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David Foster Wallace

Todo y más
Breve historia del infinito
PRÓLOGO BREVE PERO NECESARIO

Desafortunadamente este es un prólogo que hay que leer —y en primer


lugar— para entender ciertas características estructurales del texto principal y
algunas partes que casi parecen un código. De estas, la más frecuente es la
abreviatura SEI en negrita. Para su información, no se trata de un tic o un error
tipográfico, sino que sustituye la expresión «Si está interesado», que, de tanto
usarla en los primeros borradores, finalmente, por pura repetición, evolucionó de
ser una frase normal, utilizada para introducir algún párrafo, hasta convertirse en
un signo abstracto extratextual —SEI— que ahora sirve para clasificar ciertos
fragmentos de texto de un modo particular. De qué modo lo hace es algo que ahora
quedará justificado y explicado.

Todo y más es una obra de divulgación científica. Aborda un conjunto de


logros matemáticos extremadamente abstractos y técnicos, aunque enormemente
profundos e interesantes, y también hermosos. El objetivo es hablar de esos logros
de tal manera que resulten atractivos y comprensibles para lectores que no tengan
preparación técnica de nivel profesional ni sean expertos en la materia. Hacer las
matemáticas bonitas, o por lo menos conseguir que el lector entienda que alguien
pueda considerarlas así. Todo esto, por supuesto, suena muy bien, pero hay una
pega: ¿cómo de técnica puede llegar a ser la presentación sin que el lector se pierda
o sin enterrarle en un sinfín de pequeñas definiciones y aclaraciones aparte?
Además, si se asume, como parece plausible, que algunos lectores tienen mucha
más preparación técnica que otros, ¿qué tono debe tener la explicación para que
sea accesible al neófito sin ser aburrida o irritante para alguien que ha practicado
muchas matemáticas en el instituto?

A partir de este punto, SEI en negrita señala partes del material a las que se
puede echar un vistazo, leerlas por encima u omitirlas por completo si el lector lo
desea. Es decir, se pueden ignorar sin perderse nada importante. Probablemente,
más de la mitad de las notas son SEI, así como varios párrafos, e incluso un par de
subsecciones del texto principal. Algunos de los fragmentos opcionales son
divagaciones o efemérides históricas;[0.1] algunos son definiciones o explicaciones
en los que un lector ducho en matemáticas no tendrá que perder el tiempo. Pero la
mayoría de los fragmentos SEI están pensados para lectores con gran preparación
técnica, o un interés poco usual en las verdaderas matemáticas, o una paciencia
sobrenatural, o las tres cosas; dichos fragmentos proporcionan una mirada más
detallada a asuntos que la explicación principal pasa por alto o deja de lado.

Hay otras abreviaturas en el libro. Algunas solo están para ahorrar espacio.
Otras son consecuencia de un peculiar problema de estilo que se da en la escritura
técnica, que consiste es que con frecuencia tenemos que utilizar las mismas
palabras una y otra vez de un modo que se hace terriblemente pesado —la cuestión
es que algunas palabras técnicas tienen significados muy específicos que ningún
sinónimo puede captar—. Así, especialmente en el caso de ciertos términos de alta
tecnología, la abreviatura es el único modo de conseguir un poco de variedad. En
realidad, nada de esto es un problema. Todas las abreviaturas del libro están
contextualizadas de tal modo que debería quedar totalmente claro qué significan.
Sin embargo, por si hubiera errores del autor o confusiones innecesarias, aquí
presentamos una lista de las principales abreviaturas que puede consultar en caso
de necesidad:

A. C. P. = Axioma del conjunto potencia A. E. = Axioma de elección C1-1 =


Correspondencia uno a uno «C y n. i.» = «Continuidad y números irracionales» de
Dedekind CV = Círculo vicioso D. en D. = Demostración en diagonal D. Η. P. =
Divina Hermandad de Pitágoras DNC = Dos nuevas ciencias de Galileo E. D. =
Ecuación diferencial E. O. = Ecuación de onda G. E. = GLOSARIO DE
EMERGENCIA H. C. = Hipótesis del continuo LTE = Ley del tercero excluido N. &
L. = Newton y Leibniz P. A. I. = Principio de abstracción ilimitada P. A. L. =
Principio de abstracción limitada P. C. = Producto cartesiano P. C. G. S. F. =
Problema de convergencia general de las series de Fourier P. C. V. = Problema de la
cuerda vibrante P. del I. = Paradojas del infinito de Bolzano P. I. = Principio de
inducción P. Z. = Paradojas de Zenón RIV = Regresión infinita viciosa R. N. = Recta
numérica R. R. = Recta real T. A. C. = Teoría axiomática de conjuntos TAC = Teoría
analítica del calor de Fourier T. B. = Teorema del binomio Τ. Β. W. = Teorema de
Bolzano-Weierstrass Τ. Ε C. = Teorema fundamental del cálculo Τ. I. C. = Teoría
informal de conjuntos Τ. Ρ. = Teorema de Pitágoras T. U. = Teorema de unicidad Τ.
V. Ε. = Teorema de los valores extremos de Weierstrass U. S. Μ. = Argumento Uno
Sobre Muchos de Platón VNB = Sistema de axiomas para la teoría de conjuntos de
Von Neumann y Bernays ZFS = Sistema de axiomas para la teoría de conjuntos de
Zermelo-Fraenkel-Skolem
1

§1a.

Existe algo así como un historiador de las matemáticas. Aquí está, a modo de
apertura, una cita de tal historiador en la década de 1930:

Una conclusión parece ser ineludible: sin una teoría consistente del infinito
matemático no hay teoría de los irracionales. Sin una teoría de los irracionales no
hay análisis matemático de ninguna forma remotamente parecida a lo que tenemos
ahora. Y finalmente, sin el análisis, la mayor parte de las matemáticas —
incluyendo la geometría y la mayor parte de las matemáticas aplicadas— tal como
existe actualmente, dejaría de existir. Por lo tanto, la tarea más importante a la que
tienen que hacer frente los matemáticos debería ser la construcción de una teoría
satisfactoria del infinito. Cantor lo intentó; con qué éxito es algo que se verá
después (Bell, págs. 521-522).

Los excitantes términos matemáticos no importan por ahora. El Cantor de la


última línea es el profesor Georg F. L. P. Cantor, nacido en 1845, naturalizado
alemán, perteneciente a una familia de comerciantes y reconocido padre de la
teoría abstracta de conjuntos y de las matemáticas transfinitas. Algunos
historiadores han debatido en un tira y afloja la cuestión de si era judío. Cantor en
latín significa «cantante».

Georg F. L. P. Cantor es el matemático más importante del siglo XIX y una


figura de gran complejidad y sufrimiento. Estuvo entrando y saliendo de
hospitales mentales buena parte de su madurez tardía y murió en un sanatorio en
Halle[1.1] en 1918. Curiosamente, Kurt Gödel, el matemático más importante del
siglo XX, también murió como resultado de una enfermedad mental. Ludwig
Boltzmann, el físico matemático más importante del siglo XIX, se suicidó. Y así
sucesivamente. Los historiadores y los estudiosos de la cultura pop tienden a
dedicar mucho tiempo a los problemas psiquiátricos de Cantor y a si estaban
relacionados, y de qué modo, con su trabajo sobre las matemáticas del ∞.

En el año 1900 se celebró en París el 2.º Congreso Internacional de


Matemáticos. El profesor David Hilbert, por aquel entonces el matemático n.º 1 del
mundo, describió los números transfinitos de Georg Cantor como «el mejor
producto del genio matemático» y «una de las más bellas realizaciones de la
actividad humana en el dominio de lo puramente inteligible» (Hilbert, «Über das
Unendliche» [«Sobre el infinito»], pág. 197).

He aquí una cita de Gilbert K. Chesterton: «Los poetas no enloquecen, pero


los jugadores de ajedrez sí. Los matemáticos se vuelven locos, y los cajeros, pero
los artistas creativos no suelen hacerlo. No estoy atacando la lógica: solo digo que
este peligro yace en la lógica, no en la imaginación» (Chesterton, citado por
Barrow, pág. 171). Y aquí está un fragmento del texto de la solapa de una reciente
biografía divulgativa de Cantor: «A finales del siglo XIX, un matemático
extraordinario languidecía en un sanatorio […] Cuanto más se acercaba a las
respuestas que buscaba, más lejanas parecían. A la larga, ello le condujo a la locura,
igual que a otros matemáticos antes que a él» (Amir D. Aczel, The Mystery of the
Aleph: Mathematics, the Kabbalah, and the Search for Infinity, Four Walls Eight
Windows, 2000).

Los casos de grandes matemáticos con enfermedades mentales tienen


enorme resonancia para los escritores y cineastas de la época pop. Esto tiene que
ver principalmente con las ideas preconcebidas y las sensibilidades de esos mismos
escritores/cineastas, y a su vez dichas ideas están en función de lo que se podría
llamar el molde arquetípico particular de nuestra época. No hace falta decir que
dichos moldes cambian con el tiempo. Hoy, el Matemático Mentalmente Enfermo
parece ser de algún modo lo que el Caballero Errante, el Santo Mortificado, el
Artista Atormentado y el Científico Loco fueron en otras épocas: algo así como
nuestro Prometeo, el que va a lugares prohibidos y vuelve con regalos que todos
podemos aprovechar pero cuyo precio solo paga él. Esto es probablemente un poco
exagerado, por lo menos en la mayoría de los casos. [1.2] Pero Cantor encaja en el
molde mejor que la mayoría. Y las razones para ello son mucho más interesantes
que cualesquiera fueran sus problemas y síntomas.[1.3]

Pero saber algo sobre los logros de Cantor no es lo mismo que valorarlos, lo
cual constituye nuestro objetivo e implica ver las matemáticas transfinitas como
una especie de árbol, con sus raíces en las paradojas de la Antigua Grecia acerca de
la continuidad y la inconmensurabilidad, y sus ramas enredadas en la crisis
moderna sobre los fundamentos de las matemáticas: Brouwer y Hilbert y Russell y
Frege y Zermelo y Gödel y Cohen y sus colegas. Los nombres ahora mismo son
menos importantes que el árbol, siendo este una especie de esquema general que
conviene recordar.

§1b.

Pero Chesterton se equivocaba respecto a una cosa. O era por lo menos


impreciso. El peligro que intentaba concretar no es la lógica. La lógica es solo un
método, y los métodos no pueden desquiciar a las personas. De lo que en realidad
intenta hablar Chesterton es de una de las principales características de la lógica, y
de las matemáticas. Su cualidad de abstractas. La abstracción.

Vale la pena esclarecer el significado de abstracción. Puede que sea el término


más importante para apreciar el trabajo de Cantor y el contexto que lo hizo posible.
Gramáticamente, la raíz viene de un adjetivo, del latín abstractus («apartado»). El
Oxford English Dictionary contiene nueve definiciones importantes del adjetivo, de
las cuales la más pertinente es la 4.a.: «Apartado o separado de la materia, de la
corporeidad material, de la práctica, o de los ejemplos particulares. Opuesto a
concreto». También resultan de interés las definiciones 4.b., «Ideal, destilado hasta
su esencia», y 4.c., «Abstruso».

He aquí una cita de Carl B. Boyer, que es más o menos el Gibbon de la


historia de las matemáticas:[1.4] «Pero ¿qué son, después de todo, los enteros? Todo
el mundo cree saber qué es el número tres, hasta que intenta definirlo o explicarlo»
(Boyer, pág. 596). Por ello, resulta instructivo hablar con los profesores de
matemáticas de preescolar e informarse acerca de cómo se enseñan realmente los
números enteros a los niños. Cómo se les enseña, por ejemplo, lo que es el número
cinco. Primero se les dan, por ejemplo, cinco naranjas. Algo que puedan tocar o
sostener. Se les pide que las cuenten. Luego se les da una foto de cinco naranjas.
Después, una foto que combina las cinco naranjas con el numeral «5», de modo que
asocien ambas cosas. Luego, una imagen con solo el numeral «5» y sin las naranjas.
Entonces los niños comienzan con ejercicios verbales en los que empiezan a hablar
sobre el entero 5 per se, como un objeto en sí mismo, aparte de las cinco naranjas.
En otras palabras, son sistemáticamente engañados, o inducidos, para que traten a
los números como cosas en lugar de como símbolos de las cosas. Entonces se les
puede enseñar aritmética, la cual contiene relaciones elementales entre números.
(El lector notará el paralelismo con el modo en que se nos enseña a usar el
lenguaje. Pronto aprendemos que el nombre «cinco» significa, simboliza, el entero
5, etc.).

A veces un chaval tiene dificultades, dicen los profesores. Algunos niños


entienden que la palabra «cinco» significa 5, pero siguen queriendo saber ¿5 qué?
¿5 naranjas? ¿5 céntimos? ¿5 puntos? Esos niños, que no tienen ningún problema
para sumar o restar naranjas o monedas, a pesar de todo tendrán malos resultados
en las pruebas de aritmética. No pueden tratar el 5 como un objeto per se. A
menudo son enviados a grupos de Educación Matemática Especial, donde todo se
enseña en términos de grupos o conjuntos de objetos reales en lugar de números
«separados de ejemplos particulares».[1.5]

La cuestión clave es que la definición básica de «abstracto» para nuestros


propósitos va a ser algo combinada: «apartado o más allá de la particularidad
concreta, de la experiencia sensorial». Usado solo de este modo, «abstracto» es un
término de la metafísica. De hecho, en todas las teorías matemáticas está implícito
algún tipo de postura metafísica. El padre de la abstracción en las matemáticas fue
Pitágoras. El padre de la abstracción en la metafísica, Platón.

Pero las otras definiciones del Oxford English Dictionary no son irrelevantes.
No solo porque las matemáticas modernas son abstractas en el sentido de ser
extremadamente abstrusas. Para las matemáticas también es esencial abstraer en el
sentido de reducir algo a su esencia absoluta, a su esqueleto, como en el resumen
de un artículo o de un libro.[*] Como tal, su significado puede ser pensar
profundamente en cosas en las que la mayoría de la gente no puede pensar
profundamente, porque se pone como loca.

Todo esto es solo una especie de calentamiento. No será todo igual. Aquí
están dos citas más de figuras prominentes. Morris Kline: «Una de las grandes
contribuciones griegas al concepto mismo de matemáticas fue el reconocimiento
consciente y el énfasis en el hecho de que las entidades matemáticas son
abstracciones, ideas sostenidas por la mente y claramente diferenciadas de los
objetos físicos o las imágenes» (Kline, pág. 29). Ferdinand de Saussure: «Lo que se
les ha pasado por alto a los filósofos y a los lógicos es que desde el momento en
que un sistema de símbolos se vuelve independiente de los objetos designados, él
mismo está sujeto a sufrir cambios que son incalculables para el lógico» (Saussure,
pág. 23).

La abstracción lleva incluidos todo tipo de problemas y quebraderos de


cabeza, eso lo sabemos todos. Parte del riesgo es cómo usamos los nombres.
Pensamos en los significados de los nombres en términos de denotaciones. Los
nombres sustituyen cosas: hombre, mesa, pluma, David, cabeza, aspirina. Se da un tipo
especial de comicidad cuando hay confusión respecto a lo que es un nombre de
verdad, como en «¿Quién va primero?» o en aquellas bromas de Alicia en el país de
las maravillas: «¿Qué puedes ver en el camino?». «Nada». «¡Qué vista más buena!
¿Qué aspecto tiene nada?». Pero la comicidad tiende a desvanecerse cuando los
nombres denotan abstracciones, en el sentido de conceptos generales divorciados
de ejemplos concretos. Muchas de estas abstracciones-nombres tienen su raíz en un
verbo. «Movimiento» es un nombre, y también «existencia». Usamos palabras
como estas continuamente. La confusión viene cuando intentamos pensar en qué
significan exactamente. Es como la observación de Boyer acerca de los enteros.
¿Qué denotan exactamente «movimiento» y «existencia»? Sabemos que existen
cosas concretas y particulares, y que a veces se mueven. ¿Existe el movimiento per
se? ¿De qué manera? ¿De qué manera existen las abstracciones?

Por supuesto, esta última cuestión es en sí misma muy abstracta. Ahora


probablemente usted comienza a sentir dolor de cabeza. Hay una especie de
incomodidad o impaciencia ante este tipo de cosas. Surgen preguntas como: «¿Qué
es exactamente la existencia?» o «¿Qué queremos decir exactamente cuando
hablamos del movimiento?». La incomodidad es muy distintiva y aparece solo en
cierto nivel del proceso de abstracción, porque la abstracción funciona por niveles,
igual que los exponentes o las dimensiones. Digamos que «hombre» refiriéndose a
un hombre en particular es el Nivel Uno. «Hombre» refiriéndose a la especie es el
Nivel Dos. Algo así como «humanidad» es el Nivel Tres: ahora estamos hablando
de los criterios abstractos para que algo pueda ser calificado de humano. Y así
sucesivamente. Pero pensar de ese modo puede ser peligroso, extraño. Pensar con
suficiente abstracción sobre cualquier cosa… Seguramente todos hemos tenido la
experiencia de pensar en una palabra, por ejemplo, «pluma», y en algo así como
repetirla para nuestros adentros una y otra vez, hasta que deja de significar nada.
La misma extrañeza de llamar «pluma» a algo empieza a meterse en la conciencia
de un modo inquietante, como los síntomas de un inminente ataque epiléptico.

Como probablemente sabe el lector, buena parte de lo que ahora llamamos


filosofía analítica está relacionado con cuestiones como estas, del Nivel Tres o
incluso del Cuatro. Como en la epistemología = «¿Qué es exactamente el
conocimiento?»; la metafísica = «¿Cuáles son exactamente las relaciones entre los
constructos mentales y los objetos del mundo real?», etc. [1.6] Podría ser que los
filósofos y los matemáticos, que pasan mucho tiempo pensando (a) en abstracto (b)
sobre abstracciones o (c) ambas cosas, tengan eo ipso propensión a las
enfermedades mentales. O podría ser simplemente que las personas susceptibles
de padecer una enfermedad mental tengan mayor propensión a pensar en este tipo
de cosas. Es como la cuestión del huevo y la gallina. Pero algo es seguro. Es un
mito total que el hombre sea curioso por naturaleza y que esté ávido de la verdad,
y que desee, por encima de todo, conocer.[1.7] Admitiendo ciertos significados de
«conocer», hay en realidad una gran cantidad de cosas que no queremos conocer.
Evidencia de ello son los abundantes asuntos y problemas acerca de los cuales no
nos gusta pensar en abstracto.

Veamos un poco de teoría. Los temores y peligros del pensamiento abstracto


constituyen grandes motivos para que ahora a todos nos guste estar todo el día
muy ocupados y bombardeados por estímulos. El pensamiento abstracto tiende
más bien a asaltarnos en momentos de tranquilo reposo. Por ejemplo, a primera
hora de la mañana, especialmente si usted se despierta antes de que suene el
despertador, de repente y sin ningún motivo puede comenzar a pensar que ha
estado levantándose de la cama cada mañana sin la más mínima duda de que el
suelo le sostendría. Mientras yace ahí considerando el asunto, parece por lo menos
teóricamente posible que algún defecto en la construcción del suelo o en su
integridad molecular podría hacer que este se combara, o incluso que usted lo
atravesara limpiamente por algún aberrante fenómeno cuántico o algo parecido.
En cierto sentido, no es algo que parezca una imposibilidad lógica o algo así. No es
que usted tenga realmente miedo de que el suelo se venga abajo justo en el
momento en que se levante. Es solo que ciertos estados mentales y líneas de
pensamiento son más abstractos, y no están centrados en ninguna necesidad u
obligación que vaya usted a atender cuando se levante. Esto es solo un ejemplo. La
cuestión abstracta que está usted considerando desde la cama es si su confianza en
el suelo está verdaderamente justificada. La respuesta inicial, que es afirmativa, se
basa en el hecho de que usted se ha levantado por la mañana miles, en realidad
bastante más de diez mil veces hasta ahora, y el suelo le ha sostenido cada vez. Es
la misma manera de justificar que saldrá el sol, que su esposa recordará cómo se
llama usted, que cuando tiene ciertas sensaciones eso significa que está a punto de
estornudar, etc. Porque han sucedido una y otra vez anteriormente. El principio
involucrado es realmente el único modo de predecir cualquiera de los fenómenos
con los que contamos automáticamente sin tener que pensar en ellos. Y la inmensa
mayoría de los hechos cotidianos son fenómenos de este tipo, y sin esta confianza
basada en experiencias anteriores nos volveríamos todos locos, o por lo menos
seríamos incapaces de hacer nada porque tendríamos que detenernos y deliberar
acerca de la más mínima cosa. Es un hecho: la vida tal como la conocemos sería
imposible sin esta confianza. Pero aun así, esta confianza ¿está verdaderamente
justificada o es solo extremadamente conveniente? Esto es pensar en abstracto, con
su característico perfil escalonado, y ahora usted se encuentra varios escalones
hacia arriba. Ya no está pensando solo en el suelo y en su peso, ni en su confianza
ni en cuán necesaria parece ser ese tipo de confianza para la supervivencia básica.
Ahora está usted pensando en una regla, ley o principio mucho más general por el
que esta confianza rutinaria, con toda su miríada de formas e intensidades, está de
hecho justificada en lugar de ser solo una serie de extraños reflejos clónicos que le
impulsan a lo largo del día. Otra señal clara de que se trata de pensamiento
abstracto: usted todavía está quieto. Parece que está gastando una tremenda
energía y aún no se ha movido. Todo está ocurriendo en su mente. Es
extremadamente raro. No es nada sorprendente que a la mayoría de la gente no le
guste. De repente tiene sentido que a menudo se represente a los locos poniéndose
las manos en la cabeza o golpeándola contra algo. Pero si recibió buenas lecciones
en la escuela, puede que ahora recuerde que la regla o principio que usted intuye
ya existe: su nombre oficial es principio de inducción (P. I.). Es el precepto
fundamental de la ciencia moderna. Sin el principio de inducción, los experimentos
no podrían confirmar las hipótesis, y nada en el universo físico podría predecirse
con un mínimo de confianza. No podría haber leyes naturales o verdades
científicas. El P. I. afirma que si algo, x, ha sucedido en ciertas circunstancias
particulares n veces en el pasado, tenemos justificación para creer que las mismas
circunstancias darán lugar a x en la ocasión n + 1. El P. I. es totalmente respetable y
fidedigno, y parece una salida inteligente para librarse del problema. Es decir,
hasta que le asalte (como solo puede suceder en estados mentales muy abstractos o
cuando falta más de la cuenta para que suene el despertador) la idea de que el
propio P. I. no es más que una abstracción a partir de la experiencia… Así que,
ahora ¿qué justifica exactamente nuestra confianza en el P. I.? Este último
pensamiento puede estar o no acompañado de cierto recuerdo de la infancia, por
ejemplo, de varias semanas pasadas en la granja de un pariente (es una larga
historia). Veamos, en un corral con alambrada, al lado del garaje, había cuatro
pollos, el más listo de los cuales se llamaba señor Pollo. Cada mañana, cuando el
empleado de la granja llegaba al corral con cierto saco de arpillera, el señor Pollo se
excitaba y empezaba a dar picotazos anticipados en el suelo, porque sabía que era
la hora de comer. Era cada mañana a la misma hora h, y el señor Pollo se había
dado cuenta de que h(empleado + saco) = comida, y así estaba confiadamente
dando sus picotazos por adelantado aquella última mañana de domingo cuando el
empleado de repente extendió el brazo, cogió al señor Pollo estrujándole el cuello,
lo metió en el saco de arpillera y se lo llevó a la cocina. Recuerdos como este
tienden a mantenerse bastante vivos, si se tienen. Pero la idea que sale de aquí es
que de acuerdo con el principio de inducción parece que el señor Pollo estuviera en
lo cierto, al no esperar otra cosa que la comida tras la aparición (n + 1) del
empleado + el saco a la hora h. Pero el hecho de que el señor Pollo no solo no
sospechara nada sino que su falta de desconfianza parece completamente
justificada, resulta sin duda inquietante. Hallar alguna justificación a un nivel más
alto para nuestra confianza en el P. I. parece mucho más urgente cuando nos
damos cuenta de que, sin dicha justificación, nuestra propia situación es
indistinguible de la del señor Pollo. Pero la conclusión, por abstracta que sea,
parece ineludible: lo que justifica nuestra confianza en el principio de inducción es
que haya funcionado tan bien en el pasado, por lo menos hasta ahora. Eso significa
que nuestra única verdadera justificación para el principio de inducción es el
principio de inducción, lo cual parece poco firme y cuestionable en extremo.

Tras esta última conclusión, la única alternativa a la posibilidad de quedarse


paralizado en la cama de por vida es hacer más indagaciones abstractas acerca de
lo que significa exactamente «justificación» y averiguar si es verdad que las únicas
justificaciones válidas para ciertas creencias y principios son racionales y no
circulares. Por ejemplo, sabemos que en cierto número de casos cada año hay
coches que de repente invaden el carril contrario y chocan frontalmente, matando a
personas que conducían sin esperar un accidente. Y así también sabemos, en cierta
medida, que sea cual sea la confianza que nos permite conducir en carreteras de
doble sentido, esta confianza no está en un 100% justificada racionalmente por las
leyes de la probabilidad y la estadística. Y aun así, «justificación racional» podría
no ser aplicable en este caso. Podría tratarse más bien de que si usted no pudiera
creer que su coche no va a chocar de repente, simplemente no sería capaz de
conducir, y así su necesidad o deseo de conducir funciona como una especie de
«justificación» de su confianza.[1.8] Entonces sería mejor no empezar a analizar las
diversas «justificaciones» aparentes para su necesidad o deseo de conducir un
coche: en algún punto usted se da cuenta de que el proceso de justificación
abstracta puede, por lo menos en principio, seguir para siempre. La capacidad para
detener una línea de pensamiento abstracto tan pronto como se ve que no termina
nunca es parte de lo que habitualmente distingue a las personas sanas y
funcionales, las que cuando finalmente suena el despertador pueden pisar el suelo
sin inquietudes y entrar en los asuntos concretos del mundo real, de las personas
desquiciadas.

INTERPOLACIÓN

La razón táctica para usar a veces el símbolo ∞ en lugar de «infinito» en este


libro es que la parpadeante extrañeza de ∞ sirve como recordatorio de que no está
nada claro de qué hablamos siquiera. Todavía no. Por ejemplo, evite pensar que ∞
es solo un número increíblemente, inverosímilmente enorme. Por supuesto, hay
muchos números como esos, especialmente en la física y la astronomía, por
ejemplo, si en la física un ultranano-instante de 5 × 10 −44 segundos se admite
generalmente como el intervalo de tiempo más pequeño al que se puede aplicar el
concepto normal de tiempo continuo (que lo es), los datos astronómicos indican
que ha habido aproximadamente 6 × 1060 ultranano-instantes de esos desde el Big
Bang. O sea, un 6 seguido de 60 ceros. Todos hemos oído hablar de tales números,
y habitualmente imaginamos que solo se pueden tratar y manipular mediante
ordenadores muy avanzados y super-refrigerados o algo así. La verdad es que hay
muchos números demasiado grandes para que los procese un ordenador real o
incluso teórico. El límite de Bremermann es el término relevante en este caso. Dados
los límites impuestos por la teoría cuántica básica, un tal Hans-Joachim
Bremermann demostró en 1962 que «Ningún sistema de procesamiento de datos,
artificial o viviente, puede procesar más de 2 × 1047 bits por segundo por cada
gramo de su masa» (Klir y Yuan, págs. 2-3), lo que significa que un
superordenador hipotético del tamaño de la tierra (= 6 × 10 27 gramos
aproximadamente) funcionando durante tanto tiempo como la tierra ha existido (=
1010 años aproximadamente, con cerca de 3,14 × 10 7 segundos/año) puede haber
procesado a lo sumo 2,56 × 10 92 bits, número que se conoce como límite de
Bremermann. Los cálculos que involucran números mayores que 2,56 × 10 92 se
llaman problemas transcomputacionales, en el sentido de que no son teóricamente
viables siquiera. Y hay abundantes problemas de este tipo en la física estadística, la
teoría de la complejidad, la teoría de fractales, etc. Todo esto resulta excitante pero
no muy pertinente. Lo pertinente es esto: considere algún número
transcomputacional, imagínese que es un grano de arena, piense en una playa
entera, o en un desierto, o en un planeta, o incluso en una galaxia llena de esa
arena, y no solo un 1 seguido de ese número de ceros será < ∞, sino que su
cuadrado será < ∞, y si llamamos x al número, 10x10x será < ∞, y así sucesivamente.
Y en realidad ni siquiera es correcto comparar 10 x e ∞ aritméticamente de ese modo
porque ni siquiera están en la misma área de codificación matemática ni incluso, de
algún modo, en la misma dimensión. Y, sin embargo, también es verdad que
algunos ∞ son mayores que otros, como en las comparaciones aritméticas.
Hablaremos de todo esto. Por ahora la cuestión es que solo después de Richard
Dedekind y George Cantor ha sido posible hablar de cantidades infinitas y su
aritmética de un modo coherente y significativo. De ahí el uso del símbolo ∞.

SEI
El propio símbolo ∞ tiene el nombre técnico lemniscata (al parecer viene de
«cinta» en griego) y fue introducido en las matemáticas por John Wallis en su obra
de 1655 Arithmetica Infinitorum, que fue uno de los antecedentes importantes del
cálculo de Newton.[1.9] Thomas Hobbes, contemporáneo de Wallis y algo así como
un matemático excéntrico, se quejó en una reseña de que la Arithmetica Infinitorum
tenía un grado de abstracción demasiado exagerado como para intentar leerla,
definiéndola como «una costra de símbolos», hablando así en nombre de futuras
generaciones de estudiantes. Entre otras denominaciones de la lemniscata están «el
nudo del amor» y «la curva del plano cartesiano que satisface la ecuación (x2 + y2)2
= a2(x2 − y2)». Por otro lado, si se trata trigonométricamente, se define como «la
curva que satisface la ecuación en coordenadas polares r2 = a cos 2θ», y se conoce
también como lemniscata de Bernoulli.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN

§1c.

Respecto a todo el asunto de la abstracción y los significados de los


términos, hay un síndrome que es o bien una abstracción de alto nivel o algún tipo
de extraña mutación nominal. «Caballo» puede significar este caballo de aquí, o
puede significar el concepto abstracto, como al decir «Caballo: mamífero con
pezuñas de la familia Equidae». Lo mismo ocurre con la palabra «cuerno», y con
«frente». Todos los términos pueden abstraerse de entes particulares, pero aun así
sabemos que provienen de ellos. Pero ¿qué pasa con un unicornio, el cual parece
resultar de la combinación de los conceptos «caballo», «cuerno» y «frente», de
forma que se origina completamente por la concatenación de abstracciones? O sea,
podemos juntar y manipular abstracciones para formar entes con un nombre que
no denota nada en absoluto. Aquí el gran problema resulta ser: ¿cómo podemos
decir que un unicornio existe, y que sea de una manera fundamentalmente
diferente, menos real, de la manera en que existen abstracciones como humanidad,
cuerno o número entero? O dicho de otra forma: ¿de qué modo existen las
entidades abstractas?, ¿existen solo como ideas en la mente humana, es decir, son
ficciones metafísicas? Este tipo de cuestión también puede mantenerle todo el día
en la cama. Y pende sobre las matemáticas desde el principio: ¿cuál es el estatus
ontológico de las entidades y relaciones matemáticas? Las realidades matemáticas,
¿son descubiertas o meramente creadas, o de algún modo ambas cosas? He aquí de
nuevo a Morris Kline: «Las doctrinas filosóficas de los griegos limitaron las
matemáticas de otro modo. Durante el período clásico creían que el hombre no
crea los hechos matemáticos: estos son preexistentes. El hombre se limita a
establecerlos y registrarlos» (Kline, pág. 175).

Y aquí está otra cita de David Hilbert, el gran primer defensor de los
transfinitos de Cantor:

El infinito no se halla en ninguna parte de la realidad, sin importar qué


experiencias, observaciones o conocimientos se invoquen. ¿Puede el pensamiento
acerca de las cosas ser tan diferente de las cosas? ¿Pueden los procesos de
pensamiento ser tan distintos del proceso real de las cosas? En definitiva, ¿puede el
pensamiento estar tan apartado de la realidad? (Hilbert, pág. 191).

Y es verdad, no hay nada más abstracto que el infinito. Por lo menos en el


sentido de nuestro concepto de ∞ difuso, intuitivo y expresado en «lenguaje
natural». Es algo así como el más definitivo alejamiento de la experiencia real.
Considérese la característica única más ubicua y opresiva del mundo de lo
concreto, es decir, que todo llega a un fin, es limitado, termina, y luego concíbase,
en abstracto, algo sin esa característica. Son obvias las analogías con ciertas ideas
de Dios. La abstracción de todas las limitaciones es una manera de explicar el
impulso religioso en términos laicos, lo cual también se conoce como antropología
de la religión. Un ser perfecto puede entenderse como uno desprovisto de todas las
imperfecciones que percibimos en nosotros mismos y en el mundo, uno
omnipotente, es decir sin limitaciones a su voluntad, etc. El hecho de que sea una
manera bastante seca y triste de hablar de la religión no tiene importancia. La
cuestión es que exactamente el mismo tipo de explicación puede darse acerca de
cómo llegamos al concepto de ∞ y qué queremos decir en definitiva con todas las
formas de la palabra «infinito» que barajamos. Pero si se trata realmente de la
explicación correcta es algo relacionado con los compromisos que adquirimos. En
un sentido metafísico. ¿Queremos decir realmente que el ∞ existe solo del modo en
que existen los unicornios, que todo es cuestión de manipular abstracciones hasta
que la palabra «infinito» no tenga ningún referente real? ¿Qué hay del conjunto de
todos los números enteros? Empiece a contar 1, 2, 3, y así sucesivamente, y dese
cuenta de que nunca se detendrá, ni sus hijos cuando usted muera, ni los hijos de
sus hijos, etc. Los enteros nunca se detienen. No hay fin. El conjunto de todos los
enteros, ¿constituye un ∞ real? ¿O los enteros mismos no son reales sino solo
abstracciones? Además, ¿qué es exactamente un conjunto?, y ¿los conjuntos son
reales o solo instrumentos conceptuales, etc.? O ¿son quizá los enteros y/o los
conjuntos solo «matemáticamente reales» y no «realmente reales»?, y ¿cuál es
exactamente la diferencia?, y ¿podríamos desear conceder al ∞ cierta realidad
matemática pero no del otro tipo (suponiendo que no haya todavía más tipos)? Y
¿en qué punto las cuestiones se vuelven tan abstractas y las distinciones tan sutiles
y el dolor de cabeza tan terrible que simplemente ya no podemos pensar más en
nada de ello?

Es en áreas como las matemáticas y la metafísica donde encontramos una de


las cualidades más extrañas de la mente humana media. Es la habilidad de
concebir cosas que, estrictamente hablando, no podemos concebir. Podemos
concebir de un modo aproximado qué es la omnipotencia, por ejemplo. Por lo
menos podemos usar la palabra «omnipotencia» con bastante seguridad de saber
de qué estamos hablando. Y, aun así, incluso la antinomia de un escolar como
«¿Puede un ser omnipotente crear algo tan pesado que ni él mismo podría
levantarlo?» pone de relieve serios fallos en nuestra comprensión cotidiana de la
omnipotencia. Así que hay más de un tipo de abstracción que resulta relevante
aquí. Este tipo es más psicológico, y muy moderno.

Un dato evidente: nunca antes ha habido tantos abismos entre lo que el


mundo parece ser y lo que la ciencia nos dice que es. Para nosotros, la gente de la
calle, es como si un millón de revoluciones copernicanas tuvieran lugar al mismo
tiempo. Es decir, por ejemplo, sabemos, como alumnos de instituto y lectores de
Newsweek que somos, que el tiempo es relativo, que las partículas cuánticas pueden
estar ahí y a la vez no estarlo, que el espacio es curvo, que los colores no son
inherentes a los objetos mismos, que las singularidades astronómicas tienen
densidad infinita, que nuestro amor por nuestros hijos está preprogramado por la
evolución, que hay un punto ciego en el centro de nuestra visión que nuestro
cerebro rellena automáticamente. Sabemos también que nuestros pensamientos y
sentimientos en realidad solo son transferencias químicas en 1,5 kg de masa
electrificada. Que estamos hechos en nuestra mayor parte de agua, que el agua es
fundamentalmente hidrógeno, y el hidrógeno es inflamable, y, sin embargo,
nosotros no somos inflamables. «Sabemos» una casi infinidad de verdades que
contradicen nuestra experiencia inmediata y de sentido común acerca del mundo.
Y aun así tenemos que vivir y funcionar en el mundo. Así que abstraemos,
compartimentamos: hay cosas que sabemos, y cosas que «sabemos». «Sé» que mi
amor por mi hijo está en función de la selección natural, pero sé que le quiero, y
siento y actúo según lo que sé. Vista objetivamente, toda esta cuestión es bastante
esquizoide, pero el hecho importante es que, como gente subjetiva de la calle,
raramente notamos el conflicto. Porque, naturalmente, nuestra vida es en un
99,99% concretamente operativa, y operamos en concreto según lo que sabemos, no
según lo que «sabemos».

De nuevo, hablamos de gente de la calle como usted y yo, no de los gigantes


de la filosofía y las matemáticas, muchos de los cuales tuvieron famosas
dificultades para navegar por el mundo real. Einstein saliendo de su casa en
pijama, Gödel incapaz de alimentarse, etc. Para valorar cómo es la vida interior de
los grandes científicos/matemáticos/metafísicos, solo necesitamos tumbarnos e
intentar formarnos una idea verdaderamente rigurosa y coherente, en contraste
con una idea difusa como las que se exponen en Newsweek, acerca de qué significa
en realidad «omnipotente», «número entero» o «ilimitable», o «finito pero
ilimitado». Intentar llevar a cabo un poco de pensamiento abstracto disciplinado o
dirigido.[1.10] Hay una tensión, como la de una fuga musical, muy definida pero
inarticulable involucrada en este tipo de pensamiento, una sensación de la que
aquella repetición epiléptica de «pluma, pluma» una y otra vez es solo un pálido
reflejo. Uno de los caminos más rápidos hacia esa sensación (por experiencia
personal madrugadora) es intentar pensar profundamente en la dimensión. Hay
algo que «sé», y es que las dimensiones espaciales más allá del Gran 3 existen.
Incluso puedo construir un teseracto o hipercubo con cartón. Un teseracto, un
extraño tipo de cubo dentro de un cubo es una proyección 3D de un objeto 4D, del
mismo modo en que « » es una proyección 2D de un objeto 3D. El truco es
imaginar que las líneas y planos relevantes del teseracto forman ángulos de 90 o (es
lo mismo con « » y un cubo real), porque la 4.ª dimensión espacial es una que de
algún modo existe perpendicularmente a la longitud, anchura y profundidad de
nuestro campo visual normal. Yo «sé» todo esto, como probablemente lo «sabe»
usted…, pero ahora intente imaginarlo realmente. Concretamente. Casi de forma
inmediata, puede sentir una tensión en la raíz misma de su yo, las primeras hebras
deshilachadas de una mente cuyas costuras empiezan a ceder.

Con respecto a «saber» en contraste con saber de un modo concreto y


material, el segundo tipo es lo que Descartes quería decir con «una clara y distinta
aprehensión» y lo que en lenguaje moderno se llama «entender» o «captar». Es de
nuevo el estado epistoesquizoide de la mente moderna media: sentimos que
«sabemos» cosas que el aparato conceptual de nuestra mente en realidad no puede
captar. A menudo son objetos y conceptos en los más lejanos límites de la
abstracción, cosas que literalmente no podemos imaginar: espacios con D > 3,
coreografía cuántica, conjuntos fractales, materia oscura, raíces cuadradas de
números negativos, botellas de Klein y cajas de Freemish y escalinatas de Penrose.
E ∞. A menudo, este tipo de cosas se caracterizan como dotadas de una existencia
únicamente «intelectual» o «matemática». De nuevo, están muy lejos de tener un
significado claro, aunque usar estos términos constituye un juego de niños.

Obsérvese, por favor, que esta habilidad común de dividir nuestra atención
y «saber» cosas que no podemos captar es un rasgo distintivo moderno. Los
antiguos griegos, por ejemplo, no podían hacerlo. O no querían. Necesitaban las
cosas claras, y creían que no se puede saber algo a menos que se entienda
realmente.[1.11] No es un accidente que sus matemáticas no incluyeran ni el 0 ni el ∞.
Su palabra para infinito también significaba «lío».

El espíritu griego ha dado forma a la filosofía y a la práctica de las


matemáticas desde el principio. Las verdades matemáticas se establecen mediante
demostraciones lógicas y son extremadamente claras y nítidas. Es precisamente
esto lo que exime a las matemáticas de problemas laberínticos al estilo de cómo
justificar con exactitud el principio de inducción: las relaciones y demostraciones
matemáticas no son inductivas sino deductivas, formales. Las matemáticas, en
otras palabras, son un sistema formal, donde «formal» significa forma pura, 100%
abstracta. La idea central es que las verdades matemáticas son ciertas y universales
precisamente porque no tienen nada que ver con el mundo. Si esto resulta algo
opaco, he aquí un pasaje de Godfrey H. Hardy en su Apología de un matemático, la
obra inglesa en prosa más lúcida jamás escrita sobre matemáticas:

«La certidumbre de las matemáticas —dice [Alfred N.] Whitehead—


depende de su completa generalidad abstracta». Cuando afirmamos que 2 + 3 = 5,
afirmamos una relación entre tres grupos de «cosas», y esas cosas no son manzanas
ni peniques, o cosas de uno u otro tipo en particular, sino solamente cosas, «cosas
cualesquiera». El significado de la afirmación es completamente independiente de
las individualidades de los miembros de los grupos. Todos los «objetos»
matemáticos o «entidades» o «relaciones», como «2», «3», «5», «+» o «=», y todas las
proposiciones matemáticas en las que aparecen, son completamente generales en el
sentido de ser completamente abstractas. Realmente una de las palabras de
Whitehead es superflua, porque la generalidad, en este sentido, es abstracción
(Hardy, Apology, pág. 106).

Observe el lector que en esta cita «generalidad» se refiere no solo a la


abstracción de términos y referentes individuales, sino a la universalidad
completamente abstracta de las verdades afirmadas. Esta es la diferencia entre una
mera curiosidad matemática y un teorema matemático. Un famoso ejemplo de esa
diferencia (famoso para los alumnos del doctor Goris, en cualquier caso) es que (1)
«La suma de la serie (1 + 3 + 5 + 7 + 9) = 5 2» es una curiosidad, mientras que (2)
«Para cualquier x, la suma de los primeros x enteros impares = x2» es un teorema,
es decir, matemáticas de verdad.

Lo que viene a continuación está pensado principalmente como recordatorio


de cosas que usted ya conoce por encima o vio en la escuela. Si su familiaridad con
los sistemas formales es menos superficial, reconocerá los siguientes tres párrafos
como extremadamente burdos y simplistas y está invitado a tratarlos como SEI y
omitirlos o echarles una ojeada. Un sistema formal de demostración requiere
axiomas y reglas de inferencia. Los axiomas son proposiciones básicas tan obvias que
pueden afirmarse sin demostración. Recuerde, por ejemplo, los axiomas de
Euclides o los postulados de Peano. Las reglas de inferencia, a veces llamadas leyes
del pensamiento, son los principios lógicos que justifican la obtención de verdades
a partir de otras verdades. [1.12] Algunas de las reglas de inferencia son tan simples
como la ley de identidad, la cual básicamente sostiene que si algo es P, entonces es
P. Otras son más elaboradas. Para nuestros propósitos son especialmente
importantes dos reglas de inferencia. La primera es conocida como ley del tercero
excluido (LTE). Por la LTE, una proposición matemática tiene que ser o bien
verdadera o bien, si no lo es, falsa. [1.13] La otra gran regla de inferencia involucra la
relación lógica de implicación, con el significado «Si… entonces» y se representa a
menudo con el símbolo «→». La regla de implicación más obvia es que (1) «P → Q»
y (2) «P es verdadera» permiten obtener la conclusión «Q es verdadera». La que
vamos a usar con frecuencia es la complementaria de esta regla, llamada
habitualmente modus tollens. Puede sostenerse que (1) «P → Q» y (2) «Q es falsa»
permiten afirmar que (3) «P es falsa».[1.14]

Una razón por la que la LTE y el modus tollens son importantes para las
matemáticas es que hacen posible el método de demostración indirecta, también
conocido como demostración por reductio ad absurdum o a veces solo reductio. He
aquí cómo funciona. Supongamos que quiere demostrar P. Lo que hace es suponer
lo contrario, no-P, y entonces demostrar que no-P implica lógicamente una
contradicción como, por ejemplo, «Q y no-Q». (Por la LTE, nada puede ser
verdadero y falso a la vez, de modo que la conjunción «Q y no-Q» será siempre
falsa). Por el modus tollens, si (1) no-P → (Q y no-Q) y (2) (Q y no-Q) es falsa,
entonces (3) no-P es falsa. Y, por la LTE, [1.15] si no-P es falsa, entonces P tiene que ser
verdadera.

Muchas de las demostraciones más importantes y conocidas de la historia de


las matemáticas han sido de este tipo. Aquí está un ejemplo. Es la demostración de
Euclides de la Proposición 20 en el Libro IX de los Elementos. La Proposición 20
trata de los números primos, es decir —como probablemente recuerda de la
escuela—, de los números enteros que no pueden dividirse por enteros más
pequeños sin que quede resto. La Proposición 20 afirma básicamente que no existe
un último número primo. (Lo que esto significa, por supuesto, es que la cantidad
de números primos es en realidad infinita, pero Euclides le da vueltas a la cuestión,
y con toda seguridad nunca dice «infinito»). Aquí está la demostración. Supóngase
que de hecho existe el último número primo. Llamémosle Pn. Esto significa que la
secuencia de números primos (2, 3, 5, 7, 11, …, Pn) es exhaustiva y finita: (2, 3, 5, 7,
11, …, Pn) son todos los primos que existen. [1.16] Ahora considérese el número R, que
definimos como el número que se obtiene multiplicando todos los primos hasta Pn
y sumando 1 al resultado. R es obviamente mayor que Pn. Pero ¿es R primo? Si lo
es, tenemos una contradicción inmediata, porque ya habíamos supuesto que Pn era
el mayor número primo posible. Pero si R no es primo, ¿por qué número se puede
dividir? Obviamente no se puede dividir por ninguno de los números primos de la
secuencia (2, 3, 5,…, Pn), porque dividir R por cualquiera de ellos daría resto 1. Pero
dicha secuencia contiene todos los números primos que existen, y estos son en
definitiva los únicos números por los que se puede dividir un número que no sea
primo. Así que si R no es primo, y si ninguno de los primos (2, 3, 5,…, Pn) puede
ser divisor suyo, tiene que haber algún otro primo por el que R se pueda dividir.
Pero esto contradice la suposición de que (2, 3, 5, …, Pn) es una lista exhaustiva de
todos los números primos. De uno u otro modo, tenemos una contradicción clara.
Y como la suposición de que hay un último número primo implica una
contradicción, el modus tollens dicta que la suposición es necesariamente falsa, lo
cual por la LTE[1.17] significa que la negación de la suposición es necesariamente
verdadera, es decir, que ningún número primo es el último. Q. E. D.

Observe, por favor, que la primalidad no tiene nada que ver con el mundo.
Concierne solo a relaciones entre números. Los griegos fueron los verdaderos
inventores de lo que llamamos matemáticas, porque —en eso también— fueron los
primeros en tratar los números y sus relaciones como abstracciones más que como
propiedades de colecciones de objetos reales. Es importante ver hasta qué punto
esto fue un salto. Ya desde registros muy antiguos, es fácil ver que las matemáticas
tuvieron su matriz en lo concreto. En lo inmediatamente concreto. Considérense
hechos como que las cifras también se llaman «dígitos» y que la mayoría de los
sistemas de numeración —no solo el nuestro en base 10 sino también los de base 5
y base 20 de la Europa prehistórica— están claramente pensados a partir de los
dedos de la mano y los dedos de los pies. O que aún hablamos de «cuerdas» de
círculos o de «caras» de poliedros, o que «cálculo» proviene de la palabra griega
que significa «piedrecita», etc. Es bien conocido que hubo civilizaciones anteriores
a la griega, como los babilonios y los egipcios, con un grado considerable de
sofisticación matemática, pero las suyas eran unas matemáticas extremadamente
prácticas, usadas para la agrimensura, el comercio y las finanzas, la navegación,
etc. Los babilonios y los egipcios, en otras palabras, estaban más interesados en las
cinco naranjas que en el 5. Fueron los griegos los que convirtieron las matemáticas
en un sistema abstracto, un lenguaje simbólico especial que permite a las personas
no solo describir el mundo, sino explicar sus más profundas leyes y pautas. Se lo
debemos todo.[1.18] Hasta el punto de que los logros de Weierstrass, Cantor y
Dedekind en la teoría de conjuntos y la teoría de números modernas son
imposibles de valorar sin entender el salto hiperdimensional entre las matemáticas
como una abstracción práctica de propiedades del mundo real y las matemáticas,
como diría Ferdinand de Saussure, como un «sistema de símbolos […]
independiente de los objetos designados». Ni tampoco se pueden valorar
verdaderamente sin considerar también los consiguientes «cambios
incalculables…», porque las matemáticas abstractas que han desterrado la
superstición y la ignorancia y la sinrazón y han dado a luz al mundo moderno son
también las matemáticas abstractas atravesadas por la sinrazón y la paradoja y el
enigma, y que han estado intentando, en cierto modo, atarse los zapatos sobre la
marcha desde el momento mismo en que adquirieron el estatus de lenguaje
verdadero. Por favor, tenga presente que un lenguaje es a la vez un mapa del
mundo y su propio mundo, con sus propias zonas de penumbra y sus grietas,
lugares donde enunciados que parecen obedecer todas las reglas del lenguaje son,
a pesar de todo, imposibles de tratar.

Podemos suponer que el «lenguaje natural» es un territorio familiar, pero


solo como recordatorio considere la distancia y la diferencia entre usar «árbol» y
«roca» para designar auténticos árboles y rocas y la vergonzosa semántica de
Clinton hablando de «inhalar» o «contacto sexual». O explore la conocida paradoja
«Estoy mintiendo» (también un invento griego). O medite sobre frases como «“‘No
tiene sentido’ no tiene sentido” no tiene sentido» o «“Produce falsedad cuando es
precedida por su cita” produce falsedad cuando es precedida por su cita». Se dará
cuenta de que estas tres últimas, como la mayoría de las fisuras paradójicas,
involucran la autorreferencia o la regresión, dos demonios que han afligido el
lenguaje desde hace tanto tiempo como queramos retroceder.

Las matemáticas no están exentas. Y, por supuesto, como las matemáticas


son un lenguaje totalmente abstracto, y se supone que extremadamente «higiénico»
debido a su falta de referentes específicos del mundo real, sus paradojas y enigmas
son mucho más problemáticos. Es decir, que las matemáticas tienen que
afrontarlos realmente en lugar de ponerlos sin más en la trastienda del
pensamiento cuando suena el despertador. Algunos dilemas pueden tratarse con
un enfoque «legalista», por así decirlo, mediante definiciones y estipulaciones. [1.19]
Analicemos un ejemplo fácil del álgebra escolar: a partir del hecho indiscutible de
que en una igualdad entre dos fracciones los denominadores son iguales si los
numeradores lo son, es decir, si entonces y = z, podría parecer que si , entonces (x
− 4) = (x − 3), o sea 4 = 3, lo que evidentemente no tiene sentido, ya que presenta
una «fisura». Esto se resuelve decretando que la única solución posible de es x = 5
(pues 0 dividido por cualquier cosa da otra vez 0, lo cual, obviamente, no implica 4
= 3) y estipulando que el teorema solo es válido si x ≠ 0.

Veamos un caso difícil. Todos conocemos los decimales periódicos, como 2/3
= 0,666… Resulta posible demostrar que 0,999… es igual a 1,0 con solo un par de
movimientos totalmente «legales»: si x = 0,999…, entonces 10x = 9,999…, y ahora
restemos x de 10x:

9,999… − 0,999…

y obtenemos 9x = 9,0 y por lo tanto x = 1. ¿Es engañoso o no? Depende de


cómo tratemos la secuencia infinita «0,999…» y de si decidimos postular la
existencia de algún número mayor que 0,999… pero menor que 1,0. Un número así
involucraría un infinitésimo, es decir, un ente matemático de pequeñez literalmente
infinita. Puede que recuerde los infinitésimos de las matemáticas del instituto. Pero
puede que no recuerde —probablemente porque no se lo explicaron— que a causa
de los infinitésimos los fundamentos del cálculo fueron extremadamente
controvertibles y poco firmes durante doscientos años, ni que más o menos por el
mismo motivo las matemáticas transfinitas de Cantor fueron recibidas con
acalorado escepticismo a finales del siglo XIX: nada ha causado más problemas —
históricamente, metodológicamente, metafísicamente— que las cantidades
infinitas. En muchos sentidos, la historia de esos problemas relacionados con el ∞
es la propia historia de las matemáticas.

§1d.

Esta introducción es muy rápida e imprecisa, por supuesto. Ahora tenemos


que hacer algunas distinciones al aproximarnos al ∞ como tema histórico. La
primera es la distinción obvia entre lo infinitamente grande (= transfinito) y lo
infinitamente pequeño (= infinitesimal, = ). La segunda gran diferencia es entre el ∞
como característica del mundo físico —por ejemplo, al preguntarnos si el universo
es infinito, si la materia es infinitamente divisible, si el tiempo tiene un principio y
un fin— y el ∞ como ente matemático abstracto o concepto, en la misma línea que
las funciones, los números, la primalidad, y demás. También ha habido algo de
introducción a la ontología de las abstracciones analizando si existen realmente los
objetos matemáticos y cómo existen, cuestiones acerca de las cuales, por supuesto,
aún quedan cavilaciones para llenar una biblioteca. Lo que debe quedar claro es
que los problemas y controversias sobre el ∞ de los que nos vamos a ocupar aquí se
centran en la cuestión de si las cantidades infinitas pueden existir realmente como
entes matemáticos.

La tercera distinción puede empezar pareciendo nimia. Concierne a palabras


relacionadas con el ∞ como «cantidad» y «número». Estas tienen un extraño y
confuso doble sentido, del mismo modo en que lo tienen «longitud» o «gramo».
Un trozo de cuerda tiene cierta longitud, por ejemplo, en metros, pero también
decimos cosas como «unos metros de cuerda» o «longitud de onda». Una cierta
cantidad de fármaco que pesa un gramo también se llama «un gramo de fármaco».
Asimismo, «cantidad» o «número» pueden funcionar predicativamente —es decir,
respondiendo a las preguntas «¿cuántas?» o «¿cuánto?» de algo— y también como
nombres comunes que denotan el ente descrito. Por lo tanto, puede resultar
ambiguo, cuando se usa un término como «número infinito», si se está usando
predicativamente («Hay una cantidad infinita de números primos») o
nominativamente («El primer número infinito de Cantor es ℵ0»). Y la diferencia es
importante, porque el uso predicativo de «∞» puede ser difuso y puede significar
solo «indefinidamente grande» o «muy muy grande», mientras que, tras Dedekind
y Cantor, el uso nominativo tiene una denotación muy específica, aunque
abstracta.

En cierto sentido, el poder y quizás incluso toda la raison d’être del lenguaje
de las matemáticas es que está diseñado para ser tan claro y sin connotaciones que
evite justamente este tipo de ambigüedades. Intentar expresar cantidades y
relaciones numéricas en lenguaje natural, como traducir proposiciones
matemáticas al castellano y viceversa, a menudo causa problemas. [1.20] Un ejemplo
favorito del doctor Goris era la vieja historia sobre tres hombres que llegan a un
motel tarde por la noche. Solo queda una habitación libre, y cuesta 30€. Los
huéspedes deciden poner 10€ cada uno y compartirla, pero cuando llegan a la
habitación se dan cuenta de que está hecha un desastre —parece que, por alguna
confusión, nadie había hecho la limpieza tras irse los anteriores ocupantes— y
comprensiblemente los tres hombres llaman al recepcionista para quejarse. Aquí
pueden omitirse unos cuantos detalles y florituras. La cuestión es que se hace
tarde, las personas de la limpieza ya no están, y no hay ninguna habitación más, de
modo que, tras un poco de regateo, el recepcionista acepta rebajar 5€ el precio de la
habitación y repartir sábanas limpias. Manda al botones a la habitación con
sábanas, toallas y el reintegro de 5€ en forma de cinco monedas de 1€. Etc., etc.,
donde lo importante es que hay cinco monedas de 1€ y tres individuos, de modo
que estos (misteriosamente ablandados) se quedan 1€ cada uno y dejan que el
botones se quede los 2€ restantes como propina. Así, cada hombre ha empezado
pagando 10€ y ha recuperado 1€, de modo que cada uno ha pagado 9€, y los tres
juntos, 27€. El botones tiene los otros 2€, lo que suma 29€, así que ¿dónde está el
euro restante? En este problema, la cuestión es que la verborrea (de la que había
considerablemente más en la versión del doctor Goris: incluía un relato épico que
duraba todo el curso sobre esos tres hombres y sus diversas biografías y peripecias
y los diferentes enigmas matemáticos con que se topaban siempre) le confunde
para que intente calcular (30 − 3) + 2 en lugar de la pertinente (30 − 5) + (3 + 2),
dando como resultado mayor confusión y diversión y posibles puntos extra.

Existen varios tipos de provocaciones interlingüísticas como esta. Las que no


se pueden resolver se convierten en verdaderas paradojas, algunas de las cuales
son profundas. No debería sorprender, dado que el ∞ es la abstracción definitiva y
a la vez arraigadamente difuso, que este figure en muchas de esas paradojas.
Tome, por ejemplo, la idea de que no hay un último entero, o un entero mayor que
todos los demás, y de que el tiempo se extiende hacia adelante infinitamente.
Ahora imagine una lámpara de larga duración perfectamente construida con un
gran botón rojo de Apagada/Encendida, e imagine que esta mañana la lámpara
está apagada pero a las 16:30 alguien la encenderá, a la misma hora del día
siguiente alguien la apagará, a la misma hora del día siguiente alguien la
encenderá de nuevo, y así sucesivamente, cada día, por el resto del tiempo. Y ahora
considere si, tras un número infinito de días, la lámpara estará apagada o
encendida. Puede que recuerde de las matemáticas del instituto [1.21] que en realidad
este problema está relacionado con algo llamado una serie infinita divergente, más
específicamente la serie de Grandi, 1 − 1 + 1 − 1 + 1 − 1 + 1…, serie que suma 0 si la
calculamos según (1 − 1) + (1 − 1) + (1 − 1) +… pero que suma 1 si la calculamos
según 1 + (−1 + 1) + (−1 + 1) + (−1 + 1)…, y la traca final es que, como ambos cálculos
son matemáticamente lícitos, la suma «real» de la serie parece ser a la vez 1 y no-1,
lo cual por la LTE es imposible. Sin embargo, tal vez recuerde [1.22] que la serie de
Grandi resulta ser de un subtipo particular de serie infinita divergente conocida
como serie oscilante, y que como tal es un ejemplo aleccionador de estipulación de
sumas parciales (denotadas por sn), siendo el simbolismo relevante algo parecido a
«1 + ∑(−1)n donde sn = 0 para n par y sn = −1 para n impar», simbolismo que parece
tan legislativamente críptico y pesado precisamente porque tiene que estar
diseñado para evitar fisuras como la paradoja de la lámpara.
También hay antinomias que giran alrededor del ∞ no como un concepto del
lenguaje natural o un terrain vague numérico sino simplemente como un rasgo de la
geometría, de tal forma que pueden representarse mediante figuras simples, y no
basta con meras estipulaciones. Considérense los puntos y las rectas. Está claro que
cualquier recta contiene una infinidad de puntos. Un punto, recuerde, es «un
elemento de la geometría que tiene posición pero no extensión» (Nelson, pág. 330),
en el sentido de que un punto es una abstracción, pura posición. Pero si una recta
se compone únicamente de puntos, y los puntos no tienen extensión, ¿cómo puede
tener extensión una recta? Por definición, todas las rectas la tienen. La respuesta
parece tener algo que ver con el ∞, pero ¿cómo puede ∞ × 0 ser igual a algo que no
sea 0?

Aquí está otra peor. Todo lo que necesita es a Euclides y una regla. Dibuje
una línea como esta:

donde el segmento de recta PQ es tres veces más largo que el segmento QR.
Como los segmentos de recta están compuestos por puntos, parece razonable la
idea de que debería haber tres veces más puntos en PQ que en QR. Pero resulta
que hay exactamente la misma cantidad en ambos. Puede verlo. Convierta los
segmentos en el triángulo recto QPR girando PQ hacia arriba y continuando la
rotación hasta que P esté justo encima de R, y después dibuje el segmento PR:
Después recuerde que, por el axioma de las paralelas de Euclides,[1.23] por cada
punto del segmento PQ pasará exactamente una recta paralela al segmento PR:

y que esta recta cortará al segmento QR exactamente en un punto. Lo mismo


es cierto para cada punto individual de PQ; simplemente dibuje una recta paralela
a PR que corte a PQ en dicho punto, y la recta cortará a QR en un único punto:

sin duplicaciones y sin que falten puntos, de modo que a cada punto de PQ
le corresponde un punto de QR, es decir, que hay exactamente tantos puntos en
QR como en PQ, aunque PQ = 3(QR).

Puede usted generar una paradoja similar creando un par de círculos


concéntricos tales que el radio del círculo mayor mida el doble que el radio del
círculo interior.[1.24] Como la circunferencia de cualquier círculo es una función
directa de su radio, la circunferencia del círculo mayor mide el doble que la del
círculo menor. Y una circunferencia también es una línea (curva), de modo que
debería haber dos veces más puntos en la circunferencia del círculo mayor. Pero
no: como ambos círculos tienen un centro común, el simple trazo de algunos radios
permite establecer que cualquier radio que corte al círculo grande en un punto N
cortará al círculo pequeño en un único punto correspondiente N 1, sin redundancias
ni ausencias:
demostrando así que el número de puntos en las circunferencias de ambos
círculos es el mismo.

Estos son verdaderos problemas, no solo tediosos o antiintuitivos sino


matemáticamente profundos. Georg F. L. P. Cantor los resolvió todos, más o
menos. Pero, por supuesto, la expresión coloquial «resolver» puede significar
distintas cosas. Como se ha mencionado, en matemáticas un modo de tratar con los
problemas desestabilizantes es decretar su inexistencia, desterrando ciertos tipos
de entes matemáticos y/o cargando los teoremas de estipulaciones y exclusiones
diseñadas para evitar resultados extraños. Antes de la invención de las
matemáticas transfinitas, esta era la manera de tratar la mayor parte de las
paradojas del ∞. Se «resolvían» empezando por difuminar la distinción entre una
paradoja y una contradicción, y luego aplicando una especie de reducción al
absurdo metafísica: si admitir cantidades infinitas, como el número de puntos de
una recta o el conjunto de todos los enteros, conduce a conclusiones paradójicas,
tiene que haber algo inherentemente erróneo o sin sentido en las cantidades
infinitas, y así las entidades relacionadas con el ∞ no podrían «existir» realmente
en un sentido matemático. Este fue esencialmente el argumento desplegado, por
ejemplo, contra la famosa paradoja de Galileo en el siglo XVII. Aquí está la paradoja
de Galileo. El quinto axioma de Euclides dicta que «el todo es siempre mayor que
la parte», lo cual parece bastante irrefutable. También resulta obvio que todo
cuadrado perfecto (por ejemplo, 1, 4, 9, 16, 25…) es un número entero, mientras
que no todo número entero es un cuadrado perfecto. En otras palabras, el conjunto
de todos los cuadrados perfectos no es más que una parte del conjunto de todos los
números enteros, por lo que en virtud del quinto axioma de Euclides es más
pequeño. El problema es que el mismo tipo de igualdad-mediante-correspondencia
que vimos con PQ/QR y los dos círculos también se puede establecer en este caso.
Porque aunque no es cierto que cada número entero sea un cuadrado perfecto, sí es
cierto que cada número entero es la raíz cuadrada de un cuadrado perfecto: 2 de 4,
3 de 9, 4 de 16, 912 de 831.744, y así sucesivamente. Visualmente, se pueden alinear
los dos conjuntos y demostrar una perfecta e inagotable correspondencia de uno a
uno entre sus miembros:[1.25]

Así pues, la conclusión de la paradoja de Galileo es que el quinto axioma de


Euclides, una parte indispensable de las matemáticas básicas, y una verdad obvia
que podemos comprobar con cualquier tipo de conjunto que seamos capaces de
ver o contar, queda contradicho por los conjuntos infinitos de todos los números
enteros y todos los cuadrados perfectos. Ante esta situación, hay dos caminos
posibles. El estándar, como se ha mencionado, es declarar que los conjuntos
infinitos son el equivalente matemático de los unicornios o la «nada» que Alicia ve
en el camino.[1.26] El otro, que es revolucionario tanto intelectual como
psicológicamente, es tratar la equivalencia paradójica de Galileo no como una
contradicción sino como la descripción de cierto nuevo tipo de ente matemático
que es tan abstracto y extraño que no se ciñe a las reglas normales de las
matemáticas y requiere un tratamiento especial. Es decir, consiste en indicar (como
hizo adivine quién) que «El fallo fundamental de todas las así llamadas
demostraciones de la imposibilidad de los números infinitos es que atribuyen a
dichos números todas las propiedades de los números finitos, mientras que los
números infinitos […] constituyen una clase completamente nueva de número, un
tipo cuya naturaleza debería ser objeto de investigación y no de prejuicios
arbitrarios» (Cantor, «Über die verschiedenen Standpunkte in bezug auf das
aktuelle Unendliche», en Gessamelte Abhandlungen. Traducción editada de un
extracto de Dauben, Georg Cantor, pág. 125).

Pero, por otro lado, dicha actitud podría no ser revolucionaria, sino
sencillamente una locura.[1.27] Como considerar el hecho de que nunca nadie ha
visto un unicornio ni una sola vez y afirmar que esto no es una indicación de que
los unicornios no existen realmente, sino más bien un indicio de que los unicornios
constituyen un nuevo tipo de animal con la singular propiedad de ser invisibles.
Está claro que aquí encontramos la sutil diferencia entre genio y locura de la que se
alimentan escritores y cineastas modernos. La verdad es que toda clase de entes
extraños y no directamente observables como el 0, los enteros negativos, los
números irracionales, etc., se introdujeron originalmente en las matemáticas con el
mismo tipo de aura de locura/incoherencia pero, a día de hoy, están totalmente
aceptados y son incluso esenciales. Al mismo tiempo, ha habido muchas otras
innovaciones que eran realmente insensatas o intratables y fueron expulsadas entre
risas de la ciudad, matemáticamente hablando, y nosotros, la gente de la calle,
jamás oímos hablar de ellas.

Sin embargo, que algo sea una sutil distinción no significa que no sea una
distinción. El pensamiento matemático es abstracto, pero también minucioso y
pragmático y muy enfocado a la obtención de resultados. La diferencia entre una
teoría matemática revolucionaria y brillante y otra «chiflada» está, por lo tanto, en
lo que se pueda hacer con ella, en si da o no da resultados significativos. He aquí a
Hardy explicando lo que considera «resultados significativos»:

Podríamos decir, en cierto modo, que una idea matemática es «significativa»


si se puede relacionar, de una manera natural y reveladora, con un gran complejo
de otras ideas matemáticas. Así, un teorema matemático serio, un teorema que
conecte ideas significativas, es probable que conduzca a importantes avances en las
propias matemáticas e incluso en otras ciencias (Hardy, Apology, pág. 89).

Las teorías de Cantor sobre los conjuntos infinitos y los números transfinitos
acaban resultando significativas precisamente de esta manera. La razón de ello es,
en parte, que Cantor era un excelente matemático profesional y aportó
demostraciones ingeniosas de las características formales importantes, que hicieron
de sus ideas verdaderas teorías y no solo hipótesis atrevidas. Pero también hay
otras razones. El mismo Galileo había planteado la hipótesis de que la verdadera
conclusión de su paradoja era que «los atributos “igual”, “mayor” y “menor” no
son aplicables al infinito, sino solo a cantidades finitas» (Galileo Galilei, pág. 32).
Pero nadie se tomó esto en serio, y no por estupidez: las matemáticas no tienden a
estar llenas de gente estúpida o de mente cerrada. Realmente, el momento no era el
adecuado para la sugerencia de Galileo, ni existían todavía las herramientas
matemáticas adecuadas para convertirla en una verdadera teoría incluso si Galileo
hubiera querido… lo cual no fue así, hecho del que sería equivocado concluir que
él no era tan perspicaz o brillante como Georg Cantor. Como la mayoría de los
gigantes que revolucionan las matemáticas o la ciencia, Cantor era en un 100% un
hombre de su tiempo y lugar, y sus logros fueron la habitual conjunción de un
talento personal y un coraje extraordinarios[1.28] con el contexto adecuado de
problemas y condiciones generales que, en retrospectiva, tienden a hacer que los
avances intelectuales parezcan inevitables, y sus autores, casi incidentales.

Para expresarlo de otro modo, las matemáticas son piramidales. Cantor no


surgió súbitamente de la nada. Por lo tanto, una verdadera valoración requiere una
comprensión de los conceptos y problemas que dieron lugar a la teoría de
conjuntos e hicieron que las matemáticas transfinitas fueran significativas en el
sentido de Hardy. Esto necesita tiempo, pero como la explicación es también
piramidal podemos proceder de un modo más o menos ordenado, y no será todo
tan abstracto y discursivo como esta introducción.
2

§2a.

Ahora estamos empezando de verdad. Hay dos maneras de investigar el


contexto de la teoría de conjuntos cantoriana. La primera es hablar de la intrincada
y abstracta danza del infinito y los límites a lo largo de la evolución de las
matemáticas. La segunda es examinar el esfuerzo histórico de las matemáticas para
representar la continuidad, es decir, el suave fluir y/o los aspectos densamente
sucesivos del movimiento y los procesos del mundo real. Cualquiera que tenga
incluso los más vagos recuerdos de las matemáticas del instituto recordará que la
continuidad y el ∞/límite son esencialmente el fundamento del cálculo, y podría
recordar también que, en términos generales, tienen su origen en la metafísica de
los antiguos griegos y su matriz particular en Zenón de Elea (hacia 490-435 a. C.,
quien murió con sus dientes literalmente aún en la oreja del despótico gobernante
de Elea, Nearco I; es una larga historia), cuyas epónimas paradojas lo
desencadenaron todo.

Unos cuantos hechos procedentes de Ática, para empezar. En primer lugar,


las matemáticas griegas eran abstractas, ciertamente, pero estaban profundamente
arraigadas en los métodos de los babilonios y los egipcios. Para los griegos no hay
una diferencia real entre los entes aritméticos y las figuras geométricas, por
ejemplo, entre el número 5 y un segmento de cinco unidades de longitud. En
segundo lugar, para ellos tampoco hay unas distinciones claras entre las
matemáticas, la metafísica y la religión: en muchos sentidos eran todas la misma
cosa. En tercer lugar, el desagrado propio de nuestra época y cultura respecto a los
límites —por ejemplo, al decir «un hombre limitado» o «SI SU VOCABULARIO ES
LIMITADO, SUS POSIBILIDADES DE ÉXITO SON LIMITADAS», etc.— habría
sido incomprensible para los antiguos griegos. Baste decir que los límites les
gustaban mucho, y una consecuencia directa de ello es su antipatía/desconfianza
respecto al ∞. El término helénico to apeiron significa no solo infinitamente
largo/grande, sino también indefinible, complejo sin remedio, aquello-que-no-
puede-ser-tratado.[2.1]

To apeiron también hacía referencia al caos ilimitado y sin naturaleza propia


del que surgió la creación. Anaximandro (610-545 a. C.), el primero de los
presocráticos que usó el término en su metafísica, lo define esencialmente como «el
sustrato ilimitado del que provino el mundo» (Edwards, v. 3, p. 190). Y aquí
«ilimitado» significa no solo sin fin e inagotable, sino informe, desprovisto de
cualquier frontera, distinción o cualidad específica. Algo así como el vacío, pero de
lo que está desprovisto inicialmente es de forma. [2.2] Y esto, para los griegos, no es
nada bueno. Aquí está una cita definitiva de Aristóteles, esa fuente de citas
definitivas: «La esencia del infinito es la privación, no la perfección sino la ausencia
de límite» (Física, III, 7, 208a). La cuestión es que al abstraer todas las limitaciones
para obtener el ∞, también se elimina lo más importante: sin límite implica sin
forma, y eso significa el caos, la fealdad, un lío. Téngase, pues, presente el hecho
ático cuatro: el ubicuo y esencial esteticismo del intelecto griego. El desorden y la
fealdad eran el malum in se definitivo, la señal segura de que algo iba mal con un
concepto, del mismo modo en que la desproporción y el desorden eran
inaceptables en el arte griego.[2.3]

Pitágoras de Samos (570-500 a. C.) es crucial en todos los sentidos para la


historia del ∞. (En realidad, es más exacto decir «la Divina Hermandad de
Pitágoras» o por lo menos «los pitagóricos», porque en relación con el ∞ no es tan
importante el hombre como la secta). Fue la metafísica pitagórica la que combinó
explícitamente el to apeiron de Anaximandro con el principio de límite (peras en
griego) que otorga estructura y orden —la posibilidad de forma— al vacío
primigenio. La Divina Hermandad de Pitágoras (D. H. P.), que, como es bien
sabido, fundó una religión entera del número, postuló este límite como
matemático, geométrico. Es la acción del peras sobre to apeiron la que da lugar a las
dimensiones geométricas del mundo concreto: to apeiron limitado una vez da lugar
al punto geométrico, limitado dos veces da lugar a la recta, tres veces da lugar al
plano, y así sucesivamente. Por extraño o primitivo que esto pueda parecer, era
extremadamente importante, y también lo eran los pitagóricos. Su cosmología
basada en el peras implicaba que la génesis de los números era la génesis del
mundo. Sí, la excentricidad de la D. H. P. es legendaria, igual que sus reglas
estacionales para el sexo o el odio patológico de Pitágoras hacia las legumbres.
Pero fueron las primeras personas que consideraron, y adoraron, los números
como abstracciones. El puesto central del número 10 en su religión, por ejemplo, no
estaba relacionado con los dedos, sino con el estatus del número 10 como la suma
perfecta de 1 + 2 + 3 + 4.
Los miembros de la D. H. P. fueron también los primeros filósofos que
trataron de forma explícita la relación metafísica entre las realidades matemáticas
abstractas y las realidades empíricas concretas. Su postura fundamental era que la
realidad matemática y el mundo concreto eran lo mismo, o más bien que la
realidad empírica era una especie de sombra o proyección de las matemáticas
abstractas.[2.4] Además, muchos de sus argumentos a favor de la primacía del
número se basaban en el hecho observado de que las relaciones matemáticas
puramente formales tenían sorprendentes consecuencias para los fenómenos del
mundo real. Un famoso ejemplo es cómo la D. H. P. obtuvo la razón áurea ( , cuya
solución es aproximadamente ) de las conchas marinas y los troncos de algunos
árboles y estableció su uso en la arquitectura. Como se ha mencionado, algunas de
estas conexiones fueron conocidas por culturas anteriores como los egipcios, o
quizás «usadas» sería mejor, pues los egipcios tenían un interés nulo en conocer
cuáles eran realmente las conexiones, o en qué significaban. Un par más de
ejemplos. En la práctica, los egipcios habían usado lo que ahora llamamos el
teorema de Pitágoras en ingeniería y agrimensura a lo largo del Nilo, pero fue
Pitágoras quien lo convirtió en un auténtico teorema, y lo demostró. Muchas
culturas pregriegas también tocaban música, pero fue la D. Η. P. la que descubrió
los conceptos de octava, de quinta perfecta, etc., observando que ciertos intervalos
musicales siempre se correspondían con ciertas razones entre las longitudes de las
cuerdas pulsadas: de 2 a 1, de 3 a 2, y así sucesivamente. Como las cuerdas eran
rectas y las rectas eran entes geométricos/matemáticos, [2.5] las razones entre las
longitudes de las cuerdas eran lo mismo que razones entre números enteros, o sea
números racionales, que resultan ser los entes fundamentales de la metafísica
pitagórica.

