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U T O P ÍS T I C A A G R O E C O L Ó G I C A

I N N O VA C I O N E S C A M P E S I N A S
Y S E G U R I D A D A L I M E N T A R I A E N M A ÍZ
U T O P ÍS T I C A A G R O E C O L Ó G I C A

I N N O VA C I O N E S C A M P E S I N A S
Y S E G U R I D A D A L I M E N T A R I A E N M A ÍZ

M i gu e l Án ge l Da m i á n H u a t o
V í c t or M . T o l e d o

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Dirección de Fomento Editorial
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Alfonso Esparza Ortiz


Rector
René Valdiviezo Sandoval
Secretario General
Flavio Guzmán Sánchez
ED Vicerrectoría de Extensión y Difusión de la Cultura
Ana María Dolores Huerta Jaramillo
Directora de Fomento Editorial

Instituto de Ciencias

Jesús Francisco López Olguín


Director
Agustín Aragón García
Coordinador del Centro de Agroecología y Ambiente

Primera edición, 2016


ISBN: 978-607-487-999-5

© Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


4 Sur 104, Centro Histórico
Puebla, Pue., C. P. 72000
Dirección de Fomento Editorial
2 Norte 1404
Teléfono y fax (01222) 2 46 85 59

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y no se realice con fines de lucro.

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico
ÍN D I C E

Prólogo 7
Introducción 11

I. Vocación productiva en maíz y seguridad alimentaria 19


Especialización o vocación productiva en maíz 21
Vocación productiva, rendimientos por hectárea
y manejo de maíz 24

II. La modernización del campo mexicano 31


El modelo sustitutivo de importaciones 32
La “Revolución Verde” 34
El programa de ajuste estructural y la modernización
del campo mexicano 39

III. La cuestión metodológica 55


1. Diseño y aplicación de una encuesta 55
2. Evaluación ex-pos del manejo del maíz 56
a) Cálculo del Índice de Apropiación
de Tecnologías Radicales (iatr) 56
b) Cálculo del Grado de Empleo
de Tecnologías Progresivas (getp) 58
c) Construcción de la tipología de productores
según su iatr y getp 58
3. Diseño de la utopística agroecológica 59
a) Identificación y tipología de productores
según sus rendimientos por hectárea 59
b) Caracterización del patrón tecnológico
de los productores eficientes 59
c) Caracterización de los productores 59
4. Seguridad alimentaria familiar 60
a) Cálculo del Índice de Seguridad Alimentaria real 60
b) Estimación del Índice
de Seguridad Alimentaria potencial 60

IV. Evaluación de tecnologías 63


Innovaciones radicales, manejo de maíz y rendimientos 64
Innovaciones progresivas, manejo de maíz y rendimientos 68

V. La utopística agroecológica 73
Identificación de productores con eficiencia diferenciada 73
Caracterización del patrón tecnológico
de los productores eficientes 75
El paradigma agroecológico y el manejo de maíz 77
El agroecosistema como unidad básica de estudio 78
El agroecosistema como unidad de investigación 84
La agroecología y la transdisciplina 87

VI. Tipos de productores, eficiencia productiva


y faros agroecológicos 91
Tipos de productores y eficiencia productiva 91
Los faros agroecológicos 97
Seguridad alimentaria familiar real 99
Seguridad alimentaria familiar potencial 100

Reflexiones finales 103


Referencias bibliográficas 109
Siglas 123
Los autores 125
P R ÓL O G O

Los graves problemas de la alimentación en México constituyen una de las


vertientes más dramáticas de la crisis rural, sus evidencias se expresan en
la desnutrición y la malnutrición de la mayoría de la población, y mientras,
por una parte, uno de cada cuatro mexicanos tiene carencia alimentaria, y
por la otra, el país se ubica en los primeros lugares mundiales en diabetes y
obesidad. En una cruel paradoja, ahora hay población que está desnutrida y
además obesa, e importamos casi la mitad de los alimentos que consumimos,
todo ello conforma una grave situación que nos coloca como nación en una
alta vulnerabilidad alimentaria
La crisis rural y sus consecuencias en la alimentación son resultados de
las políticas agrícolas basadas en la Revolución Verde, y posteriormente in-
tensificadas con las estrategias neoliberales que desde el Tratado de Libre
Comercio (tlc) han impuesto en todo el territorio una agricultura industrial
basada en el monocultivo, las semillas híbridas y transgénicas, la utilización
de fertilizantes químicos, y agrotóxicos, además, integrada en un complejo
de industrias de producción, procesamiento y comercialización de alimentos
e insumos. Este tipo de agricultura ha tenido graves impactos sociales, am-
bientales y culturales en el campo mexicano, y tiene una influencia directa en
la producción de maíz y de cultivos de milpa realizada por los agricultores
familiares campesinos e indígenas que conforman la mayor parte de la po-
blación rural, y que producen una parte importante de los alimentos.
El territorio mexicano es centro de origen y diversificación del maíz, grano
fundacional de la alimentación, la cultura y la vida de los mexicanos, y la cri-
sis del maíz representa un riesgo muy grave para los agricultores mexicanos,

7
8 Ut o p í st i c a A groecológica

para la diversidad genética del maíz, para la alimentación del país y para su
soberanía alimentaria.
Es en este escenario que aparece el presente libro, que desde su título se-
ñala la amplitud de sus alcances. Los autores ubican su texto desde la pers-
pectiva de la utopía, esa idea arraigada en la humanidad y especialmente
en las comunidades rurales y que incluye como uno de sus componentes la
comida y la alimentación abundantes. Esa utopía que señala el lugar hacia
donde se quiere llegar y que siempre parece distante, pero como bien nos
recuerda el escritor uruguayo Eduardo Galeano, la utopía parece lejana, ca-
minamos hacia ella y a veces que se aleja más aún, a pesar de ello, y ese es
su cometido, la utopía nos sirve para caminar. El texto, y eso constituye una
de sus aportaciones relevantes, se ubica entonces en la utopística, entendida
como la dimensión tecnológica de la utopía, y donde la agroecología juega
un papel fundamental en la construcción de las utopías rurales.
La apuesta por el maíz como el eje de la alimentación de las familias ru-
rales es otra aportación notable del libro, el maíz es la planta central en el
policultivo de la milpa, donde junto con el frijol, la calabaza y otras especies
ha formado a lo largo de miles de años la base para la vida de las comunida-
des y el fundamento de la cocina mexicana. La centralidad del maíz resulta
entonces clave en ese caminar hacia las utopías rurales en México.
A través de sus referencias empíricas y concretas en el estado de Pue-
bla, los autores dan cuenta de los complejos procesos que acompañan las
decisiones tecnológicas de los agricultores de maíz —y allí reside otra im-
portante aportación del texto—, muestran la relevancia del diálogo entre los
conocimientos tradicionales y la agroecología en la puesta en marcha de las
innovaciones agroecológicas, y destacan también el importante papel que
juegan las experiencias estudiadas como “faros agroecológicos”, para moti-
var y acompañar a otros agricultores en la transición hacia agriculturas más
sustentables.
La crisis rural ha significado también un desafío para la búsqueda de al-
ternativas orientadas hacia sistemas agroalimentarios más justos y más sus-
tentables, y por todo México han ido consolidándose experiencias locales,
regionales y nacionales que muestran la viabilidad de las alternativas orien-
tadas hacia agriculturas más sustentables y en todas ellas juega un papel
fundamental el trabajo con el maíz y con la milpa.
Pról ogo 9

El libro que el lector tiene en sus manos se inscribe claramente en esta


búsqueda y ofrece nuevas perspectivas para todos aquellos que estamos in-
mersos en los procesos participativos de investigación, asesoría y acompa-
ñamiento con los agricultores, los campesinos y los indígenas de México en
el andar, rumbo a las utopías agroecológicas.

dr. jaime morales hernández


Profesor Numerario de Agroecología
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente,
Guadalajara, Jalisco, México
I N T R O D U C C I ÓN

El derecho humano más elemental es el de la alimentación, registrado en la


Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (onu,
1948). Este derecho es esencial porque condiciona la sobrevivencia de las
personas y, de este modo, es condición para desplegar otros derechos hu-
manos. La alimentación se puede conseguir por razón de la seguridad alimen-
taria; es decir, cuando todas las personas tienen en todo momento acceso
físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que
satisfacen sus necesidades y preferencias alimentarias para llevar una vida
activa y sana (fao, 2006).
La seguridad alimentaria debe procurar la satisfacción de la alimentación
mediante la producción sostenida de alimentos, reconociendo, al mismo
tiempo, que esta producción y consumo ha variado a través del tiempo y
entre las culturas. Por esta razón, deben ser considerados como dos procesos
básicos de la herencia cultural humana, donde los descubrimientos y cam-
bios realizados en estos campos se encuentran articulados a un entramado
de continuidad histórica, que ha traspasado su espacio y época. Agosti (2002,
citado por Pulleiro, 2008) define a la herencia cultural como la continuidad
histórica de una cultura y considera que los nuevos descubrimientos no sur-
gen de la nada, sino de la experiencia popular que tienen un hilo de continui-
dad histórica que la sustenta.
En este contexto, la producción de alimentos ha sido la plataforma para
la generación, transmisión y aplicación diferenciada de múltiples conoci-
mientos, de técnicas y de tecnologías milenarias y modernas, aplicadas en
el manejo de cultivos. Por su parte, en el consumo de alimentos, la herencia

11
12 Ut o p í st i c a A groecológica

cultural se ha expresado en la conservación de las dietas culinarias secula-


res, donde la alimentación como necesidad insatisfecha se ha convertido en
la principal fuerza productiva que motiva la producción de alimentos. Pero
también en este proceso se hace palpable la doble condición de la necesidad:
como carencia y potencialidad, lo que impide reducir al ser humano a la ca-
tegoría de existencia cerrada (Max-Neef et al., 1998).
Las fuerzas productivas es un concepto que traspasa consideraciones téc-
nicas porque, en su interrelación con las relaciones de producción, influyen
en la productividad, pero también en el aprovechamiento social de las po-
tencialidades que, hipotéticamente, puede aportar esta productividad (Arri-
zabalo, 2011). Un trabajo que no responda a la finalidad de satisfacer las
necesidades humanas y que desencadene fuerzas destructivas debe de ser
considerado como inútil, como dilapidación de tiempo y fuerzas socialmen-
te necesarias (Gluckstein, 1999, mencionado por Arrizabalo, 2011).
El maíz es un bien esencial para todos los mexicanos, pero para las fami-
lias rurales, es un grano especial porque las ha nutrido biológica y cultural-
mente. Este grano es aprovechado como valor de uso por, al menos, el 41 %
del total de unidades de producción censadas (5 548 845) que sólo produje-
ron para el autoconsumo (Censo Agropecuario 2007, 2008). Estas cifras reve-
lan que probablemente el maíz representa para los mexicanos el bien con el
más alto de aprovechamiento social de las potencialidades productivas de la
actividad humana.
Por esta razón, en este trabajo se asume que el maíz es la base de la segu-
ridad alimentaria, sobre todo porque la mayor parte que se siembra en tem-
poral (secano) y bajo las técnicas, visiones y concepciones tradicionales, se
ha manejado junto con frijol, calabaza, chile y múltiples arvenses, policultivo
conocido como milpa. Se trata de sistemas agrícolas que proveen un complejo
de bienes que han aportado a las familias campesinas distintos nutrientes
complementarios que han asegurado una dieta con alto contenido en ácido
fólico, vitamina A, omega 3 y 6 que ha prevenido la osteoporosis, la anen-
cefalia, la espina bífida, la ceguera infantil, las cataratas y la degeneración
muscular relacionada con la edad (Morales, 2010).
Al analizar la seguridad alimentaria en el marco de la unidad campesina,
Warman (2001) afirmó que una familia de cinco miembros consume en pro-
medio, un poco más de una tonelada de maíz al año para su alimentación;
Int rod u c c ió n 13

casi otro tanto se destina para alimentar animales de trabajo y de traspatio; si


se agregan otros usos del maíz, las familias campesinas consumen alrededor
de 2 500 kilogramos por año. Por lo tanto, la seguridad alimentaria familiar
de los maiceros se alcanzará cuando se coseche, por lo menos, una cantidad
de maíz equivalente a 500 kilogramos per cápita por año.
El maíz tiene bajos rendimientos unitarios, sobre todo en temporal, coad-
yuvando a que en México casi la mitad de su población no haya alcanzado
la seguridad alimentaria y que 26 millones de mexicanos estén clasificados
como pobres alimentarios. Revertir esta situación exige diseñar y ejecutar
programas de fomento a la producción de este grano, basadas en una eva-
luación de la forma cómo los productores llevaron a cabo el manejo del maíz.
Además, existen otros obstáculos para alcanzar la seguridad alimentaria fa-
miliar en maíz tales como: el impacto nocivo del cambio climático en los
rendimientos agrícolas, el aumento de los costos de producción y la especu-
lación con el precio de maíz, su uso para la producción de biocombustible
y la engorda de ganado, así como la implementación de políticas públicas
inadecuadas para fomentar la productividad de los pequeños productores.
En este contexto de crisis alimentaria, cabe preguntarse: ¿Hay opciones
tecnológicas para mejorar la eficiencia de los pequeños productores de maíz
que siembran bajo condiciones de temporal y en condiciones edafoclimáticas
adversas, así como en entornos económicos y de políticas públicas restricti-
vas, que puedan garantizar su seguridad alimentaria familiar a través del
tiempo?
La respuesta es afirmativa y nuestra propuesta es la utopística agroecológica,
que se expone, analiza y discute en este trabajo, la cual fue concebida, dise-
ñada y teorizada desde una perspectiva agroecológica, y posteriormente va-
lidada con maiceros de temporal de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos,
Puebla-México. La utopística agroecológica, corporizada en el patrón tecno-
lógico de los maiceros eficientes como modelo de intervención agroecológi-
ca, se caracteriza porque: a) tiene como eje conceptual el manejo del maíz de
donde emana una mayor o menor productividad; b) su marco epistémico es
el diálogo de saberes, y c) se refiere a un modelo tecnológico que selecciona
la mejor combinación de las innovaciones radicales y progresivas aplicadas
en el manejo de maíz a nivel local, para mejorar eficiencia productiva y la
seguridad alimentaria familiar.
14 Ut o p í st i c a A groecológica

En el manejo del maíz concurren dos tipos de condiciones de producción:


a) generales, que pueden ser endógenas (clima, flora, fauna, etc.), y exóge-
nas (programas públicos de fomento agrícola y rasgos de la unidad familiar,
etc.), inmodificables en el mediano plazo; y b) concretas, referidos a los re-
cursos que participan directamente en la producción. La manera en cómo
se combinan estos recursos durante el ciclo productivo explica la forma en
cómo se lleva a cabo el manejo del maíz. Con este fin el productor ejecuta va-
rias tareas (siembra, labores de cultivo, etc.) hechas sucesivamente a nivel de
campo, utilizando técnicas e insumos convencionales (híbridos, agroquími-
cos, etc.) o tradicionales (semillas criollas, asociación y rotación de cultivos,
etc.), o un diálogo de saberes cuando utiliza una y otra tecnología de manera
indistinta.
De los recursos que participan en el manejo de maíz destaca la tecnolo-
gía porque es la palanca más poderosa para mejorar la productividad, ya
que posibilita que la misma cantidad de trabajo produzca mayor valor por
unidad de tiempo, que el trabajo social medio (Marx, 2003). La tecnología
es producto de la interacción de la ciencia, la técnica y la cultura; represen-
ta el conocimiento científico aplicado a la producción que se materializa en
objetos (máquinas y artefactos) o en sistemas de gestión de la actividad eco-
nómica (Katz, 1999). La innovación implica la utilización de un nuevo co-
nocimiento o de una nueva combinación de conocimientos existentes en la
producción (Manual de Oslo, 2004), con lo que se añaden nuevos elementos
tecnológicos, productos o servicios, o se adaptan nuevos métodos de pro-
ducción o mejorados (Dismukes, 2005). Es radical cuando se aplican prácti-
cas e insumos que habitualmente no han usado los productores, o progresiva
o incremental, que supone la no sustitución radical de la estructura tecnoló-
gica que existe (Galende, 2008).
El marco epistémico de la utopística agroecológica reside en el diálogo
imprescindible de saberes para entender el desarrollo orgánico u ontogené-
tico de las tecnologías aplicadas en el manejo del maíz donde convergen, en
la misma totalidad funcional, los procesos de diferenciación e integración de
elementos (tecnológicos) desigualmente desarrollados en el proceso históri-
co (Piaget, 1975), como una expresión concreta del desarrollo contradictorio
de la agricultura. Es decir, en la evolución ontogenética del manejo de la
milpa han interactuado fuerzas productivas con un crecimiento más rápido
Int rod u c c ió n 15

o lento, debido a las diferencias que hay en las condiciones naturales e his-
tóricas, donde los rasgos tecnológicos de una etapa más baja del desarrollo
social se mezclan con la de otra superior (Novack, 1974:1).
El diseño de la utopística agroecológica se basó en dos tipos de evalua-
ciones de las innovaciones aplicadas en el manejo de maíz: las aplicadas por
todos los productores, y por los maiceros agrupados, según su eficiencia
productiva. Esta última clasificación permitió identificar y caracterizar el pa-
trón tecnológico que aplicaron los productores eficientes, el cual se propone
transferir y optimizar, mediante el establecimiento de faros agroecológicos.
La utopística se concibe como la evaluación seria de alternativas históri-
cas, el ejercicio de nuestro juicio en cuanto a la racionalidad material de los
posibles sistemas históricos alternativos. No es el rostro de un futuro perfec-
to (e inevitable), sino el de un futuro alternativo, realmente mejor y plausi-
ble (pero incierto) desde el punto de vista histórico (Wallernstein, 1998). En
este trabajo se asume como una evaluación sobria, racional y realista de las
innovaciones aplicadas en el manejo del maíz para construir modelos tecno-
lógicos alternativos a los de la Revolución Verde. Pero, al mismo tiempo, la
utopística se considera como una vertiente tecnológica de la utopía porque,
como dice Bloch (2006), constituye una fuerza de producción en el frente,
abierto una y otra vez, de un mundo inconcluso, en esperanza de lograrse.
Es un saber activo de la realidad, orientado por la praxis transformadora del
mundo, que permanece y es, porque está haciéndose en una lucha dialécti-
ca-materialista de lo nuevo con lo viejo.
La utopística propone inaugurar un método para detectar, descubrir y
comprender la innovación tecnológica campesina en los sistemas agrícolas,
un tema que ha permanecido soslayado no sólo por los estudios convencio-
nales sino por los del nuevo campo de la agroecología. En este contexto, esta
utopística se puede constituir como una fuerza transformadora, resultado de
la reflexión teórica crítica y de los estudios sobre el terreno (investigaciones
empíricas). En ella convergen e interaccionan tecnologías modernas y ances-
trales, henchidas de posibilidades técnicas para potenciar las fuerzas pro-
ductivas de los maiceros menos eficientes. La utopística agroecológica puede
resolver en el corto plazo la ausencia de paquetes tecnológicos idóneos para
los maiceros de temporal a nivel local, y posee un enorme potencial para
reducir la brecha tecnológica que existe entre estos maiceros.
16 Ut o p í st i c a A groecológica

La construcción de la utopística agroecológica tiene su origen en la imple-


mentación, a principios de este siglo, del proyecto de investigación “propues-
ta metodológica para diseñar e instrumentar una política de apropiación de
tecnología agrícola: el caso del estado de Tlaxcala”, financiado por el Sistema
Zaragoza del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (siza-Conacyt) y la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (buap), donde se evaluaron
y explicaron los problemas tecnológicos que tuvieron los productores en el
manejo del maíz. Los resultados encontrados indicaron que: a) el manejo del
maíz en Tlaxcala se basó en una mezcla de tecnologías modernas y campe-
sinas con un evidente predominio de las segundas, y b) el empleo de estas
tecnologías en el manejo del maíz fue diferenciado.
Considerando estos resultados, en 2007 se ejecutó el proyecto “estrategia
de difusión tecnológica para mejorar el manejo del maíz y los rendimientos
por hectárea en los Valles de Puebla” costeado por los Fondos Mixtos del
Conacyt (fomix-Conacyt) y la buap, donde se realizaron estudios de caso en
siete municipios que ratificaron los resultados encontrados en Tlaxcala y per-
mitieron esbozar la utopística agroecológica.
En el presente trabajo se sistematizan los resultados encontrados para
poder construir la utopística agroecológica, planteándose como posibles re-
sultados los siguientes:

1. Los estados de la República Mexicana que poseen mayores grados


de inseguridad alimentaria familiar se encuentran especializados en
la siembra de maíz porque representa la base de su dieta alimenticia.
2. La modernización de la agricultura responde más a las necesidades
de acumulación del capital, que a los requerimientos tecnológicos de
los maiceros de temporal.
3. El manejo del maíz de temporal se ha basado en un diálogo de saberes
campesinos y modernos, y se ha realizado bajo condiciones generales
y concretas adversas y diferenciadas, expresándose en la presencia
de productores con diversas capacidades tecnológicas y productivas.
4. El patrón tecnológico de los maiceros eficientes se encuentra articula-
do al paradigma agroecológico, basado en una mayor biodiversidad
funcional arriba/abajo del suelo y adentro/alrededor de los agroeco-
sistemas, de donde se deriva una mayor productividad y otros atri-
Int rod u c c ió n 17

butos (eficiencia energética, estabilidad, resiliencia y sostenibilidad)


de los sistemas agrícolas de maíz como resultado de la interacción
de sus componentes y no de las propiedades de estos por separado.
5. Los productores de temporal a nivel local han compartido durante
milenios condiciones generales y concretas en el manejo de maíz.
6. La transferencia del patrón tecnológico de los maiceros eficientes
reducirá la brecha tecnológica que existe entre los maiceros a nivel
local, lo que mejorará su eficiencia productiva y la seguridad alimen-
taria familiar.

La estructura del libro consta de siete capítulos. En el primero se destaca


la relevancia social productiva del maíz que ha tenido en aquellas entida-
des del país consideradas con mayores niveles de inseguridad alimentaria;
después se analizan los esfuerzos teóricos y metodológicos que ha realiza-
do el Estado mexicano para modernizar el manejo del maíz. En la tercera
sección se aborda la cuestión metodológica. Posteriormente se evalúan las
tecnologías radicales y progresivas aplicadas por los productores en el ma-
nejo de maíz en los municipios estudiados; en el quinto capítulo se diseña
la utopística agroecológica, se identifica y caracteriza al patrón tecnológico
que aplicaron los maiceros eficientes; además, se exponen los principios del
paradigma agroecológico que sustenta el manejo de maíz de temporal.
En el sexto capítulo, se caracterizan a los distintos tipos de maiceros según
su eficiencia productiva, para conocer si los productores de milpa a nivel
local comparten condiciones generales y concretas de manejo de este sistema
agrícola. De ser así, esto facilitaría la transferencia de la utopística agroecoló-
gica a los productores menos eficientes mediante el establecimiento de faros
agroecológicos para potenciar, a mediano plazo, los rendimientos de maíz por
hectárea y mejorar la seguridad alimentaria familiar de los productores, por
razón de una cantidad que resulta del cálculo de la diferencia entre seguri-
dad real y la potencial; en este apartado, también se analizan, grosso modo,
dos de los programas promovidos por el actual gobierno propuestos para
impulsar la productividad de los maiceros.
En el último capítulo se hace una reflexión final en torno a los resultados
encontrados, y la importancia que puede tener la utopística, considerada
como un modelo de intervención agroecológica, una alternativa productiva
que garantice la soberanía alimentaria asumida por los propios productores,
y que contribuya a lograr esta capacidad entre los consumidores nacionales;
todo ello dentro del contexto de las cruentas batallas por el dominio agroa-
limentario que se dan a nivel internacional (Rubio, 2014; Holt y Patel, 2009).
I

V O C A C I ÓN P R O D U C T I VA E N M A ÍZ
Y S E G U R I D A D A L I M E N TA R I A

El maíz es el cultivo más relevante en México porque: a) se cosecharon 7.5 mi-


llones de hectáreas, 34 % del área total sembrada (21.9 millones) y 74 % de la
ocupada con cultivos cíclicos de temporal, generando una producción de 22
millones de toneladas con un rendimiento unitario promedio de 3.19 tonela-
das (Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera [siap], 2012); b) es
la principal actividad de 3.8 millones de unidades económicas campesinas,
37 % del total nacional (Organización de las Naciones Unidas para la Ali-
mentación y la Agricultura, 2009); c) constituye una materia prima esencial
de distintas cadenas productivas: las industrias de la masa y tortilla, de fritu-
ras, de alimentos balanceados, de botanas y de algunas industrias químicas
que elaboran jarabe alto en fructosa, bioetanol, aceite comestible, bebidas al-
cohólicas y ácido láctico (Confederación Nacional de Productores Agrícolas
de Maíz de México y Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras
de Productores del Campo, 2006).Estas agroindustrias son generadoras de
67 % de los empleos en este sector (Villafuerte, 2001); d) del manejo de maíz
como praxis, ha brotado todo un sistema de conocimientos y de creencias que
ha mantenido a través del tiempo el metabolismo y diálogo entre la socie-
dad rural y la naturaleza (Toledo y Barrera, 2008), y e) porque se encuentra
presente en la mayoría de las expresiones actuales de las culturas, así como
en la dieta popular y los más exquisitos platillos de cocina mexicana, en las
creaciones artísticas; aparece en el lenguaje, el vestido, la configuración del
espacio, las formas cotidianas de pensar y comportarse (Esteva, 2003).
Para Aguilar et al. (2004), alrededor de la producción y el consumo de maíz
se tejen las tareas y celebraciones de hombres, mujeres y niños, en la milpa y

19
20 Ut o p í st i c a A groecológica

en el hogar: la atención de la parcela, la preparación del nixtamal, la masa y


las tortillas, la conservación y cuidado de cosecha, el desgrane de la mazorca,
la alimentación de los animales, la comida cotidiana, las fiestas, los rituales,
todo guarda relación con el maíz, hasta en aquellos que dedican una porción
central de su tiempo a otras actividades. Toledo y Barrera (2008) plantean
que la producción y consumo de maíz permitió el desarrollo de la civiliza-
ción mesoamericana, y su manipulación genética y consecuente adaptación
a toda una variedad de situaciones ecogeográficas, auspició la expansión hu-
mana por las diversas regiones de México y el norte de Centroamérica.
Para Guillermo Bonfil (1990: 64):

El maíz es una planta humana, cultural en el sentido más profundo del término,
porque no existe sin la intervención inteligente y oportuna de la mano; no es
capaz de reproducirse por sí misma. Más que domesticada, la planta de maíz
fue creada por el trabajo humano.
Al cultivar el maíz, el hombre también se cultivó. Las grandes civiliza-
ciones del pasado y la vida misma de millones de mexicanos de hoy, tienen
como raíz y fundamento al generoso maíz. Ha sido un eje fundamental para
la creatividad cultural de cientos de generaciones; exigió el desarrollo y el per-
feccionamiento continuo de innumerables técnicas para cultivarlo; condujo al
surgimiento de una cosmogonía y de creencias y prácticas religiosas que hacen
del maíz una planta sagrada; permitió la elaboración de un arte culinario de
sorprendente riqueza; marcó el sentido del tiempo y ordenó el espacio en fun-
ción de sus propios ritmos y requerimientos; dio motivo para las más variadas
formas de expresión estética; y se convirtió en la referencia necesaria para en-
tender formas de organización social, maneras de pensamiento y conocimiento
y estilos de vida de las más amplias capas populares de México. Por eso, en
verdad, el maíz es el fundamento de la cultura popular mexicana.

