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Julio César Abanto.

La movilización de armas hacia el Perú en la Guerra con Chile

UN ESFUERZO TITÁNICO EN TIEMPOS DE GUERRA : LA MOVILIZACIÓN DE ARMAS


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DESDE EUROPA HACIA EL PERÚ EN LA GUERRA CON CHILE (1882-1883)

Julio César Abanto Chani1


Universidad Nacional Mayor de San Marcos
juleo80@hotmail.com

Recibido: 26/06/2013
Aprobado: 15/07/2013

Resumen
Este trabajo indaga las vicisitudes de las medidas dadas por Lizardo Montero para trasladar
las armas que desde Europa recibió el Perú en la Guerra con Chile luego de la caída de
Lima (1881), tanto en el Perú como en el exterior a través de diplomáticos peruanos en
Francia, Argentina y Bolivia. Se estudia el destino final del considerable armamento
recolectado como parte de un tema poco estudiado en nuestra historiografía.

Palabras clave: Perú, Historia, siglo XIX; Guerra con Chile (1879-1883); Gobierno de
Lizardo Montero (1881-1883); Diplomacia peruana

A TITANIC EFFORT IN WAR: THE MOBILIZATION OF WEAPONS FROM EUROPE TO PERU


IN THE WAR WITH CHILE (1882-1883)

Abstract
This work explores the vicissitudes of the measurements given by Lizardo Montero to
transport the weapons acquired by Peru in Europe during the War of the Pacific after the
fall of Lima (1881), both in Peru and abroad through Peruvian diplomats in France,
Argentina and Bolivia. We study the final destination of the weapons collected in
significant quantities as a little-studied topic in our historiography.

Palabras clave: Peru, History, 19th century; War of the Pacific (1879-1883); Lizardo
Montero´s administration (1881-1883); Peruvian diplomacy

1
Licenciado en Historia por la Universidad Mayor de San Marcos. Publicó el libro basado en su tesis de
licenciatura Encarando el desastre. El conflicto hegemónico entre la burguesía limeña y los terratenientes
serranos del norte en la guerra con Chile. 1881-1884 (2013), que cuenta con el prólogo del Dr. Heraclio
Bonilla. Ha realizado investigaciones en los principales archivos del país: Archivo Central del Ministerio de
Relaciones Exteriores, Archivo General del Congreso de la República, Archivo Regional de Cajamarca,
Centro de Estudios Históricos Militares, Fondo Reservado de San Marcos, entre otros.

Nueva corónica 2 (Julio, 2013) ISSN 2306-1715, pp. 405-420.


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Introducción: el gobierno de Lizardo Montero en la encrucijada (1882-1883)


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Lizardo Montero fue designado por miembros del Congreso de Chorrillos como
Vicepresidente de la República y asumió tal función cuando fue desterrado el presidente
García Calderón a Chile por haberse negado a ceder Tarapacá e irritar a las autoridades
chilenas con su audaz maniobra político-financiera de promover la intervención de la
Secretaría de Estado norteamericano y a la Sociedad General de París (entidad financiera
que reunía a los principales acreedores franceses de la deuda externa peruana) a fin de
rescatar de las manos chilenas el salitre de Tarapacá (Ballón, 2003: 73-162; Abanto, 2013:
76-86). Al fracasar la estrategia, el Vicepresidente se traslada desde Cajamarca hacia
Huaraz (febrero–julio 1882) y posteriormente hacia Arequipa (agosto 1882–octubre 1883).

La actuación política de Montero fue severamente criticada pues no logró establecer líneas
firmes sobre la actitud que asumiría el gobierno peruano sea a favor de la paz o el impulso
decidido a la resistencia que realizaba Andrés A. Cáceres en la sierra central2. Previo al
desencadenamiento de la guerra, Montero tenía un promisorio futuro en la política, pero
luego de sus sombríos resultados como gobierno en Arequipa desaparecerá para siempre
del firmamento político.

Repasemos rápidamente los principales hechos de su gobierno. 1882 sería un año clave
para Montero pues los sucesos que ocurrirían marcan su rumbo y a la vez muestran su
desorientación en la arena política. El primer semestre está teñido por el optimismo de
obtener un rápido y propicio desenlace a favor de los intereses de Lima. Esa confianza se
esfuma velozmente, pero sus alcances no son calibrados adecuadamente o no quieren ser
entendidos en toda su crudeza: la apuesta de García Calderón y la burguesía limeña por la
diplomacia norteamericana fue una jugada sumamente arriesgada. Montero, todavía
incrédulo del fracaso de la diplomacia estadounidense, asistía a una conferencia con el
embajador Trescot en Huaraz, esperando un milagro.

En esta misma ciudad, recibe y rechaza la propuesta boliviana de pactar una tregua
conjunta con Chile. Mientras tanto, a mitad de año suceden dos hechos que hacen que
Santiago tenga una acción más decidida y tajante: sigue negando la existencia del gobierno
provisorio y toma represalias contra los dirigentes civilistas, por los desastrosos resultados
de la campaña militar emprendida contra Cáceres en la sierra central y las victorias
peruanas en Marcavalle, Pucará y Concepción (Parodi: 2003, 60-64). El otro hecho fue el
apoyo chileno a la emergencia del disidente Miguel Iglesias quien ofrecía una paz sin
ningún tipo de condicionamientos y con la entrega inmediata de Tarapacá.