Etcétera, siendo lo importante que los intentos de la D. Η. P. para articular


las conexiones entre la realidad matemática y el mundo físico eran parte del
proyecto, más amplio, de la filosofía presocrática, el cual era básicamente dar una
explicación racional, no mitopoiética, de lo que era real y de su origen. Quizás
incluso más importante que la D. Η. P., en relación con el ∞, es el protomístico
Parménides de Elea (hacia el 515-? a. C.), no solo porque su distinción entre «Vía de
Verdad» y «Vía de Apariencia» delimitó los términos de la metafísica griega y
(también) influyó en Platón, sino porque el discípulo y defensor n.º 1 de
Parménides fue el antes mencionado Zenón, el más endiabladamente listo e
irritante de todos los filósofos griegos (al que se puede ver dándole un palizón a
Sócrates, argumentativamente hablando, en el Parménides de Platón). Los
argumentos de Zenón a favor de la metafísica de Parménides tomaron la forma —
como también se ha mencionado— de algunas de las más profundas y enrevesadas
paradojas de la historia del mundo. A favor de la relevancia de estos rompecabezas
para nuestro propósito general, he aquí otra bonita cita de Bertrand Russell:

En este mundo caprichoso, nada es más caprichoso que la fama póstuma.


Uno de los más notables ejemplos de la falta de juicio de la posteridad es el eleático
Zenón […], que puede ser considerado el fundador de la filosofía del infinito.
Inventó cuatro argumentaciones, todas inconmensurablemente sutiles y
profundas, para demostrar que el movimiento es imposible, que Aquiles nunca
puede alcanzar a la tortuga, y que una flecha en pleno vuelo está realmente en
reposo. Tras ser refutadas por Aristóteles, y por todos los filósofos posteriores
desde entonces hasta nuestros días, dichas argumentaciones fueron reformuladas,
y constituyeron la base de un renacimiento matemático, por parte de un profesor
alemán, quien probablemente nunca soñó en ninguna conexión entre él mismo y
Zenón (Russell, Mysticism and Logic, pág. 76).

Dicho sea de paso, la metafísica de Parménides —que es incluso más


aventurada que la de la D. H. P., y que en retrospectiva se parece más a la religión
oriental que a la filosofía occidental— se puede describir como una especie de
monismo estático,[2.6] y las paradojas de Zenón (que en realidad son más de cuatro)
están, conforme a ello, dirigidas contra la realidad de (1) la pluralidad y (2) la
continuidad. Por ahora nos interesa (2), que para Zenón toma la forma, como
menciona Russell, del movimiento físico tal como lo conocemos habitualmente.

El argumento básico de Zenón contra la realidad del movimiento se conoce


como la dicotomía. Parece muy simple y se desarrolla en dos de sus más famosas
paradojas: «El Estadio» y «Aquiles contra la Tortuga». La dicotomía es usada y
analizada posteriormente, con todo tipo de presentaciones e intenciones, por
Platón, Aristóteles, Agripa, Plotino, santo Tomás de Aquino, Leibniz, John Stuart
Mill, Francis Herbert Bradley y William James (sin olvidar a Douglas Hofstadter en
Gödel, Escher, Bach). Veamos cómo funciona.[2.7] Usted está en una esquina, el
semáforo cambia e intenta cruzar la calle. Observe la maniobra al usar el término
«intenta». Porque antes de que usted pueda cruzar toda la calle, obviamente tiene
que hacer la mitad del recorrido. Y antes de hacer la mitad del recorrido, debe
hacer la mitad de la mitad del recorrido. Esto no es más que sentido común. Y
antes de hacer la mitad de la mitad del recorrido, debe hacer la mitad de la mitad
de la mitad del recorrido, y así sucesivamente. Y más. Expresado de un modo más
excitante, la paradoja es que un peatón no puede desplazarse del punto A al punto
B sin cruzar todos los subintervalos sucesivos de AB, cada uno de los cuales tiene
una longitud , donde los valores de n forman la secuencia (1, 2, 3, 4, 5, 6, …), y
donde los puntos suspensivos significan, por supuesto, que la secuencia no
termina nunca. Continúa para siempre. Este es el temido regressus in infinitum,
también conocido como regresión infinita viciosa o RIV. Lo que la convierte en
«viciosa» en este caso es que le pide a usted que realice un número infinito de
acciones antes de alcanzar su objetivo, lo cual —como «infinito» consiste
precisamente en que la cantidad de dichas acciones no tiene fin— convierte al
objetivo en algo lógicamente imposible. O sea, que usted no puede cruzar la calle.

La manera estándar de esquematizar la dicotomía es habitualmente:

(1)Para cruzar el intervalo AB primero tiene que cruzar todos los


subintervalos , siendo n = 1, 2, 3, 4, 5, 6, …

(2)Hay una cantidad infinita de tales subintervalos.

(3)Es imposible cruzar una cantidad infinita de subintervalos en una


cantidad finita de tiempo.

(4)Por lo tanto, es imposible cruzar AB.

No hace falta decir que el intervalo AB no tiene por qué ser una calle muy
ancha, ni siquiera una calle. La dicotomía se aplica a cualquier tipo de movimiento
continuo. En clase, al doctor Goris le gustaba presentar la argumentación en
términos del movimiento del dedo desde la falda hasta la punta de la nariz. Y, por
supuesto, como sabe cualquiera que haya logrado alguna vez cruzar una calle o
tocarse la nariz, tiene que haber algo sospechoso en el argumento de Zenón. Hallar
y articular esa sospecha es un asunto muy distinto. Tenemos que ir con cuidado,
también: hay más de una manera de equivocarse. Si estudió usted algo de
matemáticas de bachillerato, por ejemplo, puede ser tentador decir que el paso (2)
de la dicotomía esconde una simple falacia, concretamente la de suponer que la
suma de una serie infinita tiene que ser a su vez infinita. Posiblemente recuerde
que el del paso (1) es simplemente otra manera de representar la serie
geométrica , y que la fórmula correcta para hallar la suma de esta serie geométrica
es , donde a es el primer término de la serie y r es su razón, y que aquí ambos
valen , y que , por lo que en este caso parece que las calles se pueden cruzar y las
narices se pueden tocar sin ningún problema, así que la dicotomía en realidad es
solo un truco con las palabras y no una paradoja en absoluto, excepto tal vez para
civilizaciones demasiado primitivas y poco ilustradas como para conocer la
fórmula de la suma de una serie geométrica.

Solo que esta respuesta no servirá. De momento dejemos a un lado la


cuestión de si es técnicamente correcta. Lo que importa es que es trivial: representa
lo que los filósofos llamarían una visión empobrecida del problema de Zenón.

Pues ¿de dónde sale exactamente como fórmula para sumar esta serie
geométrica? Es decir, dicha fórmula ¿es solo un poco de palabreo «legalista» para
evitar que existan ciertas paradojas, o es matemáticamente «significativa» en el
sentido de Hardy? Y ¿cómo determinamos cuál es?

Curiosamente, cuanto más estándar fuera la lección de matemáticas que


recibió, más difícil será evitar responder de una manera demasiado pobre. Como,
por ejemplo, justificar indicando, en la mejor tradición del 2.º curso de cálculo, [2.8]
que la serie geométrica relevante en este caso es un subtipo particular de serie
infinita convergente, y que la suma de tal serie se define como el límite de la sucesión
de sus sumas parciales (es decir, si la sucesión s1, s2, s3, …, sn, … de las sumas
parciales de una serie tiende a un límite S, entonces S es la suma de la serie), y que
podemos afirmar con seguridad, respecto a dicha serie, que , así que funciona
perfectamente… en cuyo caso usted habrá respondido una vez más a la dicotomía
de Zenón de un modo que es complejo, formalmente excitante, técnicamente
correcto y profundamente trivial. En la línea de responder «Porque es ilegal» como
respuesta a «¿Por qué está mal matar?».

El problema con las clases de matemáticas de bachillerato —las cuales


consisten casi completamente en la ingestión y la regurgitación rítmicas de
información abstracta, y cuyo ritmo es tal que maximiza este flujo de datos
recíproco— es que su misma dificultad superficial puede hacernos creer que
realmente sabemos algo cuando todo lo que «sabemos» realmente son fórmulas
abstractas y reglas para su aplicación. En las clases de matemáticas raramente
aprendemos si cierta fórmula es verdaderamente significativa, o por qué, o de
dónde salió, o qué dependía de ella. [2.9] Hay claramente una diferencia entre ser
capaz de usar una fórmula de forma correcta y saber realmente cómo resolver un
problema, saber por qué un problema es un problema matemático de verdad y no
un simple ejercicio. Respecto a esto véase un pasaje más de Russell sobre Zenón,
[2.10]
esta vez destacando algunas partes:

Zenón se preocupó, de hecho, acerca de tres problemas, cada uno planteado


por el movimiento pero cada uno más abstracto que el movimiento, y susceptible
de un tratamiento puramente aritmético. Esos son los problemas de lo
infinitesimal, lo infinito y la continuidad. Enunciar claramente las dificultades
involucradas quizás era lograr la parte más dura de la tarea del filósofo (Russell,
Mysticism and Logic, pág. 77).
Además, « » no consigue aclarar las dificultades en vueltas, pues le falta
contexto y no aporta motivación. Poner en claro dichas dificultades es, de hecho, la
verdadera dificultad con la que nos encontramos aquí (y si usted empieza a sentir
cierta incomodidad/dolor de cabeza, sabrá que estamos en el auténtico territorio de
Zenón).

En primer lugar, para ahorrarnos por lo menos 10 3 palabras, eche un vistazo


de tipo recordatorio a las dos siguientes gráficas esquemáticas, una de la sucesión
divergente[2.11] correspondiente a 2n y la otra de la sucesión convergente expresada
por :
Una de las auténticas dificultades contextuales que rodeaban la dicotomía
era que los griegos no tenían ni usaban el 0 en sus matemáticas (el 0 había sido una
invención babilonia muy tardía, puramente práctica y actuarial, hacia el año 300
a. C.). Por lo tanto, se podría decir que al no haber número/cantidad reconocido/a
hacia donde pueda converger la sucesión convergente (véase la Figura 2a(2)), las
matemáticas griegas carecían de equipamiento conceptual para comprender la
convergencia, los límites, las sumas parciales, etc. Esto sería verdad en cierto
sentido,[2.12] y no completamente trivial.
Aún menos trivial es el mencionado temor griego de to apeiron. Zenón fue el
primer filósofo en usar ese agujero negro de la lógica que viene a ser el ∞ como una
auténtica herramienta argumentativa, es decir, la regresión infinita viciosa (RIV),
que incluso actualmente se usa en argumentaciones lógicas como un método de
demostración en la línea de la reducción al absurdo. Ejemplo: en epistemología, la
RIV es la manera más fácil de refutar la afirmación habitual de que para saber
realmente algo hay que saber que se sabe. Como en la mayoría de las
demostraciones por RIV hay algo maliciosamente divertido en esta. Sea x una
variable con la cual denotaremos cualquier hecho o estado de cosas que pueda ser
precedido por el término «que» y reformulemos la afirmación original como (1)
«Para saber que x, tiene que saber que sabe que x». Como la frase entera «que sabe
que x» también es un hecho o estado de cosas, en el siguiente paso de la
demostración puede simplemente sustituir x por [sabe que x] dentro de la
afirmación original y, mutatis mutandis, el resultado es (2) «Para saber que [sabe
que x], tiene que saber que sabe que [sabe que x]», la siguiente y totalmente válida
extensión de la cual es (3) «Para saber que [sabe que sabe que x], tiene que saber
que sabe que [sabe que sabe que x]», y así sucesivamente, ad infinitum, exigiéndole
que satisfaga una cantidad sin fin de precondiciones para saber cualquier cosa.

[SEI La RIV es una herramienta tan poderosa que puede usted usarla
fácilmente para irritar competidores profesionales o enfurecer a su pareja en
conflictos domésticos, o (aún peor) para volverse loco usted mismo en la cama por
la mañana pensando, por decir algo, en cualquier tipo de relación entre dos cosas o
términos, como cuando decimos que 2 y 4 están relacionados por la función y = x2,
o que si las nubes provocan la lluvia, entonces las nubes y la lluvia tienen una
relación causal. Si usted considera la idea en abstracto y pregunta, respecto a
cualquier relación, si dicha relación está ella misma relacionada con los dos
términos que relaciona, la respuesta es ineludiblemente sí (pues es imposible ver
cómo una relación puede conectar dos términos a menos que tenga su propia
relación con cada uno, del modo en que un puente entre dos orillas tiene que estar
conectado con cada orilla), en cuyo caso la relación entre, digamos, las nubes y la
lluvia en realidad implica dos relaciones más —o sea, aquellas entre (1) las nubes y
la relación y (2) la lluvia y la relación—, cada una de las cuales obviamente implica
dos más, y así sucesivamente, ad infinitum…, lo cual no resulta ser en absoluto un
camino abstracto divertido ni productivo para seguir a tempranas horas de la
mañana, especialmente porque la serie geométrica de relaciones en este caso es
más bien divergente y no convergente, y como tal está relacionada con todo tipo de
series divergentes modernas y especialmente temibles, como el aumento
exponencial del cáncer, la fisión nuclear, la epidemiología, etc. También vale la
pena observar que las horribles RIV divergentes, como las que acabamos de ver,
siempre involucran la metafísica de las abstracciones, tales como «relación» o
«conocimiento». Es como si siempre se abriera algún tipo de rendija o fisura en el
desplazamiento de los casos particulares de conocimiento/relación al
conocimiento/relación in abstractus].

Zenón mismo está casi fetichísticamente atado a la RIV divergente y la usa


en varias de sus paradojas menos conocidas. Aquí está una P. Z.[2.13]
específicamente antipitagórica contra la idea de que cualquier cosa puede estar en
algún sitio en particular, lo que se puede esquematizar de la siguiente forma
simplificada:
(1)Todo lo que existe está en alguna ubicación.

(2)Por lo tanto, la ubicación existe.

(3)Pero por (1) y (2), la ubicación tiene que estar en una ubicación, y

(4)Por (1)-(3), la ubicación de la ubicación tiene que estar ella misma en una
ubicación, y…

(5)así sucesivamente ad infinitum.

A esta es fácil verle los engranajes, pues aquí la verdadera dificultad


russelliana es cierta imprecisión respecto a «existir». En realidad, como los
antiguos griegos ni siquiera tenían un verbo específico para la existencia, el
infinitivo relevante es el aún más impreciso «estar». Desde un punto de vista
puramente gramatical, el argumento de Zenón puede ser acusado de la clásica
falacia de la equivocación,[2.14] pues «estar» puede tener todo tipo de significados
distintos, por ejemplo, «Estoy asustado» en comparación con «Está lloviendo» o
«Estar ahí». Pero puede usted ver que continuar en esta línea conducirá (una vez
más) a las cuestiones más profundas de la paradoja, las cuales son (otra vez de
nuevo) metafísicas: ¿qué significan exactamente estos diferentes sentidos de
«estar»?, y en particular, ¿qué significa el sentido más especializado de «existir»?,
es decir, ¿qué tipo de cosas existen realmente?, y ¿de qué maneras?, y ¿hay
diferentes tipos de existencia para diferentes tipos de cosas?, y entonces, ¿algunos
tipos de existencia son más básicos o sustanciales que otros? Etcétera.

Se habrá dado cuenta de que ya nos hemos topado con este tipo de
cuestiones una docena de veces y todavía estamos a más de dos mil años de Georg
Cantor. Son la verdadera oveja negra en la historia del ∞ y no hay manera de
evitarlas si queremos algo más que un montón de clases vomitadas de matemáticas
abstractas sobre teoría de conjuntos transfinita. Trato hecho. Ahora es el momento
de trazar un esbozo del argumento de Platón del Uno Sobre Muchos (U. S. M.), que
es precisamente el tratamiento clásico de este tipo de cuestiones al aplicarlas al
asunto de la predicación.

Puede que también recuerde el U. S. M. del instituto. En ese caso relájese


porque esto no durará mucho. Para Platón, si dos individuos tienen algún atributo
común y, por lo tanto, pueden ser descritos [2.15] por el mismo predicado —«Tom es
un hombre», «Dick es un hombre»—, entonces hay algo en virtud de lo cual Tom y
Dick (junto a todos los demás referentes del predicado nominativo «hombre»)
tienen ese atributo en común. Ese algo es la «forma» ideal hombre, forma que es lo
que realmente, definitivamente existe, mientras que los hombres individuales son
solo manifestaciones temporales de la forma, con una especie de existencia
prestada o derivada, como las sombras o las imágenes proyectadas. Esta es una
versión muy simplificada, pero no distorsionada, del U. S. M., e incluso a este nivel
no debería ser difícil ver las influencias de Pitágoras y Parménides en la teoría
ontológica de Platón sobre las «formas», de la cual el U. S. M. es obviamente una
parte.

Aquí es donde la verdad se vuelve un poco complicada. Como parece


suceder a menudo, la complicación involucra a Aristóteles. Es cierto que la primera
mención del U. S. M. está en el Parménides de Platón, pero de hecho lo que hizo
famoso al argumento fue la Metafísica de Aristóteles,[2.16] que intenta demolerlo en
una extensa discusión. El contexto podría llenar varias estanterías pero podemos
omitir la mayor parte.[2.17] Lo extraño (por razones que están al caer) es que el
argumento más conocido de Aristóteles contra la teoría de las formas de Platón es
virtualmente el Zenón de los libros de texto. Ese argumento, habitualmente
llamado del Tercer Hombre, es a todos los efectos una reducción al absurdo de tipo
RIV divergente aplicada al U. S. M. Tras observar que tanto los hombres
individuales como la forma hombre obviamente comparten alguna cualidad o
atributo predicativo, Aristóteles indica que entonces tiene que haber otra forma
metafísica —digamos hombre'— que incluye ese atributo común, lo cual implica
aún otra forma, hombre'', para incluir lo predicativamente común a hombre' y
[hombre + hombre], etc., ad infinitum.

Le parezca o no válido el argumento del Tercer Hombre como refutación del


U. S. M. puede muy bien haberse dado cuenta de que la teoría de las formas de
Platón[2.18] tiene sus propios problemas, como, por ejemplo, una conspicua ridiculez
cuando el U. S. M. se aplica a ciertos predicados: ¿hay una forma ideal del hecho
de ser zurdo?, ¿de la estupidez?, ¿de la porquería? Pero observe que la teoría de
Platón tiene mucha más potencia y plausibilidad cuando se aplica a cualquier tipo
de sistema que depende de relaciones formales entre abstracciones. Como, por
ejemplo, a las matemáticas. El desplazamiento conceptual de «cinco naranjas» y
«cinco céntimos» a la cantidad cinco y el número entero 5 es precisamente el
desplazamiento de Platón de «hombre» y «hombres» a Hombre. Recuerde,
después de todo, la conclusión de Hardy en §1c: cuando usamos una expresión
como «2 + 3 = 5», lo que estamos expresando es una verdad general cuya
generalidad depende de la abstracción total de los términos involucrados. En
realidad estamos diciendo que dos cosas cualesquiera más tres cosas cualesquiera
son igual a cinco cosas cualesquiera.
Solo que realmente nunca decimos eso. En cambio, hablamos del número 2 y
del número 5, y sobre relaciones entre esos números. Vale la pena «una vez más»
indicar que esto podría ser solo una maniobra semántica, o metafísica, o ambas
cosas. Y vale la pena recordar aquellas dos cosas del §1d sobre los sentidos
predicativo y nominativo de «longitud» y «gramo», y los diferentes tipos de
afirmaciones de existencia envueltas en «No veo nada en el camino» y «El hombre
es curioso por naturaleza» y «Está lloviendo». Y entonces considerar,
cuidadosamente, las afirmaciones de existencia que suscribimos cuando hablamos
de números. ¿Es el «5» solo algún tipo de abreviatura intelectual para todos los
conjuntos quíntuples del mundo real? [2.19] Parece bastante claro que no lo es, o por
lo menos que esto no es todo lo que «5» es, pues hay montones de cosas acerca del
5 (por ejemplo, que 5 es primo, que la raíz cuadrada de 5 es 2,236…) que no tienen
nada que ver con conjuntos de objetos reales, pero sí tienen que ver con cierto tipo
de entidad llamada números y con sus cualidades y relaciones. La existencia real,
aunque extraña, de los números es también sugerida por el modo en que muchas
de esas cualidades y relaciones —como, por ejemplo, que √5 no se puede expresar
ni como un decimal finito ni como una razón de números enteros— parece que en
realidad son descubiertas en lugar de ser inventadas o propuestas y después
defendidas. La mayoría de nosotros nos sentiríamos inclinados a decir que √5 es un
número irracional incluso si nunca nadie demostrara realmente que lo es, o por lo
menos resulta que para negarlo habría que comprometerse con una teoría muy
compleja y de aspecto extraño acerca de qué son los números. Todo este asunto es,
por supuesto, increíblemente complejo (lo cual es una de las razones por las que
hablamos de él solo a pequeños pedazos contextuales), porque no solo la cuestión
es abstracta, sino que todo a lo que se refiere es una abstracción: existencia,
realidad, número… Pero considere también por un momento cuántos niveles de
abstracción intervienen en las propias matemáticas. En la aritmética está la
abstracción del número. Y luego está el álgebra, donde una variable es un símbolo
aún más abstracto de algún número o números y una función es una precisa pero
abstracta relación entre dominios de variables. Y luego, por supuesto, están las
matemáticas de bachillerato y sus derivadas e integrales de funciones, y luego,
ecuaciones integrales que involucran funciones desconocidas, y familias de
funciones en el caso de las ecuaciones diferenciales, y funciones compuestas (que
son funciones de funciones), e integrales definidas calculadas como la diferencia
entre dos integrales, y así sucesivamente hacia arriba a través de la topología y el
análisis tensorial y los números complejos y el plano complejo y los complejos
conjugados de matrices, etc., con lo que toda la aventura se convierte en una
especie de torre de pasteles con abstracciones de abstracciones de abstracciones
que bien vale la pena suponer que todo lo que se está manipulando es algo real y
tangible, o si no uno se queda tan abstraído que no puede ni sacar punta al lápiz y
mucho menos hacer cálculos.

Los aspectos más relevantes respecto a todo esto son que la cuestión de la
realidad última de los entes matemáticos no es solo enojosa, sino también
controvertida, y que, de hecho, fueron las teorías de Cantor sobre el ∞ las que
pusieron dicha controversia en primer plano dentro de las matemáticas modernas.
Y que en esta controversia, los matemáticos que tienden a considerar las
cantidades y relaciones matemáticas como metafísicamente reales se llaman
platónicos,[2.20] y por lo menos ahora está claro el porqué, y el término podrá
reaparecer más adelante.

§2b.

El primer no platónico realmente serio es Aristóteles. Sin embargo, lo que


resulta extraño e irónico de la RIV al estilo de Zenón que Aristóteles usa contra la
metafísica de Platón es que Aristóteles también realiza el primer y más importante
intento griego de refutar las paradojas de Zenón. Esto está principalmente en los
Libros III, V y VIII de la Física y en el Libro IX de la Metafísica, cuyas discusiones
sobre Zenón acabarán teniendo un efecto pernicioso sobre la manera en que las
matemáticas tratarán el ∞ durante los dos milenios siguientes. Al mismo tiempo,
Aristóteles sí logra articular las dificultades clave en por lo menos algunas de las
paradojas de Zenón, así como plantear claramente y por primera vez algunas
cuestiones realmente vitales relacionadas con el ∞ que nadie intentará siquiera
responder de un modo riguroso hasta el siglo XIX. Por ejemplo: «¿Qué significa
exactamente decir que algo es infinito?» y «¿De qué tipo de cosa podemos siquiera
preguntar coherentemente si es infinita o no?» (semiextractado de Edwards, v. 3,
pág. 183).

Respecto a esas cuestiones centrales, puede que recuerde la famosa


predilección de Aristóteles por la división y la clasificación; literalmente le puso
«analítica» a la filosofía analítica. Véase, por ejemplo, este fragmento de la
discusión de la dicotomía en el Libro VI de la Física: «Pues hay dos sentidos en los
que la longitud y el tiempo y en general cualquier cosa continua se llaman
“infinitos”: se llaman así o bien respecto a su divisibilidad, o bien respecto a sus
extremidades [= tamaño]» (VI, 2, 233a), la cual resulta ser la primera ocasión en la
que alguien indica que «infinito» tiene más de un significado. Aristóteles quiere
principalmente distinguir entre un sentido fuerte o cuantitativo, al significar
literalmente infinito en tamaño, longitud o duración, y un sentido más débil
correspondiente a la divisibilidad infinita de una longitud finita. La distinción
realmente crucial, afirma, involucra el tiempo: «Así, mientras que en un tiempo
finito una cosa no puede entrar en contacto con cosas cuantitativamente infinitas,
puede entrar en contacto con cosas infinitas respecto a la divisibilidad: pues en este
sentido el tiempo mismo es infinito» (ibíd.).

Ambas citas precedentes provienen de dos de los principales argumentos de


Aristóteles contra la dicotomía de Zenón, tal como se ha esquematizado en las
págs. 57-58. El objetivo de este argumento en particular es la expresión de la
premisa (3) «en una cantidad finita de tiempo». La conclusión de Aristóteles es que
si Zenón puede representar el intervalo AB como la suma de un número infinito de
subintervalos, el tiempo adjudicado para cruzar AB debería representarse del
mismo modo: digamos para recorrer , para recorrer , para recorrer , etc. Pero
este argumento no es de gran ayuda, pues tener una cantidad infinita de tiempo
para cruzar la calle no es menos contradictorio que la propia dicotomía original
respecto a nuestra experiencia cuando cruzamos la calle en diez segundos.
Además, es fácil construir versiones de las P. Z. que no requieren explícitamente
acción o tiempo transcurrido. (Por ejemplo, imagine un queso cuya primera
porción es = a la mitad del queso entero, y la siguiente porción, = la mitad de la
primera porción y puntos suspensivos ad infinitum: ¿hay una última porción de
queso o no?). La cuestión: los contraargumentos relacionados con el tiempo
secuencial o con subintervalos o incluso movimientos humanos reales siempre
acabarán empobreciendo la dicotomía y no lograrán subrayar las verdaderas
dificultades involucradas. Porque Zenón puede corregir su presentación y
simplemente decir que estar en A y luego estar en B requiere que usted ocupe los
infinitos puntos correspondientes a la secuencia , o, peor, que llegar a B en
absoluto implica que usted haya ocupado ya una secuencia infinita de puntos. Y
esto parece contradecir bastante claramente la idea de una secuencia infinita: si «∞»
significa realmente «sin fin», entonces una secuencia infinita es una secuencia
donde, sin importar cuántos términos se tomen, todavía quedan términos
restantes. O sea, que podemos olvidarnos de cruzar calles o tocarnos la nariz.
Zenón puede hacer girar su molinillo en términos de secuencias abstractas y de
que hay algo inherentemente contradictorio o paradójico en la idea de que una
secuencia infinita jamás pueda completarse.

Contra esta segunda versión más abstracta y dañina de la dicotomía,


Aristóteles lanza su argumento más influyente. Este depende de la semántica de
«infinito», también, pero es diferente, y se centra en el mismo tipo de cuestiones
predicativas que surgen en el U. S. M. y en la paradoja de la ubicación de Zenón.
Tanto en la Física como en la Metafísica, Aristóteles traza una distinción entre dos
cosas distintas que podemos querer decir en realidad cuando usamos «haber» + ∞
en una oración predicativa como «Hay un número infinito de puntos que deben ser
ocupados entre A y B». La distinción es solo superficialmente gramatical; en
realidad, es una distinción metafísica entre dos afirmaciones de existencia
radicalmente diferentes implícitos en el «hay» de la oración. La dicotomía parece
depender de que no veamos esto. La distinción es entre realidad y potencialidad
como cualidades predicativas, y la argumentación general de Aristóteles es que el
∞ es un tipo especial de cosa que existe potencialmente pero no realmente, y que
los predicados con la palabra «infinito» deben aplicarse a las cosas de un modo
correspondiente, como demuestra la confusión de la dicotomía. De manera
específica, Aristóteles afirma que ninguna extensión espacial (por ejemplo, el
intervalo AB) es «realmente infinita», pero que cualquiera de tales extensiones es
«potencialmente infinita» en el sentido de ser infinitamente divisible.

Todo esto se vuelve muy elaborado y complejo, por supuesto: se dedican


carreras enteras a estudiar de manera sesuda las definiciones de Aristóteles. Baste
decir aquí que la cuestión de la existencia-real-o-potencial-del-∞ es vital para
nuestro relato general aunque reconozcamos su dificultad. No ayuda mucho que
las propias explicaciones y ejemplos de Aristóteles…

Es como el que está construyendo respecto al que tiene la capacidad de


construir, o el despierto respecto al dormido, o el que está viendo respecto al que
tiene los ojos cerrados pero puede ver. Definamos la realidad mediante uno de los
miembros de esta antítesis, y la potencialidad mediante el otro. Pero no afirmamos
que todas las cosas tengan existencia real en el mismo sentido, sino solo por
analogía, como A en B o respecto a B, C en D o respecto a D, pues algunas son
como el movimiento respecto a la potencia, y las otras como la sustancia respecto a
algún tipo de materia… (Metafísica, IX, 6, 1048a-b)

… no son exactamente prodigios de claridad. Lo que quiere decir con


«potencial» es, póngase énfasis en esto, no el tipo de potencialidad por el cual una
niña es potencialmente una mujer o una bellota es un roble en potencia. Es más
bien como el extraño y abstracto tipo de potencialidad por el cual una copia
perfecta de la Pietà[2.21] de Miguel Ángel existe potencialmente en un bloque de
mármol intacto. O, hablando del ∞, el modo en que cualquier cosa que suceda
cíclicamente (o, en términos de A., «sucesivamente») —como, por ejemplo, que
sean las 6:54, lo cual ocurre cada día puntualmente— para Aristóteles es
potencialmente infinita en el sentido de que es posible una recurrencia periódica
sin fin de que sean las 6:54, aunque el conjunto de todos los momentos 6:54 no
puede ser realmente infinito porque nunca coexistirán todos los 6:54: el ciclo
periódico nunca será «completado».[2.22]

Probablemente pueda usted ver cómo va a desarrollarse todo esto en


relación con la dicotomía. Pero también tiene su truco. Las analogías de la estatua y
de las 6:54 aquí no van a funcionar demasiado bien. Cierto, el intervalo AB y/o el
conjunto de todos los subintervalos o puntos entre A y B no es «realmente infinito»
sino solo «potencialmente infinito». Pero aquí el sentido en el que Aristóteles
quiere decir que «AB es potencialmente infinito» es más cercano a la idea, digamos,
de precisión infinita en la medición. Lo cual se puede ilustrar del siguiente modo.
La altura actual de mi sobrina mayor, que es de unos 97,9 cm, puede precisarse
hasta 97,87 cm, y con un entorno más controlado y equipamiento sofisticado sin
duda alguna podría precisarse todavía más y más, hasta tres, once o n decimales,
donde n es, potencialmente, ∞; pero solo potencialmente ∞, porque es obvio que en
el mundo real nunca habrá ninguna manera de lograr una precisión
verdaderamente infinita, aunque sea posible «en principio». De esta manera, para
Aristóteles, AB es «en principio» infinitamente divisible, aunque esta división
infinita nunca se puede llevar a cabo con toda verdad en el mundo real.

SEI Un poco de complicación final: En su mayor parte, lo que Aristóteles


llama «número» (en el sentido de las cantidades matemáticas en general)
aparentemente es potencialmente infinito no en el modo en que la medición es
potencialmente infinita, sino en el modo en que el conjunto de todos los instantes
6:54 es potencialmente infinito. Por ejemplo, el conjunto de todos los enteros es
potencialmente infinito en el sentido de que no hay un número entero mayor que
los demás («En la dirección del tamaño siempre es posible pensar en un número de
tamaño mayor» [Aristóteles, Física, III, 6, 207b]), pero no es realmente infinito
porque el conjunto no existe como una entidad completa. En otras palabras, para
Aristóteles los números forman un continuo sucesivo: hay una cantidad infinita
pero nunca coexisten («Se puede tomar una cosa tras otra sin fin» [ibíd., 206b]).

Como refutación de la dicotomía de Zenón, la distinción ∞-potencial-


respecto-a-∞-real no es demasiado persuasiva, evidentemente ni siquiera para
Aristóteles, cuya regresión del Tercer Hombre parece que se podría descartar como
solo potencialmente infinita. Pero la distinción acaba resultando enormemente
importante para la teoría y la práctica de las matemáticas. En resumen, relegar el ∞
al estatus de potencialidad permitió que las matemáticas occidentales, o bien
descartaran las cantidades infinitas, o bien justificaran su uso, o a veces ambas
cosas, dependiendo de las intenciones. Es todo muy extraño. Por un lado, el
argumento de Aristóteles dio credibilidad al rechazo griego del ∞ y de la
«realidad» de las series infinitas, y fue una razón importante por la que los griegos
no desarrollaron lo que ahora conocemos como cálculo. Por otro lado, otorgar a las
cantidades infinitas por lo menos una existencia abstracta o teórica permitió que
algunos matemáticos griegos las usaran en técnicas que eran extraordinariamente
parecidas al cálculo diferencial e integral; tan parecidas que, en retrospectiva, es
sorprendente que el cálculo tardara mil setecientos años en ser inventado. Pero,
volviendo al primer punto, una gran razón por la que tardó tantos años fue la
penumbra metafísica a la que Aristóteles, con su concepto de potencialidad, había
desterrado el ∞, y que servía para legitimar la alergia de las matemáticas a un
concepto que de todos modos nunca podría tratar.

Excepto que —volviendo al segundo punto o ya en un tercer punto— [2.23]


cuando Leibniz y Newton introducen realmente el cálculo hacia 1700, es
esencialmente la metafísica de Aristóteles la que justifica su despliegue de
infinitesimales, o sea dx en la infame de las matemáticas de primer año en la
universidad. Recuerde, por favor, o sepa, que una cantidad infinitesimal de algún
modo está lo bastante cerca de 0 para ser despreciable en una suma, es decir x + dx
= x, y lo bastante lejos de 0 para servir como divisor en fórmulas como la que
acabamos de ver. De nuevo, muy brevemente, tratar los infinitesimales como
cantidades potencialmente/teóricamente existentes permitió que los matemáticos
las usaran en cálculos que tenían extraordinarias aplicaciones en el mundo real,
pues eran capaces de abstraer y describir justamente los tipos de fenómenos
suavemente continuos que el mundo contenía. Estos infinitesimales resultan ser
muy importantes. Sin ellos puede usted caer en grietas como la cuestión de 0,999…
= 1,0 a la que hemos echado un vistazo en §1c. Como prometimos entonces, la
salida más rápida en este caso es permitir que x represente no 0,999…, sino 1
menos cierto infinitesimal, al que llamaremos , tal que 1 > > 0,999… Entonces se
pueden hacer las mismas operaciones que antes:

10x = ,

− x, que es = ,

da 9x = ,

en cuyo caso x todavía da y no hay ninguna fea confabulación con 1,0.


Excepto, claro está, que la cuestión es si tiene sentido metafísico o
matemático postular la existencia, ya sea real o potencial, de cierta cantidad que es
< 1 pero a la vez excede el decimal infinito 0,999… El problema es doblemente
abstracto, porque no solo 0,999… no es una cantidad del tipo de las del mundo
real, sino que es algo que ni siquiera podemos concebir como un ente matemático:
sea cual sea la relación entre 0,999… y existe [2.24] más allá del decimal n-ésimo, un
lugar al que nada ni nadie puede llegar nunca, ni siquiera en teoría. Así que no
queda claro si no estamos simplemente cambiando un tipo de grieta paradójica por
otro. Este es un tipo más de cuestión de las que fueron totalmente polémicas hasta
que llegaron Weierstrass, Dedekind y Cantor en el siglo XIX.

Piense lo que piense usted de la ontología de tipo potencial de Aristóteles


para el ∞, observe que por lo menos estuvo muy acertado en el uso de palabras
como «punto» y «existen» en la oración no predicativa «Hay [= existen] un número
infinito de puntos intermedios entre A y B». Igual que en la paradoja de la
ubicación de Zenón, obviamente aquí hay alguna imprecisión semántica. En la
dicotomía revisada, la imprecisión se halla en la correspondencia implícita entre un
ente matemático abstracto —en este caso una serie geométrica— y el espacio físico
real. Pero no está claro que «existir» sea el blanco más vulnerable: hay una
ambigüedad bastante más obvia en la semántica de «punto». Si A y B son los dos
lados de una calle del mundo real, entonces la expresión «el número infinito de
puntos entre A y B» está usando «punto» para denotar una ubicación precisa en el
espacio físico. Pero en la expresión «el número infinito de puntos intermedios
designado por », «punto» se refiere a una abstracción matemática, un ente sin
dimensión, con «posición pero no magnitud». Para ahorrarnos varias páginas de
concienzudo análisis que puede usted hacer en su tiempo libre, [2.25] aquí
observaremos simplemente que cruzar un número infinito de puntos matemáticos
sin dimensión no es obviamente paradójico del modo en que lo es cruzar un
número infinito de puntos del espacio físico. Respecto a esto, el argumento de
Zenón puede parecerse más bien al rompecabezas de los tres-hombres-en-un-motel
del §1: la traducción de una situación esencialmente matemática al lenguaje natural
nos lleva a olvidar que las palabras normales pueden tener significados y
referentes enormemente distintos. Observe, una vez más, que el simbolismo
abstracto y el esquematismo de las matemáticas puras están diseñados para evitar
precisamente este problema, y que este es el motivo por el que las definiciones
matemáticas técnicas a menudo son tan soporíferamente densas y complejas. No
debe caber ninguna ambigüedad o equivocación. Las matemáticas, como medir la
altura de los niños, son una actividad consagrada al ideal de la precisión.

Lo cual suena todo muy bien, excepto que resulta que también hay una
inmensa ambigüedad —formal, lógica, metafísica— en muchos de los términos y
conceptos básicos de las matemáticas mismas. De hecho, los conceptos
matemáticos más fundamentales habitualmente son los más difíciles de definir.
Esto en sí mismo es una característica de los sistemas formales. La mayor parte de
las definiciones matemáticas están construidas a partir de otras definiciones. Son
las cosas realmente básicas las que tienen que definirse a partir de casi nada. Con
un poco de suerte, y por razones que ya se han analizado, esas cosas básicas
tendrán algo que ver con el mundo en el que realmente vivimos todos.

§2c.

Volvamos por un momento al tema de Zenón-y-la-semántica-de-«punto». La


relación entre un ente matemático (por ejemplo, una serie, un punto geométrico) y
el espacio físico real es también la relación de lo discreto con lo continuo. Piense en
un camino adoquinado en contraste con una carretera recién asfaltada. Como lo
que la dicotomía intenta hacer es descomponer un proceso físico continuo en una
serie infinita de pasos discretos, puede verse como el primer intento en la historia
de representar la continuidad matemáticamente. No importa que Zenón en
realidad estuviera intentando demostrar que la continuidad era imposible;
igualmente fue el primero. También fue el primero en reconocer [2.26] que hay más de
un tipo de ∞. El to apeiron de la cosmología griega es pura extensión, tamaño
infinito, y la serie de enteros 1, 2, 3… asciende y se aleja hacia ese mismo tipo de
Gran ∞. Mientras que por otro lado el Pequeño ∞ de Zenón parece estar como
anidado, en medio de los enteros ordinarios, y esto último es naturalmente difícil
de concebir.

Resulta que la manera más clara de representar estos dos tipos diferentes de
∞ es con la buena y vieja recta numérica (R. N.), componente habitual de las aulas
escolares.[2.27] La recta numérica es otro legado de los griegos, que, como recordará,
trataban los números y las formas geométricas casi del mismo modo. (Euclides, por
ejemplo, rechazaba cualquier razonamiento matemático que no pudiera ser
«construido», es decir, demostrado conforme a la geometría.) [2.28] Lo que debemos
valorar de la recta numérica y su modesto matrimonio de matemáticas y geometría
es que también se trata de la perfecta unión entre forma y contenido. Porque cada
número corresponde a un punto, y como la recta numérica a la vez contiene todos
los puntos y determina su orden, los números pueden definirse completamente
según su posición en la R. N. en relación con las posiciones de otros números. Por
ejemplo, 5 es el entero inmediatamente a la derecha de 4 y a la izquierda de 6, y
decir que 5 + 2 = 7 es como decir que 7 está dos posiciones a la izquierda de 5; es
decir, la «distancia» matemática entre dos números distintos puede ser
representada e incluso calculada de forma gráfica. Incluso sin el cero o enteros
negativos[2.29], y con la definición más bien difusa de «punto» dada por Euclides
como «aquello que no tiene parte», la recta numérica es una herramienta
inmensamente poderosa. También resulta ser la perfecta esquematización de un
continuo, en el sentido de «ente o sustancia cuya estructura o distribución es
continua e ininterrumpida», y como tal la R. N. encarna perfectamente la
antinomia de la continuidad que Zenón propuso y nadie hasta Dedekind pudo
resolver. Pues en la R. N. se cumplen las dos cosas siguientes: (1) Cada punto está
próximo a otro punto, (2) Entre dos puntos cualesquiera siempre hay otro punto.

Aunque todo el mundo sabe qué aspecto tiene, la recta numérica [2.30] se
reproduce aquí, empezando por el 0 que los griegos, por motivos que ahora no
importan, no tenían:

Si el Gran ∞, el infinito en extensión, está a la derecha interminable de la


recta numérica, el Pequeño ∞ que Zenón explota se halla en el intervalo de aspecto
totalmente finito entre 0 y 1. Zenón revela que dicho intervalo contiene un número
infinito de puntos intermedios, como la secuencia Lo que es más (por decirlo así),
está claro que este infinito de no agota realmente los puntos entre 0 y 1, pues
omite no solo sucesiones infinitas convergentes como , , , , …, , , , , …, etc., sino
otro conjunto infinito de fracciones donde x es un número impar. Y al considerar
que cada una de dichas fracciones corresponderá a su propia sucesión geométrica
infinita a través del desarrollo de —por ejemplo, , , , , …, , , , …, etc.— parece
que el intervalo finito 0-1 de la R. N. en realidad aloja una infinidad de infinitos. Lo
cual es, por decirlo con suavidad, metafísicamente confuso y a la vez
matemáticamente ambiguo: ¿será ∞2, ∞∞, o qué?

Solo que la cosa empeora, o mejora. Porque todos los números recién
mencionados son racionales. Probablemente ya sabe que ese adjetivo proviene de
«razón» y que la expresión «los números racionales» se refiere a todos los números
expresables como enteros o como razones de dos enteros (o sea, fracciones). Esto es
solo un recordatorio, pero es importante. El descubrimiento de que no todos los
números son racionales fue por lo menos tan duro para la visión griega del mundo
como las paradojas de Zenón. Y fue especialmente enojoso para la Divina
Hermandad de Pitágoras. Recuerde las convicciones pitagóricas de que todo es
una cantidad o razón matemática y de que nada infinito puede existir realmente en
el mundo (pues «peras → forma» es lo que hace posible la existencia para empezar).

Luego recuerde el teorema de Pitágoras. Como se ha mencionado, una


curiosidad interesante es que los de la D. Η. P. no fueron los verdaderos
descubridores de ese teorema. En realidad aparece en tablillas de la Antigua
Babilonia tan tempranas como del 2000 a. C. Una razón por la que se llama
teorema de Pitágoras es que permitió que la D. Η. P. descubriera las «magnitudes
inconmensurables», también llamadas números irracionales. [2.31] Dichos números,
que resultan ser inexpresables como cantidades finitas, eran tan letales para la
metafísica pitagórica que su descubrimiento fue como la versión griega del caso
Watergate. Recordará de la infancia que el teorema de Pitágoras no causa
problemas con figuras como el triángulo rectángulo de lados 3, 4 y 5 que aparece
en las introducciones a la geometría, donde la suma de los cuadrados de 3 y 4 es
un número cuya propia raíz cuadrada es racional. Pero comprenda que eso de los
«cuadrados» era literal para los griegos. Es decir, en un triángulo de lados 3, 4 y 5
trataban cada lado también como el lado de un cuadrado:
y entonces sumaban las áreas de los cuadrados. Hay dos razones por las que
esto merece comentarse. La primera ya se ha mencionado antes: aunque ahora
jugamos con exponentes y raíces in abstractus, para los griegos los problemas de
matemáticas siempre se formulaban, y resolvían, geométricamente. Un número
racional era una razón literal de las longitudes de dos segmentos. Elevar al
cuadrado era construir un cuadrado y tomar su área. La otra razón es que según la
mayoría de los relatos fue un simple y humilde cuadrado el que empezó todo el
embrollo. Considérese específicamente el familiar cuadrado unidad, de lado 1, e
incluso más en concreto el triángulo rectángulo isósceles cuya hipotenusa es la
diagonal del cuadrado unidad:
De lo que se dio cuenta la D. Η. P. (probablemente a través de mediciones
reales y cada vez más frenéticas) es que por pequeña que sea la unidad de medida
usada, el lado del cuadrado unidad es inconmensurable con la diagonal, es decir,
no es medible con la diagonal. Esto significa que no hay ningún número racional
tal que = . La cantidad era algo que la D. Η. P. acabó llamando arratos, «lo que no
tiene razón», o —como logos podía significar a la vez palabra y proporción— alogos,
que por lo tanto significaba a la vez «lo que no tiene proporción» y «lo que no
puede ser dicho».

La demostración de la inconmensurabilidad de es otro famoso caso de


demostración por reducción al absurdo, y una especialmente bonita porque es muy
simple y solo requiere matemáticas elementales. Veamos. En primer lugar, para los
propósitos de la reducción al absurdo, supóngase que D y S son conmensurables.
Esto significa que es igual a alguna razón donde p y q son enteros sin ningún
factor común aparte de 1. Sabemos por el teorema de Pitágoras que D2 = S2 + S2, o
D2 = 2S2, lo cual si = significa que p2 = 2q2. También sabemos que el cuadrado de
cualquier número impar será impar y el cuadrado de cualquier número par será
par (puede comprobarlo usted mismo). Además, sabemos que el doble de
cualquier número entero es un número par. Esa es toda la artillería que
necesitamos. Por la LTE, o bien p es impar, o bien p es par. Si (1) p es impar, hay
una contradicción inmediata, pues 2q2 tiene que ser impar. Pero si (2) p es par, eso
significa que es igual al doble de algún número, digamos 2r, así que introduciendo
dicha equivalencia en la ecuación original p2 = 2q2 se obtiene 4r2 = 2q2, lo cual se
reduce a 2r2 = q2, lo que significa que q2 es par, lo que evidencia que q es par, lo cual
quiere decir que p y q son ambos pares, en cuyo caso tienen un factor común
distinto de 1, lo cual de nuevo es una contradicción, (1) Arroja una contradicción,
(2) arroja una contradicción, y no hay (3). Así que D y S son inconmensurables. Fin
de la demostración.[2.32]

El hecho de que los números racionales no pudieran expresar algo tan


cotidiano como la diagonal de un cuadrado —por no mencionar otros irracionales
hipotenoides fáciles de construir como √5, √8, etc.— obviamente era
desestabilizante para toda la cosmogonía de los pitagóricos. Al parecer, el golpe de
gracia fue el descubrimiento de que su amada razón áurea era también irracional,
resultando ser (1 + √5) o 1,618034… Hay todo tipo de espeluznantes relatos
apócrifos acerca de los extremos a los que llegó la D. Η. P. para mantener en
secreto la existencia[2.33] de los irracionales, algo que nos podemos saltar porque son
mucho más importantes, histórica y matemáticamente, los propios números
irracionales. Son importantes por lo menos por tres razones. (1) Matemáticamente,
los números irracionales son una consecuencia directa de la abstracción. Están un
nivel entero por encima de las 5 naranjas o el queso. No se encuentran números
irracionales hasta que se empiezan a generar teoremas abstractos como el T. P. Y
observe, por favor, que en realidad solo son una grieta para las matemáticas puras.
Los egipcios y otros pueblos se habían encontrado con números irracionales en la
agrimensura y la ingeniería, pero como solo les importaban las aplicaciones
prácticas no tenían ningún problema en tratar la √2 como 1,4 o . (2) El
descubrimiento de los irracionales señaló la primera verdadera divergencia entre
las matemáticas y la geometría, pues los matemáticos podían entonces crear
números que los geómetras no podían medir realmente. (3) Resulta que los
irracionales, como los de Zenón, son una consecuencia de intentar expresar y
explicar la continuidad con respecto a la recta numérica. Los números irracionales
son el motivo por el que la recta numérica no es técnicamente continua. Como la
RIV de la dicotomía, los irracionales representan huecos o agujeros en la recta
numérica, intersticios a través de los cuales el caos ilimitado del ∞ podía entrar y
provocar un lío en las pulcras matemáticas de la Ática.

Y no es solo un problema griego. Porque lo importante de los números


irracionales es que no pueden ser representados por fracciones; y, además, si usted
intenta expresar irracionales en notación decimal,[2.34] entonces la secuencia de
dígitos tras la coma no será ni finita (como en el caso de los decimales racionales 2,0
o 5,74) ni periódica (lo que significa una repetición según alguna pauta, como en el
caso de los racionales 0,333… = , 1,181818… = , etc.).[2.35]

Esto significa que, por ejemplo, la expresión decimal de √3 puede


desarrollarse hasta 1,732, o 1,73205, o 1,7320508, o, literalmente, hasta donde usted
quiera… o más lejos. Y a su vez esto significa que cierto punto definido de la recta
numérica —o sea, el punto correspondiente al intervalo que, multiplicado por sí
mismo, corresponde al punto-entero 3— no puede ser nombrado ni expresado de
modo finito.[2.36]

Así, el intervalo finito 0-1 de la recta numérica está aún más


inconcebiblemente poblado. No solo hay una cantidad infinita de secuencias
infinitas de fracciones, sino también una cantidad infinita de irracionales, [2.37] cada
uno de los cuales es a su vez numéricamente inexpresable excepto como una
secuencia infinita de decimales no periódicos. Hagamos una pausa para considerar
los vertiginosos grados de abstracción involucrados en esto. Si la CPU humana no
puede aprehender o incluso concebir siquiera el ∞, parece que ahora se le pide dar
cuenta de una infinidad de ∞, de la cual una cantidad infinita de miembros
individuales son a su vez inexpresables con finitud, y todos en un intervalo tan
finito y de aspecto tan inocente que se usa en la clase de los niños pequeños. Todo
lo cual suena muy extraño.

Desde luego, hay tantas maneras de tratar esa extrañeza como connotaciones
tiene «tratar». Los griegos,* por ejemplo, simplemente rehusaron tratar los
irracionales como números. O bien los incluían en la categoría de longitudes/áreas
puramente geométricas y no los usaban nunca en sus matemáticas per se, o bien
racionalizaban literalmente el uso de irracionales manipulando su aritmética
(ejemplo: los pitagóricos usaron el truco de escribir 2 como de modo que pudieran
tratar la √2 como ).[2.38] Si su rechazo a reconocer la existencia de números dados
por su propio razonamiento matemático parece algo peculiar, sepa que hasta el
siglo XVIII prácticamente todos los grandes matemáticos europeos hicieron lo
mismo,[2.39] incluso cuando la legendaria revolución científica estaba empezando a
dar todo tipo de resultados que requerían una aritmética de los irracionales. Hasta
finales del siglo XIX,* de hecho, nadie* daría con una teoría rigurosa o incluso una
definición de los irracionales. La mejor definición vendría de Richard Dedekind,*
mientras que el tratado más exhaustivo del estatus de los números reales en la
recta sería el de Georg Cantor.

§2d.

* INTERPOLACIÓN INEVITABLE PERO AL FIN Y AL CABO DE TIPO SEI

Omita las siguientes páginas si lo desea, pero los asteriscos en el párrafo


precedente marcan cosas que históricamente hablando no son 100% verdad. A
saber: un estudiante y protegido de Platón conocido como Eudoxo de Cnidos (408-
354 a. C.) en realidad se aproximó mucho a una definición rigurosa de los
irracionales, que luego Euclides incluyó como Definición 5 en el Libro V de los
Elementos. La definición de Eudoxo incluye proporciones y razones geométricas, lo
cual no es nada sorprendente dado que las matemáticas griegas se habían visto
confrontadas con los irracionales en forma de ciertas proporciones geométricas que
no podían expresarse como razones. Tras la debacle de la D. Η. P., esas magnitudes
inconmensurables parecían estar por todas partes. Por ejemplo, considérese un
rectángulo en el que dos de los lados son iguales a la diagonal del cuadrado
unidad: ¿cómo se supone que debe calcularse su área? Y lo que es más importante:
¿cómo podían los griegos distinguir los casos de inconmensurabilidad de tipo
irracional de los casos donde simplemente se tienen magnitudes de especies
diferentes que no se pueden comparar mediante razones, como una longitud
respecto a un área, o un área respecto a un volumen 3D? En realidad, Eudoxo fue
el primer griego que intentó definir «razón» de forma matemática:

Se dice que unas magnitudes tienen la misma razón, la primera respecto a la


segunda y la tercera respecto a la cuarta, cuando, si cualesquiera equimúltiples se
tomen de la primera y de la tercera, y cualesquiera equimúltiples de la segunda y
de la cuarta, los primeros equimúltiples a la vez exceden, a la vez igualan, o a la
vez son inferiores a los segundos equimúltiples tomados en el orden
correspondiente (Euclides en Heath, v. 2, pág. 114).

… la opacidad de lo cual puede mitigarse traduciendo algunas partes del


teorema de lenguaje natural a símbolos matemáticos básicos. La definición de
Eudoxo afirma que, dados , , y los enteros a y b, = si y solo si (ap < bq) → (ar < bs) y
(ap = bq) → (ar = bs) y (ap > bq) → (ar > bs). A primera vista, esto puede parecer obvio
o trivial;[2.40] véase, por ejemplo, cuánto se parece a la regla que aprendimos en la
escuela para multiplicar fracciones en cruz. Pero en realidad no es nada trivial.
Aunque Eudoxo solo pretendía aplicarla a magnitudes geométricas más que a
números per se, la definición funciona perfectamente para identificar y distinguir
números racionales de números irracionales y de cantidades geométricas
inmisciblemente diferentes, etc. Además, observe, por favor, el modo en que la
definición de Eudoxo resulta efectiva para operar en un conjunto infinito completo,
por ejemplo, el de los números racionales. [2.41] Lo que Eudoxo hace es usar enteros
arbitrarios para especificar una división[2.42] del conjunto de todos los racionales en
dos subconjuntos: el conjunto de todos los racionales para los cuales ap ≤ bq y el
conjunto de todos los racionales para los cuales ap > bq. El suyo es, pues, el primer
teorema capaz de referirse, exhaustiva y específicamente, [2.43] a una colección
infinita completa. Desde este punto de vista se le podría llamar el primer resultado
significativo en teoría de conjuntos, unos dos mil trescientos años antes de la
invención de la teoría de conjuntos.

También vale la pena señalar que en las matemáticas probablemente no hay


mejores ejemplos del dicho de Russell sobre los caprichos de la fama intelectual
que Eudoxo y su colaborador póstumo Arquímedes (287-212 a. C.). El segundo,
está claro, es famoso anecdóticamente por su «¡Eureka!», pero a la vista de nuestros
propósitos generales sería injusto no reconocer que él y Eudoxo, en cierta medida,
inventaron las matemáticas modernas, las cuales tuvieron que ser reinventadas
varios siglos después porque nadie se había preocupado de prestar atención a las
consecuencias de sus resultados.

Probablemente, su invento más importante es la conocida propiedad de


exhaustación, que Eudoxo descubrió y Arquímedes refinó. Era un modo de calcular
las áreas y volúmenes de superficies y figuras curvadas, algo con lo que la
geometría griega, obviamente, tenía muchos problemas (pues es respecto a las
curvas donde se encuentran la mayor parte de los problemas de la continuidad y
los irracionales). Los geómetras anteriores a Eudoxo habían tenido la idea de
aproximar el área de una figura curva comparándola con polígonos regulares [2.44]
cuyas áreas podían calcular con exactitud. Como ejemplo, véase cómo el mayor
cuadrado que puede caber dentro de un círculo funciona como una burda
aproximación del área del círculo:
mientras que, digamos, el mayor octágono que cabe dentro será una
aproximación algo mejor:
y así sucesivamente, siendo lo importante que cuantos más lados tenga el
polígono inscrito, más próxima será su área a la del propio círculo. La razón por la
que el método nunca funcionó realmente es que se necesitaría un polígono de ∞
número de lados para acertar el área del círculo, e incluso si este ∞ era solo uno de
los ∞ potenciales de Aristóteles, los griegos todavía estaban estancados, por la
misma razón mencionada respecto a la dicotomía: no tenían el concepto de
convergencia hacia un límite. Eudoxo dio a las matemáticas justamente este
concepto con su introducción de la propiedad de exhaustación, que aparece como
la Propiedad 1 en el Libro X de los Elementos:

Si de cualquier magnitud se sustrae una parte no menor que su mitad, y si


del resto se sustrae otra vez no menos que su mitad, y si este proceso de
sustracción se continúa, finalmente quedará una magnitud menor que cualquier
magnitud preasignada del mismo tipo (Euclides en Boyer, pág. 91).

En notación moderna, esto es equivalente a decir que si p es una magnitud


dada y r una razón tal que ≤ r < 1, entonces el límite de p(1 − r)n es 0 cuando n
tiende a ∞; es decir, p(1 − r)n = 0. Esto permite aproximar de forma arbitraria un
polígono de una infinidad de lados, o un número infinito de rectángulos bajo una
curva, siendo cada lado/rectángulo arbitrariamente (= infinitesimalmente)
pequeño, y luego sumar los lados o las áreas mediante la inversa del mismo
proceso por el que se han obtenido. El método de exhaustación es, a todos los
efectos, el bueno y antiguo cálculo integral. Con él, Eudoxo fue capaz de
demostrar, por ejemplo, que la razón de las áreas de dos círculos cualesquiera es
igual a la razón de los cuadrados de sus radios, que el volumen de un cono es del
volumen del cilindro con la misma base y altura, etc. Y la obra de Arquímedes
Medición de un círculo usa la exhaustación para obtener una aproximación sin
precedentes de π, según < π < .

Obsérvese también la precaución metafísica de las entidades abstractas de la


exhaustación. El método de Eudoxo para conseguir que lados o figuras
infinitamente pequeños entren en las ecuaciones no hace afirmaciones acerca de la
existencia de magnitudes infinitamente pequeñas. Fíjese en el lenguaje suave de la
citada Proposición 1 de los Elementos. El «menor que cualquier magnitud
preasignada» es particularmente brillante y sorprendentemente similar al
«arbitrariamente grande/pequeño» del análisis moderno. [2.45] Básicamente, supone
decir que, para propósitos matemáticos, se pueden alcanzar magnitudes tan
pequeñas como se quiera, y trabajar con ellas. Es esta preocupación por el método
y los resultados más que por la ontología lo que hace a Eudoxo y a Arquímedes tan
misteriosamente modernos. El modo en que sus «magnitudes menores que
cualesquiera magnitudes preasignadas» son creadas y desplegadas en la
exhaustación viene a ser idéntico al modo en que los infinitesimales serán tratados
en el cálculo temprano.

Por qué, entonces, Europa tuvo que esperar diecinueve siglos hasta el
verdadero cálculo, la geometría diferencial y el análisis constituye una muy larga
historia, que esencialmente explica el mencionado dicho de Russell. Una causa es
la misma razón por la que nadie pensó en aplicar la exhaustación a la dicotomía de
Zenón: a los griegos solo les importaba la geometría, y entonces nadie pensaba en
el movimiento y la continuidad como abstraíbles en la geometría de la recta
numérica. Otra razón es Roma, la Imperial, cuyo saqueo de Siracusa y asesinato de
Arquímedes hacia el 212 a. C. puso fin bruscamente a la matemática helénica, [2.46] y
cuya hegemonía durante los siglos posteriores conllevó que gran parte de la
sustancia y el impulso de las matemáticas griegas se perdiera durante mucho
tiempo. La causa más eficiente, sin embargo, fue Aristóteles, cuya influencia, por
supuesto, no solo sobrevivió a Roma sino que alcanzó nuevas cimas con la
expansión del cristianismo y la Iglesia en el período 500-1300 d. C.,
aproximadamente. Resumiendo: la doctrina aristotélica se convirtió en dogma de
la Iglesia, y parte de la doctrina aristotélica era la consideración del ∞ como solo
potencial, una ficción abstracta y origen de confusión, to apeiron, territorio
reservado solo a Dios, etc. Esta visión predominó fundamentalmente hasta la era
isabelina.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN

§2e.

(Continuación de §2c desde el párrafo de la pág. 84 con asteriscos de


interpolación).

Aquí están, a modo de aperitivo, algunas de las cosas que Cantor [2.47] acabó
descubriendo sobre los ∞ anidados de Zenón y Eudoxo. Aquí «descubierto» no
quiere decir simplemente encontrado, sino realmente demostrado. La recta
numérica es, obviamente, infinitamente larga y contiene una infinidad de puntos.
Incluso hay tantos puntos en el intervalo 0-1 como en la recta numérica entera. De
hecho, hay tantos puntos en el intervalo 0,0000000001-0,0000000002 como en toda
la R. N. También resulta que hay tantos puntos en el mencionado microintervalo (o
en uno un cuatrillón de veces más pequeño, si usted quiere) como en el plano 2D
—incluso si este plano es infinitamente grande— o en cualquier forma 3D, o en la
totalidad del propio espacio 3D infinito.

Es más, sabemos que hay una infinidad de números racionales en la recta


numérica infinita, y (por cortesía de Zenón) que dichos racionales son tan
infinitamente densos en la recta que literalmente ningún número racional dado
tiene un siguiente; es decir, entre dos números racionales cualesquiera de la R. N.
siempre se puede encontrar un tercero. Un hecho del cual aquí tenemos una breve
demostración. Tomemos dos racionales distintos p y q. Como son diferentes, p ≠ q,
lo cual implica que uno es mayor que el otro. Digamos que es p > q. Esto significa
que en la recta numérica hay por lo menos alguna distancia medible, por pequeña
que sea, entre q y p. Tomemos esa distancia, dividámosla por algún número (2 es el
más fácil), y añadamos el cociente al número más pequeño q. Tenemos un nuevo
número racional, , entre p y q. Y como el número de números simplemente enteros
por los cuales podemos dividir (p − q) antes de añadir el cociente a q es infinito, en
realidad hay una infinidad de puntos racionales entre cualesquiera p y q. Dejemos
que esto vaya calando, y entonces tengamos en cuenta que incluso dada la
densidad infinita de la cantidad infinita de números racionales en la recta
numérica, puede demostrarse que el porcentaje total de espacio de la R. N.
ocupado por la totalidad de los infinitamente infinitos números racionales es:
ninguno. Es decir, o, nulo, nada. La versión técnica de la demostración es de
Cantor, y observe qué espíritu más eudoxiano-exhaustivo tiene, incluso en la
siguiente forma en lenguaje natural, que requiere un poco de visualización
creativa.

Imagine que puede ver la recta numérica entera y cada uno de los infinitos
puntos individuales que contiene. Imagine que quiere una manera rápida y fácil de
distinguir los puntos correspondientes a números racionales de los
correspondientes a irracionales. Lo que va a hacer es identificar los puntos
racionales envolviendo cada uno de ellos en un pañuelo rojo. [2.48] De este modo
destacarán. Como técnicamente los puntos geométricos carecen de dimensión, no
sabemos qué aspecto tienen, pero lo que sí sabemos es que no se necesitará un
pañuelo muy grande para cubrir uno de ellos. En este caso, el pañuelo rojo puede
ser arbitrariamente pequeño, por ejemplo de 0,00000001 unidades, o la mitad de
ese tamaño, o la mitad de la mitad, …, etc. En realidad, incluso el más pequeño de
los pañuelos será innecesariamente grande, pero para nuestros propósitos
podemos decir que el pañuelo es básicamente infinitamente pequeño: llamemos φ
a ese tamaño. Así, un pañuelo de tamaño φ cubre el primer punto racional de la
R. N. Entonces, como, por supuesto, el pañuelo puede ser tan pequeño como
queramos, digamos que usted usa solo un pañuelo de tamaño para envolver el
siguiente punto racional. Y digamos que usted continúa de ese modo, siendo el
tamaño de cada pañuelo rojo exactamente del tamaño del anterior, para todos los
números racionales, hasta que todos están envueltos y cubiertos. Ahora, para
hallar el porcentaje total de espacio que todos los números racionales ocupan en la
recta numérica, todo lo que tiene que hacer es sumar los tamaños de todos los
pañuelos rojos. Por supuesto, hay una infinidad de pañuelos, pero respecto al
tamaño se traducen como términos de una serie infinita, específicamente la serie
geométrica al estilo de Zenón + + + + + …; y, dada la buena y vieja fórmula para
sumar tal serie, la suma del tamaño total de los infinitos pañuelos resulta ser 2φ.
Pero φ es infinitesimalmente pequeño, siendo los infinitesimales (como se
mencionó en §2b) tan increíblemente próximos a o que al multiplicarlos por
cualquier cosa el resultado es también un infinitesimal, por lo cual 2φ es también
infinitesimalmente pequeño, lo que significa que todos los infinitos números
racionales combinados ocupan solo una porción infinitesimalmente pequeña de la
R. N. —o sea, básicamente ninguna en absoluto—, [2.49] lo que a su vez es como decir
que la inmensa, inmensa mayoría de los puntos en cualquier tipo de recta continua
corresponderán a números irracionales, y así, a pesar de que la antes mencionada
recta real es realmente una recta, la recta numérica formada solo por racionales,
aunque pueda parecer infinitamente densa, en realidad es en un 99,999…% espacio
vacío, como un helado muy poroso o el universo mismo.

Dejemos que cada uno haga una pausa en privado para intentar imaginar
por un momento qué aspecto podía tener el interior de la cabeza del profesor
Georg F. L. P. Cantor cuando está demostrando este tipo de cosas.

Un lector atento puede objetar aquí que hay algún truco como los de Zenón
en la anterior demostración, y preguntar por qué no se podría aplicar un
procedimiento similar con pañuelos y series a los números irracionales para
demostrar que el % total de espacio recto ocupado por los irracionales es también
2φ. La razón de que tal demostración no pueda funcionar es que, por infinitamente
o incluso ∞∞mente numerosos que sean los pañuelos rojos, siempre habrá más
números irracionales que pañuelos. Como siempre, esto también lo demostró
Cantor.
3

§3a.

Llegados a este punto resulta justificado ahorrarse cualquier pretensión de


continuidad narrativa y hacer un barrido de varios siglos en una especie de
cronología esquemática que va de, digamos, el 476 d. C. (caída de Roma) hasta la
década de 1660 (preliminares del cálculo). Por supuesto, en la cronología destaca lo
relacionado con el ∞ y/o la situación general de las matemáticas cuando Dedekind
y Cantor entraron en escena. Y quedando las desventajas de la abstracción
esquemática en cierto modo superadas por las ventajas del ahorro de espacio, pues
por lo menos uno de nosotros está empezando a darse cuenta que el espacio
disponible va a ser un problema. Así pues, aquí en §3, el objetivo es simplemente
resumir ciertos desarrollos que ayudan a sacar a la luz las eventuales condiciones
necesarias/suficientes para las matemáticas transfinitas.[3.1]

Aproximadamente del 500 al 1200 d. C. Sin demasiados progresos en las


matemáticas occidentales gracias a Roma, Aristóteles, el neoplatonismo, la Iglesia,
etc., la verdadera actividad está ahora en Asia y el mundo islámico. Como muy
tarde hacia el 900 d. C., las matemáticas de la India han introducido el cero como
«décimo numeral» y lo representan mediante el símbolo con el que estamos
familiarizados,[3.2] han desarrollado un sistema decimal de notación posicional que
es básicamente el nuestro, y han codificado los fundamentos de cómo funciona el 0
en aritmética (0 + x = x, = 0, no es válido dividir por 0, etc.)· Los matemáticos indios
y árabes, libres de cualquier geomefilia griega, son capaces de trabajar y lograr
resultados significativos con los enteros negativos, el antes mencionado o, las
raíces irracionales, y variables para representar números arbitrarios y así enunciar
propiedades generales.[3.3] La mayoría de las innovaciones indo-árabes regresaron a
Europa más tarde, gracias principalmente a las conquistas islámicas (p. ej., de la
India, cuyas matemáticas los árabes asimilaron, en el siglo VII, llegando incluso a
España en 711, etc.).
Hacia 1260. Los argumentos quia de santo Tomás de Aquino a favor de la
existencia de Dios[3.4] constituyen la fusión oficial de la metafísica de Aristóteles y la
doctrina de la Iglesia. La base de la argumentación de santo Tomás es que, como en
el mundo todo tiene una causa y esas causas, a su vez, tienen causas, y así
sucesivamente, en algún punto de la cadena tiene que haber una «causa original»
sin causa, es decir, Dios. Observe que este es esencialmente el mismo argumento
que el famoso «primer motor», al que nada mueve, de Aristóteles en el Libro VIII
de su Metafísica. El argumento del primer motor es adoptado tanto por san Agustín
como por Maimónides también en demostraciones de Dios. Lo que es más
importante, véase que para que el argumento de santo Tomás funcione tiene que
aceptarse la premisa tácita de que una cadena transitiva infinita de causas y efectos
es imposible o incoherente. En otras palabras, tiene que considerarse como
axiomática la imposibilidad del ∞ como característica real del tiempo o del
universo, lo cual básicamente significa aceptar el destierro aristotélico del ∞ al
mismo extraño estatus puramente potencial de El pensador de Rodin en todas las
masas de bronce.

Sin embargo, en otra parte de la Summa Theologiae, santo Tomás introduce


un argumento más original:

La existencia de una multitud infinita real es imposible. Pues cualquier


conjunto de cosas que uno considere tiene que ser un conjunto específico. Y los
conjuntos de cosas están especificados por el número de cosas en ellos. Ahora,
ningún número es infinito, pues el número resulta de contar a lo largo de un
conjunto en unidades. Así, ningún conjunto de cosas puede ser inherentemente
ilimitado, ni puede ocurrir que sea ilimitado (Summa Theologiae, I.a., 7.4.
Traducción semiextractada, y editada, de Rucker, Infinity and the Mind, pág. 52).

Este pasaje es citado por el propio Cantor en su «Mitteilungen zur Lehre


vom Transfiniten»,[3.5] donde lo califica de la única objeción realmente significativa,
en toda la historia, a la existencia de un ∞ real. Para nuestros propósitos, hay dos
cosas significativas acerca del argumento de santo Tomás: (1) Trata el ∞ en
términos de «conjuntos de cosas», que es lo que Cantor y Dedekind harán
seiscientos años después (además, la tercera frase de santo Tomás es casi
exactamente la manera en que Cantor definirá el cardinal de un conjunto). (2)
Todavía más importante, reduce todas las distinciones y complicaciones
metafísicas de Aristóteles a la cuestión de si existen números infinitos. Es fácil ver
que aquí lo que realmente le gusta a Cantor es el punto (2), que convierte el
argumento en una especie de reto a medida, pues la única y verdaderamente
plausible refutación a santo Tomás consistirá en que alguien dé una teoría rigurosa
y coherente de los números infinitos y sus propiedades.

Hacia 1350 + Breve salto temporal. Tres personajes de mediana importancia


respecto a la continuidad y las series infinitas: Nicole Oresme, Ricardus «el
Calculador» Suiseth y Francesco Luigi Grandi. Oresme inventa en 1350 un método
«latitudinal» para representar de forma gráfica el movimiento y la aceleración
uniforme.[3.6] Entre otras cosas, ello permite la primera indicación de que la
velocidad relativa (= recta inclinada) y el área relativa (= área bajo la recta
inclinada) son dos aspectos de la misma cosa. Coincidiendo más o menos en el
tiempo, Suiseth resuelve un problema latitudinal particular que equivale a
demostrar que la serie infinita + + + + … + tiene una suma finita, concretamente
2. (N. B.: nadie piensa todavía en aplicar este método a la dicotomía). Entonces,
Oresme responde demostrando que otra serie infinita, + + + + + + … + , alias la
«serie armónica», no da una suma finita a pesar de que la sucesión de términos
individuales parece aproximarse claramente a o. (SEI La demostración de Oresme
es ingeniosamente simple. Agrupando los términos de la serie de tal modo que el
primer término = el primer grupo, el segundo y tercer términos = el segundo
grupo, los términos del cuarto al séptimo = el tercer grupo, etc., de manera que el
grupo n-ésimo contenga 2n−1 términos, demuestra que al final tenemos un número
infinito de grupos cada uno de los cuales tiene una suma parcial ≥ , dando lugar a
una suma infinita para la serie).

Las series de Suiseth y de Oresme son, por supuesto, ejemplos respectivos


de convergencia y divergencia, pero durante siglos nadie sabrá cómo nombrar o
tratar los distintos tipos de series infinitas. [3.7] Incluso en la era poscálculo, cuando
las series se convirtieron en la manera obvia de representar funciones complicadas
para la diferenciación y la integración, algunos avatares de Zenón continuaron
reapareciendo con paradojas que confundieron varios intentos de sistematizar la
convergencia y la divergencia. Una de las más diabólicas era la buena y vieja serie
oscilante 1 − 1 + 1− 1 + 1 − 1 + 1… de §1d, que el matemático católico Grandi
gustaba de usar para atormentar a los hermanos Bernoulli, famosos colegas de
Leibniz que habían demostrado la divergencia de la serie armónica de Oresme en
la década de 1690. Recuerde que el truco de la serie de Grandi es que según cómo
se agrupen los términos acaba resultando igual a 0 y a 1 a la vez…; o, poniendo x =
1 en la fórmula protologarítmica = 1 − x + x2− x3 + …, se obtiene la igualdad = 1 − 1
+ 1 − 1 + 1 − 1 + 1 …, la cual, jocosamente Grandi, sugirió que era la forma en que
Dios había creado algo del vacío (0).

[SEI Si recuerda usted algo del álgebra del instituto, también vale la pena
echar un vistazo a una horrible pequeña serie divergente que en la década de 1730
puso en apuros a Leonhard Euler (1707-1783, icono del análisis temprano).
Recordará que según las reglas de división de polinomios, = 1 − x + x2 − x3 + …,
que, sustituyendo x = 2 se convierte en la desafortunada igualdad −1 = 1 + 2 + 4 + 8
+ … O puede obtenerse de nuevo la serie de Grandi sustituyendo x = −1 en la
misma expansión.

O, si su formación matemática es sólida, puede divertirse expandiendo


mediante el teorema del binomio para obtener log(1 + x) = x − x2 + x3 + … y viendo
(al igual que Newton, Mercator y Wallis) que cuando x = 2, la serie tiene una suma
infinita pero también debería ser igual a log 3. Hay un sinfín de rompecabezas de
este tipo].

Hacia 1425-1435. El arquitecto florentino Filippo Brunelleschi inventa la


técnica de la perspectiva lineal en la pintura. La obra de Leon B. Alberti Della
pictura es el primer tratado publicado sobre cómo funciona. Probablemente todos
sabemos que antes del Renacimiento los cuadros parecían planos y muertos y
extrañamente desproporcionados. Brunelleschi aplica la geometría al espacio
pictórico, hallando un modo de representar un «plano-base» horizontal 3D en un
«plano-pintura» vertical 2D. La técnica se ve muy fácilmente en las
representaciones de cuadrados horizontales (por ejemplo, el embaldosado del
Baptisterio de Florencia) como paralelogramos (en numerosos cuadros del mismo)
que se vuelven más estrechos y agudos a medida que el suelo se desliza hacia el
fondo del cuadro. Brunelleschi/Alberti consideran a todos los efectos una pintura
como una ventana abierta interpuesta entre una escena y el espectador, y observan
que todas y cada una de las «ortogonales», o rectas paralelas que se alejan en el
espacio a 90° respecto a dicha ventana, parecerán converger hacia un punto de
fuga a la altura de los ojos del espectador (Honour y Fleming, págs. 319-320). Este
punto de fuga se concibe, geométricamente, como un punto a distancia infinita del
espectador. Casi todo el mundo sabe lo que Masaccio, Durero, Da Vinci y otros
colegas fueron capaces de hacer con este descubrimiento.

Matemáticamente, el concepto de punto-en-el-∞ es usado más tarde por


Johannes Kepler en el principio de continuidad que establece para secciones cónicas y
que luego emplea para sus leyes del movimiento planetario (véase más adelante), y
también es de importancia central para Gérard Desargues y su invención, hacia
1640, de la geometría proyectiva, e incluso más adelante para la topología, la
geometría riemanniana, el análisis tensorial (sin el cual, a su vez, no habría
relatividad general), etc.

Año 1593. La obra Varia Responsa de Franç0is Viète (un abogado/criptógrafo


francés) incluye la primera fórmula para sumar una serie geométrica infinita, [3.8]
que es terriblemente parecida a la antes mencionada de las matemáticas
elementales. Aunque no es demasiado bonita, Viète es también el primero en dar
una expresión numérica precisa de π, concretamente como un producto infinito
expresable así

[SEI La finalidad de destacar puntos como los dos últimos es establecer que
el ∞, en varias manifestaciones y contextos, está adquiriendo cada vez más interés
en aplicaciones fructíferas incluso aunque continúe siendo metafísicamente
sospechoso y nadie tenga ni idea de cómo tratarlo matemáticamente].