Del segmento poético de López Velarde (“México tu superficie es el


maíz”), pasando por los numerosos estudios agronómicos del cereal mesoa-
mericano iniciados en el país por E. Hernández-Xolocotzi, sus alumnos y
colegas, hasta su actual defensa por parte de amplios sectores académicos,
campesinos, intelectuales y sociales ante la entrada de las variedades genéti-
camente modificadas (cultivos transgénicos) (Álvarez-Buylla y Piñeyro-Nel-
V ocación productiv a en maíz y se gu rid ad al ime nt aria  21

son, 2014), el maíz es la planta sobre la que obligadamente gira en México la


idea de la seguridad o autosuficiencia alimentaria en todas sus escalas.
En este contexto, el maíz probablemente sea el cultivo mexicano que posee
una importancia que se expresa en distintas dimensiones: alimenticia, cultu-
ral, agroindustrial, económica y política. En este capítulo se indaga la rela-
ción que existe entre la especialización o vocación que tienen las entidades
federativas del país en la producción de maíz y la inseguridad alimentaria
en la que se encuentran los productores de estas entidades. Se parte del su-
puesto de que los estados de la República que poseen mayores grados de in-
seguridad alimentaria, se encuentran especializados en la siembra de maíz.

Especialización o vocación productiva en maíz

La relevancia social que posee el maíz de temporal en las entidades fede-


rativas del país, se evidencia si se estima su especialización o vocación que
tienen para producir esta gramínea. Para conocer esta vocación se utilizó el
coeficiente de localización (CL) propuesto por Boisier (1980), que compara
la importancia relativa que tiene el maíz en cada una de las entidades fe-
derativas, con la importancia relativa que tiene a nivel nacional. Para este
autor hay valores del CL que son particularmente importantes: a) si CL < a 1,
muestra que en el estado j, la importancia relativa del maíz es menor que la
que tiene en el ámbito nacional; b) si CL = a 1, nos indica que la importancia
relativa del maíz en la entidad es similar a la importancia relativa que tiene a
nivel nacional. Si se diera este caso o el anterior, las entidades federativas no
estarían especializadas en la producción de maíz, y c) si CL > a 1, la conclu-
sión será que en la entidad j tiene mayor importancia la producción de maíz,
respecto al país. De este modo, todos los estados que posean un coeficiente
de localización > a 1 están especializados en la producción de maíz sembrado
bajo condiciones de temporal.
Para calcular el coeficiente de localización se usaron datos de 1980 y 2010
de la superficie agrícola sembrada de maíz en cada una de las entidades fede-
rativas. Los datos estimados se muestran en la tabla 1, junto con el porcentaje
de seguridad alimentaria (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de
Desarrollo Social [Coneval], 2010) de los estados, y se observa lo siguiente:
22 Ut o p í st i c a A groecológica

Tabla 1. Coeficiente de Localización cl,


área agrícola sembrada con maíz (ha) entre 1980-2010
y seguridad alimentaria (sa %) por entidades federativas de la República Mexicana
Área agrícola
CL Diferencia Población y sa
Entidad sembrada maíz
área
Federativa
1980 2010 1980 2010 sembrada Total hab. sa
Ags. 1.601 0.959 84 717 39 361 -45 356 1 184 996 61.5
Baja California 0.01 0 314 0 -314 3 155 070 72.4
BC Sur 0 0 0 0 0 637 026 57.9
Campeche 0.889 1.818 53 660 154 770 101 110 822 441 49.8
Chiapas 1.238 1.275 519 490 689 022 169 532 2 748 391 45.2
Chihuahua 0.296 0.641 76 410 156 799 80 389 650 555 70.2
Coahuila 0.816 0.555 12 220 28 528 16 308 4 796 580 59.6
Colima 1.336 0.274 30 496 9 294 -21 202 3 406 465 63.9
DF 0.13 0.709 1 800 5 647 3 847 8 851 080 70.8
Durango 0.607 0.704 133 601 160 581 26 980 1 632 934 64.3
Guanajuato 1.02 1.292 285 697 284 116 -1 581 5 486 372 59.3
Guerrero 1.304 1.435 368 942 443 780 74 838 3 388 768 30.5
Hidalgo 1.143 1.111 214 733 193 251 -21 482 2 665 018 47.5
Jalisco 1.307 1.062 810 470 565 734 -244 736 7 350 682 57.1
México 1.268 1.397 552 951 463 592 -89 359 15 175 862 48.5
Michoacán 0.94 0.736 417 944 376 191 -41 753 4 351 037 49.3
Morelos 1.603 1.599 45 878 26 709 -19 169 1 777 227 58
Nayarit 0.668 0.31 81 442 39 695 -41 747 1 084 979 54.7
Nuevo León 0.971 0.214 52 892 23 790 -29 102 4 653 458 67.8
Oaxaca 1.183 1.112 413 117 560 106 146 989 3 801 962 47.9
Puebla 1.28 1.672 494 694 557 345 62 651 5 779 829 46.2
Querétaro 1.276 2.081 85 304 93 932 8 628 1 827 937 56.9
Quintana Roo 0.977 1.618 49 973 68 340.55 18 368 1 325 578 57.9
San Luis Potosí 0.638 0.93 84 494 250 411.01 165 917 2 585 518 48.9
Sinaloa 0.562 0.259 119 114 35 147.5 -83 967 2 767 761 55.8
Sonora 0.349 0.233 3 824 3 726 -98 2 662 480 57.2
Tabasco 0.508 0.907 41 954 83 686.75 41 733 2 238 603 51
Tamaulipas 0.326 0.159 142 107 59 625.26 -82 482 3 268 554 72.5
Tlaxcala 1.336 1.242 135 051 103 886.25 -31 165 1 169 936 54.4
Veracruz 0.961 1.076 537 812 571 031 33 219 7 643 194 53.3
Yucatán 0.711 0.625 145 362 145 550.06 188 1 955 577 57.7
Zacatecas 0.918 0.534 441 374 241 901.7 -199 472 1 490 668 54.7
Nacional 1 1 6 437 837 6 435 548.03 -2 289 112 336 538 55.7
Fuente: Elaboración propia con datos del siap (1980, 1990, 2000 y 2010, op. cit.) y Coneval (op. cit.).

1. En 30 años el área total sembrada con maíz de temporal prácticamen-


te no ha variado.
2. En dos estados del país la siembra de maíz de temporal ha sido in-
significante.
V ocación productiv a en maíz y se gu rid ad al ime nt aria  23

3. Once estados presentaron vocación en la producción de maíz en 1980


y 2010, de los cuales cuatro presentaron niveles de seguridad ali-
mentaria por arriba del promedio nacional y siete por debajo de este
promedio. Dentro de estos últimos estados se encuentran aquellas
entidades federativas que históricamente han presentado los mayo-
res índices de pobreza: Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Puebla.
4. En el periodo de estudio (1980-2010), 14 entidades mostraron un in-
cremento en el CL, de los cuales ocho tuvieron niveles de seguridad
alimentaria por debajo del promedio nacional, evidenciándose que
los estados que poseen mayores grados de inseguridad alimentaria,
están especializados en la siembra de maíz.
5. Dieciséis entidades redujeron su vocación productiva en maíz, de los
cuales doce presentaron niveles de seguridad alimentaria que están
por arriba del promedio y cuatro por debajo. Dentro de estos estados
destaca Oaxaca por los altos niveles de pobreza que ha presentado
históricamente. No obstante, este estado mostró un aumento sus-
tantivo del área sembrada con maíz entre 1980-2010 y la pérdida de
su vocación productiva se debió a que se redujo el peso relativo del
maíz en su estructura agrícola (12 %), por arriba del descenso que se
tuvo en el país (6 %) en este periodo.

Otros datos del siap (2014) muestran que las entidades con mayor propor-
ción de inseguridad alimentaria (Chiapas, Guerrero y Oaxaca) aumentaron
su contribución histórica en la siembra de maíz: en 1980 aportaron 18 % y
en 2010 esta cifra fue de 23 % del total del área cultivada; en 2013 este dato
aumentó un punto porcentual.
La tendencia que muestran estas cifras contradicen rotundamente la pre-
tensión de los “modernizadores del campo” que supusieron que con la eje-
cución de la contrarreforma al artículo 27 constitucional efectuada en 1992,
aumentaría el mercado de tierras que revertiría el minifundio, lo que traería
como consecuencia la capitalización del agro y la sustitución de los produc-
tores de subsistencia por empresarios agrícolas que, a su vez, mejorarían la
eficiencia productiva de la tierra y la preservación del medio ambiente, dis-
minuirían la pobreza y generarían una mayor equidad en el campo (Téllez,
1994). Del mismo modo, estos datos evidencian, que a medida que disminu-
24 Ut o p í st i c a A groecológica

ye la seguridad alimentaria, los productores prefieren sembrar maíz porque


ha sido la base de su reproducción biológica y cultural.

Vocación productiva,
rendimientos por hectárea y manejo de maíz

Tabla 2. Rendimiento de maíz (kg ha-1) en áreas de riego y temporal 1980-2010


y su crecimiento porcentual por entidad federativa de la República Mexicana
Rendimiento
Rendimiento riego Coeficiente de Localización
Entidad temporal
Federativa
1980 2010 1980 2010 1980 2010
Ags. 2 970 6 730 310 360 1.601 0.959
Baja California 1 760 0 0 0 0.010 0.000
BC Sur 2 560 6 120 820 0 0.000 0.000
Campeche 3 060 3 410 970 2 530 0.889 1.818
Chiapas 3 110 3 720 2 340 2 010 1.238 1.275
Chihuahua 2 200 9 730 1 080 1 270 0.296 0.641
Coahuila 2 150 2 610 330 940 0.816 0.555
Colima 2 900 3 050 2 010 3 020 1.336 0.274
DF 0 0 2 500 1 610 0.130 0.709
Durango 2 690 6 850 610 610 0.607 0.704
Guanajuato 4 000 8 770 700 1 510 1.020 1.292
Guerrero 2 630 3 800 1 500 2 970 1.304 1.435
Hidalgo 3 690 7 130 950 1 340 1.143 1.111
Jalisco 3 330 8 140 2 560 5 840 1.307 1.062
México 3 230 3 750 2 540 2 650 1.678 1.722
Michoacán 2 890 5 440 1 400 2 740 8.568 10.366
Morelos 2 910 3 860 1 790 3 150 0.133 0.092
Nayarit 3 190 6 530 2 880 3 740 0.668 0.310
Nuevo León 1 940 7 820 620 1 520 0.971 0.214
Oaxaca 1 490 2 320 1 000 1 110 1.183 1.112
Puebla 3 380 4 940 1 680 1 610 1.280 1.672
Querétaro 2 860 7 300 1 400 1 240 1.276 2.081
Quintana Roo 1 510 3 180 590 790 0.977 1.618
San Luis Potosí 2 520 3 610 920 730 0.638 0.930
Sinaloa 1 940 10 450 730 1 040 0.562 0.259
Sonora 2 840 6 060 850 560 0.349 0.233
Tabasco 0 3 000 1 720 1 560 0.508 0.907
Tamaulipas 2 360 4 820 1 010 1 430 0.326 0.159
Tlaxcala 2 340 3 840 1 600 2 350 1.336 1.242
Veracruz 3 750 4 990 1 520 1 890 0.961 1.076
Yucatán 2 690 3 160 900 760 0.711 0.625
Zacatecas 2 870 5 170 500 740 0.918 0.534
Total 2 730 7 590 1650 2 210 1.000 1.000
Fuente: Elaboración propia con datos del siap 1980-2010 (op. cit.).
V ocación productiv a en maíz y se gu rid ad al ime nt aria  25

Respecto a los rendimientos por hectárea, cifras del siap y de la Secretaría de


Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa)
(tabla 2) exponen que:

1. En 30 años el rendimiento en riego casi se triplicó, pero en temporal


este aumento fue marginal; incluso disminuyó, máxime en entidades
con baja seguridad alimentaria, excepto Guerrero. No obstante, se
observa una relación directa entre la vocación productiva y el rendi-
miento por hectárea de los estados; así, a mayor vocación productiva,
existe una tendencia a que los rendimientos sean mayores.
2. Los bajos rendimientos en temporal no son exclusivos de los pro-
ductores de las entidades con alta seguridad alimentaria. Al respecto
destaca Sinaloa que en riego obtiene rendimientos promedios simila-
res a los de los productores de Estados Unidos de América y Canadá,
pero en temporal sus rendimientos se encuentran muy por debajo de
las entidades que poseen baja seguridad alimentaria.

Los rendimientos en riego y temporal son distintos, debido a la forma di-


ferenciada en cómo los productores han manejado el maíz donde convergen,
como ya se dijo, condiciones generales y concretas de producción. Respecto a
las primeras, destaca la distribución de los recursos fiscales de fomento agrí-
cola asignados inequitativamente, ya que no han beneficiado a los producto-
res más pobres, sino a los más ricos. Según Scott (2010), los productores con
menos de 5 hectáreas representan 75 % de los beneficiarios del Programa de
Apoyos Directos al Campo (Procampo) pero recibieron solamente 37 % de
las transferencias del programa. Los productores con 5 a 20 hectáreas repre-
sentan 22 % de los beneficiarios y recibieron 41 % de los beneficios, mientras
que los productores con más de 20 hectáreas representaron 3 % de los bene-
ficiarios y obtuvieron 23 % de las transferencias.
El acceso que tienen a otros programas los productores pobres manifiesta
la misma tendencia. El decil de productores más pobre recibe una décima de
punto porcentual del programa Ingreso Objetivo, fracciones insignificantes
de los subsidios de energía/irrigación, y entre 2 y 3 % de Procampo. En el
otro extremo, productores del decil superior reciben una tajada de las trans-
ferencias equivalente a: 42 % de Procampo, 55 % de Alianza Programa de
26 Ut o p í st i c a A groecológica

Desarrollo Rural, 60 % de los recursos de energía e hídricos y 85 % del pro-
grama de Ingreso Objetivo.
Hewitt (2007) plantea que han subsistido 12 elementos de conflicto enrai-
zados en la historia agraria, destinado a fomentar la agricultura, que explican
puntualmente el por qué la implementación de la política pública ha estado
sesgada a favor de los empresarios agrícolas y en contra de los productores
campesinos. Es decir, en México se ha aplicado el principio de diferencia o
equidad (Rawls, 1975) a la inversa, ya que la distribución de los bienes so-
ciales primarios (derechos, libertades, oportunidades, ingreso, etc.), que han
realizado las instituciones gubernamentales, han favorecido a los producto-
res que están en la mejor situación económica y no en la peor.
Respecto a las condiciones concretas de producción destaca el acceso que
tienen los maiceros a la tierra (tabla 3) definidos como minifundistas extre-
mos porque en promedio siembran áreas menores a cinco hectáreas (Artís,
2003). Pero respecto a los maiceros situados en los estados con mayor in-
seguridad alimentaria, el área que siembran está por debajo del promedio
nacional, excepto Tabasco. Este no es el caso de los productores de riego y
temporal que ostentan, en promedio, más de cinco hectáreas.
V ocación productiv a en maíz y se gu rid ad al ime nt aria  27

Tabla 3. Tamaño promedio (ha) de las unidades de producción de riego,


temporal y de maíz, por entidad federativa de la República Mexicana

Tamaño promedio de las unidades de producción


Entidad federativa
Riego Temporal Maíz
Aguascalientes 7.6 8.3 6.1
Baja California Norte 54.6 89.1 0.0
Baja California Sur 37.9 55.0 28.4
Campeche 8.3 22.3 8.4
Coahuila 22.0 29.6 4.6
Colima 13.1 16.9 5.0
Chiapas 3.3 5.7 2.8
Chihuahua 26.9 19.5 8.1
Distrito Federal 0.8 1.7 1.1
Durango 11.2 14.1 6.3
Guanajuato 7.2 6.0 4.1
Guerrero 3.2 6.0 2.3
Hidalgo 2.1 3.2 1.8
Jalisco 7.5 13.9 7.0
México 1.6 2.2 1.6
Michoacán 5.1 8.0 4.1
Morelos 2.7 3.5 1.6
Nayarit 6.9 9.4 3.4
Nuevo león 20.0 20.9 6.1
Oaxaca 2.3 5.0 1.9
Puebla 2.2 2.8 1.9
Querétaro 6.1 4.8 3.2
Quintana Roo 6.0 15.2 6.2
San Luis Potosí 6.8 6.9 3.8
Sinaloa 19.4 18.0 11.0
Sonora 49.5 54.4 13.5
Tabasco 8.6 8.1 3.7
Tamaulipas 20.5 31.1 7.1
Tlaxcala 1.6 2.9 1.9
Veracruz 5.9 6.5 2.1
Yucatán 4.2 10.3 3.7
Zacatecas 8.3 12.6 5.3
Nacional 8.4 7.3 3.1
Fuente: Elaboración propia con datos del Censo Agropecuario y Forestal
(2007).

Tocante al tipo de tracción usada por las unidades de producción (tabla 4),
resalta que los estados con altos niveles de inseguridad alimentaria tienen un
exiguo acceso a la tracción mecánica y un alto porcentaje usa exclusivamente
herramientas manuales en la preparación del suelo. El uso de estos aperos de
labranza está relacionado con el tamaño del predio agrícola y con su calidad,
28 Ut o p í st i c a A groecológica

lo que supone que estos productores manejan el maíz en áreas pequeñas y


con mucha pendiente.

Tabla 4. Tracción utilizada por las unidades de producción


en las entidades federativas de la República Mexicana

Entidad Unidades Tipo de tracción utilizada


federativa de prod. M* % Y** % M/Y % HM*** %
Aguascalientes 18 063 14 185 79 1 179 7 1 202 7 480 3
Baja California 5 672 4 065 72 30 1 55 1 181 3
BC Sur 2 936 1 610 55 75 3 205 7 501 17
Campeche 36 504 12 755 35 181 0 314 1 19 788 54
Coahuila 31 345 19 878 63 4 202 13 4 398 14 326 1
Colima 11 469 5 382 47 418 4 260 2 3 309 29
Chiapas 381 101 40 815 11 11 990 3 6 789 2 283 022 74
Chihuahua 77 222 32 348 42 28 864 37 3 118 4 4 484 6
Distrito Federal 11 414 4 046 35 1 983 17 1 697 15 2 366 21
Durango 62 831 34 927 56 11 139 18 6 367 10 8 424 13
Guanajuato 145 932 85 075 58 38 039 26 15 461 11 2 735 2
Guerrero 261 087 29 803 11 59 570 23 9 169 4 128 776 49
Hidalgo 191 045 66 669 35 25 052 13 21 045 11 67 122 35
Jalisco 118 857 69 650 59 9 709 8 6 975 6 25 058 21
México 323 915 117 106 36 102 476 32 57 604 18 34 502 11
Michoacán 179 667 75 918 42 36 213 20 20 954 12 33 912 19
Morelos 40 787 14 332 35 8 310 20 10 003 25 5 032 12
Nayarit 62 456 30 267 48 2 537 4 8 573 14 15 565 25
Nuevo león 26 368 13 887 53 8 049 31 1 877 7 463 2
Oaxaca 327 895 37 543 11 80 091 24 41 818 13 135 282 41
Puebla 359 563 57 064 16 99 420 28 96 224 27 85 982 24
Querétaro 43 175 17 942 42 15 559 36 4 525 10 3 425 8
Quintana Roo 24 549 2 456 10 55 0 54 0 21 207 86
San Luis Potosí 142 399 45 183 32 24 208 17 12 215 9 43 141 30
Sinaloa 67 636 47 619 70 6 549 10 3 570 5 4 912 7
Sonora 22 691 17 661 78 1 461 6 1 116 5 278 1
Tabasco 73 265 10 864 15 256 0 177 0 39 549 54
Tamaulipas 44 357 30 809 69 5 838 13 2 886 7 2 119 5
Tlaxcala 70 493 26 195 37 14 254 20 27 676 39 575 1
Veracruz 399 878 74 431 19 29 737 7 9 612 2 239 526 60
Yucatán 57 849 2 732 5 138 0 18 0 52 445 91
Zacatecas 132 623 98 990 75 13 750 10 6 440 5 1 655 1
Nacional 3 755 044 1 142 207 30 641 332 17 382 397 10 1 266 142 34
* Mecánica ** Yunta *** Herramientas manuales
Fuente: Elaboración propia con datos del Censo Agropecuario y Forestal (2007).

En cuanto al empleo de insumos agrícolas (tabla 5) se observa, de nuevo,


que son las entidades que poseen menores índices de seguridad alimentaria,
V ocación productiv a en maíz y se gu rid ad al ime nt aria  29

excepto Quintana Roo, las que han tenido menor disponibilidad a los agro-
químicos, que los estados con mayores índices de seguridad alimentaria.

Tabla 5. Uso de insumos agrícolas (%) por entidad federativa de la República Mexicana
Entidad Área Semilla Abono
Fertilización Herbicida Insecticida
Federativa Agrícola Mejorada Orgánico
Aguascalientes 170 696 32 18 15 24 8
Baja California 378 513 46 32 8 37 29
BC Sur 129 337 32 17 5 19 20
Campeche 817 956 13 10 1 13 5
Coahuila 898 673 10 12 3 4 5
Colima 202 238 30 6 4 27 19
Chiapas 2 200 156 10 4 1 9 7
Chihuahua 1 728 118 37 12 4 14 9
Distrito Federal 18 806 27 4 29 11 4
Durango 934 831 29 17 5 18 9
Guanajuato 1 030 730 54 37 8 47 33
Guerrero 1 615 258 14 6 1 8 5
Hidalgo 587 597 21 14 9 18 8
Jalisco 1 694 487 39 22 9 35 27
México 710 422 51 7 15 31 9
Michoacán 1 422 771 34 12 6 21 15
Morelos 150 219 62 34 9 54 39
Nayarit 602 406 38 16 3 30 30
Nuevo león 594 937 7 12 6 7 6
Oaxaca 1 653 708 14 2 3 4 2
Puebla 1 011 643 47 8 11 21 10
Querétaro 237 031 34 12 8 30 14
Quintana Roo 373 719 7 2 1 5 2
San Luis Potosí 1 039 812 10 5 3 9 5
Sinaloa 1 335 555 45 41 4 32 34
Sonora 1 259 643 36 30 5 31 27
Tabasco 597 934 8 3 1 7 5
Tamaulipas 1 348 457 27 41 3 26 15
Tlaxcala 205 149 84 19 11 61 17
Veracruz 2 644 988 17 4 2 13 7
Yucatán 568 739 3 3 1 4 1
Zacatecas 1 737 561 23 6 3 13 7
Nacional 29 902 091 26 14 4 19 12
Fuente: Elaboración propia con datos del Censo Agropecuario y Forestal (2007).

Los programas de intervención tecnológica para mejorar la productividad


también han favorecido a la agricultura empresarial. Según Turrent y Cortés
(2005), la investigación agrícola moderna se ha enfocado casi exclusivamen-
te a elevar la productividad de los recursos naturales (suelo, agua, clima y
30 Ut o p í st i c a A groecológica

germoplasma) de las regiones de riego y con buen temporal; en cambio, la


agricultura marginal y la etnoagricultura han recibido poca atención. Por
esta razón, el paquete tecnológico recomendado por el Instituto Nacional
de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (inifap) únicamente se
ha correspondido con las dos condiciones de manejo de los productores de
riego, por lo que no es fortuito que éstos hayan triplicado sus rendimientos
entre 1980-2010. Lo insólito es que las tecnologías creadas para las zonas de
riego son muy similares a las que el inifap ha transferido a los productores
de temporal, los cuales poseen condiciones de manejo muy distintas a las de
riego.
En México, 18 % de maíz se siembra bajo condiciones de riego (1 354 422
hectáreas) y 82 % en temporal (6 132 977 hectáreas) (siap, 2013) y, en ésta, la
mayor parte se ha cultivado como milpa, cuyo manejo se ha efectuado en
una gran cantidad de nichos ecológicos. La creación de esta diversidad de
nichos se debe a la interacción de varios factores: la acción de corrientes ci-
clónicas del este y del sur, ya que el país es atravesado por el trópico de Cán-
cer originando que la parte norte se ubique en la zona de desiertos y la sur
en la zona tropical; el que haya ocurrido, y prevalezca, una intensa actividad
volcánica, generando combinaciones de suelo de diversa naturaleza; la exis-
tencia de sistemas montañosos que configuraron una orografía muy variada,
y la afectación por la corriente del Niño-Oscilación del Sur; originado por el
calentamiento del Pacífico ecuatorial (Muñoz et al., 2005).
Cada uno de estos sistemas agrícolas exige un modelo de intervención
tecnológico ad hoc a las condiciones generales y concretas que influyen en el
manejo de aquéllos. Para potenciar la productividad hay que asegurarse que
las tecnologías recomendadas sean adecuadas a las condiciones que intervie-
nen en el manejo de cultivos (fao, 2004).
La generación y transferencia de modelos de intervención tecnológicos
adecuados a las variadas formas de manejo del maíz que coexisten en el país
en riego y temporal debería de ser el propósito central del inifap. No obstan-
te, como se verá en el capítulo siguiente, la innovación agrícola en general y
la del maíz en particular han estado articuladas más a las necesidades de la
reproducción del capital que a la satisfacción de las necesidades humanas.
II

L A M O D E R N I Z A C I ÓN
DEL CAMPO MEXICANO

En este capítulo, se analizan los esfuerzos teóricos-metodológicos y prácticos


que ha implementado el Estado mexicano para modernizar el manejo del
maíz, sustentado en un marco epistémico que ha respondido más a las nece-
sidades de acumulación del capital, que a las exigencias tecnológicas de los
productores de maíz de temporal.
La modernización del campo mexicano tuvo sus inicios a mediados del
siglo xx, y este proceso se encuentra indeleblemente asociado a la idea del
desarrollo, el cual fue estudiado y discutido de manera sistemática a partir
de 1949, cuando el presidente de los Estados Unidos de América, Harry S.
Truman, definió, el 20 de enero en su discurso inaugural ante el Congreso, a
la mayor parte del mundo como áreas subdesarrolladas. Ahí estaba un pivo-
te conceptual que comprimió la inmensurable diversidad del sur del planeta
en una sola categoría: subdesarrollado.
Por primera vez, la nueva visión del mundo fue de este modo anunciado:
toda la gente de la tierra tendría que recorrer la misma senda y aspirarían
una sola meta: el desarrollo. Y el camino por seguir se extendía claramente
ante los ojos del Presidente: una mayor producción es la llave de la prosperi-
dad y la paz. La nueva visión del mundo fue anunciada de este modo: todos
los habitantes del planeta tendrían que recorrer la misma senda para llegar a
la meta del desarrollo. El camino por seguir se extendía claramente ante los
ojos de Truman: una mayor producción es la llave de la prosperidad y la paz
(Sachs, 1996). A su vez, una producción incrementada requiere de más tec-
nología, que asume plenamente el papel conductor del desarrollo y la clave
de la modernización económica, bajo la ideología Neoliberal (Ullrich, 1996).