1883 presentaba un escenario complicado tanto para Iglesias como para el vicepresidente
Montero. Los chilenos aceptan a Iglesias como nuevo interlocutor peruano para firmar una
paz hecha a su medida. En Cajamarca, Iglesias había sido ungido como Presidente
Regenerador en conformidad con los propósitos de los terratenientes por asumir el poder y
decidir sin intermediarios la suerte del Perú. Era también un objetivo salvaguardar los
intereses de los grandes hacendados de la sierra norte y que a la postre arrastraría a todo el
2
Carta de Francisco García Calderón a Miguel Iglesias. Valparaíso, 8 de febrero de 1883 (Ahumada, 1898:
VIII: 123).

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bloque terrateniente, sobre la propuesta de cesar la guerra a cualquier precio cediendo


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Tarapacá, provincia vital para la burguesía limeña pero no para el régimen de Cajamarca y
que no pondría objeciones para la entrega inmediata de la provincia salitrera antes que se
consumara la destrucción de los circuitos regionales del norte por efectos de la guerra.

Sin embargo, Iglesias no trascendía de los límites regionales cajamarquinos, a pesar de ir a


toda marcha el avance de las negociaciones de sus delegados Mariano Castro y José
Antonio de Lavalle con el ministro chileno Jovino Novoa. Tenía dos obstáculos a la vista:
el ejército del centro a órdenes del general Cáceres amordazaba todo intento de adhesión
hacia el partido de Montán. Por el sur, el régimen monterista lo había condenado como
traidor a la patria por sus clandestinos acuerdos con el mando chileno de ocupación.
Justamente, ambos factores no tenían la firmeza suficiente en la región norte para disuadir y
destruir el naciente gobierno iglesista. En este estado de confinamiento permanecería
Iglesias todo el primer semestre.

Pero el panorama dio un giro de 360 grados al ocurrir dos hechos que apartan
definitivamente a sus contrincantes, dejándole libre el camino hacia la capital para firmar el
tratado de paz y sentar su hegemonía sobre la burguesía limeña. Primero, en Huamachuco
es destruido el valeroso y abnegado ejército de la resistencia, acosado por una poderosa
expedición chilena. Expedición que formaba parte de la más grande operación chilena que
destruiría a las huestes caceristas. Segundo, atrapado en un punto intermedio de no hacer la
paz pero tampoco combatir, el gobierno de Montero va quedando poco a poco sumido en
un peligroso aislamiento y de las crecientes dudas de Bolivia sobre la conveniencia de
continuar su alianza con el Perú. El desenlace inevitable fue la caída de Arequipa meses
después y el fortalecimiento progresivo de Iglesias, quien firmó sin impedimento alguno el
tratado de Ancón el 23 de octubre de 1883. Al capturar los chilenos la ciudad, Montero
marcha raudamente hacia Puno, luego a Buenos Aires y finalmente hacia Europa. Su
estrella política se apagó para siempre.

Aciago era el panorama de incertidumbre, miseria moral y anarquía de nuestro país. Un


comentario de Manuel Candamo, futuro presidente del Perú y joven dirigente civilista en el
momento de la guerra, grafica el estado de desgobierno:

Tal vez no se presentarán en la historia un caso tan desgraciado como aquel en que se
encuentra el Perú; en la situación más crítica, en la crisis más angustiosa, en el mayor
peligro que puede correr un país, no tiene un solo hombre, no diré de importancia, pero ni
siquiera medio regular. No hay remedio3.

3
Carta de Manuel Candamo a Teresa Álvarez Calderón. N° 80. Chillán, 28 de febrero de 1883 (De la Puente
Candamo y De la Puente Brunke, 2008: 299).

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1. Las armas para el Perú: el eje París-Buenos Aires-La Paz-Arequipa


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Una valoración necesaria
Entre los distintos pasos dados por el gobierno de Montero debe destacarse un hecho que
pudo cambiar el destino de la causa peruana: el traslado de armas desde Europa hacia
Arequipa y la actitud del régimen monterista. Ciertamente, este hecho no ha sido abordado
ampliamente por la historiografía peruana, por lo que presentaremos la información que
aporte a la reconstrucción de este episodio de nuestra historia.

Conozcamos a los artífices del traslado del armamento hacia la Ciudad Blanca, un hecho
sin precedentes que requiere una adecuada valoración por la magnitud de los esfuerzos y
gestiones invertidas:

Mariano Nicolás Valcárcel


Fue secretario de la legación peruana en las
Conferencias de Arica de 1880,
acompañando a Antonio Arenas y Aurelio
García y García. Participó en la asamblea que
elevó a García Calderón como Presidente
Provisorio en 1881. Perseguido por el mando
chileno en represalia por las victorias
peruanas en la sierra central escapa hacia
Arequipa. Montero lo nombra Canciller de su
gobierno en setiembre de 1882. Dirige las
operaciones de traslado de armas que vienen
vía Argentina y mantiene constante
comunicación con la Legación Peruana en La
Paz.

Pero pese a esas acciones no logró determinar


la posición del gobierno ante la emergencia de
Iglesias en Cajamarca y apela en sus
declaraciones dirigidas a los países
acreditados alegatos jurídicos que escapan a la
realidad bélica en la que se encontraba
inmerso el Perú. Fue escalando posiciones
hasta que en 1883 fue nombrado Presidente
del Consejo de Ministros hasta la caída de
Arequipa en octubre del mismo año. Su gestión
como premier fue severamente cuestionada por la inacción del régimen monterista o el
débil apoyo a la gesta cacerista en el centro.

Tras la guerra, tendría una poderosa posición y el control, por casi 20 años, de la Cámara de
Diputados tanto en su conformación y como en sus decisiones; haciendo de Valcárcel un
importante actor en el escenario político de la postguerra.