Año 1637. La géometrie de René Descartes introduce el ahora omnipresente


plano coordenado cartesiano, el cual permite que las figuras geométricas se
representen aritmética/algebraicamente.

Aproximadamente entre 1585 y 1638. Tres personajes importantes, de los


cuales dos son extremadamente famosos: Simon Stevin, Johannes Kepler y Galileo
Galilei.

En la década de 1580, Stevin (un ingeniero flamenco) resucita la propiedad


de exhaustación de Eudoxo al derivar fórmulas para características relacionadas
con el peso de diferentes figuras geométricas. Por ejemplo, en su obra Estática
(1586), Stevin demuestra que el centro de gravedad de un triángulo se halla sobre
su mediana, y lo hace inscribiendo un número ilimitado de paralelogramos
arbitrariamente pequeños en el triángulo y demostrando cosas acerca de los
centros de gravedad de las figuras inscritas resultantes. Stevin, también conocido
como el Arquímedes holandés, merece más fama de la que consiguió. Aquí está
una cita descontextualizada pero pertinente de Carl Boyer: «Fueron en gran
manera las modificaciones resultantes de los antiguos métodos infinitesimales las
que acabaron conduciendo al cálculo, y Stevin fue uno de los primeros en sugerir
tales cambios» (Boyer, pág. 322).

Tal como se explica en la obra de Kepler Astronomia nova (1609), la 2.ª ley del
movimiento planetario depende de que se conciba el área circunscrita por un
vector radial que une un planeta orbitando con el Sol como compuesta (es decir, el
área está compuesta) de infinitos triángulos infinitamente delgados, cada uno con
el vértice A en el Sol y los vértices B y C infinitesimalmente próximos a lo largo de
la trayectoria orbital. La suma efectuada por Kepler de las áreas de esta infinidad
de infinitesimales era, setenta años antes de Leibniz, cálculo aplicado.[3.9]

Años 1636-1638. Galileo Galilei, puesto por la Inquisición bajo arresto


domiciliario en Florencia, escribe Dos nuevas ciencias, un diálogo al estilo de Platón
sobre la mecánica/dinámica. En este libro hay un montón de cosas relacionadas con
el ∞. Un ejemplo es el modo en que Galileo aplica las técnicas de representación
latitudinal de Oresme al movimiento de proyectiles y demuestra que la curva
descrita por la trayectoria de un proyectil es una parábola. Tras dos mil años de
estudio matemático de las secciones cónicas, la elipse orbital de Kepler y la
parábola de los proyectiles de Galileo son las primeras aplicaciones reales de las
cónicas a las ciencias físicas. La obra menos conocida de Kepler, Ad Vitellionem
paralipomena,[3.10] ya había demostrado que las elipses, las hipérbolas, las parábolas
y las circunferencias son todas productos de una extraña y armónica danza entre
dos focos. La parábola se explica como lo que le ocurre a una hipérbola cuando la
posición de un foco respecto al otro alcanza el ∞. De un modo nada accidental,
toda la teoría de Kepler sobre las interrelaciones de las cónicas se conoce como el
principio de continuidad.

La obra Dos nuevas ciencias de Galileo era en cierto sentido una larga
«pedorreta» a la Inquisición, que lo trató de forma infame. Parte de su proyecto era
que el hombre normal del diálogo actuara como portavoz de la metafísica
aristotélica y del credo de la Iglesia, y que su compañero algo más ilustrado le
fuera dando bofetones intelectuales. Una de las dianas principales es la división
ontológica por Aristóteles del ∞ en real y potencial, que la Iglesia básicamente
había transformado en la doctrina de que solo Dios es realmente infinito y nada
más en su creación puede serlo. Ejemplo: Galileo ridiculiza la idea de que el
número de partes en el que se puede dividir cualquier segmento sea solo
«potencialmente» (o sea, no realmente) infinito demostrando que si usted dobla el
segmento hasta que sea una circunferencia —el cual, según Nicolás de Cusa, [3.11] se
define como un polígono regular con un ∞ número de lados—, usted ha «reducido
a realidad ese número infinito de partes que pretendía, mientras era recto, que
estaban contenidas en él solo potencialmente» (ibíd., pág. 329).

El portavoz de Galileo también dedica mucho tiempo a los infinitesimales,


principalmente por su utilidad en los resultados de Stevin y Kepler. Galileo es el
primero en distinguir entre diferentes «órdenes» de infinitesimales, principalmente
a través de un elaborado argumento sobre por qué, si la Tierra gira, los objetos no
son arrojados hacia fuera según varias tangentes a la curva de giro, lo cual es una
larga historia, pero lo importante es que dos infinitesimales son de distinto orden si
su razón tiende o bien a 0, o bien a ∞ y son del mismo orden si su razón es finita.
Esto es relevante porque (1) la idea de que los infinitesimales de orden más alto son
tan increíblemente pequeños y evanescentes que se pueden descartar de una
ecuación porque no tendrán ningún efecto sobre el resultado acabaría siendo vital
para el cálculo clásico, y (2) la distinción de Galileo anticipa algunos de los propios
descubrimientos de Cantor sobre la extraña aritmética de las cantidades infinitas,
es decir, que no todos los ∞ tienen el mismo tamaño pero que las diferencias entre
ellos no son realmente aritméticas (por ejemplo, sumar n a ∞ no lo incrementa, ni
sumar ∞ a ∞ o multiplicar ∞ por ∞) sino, en cierto modo, geométricas. [3.12]

La extremada extrañeza matemática del ∞, que Galileo dedica mucho tiempo


a ejemplificar en las DNC, es bastante lúcidamente atribuida a la epistemología y
no a la metafísica. Las paradojas surgen, según el portavoz de Galileo, solo
«cuando intentamos, con nuestra mente finita, discutir el infinito, asignándole
aquellas propiedades que otorgamos a lo finito y limitado» (Galileo Galilei, pág.
31). La gran ilustración de ello es la paradoja de Galileo que hemos visto en §1, en
la cual recuerde que podía establecer una correspondencia de uno a uno entre
todos los enteros y todos los cuadrados perfectos incluso aunque sea evidente que
hay muchos más enteros que cuadrados perfectos. [3.13] De este rompecabezas,
Galileo concluye que «debemos decir que hay tantos cuadrados como números», y
así (otra vez) que «los atributos “igual”, “mayor” y “menor” no son aplicables a las
cantidades infinitas, sino solo a las finitas» (ibíd., pág. 32). Aunque esta última
conclusión acabe resultando equivocada, las de DNC todavía es la primera actitud
verdaderamente moderna hacia los infinitos reales como entes matemáticos.
Obsérvese, por ejemplo, que Galileo no recurre a la vieja reducción al absurdo
aristotélica para concluir, a partir del comportamiento paradójico de los conjuntos
infinitos, que no se puede razonar acerca del ∞. En cambio, se las arregla de algún
modo para anticiparse tanto a Kant (atribuyendo las paradojas del ∞ a las
arraigadas restricciones de las «mentes finitas» y no a cualquier realidad exterior a
la mente) como a Cantor (usando la correspondencia de uno a uno como medida
comparativa de los conjuntos, argumentando que las cantidades infinitas obedecen
a un tipo de aritmética diferente al de las cantidades finitas, etc.).

Hechos conocidos: el siglo XVII, con su Contra-Contra-Reforma y su


revolución científica, vio la primera auténtica explosión de progreso filo-
matemático desde el apogeo helenístico. Este es el siglo en el que Descartes inventa
la geometría con coordenadas (así como la duda radical), Desargues inventa la
geometría proyectiva; Locke, el empirismo; Newton y Leibniz, las matemáticas
superiores. Nada de eso habría sido posible sin aflojar el estrangulamiento
aristotélico del pensamiento occidental. Las DNC de Galileo están al mismo nivel
que el Discurso del método de Descartes y el Novum Organum de Bacon en términos
de ruptura liberadora, y no es en absoluto accidental que dedique tanto tiempo al
De entre montones de citas pertinentemente favorables, véase la del profesor
Danzig: «Cuando, tras un estupor de mil años, el pensamiento europeo se deshizo
del efecto de las pócimas adormecedoras tan hábilmente administradas por los
Padres Cristianos, el problema del infinito fue uno de los primeros en ser revivido»
(Tobías Danzig, Number: the Language of Science, extractado de Seife, pág. 106).

El otro motivo por el que Dos nuevas ciencias es importante es por su


sostenido y original uso de la función. Sin duda recordará usted lo que es una
función matemática y por qué es difícil definirla claramente (como, por ejemplo,
«Una relación entre variables», «Una regla para establecer la imagen de un
dominio», «Una correspondencia»). Una función está por lo menos un nivel de
abstracción por encima de las variables, siendo básicamente una regla para
emparejar elementos de un conjunto con elementos de otro conjunto. Por ahora
supongamos que todos sabemos bastante bien qué es una función, o más bien qué
hace, pues una función en realidad es una especie de procedimiento, aunque un
simbolismo como «f(x) = » tiende a hacer que parezca una cosa. Por lo menos
gráficamente, la idea de una función había estado ahí desde Oresme en el
siglo XIV, aunque este había usado terminología escolástica y llamaba a esa técnica
una latitud de formas, siendo «forma» el término aristotélico para características o
calidades, de las que se consideraba que incluían cosas como la velocidad de un
cuerpo en movimiento. No fue hasta Galileo que la gente entendió que la velocidad
no es una cualidad de la cosa que se mueve, sino más bien un proceso abstracto
representable por la función elemental r = , igual que (un nivel de abstracción más
hacia arriba) fue Galileo quien determinó que la aceleración actúa como la función
s = at2.

Dos nuevas ciencias es el primer libro de matemáticas en usar funciones de


forma extensiva y no gráfica, aunque estas son descritas verbalmente y a menudo
(como los griegos) en términos de proporciones y razones. Lo que es sorprendente
es la velocidad con que la noción/teoría de las funciones ganó aceptación una vez
alcanzada cierta masa crítica de necesidades y permisos. [3.14] La mayor parte de esas
necesidades involucraban la continuidad. Lo principal aquí es que la astronomía
de Kepler y los estudios del movimiento de Galileo —motivados en gran parte por
la necesidad de mejorar la medición del tiempo en la navegación (otra vez, una
larga historia)— generaron el impulso para un estudio riguroso de las curvas, que
el plano coordenado cartesiano permitía expresar de forma algebraica, es decir, en
términos de funciones como y = x2, y = sen x, y así sucesivamente. Las importantes
distinciones entre funciones polinómicas, algebraicas y trascendentes [3.15] se
obtenían fácilmente a partir de la clasificación de las curvas por Descartes, y
también a partir de las representaciones explícitas como funciones mediante
diferentes tipos de series algo más tarde (1670 aprox.). La propia palabra
«función», a propósito, viene de Gottfried W. Leibniz. [3.16] Lo cual, por supuesto, no
es para nada un accidente, pues Leibniz ayudó a inventar el cálculo, y una de sus
características más poderosas es el uso de funciones para representar procesos.
Tras Leibniz, el concepto plagado de fisuras de «fenómeno continuo» es
reemplazado en las matemáticas por la función continua y la serie infinita… y, de
hecho, las exploraciones del ∞ por Cantor acabarán surgiendo de una aplicación
particular de dichas herramientas a cierto conjunto de problemas acerca del calor.
Lo cual es obviamente una historia muy larga que ahora no vamos a desarrollar.

Aquí, dicho sea de paso, está una cita de David Berlinski: «Es el contraste
entre lo continuo y lo discreto lo que constituye el gran motor generador por el
cual los números reales son construidos y el cálculo creado» (Berlinski, pág. 130).
Para recordar dónde estamos en el bosque general, esta sección es solo de árboles.

Aproximadamente 1647-1665. Tres personajes medianamente importantes,


que si esto hubiera sido doscientos años antes ahora serían todos extremadamente
famosos: Gregory de St. Vincent, John Wallis y James Gregory.

Hacia 1647: Gregory de St. Vincent propone una solución a la dicotomía de


Zenón que menciona de manera explícita la suma de una serie geométrica. [3.17] Es
también el primer matemático en postular que una serie infinita representa una
verdadera magnitud o suma, la cual también es el primero en postular cómo el
límite de la serie, que él llama el «terminus de la progresión» y describe en términos
bastante eudoxianos como un extremo «al que la progresión no llega, aunque
continúe hacia el infinito, pero al que puede acercarse más próximamente que por
cualquier intervalo dado» (Gregory of St. Vincent, Opus Geometricum, extractado de
Kline, pág. 437).

Año 1655: Wallis, el segundo matemático británico más grande del siglo,
publica su antes mencionada obra Arithmetica infinitorum, cuyo título es 0% casual.
Este es el primer trabajo importante sobre la aplicación de las series infinitas a la
aritmetización de la geometría, y será indispensable para la versión newtoniana del
cálculo[3.18] un par de décadas después. Entre los resultados importantes de la
Arithmetica infinitorum: las primeras definiciones generales correctas del límite de
una sucesión infinita y de la suma de una serie infinita, el uso de un producto
infinito para representar el seno y el coseno, la demostración de que = × × × …
(compárese con la = 1 − + − + − … de Leibniz unos cuantos años después), y, por
supuesto, el primer uso de «∞» como símbolo para ∞.
Año 1665: James Gregory (un escocés) define «función», insta a que se
considere la aproximación a un límite como la sexta función básica del álgebra, y
expande varias funciones trigonométricas y trigonométricas inversas como series
infinitas, por ejemplo, demostrando que «arcan x = x − + − + …» se cumple para −1
≤ x ≤ 1. En esta época se llevó a cabo mucho trabajo sobre expansiones en serie,
principalmente porque los navegantes, ingenieros, etc., necesitaban una
trigonometría mucho más detallada y precisa, y tablas de logaritmos, y las
expansiones de funciones en serie infinita eran la mejor manera de interpolar los
valores de las tablas.

[SEI también en 1665 aprox. El teorema del binomio, es decir, la fórmula


para desarrollar (p + q)n, es liberado de la dependencia de (p + q)n−1 y del triángulo
de Pascal por Newton. Se cree que la expansión es infinita para n fraccionarias o
negativas, pero nadie puede demostrar nada realmente sobre el T. B. o la
convergencia/divergencia de las series en general hasta Jean-Baptiste Fourier hacia
1820.]

§3b.

Tal como, por lo menos, se ha sugerido y ahora será explicado, el consenso


histórico-matemático es que el siglo XVII tardío marca el inicio de una Edad de
Oro moderna en la cual hay muchos más avances matemáticos significativos que
en cualquier otra época de la historia mundial. Ahora las cosas empiezan a
moverse realmente deprisa, y no podemos hacer mucho más que intentar construir
una especie de camino señalizado desde los primeros trabajos sobre funciones
hasta Cantor y su «infinicopia».

Subrayemos rápidamente dos cambios a gran escala en el mundo


matemático. El primero tiene que ver con la abstracción. La mayor parte de las
matemáticas desde los griegos hasta Galileo tiene una base empírica: los conceptos
matemáticos son abstracciones directas a partir de la experiencia del mundo real.
Esta es una razón por la que la geometría (junto a Aristóteles) dominó el
razonamiento matemático durante tanto tiempo. La moderna transición del
razonamiento geométrico al algebraico [3.19] constituye un síntoma en sí mismo de
un cambio mayor. Hacia 1600, entidades como el cero, los enteros negativos y los
irracionales se usan de forma rutinaria. Ahora empiece a añadir en las décadas
subsiguientes las introducciones de los números complejos, los logaritmos
neperianos, los polinomios de grado alto y los coeficientes literales en el álgebra —
y también más adelante, por supuesto, las derivadas 1.ª y 2.ª y la integral— y está
claro que desde la pre-Ilustración hasta aquí las matemáticas se han alejado tanto
de cualquier tipo de observación del mundo real que podemos decir junto a
Saussure que ahora son, como sistema de símbolos, «independientes de los objetos
designados», es decir, que ahora las matemáticas se ocupan mucho más de las
relaciones lógicas entre conceptos abstractos que de cualquier correspondencia
particular entre esos conceptos y la realidad física. La cuestión es que en el siglo
XVII las matemáticas se convierten principalmente en un sistema de abstracciones
a partir de otras abstracciones y no a partir del mundo.

Lo cual hace que el segundo gran cambio parezca paradójico: la nueva


hiperabstracción de las matemáticas resulta funcionar increíblemente bien en las
aplicaciones al mundo real. En la ciencia, la ingeniería, la física, etc. Tome, como
ejemplo obvio, el cálculo, que es exponencialmente más abstracto que cualquier
tipo de matemáticas «prácticas» anteriores (por ejemplo, ¿a partir de qué
observación del mundo real sueña uno la idea de que la velocidad de un objeto y el
área bajo una curva tienen algo que ver entre sí?), y a pesar de todo tienen un
acierto sin precedentes al representar/explicar el movimiento y la aceleración, la
gravedad, los movimientos planetarios, el calor: todo lo que la ciencia nos dice que
es real del mundo real. No es por nada que David Berlinski llamara al cálculo «el
primer relato que este mundo se contó a sí mismo al convertirse en el mundo
moderno» (Berlinski, pág. xi). Porque de lo que va el mundo moderno, lo que es, es
la ciencia. Y es en el siglo XVII cuando se consuma el matrimonio entre las
matemáticas y la ciencia, siendo la revolución científica a la vez la causa y el efecto
de la «explosión matemática» porque la ciencia —cada vez más liberada de sus
encuentros aristotélicos con la sustancia respecto a materia y potencialidad
respecto a realidad— ahora se convierte esencialmente en una actividad
matemática[3.20] en la que la fuerza, el movimiento, la masa, y la ley-como-fórmula
constituyen la nueva plantilla para entender cómo funciona la realidad. Hacia
finales del siglo XVII, las matemáticas serias son parte de la astronomía, la
mecánica, la geografía, la ingeniería civil, la planificación urbana, la marmolería, la
carpintería, la metalurgia, la química, la hidráulica, la hidrostática, la óptica, el
pulido de lentes, la estrategia militar, el diseño de pistolas y cañones, la
elaboración de vinos, la arquitectura, la música, la construcción de barcos, la
medición del tiempo, los calendarios, todo.

Y la influencia práctica actúa en ambos sentidos. Aquí está una cita


definitiva de Kline: «A la vez que la ciencia empezó a apoyarse más y más en las
matemáticas para obtener sus conclusiones físicas, las matemáticas empezaron a
apoyarse más y más en los resultados científicos para justificar sus propios
procedimientos» (Kline, pág. 395). Y, como se verá de sobras en los § 4 y 5, esta
unión resulta fructífera pero también está llena de riesgos. En pocas palabras, todo
tipo de cantidades y procedimientos antes dudosos ahora son aceptados en las
matemáticas por su eficacia práctica, lo que significa que si las matemáticas quieren
mantener su rigor deductivo tendrán que ser rigurosamente «teorizadas» y
basadas en el esquema axiomático de las matemáticas. Adivine en qué ejemplos de
estos conceptos largamente cuestionables estamos interesados aquí. Eche otro
vistazo al translúcido Kline, ahora en un capítulo de su Pensamiento matemático
titulado «Las matemáticas en 1700»: «Las cantidades infinitamente grandes, que los
griegos habían evitado estudiadamente, y las infinitamente pequeñas, que los
griegos habían esquivado hábilmente, [ahora] tenían que ser afrontadas» (Ibíd.,
pág. 393).

§3c.

Así pues, una vez la historia del ∞ llega a finales del siglo XVII, ahora vamos
disparados a una velocidad irreversible hacia Cantor y sus colegas, y las
matemáticas se vuelven mucho más abstractas y técnicas. Y el «Alto Mando» ha
decidido que en puntos seleccionados deberá usted someterse a pequeños y
rápidos glosarios de emergencia (G. E.) en los cuales ciertos términos/conceptos
inevitables se definen de modo que luego puedan usarse sin tener que parar
constantemente y hacer sesudas búsquedas in medias acerca de lo que significan.
Algunos serán nuevos, otros ya han sido mencionados o pueden parecer algo
obvios, pero son lo bastante importantes para que ellos y algunos de sus
subtérminos asociados se aseguren al 100%.

N. B.: El siguiente primer GLOSARIO DE EMERGENCIA puede resultar un


poco seco debido simplemente a la compresión. Y aunque era tentador designarlo
como SEI para lectores con fuerte formación matemática, el hecho es que muchas
de las definiciones están tan radicalmente reducidas y simplificadas que
probablemente le valga la pena dedicar algo de su tiempo por lo menos a hojear
este G. E. I para tener claras las maneras específicas en las que vamos a utilizar los
términos. Para los lectores que no sepan demasiadas matemáticas superiores, por
otro lado, lo que sigue es todo lo que necesitan para continuar por lo menos
durante unos cuantos § más.

GLOSARIO DE EMERGENCIA I, CON UN SALTO TEMPORAL NARRATIVO


ASOCIADO

—Recta real. Como se ha mencionado, es esencialmente una recta numérica


ampliada, en el sentido de una recta geométrica con una graduación fija y densa de
modo que cada número real corresponde a un único punto en la recta. Para
nuestros propósitos, la recta real es un «espacio topológico», lo cual aquí significa
que la recta y el conjunto de todos los números reales que representa pueden
usarse sin distinción para referirse a la misma cosa abstracta, [3.21] la cual, también se
ha mencionado, se llama de manera habitual «el continuo», donde este término
significa exactamente lo que aparenta significar: el origen y la manifestación de la
continuidad combinados.

—Función. Ya bastante tratado en §3a, o eche un vistazo a esta maravillosa


definición directa de una clase de matemáticas escolares: «Una relación entre dos
cosas donde el valor de una está determinado por el valor de la otra». Recordará
del álgebra básica que en una función típica como y = f(x), x es la variable
independiente e y es la variable dependiente, en el sentido de que los cambios en x
producen cambios en y según las reglas de f. El conjunto[3.22] de todos los valores
posibles que la variable independiente puede adquirir se llama el dominio de la
función. El conjunto de todos los valores posibles de y es el recorrido de la función.

—Función real. Una función cuyos dominio y recorrido son conjuntos de


números reales.

—Función continua (a). La función y = f(x) es continua si cambios muy


pequeños en x dan solo cambios muy pequeños en y: no hay grandes saltos ni
interrupciones ni cosas extrañas. Si una función es discontinua, habitualmente es
discontinua para cierto valor de la variable independiente, por ejemplo, es
discontinua en x = 1.[3.23] (Para su información, resulta que hay todo tipo de
discontinuidades, cada una con su comportamiento, gráfica y nombre técnico
característicos, «discontinuidad de salto», «discontinuidad evitable»,
«discontinuidad asintótica», pero mejor no nos vamos a liar con esas distinciones).

—Intervalo. El espacio en la recta real entre dos puntos, digamos p y q, que es


equivalente al conjunto de todos los números reales entre p y q. Aquí, p y q se
llaman los extremos del intervalo. El intervalo cerrado [p, q] contiene los extremos, el
intervalo abierto (p, q) no. Observe los corchetes en el caso de los intervalos cerrados
y los paréntesis en el caso de los intervalos abiertos; así es como se simboliza la
diferencia.

—Entorno. En la recta real, el entorno de un punto p es el intervalo abierto (p


− a, p + a) donde a > 0. Otra manera de expresar eso es decir que el a-entorno de p es
el conjunto de todos los puntos cuya distancia a p es menor que a.

—Función continua (b). Las funciones se califican a menudo de


continuas/discontinuas en o sobre ciertos intervalos. Una función f(x) es continua
en el intervalo abierto (p, q) si es continua en cada punto de (p, q). Para que sea
continua en el intervalo cerrado [p, q], tiene que cumplirse lo siguiente:

f(x) = f(p) y f(x) = f(q)

que, por supuesto, solo tendrán sentido si está usted familiarizado con los
límites.

—Límites. O quizá más bien límites y cotas, pues estos están relacionados
pero también son crucialmente diferentes. La distinción es probablemente más fácil
de ver respecto a las sucesiones. ¡Uy!

—Sucesión. Cualquier secuencia de términos formada mediante alguna regla,


por ejemplo, la sucesión geométrica 1, 2, 4, 8, 16, …, 2n−1, …

—Límites y cotas (a-d). La técnica memorística informal que el doctor G.


siempre sugería era que límite involucra las expresiones «tiende a» o «se aproxima
a», mientras que cota se califica de «superior» o «inferior», (a) El límite de una
sucesión es el gran concepto tácito tras la dicotomía de Zenón y está implícito en la
exhaustación de Eudoxo, la volumétrica de Kepler, etc. Respecto a las sucesiones,
«límite» se refiere al número al que nunca llegamos realmente pero al que nos
aproximamos más y más y más, a medida que aumenta el número de términos de
la sucesión. Expresado de un modo algo más excitante, el límite L de una sucesión
infinita p1, p2, p3, …, pn, … es el número al que la sucesión se aproxima (o al que
«tiende») cuando n se aproxima a donde esta última aproximación se simboliza
mediante una pequeña «→» bajo la línea de texto, siendo la expresión completa: pn
= L. (b) El límite de una función es básicamente el valor al que se aproxima la
variable dependiente cuando la variable independiente se aproxima a algún otro
valor. Un ejemplo frecuente de las clases de cálculo es f(x) = , donde f(x) se
aproxima a 0 cuando x tiende a ∞, expresado según = 0. [3.24] (c) Una cota de una
función es un «espécimen» totalmente distinto. Es una restricción de algún tipo (o
de algunos tipos) sobre el recorrido de la función. Un ejemplo clásico de la
trigonometría es f(x) = sen x, donde todos los valores de f(x) van a estar entre −1 y 1.
Más importante para nuestros propósitos es que las funciones pueden tener cotas
superiores (M) y/o cotas inferiores (L) tales que f(x) ≤ M y/o f(x) ≥ L, para toda x del
dominio de la función. Incluso más importantes son las todavía más restringidas
mínima cota superior y máxima cota inferior de una función, donde M 1 es la
mínima cota superior de f(x) si cualquier otra cota superior M n es ≥ M1, y L1 es la
máxima cota inferior de f(x) si es ≥ que cualquier otra cota inferior L n. (d) Las
sucesiones pueden tener cotas de modo muy parecido al de las funciones. La
sucesión infinita de enteros positivos 1, 2, 3,… obviamente tiene una cota inferior
en o, que también será la cota superior de −1, −2, −3,… Una sucesión acotada es una
que tiene cota superior y cota inferior: por ejemplo, si x ≥ 1, es fácil ver que la
secuencia generada al desarrollar[3.25] será acotada.[3.26] [3.27]

—Series. Definibles como sucesiones cuyos términos están sumados los unos
a los otros, como en la serie geométrica 1 + 2 + 4 + 8 + 16 + … + 2 n−1 + … La relación
íntima de las series con las sucesiones significa que comparten la mayoría de las
cualidades y predicados asociados, con una gran excepción: donde las sucesiones
tienen límites, las series tienen límites y sumas. Puede que recuerde la infame sigma
mayúscula de las matemáticas superiores, que le permite designar la suma incluso
de series con un número infinito de términos: porque resulta que todas las series
interesantes son infinitas. La suma de la serie infinita p1 + p2 + p3 + … + pn … se
escribe pn, donde los pequeños y antipodales «∞» y «n = 1» indican los límites (en el
sentido del intervalo de posibles valores de n) de la serie.[3.28] Las series infinitas son
convergentes si convergen hacia una suma finita (véase, por ejemplo, cómo la
zenoide 1 + + + + … converge hacia la suma 2) y divergentes si no lo hacen (como
la serie 1 + 2 + 3 + 4 + …). Pero ambos tipos de series tienen por lo menos sumas
abstractas[3.29] que se pueden simbolizar mediante ∑ y tratadas como cantidades en
cálculos posteriores.

—Producto infinito. Algo así como una serie infinita excepto que los términos
se multiplican.[3.30] Muchas cosas en trigonometría, de π a las funciones seno y
coseno, pueden representarse como productos infinitos, dependiendo de cómo se
traten los desarrollos.

—Desarrollo o expansión. Esto significa expresar algo matemático en forma de


sucesión/serie/producto (estamos especialmente interesados en desarrollos en
serie). Su funcionamiento depende de lo que esté usted desarrollando. El
desarrollo de una expresión matemática habitualmente es bastante directo.
Recuerde todas las operaciones mecánicas de las matemáticas de bachillerato,
como (x + y)2 → x2 + 2xy + y2 (respecto a las cuales recordará también que
cualesquiera constantes haya delante de las variables de los términos se conocen
como los coeficientes de la serie). Las funciones, por otro lado, son más interesantes
y, por lo tanto, más complicadas. Ni siquiera todas son desarrollables, para
empezar. Para que una función sea representable como una serie, el desarrollo en
serie de la función, o bien (1) tiene que ser finito, o bien (2) si es infinito tiene que
converger hacia la función para todos los valores de las variables. Ejemplo: la
función trigonométrica eos x es representable por la serie de potencias convergente
1 − + − + − …[3.31]

—Serie de potencias. Un tipo particular de serie que incluye exponentes (o sea,


potencias), siendo la forma genérica de una serie de potencias p0 + p1x + p2x2 + p3x3 +
… + pnxn + … donde los valores de x son números reales y las p son coeficientes.
Curiosidad: el desarrollo de todas las funciones básicas (seno, coseno, elípticas,
hiperbólicas, logarítmicas y exponenciales) son todas series de potencias (como
también lo es la dicotomía de Zenón).

—Series de Fourier, que son algo así como la suma de dos series de potencias;
se estudian en matemáticas superiores [3.32] y pueden constituir verdaderos
quebraderos de cabeza, pero son vitales para el contexto de la matemática
transfinita y merecen por lo menos una explicación general. Para nuestros
propósitos, las series de Fourier se pueden ver como desarrollos de funciones
periódicas, respecto a las cuales todo lo que necesita saber es que son maneras de
representar varios tipos de ondas, por lo que a veces también se llaman funciones de
onda. Las funciones de onda fundamentales son las trigonométricas sen x y cos x, y
la serie de Fourier elemental es el desarrollo de una función periódica f(x) como —
prepárese— an cos (nx) + bn sen (nx),[3.33] donde a y b son lo que se conoce como
coeficientes de Fourier, los cuales son tan peliagudos conceptualmente que nuestro
plan es evitarlos casi a cualquier precio.

—Cuadratura. Este es el término del siglo XVII para cierto tipo de problema
que condujo al cálculo integral. Técnicamente, se refiere a construir un cuadrado
cuya área = el área delimitada por una curva cerrada. Una versión moderna
temprana del viejo problema de la cuadratura del círculo, en otras palabras. Nos
preocupamos de definir la «cuadratura» porque se usa más adelante en ciertos
contextos históricos donde sería erróneo decir «integración» en su lugar, porque la
integración, estrictamente hablando, no existía todavía.
—Derivada (n.). El McGuffin del cálculo diferencial. Es una expresión del
ritmo de variación de una función respecto a su variable independiente. [3.34] Como
puede traer recuerdos de las clases de matemáticas, añadamos que la derivada de
una función f(x) en cierto punto p puede entenderse como la pendiente de la
tangente a la curva dada por y = f(x) en p, aunque esto no nos va a resultar
demasiado útil. Una curiosidad importante como propina: el proceso de hallar la
derivada de una función dada se llama diferenciación.

—Integral (n.). Esta es la inversa de la derivada, es decir, la función que tiene


una derivada dada, esto es, la función de la que se deriva la derivada, es decir, si
f(x) es la derivada de g(x), entonces g(x) es la integral de f(x). Encontraremos mucho
más sobre esto, en un contexto moderno, en §4. (N. B. El proceso de hallar la
integral de una función dada se llama integración, que es lo que los matemáticos
hacen a menudo cuando están atascados en un problema y no saben cómo
continuar. De ahí el eslogan que puede verse en las habitaciones de muchos
estudiantes universitarios: NO TE SIENTES A ESPERAR: INTEGRA).

—Análisis. Otro término altamente abstracto que no podemos ni embellecer


ni evitar. Hay una definición muy formal que incluye el modo en que ciertos tipos
de funciones varían en el entorno de un punto en una superficie, que dados
nuestros objetivos generales podemos omitir en favor de la idea de que el análisis
es la rama de las matemáticas que estudia cualquier cosa relacionada con los
límites o los «procesos límite», o sea, el cálculo, las funciones de variables reales o
complejas, la topología de la recta real, las sucesiones y las series infinitas, etc. En
los libros y las clases suelen hallarse referencias al análisis como «las matemáticas
de la continuidad». Lo cual puede despistar un poco, porque a la mayoría nos
enseñan que la continuidad es la jurisdicción del cálculo, y hay algunas áreas
completamente fuera del cálculo que siguen siendo análisis, y de las cuales un par
son especialmente relevantes. El álgebra, de algún modo, se mezcla con el análisis
a través del teorema del binomio[3.35] cuando n es < o y el desarrollo de (p + q)n se
convierte en la infame serie binomial. De modo parecido, trigonometría → análisis
cuando, por ejemplo, las funciones seno y coseno se desarrollan en sus respectivas
series de potencias.

Una complicación adicional es que para las matemáticas modernas


«análisis» también puede tener como connotación un tipo particular de espíritu
metodológico propio de las disciplinas recién mencionadas. Véase, por ejemplo, lo
siguiente, del Oxford Concise Dictionary of Mathematics: «El término “análisis” ha
llegado a usarse para indicar un enfoque bastante más riguroso de los temas del
cálculo y de los fundamentos del sistema de los números reales» (Clapham, pág. 6),
donde la última frase = el ámbito de Dedekind y Cantor, y las razones por las que
los temas del cálculo debían haber necesitado «un enfoque más riguroso»
constituyen la verdadera causa motivadora de su trabajo. En pocas palabras, toda
la cuestión de rigor-y-fundamentos era parte de la gran emergencia filosófica de las
matemáticas poscálculo, una profunda división acerca del modo en que los entes
matemáticos debían ser considerados, y los teoremas, demostrados. Y esta división
es a su vez el contexto profundo tras las controversias respecto a las matemáticas
transfinitas de Cantor. Todo lo cual será analizado mientras avancemos.

Otro aspecto implícito en la cita del diccionario Oxford son las viejas
oposiciones entre discreto y continuo y entre geometría y matemáticas puras.
Resulta que todos los grandes nombres tras el cálculo temprano estaban
preocupados por las funciones continuas y magnitudes que eran o bien
directamente geométricas (rectas, curvas, áreas, volúmenes) o representables
geométricamente (fuerza, velocidad, aceleración). Pero ahora tenga en cuenta que
una de las mayores preocupaciones de las matemáticas en el siglo anterior a
Cantor y Dedekind será la aritmetización del análisis, que esencialmente significa
obtener teoremas sobre funciones continuas usando solo números, no curvas o
áreas. Esa aritmetización acaba llevando el análisis más hacia los territorios del
álgebra y la teoría de números, campos que hasta entonces se habían dedicado a
entes matemáticos y fenómenos 100% discretos. Lo que ocurre en el análisis del
siglo XIX será una separación de la geometría similar a la de las matemáticas
griegas tras el descubrimiento de los irracionales por la D. H. P.

Estamos de nuevo algo adelantados, cronológicamente hablando. La


principal cuestión relacionada con el ∞ que debe tenerse en cuenta a lo largo del
siguiente par de §s será por qué exactamente el cálculo debía haber requerido el
rigor adicional mencionado antes en el GLOSARIO DE EMERGENCIA (en el cual
más o menos ya no estamos). También vale la pena subrayar, de nuevo para su
futuro uso, que la distinción más importante entre los fenómenos discretos y
continuos en las matemáticas es que los primeros se pueden caracterizar
simplemente mediante números racionales, mientras que la continuidad requiere
todos los números reales, incluyendo los irracionales.

Resulta que una figura importante tanto en la aritmetización del análisis


como en las matemáticas del ∞ Bernard P. Bolzano (1781-1848) de la Universidad
de Praga. Por diversas razones este es el lugar adecuado para hablar de él, aunque
para hacerlo tendremos que entrar brevemente en el siglo XIX y luego saltar de
nuevo hacia atrás en el próximo §. En términos de aritmetización, el padre Bolzano
es el menos conocido de un cuarteto de matemáticos que fueron pioneros de lo que
se acabó conociendo como «análisis riguroso» a principios del siglo XIX, siendo los
otros tres Augustin-Louis Cauchy, Niels Abel, y Peter Gustav Lojeune Dirichlet.
Cauchy tiende a recibir mayor reconocimiento gracias, principalmente, a su Cours
d’Analyse (1821), que durante ciento cincuenta años fue el libro de texto estándar de
matemáticas superiores en Europa. A grandes rasgos, el proyecto de Cauchy
implica intentar rescatar el cálculo de sus dificultades metafísicas [3.36] definiendo los
infinitesimales rigurosamente en términos de límites, pero buena parte del análisis
de Cauchy todavía está ligado a la geometría de modos que acaban causando
problemas. Es en realidad Bolzano, en su obra de 1817 Rein analytischer Beweis des
Lehrsatzes…,[3.37] quien da la primera demostración puramente aritmética de un
teorema que involucra funciones continuas.[3.38] En este mismo libro proporciona lo
que ahora se considera la definición matemática correcta de la continuidad: f(x) es
continua en el intervalo A si en cualquier punto a de A la diferencia f(a + δ) − f(a)
puede hacerse tan pequeña como se quiera haciendo que δ sea arbitrariamente
pequeña. En realidad, Bolzano representa otra clara manifestación de los caprichos
de la fama matemática. Algo de esto resultará aquí descontextualizado y ante rem,
pero para su información, por ejemplo, su método para determinar si una serie es
continua todavía se usa hoy, y se atribuye a Cauchy. O que Bolzano fue el primer
matemático en obtener una función que es continua pero no diferenciable (es decir,
sin derivada), un resultado que derribó la suposición del cálculo temprano de que
la continuidad y la diferenciación iban de la mano, y fue completamente ignorado.
La construcción por Karl Weierstrass de una función similar, treinta años más
tarde, fue celebrada como su «descubrimiento».[3.39]

Todo esto acabará siendo más importante de lo que parece ahora mismo, en
particular la idea de la continuidad como una propiedad aritmética. Pero es el
trabajo posterior de Bolzano sobre cantidades infinitas [3.40] lo que resulta pertinente
aquí, aunque solo sea porque es la conexión histórica más importante entre las Dos
nuevas ciencias de Galileo y el trabajo de Dedekind/Cantor. Por lo menos, Bolzano,
que era una especie de hereje, tanto matemática como religiosamente (por ejemplo,
fue finalmente expulsado de la Universidad de Praga por sus sermones contra la
guerra), es el primer matemático desde Galileo en tratar de manera explícita la
distinción entre los infinitos real y potencial de Aristóteles. Como las DNC, la obra
de Bolzano Las paradojas del infinito es profundamente anti-aristotélica, aunque
también hay diferencias importantes: los argumentos de Bolzano son mucho más
matemáticos que los de Galileo, y también su motivación. Para mencionar otra vez
algunas cosas que después se desarrollarán con más detalle, lo que impulsa las
P. del I. tiene que ver con ciertas dificultades metafísicas relacionadas con el
despliegue de cantidades e incrementos de tipo ∞ en el cálculo. Prácticamente,
todos los matemáticos poscálculo habían intentado esquivar u ofuscar esas
dificultades invocando vagamente a Aristóteles y suponiendo que todos los ∞ que
estaban manejando eran solo potenciales o «incompletos» (esta era la idea básica
tras los límites cauchianos). Que Bolzano intentara abrir grandes hendiduras en
dicha suposición es una razón por la que su trabajo recibió tan poca atención.
También por ello, el profesor Cantor, que tiende a ser uniformemente vitriólico
hacia la mayor parte de los tratamientos históricos del ∞, a menudo destaca a
Bolzano con especial aprovación.[3.41]

P. del I. es la consecuencia de los intereses combinados de Bolzano por las


funciones, las colecciones infinitas y la recta real. Resulta que a este libro solo le
faltan algunos conceptos para inventar la teoría de conjuntos moderna: «moderna»
en el sentido de ser capaz de tratar conjuntos infinitos. [3.42] Una de las importantes
maneras en que anticipa el trabajo de Cantor es que expresa abiertamente algo que
solo estaba implícito en la paradoja de Galileo, es decir, la idea de la
correspondencia uno a uno como un modo de establecer la equivalencia de dos
conjuntos. El enfoque de Bolzano respecto a la paradoja de Galileo es puramente
abstracto, y cantoriano. Consiste en tomar algo que Galileo había atribuido a las
limitaciones de la mente humana y considerarlo como una propiedad intrínseca de
los conjuntos infinitos; o sea, el hecho de que un subconjunto de un conjunto
infinito puede tener tantos elementos como el conjunto mismo. Como vamos a ver,
tras Georg Cantor (cuyo propio trabajo fue controvertido pero para nada
ignorado), los matemáticos entendieron que esa propiedad era, de hecho, la
característica distintiva de los conjuntos infinitos, y la definición matemática
formal de conjunto infinito se basa ahora en esta extraña equivalencia.

Observe también que la versión de Galileo de la equivalencia implicaba solo


los grandes ∞ de todos los enteros y todos los cuadrados perfectos. Es Bolzano
quien formula por primera vez la equivalencia entre los densos, zenoicos pequeños
∞ de la recta real. Lo hace en P. del I. examinando el conjunto de todos los números
reales entre 0 y 1, es decir, el conjunto de todos los puntos en el intervalo cerrado
[0, 1] de la recta real. Bolzano considera la función elemental [3.43] y = 2x y observa
que si los valores de x de su dominio son todos los puntos de [0, 1], la función
asignará a cada x un único valor de y en el intervalo cerrado más largo [0, 2]. De
modo que 0,26 corresponderá a 0,52; 0,74, a 1,48; 0,624134021…, a 1,248268042…, y
así sucesivamente. En otras palabras, una perfecta correspondencia uno a uno: hay
exactamente tantos puntos de la recta real en [0, 1] como los hay en [0, 2]. Y (como
ahora parece obvio, pero Bolzano fue el primero en señalar) simplemente
cambiando el coeficiente de x en la función por cualquier otro entero —y = 5x, y =
6,517x— puede usted demostrar que hay exactamente tantos números reales entre
0 y 1 como entre 0 y cualquier otro número finito en el que pueda pensar.*
*INTERPOLACIÓN DE TIPO SEI

En realidad, como ya vimos en §2e, el número de puntos en [0, 1] es igual a


la de puntos en toda la recta real extendiéndose infinitamente en ambas
direcciones. Aunque la demostración formal de esto es bastante elaborada, [3.44] una
demostración de la equivalencia está dentro de las capacidades del escolar medio.
Tome el segmento de la recta real correspondiente a [0, 1] y suspéndalo por encima
de la recta real entera, luego sitúe la punta de un compás en el punto medio exacto
del segmento y trace la mitad inferior de un círculo C cuyo diámetro es 1,[3.45] y
dispóngalo de ese modo:

Tome cualquier punto de la recta real y trace una recta L desde este punto
hasta el centro de C, es decir, hasta el punto medio del diámetro. Sea cual sea el
punto de intersección con la semicircunferencia inferior, trace una recta vertical
desde dicho punto hasta que corte al diámetro [0, 1], de nuevo como se indica:
Así, cualquier punto de la recta real puede, mediante una L 1, L2, L3, …, Ln,
ser puesto en correspondencia uno a uno con un punto de [0, 1]. Q .E. D.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN

Premoniciones técnicas aparte, Las paradojas del infinito es también notable


por sus intenciones metafísicas. En esto, también, se parece a las DNC y a parte del
trabajo posterior de Cantor. La postura básica de Bolzano es desautorizar la cadena
aristo-escolástica del ser. Cree que el universo creado es a la vez infinito en
extensión e infinitamente divisible. La «Eternidad» es simplemente un ∞ temporal.
Como la mayoría de los matemáticos religiosos desde Pitágoras hasta Gödel, [3.46]
Bolzano cree que las matemáticas son el lenguaje de Dios y que se pueden obtener
y demostrar matemáticamente profundas verdades metafísicas. Lo que le falta, en
términos de ampliar sus inspiraciones sobre tamaños ∞, densidades y
equivalencias a verdaderos teoremas, son los conceptos de teoría de conjuntos
acerca de la cardinalidad, ordinalidad y potencia tal como se aplican a colecciones de
puntos.[3.47] Puede establecer y demostrar la extraña equivalencia de
conjuntos/subconjuntos infinitos, y puede vislumbrar que su relación no es
contradictoria, sino paradigmática. Pero no tiene manera de convertir sus
demostraciones en una auténtica teoría de los conjuntos infinitos y sus relaciones,
comportamientos, etc. La principal razón de ello —por extraño que pueda parecer
ahora— es que en la era de Bolzano todavía no hay ninguna teoría coherente del
sistema de los números reales, ninguna definición rigurosa de número irracional.
4

§4a.

El consenso académico es que ha habido tres grandes períodos de crisis en


los fundamentos de las matemáticas occidentales. El primero fueron los
inconmensurables pitagóricos. El tercero es la era (en la que se puede argumentar
que estamos todavía) tras las demostraciones de incompletitud de Gödel y el
derrumbe de la teoría de conjuntos cantoriana.[4.1] La segunda gran crisis envolvió
el desarrollo del cálculo.

Ahora la idea va a ser trazar de forma resumida cómo las matemáticas


transfinitas evolucionan gradualmente a partir de ciertas técnicas y problemas
asociados con el cálculo/análisis. En otras palabras, construir un andamiaje
conceptual para contemplar y valorar los logros de Georg Cantor. [4.2] Como se ha
mencionado, esto significa ir diacrónicamente hacia atrás, hacia donde estaba la
línea temporal original al final de §3a.

O sea, que ahora estamos cerca del fin del siglo XVII, la época de la
Restauración y el sitio de Viena, de pelucas altas como torres y pañuelos
perfumados, etc. Sin duda, ya sabe que el cálculo fue el descubrimiento
matemático más importante desde Euclides. Un avance fundamental en la
capacidad de las matemáticas para representar la continuidad y el cambio y los
procesos del mundo real. Ya se ha hablado de algo de esto. Probablemente también
sabe que a Isaac Newton y/o Gottfried Wilhelm Leibniz se les suele atribuir su
descubrimiento.[4.3] También podría saber —o por lo menos ser capaz de anticipar a
partir de la cronología de §3a— que la idea de una atribución exclusiva o incluso
dual es absurda, como lo es la noción de que lo que ahora llamamos cálculo
corresponda a cualquier invención individual. Incluso, según el más simple de los
recuentos, la autoría tendría que ser compartida por al menos una docena de
matemáticos en Inglaterra, Francia, Italia y Alemania que estaban todos
ocupadísimos ramificando el trabajo de Kepler y de Galileo sobre funciones, series
infinitas y las propiedades de las curvas, motivados (es decir que lo estaban, como
ya se ha mencionado) por ciertos problemas científicos urgentes que también eran,
o bien problemas matemáticos, o abordables como tales.

Estos eran algunos de los problemas motivadores más urgentes: calcular la


velocidad y la aceleración instantáneas (física, dinámica), hallar la tangente a una
curva (óptica, astronomía), hallar la longitud de una curva, el área delimitada por
una curva, el volumen delimitado por una superficie (astronomía, ingeniería),
hallar el valor máximo/mínimo de una función (ciencia militar, esp. artillería).
Probablemente había algunas más. Ahora sabemos que todos estos problemas
están estrechamente relacionados: todos son aspectos del cálculo. Pero los
matemáticos que trabajaban en ellos en el siglo XVII no lo sabían, y Newton y
Leibniz sí merecen un enorme reconocimiento por ver y conceptualizar las
relaciones entre, por ejemplo, la velocidad instantánea de un punto y el área
delimitada por la curva que describe su movimiento, o la tasa de variación de una
función y el área dada por una función cuya tasa de variación conocemos. Fueron
Newton y Leibniz los primeros en ver el bosque —o sea, el teorema fundamental
de que la diferenciación y la integración son inversas mutuas— y fueron capaces
de obtener un método general que funcionaba con todos los problemas de los tipos
mencionados. Sobre el propio misterio de la continuidad. Aunque no sin tener que
dar rodeos para evitar algunas horribles grietas en este bosque, y ciertamente no
sin todo tipo de árboles preliminares en forma de resultados y descubrimientos de
otras personas. Además de los ya mencionados en la cronología, están, por
ejemplo: 1629 - Pierre de Fermat y su método para hallar los valores máximo y
mínimo de una curva polinómica; hacia 1635 - Gilles Personne de Roberval y su
descubrimiento de que la tangente a una curva se podía expresar como una
función de la velocidad de un punto móvil cuya trayectoria da la curva; [4.4] 1635 -
Francesco Bonaventura Cavalieri y su método de los indivisibles para calcular
áreas bajo curvas; 1644 - Isaac Barrow y su método de las tangentes geométrico.

Además, hacia 1668, hay un párrafo muy premonitorio en el prefacio a la


obra de James Gregory Geometriae Pars Universalis cuyo punto destacado es que la
división realmente importante de las matemáticas no es en geométricas y
aritméticas, sino en universales y particulares. Motivo por el que es premonitorio:
varios matemáticos desde Eudoxo hasta Fermat habían inventado y puesto en
práctica métodos propios del cálculo, pero siempre geométricamente y siempre en
relación con problemas específicos. Son Newton y Leibniz quienes combinan los
diversos métodos de las latitudes y los indivisibles y demás en una única técnica
aritmética cuya amplitud y generalidad (es decir, su abstracción) son su gran
fuerza.[4.5] Pero sus formaciones y enfoques son diferentes. Newton llega al cálculo
a través del método de las tangentes de Barrow, el teorema del binomio y el trabajo
de Wallis sobre series infinitas. La ruta de Leibniz incluye funciones, pautas
numéricas llamadas «sucesiones de sumas y sucesiones de diferencias», y una
distintiva metafísica[4.6] según la cual una curva podía ser tratada como una
sucesión ordenada de puntos separados por una distancia literalmente
infinitesimal. (En pocas palabras, para Leibniz las curvas son generadas por
ecuaciones, mientras que las cantidades que varían a lo largo de una curva son
dadas por funciones; seguramente hemos mencionado que tiene derechos de autor
sobre el término «función»).

No vamos a entrar demasiado en el asunto de Newton contra Leibniz, pero


las diferencias metafísicas en su manera de contemplar las cantidades
infinitesimales son muy relevantes. [4.7] Newton, en el fondo un físico que pensaba
en términos de velocidad y tasa de variación, usó incrementos infinitamente
pequeños en los valores de sus variables como herramientas desechables al llegar a
la derivada de una función. La derivada de Newton era básicamente un límite de
tipo eudoxiano de las razones de dichos incrementos cuando se volvían
arbitrariamente pequeños. Leibniz, un abogado/diplomático/cortesano/filósofo
para quien las matemáticas eran una especie de pasatiempo colateral, [4.8] tenía una
ya mencionada metafísica idiosincrática que involucraba ciertos extraños,
fundamentales, infinitamente pequeños constituyentes de toda la realidad, [4.9] y se
puede decir que construyó su cálculo alrededor de las relaciones entre ellos. Esas
diferencias tenían implicaciones metodológicas, obviamente, con Newton viéndolo
todo en términos de tasas de cambio y el teorema del binomio, y, por lo tanto,
tendiendo a representar las funciones[4.10] como series infinitas, y Leibniz
prefiriendo lo que se conoce como «formas cerradas», evitando las series y usando
sumas y funciones tal cual, incluyendo funciones trascendentes cuando las
algebraicas no daban resultado. Algunas de esas diferencias eran solo de gusto: por
ejemplo, los dos usaron notaciones y vocabularios totalmente diferentes, aunque
Leibniz era mejor y en términos generales ganó. [4.11] Para nosotros, lo importante es
que las versiones del cálculo de ambos hombres causaron serios problemas a las
matemáticas como disciplina deductiva, lógicamente rigurosa, y fueron
vigorosamente atacadas al mismo tiempo que hacían posible todo tipo de
resultados increíbles en las matemáticas y la ciencia. La causa de la debilidad en los
fundamentos debería ser fácil de ver, tanto si el problema es metodológico (en el
caso de Newton) como metafísico (caso de Leibniz). Como se ha mencionado en
§2b y probablemente en alguna otra parte (y es de todos modos bien conocido), el
problema concierne a los infinitesimales, que una vez más a finales del siglo XVII
obligan a todos a intentar tratar con las matemáticas del ∞.
La mejor manera de hablar de esos problemas es resumir de qué modo
funciona el cálculo temprano. Vamos a hacer una deducción no muy estándar de
tipo cuadratura que consigue ilustrar varios aspectos de la técnica de una sola vez,
de manera que no tenga usted que aburrirse con un montón de casos distintos.
También vamos a mezclar en cierto modo los diferentes métodos y terminologías
de Newton y Leibniz, pues la finalidad aquí no es la exactitud histórica, sino la
claridad en la ilustración. Por la misma razón, vamos a evitar los casos de cómo-
hallar-la-tangente y cómo-llegar-de-la-velocidad-media-a-la-velocidad-instantánea
que usan la mayoría de los libros de texto.[4.12]

Primero, tome como referencia la que vamos a llamar Figura 4a, la cual, por
favor, observe que ni siquiera está remotamente a escala, pero tiene la ventaja de
hacer que las cosas resulten fáciles de ver. Por la misma razón, la «curva» relevante
en la Figura 4a es una recta, el tipo más simple de curva, respecto a la cual los
cálculos no son nada complejos.[4.13] La curva de la Figura 4a puede contemplarse, o
bien como un conjunto de puntos dado por una función continua en un intervalo
cerrado, o bien como la trayectoria de un punto en movimiento en el espacio 2D.
Para este último caso, el newtoniano (que parece ser el preferido en la mayoría de
las clases de matemáticas superiores), observe que aquí el eje vertical indica la
posición y el eje horizontal es el tiempo (por una larga historia y buenas razones,
podrían estar intercambia dos, o no estarlo, respecto a los ejes de las gráficas de
movimiento que usted debió de ver en la escuela). Por lo tanto:
En primer lugar, pongamos que A, el área bajo la curva, es igual a x2. (Esto
puede parecer extraño porque la curva de la Figura es una línea recta, así que
parece como si A en realidad debiera ser , pero para la mayoría de las curvas
dibujadas exactamente a escala x2 funcionará; o sea, que aquí sígame la corriente y
suponga que y es exactamente igual a x). Esto significa que formalmente
suponemos lo siguiente:

(1)A = x2. Luego pongamos que x se incrementa en una cantidad


infinitesimalmente pequeña t,[4.14] con el área bajo la curva incrementándose
consecuentemente en tz. Dado esto, y dada la igualdad en (1), obtenemos:

(2)A + tz = (x + t)2. Desarrollando el binomio, obtenemos:

(3)A + tz − x2 + 2xt + t2. Y, como, por (1), A = x2 podemos reducir (3) a:

(4)tz = 2xt + t2. Ahora mire atentamente. Tomamos (4) y dividimos por t
obteniendo:

(5)z = 2x + t. Mire de nuevo: al estar t definida como infinitesimalmente


pequeña, 2x + t es equivalente, en términos finitos, a 2x, de modo que la ecuación
relevante se convierte en:

(6)z = 2x. Y punto final. En un momento veremos qué demuestra esto


(Lavine, págs. 16-17).

Probablemente se habrá dado cuenta de algún cambio serio en el


tratamiento que hace esta deducción de la cantidad infinitesimal t. En el paso de (4)
a (5), t es suficientemente > 0 para ser un divisor válido. En el paso de (5) a (6), sin
embargo, t parece ser = 0, pues t sumada a 2x da 2x. En otras palabras, t se trata
como o cuando conviene y como > o cuando conviene, [4.15] lo cual parece dar lugar a
la contradicción (t = 0) & (t ≠ 0), lo cual —como recordará de la anterior discusión
sobre demostraciones por reducción al absurdo— parece una amplia base
argumental para volver atrás y decir que debe de haber algún error en el uso de
cantidades infinitesimales como t. Por lo menos, esa t parece un truco de notación,
alguna versión matemática de la «contabilidad creativa» en economía.[4.16]

Excepto por lo siguiente. Si pasa usted por alto la contradicción aparente, o


por lo menos aplaza la reducción al absurdo, una deducción como la de la
Figura 4a (la cual, a pesar de su parecido con el triángulo característico de Leibniz, es
en realidad una versión simplificada del proceso que Newton usa en De Analysi)[4.17]
resulta ser una pieza de artillería matemática realmente notable, que arroja por lo
menos dos resultados cruciales. El resultado n.º 1 es que se puede demostrar que la
tasa de cambio de x2 es 2x si se acepta el cálculo como representación del cambio
de x durante el «instante» t.[4.18] El resultado n.º 2 es que se puede demostrar que la
tasa de cambio del área A es la «curva» (o sea, la y de la Figura 4a; recuerde que
una recta es un tipo de curva) que delimita A. Para verlo, calcule y simplifique
para obtener , luego divida por la sospechosamente conveniente t para obtener z,
la cual, recuerde, es solo «infinitesimalmente mayor» que y, y por lo tanto aquí se
puede considerar como = y.[4.19] Acaba usted obteniendo y = 2x, la que resulta ser la
función que da la curva de la Figura 4a. Lo cual significa que el resultado y = 2x
lleva empaquetado el principio básico del cálculo integral: la tasa de cambio del
área delimitada por una curva no es más que esa misma curva. Lo que, a su vez,
significa que la integral de una función que tiene una derivada dada es la propia
función, lo cual resulta ser el teorema fundamental del cálculo (T. F. C.);[4.20] o sea, que
la diferenciación y la integración son recíprocas [4.21] del mismo modo en que lo son
la multiplicación y la división o las potencias y las raíces, lo cual es el motivo de
que el cálculo sea tan poderoso y de que Newton y Leibniz merezcan tanto
reconocimiento: el T. F. C. combina ambas técnicas en un paquete de gran calibre
(… mientras se acepten los posibles malentendidos acerca de si t = 0).
Sin embargo, la mayoría de nosotros no aprendimos esto así en la escuela. Si
estudió usted un primer curso de cálculo es probable que aprendiera, mediante
gráficos de velocidad-y-aceleración, a tomar el límite de Δx, o que , donde es la
notación de Leibniz y el concepto de límite es el modo en que el análisis poscálculo
embelleció a posteriori todo el problema de los infinitesimales. Puede que recuerde
o que sepa, por ejemplo, que en la mayoría de los libros de texto modernos un
infinitesimal se define como «una cantidad que da o tras la aplicación de un
proceso límite». Si usted es un auténtico superviviente de primer curso de cálculo,
seguramente también puede recordar cuán brutalmente abstracto y antiintuitivo
resulta intentar aprender esa cosa de los límites: casi nadie explica a los estudiantes
de carrera los porqués del método,[4.22] ni menciona que hay una manera más fácil o
por lo menos más intuitiva de entender dx y Δx y t, concretamente como órdenes
de . La mayoría de los profesores, en cambio, intentan distraer a los estudiantes
con vistosos ejemplos de la capacidad del cálculo para resolver todo tipo de
complejos problemas del mundo real: desde la velocidad y aceleración
instantáneas como la 1.ª y la 2.ª derivadas, a las órbitas elípticas de Kepler y la de
Newton, los movimientos de muelles disparados y bolas rebotando, las penumbras
de los eclipses, o la intensidad de un sonido como función de la rotación del
regulador de volumen, sin olvidar el panorama trigonométrico que se abre al
aprender que d(sen x) = cos x y d(cos x) = − sen x, que la tangente es el límite de la
secante, etc. Todo esto se presenta de manera habitual como preparación para
dominar el concepto de límite, un concepto que en realidad no es menos abstracto
o doloroso que intentar solo concebir dx o t como cantidades increíblemente,
alucinantemente pequeñas.

A partir de todo lo dicho, queda claro que el verdadero motivo tras el


enfoque del cálculo basado en los límites era que las cantidades infinitesimales de
Newton y Leibniz, y sus juegos de manos con la notación, habían abierto algunas
horribles hendiduras en los fundamentos de las matemáticas, dado que la
proposición «(x = 0) & (x ≠ 0)» viola todo tipo de axiomas básicos de tipo LTE.
Dado nuestro relato hasta ahora, lo más fácil de decir parece ser que la mayoría de
dichos presuntos problemas en realidad estaban causados por la incapacidad de
las matemáticas para tratar con cantidades infinitas, es decir, que, como en el caso
de la dicotomía de Zenón y la paradoja de Galileo, la auténtica dificultad era que
nadie entendía todavía la aritmética del ∞. No sería exactamente un error decir
esto, pero para nuestros propósitos resultaría por lo menos algo pobre. [4.23] Como
todo lo demás acerca de las matemáticas tras el cálculo, las verdaderas dificultades
y las cosas que están en juego aquí son más complejas.

§4b.
Recapitulemos y reformulemos un poco las cosas. La propia potencia del
cálculo y su relevancia provocaron en las matemáticas de la modernidad temprana
el mismo tipo de crisis que la dicotomía de Zenón había planteado a los griegos.
Solo que de algún modo era peor. Las paradojas de Zenón no habían resuelto
ningún problema matemático existente, mientras que las herramientas del cálculo
sí lo habían hecho. La panoplia de resultados acerca del mundo real que permitió
el cálculo ya se ha detallado, así como su extraordinaria pertinencia en aquel
momento: todas las ciencias aplicadas se estaban dando de bruces con los
problemas de los fenómenos continuos justamente cuando Newton y Leibniz y sus
respectivas teorías dieron con una explicación matemática de la continuidad. [4.24]
Una que funcionaba. Una que condujo directamente a la gran decodificación
moderna de las leyes físicas como ecuaciones diferenciales.

Solo que desde el punto de vista de los fundamentos es un desastre. Es todo


un castillo en el aire. Los leibnizianos[4.25] no podían explicar u obtener cantidades
que fueran verdaderamente distintas de o pero a la vez infinitamente próximas a o.
Los newtonianos,[4.26] que afirmaban que el cálculo no dependía realmente de
cantidades infinitesimales sino más bien de las «fluxiones» —donde fluxión
significa la tasa de cambio de una variable dependiente del tiempo—, se basaban
en el requisito de que los cocientes de dichas fluxiones se tomen justo cuando se
desvanecen o surgen de o, en el sentido del primer o último instante infinitesimal
en el que son > 0, lo cual, por supuesto, no es más que sustituir cantidades
infinitamente pequeñas por instantes infinitamente breves. Y los newtonianos no
tenían una explicación mejor de esos cocientes instantáneos que la que tenían los
leibnizianos de las cantidades infinitesimales. [4.27] La única verdadera ventaja de la
versión de Newton (para todo el mundo excepto para los estudiantes de primer
curso de cálculo) es que ya tiene el concepto de límite implícito de algún modo en
la idea de un primer/último instante que se desvanece de tan pequeño: serían
principalmente Agustin-Louis Cauchy y luego Karl Weierstrass quienes
desarrollaron todo esto. (Weierstrass, dicho sea de paso, fue profesor de Cantor).

A propósito de la continuidad, los infinitesimales y el cálculo, vale la pena


echar un rápido vistazo a otra de las paradojas de Zenón contra el movimiento.
Esta se llama habitualmente la paradoja de la flecha, porque analiza el intervalo de
tiempo durante el cual una flecha está viajando desde su arco hasta la diana. [4.28]
Zenón observa que en cualquier instante específico de ese intervalo, la flecha ocupa
«un espacio igual a sí misma», y dice que esto es lo mismo que estar «en reposo».
La cuestión es que la flecha no puede estar realmente moviéndose en un instante,
porque el movimiento requiere un intervalo de tiempo, y aquí un instante no es un
intervalo: es la unidad de tiempo más pequeña imaginable, y no tiene duración, del
mismo modo en que un punto geométrico no tiene dimensión. Y si en todos y cada
uno de los instantes la flecha está en reposo, entonces la flecha no se mueve jamás.
De hecho, nada se mueve en ningún caso, realmente, pues en cualquier instante
dado todo está en reposo.

Hay por lo menos una premisa implícita en el argumento de Zenón, que


puede ponerse en evidencia mediante un esquema:

(1)En todos y cada uno de los instantes, la flecha está en reposo.

(2)Cualquier intervalo de tiempo está compuesto de instantes.

(3)Por lo tanto, durante cualquier intervalo de tiempo la flecha no se está


moviendo.

La premisa encubierta es (2), que es justamente lo que Aristóteles ataca en la


Física, descartando todas las P. Z. sobre la base de que «… el tiempo no está
compuesto de instantes indivisibles»,[4.29] es decir, que la misma noción de que algo
esté o bien en movimiento o bien en reposo en un instante es incoherente.
Obsérvese, sin embargo, que es precisamente a esa idea del movimiento en un
instante a la que el cálculo de Newton y Leibniz es capaz de hallarle sentido
matemáticamente, y no solo el movimiento en general sino la precisa velocidad
instantánea, sin olvidar la tasa-de-cambio-de-la-velocidad instantánea (=
aceleración, 2.ª derivada), la tasa-de-cambio-de-la-aceleración instantánea (= 3.ª
derivada), etc.

En relación con la paradoja de la flecha, el hecho de que el cálculo clásico sea


capaz de tratar precisamente lo que Aristóteles dice que no puede ser tratado no es
una coincidencia. Para empezar, eche otro vistazo a lo del instante «sin duración»
de hace dos párrafos, y observe que este término es algo ambiguo. Resulta que el
tipo de instante del que habla Zenón es, por lo menos matemáticamente, no algo
de duración o, sino un infinitésimo. Tiene que serlo. Considere de nuevo la vieja
fórmula escolar para el movimiento, Velocidad × Tiempo = Distancia, o v = . Una
flecha en reposo tiene una v de 0 y cubre una distancia 0d, obviamente. Pero si en
términos de tiempo un instante = 0, entonces desde el punto de vista de Zenón se
acaba postulando que o es el divisor en v = , lo cual es matemáticamente
ilegal/falaz del mismo modo que todo el asunto de «0 = » es ilegal/falaz.

Solo que aquí tenemos que ir de nuevo con cuidado, y también con las
demás P. Z. Como ya se ha mencionado en todo tipo de diferentes contextos, no es
lo mismo «tratar» algo que tratarlo realmente. Incluso si admitimos que el instante
de Zenón es infinitesimal y, por lo tanto, apto para el tratamiento mediante
fluxiones de Newton o el dx de Leibniz, probablemente ya puede ver que una
«solución», al estilo del cálculo clásico, de la flecha de Zenón puede resultar trivial
en el mismo sentido en que « » es trivial respecto a la dicotomía. Es decir, la flecha
es realmente una paradoja metafísica, y es precisamente una explicación metafísica
de los infinitesimales lo que el cálculo no tiene. Sin tal explicación, todo lo que
podemos hacer es aplicar a la flecha alguna fórmula de aspecto excitante que
dependerá de los mismos infinitesimales misteriosos y de aspecto paradójico que
Zenón usa desde el principio. Además, aún quedará la inquietante cuestión de
cómo llega realmente una flecha a la diana tras un intervalo que contiene una
infinidad de instantes de tamaño .[4.30]

El problema es que, siendo la flecha metafísica, también es extremadamente


sutil y abstracta. Considere por ejemplo otra premisa encubierta, o quizás un tipo
de subpremisa que está implícita en la parte (1) del argumento de Zenón: ¿es
realmente verdad que algo tiene que estar o bien en movimiento o bien en reposo?
Al principio parece ciertamente verdadero, suponiendo que tomemos «en reposo»
como sinónimo de «no moviéndose». Recuerde la LTE, después de todo. Es seguro
que, en cualquier instante dado t, algo o bien se está moviendo o bien no se está
moviendo, en el sentido de que en el instante t tiene o bien una velocidad > 0 o una
velocidad = 0. Que en realidad esta disyuntiva no es válida —que aquí la LTE no se
puede aplicar realmente— puede verse examinando la diferencia entre el número 0
y la palabra abstracta «nada». Es una diferencia sutil, pero importante. La
incapacidad de los griegos para verla fue probablemente lo que les impidió ser
capaces de usar el 0 en sus matemáticas, lo cual fue un gran inconveniente. Pero 0 o
nada es una de esas distinciones abstractas de las que es casi imposible hablar
directamente: más bien tiene que hacerse mediante ejemplos. Imagine una clase de
matemáticas, y que en esa clase hay un examen diabólicamente difícil que se
puntúa sobre 100, e imagine que ni usted ni yo obtenemos ni un solo punto. Pero
hay una diferencia: usted no está en la clase y ni siquiera hizo el examen, mientras
que yo sí estoy, y lo hice. El hecho de que usted obtuviera o puntos de ese examen
es, pues, irrelevante —su 0 significa Información No Disponible, nada—, mientras
que mi 0 es un cero de verdad. O, si no le gusta esta, imagine que usted y yo
somos, respectivamente, mujer y hombre, ambos sanos y con una edad de entre
veinte y cuarenta años, y que ambos estamos en la consulta de un médico, y que
ninguno de los dos ha tenido la regla en las últimas diez semanas, en cuyo caso mi
número total de reglas no es nada, mientras que el suyo es 0, y, por lo tanto,
significativo. Fin de los ejemplos.

Así que simplemente no es verdad que algo siempre tenga que ser o bien 0 o
bien no-0: también podría ser nada, Información No Disponible. [4.31] En cuyo caso
hay una respuesta no trivial a la premisa de Zenón (1), a saber: el hecho de que la
flecha no se esté moviendo en t no significa que su v en t sea o, sino más bien que
su v en t no es nada. Que esta imprecisión en la premisa (1) no se capte enseguida
se debe en parte a la cuestión del 0 o nada y en parte a la vertiginosa abstracción,
de Cuarto Nivel, de palabras como «desplazamiento» y «movimiento». El término
«movimiento», por ejemplo, es especialmente engañoso porque no parece para
nada abstracto: parece denotar llanamente algo o algún proceso, mientras que, si
piensa usted en ello,[4.32] incluso el tipo más simple de movimiento es en realidad
una complicada relación entre (a) un objeto, (b) más de un lugar, y (c) más de un
instante. Punto a destacar: la falacia de la flecha está en la suposición que Zenón
hace de que la pregunta «¿Está o no está en movimiento la flecha en el instante t?»
es más coherente que «¿Qué nota obtuvo usted en ese curso que no hizo?» o «Un
punto geométrico, ¿es curvo o recto?». La respuesta correcta a las tres es:
Información No Disponible.[4.33]

Admitámoslo, esta respuesta al problema de la flecha es, estrictamente


hablando, más filosófica que matemática. Del mismo modo que una solución como
la dada por el cálculo clásico será filosófica, también, en el sentido de que tiene que
hacer afirmaciones metafísicas sobre los infinitesimales. La manera que tiene el
análisis moderno de tratar esta P. Z. es muy diferente, y puramente técnica. Si
alguna vez estudió el problema de la flecha en las matemáticas de bachillerato,
probablemente aprendió que la premisa engañosa de Zenón es (1), pero no oyó
nada[4.34] sobre los instantes como infinitesimales. Esto (de nuevo) es porque el
análisis ha hallado el modo de esquivar tanto los infinitesimales como el problema
del o-como-divisor en sus representaciones de la continuidad. Así, en una clase
moderna de matemáticas, la premisa (i) es declarada falsa porque la v-en-el-
instante-t de la flecha se puede calcular como «el límite de v medias respecto a una
sucesión de intervalos anidados que convergen a 0 y siempre contienen t», o algo
muy parecido. Para su información, el lenguaje de esta solución [4.35] es
weierstrassiano: es su refinado concepto de límite [4.36] lo que permitirá que el
cálculo trate con los problemas, relacionados entre sí, de los infinitesimales y la
divisibilidad infinita al estilo de Zenón.

Las relaciones específicas entre estos problemas son intrincadas y abstractas,


pero para nosotros son totalmente oportunas. Por muy extraños o corrosivos para
los fundamentos que sean los infinitesimales, resulta que su descalificación
matemática/metafísica también da lugar a algunas pequeñas y perversas grietas.
Ejemplo: sin los infinitesimales, aparentemente no tiene sentido hablar del
«siguiente instante» o de la «fracción de segundo inmediatamente posterior», pues
dos instantes no pueden ser sucesivos. Explicación: sin infinitesimales, admitiendo
cualesquiera dos instantes supuestamente sucesivos t, y t2, hay solo dos opciones: o
bien no hay ningún (o sea, 0) intervalo de tiempo entre t1 y t2, o hay algún intervalo
de tiempo > 0 entre ellos. Si el intervalo es 0, entonces t1 y t2 son claramente no
sucesivos, porque entonces son exactamente el mismo instante. Pero si hay algún
intervalo de tiempo entre ellos, entonces siempre hay otros instantes, a intervalos
más pequeños, entre t1 y t2, porque cualquier intervalo de tiempo finito siempre se
puede subdividir más y más, igual que las distancias en la recta numérica. [4.37] Es
decir, que nunca va a haber un t2 inmediatamente después de t1. De hecho,
mientras los infinitesimales sean non grata, siempre tiene que haber un número
infinito de instantes entre t1 y t2. Esto es así porque si solo hubiera un número finito
de tales casos intermedios, entonces uno de ellos, tx, sería por definición el primero,
lo cual implicaría que tx es el instante más próximo a t1,es decir, que tx es el instante
inmediatamente posterior a t1, lo cual ya hemos visto que es imposible (porque,
claro, ¿qué pasa con el instante ?).

Si ahora está usted notando cierto parecido familiar entre estos problemas
de instantes no sucesivos, las paradojas de Zenón, y algunos de los rompecabezas
de la recta real descritos en §2c y e, sepa que no es ninguna coincidencia. Todos
son aspectos del gran enigma de la continuidad en matemáticas, el cual es que los
entes relacionados con el aparentemente no pueden manejarse ni eliminarse. En
ningún caso resulta esto más evidente que en el de los . Están llenos de paradojas
y es imposible definirlos, pero si se destierran de las matemáticas al final hay que
postular que cualquier intervalo tiene una densidad infinita, [4.38] por lo cual la idea
de sucesión no tiene sentido y ninguna ordenación de los puntos del intervalo
puede completarse jamás, pues entre dos puntos cualesquiera habrá no solo
algunos puntos más, sino toda una infinidad de ellos.

Conclusión general: por muy bueno que sea el cálculo para cuantificar el
movimiento y el cambio, no puede hacer nada para resolver las verdaderas
paradojas de la continuidad. En cualquier caso, no sin una teoría coherente del ∞.

5
§5a.

La tarea de las dos secciones siguientes es mostrar cómo las innovaciones de


Dedekind y de Cantor surgieron más o menos del mismo modo que el cálculo; a
saber, como maneras de tratar ciertos problemas que se habían hecho tan urgentes
que las matemáticas no podían avanzar realmente sin afrontarlos. La idea de §5 es
trazar un esquema de los particulares desarrollos y controversias poscálculo que
crearon un entorno en el cual las matemáticas transfinitas se hicieron posibles, lo
cual es también decir necesarias. Por favor, obsérvese también el uso de la
expresión «trazar un esquema». No hay modo de hacer una cronología, incluso
burda, del período 1700-1850. Ocurren demasiadas cosas demasiado rápido.

En general, la situación de las matemáticas tras el año 1700 resulta


enormemente extraña, y gran parte de esta extrañeza tiene que ver de nuevo con
las relaciones entre la realidad empírica y la abstracción conceptual. [5.1] Como
puede atestiguar cualquiera que haya pasado de las matemáticas de bachillerato a
las de primer curso de carrera, el análisis es exponencialmente más abstracto y
difícil que cualquier otra cosa anterior. [5.2] Al mismo tiempo, su poder explicativo
no tiene precedentes y sus aplicaciones prácticas se disparan. Esto se debe
principalmente a la capacidad del análisis para cuantificar el movimiento y el
proceso y el cambio, y por el gran aumento en la generalidad de las leyes físicas
expresadas como ecuaciones diferenciales y/o series trigonométricas. Al mismo
mismo tiempo, igual que con el desarrollo del cálculo clásico, buena parte del
progreso matemático desde 1700 hasta por lo menos 1830 responde a problemas
científicos: de nuevo, algunos de ellos ya han sido mencionados. La cuestión es
aquí todavía más empática que en §3b: en cualquier campo, desde la astronomía
hasta la ingeniería, la navegación, la tecnología de guerra, etc., las herramientas del
análisis funcionaban realmente. El resultado fue lo que el bueno y viejo Morris
Kline llama «una fusión virtual de las matemáticas y vastas áreas de la ciencia»
(Kline, pág. 395).

Las ventajas de esa fusión son más obvias que sus peligros. Recuérdese una
vez más que, supuestamente, una característica de incalculable valor que tienen las
matemáticas es la verdad a priori, y deductiva, de sus teoremas. Las verdades
científicas se establecen empíricamente. Son verdades inductivas, y como tales
están sujetas a todas las incertidumbres abstractas de madrugada detalladas en §1.
La inducción, desde un punto de vista lógico, no tiene fundamento, mientras que
las verdades matemáticas están construidas sobre el granito de los axiomas y las
reglas de inferencia. Todo esto se ha analizado ya, así como las conexiones entre
fundamentos y rigor, además de la parte del glosario de emergencia en §3c acerca
del análisis y su (eventual) intento de inyectar más rigor en el cálculo.

