En síntesis fui a la cárcel para pensar la violencia hacia las mujeres. Bajo la convicción de que
el sistema de protección, que incluye el corpus de debates sobre la perspectiva de género,
instituciones y marcos normativos específicos y los estudios específicos, presenta mucha
dificultades para poder afrontar eficazmente el problema. La opacidad misma del tema ,
desdibuja permanentemente sus fronteras.
La misma opacidad del tema reflejada en los discursos y la paradójica complicidad del
sistema de protección, legitiman directa o indirectamente la violencia. La revictimización, la
violencia institucional, la sobre exposición jurídica, la culpabilización, denunciadas
sistemáticamente, parece de la misma manera acrecentarse cada vez más.
Reiteradamente vamos a decir aquí que, todo trabajo sobre derechos humanos y su
vulneración es un trabajo sobre el estado en todas sus formas y su responsabilidades y
obligaciones.
Salir de los lugares comunes fue para nosotros un desafío metodológico.
informe del cels los items que imporatn todo los derchos trabajo acceso a justicia etc
En este año (2017) la PPN publica un informe llamado “Buenas Prácticas en Salud Mental en
contextos de encierro”, basado en relevamientos realizados durante los últimos dos años.
En el informe sobre el relevamiento de prácticas en salud mental en personas privadas de su
libertad, concluyen que no parecen adecuarse a la ley nacional de salud mental y que por
tanto vulneran de derechos.
Nosotros sostenemos que una práctica de salud o es vulnerante o es respetuosa y protecctora
de derechos”.
“a nuestro entender no se ajustan a lo que establece la Ley Nacional de Salud Mental, y que por
ende conllevarían una vulneración de derechos. Uno de los aspectos que se desprenden de los
relevamientos efectuados en lo referente a la circulación desregulada de psicofármacos en el
seno del SPF, es que el abordaje en salud mental es fundamentalmente psico-farmacológico,
observándose una desproporción preocupante respecto de la oferta de espacios que trabajen con
otros recursos (…) una práctica centrada en la medicalización del encierro -y el aburrimiento- la
cual otorga escaso lugar a la posibilidad de hablar de aquello que aqueja al sujeto con alguien
que escuche”
“La prescripción de psicofármacos, entonces, más bien cancela –(…) la escucha de los asuntos
personales (…) Se ha observado una clara tendencia a la renovación automática de las
prescripciones, las cuales (…) quedan a cargo de personal no idóneo. En otros casos, se le
prescribe al detenido un “arsenal” farmacológico”
Los informes mencionan además prácticas aberrantes que han denominado traslados-sanción
temporales (Equipo de Género y Diversidad Sexual PPN).
“implican el cambio de alojamiento de las mujeres hacia el Módulo VI del Anexo Psiquiátrico del
Complejo Penitenciario Federal N ° IV por un tiempo aproximado que no supera los diez días. Las
detenidas son trasladadas e internadas en el “Pabellón A” de Emergencias Psiquiátricas ante un
cuadro de excitación psicomotriz, que suele encubrir una medida de castigo y habitualmente se
articula con una demanda desoída por parte de los funcionarios penitenciarios. Las mujeres allí
internadas permanecen en evaluación durante dos o tres días y son filmadas de modo constante.
Según las versiones de las detenidas los traslados no son voluntarios y se les suministra medicación
inyectable a la que no se pueden negar, modalidad nombrada como “la plancha”.
Aclaramos desde el comienzo de este trabajo que lo que se llama perspectiva de derechos es
algo que afirmamos merece discusión, sino aclaración. Para iniciar este recorrido empezamos
por establecer que respecto de una perspectiva de Derechos (Derechos Humanos), supone que
es Estado el principal violador de derechos humanos, de la revolución francesa hasta nuestros
días, y técnicamente puede considerarse el único. Respecto a la “cuestión carcelaria” también
polémica, debemos establecer que un principio del desarrollo es la necesidad de distinguir y
visibilizar la distinción entre “privar de libertad” y “vulnerar derechos”, es decir privar de la
libertad no legitima privar de otros derechos que el código penal no prevee. Sino la justicia es
mera venganza.
