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Contenidos
• I. Introducción
• II. El marco legislativo en materia ambiental
– 1. La discutible necesidad de una Ley general del ambiente.
– 2. La indiscutible conveniencia de un marco legislativo coherente y económico. Análisis de
la Disposición derogatoria de la Ley
• III. Derechos y principios
– 1. El derecho fundamental a un ambiente adecuado para el desarrollo de la persona.
– 2. Otros derechos y principios.
• IV. Política nacional del ambiente y gestión ambiental
– 1. La Política Nacional del Ambiente.
– 2. Los instrumentos de gestión ambiental.
– 3. En particular, la Evaluación de Impacto Ambiental.
• 3.1. Ámbito de aplicación.
• 3.2. Efectos.
• 3.3. La evaluación ambiental estratégica.
• V. Sujetos de la gestión ambiental
• VI. Integración de la legislación ambiental
– 1. Consideraciones generales.
– 2. La calidad ambiental.
– 3. La prevención y control integrados de la contaminación industrial.
• VII. La responsabilidad por daño ambiental
– 1. Sanciones penales y administrativas.
– 2. Responsabilidad por daños ambientales.
• VIII. Reflexión final
Page 721
I
Introducción
El objeto de las líneas que siguen es muy modesto y consiste sola mente en ofrecer
una serie de reflexiones sobre algunos aspectos seleccionados de la reciente Ley
general del ambiente del Perú, la Ley Nº 28611, de 13 de octubre de 2005.
Debo pedir disculpas de entrada por varios motivos. El primero de ellos es que no
parece ciertamente una actitud muy científica el atreverse a emitir juicios sobre un
Derecho esencialmente desconocido, como ocurre en mi caso con el ordenamiento
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ambiental peruano. Basta abrir la página web del Consejo Nacional del Ambiente
(CONAM) para comprobar que estamos hablando de un ordenamiento que presenta
un notable grado de complejidad, y no solo en el plano de la legislación, que ya es de
por sí abundante, sino también en los niveles organizativo y aplicativo (de planes y
otras medidas administrativas de ejecución), cuyo conocimiento constituye un
presupuesto inexcusable para la adecuada comprensión de aquélla. Y es de suponer
que junto a todo ello exista, además, una más o menos copiosa jurisprudencia,
elemento enriquecedor de todo ordenamiento, de la cual sin embargo no se dan
noticias en aquella página. Mi conocimiento de todos estos componentes del
Derecho ambiental peruano es muy limitado y, por lo tanto, la pretensión de emitir
un juicio nada menos que sobre la Ley que aspira a servirle de cabecera, además de
imprudente, parece irremediablemente avocada a la superficialidad.
Con el fin de minimizar este riesgo cierto, y dada la falta de tiempo para alcanzar un
mínimo de solvencia en el dominio de la materia, limitaré las reflexiones que siguen,
que ya anticipé serían selectivas, a aquellos aspectos de la Ley en los que me resulta
más fácil trazar un paralelismo con elPage 722Derecho español, lo que obviamente
no quiere decir que sean las más relevantes en el contexto jurídico-ambiental
peruano.
El segundo motivo de disculpa tiene que ver con el primero, y se refiere al carácter
en general crítico que tendrán estas reflexiones. Criticar es, como es sabido, mucho
más fácil que construir. Pero es prácticamente lo único que se puede hacer cuando
se carece de los mimbres necesarios, como es mi caso, para levantar un edificio
alternativo, por modesto que sea. Inca- pacitado como estoy para proponer
soluciones jurídicas a los problemas ambientales del Perú, lo único que me siento en
condiciones de hacer es poner de manifiesto las dudas que me plantean algunos de
los contenidos de la Ley. Pero, por otro lado, como también suele decirse, lo único
que es capaz de suscitar críticas es aquello que es meritorio. Y esto es lo que ocurre
sin ningún género de dudas con la nueva Ley general del ambiente peruana. Ley
incontestablemente moderna y avanzada, paragonable en terminología y contenidos
con cualquier Ley de estas características a escala inter- nacional.
Sin más preámbulos paso a desarrollar las reflexiones prometidas, que expondré
siguiendo el mismo orden de los títulos de la Ley, si bien comenzaré con una
reflexión previa sobre el propio sentido y conveniencia de una Ley general en
materia ambiental.
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II
El marco legislativo en materia ambiental
a. de la primera Disposición final del Decreto Legislativo N.º 7575. La única de las
estas normas cuya derogación tiene sentido es la Ley N.ºPage 72626631, por
tratarse de una disposición que no suponía modificación directa de aquel
Código6.