Conclusión: no es suficiente que las teorías matemáticas funcionen. También


se supone que deben estar rigurosamente definidas y demostradas de un modo
que se ajuste al gran estándar deductivo griego. Pero esto no es lo que ocurrió
durante la mayor parte del siglo XVIII. Fue más bien como una burbuja financiera.
Y durante un tiempo pareció estupenda. La «fusión virtual» por la que los
descubrimientos matemáticos hicieron posible avances científicos que a su vez
motivaron más descubrimientos matemáticos [5.3] dio lugar a una situación parecida
a la de un árbol[5.4] de espectaculares ramas y abundantes hojas pero sin auténticas
raíces. Todavía no existían definiciones rigurosas y fundamentadas de la
diferencial, la derivada, la integral, el límite, o las series convergentes/divergentes.
Ni siquiera de la función. Había constantes controversias, y, sin embargo, al mismo
tiempo parecía que no le importaba a nadie. [5.5] El hecho de que los infinitesimales
del cálculo (y/o ahora los límites de tipo ∞ hacia los que las cantidades podían
«tender» sin llegar nunca realmente) funcionaran tan bien sin ninguna
fundamentación coherente, de algún modo infectó todo el espíritu del análisis. Sin
que nadie lo dijera de forma explícita, las matemáticas empezaron a operar
inductivamente.

Fue en los terrenos de las funciones, las ecuaciones diferenciales y las series
trigonométricas donde surgieron muchos de los avances más significativos del
siglo XVIII y muchas de sus más abominables confusiones. En relación con nuestro
relato, va a ser importante examinar algunos de los problemas matemáticos y
científicos específicos en los que se usaron dichos conceptos. Esto a su vez
requerirá otro glosario de emergencia relevante (aunque algo más duro) [5.6], al cual
está usted de nuevo invitado a dedicar exactamente el tiempo o la atención que sus
conocimientos o su interés merezcan (pero que probablemente debería por lo
menos hojear y dejar a punto para consultas posteriores si las dificultades in situ lo
requieren), etc.

GLOSARIO DE EMERGENCIA II
—Derivada (n.) y Diferencial (n.). Deben distinguirse aunque están tan
estrechamente relacionadas que una derivada a veces se llama un «coeficiente
diferencial». Recuerde del G. E. I que una derivada es la tasa de cambio de una
función respecto a la variable independiente. En el caso de una simple función
como y = f(x),[5.7] la derivada es . Pero aquí los dx y dy individuales son diferenciales.
En algo como y = f(x), donde x es la variable independiente, la diferencial de x (es
decir, dx) es cualquier cambio arbitrario en el valor de x, en cuyo caso dy se puede
definir mediante dy = f'(x)dx, donde f'(x) es la derivada de f(x). (¿Le parece que
tiene sentido? Si f'(x) = , entonces dy es bastante claramente f'(x)dx).

Una manera fácil de aclarar ambos términos es recordar que una derivada es
literalmente el cociente de dos diferenciales, que es como muchos leibnizianos
definían en realidad la derivada para empezar.

—Derivada parcial y diferencial total es la distinción correspondiente en el caso


de «funciones de varias variables», [5.8] es decir, las que tienen más de una variable
independiente. Una derivada parcial es la tasa de cambio de una función
multivariable respecto a una de las variables relevantes, tomando las demás como
constantes. Así, en general una función tendrá tantas derivadas parciales como
variables independientes. Para las derivadas parciales se usa un símbolo especial
que el doctor Goris llamaba el «6 disléxico». Por ejemplo, las derivadas parciales de
la función que da el volumen de un cilindro recto, V = πr2h, son = 2πrh y = πr2.
Una diferencial total, por otro lado, es la diferencial de una función con más de una
variable independiente, lo cual habitualmente equivale a decir que es la diferencial
de la variable dependiente. Los ∂s también se usan en las diferenciales totales. En el
caso de una función multivariable como z = f(x, y), la diferencial total de z, dz,
será .

Estas dos primeras definiciones pueden parecer excesivamente sutiles pero,


de hecho, son necesarias para entender las

—Ecuaciones diferenciales (a-c [siendo (b) bastante extensa]), que son la


herramienta matemática n.º 1 para resolver problemas de física, ingeniería,
telemetría, automática y todo tipo de disciplinas científicas. Habitualmente se
empieza a flirtear con las E. D. al final de las matemáticas de primer curso de
carrera. Y en el tercer curso de cálculo se empieza a descubrir cuán ubicuas y
difíciles son realmente.
(a) En un sentido amplio, las ecuaciones diferenciales involucran relaciones
entre una x independiente, una y dependiente, y por lo menos una de las derivadas
de y respecto a x. Las E. D. pueden considerarse o bien cálculo integral combinado
con algún tipo de alucinógeno de clase IV o bien (mejor[5.9]) como «metafunciones»,
en el sentido de hallarse un nivel de abstracción por encima de las funciones
normales; a su vez esto significa que si una función ordinaria es una especie de
máquina en la que se introducen ciertos números y de la que salen otros números,
[5.10]
una ecuación diferencial es otra especie de máquina en la que se introducen
ciertas funciones y de la que salen otras funciones. Entonces, la solución de una
ecuación diferencial concreta es siempre alguna función, específicamente una que
se puede poner en el lugar de la variable dependiente de la E. D. para dar lugar a
lo que se conoce como una «identidad», que es básicamente una tautología
matemática.

Puede que esto no haya sido de mucha ayuda. En términos más concretos,
[5.11]
una simple ecuación diferencial como = 3x2 − 1 tiene como solución aquella
función cuya derivada es 3x2 − 1. Esto significa que ahora se necesita la integración,
es decir, hallar por lo menos una función equivalente a ∫(3x2 − 1)dx. Si recuerda
algo de las matemáticas de primero de carrera, probablemente verá que ∫(3x2 − 1)
dx equivale a f(x) = x3 − x + C (donde C es la infame constante de integración), [5.12]
ecuación que es lo mismo que y = x3 − x + C, que al fin resulta ser la solución general
de la ecuación diferencial = 3x2 − 1. Las soluciones particulares de dicha E. D. serán
aquellas funciones en las que C toma algún valor específico, como, por ejemplo, y =
x3 − x + 2 (semisemiextractado a partir de Berlinski, págs. 230-231).

(b) Gráficamente, a causa de C y la cuestión de lo particular/general, las


ecuaciones diferenciales tienden a dar «familias de curvas» como soluciones. Los
desarrollos de las ecuaciones, por otro lado, normalmente dan secuencias de
funciones, y sepa que el cambio en el análisis de las sucesiones/series de cantidades
a las sucesiones/series de funciones acaba resultando crucial para la historia del ∞.
Desde el punto de vista histórico, este cambio caracteriza la transición de las
matemáticas desde el análisis del siglo XVIII al estilo de Euler al de principios y
mediados del siglo XIX más al estilo de Cauchy. Como se mencionó brevemente en
§3, al barón Agustin-Louis Cauchy se le atribuye el primer intento real de dar rigor
al análisis. Propuso un concepto de límite más sofisticado, basado en la
convergencia, y fue capaz de definir la continuidad, los infinitesimales, e incluso
del ∞ en términos de dicho concepto.[5.13]

También fue Cauchy el primero que trabajó seriamente en las series de


funciones, en las cuales los problemas realmente cruciales también involucran la
convergencia.

INTERPOLACIÓN RÁPIDA INCRUSTADA EN (b)

Las E. D. de (b) van a complicarse. Además de estar invitado a consultar el


G. E. I cuando sea apropiado, debe usted conocer dos hechos relacionados: (1) La
convergencia es (o por lo menos parece) muy diferente en el caso de las
sucesiones/series de funciones que en el caso de las sucesiones/series de
cantidades. Por ejemplo, una serie convergente de funciones tiende hacia una cierta
función… o más bien es más preciso decir que la suma de una serie convergente de
funciones siempre convergerá a una función.[5.14] (2) Hay un montón de conexiones
entre los conceptos de continuidad para funciones y de convergencia para series de
funciones. Afortunadamente, solo unas pocas de ellas nos importan, pero en
conjunto dichas conexiones llegan hasta el mismo agitado corazón del análisis del
siglo XIX, y algunas cosas se hacen extremadamente complicadas. Un ejemplo es
un famoso error que cometió Cauchy, que se presenta aquí solo como una
indicación de lo estrechamente ligadas que están la continuidad y la convergencia
respecto a las funciones. Cauchy sostenía que si la suma de una sucesión de
funciones continuas c0, c1, c2, … converge en todas partes de un cierto intervalo
hacia una función C, entonces la propia función C es continua en ese intervalo. Por
qué eso era importante, y erróneo, quedará claro, con un poco de suerte, en un par
de §.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN. REGRESO AL PÁRRAFO 2 DE (b), EN CURSO

Como no podemos hacer sumas parciales con las series de funciones, resulta
importante pensar en comprobaciones generales de la convergencia de dichas
series/sucesiones. Una comprobación general pionera llamada condición de
convergencia de Cauchy (o «3C») de la década de 1820 sostiene que una secuencia
infinita a0, a1, a2, …, an, … converge (es decir, tiene límite) si y solo si el valor
absoluto de (an+r − an) es inferior a cualquier cantidad especificada para todo valor
de r, suponiendo que n sea suficientemente grande.[5.15]

Un hecho final respecto a las funciones y la convergencia (que


probablemente se tendría que haber incluido en la anterior interpolación): para
demostrar que una función F es representable (= desarrollable) como una serie
infinita, debe ser posible verificar que la serie converge en todos los puntos hacia F.
Lo cual, obviamente, no puede hacerse sumando un número infinito de términos:
se necesita una demostración abstracta. Esto también será importante cuando
lleguemos a los primeros trabajos de Cantor sobre análisis.

(c) Una de las razones por las que las ecuaciones diferenciales son tan
difíciles para los estudiantes es que existen muchos tipos y subtipos distintos,
especificados por toda clase de nomenclatura sofisticada: «orden», «grado»,
«separabilidad», «homogeneidad», «linealidad», «factor de crecimiento», «factor
de decrecimiento», etc. Para nosotros, la distinción más importante es entre una
ecuación diferencial ordinaria y una ecuación diferencial parcial. Una E. D. parcial
involucra más de una variable independiente, y, por lo tanto, derivadas parciales
(de aquí el nombre), mientras que una E. D. ordinaria no contiene derivadas
parciales. Como la mayoría de los fenómenos físicos son lo bastante complicados
para requerir funciones multivariable y derivadas parciales, no es sorprendente
que las ecuaciones diferenciales verdaderamente útiles y significativas sean las
parciales. Un par más de términos sobre E. D. que debe conocer son condiciones de
frontera y condiciones iniciales, los cuales tienen que ver con especificar valores
permitidos de la función y/o cualesquiera constantes que intervengan en la
ecuación. Esos términos son pertinentes porque hay importantes conexiones entre
dichas condiciones y la especificación de ciertos intervalos de la recta real en los
cuales una función puede adquirir valores, lo cual después resultará crítico para el
análisis weierstrassiano de mediados del siglo XIX del que hablaremos en §5e.

—La ecuación de onda. Se trata de una E. D. parcial especialmente famosa y


poderosa. De enorme influencia tanto en las matemáticas puras como en las
aplicadas, sobre todo en la física y en la ingeniería. [5.16] Para nuestros propósitos, la
forma relevante de la ecuación de onda es la iD o «no laplaciana», la cual (SEI)
tiene este aspecto:

—Series trigonométricas, que probablemente tendrían que haber sido tratadas


en el G. E. I, son básicamente series cuyos términos se escriben como los senos y los
cosenos[5.17] de varios ángulos. La forma genérica es habitualmente algo parecido a
+ (ak cos kx + bk sen kx + …). Las series trigonométricas tienen un papel importante
en nuestro relato, no solo porque contienen las series de Fourier como subtipo, [5.18]
sino también porque ciertas funciones muy importantes pueden representarse a la
vez mediante series trigonométricas y mediante ecuaciones diferenciales parciales.
Resulta que las conexiones entre E. D. parciales y series trigonométricas llegan
directamente a la raíz de lo que es una función. Y, de hecho, la definición
matemática moderna de función —que difiere de la definición ad hoc del G. E. I
pues especifica que la asociación entre cada x y su f(x) puede ser 100% arbitraria,
sin requerir ninguna regla ni siquiera explicación [5.19]— es el resultado de un trabajo
exhaustivo sobre las relaciones entre las funciones y sus representaciones como
series.

—Convergencia uniforme & secretos asociados (a-e). Estos términos incluyen


las definiciones del G. E. I de intervalo y función continua así como el material
sobre la convergencia de series y funciones según Cauchy en el apartado anterior
Ecuaciones diferenciales (b). Además de ser necesaria para entender ciertos
resultados precantorianos importantes en posteriores §, esta definición le dará
alguna idea de la abstracción realmente vertiginosa del análisis del siglo XIX.

(a) Definición central: una serie de funciones continuas de x en un intervalo


(p, q) es uniformemente convergente si converge para cada valor de x entre p y q.
También hay detalles que podemos omitir sobre la pequeñez arbitraria de los
«residuos»[5.20] de las series. Lo crucial es que la suma de una serie uniformemente
convergente será también una función continua de x en el intervalo (p, q).

(b) Así como no todas las series son convergentes, no todas las series
convergentes son uniformemente convergentes. Ni todas las series convergentes
son monótonas, lo cual esencialmente significa que cambian siempre en el mismo
sentido. Ejemplo de serie monótona decreciente: la dicotómica + + + + …[5.21]

(c) Algo que tiene relación con la convergencia de las series en un intervalo
dado (p, q) es el asunto de si una función f(x) es seccionalmente continua en un
intervalo dado (p, q), lo que ocurre cuando (p, q) se puede dividir en un número
finito de subintervalos, siendo f(x) continua en cada subintervalo y teniendo un
límite finito en cada extremo inferior (= p) y superior (= q). (Observe aquí que
«seccional» también puede modificar/especificar la monotonía, [5.22] es decir, que
algunas series son seccionalmente monótonas, un pequeño recordatorio que
necesitará tener a mano en algún punto de §5d).

(d) Por razones complicadas, si una función es seccionalmente continua,


tendrá solo un número finito de discontinuidades en su intervalo (p, q) relevante. He
aquí un término fácil de entender: una discontinuidad es simplemente un punto [5.23]
en el cual la función f(x) no es continua. Ejemplo: la semifourieriana tendrá
claramente discontinuidades en los valores de x que hagan cos(x − α) igual a 1. Hay
muchas subespecies diferentes de discontinuidades, hecho que en su mayor parte
vamos a pasar por alto. Gráficamente, una discontinuidad es un punto en el cual
una curva no es suave, es decir, donde salta, o cae bruscamente, o incluso tiene un
agujero. Véase también un poco de sutileza semántica: como la palabra
discontinuidad también puede referirse, con abstracción de 2.º nivel, a la condición
general de que algo sea no continuo, el término punto excepcional se usa a veces
para referirse a un punto específico en el cual hay una discontinuidad. Aquí el
meollo de la cuestión es que el análisis tiende a usar «discontinuidad» y «punto
excepcional» de modo intercambiable.

(e) Finalmente: un término engañosamente parecido a «convergencia


uniforme» es convergencia absoluta, que matemáticamente es algo totalmente
diferente. Una serie convergente infinita S puede tener términos negativos (por
ejemplo, la serie de Grandi de §3a). Si todos los términos negativos de S se
convierten en positivos (es decir, si solo se admiten los valores absolutos de los
términos) y S converge todavía, entonces es absolutamente convergente. Si no, es
condicionalmente convergente.

FIN DEL G. E. II

§5b.

Lo principal de §5 hasta ahora: desprovistas de amarre durante el


siglo XVIII, pero cruciales, flotan en el ambiente ideas sobre funciones, funciones
continuas, funciones convergentes, etc., con todas sus distintas definiciones
respectivas y propiedades en constante evolución y refinamiento al abordar el
análisis varios problemas. Como se ha mencionado, e igual que en el siglo XVII,
muchos de esos problemas eran científicos/físicos. He aquí algunos de los grandes
problemas del siglo XVIII: el comportamiento de cadenas flexibles suspendidas de
dos puntos (también conocidos como «problemas de catenarias»), los movimientos
de un punto a lo largo de curvas descendientes (=«la braquistócrona»), las barras
elásticas bajo tensión, los movimientos de un péndulo en medios que presentan
resistencia, las formas adquiridas por una vela bajo la presión del viento
(=«velaria»), las órbitas de los planetas los unos respecto a los otros, las curvas
cáusticas en óptica, y los movimientos de rumbo fijo (respecto a la brújula) en una
esfera (la Tierra) o problema de la «loxodrómica». Para nuestros propósitos, el más
importante de todos es el infame problema de la cuerda vibrante (P. C. V.), que en
algunos sentidos se remonta a los descubrimientos de Pitágoras acerca de la escala
diatónica en §2a. El P. C. V. general es: dadas la longitud, la posición inicial y
tensión de una cuerda de la que se tira verticalmente, calcular sus movimientos
cuando se la libera y empieza a vibrar. Esos movimientos serán curvas, lo cual es
decir lo mismo que funciones.

La razón por la que el P. C. V. es, a menudo, un pilar de las matemáticas de


segundo curso de carrera es que marca la primera aplicación real de las ecuaciones
diferenciales parciales a un problema físico. He aquí un poco de historia. En la
década de 1740, Jean le Rond d’Alembert propone lo que es básicamente la
ecuación de onda 1D como la representación correcta del P. C. V., dando[5.24] la
solución general y = f(x + ct) + g(x − ct) donde x es un punto de una cuerda de
longitud π, y es el desplazamiento transversal de x en el tiempo t, c es una
constante,[5.25] y f y g son funciones determinadas por las condiciones iniciales.
Donde las cosas se ponen controvertidas es en el alcance que se puede permitir a f
y g. Resulta que la solución de D’Alembert solo funciona si la «curva inicial» de la
cuerda (es decir, el modo en que se la tensa al principio) es ella misma una función
periódica. Esto impone una gran restricción al modo de tensarla, mientras que, por
supuesto, en las matemáticas y en la ciencia se desean soluciones lo más generales
posible. Y así, jugadores de primera línea como Leonard Euler, Daniel Bernoulli,
Joseph Louis LaGrange, Pierre Simon de LaPlace y D’Alembert [5.26] empiezan a
discutir acaloradamente unos con otros sobre si dejar que la tensión inicial de la
cuerda sea cualquier tipo de curva/función, sobre cómo hacerlo y conseguir que la
ecuación de onda siga siendo aplicable. En pocas palabras, el consenso que al final
sale de todo ello es que independientemente de la forma inicial de la cuerda, sus
curvas vibracionales van a ser funciones periódicas, específicamente ondas
senoidales. De lo cual, por complicadas razones, se sigue que sin importar cómo se
tense la cuerda al principio —es decir, que puede seguir cualquier curva continua
—, la curva vibracional se podrá representar mediante una serie trigonométrica.

En pocas palabras, muchísimos descubrimientos importantes sobre la


naturaleza y las relaciones de las funciones, las ecuaciones diferenciales y las series
trigonométricas surgen de la ópera del desacuerdo acerca del P. C. V. Lo que
resulta crucial para nuestro relato es esa idea de que cualquier función continua [5.27]
puede ser representada como una serie trigonométrica. En primer lugar, Euler,
luego D’Alembert, LaGrange, y el ya mencionado y quijotesco Clairaut empiezan a
desarrollar métodos para representar «funciones arbitrarias» como series
trigonométricas. El problema es que esos métodos siempre se obtienen y aplican
con respecto a algún problema físico particular, y luego se afirma que la solución
de dicho problema es la justificación del método. Nadie es capaz de zanjar el
asunto de la función → serie trigonométrica mediante un teorema abstracto. Eso es
todo lo que está ocurriendo hacia finales del siglo XVIII.

Ahora es el principio del siglo XIX, tiempo durante el cual Cauchy y el


noruego Niels Henrik Abel[5.28] empiezan a hacer un trabajo significativo sobre la
convergencia de las series, trabajo que acaba resultando incluso más significativo
en 1822. Ese año, el barón francés Jean-Baptiste Joseph Fourier [5.29] (1768-1830),
trabajando en problemas sobre la conducción del calor en metales, demuestra en su
obra Teoría analítica del calor (TAC) que la representabilidad mediante una serie
trigonométrica en realidad podía establecerse tanto para funciones continuas como
para funciones discontinuas,[5.30] incluso para curvas «libremente dibujadas»
(Lavine, pág. 30). La demostración de Fourier en la TAC es demasiado técnica para
entrar mucho en ella, pero básicamente lo que hace es explotar la relación entre la
suma de una serie y la integral de una función: se da cuenta de que la
representabilidad mediante una serie para funciones completamente arbitrarias
requiere ignorar el T. F. C. y definir la integración geométricamente [5.31] y no
simplemente como la recíproca de la diferenciación.

Como en muchas clases se enseñan las series de Fourier sin explicar de


dónde vienen las matemáticas, vale la pena por lo menos mencionar que Fourier
empieza con una ecuación diferencial parcial de 2.º orden para la difusión del calor
en un cuerpo 1D, ,[5.32] donde y es la temperatura de un punto x en el instante t, tras
lo cual usa una técnica estándar de E. D. llamada «separación de variables», y la
condición inicial de que y = f(x), para obtener esa muy especial serie trigonométrica
conocida actualmente como serie de Fourier, cuya forma relevante se muestra aquí
como Figura 5b:

Figura 5b

f(x) = a0 + (an cos nx + bn sen nx) donde 0 ≤ x ≤ 2π

Resulta que esta serie de Fourier es en realidad muy parecida a lo que


Bernoulli había propuesto como solución al P. C. V. hacia 1750, excepto que Fourier
es capaz de calcular los coeficientes de la serie [5.33] para cada valor entre 0 y 2π. En
el caso de bn, por ejemplo, , es decir, si se integra término a término, los
coeficientes bn serán veces el área bajo la curva (f(u) sen nu) en el intervalo entre u =
0 y u = 2π. Los cálculos para a0 y an son similares.

Se canse o no su vista, la cuestión es que, mediante la fórmula de esos


coeficientes de Fourier, toda función de una variable que se pueda concebir —
algebraica, trascendente, continua e incluso discontinua— [5.34] se vuelve
representable según una serie trigonométrica de tipo Fourier en el intervalo [0, 2π].
Hay todo tipo de maravillosos puntos fuertes y ventajas en esa técnica (la cual
Fourier desarrolló principalmente para dar una solución general a la ecuación de
difusión; y en verdad lo logró). Un ejemplo: entender la integración
geométricamente, y concebir una función en términos de sus valores y no como
una mera expresión analítica,[5.35] le permite a Fourier considerar la posibilidad de
representar como series funciones sobre intervalos finitos, lo que para el análisis
del siglo XIX constituye un importante avance en flexibilidad.

Sin embargo, al mismo tiempo, las series de Fourier son como una repetición
del cálculo temprano en términos del contraste entre eficacia práctica y rigor
deductivo. Especialmente con el refinamiento por Siméon Denis Poisson hacia
1820, las series de Fourier se convierten en la manera n.º 1 de resolver ecuaciones
diferenciales parciales —que son, como se ha mencionado, las llaves de oro para la
física matemática, la dinámica, la astronomía, etc.— y como tales se puede decir
que revolucionan las matemáticas y la ciencia una vez más. Pero también carecen
de fundamento: no hay nada parecido a una teoría rigurosa de las series de
Fourier. En palabras de un historiador de las matemáticas, las técnicas de Fourier
«suscitaron más preguntas de las que él estaba interesado en contestar o era capaz
de resolver» (Dauben, Georg Cantor, pág. 7). Lo cual es a la vez delicado y cierto: la
TAC de Fourier afirma que una función «completamente arbitraria» puede ser
representada por una serie como la de la Figura 5b, pero no lo demuestra.
Tampoco detalla qué condiciones específicas debe satisfacer una función para ser
representable de ese modo. Aún más importante, Fourier afirma que sus epónimas
series son siempre convergentes en un intervalo independientemente de cuál sea la
función o incluso de que sea expresable como una única «y = f(x)», y aunque esto
tiene implicaciones importantes para la teoría de las funciones, la afirmación acerca
del 100% de convergencia no está demostrada ni comprobada siquiera.

[SEI Había un problema parecido que involucraba las integrales de Fourier,


sobre las cuales todo lo que debemos saber es que son tipos especiales de
expresiones «cerradas» que dan soluciones de ecuaciones diferenciales parciales,
las cuales, una vez más, Fourier afirma que funcionan para cualesquiera funciones
arbitrarias, y que ciertamente parecen hacerlo —es decir, funcionar— siendo
especialmente buenas para problemas de física. Pero ni Fourier ni nadie más a
principios de la década de 1820 puede demostrar que las integrales de Fourier
funcionen para todas las f(x), en parte porque todavía hay una profunda confusión
en las matemáticas acerca de cómo definir la integral…, pero, de todos modos, la
razón por la que estamos mencionando el problema de las integrales de Fourier es
que el trabajo de Augustin-Louis Cauchy sobre él le conduce a la mayor parte de la
«rigorización» del análisis por la que se le da reconocimiento. Parte de ese rigor
incluye definir la integral como «el límite de una suma», pero la mayor parte (= la
mayor parte del rigor) concierne a los problemas de convergencia mencionados en
(b) y en su pequeña interpolación del apartado Ecuaciones diferenciales del G. E. II,
específicamente al pertenecer dichos problemas al ámbito de las series de Fourier].
[5.36]

Hay otra manera de enunciar la dificultad general. Fourier (en la línea de


Leibniz y Bolzano) tiene un modo esencialmente geométrico de entender las cosas,
y una inclinación hacia las demostraciones geométricas más que hacia las
demostraciones formales. En muchos aspectos, esto es un remanente del cálculo
clásico y de la mentalidad los-resultados-importan-más-que-las-demostraciones
del siglo XVIII. Pero tal enfoque ahora es cada vez más insostenible. También en la
década de 1820 se descubren las primeras geometrías no euclidianas (basadas
principalmente en el descubrimiento de que el axioma de las paralelas de los
elementos[5.37] era prescindible), y la idea de que la geometría podría ser cualquier
tipo de fundamento fijo e inequívoco para cualquier cosa se convierte en
oficialmente absurda. Un problema relacionado es que los matemáticos desde
Newton a Euler y siguiendo hasta Gauss se habían encontrado con muchos
problemas de paradojas al usar series sin considerar su convergencia o
divergencia,[5.38] y el énfasis de Fourier y Cauchy en la convergencia a intervalos
ahora ayuda a revelar cuán impreciso había sido el análisis respecto a las series. El
resultado general es el arranque de una rectificación en la «burbuja financiera» del
análisis o, tal como lo expresa Morris Kline, «[Los] matemáticos empezaron a
preocuparse de las imprecisiones en los conceptos y demostraciones de vastas
ramas del análisis» (Kline, pág. 947). Es en la década de 1820 cuando empezamos a
ver pronunciamientos como el de Cauchy: «Sería un serio error pensar que uno
solo puede hallar la certidumbre en demostraciones geométricas o en el testimonio
de los sentidos» (Cauchy, Introducción al Cours, traducción extractada de Kline,
ibíd. algo editada) y el de Abel: «Hay muy pocos teoremas en el análisis avanzado
que hayan sido demostrados de un modo lógicamente sensato. En todas partes uno
se encuentra con ese precario método de concluir lo general a partir de lo especial»
(Abel, págs. 263-264),[5.39] convirtiéndose este último en tan representativo del
atrincheramiento del siglo XIX como el «Simplemente siga adelante» de
D’Alembert lo había sido del laissez faire del siglo XVIII.

Conclusión general: junto a la caída de Euclides, son las series de Fourier y


sus problemas de convergencia y de representación de funciones arbitrarias lo que
provoca que los matemáticos de la época se den cuenta de que los conceptos
atómicos como «derivada», «integral», «límite», «función», «continuo» y
«convergente» necesitaban definiciones rigurosas, donde «riguroso» significa basar
el análisis en demostraciones formales y el razonamiento aritmético y no en la
geometría, la intuición o la inducción a partir de problemas específicos.

Excepto que a su vez «aritmético» significaba el sistema de los números


reales, que en ese momento también era todavía un lío sin fundamentar. Por
ejemplo, había terribles problemas con los números negativos: Euler estaba
convencido de que en realidad eran > ∞, es decir, que deberían estar muy lejos
hacia la derecha en la recta numérica, y tan tardíamente como en la década de
1840, Augustus De Morgan sostenía que los números negativos eran simplemente
tan «imaginarios» como √−1. Y no olvidemos el caos respecto a los números
complejos. Sin embargo, el peor problema era que el concepto raíz de «número
real» a su vez no estaba claro porque los irracionales aún estaban indefinidos. Si no
se pueden definir de manera coherente números como √2 o √3, no se puede
demostrar ninguna de las leyes aritméticas básicas acerca de ellos, por ejemplo,
que √2 × √3 = √2 × 3.[5.40] Esto no es bueno, en términos de rigor. En este período hay
cierta cantidad de valioso trabajo colateral sobre los irracionales trascendentes y
algebraicos,[5.41] pero en su mayor parte el propio sistema de los números reales,
sobre el cual está trabajando todo el mundo para fundamentar el análisis, está
colgando en el aire, lógicamente hablando.

§5c.

INTERPOLACIÓN DE TONO LIGERO, SITUADA AQUÍ ANTE REM PORQUE


ESTE ES EL ÚLTIMO LUGAR DONDE HACERLO SIN PERTURBAR EL
IMPARABLE IMPULSO DEL CONTEXTO MATEMÁTICO PRECANTOR

Se conservan varias fotos de Georg F. L. P. Cantor en los libros, una de las


cuales, con un poco de suerte, será apropiada y se podrá reproducir aquí en alguna
parte. Es un burgués alemán de aspecto completamente corriente de la era de los
cuellos almidonados y las barbas inflamables. (Observe, en las fotos de familia, el
chaleco de cuero y el reloj de bolsillo con una muy visible leontina, las trenzas y el
miriñaque de su mujer, la expresión austeramente serena o abstraída del hombre
victoriano estándar. En Estados Unidos habría llevado sombrero).

Hacia 1940, ciertos historiadores de las matemáticas nacionalsocialistas


«descubrieron» que Cantor había sido encontrado, poco después de nacer y sin que
se supiera nada de sus padres, en un barco alemán rumbo al puerto de San
Petersburgo. Lo cual es pura ficción. Aparentemente, el Reich estaba preocupado
por la posibilidad de que Cantor hubiera sido judío: por aquel entonces era
considerado uno de los más grandes intelectuales alemanes de todos los tiempos.
La historia del barco todavía circula a veces; también se ajusta a algunos de
nuestros moldes, no solo al de los nazis. Otra mentira de las gordas es que Cantor
dedujo varias de sus más famosas demostraciones sobre el ∞ estando en un
sanatorio, lo cual también es una tontería. La primera hospitalización de Cantor
fue en 1884, cuando tenía treinta y nueve años; la mayor parte de su importante
obra ya estaba hecha por aquel entonces. No volvió a ser hospitalizado hasta el año
1899. Fue en los últimos veinte años de su vida cuando le estuvieron dando de alta
y de baja constantemente. Murió en la Nervenklinik de Halle el 6 de enero de 1918.
En esta foto faltan las trenzas y el reloj de bolsillo con leontina, pero puede hacerse la idea.

El hogar de la familia Cantor en Handelstrasse fue, por lo menos,


brevemente ocupado durante la Segunda Guerra Mundial. No hay indicios de que
los nazis supieran de quién había sido la casa. En todo caso, parece evidente que la
mayor parte del patrimonio literario de Cantor se perdió o se quemó. La mayor
parte de lo que se conserva está en la Akademie der Wissenschaften en Gotinga y
puede examinarse tras un cristal. Cartas familiares, árboles genealógicos, etc.
También se conservan todavía algunos de los cuadernos que Cantor utilizaba,
como era habitual en aquella época entre las personas instruidas, para hacer
borradores de cartas antes de pasarlas a limpio y enviarlas. Además había otros
matemáticos a los que escribía y que conservaron sus cartas. Estas son las fuentes
principales.

He aquí una cita de Joseph W. Dauben, que en Estados Unidos es el decano


de los eruditos cantorianos: «Se ha conservado demasiado poca información para
que se pueda hacer una valoración detallada de la personalidad de Cantor, lo que
deja al historiador en la situación o bien de no decir nada sobre el tema, o bien de
hacer conjeturas tan bien como pueda» (Dauben, GC, pág. 288). Buena parte de las
conjeturas publicadas son acerca del padre de Cantor, el señor Georg W. Cantor,
siendo la gran cuestión moderna si «Georg Woldemar tuvo un efecto
completamente nocivo y ruinoso sobre la salud psicológica de su hijo» (Bell,
parafraseado por Dauben [que aborrece absolutamente a Bell], GC, pág. 278)[5.42] o
si Georg W. Cantor fue en realidad «un hombre dotado y sensible, que amaba
profundamente a sus hijos y quería que vivieran vidas felices, exitosas y
gratificantes» (Dauben, ibíd.). De uno u otro modo, es seguro que hubo
exactamente dos hombres de negocios que tuvieron un profundo efecto en la vida
de Georg F. L. P. Cantor, siendo uno de ellos su padre, y el otro, el profesor
Leopold Kronecker, que empieza a estar muy presente en §6.
Aquí está el esbozo a lápiz al que nos referimos en el siguiente párrafo.

El señor y la señora Georg W. tienen seis hijos. Georg Jr. es el primero. Toda
la familia, en sentido amplio, es artística y muestra mucho talento: varios parientes
son violinistas clásicos o pintores que realizan exposiciones. Un tataratío había sido
director del Conservatorio de Viena y profesor del virtuoso Joseph Joachim, un tío
abuelo había sido el profesor de derecho de Tolstoi en la Universidad de Kazan. La
fecha de nacimiento de Georg F. L. P. Cantor es el 3 de marzo de 1845. Un piscis.
Algo parecido a un prodigio del violín en su infancia. Nadie sabe por qué lo dejó,
pero tras un cuarteto clásico en el instituto no hay más mención del violín.
También era un buen dibujante naturalista. Un dibujo a lápiz de su niñez, bastante
extraordinario, ha sobrevivido. Es famoso por una «proclama» escrita con doble
sentido e indiscutiblemente escalofriante que Georg W. puso en él. La proclama
misma ha sobrevivido porque (también de modo escalofriante) Georg Jr. la guardó
consigo toda su vida:

Aunque Georg Ferd. Louis Phil. Cantor no ha dedicado años al estudio del
dibujo según los antiguos cánones, y aunque este es su primer trabajo y en este
difícil arte una técnica perfeccionada solo se consigue tras una gran diligencia, y
aunque además hasta ahora él ha descuidado mucho este bello arte, la gratitud de
la nación —quiero decir de la familia— es unánimemente acordada para él por este
primer esfuerzo, el cual da muestras ya de una gran promesa (Dauben, GC, pág.
278).

Todas las fuentes están de acuerdo en que Georg W. supervisaba


personalmente el desarrollo religioso de sus hijos de un modo bastante autoritario.
Dese cuenta de lo fácil que es, desde un punto de vista moderno, ver esto como
algo opresivo o neurogénico cuando en realidad podría haber sido simplemente lo
habitual en su tiempo y lugar. Es difícil de decir. Lo mismo ocurre con el hecho de
que Cantor padre «se tomaba un interés especial en la educación [de Georg] y se
preocupaba de dirigir su desarrollo personal e intelectual» (ibíd., pág. 277).

La familia se muda de San Petersburgo a Alemania occidental cuando Georg


tiene once años. La razón, según los historiadores, es la «mala salud» (Grattan-
Guinness, «Towards a Biography» pág. 352) de Georg W., lo cual en 1850 era otra
manera de decir tuberculosis. Viven principalmente en Fráncfort, en el Rin. Georg
asiste a escuelas preparatorias en Darmstadt y en Wiesbaden. Como parece ocurrir
con la mayoría de los grandes matemáticos, el genio analítico de Cantor es
descubierto en su adolescencia temprana. En la Akademie aún pueden verse cartas
extasiadas de sus profesores de matemáticas. La versión estándar de la historia es
que Georg. W. quiere que los dones de Georg Jr. se dediquen a usos prácticos e
intenta obligar al chico a hacer ingeniería, que Georg desea ardientemente estudiar
matemáticas puras y tiene que insistir y suplicar, etc., y que cuando finalmente
Georg W. accede, lo hace presionando mucho a su frágil hijo para que alcance el
éxito y la excelencia. Tampoco está muy claro si esto era cierto o hasta que punto se
trataba de algo singular en su gestalt padre-hijo.[5.43]

Cantor estudia la carrera en Zúrich y luego obtiene un título superior en


ciencias y el equivalente alemán de un doctorado en la Universidad de Berlín, que
en aquella época es la vanguardia europea de la ciencia (algo así como lo que
representa hoy el Massachusetts Institute of Technology en Estados Unidos). Entre
sus profesores están Ernest Eduard Kummer, Leopold Kronecker y Karl
Weierstrass. Kronecker es el director de tesis de Cantor y su verdadero mentor y
defensor en el departamento. La ironía de esto también empezará a aparecer en §6.

§5d.

Ahora hemos vuelto a 1820 con Fourier y las series trigonométricas y todos
los retos y oportunidades que allí aguardan. Si la discusión de §5b acerca de las
series de Fourier y el apartado Ecuaciones diferenciales del G. E. II con su material
interpolado sobre las conexiones entre la continuidad y la convergencia resultaron
medianamente claros, no le sorprenderá saber que en la TAC Fourier proporciona
la primera definición moderna de convergencia, y también introduce la vital idea de
convergencia en un intervalo. Pero que (de nuevo) Fourier no llega a dar una
demostración rigurosa, o incluso a especificar criterios de convergencia que
hicieran posible dicha demostración. Así, de lo que estamos hablando ahora es de
la convergencia.

Fueron Bolzano[5.44] y, más célebremente, Cauchy quienes hicieron el primer


trabajo destacado sobre condiciones/pruebas de convergencia. Como se ha
mencionado ya en un par de ocasiones, muchos de los resultados de Cauchy eran
valiosos, pero también cometió errores extraños que causaron más problemas.
Aunque gran parte de su trabajo era sobre series de funciones, por ejemplo,
Cauchy optó por definir «límite» en términos de variables y no de funciones. O un
ejemplo incluso mejor en este caso es el modo en que intentó establecer una
identidad total entre la convergencia y la continuidad en términos de
sucesiones/series de funciones. Recuerde[5.45] que la afirmación de Cauchy es que si
una sucesión de funciones continuas converge en el intervalo I hacia una función
C, entonces la propia C es continua en I, lo cual resulta que no es cierto a menos
que la sucesión convergente sea uniformemente convergente. Lo que ocurre en este
caso es que Niels Abel, al demostrar que Cauchy se equivoca [5.46] y refinar el
teorema, desarrolla lo que ahora se conoce como prueba de convergencia uniforme de
Abel,[5.47] a la vez que toda clase de criterios y condiciones para varios tipos de
convergencia de varios tipos de series trigonométricas y polinómicas también están
siendo desarrollados por varios matemáticos del siglo XIX al esforzarse estos en
enmendar los errores de otros matemáticos y/o resolver los problemas con mejores
métodos.

Uno de los más importantes matemáticos enmendadores de la época fue


Peter Gustav Lejeune Dirichlet (1805-1859), un amigo de Fourier cuya obra de 1829
«Sur la convergence des séries trigonométriques» hizo mucho para clarificar y rigorizar
lo que llegó a conocerse como el problema de la convergencia general de las series de
Fourier (P. C. G. S. F). Hay varios avances importantes en este artículo, por ejemplo,
que Dirichlet es el primero en descubrir y distinguir la convergencia absoluta y la
convergencia condicional. Además, desmiente la afirmación de Cauchy de que una
serie monótona decreciente es lo mismo que una serie convergente. Pero más
importante es que en «Sur la convergence» Dirichlet establece y demuestra la validez
del primer conjunto de condiciones suficientes [5.48] para que una serie de Fourier
converja hacia su f(x) original.

Este último resultado es pertinente y merece algo de detalle. Dirichlet usa


una f(x) periódica en el intervalo [−π, π] y básicamente demuestra que si (1) su
serie de Fourier es seccionalmente continua y, por lo tanto, solo tiene un número
finito de discontinuidades [5.49] en el intervalo, y si (2) la serie es seccionalmente
monótona, entonces (3) la serie convergerá siempre hacia la función f(x), incluso si
esa función requiere más de una expresión de tipo «y = f(x)» para representarla en
el intervalo.

Hay un requisito adicional, que Dirichlet demuestra también. La función f(x)


tiene que ser integrable, es decir, tiene que ser finita, básicamente porque los
coeficientes relevantes de la serie de Fourier se calculan como integrales y estas
tienen que estar «bien definidas» (larga historia). Como ejemplo de una función
que no es integrable y, por lo tanto, no puede ser representada por una serie de
Fourier bien definida, Dirichlet se inventa una f(x) patológica cuyos valores son
iguales a una constante c cuando x es racional pero iguales a una constante d (con d
≠ c) cuando x es irracional, función que ciertamente no es integrable. A grandes
rasgos, es esa f(x) patológica lo que conduce a Dirichlet, ocho años más tarde, [5.50] a
dar la definición de «función» que se usa todavía en las matemáticas modernas: «y
es una función de x cuando a cada valor de x en un intervalo dado le corresponde
un único valor de y» (Dirichlet, «Über die Darstellung…», traducción extractada de
Kline, pág. 950). Lo importante es que la correspondencia puede ser
completamente arbitraria. No importa si la dependencia de y respecto a x sigue
alguna regla en particular, o incluso si puede expresarse matemáticamente. [5.51] Por
extraño que pueda sonar, en realidad es 100% rigurosa para propósitos
matemáticos, pues la arbitrariedad da máxima generalidad, o sea abstracción. (La
definición de Dirichlet también resulta estar muy próxima a la idea bolzano-
cantoriana de la correspondencia uno a uno entre dos conjuntos de números reales,
excepto que por supuesto ni «conjunto» ni «número real» han sido definidos aún
en las matemáticas).

En su artículo de 1837, Dirichlet es también capaz de demostrar que se


puede prescindir del requisito acerca de la monotonía (2) e incluso permitir un
número mayor de discontinuidades (1) en su demostración de 1829 y aun así
garantizar la convergencia de la serie de Fourier hacia su f(x) integrable… siempre
que el número de discontinuidades en (1) permanezca finito. Sin embargo, esto
todavía no es lo mismo que demostrar la convergencia de las series de Fourier para
cualquier f(x) arbitraria, especialmente si se intenta fourierizar las complejas
funciones y a menudo salvajemente discontinuas del análisis puro y la teoría de
números.[5.52] Respecto a esas funciones complejas, la cuestión que Dirichlet no llega
a responder es si el criterio (1) de su demostración se podría debilitar para permitir
una infinidad[5.53] de discontinuidades en el intervalo y constituir aún una condición
suficiente de convergencia.

Ahora entra en escena Georg Friederich Bernhard Riemann (1826-1866, ese


coloso de las matemáticas puras que lo revolucionó todo desde las funciones y la
teoría de números hasta la geometría, [5.54] y es el único rival serio de Cantor para el
título de Matemático del Siglo), aunque la intervención de Riemann es breve y con
un papel de transición. Veinte años mayor que Cantor, Riemann es alumno de
Dirichlet en la Universidad de Berlín, y también amigo de Dedekind. [5.55] En un
artículo fundacional de 1854,[5.56] Riemann ataca el problema de la convergencia
general de las series de Fourier de un modo completamente nuevo. Centrándose
en la suposición de que una f(x) tiene que ser integrable para ser representable
como una serie de Fourier, deduce condiciones generales que cualquier función
debe satisfacer para tener una integral, condiciones que acaban resultando
importantes tanto para la teoría de la integración en análisis como para la
convergencia de las series. Esencialmente, las «condiciones generales que cualquier
función debe satisfacer» significa condiciones necesarias, mientras que recordará
usted que la demostración de Dirichlet de 1829 había involucrado condiciones
suficientes. Entonces, al darle la vuelta al enfoque de su profesor y al concentrarse
en las condiciones necesarias de convergencia, Riemann resuelve el gran problema
de Dirichlet: construye una función que tiene una infinidad de discontinuidades en
cada intervalo pero a pesar de todo es integrable y 100% convergente en cada
punto.[5.57] Una consecuencia de este resultado es algo conocido como teorema de
localización de Riemann, el cual afirma que la convergencia de una serie
trigonométrica en un punto depende completa y exclusivamente del
comportamiento de su f(x) relevante en un entorno arbitrariamente pequeño [5.58] de
dicho punto. Y lo del «entorno arbitrariamente pequeño» es lo que finalmente da
validez a las afirmaciones de Fourier y Dirichlet acerca de las series que
representan funciones completamente arbitrarias: mediante el teorema de
localización, incluso funciones altamente discontinuas y patológicas pueden ser
representadas por series trigonométricas, y, si son integrables, por series de
Fourier.

Sin embargo, como es ya habitual, a la vez que el trabajo de Riemann está


resolviendo antiguas preguntas también está planteando otras nuevas. Y en
definitiva son esas cuestiones las que dan tanta importancia a su artículo de 1854.
Ejemplo: una consecuencia del teorema de localización es que dos funciones
integrables diferentes pueden representarse mediante la misma serie
trigonométrica incluso aunque difieran en una cantidad grande pero finita de
puntos. ¿Hay alguna manera de obtener el mismo resultado para dos funciones
que difieran en una infinidad de puntos? Otros ejemplos importantes:
¿Exactamente qué propiedades de las series trigonométricas les permiten ser
convergentes incluso con ∞ puntos excepcionales en cada intervalo?, y ¿Cómo
están relacionados exactamente los conceptos de f(x)-continuidad, intervalos y
entornos con la teoría de las series trigonométricas?, y ¿Es toda serie
trigonométrica una serie de Fourier? (es decir, ¿converge toda serie trigonométrica
hacia una función integrable?), y ¿Si más de una función puede ser representada
por la misma serie trigonométrica, es cierto el recíproco, o cada f(x) única tiene una
sola y única representación como serie trigonométrica? [5.59]

Tras el artículo de Riemann, el siguiente gran asunto en las matemáticas


puras es afrontar las técnicas necesarias para resolver los problemas que este había
planteado, siendo especialmente desafiante la cuestión de basar dichas técnicas en
fundamentos rigurosos en lugar de la intuición inductiva o basada en la fe que
había marcado buena parte del análisis en el pasado. N. B. el énfasis en el
rigor/fundamento se debe en parte a que las funciones totalmente abstractas de
Riemann finalmente han desplazado las series de Fourier del reino de la física y las
matemáticas aplicadas al de las matemáticas puras per se. Pero además, por
supuesto, ahora estamos en 1850, y la necesidad de rigor (tal como se ha discutido
en relación con la década de 1820 en §5b) es todavía más urgente y general. En
tiempo real ha tardado varias décadas, pero el boom de la justificación-por-
resultados ahora está dando paso completamente a la economía más
contraccionista, del demuestre-mientra-avanza, de lo que los historiadores de las
matemáticas llamarán la aritmetización del análisis.

§5e.

La figura crucial en este punto es Karl Weierstrass (1815-1897), a quien ahora


podemos revelar dramáticamente como uno de los héroes de lo referido en §2a
acerca de Bertrand Russell y las paradojas de Zenón. Aquí está el resto de aquella
cita:[5.60]

Desde Zenón hasta nuestros días, los mejores intelectos de cada generación
han atacado por turnos los problemas, pero a grandes rasgos no han conseguido
nada. En nuestro propio tiempo, sin embargo, tres hombres —Weierstrass,
Dedekind y Cantor— no solo han logrado avances en los problemas, sino que los
han resuelto completamente. Las soluciones, para aquellos familiarizados con las
matemáticas, son tan claras que ya no cabe la menor duda o dificultad […] De los
tres problemas, el de los infinitesimales fue resuelto por Weierstrass; la solución de
los otros dos fue empezada por Dedekind y definitivamente conseguida por
Cantor (Russell, Mysticism and Logic, pág. 77).

Weierstrass no está directamente en la fila de eruditos formada por Fourier-


Cauchy-Dirichlet-Riemann: hasta sus cuarenta años, es un desconocido en el
mismo sentido en que lo fue Bolzano. Su carrera temprana está dedicada a dar
clases de bachillerato en Prusia Oriental (no exactamente un centro de poder), [5.61] y
se dice que era literalmente demasiado pobre para pagar el envío de sus trabajos a
las revistas. Finalmente, empieza a publicar a finales de la década de 1850, y causa
un revuelo en las matemáticas, y es contratado como profesor por la prestigiosa
Universidad de Berlín: es toda una historia, larga y algo romántica. (SEI
Weierstrass es también conocido entre los matemáticos por ser físicamente
corpulento, un atleta dotado, un fiestero empedernido que se escaqueaba en el
instituto, indiferente a la música —los matemáticos suelen ser fanáticos de la
música—, y un compañero jovial, gregario, nada neurótico, buenazo y muy
querido. También es generalmente considerado el mejor profesor de matemáticas
del siglo, aunque nunca publicó sus lecciones y ni siquiera dejaba que sus alumnos
tomaran apuntes).[5.62]

La razón específica por la que estamos hablando de Weierstrass es que son


principalmente sus descubrimientos los que permiten a las matemáticas atacar las
cuestiones planteadas por los trabajos de Dirichlet y Riemann acerca del
P. C. G. S. F. Véase en este sentido la siguiente cita del historiador de las
matemáticas I. Grattan-Guinness: «[L]a historia del análisis matemático durante el
último tercio del siglo XIX es en notable medida la historia de los matemáticos
aplicando técnicas weierstrassianas a problemas riemannianos» (Grattan-Guinness,
From the Calculus to Set Theory [«Del cálculo a la teoría de conjuntos»], pág. 132). La
verdadera inspiración tras esas técnicas no es Fourier o de Riemann, sino el
tangencialmente mencionado Niels Henrik Abel (siendo Weierstrass un enorme
fan de Abel), específicamente una innovación llamada funciones elípticas que Abel
había obtenido hacia 1825 a partir de la integrales elípticas, las cuales, más tarde,
para abreviar, surgen al calcular la longitud de arco de una elipse y son un asunto
importante tanto en las matemáticas puras como en las aplicadas. [5.63] El primer
trabajo significativo de Weierstrass (aún en Prusia, a la luz de una vela, entre
cuestionarios de examen) incluye los desarrollos en serie de potencias de las
funciones elípticas, lo cual le conduce a problemas acerca de la convergencia de las
series de potencias,[5.64] y luego a la convergencia, la continuidad y las funciones en
general.

La razón por la que Russell le alaba respecto al problema de los


infinitesimales es la misma razón por la que Weierstrass recibe el máximo
reconocimiento por la aritmetización del análisis. Es el primero en dar una teoría
de los límites totalmente rigurosa y metafísicamente impoluta. Como es
importante, y está detrás del modo en que ahora la mayoría de nosotros
aprendemos cálculo en el instituto, por lo menos observemos rápidamente que la
definición de los límites de Weierstrass sustituye los términos en lenguaje natural
usados por Abel/Bolzano/Cauchy, expresiones como «se aproxima a un límite» y
«se hace menor que cualquier cantidad dada», por las épsilon y delta minúsculas y
los delimitadores «| |» del valor absoluto. Un gran beneficio colateral de la teoría
de Weierstrass es que caracteriza el límite y la continuidad de tal modo que
cualquiera de los dos puede ser definido en términos del otro. Véase, por ejemplo,
esta definición de función continua, que ciento cincuenta años después sigue siendo
todavía el «estándar de la industria»: [5.65] f(x) es continua en un punto xn si y solo si,
para cualquier número positivo ε, existe un δ positivo tal que para cualquier x del
intervalo |x − xn| < δ, |f(x) − f(xn)| < ε* (semiextractado de Kline, pág. 952).
*INTERPOLACIÓN RÁPIDA INCRUSTADA SEMI-SEI

Por favor, omita los siguientes tres párrafos si y solo si la definición de


Weierstrass ya le parece perfectamente clara.

Como la definición recién mencionada no es SEI, debemos considerar la


posibilidad de que quizás esté < 100% claro por qué es tan importante. Podríamos
hablar de cómo la definición es específicamente una rigorización de la que aparece
en el Cours d’Analyse de Cauchy, «f(x) será una función continua de la variable si el
valor numérico de la diferencia f(x + α) − f(x) decrece indefinidamente con el de a»
(Cauchy, Cours, pág. 35): el gran acierto de Weierstrass es que da con un sustituto
riguroso, totalmente aritmético, del nebuloso «decrece indefinidamente». Pero
nada de eso va a significar mucho si no podemos ver cómo funciona realmente la
nueva definición de Weierstrass, lo cual a su vez requiere examinar la densa
sintaxis técnica en la que está expresada para los matemáticos. Su lenguaje
hiperabstracto puede hacer que la definición parezca o bien totalmente trivial (por
ejemplo, como ε y δ no tienen relación entre sí en la definición, ¿no es obvio que se
puede tomar una δ por cada ε que se quiera?), o bien totalmente incomprensible
(por ejemplo, ¿cómo se puede determinar a qué equivale |x − xn| si no se sabe qué
es x?). O por lo menos estas eran las quejas iniciales de nuestra clase al doctor
Goris, quien las trataba a su manera habitual e inolvidable, más o menos como
sigue:[5.66]

En primer lugar, recordemos del G. E. I que función continua significa que


cambios muy pequeños en la variable independiente de la función (x) producen
solo cambios muy pequeños en la variable dependiente (f(x), alias y). Lo de los
«cambios muy pequeños» es lo que realmente importa aquí: nos da la pista de que
diferencias como |x − xn| de la definición se van a considerar realmente pequeñas.
Respecto a xn y x: xn es un punto en particular, concretamente el punto para el cual
vamos a evaluar la continuidad de la función, y x es, técnicamente, cualquier punto
en el intervalo de la función, aunque dado lo que función continua significa es mejor
pensar en x como cualquier punto que sea «suficientemente próximo» a xn. Esto es
así porque lo más importante de la definición de Weierstrass es que nos permita
verificar que una diminuta diferencia entre x y xn dará solo una diminuta
diferencia entre f(x) y f(xn). El motor de esa verificación son los números positivos ε
y δ, y la manera fácil de entender esos dos números y su relación es en términos de
un juego. Aquí está el juego: usted escoge cualquier positivo que desee, no importa
lo pequeño que sea, y yo intento encontrar un positivo que haga verdadera la
conjunción (|x − xn| < δ) & (|f(x) − f(xn)| < ε):[5.67] y si puedo encontrar tal para cada
positivo que usted escoja, entonces la f(x) es continua, mientras que si no puedo,
entonces no lo es.

Como hacía el doctor Goris, veamos un ejemplo con una función que no sea
continua, de modo que podamos ver que no cualquier δ servirá para un ε dado. La
función se define así: f(x) = 1 si x ≠ 0, y f(x) = 0 si x = 0. Vamos a evaluar la
continuidad de esa f(x) en el punto xn donde xn = 0. El juego es que usted puede
escoger cualquier valor positivo que desee para ε, y supongamos que escoge ε = .
Así que ahora yo tengo que encontrar un positivo tal que (|x − xn| < δ) & (|f(x) −
f(xn)| < ) sea cierto. Pero ahora, por favor, retroceda hasta, o recuerde, la nota 14 de
§1c y su regla de que una conjunción lógica es verdadera solo cuando sus dos
términos, tanto el pre-«&» como el post-«&», son verdaderos. Y ahora mire nuestro
término «post», «|f(x) − f(xn)| < |». Por la definición de nuestra función, sabemos
que f(xn) = 0, y por la misma definición, sabemos que cualquier otro x que no sea xn
da un f(x) igual a 1 (porque xn es el único punto en el cual x = 0). Por lo tanto, si xn =
0, |f(x) − f(xn)| siempre será igual a 1, el cual es obviamente mayor que . No
importa qué pueda yo escoger para que |x − xn| sea menor que él, |f(x) − f(xn)|
jamás será < cuando xn = 0. Como el segundo término será siempre falso, la
conjunción (|x − xn| < δ) & (|f(x) − f(xn)| < ) será falsa independientemente del
valor de δ. Aquí lo importante es que no hay un δ positivo para ε = , de modo que
el criterio de la definición, «para cualquier número positivo, existe un positivo tal
que…» no se satisface. Por lo tanto, la función no es continua en xn (cosa que ya
sabíamos para empezar, pero aquí se trataba de aplicar la definición de Weierstrass
a un caso claro). El juego ha terminado.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN SEMI-SEI. REGRESO A LA DISCUSIÓN


PRINCIPAL DE §5E, EN CURSO

Un retazo de posible perplejidad no cubierto en la interpolación: lo que


Weierstrass ha definido aquí arriba es solo la continuidad en un punto, pero como
usted puede escoger cualquier punto en un intervalo dado para que sea xn, una f(x)
puede obviamente definirse como continua en un intervalo si es continua en todos
y cada uno de los xn del intervalo. Así, una definición general de continuidad para
funciones sale directamente de la definición inicial. Y —eso es lo que sacudió el
mundo matemático— también sale la definición de límite: si se toma la definición
original de Weierstrass, entonces se puede decir que f(x) tiene límite L en si se
sustituye f(xn) por L y todavía se puede encontrar un δ para cada ε de modo que (|
x − xn| < δ) & (|f(x) − L| < ε) sea cierto.

Hay una razón por la que todo esto parece tan horriblemente abstracto: es
horriblemente abstracto. Sin embargo, por esa misma abstracción, la de Weierstrass
es la teoría más limpia y clara que se ha formulado jamás sobre los límites y la
continuidad.[5.68] No hay líos con el lenguaje natural: la definición no usa nada más
que números reales y operadores elementales como − y <. Como es tan limpia y
abstracta y aritmética, la teoría también permite a Weierstrass definir la
convergencia, la convergencia uniforme y la convergencia absoluta rigurosamente,
proporcionar pruebas fiables para todas ellas, [5.69] y demostrar una serie de cosas
acerca de la continuidad y la convergencia de las series trigonométricas que nadie
había sido capaz de esclarecer. Los ejemplos relevantes aquí incluyen (1) su
demostración de que una serie de funciones continuas [5.70] puede converger hacia
una función discontinua, y (2) su ya mencionado desmentido de la teoría según la
cual continuidad = diferenciabilidad, lo cual desmiente dando una función de la
que demuestra que es 100% continua pero no tiene derivada en ningún punto. Si
tiene usted curiosidad, esta es la f(x) dada por br cos (arπx) donde a es impar, 0 < b
< 1, y 2ab > 2 + 3π, y, dicho sea de paso, si usted representa gráficamente esta f(x)
obtiene una curva sin ninguna tangente. Recordará de §3c que Bernhard P. Bolzano
ya había dado una función parecida (de la que no hay indicios que Weierstrass
supiera nada), pero hay una diferencia crucial. Bolzano simplemente había
presentado su ejemplo, mientras que gracias a sus definiciones puramente
formales Weierstrass tiene munición para demostrar realmente que su propia f(x) es
a la vez continua y no diferenciable. Otro avance importante: en el análisis
weierstrassiano, el ejemplo concreto siempre es coincidente con la demostración
general abstracta.

Como también se ha mencionado en §3c, a Bolzano y a Weierstrass


conjuntamente se les reconoce un gran teorema sobre los límites de una función
continua,[5.71] un teorema que es pertinente aquí en parte porque considera una
sucesión/serie infinita de números reales como un conjunto infinito de puntos de la
recta real (y los primeros tipos de conjuntos infinitos que interesarán a Georg
Cantor serán esos conjuntos de puntos). Aquí probablemente quiera usted recordar
las definiciones de intervalo, límites y cotas del G. E. I. Formalmente hablando, el
teorema de Bolzano-Weierstrass sostiene que todo conjunto de puntos infinito y
acotado contiene por lo menos un punto límite, que es un punto xn, tal que todo
intervalo que lo contiene también contiene ∞ miembros del conjunto
(semiextractado de Lavine, pág. 38). [5.72] Puede no parecerlo de inmediato, pero el
T. B. W. es una auténtica bomba. Por ejemplo, resulta que da un potente antídoto, y
sin infinitesimales, a la paradoja del sin-instante-siguiente de §4b (rompecabezas
que en sí mismo es consecuente con la alucinante densidad de los ∞ puntos de la
recta real).

Si le interesa esto, he aquí cómo funciona. El T. B. W. en realidad contiene


dos teoremas, uno de los cuales es de Bolzano, hacia 1830, y afirma que, dado un
intervalo cerrado [a, b], una función continua f(x) en [a, b] que sea positiva para
algún valor de x y negativa para algún otro valor de x tiene que ser igual a 0 para
algún valor de x.[5.73] Geométricamente, podemos entender esto viendo que una
curva continua que vaya de algún lugar por encima del eje x a algún lugar por
debajo del eje x en realidad tiene que cortar el eje x en algún punto. En términos de
rigor, el problema de Bolzano era que para demostrar este teorema tenía que
demostrar que todo conjunto acotado de valores/puntos debe tener una mínima
cota superior,[5.74] demostración que se iba a pique por la ausencia de teorías
coherentes sobre los límites y los números reales. De modo que, una vez más, en
realidad Bolzano solo pudo proponer su teorema y demostrar geométricamente
que era cierto. No pudo demostrarlo formalmente. Sin embargo, veinte años más
tarde, Karl Weierstrass usa su teoría rigurosa de los límites para demostrar el
«lema de la mínima cota superior» de Bolzano como parte de su propio teorema de
los valores extremos (T. V. E.), que es la otra gran parte del T. B. W. Es este teorema
de los valores extremos (= si una f(x) es continua en [a, b], entonces tiene que haber
por lo menos un punto en [a, b] donde f(x) tiene su valor máximo, M, y otro punto
en [a, b] donde f(x) tiene su valor mínimo, m), junto a la muy poderosa definición
de continuidad de Weierstrass, lo que proporciona una salida matemática de la
grieta del sin-instante-siguiente. A saber: como el tiempo es claramente una
función que fluye continuamente, [5.75] podemos suponer que hay un intervalo finito
[t1, t2] de longitud > 0 entre dos instantes cualesquiera t1 y t2, y ahora, gracias al
T. V. E., demostramos que hay un punto en [t1, t2] donde la función tiempo tiene su
valor mínimo m, y, por lo tanto, que ese tm será, matemáticamente hablando, el
instante inmediatamente posterior a t1.

A partir de este resultado, probablemente pueda usted ver cómo el teorema


de los valores extremos se podría utilizar contra la dicotomía de Zenón misma
(pues es una función continua prototípica). En el análisis weierstrassiano estricto,
sin embargo, el T. V. E. ni siquiera es necesario, pues la teoría aritmética de los
límites nos permite explicar —con pleno sentido— por qué la serie convergente +
+ + … + tiene suma 1.

§5e(1)
INTERPOLACIÓN SOBRE EL ANÁLISIS WEIERSTRASSIANO Y ZENÓN

Recordará que ya hemos intentado invocar y otras diversas soluciones


predecibles de la dicotomía, solo para descubrir que no «enuncian claramente las
dificultades involucradas», y aún menos explican cómo podemos llegar a cruzar la
calle. Ahora se pueden ignorar, más o menos, todos esos intentos anteriores,
aunque no hará ningún daño recordar o revisar la nota 35 de §2c y su explicación
acerca de cómo los decimales son representaciones de series convergentes. Además
de, por supuesto, las últimas páginas del §5e justo anterior. Así pues, aquí está una
respuesta a la dicotomía según el análisis weierstrassiano. [5.76]

De lo que habla realmente la dicotomía es de cierto número racional s (= la


anchura de la calle, la longitud de arco desde la falda hasta la punta de la nariz),
número que Zenón nos invita a aproximar mediante una serie de potencias
convergente de otros números racionales sn, donde n representa por sí mismo la
sucesión infinita 1, 2, 3,… Esto puede parecer opaco en lo abstracto, pero muchos
números racionales se pueden aproximar del mismo modo. El racional s , por
ejemplo, se puede aproximar mediante la siguiente serie convergente sn: + + + … +
. La dicotomía es solo un poco más engañosa que lo de , y parte de ese engaño se
puede mitigar hablando de la dicotomía «revisada» y más abstracta de §2b, donde
no hay tiempo ni longitud, sino simplemente cierta cantidad s de la que se toma la
mitad, de esta se toma la mitad, y de esta, la mitad, etc., hasta que las porciones
más pequeñas empiezan a igualar donde n es arbitrariamente grande.[5.77] Sumar
las porciones obtenidas de este modo nos da el sn de la dicotomía como la siguiente
serie de potencias convergente: sn = + + + … + . Y lo que hay que ver aquí es que
ese sn es una aproximación de 1 del mismo modo que 0,999… es una aproximación
de 1. Es decir, la suma de sn difiere de 1 solo en , y esa diferencia se hará
arbitrariamente pequeña al aumentar n indefinidamente.

Se admite que esos «arbitrariamente» e «indefinidamente» cauchyescos aquí


parecen vagos e insatisfactorios, y Zenón quiere que lo sean: quiere que quedemos
apabullados por el hecho de que hay un número infinito de términos en « + + +
…» y que en el mundo real nunca podemos acabar de sumarlos todos, en cuyo
caso ahora viene Weierstrass al rescate.

Un par de preliminares harán más fácil ver cómo funciona esto. En primer
lugar, sepa que el índice n también funciona como un número ordinal[5.78] de
cualquier término dado de la serie sn, es decir, que es el 1.er término, es el 4.º
término, es el 47.º término, etc. Observe, también, que la diferencia entre dos
términos sucesivos cualesquiera de sn se hace más y más pequeña al alejarnos cada
vez más en la serie. Donde la «diferencia» de esta última frase se puede representar
como una distancia en la recta numérica. Es decir, que estamos hablando de
intervalos.

O sea, que allá vamos. Sabemos que la suma de la sn de la dicotomía diferirá


de 1 solo en donde n = 1, 2, 3,… Para demostrar que 1 es realmente la suma de sn,
tenemos que demostrar que 1 es el límite de la función donde n = 1, 2, 3, …[5.79] Lo
demostramos mediante el planteamiento de Weierstrass «f(x) tiene límite L en un
punto xn si y solo si, para cualquier número positivo ε, existe un número positivo δ
tal que para cualquier x del intervalo |x − xn| < δ, |f(x) − f(xn)| < ε». Aquí L y xn son
ambas 1, f(x) es , y x puede ser cualquiera: la manera más simple de hacer la
demostración es dejar que x = el punto . Y recuerde (suponiendo que leyó la
interpolación de §5e) que la extraña sintaxis de la definición en realidad significa
que tenemos que ser capaces de hallar un δ para cada ε de modo que la conjunción
lógica (|x − xn| < δ) & (|f(x) − L| < ε) sea cierta. Luego, el único otro preliminar es
asegurarnos de que recordamos qué significan los símbolos de valor absoluto: |1 −
10| y |10 − 1|, ambos = 9, y que |f(x) − L| y |L − f(x)| también son equivalentes.
Weierstrass usa valores absolutos porque hablamos de intervalos en la recta
numérica, es decir, de la distancia numérica entre diferentes puntos, que es la
misma desde cualquier dirección. Aquí, lo que los «| |» nos permiten hacer es, a
efectos prácticos, intercambiar ambos términos de sustracción, lo cual hará que los
auténticos intervalos de la R. N. de los que estamos hablando sean más fáciles de
representar claramente.

Perdón por toda la verborrea: estamos haciendo que suene menos fácil de lo
que es realmente. Así, para demostrar que 1 es el límite de la función dicotómica ,
tenemos que hallar, para cualquier número positivo ε tal que el intervalo entre 1 y
es < ε, un positivo δ tal que & sea cierta. Lo cual resulta que no es difícil de hacer.
Respecto a ε y al segundo término de la conjunción, la situación es de algún modo
la contraria que en el ejemplo de la interpolación: nunca será falso, sin importar
qué valor positivo escoja usted para ε. Por ejemplo, supongamos que decide que ε
= 0,001. Entonces puede hacer que sea cierto haciendo que n sea igual a 10 (tal
como lo será en el décimo término de sn), en cuyo caso = , en cuyo caso = , en
cuyo caso = − = , lo cual es lo mismo que 0,0009765, que es ciertamente < 0,001. La
cuestión es que sin importar qué diminuto ε se escoja, se puede ajustar el valor de
n de tal modo que acabe siendo inferior a ε.
Así, el segundo término de la conjunción siempre va a ser cierto. Ahora todo
de lo que debemos preocuparnos es el primer término y encontrar un δ que haga
cierto para un ε dado. Obviamente, no tenemos la misma carte blanche para escoger
δ que teníamos para escoger ε, porque nuestra elección de ε determina el valor que
asignamos a n y, por lo tanto, a , y es que δ tiene que superar. Pero resulta que la
relación de dependencia entre escoger δ y ε simplifica la tarea de hallar una δ
relevante. Veamos de nuevo el ejemplo donde ε = 0,001 y así n = 10 y = . Aquí
necesitamos un δ positivo tal que < δ. En este caso particular, δ = 1 funcionará
perfectamente… y, de hecho, resulta que δ = 1 funcionará para cualquier valor
posible de ε. Probablemente puede ver por qué. Es porque todos los valores
posibles de los ε deben, por definición, ser positivos. Aunque ε se puede hacer más
y más pequeño, y cuanto más pequeño, mayor tiene que ser n para hacer que sea
inferior a ε, y cuanto mayor sea n, más próximo a 1 será . De todos modos, el
requisito de que ε sea > o asegura que será siempre < 1. Y como, sin importar que ε
escoja usted, δ = 1 asegura que la conjunción & será cierta, entonces el criterio
principal de la definición: «para cualquier número positivo ε, existe un positivo δ»,
se satisface.

Por lo tanto, = 1, por consiguiente, 1 es la suma de sn. Por lo tanto, usted


puede realmente cruzar la calle.

La confusión central de la dicotomía queda ahora al desnudo: la tarea de


desplazarse del punto A al punto B no involucra subtareas necesarias, sino más
bien una sola tarea cuyo «1» puede ser aproximado con validez mediante una serie
infinita convergente. Es la mecánica de esa aproximación lo que el análisis
weierstrassiano es capaz de explicar, es decir, explicar realmente, 100%
aritméticamente, sin infinitesimales, analogías, o cualesquiera ambigüedades del
lenguaje natural de las que buscaba Zenón. No resulta nada pobre decir que, tras
Weierstrass, la dicotomía se convierte simplemente en un problema de definición
más.

Pero hay algo más. La demostración que acabamos de ver es inusualmente


detallada. En una clase de nivel intermedio, las demostraciones de que = 1 o de
que = 0 raramente entran en los intervalos de Weierstrass o los ε/δ. Han pasado a
ser de algún modo los cimientos ocultos de los conceptos de límite, su justificación
deductiva. El concepto mismo sigue siendo expresado en términos del lenguaje
natural como «indefinidamente» y «tiende a». Lo cual probablemente es bueno. En
lugar de un tocho más acerca de respuestas técnicas o genuinas, observemos
simplemente que en una clase de matemáticas estándar una solución de la
dicotomía se detendrá básicamente tras el 2.º párrafo de §5e(1). Es decir, en una
clase de matemáticas se expondrá la serie convergente sn = + + + … + , se indicará
que la diferencia entre sn y 1 es , se demostrará que esta diferencia se vuelve
arbitrariamente pequeña al aumentar n indefinidamente, y se enseñará que el
modo adecuado de manejar una serie como esta es «diciendo que la suma sn se
aproxima al límite i cuando n tiende a infinito, y escribiendo 1 = + + + + …» (Courant
y Robbins, pág. 64). Lo que está entre comillas es de un auténtico libro de texto,
edición revisada © 1996, cursiva sic. El mismo texto continúa:

Esta «ecuación» no significa que realmente tengamos que sumar infinitos


términos; es solo una expresión abreviada del hecho de que 1 es el límite de la
suma finita sn cuando n tiende a infinito (en ningún caso es infinito). El infinito
aparece solo en el procedimiento sin fin y no como una cantidad real (ibíd).

Dejemos claro, de una manera muy calmada y discreta, que si usted piensa
que puede detectar un tufillo aristotélico en todas esas urgentes garantías de que el
∞ no tiene que ser tratado «como una cantidad real» en problemas como la
dicotomía, no está imaginando cosas. Ni tampoco es cuestión del modo
prefabricado en que las matemáticas se enseñan hoy a los estudiantes
universitarios. Es más profundo que todo eso, y más antiguo. Algo notable acerca
del análisis y la teoría de funciones del siglo XIX es que cuanto más sofisticados se
volvían, más asombrosamente iba pareciéndose su tratamiento del ∞ al viejo y
canoso concepto aristotélico de «potencialidad». Y la cima de dicha sofisticación, y
de ese parecido, es el análisis weierstrassiano.

Si, a pesar de todo, por algún azar adicional se ha dado usted cuenta de que
la dicotomía y sus pretendidas soluciones de aula y pizarra involucran solo
números racionales y la recta numérica —sin olvidar que los ε y δ ejemplarizantes
de nuestra propia demostración en §5e también han sido todos racionales—
entonces está usted en situación de valorar una especie de encantadora ironía.
6

§6a.

En definitiva, más importante que cualquier resultado específico es el


espíritu según el cual Weierstrass redefine los límites y las funciones continuas. Es
decir, su compromiso con el rigor fundacional, la higiene apodíctica, etc. Su propia
aritmetización del análisis es 100% literal. Apunta no solo a eliminar los conceptos
geométricos y la intuición inductiva de las demostraciones, sino también a basar
todas las matemáticas poscálculo en el sistema de los números reales del mismo
modo en que lo está la aritmética. Pero el sistema de los números reales significa la
recta real, que como hemos visto no está exactamente desprovista de grietas de
tipo ∞.

Los historiadores de las matemáticas expresan esto de varias maneras, por


ejemplo, Kline: «Fue Weierstrass el primero en indicar que para establecer
cuidadosamente las propiedades de las funciones continuas necesitaba la teoría del
continuo aritmético» (Kline, pág. 979), o Bell: «Los irracionales que nos dan los
conceptos de los límites y la continuidad, de los cuales surge el análisis, deben
referirse de nuevo a los enteros mediante un firme razonamiento» (Bell, pág. 419).
Lo destacado es la ironía prometida al final de §5: el concepto riguroso de límite
dado por Weierstrass, que parecía final y coherentemente haber eliminado del
análisis la necesidad de cantidades de tipo y , resulta que a su vez necesita una
teoría rigurosa y clara de los números reales, es decir, de los irracionales y el
continuo de la recta real. Con respecto a lo cual véase la frase del filósofo
matemático Shaughan Lavine: «Y esa teoría prontamente reintrodujo el infinito en
el análisis. El viejo infinito de las cantidades infinitesimales e infinitas fue
simplemente sustituido por el nuevo infinito de las colecciones infinitamente
grandes» (Lavine, pág. 38).

La verdad es que hay varias razones diferentes e interrelacionadas por las


que los números irracionales/reales se convierten ahora en un problema puntero y
apremiante. Uno de ellos, como se acaba de mencionar, es fundacional. Otro tiene
que ver con las aplicaciones: resulta que los ε y δ weierstrassianos que aparecen en
los límites de problemas del mundo real son a menudo irracionales, haciendo que
la cuestión de los ε y δ sea mucho más difícil de establecer. Además, están el antes
mencionado P. C. G. S. F., la pérdida de fe en los axiomas de Euclides, etc. También
está el hecho de que el nuevo énfasis de las matemáticas en el rigor y la coherencia
formal pone de relieve un problema lógico en el modo de tratar los irracionales ya
desde que la Divina Hermandad los descubriera por primera vez en §2c. Ese
descubrimiento, como vimos, fue geométrico —lo cual significa magnitudes
inconmensurables, √2, cocientes eudoxianos, etc.— y las definiciones de los
irracionales utilizadas en matemáticas han sido geométricas desde entonces. Esa
práctica era, en los translúcidos términos de Bertrand Russell,

altamente ilógica, pues si la aplicación de números al espacio [geométrico]


debe dar algo más que tautologías, los números aplicados deben definirse
independientemente, y si no fuera posible nada más que una definición
geométrica, no habría, hablando con propiedad, tales entes aritméticos como la
definición pretende definir (Russell, Principles of Mathematics, pág. 278).

Argumento que costaría demasiado tiempo examinar en detalle, pero puede


verse la tendencia general.

Así que lo que ocurre es que en las décadas de 1860 y 1870 varios
matemáticos empiezan a intentar obtener teorías rigurosas de los
irracionales/reales. Aquí los grandes nombres incluyen a William Rowan Hamilton,
H. Kossak, Karl Weierstrass, Ferdinand Lindemann, H. C. R. Méray, Georg Cantor,
Η. E. Heine, y Richard Dedekind. Adivine en cuáles estamos interesados.