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Francisco Rosas

Connotado partidario civilista. Fue ministro de


Gobierno de Manuel Pardo y agente financiero del
Perú en Europa en 1877, 1878 y 1880. Negociaba
un nuevo empréstito para el Perú con la Sociedad
de Crédito Industrial cuando ocurrió el golpe de
Estado de Piérola, quién lo desautorizó para
efectuar todo tipo de arreglo en el exterior. Se
encontraba en París cuando fue nombrado
ministro del Perú en Europa a fines de 1881. Se
dedicó diligentemente a obtener el crédito
necesario para adquirir armas, a pesar de las
adversas condiciones generadas por la
desconfianza de los acreedores europeos. No
obstante, pudo burlar el control chileno y del
sagaz ministro Blest Gana en los puertos franceses
e ingleses llegando remitir hasta Buenos Aires un
considerable contingente de armas, municiones y
dinero a través de sucesivos y encubiertos envíos;
logrando equipar al Perú con más armamento que
con el contaba en 1879.

Manuel María del Valle

Nombrado por el gobierno de Montero como


ministro del Perú en Bolivia a fines de 1881.
Tendrá destacada actuación incidiendo sobre la
opinión del gobierno de Narciso Campero, de quien
tenía una alta concepción de lealtad con la alianza:
recibe pertrechos, vestimentas y dinero para el
sostenimiento de las fuerzas de Arequipa. Sin
embargo, la opinión en La Paz era sinuosa e iban
desde la ruptura con el Perú hasta una abierta
conversación con Chile a costa de los territorios de
Arica para no ser encerrados por los andes. Realiza
las coordinaciones con el canciller Valcárcel, quien
se encargaba de monitorear la remisión de las armas
provenientes de Europa a cargo del agente peruano
en Buenos Aires, Cesáreo Chacaltana. Se le
proporcionan los montos necesarios para equipar
expediciones desde Oruro hasta Puno y desde allí
por medio del ferrocarril hacia Arequipa.

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Guillermo Seoane

Al declararse la guerra con Chile se desempeñaba


como catedrático en la Facultad de Letras de la
Universidad de San Marcos. A fines de 1881,
partió junto a Manuel María del Valle hacia La
Paz, siendo designado como secretario de la
legación peruana en Bolivia. Fue comisionado en
varias oportunidades para llevar comunicaciones
expresas de la legación y del presidente Campero
sobre el fortalecimiento de la alianza. Al ser
elegido Del Valle como senador del Congreso de
Arequipa (abril–julio 1883) deja como
responsable de la representación peruana a
Seoane como Encargado de Negocios. Después
del desastre de Huamachuco y el debilitamiento
progresivo del régimen de Arequipa, es
designado por el vicepresidente Montero como
agente confidencial ante las autoridades chilenas
para iniciar negociaciones de paz. Parte hacia
Lima en octubre de 1883, pero el destino
Arequipa ya estaba sellado porque los chilenos ya
habían movilizado tropas para asaltar la ciudad.
Objetivo que en efecto se cumplió el 25 de
octubre.

Cesáreo Chacaltana

Conspicuo hombre de prensa. Director de “El


Nacional” y con una importante carrera
periodística en la década de 1870. Tras la caída de
Lima es nombrado en 1882 Agente Confidencial
del gobierno del Perú y se le reservó la delicada
misión de solicitar al Ministerio de Relaciones
Exteriores de Argentina los permisos necesarios
para desembarcar, transportar y trasladar las armas
enviadas por el Ministro peruano en Europa,
Francisco Rosas. Equipó desde Buenos Aires e
hizo el seguimiento a las expediciones que se
enviaron hacia Oruro y que atravesaron las
ciudades argentinas de Rosario y Salta. Asimismo
estuvo en constante comunicación con el ministro
Del Valle, a quien informaba de los pormenores de
la remisión de las armas para que llegasen en el

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menor tiempo posible. Realizó las contrataciones con casas comerciales que proveían de
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mulas para su remisión a Bolivia.

La coordinación entre las legaciones peruanas


¿Cómo un país quebrado económicamente como el Perú, sin armada ni marina mercante
pudo movilizar una importante cantidad de armamento después de la caída de Lima (1881),
escapando del riguroso control chileno e inglés? En palabras del canciller peruano Mariano
N. Valcárcel “todos los elementos bélicos que se lograron reunir a costa de sacrificios del
gobierno fueron muy superiores a los que tuvimos en tierra cuando principiaron las
hostilidades”4. La coordinación entre la Cancillería y las legaciones, antecesoras de las
actuales embajadas, sería crucial para nutrir la capacidad de fuego del Perú ante el poderío
bélico de Chile. La labor diplomática y logística de este aspecto de la guerra no ha sido
debidamente apreciado por la historiografía peruana.

Desencadenada la guerra, el Perú trasladaba su armamento vía Panamá, en esos momentos


provincia colombiana. Sin embargo, al caer Lima en 1881 y destruida nuestra escuadra, la
ruta de Panamá fue cambiada por el traslado terrestre con acémilas desde Argentina debido
al cambio drástico de las condiciones para nuestro país, que presentaba un Estado
desarticulado y asfixiado por una abierta anarquía. Desde 1882 se tenía conocimiento, por
comunicaciones recibidas de Europa, el canciller Valcárcel esperaba armas que estaban
estacionadas en los puertos de Buenos Aires5. El cargamento consistía en 4,000 rifles
Remintong y 800,000 cartuchos. También habían llegado a puertos bonaerenses 12 cañones
de montaña sistema Krupp, 6 ametralladoras y todos sus accesorios, remitidos por el
ministro Francisco Rosas. La estrategia que diseña el gobierno de Montero era trasladar por
tierra a lomo de mula las armas provenientes desde puertos europeos6.