31
32 Ut o p í st i c a A groecológica

Con este propósito, los distintos países del mundo fueron situados en un
continuum donde sus polos fueron representados por la tradición y la mo-
dernidad ejemplificadas diáfanamente en las cinco fases del progreso que
tienen que recorrer las sociedades tradicionales para que, según Rostow
(1963), puedan llegar a la modernidad circunscrita exclusivamente a la era
del consumo de masas. Para este enfoque, el acceso a los estilos de vida oc-
cidental sólo era cuestión de quemar etapas para poder arribar a las formas
de vida instituidas por los países de Europa Occidental y, sobre todo, para
reproducir el frenético productivismo y consumismo alentado por los Esta-
dos Unidos de América.
En México, se pueden diferenciar dos etapas en la modernización del
campo. La primera se efectúa después de la posguerra del siglo pasado con
la implementación del modelo sustitutivo de importaciones y de la “Revolu-
ción Verde” para llevar a cabo la tecnificación de la agricultura, y la segunda
etapa tuvo como punto de partida la aplicación del programa de ajuste es-
tructural neoliberal a principios de la década de los ochenta y la aplicación
del “Programa de modernización del campo mexicano” durante el gobierno
de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).

El modelo sustitutivo de importaciones

La estrategia de desarrollo aplicada en México entre 1940-1982 fue el mo-


delo sustitutivo de importaciones, que emergió como alternativa al modelo
primario-exportador que mostró, en el periodo de entreguerras Mundiales,
evidencias objetivas de su agotamiento (Guillén, 2005).
Una coyuntura trascendental que promovió la modernización económica
de los países dependientes de América Latina, incluido México, fue la crisis
económica de sobreproducción de 1929-1933 que dio origen al régimen de
acumulación Fordista. Este se caracterizó por implementar una política eco-
nómica de corte keynesiano orientada a la expansión ininterrumpida de la
demanda agregada y a un sistema de producción basado en la gran empresa
industrial, las economías de escalas, la organización taylorista del trabajo
y la localización de empresas en grandes núcleos urbanos (Alburquerque,
1999). Durante este periodo, el Estado Benefactor se erige como el centro de
gobernanza y emerge la noción de desarrollo como concepto vinculante con
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 33

la modernidad (Klein, 2005). Producir y consumir como los habitantes de los


países europeos y los Estados Unidos de América se convirtió en la divisa
de los países dependientes que se hallaban en tránsito hacia la modernidad
donde se expresó, una y otra vez, la conciencia de una época que se mira a
sí misma en relación con el pasado, considerándose resultado de una transi-
ción desde lo viejo hacia lo nuevo (Habermas, 1998).
En este contexto, la modernización del campo implicaba forzosamente
seguir el ejemplo de los granjeros capitalistas de los países desarrollados.
Es decir, de aquellos agricultores integrados plenamente al mercado mun-
dial mediante la adquisición y uso de medios de producción modernos.
Estas nuevas tecnologías agropecuarias de los países avanzados se habían
de difundir entre los granjeros tradicionales, pequeños o grandes, a través
de centros de investigación públicos y privados, así como de sus servicios
asociados. Se consideraba tradicionales a la mayor parte de los campesinos,
para los cuales se diseñaron programas de desarrollo comunitario, de mane-
ra que prontamente se “modernizaran” (Kay, 2000).
Para los promotores de la modernización del campo en los países depen-
dientes, este proceso tendría un doble impacto en la expansión de la deman-
da agregada: por un lado, se lograría la plena articulación de la agricultura
a la acumulación de capital, promoviendo el consumo intensivo de agroquí-
micos, semillas genéticamente mejoradas, maquinaria, bombas y otros ape-
ros de labranza; y, por otra parte, causaría un aumento de la producción que,
a su vez, generaría mayores excedentes agrícolas e ingresos, permitiendo a
los productores adquirir una mayor cantidad de bienes. De este modo, los
productores arribarían a una época de mayor producción y de alto consumo
y, por tanto, del desarrollo según los estándares conceptuales, productivos y
de consumo, impuestos por los países imperialistas.
La columna vertebral del modelo sustitutivo de importaciones como
patrón de acumulación fueron, en general, las actividades económicas del
sector secundario y terciario, pero apuntaladas vigorosamente por la agri-
cultura que cumplió las siguientes funciones: producir alimentos básicos
baratos para mantener bajos los salarios de los trabajadores; producir a bajo
costo las materias primas requeridas por la industria; generar divisas para la
importación de bienes de capital; reproducir la fuerza de trabajo empleada
en otras ramas económicas; transferir capital al sector industrial, y promover
34 Ut o p í st i c a A groecológica

la ampliación del mercado interno mediante el consumo de bienes industria-


les. De este modo, las necesidades de industrializar al país vertebró el diseño
y ejecución de las políticas sectoriales y regionales puestas en marcha donde
la agricultura fue incluida, aunque de forma diferenciada, anteriormente
mencionado, como parte sustantiva del gasto público por el papel decisivo
que tuvo en la industrialización del país.
Para los promotores del modelo sustitutivo de importaciones el aumento
de la productividad era primordial, ya que sólo así se podía lograr que la
agricultura cumpliese con los roles asignados y, al mismo tiempo, se arti-
culara plenamente al modelo de acumulación capitalista. Por tanto, era im-
prescindible promover el avance técnico-instrumental del agro para que el
país pudiese transitar por la ruta del desarrollo. Estas condiciones fueron
esenciales para que se implementara la “Revolución Verde”, así como de
otros programas públicos de fomento a la actividad agrícola.

La Revolución Verde

Este término se refiere al desarrollo y uso de variedades modernas de cereales


de alto rendimiento, con aplicación de plaguicidas, herbicidas y fertilizantes
químicos, así como de técnicas de irrigación, transformación y transporte. En
ocasiones se utiliza en forma más amplia para aludir al desarrollo agrícola de
capital intensivo que incorpora las innovaciones de la tecnología en materia
de semillas híbridas, con el consecuente desplazamiento de las variedades
criollas o tradicionales, adaptadas a la localidad (Comisión para la Coopera-
ción Ambiental de América del Norte [cca], 2004).
La Revolución Verde surge como un programa de ayuda directa de la
Fundación Rockefeller con el apoyo del gobierno mexicano. Inicia en 1943
con la creación de la Oficina de Estudios Especiales (oee) en la Secretaría de
Agricultura encargada de generar variedades de alto rendimiento que sólo
pueden lograr cosechas superiores al de los materiales criollos si se irrigan
y se fertilizan. Pero una mayor fertilidad del suelo y disponibilidad de agua
del mismo modo mejoran la ecología de las malezas, plagas y enfermedades,
debiéndose de introducir otros productos químicos para poder combatir ma-
lezas, insectos y enfermedades (Borlaug y Dowswell, 2005). Es decir, las “se-
millas milagrosas” creadas por la Revolución Verde por antonomasia fueron
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 35

adictas a los agroquímicos, que sólo pudieron ser adquiridos por la mayoría
de los productores de riego. Además hay que enfatizar que la excepcional
productividad de estas semillas sólo se logra en la primera siembra; en las
siguientes, la productividad disminuye tan marcadamente, que a veces los
rendimientos son inferiores a los que se puede obtener con semillas ordina-
rias, obligando así al agricultor a adquirir semilla nueva cada año (Taboada,
1938).
Las contribuciones teórico-metodológicas hechas por la Revolución Verde
dieron origen al paradigma productivista y, en su evolución en esta época,
fueron asumidas por varias entidades gubernamentales e internacionales
destacando: la Oficina de Estudios Especiales (1943: oee), el Instituto de In-
vestigaciones Agrícolas (1947: iia), el Instituto Nacional de Investigaciones
Agrícolas (1960: inia), donde se fusionaron la oee y el iia, así como por el
Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (cimmyt) en 1963.
Para acrecentar el potencial productivo de los recursos concretos que in-
tervienen en la producción, el inia (y sus antecesores) utilizaron el enfoque
“recomendaciones generales” que según Laird (1977: 18 y 55-56):

Consistió en el establecimiento de ensayos de campo en sitios dentro de cada


región de interés, para generar tecnologías basadas en la respuesta media de los
cultivos atendidos en los ciclos experimentales. Habitualmente los ensayos de
campo se efectuaron en las estaciones experimentales y otros campos auxilia-
res, donde los investigadores responsables tuvieron un control absoluto sobre
las prácticas de manejo en los experimentos. Las “recomendaciones generales”
se conseguían mediante el siguiente procedimiento: se repetían los ensayos en
los mismos sitios durante tres a cuatro años; usualmente el número de repeti-
ciones variaba de cuatro a seis; se realizaba un análisis económico de los datos
de respuesta obtenidos en cada uno de los sitios experimentales; se estimaban
los niveles óptimos económicos de las prácticas de producción agrícola, pro-
mediando los niveles óptimos estimados para cada sitio; las “recomendaciones
generales” se entregaban al Servicio de Extensión, para que los extensionistas
incluyeran la nueva “fórmula de producción” en los “ensayos de verificación”
que deberían de realizar en varias localidades de sus jurisdicciones de trabajo
para que, finalmente, se procediera a la difusión y adopción de la tecnología a
los usuarios.
36 Ut o p í st i c a A groecológica

Es decir, el enfoque de investigación “recomendaciones generales” se ha


basado en un proceso que ha comprendido simultáneamente cuatro tareas:
la experimentación, la validación, la difusión y la adopción de tecnologías.
La experimentación ha tenido el propósito de generar innovaciones tecnoló-
gicas que resuelvan los principales factores restrictivos del cultivo para acre-
centar su potencial productivo. La validación permitiría confirmar y evaluar
los resultados de la investigación en el contexto regional donde se aplicarían.
La difusión se define como la diseminación de las innovaciones tecnológi-
cas de las fuentes donde se generan hacia los destinatarios o usuarios. Por
último, la adopción se refiere a que los productores usuarios apliquen las
innovaciones tecnológicas generadas.
Para efectuar la experimentación el inia (y sus antecesores) reconocieron
durante el periodo de sustitución de importaciones la diversidad ecológica
de México y organizaron centros regionales de investigación, cuyas áreas de
influencia fueron definidas por criterios agroecológicos y no por límites esta-
tales. Este criterio agroecológico de organización permitió el agrupamiento
de grandes regiones con una problemática común: la agricultura temporale-
ra de la zona templada del altiplano en contraste con la agricultura de riego
del norte, la ganadería de las zonas áridas en contraste con la ganadería del
trópico húmedo y la del trópico seco. La actividad forestal del altiplano en
contraste con la actividad forestal en las selvas tropicales del sur del país
(Moncada, 1991).
Técnicamente, las “recomendaciones generales” han tenido como propó-
sito esencial el de provocar cambios radicales en el manejo de cultivos y en
su potencial productivo, suponiendo que en las regiones agroecológicas de-
limitadas coexisten productores que tienen un manejo de cultivos razonable-
mente similar. En esta concepción de espacio subyace una visión homogénea
del mismo, cuyos precursores fueron los teóricos de la economía espacial
para los cuales las diferencias socioeconómicas y culturales no son pensa-
das como razones importantes para que influyan en el empleo de tecnología
agrícola.
Bajo este supuesto, la tarea del investigador agrícola consistió en crear
tecnologías para los cultivos más importantes de estas regiones agroecológi-
cas; la transferencia de la misma correspondió a los programas de extensión
agrícola, cuyo éxito sería mayor (y, por tanto, el de generación tecnológica)
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 37

a medida que un número más grande de productores incorporaran a su pro-


ceso productivo la tecnología creada. De esta forma, la transferencia, y no la
generación de tecnología, se convertiría en la preocupación central del téc-
nico. Con este fin, se diseñaron e instrumentaron formas de convencimiento
para que el productor reconociera, aceptara y aplicara el paquete tecnológico
ofrecido.
Este modelo de extensión agrícola, vigente en el país hasta finales de la
década de los ochenta del siglo pasado, se inspiró en el modelo de asistencia
técnica promovida en los Estados Unidos de América. Su base teórica fue el
proyecto convencional o clásico ideado por los profesores de la llamada Es-
cuela Extensionista que trataron de convertir a la extensión agrícola en una
profesión científica dotada de sus propios conceptos, teorías, principios y
metodologías con el propósito de persuadir a los agricultores, especialmente
a los más grandes y progresivos, a que adoptaran nuevas técnicas para au-
mentar la producción (Coombs y Ahmed, 1975).
Para la Escuela Extensionista bastaba con convencer a los agricultores
“líderes” a que adoptaran las innovaciones tecnológicas para que de forma
natural, el resto de los productores procedieran a innovar el manejo de los
cultivos. En el caso de que no se lograra la transferencia de tecnología y la
tecnificación del campo, la responsabilidad sería de los productores por su
incapacidad de tomar decisiones, debido a su tradicionalismo, ignorancia
y/o carencia de espíritu empresarial.
Al unísono con la propuesta de la Escuela Extensionista, Rogers y Sven-
ning (1979) plantearon la teoría de la difusión de innovaciones, enganchada
al espíritu de innovación, para investigar los factores que promueven o di-
ficultan la adopción de tecnologías por parte de los productores. El espíritu
de innovación se entiende como el grado en que un individuo adopta ideas
nuevas antes que otros miembros de su comunidad, cuantificada median-
te la tasa de adopción. Por tanto, la decisión de innovar incluye acciones
mentales que realiza dicho individuo para decidir el tiempo en que acepta o
rechaza la innovación.
Para medir el espíritu de innovación se cuantificó la tasa de adopción por
medio del cálculo del número de individuos que admite una nueva tecnolo-
gía en un periodo de tiempo. Según el espíritu de innovación de los produc-
tores, pueden ser clasificados en cinco clases: los generadores o innovadores;
38 Ut o p í st i c a A groecológica

quienes adoptan pronto; la mayoría que adopta más pronto; la mayoría que
adopta más tarde, y los productores lentos o rezagados. Factores tales como
el cosmopolitismo, uso de medios de comunicación, contacto con los agentes
de cambio, la organización y educación de los productores fueron las varia-
bles asociadas con la teoría de difusión de innovaciones, convertida desde
la sexta década del siglo pasado en el marco teórico preferido por los inves-
tigadores a nivel mundial dedicados a evaluar el grado de transferencia de
tecnología agrícola.
Esta teoría muestra tres grandes equívocos teórico-metodológicos. El
primero tiene que ver con las distintas causas que explican la adopción de
tecnologías, las cuales fueron reducidas exclusivamente a factores como el
cosmopolitismo, uso de medios de comunicación, contacto con los agentes
de cambio, la organización y educación de los productores. Al respecto, sos-
layaron otras condiciones generales (por ejemplo, las condiciones materiales
en las que cultivan y viven los productores) que influyen de manera mani-
fiesta en la adopción de innovaciones.
El segundo equívoco de dicha teoría tiene su origen en la sustitución de
las condiciones generales y concretas que influyen en el manejo de los cul-
tivos por el etéreo espíritu de innovación, eludiendo una cuestión central
enunciada en las “recomendaciones generales” que explícitamente propo-
nen el uso de “fórmulas de producción” muy concretas, generadas mediante
la experimentación agrícola; por ejemplo, cuando las “recomendaciones ge-
nerales” versan sobre el uso de “fórmulas de fertilización”, lo que proponen
las instituciones de investigación no es que el productor adopte el empleo
de cualquier fertilizante. Lo que la “fórmula de fertilización” plantea es que
el productor aplique una “dosis óptima económica” compuesta por cierto
tipos de fertilizantes que presentaron a nivel experimental los mayores ren-
dimientos unitarios con diferencia estadística significativa y, a la vez, meno-
res costos de producción. Esto sucede con otras “fórmulas de producción”
que proponen las “recomendaciones generales”, que normalmente han sido
sistematizadas en paquetes tecnológicos.
Por tanto, lo que se debe evaluar de manera específica, es la aplicación
adecuada, por parte de los productores, de las distintas “fórmulas de pro-
ducción” que incluye el paquete tecnológico recomendado. Ciertamente, en
este proceso de “adopción”, influye el cosmopolitismo, el uso de medios de
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 39

comunicación, el contacto con los agentes de cambio, la organización y edu-


cación de los productores, pero también, los programas públicos de fomento
agrícola implementados por los distintos tipos de gobierno, el ingreso, la
edad y pluriactividad de los productores, la migración, etcétera.
El tercer equívoco se refiere a que se empleó el concepto de adopción para
evaluar el empleo de tecnología en el manejo de los cultivos, en lugar del
de apropiación tecnológica. La adopción, como ya se dijo, se entiende como
una decisión mental y autónoma que toma cada individuo para resolver si
utiliza o rechaza la nueva tecnología. En cambio, el de apropiación supone
que: a) la generación y transferencia de tecnología agrícola son dos tareas
científicas diferentes, donde una y otra son imprescindibles para mejorar el
rendimiento de los factores de la producción agrícola; b) lo que se debe de
evaluar es el empleo adecuado de las innovaciones tecnológicas aplicadas en
el manejo de los cultivos, y c) al evaluar simultáneamente el empleo adecua-
do, el inadecuado y el rechazo de los productores a emplear cierta “fórmula
de producción”, se muestra el grado en que los agricultores van teniendo
pleno dominio de todo el paquete tecnológico recomendado o de alguno de
sus componentes.

El programa de ajuste estructural


y la modernización del campo mexicano

La segunda etapa de la modernización del campo coincide con la aplicación


del modelo de acumulación neoliberal que emerge en un contexto mundial
de crisis y restructuración capitalista, originando que el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial asignaran a los países dependientes po-
líticas públicas sistematizadas por Williamson (1990) en el Consenso de
Washington y asumidas en México mediante el Programa de Ajuste Es-
tructural. Dentro de estas políticas destacan: el control de la inflación, tener
finanzas públicas equilibradas, la reducción del gasto público, la reforma
tributaria, la determinación de las tasas de interés en el mercado de dinero, la
flexibilidad en el tipo de cambio, favorecer la apertura comercial, la entrada
de inversión extranjera directa y la privatización de empresas estatales.
Este modelo se caracteriza, según Robinson (1996), por poseer una estruc-
tura social de acumulación controlada por una élite transnacional organizada
40 Ut o p í st i c a A groecológica

institucionalmente en corporaciones globales y en agencias de planificación


económica y foros políticos supranacionales como el Fondo Monetario Inter-
nacional, la Comisión Trilateral y el Grupo de los Siete.
La globalización y las políticas neoliberales destaparon enormes y nuevas
oportunidades para la acumulación trasnacional entre 1980-1990. La revolu-
ción en la tecnología de computación e informática y otros avances tecnoló-
gicos ayudaron al capital trasnacional emergente a lograr grandes avances
en la productividad y a reestructurar, flexibilizar y deshacerse de mano de
obra en todo el mundo. Esto debilitó los sueldos y beneficios sociales y facili-
tó la transferencia de ingresos al capital y a sectores de alto consumo a través
del mundo, que significaron nuevos segmentos de mercado, estimulando el
crecimiento. Esta nueva ronda frenética de acumulación en el mundo con-
trarrestó la crisis económica de 1973-1974 (Robinson, 2011), que marcó la
conclusión del modelo sustitutivo de importaciones.
La puesta en marcha del programa de ajuste estructural en México per-
meó todas las ramas económicas, incluyendo a la agricultura. Con este fin,
se diseñó el Programa de Modernización del Campo (1989-1994) que se pro-
puso: eliminar los vicios y distorsiones que frenan la capacidad productiva
del sector rural, por medio de la aplicación de las siguientes políticas: dar
certidumbre en la tenencia de la tierra, poner fin al otorgamiento de subsi-
dios de manera indiscriminada, desregular el comercio interno de los pro-
ductos agropecuarios y promover una mayor vinculación comercial con el
exterior, favorecer la competitividad internacional de la industria rural y
agroindustrial, estimular la asociación entre ejidatarios, comuneros, peque-
ños propietarios con empresarios para capitalizar al campo y favorecer el
adelgazamiento de los organismos gubernamentales que realizan activida-
des en el campo.
A diferencia del modelo sustitutivo de importaciones, donde los produc-
tores fueron incluidos como parte sustantiva del modelo de acumulación por
las funciones que cumplieron para facilitar la industrialización del país, en
esta fase de acumulación de capital la industria ya no demandó de la agricul-
tura, y en particular de los campesinos, una producción abaratada de granos
y alimentos como condición para mantener bajos los salarios nominales y
elevados los salarios reales de los obreros. Este papel sería responsabilidad
de los productores de Estados Unidos de América, toda vez que poseen los
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 41

suelos más fértiles del mundo, tecnología de punta y enormes subsidios que
les permitieron abaratar los precios de este grano. Por esta razón, la forma de
producción campesina dejó de formar parte de la reproducción del capital
global. Al perder el vínculo con el capital como productor, las políticas pú-
blicas los excluyeron de los planes integrales productivos y los incluyeron en
proyectos asistenciales para reproducirlos como fuerza de trabajo y no como
productores (Rubio, 2000).
Esta situación se tradujo en un abandono paulatino de los apoyos que
brindaba el estado mexicano al desarrollo de la agricultura, a partir de la
década de 1990 del siglo pasado. Según Salcedo (1999), mientras que entre
1982-1988 la Secretaría de Agricultura controlaba 71 organismos, empresas y
fideicomisos, en el periodo 1989-1994 éstos se redujeron a 20, y para finales
de 1990 sólo contaba con nueve. Consecuentemente, el presupuesto asignado
a estos organismos y el personal que en ellos laboraban disminuyó en más
de 50 % durante los últimos 15 años, además de que el presupuesto gastado
en el campo mexicano se ha seguido distribuyendo de forma inequitativa.
En este contexto económico adverso surgió en 1985 el inifap, donde se
fusionaron el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (1960), el Insti-
tuto Nacional de Investigaciones Forestales (1962) y el Instituto Nacional de
Investigaciones Pecuarias (1963), dependientes de la Secretaría de Agricul-
tura y Recursos Hidráulicos (sarh), hoy Sagarpa. Actualmente, es la agencia
facultada para atender las demandas de productores y cadenas agroindus-
triales en investigación agropecuaria (inifap, 2014).
La aplicación del programa de ajuste estructural introdujo cambios en el
funcionamiento y financiamiento del inifap. En cuanto a su funcionamiento,
se llevó a cabo la descentralización admi­nistrativa para tratar de resolver la
baja productividad en el ámbito de las entidades federativas y de integrarlas
en mejores condiciones al desarrollo económico nacional. Con este fin, se
trasladaron las funciones de investigación del inifap a los gobiernos estatales
para articular los elementos más importantes del Sistema Nacional de Inves-
tigación Agropecuaria.
Por su parte, la contracción del gasto público destinado a la investigación
agropecuaria fomentó una estrategia de financiamiento sectorial basado en
la competitividad de los recursos que obligó al inifap a diversificar sus fuen-
tes de financiamiento. Desde 1996, cuando se pone en marcha el Programa
42 Ut o p í st i c a A groecológica

de Alianza para el Campo y se crean las Fundaciones Produce en cada enti-


dad federativa del país, los recursos operativos que ha manejado el instituto
tienen tres orígenes: los fondos fiscales asignados de forma directa al inifap,
los fondos sectoriales y mixtos compartidos y administrados por el Conacyt
y los fondos manejados por las Fundaciones Produce.
Estas fuentes de financiamiento introdujeron algunos cambios metodoló-
gicos en el inifap. Tocante a los fondos sectoriales, los mixtos compartidos y
los operados por las Fundaciones Produce, al proporcionarse por concurso
y competir por estos fondos, el instituto actúa como proveedor de tecno-
logía con la idea de resolver problemas tecnológicos concretos que tienen
ciertos tipos de productores (Instituto Interamericano de Cooperación para
la Agricultura [iica], 2003). Respecto al suministro de los fondos fiscales, el
inifap reconoció dentro de cada entidad federativa y Distritos de Desarrollo
Rural, Provincias Agronómicas de muy buena, buena y mediana potenciali-
dad productiva.
Sin embargo, a pesar del cambio de modelo de acumulación, el instituto
ha conservado indemne el enfoque “recomendaciones generales” utilizado
desde antaño para generar los paquetes tecnológicos, los que ahora serán
generados y recomendados a nivel de cada uno de los municipios y Pro-
vincias Agronómicas que integran a los 190 Distritos de Desarrollo Rural,
distribuidos en las 31 entidades federativas de la República Mexicana y el
Distrito Federal.
La persistencia del enfoque “recomendaciones generales” se debe, en últi-
ma instancia, a que ha sido el principal instrumento del modelo sustitutivo
de importaciones y del neoliberalismo, para lograr el avance técnico-instru-
mental del campo mexicano y, con ello, conseguir el gran propósito de la
modernidad, transfigurado en desarrollo: construir un mundo sobre la base
de un contrato de igualdad entre los seres humanos, exenta de su realidad
social y territorial, basada en la necesidad de erigir un mundo homogéneo
donde no hayan diferencias sociales y espaciales al interior de las naciones.
La modernidad quiere tener territorios y sociedades que tengan una misma
forma de producir, de consumir, de pensar y de comportarse (Ramírez, 2000).
Esta estrategia de investigación está firmemente anclada a una racionali-
dad técnico-científica de la civilización moderna, que se ha caracterizado por-
que la relación sociedad-naturaleza se ha establecido mediante el principio
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 43

de dominio-destrucción basado en un manejo depredador de las condiciones


generales endógenas de producción, que está conduciendo a la humanidad a
una crisis ecológica de magnitudes planetaria. Para este modelo civilizatorio,
la naturaleza se concibe como una inmensa plataforma de producción ho-
mogénea y manipulable, la cual ha sido degradada y expoliada al haber sido
reducida a un simple instrumento de los caprichos, codicias e intereses de la
especie humana. La civilización moderna, al encontrarse ya más sometida al
orden que ella misma ha creado que a los ritmos naturales, se separa de ma-
nera clara de la naturaleza y le siente como si fuera un objeto exterior. Este
estilo de pensamiento racionalista modifica la percepción tradicional de la
naturaleza. Aquí el hombre se percibe como creador autónomo de su propio
mundo artificial, diverso al mundo natural (Gurevitch, 1990).
Por otra parte, la contracción del gasto público trajo como consecuencia el
quebranto del Servicio de Extensión Agrícola a partir de 1990 ofertado por la
cabeza del sector, y sentó las bases para privatizar el servicio de transferencia
de las innovaciones tecnológicas. De acuerdo con Santoyo et al., (2011: 4-6):

[…]El (nuevo) extensionismo reaparece con una estructura presupuestal diver-


sa ya que los recursos para el sistema, ya no son el gasto corriente de alguna
institución, para convertirse en un subsidio al sector cuyo monto se determina
en el Presupuesto de Egresos de la Federación cada año. Esto significa que ya
no se puede contar con una estructura fija de empleados públicos, pues ahora
el presupuesto son recursos para pagar servicios o contratos por tiempo y obra
determinada. De esta manera el extensionismo regresa como “servicio privado
de pago público”, donde los extensionistas ya no son empleados del Gobierno.
[…]Actualmente los programas de extensionismo aceptan solicitudes
expresas de los productores con propuesta de programas de trabajo y profe-
sionales específicos para atender sus necesidades. Además, se promueve la
participación activa de los productores en la evaluación del desempeño de los
profesionales y efectúan aportaciones para el pago de los servicios profesio-
nales recibidos, dando más injerencia a los “clientes finales” en la operación y
orientación del sistema, mejorando la rendición de cuentas del mismo.
[…]Los servicios de extensión ahora involucran más instituciones del Go-
bierno Federal tales como la Sagarpa (firco, inca Rural, Senasica, etcétera),
los Fideicomisos Instituidos en Relación a la Agricultura del Banco de México
44 Ut o p í st i c a A groecológica

(fira), la Secretaría de Reforma Agraria, la Financiera Rural, la Comisión Na-


cional Forestal, el Fondo Nacional de Empresas Sociales, la Comisión de Desa-
rrollo Indígena, entre otros, que sin perder el carácter de “servicio privado de
pago público” operan con reglas y principios de funcionamiento diferentes.
Los gobiernos estatales ahora son también actores relevantes, pues una parte
importante del presupuesto para asistencia técnica de la Sagarpa es operado
directamente por ellos.
[…]El nuevo sistema en lugar del término “extensionista” usa nombres
como prestador de servicios profesionales, técnico, agente de cambio, asesor,
consultor, mentor, capacitador, formador, animador, articulador, etcétera.
Igualmente para el caso de equipos técnicos formalmente constituidos se utili-
zan denominaciones como despachos, empresas de servicios, agencias de de-
sarrollo rural, agencias para la gestión de la innovación, etcétera. Esta variedad
de nombres se explica, en parte, por las nuevas actividades efectuadas por los
profesionistas: desarrollo de capacidades, asistencia técnica, servicios profesio-
nales, capacitación, consultoría, transferencia de tecnología, gestoría de apoyos
y créditos, articulación territorial, etcétera. Esta flexibilización de los progra-
mas de trabajo reconoce que los profesionistas deben abordar aspectos técni-
cos, pero también gerenciales, comerciales, y por lo tanto, no hace obligatoria
la vinculación de los servicios de extensión con los centros de investigación
agropecuaria.