III
Derechos y principios
IV
Política nacional del ambiente y gestión ambiental
de todos, voy a centrar ahora mi atención en uno solo de ellos, por lo demás, de
especial importancia, como es la Evaluación de Impacto Ambiental, sin perjuicio de
las referencias a otros hechas o que se hagan en otros apartados de este trabajo.
3.2. Efectos
En el Derecho comunitario europeo (y, por lo tanto, también en el Derecho español)
la Evaluación de Impacto Ambiental no tiene un carácter estrictamente vinculante
para la decisión final sobre el proyecto. La finalidad de la Evaluación de Impacto
Ambiental es integrar la variable ambiental en la toma de decisiones públicas sobre
la aprobación o autorización de proyectos, públicos o privados, con posibles
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negativa que otras. Por esta razón, para las autoridades existe siempre la tentación
de hacer pasar el proyecto o alter- nativa cuya realización consideran conveniente
como ambientalmente irreprochable o, si se han barajado varias, como la más
favorable desde la perspectiva ambiental, lo que obviamente solo puede conseguirse
sobre la base de una información inexacta o incompleta del estudio de impacto
ambiental, limitando la participación pública, etc., todo lo cual, sin perjuicio de la
posibilidad de impugnación y control judicial de las decisiones adoptadas, supone
desvirtuar grandemente el sentido y finalidad de la Evaluación de Impacto
Ambiental. Ello ocurre incluso en los sistemas en los que el resultado de la
evaluación no es determinante de la decisión final. Pero evidentemente el riesgo es
mayor en aquellos que vinculan la decisión final al resultado de la evaluación,
porque en ellos la única forma de conseguir la aprobación del proyecto es contar
con una evaluación favorable.
Impacto Ambiental de cada proyecto singular, sino que entre ambas se produce una
suerte de escalonamiento (tiering), de modo que en la primera se ponderan
impactos y alternativas que ya no pueden ser objeto de consideración en la segunda
y, a la inversa, no se ponderan aquellos impactos o alternativas cuyo momento más
apropiado de consideración es con motivo de la segunda13.
Se puede entender, por ello, que la evaluación ambiental estratégica requiere, para
su correcto funcionamiento, que exista y funcione adecuadamente el sistema de
Evaluación de Impacto Ambiental. Así, por ejemplo, la Comunidad Europea, que
cuenta con una legislación de Evaluación de Impacto Ambiental desde 1985, no se
ha dotado hasta fechas bien recientes de una legislación sobre evaluación ambiental
de planes y programas14. Digo esto para advertir que no se debe empezar la casa por
el tejado, y que me parece necesario consolidar en el Perú el sistema de Evaluación
de Impacto Ambiental, algunas de cuyas deficiencias ya hemos puesto de manifiesto,
antes de emprender la aventura de la evaluación ambiental estratégica.
V
Sujetos de la gestión ambiental
En el Título II, relativo a los sujetos de la gestión ambiental, la Ley general del
ambiente se ocupa de diferentes cuestiones relativas a las auto-Page 738ridades, la
población (fundamentalmente, los derechos de los pueblos indígenas, comunidades
campesinas y nativas) y las empresas (sobre todo, previendo mecanismos de
fomento, es decir, voluntarios, de comportamientos ambientalmente responsables
por parte de las mismas).
No me voy a ocupar aquí de estas dos últimas cuestiones, sino que me limitaré a
hacer una pequeña reflexión sobre el tema de las autoridades competentes en
materia ambiental, en concreto, sobre el tema de la distribución de competencias
entre los distintos ámbitos territoriales de poder.
Como es sabido, el Perú ha emprendido recientemente un proceso de
descentralización regional y de profundización de la autonomía local, regulado por
la Ley de bases de la descentralización, la Ley orgánica de gobiernos regionales y la
nueva Ley orgánica de Municipalidades15. Aunque excede con mucho de las
pretensiones de este trabajo efectuar un análisis pormenorizado del sistema de
distribución de competencias en materia ambiental plasmado en dichas Leyes, sí
resulta fácilmente constatable a primera vista que tales competencias aparecen
esencialmente configuradas como competencias compartidas entre los tres niveles
de gobierno: el nacional, el regional y el municipal16.