El itinerario Buenos Aires - Arequipa tendría que sortear los controles de las aduanas
argentinas y bolivianas. Sería fundamental extraer lo más pronto posible el cargamento del
puerto de Rosario, pues los agentes de Chile podrían sabotear los planes peruanos. Era todo
un logro que las armas partieran de París y que Francisco Rosas, nuestro ministro en París,
haya burlado el riguroso monitoreo de los chilenos e ingleses. Antes ya habían impedido la
salida de buques, armamento y giros monetarios a favor del Perú. Justamente, uno de los
episodios más significativos fue cómo fueron detectados las actividades que efectúo Rosas
intentó infructuosamente para vender las cañoneras que adquirió el Perú entre 1879 y 1882
a compradores europeos por la férrea supervisión inglesa. El dinero de la venta iba a ser
puesto a disposición del gobierno peruano, que tenía exhausto su erario fiscal para
continuar la guerra.

4
Comunicación del ministro de Relaciones Exteriores, Mariano, Nicolás Valcárcel, al ministro del Perú en
Bolivia, Manuel María del Valle. Puno, 27 de octubre de 1883 (Ahumada, 1898: VIII: 362).
5
Acta de sesión del Consejo de Ministros del gobierno de Lizardo Montero. Arequipa, 2 de marzo de 1883
(Nieto Vélez, 1979-1980: 126).
6
Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores (en adelante, ACMRE). Cuaderno copiador de
correspondencia 260. Comunicación Ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel, al agente
confidencial del Perú en Argentina, Cesáreo Chacaltana. Arequipa, 14 de febrero de 1883.

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Las naves se encontraban en los puertos de Kiel (Alemania) y para probar su andar y fijar
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su precio fueron trasladadas con bandera y capitanes ingleses al puerto de Southampton,
luego de pagar una importante suma a las autoridades alemanas. Sin embargo, en
Southampton fueron detenidos y “embargados por el gobierno inglés, que declaró que no
los dejará en libertad sino cuando se le den garantías de que no irán a parar a manos del
Perú mientras dure la guerra”7. Pese a todo, las armas arriban a Buenos Aires.

Tres factores eran los que determinaron el éxito de las gestiones de las autoridades
peruanas: el aspecto político, el factor financiero, la logística y las comunicaciones
empleadas. El factor político, específicamente cómo nuestro país formularía su estrategia
en materia de relaciones internacionales frente a los países en guerra, los países americanos
neutrales y las potencias extranjeras. En este caso los gobiernos europeos pugnaban para
que el Perú respondiera los reclamos de los acreedores de la deuda externa. Recordemos
que para esos instantes, el gobierno provisorio, del cual formaba parte Montero como
heredero universal de García Calderón, sólo era reconocido por Francia, Estados Unidos y
Bolivia. Por esta razón, la posición del Perú ante la Argentina, país con el que se sostuvo
conversaciones para conformar una alianza defensiva no prosperó, podría verse afectada
por el traslado de armas, pues en ese momento Buenos Aires había arreglado sus problemas
limítrofes con Chile en el asunto de la Patagonia. Por lo que el Perú tendría que hilar fino si
quería cumplir satisfactoriamente con lo planificado. Para ello sería trascendental la
coordinación entre las legaciones peruanas en Bolivia y Argentina, y las disposiciones que
dictara el gobierno de Arequipa para hacer el seguimiento a la traslación del cargamento en
cada punto que tomara como estación. El tema de las comunicaciones en función a la
distancia sería también un factor vital, pues Arequipa, la nueva capital peruana, estaba
prácticamente aislada del exterior y el modo seguro para cursar la correspondencia era por
la vía Argentina.

El factor logístico implicaba contactar casas comerciales solventes que respondieran a las
exigencias de las expediciones, disponer de las acémilas necesarias para trasladar el valioso
cargamento, contratación de arrieros experimentados, uso de pascanas y almacenes con las
seguridades del caso, pago de aduanas e impuestos aplicados en el curso del viaje, control y
supervisión del traslado, etc. Las rutas que se trazarían se encontrarían basadas en el
importante e intenso flujo comercial transandino que databa desde épocas coloniales e
incluía ciudades como Córdoba, Tucumán, Salta (Argentina), Tupiza, Oruro, La Paz
(Bolivia), Puno, Cusco, Arequipa, Huancayo (Perú) (Manrique, 1987: 59-64).

Como señala Nelson Manrique el circuito económico de la sierra central del Perú
(Huancayo, Cerro de Pasco, Jauja, etc.) basado en la minería, requería una alta demanda de
mulas para el traslado de los minerales. Al ser escaso su número en nuestro país, se
adquirían desde Salta, Tucumán, Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe, ciudades argentinas
desde se movilizaban caravanas de mulas hacia el Alto y Bajo Perú para ser ofertadas en
ferias especialmente para la venta de acémilas. Esta articulación fue tan intensa que se

7
ACMRE. Comunicación del ministro del Perú en Francia, Francisco Rosas, al Delegado del Supremo
Gobierno en Lima. París, 16 de enero de 1883. Caja 284. Carpeta 6. Código 5-14. Folio 4.

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apreció un intenso intercambio cultural expresado en la danza de los tucumanos (folklore


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argentino) y en la muliza (folklore peruano) (Manrique: 1983, 32-37).

Finalmente, para proyectar toda actividad y celebrar contratos se necesitaba contar el


financiamiento respectivo, siendo un factor muchas veces determinante pues gran parte del
material de guerra no podrá ser desembarcado de los puertos argentinos por no contarse con
el dinero suficiente para ser enviado hacia Arequipa y al quedar desguarnecidas las
legaciones peruanas, que no tenían los fondos propios. Como se apreciará, en todo
momento Bolivia nos brindó su respaldo y apoyo en todos los niveles cuando se requería
justamente con apremio su concurso.