Este tipo de extensionismo tiene, al menos, dos grandes desventajas:


puede ser factible y adquirido solamente por los “campesinos viables” que
se encuentran integrados a los circuitos agrocomerciales y agroindustriales
(Bengoa, 2003), incluidos los productores de granos básicos con potencial
productivo, pero no por la mayoría de las unidades económicas rurales de
subsistencia y de transición. Estas constituyen 81.3 % de 5.3 y 5.4 millones
de unidades económicas que existen en México, las cuales son consideradas
como de tipo familiar y con poca vinculación con el mercado (fao y Sagarpa,
2012). Estos productores se encuentran más preocupados por adquirir el pan
de cada día que por contratar servicios de transferencia tecnológica, median-
te la firma de contratos por tiempo y obra determinada.
Además, desde la perspectiva teórico-metodológica, en este “nuevo ex-
tensionismo”, prevalece una profunda desarticulación entre la investigación
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 45

y extensión agrícola, como la que existía en la década de 1940 que se consi-


deraba ya superada por las aportaciones hechas por académicos e investiga-
dores pertenecientes a organizaciones no gubernamentales, universidades y
asociaciones civiles.
Al respecto, sobresalen las siguientes aportaciones teórico-metodológicas
para generar y transferir tecnología agrícola: el Plan Puebla (De la Fuente
et al., 1990); los paradigmas agroecológico (Hernández-Xolocotzin, 1988) y
etnoecológico (Toledo, 1990); los Dominios de Recomendación (Byerlee et
al., 1980 mencionado por Escobar y Berdegué, 1990); el método de Investi-
gación-Desarrollo impulsado por Agraria (Aguirre et al., 1987) Organización
No Gubernamental chilena, y por el Programa Interdisciplinario de Inves-
tigación en Educación de la Universidad Católica de Chile; la Red Interna-
cional de Metodología de Investigación en Sistemas de Producción (Escobar
y Berdegué, 1990); el Movimiento Campesino a Campesino (Pasos, 1996);
el Modelo del Agricultor Primero y Último (Chambers y Ghildyal, 2002); el
modelo Chapingo de transferencia tecnológica (Sepúlveda, 2000); el Modelo
Integral y Autogestivo para el desarrollo tecnológico (Mata, 2000); el Movi-
miento Campesino a Campesino (Holt, 2008); el proyecto Escalonamiento
de Experiencias Agroecológicas Exitosas en América Latina (Ranaboldo y
Venegas, 2007), etcétera.
Por otra parte, la predominancia del capital trasnacional durante el pro-
grama de ajuste estructural neoliberal va a reforzar la hegemonía de las
grandes empresas dedicadas a producir y a comercializar insumos agrícolas
(Monsanto, Pioneer, Cargill, Syngenta, y Dow AgroSciences), las cuales van
a tratar de imponer sus intereses en el manejo de los cultivos, mediante la
promoción de la “Revolución Transgénica”. Como se sabe, esta revolución
se ha basado en la creación de organismos genéticamente modificados, con
el fin de ampliar las oportunidades de la acumulación de capital y no de
mejorar los rendimientos de los cultivos y la seguridad alimentaria familiar.
En la Revolución Transgénica se combinan y transfieren genes de dife-
rentes organismos (bacterias, animales, hongos y hasta virus) de manera
permanente a las plantas o animales que se quieren hacer transgénicos, lo
que violenta procesos que en la naturaleza llevarían millones de años o sen-
cillamente, serían imposibles de ocurrir. Con ello se abren muchas incerti-
dumbres, riesgos y peligros. Con esta tecnología también se puede hacer que
46 Ut o p í st i c a A groecológica

las semillas no sean fértiles de una cosecha a otra; esta tecnología llamada
popularmente terminator, causa una dependencia absoluta: hay que comprar
nuevas semillas cada año (Barros y Álvarez, 2013).
En este contexto, el papel que ha jugado la agricultura, independiente del
modelo de acumulación de que se trate, se encuentra plenamente articula-
do a lo que Rubio (2014) ha denominado el “dominio del hambre” y que
tiene que ver con la emergencia del poder alimentario de los Estados Unidos
de América después de la Segunda Guerra Mundial, hasta nuestros días.
La ayuda alimentaria durante la posguerra, la desvalorización de los bie-
nes alimentarios durante el modelo neoliberal y la financiarización de las
commodities y el dominio espacial durante la actual fase de transición son los
mecanismos utilizados por Estados Unidos a través de las grandes trasnacio-
nales, en su contienda por el poder mundial.
Holt y Patel (2009) lo plantean así: la agricultura se ha convertido en un
modo industrial de acumulación corporativa en vez de ser el medio a tra-
vés del cual se aseguran vidas productivas, oferta sostenible de mercancías
y alimentos sanos. Los sistemas locales y nacionales de alimentos han sido
eliminados, sin consideración alguna, por intereses de las empresas trasna-
cionales. La tierra, el trabajo, el agua y el patrimonio genético de nuestro
planeta han sido privatizados y convertidos en mercancías. Incluso la dieta
ha sido colonizada por las corporaciones que producen alimentos y su deseo
insaciable de aumentar sus ganancias. En este contexto, adquiere mayor re-
levancia mejorar la productividad de aquellos productores que generan bie-
nes que se destinan, en su mayor parte, al autoconsumo, como es el caso del
maíz manejado bajo condiciones de temporal.
Dentro de un contexto más amplio, digamos de carácter epistemológico,
el modelo de extensionismo y difusión de tecnología impulsado por la Revo-
lución Verde tiene sus fundamentos, procede a su vez, de un “pecado origi-
nal”: la idea de que sólo existe un conocimiento válido, el del experto, técnico
o científico, y que los productores, en este caso los campesinos tradicionales,
a quienes se pretende mejorar carecen de o poseen escasos conocimientos
para incrementar los rendimientos de sus cultivos. Este sesgo, que obedece
a la propia ideología del desarrollo, ha sido fuertemente cuestionado desde
hace al menos cuatro décadas (Freire, 1971) y lleva como contraparte todo el
caudal de investigaciones realizadas por todos los rincones del mundo, acer-
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 47

ca de los llamados saberes locales, tradicionales, campesinos y/o indígenas,


y que en conjunto han revelado la existencia de un conocimiento diferente al
derivado de la ciencia, pero no menos preciso, detallado, útil y, en fin, válido
(Toledo y Barrera-Bassols, 2008).
El reconocimiento y validación de estos conocimientos precientíficos o
premodernos en las mentes de los productores, llamados por C. Levi-Strauss
(1964) la “ciencia de lo concreto”, ha promovido un nuevo paradigma peda-
gógico que bajo el nombre de diálogo de saberes, impulsan una búsqueda de
alternativas en la producción de alimentos basada en la combinación de la
experiencia del productor con la del experto (Argueta-Villamar et al., 2011).
El diálogo de saberes es, además, uno de los pilares esenciales del nuevo pa-
radigma agroecológico (Altieri y Hecht, 1990). En el caso de México, donde
existe agricultura desde hace al menos unos 7 000 años, y donde los cam-
pesinos tradicionales provienen de una matriz cultural (las civilizaciones
mesoamericanas) de entre 1 000 y 3 000 años, el modelo pedagógico unidi-
reccional promovido por la Revolución Verde ignora este bagaje cultural de
los productores; es decir, la existencia de una memoria o experiencia agrícola
resulta algo más que absurda.
En este contexto, el diálogo de saberes constituye un marco epistémico;
a saber, una forma de pensar, una concepción del mundo de los individuos
de una cultura en un momento de su historia que condiciona un enfoque
conceptual a partir del cual se teoriza. Es un marco que se acepta de forma
natural e inconsciente. No es la influencia sobre un aspecto particular del
desarrollo científico, sino la conceptualización de base que está en la cultura
de la época y que no se cuestiona (Castorina, 2001). En este contexto, el diá-
logo de saberes constituye la base para entender el desarrollo ontogenético
de las tecnologías aplicadas en el manejo de los cultivos donde convergen,
en la misma totalidad funcional, los procesos de diferenciación e integración
de componentes (tecnológicos) desigualmente desarrollados en el proceso
histórico (Piaget, 1975), como una expresión concreta del desarrollo contra-
dictorio de la agricultura.
Se trata, según Novack (1974: 1), de una de las expresiones de:

La “Ley del Desarrollo Desigual y Combinado” que es una ley científica de la


más amplia aplicación en el proceso histórico. Tiene un carácter dual o, mejor
48 Ut o p í st i c a A groecológica

dicho, es una fusión de dos leyes íntimamente relacionadas. Su primer aspecto


se refiere a los disímiles ritmos en el crecimiento de las fuerzas productivas.
El segundo, a la correlación concreta de estos factores desigualmente desarro-
llados en el proceso histórico. Los aspectos esenciales de esta ley pueden ser
brevemente planteados así: el factor más importante del progreso humano es
el dominio del hombre sobre las fuerzas de producción. Primera parte de la
ley: todo avance histórico se produce por crecimiento más rápido o lento de
las fuerzas productivas en este o aquel segmento de la sociedad, debido a las
diferencias en las condiciones naturales y en condiciones históricas. La segun-
da parte dice: estas disparidades dan un carácter de expansión o compresión
a toda una época histórica e imparte distintas proporciones de crecimiento a
diferentes pueblos, a diferentes ramas de la economía, a diferentes clases, insti-
tuciones sociales y campos de cultura. Esta es la esencia de la ley del desarrollo
desigual. Estas variaciones entre múltiples factores de la historia dan la base
para el surgimiento de un fenómeno excepcional, en el cual los rasgos de una
etapa más baja del desarrollo social se mezclan con las de otra superior.

El marco epistémico que subyace en la Revolución Verde ha sido desple-


gado por la hybris del punto cero como sostén de la razón científica imperia-
lista. El punto cero es una forma de conocimiento humano con pretensiones
de objetividad y cientificidad, suponiendo que el observador no forma parte
de lo observado. Ubicarse en el punto cero equivale a tener el poder de un
Deus absconditus que observa el mundo sin tener que dar cuenta a nadie de la
legitimidad de tal observación para instituir una visión del mundo recono-
cida como válida, universal, legítima, acreditada por el Estado. Observados
desde el punto cero, los conocimientos que sostienen la sabiduría ancestral
son considerados como doxa y un obstáculo epistemológico que deben ser
superados. Sólo son legítimos los conocimientos que cumplen con los prin-
cipios metodológicos y epistémicos definidos por la hybris del punto cero. Los
demás conocimientos son vistos como anecdóticos, superficiales, folclóricos,
mitológicos, pre-científicos y pertenecientes al pasado de Occidente (Castro,
2007).
Es decir, la Revolución Verde y Transgénica involucran innovaciones crea-
das desde un marco epistémico cimentado en la colonialidad del saber que
como conocimiento ha organizado la totalidad del espacio-tiempo de todas
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 49

las culturas, pueblos y territorios del planeta en una gran narrativa universal
en la cual Europa es el centro geográfico y la culminación del movimiento
temporal (Lander, 2000). Para De Sousa (2007), esta colonialidad expresa una
geopolítica del conocimiento, cuya hegemonía epistémica surge del poder
nombrar por primera vez, crear fronteras, decidir cuáles conocimientos y
comportamientos son legítimos, y establecer una visión del mundo domi-
nante.
Desde esta perspectiva, comprender la modernización agrícola invo-
lucra dos cuestiones: primero se debe de considerar la violencia epistémi-
ca (Castro-Gómez, 2000) que comprende esta modernización y, segundo,
la desobediencia epistémica que, según Mignolo (2010), es la opción de la
de-colonialidad del saber mediante el reconocimiento de otros saberes y
conocimientos que han jugado un rol trascendental en el desarrollo de las
fuerzas productivas y en la necesidad de instaurar estos conocimientos deco-
loniales para promover el desenganche y la de-colonialidad política y episté-
mica como pasos necesarios, para después imaginar y construir sociedades
no-imperiales/coloniales, democráticas y justas.
Como ya se dijo, la Revolución Verde y Transgénica están indeleblemente
articuladas al paradigma productivista. Un paradigma comprende teorías,
conceptos, metodologías y técnicas que sustentan una forma de investigar
ciertas problemáticas sociales. Se trata de construcciones científicas univer-
salmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de
problemas y soluciones a una comunidad científica (Kuhn, 1971). Este para-
digma se encuentra anclado en la “ley del mínimo de Liebig” que plantea
que siempre hay un factor que limita el incremento del rendimiento, que
solamente puede ser superado mediante la incorporación de un insumo ex-
terno apropiado. Esta ley ha promovido un doble proceso de simplificación
del manejo de los cultivos.
El primero tiene un origen teórico-metodológico porque cuando la ley
plantea que siempre hay un factor que limita los rendimientos, se justifica la
generación de “fórmulas de producción” referidas a cada una de las prácti-
cas que comprende el manejo de los cultivos. De esta manera, esta ley ha jus-
tificado el empleo de un método de investigación basado en el positivismo,
el cual ha desarticulado este manejo en cada una de las actividades concretas
(preparación del suelo, arreglo topológico, fertilización del suelo, control de
50 Ut o p í st i c a A groecológica

malezas, plagas y enfermedades, etc.), separando lo que en la realidad cons-


tituyen partes de un sistema complejo que interactúan entre sí. En este caso,
la experimentación agrícola, primera fase del enfoque “recomendaciones ge-
nerales”, ha sido circunscrita exclusivamente al estudio del insumo o prác-
tica agrícola que limita los rendimientos: semillas, fertilizantes, herbicidas,
arreglo topológico, etcétera.
El segundo proceso de simplificación se debe a que esta ley únicamente en-
fatiza en el componente perjudicial que está presente en el factor limitante de
la producción. Por ejemplo, la artropodofauna (conocida eufemísticamente
como plagas) y las arvenses (conocidas como malas hierbas o malezas) pre-
sentes en el agroecosistema son consideradas como “plagas” a las que hay
que exterminar, sea por la aplicación de insumos orgánicos o de agroquími-
cos, soslayando que la flora y fauna tienen su lado benéfico, complementario,
ya que forman parte sustantiva de las estructuras tróficas, las cuales tienen
la capacidad de crear un equilibrio biológico y de mejorar sustantivamente
la fertilidad de los suelos, mediante el reciclaje de nutrientes. Este método
de investigación, que ha marcado el devenir del pensamiento occidental de
la modernidad, ha soslayado la lógica inclusiva basado en “esto y aquello”
de manera simultánea (Castro, 2007). Estos conocimientos fragmentarios y
aislados constituyen una nueva forma de ignorancia si no se integran en una
visión más amplia de la realidad (Padre Francisco, 2015).
Esta doble simplificación ha originado, a final de cuentas, la sustitución de
los factores ecológicos que caracterizaba el manejo del maíz cuando se siem-
bra, asociado con otros cultivos, por el uso indiscriminado de insumos exter-
nos (Holt, 2008), ocasionando diversas secuelas nocivas para los productores
y la sociedad en general, como: la erosión de suelos, la contaminación am-
biental y el cambio climático (Stern, 2007); el descenso de la productividad,
la exclusión de los productores de las tareas primarias y el aumento de las
desigualdades sociales en el campo (Rosset, 1997); la mengua de la biodiver-
sidad, el agotamiento y sobre-explotación de acuíferos (Pengue, 2005).
Estas consecuencias nocivas de dichas revoluciones están arriesgando la
existencia de toda la especie humana, pues, como veremos en el capítulo
final, los sistemas agroindustriales de producción de alimentos son una de
las causas mayores del calentamiento del planeta y, por tanto, del cambio
climático a escala global.
L a moderniz ac ió n d e l c amp o me x ic ano 51

Por esta razón, los sistemas agrícolas manejados bajo la férula del para-
digma productivista jamás podrán mantener la productividad ni perdurar
en el tiempo ni garantizar la seguridad alimentaria familiar, ya que degra-
dan, cada vez y con mayor fuerza, el entorno natural. Funcionan siempre
y cuando se les subsidie con energía fósil que exigen cada vez en mayores
cantidades (Caporal, 2008).
El patrón tecnológico agroindustrial o moderno, al socavar las condiciones
naturales en que se lleva a cabo la actividad agrícola, está poniendo en ries-
go su persistencia en el tiempo porque es más vulnerable a las alteraciones
de temperaturas y precipitaciones originadas por el cambio climático. Esta
vulnerabilidad se ha evidenciado en el incremento de desastres naturales.
Según Holt y Patel (2009), actualmente ocurren en promedio 500 desastres
climáticos cada año, mientras que en la década de 1980 sólo ocurrieron 120.
El desarrollo tecnológico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida
integralmente superior no puede considerarse progreso (Padre Francisco,
2015).
La Revolución Verde y Transgénica, como violencia epistémica y réplica
de la colonialidad, ha sido implantada por la monocultura del monoproduc-
tivismo capitalista (Barbetta, 2012). Son tendencias neoliberales, imperiales
y globalizantes del capitalismo y la modernidad, donde la localidad históri-
ca es suplida por formulaciones teóricas monolíticas, monoculturales y uni-
versales, vinculada con la hegemonía, la periferización y la subalternización
geopolítica, racial, cultural y epistémica que la modernidad ha establecido
desde la posición de Europa como centro. La colonialidad es el lado oculto
de esta modernidad que ha articulado desde la Conquista los patrones del
poder, del saber, del ser y de la naturaleza, de acuerdo con las necesidades
del capital para el beneficio de la elite blanca y criolla (Walsh, 2007).
Para los modernizadores del campo, lo diverso, la Otredad, ha sido consi-
derado como la causa de la crisis en que se encuentra el campo, debido a que
ha alterado la idea de la normalidad moderna. Pero el Otro es distinto porque
es portador de una cultura, es heredero de una tradición, es representante de
una colectividad, es punto nodal de una estructura permanente de comuni-
cación, es iniciado en un universo simbólico, es participante de una forma de
vida distinta, es resultado y creador de un proceso histórico específico, único
e irrepetible (Krotz, 2002); además, el Otro es distinto porque es poseedor
52 Ut o p í st i c a A groecológica

de otras utopías, otros conocimientos, de otras prácticas, de otras formas de


manejo del maíz sustentadas en otras tecnologías, las cuales son diferentes y,
al mismo tiempo complementarias de las tecnologías modernas.
En este contexto no es casual que la milpa, calificada por la fao como Sis-
tema Importante/Ingenioso del Patrimonio Agrícola Mundial (Koohafkan,
2010), y a pesar de la enorme importancia que ha tenido como garante de la
seguridad alimentaria de millones de familias y de haber persistido durante
alrededor de siete milenios, no haya sido reconocida por la estadística agro-
alimentaria institucional.
En efecto, en el siap1 no existe ningún registro sobre la milpa, porque al
hacerlo se tendrían que reconocer de forma explícita las múltiples opciones
tecnológicas que los productores han generado y utilizado en su manejo; del
mismo modo, se tendría que advertir la eficiencia de estas formas de manejo.
Ambas cuestiones pondrían en enormes apuros el manejo convencional del
maíz, considerado como el único método racional que se puede utilizar para
la generación de tecnologías.
Aquí cabe señalar, por su enorme importancia, que la milpa es más que
un sistema agrícola. Dado que se trata de una práctica que requiere, en la
mayoría de los casos, del abandono temporal de la parcela para permitir la
recuperación de la fertilidad de los suelos mediante la regeneración de la
vegetación, la milpa en realidad opera como el eje de un sistema agrofores-
tal, que requiere de conocimientos y habilidades para manejar el espacio y
el tiempo con base a las dinámicas de suelos, vegetación, clima, cultivares e
incluso de las especies silvestres de plantas y animales. Lo anterior en virtud
de que las supuestas “etapas de descanso” son también momentos producti-
vos en los que se practica la recolección y la cacería.
En consecuencia, el milpero es en realidad un estratega en el uso de una
gran variedad de recursos; no solamente mantiene policultivos de hasta 20
y 30 especies de plantas además del maíz en un solo sitio, sino que sabe de
las especies que van teniendo presencia en las diferentes etapas de la re-
conversión vegetal y de las diferentes especies de fauna que atraen. A ello
debe agregarse el conocimiento y uso de las masas de vegetación maduras

1
El siap es la institución que coordina el Sistema Nacional de Información para el Desarrollo Rural
Sustentable (snidrus) (siap, 2014, http://www.siap.gob.mx/mision-y-vision/).
L a moderniz ac ión d e l c amp o me x ic ano  5 3

(bosques y selvas primarios), que muchas veces cumplen el papel de zonas


de conservación o refugio.
La reinterpretación de la milpa como un sistema eficazmente adaptado
a las particulares condiciones de las zonas intertropicales fue resultado de
una ríspida batalla epistemológica entre quienes la percibieron como un sis-
tema agrícola primitivo, atrasado, ineficiente y poco productivo, y quienes
la valoraron como una estrategia de manejo agroforestal (véase un recuento
histórico de esta polémica en Toledo, 1996).
La milpa reconocida ya como sistema agroforestal permite entender la
larga presencia de las culturas mesoamericanas, como es el caso de los mayas
de la península de Yucatán con una antigüedad de 3 000 años (Toledo et al.,
2008), y de otras varias culturas del centro y sur del país (Moreno-Calles et
al., 2014).
Ante la incapacidad del paradigma productivista para mejorar los rendi-
mientos de manera sostenida se propone implementar la utopística agroeco-
lógica, la cual puede resolver la ausencia de patrones tecnológicos idóneos
para mejorar la eficiencia de los maiceros de temporal y así alcanzar la segu-
ridad alimentaria. La utopística, a diferencia del enfoque “recomendaciones
generales y/o universales”, se basa en y promueve el empleo de innovaciones
locales que consiste en el diálogo de saberes, donde la aplicación de innova-
ciones modernas y campesinas en el manejo del maíz ha tenido la misma
jerarquía desde el punto de vista científico-cognitivo.
Para diseñar la utopística agroecológica, como ya se dijo, se llevó a cabo
una evaluación de las innovaciones aplicadas en el manejo de maíz, así como
de aquellas empleadas por los productores agrupados según su eficiencia
productiva. Los resultados de la última clasificación permitieron conocer
el patrón tecnológico que aplicaron los productores eficientes, considerado
como la utopística agroecológica, la cual se propone transferir a los produc-
tores menos eficientes mediante el establecimiento de faros agroecológicos.
En el próximo capítulo se enfatiza en la metodología aplicada para diseñar
la utopística agroecológica.
III

L A C U E S T I ÓN M E T O D O L ÓG I C A

En esta sección se expone la metodología aplicada para diseñar la utopística


agroecológica, la cual fue validada mediante un estudio comparativo reali-
zado en dos municipios del estado de Puebla: Cohetzala y San Nicolás de los
Ranchos. La metodología que sostiene a la utopística agroecológica consta
de cuatro etapas:

1 . Diseño y aplicación de una encuesta

Para el diseño de la encuesta se incluyeron indicadores de las variables rela-


cionadas con las prácticas agrícolas concretas (preparación del suelo, siem-
bra, labores de cultivo, etc.) que el productor lleva a cabo en el manejo del
maíz, así como de aquellas condiciones generales y concretas que influyeron
en este manejo, destacando: factores demográficos (escolaridad, edad, sexo,
estructura de la familia); factores económicos (ingresos, pluriactividad de
los productores, gastos, acceso a medios de producción), disponibilidad que
tuvieron los maiceros a la asistencia técnica, al ganado mayor y menor, así
como la estructura agraria y agrícola (número, tamaño y cultivo sembrado
en las parcelas).
La encuesta proporcionó la información necesaria para construir distintos
índices que fueron utilizados para llevar a cabo la evaluación de las inno-
vaciones aplicadas en general en el manejo de maíz y por los productores
agrupados según su eficiencia productiva; es decir, según los rendimientos
por hectárea que obtuvieron los productores. Este último diagnóstico fue el
cimiento que permitió diseñar la utopística agroecológica.

55
56 Ut o p í st i c a A groecológica

Para estimar el tamaño de muestra se tomó como marco de muestreo a


los 217 y 321 productores registrados en el Programa Directo de Apoyo al
Campo (Procampo) de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, respectiva-
mente. Para calcular el tamaño de la muestra se empleó la expresión mate-
mática propuesta por Cochran (1982).

Ecuación 1

Donde:
n = Tamaño de muestra
N = Tamaño de población
d = Precisión
Z a/2 = Confiabilidad (distribución normal estándar)
Sn2 = Varianza
Al aplicarse la ecuación número 1, el tamaño de muestras estimadas fue-
ron las siguientes: n = 60 para Cohetzala, y n = 77 maiceros para San Nicolás
de los Ranchos.