Sobre el tema de la Salud y su vulneración es preciso aclararlo. Esta indistinción entre justicia
y castigo, vulnera en todos los niveles el derecho a la Salud y la dignidad humana y las
prácticas en salud deben analizarse desde allí, no pudiendo desconocer la amplitud y
profundidad del daño que la cárcel acciona ilegítima pero sistemática y organizadamente
sobre la salud. Este trabajo intentará bocetar la amplitud de ese daño, con testimonios, y el
modo en que este daño involucra a las prácticas e instituciones de salud y de rehabilitación.
En este trabajo se trata por consiguiente, del sufrimiento humano, de la vulneración de la
dignidad humana, de la violación de derechos y del estado como su principal actor.
¿Cuál es el tema?
En el presente trabajo importa considerar una composición de situación sobre la vulneración de
derechos en personas que permanecen en contextos de encierro privados de su libertad.
En particular se considerara el sistema carcelario, y los llamados institutos socioeducativos (mejor
conocidos como institutos de menores) para jóvenes en conflicto con la ley penal.
Respecto a la vulneración al derechos trabajaremos en particular el Derechos a la Salud, y
específicamente la Salud Mental.
Por tanto se analiza dos temas: la Vulneración del Derecho a la Salud Mental en este contexto y las
practicas profesional de salud mental que se realizan allí: sus posibilidades, alcances y límites
relativos.
En esos años (2014) el Programa PRISMA, de la Unidad Penitenciaria Federal de Ezeiza, estaba en
su primeros años de experiencia, como el primer programa de Salud mental en cárceles, como
psicólogos que no pertenecían al Sistema Penitenciario Federal, sino al ministerio de Justicia y
Derechos Humanos y al Ministerio de Salud de la Nación.
Esta sola particularidad es ya un tema de interés para un comienzo de indagación. ¿Cómo incidiría
en lo concreto esta particularidad?
En esos años el equipo de docencia e investigación estaban realizando una investigación acción
sobre el análisis de la violencia en el contexto carcelario, a su interior. El trabajo incluía a los
mismos internos, como investigadores y el análisis de entrevistas testimonios y grupos focales sobre
la manera en que la cárcel le afectaba a cada cuál en su vida. Era notable la percepción de los
propios agentes penitenciarios sobre la diferencia respecto de la violencia acostumbrada y
naturalizada que se observaba en los otros pabellones y las relaciones y vínculos desarrollados en
PRISMA. Planteamos que la transformación de las prácticas es el camino más consistente de
protección de derechos. PRISMA era en esos años un ejemplo real de estas transformaciones
posibles.
Desde los cambios que notamos en este dispositivo respecto de la situaciones de violencia al
interior del espacio institucional, surgió la idea de un trabajo conjunto entre el Observatorio de
Derechos Humanos y el equipo de docencia e investigación de PRISMA.
Interesaba mucho pensar las condiciones de la violencia en las cárceles con la menor ingenuidad
posible, y pensar desde allí las condiciones de la violencia en general. Esto estaba sucediendo e
investigándose en PRISMA.
El resto se deriva lógicamente. Teníamos que pensar la violencia desde la vulneración de derechos a
las personas que transitaban estos contextos de encierros y principalmente sus lógicas. PRISMA
llevaba en su nombre la clave para nuestro propósito. El primer programa interministerial de Salud
Mental Argentino, en los años de la reciente reglamentación de la Ley Nacional de Salud Mental, se
implementaba dentro de una cárcel. Pensamos que en esto hallábamos una coincidencia. Se podía
pensar la Salud Mental interministerialmente dentro del contexto carcelario. Creíamos que era
obligaciones en la protección, garantía y respeto de derechos reconocidos formalmente, de lo que se
trata todo el tiempo en este planteo y no de lógicas paternalistas afines con los encierros
psiquiátricos y carcelarios. De más esta plantear que el modelo encierra una paradoja insalvable que
hereda parcialmente PRISMA. Los alojados de la Unidad 20 eran por definición ininputables pero
estaban privados de su libertad en un sistema carcelario.
El CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), publica en el 2015 su informe sobre Salud
Mental y DDHH en contextos de encierro. En el capitulo relaciones vinculares es una buena
referencia para pensar las relaciones carcelarias, en este sentido.
En ese capítulo “se tratan cuestiones relativas a la vida privada y afectiva de las personas en proceso
de externación de hospitales psiquiátricos, para las que las experiencias vividas durante la
institucionalización siguen siendo un eje fundamental al momento de compararlas con su situación
actual. Recordemos que PRISMA nace de la disolución y desmantelamiento de la vieja Unidad 20
del SPF (el ex Sistema Penitenciario Federal) que se ubicaba al interior del Hospital Jose T. Borda,
luego de que en la madrugada del 31 de mayo de 2011 se produjo el incendio del sector de
aislamiento de la ex Unidad Nº 20, que concluyó con el fallecimiento de dos jóvenes de 19 y 23
años, en el psiquiátrico penitenciario federal. Por este hecho la Procuración Penitenciaria Nacional,
reclamo el inicio del juicio a los funcionarios responsables. Luego el equipo de Salud Mental de la
Procuración Penitenciaria (PPN), se integraría a la mesa de trabajo interinstituciinal que conformó
esta pequeña investigación durante el 2016 y el 2017.
La Unidad Nº 20 se encontraba emplazada dentro del Hospital José T. Borda, en un sector cedido
cuatro décadas antes al Servicio Penitenciario , que era el responsable de su administración y
gestión, de la guarda y custodia de las personas allí alojadas.
El CELS plantea que la segregación propia de las “condiciones del encierro” (ejemplo la
manicomialización), vulnera estructuralmente derechos vinculados a la intimidad, la privacidad, las
relaciones vinculares y los derechos sexuales y reproductivos, entre muchos otros. También afirma
que las personas con discapacidad psicosocial requieren de acciones positivas y articuladas de
distintos actores para viabilizar su inclusión en la sociedad en igualdad de condiciones,“sobre todo
de las personas que han estado institucionalizadas por mucho tiempo, aquellas que son ya adultas
mayores y que presentan discapacidades físicas o sensoriales, precisan cuidados y apoyos
específicos por períodos prolongados.
Respecto a la noción de cuidado resalta con maestría que la misma abre una vía para problematizar
la tensión constante y permanente que supone entre autonomía y “protección”, transversal a la
atención tradicionalmente brindada a las personas con discapacidad psicosocial, tanto en el ámbito
familiar como en el institucional.
Para el CELS el cuidado, lejos de ser una práctica estandarizada y genérica, tiene una profunda
raigambre en la concepción del sujeto que recibe el cuidado, de quién lo brinda y de la relación que
se tiende entre ellos. Cuando el cuidado es provisto por el sector público, se ponen en tensión
lógicas contrapuestas: las personas como sujetos de derecho o como objetos de políticas
filantrópicas y tutelares. Al reconocer el cuidado como un derecho, el tipo de relación que se
establece entre quienes requieren y quienes aportan los cuidados no es jerárquico ni asimétrico, en
el que alguien ayuda a otro en situación de dependencia.
La “lógica del cuidado” implica distribuir las cargas de esa atención en distintas esferas, como la
provisión pública, el mercado, el hogar y la comunidad.
El derecho a recibir cuidado de algunos tiene su contrapartida en la obligación de cuidar de otros.
Los vínculos son un aspecto fundamental de las prácticas de cuidado. Generalmente se trata
de situaciones de interacción personal cercana y de gran importancia en la cotidianidad de las
personas implicadas. La disposición de los cuidadores debe ser hacia un lazo, desde el respeto y la
promoción de la autonomía, con aquellos a quienes se les brinda cuidado.
Una dimensión frecuentemente ausente es la conciencia de que las personas con discapacidad
psicosocial son sujetos de derecho a quienes también el sector público debe facilitar apoyos
orientados a su autonomía, que comprenden condiciones materiales y económicas, conocimientos
técnicos y tiempo.
Si el cuidado es entendido como un derecho, el acceso y la calidad del mismo no puede librarse
a la buena voluntad o a las características subjetivas y discrecionales de cada caso.