Tal vez por ello sorprende el aroma inconfundiblemente centralista que todavía
desprende la nueva Ley general del ambiente, pues, en efecto, todas las actuaciones
públicas en materia ambiental se enmarcan en Sistemas Nacionales, el Sistema
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Pese a ciertos excesos, como tal vez el citado en último lugar, la descentralización de
las competencias ambientales está dando en general buenos frutos en mi país.
Primero a nivel legislativo, pues no solo no es inaudito que la legislación autonómica
supere los niveles mínimos de protección ofrecidos por la legislación básica estatal,
sino que también es cada vez másPage 740frecuente que las Comunidades
Autónomas tomen la delantera al propio Estado en la regulación de nuevos
problemas o, lo que en la práctica es lo mismo, en la incorporación al Derecho
interno de la normativa ambiental de la Comunidad Europea, dada la procedencia
esencialmente comunitaria de la normativa ambiental. Y en el campo de la gestión, y
como resultado del ejercicio cotidiano de las competencias que tienen atribuidas al
respecto, las Administraciones autonómicas son hoy en día, con gran diferencia
sobre la estatal (el Ministerio de Medio Ambiente), las mejor preparadas en temas
ambientales y las que cuentan con un personal más cualificado.
Por lo que se desprende de la Ley general del ambiente, la gestión ambiental parece
seguir siendo todavía en el Perú un asunto esencialmente de la competencia del
Gobierno Nacional, bien a través del CONAM o bien de los Ministerios sectoriales. No
obstante, a partir de la experiencia española y de otros países, creo que cabe
recomendar que se avance sin temor en el proceso de descentralización en esta
materia, en la medida, por supuesto, en que lo permita el marco constitucional y
legal peruano.
VI
Integración de la legislación ambiental
1. Consideraciones generales
En su Título III, y bajo la rúbrica un tanto enigmática de «integración de la
legislación ambiental», la Ley general del ambiente se ocupa de lo que se suele
llamar la parte especial o sectorial de la legislación ambiental, es decir, la que
afronta la problemática específica de los distintos medios, recursos naturales y
agentes contaminantes. Grosso modo, dentro de la parte especial de la legislación
ambiental se suelen distinguir dos grandes apartados: el primero, el de la
prevención y lucha contra las distintas formas de contaminación (de la atmósfera, el
agua y el suelo, incluido el tema de residuos), y el segundo, el de la conservación de
la naturaleza o de los recursos naturales vivos (espacios naturales protegidos y
protección de especies), lo que hoy también se denomina conservación de la
biodiversidad. Es decir, la protección del continente y del contenido, las líneas azul
(o marrón) y verde la legislación ambiental, respectivamente.
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De todo ello se ocupa la Ley en este Título en cuatro grandes capítulos que versan
sobre el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, la conservación de la
diversidad biológica, la calidad ambiental, y la ciencia, tecnología y educación
ambiental. Pero todas estas cuestiones son tratadas por la Ley, en línea con lo que
decíamos páginas atrás, de forma muy esquemática, de modo que la Ley a este
respecto va a poco más allá de la formulación de un catálogo (eso sí, bastante amplio
y completo) de cuestiones que han de ser objeto de desarrollo pormenorizado por
otras Leyes y reglamentos.
Page 741
No tendría por ello excesivo interés entrar aquí en el comentario detallado de todas
estas cuestiones, para lo cual sería necesario de nuevo tener en cuenta la legislación
sectorial que pueda haber sobre cada una de ellas. Solo me detendré un momento en
el tema de la calidad ambiental.
2. La calidad ambiental
El tema de la «calidad ambiental» (capítulo 3 del Título III) es, como decíamos, el
tema de la prevención y lucha contra la contaminación, uno de los apartados
clásicos de la legislación ambiental (la llamada línea azul), que se ha venido
desarrollando históricamente con un marcado carácter sectorial. A la preocupación
por la contaminación del aire en las grandes urbes, siguió luego la preocupación y la
legislación correspondiente sobre contaminación de las aguas (continentales o
marítimas); más tarde, la legislación sobre residuos y contaminación de los suelos; y
más recientemente todavía la preocupación por los ruidos y vibraciones,
radiaciones, contaminación lumínica, etc.
La legislación sobre prevención y control de la contaminación, con independencia
del medio o agente contaminante al que se refiera, suele basarse en el
establecimiento, por un lado, de dos tipos de normas, las normas de emisión, para la
contaminación procedente de fuentes puntuales (instalaciones industriales,
vehículos a motor, etc.), y las normas de inmisión o calidad ambiental, con
independencia de la procedencia de la contaminación de fuentes puntuales o difusas
(atmósfera no contaminada, aguas aptas para el consumo humano o para la vida de
los peces, etc.); y, por otro, de instrumentos para controlar el cumplimiento de las
normas de emisión (las autorizaciones de emisiones, vertidos, etc.) y de medidas en
caso de superación de las normas de inmisión (declaración de zonas de atmósfera
contaminada, etc.).