2. Evaluación ex-pos del manejo del maíz

Esta evaluación comprendió el empleo de las tecnologías que se aplicaron en


el manejo del maíz y abarcó las siguientes estimaciones:

a) Cálculo del Índice


de Apropiación de Tecnologías Radicales (iatr)

Las tecnologías radicales están expuestas en el paquete tecnológico gene-


rado y recomendado por el inifap. Para evaluar su empleo por parte de los
productores, se contrastaron las recomendaciones hechas por este instituto
para cada una de las actividades del manejo del maíz, con las que aplicaron
los productores en sus parcelas. Se le asignó un valor nominal al paquete
tecnológico de 100 unidades y se ponderó1 con base en el impacto que tiene

1
La ponderación fue realizada por los doctores Ricardo Mendoza y Abel Gil Muñoz, y Ernesto Ace-
ves, investigadores del Colegio de Postgraduados Campus Puebla. Los tres son especialistas con
La c u e st ión me t o d o l ógic a 57

cada uno de los componentes en la productividad del maíz: 10 para fecha


de siembra, 20 para variedad, 15 para densidad de población, 25 y 5 para
dosis de fertilización y fecha de aplicación del fertilizante, 6 y 4 para tipo y
dosis de herbicida, 6 y 4 para tipo y dosis de insecticida y 5 para combate de
enfermedades. Se dividieron cada uno de los valores ponderados entre dos:
el primer cociente correspondió al uso de la recomendación y el segundo a
su manejo adecuado. Por ejemplo, si un productor empleó la variedad reco-
mendada por el inifap se le asignó 20 puntos, si usó otra variedad a la que se
recomendó, se le fijó un valor de 10 unidades, y si no empleó ninguna semi-
lla híbrida, su calificación fue cero. Por lo tanto, el valor del iatr varió entre
cero y 100 unidades. Para calcular el iatr se adaptó la expresión matemática
utilizada por Damián et al., 2007:

Ecuación 2

Donde:
iatr: Índice de Apropiación de Tecnología Moderna.
k = 10: Número de componentes del paquete tecnológico recomendado por
el inifap.
pi: Ponderación otorgada al i-ésimo componente de recomendación
∑pi= 100, i= 1,2,...k.
spai: Sistema productivo agrícola para el i-ésimo componente de recomen-
dación; i= 1,2,...k.
ptai: Paquete tecnológico agrícola para el i-ésimo componente de recomen-
dación; i = 1,2,...k.
(spai/ptai): Proporción de tecnología usada, respecto a la tecnología reco-
mendada.
Según la ecuación 2, el valor del iatr varió desde cero cuando no se aplicó
ninguna de las recomendaciones del paquete tecnológico del inifap, a 100
cuando se emplearon adecuadamente todas las recomendaciones del paque-
te tecnológico.

más de tres décadas de experiencia en el manejo del maíz.


58 Ut o p í st i c a A groecológica

b) Cálculo del Grado


de Empleo de Tecnologías Progresivas (getp)

La inexistencia de referentes experimentales respecto a las tecnologías cam-


pesinas impidió calcular su uso mediante el Índice de Apropiación de Tec-
nologías Progresivas, pues no se trata de prácticas que alguien tácitamente
haya recomendado. Por esta razón, se calculó el getp que mide, en una escala
de 0 a 100, el nivel en que los productores usaron tecnologías creadas por los
productores. Para medir el getp se consideró el uso de insumos y prácticas
agrícolas siguientes: semilla criolla, asociación y rotación de cultivos, apli-
cación de técnicas de conservación de suelo y agua, así como de estiércol
usado como abono orgánico, otorgándole a cada una de ellas un valor de 20
unidades. El getp se obtuvo aplicando la ecuación 3, propuesta por Damián
et al., 2012.

Ecuación 3

Donde:
getp: Grado de Empleo de Tecnologías Campesinas.
K = 5: Número de tecnologías campesinas consideradas para el estudio.
vi: Valor asignado a la i-ésima tecnología campesina en función de su uso o
no por el productor. El valor fue cero si el productor no usó la tecnología o
20 si la utilizó.
De acuerdo con lo anterior, un productor que no empleó ninguna tecnolo-
gía campesina obtuvo un getp de cero, si usó una de las cinco tecnologías el
getp fue de 20; si utilizó dos de las tecnologías, el getp fue de 40, y así suce-
sivamente. Cuando un productor usó las cinco tecnologías indicadas obtuvo
un getp de 100.

c) Construcción de la tipología
de productores según su iatr y getp

Con los valores obtenidos del iatr y el getp se elaboró una tipología de pro-
ductores clasificándolos en tres categorías: a) bajo (< 33.33); b) medio (33.34-
La c u e st ión me t o d o l ógic a 59

66.66); y c) alto (> 66.66). Las tipologías cumplieron el papel de complejo


cognoscitivo propuesto por la teoría constructivista, porque constituyeron
los puntos de partida para poder transitar de las abstracciones empíricas a
las abstracciones constructivas y reflexivas, las cuales son centrales para la
construcción del conocimiento (García, 2000).

3 . Diseño de la utopística agroecológica

a) Identificación y tipología de productores se-


gún sus rendimientos por hectárea

Con este fin se calculó la diferencia entre los rendimientos menor y mayor
obtenidos en la encuesta, la cual se dividió entre tres y el cociente derivado
se sumó al rendimiento menor para crear el primer rango de los maiceros
asumidos como de bajos rendimientos; a la cifra mayor de este rango se le
volvió a sumar el cociente para crear el rango de los productores de medio
rendimiento, y los demás productores fueron agrupados como de altos ren-
dimientos, designados como eficientes.

b) Caracterización del patrón


tecnológico de los productores eficientes

La tipología de productores según sus rendimientos permitió conocer el pa-


trón tecnológico de los productores eficientes, asumido como la utopística
agroecológica o modelo de intervención agroecológica, y su caracterización
permitirán conocer la manera concreta en cómo los productores eficientes
llevaron a cabo el manejo del maíz que, a su vez, se tradujo en mayores o
menores rendimientos unitarios.

c) Caracterización de los productores

Esta caracterización permitió, por un lado, distinguir el perfil productivo de


cada uno de los tipos de productores que inciden en el manejo de los culti-
vos y, por otra parte, conocer si las diferencias tecnológicas encontradas en
el manejo del maíz pueden constituir un obstáculo para transferir el patrón
60 Ut o p í st i c a A groecológica

tecnológico de los productores eficientes a los menos eficientes, mediante el


establecimiento de faros agroecológicos, con el objetivo de mejorar su poten-
cial productivo y su seguridad alimentaria familiar.

4 . seguridad alimentaria familiar

a) Cálculo del Índice


de Seguridad Alimentaria Real (isar)

Este índice permitió cuantificar el número de productores de maíz que po-


seen o no seguridad alimentaria. Para su cálculo se utilizó la siguiente expre-
sión matemática:

Ecuación 4

Donde:
isar = Índice de seguridad alimentaria real.
r = Rendimiento en Kg/ha.
ss = Superficie sembrada (ha).
nmf = Número de miembros en la familia del productor.
* Factor que considera que la saf se conseguirá cuando cada miembro de la
familia disponga de 500 kilogramos de maíz al año.
Si el valor de isa < 1: no existe saf; pero si isa ≥ 1: se cuenta con saf.

b) Estimación del Índice


de Seguridad Alimentaria Potencial (isap)

La estimación del isap permitió conocer la diferencia entre el índice de segu-


ridad alimentaria potencial y el real que obtendrían los productores menos
eficientes, si aplicaran en el manejo del maíz el patrón tecnológico de los
productores eficientes, asumido como utopística agroecológica. El cálculo
del isap se efectuó mediante la siguiente expresión matemática:
M iguel A . Damián y V p ic t o r M. Tol e d o 61

Donde:
isap: Índice de seguridad alimentaria familiar potencial.
tp: tipo de productor.
t; t: Bajo o Medio.
La metodología que sostiene a la utopística agroecológica pretende ser
general; es decir, que se puede aplicar al estudio de las condiciones genera-
les y concretas que influyen en el manejo de cualquier sistema agrícola, sea
de tipo convencional, orgánico o agroecológico, manejado bajo condiciones
de temporal o de riego. Las dos condiciones que exigen la aplicación de esta
metodología es que se realice a nivel local y que se comparen tipos de manejo
similares: riego versus riego, temporal versus temporal, etcétera.
En temporal, grosso modo, prevalecen formas de manejo originado de pro-
cesos locales y globales resumidos en el diálogo de saberes. Si este diálogo,
como ya se dijo, sintetiza el desarrollo ontogénico de la agricultura que se ha
caracterizado por ser desigual y combinado resultado de la interacción de
tipos de innovaciones desarrolladas desigualmente a través del tiempo, en-
tonces es de esperarse que la evolución de la agricultura de temporal se ex-
prese desigualmente por los disímiles ritmos de crecimiento del rendimiento
por hectárea que poseen los productores a nivel local.
Los resultados obtenidos al aplicar esta metodología son expuestos en los
capítulos 4, 5 y 6 de esta obra.
IV

E VA L U A C I ÓN D E T E C N O L O G ÍA S

En este capítulo se evaluaron las tecnologías radicales y progresivas aplica-


das en el manejo de maíz en los dos municipios estudiados, suponiendo que
este manejo se ha basado en un diálogo de saberes campesinos y modernos
y, por lo tanto, se ha efectuado bajo condiciones generales y concretas di-
ferenciadas e integradas, expresándose en la presencia de productores con
diversas capacidades tecnológicas y productivas.
La evaluación es el fundamento epistémico de la utopística agroecológica
que hay que efectuar reiteradamente para retroalimentar la toma de decisio-
nes y/o diseñar modelos de intervención tecnológicos. Según Manila (2010),
el propósito principal de la evaluación es proporcionar un diagnóstico sobre
los resultados de la ejecución de un proyecto donde se deben señalar los
resultados eficientes y no eficientes, las razones de los éxitos y fracasos, y la
contribución o no, de los objetivos y metas del proyecto.
El iica evaluó en 2003 a seis Centros de Investigación del inifap1 aplican-
do la metodología del Servicio Internacional para la Investigación Agrícola
Nacional (isnar por sus siglas en inglés) propuesta por el Sistema de Evalua-
ción del Desempeño Organizacional (Organizational Performance Assessment
System, opas, por sus siglas en inglés) para estimar la eficiencia del inifap.
Según Peterson et al. (2003), para el isnar el desempeño organizacional cons-
tituye el punto clave para el desarrollo de las instituciones de investigación
agropecuaria y la define como la capacidad que posee una organización para

1
El inifap es la agencia que desde 1985 y por decreto presidencial, atiende las demandas de produc-
tores y cadenas agroindustriales en innovaciones tecnológicas (inifap, 2014).

63
64 Ut o p í st i c a A groecológica

usar sus recursos de manera eficiente y producir resultados coherentes con


sus objetivos y de relevancia para sus usuarios.
Al aplicar el opas, el iica acotó la evaluación exclusivamente a cuantificar
la productividad de los directivos e investigadores de los institutos de in-
vestigaciones agropecuarios, considerando las patentes creadas y la produc-
ción bibliométrica que generaron. Sin embargo, el objetivo central del inifap
(2014) es el de generar conocimientos científicos e innovación tecnológica
agropecuaria y forestal como respuesta a las demandas y necesidades de las
cadenas agroindustriales y de los diferentes tipos de productores, con el fin
de mejorar la competitividad y sostenibilidad, y de este modo contribuir al
desarrollo rural sustentable. Por tanto, para analizar la eficiencia del inifap
lo que se debe de evaluar es el grado en que los productores se apropiaron
de las tecnologías creadas por esta institución y el impacto que tuvo esta
apropiación en el mejoramiento del manejo de los cultivos y rendimientos
por hectárea. Paralelamente, pero siempre subordinado al objetivo central
de la institución, se puede evaluar la productividad de los directivos y per-
sonal de estos institutos; no obstante, esta evaluación no podrá sustituir a la
evaluación expuesta en los objetivos y metas relativos a su razón de ser del
inifap: la generación y transferencia de innovaciones.

Innovaciones radicales, manejo de maíz y rendimientos

Las innovaciones generadas y recomendadas por el inifap para mejorar


el manejo del maíz en los municipios estudiados se exponen en la tabla 6,
donde se observa que prácticamente son iguales, aun cuando los produc-
tores ostentaron distintas condiciones generales y concretas de manejo. Por
ejemplo el municipio de Cohetzala posee un clima semiseco muy cálido con
lluvias en verano y suelos regosoles degradados; en tanto que San Nicolás
de los Ranchos, localizado en las faldas del Popocatépetl a 40 kilómetros de
la zona metropolitana Puebla-Tlaxcala, posee un clima frío con lluvias en
verano y suelos regosoles un poco más profundos que los de Cohetzala.
No obstante estas diferencias, el inifap recomienda patrones tecnológicos
homogéneos, cuestionando su propio objetivo y, sobre todo, el del artículo
9 de la Ley de Desarrollo Rural Sustentable (dof, 2001: 67) donde se plantea
que:
Eval uac ión d e t e c no l ogías 65

Los programas y acciones para el desarrollo rural sustentable que ejecute el


Gobierno Federal, así como los convenidos entre éste y los gobiernos de las
entidades federativas y municipales, especificarán y reconocerán la heteroge-
neidad socioeconómica y cultural de los sujetos de esta Ley, por lo que su estra-
tegia de orientación, impulso y atención deberá considerar tanto los aspectos
de disponibilidad y calidad de los recursos naturales y productivos como los
de carácter social, económico, cultural y ambiental. Dicha estrategia tomará en
cuenta asimismo los distintos tipos de productores, en razón del tamaño de
sus unidades de producción o bienes productivos, así como de la capacidad de
producción para excedentes comercializables o para el autoconsumo. Para el
cumplimiento de lo anterior, la Comisión Intersecretarial, con la participación
del Consejo Mexicano, establecerá una tipología de productores y sujetos del
desarrollo rural sustentable, utilizando para ello la información y metodología
disponibles en las dependencias y entidades públicas y privadas competentes.
66 Ut o p í st i c a A groecológica

Tabla 6. Patrón tecnológico recomendado por el inifap para el manejo


de maíz en Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos (snr), Puebla-México
Práctica/Innovación Recomendación
Fecha de siembra Entre marzo-mayo
H-137, H-139, H-34, H-30, H-33, H-40, H-48, H-50, H-311,
Tipo de semilla
H-516, H-515, VS-536, H-507, H-509, V-524, VS-529 y VS-22
Densidad de plantas/ha 50-60 mil plantas
Fórmula de fertilización 120-60-00; 100-50-00; 180-80-60
Cohetzala

Fecha de fertilización Se aplica en la siembra y segunda labor


Gesaprím 50 (1 kg); 500 FW (1.5 l); Gesaprím 50 (1 kg) y
Nombre y dosis 
Hierbamina (1 l); (1 kg); Basagrán 480 (0.5 l); Marvel (1 l); Fi-
de herbicida/ha
toamina 2.4 D (1 l), Hierbamina 2.4 D (1 l); Esterón 2.4 D (1 l).
Volatón al 2.5 % (25 kg); Volatón 5 % (12 kg); Furadán 5 % (12
Nombre y dosis  kg); Folimat 1 000 (0.5 l); Parathión metílico 50 % (1 l); Mala-
de insecticida/ha thión (1 l); Sevín 80 (1 kg); Sevín 80 % P H (1 kg); Ma­lathión
1 000 E (1 l); Diazinón 25 % (1 l).
Fecha de siembra Entre marzo-mayo
Tipo semilla H-30, H-33, H-34, H-40, H-48, H-50 H-137, H-139, VS-22
Densidad de plantas (ha) 50 mil plantas
Fórmula de fertilización 140-60-00 y 110-50-00
Fecha de fertilización Durante la siembra y segunda labor
SNR

Nombre y dosis  Gesaprím 50 (1 kg), 500 FW (1.5 l); Gesaprím 50 (1 kg) más
de herbicida (ha) Hierbamina (1 l).
Volatón 2.5 %, Furadán 5 % o Volatón 5 % (12-25 kg); Folimat
Nombre y dosis 
1 000 (0.5 l); Parathión (1 l) metílico 50 % o Malathión (1 l)
de insecticida (ha)
disuelto en 200 l de agua por hectárea.
Fuente: inifap, 2009.

Al calcular el índice de apropiación de tecnologías radicales (tabla 7) se


encontraron los siguientes resultados:

a) El uso de innovaciones radicales es bajo y diferenciado, sobre todo en


Cohetzala donde apenas se aplicaron una cuarta parte de las innova-
ciones recomendadas.
b) No hubo relación significativa entre el empleo de estas tecnologías y
el rendimiento (n = 144, r = 0.0155, p = 0.8789).
Eval uac ión d e t e c no l ogías 67

Tabla 7. Número de productores, iatr y rendimiento (kg ha-1) por tipo


de productores de Cohetzala (c) y San Nicolás de los Ranchos (snr), Puebla-México
Baja Media Prom. Mpal.
Mpios/Indicador
Núm. % Núm. % Núm. %
Productores 42 70 18 30 60 100
iatr 22.1 37.3 26.7
C

Rendimiento* 745a 748a 746


Productores 17 22 60 78 77 100
SNR

iatr 28.3 44.1 40.6


Rendimiento* 1 359a 1 343a 1 347
Fuente: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009.
* Letras iguales en las medias de rendimiento, indica que no hay diferencia estadística significativa
entre ellas (Prueba t de Sudent, p<0.05).

c) Tampoco existió diferencia estadística significativa entre las me-


dias del rendimiento de los maiceros de baja y media apropiación
(t = -0.6930, p = 0.4900), aun cuando en promedio en los municipios,
los segundos usaron 15.2 unidades más de innovaciones radicales.

El bajo uso de estas innovaciones se debió a que el inifap ha eludido reco-


nocer, mediante una evaluación ex-ante, las distintas condiciones generales
y concretas que intervienen de manera manifiesta en el manejo del maíz.
Asimismo, el patrón tecnológico radical que genera y recomienda compren-
de tecnologías, prácticas e insumos agrícolas que regularmente no han sido
utilizados por los productores; además, el alto costo de las innovaciones lo
pone fuera del alcance de la economía del productor con una remuneración
media anual de 3 700 pesos (Escalante, 2006). Finalmente, cree que los maice-
ros son incapaces de crear tecnologías, desconociendo que desde hace varios
milenios han venido aplicando innovaciones progresivas o incrementales en
el manejo de maíz con el fin de mejorar la productividad por unidad de su-
perficie.
En síntesis, el bajo uso de las innovaciones radicales recomendadas por el
inifap se debe a que no se adecuan a las condiciones generales y concretas
en las que producen y viven los maiceros de temporal, por lo que solamente
han adoptado y adaptado algunas de las recomendaciones hechas por dicho
Instituto.
68 Ut o p í st i c a A groecológica

Innovaciones progresivas,
manejo de maíz y rendimientos

Para los productores de maíz de temporal, el manejo de este grano es una


cuestión de sobrevivencia, y se caracteriza porque es un proceso dinámi-
co, social y ecológicamente interactivo, cosntruidos por pequeños cambios
y ajustes para ir respondiendo a los caprichos del clima, a cambios en la
calidad del suelo, a variaciones en el ambiente, a cambios en la disponibili-
dad del trabajo y los que se producen en el mercado (Holt, 2008). Por esta
razón, las innovaciones progresivas abrevan de los conocimientos empíricos
que los productores han aplicado en la agricultura (Convention on Biologi-
cal Diversity, 2000). Se trata de un proceso de mejora gradual e incremental
que ha sido auspiciada por una base social amplia que incluye a campesi-
nos, académicos, organizaciones científicas, campesinas y no gubernamen-
tales; incluso por algunos investigadores del inifap. Durante siete milenios
los productores han innovado el manejo del maíz al seleccionar, mejorar,
memorizar y transmitir a las siguientes generaciones, por medios orales y
experienciales, nuevas técnicas, tecnologías, prácticas y/o productos que han
sido los más útiles y adaptados a su medio ambiente y condiciones de vida.
En este contexto, la intervención humana se ha caracterizado de acompañar,
de plegarse a las posibilidades de lo que la realidad natural de suyo permite
(Padre Francisco, 2015).
Pero, si estas innovaciones prevalecen, la mayoría de actores políticos y
técnicos las sitúan en un tiempo anterior del desarrollo histórico que den-
tro del imaginario del progreso son inferiores respecto al conocimiento de
expertos entrenados en la tradición occidental. El conocimiento de los cam-
pesinos no sólo es considerado no pertinente, sino como obstáculo a la tarea
transformadora del desarrollo (Lander, 2000). Creen que el único saber es el
científico; otros conocimientos no tienen la validez ni el rigor que la ciencia
occidental exige para generar tecnologías (De Sousa, 2006).
Este descrédito no tiene ninguna base científica. Varios estudios hechos
por destacados investigadores desmienten este planteamiento. Destacan los
trabajos realizados, desde la década de los setenta, por el proyecto de tecno-
logía agrícola tradicional de la Escuela Nacional de Agricultura, efectuados
por un grupo interdisciplinario encabezado por Efraím Hernández Xolocot-
Eval uac ión d e t e c no l ogías 69

zi, cuya metodología, resultado de aquellos trabajos, fue hecha con dos fines:
primero, para subsanar las deficiencias del conocimiento empírico, ubicando
aquellas partes enmarcadas dentro del conocimiento científico moderno e
incorporándolas a nuestra cultura científica actual; segundo, para demostrar
que la mejor prueba de nuestro entendimiento cabal de la tecnología agrícola
tradicional será la capacidad del investigador de tomar decisiones en el uso
de los recursos naturales, tan buenas como las que toma actualmente el agri-
cultor (Hernández y Ramos, 1977).
Los estudios de este grupo, complementado con los de la corriente etnoe-
cológica y los históricos de los últimos 40 años, han demostrado que la agri-
cultura tradicional ha basado su estrategia productiva en la botánica, que se
distingue por usar la diversidad de especies y variedades y que para el caso
de maíz dio origen a un número elevado de razas, adaptadas a la gran diver-
sidad ambiental del país (Rojas, 1988; Terán y Rassmusen, 1994). A partir de
la hipótesis de que en los nichos ecológicos hay variedades nativas de maíz
con rendimientos superiores o iguales a las variedades mejoradas, Muñoz
(2005) y colaboradores estudiaron de 50 a 200 variedades nativas de maíz en
un total de 79 nichos y 15 regiones del país, por más de 30 años, donde en-
contraron un amplio número de variedades nativas que superan a las varie-
dades mejoradas, manejadas bajo las condiciones de lluvia, es decir sin riego,
y de acuerdo a las prácticas agrícolas tradicionales de los productores. Este
autor concluye que durante 55 años se ha insistido en la siembra de híbridos,
sin lograr su uso más allá de 20 % del área cultivada de maíz; mientras que
las variedades que usa el productor en un 80 % restante son de polinización
libre y adaptada a los diferentes nichos ecológicos en donde sistemáticamen-
te superan en rendimiento a los híbridos.
También los datos empíricos (tabla 8) hallados en esta investigación in-
dican que en el manejo de maíz predominan tecnologías progresivas, sobre
todo en Cohetzala donde el getp en promedio es 41.6 unidades mayores
que el iatr. Además, se hallaron diferencias estadísticas significativas entre
los promedios del rendimiento de los productores de medio y alto getp
(t = 2.8103, p = 0.0064) de Cohetzala y entre los de bajo, medio y alto getp
(prueba de Tukey, p < 0.05) de San Nicolás de los Ranchos.
La evaluación efectuada permite concluir que las innovaciones aplicadas
en el manejo de maíz se ha basado en un diálogo de saberes campesinos y
70 Ut o p í st i c a A groecológica

modernos, con un evidente predominio de los primeros; del mismo modo,


han mostrado que este manejo es diferenciado, expresándose en la presencia
de productores con diversas capacidades tecnológicas y productivas.
Estos resultados concuerdan con los obtenidos por Damián et al. (2007,
2011 y 2012), e indican que en la evolución ontogenética del manejo del maíz
de temporal han contribuido dos tipos de innovaciones desigualmente de-
sarrollados a través del tiempo: las campesinas y modernas, donde las pri-
meras han sido la palanca principal para impulsar la productividad de los
maiceros. Se puede afirmar, parafraseando a Bloch (2006), que en la evolu-
ción del manejo de maíz de temporal, se ha configurado como resultado de
la lucha dialéctica entre lo nuevo y lo viejo, donde lo ancestral, desdeñado
por los modernizadores del campo, más que lo moderno (lo nuevo), está
alumbrando la senda nueva que hay que aplicar en su manejo para potenciar
la productividad.

Tabla 8. Número de productores, getp y rendimiento (kg ha-1) por tipo de productores
de Cohetzala (c) y San Nicolás de los Ranchos (snr), Puebla-México
Baja Media Alta Prom. Mpal.
Mpios/Indicador
Núm. % Núm. % Núm. % Núm. %
Productores 0 0 35 58 25 42 60 100
getp --- 57.7 83.2 68.3
c

Rendimiento* --- 695a 816b 746


Productores 9 12 37 48 31 40 77 100
getp 20 54.1 81.9 61.3
snr

Rendimiento* 778a 1 285b 1 585c 1 347


Fuente: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009.
* Letras distintas en las medias de rendimiento indica que hay diferencia estadística significati-
va entre ellas (Prueba t de Student (Cohetzala) y Prueba de Tukey (San Nicolás de los Ranchos),
p<0.05).

Estos resultados evidencian la paradoja de la violencia epistémica ejercida


por los modernizadores del campo que, trepados en el punto cero, sólo acier-
tan a “explicar” la baja adopción de las innovaciones radicales recurriendo
a la “ignorancia” de los maiceros tachando como doxa las innovaciones crea-
das por ellos; al respecto nunca han ofrecido ningún dato, sino solamente
doxas, transfiguradas en dogmas que hay que asumir dócilmente. Tienen que
recurrir a estas doxas/dogmas porque están deslumbrados por el modelo cien-
Eval uac ión d e t e c no l ogías 71

tífico eurocéntrico-occidental que les ha impedido ver y entender el diálogo


de saberes que se encuentra implicado en el manejo del maíz. Se trata de un
“comportamiento evasivo que sirve para justificar nuestros estilos de vida,
de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arre-
gla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos,
luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, ac-
tuando como si nada ocurriera (Padre Francisco, 2015: 19). Estos tecnócratas:

Viven y trabajan modelos de sociedad que desconocen la complejidad creciente


de la sociedad real en que estamos inmersos. Diseñan soluciones antes de haber
identificado el ámbito real de los problemas. La justificación de los modelos la
buscan en los modelos mismos; de esta manera, cuando las soluciones fracasan,
no es por fallas del modelo, sino por trampas que hace la realidad. Esa realidad
presente no se percibe como un desafío que hay que enfrentar, sino como un
obstáculo que hay que domesticar imprimiendo mayor fuerza en la aplicación
reincidente del modelo […] Viven y trabajan la construcción de un orden, sin
entender lo que es ordenable ni lo que están ordenando. De allí que observamos
el culto fetichista por la forma de ocultar el temor inconsciente a las incertidum-
bres que encierra el fondo […] Utilizan las palabras sin respetar su contenido y
acaban así construyendo caricaturas en vez de contextos coherentes en los cua-
les sustentar la construcción de sus proyectos de vida individuales y colectivos
(Max-Neef et al., 1998: 34-35).