En primer lugar, trabajando aparentemente a partir de ideas que había


bosquejado en sus clases en la Universidad de Berlín, algunos de los alumnos y
seguidores de Weierstrass intentan usar sus definiciones clave para intentar definir
un número irracional como, esencialmente, el límite de un tipo particular de series
infinitas de números racionales. La técnica de las definiciones es convulsivamente
técnica, pero por fortuna ni siquiera tenemos que entrar en ello porque resulta que
la teoría no funciona: es circular. [6.1] Esto es así porque el límite irracional de
Weierstrass no puede existir, lógicamente hablando, hasta que haya una definición
de los números irracionales. Aquí «existir» significa precisamente lo que Russell
quiere decir justo antes cuando dice que «no habría tales entes geométricos como la
definición [geométrica] pretende definir». No se puede usar coherentemente el
concepto de número irracional en la definición de «número irracional» como no se
puede definir coherentemente «negro» como «el color de un perro negro». Así, en
pocas palabras, los esfuerzos de los weierstrassianos en realidad nunca llegaron a
ninguna parte.

La teoría del propio Cantor acerca de los números reales surge en el contexto
de su trabajo sobre algo llamado el teorema de unicidad (T. U.) para series
trigonométricas, y hay buenas razones para esperar un poco a hablar de él.

El plan más potente, significativo y extraño para definir los irracionales es el


de Julius W. R. «Richard» Dedekind, 1831-1916, que es una docena de años más
joven que Weierstrass pero muy parecido a él. Una persona afable y equilibrada
que dedica su vida principalmente a dar clases en Hochschulen, técnicas en
Brunswick y Zurich. Un soltero empedernido [6.2] que vive con su hermana.
Dedekind vive hasta una edad tan avanzada y es tan apreciado por los demás que
aparece en todas las matemáticas modernas: alumno de Dirichlet y Gauss en
Göttingen, editor de la Zahlentheorie de Dirichlet, amigo de toda la vida de
Riemann, semiweierstrassiano, colaborador temprano con Leopold Kronecker en
geometría algebraica, colaborador y amigo de Georg Cantor; y no era fácil ser
amigo de Cantor. Una historia favorita entre los matemáticos es que Dedekind fue
tan increíblemente longevo que en el famoso Calendario Matemático de Teubner
figuró durante un tiempo que había muerto cierto día de 1899, hasta que,
finalmente, un año Dedekind le escribió al editor que estaba vivo y que además
había pasado el día en cuestión «en estimulante conversación sobre “sistema y
teoría” con mi invitado del almuerzo y honrado amigo Georg Cantor de Halle»
(traducción extractada, y algo editada, de Bell, pág. 519).

La fecha de publicación de la famosa obra de Dedekind «Continuidad y


números irracionales»[6.3] es 1872. En parte es una respuesta a la propia definición
de Cantor de los irracionales, que había aparecido como parte de un extenso
artículo sobre el teorema de unicidad ese mismo año. Pero resulta evidente que
Dedekind tenía su teoría básica a punto tan tempranamente como en 1860. Como
Weierstrass (y a diferencia de Cantor), no es muy ambicioso respecto a publicar sus
materiales. La motivación de Dedekind, de nuevo como la de Weierstrass, venía de
enseñar cálculo en la universidad: se había sentido cada vez más incómodo con el
uso de conceptos geométricos indefinidos para definir los límites y la continuidad.
Pero en vez de centrarse en la aritmetización de los límites, Dedekind en cierto
modo profundiza más, va al problema raíz que había preocupado a Zenón, la
D. H. P., Eudoxo, Aristóteles y Bolzano, y había acechado al análisis desde el
teorema fundamental. El problema: cómo obtener una teoría 100% aritmética de lo
que se supone que el cálculo se ocupa —continuidad pura, como la del
movimiento y constructos geométricos continuos como líneas y áreas y volúmenes
—[6.4] pero nunca había definido con suficiente claridad y rigor para hacer que sus
demostraciones tuvieran realmente sentido.

La entidad que Dedekind elige como emblema de la continuidad aritmética


es la buena y vieja recta real, la cual técnicamente aún deberíamos llamar la recta
numérica, pues solo tras el establecimiento de lo que se llama el axioma de Cantor-
Dedekind se convierte en rigurosamente correcto hablar de la recta real.
Llamémosla, pues, la recta numérica (Dedekind simplemente la llama L), y
recuérdese de §2c que es ordenada e infinitamente densa y extensa, y que puede
usarse para representar los números racionales asignando a cada número racional
un punto único de la recta. Y, sin embargo, que toda la razón por la que el análisis
necesita algo más que los números racionales es que la recta numérica, como todas
las rectas, es continua de un modo en que el conjunto de todos los racionales no lo
es. La manera que tiene Dedekind de expresar esto se remonta directamente a los
griegos: «Sin embargo, es de la máxima importancia el hecho de que en la recta L
hay infinitos puntos que no corresponden a ningún número racional» (Dedekind,
pág. 8), y cita como ejemplo la buena y vieja diagonal del cuadrado unidad. De
modo que su estrategia es simplemente explicar qué tiene L que la haga continua y
sin huecos mientras que el conjunto infinitamente denso de los números racionales
no lo es. Por supuesto, sabemos, como él y todos los demás por aquel entonces, que
son los números irracionales, pero nadie ha sido capaz de definirlos directamente.
Así que Dedekind aquí va a hacer de Sócrates y a actuar como si nunca hubiera
oído hablar siquiera de los irracionales y simplemente preguntara: ¿En qué reside
exactamente la continuidad de L?[6.5] Es su respuesta a esta cuestión lo que
convierte a la recta real en una realidad matemática y establece, junto a Cantor, que
el conjunto de todos los números reales compone el continuo.

§6b.

INTERPOLACIÓN

Conocido hoy como corte de Dedekind, el recurso de R. D. para construir la


recta real es extremadamente ingenioso y extraño, y antes de que sucumbamos a
sus complejidades vale la pena indicar que en un sentido profundo es la voluntad
de Dedekind de tratar el infinito real lo que permite que su demostración siga
adelante. Como se ha mencionado en §5 y en otras partes, una de las razones por
las que el concepto de límite fue tan bien recibido en el análisis era que se ajustaba
bien a la vieja idea del infinito potencial: la idea de que el ∞ es algo a lo que nos
podemos «aproximar» sin tener que llegar nunca realmente hasta él parece sacada
directamente de la Metafísica. La aceptación tácita por las matemáticas de la
distinción aristotélica se hace explícita en una frase muy citada de Karl Friedrich
Gauss (sí: el Gauss de Dedekind) hacia 1830:

Protesto por el uso de una cantidad infinita como un ente real; esto no se
admite nunca en matemáticas. El infinito es solo una manera de hablar, en la cual
uno habla propiamente de límites hacia los cuales ciertas razones pueden
aproximarse tanto como se desee, mientras que a otras se les permite aumentar sin
restricciones (Gauss, extractado por Kline, pág. 993).

Y así, por supuesto, es irónico que solo un par de décadas después de que
Weierstrass despoje a los límites de las últimas sombras del ∞ empecemos a ver
matemáticos de primera fila que no solo aceptan el infinito real, sino que lo usan en
las demostraciones. Dedekind es uno de ellos. Y no es que quede persuadido por
Cantor o por Bolzano o por nadie más de la coherencia de los conjuntos infinitos.
Dedekind es, tal como se definió el término en §2a, un platónico. Cree claramente
que la realidad matemática no es tan empírica como cognitiva:

Al hablar de la aritmética (el álgebra, el análisis) como una parte de la lógica,


mi intención es dar a entender que considero el concepto de número
completamente independiente de las nociones o intuiciones del espacio y el
tiempo, que lo considero un resultado inmediato de las leyes del pensamiento
(Dedekind, pág. 31).

O quizá sea mejor llamarle un fenomenólogo, pues la distinción acerca de si


las realidades matemáticas son creaciones o descubrimientos no parece importarle
mucho a Dedekind: «Los números son creaciones libres de la mente humana;
sirven como medio para aprehender más fácilmente y más nítidamente la
diferencia entre las cosas» (ibíd.).

O mire esto. En un ensayo complementario a «Continuidad y números


irracionales» que se traduce habitualmente como «El significado y la naturaleza de
los números»,[6.6] Dedekind desarrolla una notable demostración de su
«Teorema 66. Existen sistemas infinitos» que consiste en lo siguiente: «Mi propio
reino de pensamientos,[6.7] es decir, la totalidad S de todas las cosas que pueden ser
objetos de mi pensamiento, es infinito. Pues si s significa un elemento de S,
entonces el pensamiento s', que s puede ser un objeto de mi pensamiento, es él
mismo un elemento de S,…» (ibíd., pág. 64, ligeramente editado) y así
sucesivamente, de modo que la serie infinita ([s] + [s es un objeto del pensamiento]
+ [«s es un objeto del pensamiento» es un objeto del pensamiento] + …) existe en el
Gedankenwelt, lo cual implica que el Gedankenwelt mismo es infinito. Respecto a esta
demostración, observe (a) su gran parecido con varias RIV al estilo de Zenón que
habíamos visto en §2a, y (b) cuán fácilmente podríamos objetar que la
demostración solo establece que el Gedankenwelt de Dedekind es «potencialmente
infinito» (y en el preciso sentido aristotélico del término), pues nadie podrá jamás
sentarse y pensar realmente en una serie infinita completa de pensamientos del
tipo (s + s' + s''), es decir, la serie es una abstracción total.

La cuestión es que la demostración de Dedekind en «El significado y


naturaleza de los números» no va a convencer a nadie que no esté ya dispuesto a
admitir la existencia[6.8] de sistemas/series/conjuntos… realmente infinitos, y tanto
Dedekind como Cantor lo están. Al 100%. Sin embargo, a diferencia de Dedekind,
Cantor tiende a representarse a sí mismo como si le hubieran arrastrado gritando y
pataleando hacia el ∞ real. Por ejemplo:

La idea de considerar lo infinitamente grande no solo en la forma de la


magnitud ilimitadamente creciente y en la forma estrechamente relacionada de las
series infinitas convergentes […] sino también fijarla matemáticamente mediante
números en la forma definida del infinito completado me sobrevino como una
obligación lógica, casi contra mi voluntad, pues era contraria a unas tradiciones
que había llegado a considerar muy valiosas en el curso de varios años de esfuerzo
científico e investigaciones (Cantor, «Foundations of the Theory of Manifolds»,
págs. 75-76).

Una parte de esa diferencia en la presentación es que Georg Cantor era un


retórico más hábil que Richard Dedekind, y otra parte es que tenía que serlo:
Cantor estaba en el frente de la guerra por el ∞ de un modo en que Dedekind
nunca lo estuvo.

Otra cosa a tener en cuenta, sin embargo, es que las matemáticas transfinitas
de Cantor acabarán socavando totalmente las objeciones aristotélicas, como la
anterior (b), a la demostración de Dedekind, pues la teoría de Cantor constituirá
una evidencia directa de que los conjuntos realmente infinitos pueden ser
entendidos y manipulados, verdaderamente tratados por el intelecto humano, igual
que la velocidad y la aceleración son tratados por el cálculo. Así, algo a valorar
desde el principio es que, por muy abstractos que puedan ser los sistemas infinitos,
después de Cantor está claro que no son abstractos del modo real/irreal en que lo
son los unicornios.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN

§6c.

Volvamos a la táctica inicial de Dedekind de preguntar qué distingue la


continuidad de la recta numérica L. Resulta que tanto Galileo como Leibniz y
Bolzano habían intentado postular que la continuidad de L se basaba realmente en
la densidad infinita de sus puntos constituyentes, es decir, en el hecho de que entre
dos puntos cualesquiera de la R. N. siempre se puede hallar un tercer punto. Como
hemos visto, sin embargo, la misma característica vale para todos los racionales de
la forma ,[6.9] y como (1) todo número racional se puede expresar en la forma , [6.10] y
(2) ya sabemos que el conjunto de todos los racionales no es continuo, Dedekind
descarta la idea de que la continuidad de L resida en algún tipo de densidad o
«estrecha vecindad»: «Mediante vagos comentarios acerca de la conexión
ininterrumpida de las más pequeñas partes [de L] obviamente no se gana nada; el
problema es indicar una característica precisa de la continuidad que pueda servir
como base para deducciones válidas» (Dedekind, págs. 10-11).

El golpe de efecto de Dedekind es situar esta «característica precisa» no en la


densidad o la cohesión de L, sino más bien en una propiedad contraria, la
separabilidad, a su vez una consecuencia del hecho de que la recta numérica sea
ordenada y sucesiva, es decir, que cada punto de la R. N. está a la derecha de todos
los puntos correspondientes a números inferiores y a la izquierda de todos los
puntos correspondientes a números superiores. Esto significa que en cualquier
punto en particular podemos, en cierto modo, cortar [6.11] la recta numérica en dos
partes, dos conjuntos infinitos mutuamente exclusivos, [6.12] A a la derecha y B a la
izquierda, donde todo número racional de B es mayor que todo número racional
de A. Respecto a esto, «Continuidad y números irracionales» (que es, como se ha
mencionado, el nombre informal para un artículo matemático técnico) tiene un
aparte del tamaño de un párrafo donde Dedekind en cierto modo da un puntapié
en el suelo y pretende disculparse por lo poco convincente y obvio que lo del
schnit debe de parecer, por ejemplo: «[L]a mayoría de mis lectores quedarán muy
decepcionados al saber que es mediante ese comentario banal que el secreto de la
continuidad será revelado» (ibíd., pág. 11). El comentario al que se refiere es el
recíproco lógico de la afirmación anterior acerca de la separabilidad, es decir:

Si todos los puntos de la recta caben en dos categorías tales que todo punto
de la primera categoría se halla a la izquierda de todo punto de la segunda
categoría, entonces existe un punto, y solo uno, que da lugar a esta división de
todos los puntos en dos categorías, dividiendo la recta en dos porciones (ibíd.).

Lo que esto significa es que al definir los miembros y las cotas de los
conjuntos A y B, se puede definir el valor del punto en el cual se corta L en las
partes A y B. Y, como usted recordará de §2c, definir un punto es definir un
número.

Solo que, como la recta en cuestión es la recta numérica y representa solo los
números racionales, es justo preguntar cómo va a ser posible que el schnit ayude a
definir los números irracionales, los cuales, por supuesto, son el verdadero «secreto
de la continuidad». Que cada número racional corresponderá a un schnit pero no
cada schnit corresponderá a un número racional podría parecer simplemente otro
modo de formular la aseveración según la cual no podemos definir irracionales en
términos de racionales. La respuesta es que Dedekind puede construir literalmente
la definición de cada número irracional a partir de las características de los dos
conjuntos en los que divide la recta. El método funciona como sigue.

Considere un schnit en la R. N. que divide toda la ∞ de números racionales


en dos conjuntos A y B tales que todos los elementos b de B son mayores que todos
los elementos a de A. De forma más específica, considere si estos A y B pueden
tener elementos máximos/mínimos.[6.13] Dependiendo de dónde y de cómo se
defina el schnit, hay solo tres posibilidades, de las cuales solo una puede ser cierta.
Posibilidad 1 = El conjunto A tiene un elemento máximo a' (como en el caso, por
ejemplo, en que el corte A contiene todos los números racionales ≤ 2 y B contiene
todos los números racionales > 2). Posibilidad 2 = El conjunto B tiene un elemento
mínimo b' (como en el caso, por ejemplo, en que el corte A contiene todos los
números racionales < 2). Posibilidad 3 = No hay un elemento máximo de A ni un
elemento mínimo de B.*

*MINIINTERPOLACIÓN
Respecto a que estas sean las únicas tres opciones, probablemente ya puede
usted ver que no hay ningún modo en que el conjunto B pueda tener jamás un
elemento máximo, porque B lo contiene todo desde el schnit hasta el ∞. Y la L de
Dedekind es la recta real y también incluye todos los racionales extendiéndose
hacia la izquierda desde 0, así que A lo contiene todo desde −∞ hasta el schnit y no
puede tener un miembro mínimo. Pero en caso de que se esté preguntando por qué
no puede haber una Posibilidad 4 en la cual haya a la vez un miembro máximo a'
de A y un miembro mínimo b' de B, hay una manera fácil de demostrar que esto no
es posible. Es una demostración por reducción al absurdo, así que vamos a suponer
que existe un a' máximo y también un b' mínimo. Pero esto significa que existirá
cierto número racional, igual a , que es a la vez mayor que a' y menor que b', y,
por lo tanto, no puede ser miembro ni de A ni de B. Pero A y B han sido definidos
de tal modo que juntos contienen todos los números racionales. Por lo tanto, la
Posibilidad 4 es contradictoria.

Pero entonces, ¿por qué la Posibilidad 3 no es contradictoria de la misma


manera?

DRAMÁTICO FINAL DE LA MINIINTERPOLACIÓN

Enunciado informalmente, el ejemplo de Dedekind para la Posibilidad 3 es


un schnit cuyo conjunto A contiene todos los números racionales negativos y todos
los racionales positivos x tales que x2 < 2, y cuyo conjunto B contiene todos los
racionales positivos x tales que x2 > 2. Si se puede demostrar que ningún número
racional corresponde a este schnit, habremos definido cierto número irracional, en
este caso el milenariamente inconmensurable √2.[6.14]

Ya hemos visto, en §2c, una demostración de que √2 no es racional. [6.15]


Podríamos dormirnos en estos laureles. Pero Dedekind no lo hace, y proporciona
su propia demostración específica de que el schnit del ejemplo de la Posibilidad 3
no corresponde a ningún número racional. Vamos a verla. Puede que todos
queramos respirar a fondo un momento y relajarnos y estar muy atentos. La de
Dedekind es una demostración por reducción al absurdo y, por lo tanto, empieza
suponiendo que sí existe un racional x correspondiente al schnit de la
Posibilidad 3. Si ese x existe, entonces, por la definición del conjunto A, o bien x es
el elemento máximo de A, o bien es mayor que cualquier elemento de A (o sea, que
está en B). En todo caso, cualquier número que sea mayor que x (llamémosle x+)
por definición va a pertenecer con absoluta seguridad a B, lo cual significa que (x+)2
debe ser > 2. Entonces, si para cierto x podemos dar un x+ mayor que x de tal modo
que (x+)2 < 2, la suposición inicial de que x es racional quedará contradicha.

De modo que aceptemos las anteriores especificaciones de x y x+, y


definamos cierto número positivo p como igual a (2 − x2), y definamos x+ como
igual a . Esta última definición puede parecer un poco extraña, pero puede usted
verificar fácilmente que dadas las especificaciones originales y el valor de p, será
mayor que x, de modo que se mantiene la crucial relación x+ > x. Ahora lo que
queda de la demostración son solo buenos y viejos cálculos escolares:

(1)(x+)2 =

(2) = . Como x es por definición mayor que 1, x2 > x, de modo que , y así

(3) . Haciendo que 16 sea el denominador común, se obtiene

(4) . Como, por definición, p = (2 − x2), entonces claramente x2 = (2 − p); así


que por sustitución la cantidad de (4) se convierte en

(5) , que tras multiplicar constantes se convierte en

(6) , que tras desarrollar el paréntesis del 2.º término da

(7) , lo cual bastante obviamente se reduce a

(8) , lo cual es lo mismo que

(9) , cantidad que, al ser p > 0 por definición, siempre va a ser < 2. Así,
mediante los pasos (1)-(9) (destacando en particular los pasos (1), (3) y (9)), hemos
determinado que

(10)(x+)2 < < 2, lo cual, por la ley básica de la transitividad, significa que

(11)(x+)2 < 2, que es precisamente lo que necesitábamos para contradecir la


suposición inicial de que el schnit correspondía a un racional x. Y esto quiere decir
que no corresponde a ningún racional x. Q. E. D.

Dedekind, justo tras la demostración: «En esa propiedad de que no todos los
cortes son producidos por números racionales consiste lo incompleto o la
discontinuidad del dominio de todos los números racionales» (ibíd., pág. 15,
editado).

Pero esto no es ni la mitad del asunto. El truco del schnit permite que los
números irracionales se definan completamente en términos de los racionales, que
es el único modo de elaborar una teoría deductiva y 100% rigurosa de los números
reales. La definición, en lenguaje asequible, es que un número irracional es el valor
de un punto en el cual un schnit divide la R. N. en dos conjuntos A y B
bilateralmente exhaustivos que respectivamente no tienen elemento máximo o
elemento mínimo.[6.16] Es esta definición la que crea el continuo —es decir, el
conjunto de todos los números reales— y transforma la recta numérica en la recta
real.[6.17] Lo que es especialmente genial e ingenioso es que la técnica de Dedekind
usa justamente lo que había hecho tan misteriosos a los irracionales —su
correspondencia a puntos innominables de la recta numérica— como parte de su
definición rigurosa.

§6d.

Por supuesto, la teoría de Dedekind también presupone la existencia de


conjuntos realmente infinitos. Más que presuponer: mediante el truco del schnit, la
definición formal de un número real se convierte en «Cierto par de conjuntos
infinitos con ciertas características particulares». Hay cierto número de potenciales
rarezas de las que nos podemos dar cuenta en este punto. En primer lugar, dada la
larga y muy documentada alergia de las matemáticas a los ∞ reales, la teoría de
Dedekind bien podría verse simplemente como la sustitución de una cantidad de
tipo indefinible por otra, es decir, como invocar, para fundamentar y definir los
irracionales, la idea oculta de no uno sino dos conjuntos inimaginablemente
enormes y, aun así, precisamente ordenados, cada uno de ellos infinito de algún
modo pero a la vez limitado muy específicamente. Lo cual podría chocarle una vez
más como algo demasiado parecido a Zenón. Si es así, guárdese esa idea.

Segunda rareza: Si es usted inusualmente atento e inmune al aburrimiento,


puede que ya haya notado un sorprendente parecido entre la teoría de Dedekind y
lo de la conmensurabilidad geométrica de Eudoxo de Cnidos que vimos en §2d.
Con respecto a lo cual, por favor, recuerde o revise §2d y vea que el concepto de
schnit ahora ayuda a hacer más claro cómo la definición por Eudoxo de «razón»
funciona para designar números irracionales: el número expresado por la razón es
irracional (o sea, p y q son inconmensurables) justo cuando, para cualquier número
racional , la disyunción (ap < bq) o (ap > bq) es cierta,[6.18] o sea ap ≠ bq. No hay aquí
acusación alguna de que Dedekind plagiara a Eudoxo o ni siquiera de que
necesariamente supiera algo de él. Véase, por ejemplo, el prefacio de «La
naturaleza y significado de los números», en el cual Dedekind cita la eudoxiana
Definición 5 de los Elementos sin ningún conocimiento evidente de dónde la obtuvo
Euclides. Esta cita subraya la gran diferencia entre Dedekind y Eudoxo, así como
entre las matemáticas griegas y el análisis moderno:

[S]i uno contempla el número irracional como la razón de dos cantidades


mensurables,[6.19] entonces esta manera [= la del mismo Dedekind] de determinarlo
está ya descrita de la manera más clara posible [6.20] en la celebrada definición que da
Euclides de la igualdad de dos razones (Elementos, V, 5) (ibíd., editado).

La diferencia está en la condición inicial «Si… cantidades mensurables».


Eudoxo y Euclides eran (otra vez) geómetras, y para ellos el problema de los
irracionales incluía magnitudes geométricas como rectas/áreas/volúmenes.
Mientras que el proyecto general de Dedekind (como, de nuevo, el de Weierstrass
mismo) es huir de la geometría y fundamentar el análisis totalmente en la
aritmética.[6.21]

Por esto, Dedekind dice una y otra vez que la R. N. y los puntos geométricos
en su teoría del schnit son solo para entretenimiento. En realidad, su antes
mencionado prefacio contiene una de las declaraciones más conmovedoras jamás
escritas sobre la estética de la aritmetización, a saber: «Aún me parece más bello
que sin ninguna noción de cantidades mensurables y simplemente mediante un
sistema finito de sencillos pasos del pensamiento el hombre pueda avanzar hacia la
creación del dominio numérico continuo puro» (ibíd., pág. 38 [puntuación sic]).

Por otro lado, si resulta correcto decir que la intervención de conjuntos


realmente infinitos en una definición matemática involucra solo «un sistema finito
de pasos del pensamiento» es una cuestión justa, esto nos lleva de nuevo al asunto
que pusimos sobre la mesa hace dos párrafos. Si resulta que usted presenta
objeciones al uso de conjuntos infinitos en una definición rigurosa porque le parece
que tales conjuntos de tipo realmente ∞ son matemáticamente irreales/ilícitos,
entonces usted es, por supuesto, un aristotélico/gaussiano y contará como su
defensor n.º 1 al profesor Leopold Kronecker (1823-1891), que como se ha
mencionado fue una vez el mentor de Georg Cantor y después su archienemigo y
la persona que algunos historiadores piensan que más o menos por sí sola le
condujo a la locura, y quien (= Kronecker) fue básicamente el primer intuicionista
de las matemáticas, y que creía que solo los enteros eran matemáticamente reales
porque solo ellos eran «claros a la intuición», lo cual significaba que los decimales,
los irracionales y ciertamente los conjuntos infinitos eran todos unicornios
matemáticos. En la historia de las matemáticas, la figura de Kronecker a menudo se
resume mediante su máxima «Solo los enteros son una creación de Dios; todo lo
demás es obra del hombre», del mismo modo en que la figura de D’Alembert
queda resumida por «Siga adelante y la fe vendrá», y la de Arquímedes, por
«¡Eureka!».[6.22] Veremos más de lo que probablemente quiere usted oír acerca de
Leopold Kronecker y el intuicionismo dentro de unos §. Por ahora basta saber que
así como Weierstrass, Dedekind y algunos colegas quieren eliminar la geometría
del análisis y basarlo todo en el sistema de los números reales, Kronecker va
incluso más allá y quiere basar el análisis solo en los enteros y en los racionales
expresados como razones de enteros.

Así que volviendo ahora a la objeción específica no-se-pueden-usar-


conjuntos-infinitos-en-una-definición a la teoría de Dedekind de los números
reales. Hay por lo menos dos maneras no triviales de responder a esto. La primera
es decir (de acuerdo con la nota 21) que la teoría de Dedekind en realidad no nos
exige tratar conjuntos infinitos en el sentido especial de «tratar» descrito en §1.
Estrictamente hablando, la técnica del schnit no presupone ∞ reales más de lo que
lo hace « ». Lo cual equivale a decir que los conjuntos infinitos A y B de la teoría
de Dedekind son completamente abstractos, hipotéticos: no tenemos que contarlos
ni representarlos o ni siquiera pensar en ellos más allá de saber que B > A y decidir
si existe un a' máximo, un b' mínimo o ninguno.

Si esta respuesta no le emociona demasiado y todavía le parece que todo lo


que la definición supuestamente rigurosa de Dedekind está haciendo es sustituir la
imprecisión matemática de los números irracionales por la de los conjuntos
infinitos, entonces es oportuno indicar que coincidiendo con la aparición de
«Continuidad y números irracionales», Cantor está empezando a publicar trabajos
que dan precisión justo al tipo de conjuntos realmente infinitos que Dedekind está
postulando. Como se insinuó en los § 1 y 4, la aparición casi simultánea de Cantor
y Dedekind en las matemáticas es más o menos como lo de Newton y Leibniz, una
señal segura de que era el «momento adecuado» para los conjuntos de tipo ∞. Igual
de impresionante es la manera escheriana en que se superpone la obra de ambos
hombres.[6.23] Cantor es capaz de definir y fundamentar los conceptos de «conjunto
infinito» y «número transfinito», y de establecer técnicas rigurosas para combinar y
comparar diferentes tipos de ∞, que es justamente donde la definición de Dedekind
de los irracionales necesita apuntalarse. Recíprocamente, la técnica del schnit
demuestra que los conjuntos realmente infinitos pueden tener verdadera utilidad
en el análisis. En otras palabras, que por muy sensitiva y cognitivamente abstractos
que deban permanecer, los ∞ a pesar de todo pueden funcionar en las matemáticas
como abstracciones prácticas y no solo como extraños divertimentos paradójicos.[6.24]

También la coincidencia en el tiempo es casi inquietante. Dedekind se entera


por primera vez de la existencia de Georg Cantor el mes de marzo de 1872, cuando
lee su obra «Über die Ausdehnung eines Satzes aus der Theorie der
trigonometrischen Reihen»[6.25] en una importante revista mientras está dando los
toques finales a «Continuidad y números irracionales», en el último borrador del
cual añade una cita de Cantor y un «gracias de corazón» a «este ingenioso autor»
cuyo artículo contiene una teoría de los irracionales* que «… está de acuerdo,
aparte de la forma de la presentación, con lo que designo como la esencia de la
continuidad» (Dedekind, pág. 3, editado). Luego, más tarde ese mismo año se
conocen, por casualidad, cuando están de vacaciones en Suiza. Chocan el uno con
el otro, literalmente. Cantor es privatdozent en la Universidad de Halle, y Dedekind
da clases de bachillerato en Brunswick. [6.26] Congenian inmediatamente y empiezan
a cartearse, y muchos de los resultados más significativos de Cantor se desarrollan
en esas cartas. Pero nunca son auténticos colaboradores, y aparentemente tienen un
gran desacuerdo en 1880, cuando Cantor se las arregla para conseguirle a
Dedekind una plaza de profesor en Halle y este la rechaza (aunque deben de
haberlo resuelto con el tiempo si en 1899 tienen largas sobremesas tras comer
juntos). De nuevo, nos saltamos la mayor parte de esas cosas personales.

§6e.

*INTERPOLACIÓN SEMI-SEI

La teoría de los irracionales de Georg Cantor, que como se ha mencionado


está principalmente en el «Über […] Reihen» de 1872, es a la vez técnicamente
compleja y, en definitiva, menos relevante que el trabajo sobre teoría de conjuntos
del que forma parte,[6.27] y dependiendo de su cociente general puede que usted no
quiera hacer más que echarle una ojeada a la siguiente explicación, que ocupa un
complicado nicho retórico y ha sido clasificada como SEMI-SEI.
Cantor no está tan interesado en definir los irracionales per se como en
desarrollar una técnica mediante la cual pueda definir todos los números reales,
racionales e irracionales, del mismo modo. En realidad, Cantor es el primero que
introduce en las matemáticas la idea de un conjunto de todos los números reales
que comprenda tanto a los racionales como a los irracionales (a lo cual Dedekind,
por complicadas razones, se opone). Obviamente, la teoría del propio Cantor
también depende de los conjuntos infinitos, pero en este punto para Cantor estos
son más como conjuntos infinitos de sucesiones infinitas de números racionales. De
aquí viene, en parte, lo complejo de su teoría. Otra parte es que Cantor quiere usar
la idea weierstrassiana de los irracionales-como-límites sin el problema de
circularidad mencionado en §6a, lo cual le conduce a usar sucesiones convergentes
en lugar de series.

En concreto, para evitar la circularidad de la definición de Weierstrass,


Cantor explota los hechos de que (1) todos los números reales pueden ser
representados por decimales infinitos (y los racionales tienen decimales que o bien
repiten infinitamente su período básico (como en la nota 10 de §6c), o bien acaban
con una infinidad de o seguidos o 9 seguidos (los cuales, recuperando el rastro de
la nota 35 de §2c, son equivalentes, como cuando veíamos que 0,999… = 1,000…), y
que (2) los decimales infinitos funcionan como límites de fracciones decimales. (En la
escuela aprendió las fracciones decimales: son la manera de hacer que los chavales
entiendan los decimales en términos de fracciones, por ejemplo 0,15 = + + . Aquí,
pues, tenemos otro caso en el cual el análisis superior resulta estar en el
fundamento de la aritmética infantil: la regla general es que cualquier decimal
infinito puede ser representado como la serie infinita convergente a0100 + a110−1 +
a210−2 + a310−3 + … + an10−n + …, serie que converge hacia el decimal original, es
decir, el decimal es el límite/suma de la serie). [6.28] Entonces, mediante un ingenioso
ejercicio de semántica matemática, Cantor puede conseguir todo el botín de los
decimales observando, en la línea de §5d, que el hecho de que una sucesión
cualquiera[6.29] de números racionales converja equivale a que sea representable
mediante un decimal infinito, el cual está, pues, definido matemáticamente por la
sucesión.

[SEI Si el anterior párrafo parece sospechoso o enrevesado, podemos reducir


el argumento a un simple silogismo: «Como (1) todos los números son definibles
mediante decimales y (2) todos los decimales son definibles mediante sucesiones,
(3) todos los números son definibles mediante secuencias», lo cual resulta ser 100%
válido].

En definitiva, la idea básica de Cantor es que una sucesión infinita de


números racionales define un número real si la sucesión converge en el sentido de
que (an+m − an) = 0 para cualquier m arbitraria (semiextractado de Kline, págs. 984-
985),[6.30] es decir, si la diferencia entre dos términos sucesivos cualesquiera tiende a
0[6.31] al alejarnos más y más por la sucesión (que por supuesto es justo el modo en
que los decimales funcionan: en la posición decimal n-ésima, valores sucesivos
pueden diferir a lo sumo en 10−n). Cantor llama a las sucesiones que se comportan
de ese modo sucesiones fundamentales, y lo que se conoce como teoría de los números
reales de Cantor es que cada número real queda definido mediante por lo menos
una secuencia fundamental.

Un par de potenciales objeciones en este punto. Si a usted tal vez le choca


como algo circular o cuestionable que Cantor defina «número real» como el-que-
es-definido-por-una-sucesión-fundamental —algo parecido a definir «perro» como
el-que-es-definido-por-la-definición-de-«perro»— entonces tenemos que aclarar
qué significa exactamente «definir» en relación con la teoría de Cantor.
Básicamente significa «es» o «es igual a». Es decir, lo que permite que la teoría
evite la circularidad es que la sucesión fundamental relevante es el número real, del
mismo modo que 0,15 es Lim(0(100), 1(10−1), 5(10−2)) y una función trigonométrica es
su desarrollo en serie convergente. Por otro lado, como los números reales incluyen
tanto los irracionales como los racionales, podría estar preguntándose si, y cómo,
las sucesiones fundamentales de racionales de Cantor también pueden definir
números racionales, o si la idea tiene sentido siquiera. La respuesta es que tiene
sentido y pueden hacerlo: la estipulación de Cantor es que cuando una sucesión
fundamental a0, …, an, … tiene todos los términos posteriores a an iguales a x, la
sucesión define (= es) el número racional x.[6.32]

Para hacer verdaderamente viable su teoría, Cantor todavía tiene que


demostrar cómo deducir propiedades aritméticas y realizar operaciones básicas
con sus sucesiones fundamentales y los números reales que estas definen. A
continuación, veremos un par de ejemplos de las demostraciones de su artículo,
donde nuestros números reales relevantes son aquí x e y:

(A)Como resulta que se puede definir el mismo número real x mediante más
de una sucesión fundamental, [6.33] la regla de Cantor es que dos sucesiones
fundamentales a0, a1, a2, … y b0, b1, b2, … definen el mismo x si y solo si |an − bn| se
aproxima[6.34] a 0 cuando n tiende a ∞.

(B)Para demostrar que se pueden hacer las operaciones aritméticas básicas,


supongamos que an y bn son sucesiones fundamentales que definen x e y,
respectivamente. Cantor demuestra (en una orgía de simbolismo ultratecnificado
que estamos omitiendo) que (an ± bn) y (an × bn) son también sucesiones
fundamentales, definiendo así los números reales x ± y y x × y. En su demostración
de que es una sucesión fundamental que define , la única restricción es que x
obviamente no puede ser 0.

Por último, puede que haya visto usted otra objeción potencial. Una bastante
fea. Y quizás el aspecto más impresionante de la teoría de Cantor de los reales-
mediante-sucesiones-fundamentales —y por lo que Dedekind le llama ingenioso—
es el modo en que Cantor evita esa objeción, del tipo de las RIV letales, ante la cual
su teoría parece vulnerable al principio. Pues si sucesiones fundamentales de
números racionales definen números reales, ¿qué hay de las sucesiones
fundamentales de números reales (= tanto racionales como irracionales)? Se pueden
construir fácilmente sucesiones de números reales que convergen según las
especificaciones de Cantor: varios tipos de series trigonométricas ya lo hacen.
¿Necesitamos crear toda una clase completamente nueva de números para que
funcionen como límites de esas sucesiones de números reales? Si es así, entonces
necesitaremos otra clase más para los límites de sucesiones fundamentales de esos
nuevos números, y luego otra más… y allá vamos: será el Tercer Hombre de
Aristóteles otra vez. Solo que Cantor lo elude demostrando [6.35] el siguiente
teorema: si rn es una secuencia de números reales tal que (rn+m − rn) = 0 para un m
arbitrario —es decir, si rn es una sucesión fundamental de números reales bona fide
— entonces existe un número real único r, definido por una secuencia fundamental
an de números racionales, tal que rn = r. En otras palabras, Cantor es capaz de
demostrar que los propios números reales pueden servir como límites de las
sucesiones fundamentales de números reales, de modo que su sistema de
definiciones es autocontenido y a prueba de RIV.

§6f.

Como se insinuó vagamente en §6d, las teorías de Dedekind y Cantor entran


en conflicto con una más de las doctrinas kroneckerianas, a menudo conocida
como constructivismo, que se convertirá en una parte muy importante del
intuicionismo y de las controversias acerca de los fundamentos filosóficos de las
matemáticas desatadas por la teoría de conjuntos.[6.36] Todo esto se vuelve muy
pesado y complicado, pero es importante. Aquí están los principios básicos del
constructivismo tal como los practicó Kronecker y los codificaron Jules-Henri
Poincaré y Luitzen Egbertus Jan Brouwer y otras figuras destacadas del
intuicionismo: (1) Cualquier enunciado o teorema matemático que sea más
complicado o abstracto que la aritmética de los enteros de toda la vida debe ser
explícitamente derivado (es decir, «construido») de la aritmética de los enteros
mediante un número finito de pasos puramente deductivos. (2) Las únicas
demostraciones válidas en matemáticas son las constructivas, y aquí el adjetivo
significa que la demostración proporciona un método para encontrar (es decir,
«construir») cualesquiera entes matemáticos involucrados en ella.[6.37]

Respecto a la metafísica de las matemáticas, el constructivismo es, por lo


tanto, directamente opuesto al platonismo: con la excepción quizá de los enteros,
las verdades matemáticas no existen fuera de la mente humana. De hecho, desde el
punto de vista de Kronecker y sus seguidores, decir que cierto ente matemático
«existe» es decir literalmente que puede ser construido con lápiz y papel por seres
humanos reales durante el tiempo del que, siendo mortales, pueden disponer.

Puede usted ver, entonces, que los constructivistas van a tener serios
problemas con los teoremas y las demostraciones que involucran el ∞, los
conjuntos infinitos, las sucesiones infinitas, etc., particularmente cuando esas
cantidades infinitas son explícitamente presentadas como reales. Respecto a los
schnits de Dedekind, por ejemplo, los constructivistas obviamente van a ponerse
nerviosos desde el principio. No solo los irracionales no existen realmente, y no
solo Dedekind usa la reducción al absurdo para demostrar que algunos schnits no
corresponden a números racionales. También está todo el problema de definir un
número en términos de conjuntos infinitos de otros números. Por ejemplo,
Dedekind ni siquiera especifica nunca las reglas matemáticas mediante las cuales
obtiene los conjuntos A y B. Simplemente dice que si la recta numérica se puede
dividir en A y B…, sin dar ningún método o procedimiento mediante el cual uno
pueda construir realmente estos conjuntos (conjuntos que de todos modos no
pueden construirse o verificarse realmente), estonces son infinitos. Y ya que
estamos, ¿qué es exactamente un «conjunto», técnicamente hablando, y cuál es el
procedimiento para construir uno? Y así sucesivamente.

Esta última pregunta compuesta de los constructivistas (y admitamos que


Dedekind no la puede contestar) [6.38] nos muestra un buen ejemplo del genio
particular de Georg Cantor Jr. y de por qué merece el título de padre de la teoría de
conjuntos. Recuerde la mención en §3c de cómo Cantor tomó lo que se había
considerado como una característica paradójica y totalmente intratable del ∞ —
concretamente que un conjunto/clase/agregado infinito puede ponerse en
correspondencia uno a uno con su propio subconjunto— y la transformó en la
definición técnica de conjunto infinito. Observe cómo hace lo mismo aquí,
convirtiendo lo que parecían devastadoras objeciones en criterios rigurosos, al
definir un conjunto S como cualquier agregado o colección de entes discretos que
satisfaga dos condiciones: (1) S puede ser considerado por la mente como un
agregado, y (2) Hay alguna regla o condición enunciada mediante la cual uno
puede determinar, para una entidad x cualquiera, si x es 0 no es un elemento de S.
[6.39]

Esta definición no aparece de repente de la nada, está claro. Ahora resulta


apropiado recuperar cosas de §5d sobre la convergencia y la representabilidad de
las series trigonométricas, el teorema de localización de Riemann, etc., para ver de
dónde sale realmente el trabajo de Cantor sobre los irracionales y los conjuntos.
7

§7a.

Esta sección incluso tiene epígrafes:

La teoría moderna del infinito evolucionó de un modo contiguo a partir de


las matemáticas que la precedieron.

SHAUGHAN LAVINE, pág. 41

Pero los no iniciados pueden preguntarse cómo es posible tratar con un


número que no puede contarse.

BERTRAND RUSSELL,
Mysticism and Logic, pág. 82

Pónganse todos los cinturones por favor, porque estamos a punto de subir
por una pendiente muy pronunciada.

E. ROBERT GORIS

Por razones que a estas alturas resultarán familiares, gran parte de lo que
sigue va a ir realmente rápido. También es algo duro al principio, pero, como
ocurre con buena parte de las matemáticas puras, se vuelve más fácil al
profundizar. Como ya se ha mencionado, Cantor estudia en Berlín bajo la
responsabilidad de Weierstrass y de Kronecker; sus primeros artículos publicados
son trabajos bastante estándares sobre ciertos problemas en teoría de números. [7.1]
Obtenido el doctorado, Cantor consigue un modesto trabajo como privatdozent (lo
cual parece ser un extraño tipo de asistente académico por libre) [7.2] en la
Universidad de Halle, y allí conoce a un tal Eduard Heinrich Heine (1821-1881), un
especialista en análisis aplicado que había hecho importantes trabajos sobre el
calor, particularmente sobre la ecuación de potencial. [7.3] En todo caso, hacia 1870,
Heine pertenece al gran grupo de matemáticos que trabajan en las series de Fourier
y los problemas planteados por el artículo de Riemann «Sobre la
representabilidad…», y aparentemente él (= Heine) consigue que Cantor se interese
por lo que se había llegado a conocer como el problema de la unicidad: si cualquier
f(x) dada puede ser representada por una serie trigonométrica, ¿es dicha
representación única, es decir, hay una sola serie trigonométrica que puede
hacerlo? El propio Heine había sido capaz de demostrar la unicidad solo con la
condición de que la serie trigonométrica relevante fuera uniformemente
convergente.[7.4] Lo cual, claramente, no era suficientemente bueno, pues hay
muchas series trigonométricas e incluso series de Fourier que no son
uniformemente convergentes.

En 1872, el artículo de Cantor «Sobre la extensión de una proposición de la


teoría de series trigonométricas»[7.5] define y demuestra un teorema de unicidad
mucho más general que no solo no requiere la convergencia uniforme, sino que
permite excepciones a la convergencia en una infinidad de puntos, suponiendo que
esos puntos excepcionales[7.6] estén distribuidos de un modo específico.

Como veremos, la forma precisa de esta distribución es bastante complicada,


como lo es el propio teorema de 1872, que en realidad Cantor ha desarrollado a lo
largo de varios artículos previos y apéndices publicados a los mismos, pues su
criterio de unicidad evolucionó gradualmente de requerir que la serie
trigonométrica dada fuera convergente para todos los valores de x, a permitir un
número finito de puntos excepcionales, hasta el teorema de unicidad definitivo, en
una forma 100% general. Lo interesante es que es el profesor Leopold Kronecker
quien ayuda a Cantor a refinar y simplificar varios aspectos iniciales de su
demostración. Al mismo tiempo, el enfoque de Cantor está profundamente
influido por el trabajo de Weierstrass sobre la continuidad y la convergencia, por
ejemplo, la observación de que una serie trigonométrica general de la forma f(x) =
+ ∑(an sen nx + bn cos nx) debe ser uniformemente convergente para ser integrable
término a termino (que era el modo en que Heine y todos los demás habían
intentado atacar el problema de la unicidad). Los historiadores han observado que
las relaciones Cantor-Kronecker se enfriaron y que las cartas de Kronecker se
volvieron cada vez más críticas cuando los refinamientos que hacía Cantor del
teorema de unicidad empezaron a admitir infinitos puntos en los cuales se podían
permitir excepciones a la representación de la f(x) dada o a la convergencia de la
serie.[7.7] En cada sucesiva versión de la demostración, Kronecker básicamente veía
a Cantor alejarse de su propia postura algebraica constructivista de la teoría de
funciones hacia una más weierstrassiana. La apostasía fue completa cuando el
artículo definitivo de 1872 fue publicado y toda su primera parte estaba dedicada a
la teoría de los irracionales/reales detallada en §6e.

Entender por qué precisamente necesitaba una teoría coherente de los


irracionales es una manera tan buena como cualquier otra de ver cómo el trabajo
de Cantor en el teorema de unicidad le llevó a estudiar los conjuntos infinitos per
se. La discusión, que se va complicando, requiere que usted recuerde la regla del
teorema de Bolzano-Weierstrass según la cual todo conjunto infinito y acotado de
puntos contiene por lo menos un punto límite, y, por lo tanto, claro está, también
qué es un punto límite.[7.8] Además, debe tener en cuenta que los conceptos
centrales de la demostración de la unicidad se refieren todos a la recta real (es
decir, cuando se usan términos como «conjunto de puntos» o «punto excepcional»
o «punto límite», en realidad se refieren a puntos geométricos que corresponden a
números).[7.9] Por favor, observe también que los «conjuntos infinitos acotados de
puntos» bajo consideración tanto en el T. B. W. como en la demostración de Cantor
son en realidad sucesiones, que son también las entidades más sencillas respecto a
las cuales entender los puntos límite: por ejemplo, el conjunto infinito de puntos de
la recta numérica \'7b0, , , , , , …\'7d [7.10] tiene como punto límite el mismo que
es el límite de la sucesión infinita 0, , , , , , …

O sea, que aquí vemos cómo Cantor consigue su resultado cada vez más
general. Al principio (1870) necesita una serie trigonométrica que no sea
uniformemente convergente[7.11] pero que sea convergente en cualquier punto, o sea
convergente para todos los valores de x. En el siguiente paso (1871)[7.12] es capaz de
demostrar que si dos series trigonométricas aparentemente distintas convergen
hacia la misma función (arbitraria) en todas partes excepto en un número finito de
puntos, en realidad son la misma serie. Vamos a omitir esta demostración porque
lo realmente pertinente es lo siguiente, que es el resultado de 1872 donde Cantor
puede permitir un número infinito de puntos excepcionales y, aun así, consigue
demostrar que las dos series trigonométricas representativas son en definitiva
idénticas.[7.13] Su manera de hacerlo es mediante la introducción del concepto de
conjunto derivado, cuya definición es básicamente: si P es un conjunto de puntos (o
sea, cualquier conjunto de puntos-números reales, aunque en lo que obviamente
está pensando Cantor es en el conjunto infinito de puntos excepcionales entre las
dos series trigonométricas), entonces el conjunto derivado de P, llamado P', es el
conjunto de todos los puntos límite de P. O más bien deberíamos decir que P' es el
primer conjunto derivado de P, porque mientras los conjuntos de puntos relevantes
sean infinitos, el proceso entero es, en principio, indefinidamente iterable: P'' es el
conjunto derivado de P', P''' es el conjunto derivado de P'', y así sucesivamente,
hasta que tras (n − 1) iteraciones tendremos Pn como el n-ésimo conjunto derivado
de P. En la explicación del teorema de unicidad dada anteriormente, en lo que se
centra el criterio «suponiendo que estos puntos excepcionales se distribuyen de
cierto modo específico» es en este n-ésimo conjunto derivado Pn, siendo la cuestión
vital si Pn es infinito o no.

Las verdaderas matemáticas que hay detrás de todo esto incluyen partes
extremadamente técnicas sobre el comportamiento de los puntos límite, pero
esencialmente aquí estamos viendo cómo funciona lo de la distribución-de-puntos-
excepcionales en el teorema de unicidad. Probablemente, otra inspiración
profunda no le vendría mal para afrontar lo que viene. [7.14] Postulemos un conjunto
infinito de puntos P tal que, para algún n finito, el (n − 1)-ésimo conjunto derivado
de P, P(n−1) es infinito mientras que su n-ésimo conjunto derivado Pn es finito.
Entonces, si dos series trigonométricas convergen a la misma f(x) excepto en
algunos o todos los puntos de P, son la serie equivalente: así, la unicidad queda
demostrada. Probablemente, esto no le ha resultado cegadoramente claro y
luminoso. La parte que resulta crucial desarrollar es el requerimiento de que Pn sea
finito. Y para explicar eso tenemos que introducir otra distinción: cualquier
conjunto P para el cual su conjunto derivado Pn es finito para algún n finito es lo
que Cantor llama un conjunto de primera especie, mientras que, si Pn no es finito
para ningún valor finito de n, entonces P es un conjunto de segunda especie. (Por eso
el proceso de obtener conjuntos derivados fue descrito antes como «en principio»
indefinido; son solo los conjuntos de segunda especie los que nunca dan lugar a
conjuntos derivados finitos y, por lo tanto, permiten ∞ iteraciones del proceso).

En definitiva, he aquí la razón por la cual Cantor, en su demostración del


T. U., necesita que el conjunto infinito de puntos excepcionales original P sea un
conjunto de primera especie, y, por lo tanto, que Pn sea finito. Esto es así porque,
mediante el teorema de los valores extremos de Weierstrass, se puede demostrar
con seguridad que si cualquier conjunto derivado Pn es finito, entonces en algún
punto n + k más adelante el conjunto derivado P(n+k) va a tomar su valor mínimo
absoluto m, que en este caso será 0, o ningún punto límite en absoluto. Lo cual, en
otras palabras, significa que tan pronto como la progresión P', P'', P''', …, Pn, …
llega a un conjunto derivado finito, sabemos que todo el proceso iterativo va a
detenerse en algún lugar: acabará llegándose a un P(n+k) sin elementos. Y, por
supuesto, sabemos que los elementos de todos estos diversos P' y P'' son puntos
límite, y sabemos también, por el teorema de Bolzano-Weierstrass, que cualquier
conjunto infinito acotado tiene, por lo menos, un punto límite. Si P(n+k) no tiene
elementos, entonces el conjunto del cual es el conjunto derivado no tiene punto
límite, y, por lo tanto, según el T. B. W. él mismo tiene que ser finito, y ahora por el
T. V. E. su número de elementos debe tomar en algún punto su propio valor
mínimo de o elementos, y en ese mismo punto el conjunto del cual este es el
conjunto derivado resulta que debe ser finito, y así sucesivamente hacia atrás
pasando por los P(n+k) y Pn y P(n−1) y P’…, lo cual significa —simplificando mucho—
que en algún momento puede demostrarse que las dos series trigonométricas
representativas se confunden en una sola serie, estableciendo la unicidad.

Sin embargo, recordará de los §5e y 6e, que para funcionar al 100% en todos
los casos el teorema de los valores extremos requiere una teoría de los números
reales, y que la versión weierstrassiana de tal teoría era (como Cantor mismo
demostró) muy precaria. Esta es una razón por la que la demostración de Cantor
de 1872 necesita su propia teoría de los números reales. La segunda razón,
relacionada con la primera, es que para usar el teorema de Bolzano-Weierstrass
más general para construir su teoría de conjuntos derivados y especies, Cantor
necesita reconciliar las propiedades geométricas de los puntos en el continuo de
una recta —en el sentido de conceptos como «punto límite», «intervalo», etc.— con
el continuo aritmético de los números reales, ya que, por supuesto, las entidades
involucradas en el análisis son en realidad números y no puntos.[7.15]

Si observamos que los conjuntos derivados de Cantor se parecen a la idea


general de un subconjunto y que el hecho de que el valor mínimo del número de
elementos de P(n+k) = 0 es esencialmente lo mismo que la definición del conjunto
vacío, es posible distinguir las semillas de lo que ahora se conoce como teoría de
conjuntos[7.16] en la demostración de la unicidad de Cantor. Los conjuntos
derivados, el continuo de la recta real/continuo de los números reales y el teorema
de unicidad son también los «progenitores» de las matemáticas transfinitas de
Cantor, aunque de un montón de maneras bastante complicadas. Acabamos de ver
que el P'' del teorema de unicidad requiere que n sea finito, es decir, que Cantor
usa solo iteraciones finitas del proceso conjunto-derivado-del-conjunto-derivado
en su demostración. Sin embargo, como ya hay tantos conjuntos infinitos flotando
alrededor de la demostración (por ejemplo: el P original es infinito, y todos los P' y
P'' y así hasta P(n−1) pueden ser infinitos, y por supuesto las series trigonométricas
relevantes son series infinitas, sin olvidar que los puntos límite involucran un
número infinito de puntos intraintervalo, y que dichos intervalos pueden ser, ellos
mismos, infinitesimalmente pequeños), no debería sorprendernos que Cantor
empiece a considerar más de cerca las características de sus conjuntos derivados
bajo infinitas iteraciones (descaradamente extractado de Lavine, págs. 40-41).

En concreto, Cantor empieza a preguntarse si la infinitud de un conjunto


derivado de segunda especie infinitamente iterado P∞ podría diferir de la infinitud
del conjunto de primera especie finitamente iterado o excederla de algún modo.
Más específicamente aún, se da cuenta del gran parecido de esas cuestiones con
aquella otra acerca de las relativas infinitudes de los números racionales de la R. N.
y de los números reales de la R. R. Esta última cuestión concierne al problema
discutido hace mucho en §2c. A saber: mientras que los números racionales son a la
vez infinitos e infinitamente densos, no son continuos (es decir, la recta numérica
está plagada de huecos), mientras que, por supuesto, tanto Dedekind como Cantor
ahora han demostrado la continuidad del conjunto de todos los números reales tal
como se esquematizan en la R. R. Así, a Cantor —quien para el T. U. ya ha
desarrollado técnicas para examinar tanto los números reales como los racionales y
las propiedades de los conjuntos infinitos— le parece natural [7.17] preguntarse si el
conjunto infinito de todos los números reales es, en cierto modo, mayor que el
conjunto infinito de todos los números racionales. Pero ¿qué significaría aquí
«mayor»? Y lo mismo para «exceder» en la anterior cuestión acerca de P∞ y P(n−1), es
decir, ¿cómo se pueden describir y explicar matemáticamente los tamaños
comparativos de diferentes ∞? Llegados a este punto, en las inmortales palabras de
Gleason…

INTERPOLACIÓN ADMINISTRATIVA

Ahora hay un par de cuestiones de procedimiento que deben abordarse.


Varios volúmenes muy eruditos están enteramente dedicados a los logros de
Cantor.[7.18] Puede usted asistir a un curso de dos trimestres de teoría de conjuntos
en un departamento de Lógica, Matemáticas, Filosofía o Informática Teórica [7.19] y,
aun así, solo habrá rascado el barniz. Históricamente, las teorías y demostraciones
transfinitas de Cantor se extienden a lo largo de veinte años [7.20] y docenas de
diferentes artículos, a menudo con refinamientos sucesivos y rectificaciones a
materiales anteriores, de modo que a veces hay más de una versión de la misma
demostración. Está claro que aquí va a ser imposible desarrollar completamente las
matemáticas transfinitas o hacer verdadera justicia a su evolución en las
publicaciones de Cantor.[7.21] Por otro lado, hay ciertos libros populares recientes
que dan explicaciones tan superficiales y reduccionistas de las demostraciones de
Cantor (explicaciones que, como se ha mencionado, suelen estar subordinadas a
una narrativa prometeica más amplia acerca de los problemas psíquicos de Cantor
o su supuesta afiliación mística) que las matemáticas quedan distorsionadas y su
belleza oscurecida, y obviamente tampoco queremos hacer esto.

Así que el Alto Mando decide: el compromiso de aquí en adelante será


sacrificar el orden cronológico y cierta meticulosidad en el desarrollo a favor de la
meticulosidad conceptual y la cohesión; es decir, presentar los conceptos, teoremas
y demostraciones de Cantor de un modo que subraye sus relaciones entre ellos y
con las matemáticas per se. Esto implicará no solo omitir algunas cosas, sino a
menudo no decir que se están omitiendo, o que a veces hay varias versiones
diferentes de una demostración dada y solo se explica la mejor, o cuáles son las
fechas exactas y los títulos, traducidos o no, de todos los artículos relevantes, [7.22]
etc. También implica cierto glosario de emergencia III especial de teoría de
conjuntos, aunque este G. E. tendrá que administrarse gradualmente e in situ
porque parte del material es simplemente demasiado abstracto para introducirlo
de entrada sin contexto.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN ADMINISTRATIVA

§7b.

Como debería ser evidente, algunas ideas muy importantes relacionadas con
el ∞ salen de la demostración del T. U. general. Una de ellas concierne a los
tamaños relativos del conjunto de todos los números racionales y del conjunto de
todos los números reales. Otra es si la continuidad de la recta real está relacionada
de algún modo con el tamaño/composición de este último. Y otra idea es el
concepto de número transfinito, el cual Cantor obtiene a partir de las mismas
consideraciones que le llevaron a distinguir conjuntos infinitos de primera y de
segunda especie en la demostración de 1872.

Para ver cómo Cantor concibe y genera sus números transfinitos, en primer
lugar necesitamos asegurarnos de que algunos términos de teoría de conjuntos que
probablemente vio en la escuela están claros por lo menos al nivel de un G. E. [7.23] A
saber: el conjunto A es un subconjunto del conjunto B si y solo si no hay ningún
elemento de A que no sea elemento de B. La unión de dos conjuntos A y B es el
conjunto de todos los elementos de A y todos los elementos de B, mientras que la
intersección de A y B es el conjunto de solo aquellos elementos de A que también
son elementos de B. La unión y la intersección se representan normalmente
mediante ∪ y ∩, respectivamente. Por último, el conjunto vacío de toda la vida, cuyo
símbolo habitual es ∅, es un conjunto sin elementos. Y sepa que, en virtud de lo
que a primera vista parece solo una rareza de la definición de subconjunto, en
cualquier circunstancia todo conjunto siempre tendrá ∅ como subconjunto. Fin del
primer fragmento in situ del G. E. III. Además, ahora debe usted recordar lo de los
conjuntos de puntos de primera y segunda especie del anterior §. En realidad
también hay algunos tecnicismos relacionados con los criterios para distinguir
conjuntos «densos» y «densos en cualquier punto» que estamos omitiendo, pero
esencialmente el modo en que Cantor concibe y genera los números transfinitos es
este:[7.24]

Supongamos que P es un conjunto de puntos infinito de segunda especie.


Cantor demuestra que el primer conjunto derivado, P', puede «descomponerse»[7.25]
en la unión de dos subconjuntos diferentes, Q y R, donde Q es el conjunto de todos
los puntos pertenecientes a conjuntos derivados de P' de primera especie, y R es el
conjunto de los puntos que pertenecen a todo conjunto derivado de es decir, R es el
conjunto de aquellos puntos que todos los conjuntos derivados de P' tienen en
común. Por qué no detenerse un segundo y leer esa última frase de nuevo. [7.26] R es
la parte importante, y es en realidad como Cantor define por primera vez la
«intersección» de conjuntos, aquí mediante la sucesión infinita de conjuntos
derivados P', P'', P''', … (siendo la sucesión infinita porque P es un conjunto de
segunda especie). A diferencia de nuestro ∩, el símbolo de Cantor para la
intersección es un extraño ultracursivo. (De nuevo, no vamos a hacerlo todo con
tanto detalle). Así, la definición oficial de R es: R = (P' P'', P''', …), que, junto a la
definición de «conjunto de segunda especie», permite decir que las siguientes dos
afirmaciones son ciertas:

(1)R = (P(2), P(3), P(4), P(5), …)…

(2)R = (P(n), P(n+1), P(n+2), P(n+3), …). [7.27]

MINIINTERPOLACIÓN INCRUSTADA

Las afirmaciones (1) y (2) juntas constituyen en realidad un tipo de


demostración, tan famosa como la reducción al absurdo. Esta se llama inducción
matemática. Para demostrar algún enunciado Cn para todos (n = ∞) los casos
mediante inducción matemática, primero (a) se demuestra que C1 es cierto en el
primer caso n = 1, luego (b) se supone que Ck es cierto en los primeros k casos
(usted no sabe qué número es k, pero a partir del paso (a) sabe que existe: por lo
menos es 1), y entonces (c) se demuestra que Ck+1 es cierto en los primeros (k + 1)
casos. Por extraño que parezca, los pasos (a)-(c) nos aseguran que Cn será cierto
independientemente del valor de n, es decir, que C es un auténtico teorema.

FIN DE LA MINIINTERPOLACIÓN

Lo que las afirmaciones (1) y (2) de Cantor le permiten hacer es definir R,


obtenido a partir de P, como: R = P∞; es decir, R es el ∞-ésimo conjunto derivado de
P. Y como (otra vez) P es un conjunto de segunda especie, no hay ninguna
posibilidad de que P∞ = ∅, lo cual significa que el propio P∞ dará el conjunto
derivado P∞+1, este último dará el conjunto derivado P∞+2, y así sucesivamente, solo
que aquí «y así sucesivamente» significa que podemos seguir generando conjuntos
derivados infinitos de la forma abstracta [7.28] p(n0∞v + n1∞v−1 + … + nv). Y como la n y la v de
esta fórmula son variables, Cantor puede construir la siguiente sucesión infinita de
conjuntos infinitos: P(n∞∞), P(∞∞+1), P(∞∞+n), P(∞n∞), P(∞∞n), P(∞∞∞), … De esta sucesión dice:
«Vemos aquí una generación dialéctica de conceptos, que lleva más y más lejos, y
así se mantiene necesaria en sí misma y libre de arbitrariedades»… (Cantor,
Gessamelte Abhandlungen, pág. 148, traducción extractada de Grattan-Guinness,
From Calc to S.T., pág. 191) mediante lo cual quiere decir que dichos «conceptos»
son entes matemáticos reales —números transfinitos— rigurosamente establecidos
por el teorema de Bolzano-Weierstrass, las propias definiciones de Cantor de
«número real», «conjunto derivado» e «intersección», y la inducción matemática.

Si objeta usted (como hicimos algunos de nosotros al doctor Goris) que los
números transfinitos de Cantor no son realmente números en absoluto sino más
bien conjuntos, entonces dese cuenta de que, por ejemplo, «P(∞∞+n)» es realmente un
símbolo del número de elementos de un conjunto dado, del mismo modo en que
«3» es un símbolo del número de elementos del conjunto \'7b1, 2, 3\'7d. Y como
los transfinitos son demostrablemente distintos e, igual que los enteros, forman
una sucesión ordenada infinita,[7.29] son realmente números, simbolizables (por
ahora) mediante el bien conocido sistema de Cantor de los alephs o ℵ.[7.30] Y, como
verdaderos números, los transfinitos resulta que están sujetos a los mismos tipos
de relaciones y operaciones aritméticas que los números normales, aunque, tal
como ocurre con el 0, las reglas de dichas operaciones son muy diferentes en el
caso de los ℵs y tienen que establecerse y demostrarse independientemente.

[SEI No haremos mucho con ellos, pero si tiene usted curiosidad, aquí están
algunos de los teoremas estándar para la suma, la multiplicación y la
exponenciación de números transfinitos, todos obtenidos o sugeridos por Cantor.
(Observe, por favor, que las sumas y/o los productos de una cantidad infinita de
términos no tienen nada que ver con las sumas/límites de series infinitas en el
análisis, series ahora consideradas, pos-Cantor, cuasi-infinitas). Supongamos que n
es cualquier entero finito, y que tenemos dos números transfinitos distintos,
designados por ℵ0 y ℵ1, siendo ℵ1 > ℵ0,[7.31] en cuyo caso las siguientes afirmaciones
son todas verdaderas:

(1)1 + 2 + 3 + 4 + … + n + … = ℵ0

(2)ℵ0 + n = ℵ0

(3)ℵ0 × n = ℵ0

(4)ℵ0 + ℵ0 + ℵ0 + … = ℵ0 × ℵ0 = (ℵ0)2 = ℵ0

(5)ℵ1 + n = ℵ1 + ℵ0 = ℵ1

(6)ℵ1 × n = ℵ1 × ℵ0 = ℵ1

(7)ℵ1 + ℵ1 + ℵ1 + … = ℵ1 × ℵ0 = ℵ1

(8)ℵ1 × ℵ1 = (ℵ1)2 = (ℵ1)n = (ℵ1)ℵ0 = ℵ1 (semiextractado de Edwards, ν. 7, pág.


422)

Ν. Β. La sustracción y la división solo son posibles en ciertos casos híbridos,


por ejemplo, para un n finito, ℵ0 − n = ℵ0; = ℵ0, no entre los transfinitos per se. [De
nuevo, esto no es muy diferente de lo que ocurre con la aritmética del 0]. Observe
también que el caso de los exponentes transfinitos como 2 ℵ0, 2ℵ1, etc., es especial y
se discute en detalle más adelante. FIN DE SEI).

En caso de que se esté preguntando qué tiene que ver todo esto con las otras
grandes cuestiones relacionadas con el ∞, concretamente los infinitos comparativos
de los números racionales y los números reales, y el papel de los irracionales en la
continuidad de la recta real, sepa que uno de los argumentos favoritos de Cantor a
favor de la realidad de los números transfinitos [7.32] es su similitud
matemática/metafísica con los irracionales, los cuales ya han sido definidos con
éxito por Dedekind en términos de conjuntos infinitos. Como dice Cantor:

Los propios números transfinitos son en cierto sentido nuevos irracionales, y


de hecho pienso que la mejor manera de definir los números irracionales finitos es
enteramente similar;[7.33] podría incluso decir que en principio es lo mismo que mi
método para introducir los números transfinitos. Uno puede aseverar
absolutamente: los números transfinitos tienen la misma aceptabilidad que los
números irracionales finitos; son parecidos en su naturaleza más intrínseca; pues
tanto los unos como los otros son formas definidas y delineadas o modificaciones
del infinito real (Cantor, Gessamelte Ab., págs. 395-396, traducción extractada de
Dauben, GC, pág. 128, editado. Todas las cursivas sic).

Lo que resulta interesante es que esta declaración clara e inequívoca aparece


en el mismo «Contribuciones al estudio de los transfinitos» donde hace mucho, en
§3a, vimos que Cantor citaba a santo Tomás de Aquino y le atribuía la objeción a
los números infinitos en cuanto conjuntos infinitos. Sin embargo, el argumento
n.º 1 del propio Cantor a favor de los números transfinitos —un argumento
repetido en varias formas desde 1874 hasta finales de la década de 1890— es que
«su existencia se confirma directamente mediante la abstracción a partir de la
existencia de conjuntos infinitos» (Cantor resumido por Dauben, GC, pág. 127).[7.34]
Así, el objetivo fundamental del trabajo de Cantor entre 1874 y 1884 es desarrollar
una teoría coherente y consistente de los conjuntos infinitos, y observe, por favor,
el plural «conjuntos», porque para que tal teoría no sea trivial tiene que haber más
de un tipo de conjunto (en el sentido de tipo matemático, que se refiere
básicamente al tamaño)[7.35] y algún conjunto de reglas para evaluarlos y
compararlos.

§7c.

Esto obviamente se confunde con la cuestión de si la continuidad de la recta


real significa que el conjunto infinito de todos los números reales es de algún modo
> el conjunto infinito de todos los números racionales. Para abreviar una historia
muy larga, el trabajo de Cantor en este problema avanza más o menos
simultáneamente a su desarrollo del material acerca de los conjuntos derivados y
los números transfinitos.[7.36]
Veamos. Al intentar hallar algún modo de comparar los tamaños de dos
conjuntos que son ambos infinitamente grandes, Cantor da con el mismo concepto
que ahora se utiliza en la escuela para definir la igualdad entre dos conjuntos,
concretamente la correspondencia uno a uno, o «C1-1». (En realidad «da con» no es
muy correcto, pues hemos visto tanto a Galileo como a Bolzano usar la
correspondencia uno a uno para establecer sus respectivas paradojas; aunque tras
la teoría de Cantor ya no serían paradojas). La correspondencia uno a uno es, como
puede que usted ya sepa, el modo de establecer si dos colecciones son iguales sin
necesidad de contarlas. Los libros de texto usan todo tipo de diferentes situaciones
para ilustrar cómo funciona el emparejamiento C1-1, por ejemplo, los dedos en su
mano derecha y de su mano izquierda, el número de asistentes y de asientos en un
teatro lleno, los platillos y las tazas de café de un restaurante. El doctor Goris tenía
su propia analogía (hecha claramente a medida de su audiencia), que incluía el
número de chicos y de chicas en un baile. Todos buscan pareja para bailar y la
cuestión es si alguien se queda solo y afligido, de pie, apoyado en la pared. Ya coge
la idea. Un par de definiciones formales: hay una correspondencia uno a uno entre los
conjuntos A y B si y solo si existe un método (que, desde un punto de vista técnico,
no necesariamente tenemos que conocer explícitamente) para emparejar los
elementos de A con los elementos de B de modo que cada elemento de A esté
emparejado con exactamente un elemento de B, y viceversa. Entonces, por
definición, los conjuntos A y B tienen el mismo número cardinal (o cardinalidad) si y
solo si hay realmente una C1-1 entre ellos.[7.37]

Ahora, para la siguiente definición recuerde, por favor, cómo Galileo generó
su epónima paradoja en §1d. También ayudaría recordar la definición formal de
subconjunto del § anterior. Un conjunto A es un subconjunto propio de B si y solo
si A es un subconjunto de B y existe por lo menos un elemento de B que no es
elemento de A.[7.38] Así, por definición, todo conjunto es subconjunto de sí mismo,
pero ningún conjunto es subconjunto propio de sí mismo. ¿Tiene sentido? Debería
tenerlo, por lo menos para conjuntos con un número finito de elementos.

Pero lo que Georg Cantor postula como característica formal definitoria de


un conjunto infinito es que tal conjunto se pueda poner en C1-1 con al menos uno
de sus subconjuntos propios. Lo que equivale a decir que un conjunto infinito
puede tener el mismo número cardinal que un subconjunto propio suyo, como en
el caso descrito por Galileo del conjunto infinito de todos los enteros positivos y el
conjunto de todos los cuadrados perfectos, el cual es subconjunto propio de aquel
y también un conjunto infinito.

Esta característica hace que toda la idea de comparar los «tamaños» de


conjuntos infinitos parezca muy rara, pues, por definición, un conjunto infinito
puede tener el mismo tamaño (o cardinalidad) que un conjunto que por definición
es más pequeño. Lo que Cantor hace aquí [7.39] es tomar otro ingrediente distinto de
la paradoja de Galileo y convertirlo en una herramienta extremadamente poderosa
e importante para comparar conjuntos de tipo ∞. Este es, si quiere seguir la pista,
su primer golpe de increíble, escalofriante genio, aunque al principio pueda no
parecer gran cosa. Es la idea de correspondencia uno a uno con el conjunto de
todos los enteros positivos, o sea \'7b1, 2, 3, …\'7d. La razón por la que esto es
crítico es que el conjunto de todos los enteros positivos puede, en principio, ser
contado,[7.40] o sea que es posible decir «Aquí está el primer elemento 1, y el
siguiente es 2, y …», etc., aunque en la práctica el proceso nunca termine. En todo
caso, de aquí el concepto de Cantor de numerabilidad: un conjunto infinito A es
numerable si y solo si hay una C1-1 entre A y el conjunto de todos los enteros
positivos.[7.41]

El conjunto de todos los enteros positivos también establece una especie de


número cardinal base para conjuntos infinitos. Es la cardinalidad de este conjunto
lo que Cantor simboliza con su famoso «ℵ0».[7.42] La idea es que las cardinalidades
de otros conjuntos infinitos se pueden evaluar mediante ese cardinal base, es decir,
se pueden comparar con ℵ0 viendo si se pueden poner en correspondencia uno a
uno con los enteros positivos. Aquí está un ejemplo (no es de Cantor per se, pero es
un buen precalentamiento):

Considérese si el conjunto C de todos los enteros positivos y el conjunto D


de todos los enteros (incluyendo el 0 y los negativos) tienen la misma cardinalidad.
El problema es que hay una diferencia crucial entre estos dos conjuntos: C tiene un
primerísimo elemento (es decir, uno más pequeño que todos los demás),
concretamente 1, mientras que D (que es básicamente el conjunto \'7b…, −n, …, 0,
…, n, …\'7d) no lo tiene. E inicialmente es difícil ver cómo podemos comprobar si
hay una C1-1 entre dos conjuntos si uno de ellos no tiene un primer elemento.
Afortunadamente, de lo que estamos hablando aquí es de la cardinalidad, la cual
no tiene nada que ver con el orden específico de los elementos del conjunto. [7.43] Así
que podemos jugar un poco con el orden del conjunto D de tal modo que a pesar
de no tener un elemento mínimo sí tenga un primer elemento, pongamos por caso
el o. Y este pequeño juego nos permite establecer, y representar esquemáticamente,
una perfecta correspondencia C1-1

(Bunch, pág. 115, sustancialmente editado) que demuestra que C y D tienen


la misma cardinalidad. Observe que a pesar de que nunca pueda finalizarse
literalmente el proceso de emparejamiento con conjuntos infinitos, mientras se
pueda establecer un procedimiento para una correspondencia uno a uno que
funcione para los casos primeros, n-ésimo y (n + 1)-ésimo, se habrá demostrado por
inducción matemática que la correspondencia funcionará en toda la extensión de
ambos conjuntos. En el ejemplo anterior hemos demostrado que el conjunto de
todos los enteros es numerable aunque sea imposible contar la totalidad de sus
elementos.[7.44] El método de demostración es © Cantor, y lo importante que debe
verse es que una vez más es capaz de tomar una característica implícita de algo,
aquí la capacidad de la inducción matemática para abstraer un ∞ de posibles casos
a partir de un número finito de resultados, y hacerla explícita, rigurosamente
aplicable a conjuntos infinitos.

Entonces, ahora está claro cómo Cantor puede hacer una comparación de
tamaños de los conjuntos infinitos de todos los números racionales y de todos los
números reales:[7.45] puede mirar si uno de ellos es numerable, o si lo son ambos. Lo
que sigue es una serie de demostraciones muy famosas, la mayoría desarrolladas
en la correspondencia con Richard Dedekind, publicadas en la década de 1870, y
luego revisadas y ampliadas a principios de la década de 1890. Primero los
racionales.[7.46] Cuando se considera la densidad infinita que Zenón había explotado
meramente en los racionales geométricos entre 0 y 1, parece como si el conjunto de
todos los números racionales jamás pudiera ser numerado. No solo carece de un
elemento mínimo, sino que ni siquiera hay un siguiente elemento tras ningún
racional dado (algo de lo que hemos visto dos demostraciones distintas). Sin
embargo, de lo que se da cuenta Cantor es de que ignorando las «relaciones de
magnitud» (extractada de Courant y Robbins, pág. 79) entre miembros sucesivos,
en realidad podemos disponer el conjunto de todos los racionales en una fila, algo
así como la fila de todos los enteros positivos, y en esa fila habrá un primer
elemento r1, un segundo elemento r2, y así sucesivamente. Resulta que el término
técnico que denota esto, colocar un conjunto en fila de ese modo, es dar una
numeración del conjunto, y la fila misma se llama la numeración del conjunto, en el
sentido de que aquí la construcción válida de una fila ordenada constituirá una
demostración de que el conjunto de todos los racionales realmente es numerable
(es decir, que se puede poner en C1-1 con el conjunto de todos los enteros, y, por lo
tanto, tiene la misma cardinalidad que este). La construcción de Cantor, a veces
llamada incorrectamente su «demostración en diagonal», [7.47] funciona más o menos
así:

Como vimos en §6c, todos los números racionales se pueden escribir como el
cociente de dos enteros . Así que creamos una tabla 2D de esos , donde la fila
horizontal superior contiene todos los racionales de la forma (es decir, los enteros),
y la primera columna vertical contiene todos los racionales de la forma , y un
racional dado estará situado en la q-ésima fila y la p-ésima columna, del siguiente
modo:

Está claro que una tabla 2D no es lo mismo que la sucesión/fila única y


ordenada de una verdadera numeración, pero Cantor se las ingenia para hallar un
orden en los racionales de la tabla mediante una única línea continua en zigzag, del
siguiente modo: empiece en 1 y vaya una posición hacia el este hasta 2; luego en
diagonal hacia el sudoeste hasta ; luego, hacia el sur hasta ; luego, otra vez en
diagonal hacia el nordeste a la primera fila de nuevo hasta 3; luego, al este hasta 4;
luego, al sudoeste todo el camino hasta ; al sur hasta ; nordeste hasta 5, y así
sucesivamente, como en:
Los puntos en la línea anterior formarán la secuencia 1, 2, , , , 3,
4, , , , , , , , 5, 6, , , , , , , , …, de la que podemos eliminar con legitimidad
todos los cocientes donde p y q tienen un factor común, de modo que cada número
racional diferente aparezca solo una vez en su forma más básica. Este proceso de
eliminación/reducción entonces da la sucesión lineal 1, 2, , 3, 4, , , , , 5, 6, , , , , ,
, …, , …, , sucesión que constituye la fila ordenada necesaria para la numeración,
[7.48]
lo cual significa que el conjunto de todos los racionales es, en efecto, numerable
y, por lo tanto, tiene la misma cardinalidad que el conjunto de los enteros, o sea, el
bueno y viejo ℵ0.