El traslado de las armas


El 14 de febrero de 1883, el canciller Valcárcel indica al ministro del Perú en Bolivia,
Manuel del Valle, la necesidad y conveniencia del traslado de armas desde Argentina hasta
los puertos lacustres de Puno. Desde allí serían enviados por ferrocarril hasta Arequipa. Le
señalaba también la imposibilidad del gobierno peruano para mandar fondos públicos a La
Paz o Buenos Aires. Aquí entraba en juego el presidente boliviano Narciso Campero y la
demostración de la vigencia de la alianza. Valcárcel instruye a Del Valle manifestándole
que éste debía expresarle a Campero “el deseo de que presente un servicio más en obsequio
de su aliado proporcionando la cantidad indispensable para pagar los fletes”8. Para poner en
marcha la remisión de armas fue crucial el concurso boliviano. No se hubiera conducido
una sola bala desde Rosario sin su cooperación. Incluso se hablaba de un intercambio de
armamento: Bolivia entregaba armas para el Perú desde La Paz y el Perú a cambio le
entregaría el equivalente de lo transportado con el material de guerra proveniente de
Buenos Aires9.

Simultáneamente, Valcárcel también se comunica con el agente confidencial peruano en


Argentina. Es interesante resaltar el carácter de Cesáreo Chacaltana como agente
confidencial. Esta figura a diferencia de un ministro acreditado, no tenía la estabilidad para
efectuar gestiones diplomáticas propias de una representación, debido a que el gobierno
ante el cual se presentaba no reconocía su investidura diplomática y el gobierno al cual
representaba. Se había designado al señor Ocampo Samanes como Encargado de Negocios
en Buenos Aires a fines de 1881, pero pronto necesitaría una persona especialmente
abocada al seguimiento del traslado de las armas. Chacaltana tendría la complicada misión
de conseguir los permisos necesarios para llevar el armamento hacia Bolivia.

Las instrucciones que recibe Chacaltana de Valcárcel precisan que, o en cooperación de


Ocampo Samanes o por cuenta propia, se disponga del armamento depositado en Rosario
hasta el puerto puneño de Chililaya. Para ello, le solicita que:

8
ACMRE. CC 260. Comunicación del Canciller Valcárcel Ministro del Perú en Bolivia, Manuel María del
Valle. Arequipa, 14 de febrero de 1883.
9
Acta de sesión del Consejo de Ministros del gobierno de Lizardo Montero. Arequipa, 22 de marzo de 1883
(Nieto Vélez, 1979-1980: 126-127).

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[…]si fuese de todo punto imposible celebrar el contrato con un empresario particular de
notoria responsabilidad y honradez, sólo en ese caso empleará Vs el sistema de conducción 414
por medio de comisionados del Estado, comprando o fletando mulas, contratando los
arrieros, etc10.

Es decir el primer paso era garantizar la logística y el financiamiento de la expedición.


Después se vigilaría la atención de todos los problemas que surgieran en el tránsito por
territorio argentino hasta la frontera boliviana. En materia económica, los recursos los
suministraría el ministro peruano en La Paz, Manuel María del Valle. Si estos faltaran o
fueran escasos, Chacaltana tendría que dirigir por orden del Supremo Gobierno un
telegrama al ministro en París, Francisco Rosas, quien ya pensaba en un segundo envío de
armas desde Europa, desafiando a las autoridades chilenas y a los acreedores ingleses. Sin
embargo, esas adquisiciones se encontraban condicionadas a una operación financiera en
Europa por la liquidación de la compañía Peruvian Guano Company, que tenía deudas con
el Estado peruano y que aún no se había llegado a un acuerdo definitivo. El tenor del
telegrama que proponía Valcárcel era el siguiente:

Sr. Francisco Rosas. París. En lugar de los veinticinco mil rifles que ofrece U. mandar,
envíe sólo diez mil rifles “Remintong”. Cinco millones de tiros y doce ametralladoras,
cuyas municiones sean del mismo calibre que las de los rifles. El dinero que debía invertirse
en los otros quince mil rifles los pondrá U. a disposición del gobierno. Arequipa11.

Pero, ¿cómo supervisar el traslado? El régimen de Montero dispuso utilizar el sistema de


comisionados como responsables acompañar y velar por la oportuna remisión de las armas
a su destino. Sobre cómo designar al responsable de custodiar el envío de armas, Valcárcel
establecía dos responsables: uno provendría designado por la legación peruana en La Paz y
el otro sería nombrado por el Supremo Gobierno y partiría por vía marítima desde
Arequipa, haciendo una peligrosa escala en Santiago y atravesando el estrecho de
Magallanes. Estas responsabilidades recayeron en el coronel José de la Puente y en el
capitán Benavides, respectivamente. Ambos tendrían que hacer el viaje a Buenos Aires y
ponerse en contacto con el agente confidencial peruano Cesáreo Chacaltana. Con celeridad
y precaución emprenderían el trayecto hacia Bolivia y Puno12.

Para el mes de marzo y abril se organiza la primera expedición de traslado de armas. Se


hacen respectivos contratos con casas comerciales para el traslado y aprovisionar de
acémilas necesarias para cargar los fusiles, los cañones y las municiones. Se prueban los
tiros para verificar su idoneidad y se ordena su inmediato envío al mando del capitán
Benavides, destacado desde la misma ciudad de Arequipa.

10
ACMRE. CC 260. Comunicación del ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel, al
ministro del Perú en Bolivia, Manuel María del Valle. Arequipa, 14 de febrero de 1883.
11
ACMRE. CC 260. Comunicación Ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel, al agente
confidencial del Perú en Argentina, Cesáreo Chacaltana. Arequipa, 14 de febrero de 1883.
12
ACMRE. CC 260. Comunicación del ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel, al
ministro del Perú en Bolivia, Manuel María del Valle. Arequipa, 14 de febrero de 1883.