La Ley general del ambiente contempla, por supuesto, todas estas técnicas clásicas
de la legislación en materia de contaminación, aunque tal vez no con el grado de
exigencia a que se ha llegado ya en otros países.
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VII
La responsabilidad por daño ambiental
El Título IV de la Ley general del ambiente regula, bajo la rúbrica tal vez inadecuada
por insuficiente de «reponsabilidad por daño ambiental», el conjunto de cuestiones
que suelen catalogarse como «disciplina ambiental», y que comprenden las medidas
de vigilancia del cumplimiento de la legislación ambiental (de inspección y control)
y las de reacción en caso de incumplimiento, que a su vez comprenden las de
carácter sancionador (infracciones y sanciones penales o administrativas), que no
presuponen siempre la existencia de un daño, y las de reparación, en su caso, de los
daños causados (que son las que cabe denominar en sentido estricto como
«responsabilidad por daño ambiental»). La Ley incluye también en este Título la
regulación del arbitraje y la conciliación en materia ambiental, las cuales, si bien
pueden ser también aplicadas para la determinación de las responsabilidades por
daño ambiental, tienen un ámbito de aplicación más amplio y no presuponen
necesariamente la existencia de un incumplimiento de la legislación (pueden ser
vías alternativas de terminación de procedimientos administrativos o vías de
resolución de conflictos alternativas a las judiciales).
En lo que sigue voy a limitar mis observaciones al tema de las responsabilidades,
distinguiendo entre las de carácter sancionador y las de carácter patrimonial o
responsabilidad por daños.
Page 745
VIII
Reflexión final
El sentido por lo general crítico de las observaciones que anteceden no debe
malinterpretarse como una censura global a la nueva Ley general del ambiente
peruana, que, insisto, merece en su conjunto una valoración muy positiva, y a la que
no cabe sino desear una larga vida por delante.
No obstante, el peso de la actuación de los poderes públicos me parece que debe
centrarse ahora en el desarrollo de una legislación sectorial coherente y realista, y
en su cumplimiento efectivo. No insistiré más en este punto, con el que ya inicié
estas reflexiones.
Para acabar me gustaría simplemente expresar mi deseo de que la nueva Ley
general del ambiente sirva también para fomentar la atención de la doctrina jurídica
peruana sobre las cuestiones ambientales y, por lo tanto, contribuir al desarrollo en
el Perú del Derecho ambiental.
Para ello no existe otro secreto, en mi modesta opinión, que emprender el análisis
en profundidad de temas concretos (la Evaluación de Impacto Ambiental, la
responsabilidad por daños ambientales, la protección de espacios naturales, etc.,
etc.), por ejemplo mediante la elaboración de tesis doctorales, para lo cual cuentan
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por supuesto con todo nuestro apoyo. Así ocurrió en su momento en España, donde
el Derecho ambiental goza ya de una relativa madurez científica.
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Tal vez en el futuro el Derecho ambiental alcance autonomía como disciplina
jurídica, tal y como ha ocurrido en el pasado con otras ramas del Derecho. En la
actualidad no es así, al menos en España, sin que ello suponga un obstáculo para su
pujanza. Hoy por hoy, el Derecho ambiental constituye en España una materia de
cultivo interdisciplinario, aunque con mayor presencia de la especialidad del
Derecho administrativo, por el predominio de las técnicas propias del Derecho
administrativo dentro del arsenal de instrumentos de gestión ambiental. Digo esto
sin presunción alguna, sino simplemente para tranquilizar y alentar, al mismo
tiempo, a nuestros queridos colegas de este lado del océano, que tan
admirablemente están contribuyendo al desarrollo del Derecho administrativo
peruano, a que dirijan también su mirada a estas apasionantes, a la vez que
importantes cuestiones.
---------------------------------
[1] Vid., también esta toma de posición en su clásico Tratado de Derecho Ambiental.
Vol I, Trivium, Madrid, 1991, pp. 89 y ss.
[2] Vid., al respecto, por ejemplo, en esta misma obra, el trabajo de ROJAS MONTES,
Verónica: El Derecho administrativo y la protección del medio ambiente.