El cuidado, es una práctica multidimensional y compleja.
Siguiendo a Pautassi y Ziabecchi “El derecho a cuidar, a ser cuidado y a cuidarse tiene su correlato
en la obligación de cuidar. Esto es, implica un conjunto de obligaciones negativas, características
de los derechos económicos, sociales y culturales (…); pero principalmente incluye obligaciones
positivas, que se enrolan en proveer los medios para poder cuidar, en garantizar que el cuidado se
lleve adelante en condiciones de igualdad y sin discriminación (…) y que sean garantizados a todos
los ciudadanos”. (Las fronteras del cuidado, Biblos, Buenos Aires, 2013)
Lo que planteamos entonces es que el derecho a la salud en sistemas carcelarios debe abandonar la
lógica del castigo punitivo como la del paternalismo y asumirse desde las obligaciones del cuidado
y de la salud como derecho.
En el sistema carcelario y en el llamado “tratamiento” de resocialización, es fácil identificar
elementos distintivos del paternalismo, y las relaciones de poder que presuponen en la idea de
“beneficios”. Para nosotros la noción de beneficio es un eufemismo que encubre la gran dificultad
de asumir los derechos (Salud mental entre otros) y las obligaciones derivadas de ellos.
Respecto a nuestro inicio, sostenemos que en todo fenómeno de violencia hay vulneración del
derecho a la Salud mental y, que el padecimiento mental es una forma de violencia en sus diferentes
ámbitos y tipos. La violencia hacia las mujeres es una vulneración grave de derechos y libertades,
que expresa muchos de los indicadores de la dependencia, y viceversa, así como expresa también
muchas de las características del encierro.
Era de esperar que en nuestra indagación encontráramos estas relaciones. Por un lado, la relación
naturalizada, entre encierro, violencia y vulneración a la salud mental, y por otro una distribución de
estas múltiples vulneraciones, según grupos poblacionales específicos. Es decir, que como afuera
del sistema carcelario, la vulneración mayor recaería en los grupos poblacionales de mujeres, de
niños y de adolescentes.
El escrito pretende solamente comentar el trabajo y el recorrido realizado en estos dos años y el
modo en que se nos presentaron evidentes estas relaciones. No es nuestra intención la denuncia,
aunque se incluye necesariamente en el relato. Hacemos visible lo que ya es visible, pero no
podríamos equiparanos a la innumerables cantidad de trabajos y equipos que realizan esta tarea.
Nuestro trabajo insistimos, aunque la incluye no se enmarca en la denuncia sino en el testimonio.
La naturaleza de la tarea, principalmente realizada sobre el intercambio de experiencias entre
equipos técnicos y profesionales que trabajan en el sistema carcelario o en instituciones de encierro
total como los institutos de menores y los propios internos de estas instituciones, obligan a una
confidencialidad incomoda sobre fuentes y referencias. No obstante, ninguna de las situaciones
mencionada carece de publicidad, divulgación y conocimiento. Lo que intentamos nosotros es
sumarle una reflexión que surja de las mismas prácticas y testimonios, y que sustituya a la mera
articulación teórico conceptual.
La relación entre violencia, dependencia, encierro y vulneración de derechos parece presentarse con
un articulador epocal por donde pensar muchas de las problemáticas contemporáneas que la
psicología debe afrontar.
Entonces es así que el eje de nuestra indagación es la vulneración del derecho a la Salud Mental en
contextos de encierro carcelario, y su relación con la violencia institucional. Este último interesa
visibilizarlo, como factor determinante para pensar la violencia contra las mujeres: La violencia
estatal y sus múltiples formas de ejercicio (entre ellas la ejercida por sus agentes, pero también por
la lógica misma y estructura de sus instituciones como veremos aquí).
Dicho esto, resta decir que la psicología misma como práctica profesional, en particular, en
contextos de encierros, constituye el otro eje de nuestro trabajo, ya que, como veremos luego,
consideramos que así como la buena práctica profesional protege derechos, libera de la opresión, la
mala praxis, vulnera y oprime directa o indirectamente, por acción y omisión.