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Sobre este tema, con motivo de la instalación del Congreso de Arequipa (mayo de 1883), el
415
canciller Valcárcel informaba al ministro de Guerra todos los datos concernientes al
material de guerra trasladado a fin de planificar futuras acciones militares, que el señor
Ocampo Samanés, con fecha 24 de febrero, precisaba que el ministro Rosas había
confirmado el envío a sus órdenes, del cargamento que constaba de cuatro mil rifles
Remington y ochocientos mil cartuchos. Por su parte, el agente Chacaltana, con fecha 8 de
abril comunicó por telégrafo a nuestro ministro en La Paz, que el referido cargamento
saldría para Tupiza el 9 de dicho mes, pudiendo llegar a Jujuy el día 30. Respecto a los 12
cañones Krupp de montaña y a las 6 ametralladoras que no figuraban en el cargamento
mencionado13.

Por otro lado, desde mayo de 1883, Guillermo Seoane se queda a cargo de la representación
diplomática peruana en La Paz como Encargado de Negocios por la ausencia de Del Valle,
quien viaja a Arequipa para asumir su puesto como congresista en nueva capital peruana.
Seoane es informado por Chacaltana de la no obtención del permiso del Ministerio de
Guerra argentino de las armas depositadas en el vapor “Merlín” en la aduana del Rosario.
La consecución de estos permisos retardaría el envío de más armas. En opinión de Del
Valle, Argentina no tenía razones de animadversión contra Chile, ya que era conocido que
en junio de 1881 se había dado un paso firme conveniente a los intereses argentinos en
relación a la Patagonia14.

Semanas después, Seoane comunica al Supremo Gobierno que con fecha de 30 de mayo el
subprefecto boliviano Francisco Arraya informaba que el cargamento a cargo del capitán
Benavides se ubicaría entre Tupiza y Oruro, tras atravesar las ciudades argentinas de Salta
y Jujuy.15 Por correspondencia particular, Seoane confirma al canciller Valcárcel que el
agente Chacaltana no podía retirar más armas de Rosario y que ante esta eventualidad el
escritor peruano Mariano Felipe Paz Soldán interpuso sus buenos oficios ante el Ministerio
de Guerra. Meses después, Paz Soldán fue nombrado ministro del Perú en Argentina.
Mientras tanto, Seoane consigue la aprobación del ministro argentino en La Paz para el
pronto despacho del cargamento16. Sin embargo, de continuar la reticencia de las
autoridades argentinas, Seoane no duda en comunicar a Chacaltana la utilización de ardides
para enviar a Arequipa las armas que eran vitales para la resistencia y el ejército cacerista.

El gobierno de Montero toma conocimiento de esta situación y aconseja a Chacaltana que


era prioritario que renovase su celo en despachar aquel armamento hacia Bolivia y de ser
posible, esquivar la licencia y todas las dificultades que se generaba. Asimismo, le indicaba

13
ACMRE. CC 651. Comunicación del ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel, al
ministro de Guerra. N° 60. Arequipa, 02 de mayo de 1883.
14
ACMRE. CC129. Comunicación del ministro del Perú en Bolivia, Manuel María del Valle al ministro de
Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel. La Paz, 14 de junio de 1883.
15
ACMRE. CC 129. Comunicación del Encargado de Negocios del Perú en Bolivia, Guillermo Seoane, al
ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel. N° 160. La Paz. 22 junio de 1883.
16
ACMRE. CC 129. Comunicación del Encargado de Negocios del Perú en Bolivia, Guillermo Seoane, al
ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel. N° 163. La Paz, junio de 1883.

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hacer uso de las 3,000 libras enviadas a Argentina17. Sin embargo, los meses transcurrían y
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las armas continuaban estacionadas en los puertos argentinos. Tampoco se contaba con el
dinero suficiente para cubrir los gastos de su traslado. En Arequipa, arreciaban los debates
en el congreso sobre los términos de negociación para ajustar un tratado de paz con Chile.
Para ese momento la entrega incondicional de Tarapacá era indudable. Pero no aplicaba la
cesión de Tacna y Arica ni para el pago de la deuda gravada en el salitre peruano del cual
Chile tendría que hacerse cargo, pues al transferirse Tarapacá también se entregaban todas
las deudas derivadas. Finalmente, Montero consumirá tiempo valioso en la atención de
asuntos de la agenda política interna, descuidando la movilización de armas cuya
paralización era inminente.

Para agosto de 1883 era conocida la noticia de la destrucción del ejército de Cáceres en
Huamachuco, por lo que no se realizaría una segunda o tercera expedición de armas por
falta de recursos, siendo la única la dirigida por el capitán Benavides. Del Valle refiere a
Valcárcel que si no se enviaba a Buenos Aires el giro de 5,000 libras esterlinas solicitado
por el Supremo Gobierno de Arequipa al ministro Rosas, Chacaltana estaría atado de pies y
manos.18 El asunto era grave. Habían llegado más artículos bélicos, pero estaban
inmovilizados en los puertos argentinos. Se necesitaban con alta prioridad la suma de cinco
mil libras esterlinas por lo menos para enviar una expedición más. Además, Del Valle
indica que Chacaltana precisaba de instrucciones más detalladas. ¿Sería necesario conocer
esperar a que viniesen desde Arequipa los comisionados encargados de fiscalizar el traslado
de las armas, considerando el tiempo y la distancia de su traslado.