La verdadera demostración en diagonal aparece en la respuesta de Cantor a la


cuestión de si el conjunto de todos los números reales es > el conjunto de todos los
racionales. Ahora debería ser obvio que la demostración de Cantor involucrará la
numerabilidad de los números reales, es decir, si los reales son numerables,
entonces su cardinalidad = la de los racionales, y si no lo son, entonces los reales
son > los racionales. A grandes rasgos, la demostración es una reducción al
absurdo, y su método de diagonalización se considera ahora como una de las
técnicas de demostración más importantes en toda la teoría de conjuntos. Aquí
deben observarse dos cuestiones preliminares. (1) La primera demostración de
Cantor, en 1873-1874 y con influencia de Dedekind, de la no numerabilidad de los
reales involucraba límites de sucesiones respecto a «intervalos anidados» en la
recta real y resultaba enormemente compleja. Las demostraciones que estamos
haciendo aquí son las versiones revisadas de Cantor, de hacia 1890: son a la vez
más simples y más significativas que la primera. (2) Observe una vez más en la
siguiente explicación cómo Cantor usa la forma decimal de los números reales y
explota el hecho, visto en §2c, de que 0,999… = 1 para representar no solo los
irracionales sino todos los números reales como decimales que no terminan nunca:
por ejemplo, como en 0,5 = 0,4999…, 13,1 = 13,0999…, etc. Esta estrategia (que en
realidad sugirió Dedekind) asegura que hay solo una representación lícita de cada
decimal; enseguida veremos por qué Cantor necesita disponer los números reales
de ese modo.

Veamos la demostración. Como es una reducción al absurdo, empezamos


suponiendo que el conjunto de todos los números reales es, de hecho, numerable;
es decir, que se puede disponer como una sucesión o fila ordenada. [7.49] Esta
sucesión consistirá en una tabla infinita de decimales infinitos, de la cual podemos
mostrar por lo menos el principio del siguiente modo:

1.º Real = X1, a1a2a3a4a5a6a7…

2.º Real = X2, b1b2b3b4b5b6b7…

3.º Real = X3, c1c2c3c4c5c6c7…

4.º Real = X4, d1d2d3d4dsd6d7…

5.º Real = X5, e1e2e3e4e5e6e7…

6.º Real = X6, f1f2f3f4f5f6f7…

Y así sucesivamente…

En esta tabla, las X denotan cualesquiera partes enteras anteriores a las


comas decimales, y las a, b, etc., representan las infinitas sucesiones de dígitos tras
las comas decimales. Y la suposición de la demostración es que la versión infinita
de tal tabla será exhaustiva de todos los números reales. Esto significa que la
contradicción deseada para conseguir la reducción al absurdo requiere demostrar
que dicha tabla en realidad no agota el conjunto de todos los reales, lo cual
requiere hallar un número real que no esté —no pueda estar— en la tabla.
Lo que la demostración en diagonal de Cantor hace es generar justamente tal
número, al que podemos llamar R. La demostración es a la vez ingeniosa y bella:
una total confirmación de la presencia del arte en las matemáticas puras. En primer
lugar, eche otro vistazo a la tabla. Podemos dejar que la parte entera de R sea
cualquier X que queramos, no tiene importancia. Pero ahora mire la primerísima
fila de la tabla. Vamos a asegurarnos de que la primera cifra decimal de R, a, es
diferente a la a1 de la tabla. Es fácil hacerlo incluso sin saber qué número particular
es a1: especifiquemos que a = (a1 − 1) a menos que a1 resulte ser 0, en cuyo caso a = 9.
Ahora mire la segunda fila de la tabla, porque vamos a hacer lo mismo con la
segunda cifra de R, o sea b: b = (b2 − 1), o b = 9 si b2 = 0. Así es como funciona.
Seguimos el mismo procedimiento con la tercera cifra de R, c, y la cifra c3 de la
tabla, con d y d4, con e y e5, y así sucesivamente, ad infinitum. Aunque no podemos
construir R en su totalidad (del mismo modo que no podemos finalizar toda la
tabla infinita), aún podemos ver que este número real R = X,abcdefghi… va a ser
demostrablemente diferente de cualquier número real de la tabla. Diferirá del 1.er
número real en su primera cifra decimal, del 2.0 número real en su segunda cifra
decimal, del 3.er número real en su tercera cifra… y, dado el método diagonal, [7.50]
diferirá del n-ésimo número real de la tabla en su n-ésima cifra. Ergo R no está —no
puede estar— incluido en la tabla infinita anterior; ergo, la tabla infinita no es
exhaustiva de todos los números reales; ergo (por las reglas de la reducción al
absurdo), la suposición inicial es rebatida y el conjunto de todos los números reales
no es numerable, es decir, no se puede poner en C1-1 con el conjunto de los
enteros. Y como el conjunto de todos los números racionales sí se puede poner en
C1-1 con los enteros, la cardinalidad del conjunto de todos los reales tiene que ser
mayor que la cardinalidad del conjunto de todos los racionales. Q. E. D.*

*INTERPOLACIÓN RÁPIDA DE BOSQUE Y ÁRBOL

Demos un paso atrás y reflexionemos solo por un segundo acerca de lo


estratosféricamente abstracto que es todo esto. Y de por qué la teoría de conjuntos,
de la que se puede decir que es la parte más fundamental de las matemáticas
modernas, es también la más alucinante. La teoría de conjuntos es 100% trivial
mientras tratemos con conjuntos finitos, porque todas las relaciones entre dichos
conjuntos se pueden determinar de manera empírica, basta contar sus elementos.
En la teoría de conjuntos de números reales, estamos tratando con agregados
abstractos de entes abstractos tan numerosos que jamás podrán ser contados ni
completados ni comprendidos siquiera… y, sin embargo, estamos demostrando,
deductivamente y, por lo tanto, de forma definitiva, verdades sobre la disposición
y las relaciones de tales cosas. En el fragor de todas estas demostraciones y
explicaciones, es fácil perder de vista la absoluta rareza de los conjuntos infinitos,
una rareza que no queda para nada disminuida por el hecho de que Cantor y
Dedekind demostraran que esos ∞ yacen en la misma raíz de las matemáticas y son
necesarios para tratar algo tan básico como una recta. A propósito de dicha rareza,
he aquí una bonita cita de los filósofos Benacerraf y Putnam:

Están los conjuntos; bellos, perennes, multitudinarios, intrincadamente


conectados. No trabajan ni hilan. Ni tampoco, y ahí está el problema, interaccionan
con nosotros de ningún modo. Así que, ¿cómo se supone que debemos tener acceso
epistemológico a ellos? Responder: «por intuición», es difícilmente satisfactorio.
Necesitamos alguna explicación de cómo podemos tener conocimiento de esas
criaturas (Benacerraf y Putnam, pág. 410).

y una del duro intuicionista Jules-Henri Poincaré:

Una realidad completamente independiente del espíritu que la concibe, la


ve, o la siente, es una imposibilidad. Un mundo tan externo como este, incluso si
existiera, nos sería inaccesible para siempre (Poincaré extractado por Barrow, pág.
276).

y una refutación bastante deliciosa del platonista Kurt Gödel:

A pesar de su remota lejanía de la experiencia de los sentidos, tenemos algo


parecido a una percepción también de los objetos de la teoría de conjuntos, como
se ve por el hecho de que los axiomas nos obligan a reconocerlos como ciertos. No
veo ninguna razón por la que deberíamos tener menos confianza en este tipo de
percepción, es decir, en la intuición matemática, que en la percepción sensorial, la
cual nos induce a construir teorías físicas y a esperar que las percepciones
sensoriales futuras se ajusten a ellas… (Gödel, «What is Cantor’s Continuum
Problem?», pág. 270).

FIN DE LA INTERPOLACIÓN Y REGRESO A §7C EN EL PÁRRAFO DE LA PÁG.


236 CON ASTERISCO AL FINAL

Algunas cosas más respecto a esas dos primeras demostraciones. (1) Como
el número cardinal de los conjuntos numerables es ℵ0, parece como si tuviera
sentido denotar la cardinalidad del conjunto de todos los números reales mediante
«ℵ1», pero, por complicadas razones, Cantor llama al cardinal de este conjunto c, o
también «la potencia del continuo», pues resulta ser la no numerabilidad de los
reales lo que explica la continuidad de la recta real. Lo que esto significa es que la
infinidad de puntos involucrados en la continuidad es mayor que la infinidad de
puntos comprendidos por cualquier tipo de sucesión discreta, incluso una
infinitamente densa. (2) Mediante su demostración en diagonal de que c > ℵ0,
Cantor ha logrado caracterizar la continuidad aritmética íntegramente en términos
de orden, conjuntos, numerabilidad, etc. Es decir, la ha caracterizado 100% de
manera abstracta, sin referencia alguna a tiempo, movimiento, calles, narices,
quesos, o cualquier otra característica del mundo físico, y por este motivo Russell
le atribuye el haber «resuelto definitivamente» los profundos problemas tras la
dicotomía.[7.51] (3) La D. en D. también explica, respecto a la demostración del
doctor Goris que vimos en §2e, por qué habrá siempre más números reales que
pañuelos rojos. Y nos ayuda a entender por qué los números racionales en
definitiva ocupan un espacio o en la recta real, [7.52] pues son obviamente los
números irracionales los que hacen que el conjunto de todos los números reales sea
no numerable. (4) Una ampliación de la demostración de Cantor ayuda a confirmar
la demostración de Joseph Liouville, en 1851, de que hay un número infinito de
irracionales trascendentales en cualquier intervalo de la recta real. (Esto es bastante
interesante. Recordará de la nota 15 de §3a que de los dos tipos de irracionales, los
transcendentes, como π y e, son los que no pueden ser raíces de polinomios con
coeficientes enteros. La demostración de Cantor de que el ∞ de los reales sobrepasa
al de los racionales se puede modificar para demostrar que son en realidad los
irracionales trascendentes los que son no numerables y que el conjunto de todos
los irracionales algebraicos tiene la misma cardinalidad que los racionales, [7.53] lo
cual establece que, en definitiva, son los reales-irracionales-trascendentes los que
explican la continuidad de la R. R.). (5) Dado que la D. en D. es una demostración
por reducción al absurdo y que sus cantidades no se pueden construir de ningún
modo, no debería sorprendernos que al profesor Leopold Kronecker y a otros
proto-constructivistas no les gustara en absoluto (más respecto a esto en un par de
§). Según todos los testigos, la campaña pública de Kronecker contra Cantor
empezó en serio con los artículos acerca de c.

§7d.

Matemáticamente, es probable que pueda usted ver cuál es el siguiente


movimiento importante de Cantor. Una vez demostrado mediante c que hay una
potencia de ∞ mayor que ℵ0, empieza a buscar conjuntos infinitos cuya
cardinalidad podría ser mayor que c. Su siguiente paso importante (que, como
podrá observar, todavía involucra conjuntos de puntos) es un intento de demostrar
que el plano 2D contiene una infinidad de puntos que es mayor que el c de la recta
real 1D, del mismo modo en que c es mayor que el ℵ0 de la recta numérica. Esta es
la demostración acerca de cuyo resultado final Cantor le escribió la frase célebre a
Dedekind «Je le vois, mais je’n le crois pas» en 1877.[7.54] Se conoce a veces como su
demostración de la dimensión. La idea general es demostrar que los números reales
no se pueden poner en C1-1 con el conjunto de puntos en un espacio n-
dimensional, en este caso un plano, y, por lo tanto, que la cardinalidad del
conjunto de puntos del plano es > la cardinalidad del conjunto de todos los reales.
Los casos específicos de la demostración son el cuadrado unidad pitagórico de
toda la vida y el intervalo [0, 1] de la recta real. (Recordará de §3 que las P. del I. de
Bolzano ya habían sugerido en 1850 que [0, 1] contenía tantos puntos como la recta
real, equivalencia que ahora Cantor demuestra formalmente en su artículo de la
dimensión. Como ya hemos visto una demostración gráfica de la equivalencia en
§3c, omitiremos esta demostración excepto para poner de relieve lo que
seguramente puede anticipar: Cantor demuestra que cualquier tipo de
diagonalización que se use para crear un nuevo número real que sea > 1 puede
duplicarse para crear un nuevo número real en [0, 1]).

Para la demostración de la dimensión, la principal del artículo, tiene que


visualizarse de algún modo el cuadrado unidad como una cuadrícula o malla
cartesiana, con coordenadas numéricas correspondientes a todos y cada uno de los
puntos del plano al que pertenece. La estrategia de Cantor es usar la
diagonalización para demostrar que hay números correspondientes a esas
coordenadas 2D que no se pueden hallar en el conjunto de todos los reales. Como
resulta claro en sus cartas a Dedekind, al principio Cantor está seguro de que tales
números se pueden generar, pues todo geómetra desde Riemann había trabajado
bajo la suposición de que la dimensión de cualquier espacio (por ejemplo, 1D, 2D,
3D) estaba determinada de manera única por el número de coordenadas necesarias
para identificar un punto en dicho espacio (semiextractado de Grattan-Guinness,
From Calc to S.T., pág. 188).

Solo que la suposición resulta ser errónea, tal como descubre Cantor en su
intento de construir sucesiones decimales de coordenadas 2D que permitan
comparar puntos del plano con decimales de números reales. Lo peliagudo es,
obviamente, que los puntos del plano se especifican mediante pares de números
reales, y los puntos de la recta, mediante números reales solos, de modo que (con
ecos de Pitágoras y Eudoxo) Cantor tiene que pensar una manera de hacer
conmensurables ambos conjuntos de puntos. Le cuesta tres años imaginar cómo
hacerlo. Una vez más, representemos todos los números relevantes mediante
sucesiones infinitas de decimales. Tomemos cualquier punto (x, y) del cuadrado
unidad. Estas coordenadas se pueden escribir así:

x = 0,a1a2a3a4a5a6a7…

y = 0,b1b2b3b4b5b6b7…

las cuales se combinan para dar lugar a la representación decimal única [7.55]
del punto (x, y):

0,a1b1a2b2a3b3a4b4a5b5a6b6a7b7…

Y a este punto le corresponderá claramente un punto z único en el intervalo


[0, 1] de la R. R., concretamente el correspondiente al número real
0,a1b1a2b2a3b3a4b4a5b5a6b6a7b7…[7.56]

Así, mediante ese mismo procedimiento y por extrapolación directa a partir


del cuadrado unidad y [0, 1], cada punto de un plano 2D se puede poner en C1-1
con un punto de la R. R., y viceversa. Además, el método (relativamente simple) de
Cantor de combinar las coordenadas en un único número real implica que la
misma técnica general se puede usar para demostrar que un cubo 3D, un
hipercubo 4D, o en realidad el conjunto total de puntos de cualquier figura n-
dimensional tiene la misma cardinalidad que el conjunto de números reales de la
R. R., concretamente c. Este es un resultado extraordinario, y por eso Cantor no
quedó decepcionado al no poder demostrar su premisa original: había descubierto
una increíble profundidad y riqueza en el continuo, y su demostración revelaba
(tal como le escribió a Dedekind) «qué maravillosa potencia albergan los números
reales, puesto que uno está en situación de determinar de manera única, con una
sola coordenada, los elementos de un espacio continuo n-dimensional» (Cantor in
Cavaillès, pág. 234. Traducción editada semiextractada de Dauben, GC, págs. 55-
56, sustituyendo la variable «ρ» original de Cantor por «n»).

El descubrimiento de Cantor de que las rectas, los planos, los cubos y los
politopos[7.57] eran todos equivalentes como conjuntos de puntos llega bastante lejos
a la hora de explicar por qué la teoría de conjuntos constituye un desarrollo tan
revolucionario para las matemáticas: revolucionario en teoría y también en la
práctica. En parte, esto se remonta al problema de conmensurabilidad de los
griegos y la relación ambivalente del cálculo clásico con la geometría. La
incomodidad acerca de utilizar cantidades como x2 y x3 en la misma ecuación (pues
los cuadrados implicaban áreas 2D y los cubos → volúmenes 3D) había persistido
durante siglos, y el énfasis del siglo XIX en el rigor hacía que las ambigüedades
geométricas fueran todavía más indigestas. Para abreviar una larga historia, la
teoría de conjuntos cantoriana ayuda a unificar y a clarificar las matemáticas en el
sentido de que todos los entes matemáticos ahora se pueden entender
fundamentalmente como el mismo tipo de cosa: un conjunto. Además, en las
nuevas geometrías no euclidianas,[7.58] el descubrimiento de Cantor de que todos los
conjuntos de puntos geométricos son transfinitamente equivalentes (es decir, que
todos tenían la cardinalidad c) es de gran importancia, en particular en la idea de
dimensión, tal como Cantor le comenta también a Dedekind:

Esta visión [= la de G. C.] parece opuesta a la que prevalece generalmente, en


particular entre los defensores de la nueva geometría, pues hablan de dominios
infinitos de una, dos, tres,… n dimensiones. A veces uno incluso encontrará la idea
de que la infinidad de puntos de una superficie [2D] se puede obtener, por así
decirlo, elevando al cuadrado la infinidad de puntos de una recta, y la de un sólido
elevándola al cubo (ibíd.).

No hace falta decir, sin embargo, que nuestras expresiones «desarrollo


revolucionario» y «de gran importancia» son en retrospectiva. Como ya se ha
insinuado claramente, no se dio el caso de que las matemáticas predominantes en
la época se arrodillaran inmediatamente para dar la bienvenida a las
demostraciones de Cantor posteorema de unicidad. Particularmente, en relación a
la demostración de la dimensión, matemáticos de casi todas las tendencias se
alinearon para denostarla. Además de las objeciones generales en §7c, los
constructivistas odiaban en especial la idea de crear, de algún modo, irracionales
1D a partir de combinaciones 2D de otros irracionales, así como la
«correspondencia no continua» que daba la demostración de la dimensión entre
puntos de la recta y puntos del plano. [7.59] Y fue en realidad el artículo de la
demostración de la dimensión[7.60] el primero contra el que Kronecker intrigó para
conseguir que fuera rechazado por una revista en cuyo comité editorial estaba,
algo acerca de lo cual Cantor escribió muchas cartas descargando su cólera. Pero
no eran solo los constructivistas o los fundamentalistas. Véanse, para poner solo un
ejemplo, las siguientes líneas de Paul Du Bois-Reymond, que no era un
kroneckeriano, sino un analista destacado, en la tradición aristotélico-gaussiana de
los ∞ solo potenciales, comentando la demostración de la dimensión:
Parece absolutamente repugnante al sentido común. El hecho simple es que
este es el resultado de un tipo de razonamiento que permite a ficciones idealistas [=
platónicas] asumir el papel de genuinas cantidades aunque no sean ni siquiera
verdaderos límites de representaciones de cantidades (Du Bois-Reymond, de la
traducción al francés de Die allgemeine Funktiontheorie, fragmentos semiextractados
de Kline, pág. 998).[7.61]

§7e.

En todo caso, hasta aquí hemos establecido por lo menos y quizás a lo sumo
dos órdenes distintos de conjuntos infinitos, ℵ0 y c,[7.62] y ahora resulta apropiado
preguntarse qué tienen que ver exactamente esos números cardinales con los
números transfinitos que vimos a Cantor fabricar a partir de R y y lo de los
conjuntos derivados de conjuntos derivados en §7b. Siendo la gran cuestión
específica si se puede demostrar que la sucesión infinita de conjuntos infinitos
P(n∞∞), P(∞∞+1), P(∞∞+n), etc., corresponde a una jerarquía infinita de números cardinales
cada vez mayores, o si ℵ0 y c son los únicos cardinales infinitos y no hay reales más
allá de la potencia transdimensional del continuo.

El siguiente gran descubrimiento de Cantor es que se puede construir de


manera válida una sucesión infinita de con juntos infinitos con números cardinales
cada vez mayores sin usar nada más que las propiedades formales de los
conjuntos.[7.63] Dichas propiedades involucran los conceptos de subconjunto y de
conjunto potencia, el segundo de los cuales se define aquí mismo, para algún
conjunto A, como simplemente el conjunto de todos los subconjuntos de A. Es
decir, que todo elemento de P(A) es algún subconjunto de A. Esto resulta ser peor
de lo que parece. Todo conjunto, finito o no, tiene un conjunto potencia, [7.64] pero lo
que Cantor es capaz de demostrar es que incluso si el conjunto A es infinito, su
conjunto potencia P(A) siempre tendrá un número cardinal mayor que A. Más
específicamente, puede demostrar que el número cardinal de P(A) siempre será
igual a 2A.[7.65] Y esa cosa de A → 2a acaba resultando crucial para navegar por lo
transfinito, en cuyo reino resulta que uno en cierto modo salta, como
cuánticamente, de una clase de números a la siguiente, sin nada en medio: 2 ℵ0 = ℵ1,
2ℵ1 = ℵ2, y así sucesivamente (en cierto modo).

Las demostraciones de Cantor acerca del conjunto potencia son


extremadamente intrincadas, y tenemos que prepararnos para ellas de alguna
manera. Y como no hay duda de que para todos nosotros la escuela elemental
queda muy lejana, conviene que, por si no lo hemos dicho antes, explicitemos que
la manera formal de designar un conjunto es poner a sus elementos
entre \'7bllaves\'7d, así, y que el simbolismo para decir que «a es un elemento de
A» es «a ∈ A». Recordemos también que «subconjunto» es por definición más
inclusivo que «subconjunto propio», y que entre los subconjuntos de cualquier
conjunto A estarán (1) el mismo A y (2) el conjunto vacío, simbolizado por «∅» o, a
veces, por «\'7b \'7d».[7.66] Por lo tanto, como cualquier conjunto tiene por lo menos
algunos subconjuntos, se sigue que cualquier conjunto tiene un conjunto potencia.
Para ver de manera informal que el número de elementos del conjunto potencia de
A siempre es igual a 2(Número de elementos de a), sea A el conjunto de tres elementos \'7b1, 2,
3\'7d. Los subconjuntos de A son: \'7b \'7d, \'7b1\'7d, \'7b2\'7d, \'7b3\'7d, \'7b1,
2\'7d, \'7b1, 3\'7d, \'7b2, 3\'7d, \'7b1, 2, 3\'7d, de los que hay exactamente 8 o 2 3.
Una manera más rigurosa de demostrar que P(A) = 2A es por inducción
matemática, que técnicamente no es como lo hace Cantor pero está por lo menos
implícito en su demostración. Además, es comparativamente sencilla. Por favor,
repase o rememore lo visto en §7b sobre los tres pasos de una demostración por
inducción matemática, que aquí irán del siguiente modo:

(a)Demostrar que la cardinalidad de P(A) es igual a 2A para un conjunto A


con solo un elemento. Tal A tiene como subconjuntos los siguientes: ∅ y A mismo,
lo que significa que su P(A) tiene dos elementos, lo cual es 21 elementos, es decir, es
2A elementos, o sea que ¡bingo![7.67].

(b)Supongamos que es cierto que si A tiene k elementos, el número cardinal


de P(A) = 2k.

(c)Demostrar que si A tiene (k + 1) elementos, P(A) = 2(k+1).

A partir del paso (b) sabemos que los primeros k elementos de A dan 2k
subconjuntos de A. Ahora tomamos cada uno de esos 2 k subconjuntos y formamos
un subconjunto nuevo que también contiene el último de los (k + 1) elementos de A
(es decir, el nuevo elemento extra designado por el «+ 1»). Podemos formar
exactamente 2k subconjuntos nuevos de ese tipo con «1 elemento +»: uno para cada
uno de los subconjuntos originales. Así que ahora tenemos los 2 k subconjuntos
originales que no contienen al nuevo elemento, y tenemos 2 k nuevos subconjuntos
que sí lo contienen. Esto son (2 k + 2k) subconjuntos, lo cual es equivalente a (2 × 2 k)
subconjuntos, que es igual a 2(k+1) subconjuntos. Así que (c) también está
demostrado. Podemos estar lo bastante seguros de que P(A) = 2A.
Para nuestros propósitos, Cantor tiene dos demostraciones principales
respecto al conjunto potencia. En ninguna de las dos se preocupa todavía por lo de
2A: su preocupación básica es demostrar que incluso para un conjunto infinito A,
P(A) > A.[7.68] La primera versión, hacia 1891, es importante principalmente porque
exhibe el poder de la técnica de diagonalización como arma de reducción al
absurdo. Se puede considerar una demostración de que el conjunto de todos los
subconjuntos del conjunto de los enteros no es numerable, [7.69] lo cual, como Cantor
ya ha demostrado que el conjunto de los enteros es numerable, significará,
obviamente, que su conjunto potencia tiene un número cardinal mayor que ℵ0.

Aquí está la demostración. Llamemos £ al conjunto de todos los enteros, y


P(E) a su conjunto potencia. Sabemos de §7c que para que P(E) sea numerable,
debe ser posible establecer una correspondencia uno a uno entre P(E) y E. La
presente demostración es una reducción al absurdo, o sea que supongamos que sí
es posible tal C1-1 entre P(E) y E. Esto (como también sabemos por las
demostraciones en diagonal de §7c) significa que la C1-1 se puede representar en
una tabla como en el siguiente ejemplo parcial, con los elementos de E en la
izquierda, y los subconjuntos de E (que también son los elementos de P(E), y
pueden estar en cualquier tipo de orden arbitrario que queramos), en la derecha
(parecido razonable con Hunter, págs. 22-23):

Tabla n.º 2

E P(E) 0 ↔ \'7bTodos los enteros\'7d 1 ↔ \'7bConjunto vacío\'7d 2 ↔ \'7bTodos


los enteros pares\'7d 3 ↔ \'7bTodos los enteros impares\'7d 4 ↔ \'7bTodos los
primos\'7d 5 ↔ \'7bTodos los enteros > 3\'7d 6 ↔ \'7bTodos los cuadrados
perfectos\'7d 7 ↔ \'7bTodos los cubos perfectos\'7d … ↔ … … ↔ … … ↔ …

Resulta que podemos modificar esta tabla explotando una propiedad de su


C1-1 que quizás usted ya ha notado si ha dedicado algún tiempo a pensar por qué
exactamente la relación entre los conjuntos y sus conjuntos potencia es siempre 2.ª
y no 3.ª ni ningún otro xA. La respuesta de fondo es que el «2» de 2.ª refleja un tipo
particular de procedimiento de decisión. Para cada subconjunto s de un conjunto
A, hay exactamente dos elecciones respecto a cada elemento a de A: o bien a es un
elemento de s, o bien no lo es. Esta última frase probablemente necesita más de una
lectura. Es difícil expresarlo de manera clara en lenguaje natural, pero la idea
misma no es tan complicada. A es un conjunto, a es algún elemento en particular
de A, s es algún subconjunto en particular de A. Preguntémonos si resulta que a es
un elemento de s. Pues, o bien lo es, o bien no lo es. Agotamos todas las
posibilidades respecto a la pertenencia de a al conjunto s si una vez incluimos a en
s y otra vez lo excluimos, dando lugar así al dúo de subconjuntos s y s' respecto a
cada a.

(SEMI-SEI Este es uno de los puntos de los que es simplemente imposible


saber si lo que se acaba de decir tendrá sentido para el lector no experto. Si lo del
abstracto a-es-elemento-de-s-o-no es lo bastante claro para que usted entienda por
qué explica por sí solo que un conjunto A de tres elementos tenga 23 subconjuntos,
puede omitir libremente el resto de este párrafo. Por si no lo es, vamos a ver un
ejemplo concreto. Pongamos que A es el mismo conjunto \'7b1, 2, 3\'7d que hemos
visto en la pág. 246, donde hicimos la lista de los subconjuntos de
A: \'7b \'7d, \'7b1\'7d, \'7b2\'7d, \'7b3\'7d, \'7b1, 2\'7d, \'7b1, 3\'7d, \'7b2,
3\'7d, \'7b1, 2, 3\'7d. Eche un vistazo a esos subconjuntos y vea cuántas veces un
elemento particular de A —digamos el elemento 1— pertenece a alguno de los
ocho subconjuntos. Podrá ver que pertenece a cuatro de ellos y está ausente de
cuatro. Si se fija en el elemento 2, podrá ver que sucede lo mismo: 2 está presente
en cuatro y ausente de cuatro. Lo mismo con el 3. ¿Puede ver por qué? Hay ocho
subconjuntos en total: la mitad de ellos contienen cualquier elemento en particular
de A, y la otra mitad no. En realidad, puede construir el conjunto de todos los
subconjuntos de A de ese modo. Tome cualquier elemento de A. Si su primer
subconjunto s no contiene el elemento, su siguiente s' lo contendrá. O
recíprocamente. Es decir, para todo elemento y subconjunto en particular, hay dos
elecciones, y en el conjunto de todos los conjuntos estarán ambas. Dos
posibilidades para cada elemento. Por lo tanto, el número de subconjuntos
de \'7b1, 2, 3\'7d será 2 × 2 × 2, o 2 3. Si esto aún no consigue aclararle la idea básica,
le pedimos que simplemente se la trague (la idea) porque no podemos hacer nada
mejor).

Bien, entonces esto significa que podemos tomar la Tabla n.º 1 y ampliarla
por un lado preguntándonos, para cada entero del conjunto E, si realmente es parte
de su correspondiente subconjunto de la columna P(E). Ponemos «Sí» si el entero
está en ese subconjunto en particular, y «No» si no lo está. Así:

Tabla n.º 2
Y una vez hemos elaborado esta Tabla n.º 2, podemos demostrar fácilmente
que la supuesta correspondencia entre E y P(E) no es exhaustiva y, por lo tanto, no
es una C1-1 válida. Lo hacemos usando la buena y vieja diagonalización para
construir un subconjunto de E que nunca jamás aparecerá en la correspondencia E
↔ P(E) de la tabla. Es el subconjunto definido empezando por la casilla que está
completamente al noroeste de la Tabla n.º 2 y desplazándose diagonalmente hacia
el sudeste, cambiando «Sí» por «No» y viceversa en todo el recorrido, así:

Tabla n.º 3

Todo lo que sabemos sobre este nuevo subconjunto es que incluye 1, 4, 6 y 7,


y que difiere por lo menos en un elemento de cada subconjunto (o sea cada
elemento de P(E)) de la C1-1 original. Naturalmente, nuestra Tabla n.º 3 es solo un
fragmento, pero continuando el simple proceso de intercambio «Sí»-«No» a lo
largo de la diagonal podemos garantizar que el nuevo subconjunto generado de
ese modo diferirá de todos los subconjuntos de la C1-1 sin importar lo lejos que
lleguemos en los emparejamientos. Por lo tanto, una verdadera C1-1 entre E y P(E)
es imposible. Lo cual significa que P(E) es no numerable,[7.70] y eso quiere decir que
su cardinalidad es mayor que ℵ0. Q. E. D.

Aunque hay buenas razones por las que hemos repasado esta demostración
tan gráfica y detalladamente, sepa que no es así como lo hace Cantor. La verdad es
que nunca presenta de manera explícita la demostración en diagonal para P(E) > E
y, por lo tanto, para P(A) > A: simplemente hace alusión a ella como una «extensión
natural» de su demostración en diagonal de la no numerabilidad de los números
reales.[7.71] El argumento que da para P(A) > A es un poco rompecabezas, pero acaba
jugando un papel clave en el desenlace de nuestro relato y, por lo tanto, es
necesario detallarlo. Esta demostración es completamente abstracta y no específica,
diseñada solo para demostrar que a partir de cualquier conjunto infinito A se
puede construir algún conjunto infinito B cuyo número cardinal supera al de A.
Quizá sería bueno que se preparase usted, emocionalmente, para tener que leer lo
siguiente más de una vez.

A es un conjunto infinito. B es el conjunto de todos los subconjuntos de A[7.72].


Como todos los conjuntos son por definición subconjuntos de sí mismos, A es un
subconjunto de A, es decir que A es un elemento de B. Así que, definitivamente, es
posible establecer una C1-1 entre todos los elementos de A y, por lo menos, los de
un elemento de B. No es posible, sin embargo, establecer una C1-1 entre todos los
elementos de A y todos los elementos de B. Vamos a demostrar esto mediante
reducción al absurdo, por lo que vamos a adoptar la postura habitual y suponer
que tal C1-1 está en efecto construida y agota ambos conjuntos infinitos. Ahora, sea
a un elemento cualquiera de A y b un elemento cualquiera de B (o sea, que b es un
subconjunto cualquiera de A). Como vimos antes con la Tabla n.º 2, la C1-1 entre A
y B puede ser completamente aleatoria en el sentido de que, en cualquier
correspondencia individual a ↔ b, a puede ser o no ser un elemento del b con el
que está emparejado. Por ejemplo, allí el entero 3 estaba emparejado con \'7bTodos
los enteros impares\'7d y él mismo es un entero impar, mientras que 6 estaba
emparejado con \'7bTodos los cuadrados perfectos\'7d pero no es un cuadrado
perfecto. Será lo mismo con nuestra C1-1 actual y sus infinitos emparejamientos a
↔ b: a veces a será un elemento del subconjunto b con el que está emparejado, y a
veces no lo será. Hasta aquí es todo bastante sencillo y directo. Sin embargo, ahora
considere la totalidad de todos los a en la C1-1 que no son elementos de los b con
los que están emparejados. Sea φ el conjunto de todos los a con esa característica.
Por supuesto, φ es un subconjunto de A, lo cual significa que φ es un elemento de
B, y aun así se puede demostrar que φ no se puede incluir en la C1-1
supuestamente exhaustiva entre A y B. Pues si φ está incluido, entonces está
emparejado con algún a, y como hemos visto solo hay dos opciones: o bien este a es
él mismo un elemento de φ, o bien no lo es. Si a es un elemento de φ… pero no
puede serlo, pues esto contradice la definición de φ. Pero si a no es un elemento de
φ, entonces es, por definición, un elemento de φ… lo cual no puede ser, o sea que
debe serlo, pero entonces no puede serlo… y así, de un modo u otro, ya tiene usted
una contradicción de tipo LTE. Por lo tanto, una verdadera C1-1 entre A y B no es
posible; luego, la cardinalidad de B es > la cardinalidad de A. Quod erat dem*.

§7f

*SEMIINTERPOLATIVO

Por favor, observe el parecido entre esta última demostración y la paradoja


de los antiguos griegos «Estoy mintiendo», [7.73] donde si la afirmación es verdadera
entonces es falsa y si es falsa entonces es verdadera. Lo cual significa que ahora
hemos entrado en el territorio abismal de la autorreferencia. Este es el verdadero
motivo por el que nos acabamos de arrastrar por la demostración de Cantor de que
B > A: abre un tipo completamente nuevo de grieta en las matemáticas modernas.

Aunque no es estrictamente nuestro ámbito, sepa que en la década de 1930 el


profesor Kurt Gödel[7.74] usará algo muy parecido al truco de Cantor «(a ∉ φ) → (a ∈
φ)» para demostrar sus devastadores teoremas de incompletitud. (Dicho
burdamente, Gödel demostrará que ciertas proposiciones matemáticas bien
formadas son verdaderas, y aun así indemostrables, mediante la deducción de
«Proposición P: la Proposición P es indemostrable» como un teorema). Más
importante para nuestros propósitos es esta idea de que los conjuntos pueden tener
otros conjuntos como elementos, que es esencial para el concepto de conjuntos
potencia y, por supuesto, parece bastante inocente…, solo que tras la demostración
de Cantor resulta ser una auténtica caída en picado por la grieta de la
autorreferencia. Ejemplo: considere el teorema que Cantor acaba de demostrar, que
el conjunto de todos los subconjuntos del conjunto A siempre contendrá más
elementos que el mismo A. Pero ahora suponga que A se define como «el conjunto
de todos los conjuntos». Por definición, este A contendrá todos sus subconjuntos,
pues dichos subconjuntos son conjuntos, o sea que en este caso P(A) > A no es
posible en modo alguno. Conclusión: el mismo principio de los conjuntos-de-
conjuntos que Cantor necesita para construir una jerarquía de conjuntos infinitos
da lugar a una paradoja casi inmediatamente.

La evidencia histórica indica que Cantor conocía la paradoja del conjunto-


de-todos-los-conjuntos hacia 1895,[7.75] aunque jamás la mencionó ni una sola vez en
sus trabajos publicados. A pesar de todo ahora se la conoce como la paradoja de
Cantor. También se considera como la base de la paradoja más famosa de toda la
teoría de conjuntos, habitualmente conocida como la antinomia de Russell porque el
ubicuo Bertrand Russell la usó para torpedear la obra de Frege Fundamentos de la
aritmética en 1901.[7.76] Podemos esbozar la antinomia de Russell muy rápida y
fácilmente porque casi todo el mundo ha oído hablar de ella en alguna ocasión.
Aunque se desprende directamente de la demostración abstracta de Cantor sobre
el conjunto potencia, la antinomia también causa estragos en el criterio principal de
la definición de «conjunto» que da Cantor, que es (como recordará de la nota 16 de
§7a) que siempre hay un procedimiento por el que dado un elemento cualquiera se
puede determinar si es un elemento de un conjunto dado. [7.77] O sea, que aquí está
la antinomia de Russell. Como hemos visto, algunos conjuntos son elementos de sí
mismos y algunos no lo son. En realidad, la mayoría no lo son; por ejemplo, el
conjunto de todas las sillas no es una silla, el conjunto de todos los entes que
pueden anudar el pedúnculo de una cereza con su lengua no puede hacer lo
mismo, etc. Pero algunos conjuntos sí se contienen a sí mismos como elementos;
por ejemplo, el conjunto de todos los conjuntos, el conjunto de todas las
abstracciones, el conjunto de todos los entes que no pueden anudar el pedúnculo
de una cereza. Russell llama a los conjuntos que no son elementos de sí mismos
conjuntos normales, y a los autocontenidos, anormales. Así pues, considere ahora el
conjunto N de todos los conjuntos normales: ¿es N un conjunto normal?[7.78] Bien, si
N es un conjunto normal, entonces por definición no es un elemento de sí mismo.
Pero N es el conjunto de todos los conjuntos que no son elementos de sí mismos, de
modo que N es un elemento de sí mismo si no es un elemento de sí mismo. Aunque
entonces si N realmente es un elemento de sí mismo, entonces no puede ser un
elemento del conjunto de todos los conjuntos que no son elementos de sí mismos,
de modo que en realidad N no es un elemento de sí mismo, en cuyo caso lo es… y
así una y otra vez ad infinitum.

Este tipo de paradoja, como el rompecabezas «(a ∉ φ) → (a ∈ φ)» en la


reducción al absurdo de Cantor, se conoce oficialmente como un círculo vicioso
(CV). Aquí «vicioso» significa más o menos lo mismo que en la RIV de §2a, es
decir, que se convierte en lógicamente imposible hacer algo que estamos
lógicamente obligados a hacer. En las paradojas de tipo CV, como las de Russell y
Cantor, lo que no podemos hacer es determinar si algo es o no es un elemento de
un conjunto, lo cual viola tanto la definición formal de «conjunto» como (mucho
peor) la LTE. O sea, que dichos problemas no son minucias.

Llegados a este punto es casi seguro que ha captado usted la dinámica


general de la historia del en virtud de la cual ciertas paradojas dan lugar a avances
conceptuales que pueden abordar esas paradojas originales, pero a su vez dan
lugar a nuevas paradojas, que entonces generan otros avances conceptuales, y así
sucesivamente. Si es usted uno de los lectores que se preocupan de las notas al pie
SEI, ya ha visto algo sobre un tipo de solución técnica a la antinomia de Russell,
que es la sustitución por Zermelo y otros colegas del principio de abstracción
ilimitada por el P. A. Limitada. Otro tipo de solución es la prohibición de
definiciones impredicativas, defendida por Jules-Henri Poincaré (1854-1912), una
figura clave de la topología que además fue, tras la muerte de Kronecker en 1891,
el oponente n.º 1 de las matemáticas transfinitas.[7.79] La definición de Poincaré de
impredicativo es algo sospechosa, pero en esencia implica definir un objeto en
términos de todo un grupo de objetos del cual es parte. Aún más esencialmente,
una definición impredicativa depende de propiedades y descripciones
autorreferentes, y «El conjunto de todos los conjuntos que no son elementos de sí
mismos» es un ejemplo perfecto de dicha definición (como lo son «El conjunto de
todos los conjuntos» y la definición de Cantor del conjunto φ en la anterior
demostración de B > A). Todo esto se complica bastante, pero la táctica general de
Poincaré es caracterizar las definiciones impredicativas en términos de los
resultados paradójicos que pueden arrojar, [7.80] lo cual entonces constituye el
argumento lógico para rechazarlas. Es algo así como el modo en que la división
por o quedó proscrita. Desafortunadamente, las definiciones formales de todo tipo
de términos y conceptos en el análisis, desde «sucesión» y «serie» hasta «punto
límite» y «cota inferior», también son impredicativas —y además se puede hacer
que el mismo concepto de impredicatividad genere algunos CV muy feos— [7.81] de
modo que la solución de Poincaré nunca cuajó realmente.

La propuesta de Russell para evitar las epónimas paradojas de Cantor y de


él mismo es la teoría de los tipos, que, para abreviar una muy larga historia, es parte
del programa fundacional de Russell para intentar demostrar que todas las
matemáticas son reducibles a lógica simbólica. La teoría de los tipos es una especie
de gramática de la abstracción que rechaza ciertas clases de proposiciones en las
cuales entidades de tipos diferentes se tratan como equivalentes. En el sentido,
esencialmente, de metafísicamente equivalentes. [7.82] La idea es que los conjuntos de
individuos no son el mismo tipo de entidad que los individuos mismos, y los
conjuntos de conjuntos no son del mismo tipo que los conjuntos de individuos, y
así sucesivamente. Y el tipo de una entidad en particular es función directamente
de cuán abstracta es dicha entidad, de modo que se llega a una jerarquía de
conjuntos que se parece a los niveles de abstracción informales de los que
hablamos en §1b: el tipo de Russell 1 = individuos, tipo 2 = conjuntos, tipo 3 =
conjuntos de conjuntos, tipo 4 = conjuntos de conjuntos de conjuntos, etc. [7.83] Lo
que permite que la teoría evite los círculos viciosos es que la misma clase de
jerarquía se puede aplicar a las proposiciones; por ejemplo, tipo x; = alguna entidad
de algún tipo particular, tipo (x + 1) = alguna proposición sobre esa entidad, tipo (x
+ 2) = alguna proposición sobre la proposición sobre la entidad, y así
sucesivamente. (N. B. Para Russell «proposición» puede significar o bien una frase
en lenguaje natural o bien una aseveración formal/matemática como «a ∈ A»).[7.84] Y
la gran regla es que, suponiendo que m y n son enteros, una proposición o conjunto
de tipo n no se puede aplicar a otra proposición u otro conjunto de tipo n, sino solo
a una proposición o un conjunto de tipo m donde m < n.

Por lo que respecta a nuestro relato, la teoría de tipos viene a ser un ejemplo
perfecto de cómo se halla una salida legal de una paradoja. Ciertamente, la teoría
ofrece una «solución» a los rompecabezas de Russell y Cantor —es decir, da una
explicación de cuál es el paso «ilegítimo» de la paradoja— pero también es
increíblemente críptica e inmanejable, y en definitiva tan dañina para las
matemáticas como lo de Poincaré y la impredicatividad. Veamos un rápido
ejemplo: como los números racionales se definen como razones de enteros, y los
irracionales como conjuntos/sucesiones de racionales, los tres tipos de números son
de diferentes tipos, y según las reglas de la teoría no podríamos hacer predicados
en común acerca de los tres sin un sinfín de diferentes demostraciones y niveles y
salvedades. Para su información, Russell intentó solventar algunas de esas
dificultades mediante lo que él llamó axiomas de reducibilidad, pero estos eran
incluso más complicados y artificiosos y… básicamente toda su tipología se vuelve
muy etérea y ahora solo es de interés histórico.[7.85]

Si es necesario decir una vez más que solo estamos echando una ojeada a
una superficie turbulenta, considérese dicho. Medidas antiparadoja específicas
como las de Russell y Poincaré son parte de una crisis mucho más amplia y
profunda, una que precede a Cantor pero llega a hacerse apremiante a través de
sus teorías del ∞. Lo destacado, a grandes rasgos: las paradojas de la teoría de
conjuntos, emparejadas con las preocupaciones respecto a los fundamentos que
empiezan con Abel y Cauchy y llegan al clímax con Frege y Peano, conducen
directamente a las grandes controversias formalismo-contra-intuicionismo de
principios del siglo XX. De nuevo, solo podemos esbozarlas de manera
esquemática. Respecto a los conjuntos infinitos, por ejemplo, el intuicionismo es
rabiosamente anti-Cantor, y el formalismo, incondicionalmente pro-Cantor, a pesar
de que tanto el formalismo como el intuicionismo son anti-Platón y Cantor es un
platónico irreductible. Lo cual, con dolor de cabeza o sin él, significa que volvemos
de nuevo a la metafísica: la riña moderna respecto a los procedimientos de las
matemáticas es, en definitiva, una disputa acerca del estatus ontológico de los entes
matemáticos.
Ya tuvimos una introducción al intuicionismo en las discusiones de §6 acerca
del constructivismo. El formalismo es harina de otro costal. Quizá la mejor
aproximación sea volver a la cuestión en la que hemos insistido anteriormente, a
saber: las paradojas de la teoría de conjuntos son parte del problema más amplio
de la consistencia de las matemáticas, que Hilbert propuso como Problema
Importante n.º 2[7.86] en el mismo Congreso de París donde se le pudo ver hablando
de Cantor con entusiasmo en §1a. El programa del propio Hilbert para reconstruir
las matemáticas de tal modo que los teoremas no arrojen paradojas es el formalismo,
el cual busca hacer que la abstracción de las matemáticas sea a la vez total y
primaria. La idea básica del formalismo es separar totalmente las matemáticas del
mundo y convertirlas en un juego. Literalmente. Este juego involucra la
manipulación de ciertos símbolos según ciertas reglas que permiten construir
secuencias de símbolos a partir de otras secuencias de símbolos. Es 100% formal:
de aquí el nombre. Lo que los símbolos de ese juego matemático significan, o si
significan algo, no tiene nada que ver con el juego. Y decir que un ente matemático
«existe» es simplemente decir que no causa una contradicción. [7.87] Lo que importa
son las reglas, y el proyecto entero del formalismo es una teoría de la
demostración: el objetivo es construir un conjunto de axiomas y reglas de
inferencia[7.88] de donde se puedan deducir todas las matemáticas, de modo que
todo sea deductivo y riguroso y limpio, o sea, como un juego autocontenido.

Si tiene usted algún tipo de conocimientos de lógica o de filosofía de las


matemáticas, reconocerá que esta es una descripción radicalmente simplificada del
formalismo. (Por decir algo más, el programa de Hilbert también implica
descomponer las matemáticas en niveles de razonamiento algo parecidos a los
tipos de Russell, de nuevo sin permitir proposiciones inter-nivel). Probablemente,
también sabrá que dicho movimiento empieza a tener serios problemas mucho
antes de las ya mencionadas demostraciones de Gödel de que un sistema formal no
puede ser a la vez completo y consistente:[7.89] por ejemplo, los formalistas ni siquiera
podían conseguir que la aritmética básica fuera completa y consistente si incluía la
multiplicación como una operación «legal», lo cual, obviamente, es un serio
problema. Así que no necesitamos hablar del empobrecimiento filosófico o de la
absoluta extrañeza de un juego matemático sin referentes, porque el formalismo ni
siquiera podía tener éxito según sus propias reglas.

Las respuestas más coherentes y exitosas a las paradojas de tipo CV vienen


de dentro de la misma teoría de conjuntos (la cual, hacia 1900, es un campo en
plena ebullición tanto en las matemáticas como en la lógica, gracias a adivine
quién), y son encabezadas por el seguidor y sistematizador n.º 1 de Cantor, el
profesor Zermelo.[7.90] Un resultado de dichas respuestas es la separación de la
teoría de conjuntos abstracta en dos subtipos, la teoría informal de conjuntos y la
teoría axiomática de conjuntos. La T. I. C. es simplemente la teoría de conjuntos de
Cantor normal con todas sus miserias y grandezas, incluyendo su susceptibilidad a
las paradojas.[7.91] La teoría axiomática de conjuntos es un intento de obtener una
versión más rigurosa, fundacionalmente segura de la teoría de conjuntos que tenga
toda la potencia conceptual de la T. I. C. pero organizada de tal modo que evite
paradojas graves. El programa de la T. A. C. es algo formalista en espíritu y
euclidiano: consiste en hacer que la teoría de conjuntos sea un sistema formal
independiente[7.92] con un conjunto propio de axiomas que proporcione máxima
consistencia y completitud. Como ya se ha mencionado en alguna parte, el sistema
axiomático más conocido se llama habitualmente ZFS (de Zermelo, Fraenkel, y
Skolem). También hay el sistema, más restrictivo, de von Neumann-Bernays
(VNB), y algunos más, con varios embellecimientos metateóricos, diseñados por
eminencias como Tarski, Quine, Ramsey, y otros colegas.

Resulta que la teoría axiomática de conjuntos y su correspondiente lógica


han tenido aplicaciones fructíferas en muchos campos, como la teoría matemática
de las funciones reales, el análisis y la topología, la gramática generativa y los
estudios sintácticos en lingüística, y la teoría de la decisión, algoritmos, circuitería
lógica, problemas de detención/«estudios-Ω», inteligencia artificial y
procesamiento combinatorio en ciencias de la computación. Por lo tanto, a pesar de
tener cada vez menos espacio, vale la pena incluir por lo menos un resumen rápido
de la axiomatización básica de la que todos los sistemas principales son variantes,
con explicaciones ajustadas y directamente relevantes donde sea necesario, y por
supuesto, en este punto tardío, toda esta parte es omitible/ojeable a su discreción
SEI, como sigue.

Concepto primitivo: la relación de pertenencia ∈, donde «s ∈ S» significa que


el objeto s es un miembro o elemento del conjunto S.

Αx. 1.Dos conjuntos son iguales si contienen los mismos elementos. (Observe


que no es «si y solo si…»; esto se debe a que los conjuntos infinitos y sus
subconjuntos propios también pueden ser iguales).

Αx. 2.Si a y b son objetos o conjuntos, entonces \'7ba, b\'7d es un conjunto.

Αx. 3.Hay dos variantes en este caso. 1.ª variante: Para un conjunto S y un


«predicado definido»[7.93] P, existe el conjunto Sp que contiene solo aquellos x ∈ S[7.94]
que tienen la propiedad designada por P. 2.ª variante: Existe un conjunto S con las
siguientes características: (a) ∅ ∈ S, y (b) Para cada x, si x ∈ S, entonces \'7bx\'7d ∈
S. (Estas son dos versiones técnicamente distintas del principio de abstracción
limitada mencionado antes. Ambas versiones hacen dos cosas importantes. En
primer lugar, establecer que el conjunto vacío existe. En segundo lugar, definir y
validar el método de la teoría de conjuntos de la inducción transfinita y, mediante
dicho método, establecer la existencia de un conjunto S infinito numerable cuyos
elementos son ∅, \'7b∅\'7d, \'7b\'7b∅\'7d\'7d, \'7b\'7b\'7b∅\'7d\'7d\'7d, …[7.95]
Con lo cual si, en este conjunto, ∅ se toma como 1 y, para cada x, \'7bx\'7d es igual
a (x + 1), entonces S se convierte en el conjunto ordenado de todos los enteros
positivos; lo cual resulta ser muy parecido al modo en que los postulados de
Peano[7.96] generan los enteros).

Αx. 4.La unión de un conjunto de conjuntos es también un conjunto. (Esto


sirve como definición técnica de «unión», a partir de la cual «intersección»,
«producto cartesiano»,[7.97] etc., se pueden obtener mediante manipulación lógica;
algo no muy distinto a definir completamente la conectiva lógica «y» en términos
de «no» y «o»).

Αx. 5.El famoso axioma del conjunto potencia: Para cualquier conjunto S, existe
el conjunto potencia P(S) de S. (Aquí se establece la jerarquía infinita de los
conjuntos infinitos. Recuerde de §7b y siguientes que toda la teoría de conjuntos es
trivial en el caso de los conjuntos finitos, donde «trivial» significa que se puede
comprobar la veracidad de cualquier proposición de teoría de conjuntos
simplemente mirando los elementos de los conjuntos relevantes. Toda la relevancia
de estos axiomas está en la posibilidad de demostrar teoremas que sean trans-
experienciales, 100% abstractos: como él mismo).

Αx. 6.El famoso e infame axioma de elección (A. E.). En la nomenclatura de la


teoría de conjuntos, el A. E. es: «Si S es un conjunto de conjuntos no vacíos
disjuntos dos a dos, el producto cartesiano de los elementos de S[7.98] es no vacío;
cada elemento de este producto cartesiano se designa como un conjunto selección
de S'» (semiextractado de Edwards, v. 7, pág. 425, editado). En lenguaje natural, es
que a partir de cualquier S se puede construir un subconjunto S' con alguna
propiedad particular incluso si no se puede especificar un procedimiento para
elegir los elementos individuales de S' [Zermelo propuso el axioma de elección a
principios del siglo XX. Es demasiado técnico para intentar desarrollarlo aquí, [7.99]
pero una consecuencia importante del A. E. es el principio del buen orden, o sea que
cualquier subconjunto S' de cualquier conjunto S se puede elegir y disponer de tal
modo que S' tenga un primer elemento. Ya hemos visto la importancia de este
principio en las demostraciones con C1-1, por ejemplo, la primerísima acerca de
que \'7bTodos los enteros\'7d y \'7bTodos los enteros positivos\'7d tienen la
misma cardinalidad. El principio del buen orden es también crucial para las
demostraciones de Cantor de que c > ℵ0 y P(E) > E, pues las diversas tablas de esas
demostraciones obviamente debían tener todas un primer elemento. Pero el
axioma de elección fue también terriblemente controvertido (por ejemplo, puede
usted entender por qué los intuicionistas y los constructivistas odiaban la idea de
que se pudiera designar un subconjunto sin ningún tipo de procedimiento para
elegir sus elementos), y se mantuvo como una de las grandes polémicas de la teoría
de conjuntos hasta que (1) Kurt Gödel en 1940 demostró la consistencia lógica del
A. E. con los demás axiomas de la teoría de conjuntos, y luego (2) el profesor Paul
Cohen[7.100] en 1963 demostró la independencia lógica del A. E. (es decir, la
consistencia de su negación) respecto a los demás axiomas de la teoría de
conjuntos, demostraciones que, juntas, se puede decir que resolvieron el lío del
axioma].[7.101]

Αx. 7.Este suele conocerse como el axioma de regularidad (A. R.). También


tiene varias versiones. La más simple es que si x es un objeto o un conjunto, x ∉ x.
Una formulación más subida de tono es: «Todo conjunto no vacío S contiene un
elemento x tal que S y x no tienen ningún elemento en común» (semiextractado de
Edwards, v. 7, pág. 426, editado).[7.102] (El axioma de regularidad de algún modo
encierra las objeciones de Poincaré y Russell a la autorreferencia, o en todo caso es
este axioma el que elimina la antinomia de Russell. También evita formulaciones
como «el conjunto de todos los conjuntos» y «el conjunto de todos los números
ordinales» y así evita la paradoja de Cantor y la paradoja, que explicaremos
enseguida, de Burali-Forti. Observe que también rechaza la demostración de
Cantor, basada en φ, de que P(A) > A en §7e. Este es el motivo de que exista,
separadamente, el axioma del conjunto potencia que hemos visto antes, del cual se
puede deducir P(A) > A sin ningún tipo de demostración que viole el axioma de
regularidad. Pero, por favor, sepa que incluso con el A. R., axiomáticas como la de
ZFS aún pueden estar sujetas a ciertas paradojas de la teoría de modelos,[7.103] de
modo que ahora, digamos en las cercanías del año 2000, hay toda una jerarquía de
axiomatizaciones de la teoría de conjuntos, cada una con su propia inmunidad
especial a las paradojas, conocida entre los especialistas como fuerza de consistencia.
Si está interesado —y porque por lo menos sus nombres son divertidos—, los
sistemas principales de hoy, en orden creciente de fuerza de consistencia, son: los
postulados de Peano, analítico, ZFS, Mahlo, VNB, quiniano, débilmente compacto,
hiper-Mahlo, inefable, Ramsey, supercompacto, y n-enorme).

FIN DE §7F S.-1.


§7g

Sin duda habrá notado que hace un buen rato que Georg Cantor même no ha
sido mencionado y quizá se haya preguntado dónde está en toda la turbulencia
fundacional de §7f. Las profilaxis de Poincaré y de Russell, las axiomatizaciones de
Zermelo, etc., son todas de principios del siglo XX, tiempo en el cual Cantor ya ha
realizado sus mejores trabajos y casi ha abandonado las matemáticas en favor de
las preocupaciones obsesivas que consumieron sus últimos años. [7.104] También es
en esta época cuando entra y sale de hospitales continuamente. La dolorosa ironía
es que es justamente cuando la obra de Cantor está ganando amplia aceptación y la
teoría de conjuntos está floreciendo en las matemáticas y la lógica, cuando su
enfermedad se pone realmente fea, y hay todo tipo de congresos especiales y
entregas de premios a las que no puede asistir porque está demasiado indispuesto.

Más directamente relevante es que incluso cuando Cantor se encontró por


primera vez con sus paradojas en la década (probablemente) de 1880, no se
preocupó demasiado acerca de ellas, o más bien no podía, porque tenía otros
problemas más apremiantes. De matemáticas. Uno de los más importantes es lo
que ahora se conoce como la hipótesis del continuo.[7.105] La H. C. se caracteriza de
toda clase de formas —«¿Es la potencia del continuo equivalente a la de la segunda
clase de números?»; «¿Son los números reales el conjunto potencia de los números
racionales?»; «¿Es c lo mismo que 2ℵ0?»; «Es c = ℵ1?»— pero todas ponen el dedo en
la llaga. Cantor ya ha demostrado que hay una jerarquía infinita de conjuntos
infinitos, así como sus conjuntos potencia, y ha demostrado que P(A) = 2A y 2A > A
son teoremas para conjuntos infinitos. Pero todavía no ha demostrado cómo se
relacionan exactamente esos distintos resultados. La cuestión central es si lo de 2 A >
A constituye una ley exhaustiva acerca de cómo se dispone la jerarquía transfinita
—es decir, si para cada conjunto infinito A el siguiente conjunto mayor es siempre
2A, sin ∞ intermedios entre ellos— y, por lo tanto, si este proceso de —
exponenciación binaria— es la manera de ir de un conjunto infinito al siguiente,
del mismo modo en que la suma permite ir de un número entero al siguiente. Un sí
a esta larga pregunta es la hipótesis del continuo. Lo que se considera ahora como
la forma general de la H. C. es 2ℵn = ℵn+1,[7.106] pero la versión original de Cantor es
más específica. Sabemos que ha demostrado la existencia y cuáles son las
cardinalidades de dos conjuntos infinitos distintos, concretamente el conjunto de
todos los enteros/racionales/algebraicos (= ℵ0) y el de todos los
reales/trascendentes, equivalente también a los intervalos y espacios continuos (=
c); y ha demostrado que c > ℵ0. Su propia hipótesis del continuo es que c = 2ℵ0, es
decir, que c es en realidad ℵ1, el conjunto infinito que sigue inmediatamente a ℵ0,
sin nada en medio.[7.107]

Los intentos de Cantor de demostrar la H. C. se produjeron a lo largo de las


décadas de 1880 y 1890, y hay algunas conmovedoras cartas en las que anunciaba
con excitación a Dedekind una demostración y entonces un par de días más tarde
descubría un error y tenía que echarse atrás. Nunca la demostró ni demostró que
fuera falsa, y algunos historiadores de la tendencia pop piensan que la H. C. es lo
que realmente desquició a Cantor.

Matemáticamente hablando, la verdad acerca de la hipótesis del continuo es


más complicada de lo que los escritores pop dejan traslucir, porque en realidad
Cantor llega a los diversos problemas de la H. C. a través de su trabajo sobre
números ordinales, cuyas relaciones son más o menos como la de «R = (P', P'',
P''', …)» en §7b, y que, a pesar de nuestras mejores intenciones, ahora tenemos
que esquematizar muy brevemente. [7.108] En primer lugar, para ahorrar tiempo, por
favor recuerde o relea la nota 78 de §5e(1) y su manual básico sobre enteros
ordinales y cardinales. Ahora estamos interesados en los números ordinales en la
teoría de conjuntos, que son un poco diferentes, e involucran el concepto de tipos
de orden de los conjuntos. Explicación simple: sabemos que si los conjuntos A y B
tienen el mismo número cardinal, se pueden poner en C1-1. Si esta C1-1 se puede
hacer de tal modo que el orden de los elementos de A y B quede sin modificar,
entonces A y B son del mismo tipo de orden. (Un ejemplo sencillo y directo de dos
conjuntos con la misma cardinalidad pero diferentes tipos de orden era \'7bTodos
los enteros positivos y Todos los enteros\'7d en §7c. Recuerde que tuvimos que
apañar el orden de este último para que tuviera un primer elemento que se pudiera
emparejar con el 1 de los enteros positivos).

Puede ver por qué esto va a ser más complicado que los cardinales: ahora
nos preocupamos no solo de la cantidad de elementos de un conjunto, sino
también de su disposición. O más bien disposiciones, porque las posibles
permutaciones de dichas disposiciones son buena parte del meollo de la teoría de
ordinales. Meollo al que vamos a echar un vistazo, aunque debería usted tener en
cuenta que hay gran cantidad de términos técnicos y distinciones —«ordenado»,
«bien ordenado», «parcialmente ordenado», «denso por doquier», «número de
relación», «teorema de numeración», y así sucesivamente— de las que vamos a
ignorar la mayoría.[7.109] Algunos hechos básicos: para conjuntos finitos,
cardinalidad = tipo de orden; es decir, dos conjuntos finitos con el mismo número
cardinal tendrán de manera automática el mismo tipo de orden. Esto se debe a que
hay exactamente un tipo de orden para todos los conjuntos de un elemento, un
tipo de orden para todos los conjuntos de dos elementos, y así sucesivamente. [7.110]
El número total de posibles tipos de orden para conjuntos finitos es, de hecho, lo
mismo que el número cardinal del conjunto de los enteros positivos, o sea, ℵ0. Pero
con los conjuntos infinitos, los tipos de orden se complican. Lo cual no debería
sorprendernos. Tómese el recién mencionado conjunto infinito numerable de todos
los enteros positivos: \'7b1, 2, 3, 4, …\'7d tiene más de un tipo de orden. Esto no
significa solo intercambiar algunas tiras de números en la sucesión infinita, pues el
conjunto todavía se podrá poner en C1-1 con el conjunto original de los enteros
positivos, incluso si la correspondencia es algo parecido a

Pero si toma usted uno de los elementos del conjunto de los enteros y lo
pone en último lugar, como en \'7b1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2\'7d, ahora tiene un tipo de
orden totalmente diferente. El conjunto \'7b1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2\'7d ya no se puede
poner en C1-1 con un conjunto ℵ0 normalmente ordenado que no tiene último
elemento y, por lo tanto, no le da ningún modo de llegar a nada que se pueda
emparejar con el 2. Además, observe que en el nuevo tipo de orden, 2 se convierte
en un número ordinal diferente: ya no es el 2.º elemento de un conjunto sino ahora
más bien el último elemento, y no tiene ningún número en concreto
inmediatamente antes que él. De aquí la definición de número ordinal: es un número
que identifica dónde aparece cierto elemento de un conjunto en cierto tipo de
orden.[7.111]

En la teoría de conjuntos cantoriana hay dos reglas principales para generar


números ordinales, (1) Dado cualquier número ordinal n, siempre se puede
obtener el siguiente ordinal, que es n + 1. (2) Dado cualquier conjunto N de n
ordinales ordenado en sucesión creciente (por ejemplo, el conjunto de los enteros
positivos), siempre se puede obtener un último ordinal mayor que todos los demás
n. Este ordinal final técnicamente funciona como el límite de la sucesión de N y se
puede expresar como «Lim(N)».[7.112] Esas reglas no tienen mal aspecto, pero las
cosas empiezan a complicarse cuando consideramos no solo conjuntos de números
ordinales, sino números ordinales como conjuntos, lo cual podemos hacer porque
un principio básico de la teoría de conjuntos es que todos los entes matemáticos se
pueden representar como conjuntos (por ejemplo, el cardinal transfinito «ℵ0» es el
conjunto de números cardinales \'7b1, 2, 3, 4,…\'7d; además, recuerde la
observación ante rem en §2a de que «5» es literalmente el conjunto de todos los
quíntuplos). Pero así, entonces, un número ordinal n, ¿qué conjunto es? La
respuesta es la tercera gran regla de Cantor: para cada ordinal n, n = el conjunto de
todos los ordinales menores que n; es decir, n se identifica simplemente con el
conjunto de ordinales del cual es el límite. [7.113] O, en términos formales,[7.114] n =
(∀x)x < n). Se puede generar toda la secuencia de los enteros normales (ya sea como
cardinales o como ordinales) de este modo: 0 = (∀x)x < 0\'7d = ∅; 1 = (∀x)x < 1\'7d =
\'7b0\'7d; 2 = (∀x)x < 2\'7d = \'7b0,1\'7d; y así sucesivamente. El número ordinal
de todo el conjunto infinito numerable \'7b0, 1, 2, 3, 4, …\'7d es simbolizado por
omega minúscula, ω. Este ordinal transfinito es el límite de la sucesión de
elementos del conjunto; es decir, es el más pequeño de los números mayores que
todos los enteros finitos. Otra manera, más común, de describir ω es como el
número ordinal de aquel conjunto del cual ℵ0 es el número cardinal.[7.115]

INTERPOLACIÓN SEI

Por duro que pudiera parecer el último párrafo, casi todo lo que va más lejos
en la teoría de ordinales es tan brutalmente abstruso y técnico que solo podemos
hacer algunas observaciones generales. Una es que la aritmética de los ordinales
transfinitos es distinta a la de los cardinales transfinitos, pero no menos extraña;
por ejemplo (1 + ω) = ω, pero (ω + 1) > ω, ya que por definición (ω + 1) es el ordinal
inmediatamente posterior a ω. Otra es que, como en el caso de los ℵ cardinales, se
puede generar una jerarquía infinita de ordinales transfinitos de conjuntos infinitos
de ordinales (puede que usted quiera leer esta última frase otra vez), aunque en
este caso es un proceso muy diferente a lo de 2 ℵn = ℵn+1. La jerarquía transfinita-
ordinal está asociada con entes abstractos llamados números épsilon y con una
operación aritmética llamada tetración. No hablaremos de los primeros excepto
para decir que esencialmente son una clase de números tales que ω ε= ε.[7.116] Pero la
tetración es más simple, y puede que ya esté familiarizado con ella si estudió
muchas matemáticas en primeros cursos de carrera o tuvo asignaturas como teoría
de cuerpos o combinatoria. Básicamente es una exponenciación delirante. La 4.ª
tetración de 3 se expresa como «43» y significa 3333, que es = 339, que es = 319.683, un
valor cuyo cálculo puede usted aceptar como desafío. La relación técnica entre la
tetración, los ordinales transfinitos y los números épsilon es el hecho de que ε 0 =
ω
ω, que no es tan importante. Pero si puede usted concebir, en abstracto, una
progresión como ω, ((ω + 1), (ω + 2), …, (ω + ω)), ω 2, ωω, ωω, ωωω, …, entonces
puede usted hacerse una idea —o en todo caso una «idea»— de la jerarquía y de
las impensables alturas de los números ordinales de conjuntos infinitos de
conjuntos infinitos de ordinales de conjuntos infinitos que involucra (sospechoso
parecido con Rucker, Infinity and the Mind, págs. 74-75). Fin de las observaciones
generales.

FIN DE LA INTERPOLACIÓN SEI

Muy bien, o sea que el modo específico en que Cantor se topa con la
hipótesis del continuo concierne a los ordinales y los tipos de orden. Hemos visto
que hay más de un tipo de orden para los conjuntos infinitos, como en el caso
de \'7b1, 2, 3, 4, …\'7d y \'7b1, 3, 4, 5, 6, 7, …, 2\'7d, no hace muchos párrafos.
Hay, de hecho, una infinidad de tipos de orden distintos para cualquier conjunto
infinito, y lo que Cantor demuestra [7.117] es que el conjunto de posibles tipos de
orden para un conjunto infinito numerable es, en cambio, no numerable. Esto
significa que hay una manera más de generar una jerarquía infinita de conjuntos
infinitos: si S es un conjunto infinito numerable, entonces Z es el conjunto infinito
no numerable de posibles tipos de orden de S, y Z' será el conjunto de posibles
tipos de orden de Z, y…, y allá vamos. (En realidad, decir que los distintos
procesos para obtener jerarquías del ∞ son «distintos» es un poco engañoso,
porque la verdad es que están relacionados de todo tipo de formas. Las
matemáticas de esas relaciones están más allá del alcance técnico de este libro y no
las trataremos aquí, pero puede por lo menos hacerse una idea de ellas a partir de
la definición técnica que da Cantor del conjunto Z [teniendo en cuenta que «clase
numérica» en realidad se refiere a conjuntos de ordinales], a saber: «La segunda
clase numérica Z(ℵ0) es la totalidad \'7bα\'7d de todos los tipos de orden α de
conjuntos bien ordenados de cardinalidad ℵ0») (Cantor, pág. 44).

Pero no se necesita profundizar tanto. Dejando fuera los ordinales


transfinitos como ω, todavía podemos ver una marcada similitud, con seguridad
no casual, entre: (1) c como conjunto de todos los números reales (y no de todos los
racionales, que es ℵ0); (2) ℵ1 como conjunto potencia de ℵ0, es decir, como 2ℵ0; (3) Z
como el conjunto de todos los tipos de orden de ℵ0. El auténtico problema es que
Cantor no puede demostrar cierta relación crucial entre estas tres identidades.
Recordará de hace un par de páginas que la H. C. original de Cantor es que (1) y
(2) son lo mismo, que c = 2ℵ0 = ℵ1, y que no hay ningún tipo de ∞ intermedio entre
ℵ0 y c. Ahora estamos preparados para entender por lo menos a grandes rasgos
cómo interviene aquí la relación (3). En los últimos § de «Contribuciones…
Números» —a través de un proceso de profundo razonamiento técnico, imposible
de resumir—, Cantor logra deducir dos grandes cuestiones: (a) que de ningún
modo c puede ser > ℵ0, y (b) que en caso de que sí exista algún conjunto infinito que
sea mayor que ℵ0 pero menor que c, este conjunto tiene que ser el conjunto no
numerable Z, o sea la segunda clase numérica. Es la cuestión (b) la que inspira su
principal ataque a la H. C., el cual consiste en un intento de demostrar que las
anteriores relaciones (2) y (3) son en realidad la misma; es decir, si Cantor puede
demostrar que Z = 2ℵ0, entonces por (b) se podrá demostrar que no existe ningún
conjunto intermedio entre ℵ0 y c, lo cual implicará que c = ℵ1. Específicamente es Z
= 2ℵ0 lo que no pudo demostrar. Jamás. Pese a años de estrujarse los sesos de
manera inimaginable. Si fue o no fue esto lo que le desquició es una pregunta
imposible de contestar, pero es cierto que su incapacidad de demostrar la H. C. le
dolió el resto de su vida: lo consideraba su gran fracaso. Esto también resulta triste
en retrospectiva, porque ahora los matemáticos profesionales saben exactamente
por qué Cantor no pudo ni demostrar ni desmentir la H. C. Las razones son
profundas e importantes y llegan de manera corrosiva hasta la raíz de la
consistencia formal de la teoría axiomática de conjuntos, de modo bastante
parecido a como las demostraciones de incompletitud de Kurt Gödel desarraigan
todas las matemáticas como sistema formal. Una vez más, los problemas
correspondientes solo los podemos esbozar o sintetizar.

La hipótesis del continuo y el antes mencionado axioma de elección son los


dos grandes problemas acuciantes de la teoría de conjuntos temprana.
Particularmente respecto a la primera, es importante distinguir entre dos
cuestiones diferentes. Una, metafísica, es si la H. C. es verdadera o falsa. La otra es
si la H. C. se puede demostrar formalmente, o desmentir, a partir de los axiomas
de la teoría de conjuntos estándar.[7.118] Es la segunda cuestión la que ha sido
contestada definitivamente, a lo largo de un período de varias décadas, por Kurt
Gödel y Paul Cohen, a saber:

1938Gödel demuestra formalmente que la forma general de la hipótesis del


continuo es consistente con los axiomas de ZFS; es decir, que si la H. C. misma se
trata como un axioma y se añade a los de la teoría de conjuntos, entonces no puede
resultar ninguna contradicción lógica.

1963En uno de esos coups d’éclat salidos de la nada que tanto gustan a los
eruditos de la cultura pop y a los cineastas, un joven profesor de Stanford llamado
Paul J. Cohen demuestra que la negación de la H. C. general también se puede
añadir a los axiomas de ZFS sin contradicción.[7.119]

Estos dos resultados juntos establecen lo que ahora se conoce como la


independencia de la hipótesis del continuo, lo cual significa que la H. C. ocupa un lugar
bastante parecido al del axioma de las paralelas [7.120] respecto al resto de la
geometría de Euclides: no se puede demostrar ni contradecir a partir de los
axiomas estándar de la teoría de conjuntos. [7.121] Además, recordará del § anterior
que Gödel y Cohen pueden obtener un resultado parecido para el axioma de
elección, tan vital para las diversas demostraciones en diagonal de Cantor; Gödel
demuestra que el axioma no se puede contradecir dentro de ZFS/VNB; Cohen, que
no es demostrable en ZFS/VNB.[7.122] Existen, como se ha mencionado, sistemas
axiomáticos alternativos en los cuales la H. C. y el A. E.: son
demostrables/indemostrables (por ejemplo, la teoría de conjuntos de Quine está
construida de tal modo que el axioma de elección es contradictorio prima facie),
aunque muchos de esos sistemas de consistencia enriquecida usan el término
«conjunto» de modos que son terriblemente diferentes respecto a las definiciones
originales de Cantor.

La hipótesis del continuo permanece viva de otras maneras. Es, por ejemplo,
la causa motivadora tras varias axiomatizaciones teóricas y extensiones de modelos
de la teoría de conjuntos en las cuales la H. C. y diversos equivalentes se
suponen[7.123] demostradas o contradichas. Esos sistemas especulativos están entre
los constructos más hiperabstractos de las matemáticas modernas, e involucran
enrarecidos términos como «universos cantónanos o de 1. er orden», «conjuntos
construibles o no construibles», «cardinales medibles», «ordinales inaccesibles»,
«recursión transfinita», «super-completación» y muchos otros cuya pronunciación
resulta divertida incluso si no se tiene una idea clara de lo que se supone que
significan.[7.124] Para terminar, lo más importante que debemos considerar es cómo
repercute la indemostrabilidad de la H. C. en la otra gran cuestión: si la hipótesis es
de hecho verdadera. No es ninguna sorpresa que haya n posibles visiones diferentes
acerca de esto. Un tipo de enfoque formalista es que las distintas axiomatizaciones
tienen distintas ventajas e inconvenientes, que la H. C. será
demostrable/desmentible en algunas e indecidible en otras, y que el sistema a
adoptar dependerá del propósito particular que se tenga. Otra respuesta, más
estrictamente hilbertiana, será que, en realidad, en este contexto, «verdadero» no
puede significar nada excepto «demostrable en ZFS», y, por lo tanto, que la
independencia lógica de la H. C. respecto a ZFS significa literalmente que no es ni
verdadera ni falsa.[7.125] Un intuicionista puro será propenso a ver todo el lío de la
teoría de conjuntos con las paradojas y la indemostrabilidad como la consecuencia
natural de admitir dentro de las matemáticas conceptos difusos y no constructivos
como los de conjunto, subconjunto, ordinal, y, por supuesto, ∞ de tipo real. [7.126]

Pero son los platónicos matemáticos (a veces también conocidos como


realistas, cantorianos y/o transfinitistas) los más preocupados por la
indecidibilidad, lo cual es interesante, puesto que los dos platónicos modernos más
famosos son Georg Cantor y Kurt Gödel, quienes son conjuntamente responsables
de, por lo menos, dos tercios de todo el desconcierto. La postura platónica en este
caso queda resumida con precisión por Gödel, en un escrito acerca de su
demostración y la de Cohen respecto a la independencia de la H. C.:

Solo alguien que (como el intuicionista) niegue que los conceptos y axiomas
de la teoría de conjuntos clásica tengan significado alguno podría estar satisfecho
con tal solución, no quien crea que describen una realidad bien determinada. Pues
en realidad la conjetura de Cantor debe de ser o bien verdadera o bien falsa, y su
indecidibilidad a partir de los axiomas tal como se conocen hoy solo puede
significar que dichos axiomas no contienen una descripción completa de la
realidad (Gödel, «¿En qué […] Cantor?», pág. 268. Versión editada semiextractada
a partir de Barrow, pág. 264).