Por tanto, para llevar a cabo la descolonización del conocimiento, prime-


ro, hay que descender del punto cero para que, después, nos ubiquemos en
los lugares donde se re-crea el conocimiento (Castro, 2007). Desenganchar-
nos de esta doxa, promovida por los actores de la colonialidad del poder,
es esencial para consumar la descolonización que permea la generación y
transferencia de tecnologías que se implantó en América Latina, fundada en
una estratificación social que ubicó al blanco europeo en la cima, mientras
el indio y el negro ocuparon los últimos peldaños, considerados como iden-
tidades homogéneas y negativas. Fue este uso e institucionalización de la
raza como sistema y estructura de clasificación el que sirvió como base para
posicionar jerárquicamente a ciertos grupos sobre otros en los campos del
saber (Walsh, 2007).
72 Ut o p í st i c a A groecológica

La violencia epistémica ejercida por los científicos apologistas del imperio,


ha sido el principal obstáculo para reconocer otras innovaciones que han ju-
gado un papel fundamental en el desarrollo de las fuerzas productivas de los
productores de maíz, cuya cosecha ha sido destinada, casi en su totalidad, a
satisfacer, a través del tiempo, la necesidad humana más elemental, como lo
es la alimentación, mediante la seguridad alimentaria familiar. Si se agrupan
a los productores según sus rendimientos por hectárea que consiguen, es po-
sible derivar una tipificación que alude directamente a su eficiencia produc-
tiva. Los resultados de esta clasificación, expuestos en la sección siguiente,
fueron los cimientos que permitieron construir la utopística agroecológica.
V

L A U T O P ÍS T I C A A G R O E C O L ÓG I C A

En esta sección se identificaron a los productores de acuerdo con su eficien-


cia productiva como primer paso para poder diseñar la utopística agroeco-
lógica, la cual, como la utopía, se encuentra preñada de lo objetivamente
posible; esta identificación permitió construir una tipología de productores
según sus rendimientos para poder caracterizar el patrón tecnológico de los
productores eficientes, suponiendo que el manejo que aplicaron se encuen-
tra articulado al paradigma agroecológico, el cual se ha basado en los saberes
e innovaciones progresivas o campesinas.

Identificación
de productores con eficiencia diferenciada

Para identificar a los productores de acuerdo con su eficiencia productiva se


siguió el procedimiento planteado en el capítulo 3. Al respecto se:

a) Determinaron los rendimientos municipales mayor y menor siendo:


400 y 1 000 kg por hectárea para Cohetzala y de 500 y 2 200 kg por
hectárea para San Nicolás de los Ranchos.
b) Obtuvieron la diferencia entre el rendimiento mayor y menor que
para Cohetzala fue de 600 kg y para San Nicolás de los Ranchos fue
de 1 700 kg.
c) Calculó la diferencia que se dividió entre tres, dando un valor de 200
para Cohetzala y de 567 para San Nicolás de los Ranchos.
d) Agregó el cociente calculado al rendimiento menor para construir

73
74 Ut o p í st i c a A groecológica

los tipos de productores según su productividad, obteniéndose los


siguientes resultados para Cohetzala: bajos 400-600, medios 601-800
y altos > a 800 kg por hectárea; y para San Nicolás de los Ranchos
fueron: bajos 600-1 067, medios 1 068-1 635 y > altos 1 635.

Los resultados obtenidos se exponen en la tabla 9, donde se puede obser-


var que:

a) Cerca del 30 % de los maiceros son eficientes.


b) La diferencia entre rendimientos de maíz fue significativamente ma-
yor entre los de medio y bajo rendimientos, que entre los de alto res-
pecto a los de medio (prueba de Tukey p < 0.05).
c) El aumento del iatr no se refleja en un aumento significativo del ren-
dimiento (n = 144, r = 0.0908, p = 0.4324), pero a mayor getp el rendi-
miento fue significativamente superior (n = 144, r = 0.4621, p < 0.0001).

Estos resultados ratifican, de nueva cuenta, que el manejo de maíz se ha


basado en un diálogo de saberes donde interaccionan tecnologías campesi-
nas y modernas, predominando las primeras; asimismo, confirman que este
manejo es diferenciado.

Tabla 9. Número de productores, iatr, getp y rendimientos (kg ha-1), según sus rendimientos,
de los maiceros de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México
Baja Media Alta Prom. Mpal.
Mpios/Indicador
Núm. (%) Núm. (%) Núm. (%) Núm. (%)
Productores 14 23 27 45 19 32 60 100
iatr 19a 25b 25b 24
c

getp 63a 72b 73b 70


Rendimiento 486a 751b 930c 746
Productores 27 35 28 36 22 29 77 100
iatr 37b 32a 37b 36
snr

getp 59a 66b 74c 66


Rendimiento 763a 1 438b 1 971c 1 347
Fuente: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009.
* Dentro de cada hilera (rendimiento, iatr y getp), letras distintas en las medias indica que hay
diferencia estadística significativa entre ellas (Prueba de Tukey, p<0.05).
La Ut op íst ic a Agro e c o l ógic a 75

Caracterización del patrón


tecnológico de los productores eficientes

Igualmente los rasgos tecnológicos que posee el patrón tecnológico utilizado


por los productores eficientes corrobora la relevancia que tienen las innova-
ciones progresivas aplicadas en el manejo de maíz (tabla 10), sobre todo en
Cohetzala donde el getp en promedio fue mayor en 46 unidades que el iatr.
Si se compara este patrón con el paquete tecnológico recomendado por el
inifap, se observan entre ellos grandes discrepancias, resaltan las siguientes:

1. El inifap recomendó la siembra de híbridos y la mayoría de los mai-


ceros cultivaron semillas criollas porque: a) las prefieren para elabo-
rar tortillas; b) tienen una adaptación milenaria a los agroecosistemas
locales, conferida por su altísima variabilidad, su “pool” genético,
que se encuentra en permanente cambio (Flores y Sarandón 2014);
c) poseen una productividad estable a través del tiempo, y d) son pi-
lares de la reproducción ganadera, la cual promueve el reciclado de
nutrientes y proporciona a la agricultura fuerza de tracción animal.
2. El agroquímico más utilizado fue el fertilizante, aunque en dosis sig-
nificativamente menores que las recomendadas por el inifap, sobre
todo en San Nicolás de los Ranchos. En Cohetzala, la dosis de fertili-
zantes utilizada fue mayor, debido al tipo de suelos (regosoles) que
predominan, que son de formación incipiente y de baja fertilidad.
3. Otro agroquímico utilizado usualmente en el manejo del maíz es el
herbicida, sustituto de mano de obra. La exclusión de los productores
de maíz de temporal de las políticas públicas ha originado la emi-
gración y senectud de los maiceros, ocasionando el encarecimiento
de la fuerza de trabajo en el medio rural. Del total de miembros que
integraron a las familias de los productores de Cohetzala (328 per-
sonas), 47 % emigraron y su edad promedio fue de 55.5 años. Estos
datos para San Nicolás de los Ranchos fueron, de forma respectiva,
434, 20 % y 54.5 años.
76 Ut o p í st i c a A groecológica

Tabla 10. Innovaciones utilizadas en el manejo del maíz


por los productores eficientes de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México
Municipio/actividades (%) Prácticas/tecnologías
Conservación 
Bordos (21). No aplicaron técnicas de conservación de suelos (79)
de suelos
Fecha de siembra Junio (74); julio (26)
Variedad de semilla Criollas (100)
Densidad de plantas
50 781
(ha)
Maíz asociado con: frijol-calabaza (74), frijol y jamaica (5),  
Asociación de cultivos
jamaica (21)
Cohetzala

Alternaron con: ajonjolí-jamaica (11); jamaica (26) y sorgo (5). 


Rotación de cultivos
No alternaron cultivos (58)
Aplicación estiércol
1 754 aplicados antes de la siembra
(kg/ha)
Fórmula  Se aplicaron 8 fórmulas predominando: 92-00-00 (26);115-00-00 (21);
de fertilización otras fórmulas (53)
Nombre y dosis  Esterón 1 l/ha (5); Gesaprím 1 kg/ha (5); no sabe (6); Tordón 2 l/ha
de herbicida (5); no aplicaron (79)
Nombre y dosis de
Folidol 1 l/ha (11), gallito 1 l/ha (5); no aplicaron (84).
insecticida
Conservación de Bordos (18), terrazas vivas (23) y zanjas (9). No aplicaron técnicas de
suelos conservación de suelo (50)
Fecha de siembra Marzo (77) y abril (23)
Variedad de semilla Criollas
Densidad de plantas
67 900
(ha)
San Nicolás de los Ranchos

Maíz asociado con: frutales y frijol (32), frutales-calabaza (4) y frijol


Asociación de cultivos
(14). No asociaron cultivos (50)
Alternancia con: cebada (23), frijol (27), haba (14) y trigo (4). No
Rotación de cultivos
alternaron cultivos (32)
Aplicación estiércol
1 383 aplicados antes de la siembra
(kg/ha)
Fórmula  Aplicaron 7 fórmulas predominando: 69-00-00 (36), 92-00-00 (18),
de fertilización 46-00-00 (14) y otras fórmulas (28). No aplicaron fertilizantes (4)
Nombre y dosis  Esterón l/ha (14), Gesaprím 1 kg/ha (22), Hierbamina 1 l/ha (13) y
de herbicida otros tipos de insecticidas (7). No aplicaron herbicidas (44)
Volatón 2.5 %, Furadán 5 % o Volatón 5 % (12-25 kg); Folimat 1 000 (0.5
Nombre y dosis 
L); Parathión (1 l) metílico 50 % o Malathión (1 l) disuelto en 200 l de
de insecticida
agua por hectárea.
Fuente: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009.
La Ut op íst ic a Agro e c o l ógic a 77

4. El agroquímico menos utilizado fue el insecticida. Herrera et al.


(2005) refieren que la diversidad y abundancia de la artropodofauna
es mayor en policultivos que en monocultivos, promoviendo el sur-
gimiento de cadenas y redes tróficas, lo que inhibe el perjuicio que
ocasionan las plagas.
5. Hay tres actividades (conservación de suelos, asociación y rotación
de cultivos) y dos insumos (semilla criolla y estiércol), que el inifap
no considera en su paquete tecnológico, aun cuando los maiceros los
han aplicado durante milenios.

En los datos hallados en este estudio (tablas 7, 8, 9 y 10), se muestra una


tendencia irrefutable que señala que en el manejo de maíz prevalecen inno-
vaciones progresivas, las cuales están articuladas al paradigma agroecológi-
co que se ha nutrido de un diálogo de saberes donde interaccionan, como ya
se dijo, dos formas culturales de conocimiento en el manejo del maíz. Reco-
nocer este hecho es fundamental para poder concretar la descolonización del
conocimiento y, a la par, la descolonización de las instituciones que se han
encargado de generar y transferir las innovaciones que caracteriza el manejo
convencional del maíz, alentadas por la Revolución Verde y/o Transgénica.
Es lo que De Sousa-Santos (2010) denomina la sociología de las ausencias,
donde reconoce y valoriza distintas racionalidades, conocimientos, prác-
ticas y actores sociales, excluidos por la razón eurocéntrica dominante. Al
mismo tiempo este autor propone la sociología de las emergencias que ensan-
cha el presente, uniendo a lo real, las posibilidades y expectativas futuras
que conlleva. La utopística agroecológica coincide con esta perspectiva, pues
el patrón tecnológico de los productores eficientes se encuentra henchido de
posibilidades técnicas para poder potenciar, en el mediano plazo, las fuerzas
productivas de los maiceros menos eficientes.

El paradigma agroecológico y el manejo de maíz

La comprensión y aplicación de los principios del paradigma agroecológi-


co en el manejo o la gestión del maíz resultan imprescindibles cuando se
pretende construir una utopística agroecológica para mejorar la productivi-
dad y la seguridad alimentaria. Este paradigma se funda en la agroecología
78 Ut o p í st i c a A groecológica

donde la unidad básica de estudio y de investigación es el agroecosistema,


en cuyo manejo se entrecruzan y retroalimentan conocimientos, racionalida-
des e innovaciones campesinas y modernas.
Como ciencia, la agroecología proporciona los principios ecológicos bá-
sicos para evaluar, diseñar y manejar agroecosistemas para que sean pro-
ductivos, eficientes, estables, resilientes y sostenibles. Como práctica, la
agroecología: a) es la base para entender el desarrollo ontogenético de las
tecnologías aplicadas en el manejo de los cultivos; b) representa uno de los
fundamentos epistemológicos para promover la construcción de nuevos co-
nocimientos científicos; c) constituye el soporte para la confirmación o nega-
ción de la verdad científica; d) promueve la retroalimentación con la teoría, y
e) permite transitar del manejo convencional de los cultivos al manejo agro-
ecológico.
Para Sarandón y Flores (2014), la agroecología tiene como propósito estu-
diar la aplicación de conceptos y principios ecológicos en el diseño y gestión
de los agroecosistemas sostenibles. La agroecología aprovecha los procesos
naturales de las interacciones que se producen en la finca, con el fin de redu-
cir el uso de insumos externos y mejorar la eficiencia biológica de los sistemas
de cultivo. Se trata de imitar a la naturaleza (biomímesis) para reconstruir
los sistemas productivos humanos, con el fin de hacerlos compatibles con
la biosfera (Riechmann, 2006). Para Garrido (2011), toda la epistemología de
la agroecología consiste en una aplicación creativa del principio de la bio-
mímesis en el diseño de los agro(eco)sistemas. Como manejo o gestión de
los agroecosistemas, [la biomímesis] comprende un conjunto de prácticas
agrícolas, que buscan mejorar los sistemas agrícolas imitando los procesos
naturales, creando así interacciones biológicas benéficas y las sinergias entre
los componentes del agroecosistema (De Schutter, 2010).

El agroecosistema como unidad básica de estudio

Como unidad básica de estudio de la agroecología, lo que caracteriza y hacen


similares a los agroecosistemas son los procesos clave que pueden generar,
y no el tamaño de la parcela, el tipo de planta cultivada o el lugar donde se
cultiva. Para distintos agroecólogos (Nicholls, 2006; Altieri, 2001; Sarandón
y Flores, 2014), un reto de la agroecología consiste en identificar los ensam-
La Ut op íst ic a Agro e c o l ógic a 79

blajes correctos de especies que, mediante sus sinergias, proveerán servicios


ecológicos claves tales como reciclaje de nutrientes, control biológico de pla-
gas y conservación de suelo y agua. La explotación de estas sinergias en si-
tuaciones reales requiere diseñar y manejar a agroecosistemas basados en el
entendimiento de las múltiples interacciones entre suelos, plantas, artrópo-
dos y microorganismos. La idea es restaurar los mecanismos de regulación
natural sumando biodiversidad selectiva dentro y alrededor de los agroeco-
sistemas, considerando que la composición de especies es más importante
que el número de especies per se.
En última instancia el objetivo es diseñar un agroecosistema que imite la
estructura y función de ecosistemas naturales locales; esto es, un sistema
que arriba del suelo posea una alta diversidad de especies y abajo del suelo
sea biológicamente activo; un sistema que promueva el control natural de
plagas, el reciclaje de nutrientes y una alta cobertura del suelo que prevenga
las pérdidas de recursos edáficos. Todas estas funciones son una secuela de
la manera en cómo se manejan los agroecosistemas, ya que de ahí derivan
la estructura y funciones claves que los caracterizan. Por estas razones, el
agroecosistema es considerado como la célula de estudio de la agroecología.
En cambio, el paradigma productivista ha promovido un manejo de cul-
tivos que se basa en la simplificación del sistema, hasta reducirlo a unos
pocos componentes con el fin de controlar su funcionamiento con el uso de
insumos externos (Stupino et al., 2014). Por este motivo, este manejo está in-
capacitado, estructural y funcionalmente, para recrear estas sinergias y, por
lo mismo, no pueden reconocerse como agroecosistemas.
La aplicación creativa del principio de la biomímesis en el diseño y ma-
nejo de los agroecosistemas implica, forzosamente, replicar virtualmente la
estructura y funciones de los distintos grupos de plantas (arvenses, arbustos
y árboles de distintos tamaños) que coexisten en los ecosistemas, porque de
esta disímil estructura de plantas derivará, como ya se dijo, sus múltiples
funciones. De este modo, el ecosistema constaría de elementos heterogéneos
en interacción, capaces de recrear nuevas estructuras y funciones (García,
2008) que aisladamente ningún elemento tiene la capacidad de generar.
Recrear nuevas estructuras y funciones se puede conseguir mediante la
siembra de policultivos porque están compuestos, como en los ecosistemas
naturales, por diversos gradientes de plantas, las cuales crean complementa-
80 Ut o p í st i c a A groecológica

riedades, interacciones y sinergias entre sí, de donde emanan las funciones


agroecológicas que definen y caracterizan a los agroecosistemas. Los policul-
tivos promueven la biodiversidad de flora y fauna arriba y abajo del suelo y
adentro y alrededor del agroecosistema; un buen manejo de esta biodiversi-
dad se traducirá en una mayor eficiencia relativa de la tierra1 por hectárea, en
una potente eficiencia energética2, en una vigorosa estabilidad3 y resiliencia4
y en una mayor sostenibilidad5 de los agroecosistemas.
La biomímesis fue promovida por los productores de Cohetzala y San Ni-
colás de los Ranchos, ya que 100 y 50 % de ellos, respectivamente, sembraron
maíz asociado con otros cultivos. El manejo de esta biodiversidad se tradujo
en más rendimiento, eficiencia energética, estabilidad, resiliencia y sosteni-
bilidad de sus sistemas agrícolas. El mayor rendimiento y la eficiencia ener-
gética tienen su origen en los agroecosistemas, como la milpa, porque esta
biodiversidad comprende plantas C4 y C3 que se caracterizan porque tienen
distintas necesidades de energía radiante para transformar compuestos inor-
gánicos en orgánicos. Por este motivo, el manejo de los agroecosistemas efi-
cientiza el uso de los recursos, por razón de un aumento de la biodiversidad
espacial y temporal. La presencia de ciertos niveles de vegetación espontá-
nea dentro y fuera de las parcelas de cultivos podría, entre otras cuestiones,

1
Se define como el área total requerida bajo monocultivo para alcanzar los mismos rendimientos
obtenidos en una asociación de cultivos (Mead y Willey, 1980).
2
La eficiencia energética, entendida como unidades de energía cosechada por cada unidad de
energía suministrada (Sarandón y Flores, 2014).
3
Permanencia en el tiempo/espacio de ciertos rasgos de los agroecosistemas, que le hacen prede-
cible en su comportamiento y aseguran pocas fluctuaciones materiales, energéticas o socioeconó-
micas o saltos/cambios en su estructura y funcionamiento demasiado perturbadores e inesperados
(León, 2012).
4
Capacidad de un sistema agrícola de absorber perturbaciones sin alterar significativamente sus
características y de regresar a su estado original una vez que la perturbación ha terminado (dof,
2013).
5
Se refiere generalmente a un tipo de agricultura que intenta proporcionar rendimiento sostenido
a largo plazo, mediante el uso de tecnologías de manejo que integran los componentes del predio
de manera de mejorar la eficiencia biológica del sistema, la mantención de la capacidad productiva
del agroecosistema, la preservación de la biodiversidad y la capacidad del agroecosistema para
automantenerse y autorregularse (Altieri, 1995).
La Ut op íst ic a Agro e c o l ógic a 81

generar un aumento en la eficiencia de la captación de la energía con lo que


aumentaría la acumulación de carbono en el sistema. Un sistema agrícola
puede ser altamente productivo (alta productividad) pero poco eficiente
porque esta productividad requiere un alto ingreso de algún insumo, como
en el caso de algunos sistemas modernos de producción de alimentos (Sa-
randón, 2014).
También las plantas asociadas tienen sistemas radiculares diversos, por lo
que no establecen competencia entre sí por los nutrientes. Al contrario, estas
plantas crean complementariedades porque la presencia de leguminosas en
la asociación acrecienta el uso de nitrógeno, macronutriente esencial para el
crecimiento de las plantas. A la par, una mayor biodiversidad genera más
biomasa abajo del suelo que se traduce en una mayor abundancia y riqueza
de microorganismos, encargados de descomponer la materia orgánica y de
reciclar los nutrientes y la energía. Un agroecosistema más diverso y que es
manejado con pocos insumos externos exhibe procesos ecológicos ligados a
esta biodiversidad. Según Altieri (2005), una mayor biodiversidad crea una
mayor cantidad de biomasa y de materia orgánica que resulta ser el método
más prometedor para incrementar la microbiología benéfica en el suelo me-
diante la adición de materia orgánica en forma de composta o abonos verdes.
Además, entre más materia orgánica se aplique, existen más posibilidades
de que aumenten las poblaciones de antagonistas. A medida que la actividad
microbiana aumenta, algunos antagonistas facilitan la producción de enzi-
mas defensivas en el huésped.
Para Altieri (2002), una mayor biodiversidad en los agroecosistemas es la
estrategia clave para el rediseño de los agroecosistemas, ya que: a) conlleva
mayor diversidad de biota asociada y asegura una mejor polinización y una
mayor regulación de plagas, enfermedades y malezas, así como otros ser-
vicios ecosistémicos; b) mejora el reciclaje de nutrientes y energía; y c) los
sistemas complejos y multiespecíficos tienden a tener mayor productividad
total y son más resilientes a la variabilidad ambiental. Para Gliessman (2002),
a medida que se incrementa la biodiversidad, aumenta el reciclamiento de
biomasa y nutrimentos y, en esa medida, también la estructura y funcionali-
dad del agroecosistema cambian.
Un cúmulo de relaciones y procesos se transforman, comenzando con as-
pectos como la estructura básica del suelo, el contenido de materia orgánica
82 Ut o p í st i c a A groecológica

y la diversidad y actividad de la biota del suelo. Eventualmente, también


ocurren cambios mayores en la actividad y las relaciones entre arvenses, in-
sectos y enfermedades, así como en el balance entre organismos benéficos y
perjudiciales. Finalmente, se influye en el reciclaje y dinámica de los nutri-
mentos, la eficiencia en el uso de energía y la productividad total del siste-
ma. Otras investigaciones (Vázquez y Alfonso, 2013) han demostrado que:
a) a mayor diversidad en el sistema agrícola conlleva a mayor diversidad de
la biota asociada; b) una mayor biodiversidad asegura mejor polinización y
mayor regulación de plagas, enfermedades y malezas; c) a mayor biodiver-
sidad mejora el reciclaje de nutrientes y energía; d) los sistemas complejos y
multiespecíficos tienden a tener mayor productividad total.
Del mismo modo, una mayor biodiversidad de flora y fauna adentro y
alrededor del agroecosistema favorece la creación de redes tróficas que inhi-
ben el daño que ocasionan organismos al agroecosistema. Al respecto, Paleo-
logos y Flores (2014: 265-266) cuestionan: ¿Por qué aparecen las plagas en los
agroecosistemas?, y responden utilizando las hipótesis de la concentración
del recurso y la del enemigo natural (Smith y McSorely, 2000) que plantean:

Hipótesis de la concentración del recurso. En los sistemas agrícolas altamente sim-


plificados (monocultivos), existe una reducción extrema de la diversidad, tanto
específica como estructural, funcional y fenológica. Esto lleva a que la vegeta-
ción cultivada, recurso alimenticio de las plagas, se encuentre disponible com-
binando una alta calidad alimenticia, alta disponibilidad y fácil localización.
Por el contrario, en un sistema diverso (policultivos), la gran gama de colores y
olores liberados por la vegetación dificulta la ubicación del alimento por parte
de los insectos. En un sistema simplificado, como los agroecosistemas actuales,
la ausencia de esta condición favorece la localización del alimento por parte de
los individuos fitófagos, originando la explosión de la población. Esto se ex-
plica si se tiene en cuenta que, en la naturaleza, todos los recursos disponibles
tienden a ser utilizados. Es decir, una gran disponibilidad de alimento, como
lo es un monocultivo para los fitófagos, llevará a que la densidad de la plaga
crezca para poder hacer uso de todo ese alimento disponible.
Hipótesis del enemigo natural. La reducción de la diversidad en los siste-
mas agrícolas actuales lleva a una simplificación de la calidad y cantidad de
microhábitats presentes, los cuales ofrecen las condiciones necesarias para el
La Ut op íst ic a Agro e c o l ógic a 83

desarrollo y supervivencia (sitios de refugio, ovoposición, fuentes de alimen-


tos alternativas) de muchos grupos de organismos con funciones importantes,
como los enemigos naturales. Es así que en agroecosistemas con baja diversi-
dad, los organismos controladores de plagas no encuentran las condiciones óp-
timas para su presencia, afectando drásticamente su abundancia en el sistema.

La estabilidad, la resiliencia y la sostenibilidad se originan porque en esta


biodiversidad habitualmente existe redundancia de especies por la función
que juegan en el agroecosistema (Walker, 1992). Estas especies redundantes
tiene la capacidad de generar una redundancia de relaciones que, primero,
aseguran pocas fluctuaciones en los agroecosistemas (estabilidad) y, segun-
do, de ocurrir un cambio ambiental extremo; estas especies redundantes tie-
nen mayor capacidad para absorber las perturbaciones y/o para recuperar
pronto la funcionalidad del agroecosistema (resiliencia). Un sistema resilien-
te es más perdurable en el tiempo; es decir, es más sostenible.
En suma, existen tres hipótesis sobre la biodiversidad y su función en el
agroecosistema (Vandermeer et al., 1998: 11):

1. La diversidad biológica mejora la función del ecosistema debido a


que diferentes especies o genotipos realizan funciones ligeramente
diferentes (tienen diferentes nichos) y todos juntos funcionan mejor
que algún subconjunto.
2. En la biodiversidad hay muchas más especies que funciones ecosis-
témicas y, en consecuencia, la redundancia está integrada dentro del
ecosistema.
3. La biodiversidad mejora la función de los ecosistemas a largo pla-
zo debido a aquellos componentes que aparecen redundantes en un
tiempo dado, convirtiéndose esta redundancia en importante cuando
ocurre algún cambio ambiental; es decir, aparentemente la redun-
dancia de especies funciona como un factor ecosistémico regulador.

Cuando ocurre un cambio ambiental, son las especies redundantes que


existen en el sistema las que permiten que persista el funcionamiento del
mismo. De ahí la importancia de las estrategias de diversificación en los
agroecosistemas, ya que la diversidad se traduce en heterogeneidad ecoló-
84 Ut o p í st i c a A groecológica

gica, lo que incrementa las opciones de que se surjan las complementarie-


dades, interacciones y sinergias entre las especies (Altieri y Nicholls, 2013).
Por lo antes expuesto, se observan algunas diferencias conceptuales entre
el manejo convencional del maíz y el agroecológico. El primero enfatiza el ca-
rácter depredador de algunos elementos del sistema agrícola (plagas, malas
hierbas, enfermedades) concebidos como organismos nocivos a las plantas
y que, por lo tanto, hay que exterminar. El segundo subraya más el rol de
la complementariedad que tienen los componentes del sistema, porque so-
lamente juntos son capaces de recrear interacciones y sinergias que ningún
componente de forma aislada puede crear. Por esta razón, en el manejo agro-
ecológico no se debe concebir a ningún elemento de la flora y fauna como
“plagas” porque en última instancia de la complementariedad de todos los
componentes del agroecosistema emanan los procesos clave (redes tróficas,
reciclaje de nutrientes, redundancia de relaciones de las especies) que defi-
nen y carcaterizan a los agroecosistemas.
En resumen, lo que caracteriza al patrón tecnológico de los productores
eficientes es que su manejo se ha basado en una ingeniería ecológica bási-
ca que proviene de la siembra de policultivos. Este tipo de manejo reúne
todos los criterios exigidos por la fao (2010) para ser considerado como un
tipo de agricultura climáticamente inteligente, concebida como aquella que au-
menta sosteniblemente la productividad, la resiliencia (adaptación), reduce/
elimina los gases de efecto invernadero (mitigación) y fortalece los logros de
metas nacionales de desarrollo y de seguridad alimentaria.