Por lo tanto el profesional de psicología desde una perspectiva de Derechos tiene una
responsabilidad ética compleja. Por un lado, proteger al titular de las vulneraciones a su derecho a la
salud. Por otro lado, estas vulneraciones (la cárcel es un ejemplo entre otros, como veremos)
provienen, más a menudo de lo que parece, del estado (violencia institucional) para el cual trabaja
y/o al que debe responder directa o indirectamente el agente. Vemos como el contexto de encierro y
su indagación, permite visibilizar tensiones estructurales al interior mismo de las prácticas
profesionales y su ejercicio (no es exclusivo de la psicología como ya dijimos) y esto facilita el
análisis de la violencia institucional (por ejemplo, contra las mujeres) en otros ámbitos que el
carcelario, en relación con el papel de los profesionales en su protección o vulneración.
Tenemos dos temas entonces, las formas de vulneración de derechos y su distribución poblacional,
como forma de afectación a la salud mental en sentido integral y el rol del psicólogo en esta
dilemática posición frente al estado de situación de las vulneraciones y su reparación.
En muchas oportunidades el conflicto asumirá la forma de, ó cumplir con el estado, o con la
perspectiva de Derechos. Para ello hace falta, lo adelantamos la construcción de una nueva ética de
la práctica profesional, para poder contemplar una practica conforme a la perspectiva de los
Derechos Humanos. En nuestra investigación pudimos corroborar que el conocimiento y uso del
ordenamiento normativo, como en el profesional del derecho, puede en el profesional de la salud,
convertir en herramienta de protección y por tanto de salud, lo que sin una perspectiva y
posicionamiento ético corre riego de convertirse es mera barrera y/o herramienta de vulneración. El
mismo código y lógica del sistema carcelario y del poder judicial que opera como limite para el
profesional de la salud, puede ser usado para el pleno desarrollo de su tarea como promotor de
derechos.
Aquí hay dos cosas, conocimiento de elementos jurídicos y posición ética. Esta última presupone el
interés por la primera, necesariamente e implica una trasformación en la manera de concebir la
práctica psicológica en el contexto de problemáticas contemporáneas.
Presupone este trabajo, que el encierro, es por sí mismo una vulneración grave a la Salud Mental,
sin desconocer que la condición carcelaria, por definición presupone la “privación de la libertad”.
Lo que interesa, no obstante es no confundir ésta condición, con las condiciones en las que debe
transitarse esta etapa, sin eufemismos, según las obligaciones contraídas por nuestro estado en
Tratados y convenciones internacionales en nuestra Constitución Nacional:
Artículo 18: “...las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo
(…) y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos (…) harà responsable al
juez que la autorice...”
Junto a ello es preciso considerar los estandáres internacionales que el Estado se obliga a cumplir.
Para citar entre muchos pactos y compromisos internacionales uno d ellos más recientes hacemos
referencia a las llamadas las “Reglas Mandela” (Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el
Tratamiento de los. Reclusos, del Consejo económico Social de Naciones Unidas – Viena 2015)
En lo que respecta a los estándares mínimos en el Derecho Penal Juvenil consideramos: las Reglas
Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de
Beijing), las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad,
las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre las Medidas no Privativas de la Libertad (Reglas
de Tokio) y las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil
(Directrices de Riad).
En lo que respecta a mujeres el tema lo trabajaremos en detalle más abajo pero podemos mencionar
Reglas de las Naciones Unidas para el tratamiento de las reclusas y medidas no privativas de la
libertad para las mujeres delincuentes (Reglas de Bangkok)
Art. 2: Se consideran parte integrante de la presente ley los Principios de Naciones Unidas para la
Protección de los Enfermos Mentales y para el Mejoramiento de la Atención de Salud Mental,
adoptado por la Asamblea General (...). Asimismo, la Declaración de Caracas de la Organización
Panamericana de la Salud y de la Organización Mundial de la Salud, para la Reestructuración
de la Atención Psiquiátrica dentro de los Sistemas Locales de Salud, del (…) y los Principios de
Brasilia Rectores para el Desarrollo de la Atención en Salud Mental en las Américas, del (...), se
consideran instrumentos de orientación para la planificación de políticas públicas.