Es decir, para un platónico matemático, lo que las demostraciones acerca de


la H. C. demuestran realmente es que la teoría de conjuntos necesita hallar un
conjunto mejor de axiomas clave que el ZFS clásico, o por lo menos necesitará
añadir algunos postulados más que sean —como el axioma de elección— a la vez
«evidentes por sí mismos» y consistentes con los axiomas clásicos. Si está usted
interesado, la visión personal del propio Gödel era que la hipótesis del continuo es
falsa, que en realidad hay toda una infinidad de ∞ al estilo de Zenón anidados
entre ℵ0 y c, y que tarde o temprano debería hallarse un principio que lo
demostrara. Hasta ahora no se ha hallado jamás tal principio. Gödel y Cantor
murieron ambos en el confinamiento,[7.127] [7.128] legándonos un mundo sin confines
finitos. Uno que gira, ahora, en una nueva especie de vacío de lo formal. Las
matemáticas continúan levantándose de la cama.
AGRADECIMIENTOS

Mi agradecido reconocimiento a las siguientes personas por su ayuda:


Classena Bell, Jesse Cohen, Mimi Bailey Davis, Jon Franzen, Bob Goris y la jefa de
departamento, Rochelle Hartmann, Rich Morris, Erica Neely, Joe Sears, Stephen
Stern, John Tarter, Jim Wallace, Sally Wallace y Bob Wengert.

No hace falta decir que el autor es el único responsable de cualesquiera


errores o imprecisiones que usted pueda detectar en este manuscrito.
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DAVID FOSTER WALLACE. (21 de febrero de 1962 - 12 de septiembre de
2008). Fue un autor estadounidense, que escribió novelas, ensayos, y cuentos, y
trabajó como profesor en Pomona College en Claremont. Fue extensamente
conocido por su novela Infinite Jest (La broma infinita), que era considerada por la
revista Time como una de las 100 mejores novelas en lengua inglesa del período
comprendido entre 1923 y 2006.

David Ulin, un editor de libros para The Los Angeles Times, llamó Wallace
«uno de los escritores más influyentes e innovadoras de los últimos 20 años».

Una novela inacabada de Wallace, The Pale King (El rey pálido), fue publicada
en 2011. Se prevé la publicación de una biografía de Wallace escrita por D. T. Max
en 2012.
Notas

[0.1]
SEI Aquí tenemos un buen ejemplo de curiosidad SEI. El autor, aquí
presente, es alguien con un interés de aficionado medio-alto en las matemáticas y
los sistemas formales. También es alguien a quien se le atravesaron las matemáticas
en todos los cursos a los que asistió, excepto uno, que ni siquiera fue en la
universidad, pero que estaba impartido por uno de esos raros especialistas que
pueden hacer que lo abstracto resulte vivo y llamativo, y que te hablan realmente
cuando dan la lección, y de quien todo lo que pueda ser bueno de este librito es un
pálido y bienintencionado reflejo. <<

[1.1]
SEI Halle, una mina de sal río arriba cerca de Leipzig, más conocida
como el lugar de nacimiento de Händel. <<

[1.2]
SEI aunque también lo es el otro estereotipo, en las antípodas de este, de
los matemáticos como pequeñas criaturas empollonas con pajarita. En la
arquetipología contemporánea, ambos estereotipos parecen combinarse de
maneras importantes. <<

[1.3]
En términos médicos modernos, resulta bastante claro que Georg F. L. P.
Cantor padecía un trastorno maníaco-depresivo en una época en la que nadie sabía
lo que era, y que sus ciclos bipolares se vieron agravados por tensiones
profesionales y decepciones, las cuales a Cantor no le faltaron. Por supuesto, esto
no da un titular tan interesante como Genio Enloquecido por Intentar Lidiar con el
∞. La verdad, sin embargo, es que el trabajo de Cantor y su contexto son tan
interesantes y bellos que no hay necesidad de convertir la vida de este pobre tipo
en una vacía alegoría prometeica. La verdadera ironía es que la visión del ∞ como
una zona prohibida o camino a la locura —visión muy antigua y poderosa que
acechó a las matemáticas durante más de dos mil años— es precisamente lo que la
obra de Cantor derribó. Decir que el ∞ enloqueció a Cantor es como lamentar la
derrota de san Jorge ante el dragón: no solo es falso, sino insultante. <<
[1.4]
SEI Boyer comparte únicamente con el profesor Morris Kline la cima de
la «cadena alimentaria» de los historiadores de las matemáticas. Las obras
principales de Boyer y Kline son respectivamente Historia de las matemáticas y El
pensamiento matemático de la Antigüedad a nuestros días. Ambos libros son excelentes
y extraordinariamente completos, por lo que los citaremos con frecuencia. <<

[1.5]
Respecto a esto, Bertrand Russell tiene un párrafo interesante sobre las
matemáticas de nivel intermedio, donde suele darse el siguiente gran salto de
abstracción tras la aritmética: «Al empezar álgebra, incluso el muchacho más
inteligente se encuentra, por regla general, con grandes dificultades. El uso de
letras es un misterio, que parece no tener otro propósito que la mistificación. Es
casi imposible, al principio, no pensar que cada letra representa algún número en
particular, y que solamente el profesor nos revelará qué número representa. El
hecho es que en el álgebra la mente aprende por primera vez a considerar verdades
generales, verdades que no se afirman solo de esta o aquella cosa en particular,
sino de cualquiera de un grupo entero de cosas. Es en el poder de entender y
descubrir tales verdades donde reside el dominio del intelecto sobre todo el
mundo de las cosas reales y posibles; y la capacidad de tratar con lo general en sí
es uno de los dones que una educación matemática debería otorgar (Russell,
Mysticism and Logic, pág. 60)». <<

[*]
En inglés el resumen de un artículo académico suele llamarse abstract. (N.
del t.) <<

[1.6]
SEI Según la mayoría de las fuentes, Cantor no era únicamente un
matemático: tenía una auténtica filosofía del infinito. Era extraña y casi religiosa y,
nada sorprendentemente, abstracta. En cierto momento, Cantor intentó cambiar su
puesto de trabajo en la Universidad de Halle del Departamento de Matemáticas al
de Filosofía; la petición fue denegada. Cabe reconocer que este no fue uno de sus
períodos más estables. <<

[1.7]
SEI La fuente de este pernicioso mito es Aristóteles, quien desde cierto
punto de vista es el villano de todo nuestro relato. <<

[1.8]
Una analogía aquí casi obligada es el hecho de que la mayoría de
nosotros vamos en avión a pesar de saber que cada año un determinado porcentaje
de aviones de pasajeros se estrellan. Pero esto tiene que ver con las distintas
maneras de saber o «saber» (véase §1c más adelante). También está relacionado con
la urbanidad, pues los viajes en avión son públicos y entra en juego algo así como
la confianza en el grupo. Por ello, dirigirse a la persona del asiento de al lado para
informarle de la probabilidad estadísticamente calculada de que aquel avión se
estrelle no es incurrir en falsedad, sino en crueldad: sería meterse con la delicada
infrastructura psicológica de su justificación para volar. SEI Dependiendo del
estado de ánimo o del momento del día, podría resultarle a usted curioso y
parecerle interesante que de las personas que no pueden reunir esa extraña fe en
principios que no se pueden justificar racionalmente, y, por lo tanto, no pueden
volar, se diga que tienen un «miedo irracional» a volar. <<

[1.9]
SEI Resulta que lo único que impidió a Wallis inventar el cálculo
diferencial en Arithmetica Infinitorum fue su ignorancia del teorema del binomio, el
cual es esencial para trabajar con infinitesimales. Véase esp. §4 más adelante. <<

[1.10]
El singular e imponente doctor E. Robert Goris, profesor de matemáticas
en el instituto, solía referirse a esto como «mentalidad de sector privado», en el
sentido de que se esperaban resultados productivos reales. <<

[1.11]
SEI Por ello, la mayor parte de la obra de Platón (y casi toda la de
Aristóteles) es acerca de la conceptualización y la sistematización de lo abstracto.
<<

[1.12]
N. B. Independientemente del significado, una verdad demostrada en un
sistema formal se conoce técnicamente como un teorema, de aquí el teorema de
Pitágoras, etc. <<

[1.13]
Esta parte se requiere en la lógica formal a causa de ciertas propiedades
del operador disyuntivo «o». Entraremos lo menos posible en esas cosas tan
crípticas. (Solo que, ya que estamos, confesemos que estamos usando la «LTE» de
un modo informal que también incluye el principio de bivalencia. Dejar que la «LTE»
connote todo el edificio de la lógica bivaluada está bien para nuestros propósitos,
pero sepa que no es 100% riguroso). <<

[1.14]
Modus tollens (= «método de negación» en latín) podría no parecer una
regla universal a menos que tenga en cuenta que la implicación, como relación
lógica, no tiene que ver con la causa sino con la certeza. En lógica aplicada, los
términos son condiciones necesarias y suficientes. Si, por ejemplo, P representa el
enunciado «mide 1,65 m de altura» y Q representa «mide por lo menos 1,55 metros
de altura», entonces el significado puramente lógico de «P → Q» se hace evidente:
en realidad significa que «Si P es verdadera, Q no puede ser falsa en modo
alguno». Modus-tollenizar esto como «no Q → no P» es simplemente decir que si
alguien no llega a los 1,55 m de altura, entonces no es posible que mida 1,65 m.
Dicho sea de paso, otra relación lógica importante que veremos bastante más
adelante, en §5e, podemos mencionarla ya aquí. Es la relación de conjunción, que
significa «y» y se representa habitualmente mediante «&» o «∧». La regla de oro es
que «P & Q» es verdadera solo cuando P y Q son ambas verdaderas. Si cualquiera
de ellas es falsa, toda la conjunción es falsa. <<

[1.15]
SEI Bueno, técnicamente, esto no es tanto por la LTE como por la
definición de la conectiva lógica «no», cuya definición, sin embargo, o bien se
obtiene a partir de la LTE o (como argumentan algunos) es lo mismo que la LTE.
N. B. Algunos sistemas formales incluyen toda la transacción de la reducción al
absurdo como un axioma, a veces llamado ley de absurdidad. <<

[1.16]
Recordará del instituto que los puntos suspensivos dentro de una
sucesión o serie significan «todos los términos relevantes en medio». Si están al
final significan «y así sucesivamente sin fin». Esta es una abreviatura que se usa
mucho en las matemáticas puras. <<

[1.17]
De nuevo, estrictamente hablando es algo más complicado pero, para
nuestros propósitos, la LTE servirá. <<

[1.18]
SEI incluyendo nuestra esquizofrenia de la abstracción y, en definitiva,
el ser esclavos de la tecnología y la razón científica. <<

[1.19]
Una de las razones por las que los textos de matemáticas son tan
abstrusos y técnicos es por todas las especificaciones y condiciones que deben
ponerse en los teoremas para evitar las fisuras. En este sentido son como
documentos legales, y a menudo su lectura es igual de divertida. <<

[1.20]
Recordará de las clases de matemáticas lo especialmente desagradables
que resultaban las dificultades para definir las cosas. [Aquí el autor se refiere
específicamente a los problemas donde un enunciado erróneamente formulado
induce a confusión. (N. del t.)]. <<

[1.21]
SEI Quede claro desde el principio que «puede que recuerde usted» y
«no hace falta decir» y demás no son tics, sino tácticas retóricas cuyo objetivo es
reducir las molestias de aquellos lectores que ya están familiarizados con lo que sea
que se está discutiendo. En realidad, no se necesita ninguna experiencia en
particular ni recordar las matemáticas superiores para leer este libro, pero parece
por lo menos razonable suponer que algunos lectores tendrán una buena
preparación matemática, y simplemente lo educado es admitirlo de vez en cuando.
Como se mencionó brevemente en el Prólogo, la retórica de la escritura técnica está
cargada de incertidumbres acerca de los niveles de experiencia de los distintos
lectores y sus curvas de confusión-enojo. Nada de esto es su problema, claro, por lo
menos no directamente. <<

[1.22]
Lo que viene a continuación no es demasiado SEI, pero para seguirlo con
detalle probablemente necesitaría haber estudiado algo de matemáticas superiores,
y si no es así no se preocupe de nada más, excepto de cómo el simbolismo tiene
que cargarse de salvedades. (SEI Y si estudió usted los primeros cursos de cálculo
y se da cuenta de que nuestro simbolismo es algo no estándar, tampoco se inquiete
por eso; más que nada porque todavía no se ha definido ninguno de los símbolos
relevantes). <<

[1.23]
SEI = Definición 23 en el Libro I de los Elementos. <<

[1.24]
SEI Esta está relacionada con una cosa llamada la rueda de Aristóteles, que
es una historia en sí misma. <<

[1.25]
SEI Como veremos en §7, que exista una correspondencia uno a uno
entre sus miembros en realidad ahora es la definición de igualdad entre dos
conjuntos. <<

[1.26]
SEI Esto es un poco burdo. El auténtico modo en que las matemáticas
neutralizaron el ∞ se basaba en cierta distinción metafísica trazada por Aristóteles
para refutar a Zenón, a todo lo cual llegaremos. <<

[1.27]
No es nada injusto mencionar que Cantor se prodigó bastante en
declaraciones extravagantes durante la controversia sobre los conjuntos infinitos,
muchas con un tono religioso exageradamente grandilocuente, por ejemplo: «No
albergo duda alguna respecto a la verdad de los transfinitos, a los que he
identificado con la ayuda de Dios». (Cantor en la obra de Dauben «Georg Cantor
and Pope Leo XIII», pág. 106) o «El miedo al infinito es una forma de miopía que
destruye la posibilidad de ver el infinito real, a pesar de que este en su forma más
alta nos ha creado y nos sostiene» (Cantor, Gessamelte Abhandlungen, pág. 374.
Traducción editada de un extracto de Rucker, Infinity and the Mind, pág. 46). <<

[1.28]
Naturalmente, se necesita tiempo para obtener los resultados
significativos que dan legitimidad a una teoría matemática, e incluso más tiempo
para que sea plenamente aceptada, y, por supuesto, durante ese tiempo la cuestión
locura-o-genio permanece sin resolver, probablemente incluso para el propio
matemático, de modo que este desarrolla su teoría y elabora sus demostraciones en
unas condiciones de enormes tensiones y dudas personales, y a veces ni siquiera es
reivindicado en vida, etc. <<

[2.1]
SEI Parece ser que el término to apeiron se originó en la tragedia griega,
donde se refería a vestimentas o ataduras «en las cuales uno se queda enredado,
sin escape». <<

[2.2]
SEI Probablemente valga la pena destacar aquí que la descripción del
Génesis 1:2: «La tierra era caos y confusión», es una manera plenamente griega de
caracterizar la pre-Creación. <<

[2.3]
N. B. Este esteticismo helénico nunca ha desaparecido de las
matemáticas, como se puede constatar por el hecho de que una buena
demostración o un buen método se dice que son «elegantes» o por la frase, muy
citada, de la Apología de Hardy: «La belleza es la primera prueba; no hay lugar
permanente en el mundo para las matemáticas feas» (Hardy, Apology, pág. 85). <<

[2.4]
SEI En caso de que usted haya notado que esta descripción suena
bastante platónica, sepa que, a pesar de que Platón vivió un siglo más tarde que
Pitágoras, hay buenos indicios de que entró en estrecho contacto con sus sucesores,
miembros de la D. Η. P., durante sus viajes por la Magna Grecia (actualmente el
sur de Italia, territorio entonces colonizado por los griegos), y que su metafísica de
las matemáticas subyace a la teoría de las «formas» del propio Platón, respecto a lo
cual véase lo que sigue. <<

[2.5]
El concepto de «recta» de los egipcios, por otro lado, era solo una cuerda
tensa, usada para delimitar el terreno de alguien. <<

[2.6]
= a grandes rasgos «Todo es Uno» + «Nada cambia». <<

[2.7]
Lo que sigue no debería clasificarse como SEI aunque usted ya conozca la
dicotomía, pues esta discusión está hecha más bien a medida. <<

[2.8]
Lo cual quiere decir, otra vez, que lo siguiente solo tendrá sentido al
100% si ha estudiado usted las matemáticas relevantes, y, una vez más, no se
preocupe si no lo hizo: lo importante es la forma general del razonamiento, que
puede usted captar sin conocer los símbolos/términos específicos. (SEI De hecho,
todos los términos/símbolos en juego se definirán más adelante, pero no hasta que
los necesitemos). <<
[2.9]
Y, por supuesto, los estudiantes raramente lo preguntan: las fórmulas por
sí solas son tan difíciles de «entender» (es decir, de usar para resolver problemas
correctamente), que a veces no nos damos cuenta de que no las entendemos en
absoluto. Que acabemos sin saber siquiera todo lo que ignoramos es la parte
realmente insidiosa de la mayoría de las clases de matemáticas. <<

[2.10]
SEI Aquí se cita tanto a Russell porque su prosa sobre todo esto es
extremadamente lúcida y acertada. Además, observe el modo en que, como los
griegos, no hace ninguna distinción real entre matemáticas y filosofía. <<

[2.11]
SEI en el sentido de que no tiene un límite finito. Puede que la
convergencia y la divergencia no adquieran pleno sentido hasta que hablemos de
los límites en §3c. Todo lo que usted necesita en este punto es una idea aproximada
de la diferencia entre la una y la otra, lo cual pretenden ilustrar los gráficos. <<

[2.12]
SEI Los modos en los que eso no es 100% cierto involucran a Eudoxo de
Cnidos, del cual tiende a hablarse incluso menos que de Zenón. Véase §2d más
adelante. <<

[2.13]
SEI Todo lo que se sabe de las paradojas de Zenón proviene de fuentes
secundarias, pues o bien Zenón no escribió nada, o bien todo se perdió. La
paradoja anterior aparece célebremente en el §209a de la Física de Aristóteles, y
observe cómo esta también gira alrededor de cuestiones sobre la ontología de las
abstracciones, particularmente en la transición del paso (1) al paso (2). Además, si
es usted el tipo de persona que puede mantener cosas aparentemente irrelevantes
en su cabeza durante varias páginas, fíjese en que exactamente la misma
imprecisión metafísica de esta P. Z. reaparecerá respecto a la dicotomía en
cuestiones acerca de qué es exactamente un punto matemático, como, por ejemplo,
si un punto es una abstracción geométrica, una ubicación física real o ambas cosas.
<<

[2.14]
Por ejemplo: 1) La curiosidad mató al gato. 2) La bola de cordel más
grande del mundo es una curiosidad. 3) Por lo tanto, la bola de cordel más grande
del mundo mató al gato. <<

[2.15]
Mediante la forma predicativa (o «copulativa») de «ser», a causa de la
cual aquí la predicación es problemática. <<

[2.16]
SEI en el Libro I, caps. 6 y 9. Además, el término metafísica proviene del
título de este libro, por supuesto. Originalmente solo quería decir que era el
siguiente tratado de Aristóteles tras la Física. <<

[2.17]
Una o dos curiosidades. Platón, nacido Aristocles, vive entre el 427 a. C.
y 347 a. C. aprox.; Aristóteles vive entre el 384 a. C. y 322 a. C. aprox. (compárese
con Sócrates, 470 a. C.-399 a. C. aprox., y Zenón, 490 a. C.- 435 a. C. aprox.).
Aristóteles había sido un alumno estrella de la Academia de Platón, encima de
cuyo portal curiosamente estaba inscrito el lema QUE NO ENTRE AQUÍ NADIE
QUE SEA IGNORANTE EN GEOMETRÍA. <<

[2.18]
O por lo menos nuestra versión simplificada de ella. <<

[2.19]
SEI Esto es un poco esotérico, pero es para evitar posibles objeciones a lo
que sigue: Sí, en cierto sentido, si «5» se entiende como una referencia o indicación
del conjunto de todos los quíntuplos, entonces por los postulados de Peano lo
anterior es exactamente lo que «5» es, aunque tanto «conjunto» como los
postulados de Peano son dependientes de Cantor, o sea que nos estamos
adelantando literalmente dos mil años. <<

[2.20]
SEI Véase, por ejemplo, esta afirmación platónica clásica de Charles
Hermite (1822-1901, figura muy destacada en teoría de números): «Creo que los
números y las funciones del análisis no son el producto arbitrario de nuestros
espíritus: creo que existen fuera de nosotros con el mismo carácter de necesidad
que los objetos de la realidad objetiva; y los descubrimos y los estudiamos como
hacen físicos, químicos y zoólogos (Hermite en Barrow, pág. 259)». Como irá
saliendo probablemente en diversos contextos a continuación, Bernhard P.
Bolzano, Richard Dedekind, y Kurt Gödel son todos platónicos, y Georg F. L. P.
Cantor es por lo menos un platónico en el armario. <<

[2.21]
Así como, claro está, cualquier otra estatua jamás hecha, o imaginada, o
incluso no imaginada… <<

[2.22]
SEI Como tantas cosas de Aristóteles, esto no resulta fácil de entender.
La cuestión aquí es que coexistir significa básicamente «existir todos al mismo
tiempo», lo cual es imposible a causa del lapso de 23 horas y 59 minutos entre cada
repetición de las 6:54 (estando dichos lapsos incluidos en la misma definición de
«6:54»). En esencia, esta cuestión de la Sucesión → No completación es también el
argumento de Aristóteles a favor de que el Tiempo con mayúscula es
potencialmente pero no realmente infinito, lo cual a su vez evita ciertas paradojas
de tipo Lámpara sobre la eternidad y los momentos primero y último. <<
[2.23]
SEI y para anticipar algunas cosas que se discutirán en detalle en §4. <<

[2.24]
por así decirlo. <<

[2.25]
Solo como propuesta de reflexión: no es trivial observar que los antiguos
griegos no tenían un verdadero concepto de punto sin dimensión, algo de
extensión cero, pues no tenían 0. Y quizá por lo tanto que, en cierto sentido, la
dicotomía era solo un síntoma del verdadero problema de los griegos, que era
intentar hacer matemáticas abstractas usando solo cantidades concretas. <<

[2.26]
SEI en todo caso, el primero en la práctica, el Libro VI de la Física se lleva
el mérito de hacerlo explícito. <<

[2.27]
SEI En las escuelas estadounidenses, la representación de la recta
numérica solía situarse encima de la pizarra (o en la parte superior de la pared de
atrás en las aulas que tenían retratos de los presidentes de EE. UU. encima de la
pizarra) y parecía algo así como un termómetro tumbado. <<

[2.28]
SEI Más adelante, en §6f, veremos la importancia de un criterio
completamente diferente de «constructibilidad» para teoremas. <<

[2.29]
Los griegos también carecían de estos últimos. <<

[2.30]
Por excitantes razones técnicas, a las que llegaremos, la recta numérica es
más apropiadamente llamada recta real si también representa los números
irracionales. Es decir, la «recta real» de todos los números reales. Observe, por
cierto, que otro término matemático para designar tanto el conjunto de los
números reales como a la recta real resulta ser: el continuo. Probablemente algo de
todo esto será mencionado en el texto, pero en algún punto deberá resumirse la
cuestión de la recta numérica y la recta real, y este es un lugar tan bueno como
cualquier otro. Sepa que las matemáticas y la metafísica de ambos tipos de recta
son sin duda difíciles. Comparten tres características cruciales, y la recta real tiene
una cuarta característica. Ambos tipos de recta son por definición infinitamente
extensos, ambos son infinitamente densos (= entre dos puntos cualesquiera
siempre hay otro punto), y ambos son «sucesivos» u «ordenados» (lo cual
básicamente significa que para cualquier punto n (n − 1) < n < (n + 1)). La recta real,
además, tiene la propiedad de ser continua, lo cual en este caso quiere decir que no
tiene huecos o agujeros. Tenga en cuenta, para más adelante, que es la continuidad
de la recta real en este sentido lo que acaba abriendo una grieta en las matemáticas
modernas. Sin embargo, como se ha mencionado justo antes en el texto principal,
la dicotomía de Zenón no necesita nada más que la densidad de la recta numérica
para crear la paradoja. Por esta razón, la dicotomía se puede reformular tan
fácilmente para eliminar el tiempo/movimiento: su RIV involucra cruzar no un
espacio real, sino solo el intervalo 0-1 de la recta numérica. Es este segundo tipo en
particular de ∞, denso e inter-numérico, que Aristóteles quiere descartar
calificándolo de meramente «potencial». Finalmente, observe, por favor, que en
ciertos apartados a partir de ahora y hasta §6 vamos a hablar como si la recta
numérica y la recta real fueran la misma cosa, o como si la recta numérica también
pudiera representar números irracionales. Esto se debe a complicadas razones que
involucran la traducción de complejas demostraciones al lenguaje natural, pero no
se preocupe por ello, solo le conviene recordar el estatus especial de la recta real
hasta dentro de varios §s, cuando resultará importante. <<

[2.31]
SEI El término anglosajón surd era el preferido del doctor Goris porque
sostenía que su pronunciación era mucho más divertida. Si alguien decía «número
irracional», él hacía como si no pudiera oírle, lo cual, si conoce usted la etimología
de surd, verá que también era una especie de broma entre él y nosotros. [La
etimología a la cual se refiere el autor es la raíz latina surdus, la misma de la cual
proviene «sordo». Hay una interesante relación histórica, etimológica y conceptual
entre «irracional» y «sordo», que se remonta al griego alogos, que podía significar
«sin razón» o «sin habla». (N. del t.)]. <<

[2.32]
SEI Por supuesto, esto también funciona como una demostración de que
la √2 es irracional, y así lo presentó en clase por primera vez el doctor Goris. <<

[2.33]
Por así decirlo. <<

[2.34]
SEI Lo cual es una invención del siglo XVI. <<

[2.35]
También es importante recordar que los decimales son solo numerales,
en el sentido de representaciones de números y no números en sí mismos. Y que
los decimales también resultan ser representaciones de series por convergentes,
ejemplo 0,999… es equivalente a + + + + … Si puede usted ver por qué la suma de
esta serie infinita en particular es 1,0, probablemente se le ocurrirá que en realidad
la paradoja antes mencionada de 0,999… = 1,0 no es una paradoja en absoluto, sino
una mera consecuencia del hecho de que siempre hay más de una manera de
representar cualquier número dado en notación decimal. En este caso, la cantidad 1
se puede expresar, o bien como «1,000…», o bien como «0,999…». Ambas
representaciones son válidas, aunque se necesita algo de matemáticas superiores
para ver el porqué. (SEI Una vez más, si puede usted recordar las cosas durante
mucho tiempo y muchas páginas, sepa ahora que en los § 6 y 7, Georg Cantor va a
hacer un uso ingenioso de esa equivalencia técnica entre 1,0 y 0,999… en un par de
sus más famosas demostraciones). <<

[2.36]
SEI En todo caso, no numéricamente. Otras maneras de decir lo mismo:
en la nomenclatura, digna de un dentista, de las matemáticas de bachillerato, no se
puede extraer completamente la raíz de 3; en términos gráficos, una recta con una
pendiente irracional que parta del origen nunca alcanzará ningún punto
correspondiente a unas coordenadas cartesianas racionales. <<

[2.37]
Para ver de forma intuitiva que hay (por lo menos) un número infinito
de puntos irracionales entre 0 y 1, considere el conjunto de todos los puntos
correspondientes a 1/n, donde n es irracional. <<

[2.38]
SEI En el fondo esto explica por qué la trigonometría y la astronomía
griegas eran tan complejas: intentaban cuantificar curvas continuas y áreas bajo
curvas solo con números racionales. <<

[2.39]
Véase esta muy apropiada cita del algebrista alemán Michael Stiefel,
hacia 1544: «Pues, al hacer demostraciones geométricas, cuando los números
racionales nos fallan, los números irracionales se ponen en su lugar y demuestran
exactamente aquellas cosas que los números racionales no podían demostrar, nos
vemos obligados a aseverar que son verdaderamente números. Por otro lado, otras
consideraciones nos obligan a negar que los números irracionales sean números en
absoluto. A saber, cuando buscamos someterlos a [representación decimal], nos
encontramos con que se escabullen de manera perpetua, de modo que ninguno de
ellos puede ser precisamente aprehendido en sí mismo. Ahora, esto no puede
llamarse un verdadero número, si es de tal naturaleza que carece de precisión. Por
lo tanto, así como un número infinito no es un número, asimismo un número
irracional no es un verdadero número, sino que permanece oculto en una especie
de nube de infinito (Michael Stifel, Arithmetica Integra, 1544, extractado a partir de
Kline, pág. 251)». <<

[2.40]
SEI Si no es así, entonces sepa/recuerde que, según las reglas de la lógica
formal, una implicación como «(ap < bq) → (ar < bs)» será falsa solo cuando el
primer término sea verdadero, y el segundo, falso. A la vista de esto, si quiere
puede usted asignar valores, por ejemplo, p = 1, q = 2, r = 2, s = 4, a = 2, y b = 1, y
comprobar casos particulares de la implicación. Verá que no hay ningún caso en el
cual el primer término sea verdadero, y el segundo, falso; es decir, que 1/2
realmente es igual a 2/4. <<
[2.41]
SEI Esto se hará mucho más relevante cuando lleguemos a la teoría de
los números reales de Dedekind en §6. <<

[2.42]
SEI Que en la teoría de Dedekind se llamará un corte. <<

[2.43]
La especificidad reside en la elección de los valores de a y b. <<

[2.44]
SEI = los que tienen todos los lados de la misma longitud. <<

[2.45]
SEI Es, en verdad, casi increíblemente parecido al modo en que Cauchy
acabará definiendo los infinitesimales en términos de límites para evitar las varias
fisuras asociadas con las cantidades infinitamente pequeñas, de todo lo cual se
habla más adelante en §5. <<

[2.46]
Una pequeña broma entre los historiadores de las matemáticas es que lo
único matemáticamente significativo que hicieron los romanos fue matar a
Arquímedes. <<

[2.47]
SEI Como veremos, tras unos cuantos machetazos simplificadores por
parte de Bolzano y Dedekind. <<

[2.48]
SEI Hay todo tipo de procedimientos y objetos diferentes para ilustrar
esta demostración. Resulta que el doctor Goris solía llevar/sonarse con/desplegar
de forma ilustrativa un gran pañuelo rojo, al que durante más de veinticinco años
de clases se refirió como al «pañuelito de la muerte». <<

[2.49]
SEI De hecho, se puede demostrar matemáticamente que la probabilidad
de que alguien acierte un punto racional de la recta numérica con un dedo puesto
al azar, un dardo o un protón lanzados de manera aleatoria, o lo que sea, es en
todo caso: 0%. [El autor omite aquí la observación de que los susodichos dedo,
dardo y protón deberían tomarse como puntos matemáticamente ideales para que
la afirmación tenga sentido. (N. del t.)]. <<
[3.1]
El único otro objetivo general de §3 es lograr cierto grado de reducción y
simplificación que sea lógicamente < absurdo. <<

[3.2]
Si en la escuela aprendió que el símbolo viene de la letra griega ómicron,
le mintieron. <<

[3.3]
Reconocerá esto último como una definición de álgebra, palabra que es
en realidad una deformación de Al-jabra, un tratado del matemático de Bagdad al-
Khwarizmi (m. < 850 d. C.). <<

[3.4]
SEI en la Summa Theologiae y De Potentia Dei (donde, SEI2, quia significa
«razonar retroactivamente de los efectos a las causas»). <<

[3.5]
= «Contribuciones al estudio de lo transfinito» (1887), que es uno de los
artículos más importantes de Cantor y aparece en las págs. 378-440 de su
Gessamelte Abhandlungen mathematischen und philosophischen Inhalts (= Obras
completas). Lo citamos de un modo tan horriblemente detallado para que de ahora
en adelante entienda por qué no indicamos detalladas citas polisilábicas y
traducciones-de-citas de hasta el último pequeño extracto relacionado con Cantor.
Prácticamente todo lo cantoriano se puede encontrar en Gessamelte Abhandlungen,
obra que recogemos en la Bibliografía. <<

[3.6]
SEI = un cálculo primitivo, precartesiano y prenewtoniano, de tipo cien
por cien geométrico. Las epónimas latitudes del método son pequeños segmentos
verticales cuyas longitudes representan la velocidad en un instante (los instantes
eran las «longitudes» de la gráfica). No estoy seguro de si todo esto explica el
nombre de la técnica o solo lo hace más confuso. <<

[3.7]
Adivine quién lo consigue. <<

[3.8]
SEI Viète no usó las palabras «suma», «serie» o «geométrica», pero eso es
lo que eran a todos los efectos. <<
[3.9]
SEI Disculpas por la críptica prosa matemática. Si puede soportarlo,
consulte también la obra de Kepler de 1615 Stereometria doliorum (= Medición del
volumen de barriles [larga historia, donde intervienen el emperador Rodolfo II y la
industria vinícola austriaca]). El método «volumétrico» del libro para determinar
áreas/volúmenes de figuras creadas por curvas en rotación implica tratar los
sólidos como si estuvieran compuestos de n figuras infinitesimales cuyas
extensiones se pueden sumar —de nuevo, mucho antes que Newton y Leibniz—.
<<

[3.10]
SEI Es verdad, todos los títulos matemáticos de la modernidad temprana
suenan como horribles enfermedades. <<

[3.11]
SEI hacia 1401-1464, aprox., matemático y cardenal de la Iglesia católica;
larga historia. <<

[3.12]
SEI Todo esto se desarrolla con mucho más detalle más adelante, en el
clímax de §7. <<

[3.13]
SEI De hecho, la propia razón tiende a ∞ al alejarnos más y más por la
secuencia. <<

[3.14]
James Gregory (véase el texto principal justo a continuación) da la
primera definición ampliamente aceptada de función en un libro sobre problemas
de cuadratura solo treinta años después de DNC. <<

[3.15]
De las diferencias entre estos tipos de funciones expliquemos solo que
las trascendentes son las realmente complejas: trigonométricas, exponenciales,
logarítmicas, etc. Lo que no podemos dejar sin aclarar es la distinción entre
números algebraicos y trascendentes, que es parte de la amplia taxonomía en la
cual, por supuesto, los enteros + las fracciones son los números racionales, los
racionales + los irracionales son los números reales, un número real más un
número imaginario como √−1 constituye un número complejo, y así sucesivamente.
Dado nuestro objetivo general, no necesitamos tratar con nada más que números
reales, afortunadamente. Pero tenga en cuenta que el componente irracional de los
números reales se compone, a su vez, de dos tipos de números diferentes, o más
bien la distinción racional o irracional se superpone en cierto modo con otra
distinción, entre números algebraicos y trascendentes. La diferencia se vuelve
importante cuando llegamos a las demostraciones de Cantor sobre los diferentes
tamaños de los ∞ de diferentes «clases numéricas». Así pues, un número es
algebraico si es raíz de un polinomio con coeficientes enteros. Por ejemplo, √8 es un
número algebraico porque es la solución de la ecuación 1x2 − 8 = 0. (En realidad, los
números enteros, los racionales, e incluso los complejos también pueden ser
algebraicos, por ejemplo, las respectivas soluciones de 2x − 14 = 0, 2x − 7 = 0, y 3x2 −
2x + 1 = 0, pero en términos de Cantor/Dedekind/continuidad solo tenemos que
esclarecer la cuestión de los irracionales). Los números trascendentes, pues, son
aquellos que no son algebraicos, es decir, que no pueden ser raíces de polinomios
con coeficientes enteros; π es un irracional trascendente, y también el número e, la
base del logaritmo natural/hiperbólico (no se preocupe si el término no le resulta
familiar). <<

[3.16]
SEI «Función» era la alternativa de Leibniz al extraño «fluxión» de
Newton. Y, como ocurrió en muchos otros casos con la terminología, el término de
Leibniz se convirtió en el favorito. Curiosidad: Leibniz también introdujo
«constante» y «variable». <<

[3.17]
SEI La solución presentada es en realidad para la paradoja de Aquiles y
la tortuga, pero viene a ser lo mismo. <<

[3.18]
SEI Esta es la razón por la cual el cálculo anglicano depende en gran
medida de las series infinitas y del teorema del binomio. Véase §4a más adelante.
<<

[3.19]
SEI Este cambio queda simbolizado por la evolución de la trigonometría,
pasando de los grados y las formas geométricas a los radianes y las funciones
trigonométricas. <<

[3.20]
SEI Aquí el coloso dominante es, obviamente, Newton… <<

[3.21]
N. B. Tenga en cuenta, especialmente para después, que las teorías de
Weierstrass, Dedekind y Cantor sobre los números reales y la continuidad suelen
conocerse en los libros de texto como la topología de la recta real. <<

[3.22]
SEI por supuesto, estrictamente hablando los conjuntos son entes
poscantorianos, pero qué le vamos a hacer… <<

[3.23]
SEI Es decir, si usted representa , verá que la curva resultante tiene un
agujero correspondiente a la posición del 1 en el eje x, porque aquí es donde f(x) es
igual a , que matemáticamente se define como matemáticamente indefinido. (SEI2
El lector con muchas tablas podría darse cuenta de que aquí hay cosas relacionadas
con el valor límite y el límite de una función, las cuales no mencionamos porque
todavía no hemos hecho límites). <<
[3.24]
SEI Lo de la «aproximación» en realidad es técnicamente erróneo, tal
como se explicará con algo de detalle cuando empecemos a hablar del análisis
weierstrassiano en §5e. La idea, aquí en G. E. I, es explicar los límites de un modo
intuitivamente claro, no matemáticamente riguroso. <<

[3.25]
¡Uy!2: véase Desarrollo más adelante. <<

[3.26]
SEI o sea, por un 0 inferiormente y por un 1 superiormente, para
comprobar lo cual está usted invitado a dar valores a x. <<

[3.27]
N. B. Observe, por favor, que, a grandes rasgos, las cotas y el ser no
acotado funcionan del mismo modo para los conjuntos y para las sucesiones. Esto
empezará a ser importante en §7, momento en el que probablemente se le pedirá
que retroceda aquí y repase esta misma nota. <<

[3.28]
SEI Más materiales para futura recuperación: en caso de que se le haya
ocurrido preguntarse si el ∞ que corona la suma denota un límite real o un final o,
de hecho, más bien la ausencia de cualquier límite/final, sepa que esta cuestión es
altamente significativa y llega hasta el corazón de lo que
Weierstrass/Dedekind/Cantor fueron capaces de hacer por el análisis (respecto a lo
cual no se pierda el apartado Análisis). Si, por otro lado, se está preguntando qué
visión tenían en realidad los matemáticos anteriores a Weierstrass de estos ∞ a los
que sus x y sus n se «aproximaban», la respuesta básica es que relegaron esas
cantidades infinitamente grandes/pequeñas a la misma existencia vaga, nebulosa,
del infinito potencial de Aristóteles. La idea es que el verdadero estatus
matemático/metafísico de los infinitos de los límites nunca tiene que considerarse,
porque en realidad nada llega jamás allí. Si esto le choca como algo sospechoso,
entonces ya se encuentra en situación de comprender por qué Weierstrass pensaba
que debía ponerse rigor a todo el asunto. <<

[3.29]
Maldición. Muy bien. La verdad estricta es más complicada que eso, e
involucra los límites de sucesiones de sumas parciales, donde una suma parcial = la
suma de un número finito de términos consecutivos de una serie. La idea básica es
que si la sucesión infinita de sus sumas parciales tiende a algún límite S, entonces
una serie infinita es convergente y su suma es S. Y que una serie divergente es una
cuya sucesión de sumas parciales no se aproxima a un límite, y por lo tanto no
tiene una suma finita. Todo lo cual resulta demasiado abstracto en este punto, pero
con un poco de suerte tendrá más sentido hacia el final de §5. <<

[3.30]
SEI No nos vamos a preocupar de términos asociados como producto
continuo y producto oscilante. <<

[3.31]
SEI donde el factorial 2! significa 2 × 1, 4! significa 4 × 3 × 2 × 1, etc. <<

[3.32]
SEI estudiadas habitualmente con la denominación de análisis armónico.
<<

[3.33]
SEI Si por casualidad está usted volviendo a este apartado desde §5b y
dándose cuenta de que esta serie de Fourier no se parece a la original de Fourier
vista en la presentación, sepa que ambas son realmente la misma. Es solo que la
forma anterior clarifica cómo la serie de Fourier contiene y combina dos series
trigonométricas diferentes, las cuales —si no estaba usted regresando— serán a su
vez más comprensibles cuando se definan las series trigonométricas en G. E. II.
Nos disculpamos si esto resulta confuso: lo estamos haciendo lo mejor que
podemos. <<

[3.34]
SEI Si no tiene usted conocimientos de matemáticas superiores, esta
definición tendrá más sentido cuando veamos el cálculo clásico en §4a. <<

[3.35]
SEI Que fue definido de facto justo al final de §3a. <<

[3.36]
SEI Respecto a lo cual, de nuevo, véase lo que viene inmediatamente
después y §4 algo después. <<

[3.37]
SEI = «Demostración Puramente Analítica…». El título entero tiene una
longitud de veintidós palabras y usted no quiere verlo. <<

[3.38]
La demostración específica es que los polinomios algebraicos son
continuos, lo cual es menos relevante que las conexiones entre el hecho de que una
función sea continua en un intervalo y que una serie/sucesión de funciones sea
convergente en un intervalo. Estas conexiones empiezan a volverse realmente
importantes en §5. <<

[3.39]
Para adelantarnos todavía más: en §5e se analizará con cierta extensión
una importante hipótesis de Bolzano acerca de sucesiones infinitas y puntos límite,
una hipótesis que Weierstrass también redescubrió y demostró, aunque respecto a
esto la historia fue amable con Bernard Bolzano y nombró este resultado teorema
de Bolzano-Weierstrass, el cual resulta ser importante para la teoría de Dedekind
de los números irracionales. (Para su información, no hay ninguna indicación de
que Weierstrass plagiara a Bolzano ni nada parecido. Este tipo de descubrimientos
paralelos se producen a menudo en las matemáticas). <<
[3.40]
concretamente su Paradoxien des Unendlichen de 1851, que ni siquiera
estuvo disponible en inglés (como Paradoxes of the Infinite) hasta 1950. <<

[3.41]
SEI Véase, por ejemplo, la versión inglesa de la obra de Cantor
«Foundations of the Theory of Manifolds», que está en la Bibliografía en el
apartado de Artículos y Ensayos. <<

[3.42]
Como veremos en §7, la mayor parte de la teoría formal de conjuntos es
trivial si se supone que solo existen los conjuntos finitos. <<

[3.43]
Como Cantor, Bolzano tiene un don para elaborar demostraciones
simples, y con imágenes convincentes, de proposiciones muy abstractas. <<

[3.44]
SEI Véase §7d, o, si está regresando desde §7d, ahora puede ver por qué
aquí entramos con tanto detalle en esta equivalencia. <<

[3.45]
Es decir; que el diámetro es el propio intervalo [0, 1]. (SEI La longitud
del arco hemisférico será obviamente , pero esto no nos preocupa realmente). <<

[3.46]
Esto incluye a Cantor en algunas de sus declaraciones menos cautelosas
o equilibradas. <<

[3.47]
SEI Una vez más, todo eso se define y analiza en §7. <<
[4.1]
Decisión del Alto Mando: vamos a dejar de decir «véase más adelante»
todo el rato y a suponer simplemente que de aquí en adelante resultará obvio
cuándo es oportuno. <<

[4.2]
SEI Como se ha mencionado, aquí el objetivo retórico es preparar la
discusión para que no sea grotescamente reduccionista pero a la vez sea lo bastante
clara y simple para que se pueda seguir incluso si usted no estudió matemáticas
superiores. Es cierto que estaría bien si las hubiera estudiado, pero, por favor, tenga
por seguro que se han hecho considerables esfuerzos y se ha pasado por muchas
fatigas para que no sea necesario. <<

[4.3]
De hecho hubo una gran disputa en las matemáticas europeas acerca del
verdadero inventor; en concreto, acerca de si Leibniz, cuyo primer artículo
relacionado con el cálculo es de 1674, había plagiado a Newton, cuyo De analysi per
aequationes numero terminorum infinitas circulaba privadamente en 1669. <<

[4.4]
Disculpas por esta terrible sintaxis: no hay una manera fina de comprimir
a Roberval. <<

[4.5]
Por ello, intentar resolver la cuestión de la autoría diciendo que Newton
inventó el cálculo diferencial, y Leibniz, el cálculo integral (como a algunos
profesores de matemáticas les gusta hacer), lleva a confusión y es erróneo. Lo
importante es que Newton y Leibniz entendieron que el problema de las tangentes
(= velocidad instantánea) y el problema de las cuadraturas (= áreas bajo curvas)
eran dos aspectos de un mismo problema más amplio (= el de la continuidad) y,
por lo tanto, se podían tratar mediante el mismo método general. La única razón
por la que Newton y Leibniz son inmortales de las matemáticas es que no
separaron el cálculo del modo en que lo hacen los cursos introductorios. [Esta
última afirmación del autor es quizás exagerada, puesto que Newton y Leibniz
hicieron otras importantes contribuciones a la ciencia, la técnica y la filosofía, las
cuales eran más que suficientes para garantizar la inmortalidad a ambos. Véase sin
ir más lejos la nota siguiente. (N. del t.)]. <<

[4.6]
Siendo por supuesto Leibniz, como Descartes, un importante filósofo, de
cuya ontología puede haber oído términos como «sustancia individual»,
«transcreación», «identidad de indiscernibles» y «mónada sin ventanas». <<

[4.7]
SEI Algo de lo que sigue puede enturbiar un poco la vista de tan
abstracto, pero será más fácil de entender dentro de poco, cuando veamos un
ejemplo sencillo. <<
[4.8]
Seguramente todos detestamos ese tipo de personas. <<

[4.9]
SEI O sea, las mónadas mencionadas tres notas al pie antes. <<

[4.10]
SEI Incluso funciones involucradas en problemas de áreas. <<

[4.11]
SEI Entre otros leibnizismos están «cálculo diferencial», «cálculo
integral», «dx» y el signo integral de toda la vida, «∫», del cual podemos decir
(curiosidad gorisiana) que originalmente Leibniz quería que fuera una S alargada
para denotar «la suma de las [coordenadas y] bajo una curva» = (Boyer, pág. 403).
<<

[4.12]
N. B. sobre posible SEI: si tiene mucha preparación matemática, puede
omitir la siguiente presentación y sus correspondientes comentarios, puede que las
simplificaciones no valgan la pena. <<

[4.13]
SEI Para lectores con mucha preparación que a pesar de todo no han
omitido todo esto pero ya se están dando cuenta de que la Figura 4a se parece a
una ilustración muy simplificada del «cociente de diferencias» de Leibniz, y quizá
se están preguntando por qué no seguimos adelante sin más y hacemos su famoso
triángulo característico, la respuesta es que usar el T. C. haría que la explicación del
problema se comiera más de seis páginas y sometiera a todos a un exceso de
detalle de cálculo que al final no resultaría importante. <<

[4.14]
De nuevo, si la Figura 4a se trata como un problema de tasa de cambio, t
es un instante infinitesimal. (SEI Si se ha encontrado usted con el término algo
pasado de moda cálculo infinitesimal en relación con el cálculo clásico, ahora puede
ver que el término proviene de la infinita pequeñez de cantidades/duraciones
como t). <<

[4.15]
N. B. Según Leibniz, eso es precisamente lo que son los infinitesimales:
criaturas extrañas con las que podemos hacer esto. Véase, por ejemplo, este
extracto de una carta a John Wallis hacia 1690: «Es útil considerar cantidades
infinitamente pequeñas tales que cuando se busca su razón, puedan no ser
consideradas cero pero que sean despreciadas tan pronto como se presenten
acompañadas de cantidades incomparablemente mayores. Así, si tenemos x + [t],
[t] es despreciado. Pero eso es distinto si buscamos la diferencia entre x + [t] y x…»
(Leibniz extractado a partir de Kline, pág. 384). <<

[4.16]
Una analogía incluso mejor podría ser el caso de un científico
experimental que amañara sus datos para confirmar la hipótesis que desea
confirmar. <<

[4.17]
SEI Los ejemplos de Newton en D. A. eran más liosos y dependían más
del teorema del binomio, donde una equivalencia como z = rxn (donde r es una
constante y la n puede ser una fracción o incluso negativa) se puede desarrollar
para demostrar que la tasa de cambio de rxn siempre será = nrxn−1. Esto es lo que
permite la cadena teóricamente infinita de derivadas sucesivas en las matemáticas
superiores. Por ejemplo, la 1.ª derivada de, por ejemplo, y = x4 es 4x3; la 2.ª derivada
es 12x2, y así sucesivamente, de modo que se puede hallar cualquier derivada n-
ésima mediante la razón , aunque en el cálculo básico habitualmente no se va
mucho más allá de la 2.ª derivada. <<

[4.18]
Observe, sin embargo, que se tienen que usar el mismo tipo de prácticas
dudosas en este cálculo: (1) = (2) , que es = (3) , punto en el que se supone que t ≠
0 y se divide para obtener: (4) 2x + t, donde se supone que t = 0 y se desprecia para
obtener: (5) 2x. <<

[4.19]
O se puede obtener el mismo resultado tratando z como equivalente a
todos los efectos a y en la ecuación (6) de la deducción original. <<

[4.20]
SEI Tal como lo articuló Leibniz por primera vez en 1686. <<

[4.21]
SEI Por esto, los silabófilos llaman a la integración antidiferenciación. <<

[4.22]
En este contexto, realmente el método de los límites es un truco de
contabilidad metafísica que convierte la infinitud/infinitesimalidad en una
característica del proceso de cálculo más que de las cantidades calculadas. Como
debería ser evidente a estas alturas, las leyes normales de la aritmética no
funcionan con cantidades de tipo ∞ o infinitésimo, pero al restringirse básicamente
a sumas parciales durante el 99% de las operaciones, el cálculo basado en límites
permite aplicar esas reglas. Luego, una vez el cálculo básico se ha completado, se
«toma el límite» y se deja que t o dx o lo que sea «se aproxime a 0», y se extrapola
el resultado. En términos pedagógicos, al estudiante de matemáticas se le pide que
suponga que ciertas cantidades son finitas y estables para los propósitos del
cálculo, pero luego transformables y pequeñas hasta desvanecerse en la etapa de
los verdaderos resultados. Esta contorsión intelectual hace que el cálculo no solo
parezca difícil, sino extraña e innecesariamente difícil, lo cual es una de las razones
por las que el cálculo es una asignatura tan temida. <<

[4.23]
SEI (y quizá no sea buena idea mencionarlo). Hay, de hecho, una manera
no trivial de decir lo mismo, pero involucra el análisis no estándar, inventado por un
tal Abraham Robinson en la década de 1970 y pretende dar rigor a los
infinitesimales en el análisis mediante el uso de los números hiperreales, los cuales
a su vez básicamente combinan los números reales y los transfinitos cantónanos.
Esto significa que es todo extremadamente teórico-conjuntista y Cantor-
dependiente, además de controvertido, y salvajemente técnico, y mucho más allá
de los límites de esta discusión… pero parece que para ser rigurosos debemos por
lo menos mencionarlo, y quizá recomendar, atendiendo a cualquier ardiente
interés por parte de usted, la obra del profesor Abraham Robinson Nonstandard
Analysis, Princeton U. Press, 1996. <<

[4.24]
Esto probablemente necesita ser explicado en lugar de solo repetido una
y otra vez. En el cálculo clásico, la continuidad es tratada esencialmente como una
propiedad de las funciones: una función es continua en algún punto p si y solo si es
diferenciable en p. Por ello será tan importante el hallazgo de Bolzano y
Weierstrass en el siglo XIX de aquellas funciones continuas pero no diferenciables,
y por esta razón la teoría de la continuidad en el análisis moderno es ahora mucho
más complicada. <<

[4.25]
SEI Esto quiere decir principalmente los dos J. Bernoulli y el hijo de J. D.,
además de Guillaume Fraçois Antoine, marqués de l’Hôpital, que fue mecenas de
uno de los J. (es difícil no hacerse un lío con los Bernoulli), todos los cuales
florecieron más o menos a principios del siglo XVIII. <<

[4.26]
SEI = principalmente los británicos Edmund Halley, Brook Taylor y
Colins MacLaurin, también a principios del siglo XVIII. <<

[4.27]
SEI Resulta que el obispo George Berkeley (1685-1753, importante
filósofo empirista y apologeta cristiano; y un destacado adicto al pleonasmo) hizo
una famosa crítica del cálculo clásico justo en esta línea en un tratado del siglo
XVIII cuyo título de 64 (sí, 64) palabras empieza con «El Analista…». Sigue un
extracto representativo: «Nada es más fácil que concebir expresiones o notaciones
para las fluxiones e infinitesimales […] Pero si quitamos el velo y miramos debajo,
si, dejando a un lado las expresiones, nos ponemos atentamente a considerar las
cosas mismas que se supone que son expresadas o indicadas de ese modo, vamos a
descubrir mucha vacuidad, oscuridad y confusión; es más, si no yerro,
imposibilidades y contradicciones directas». La invectiva de Berkeley es en cierto
modo la revancha del cristianismo contra Galileo y la ciencia moderna (y en
realidad es muy divertido de leer con sus excentricidades, aunque esto no tiene
nada que ver). Su argumento general es que las matemáticas del siglo XVIII, a
pesar de sus pretensiones deductivas, en realidad descansan sobre la fe no menos
que la religión, es decir, que «[A]quel que puede asimilar una segunda o tercera
fluxión, una segunda o tercera [derivada], no necesita, a mi parecer, ser remilgado
con aspecto alguno de la divinidad» (Berkeley en Works, v. 4, págs. 68-69)· Por otro
lado, Jean le Rond d’Alembert (1717-1783, gran matemático poscálculo e intelectual
todoterreno, y además uno de los primeros proponentes de la idea según la cual
«la verdadera metafísica del cálculo debe hallarse en la idea de límite») objeta a los
infinitesimales, en los términos estrictamente lógicos de la LTE, en su famosa
Encyclopédie que coeditó con Diderot en la década de 1760, como en, por ejemplo:
«Una cantidad es algo o nada; si es algo, todavía no se ha desvanecido; si no es
nada, se ha desvanecido literalmente. La suposición de que hay un estado
intermedio entre esos dos es una quimera» (D’Alembert, Encyclopédie. Traducción
semiextractada y editada a partir de Boyer, pág. 450). <<

[4.28]
La paradoja de la flecha, como la dicotomía, se discute en el Libro VI de
la Física de Aristóteles; también aparece en forma fragmentaria en Vidas y opiniones
de Diógenes Laercio. <<

[4.29]
SEI No hace falta decir que es algo dudosa la compatibilidad de esta
afirmación con las objeciones de Aristóteles a la dicotomía, basadas en series
temporales, que vimos en §2b. Hay modos de reconciliar los dos argumentos de
Aristóteles, pero son muy complicados, y < 100% convincentes; y de todos modos
se trata de duros asuntos de erudición aristotélica muy lejos de nuestro recorrido.
<<

[4.30]
SEI Puede revisar la llamada de atención de §2a sobre la diferencia entre
aplicar fórmulas y resolver verdaderamente los problemas, que aquí es plenamente
oportuna. <<

[4.31]
SEI Respecto a la objeción de D’Alembert a los infinitesimales en la
reciente nota 27, es precisamente esta tercera posibilidad lo que resta solidez a su
argumento. <<

[4.32]
SEI Este es un bonito ejemplo de un caso en que un poco de
pensamiento abstracto madrugador horizontal realmente da buen resultado. Una
vez estamos levantados y usando nuestras palabras, es casi imposible pensar
acerca de lo que significan realmente. <<

[4.33]
SEI Observe, por favor, que no es en absoluto lo mismo que la objeción
de Aristóteles a «¿Está la flecha […] instante t?». Lo que él piensa que es realmente
incoherente es la idea de la premisa (2) de que el tiempo puede estar compuesto de
instantes infinitesimales, que es un argumento sobre la continuidad temporal, bajo
cuya interpretación la paradoja de la flecha se puede resolver con una simple
fórmula de cálculo. Como probablemente ha empezado a ver, Aristóteles consigue
de algún modo estar grandiosa y sobrecogedoramente equivocado, siempre y en
todas partes, cuando se trata del ∞. <<

[4.34]
(no o) <<

[4.35]
Solución que, aunque 100% técnica, por lo menos tiene la ventaja de
reconocer que el movimiento-en-un-instante es un concepto que siempre involucra
más de un instante (poco más que una ligera reformulación de Sainsbury, pág. 21).
<<

[4.36]
SEI Como veremos en §5, básicamente lo que hace Weierstrass es hallar
una manera de definir los límites de un modo que elimine lo de «tiende a» o «se
aproxima gradualmente». Se había demostrado que expresiones como esas eran
vulnerables a confusiones, al estilo de Zenón, acerca del espacio y el tiempo (por
ejemplo, «¿se aproxima desde dónde?», «¿cuán rápido?», etc.), además de ser, en
general, rebuscadas. <<

[4.37]
Este es el problema, y el motivo por el que la relación entre los
infinitesimales y la divisibilidad al estilo de Zenón es de algún modo como la
relación entre la quimioterapia y el cáncer. La dificultad con cantidades que son
menores que , , , , , … , pero, aun así, mayores que o es que no se puede llegar a
ellas dividiendo una y otra vez, del mismo modo que no se puede llegar a un
número transfinito sumando o multiplicando números finitos. ∞ y están exentos
de todas las paradojas de subdivisión infinita y expansión… aunque, en cierto
sentido, son la misma encarnación de dichas paradojas. O sea, que todo el asunto
es pero que muy raro. <<

[4.38]
En el sentido de intervalo en el tiempo, en el espacio o en la recta real; los
tres son terreno de la continuidad. <<
[5.1]
Si pegamos «pero más» detrás de cada predicado, los últimos tres
párrafos de §3 b también se pueden aplicar aquí bastante acertadamente. <<

[5.2]
SEI Esta dificultad, a pesar de lo que suelen pensar los que han estudiado
humanidades, no es a causa de toda la notación de aspecto pesado que puede
intimidarnos cuando hojeamos un libro de matemáticas superiores. La notación
especial del análisis en realidad solo es una manera muy muy compacta de
representar información. No hay tantos símbolos distintos, y en comparación con
el lenguaje natural es ridículamente fácil de aprender. El problema no es la
notación: es la extrema abstracción y generalidad de la información representada por
el simbolismo lo que hace tan difíciles las matemáticas superiores. Con un poco de
suerte esto se entenderá, porque es cien por cien cierto. <<

[5.3]
SEI Es decir, nuevos resultados no solo en las matemáticas ya
establecidas, sino en áreas completamente nuevas de la era poscálculo, incluyendo
las ecuaciones diferenciales, varios tipos de series infinitas, geometría diferencial,
teoría de números, teoría de funciones, geometría proyectiva, cálculo de
variaciones, fracciones continuas, y así sucesivamente. <<

[5.4]
SEI Observe que hemos vuelto a lo del árbol. <<

[5.5]
Véase en este caso no solo la famosa racionalización de D’Alembert por
no tener una definición rigurosa del concepto de límite, «Simplemente siga
adelante, y la fe vendrá», sino también esta declaración, hacia 1740, de Alexis-
Claude Clairaut (1713-1765, gran fisicomatemático): «[Solía ocurrir que] la
geometría, igual que la lógica, debía basarse en el razonamiento formal para rebatir
a los quisquillosos. Pero ahora es al revés. Todo razonamiento concerniente a lo
que el sentido común conoce de antemano, sirve solo para ocultar la verdad y
cansar al lector y actualmente se desprecia» (Clairaut extractado y editado a partir
de Kline, págs. 618-619). <<

[5.6]
El Alto Mando reconoce: francamente, algunas partes del G. E. II van a
ser brutales, y en conjunto esa podría ser la parte más dura de todo el libro, y aquí
mismo expresamos nuestro arrepentimiento. Pero en realidad es mejor hacerlo
todo aquí en un pasaje denso y sin contexto que tener que ir deteniéndose y dando
pequeñas definiciones sin fin, y explicaciones que interrumpan la descripción del
verdadero trabajo de las personas. Se intentó de las dos maneras, y Mal1 < Mal2. <<

[5.7]
SEI Este simbolismo universal para funciones es cortesía del antes
mencionado Leonhard Euler, la gran figura predominante de las matemáticas del
siglo XVIII. <<

[5.8]
= lo que se conoce académicamente como cálculo multivariable, es decir,
esencialmente las matemáticas de las superficies en el espacio de 3 dimensiones,
f(x, y), o de los sólidos en el espacio de 4 dimensiones, f(x, y, z), etc. <<

[5.9]
SEI Lo que sigue era la manera que tenía el doctor Goris de explicar las
ecuaciones diferenciales, que resultaba más clara y significativa que la manera
llena de fórmulas en que suelen presentarse en los cursos de matemáticas
superiores. <<

[5.10]
SEI Curiosidad gorisiana: el ideograma japonés original para función
significaba, literalmente, «caja para números». <<

[5.11]
Por así decirlo. <<

[5.12]
Larga historia: por favor, recuerde simplemente que existe algo así. <<

[5.13]
Todo esto se puede encontrar en el primer capítulo de la famosa obra de
Cauchy Course d’analyse, por ejemplo, para y ∞: «Una cantidad variable se hace
infinitamente pequeña cuando su valor numérico decrece de forma indefinida de
tal manera que converge al límite o» (Cauchy, Cours d’analyse algébrique. Traducción
extractada, algo editada, a partir de Kline, pág. 951) y «Una cantidad variable se
hace infinitamente grande cuando su valor numérico crece de forma indefinida de
tal manera que converge al límite ∞» (pero donde, como indica Kline «∞ significa
no una cantidad fija, sino algo indefinidamente grande»). <<

[5.14]
Otra ventaja de pensar en las ecuaciones diferenciales como
metafunciones es que, como las sucesiones/series de funciones son el resultado del
desarrollo de las E. D., en cierto modo tiene sentido suponer que lo que surja de
tales sucesiones/series será una función. <<

[5.15]
SEI Puede saber o recordar de las matemáticas superiores que esto no se
parece en nada a la prueba de convergencia general que se enseña hoy. La razón es
otra semiequivocación de Cauchy: resulta que se puede demostrar rigurosamente
que su 3C original solo es una condición necesaria de convergencia. Una prueba
fiable de convergencia también debe proporcionar condiciones suficientes (véase la
nota [1.14] y su explicación acerca de condiciones necesarias y suficientes), para lo
cual resulta que se necesita una teoría de los números reales, que no estará
disponible hasta la década de 1870. <<
[5.16]
SEI Respecto a las dos últimas, o en clase de astronomía, puede que haya
aprendido algo de la ecuación de onda y de su relación con las funciones de Bessel,
que son soluciones particulares de la ecuación de onda expresadas en un tipo
especial de sistema de coordenadas 3D. <<

[5.17]
que por supuesto son, estrictamente hablando, funciones trigonométricas,
de modo que puede usted ver por qué las series trigonométricas son un caso
clásico del tema de series de funciones analizado antes en el apartado Ecuaciones
diferenciales (b). <<

[5.18]
En realidad no hará ningún daño volver al G. E. I y repasar el apartado
Series de Fourier otra vez, especialmente lo de las series de Fourier como desarrollos
de funciones periódicas. Por ello, las propias series trigonométricas tienden a ser
periódicas, en el sentido de que básicamente repiten una y otra vez la misma onda,
donde «período» se refiere al tiempo requerido para una oscilación completa, e y =
sen x (alias onda senoidal) es una función periódica prototípica. (SEI Si resulta que
usted recuerda el término serie oscilante, esa es una cosa totalmente distinta que no
tiene nada que ver, y debería eliminarse de la memoria durante el resto de este
libro). <<

[5.19]
Larga historia, que se desarrolla más o menos a lo largo de los siguientes
§. <<

[5.20]
No pregunte. <<

[5.21]
SEI Una función monótona, por otro lado, es una función cuya primera
derivada no cambia de signo +/−, independientemente de si la derivada es continua
o no. (Es bastante seguro que no vamos a tener que tratar con funciones
monótonas, aunque el análisis weierstrassiano tiende a necesitarlo casi todo). <<

[5.22]
SEI La forma nominativa inglesa se traduciría directamente como
«monotonicidad» [aunque en español suele usarse simplemente el término
«monotonía». (N. del t.)]. <<

[5.23]
Aquí quiere decir un punto en el dominio de f(x). <<

[5.24]
Los detalles siguientes son SEI. <<

[5.25]
SEI Esta es la misma c de la ecuación de onda: se define como «la
velocidad de propagación de la onda» o algo parecido. <<
[5.26]
SEI Por alguna razón, este es un período de la historia en el que casi
todos los matemáticos importantes son franceses o suizos. El siguiente siglo lo van
a dominar los alemanes. No hay una buena explicación de esto en la literatura.
Quizá las matemáticas son como la geopolítica o los deportes profesionales, con
distintas dinámicas que siempre están desarrollándose y decayendo. <<

[5.27]
Lo cual (otra vez, y como el doctor Goris en persona solía repetir y
enfatizar porque decía que si no captábamos esto nunca entenderíamos cómo se
relacionaban el P. C. V. y la ecuación de onda con las series trigonométricas) es lo
mismo que una curva. <<

[5.28]
SEI 1802-1829; él y Évariste Galois son los dos grandes prodigios trágicos
del siglo; larga, triste historia; ejerció (Abel) una influencia póstuma especialmente
fértil en Karl Weierstrass. <<

[5.29]
SEI Curioso añadido al misterio de la nota 26. Muchos matemáticos
franceses preeminentes de esta época también eran nobles: LaPlace un marqués,
LaGrange un conde, Cauchy un barón, y así sucesivamente. Algunos de estos
títulos fueron concedidos por Napoleón I. En todo caso, el de Fourier lo fue: su
padre era sastre. <<

[5.30]
Breve versión de la historia tras la f(x) discontinua de Fourier:
aparentemente, cuando un cuerpo adquiere calor, su temperatura se distribuye no
de manera uniforme, en el sentido de que partes distintas tienen temperaturas
distintas en momentos distintos. Es en la distribución del calor en lo que Fourier
está realmente interesado. <<

[5.31]
Es decir, como área o suma de áreas. <<

[5.32]
Esta E. D. parcial se conoce comúnmente como la ecuación de difusión, la
cual, como usted puede observar, se parece a la ecuación de onda. Es precisamente
dicho parecido lo que las series de Fourier pueden explicar, matemáticamente
hablando. <<

[5.33]
Puesto que en el G. E. I prometimos apartarnos de los coeficientes de
Fourier, las cinco siguientes líneas de texto están clasificadas como SEI. <<

[5.34]
Aquí es mejor pensar en las funciones discontinuas como funciones que no
pueden ser expresadas mediante una única ecuación de tipo «y = f(x)». Véase un
párrafo más adelante en el texto principal. <<
[5.35]
Expresión analítica significa básicamente lo de «y = f(x)». Otra manera de
enunciar lo que dice el texto principal es que Fourier interpreta una función
denotativamente, es decir, como un conjunto de correspondencias específicas entre
valores, más que connotativamente como el nombre de la regla que genera la
correspondencia. Lo cual, como veremos en el siguiente §, es una manera muy
moderna de pensar en las funciones. <<

[5.36]
Realmente no hay nada que se pueda hacer respecto a la frase anterior
excepto disculparse. <<

[5.37]
SEI Véase §1d. <<

[5.38]
SEI Recuerde, por ejemplo, el truco de Euler con en §3a, o ya puestos
todo el asunto de la serie de Grandi. <<

[5.39]
Observación importante: la última frase de Abel es solo un rodeo para
decir «inducción». <<

[5.40]
SEI Ni tampoco se puede demostrar dicha equivalencia mediante
cálculos, ya que, por supuesto, tanto √2 como √3 representan decimales infinitos.
En la nomenclatura del análisis, no se puede demostrar que el producto de las
sumas de las series infinitas de esos dos decimales converja hacia la suma
correspondiente a √6. <<

[5.41]
SEI Dicho trabajo es de Joseph Liouville y de Charles Hermite (más
franceses). Respecto a todo el asunto de algebraico-o-irracional-trascendente, véase
o recuérdese la nota de §3a. También hay algo más acerca de la demostración de
Liouville más adelante en §7c. <<

[5.42]
Otra cita ejemplar en esa línea es de Eric Temple Bell: «Si Cantor hubiera
sido educado como un ser humano independiente, nunca habría adquirido la
tímida deferencia respecto a los hombres de reputación establecida que hizo
desdichada su vida» (Bell, pág. 560). <<

[5.43]
SEI Se cita a menudo otro intercambio de cartas, con todas las rarezas y
cursivas sic: Georg W. → Georg Jr.: «… Acabo con estas palabras: tu padre, o más
bien tus padres y todos los demás miembros de la familia tanto en Alemania como
en Rusia y en Dinamarca tienen sus ojos puestos en ti como el mayor, y esperan
que seas nada menos que un Theodor Schaffer [profesor de G. C. Jr.] y, Dios
mediante, después quizás una brillante estrella en el horizonte de la ciencia». Georg
Jr. → Georg W.: «… Ahora soy feliz de ver que ya no va a disgustaros que siga mis
propios sentimientos en esta decisión. Tengo la esperanza de que estaréis
orgullosos de mi algún día, querido padre, pues mi alma, todo mi ser vive por mi
vocación; sea lo que sea lo que uno quiere y es capaz de hacer, sea lo que sea hacia
lo que una voz secreta, desconocida [?!] le llama, aquello será lo que llevará a cabo
con éxito! (Dauben, GC, págs. 275-277)». <<

[5.44]
SEI Baste decir que las definiciones y resultados de Bolzano acerca de la
continuidad que vimos en §3c se pueden extender, sin más que unos pequeños
ajustes, al concepto de convergencia de una serie. <<

[5.45]
SEI del G. E. II, apartado E. D. (b), interpolación. <<

[5.46]
SEI Esto es 1826. El contraejemplo específico de Abels es la serie sen x −
+ − …, que resulta ser el desarrollo en serie de Fourier de y = en el intervalo −π < x
< π y es, con mucho, convergente, pero su suma es discontinua para x = π(2n + 1),
donde n es un entero. <<

[5.47]
SEI Prueba que todavía se usa en la actualidad, y puede que la haya
estudiado. Si no lo hizo, aquí está para que pueda ver el verdadero aspecto de una
de esas cosas: supongamos que cn(x) es una sucesión de funciones en algún
intervalo [a, b]. Si (1) la sucesión se puede reescribir en la forma cn(x) = anfn(x), y si
(2) la serie ∑an es uniformemente convergente, y si (3) fn(x) es una sucesión
monótona decreciente tal que fn−1(x) ≤ fn(x) para todo n, y si (4) fn(x) es acotada en [a,
b], entonces (5) para todo x en [a, b], la serie ∑cn es uniformemente convergente. [Si
el requisito (2) de que ∑an sea uniformemente convergente le parece
extraño/circular, sepa que un truco habitual de las matemáticas puras es tomar una
propiedad de algo en un caso simple o fácil de demostrar (siendo ∑an la parte más
simple, con mucho, de la descomposición de cn(x) en (1)) y usarlo para demostrar
que la misma propiedad se cumple para un ente mucho más complicado. De
hecho, ese mismo truco es clave para la inducción matemática, una técnica de
demostración 100% respetable que hará su aparición en §7]. <<

[5.48]
SEI Por favor, vea o recuerde la nota 15 de §5a. <<

[5.49]
SEI De nuevo, también conocidas como puntos excepcionales. <<

[5.50]
SEI = 1837, en un artículo cuyo encantador título es: «Über die
Darstellung ganz willkürlicher Functionen durch Sinus und Cosinusreihen», cuya
traducción viene a ser «Sobre la representación de funciones completamente
arbitrarias mediante series de senos y cosenos». (Es impresionante cómo los
matemáticos de esta época parece que saben escribir tanto en francés como en
alemán, según la revista a la que envían el artículo). <<

[5.51]
En el sentido de que ahora, en el análisis, una función en realidad no es
ni una cosa ni un procedimiento, sino más bien solo una correspondencia entre dos
conjuntos, llamados dominio y recorrido. <<

[5.52]
Deberíamos mencionar que Fourier, Cauchy y Dirichlet trabajaban de
manera habitual con funciones de la física matemática, que tienden a ser
comparativamente simples y de buen comportamiento. <<

[5.53]
SEI Justo aquí se vislumbra de verdad, por primera vez, cómo el análisis
avanzado da lugar a las matemáticas transfinitas. <<

[5.54]
Uno duda de si entrar en esto, pero, de hecho, la versión riemanniana de
la geometría no euclídea —a veces conocida como «geometría diferencial general»,
y que se remonta a 1854 (un excelente año para Riemann)— constituye un vector
de explicación completamente distinto de por qué en el siglo XIX se hacen
necesarias las teorías rigurosas sobre los números reales y el ∞. Es ligeramente
tangencial, y brutalmente abstracto, y será mayoritariamente omitido excepto aquí.
De forma muy simplificada, la geometría de Riemann involucra (a) el plano
complejo de Gauss (es decir, una malla cartesiana que tiene números reales en un
eje y números imaginarios en el otro eje) y (b) algo llamado una esfera de Riemann,
que se puede concebir básicamente como un plano euclidiano 2D curvado en
forma de bola y puesto encima del plano complejo. Esta nota no es técnicamente
SEI, pero puede usted detenerse en cualquier momento. Lo que relaciona la
geometría de Riemann con la antes mencionada geometría proyectiva de
Desargues es que cada punto de la esfera de Riemann tiene una «sombra» en el
plano complejo, y las relaciones trigonométricas creadas por esas sombras resultan
ser terriblemente fecundas, en términos de Por ejemplo, una recta en el plano
complejo es la sombra de algo llamado un círculo máximo en la esfera de Riemann,
es decir, un círculo cuya circunferencia pasa por el polo norte de la esfera de
Riemann, polo definido, literalmente, como «punto del ∞». De hecho, la propia
esfera de Riemann se puede definir como «el plano complejo con un punto en el
∞», algo conocido también como plano complejo ampliado. El 0 es el polo sur de la
esfera de Riemann, e ∞ y 0, en términos geométrico-diferenciales, son inversos el
uno del otro (porque tomar el inverso de un número en el plano complejo es
equivalente a darle la vuelta a la esfera de Riemann: larga historia). Así que en la
geometría de Riemann, «0 = » y «∞ = » no solo son legales: son teoremas.
Detendremos aquí la discusión específica y esperaremos que tenga sentido a
grandes rasgos. Algo importante que conviene saber: no es ningún accidente que el
símbolo del plano complejo ampliado sea «C ∞» mientras que el símbolo más
famoso de Cantor para el conjunto de todos los números reales (alias el continuo,
que como veremos es básicamente el 2.º orden matemático de ∞) es «c». Hay todo
tipo de conexiones fascinantes entre la geometría riemanniana y la teoría de
conjuntos cantoriana, la mayor parte de las cuales están desafortunadamente más
allá de lo que nos hemos propuesto explicar. <<

[5.55]
SEI En esta época, todos los participantes de primera línea en la creación
de las matemáticas transfinitas están vivos, y la mayoría matemáticamente en
activo. En 1854, Riemann tiene veintiocho años; Dedekind, veintitrés; Weierstrass
tiene treinta y nueve; y L. Kronecker, treinta y uno. El todavía no mencionado
Heine tiene treinta y tres. Cantor tiene nueve años y está tocando el violín ante la
atenta mirada de Georg W. <<

[5.56]
SEI El largo título de este artículo empieza con «Über die
Darstellbarkeit…» (=«Sobre la representabilidad…»). En realidad era más como
una segunda tesis doctoral que una monografía profesional (larga historia), y los
manuscritos circularon entre los matemáticos hasta que finalmente Dedekind hizo
posible su publicación tras la muerte de Riemann. <<

[5.57]
SEI Para los incondicionales y/o con fuerte preparación, o quizá si solo
quiere usted recrearse algo más en la simbología del análisis: Riemann deduce su
f(x) tomando una serie trigométrica estándar e integrando cada término dos veces,
dando: f(x) = C + C1x + x2 − , y logra demostrar que esta serie trigonométrica es
convergente siempre y cuando

se comporte en cierto modo especial (modo del cual, una vez más, no
podemos hablar por carecer de las herramientas conceptuales adecuadas, pero no
son dudosas ni extrañas, solo muy técnicas). <<

[5.58]
SEI como se ha definido en G. E. I. <<

[5.59]
SEI Más premoniciones: la primera y la última de estas cuestiones serán
lo que el trabajo temprano del propio Cantor intente contestar, y es dicho trabajo lo
que le lleva al ∞ per se. <<

[5.60]
SEI Las partes precedentes aparecen en las págs. 55 y 59. <<
[5.61]
SEI N. B. Tenga en cuenta, sin embargo, que las Hochschulen técnicas
alemanas eran instituciones extremadamente autoritarias desde el punto de vista
actual, y que el cálculo y el análisis básico eran asignaturas obligatorias. (Pero los
salarios de los profesores eran legendariamente bajos). <<

[5.62]
El estudiante que sí tomó notas a escondidas y a quien se debe
principalmente que ciertas teorías de Weierstrass sobre funciones fueran conocidas
fue un tal Gösta Mittag-Leffler (1846-1927), quien más tarde puso en marcha la
famosa revista especializada Acta Mathematica y publicó el trabajo de Cantor sobre
el ∞ cuando la mayoría de las revistas de matemáticas todavía lo consideraban una
locura. Históricamente, Mittag-Leffler es considerado como el segundo matemático
que más correspondencia mantuvo con Cantor, después de Dedekind. <<

[5.63]
SEI Principalmente, las integrales elípticas son generalizaciones de
funciones trigonométricas inversas. Tienden a aparecer en todo tipo de problemas
físicos, del electromagnetismo a la gravedad. Si las ve usted en una clase de
matemáticas, habitualmente es en conjunción con Adrien Marie Legendre (otro de
los franceses de principios del siglo XIX), que fue para las integrales elípticas lo
que Fourier para las series trigonométricas, y desarrolló las «integrales elípticas de
Legendre de 1.ª, 2.ª y 3 ª especie». (SEI2 Si, casualmente, sabe que Riemann también
trabajó mucho con las I. E. y ciertas integrales asociadas en el cálculo de
variaciones, sepa que no vamos a entrar en nada de esto). <<

[5.64]
Es casi seguro que en el G. E. I se mencionó que las series de Fourier se
pueden entender como sumas de series de potencias. <<

[5.65]
Por razones que se harán evidentes, esta definición tan tecnificada no es
SEI. <<

[5.66]
El Alto Mando reconoce: lo que sigue va a ser mucho menos
formal/riguroso que la explicación del propio doctor Goris acerca de la definición.
Buscamos una explicación que resulte comprensible al máximo en términos del
vocabulario y los conceptos desarrollados hasta ahora en el libro. <<

[5.67]
Hablando 100% técnicamente, la definición de Weierstrass «para cada …
existe … tal que» en realidad está formulando una relación de implicación en el
cálculo de predicados de primer orden, que es una lógica de un tipo más elaborado
que usa cuantificadores como ∀ y ∃. Excepto por uno o dos comentarios en §7, sin
embargo, este libro no entra en el cálculo de predicados, de modo que aquí
estamos simbolizando la relación entre los ε y δ de la definición como una
conjunción lógica. Para nuestros propósitos de dar demostraciones ilustrativas eso
será suficiente: los valores «cierto»/«falso» relevantes resultan ser los mismos. <<

[5.68]
SEI Curiosidad: esta técnica de Weierstrass resulta tan significativa que
una gran cantidad de demostraciones posteriores en el análisis y la teoría de
números usan la formulación «Para cada ε, existe un…», para la cual el llamativo
término (en inglés) es epsilontic proof («demostración epsilóntica»). <<

[5.69]
SEI Su prueba de convergencia uniforme, conocida como prueba M de
Weierstrass, todavía se enseña en las clases de análisis. <<

[5.70]
por ejemplo, una serie de Fourier. <<

[5.71]
SEI Curiosidad histórica: la contribución de Weierstrass a este teorema
en realidad es parte de su intento infructuoso de definir los números irracionales:
véase §6a más adelante. <<

[5.72]
Esencialmente, esto consiste en reformular el concepto de convergencia
hacia un límite en términos de conjuntos de puntos e intervalos de la R. R. Ejemplo
de Shaughan Lavine: «1 es un punto límite del conjunto \'7b0, , , , K\'7d.
Intuitivamente uno ve que los elementos del conjunto se aglomeran junto a 1»
(semiextractado de Lavine, pág. 38). Admitimos que no es una definición
totalmente rigurosa de punto límite, pero ciertamente es lo relevante. Observe aquí
también que el punto límite de una sucesión infinita es un punto tal que cada
intervalo a su alrededor contiene un número infinito de términos de la sucesión: o
sea, que funciona más o menos del mismo modo, lo cual resultará relevante en §7a.
<<

[5.73]
SEI Una consecuencia directa del teorema de Bolzano es algo
habitualmente llamado el teorema de los valores intermedios (T. V. I.), que es una pieza
básica de la teoría de funciones y dice esencialmente que si una f(x) es continua en
[a, b] y tal que f(a) = A y f(b) = B, entonces f(x) toma todos los valores posibles entre
A y B. Si definimos la función continua como f(x) = 2x, [a, b] como [0, 1] y [A, B]
como [0, 2], entonces puede usted ver que un primer ejemplo del T. V. I. es la
demostración de Bolzano en §3c acerca de la correspondencia uno a uno entre [0, 1]
y [0, 2]. A su vez, esto podría aclarar por qué el teorema de Bolzano requiere una
teoría de los números reales, pues «todos los posibles valores entre A y B» no van a
ser una cantidad que podamos verificar contando. <<

[5.74]
SEI También en lo del G. E. I acerca de Límites y cotas. <<
[5.75]
SEI Ciertamente, en lo que respecta al mundo real, es el paradigma de
una función. <<

[5.76]
Lo que sigue es, de nuevo, muy informal, y hecho a medida para trabajar
con los conceptos de lógica y matemáticas que hemos preparado hasta ahora. (SEI
Una respuesta 100% rigurosa pondría en práctica la definición weierstrassiana del
límite de una sucesión infinita, que es una forma algo diferente de demostración
epsilóntica, y hemos decidido no dedicar otra interpolación a desarrollar eso. Para
lo que pretendemos hacer, la definición del límite de una función funcionará
perfectamente). <<

[5.77]
En el sentido de que n «va hacia» el ∞ igual que la sucesión de enteros 1,
2, 3, … (SEI ¿Hemos mencionado antes en §2 el asombroso parecido entre la
dicotomía revisada y la propiedad de exhaustación de Eudoxo?). <<

[5.78]
Como quizá ya sabe, este adjetivo viene de «orden», y número ordinal
significa el 1.er número, el 2.º número, el 3.er número, etc., a diferencia de los
números cardinales 1, 2, 3, etc. En otras palabras, la ordinalidad concierne a dónde
está el número en una secuencia dada más que a qué es. La distinción cardinal-
ordinal resulta tener una mastodóntica importancia en la teoría de conjuntos
cantoriana, respecto a lo cual véase como pequeño adelanto lo que dice Russell:
«En su teoría [del ∞], es necesario tratar de manera separada los cardinales y los
ordinales, los cuales son mucho más distintos en sus propiedades cuando son
transfinitos que cuando son finitos» (Russell, Principies of Mathematics, pág. 304). <<

[5.79]
SEI Esto, por supuesto, es lo mismo que demostrar que 0 es el límite de
cuando n = 1, 2, 3, … Usamos la función para una máxima claridad respecto a la
dicotomía. <<
[6.1]
El primer matemático en indicar esto: el profesor Georg Cantor. <<

[6.2]
SEI Extraña curiosidad: casi todos tos grandes filósofos de la historia
fueron solteros toda su vida. Heidegger es la única verdadera excepción. En el caso
de tos grandes matemáticos hay más o menos un 50% de casados, aún por debajo
de la media de la población. No hay registro de una explicación concienzuda:
puede elaborar usted sus hipótesis. <<

[6.3]
SEI = «Stetigkeit und irrationale Zahlen», cuya traducción al inglés está
en la obra de Dedekind Essays on the Theory of Numbers. Véase la Bibliografía.
(Observemos también aquí que, a pesar de su profundidad, el artículo de
Dedekind es claro y accesible y raramente requiere nada más que matemáticas de
bachillerato. En esto no es como tos materiales de Cantor, que tienden a ser casi
medusianos en su lenguaje y simbolismo). <<

[6.4]
Weierstrass, por otro lado, estaba interesado principalmente en la
continuidad desde la perspectiva de las funciones, la cual en definitiva depende de
la continuidad aritmética (como indica Kline al principio de §6a) pero sigue siendo
harina de otro costal. <<

[6.5]
En caso de que parezca circular o cuestionable que Dedekind use la recta
numérica geométrica para una teoría no geométrica de la continuidad, sepa que la
R. N. es soto un recurso ilustrativo, y que más adelante, en Continuidad y números
irracionales, lo abandonará y hablará de «cualquier sistema ordenado» de números.
Incluso al introducir la recta, Dedekind subraya que: «[S]erá necesario indicar
claramente las propiedades puramente aritméticas correspondientes para evitar
incluso la apariencia de que la aritmética esté necesitada de ideas ajenas a ella»
Dedekind, pág. 5 (sintaxis sic). <<

[6.6]
SEI Este artículo, aparecido en la década de 1880, consiste íntegramente
en 171 teoremas y demostraciones + 1 «Comentario Final». Aquí mismo le
ahorramos el título en alemán. La versión inglesa es la otra mitad del libro Essays
mencionado en la nota 3 anterior. <<

[6.7]
= del alemán Gedankenwelt, literalmente «mundo del pensamiento». <<

[6.8]
En el sentido matemático, aunque en la demostración no está claro si el
«sistema infinito» S de Dedekind está representado como un ente estrictamente
matemático o como un ente más general del tipo de una «forma» platónica, lo cual
es otro problema de este argumento. <<
[6.9]
SEI Quizá recuerde que la demostración de §2e, basada en , para ver que
entre dos puntos racionales siempre hay un tercero, involucraba distancias en la
recta numérica, lo cual podría parecer un poco circular en el presente contexto. En
este caso, aquí está una fórmula 100% aritmética para encontrar el valor medio.
Tome dos números racionales expresados como fracciones con denominador
común y numeradores sucesivos, por ejemplo, y , y doble los cuatro números que
intervienen. Así se crea automáticamente espacio para un número entero entre los
nuevos numeradores, puesto que ahora tenemos y , de modo que podemos
insertar el valor medio . <<

[6.10]
SEI Un algoritmo que encontrarán divertido las personas que
encuentran divertido este tipo de cosas: cualquier número racional expresado en
forma decimal finita o periódica se puede poner en forma fraccionaria mediante
(a) la multiplicación del decimal por 10n, donde n = el número de dígitos en el
período del decimal (por ejemplo, el período de 0,111111… tiene un solo dígito y es
1; el período de 876,9567567567567… tiene tres dígitos y son 567), después (b) la
sustracción del decimal original de la cantidad obtenida en (a), después (c) la
división del resultado por (10"− 1), y después (d) la simplificación del resultado
eliminando los posibles factores comunes. Ejemplo: x = 1,24242424…, luego n − 2;
luego 10n = 100.