El agroecosistema como unidad de investigación

Cuando se considera el manejo del agroecosistema como unidad de inves-


tigación del paradigma agroecológico, sí importa el tamaño de los mismos.
En este caso, también se tiene como propósito comprender los procesos clave
que se generan en los agroecosistemas, pero estudiados a nivel de finca o de
región agroecológica, y no a nivel de agroecosistema.
Para León (2012), el agroecosistema mayor (finca o región) comprende una
estructura agroecosistémica que se muestra en la agrupación de parcelas de
cultivo, praderas para ganado o sitios forestales, denominados agroecosiste-
mas menores o de nivel menor, y que se articulan entre sí a una estructura
La Ut op íst ic a Agro e c o l ógic a 85

agroecológica principal del agroecosistema mayor y, en ciertos casos, con


ecosistemas naturales.
Se trata de un arreglo espacial agroecológico que: a) permite la conexión
entre los agroecosistemas de nivel menor y los distintos sectores, parches
y corredores de vegetación o sistemas productivos, mediante las cuales se
permite el intercambio de distintas especies animales y vegetales; b) ofrece
refugio, hábitat y alimento a múltiples organismos; c) provee regulaciones
microclimáticas, y d) incide en la producción, la conservación de recursos
naturales y otros servicios ecosistémicos.
En este contexto, la estructura agroecológica principal puede constituirse
en la unidad básica de investigación de la agroecología y se refiere a los nive-
les o grados en que interactúan entre sí los distintos componentes de la finca
y/o de la región agroecológica: agroecosistemas, corredores, parches natura-
les o fragmentos de vegetación natural, cercas vivas, cortinas rompevientos,
etcétera. Esta nueva visión, que retoma los aportes de la ecología del paisaje
y de otras corrientes geográficas, conlleva el manejo ya no solo de especies o
de unidades productivas, sino de verdaderos mosaicos de paisajes (landscape
mosaics), de tal suerte que dan lugar a estrategias espaciales de carácter múl-
tiple; es decir, orientados por el principio de la diversidad. Estas estrategias
son, a su vez, parte de una racionalidad ecológica campesina (Toledo, 1990),
que existe desde tiempos inmemoriales y que suele combinar exitosamente
áreas agrícolas, ganaderas y silvícolas. Este manejo simultáneo de prácticas
agrícolas, pecuarias y silvícolas toma sentido en la combinación del ager, sal-
tus y silva del campesinado medieval europeo (González de Molina y Toledo,
2011) o en las prácticas diversificadas de los campesinos actuales en los más
dispares rincones del mundo (véase una colección de 20 casos en Toledo y
Barrera-Bassols, 2008: capítulo 5).
Los componentes que constituyen las regiones agroecológicas son diver-
sos y se encuentran adaptados a las especificidades de una gran diversidad
de espacios locales, donde coexisten productores con formas de manejo y
eficiencias diferenciadas. Se trata de muchos lugares que despliegan prácti-
cas de diferencia que permanecen en la exterioridad (no afuera) del sistema
mundo moderno/colonial, incompletamente conquistadas y transforma-
das y también producidas parcialmente a través de antiguas lógicas basa-
das-en-lugar que son irreductibles al capital y a la globalidad imperial. Los
86 Ut o p í st i c a A groecológica

lugares son sitios de culturas vivas, economías y medio ambientes antes que
nodos de un sistema capitalista global y totalizante (Escobar, 2005).
Del mismo modo, las regiones agroecológicas han recreado otros servicios
favorables para las familias campesinas y la sociedad en su conjunto, desta-
cando los siguientes:

1. Ecológicos, mediante el mejoramiento de la calidad del aire, la regu-


lación del clima y del agua; del control de la erosión, los incendios,
las inundaciones, las tormentas y enfermedades, así como de la mi-
tigación de riesgos referidos con el cambio climático. En un estudio
realizado por el Movimiento Campesino a Campesino en Guatemala,
Honduras y Nicaragua, demostraron que los agricultores que usaron
prácticas sustentables (cultivo de la leguminosa “mucuna”, intercul-
tivos y agroforestería) sufrieron menos daños que sus vecinos que
aplicaron un manejo convencional de los cultivos (Holt, 2008). Ade-
más, los policultivos tienen la propiedad de capturar carbono. En una
investigación hecha por Etchevers et al. (2001) en Oaxaca con siste-
mas forestales y agrícolas campesinos, encontraron que los sistemas
agrícolas tradicionales acumulan, en general, tanto carbono como los
sistemas forestales. Como se sabe, este gas de efecto invernadero es
uno de los principales causantes del cambio climático.
2. Sociales, ya que han promovido formas de organización social del
trabajo, como la “mano vuelta”, que han devenido en otros mecanis-
mos de lo que Ayestaran (2011) denomina innovación social, referido
a la generación e implementación de nuevas ideas sobre cómo debe-
rían las personas organizar actividades interpersonales, o interaccio-
nes sociales, para encontrar uno o más objetivos comunes.
3. Gastronómicos, puesto que el crecimiento de los policultivos van
acompañados de múltiples arvenses que son destinadas para el con-
sumo de las familias campesinas, o de plantas medicinales garantes
de la salud, o como forraje para la alimentación del ganado, y para
otros usos.
4. Culturales, ya que estos policultivos, sobre todo la milpa, han sido
parte fundamental para recrear el sentido de pertenencia a un grupo
social. En este campo también destacan las aportaciones hechas en
La Ut op íst ic a Agro e c o l ógic a 87

relación a los saberes, prácticas e innovaciones aplicadas en el ma-


nejo de los policultivos, que han sido creadas y transferidas por los
productores por medios orales y experienciales, desde hace milenios.
5. Económicos, la siembra de distintas plantas en la misma parcela dis-
minuye el riesgo de que el productor sufra daños económicos totales
ocasionados por sequías, heladas y/o granizadas. Al mismo tiempo,
genera encadenamientos productivos con otros sectores y promueve
el crecimiento del mercado interno.
6. Estéticos, que sintetiza la armonía en sonidos, colores, luces y perfu-
mes. Cuando alguien no aprende a percibir y valorar lo bello, no es
extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso ines-
crupuloso. Si desiertos exteriores se multiplican en el mundo, es por-
que se han extendido los desiertos interiores (Padre Francisco, 2015).

La agroecología y la transdisciplina

Entre los paradigmas productivista y agroecológico existe otra diferencia de


carácter epistemológico-metodológico, ya que para estudiar al agroecosis-
tema como unidad básica de la agroecología, exige hacerlo desde la trans-
disciplina. Sin embargo, la investigación transdisciplinar no es an­tagonista,
sino complementaria de la investigación disciplinar, multidisciplinar e in-
terdisciplinar. La transdisciplinariedad comprende, como el prefijo “trans”
lo indica, lo que está, a la vez, entre las disciplinas, a través de las diferentes
disciplinas y más allá de toda disciplina. Su finalidad es la comprensión del
mundo presente, y uno de sus imperativos es la unidad del conocimiento
(Nicolescu, 2009).
La transdisciplina no se detiene en interacciones y reciprocidades entre
conocimientos e investigaciones especializadas, sino que sitúa esas relacio-
nes entre disciplinas al interior de un sistema sin fronteras entre las discipli-
nas. La explicación cognoscitiva hay que buscarla esencialmente en la praxis,
o la actividad considerada genética o histórica, como una relación entre una
totalidad organizada social e individual del hombre, con el medio ambiente;
es decir, en la relación entre el objeto-sujeto (Piaget, 1972).
El estudio de la transdisciplina se basa en la aplicación simultánea de dos
tipos de razonamiento: el racional y el relacional (Max-Neef, 2005). En el
88 Ut o p í st i c a A groecológica

primero se aplica el método científico para identificar, definir, explicar y re-


solver problemas de diversa índole que afectan al manejo de los agroecosis-
temas, y el segundo tiene como fundamento la integración, articulación e
interconexión de todos los conocimientos e innovaciones que participan en
el manejo de los agroecosistemas.
El razonamiento relacional exige abordar el estudio de todos y cada uno
de los componentes que influyen en el manejo de los agroecosistemas, el
cual debe ser considerado como totalidad concreta o no sistémica para: a) no
reducir los alcances de la investigación al tema u objeto de estudio como ocu-
rre con el enfoque unidisciplinario, y b) que no se sobrevalore la relación in-
dependencia-dependencia de todo con el todo, propio del enfoque sistémico.
El criterio epistemológico que subyace en la totalidad no sistémica es que
considera la relación que existe entre el manejo de agroecosistemas única-
mente con algunos temas de otras disciplinas científicas que son pertinentes
para explicar las causas teleológicas de este manejo; es decir, se recurre al
uso de otras aristas disciplinarias, únicamente si son capaces de especificar
o de concretar las relaciones de articulación que caracterizan a este manejo
en la práctica.
Como sostiene De la Garza (2001), la reconstrucción teórica del objeto de
estudio es la reconstrucción de la totalidad, que no debe entenderse como
el todo, infinito por definición, sino solamente lo pertinente a la explicación
del objeto. Para Zemelman (1987), conocer es especificar y especificar es de-
limitar relaciones de articulación que posee el problema de estudio respecto
de otros fenómenos de la realidad. Desde la perspectiva epistemológica, los
elementos o niveles que comprenden a la totalidad son teorizables sólo en
función de su relación posible con el todo. El todo no alude a un todo real,
sino a una exigencia de totalizar lo fragmentario; no implica el movimiento
como realidad ya construida, sino como una construcción que se aprehende
en tanto constituyéndose (Zemelman, 1992). Para Andrade (2007), la totali-
dad concreta no supone considerar a todos los elementos observables, sino
únicamente aquellos que provean una idea bastante ajustada de los compo-
nentes que inciden y se relacionan de un cierto modo, con la expresión del
fenómeno en estudio, en este caso el manejo de cultivos.
Al respecto habría que preguntarse sólo por mencionar dos ejemplos rela-
cionados con el manejo del maíz: ¿acaso la pluriactividad de los productores,
La Ut op íst ic a Agro e c o l ógic a 89

un tema propio de la ciencia económica, no influye en la especialización que


puedan tener en el manejo de los cultivos? Y esta especialización, ¿no influye
en un manejo eficiente o ineficiente de los cultivos? y un manejo eficiente o
ineficiente acaso ¿no se expresa en una mayor o menor productividad del
trabajo y de la tierra, así como en la productividad por unidad de superficie
obtenida? O ¿la estructura familiar de los productores, un tema específico de
la ciencia demográfica, no interviene de manera manifiesta en el uso o no de
herbicidas por parte de los productores? Pero no son las ciencias económica
o demográfica, como tales, las que influyen en el manejo de los cultivos, sino
solamente algunas de sus aristas, que son pertinentes para la explicación de
este manejo.
Las contrarreformas decretadas en México desde hace más de tres décadas
están provocando la sustitución de policultivos por monocultivos que tratan
de suplantar las semillas locales por semillas híbridas y/o transgénicas, los
ciclos de lluvias por sistemas de riego, la materia orgánica por fertilizantes
químicos, el manejo ecológico de las plagas por plaguicidas, la mano de obra
y la vegetación bajo sombra por herbicidas. Estos paquetes tecnológicos di-
fundidos por la Revolución Verde tienen poca relación con la especificidad
local ecológica (Holt, 2009), donde los productores de maíz de temporal
llevan a cabo el manejo de la milpa.
Del mismo modo, las contrarreformas han causado que los patrones tec-
nológicos articulados al paradigma agroecológico generados y difundidos
por los productores, se encuentren en un acelerado proceso de regresión tec-
nológica, porque en el neoliberalismo la producción de alimentos baratos
ha dejado de ser la principal tarea económica de los productores de sub-
sistencia. Esta descampesinización de los productores de subsistencia está
menguando sus iniciativas, capacidades y habilidades en el manejo de los
agroecosistemas.
No obstante esta descampesinización, los productores de maíz de tempo-
ral a nivel local se caracterizan, como se verá en el próximo capítulo, porque
han compartido durante milenios ciertas condiciones generales y concretas
en el manejo de la milpa, lo que puede facilitar la transferencia de la utopísti-
ca agroecológica.
VI

TIPOS DE PRODUCTORES, EFICIENCIA


P R O D U C T I VA Y FA R O S A G R O E C O L ÓG I C O S

Este capítulo tiene como objetivo evaluar los rasgos sociales y económicos
de los productores de acuerdo con su eficiencia productiva, con el fin de
conocer si los productores de milpa a nivel local comparten saberes e inno-
vaciones en el manejo de este sistema agrícola. De ser así, esto facilitaría la
transferencia de la utopística agroecológica a los productores menos eficien-
tes, mediante el establecimiento de faros agroecológicos para incrementar, a
mediano plazo, los rendimientos de maíz por hectárea de los sistemas agrí-
colas de la milpa.

Tipos de productores y eficiencia productiva

Los principales atributos de los maiceros eficientes comparados con los


menos eficientes (bajo y medio) se exponen en la tabla 11 donde se observa
que:

1. Poseen en promedio menor edad, accediendo sutilmente a más fuer-


za de trabajo, debido a que el manejo del maíz basado en innovacio-
nes progresivas es más intensivo en este recurso.
2. Tienen menores ingresos y remesas. Resalta que éstas representan
casi la mitad de los ingresos de los maiceros de Cohetzala y una quin-
ta parte de los de San Nicolás de los Ranchos, lo que muestra la enor-
me importancia que tienen las remesas en la reproducción familiar
de los productores de maíz de temporal.
3. Son más receptivos a la asesoría técnica.

91
92 Ut o p í st i c a A groecológica

4. Han diversificado sus tareas en el sector primario afines al manejo


de maíz y los menos eficientes en los sectores secundario y terciario,
sobre todo los de San Nicolás de los Ranchos por su cercanía con la
zona metropolitana de Puebla. Los productores que realizaron sólo
tareas referidas con el manejo de maíz son los más viejos, con una
edad promedio de 66 y 70 años para Cohetzala y San Nicolás de los
Ranchos, respectivamente, siendo la principal traba para que ejecuta-
ran otras tareas. Es cierto que la pluriactividad es una eficaz estrate-
gia de sobrevivencia para los hogares rurales; así lo indican diversos
autores que han estudiado este fenómeno (Vernimmen et al., 2003; De
Grammont, 2009). Pero del mismo modo, otros estudios (Anseeuw y
Laurent, 2007; Deininger y Olinto, 2004) han señalado que los hoga-
res que han diversificado sus ingresos han reducido la renta agrícola.
Esto significa que la pluriactividad en general ha causado menor es-
pecialización y mayor regresión tecnológica, pero ésta siempre será
mayor en aquellos productores que efectúan actividades que tienen
poca relación con el manejo de cultivos. Una mayor regresión tec-
nológica se va a manifestar en menores rendimientos por unidad de
superficie.
5. Poseen menos disponibilidad a maquinaria agrícola y a más, a yunta,
detentando el 35 y 49 % de ganado en Cohetzala y San Nicolás de
los Ranchos, respectivamente, salvaguardando la relación agricul-
tura-ganadería, creadora de sinergias excepcionales en el manejo de
maíz.
T ipos de productores, efic ie nc ia p rod u c t iva y faros  93

Tabla 11. Rasgos socioeconómicos y disponibilidad a medios de producción, según el rendimien-


to de los productores de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México
Municipios/Indicadores Bajo Medio Alto Prom. Mpal.
Edad (años) 54.8 57.8 52.6 55.5
Remesas ($promedio/mes/per cápita) 475 607 474 534
Gasto promedio ($/mes/per cápita) 927 1,132 1,001 1,043
Autoconsumo de maíz (%) 100 89 68 83
Autoconsumo y venta de maíz (%) 0 11 32 17
Pluriactivos primarios* (%) 43 67 95 70
Pluriactivos secundarios** (%) 29 15 5 15
Cohetzala

Maicero*** (%) 28 18 0 15
Área sembrada maíz (promedio ha) 2.1 2.3 2.5 2.3
Área de traspatio (m2 promedio) 409 515 317 427
Recolección de bienes (%) 100 89 89 92
Posesión de tractor (%) 14 15 5 7
Posesión de yunta (%) 71 70 84 75
Ganado mayor (núm. cabezas/promedio) 4.5 6.1 5.8 5.6
Ganado menor (núm. cabezas/promedio) 10.6 18.2 19.3 16.8
Edad (años) 58.5 52.4 52.1 54.5
Remesas ($/mes/per cápita) 112 94 91 100
Gasto promedio ($/mes/per cápita) 726 657 648 677
Autoconsumo de maíz (%) 78 36 9 43
San Nicolás de los Ranchos

Autoconsumo y venta de maíz (%) 22 64 91 57


Pluriactivos primarios* (%) 15 64 100 57
Pluriactivos secundarios** (%) 70 25 0 34
Maicero*** (%) 15 11 0 9
Área sembrada maíz (promedio ha) 2.3 2.8 3.6 2.8
Área de traspatio (m2 promedio) 191 197 356 240
Recolección de bienes (%) 96 93 100 95
Posesión de tractor (%) 7 7 18 10
Posesión de yunta (%) 43 54 77 57
Ganado mayor (núm. cabezas/promedio) 1.2 2.2 6.9 3.2
Ganado menor (núm. cabezas/promedio) 9.8 12.4 23.3 14.6

Fuente: elaboración propia con datos de la encuesta, 2009.


* Productores que cultivaron maíz y realizaron otras tareas en ramas económicas del sector pri-
mario. ** Ejecutaron otras actividades en los sectores secundario y terciario. *** Incluye a produc-
tores que sólo sembraron maíz.
94 Ut o p í st i c a A groecológica

Los datos de la tabla 11, analizados desde otro ángulo, acentúan la rele-
vancia social de la aplicación urgente de la utopística agroecológica: a) todos
los productores son minifundistas extremos; esto supone que para aumentar
la productividad del trabajo y la tierra sólo es posible hacerlo mediante la
intensificación del manejo de la milpa, sustentada en el mejoramiento de la
biodiversidad funcional arriba y afuera, así como abajo y adentro del agro-
ecosistema, para optimizar los procesos ecológicos que ocurren en el mismo
(Nicholls, 2006); b) tienen baja disponibilidad a los medios de producción;
c) sus gastos promedios son muy bajos y se encuentran fuertemente subsi-
diados por las remesas, sobre todo entre los productores de Cohetzala; d) la
mayor parte de la producción cosechada se destina al autoconsumo, y e) son
pluriactivos, basando su reproducción social en la venta de fuerza de trabajo,
el manejo de la parcela, del traspatio y del ganado, así como la recolección de
distintos bienes de la naturaleza.
Hay que hacer notar que la mayoría de las características que poseen los
productores de maíz de los municipios estudiados coinciden con los rasgos
que distinguen y definen a la agricultura familiar de subsistencia (fao, 2012).
En el mismo documento la fao identificó el fomento a la agricultura familiar
como una de las cuatro áreas prioritarias1 en las que dicha organización debe
concentrar su trabajo a mediano plazo y una de las áreas en las que se pro-
pone trabajar es en fortalecer las capacidades locales, regionales y nacionales
para la adopción de estrategias y políticas en pro de la agricultura familiar, y
para el diseño y ejecución de programas y proyectos.
Revertir los bajos rendimientos de los maiceros menos eficientes requiere
que se reduzca la brecha tecnológica entre estos productores, por razón de
la transferencia y la optimización del patrón tecnológico que aplicaron los
maiceros eficientes mediante el establecimiento de faros agroecológicos.
El actual gobierno mexicano se ha propuesto mejorar la productividad y la
seguridad alimentaria familiar mediante la ejecución del Programa Sectorial
de Desarrollo Agropecuario, Pesquero y Alimentario 2013-2018 (PS-Sagarpa)
y el Programa de Modernización Sustentable de la Agricultura Tradicional
(MasAgro).

1
Las otras tres áreas prioritarias identificadas fueron enfermedades transfronterizas, cambio cli-
mático y sostenibilidad ambiental, y seguridad alimentaria y nutricional.
T ipos de productores, efic ie nc ia p rod u c t iva y faros  95

El primero se plantea como meta aumentar la producción nacional de


maíz en un 24 % pasando de 20.2 (2012) a 25 millones de toneladas para el
año 2018. Los incrementos esperados resultan difíciles de lograr, ya que el
promedio de la producción de maíz en los últimos 20 años fue de 19.5 %
(siap, 2013). Sostiene, grosso modo, que el minifundio es un obstáculo estruc-
tural que inhibe la productividad agrícola, proponiendo modelos de aso-
ciatividad para generar escalas productivas (dof, 2013). Hay que subrayar
que este programa coincide con la propuesta hecha por el Programa de Mo-
dernización del Campo (1989-1994) que concluyó en un rotundo fracaso. El
arquetipo de este programa fue el de Vaquerías enclavado en el municipio
de China, Nuevo León, el cual sólo tuvo una vigencia temporal de un lustro
y luego desapareció sin explicación alguna.
Asimismo, el Programa Sectorial promueve de manera concreta el Progra-
ma de Incentivos para Productores de Maíz y Frijol (pimaf) Y ¿qué propone
el pimaf para mejorar el manejo del maíz y los rendimientos de los produc-
tores de temporal? Nada. Como tales, y como ha sucedido con la milpa,
también fueron proscritos. Se refieren a ellos como minifundista, conside-
rándolos como el principal estorbo para elevar la productividad. Este enfo-
que está inspirado en la Nueva Visión para el Desarrollo Agroalimentario
(vida), iniciativa del Foro Económico Mundial (wef, por sus siglas en inglés),
que considera a las empresas como la locomotora del proceso de desarrollo
productivo.
Por su parte, el MasAgro, operado por el cimmyt, pretende aumentar la
producción anual de maíz de temporal de 5 en la actualidad a 10 millones de
toneladas anuales hacia el 2020, y aumentar la productividad de los peque-
ños productores de México en el orden de 8 a 14 % mediante la capacitación
en prácticas de mayor precisión y conservación, y mejor desempeño de las
semillas (Sagarpa et al., 2011). Sin embargo, el objetivo de transferir prácticas
de labranza de conservación ya fue explorado por el cimmyt y el Banco de
México (en específico, Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultu-
ra) en los años de 1980, con poco éxito (Turrent, 2014).
Además estas prácticas agrícolas tienen poco de conservacionistas. Como
sostienen Vallduví y Sarandón (2014), las prácticas de labranza de conser-
vación disminuyen el riesgo de erosión de suelos y mejoran la eficiencia en
el uso del agua, pero también dificultan o impiden realizar controles mecá-
96 Ut o p í st i c a A groecológica

nicos de las malezas, por lo que estas prácticas, a final de cuentas, llevan a
una mayor dependencia de herbicidas para el control de las llamadas malas
hierbas.
MasAgro para promover el manejo de maíz consta de cuatro componentes:
el desarrollo sustentable con el productor, descubriendo la diversidad gené-
tica de las semillas, estrategia internacional para aumentar el rendimiento
del maíz y trigo. El fundamento del MasAgro es el uso de tecnologías de
punta que sean capaces de revelar el potencial productivo de los materiales
genéticos (Musalem, 2010). Se trata de una estrategia similar que ha promo-
vido el manejo convencional de los cultivos en los países dependientes desde
hace más de seis décadas que han fracasado en incrementar la producción
de maíz y resolver la seguridad alimentaria familiar. Al parecer el MasAgro
tendrá el mismo fin que el de Vaquerías, porque después de apenas cuatro
años de vigencia, su abolición parece ser su destino.
Cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos de América
(United States Deparment of Agriculture, 2015) muestran que México figura-
rá como el segundo mayor importador de maíz en los próximos 10 años, por
lo que las compras externas aumentarán en 32 %, y para 2024 se prevé que
sean similares a las de Japón (15 millones de toneladas), que es el importador
de maíz número uno en el mundo.
Bartra (2015: 1) plantea que muchos países, autosuficientes hace 30 años,
desalentaron su producción alimentaria y hoy dependen de importaciones,
y su demanda presiona sobre la producción de los excedentarios. El resulta-
do por el lado de la oferta son situaciones recurrentes de inventarios dismi-
nuidos y reservas escasas. Al mismo tiempo la demanda sigue aumentando
[…] La cuestión de fondo para resolver este desequilibrio es respondiendo
cuatro preguntas que se ubican en el terreno de la producción: ¿qué necesi-
tamos producir?, ¿dónde hay que producirlo?, ¿cómo debe ser producido?,
¿quiénes deben producirlo?
Estas son las preguntas clave que damos respuestas con el diseño de la
utopística agroecológica, complementada con una propuesta para trans-
ferirla a los productores menos eficientes, y de perfeccionarla mediante la
experimentación agroecológica, para que se manifiesten todas las fuerzas
productivas que dormitan en su seno. Con este fin, se propone el estableci-
miento de faros agroecológicos.
T ipos de productores, efic ie nc ia p rod u c t iva y faros  97

Los faros agroecológicos

Nuestra propuesta, como ya se dijo, tiene como propósito transferir y mejo-


rar el patrón tecnológico aplicado por los productores eficientes en el manejo
del maíz. Se trata de un modelo tecnológico ad hoc a las condiciones genera-
les y concretas locales, en las cuales los productores de temporal han llevado
a cabo el manejo de la milpa. Por esta razón, se podría fácilmente transferir
a los productores menos eficientes para incrementar, a mediano plazo, la
eficiencia relativa de la tierra, la eficiencia energética, la estabilidad, la resi-
liencia y la sostenibilidad de los sistemas agrícolas milpa.
Los faros agroecológicos fueron promovidos por la Asociación Cubana
de Técnicos Agrícolas y Forestales de Cuba (actafc) y asumidos como uni-
dades de experimentación y demostración de tecnologías y principios agro-
ecológicos de producción. Son concebidos como una cultura de articulación
institucional para acercar a profesionales y campesinos, plantear una nueva
cultura agraria, reconocer y revalorizar la cultura campesina, y transitar por
la agricultura campesina a una propuesta agroecológica (Ranaboldo y Vene-
gas, 2007).
Del mismo modo, la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica (acao)
ayudó a establecer tres sistemas integrados de producción llamados faros
agroecológicos en cooperativas en la provincia de La Habana. Después de
los primeros seis meses, los miembros de las tres cooperativas habían incor-
porado innovaciones agroecológicas (integración de árboles, rotación plani-
ficada de cultivos, policultivos, abonos verdes, etc.), las que con el tiempo
han conducido al aumento de producción y de la biodiversidad, y al me-
joramiento de la calidad del suelo, especialmente el contenido de materia
orgánica (Altieri y Nicholls, 2000).
En el contexto de la utopística agroecológica, se piensa que los faros agro-
ecológicos se transformarían en una plataforma tecnológica para transferir y
optimizar el patrón tecnológico de los productores eficientes y, con ello, los
servicios agroecológicos, ecológicos, económicos, sociales y culturales que
ha prestado la milpa a la humanidad. Para cada faro agroecológico se pro-
pone establecer un agroecosistema de forma permanente, considerado como
unidad básica de estudio y de investigación. La transferencia de este patrón
tiene como fin promover entre los productores menos eficientes un tipo de
98 Ut o p í st i c a A groecológica

manejo basado en la siembra de policultivos con el fin de aplicar el principio


de la biomímesis en el manejo de maíz para generar complementariedades
entre los elementos heterogéneos presentes en los agroecosistemas, que de-
vienen en interacciones, sinergias y mayor eficiencia de la tierra y otros atri-
butos que benefician al productor y a la humanidad en su conjunto.
Además, para apoyar esta transferencia se propone impartir talleres agro-
ecológicos basados en la aplicación del método dialógico-comunicativo
planteado por Freire (1971: 27 y 40):

Que no invade, ni manipula, ni conquista […] Más bien problematiza e in-


serta al hombre en su realidad como verdadero sujeto de transformación. El
diálogo y la problematización no adormecen a nadie. Concientizan. En la dia-
loguicidad, en la problematización, educador-educando y educando-educador
desarrollan ambos una postura crítica, de la cual resulta la percepción de que
todo este conjunto de saber se encuentra en interacción. Saber que refleja al
mundo y a los hombres, en el mundo y con él, explicando al mundo, pero sobre
todo, justificándose en su transformación.
[…]Para nosotros, sostiene Freire, la “educación como práctica de la
libertad”, no es la transferencia o la transmisión del saber, ni de la cultura, no
es la extensión de conocimientos técnicos, no es el acto de depositar informes
o hechos en los educandos, no es la “perpetuación de los valores de una cul-
tura dada”, no es el “esfuerzo de adaptación del educando a su medio”. Para
nosotros, la “educación como práctica de la libertad” es, sobre todo y antes
que todo, una situación verdaderamente gnoseológica. Aquella, en que el acto
cognoscente no termina en el objeto cognoscible, ya que se comunica a otros
sujetos, igualmente cognoscentes.