Chacaltana opinaba que era posible confiar la misión en jóvenes peruanos radicados en
Buenos Aires. También, Del Valle sugería al Supremo Gobierno que el trayecto debía ser el
siguiente, en caso llegase el providencial giro europeo: en Buenos Aires la traslación estaría
a cargo de la casa comercial Machain, en Salta estaría la casa Dávalos y en Tupiza correría
a riesgo de Francisco Arraya, quien haría presente a los comisionados de la legación
peruana en Oruro para su respectivo transporte a Puno. Pero, como recalca Del Valle “las
instrucciones escritas no significarán nada sin los recursos destinados a darles
cumplimiento.”19 Sin embargo, Rosas no pudo enviar a tiempo el salvador giro.

2. El destino final de las armas y las disposiciones del régimen de Arequipa


Pero, ¿En qué manos fueron a parar todas las armas recolectadas en Arequipa? Se supone
que todo este armamento sería puesto al servicio de las tropas que dirigía el general
Cáceres, que se batía indoblegable en el centro del país. Sin embargo, Cáceres sería cercado
por las fuerzas chilenas a fines de mayo de 1883, siendo finalmente su ejército destruido en
Huamachuco. Era impensable que el Ejército del Centro recibiese algún auxilio de
consideración. Las armas traídas desde Argentina debieron estar en manos de nuestros

17
Acta de sesión del Consejo de Ministros del gobierno de Lizardo Montero. Arequipa, 06 de julio de 1883
(Nieto Vélez, 1979-1980: 137).
18
ACMRE. CC 129. Comunicación del ministro del Perú en Bolivia, Manuel María del Valle al ministro de
Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel. La Paz, 17 de agosto de 1883.
19
ACMRE. CC 129. Comunicación del ministro del Perú en Bolivia, Manuel María del Valle al ministro de
Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel. N° 219. La Paz, 19 de agosto de 1883.

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combatientes defendiendo el honor de nuestra bandera, como así lo hicieron en Marcavalle,


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Pucará y Concepción pues no sólo significaba la lucha contra el invasor chileno, sino que se
constituía como freno a la imposición de Iglesias como gobierno en el Perú, un régimen
sujeto a los designios de la Casa de la Moneda.

Pero, en vez de recibir el armamento moderno traído de Europa lo que le dieron a Cáceres
los votos del Congreso de Arequipa no fue un apoyo rotundo a su gesta sino más bien le
otorgaron el título honorífico de ser el segundo vicepresidente del país, cosa que no
necesitaba con tanto apremio el valeroso militar. Triste es comprobar que lo acopiado en
los almacenes de Arequipa, todo el parque y arsenal, cayó íntegros en manos del general
chileno José Velásquez, cuando su ejército tomó la ciudad el 25 de octubre de 1883. Desde
su refugio en Puno, el canciller Valcárcel le escribe al ministro Del Valle:

Tengo el sentimiento de comunicarle a Vs. los sucesos acaecidos en Arequipa el día 25 del
presente mes, que dieron por resultado la desaparición del ejército y de los elementos de
defensa acumulados durante dos años de perseverantes esfuerzos, la imposibilidad de que
el gobierno nacional continúe funcionando en esta parte del territorio, y el avance de la
expedición chilena que, sin resistencia de momentos ni inquietudes ulteriores, ocupará la
ciudad más importante del sur de la república20.

Lo más doloroso era aceptar la pérdida de las armas, que tan diligente y abnegadamente
enviaron desde Europa con esfuerzos indecibles los diplomáticos Rosas, Chacaltana y Del
Valle. Este último, afligido por la nefasta noticia de la caída de Arequipa, contesta a
Valcárcel manifestándole que le afligía de sobremanera la inexplicable pérdida de todas las
armas peruanas en poder del enemigo, sin una sola razón válida de Montero y sus
ministros:

[…] fue por eso que como lo sabe VS en los memorables dos años que con tanta
oportunidad recuerda, pudo esta legación trasladar a los departamentos del sur del Perú,
poniendo a disposición del gobierno, ocho mil rifles, dos millones de municiones, una
batería máxima de cañones Krupp, sables, mulas para las brigadas del ejército, más de cien
mil varas de tela para uniformar a los soldados, y vestir a las guardias nacionales, calzado y
hasta recursos pecuniarios en la cantidad en que éstos eran posible obtenerlos del gobierno
aliado. Si tantos esfuerzos de dos años fueron esterilizados en dos horas, VS. me hará la
justicia de permitirme que lamente este infortunio como una de las mayores calamidades
que ha podido sobrevenir a la república21.

¿Qué sucedió con el vicepresidente Montero? ¿Por qué no se enviaron las armas a Cáceres?
Según Cáceres, una de las hipótesis que manejaba para comprender tanto recelo y
desconfianza era la posibilidad de que el jefe del Centro diese un golpe de estado contra
Montero. Cáceres es drástico en negar esta posibilidad, pero Montero no quedó convencido
20
Comunicación del ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel, al ministro del Perú en
Bolivia, Manuel María del Valle. Puno, 27 de octubre de 1883 (Ahumada Moreno, 1898: VIII: 362). (La
cursiva es nuestra).
21
Comunicación del ministro del Perú en Bolivia, Manuel María del Valle al ministro de Relaciones
Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel. La Paz, 29 de octubre de 1883 (Ahumada Moreno, 1898: VIII: 364)
(La cursiva es nuestra).

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a pesar de las públicas muestras del Brujo de los Andes, quien ponderaba como prioritaria
418
su lucha contra los chilenos antes que abocarse a temas de política interna.