100x = 124,242424… − x = 1,242424? 99x = 123

Así, x = , que simplificando da: x = . <<

[6.11]
El verbo que usa aquí el propio Dedekind es geschniten (n. = schnit), que
parece poder denotar cualquier cosa desde rebanar hasta partir: una palabra muy
concreta y física, y bastante más divertida de pronunciar que «corte». <<

[6.12]
SEI La traducción al inglés de «Continuidad y números irracionales» usa
«classes» (esp. «clases»), que era el término matemático original para los conjuntos.
Cantor, Russell y demás tienden a decir «clase», aunque en realidad Cantor a veces
también usa palabras que se pueden traducir como «multiplicidad», «variedad» o
«agregado». Decisión del Alto Mando: de aquí en adelante solo vamos a usar
«conjunto». <<

[6.13]
SEI Si está regresando desde capítulos posteriores, observe lo mucho
que se parece esto al material cantoriano, en §7c y posteriores, acerca de los
órdenes de los conjuntos infinitos. <<
[6.14]
SEI El verdadero ejemplo de Dedekind en «C. y N. I.» es más abstracto y
usa el hecho de que si D es un entero positivo que no es el cuadrado de ningún
entero, entonces existe un entero positivo λ tal que λ 2 < D < (λ + 1)2, lo cual ahora
resulta ser un teorema básico de la teoría de números. Dedekind quiere una
demostración totalmente abstracta y general porque su verdadero objetivo es:
«demostrar que existe una infinidad de cortes no producidos por números
racionales». Su propia demostración, sin embargo, resulta demasiado compleja y
con demasiada teoría de números para nuestros propósitos, así que solo usaremos
√2 y le pediremos que confíe en que este resultado se puede ampliar para cubrir
todos los irracionales (que puede). <<

[6.15]
SEI Vea o recuerde la demostración de la incomensurabilidad de en las
págs. 81-82. <<

[6.16]
SEI De aquí la definición de número irracional que daba el doctor Goris
en clase: «schnit sandwich», que obviamente tenía mucho éxito entre los
adolescentes. <<

[6.17]
Respecto a la pág. 191: que los puntos de la recta real pueden ponerse en
correspondencia uno a uno con el conjunto de todos los números reales es lo que
ahora se conoce como el axioma de Cantor-Dedekind. <<

[6.18]
SEI En el lenguaje de la lógica, una disyunción es verdadera si por lo
menos uno de sus términos es verdadero. <<

[6.19]
Este es el término de Dedekind para las magnitudes geométricas. <<

[6.20]
glups <<

[6.21]
SEI Una diferencia, relacionada con esto, entre Eudoxo y Dedekind es la
concepción que tienen de los conjuntos infinitos de sus respectivas teorías.
Recuerde de §2d que la propiedad de exhaustación de Eudoxo involucra conjuntos
infinitos en el sentido de secuencias infinitas de restos-de-sustracciones, excepto,
por supuesto, que aquí las sustracciones son a partir de magnitudes geométricas y
el ∞ es solo potencial. Recuerde, por ejemplo, de la pág. 88, la Propiedad I del
Libro X de los Elementos: « p(1 − r)n = 0» que es como el análisis pre-Dedekind
habría tratado los restos de la exhaustación. Matemáticamente y metafísicamente,
la visión de Dedekind es exactamente opuesta a la de Eudoxo. Dedekind considera
los puntos/líneas geométricos de su propia teoría como únicamente teóricos e
ilustrativos: no importa si se podría construir realmente una recta numérica
completa o medir las longitudes exactas necesarias para aislar el punto √2. Lo que
importa —y para Dedekind son reales, pues después de todo «Los números son
creaciones libres de la mente humana» y la existencia matemática es «un resultado
inmediato de las leyes del pensamiento»— son los conjuntos infinitos A de todos
los x2 < 2 y B de todos los x2 > 2. Son estos ∞, y no ninguna cantidad o figura
geométrica, los que son fundamentales para la teoría de Dedekind. <<

[6.22]
El otro gran relato apócrifo sobre Kronecker concierne a su reacción
cuando Ferdinand Lindemann demostró en 1882 que π era un irracional
trascendente (demostración que finalmente clavó una estaca en el corazón del viejo
problema griego de la cuadratura del círculo). Según el relato, en un congreso,
Kronecker se dirigió espontáneamente a Lindemann y dijo, muy seriamente: «¿De
qué sirve su adorable demostración sobre π? ¿Por qué malgastar su tiempo con
problemas como este, si los irracionales ni siquiera existen?» (semiextractado de
Kline, pág. 1.198). No hay constancia de la reacción de Lindemann. Perfil rápido de
Leopold Kronecker l’homme: fechas de nacimiento y muerte ya dadas. Uno de los
muy escasos matemáticos de primera fila que también fue un gran hombre de
negocios. Kronecker hace tal fortuna en operaciones bancarias que a la edad de
treinta años puede retirarse y dedicar su vida a las matemáticas puras. Se convierte
en profesor en la Universidad de Berlín, el Harvard de Alemania, donde también
había sido un alumno estrella. Desde el punto de vista de su investigación, es
principalmente un algebrista, siendo su especialidad los cuerpos de números
algebraicos, que son una larga historia. También lo es su más famoso
descubrimiento, la función delta de Kronecker, que en cierto modo anticipa las
matemáticas binarias de la digitalización moderna. Un buen gimnasta y alpinista,
Kronecker no mide más de 1,65 m, es ágil y muscular, siempre inmaculadamente
peinado, vestido y arreglado. Lo de los 1,65 m no es broma. De modales corteses,
aparentemente, aunque es una verdadera piraña en las matemáticas y la política
académica. Muy activo y bien relacionado en toda la comunidad matemática, el
tipo de colega que más vale no tener como enemigo porque está en todos los
comités y consejos editoriales posibles. Principal aliado: el teórico de números Erns
Eduard Kummer. Principal enemigo pre-Cantor: el antes mencionado, alto,
arrugado, flegmático Karl Weierstrass. Las descripciones de los debates entre
Kronecker y Weierstrass a menudo evocan la imagen de un chihuahua rabioso
persiguiendo a un dogo. Motivos de la antipatía: (1) La especialidad de Weierstrass
son las funciones continuas, que Kronecker considera ilusorias y perversas; (2)
Kronecker cree que el programa de Weierstrass de aritmetización del análisis se
queda muy corto. Gran sueño de Kronecker: basar todo el análisis en los enteros.
La ontología matemática ultraconservadora de Kronecker se considera ahora como
la precursora del intuicionismo y el constructivismo, aunque no tuvo otros
adherentes hasta Poincaré y Brouwer, todo lo cual se desarrolla extensamente en
§7. <<

[6.23]
SEI Al doctor Goris le gustaba decir que Weierstrass, Dedekind y Cantor
formaban su propia serie convergente especial, donde por turnos cada uno
proporcionaba a los demás justo lo que necesitaban para que sus avances fueran
viables. <<

[6.24]
Hay, no hace falta decirlo, matemáticos de finales del siglo XIX para los
que nada de esto resulta convincente. Kronecker es solo uno de ellos. <<

[6.25]
= algo así como «Sobre la extensión de una proposición de la teoría de
series trigonométricas», que es el primer artículo importante de Cantor y ocupará
buena parte de los dos siguientes §. <<

[6.26]
SEI Curiosidad gorisiana: Brunswick es más conocido por su
inexplicablemente popular sándwich Braunschweiger, que es un poco como paté
que se ha dejado solidificar en la punta del pie de una vieja zapatilla de gimnasia.
En nuestra clase (para obtener puntos extra), durante la lección sobre Dedekind y
Cantor, todo el mundo estaba invitado a probar un poco, encima de una galleta
salada. <<

[6.27]
Algo más relevante para nosotros es que la teoría de Cantor de los
irracionales simplemente no es tan buena como la de Dedekind. Esta última es más
simple y más elegante y (bastante irónicamente) hace mejor uso de los conjuntos
de tipo. <<

[6.28]
SEI Probablemente notará algunas notables similitudes entre el material
sobre fracciones decimales y lo explicado en §5e(1) sobre la aproximación de
números racionales mediante series de potencias convergentes de otros racionales.
En cualquier caso, concedamos una vez más que si buscáramos el rigor técnico más
que la comprensión general, todos estos tipos de conexiones se
seguirían/discutirían a fondo, aunque, por supuesto, entonces el libro entero sería
mucho más largo y difícil, y el nivel requerido de preparación-y-paciencia-del-
lector, mucho más alto. O sea, que es una serie continua de compromisos. <<

[6.29]
SEI Seguramente es innecesario insistir una vez más en que una serie es
solo un tipo particular de sucesión. <<

[6.30]
SEI Si ha notado el parecido de esto con la condición de convergencia de
Cauchy de §5a (véase G. E. II, Ecuaciones diferenciales (b)), puede entender por qué
Cantor no dice que la secuencia de a define un número real si y solo si converge de
esa manera, sino meramente si converge. <<

[6.31]
Naturalmente, esto solo es cuestión de notación. En el verdadero «Über
[…] Reihen», Cantor sigue el programa de Weierstrass y evita «tiende a»/«se
aproxima a», prefiriendo el bueno y viejo pequeño épsilon; así, técnicamente, el
límite de la secuencia se define mediante la regla de que para cualquier ε dado, no
más de un número finito de términos sucesivos de la sucesión pueden dejar de
diferir entre sí en un valor m tal que m < ε. <<

[6.32]
SEI Es decir, si la sucesión tiene un comportamiento constante a partir
de cierto punto, y a partir de entonces todos sus términos tienen exactamente el
mismo valor, la sucesión define dicho valor. <<

[6.33]
infinitas, de hecho, aunque la demostración es demasiado elaborada para
que entremos en ella. <<

[6.34]
De nuevo, cuestión de notación. Lo mismo respecto al final de la frase. <<

[6.35]
de nuevo, fuera de cuadro: desarrollarlo costaría varias páginas y otro
glosario de emergencia entero. Vamos a dedicar un tiempo más que suficiente a las
demostraciones formales de Cantor sobre ∞ en §7, de todos modos. <<

[6.36]
SEI Algunos historiadores de las matemáticas usan «constructivismo»
para referirse también al intuicionismo, o viceversa, y a veces, operacionalismo para
referirse a ambos —además está el convencionalismo, que es a la vez similar y algo
distinto—, es decir, que puede resultar todo extremadamente complicado y
desagradable. Por ello, de aquí en adelante, vamos a clasificar las diversas escuelas
e ideologías de la manera más simple que sea posible. (Por favor, observe también
que de toda la controversia intuicionista no vamos a discutir nada más que lo
directamente relevante para nuestra misión. Para los lectores especialmente
interesados en el debate metamatemático que empieza con Kronecker y termina
con las demoliciones de fundamentos por Gödel en la década de 1930, nos
complace recomendar la obra editada por Paolo Mancuso From Brouwer to Hilbert,
también Introduction to Metamathematics de Stephen C. Kleene, y/o Philosophy of
Mathematics and Natural Science de Hermann Weyl; todos ellos están en la
Bibliografía). <<

[6.37]
Aquí hay una interesante coincidencia lingüística en la idea
kroneckeroide de demostración constructiva. Aparte de tener connotaciones
literales como «que involucra una construcción real», la palabra «constructivo»
puede significar «no destructivo». Como algo positivo más que negativo, edificante
más que rupturista. El principal tipo de demostración destructiva resulta ser la
reducción al absurdo; y, ciertamente, el constructivismo no considera la reducción
al absurdo como un procedimiento de demostración válido. La verdadera razón,
sin embargo, es que la reducción al absurdo depende en términos lógicos de la ley
del tercero excluido, en virtud de la cual (como recordará de §1c) toda proposición
de tipo matemático es, formalmente hablando, o bien verdadera, o bien falsa. Los
constructivistas (en especial el seco y extremadamente excéntrico Luitzen Brouwer)
rechazan la LTE como un axioma formal, principalmente porque la LTE no se
puede demostrar constructivamente; es decir, no existe formulación alguna de un
procedimiento de decisión mediante el cual se pueda verificar, para cualquier
proposición P, si P es verdadera o falsa. Además, hay todo tipo de hipótesis
matemáticas importantes —por ejemplo, la conjetura de Goldbach, la
irracionalidad de la constante de Euler, y la hipótesis del continuo del propio
Cantor— que o bien no se pueden demostrar todavía, o bien se puede demostrar
que son indemostrables sin la LTE. Etc. [Observe, SEI, que por estrafalario o
fundamentalista que pueda sonar el constructivismo, no está desprovisto de
influencia y valor. El énfasis de dicho movimiento en los procedimientos de
decisión fue importante para el advenimiento de la lógica matemática y el diseño
de ordenadores, y su rechazo de la LTE es en parte motivo de que el intuicionismo
se considere como el antecedente de la lógica multivaluada, incluyendo la lógica
difusa hoy tan vital para la inteligencia artificial, la genética, los sistemas no
lineales, etc. (SE muy I respecto a esto último, los lectores con cierta hipertrofia de
preparación matemática y mucho tiempo disponible deberían ver la obra de Klir y
Yuan Fuzzy Sets and Fuzzy Logic: Theory and Applications, cuyos datos también están
en la Bibliografía)]. <<

[6.38]
Aunque, para ser justos, en realidad no es su terreno. <<

[6.39]
SEI Hay más detalle/contexto acerca de esa definición más adelante, en
§7a. Por ahora, un buen ejemplo de un conjunto sería el conjunto de todos los
números irracionales, especialmente tras ver a Dedekind explicar un
procedimiento muy definido para determinar si cualquier número dado es
irracional o no. <<
[7.1]
SEI Más específicamente en ecuaciones indeterminadas y formas
ternarias, temas de teoría de números algebraica en los que Kronecker está
interesado. (¿Hemos mencionado que Kronecker fue el director de tesis de Cantor?
¿Y que es habitual que los jóvenes matemáticos trabajen en problemas propuestos
por su director de tesis? Véase también la inminente explicación sobre la
continuación por Cantor de la demostración de Heine). <<

[7.2]
SEI El sistema académico alemán del siglo XIX es bastante indescifrable.
<<

[7.3]
SEI = un tipo particular de ecuación diferencial parcial que quizá
recuerde de las matemáticas de segundo curso de carrera, probablemente en el
contexto del teorema de Green. <<

[7.4]
Lo cual, como quizá recuerde del G. E. II, de su apartado Convergencia
Uniforme y secretos asociados, significa que la f(x) que la serie representa (= suma)
tiene que ser continua. (SEI La verdadera demostración de Heine requiere que la
serie y la función sean uniformemente convergentes y continuas «casi en cualquier
punto», lo cual implica distinciones tan finas que podemos ignorarlas sin
distorsión alguna). <<

[7.5]
SEI Es decir, el mismo artículo en el que, como vimos en §6e, presenta su
teoría de los números reales (y cuyo título probablemente ahora resultará más
comprensible). <<

[7.6]
SEI Véase el apartado Convergencia uniforme y los secretos asociados, del
G. E. II, sección (d) en lo que respecta a puntos excepcionales, los cuales, recuerde
por favor otra vez, también pueden llamarse «discontinuidades». (N. B.: En
algunas clases de matemáticas también se usa el término singularidad, lo cual es a la
vez confuso e intrigante, pues dicho término también se refiere a los agujeros
negros, que en cierto sentido es lo que las discontinuidades son). <<

[7.7]
Es importante recordar, en toda esta sección, que para nosotros son la
misma cosa. <<

[7.8]
Véase §5e, el texto de la pág. 178 y la nota 72. <<

[7.9]
C.f. Cantor, justo al principio de «Sobre la extensión […] series» afirma:
«A todo número le corresponde un determinado punto de la recta, cuya
coordenada es igual a ese número» (Cantor, Gessamelte Abhandlungen, p. 97.
Traducción extractada a partir de Dauben, GC, pág. 40). <<
[7.10]
¿Hemos indicado ya en algún lugar que esas extrañas llaves que parecen
el contorno de una persona, \'7b \'7d, son lo que se pone alrededor de las cosas
para indicar que forman un conjunto matemático? <<

[7.11]
Es decir, que no es integrable término a término de tal modo que el
resultado sea convergente. <<

[7.12]
SEI Evidentemente aquí es donde Kronecker fue especialmente de
ayuda. <<

[7.13]
Y claramente, si una representación en serie acaba resultando
demostrablemente idéntica a la serie representativa original de la f(x), entonces esa
serie original es la representación única de la función. Así es básicamente como
funciona el teorema de unicidad: no es que solo haya una serie que represente una
función dada, sino más bien que todas las series que sí la representan son
demostrablemente equivalentes. <<

[7.14]
SEI Si el siguiente par de párrafos le resultan muy difíciles, por favor, no
se desanime. La verdad es que la ruta de Cantor hacia la teoría del ∞ es mucho más
dura, matemáticamente, que la teoría misma. Todo lo que necesita adquirir usted
en realidad es una cierta comprensión de cómo el teorema de unicidad conduce a
Cantor a las matemáticas transfinitas. La parte más compleja terminará enseguida.
<<

[7.15]
Véase, por ejemplo, Joseph W. Dauben sobre la demostración de 1872:
«Cantor subrayó, sin embargo, que los números en esos varios dominios
[conjuntos derivados] se mantenían enteramente independientes de esta
identificación geométrica, y el isomorfismo servía, en realidad, como una ayuda
para pensar en los números mismos» (ibíd.). Se dará cuenta de que esta actitud es
más o menos idéntica a la de Dedekind en «Continuidad y números irracionales».
<<

[7.16]
Una cuestión previa: necesitamos trazar una distinción entre dos
diferentes tipos de teoría de conjuntos de los que podría usted saber algo. Lo que
se llama teoría de conjuntos de puntos se refiere a conjuntos cuyos elementos son
números, puntos espaciales o de la recta real, o varios grupos/sistemas de estos
mismos. La teoría de conjuntos de puntos es hoy muy importante para, por
ejemplo, la teoría de funciones y topología analítica. Por otro lado, la teoría de
conjuntos abstracta se denomina así porque la naturaleza y/o los elementos de sus
conjuntos no están especificados. Es decir, que concierne a conjuntos de
prácticamente cualquier cosa; es totalmente general y no específica: por eso se
llama «abstracta». De aquí en adelante, «teoría de conjuntos» se referirá a la teoría
de conjuntos abstracta, a menos que se indique lo contrario. Lo complicado es que
Cantor, cuya fama se debe realmente a ser el autor de la teoría de conjuntos
abstracta, obviamente puso en marcha (y básicamente inventó) el tipo de conjunto
de puntos. En realidad, hasta la década de 1890 no proporciona la definición de
conjunto que ahora caracteriza la teoría de conjuntos abstracta: «Una colección,
como un todo, de objetos distintos y definidos de nuestra intuición o pensamiento,
[los cuales] se llaman los elementos del conjunto» (traducción extractada a partir
de Edwards, v. 7, pág. 420), pero todos sus resultados significativos en las décadas
de 1870 y 1880 sobre conjuntos de puntos también son válidos para la teoría de
conjuntos abstracta. Además, por favor, observe finalmente, respecto a la anterior
definición de Cantor en comparación con lo que vimos en §6f, que su «definido»
significa que para algún conjunto S y cualquier objeto x, es por lo menos, en
principio, posible determinar si x es un miembro de S (si ha estudiado mucha
lógica, quizá recuerde que esa característica de los sistemas formales se llama
decidibilidad). En cambio, el «distinto» de su definición significa que para dos
elementos cualesquiera x e y de S, x ≠ y, lo cual sirve formalmente para distinguir
un conjunto de una sucesión, puesto que en las sucesiones un mismo término
puede aparecer una y otra vez. <<

[7.17]
No hace falta decir que todo esto está muy condensado; no es que
estuviera en su despacho y en un momento dado tuviera una singular epifanía en
la que se lo ocurrieran todas esas cosas. <<

[7.18]
SEI Algunas obras académicas de primera categoría (en inglés) son The
Theory of Sets and Transfinite Arithmetic de Alexander Abian, Cantonan Set Theory
and Limitation of Size de Michael Hallett, y Georg Cantor: His Mathematics and
Philosophy of the Infinite de Joseph W. Dauben, todos los cuales figuran en la
Bibliografía. La salvedad, sin embargo, es que en este caso «académico» significa
despiadadamente denso y técnico. En particular, el libro de Dauben requiere tantos
conocimientos de matemáticas puras que es difícil imaginar que cualquier lector
capaz de disfrutarlo pierda su tiempo con el librito que tiene en sus manos… por lo
cual esta misma nota tiende a autoanularse, ya que en cierto modo carece de
interés. <<

[7.19]
SEI Estas últimas en relación con la lógica extensional de George Boole
(1815-1864), del cual es una vergüenza que no vayamos a hablar. <<

[7.20]
SEI Es más exacto decir que la parte más importante de su trabajo
original lo realiza entre 1874 y 1884, y que los artículos de la siguiente década son
principalmente ampliaciones y revisiones de demostraciones previas, así como
réplicas a objeciones de otros matemáticos. <<

[7.21]
Por favor, tenga en cuenta que mientras inventaba estas cosas Cantor no
procedía axiomáticamente: basó la mayor parte de ello en lo que llamaba
«imágenes», o conceptos en bruto. Además, a pesar del uso masivo de símbolos, la
mayoría de sus argumentaciones eran en lenguaje natural, y no precisamente en un
lenguaje rígidamente claro de calibre russelliano, tampoco. Lo importante es que el
trabajo original de Cantor es algo más difuso y complicado que las matemáticas
transfinitas que vamos a discutir, que usan axiomatizaciones y codificaciones
aportadas por teóricos de conjuntos poscantorianos como Ernst Zermelo, Abraham
A. Fraenkel y Thoralf Skolem (no es que los nombres importen mucho aún en este
§). <<

[7.22]
SEI Aunque obviamente todo se puede encontrar en las publicaciones de
Cantor indicadas en la Bibliografía. <<

[7.23]
SEI Especialmente si tiene usted la edad adecuada para que le
sometieran a las nuevas matemáticas. <<

[7.24]
SEI Las disculpas y garantías de la nota 14 también son pertinentes para
el siguiente párrafo del texto principal. <<

[7.25]
SEI = término usado por Cantor. Por lo que parece, en alemán no tiene
las connotaciones postmortem que tiene para nosotros. <<

[7.26]
SEI La demostración de Cantor de que P' = Q ∪ R es enormemente
compleja pero totalmente válida; por favor, haga un acto de fe. <<

[7.27]
SEI Observe que la sucesión de (1) también tiene puntos suspensivos
exteriores al paréntesis, lo cual significa que la sucesión continúa más allá de la
progresión con superíndices finitos. Los puntos suspensivos de (2) son 100%
intraparentéticos porque n misma es infinita. ¿Se entiende? <<

[7.28]
La notación que sigue es, por supuesto, SEI, pero por lo menos es
bastante bonita. <<

[7.29]
SEI En verdad hay una analogía de los números transfinitos mucho
mejor que los enteros, o sea algún otro tipo de número que en realidad no se puede
nombrar ni contar pero que a pesar de todo se puede generar de forma abstracta,
por ejemplo, dibujando la diagonal del cuadrado unidad, o tomando la raíz
cuadrada de 5, o describiendo unos A y B particulares dedekindianos y un schnit
intersticial. Respecto a todo lo cual, por favor, vea o espere la discusión dos
párrafos después. <<

[7.30]
SEI Que aleph sea una letra hebrea a veces es muy aprovechado por
algunos historiadores en relación a los supuestos orígenes o estudios cabalísticos
de Cantor. Explicaciones más plausibles de que Cantor eligiera ℵ son que (1) quería
un símbolo completamente nuevo para un tipo de número completamente nuevo,
y/o, (2) las letras griegas de toda la vida ya estaban todas ocupadas. <<

[7.31]
SEI Las demostraciones de lo cual llegarán a partir de §7c. <<

[7.32]
SEI Matemáticamente hablando. <<

[7.33]
Aquí está hablando del método del schnit de Dedekind, el cual, tras un
tiempo trabajando en el Cantor, prefirió a su propio enfoque, por razones bastante
obvias. <<

[7.34]
Por consideraciones de espacio no vamos a entretenernos demasiado en
esto, pero subrayemos una vez más aquí que Cantor es, como Dedekind, un
platónico matemático, es decir, cree que tanto los conjuntos infinitos como los
números transfinitos existen realmente, en un sentido metafísico, y que se
«reflejan» en auténticos infinitos del mundo real, aunque su teoría acerca de esto
último involucra las mónadas leibnizianas y es mejor no entrar en ella. Resulta que
Cantor también desarrolla todo tipo de planteamientos y argumentos teológicos
respecto al algunos concienzudos y poderosos, y otros meramente excéntricos. Aun
así, como matemático y rétorico, Cantor es lo bastante listo para argumentar que
no se necesita aceptar ninguna premisa metafísica particular para admitir a los
conjuntos infinitos o sus números abstractos en el dominio de los conceptos
matemáticos legítimos. Véase, por ejemplo, este pasaje de la obra de Cantor antes
mencionada «Contribuciones…»: «En particular, al introducir nuevos números, las
matemáticas solo están obligadas a dar definiciones de ellos, mediante las cuales se
les confiera tal precisión y, si las circunstancias lo permiten, tal relación con los
antiguos números que, dados los casos, se puedan distinguir definitivamente los
unos de los otros. Tan pronto como un número satisface todas esas condiciones,
puede y debe ser contemplado como existente y real en matemáticas. Aquí percibo
la razón por la que debe considerarse que los números racionales, irracionales y
complejos son tan existentes como los enteros positivos finitos» (Cantor, Gessamelte
Ab., pág. 182). Esta última frase tan clara es un pequeño guiño a Kronecker. Como
el resto es bastante críptico, Dauben lo resume así: «Para los matemáticos, solo se
necesitaba una prueba: tan pronto como se veía que los elementos de una teoría
matemática cualquiera eran consistentes, entonces eran matemáticamente
aceptables. No se necesitaba nada más» (Dauben, GC, pág. 182). <<

[7.35]
SEI Aquí el mejor apoyo es del seguidor de Cantor Abraham A.
Fraenkel: «El concepto de magnitud transfinita es insignificante mientras solo se
conozca la existencia de una única magnitud de ese tipo» (Fraenkel en Edwards, v.
2, págs. 20-21). <<

[7.36]
SEI En realidad, más «en conjunción» que «simultáneamente», pues al
final resulta que ambos proyectos tienen todo tipo de relaciones de alto nivel. <<

[7.37]
SEI Si alguna vez se ha encontrado con referencias a los cardinales
transfinitos de Cantor, eso es lo que son: los números cardinales de conjuntos
infinitos. <<

[7.38]
SEI La paradoja de Galileo se sustenta de modo directo aunque
encubierto en esta definición. Véase, por ejemplo, §1d, pág. 47: «Es también obvio
que mientras todo cuadrado perfecto (o sea 1, 4, 9, 16, 25, …) es un entero, no todo
entero es un cuadrado perfecto». <<

[7.39]
SEI «Aquí» = principalmente dos artículos fundacionales en 1874 y 1878,
aunque también dedica mucho tiempo a concretar la idea en sus artículos
posteriores, más discursivos. Si quiere saber el título de la monografía de 1874, es
«Über eine Eigenschaft des Inbegriffes aller reellen algebraischen Zahlen». La
traducción sería algo así como «Sobre una característica del conjunto de todos los
números reales algebraicos», respecto a lo cual puede mirar la nota 53 más
adelante. <<

[7.40]
SEI En esto, de hecho, consiste contar una colección cualquiera de n
cosas: es poner las cosas en una correspondencia uno a uno con el conjunto de
enteros \'7b1, 2, 3,…, n\'7d. La equivalencia de contar y poner en C1-1
con \'7btodos los enteros\'7d es lo que convirtió a la teoría de conjuntos en la base
para enseñar aritmética a los niños, de acuerdo con las nuevas matemáticas. <<

[7.41]
SEI N. B. En la teoría de conjuntos cantoriana numerable está relacionado
con contable pero no es sinónimo. Definición: un conjunto es contable si y solo si es o
bien (a) finito, o bien (b) numerable. <<

[7.42]
Esto se llama tradicionalmente aleph-cero. <<
[7.43]
SEI El orden solo empieza a ser importante con los ordinales transfinitos
de Cantor, que hacen su aparición en §7g. <<

[7.44]
SEI Observe que estamos empezando a ser capaces de responder a la
epigráfica cuestión de Russell al principio de §7. <<

[7.45]
Decisión del Alto Mando: de aquí en adelante, cuando hablemos de
«todos los números» trataremos solo con valores positivos. Esto incluye a los
enteros, pues al fin y al cabo acabamos de demostrar que la cardinalidad del
conjunto de todos los enteros = la del conjunto de todos los enteros positivos.
Además, debería ser obvio que las demostraciones de Cantor para todos los
racionales positivos, todos los reales positivos, etc., seguirán siendo válidas si los
conjuntos infinitos relevantes se doblan para incluir los valores negativos. Si tiene
dudas, entonces observe que doblar algo es lo mismo que multiplicarlo por 2, y
que 2 es finito, y que —por los teoremas transfinitos (3) y (6) de §7b— cualquier ℵ
multiplicado por un n finito seguirá siendo = ℵ. <<

[7.46]
SEI De nuevo, tenga en cuenta, por favor, que estamos haciendo estas
demostraciones en el orden que facilita una exposición más clara y lógica. N. B.
Tenga en cuenta también que hay algunas distinciones entre cardinales y ordinales
que de momento vamos a eludir. <<

[7.47]
SEI Lo que Cantor llama realmente «diagonalización» es su método para
demostrar la no numerabilidad de los reales, que como veremos es bastante
diferente. <<

[7.48]
SEI Si esta definición esquemática le parece insuficiente y quiere usted
una verdadera C1-1 entre los conjuntos de los racionales y de los enteros, entonces
tome simplemente la fila ordenada que hemos visto y empareje su primer elemento
con 1, su segundo elemento con 2, …, y así sucesivamente. <<

[7.49]
SEI Aquí quizá pueda usted anticipar algunas complicaciones familiares
respecto a cuál podría ser el primerísimo número real de la sucesión, y para ver
por qué ninguna de las anteriores manipulaciones con los órdenes de las filas
funcionará con los números reales. En este caso, para su tranquilidad, le
informamos ahora de que el famoso axioma de elección (otro lío enmarañado,
véase §7f) de la teoría de conjuntos, del profesor Zermelo, asegura que siempre
podemos construir un conjunto ordenado de números reales de tal modo que
tenga un auténtico primer elemento. Sería interesante que de momento
simplemente se creyera esto. <<
[7.50]
Así que el motivo de que se llame «diagonal» es por lo del primer dígito
en la primera fila, el segundo dígito en la segunda fila, y la construcción de R en un
ángulo de 45°. <<

[7.51]
SEI Véase el principio de §5e. <<

[7.52]
SEI La demostración de esta extraña curiosidad, véanse las págs. 91-93
de §2e, está claro que ahora se puede liberar del requisito de que todos los
pañuelos y medios pañuelos y mitades de medios pañuelos sean
infinitesimalmente pequeños; solo invocamos la demostración de Weierstrass en
§5e(i) de que = 0. <<

[7.53]
SEI Desde un punto de vista histórico, el primer resultado acerca de la
no numerabilidad que Cantor pudo realmente demostrar fue que el conjunto de
todos los números trascendentes era no numerable y que el conjunto total de todos
los números racionales + todos los irracionales algebraicos tenía la misma
cardinalidad que el de los racionales. Véase la nota 39 anterior, y el título del
artículo de Cantor de 1874, que ahora debería resultar más comprensible. <<

[7.54]
SEI = «Lo veo, pero no me lo creo» (lo cual es un retazo muy conciso,
aunque involuntario, de antiempirismo). No está claro por qué le escribe esto en
francés a un destinatario que también era alemán; podría haber sido un modo de
subrayar la emoción. El alemán académico de Cantor, también, a menudo cambia
al francés o al griego por ninguna razón discernible. Quizás era habitual en su
contexto. <<

[7.55]
Esta unicidad es crítica. No se pueden permitir dos expresiones
decimales distintas para representar un mismo punto, porque la idea principal es
ver si a cada punto en particular del cuadrado unidad le corresponde un punto en
particular en el intervalo [o, 1] de la R. R. Ahora debería quedar 100% claro por qué
Cantor necesita estipular que números como deberán ser designados solo por
0,4999…, y así sucesivamente. Si recuerda que mencionamos esta estipulación en
§7c, ahora sepa que Dedekind se la sugirió a Cantor en relación a esta
demostración de la dimensión, indicando que la «correspondencia única» (que era
el término original de Dedekind y de Cantor para la C1-1) quedaría destruida si se
permitían a la vez 0,4999… y 0,5000… <<

[7.56]
INTERPOLACIÓN TAN SEI QUE NI SIQUIERA ESTÁ EN el texto
principal Técnicamente es algo más complicado, pero no mucho más. La
demostración de la dimensión original de Cantor es, en cierto modo,
innecesariamente intrincada. Supone definir la representación decimal de un punto
(x, y) como la serie convergente β 1 + β2 + β3 + … + βn + …, y entonces «separar los
términos [de esta serie]» de modo que para cada miembro se forme una sucesión
de «ρ variables independientes» (Cantor resumido por Dauben, GC, pág. 55) en [0,
1], designadas por α1 α2 α3, α4, …, αρ. La «separación» y la subsiguiente
correspondencia (así como la operación recíproca, de modo que la correspondencia
α ↔ β funcione en ambos sentidos) se consigue mediante cuatro ecuaciones, de las
cuales la primera tiene este aspecto: «α1,n = β(n−1)ρ+1». Lo cual puede hacer que la C1-1
no sea demasiado obvia. El problema de la verdadera demostración (como explicó
en 1979 el imponente doctor Goris) es que la descripción «a1a2a3b1b2b3» de las
coordenadas (x, y) del plano que hemos dado antes resulta un poco simple porque
parece que a y b sean dígitos individuales. Lo que hace realmente la técnica de
Cantor es subdividir x e y en pequeñas tiras de cifras decimales; la regla es que
cada tira termina en la primera cifra distinta de cero que se encuentre (otro motivo,
más técnico, por el que Cantor no puede permitir que los enteros y los racionales
terminen en 0,000…). Así que digamos, por ejemplo, que x = 0,020093089… y que y
= 0,702064101…, en cuyo caso se subdividen en: x = 0,02 009 3 08 9… y = 0,7 02 06 4
1 01… Son estas tiras las que se combinan con alternadamente para dar la
representación decimal única del punto

(x, y) = 0,02 7 009 02 3 06 08 4 …

Y aquí los espacios extra son solo a efectos ilustrativos; la auténtica


representación decimal de (x, y) es 0,02700902306084… Por supuesto, esto también
es un número real, concretamente el punto z de [0, 1] que es igual a 0,0270090230
6084… Y lo ingenioso de jugar con las tiras de este modo es que si hay algún z' que
difiere de z en una sola cifra n posiciones tras la coma (de los que por supuesto
habrá: ∞ z, de hecho), entonces el (x, y) relevante también será diferente en la tira
que contenga esa n-ésima cifra, de modo que la correspondencia relevante es
biunívoca: eso quiere decir que para cada z hay un único (x, y), y viceversa, o sea
que se trata de una genuina C1-1. <<

[7.57]
SEI (incluida a insistencia del editor) = el lascivo término para poliedros
en 4 o más dimensiones. <<

[7.58]
SEI como se ha mencionado en los § 5b y 5d. (Y en §5d, por lo menos se
habló un poco del uso en la geometría riemanniana del ∞ y de puntos relacionados
con el ∞). <<
[7.59]
Esto entra en un área bastante especializada de la teoría de funciones,
pero básicamente correspondencia no continua significa que si usted se mueve
continuamente a lo largo de los puntos de [0, 1] en la R. R., los puntos
correspondientes en el cuadrado unidad no formarán una curva continua, sino que
quedarán esparcidos por todas partes. (SEI Respecto al segundo párrafo de §7d un
poco antes, resulta que la suposición de Riemann et al. estaba equivocada de un
modo interesante: la dimensión de un conjunto dado de puntos depende no solo
de cuántas coordenadas por punto hay, ni tampoco de la cardinalidad de todo el
conjunto de puntos, sino también del modo particular en que los puntos están
distribuidos. Esto último es una cuestión de la topología de conjuntos de puntos,
respecto a la cual todo lo que estamos en situación de decir en este libro es que es
otra rama más de las matemáticas que no existiría sin el trabajo de Cantor sobre el
∞). <<

[7.60]
SEI fecha = 1878; título = «Ein Beitrag zur Mannigfaltigkeitslehre», o algo
así como «Una contribución a la teoría de multiplicidades/agregados/conjuntos».
<<

[7.61]
SEI Probablemente resulta obvio que aquí las «ficciones» de Du Bois-
Reymond son específicamente las representaciones decimales compuestas de (x, y);
pero en el contexto más amplio de su escrito también está hablando de los
conjuntos infinitos de puntos de la R. R. y del C. U. que los decimales representan.
(N. B. Exactamente la misma acusación se podría haber lanzado contra los A y B de
la teoría del schnit de Dedekind; por alguna razón, Dedekind nunca atrajo la
misma hostilidad que Cantor). <<

[7.62]
Cantor a menudo se refiere a esto como la primera clase numérica y la
segunda clase numérica, respectivamente. <<

[7.63]
SEI Los libros de texto a menudo formulan esto como un teorema
abstracto, por ejemplo, «Dado cualquier conjunto infinito S, es posible construir
otro conjunto infinito S' con un número cardinal mayor». <<

[7.64]
SEI Este principio se conoce en la teoría de conjuntos como el axioma del
conjunto potencia (A.C.P.). Una razón por la que es un axioma es que depende
directamente de las definiciones de «subconjunto» y «conjunto vacío», tal como
resultará evidente enseguida en el texto principal. Sin embargo, hay problemas con
el A.C.P.: véase el §7f interpolativo más adelante. <<

[7.65]
SEI Técnicamente, esto debería escribirse «P(A) = 2 A», donde A
representa el número cardinal de A. Habiendo declarado esto para que quede
constancia, a partir de ahora lo escribiremos informalmente, sin más. <<

[7.66]
SEI Una vez más, técnicamente sería mejor decir que «∅» es el símbolo
de \'7b \'7d, el cual es el conjunto vacío… pero ya se entiende. <<

[7.67]
SEI Puede demostrar que P(A) = 20 también en el caso del conjunto vacío.
Si A = ∅, tiene o elementos. Sin embargo, tiene un subconjunto, o sea ∅, pues el
conjunto vacío es un subconjunto de todo conjunto. O sea, que en este caso P(A) =
1, que es 20. <<

[7.68]
Entenderá esto si recuerda que el contexto general de estas
demostraciones es el intento por parte de Cantor de obtener conjuntos infinitos
(también conocidos como clases numéricas) cuya cardinalidad excediera c. <<

[7.69]
SEI De hecho, la de 1891 es en realidad una demostración de que este
conjunto potencia es no contable. Pero recuerde que para que un conjunto sea
contable debe ser o finito o numerable, y es fácil ver que en este caso el conjunto
relevante no es finito. Como el conjunto de todos los enteros \'7b1, 2, 3, 4, 5,…\'7d
es, él mismo, infinito, basta tomar cada elemento individual, ponerlo entre llaves, y
darse cuenta de que \'7b1\'7d, \'7b2), \'7b3), etc., son todos subconjuntos del
conjunto de todos los enteros. Así que el conjunto de todos los subconjuntos no
puede ser finito en modo alguno. O sea, que la verdadera cuestión es si el conjunto
potencia es numerable. <<

[7.70]
SEI EXTRACTO DE LA CARTA DEL EDITOR CON PETICIONES
ACERCA DE LA VERSIÓN MANUSCRITA DEL LIBRO: «pág. 250, párrafo tras
gráfica de la “Tabla n.º 3”; o sea que, en otras palabras, sin importar cuántos
subconjuntos de E podamos obtener, ¿siempre podemos crear otros nuevos? Si es
así, ¿quiere usted que lo digamos tal cual, soltarlo sin más?», de la respuesta del
autor: «No, no queremos decir algo así, porque sería erróneo. Lo que muestra la
Tabla n.º 3 es que sin importar cuántos infinitos o subconjuntos de E pongamos en
la lista, es demostrable que siempre habrá algunos subconjuntos que no están en la
lista. Esto es, recuerde, lo que “no numerable” significa: que no puede ser
exhaustivamente listado/puesto en fila/puesto en una tabla (y, de nuevo, es por lo
que siempre habrá más irracionales que pañuelos de la muerte en la demostración
del doctor Goris en §2e: los pañuelos, como los enteros y los racionales, solo
pueden formar un ∞ numerable). Además, la parte de “siempre podemos crear otros
nuevos” es profunda y seriamente, errónea: no estamos creando nuevos
subconjuntos; estamos demostrando que existen y siempre existirán algunos
subconjuntos que ninguna lista o C1-1 con los enteros podrá capturar. Respecto a
“existir”, cabe reconocer que necesita un “en cierto modo” o “sea lo que sea que
esto significa” o algo parecido, pero el lector tendría que ser un fundamentalista-
radical kroneckeriano para creer que lo que estamos haciendo en esta
demostración es realmente crear esos nuevos subconjuntos». <<

[7.71]
SEI Esto saca a relucir una cuestión importante. Puede muy bien haber
notado el gran parecido entre la demostración en diagonal de la no numerabilidad
de P(E) y la demostración en diagonal de la no numerabilidad de \'7btodos los
números reales\'7d en §7c. Y ahora, dado que tanto P(E) como \'7btodos los
reales\'7d tienen cardinalidades > ℵ0, puede muy bien estar preguntándose si el
número cardinal de P(E) es c igual que lo es el de \'7btodos los números reales\'7d.
En cuyo caso, usted habrá formulado, por sí mismo, una versión de uno de los
problemas más profundos de la teoría de conjuntos cantoriana, el cual se analiza
extensamente en §7g. Lo importante es que está 100% acertado al preguntarse
sobre la relación entre P(E) y c, pero espere. <<

[7.72]
SEI, es decir, que B es también P(A), pero para esta demostración es más
fácil si olvida usted todo el asunto del conjunto potencia. <<

[7.73]
SEI a veces conocida también como la paradoja de Euclides para
distinguirla de la variante de Epiménides «Todos los cretenses son mentirosos» —
larga historia—. <<

[7.74]
SEI 1906-1978, el absoluto Príncipe de las Tinieblas de las matemáticas
modernas, ya se ha hecho referencia a él en §1a y en otras partes. <<

[7.75]
SEI Sabemos, por ejemplo, que se la explicó a David Hilbert, y se
menciona por lo menos en una de las cartas de Cantor a Dedekind. Observe ahora,
de cara a más adelante, que hay otra paradoja con la que también se encontró y
tampoco publicó, que hoy se conoce como la paradoja de Burali-Forti y tiene que ver
con los ordinales transfinitos, que como se ha mencionado también están al llegar.
<<

[7.76]
SEI Lo de Frege y Russell es una historia larga pero muy apreciada por
los historiadores de las matemáticas, y muy fácil de encontrar en otra parte. (N. B.
La antinomia de Russell también se conoce como la paradoja de Russell, pero resulta
cansino decir «paradoja» una y otra vez). <<

[7.77]
SEI Una vez más, es algo más complicado. Lo que la antinomia de
Russell explota realmente es un axioma poco sólido de la teoría de conjuntos
temprana llamado (no es broma) el principio de abstracción ilimitada (P. A. I.), que a
todos los efectos afirma que toda característica/condición concebible determina un
conjunto; es decir, que dada cualquier propiedad concebible, existe un conjunto de
todas las entidades que poseen dicha propiedad. Tres rápidos comentarios acerca
del P. A. I. (1) Observe su intrigante parecido con el argumento de Platón del Uno
Sobre Muchos de §2a. (2) Pronto debería ser evidente en el texto principal por qué
el P. A. I. es defectuoso y da lugar a la antinomia de Russell. (3) Por favor, retenga
neocorticalmente durante solo unas páginas el hecho de que el sistema de axiomas
de Zermelo-Fraenkel-Skolem para la teoría de conjuntos enmienda el P. A. I. con el
principio de abstracción limitada (P. A. L.), el cual sostiene que dada cualquier
propiedad p y un conjunto S, podemos formar el conjunto de todos los elementos
de S que tienen p. <<

[7.78]
SEI El resto del texto principal de este párrafo lo puede omitir usted si
ya puede ver cómo funciona la paradoja simplemente a partir de «¿Es N un
conjunto normal?». (SEI2 Russell también tiene una manera famosa de presentar su
antinomia en lenguaje natural, a saber: imagine un barbero que solo afeita a los que
no se afeitan a sí mismos; entonces, ¿se afeita el barbero a sí mismo?). <<

[7.79]
SEI En esta oposición a Poincaré se le asocia a menudo con los
especialistas en conjuntos de puntos finitos Félix Édouard Borel y Henri Léon
Lebesgue, y así en la metafísica de las matemáticas este trío es a veces conocido
como la Escuela antiplatónica. <<

[7.80]
algo muy parecido a la caracterización griega del ∞ como to apeiron. <<

[7.81]
SEI Aquí está uno que quizá ya haya usted anticipado: si alguna
propiedad es impredicativa si se aplica a sí misma —digamos, por ejemplo, la
propiedad de ser expresable en lenguaje natural, o correctamente deletreado, o
abstracto— entonces podemos llamar a una propiedad «predicativa» si no se aplica
a sí misma. Pero entonces, esa propiedad de ser predicativa, ¿es predicativa o
impredicativa? <<

[7.82]
SEI Sí: ahora estamos volviendo de nuevo a las cuestiones de existencia
abstracta y denotación planteadas en §1. <<

[7.83]
SEI Si cree que puede ver al fantasma del Tercer Hombre de Aristóteles
flotando encima de la teoría de tipos, no se equivoca. Muchos de los problemas
fundacionales de la teoría de conjuntos acaban remontándose a la metafísica
griega. <<

[7.84]
SEI N. B. Observe también que los argumentos de Russell respecto a la
conexión entre la tipología metafísica de entidades/abstracciones y la tipología
semántica de entidades/enunciados/metaenunciados son largos y complejos, pero
están allí: no es que lo postule todo a partir de la nada. <<

[7.85]
SEI Las subsiguientes extensiones y modificaciones de la teoría de tipos
russelliana, por lógicos como Ramsey y Tarski, son tan horripilantemente
complicadas y confusas que, si saca usted el tema, la mayoría de los matemáticos
harán como si ni siquiera le oyeran. <<

[7.86]
SEI Es decir, el segundo de los 10 Principales Problemas no Resueltos
que Hilbert presentó en el 2.º C. I. M. en el año 1900 como problemas cruciales para
las matemáticas que debían resolverse durante el inminente siglo; otra muy larga
historia que puede encontrar en cualquier buen compendio de historia de las
matemáticas. (SEI2 Si le enseñaron o ha leído que en realidad había 23 Problemas
de Hilbert, la verdad es que Hilbert presentó una lista del 1 al 10 en su discurso de
París y del 1 al 23 en la versión escrita publicada en 1902). <<

[7.87]
Compare esta ontología formalista con la visión del intuicionismo de
que: «[L]os objetos matemáticos son entidades mentales que no existen de manera
independiente de nuestra capacidad para proporcionar una demostración de su
existencia en un número finito de pasos» (Nelson, pág. 229). Puede ver que ambas
visiones no son para nada disímiles, especialmente en su rechazo de la idea de que
las matemáticas tengan algo que ver con la realidad extramental, aunque tras el
criterio intuicionista del «número finito de pasos» está la intención específica de
proscribir entidades como los irracionales y los conjuntos infinitos con los que
Poincaré y Brouwer, igual que Kronecker antes de ellos, tenían problemas
metafísicos (no solo de procedimiento). (SEI La manera del doctor Goris de
contrastar ambas escuelas era decir que el intuicionismo era taimado mientras que
el formalismo era más bien simplemente excéntrico). <<

[7.88]
SEI véase §1c. <<

[7.89]
Estos improperios ya deberían estar en un G. E. III a estas alturas. Son
términos de lógica, de la teoría de modelos. Un sistema es completo si y solo si todas
y cada una de las proposiciones verdaderas se pueden deducir como un teorema;
es consistente si no incluye ni implica contradicción alguna. Hay también un tercer
criterio, antes brevemente mencionado, llamado decidibilidad, que concierne a si
hay un procedimiento/algoritmo para determinar, para cualquier proposición bien
formada del sistema, si es o no verdadera (es decir, si es un teorema). Los tres
criterios están obviamente interconectados, pero también tienen diferencias
importantes, y un sistema formal deductivamente inmaculado se supone que
satisface las tres… respecto a lo cual, a grandes rasgos, Gödel demostró que ningún
sistema significativamente potente podía, por lo cual se le conoce como el Príncipe
Tenebroso, y por ello las matemáticas han estado en el aire durante los últimos
setenta años. <<

[7.90]
SEI Fechas: 1871-1953. Artículo principal: «Investigaciones de los
fundamentos de la teoría de conjuntos» (1908). Principal colaborador: Abraham
Fraenkel, quien es también el primer biógrafo de Cantor. <<

[7.91]
paradojas de las que ahora muchos matemáticos profesionales no se
preocupan demasiado durante su trabajo del día a día; no mucho más de lo que
nosotros nos preocupamos de si el suelo se hundirá bajo nuestros pies cuando nos
levantemos de la cama. <<

[7.92]
Probablemente más que «independiente» sería mejor decir
«conceptualmente anterior a» o «subyacente» a las matemáticas per se. La idea tras
la T. A. C. es que como la teoría de conjuntos es la rama más abstracta y primitiva
de las matemáticas, sirve como fundamento para los conceptos matemáticos más
básicos, como «número», «función», «orden», etc. Aunque toda la cuestión se
complica mucho —particularmente las cuestiones acerca de la relación de la teoría
de conjuntos con la lógica simbólica y sobre cuál es el verdadero fundamento de
las matemáticas— es, sin embargo, cierto que tanto Gottlob Frege como Giuseppe
Peano, las dos figuras más importantes en la fundamentación de la aritmética,
definen los números y las operaciones matemáticas básicas en términos de la teoría
de conjuntos. <<

[7.93]
SEI = o bien una función o algún predicado en lenguaje natural que
tenga sentido para todos los elementos de S (donde «que tenga sentido» significa
básicamente que el predicado es algo definitivamente verificable como cierto o
falso para cualquier elemento del conjunto, como «es azul» o «pesa más de 28,7
gramos» en contraste con «es adorable» o «tiene gusto de pollo»). <<

[7.94]
Usar este símbolo en una frase así, tal cual, es la manera llamativa de
decir «elemento de S». <<

[7.95]
Así, un corolario obvio del P. A. I. es: los conjuntos infinitos existen. <<
[7.96]
SEI Este es otro punto donde no está claro exactamente qué lectores
sabrán o recordarán lo que se está omitiendo. Si no está familiarizado con los
postulados de Peano y le gustaría estarlo, invierta 45 segundos en lo siguiente: los
postulados de Peano son los cinco axiomas básicos de la teoría de números;
permiten deducir toda la sucesión infinita de los enteros positivos a partir de solo
dos conceptos primitivos, que son (a) «es un entero», y (b) «es sucesor de». En
lenguaje natural, los postulados son: (1) 1 es un entero; (2) Si x es un entero, el
sucesor de x es un entero; (3) 1 no es sucesor de ningún entero; (4) Si los sucesores
de dos números x e y son iguales, entonces x = y; (5) Si un conjunto E contiene 1, y
si, para cualquier entero x de E, el sucesor de x está en E, entonces todo entero está
en E. Por qué exactamente el postulado (5) es la autoridad axiomática tras la
demostración por inducción matemática es algo que queda claro mediante una
formulación alternativa, que sería más o menos así: (5) Si P es cierta propiedad, y si
1 tiene P, y si cuando un entero x tiene P, el sucesor de x tiene P, entonces todos los
enteros tienen P. (SEI2 Curiosidad gorisiana: Aunque Peano merece un 100% de
reconocimiento por introducir todo tipo de cosas importantes en la teoría de
números y en la teoría de conjuntos (como los símbolos estándar ∈, ∩ y ∪), sus
epónimos postulados son un caso claro de los caprichos de la fama matemática,
pues axiomas equivalentes a los postulados (1)-(5) habían aparecido en la obra de
Dedekind Naturaleza y significado de los números por lo menos dos años antes que en
la obra de Peano Arithmetices Principia Nova Methode Expósita). <<

[7.97]
SEI No nos preocuparemos mucho de los productos cartesianos (P. C.)
excepto para decir (1) que son un tipo específico de unión inter-conjuntos que
involucra «pares ordenados», los cuales en sí mismos son toda una saga; y (2) que
los P. C. son un ejemplo del importante principio de preservación de la homogeneidad,
en el sentido de que si dos conjuntos A y B comparten ciertas características
especiales, su producto cartesiano (A × B) también tendrá dichas características
(por ejemplo, si A y B son conjuntos de puntos y comparten la característica de ser
un espacio topológico, su P. C. también será un espacio topológico). <<

[7.98]
SEI Aquí «producto cartesiano» específicamente significa (inspiración
profunda) «el conjunto de solo aquellos subconjuntos de la unión de todos los
elementos de S tal que cada uno (= cada subconjunto) contiene exactamente un
elemento de cada conjunto de S». Este tipo de cosa es solo para que tenga una
muestra del embriagador aroma de la auténtica T. A. C. <<

[7.99]
SEI Cualquier libro decente sobre lógica matemática o teoría de
conjuntos incluye un capítulo entero sobre el A. E. y su relación con otros
seductores conceptos como el axioma multiplicativo de Russell, el lema de Zorn, el
principio de tricotomía, el principio maximal de Hausdorff y (no es broma) el lema
del elemento máximo de Teichmüller-Tukey. <<

[7.100]
SEI un americano (!) al cual estamos a punto de ver en acción respecto
al tema de la hipótesis del continuo, justo a continuación. <<

[7.101]
SEI El historial de demostraciones relacionadas con el A. E. es —
sorpresa— una muy larga historia; lo importante queda resumido en el siguiente
extracto de la obra de Mendelson de 1979 Introduction to Mathematical Logic (y
donde la segunda frase es de un tono muy acalorado para tratarse de un lógico):
«El estatus del axioma de elección se ha hecho menos controvertido en años
recientes. Para la mayoría de los matemáticos parece bastante plausible y tiene
tantas aplicaciones importantes en prácticamente todas las ramas de las
matemáticas que no aceptarlo parecería restringir deliberadamente la actividad
práctica del matemático (Mendelson, pág. 213)». <<

[7.102]
SEI Si quiere ver el axioma de regularidad simbólicamente desnudo al
100%, es (∀S)[(S ≠ ∅ → (∃x)((x ∈ S) & (x ∩ S = ∅))], en el cual los únicos símbolos no
familiares podrían ser los cuantificadores del cálculo de predicados «∀S» (que
significa «Para todo S…») y «∃x» (que significa «Existe por lo menos un x tal
que…»; donde el significado de «existe» es matemático/teórico-conjuntista [donde,
claro está, se supone que este tipo de existencia es distinto de otro(s) tipo(s)])
(extractado de Mendelson, pág. 213, con modificaciones menores en el
simbolismo). <<

[7.103]
Estas tienen que ver principalmente con cuantas interpretaciones
válidas diferentes puede tener un sistema de axiomas (siendo modelo el término
elegante para designar una interpretación específica de qué representan en
realidad las fórmulas y los símbolos abstractos). Resulta que la mayoría de los
axiomáticas razonablemente completas tienen ∞ modelos válidos —a veces incluso
un ∞ no numerable—, lo cual implica enormes dolores de cabeza, pues sistemas
como ZFS o los postulados de Peano se han elaborado pensando en modelos
bastante específicos, y no es difícil ver que, con un ∞ real de posibles modelos,
algunos van a contradecir los que se buscaban. <<

[7.104]
SEI Las dos principales eran la paternidad real (biológica) de Jesús, y si
fue Bacon el verdadero autor de las obras atribuidas a Shakespeare. No se necesita
mucha psicología: se trata de obsesiones acerca de hechos incomprobables y que
comportan descrédito. Dada la hostilidad y la desconfianza que tuvo que soportar
Cantor en su vida profesional, que se centrara en tales obsesiones parece
comprensible y, a la vez, triste. <<

[7.105]
SEI En algunos textos se llama a esto el problema del continuo. <<

[7.106]
Los matemáticos que lo llaman el problema del continuo enuncian la
forma general como: «¿Existe un conjunto con una cardinalidad más alta que la de
ℵn pero más baja que la de P(ℵn)?» (semiextractado de Edwards, v. 2, pág. 208). <<

[7.107]
SEI Es el hecho de que Cantor se centrara específicamente en c lo que le
dio este nombre a la hipótesis del continuo. <<

[7.108]
SEI N. B. Tenga en cuenta que lo que viene ahora es, incluso para
nuestro rasero, un resumen deplorablemente simplificado de la teoría de los
ordinales de Cantor —una teoría que es incluso más compleja y ramificatoria que
la de los números cardinales— y la única razón por la que pasamos el dedo
siquiera es que aún sería más deplorable pretender que la H. C. solo tiene que ver
con la jerarquía de los cardinales transfinitos. <<

[7.109]
SEI La teoría horripilantemente técnica de Cantor acerca de los
ordinales y los tipos de orden de los conjuntos se desarrolla principalmente en dos
artículos: «Principios de una teoría de los tipos de orden» (1885) y «Contribuciones
a la fundamentación de la teoría de los números transfinitos» (1895). <<

[7.110]
La razón por la que esto podría resultar confuso al principio es la misma
por la que la frase de nuestra explicación inicial «de tal modo que el orden de los
elementos de A y B permanezca inalterado» era simplista: el tipo de orden no es lo
mismo que mera ordenación, \'7ba, b\'7d y \'7bb, a\'7d tienen el mismo tipo de
orden, por ejemplo. <<

[7.111]
SEI Otra metáfora a medida del doctor Goris era que los números
cardinales eran como los personajes en una de las obras de teatro de la escuela y
los números ordinales eran los lugares que tenían que ocupar en una escena. Algo
así como el guión de la obra por un lado, y sus acotaciones por otro. <<

[7.112]
SEI Podemos ver aquí algunas claras afinidades con la teoría de Cantor
sobre los irracionales como límites de sucesiones de números (en §6e). Esta teoría
anterior fue, en ciertos sentidos, el origen de su trabajo sobre los ordinales. <<

[7.113]
SEI La todavía sin definir paradoja de Burali-Forti sale directamente de
esta definición. Considérese el conjunto de todos los números ordinales. Todos
ellos. Ahora considere el número ordinal de este mismo conjunto, el cual por
definición será mayor que cualquier ordinal en el conjunto; solo que este conjunto
se ha definido como uno que contiene todos los ordinales. O sea, que de uno u otro
modo hay una contradicción. Esta es muy fea, y es el verdadero motivo
«profiláctico» que hay tras el axioma de regularidad. <<

[7.114]
Pero véase la nota 102 de §7f respecto a lo que significa el inminente
«∀x», lo cual en retrospectiva significa que la nota 102 no se debería haber
clasificado como SEI. <<

[7.115]
DEFINITIVAMENTE SEI No estoy seguro de que sea muy inteligente
mencionar esto, pero por lo menos algunas veces Cantor usó «ℵ0» para designar el
primer ordinal transfinito y «ω» para designar el primer cardinal transfinito. La
verdad estricta es que fue en realidad el conjunto de todos los ordinales finitos
(que es lo que él realmente llamaba la «primera clase numérica») lo que Cantor usó
para obtener el primer cardinal transfinito, cosa que hizo básicamente porque en su
teoría los números cardinales también eran definibles como ordinales límite,
concepto que no vamos a discutir porque requiere un grado de detalle teórico-
conjuntista sobre las relaciones entre números cardinales y ordinales para el que
este librito no está equipado. Estamos usando lo que ha llegado a ser actualmente
el simbolismo estándar, o sea «ℵ»s para los cardinales transfinitos y «ω» para los
ordinales transfinitos; el razonamiento para justificarlo es que este simbolismo es el
que tiene más posibilidades de resultar familiar por lo menos a algunos lectores.
(N. B. Tenga en cuenta que todas las matemáticas cantorianas con todos sus
intríngulis y sin rebajar excrecencias están disponibles en varios excelentes libros
técnicos, incluyendo las antes mencionadas Georg Cantor, de Dauben, Theory of Sets,
de Abian, y The Continuum and Other Types of Serial Order, with an Introduction to
Cantor’s Transfinite Numbers de Huntington —véase la Bibliografía—). <<

[7.116]
SEI y que están relacionados con las épsilons weierstrassianas de §5e
solo en el sentido de que son creadas por una definición de tipo «existe… tal que»
similar; por ejemplo, el primer número ordinal k tal que ωk = k se designa «épsilon
o» o «ε0». <<

[7.117]
SEI en §15 de la antes mencionada «Contribuciones… números». <<

[7.118]
Estas dos cuestiones se colapsan en una solamente si o bien (1) la teoría
formal de conjuntos es una representación o reflejo fidedigno de la verdadera
realidad del ∞ y de los conjuntos de tipo ∞, o bien (2) la teoría formal de conjuntos
es esa verdadera realidad, en el sentido de que la «existencia» de un conjunto
infinito dado es única y exclusivamente una cuestión de su compatibilidad lógica
con los axiomas de la teoría. Observe, por favor, que estas son precisamente las
cuestiones sobre el estatus metafísico de los entes abstractos que han afligido a las
matemáticas desde los griegos. <<

[7.119]
SEI Si la teoría de conjuntos y la teoría de la demostración no fueran tan
increíblemente esotéricas, ya se habría hecho una película de gran presupuesto
sobre la demostración de Cohen y los relatos que la rodean, relatos que los
historiadores de las matemáticas adoran y que se pueden encontrar en una miríada
de fuentes bibliográficas. Lo que es pertinente para nosotros son algunos
inquietantes paralelismos con Cantor. Para empezar, Cohen proviene del análisis
funcional y el análisis armónico, áreas que involucran tanto ecuaciones
diferenciales como series de Fourier; es decir, que él también llega a la teoría de
conjuntos desde el análisis puro. La cosa se vuelve todavía más inquietante. La
tesis doctoral de Cohen (Universidad de Chicago, 1958) se titula Temas de la teoría
de unicidad de las series trigonométricas. Además, así como Cantor había inventado
demostraciones teórico-conjuntistas de tipo «φ» y diagonal completamente nuevas,
asimismo Cohen inventa una técnica de demostración completamente nueva
conocida como forcing, que es prohibitivamente hiper-tecnificada, pero en ciertos
aspectos se parece a una especie de inducción matemática maniquea donde se pide
que los casos «n = 1» y «k» tomen uno de solo dos valores posibles… Lo cual quizá
no se entienda pero no es para nada vital ahora mismo: lo que es hollywoodiense
es que Cohen se pasa a la teoría de conjuntos, inventa y refina su método de
demostración, y demuestra la independencia de la H. C., todo en un solo año. <<

[7.120]
SEI Véanse §1d y 5b. <<

[7.121]
Este tipo de independencia (que también se puede llamar indecidible) sin
duda es importante. Por lo menos demuestra que los resultados de Gödel acerca de
la incompletitud (así como la demostración de Church en 1936 de que la lógica de
predicados de 1.er orden también es indecidible) no están describiendo solo
posibilidades teóricas, que existen realmente auténticos teoremas significativos en
las matemáticas que no se pueden demostrar ni contradecir (extractado de Bunch,
pág. 158). Lo cual a su vez significa que incluso unas matemáticas maximalmente
abstractas, generales, completamente formales no van a ser capaces de representar
(o, dependiendo de sus convicciones metafísicas, contener) todas las verdades
matemáticas del mundo real. Es este quebrantamiento de la creencia de que 100%
abstracción = 100% verdad de lo que las matemáticas puras aún no se han
recuperado, ni tampoco está claro qué significaría aquí «recuperación». <<

[7.122]
SEI Además, en otra demostración de 1963, Cohen pudo demostrar que
incluso si el axioma de elección se añade a los axiomas de ZFS, la hipótesis del
continuo en su forma general sigue sin ser demostrable. Así se establece que el
A. E. y la H. C. también son independientes mutuamente, algo que impactó de
nuevo al mundo matemático. <<

[7.123]
Aquí «supuesto» = de un modo especulativo, preguntándose «¿y si?»
(SEI Curiosidad acerca de los «diversos equivalentes» de la misma frase: la obra de
Waclaw Sierpinski en 1934 Hypothèse du Continu da una lista de más de ochenta
proposiciones matemáticas que son equivalentes o reducibles a la H. C. en su
forma general). <<

[7.124]
SEI Buena parte de la teoría de conjuntos contemporánea parece incluir
discusiones acerca de qué significan esos términos técnicos y exactamente cuándo
y por qué lo hacen (= significar lo que significan, si significan algo (y, si no
significan nada, entonces qué podría significar ese nada, y así sucesivamente)). <<

[7.125]
SEI De nuevo puede ver cómo esta visión formalista incorpora
elementos del intuicionismo, el más obvio de los cuales es la voluntad de olvidar la
LTE. <<

[7.126]
SEI La declaración de Luitzen E. J. Brouwer acerca de toda la cuestión
de la consistencia y la indecidibilidad en teoría de conjuntos suena muy
aristotélica: «Nada que tenga valor matemático se conseguirá de ese modo; una
teoría falsa que no es detenida por una contradicción es igualmente falsa, del
mismo modo en que una negligencia criminal no reprendida en un juicio sigue
siendo igualmente criminal» (Brouwer extractado por Barrow, pág. 217). <<

[7.127]
SEI Hilbert tampoco tuvo un final fácil. Brouwer y Russell, por otro
lado, resultaron ser tan longevos que prácticamente tuvieron que echarlos a
garrotazos. <<

[7.128]
SEI En el momento de escribir este libro Paul J. Cohen era el Marjorie
Mhoon Fair Professor de ciencia cuantitativa en Stanford. <<

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