Con la experimentación agroecológica se propone evaluar los principios


básicos del funcionamiento de los agroecosistemas para mejorarlos. Es decir,
conocer para optimizar los procesos clave que caracterizan y definen a los
agroecosistemas que emanan, como ya se dijo, de la aplicación del principio
de la biomímesis en el manejo del maíz, enraizada en la biodiversidad fun-
cional. Mejorar la biodiversidad funcional arriba y abajo del suelo, así como
adentro y alrededor de los agroecosistemas, implica describir y explicar los
principios agroecológicos que se manifiestan en las propiedades emergentes
T ipos de productores, efic ie nc ia p rod u c t iva y faros  99

que acaecen de estos procesos. Hay que hacer notar que del total de super-
ficie que cultivó (62.5 hectáreas), la muestra de los productores eficientes
encuestados en San Nicolás de los Ranchos, solamente asociaron cultivos en
31 % (24.5 hectáreas), por lo que existen enormes posibilidades de potenciar
la biodiversidad arriba-abajo del suelo y adentro-alrededor de los agroeco-
sistemas mediante la experimentación agroecológica. No obstante, a fin de
cuentas, con la experimentación agroecológica se pretenden potenciar todos
los atributos generados por los agroecosistemas: agroecológicos, ecológicos,
económicos, sociales, culturales y estéticos.
La transferencia del patrón tecnológico de los maiceros eficientes se puede
facilitar porque, como ya se analizó, todos los productores tienen ciertas si-
militudes en sus condiciones de vida y porque todos conocen y han aplicado
las innovaciones empleadas por los productores eficientes. A continuación
se analiza la disponibilidad real que tienen a la seguridad alimentaria los
maiceros y sus familiares, así como a la seguridad alimentaria potencial que
se derivaría si los maiceros menos eficientes aplicaran la utopística agroeco-
lógica considerando, como ya se dijo, que cada uno de los miembros de las
familias de los productores dispongan de 500 kg al año.

Seguridad alimentaria familiar real

Datos de la encuesta indican que la estructura familiar de los maiceros fue


328 y 401 personas para Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, de forma
respectiva. Al estimar la seguridad alimentaria familiar real (tabla 12) se en-
contró que: a) 15 y 57 % de personas de Cohetzala y San Nicolás de los Ran-
chos, respectivamente, alcanzaron la seguridad alimentaria; b) cada miembro
familiar de Cohetzala dispone en promedio al año de 339 kg de maíz y los de
San Nicolás de los Ranchos de 726 kg; c) cada persona con seguridad alimen-
taria de Cohetzala produce un excedente de 231 kg por año y en San Nicolás
de los Ranchos de 767 kg, que venderían en los mercados local y/o regional.
En contraste, los que no cuentan con seguridad alimentaria en Cohetzala
tienen que adquirir en el mercado 229 kg al año de maíz, del que consumen.
Este dato para San Nicolás de los Ranchos fue de 253 kilogramos.
100 Ut o p í st i c a A groecológica

Tabla 12. Rendimiento (kg ha-1) y volumen de producción (kg) real y potencial
de los productores con y sin seguridad alimentaria familiar de Cohetzala
y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México
Cohetzala San Nicolás de los Ranchos
Indicador Rend. Real Rend. Potencial Rend. Real Rend. Potencial
Núm. % Núm. % Núm. % Núm. %
isa 1.46 1.40 2.60 2.87
csaf2

Productores 9 15 16 27 44 57 62 81
Volumen producción 27 400 26 52 901 41 251 050 83 388 451 93
isa 0.54 0.62 0.54 0.54
ssaf1

Productores 51 85 44 73 33 43 15 19
Volumen producción 76 720 74 72 273 59 51 500 17 27 579 7
isa 0.68 0.83 1.72 2.42
Total

Productores 60 100 60 100 77 100 77 100


Volumen producción 104 120 100 128 174 100 302 550 100 416,030 100
Fuete: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009.
1
Sin seguridad alimentaria familiar; 2 Con seguridad alimentaria familiar.

Si se transfiere el patrón tecnológico de los maiceros eficientes de Cohetza-


la a los de bajo y medio, los rendimientos crecerían, en promedio, 91 y 24 %,
respectivamente. Estas cifras para San Nicolás de los Ranchos serían de 150
y 38 %, respectivamente.

Seguridad alimentaria familiar potencial

Al estimar la seguridad alimentaria potencial (tabla 12) se encontró que: a) el


27 y el 81 % de personas de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, de forma
respectiva, alcanzaron la seguridad alimentaria; b) cada miembro familiar de
Cohetzala dispondría en promedio de 415 kg de maíz y los de San Nicolás de
los Ranchos, de 1 035 kg; y c) el déficit de 231 kg para alcanzar la seguridad
alimentaria familiar en Cohetzala descendería a 189 kg y el de San Nicolás
de los Ranchos, a 227 kilos.
Distintos resultados encontrados por otros autores avalan esta posibili-
dad de potenciar los rendimientos unitarios. Pretty et al. (2011) evaluaron
a 40 proyectos de 20 países africanos donde se intensificó el manejo de los
cultivos durante el periodo de 2001-2010 a través del mejoramiento de las
cosechas, la lucha integrada contra plagas, la conservación de suelos y la
agroforestería. En 2010, estos proyectos reportaron beneficios para más de
Tipos de productores, efic ie nc ia p ro d u c t iva y faros  101

un millón de agricultores en más de 12 millones de hectáreas. El rendimiento


medio se multiplicó por 2.13 durante un período de 3 a 10 años, incremen-
tando la producción total de alimentos en 5.8 millones de toneladas al año,
equivalente a 557 kg por cada familia.
Asimismo, el Movimiento Campesino a Campesino incrementó los ren-
dimientos del maíz de media tonelada por hectárea a tres; incluso a cinco
toneladas, como resultado de fabricar composta, de hacer rotaciones con
leguminosas e intercalar nuevos cultivos en las áridas parcelas de Vicente
Guerrero del municipio de Españita, Tlaxcala-México.
Igualmente, Altieri (2001) reporta que desde mediados de la década de
1980 del siglo pasado, Vecinos Mundiales ha patrocinado un programa de
adiestramiento y desarrollo agrícola en Honduras para controlar la erosión y
restaurar la fertilidad de los suelos degradados. Se han utilizado prácticas de
conservación del suelo introducidas (zanjas de contorno y drenaje, barreras
de pasto y paredes de roca) y métodos orgánicos de fertilización a base de es-
tiércol de pollo e intercultivo con legumbres, logrando que los rendimientos
se triplicaran o cuadruplicaran de 400 kilogramos por hectárea a 1 200-1 600
kilogramos.
Estos espectaculares rendimientos se han logrado mediante el manejo
agroecológico de cultivos basado en un diálogo de saberes donde, hay que
reiterarlo, predominan las tecnologías campesinas. En cambio, en México
los rendimientos de maíz en un periodo de 30 años fueron de 1 650 kg/ha en
1980 y pasaron a 2 210 kg/ha en el 2010; es decir, un incremento de apenas
18.7 kg por hectárea/año (siap, 2014). La razón de este comportamiento pro-
ductivo se debe esencialmente a que el Estado mexicano le ha apostado al
manejo convencional, desdeñando las múltiples formas de manejo agroeco-
lógico que prevalecen en nuestro país a nivel local.
En síntesis, la utopística agroecológica, expresada en el patrón tecnológico
de los productores eficientes como modelo de intervención agroecológica,
contiene en sí misma enormes posibilidades para potenciar, en el mediano
plazo, la productividad de los maiceros menos eficientes y puede ser ga-
rante del consumo de bienes agrícolas inocuos y de calidad para paliar la
inseguridad alimentaria en que se encuentran los productores de temporal
y sus familias. Del mismo modo, el manejo agroecológico de cultivos, se ca-
racteriza porque promueve el uso eficiente de la energía solar, la resiliencia
102 Ut o p í st i c a A groecológica

y la sostenibilidad de los sistemas agrícolas; asimismo, amortigua el cambio


climático y puede ser una fuente para la creación de una gran cantidad de
empleos formales.
Además, el incremento de la producción de maíz blanco puede represen-
tar una enorme oportunidad para promover la exportación de este grano, ya
que como resultado de la cancelación de exportaciones de maíz de Estados
Unidos de América a China, por haberse encontrado maíz transgénico (MIR
162 de Syngenta), el gobierno de este país ha descubierto que el maíz blanco
mexicano se encuentra libre de transgénicos y es de altísima calidad (Suárez,
2015).
Como sostiene el Padre Francisco (2015: 40-41) en su Carta encíclica Laudato
si’: para que siga siendo posible dar empleo, es imperioso promover una eco-
nomía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial.
Por ejemplo, hay una gran variedad de sistemas alimentarios campesinos y
de pequeña escala que sigue alimentando a la mayor parte de la población
mundial, utilizando una baja proporción del territorio y del agua, y produ-
ciendo menos residuos, sea en pequeñas parcelas agrícolas, huertas, caza y
recolección silvestre o pesca artesanal. […] Las autoridades tienen el derecho
y la responsabilidad de tomar medidas de claro y firme apoyo a los peque-
ños productores y a la variedad productiva.
REFLEXIONES FINALES

Dos corrientes de avanzada, el pensamiento complejo y el pensamiento


crítico, confluyen para dar lugar a una mirada científica a la altura de los
complicados procesos del mundo globalizado. Esa nueva óptica ha logra-
do resolver dos magnas limitaciones del pensamiento contemporáneo: por
un lado, adoptar un enfoque integrador, holístico o interdisciplinario, pues
aborda de manera conjunta, no separando, los procesos naturales y sociales.
Por otro, trasciende la visión dominante de una (tecno) ciencia al servicio del
capital corporativo, para adoptar una ciencia con conciencia (ambiental y so-
cial) que ya no busca solamente interpretar el mundo y transformarlo, sino,
para ser más precisos, emanciparlo. La utopística agroecológica desarrollada
en esta obra responde a esta nueva perspectiva y es un ejemplo novedoso en
el examen de una dimensión fundamental como lo es la producción de ali-
mentos, las prácticas agrícolas ligadas a esos, la innovación tecnológica y los
dilemas epistemológicos que surgen al parejo de las visiones hegemónicas
que hoy dominan el mundo.
Aplicar esta perspectiva agroecológica para productores de maíz de tem-
poral es urgente porque se vive a nivel mundial una emergencia económica,
social, cultural y ambiental que tiene su origen en la aplicación de un modelo
de acumulación de capital rapaz, conducido por una elite nacional y trasna-
cional en un contexto cultural de consumismo e individualismo exacerbado.
En las últimas décadas, este modelo de acumulación se ha desenvuelto en
un escenario económico que se ha caracterizado por la caída inexorable de
la tasa de ganancia, por razón de la sustitución, en la producción de mer-
cancías, de trabajo asalariado por medios de producción, derivando en la

103
104 Ut o p í st i c a A groecológica

desvalorización de la fuerza de trabajo, la baja capacidad de compra de los


trabajadores y la contracción de su demanda efectiva que, a su vez, vuelve a
comprimir a la tasa de ganancia.
Para resarcir sus ganancias, la elite trasnacional ha recurrido a dos estra-
tegias. En primer lugar, ha impuesto a los regímenes políticos de los países
dependientes para que aprueben contrarreformas laborales con el fin de re-
ducir los salarios y condiciones laborales que prevalecieron durante la época
del “Estado Benefactor”. Menores salarios representan mayores niveles de
pobreza de los trabajadores, que tiene su contraparte en el aumento de la ri-
queza detentada por una elite trasnacional, desembocando en una desigual-
dad social jamás vista. Pobreza y abundancia extrema son dos consecuencias
que emergen del mismo modelo de acumulación neoliberal.
En segundo lugar, o ha recurrido a la externalización de los costos am-
bientales, al transferir el costo ambiental de sus actividades económicas a la
sociedad en su conjunto, o simplemente los ha ignorado y excluido de sus
cálculos. Por esta razón el capitalismo ha sido tan destructivo para el medio
ambiente y es la causa principal que provoca el cambio climático. Uno de los
efectos más devastadores del cambio climático han sido los desastres natura-
les que ocasionan enormes pérdidas materiales y humanas. Estos desastres,
que son básicamente expresiones inusuales, sorpresivas e impredecibles de
los factores climáticos, incluyen sequías, inundaciones, periodos de calor y
frío extremos, incremento en el número y potencia de los huracanes, corri-
miento de los regímenes térmicos, derretimiento de los glaciares, que tienen
como consecuencia nuevos eventos de alto riesgo.
Estos dos procesos de explotación y depredación terminan generando
desigualdad social por un lado y destrucción de la naturaleza por el otro.
En México, la despiadada aplicación de esos dos mecanismos, verdaderas
acciones de guerra, ha profundizado la inseguridad alimentaria en todas sus
escalas (familiar, comunitaria, regional y nacional), sobre todo porque dos
de las actividades más afectadas han sido la agricultura y la ganadería. Por
ejemplo, en el caso de la agricultura el cambio climático ha modificado las fe-
chas de siembra, el ciclo del cultivo y de las plagas y enfermedades; también
ha originado alteraciones fisiológicas por la exposición a temperaturas fuera
del umbral permitido, asimismo, han aumentado las deficiencias hídricas
que afectan la productividad de los cultivos y, a la vez, la seguridad ali-
Re fl e x io ne s final e s  105

mentaria. En el caso de la producción ganadera, la sequía extraordinaria que


tuvo lugar durante 2011 y 2012 en casi la mitad del territorio nacional junto
con buena parte de los Estados Unidos de América fue un evento nunca re-
gistrado en casi un siglo. Los efectos fueron de severos a graves. La sequía
provocó pérdidas extraordinarias en las áreas agrícolas del norte y centro
del país (trigo, maíz, sorgo, forraje) y especialmente en la ganadería. Por la
sequía extrema, murieron ¡1.3 millones de reses!
Por otra parte, la modificación de los artículos 27 y 28 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, para permitir la participación de
particulares en la exploración, extracción, refinación, petroquímica, almace-
namiento y transporte de petróleo, afectará los derechos agrarios de las comu-
nidades, así como la generación y transferencia de innovaciones campesinas;
del mismo modo, reducirá la biodiversidad, y aumentará la sobreexplota-
ción de acuíferos y, sobre todo, la emisión de gases de efecto invernadero y,
con ello, el cambio climático y el incremento de desastres naturales que han
originado enormes pérdidas de vidas humanas y de recursos económicos. El
periodo de vigencia del capitalismo, que es junto con la industria, la ciencia,
la tecnología y los combustibles fósiles lo que conocemos como modernidad,
comprende apenas 0.05 % del tiempo de vida del Homo sapiens, y ha sido
definida como una nueva época, el Antropoceno, que en menos de un siglo
ha ocasionado una crisis ecológica de magnitud planetaria que ha puesto en
riesgo el futuro de la humanidad o de la especie humana.
Los regímenes políticos neoliberales se han caracterizado porque aplican
una política pública pensada para aniquilar a los pequeños productores ar-
ticulados a la agricultura familiar, considerándolos como un obstáculo es-
tructural que inhibe la productividad agrícola, aun cuando en el discurso
ha reconocido, junto con la fao, el papel fundamental que este tipo de agri-
cultura juega en la producción de alimentos para alcanzar la seguridad ali-
mentaria. No obstante, los datos mostrados en este trabajo evidencian que la
cantidad de hectáreas sembradas con maíz en 2010 prácticamente son las mismas de
las que se sembraron en 1980, por el rol que ha jugado este grano en la repro-
ducción biológica y cultural de la sociedad rural. Estos números muestran
que probablemente el maíz representa para los mexicanos el bien con el más
alto de aprovechamiento social de las potencialidades productivas de la ac-
tividad humana.
106 Ut o p í st i c a A groecológica

Del mismo modo, los gobiernos neoliberales se han empecinado en pro-


mover políticas públicas de innovación tecnológica y de mejora de los ren-
dimientos por hectárea, organizadas en torno a la siembra de monocultivos,
derivados de la Revolución Verde y/o Transgénica. Estos paquetes tecnoló-
gicos se caracterizan por ser homogéneos, radicales, contaminantes y caros,
que solamente han beneficiado a las empresas trasnacionales que son las que
producen y venden los agroquímicos, profundizando la crisis alimentaria
que actualmente se vive en el país.
Revertir la inseguridad alimentaria exige llevar a cabo una evaluación de
otras opciones de manejo de maíz que han empleado los productores más
tradicionales; es decir, los herederos de una tradición agrícola de varios miles
de años que normalmente lo han cultivado como milpa, aplicando innova-
ciones progresivas y radicales que han recreado una biodiversidad funcional
arriba/abajo del suelo y adentro/alrededor de los agroecosistemas, de donde
se han derivado una mayor productividad y otros atributos (eficiencia ener-
gética, estabilidad, resiliencia y persistencia de los agroecosistemas a través
del tiempo), como resultado de la interacción de sus componentes y no de las
propiedades de éstos por separado.
Las evidencias de esta investigación indican que la mayoría de los pro-
ductores de temporal aplican un diálogo de saberes en el manejo del maíz,
donde prevalecen las innovaciones campesinas, las cuales nos muestran el
camino a seguir para incrementar la productividad de la fuerza de trabajo y
del suelo agrícola. También indican que este manejo es diferenciado e inte-
grado, donde convergen productores con capacidades productivas diferen-
ciadas destacando los eficientes que, aplicando el principio de biomímesis en
el manejo del maíz, han recreado una biodiversidad funcional arriba-abajo
del suelo y adentro-alrededor de los agroecosistemas, de donde han deriva-
do mayores rendimientos unitarios y otros atributos. Esta diferenciación-in-
tegración es lo que define el desarrollo ontogenético de las tecnologías
aplicadas en el manejo del maíz bajo condiciones de temporal.
Estas “nuevas” formas de manejo están disponibles entre los productores;
basta identificarlas y transferirlas a los productores menos eficientes para
fortalecer el abasto de maíz y la seguridad alimentaria familiar de los pro-
ductores más pobres, mediante el establecimiento de faros agroecológicos
que, además, tienen la ventaja de poder potenciar en el mediano plazo, por
Re fl e x io ne s final e s  107

razón de la experimentación agroecológica, la eficiencia relativa de la tierra,


la eficiencia energética, la estabilidad, la resiliencia y la sostenibilidad de los
sistemas milpa. Del mismo modo, se puede paliar la pobreza extrema, pro-
veer mayores servicios ambientales a la sociedad, crear empleos, así como
reforzar la identidad cultural y la solidaridad entre los maiceros.
Alcanzar la seguridad alimentaria es urgente, sobre todo para aquellas
familias rurales más pobres de México, las cuales no han logrado satisfacer
la necesidad más esencial de los seres humanos, como es la alimentación
donde el consumo de maíz ha sido básico, a pesar de estar especializados en
la producción de este grano. La seguridad alimentaria como necesidad insa-
tisfecha de la mayoría de los productores minifundistas de temporal se ha
convertido en la actualidad en la esperanza de alcanzar una vida mejor. En
este contexto, resalta la importancia de la utopística agroecológica esbozada
en esta investigación como una vertiente tecnológica de la utopía, donde se
incorpora la dimensión Blochiana de lo que todavía-no-ha-llegado-a-ser, lo
aún no realizado, pero que está presente como posibilidad objetiva real. Esta
posibilidad se encuentra cristalizada en el patrón tecnológico como mode-
lo de intervención agroecológica, que los productores eficientes han venido
aplicando en el manejo de la milpa a nivel local.
Concluyendo. En México el fracaso de las políticas agroalimentarias, que
surgen de la obsesión de modernizar el campo mediante la aplicación del
modelo agroindustrial, el apoyo crediticio y de otras subvenciones sesgado
hacia los medianos y grandes productores, y una visión que ignora o sosla-
ya la experiencia agrícola heredada por los productores más pequeños de
una tradición cultural de varios miles de años, debe ser superado mediante
la creación de alternativas tecnológicas. Estos modelos innovadores deben
remontar todo lo aplicado por las llamadas Revolución Verde y Revolución
Transgénica. La propuesta que se hace en esta obra se suma a las formuladas
por otros muchos colegas (véase por ejemplo Marielle et al., 2013), basados
en la experiencia ganada en los centros nacionales de investigación como el
inifap, que ha hecho proyecciones sobre el potencial productivo del maíz en
1963, 1977, 1991 y 2000. Solo una visión que parta de la propia innovación
tecnológica campesina, oportunamente registrada, orientada y combinada
con la investigación científica, como lo sugiere la utopística agroecológica,
podrá lograr la recuperación de la seguridad alimentaria.
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SIGLAS

actafc: Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales de Cuba


cimmyt: Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo
Conacyt: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
Coneval: Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social
ddr: Distrito de Desarrollo Rural
fao: Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimen-
tación
getp: Grado de Empleo de Tecnologías Progresivas
iatr: Índice de Apropiación de Tecnologías Radicales
iia: Instituto de Investigaciones Agrícolas
iica: Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura
inegi: Instituto Nacional de Estadística y Geografía
inia: Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas
inif: Instituto Nacional de Investigaciones Forestales
inifap: Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecua-
rias
inip: Instituto Nacional de Investigaciones Pecuarias
isap: Índice de Seguridad Alimentaria Potencial
isar: Índice de Seguridad Alimentaria Real
isnar: Servicio Internacional para la Investigación Agrícola Nacional
MasAgro: Programa de Modernización Sustentable de la Agricultura Tradi-
cional
oee: Oficina de Estudios Especiales
opas: Sistema de Evaluación del Desempeño Organizacional

123
124 Ut o p í st i c a A groecológica

Procampo: Programa de Apoyos Directos al Campo


Sagarpa: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Ali-
mentación
sarh: Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos
siap: Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera
snidrus: Sistema Nacional de Información para el Desarrollo Rural Susten-
table
LOS AUTORES

Miguel Ángel Damián Huato

Doctor en Ciencias en Estrategias para el Desarrollo Agrícola Regional (Co-


legio de Postgraduados-Campus Puebla). Investigador nivel II del Sistema
Nacional de Investigadores y Premio Estatal de Ciencia y Tecnología 2011 en
el Campo de Alimentos y Agroindustrias dentro de la Modalidad Científi-
ca-Tecnológica. Es profesor-investigador del Centro de Agroecología y Am-
biente del Instituto de Ciencias de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla donde ha venido desarrollando las líneas de investigación “evalua-
ción del manejo de agroecosistemas” y “diseño de modelos de intervención
agroecológica”. Es miembro de la Sociedad Científica Latinoamericana de
Agroecología.

Víctor M. Toledo

Doctor en Ciencias por la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional


Autónoma de México; es Investigador desde 1970 de la unam. Ha trabaja-
do en las áreas de ecología tropical, etnoecología, conservación, desarrollo
sustentable, ecología política y manejo de recursos naturales de México y
Latinoamérica. Su principal área de interés es la relación entre las culturas
indígenas y campesinas y la biodiversidad. Es miembro del Sistema Nacio-
nal de Investigadores nivel III, y asesor de varias organizaciones rurales de
México. Fundador y primer coordinador (2010-2013) de la Red de Etnoeco-
logía y Patrimonio Biocultural del Conacyt. Entre las distinciones recibidas

125
se cuentan la beca J. S. Guggenheim (1992-93); el Premio al Mérito Ecológi-
co por el Gobierno de México (1999); el Premio Luis Elizondo del Institu-
to Tecnológico de Monterrey, México (itesm) (2000); y el Premio al Mérito
Agroecológico por parte de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agro-
ecología (2011). Este año le fue otorgada la medalla al mérito universitario,
conferida por la Universidad Veracruzana.
ÍN D I C E D E TA B L A S

Tabla 1. Coeficiente de Localización (cl), área agrícola sembrada con maíz


(ha) entre 2010-1980 y seguridad alimentaria (sa %) por entidades
federativas de la República Mexicana 22
Tabla 2. Rendimiento de maíz (kg ha-1) en áreas de riego y temporal entre
1980 y 2010 y su crecimiento porcentual por entidad federativa de
la República Mexicana 24
Tabla 3. Tamaño promedio (ha) de las unidades de producción de riego, tem-
poral y de maíz, por entidad federativa de la República Mexicana
27
Tabla 4. Tracción utilizada por las unidades de producción en las entidades
federativas de la República Mexicana 28
Tabla 5. Uso de insumos (%) agrícolas por entidad federativa de la República
Mexicana 29
Tabla 6. Patrón tecnológico recomendado por el inifap para el manejo de
maíz en Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México 66
Tabla 7. Número de productores, iatr y rendimiento (kg ha-1) por tipo de
productores de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-Mé-
xico 67
Tabla 8. Número de productores, getp y rendimiento (kg ha-1) por tipo de
productores de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-Mé-
xico 70
Tabla 9. Número de productores, iatr, getp y rendimientos (kg ha-1), según
sus rendimientos, de los maiceros de Cohetzala y San Nicolás de los
Ranchos, Puebla-México 74
Tabla 10. Innovaciones utilizadas en el manejo del maíz por los productores
eficientes de Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-Mé-
xico 76
Tabla 11. Rasgos socioeconómicos y disponibilidad a medios de producción,
según el rendimiento de los productores de Cohetzala y San Nico-
lás de los Ranchos, Puebla-México 93
Tabla 12. Rendimiento (kg ha-1) y volumen de producción (kg) real y poten-
cial de los productores con y sin seguridad alimentaria familiar de
Cohetzala y San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México 100
Utopística agroecológica.
Innovaciones campesinas y seguridad alimentaria en maíz
de Miguel Ángel Damián Huato y Víctor M. Toledo
se terminó de imprimir el mes de enero de 2016 en Ediciones del Lirio
con domicilio en Azucenas 10 de la colonia San Juan Xalpa, Iztapalapa,
Distrito Federal y con número de teléfono 0155 5613 4257.
El cuidado de la edición y la composición tipográfica
son de Estelí Morales Huitzil y la producción editorial
de José Luis Olazo García.
El tiraje consta de 500 ejemplares.

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