[3] Ley N.º 26913, de 19 de enero de 1998, que modifica el Código del medio
ambiente y de los recursos naturales, elevándose el tope máximo de las multas
aplicables por infracción de las normas ambientales [modificación del literal a del
art. 114 de dicho Código].
[4] Su derogación era, como digo, innecesaria, puesto que estos artículos de la Ley
general de minería, procedentes del Decreto Legislativo N.º 708, se limitaban a dar
nueva redacción a los arts. 62, 63, 66, 67 y 69 del referido Código.
[5] Decreto Legislativo N.º 757, de 13 de noviembre de 1991, que aprueba la Ley
marco para el crecimiento de la inversión privada. La derogación del literal a de su
primera Disposición final también era innecesaria, puesto que dicho literal se
limitaba, a su vez, a derogar ciertos artículos del Código de 1990. En realidad, la
derogación de una disposición derogatoria podría entenderse como devolución de
vigencia a aquellos preceptos, lo que no parece que sea la verdadera intención del
legislador.
[6] Ley N.º 26631, de 19 de junio de 1996, por la que se dictan normas para efecto
de formalizar denuncia por infracción de la legislación ambiental; cuyo contenido se
traslada al art. 149 de la nueva Ley general del ambiente.
[7] Jurisprudencia iniciada por la famosa Sentencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos de 9 de diciembre de 1994, Asunto López Ostra c. España; y
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evaluación resulta aplicable en España para los planes y programas cuyo primer
acto preparatorio formal fue posterior al 21 de julio de 2004, fecha de vencimiento
del plazo de transposición de la Directiva.
[15] Ley de bases de la descentralización (Ley N.º 27783, de 26 de junio de 2002),
Ley orgánica de gobiernos regionales (Ley N.º 27867, de 16 de noviembre de 2002,
parcialmente modificada por Ley N.º 27902, de 30 de diciembre de 2002), y Ley
orgánica de Municipalidades (Ley N.º 27972, de 26 de mayo de 2003).
[16] Vid., especialmente, los arts. 36 y 43 de la Ley de bases de la descentralización,
53 de la Ley orgánica de gobiernos regionales, y 73 y 80 de la Ley orgánica de
Municipalidades.
[17] Sentencia del Tribunal Constitucional español 194/2004, de 10 de noviembre
de 2004.
[18] Así lo pone de manifiesto Maruja TAIPE FLORES en el trabajo antes citado La
concesión de bienes de dominio público minero en la legislación española y
peruana, Universidad de Alicante, diciembre de 2005, pp. 107 y 108.
[19] Tomo esta información de Carlos Alberto ROJAS, «Perú tiene una nueva Ley
General del Ambiente» (www.ecoportal.net)
[20] A este respecto, cabe recordar que el tema de las normas de emisión o límites
máximos permisibles es un tema que depende esencialmente del estado de la
técnica. Por supuesto que los estándares de calidad ambiental constituyen un límite
absoluto que en ningún caso debe ser superado, de ahí que cuando se superen haya
que poner en marcha medidas para restablecer los niveles máximos permisibles.
Pero limitar las emisiones o vertidos de una fuente puntual únicamente en función
de la no superación de los estándares de calidad ambiental («de la capacidad de
carga del medio receptor»), en lugar de hacerlo en función de lo que permita el
estado de la técnica (las técnicas de producción limpia), constituye una
aproximación menos exigente al problema de la contaminación.
[21] Esa normativa a la que hago referencia es la Directiva 96/61/CE del Consejo, de
24 de septiembre de 1996, relativa a la prevención y al control integrados de la
contaminación (DO L 257, de 10 de octubre de 1996), incorporada al Derecho
español por la Ley 16/2002, de 1 de julio, de prevención y control integrados de la
contaminación (BOE N.º 157, de 2 de julio de 2002).
[22] Al tema le he dedicado algunos trabajos. Vid., en último término, VALENCIA
MARTIN, Germán y otros. Estudios sobre la Ley de Prevención y Control integrados
de la Contaminación. Thomson-Aranzadi, Navarra, 2003.
[23] En un enfoque sectorial, lo que pretende la normativa aplicable es, por ejemplo,
que las aguas no se contaminen, para lo cual bastan, en principio, sistemas de
depuración (tecnologías end of pipe o final de tubería), los cuales producen, no
obstante, unos lodos, que constituyen un residuo peligroso que será necesario
gestionar. Este es un ejemplo de lo que se denominan «transferencias de
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