA Y PARA LOS FUNDAMENTOS DE LA igual que lo hacen muchas diferentes legislacio-
TEORÍA nes, se asientan profundamente en la naturaleza
En primer lugar vemos, pues, que en toda de la cuestión y, al mismo tiempo, varían en
circunstancia tiene que considerarse a la guerra magnitud. Una teoría que rehuyera tomar en
no como algo independiente, sino como un ins- cuenta cualquiera de ellas o fijara una relación
trumento político. Tan sólo si adoptamos este arbitraria entre ellas incurriría en tal contradic-
punto de vista podremos evitar caer en contra- ción con la realidad que por este solo hecho de-
dicción con toda la historia de la guerra y hacer bería ser considerada como nula. El problema
una apreciación inteligente de su totalidad. En consiste, pues, en mantener a la teoría en equili-
segundo lugar, este mismo punto de vista nos brio entre estas tres tendencias, como si fueran
muestra cómo pueden variar las guerras de éstas tres polos de atracción. En el libro que trata
acuerdo con la naturaleza de las motivaciones y sobre la teoría de la guerra nos proponemos in-
de las circunstancias de las cuales aquéllas sur- vestigar la manera de resolver tal problema del
gen. El primer acto de discernimiento, el mayor modo más concluyente. Esa definición del con-
y el más decisivo que llevan a cabo un estadista cepto de la guerra se convierte para nosotros en
y un jefe militar, es el de establecer correcta- el primer rayo de luz que ilumina los fundamen-
mente la clase de guerra en la que están empeña tos de la teoría, que evidenciará por vez primera
dos y no tomarla o convertirla en algo diferente sus rasgos principales y nos permitirá distinguir-
de lo que dicte la naturaleza de las circunstan- los.
cias. Este es, por lo tanto, el primero y el más
amplio de todos los problemas estratégicos. Más - 2 La guerra que enfrentó a Alemania con Napoleón.
adelante, en el capítulo referente a la planifica- (N. del Ed.)
ción de la guerra, procederemos a examinarlo
con mayor detención. Contentémonos por ahora
con haber expuesto el tema y establecido, al ha-
cerlo, el punto de vista principal desde el cual
deben ser examinadas tanto la guerra como su
teoría.

28. CONCLUSIÓN PARA LA TEORÍA

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