Tu esclarecido patriotismo habría operado hechos, si un círculo fatal, cuya perniciosa


influencia está en la conciencia de todos en todos los ámbitos de la república, no hubieses
ofuscado el camino trazado por tus rectas intenciones, asediándote especialmente en contra
mía con injuriosas sospechas, como si no hubiese dado infinitas e incontestables pruebas
de la rectitud de mis procedimientos, y de morir como bueno en defensa de la patria.
Consecuencia de tus miramientos a esa fatal influencia ha sido la inercia que por tanto
tiempo se ha condenado el cúmulo de elementos encerrados en Arequipa, y que ha
originado el desprestigio de tu gobierno; y la terrible necesidad en que se ha puesto al país
de sacrificar por fracciones y en la lucha desigual, los elementos que reunidos habrían
cambiado nuestra triste situación22.

Ese círculo, que al parecer dirigió el canciller y premier Valcárcel, que dañaría toda la
gestión de Montero no tuvo consideración alguna por Cáceres y sus hombres. Éste,
desesperado por las fuerzas chilenas que pretendían cercarlo parte hacia Cajamarca para
abastecerse de medios y doblegar a Iglesias. Sin los recursos necesarios, el resultado natural
fue la derrota de Huamachuco. Cáceres no podía hacer milagros. Su ejército cayó
combatiendo, defendiendo la honra del Perú en las serranías, cosa que no pudo entender el
séquito que escoltaba al vicepresidente Montero. El ataque sobre Arequipa era inminente e
Iglesias tenía libre el camino para asentarse en Lima y firmar el tratado que quisiesen los
chilenos, uno a su gusto y medida.

La alianza establecida en febrero de 1881 se hallaba en plena descomposición: prisioneros


se encontraban el presidente García Calderón y los delegados Candamo y Elías, el
plenipotenciario Ramón Ribeyro, el comerciante Pedro Correa y Santiago y los exministros
García León y Álvarez. Los principales hombres que sustentaban originalmente el régimen
de La Magdalena habían sido separados del círculo de vicepresidente Montero: Camilo
Carrillo y Manuel Velarde quedaron desembarcados de las altas decisiones de Estado.
Desarticulada una respuesta conjunta de la burguesía limeña, provoca que Montero actúe
conforme a las impresiones de un séquito cuestionado por todos los sectores del gobierno
que le cedió la posta: García Calderón, Candamo y Cáceres.

Desde su vapor en el Lago Titicaca, el renunciante Lizardo Montero cedía el puesto al


general Cáceres, en una carta que había perdido sentido por el total desastre en el que se
había convertido su gestión. Su estrella política, antes ascendente, se apagó definitivamente
el 25 de octubre de 1883. Con su carta legitimaba a Cáceres para reclamar el poder como
segundo vicepresidente del gobierno provisorio. De esta manera, Cáceres dejaba la lucha
contra el enemigo para pugnar por el poder de Palacio de Gobierno ocupado por Iglesias.

Manuel Candamo, exdelegado y prisionero en Chile, se sentía dolido por la inacción de


Montero, administración de la que fue parte y que tantos dolores de cabeza le provocaron

22
Carta de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero, 4 de octubre de 1883 (Guzmán, 1990: 312) (La cursiva es
nuestra).

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su inactividad en la búsqueda de la paz. Al igual que García Calderón y Piérola, Candamo


419
estaba convencido de que proseguir la guerra era imposible, pero podían moderarse las
demandas chilenas con un vigoroso apoyo a Cáceres en el centro. Pero esto no fue así. En
una carta a su esposa, a pocos días de ser liberado, describe la muerte de la gestión de
Montero, pues temía que “ese gobierno caiga ridículamente, sin haber tenido la energía
de ir de frente y con decisión a la paz y sin haber hecho nada por la guerra”23.

Conclusiones
Al asumir el poder, Lizardo Montero aún confiaba en una posible intervención
norteamericana, cuya posición diplomática había variado notablemente. Sin embargo, el
incidente con el ministro norteamericano Cornelius Logan y el abandono de los Estados
Unidos impulsaron a Montero a retomar los contactos con la aliada Bolivia. Muestra de
esta coordinación es el traslado de armas hacia Arequipa con el apoyo del presidente
Campero. Sin embargo, su gobierno es desahuciado por la ausencia de decisiones vitales
que indudablemente traerían consigo consecuencias. Sus acciones contradictorias
confirman la desarticulación acelerada de su régimen: transportan armamento por la vía
París-Buenos Aires-La Paz-Arequipa; pero, tanto fusiles como proyectiles no fueron
puestos al servicio del modesto pero combativo Ejército del Centro, cuya aniquilación en
Huamachuco fue la señal final para la desaparición de la administración arequipeña.

En esta cruzada, fue plausible la dedicación y abnegación que dedicaron los ministros Del
Valle, Seoane, Rosas y el agente Chacaltana. La gestiones que prodigaron los ministros
para eludir y abastecer a nuestro país de recursos bélicos en momentos tan críticos se
estrellaron contra los insistentes pedidos de armas de Cáceres al gobierno de Arequipa, que
no llegó a proporcionarle un número considerable de armas en su la lucha contra el invasor.

Fuentes del Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores

Cuaderno copiador de la correspondencia reservada dirigida al Supremo Gobierno por la


Legación del Perú en Bolivia. CC 129. 1883.

Cuaderno copiador de correspondencia reservada del Ministerio de Relaciones Exteriores


con sede en Arequipa. CC 260. 1882-1883.

Cuaderno copiador de la correspondencia dirigida a las Oficinas y demás dependencias del


Gobierno. CC 651. 1882-1883.

Bibliografía

23
Carta de Manuel Candamo a Teresa Álvarez Calderón. N° 161. Chillán, 22 de julio de 1883 (De la Puente
Candamo y De la Puente Brunke, 2008: 388).

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