Citas
El artículo más citado que reflexionado nos orienta en la importancia de examinar las políticas
públicas, según estos estandáres y no a una mera compulsa teórico conjetural.
En la citada ley la Salud Mental es definida como un Derecho Social, definido desde la perspectiva
de los Derecho Humanos, en particular respecto a la integralidad e indivisibilidad de derechos y su
protección que presupone esta perspectiva particular del Derechos Internacional.
En esta concepción se expresa una historia de avances y retrocesos que en América latina y, sobre
todo, en Argentina, existieron hasta conformarse la perspectiva actual de la Salud mental como
Derecho Social (determinado histórica, social, cultural y económicamente), y su crítica y denuncia a
la relación entre padecimiento mental y exclusión, solidaria del encierro y la violencia institucional
ejercida sobre los titulares de derechos vulneradosCITA
Así considerado el Sujeto de Derecho es Titular de Derecho Internacional, según obligaciones que
voluntariamente los estados nacionales asumieron, conformándose entre el estado y sus
obligaciones de garantía, protección y respeto, y el individuo titular de los mismos, un ámbito de
terceridad y de apelación que se vuelve por sí, relevante y saludable. De este modo corresponde
entender lo que se llama perspectiva de derechos desde el ordenamiento jurídico local que emerge
de estos pactos, y no como mera intención moral o de respecto por la dignidad de la persona.
Aunque surge de la dignidad de la persona humana como valor supremo, se expresa en un
ordenamiento que permita la exigibilidad de las obligaciones comprometidas. Este es el nivel que
corresponde analizar y observar el cumplimiento de obligaciones que garantizan la dignidad de la
persona.
La Ley de Salud Mental se enmarca en lo que podemos denominar leyes de protección integral de
derechos para grupos poblacionales específicos en situación de vulnerabilidad. Es decir, presupone
la perspectiva de Derechos Humanos, su evolución, integralidad e indivisibilidad. Por lo que
derechos civiles como la identidad, el acceso a la justicia, la garantía de procedimientos, la
información y la confidencialidad, la no discriminación y el trato digno, la integridad, no pueden
desligarse del derecho al trabajo, a la educación, para referirnos a la salud mental y la salud en
general. Como mencionaremos más abajo, uno de los claros efectos del paso por el sistema
carcelario es la afectación de la salud en general. Una de las muertes menos visibles que causa la
violación de derechos en las cárceles es la muerte por enfermedad médica. La cárcel mata de esta
forma entre muchas otras, pero es claro que entre las funciones conocidas y no reconocidas de la
cárcel esta la de matar. A esto nos referimos cuando hablamos de encierro y su relación con la
vulneración de la salud : “la privación de la libertad en sentido fuerte”, derivadas de las condiciones
reales y objetivas del encierro. Privación de la que resulta la muerte, la enfermedad o la
sobrevivencia.
Como dijimos, cuando hablamos de la ley nacional de salud mental, hablamos del horizonte
normativo de nuestra indagación.
Este tipo de ajuste normativo ocupa el lugar de cumplimientos con obligaciones pactadas por el
estado nacional en función de invenciones tratados y pactos internacionales (ONU) y regionales
(OEA).
El el caso de la Ley Nacional de Salud Mental, el grupo poblacional especifico son las personas
con padecimiento mental. La integralidad como concepto de la protección del derecho a la salud
mental se expresa en diferentes lugares de la ley.
Para esclarecer el carácter integral de la protección y las perspectiva de Derechos Humanos que
compromete la ley de salud mental, corresponde citar aunque incomode al lector algunos pasajes de
la ley 26657. Ello por una razón, ésta y otras investigaciones que realizamos en los últimos años nos
previene de una realidad similar a la interpretación que comúnmente se realiza de los derechos
humanos como una actitud ética más que jurídica. Comúnmente observamos una defensa
meramente superficial de la ley que termina contradiciendo sus propósitos y un desconocimiento
importante a veces de su cuerpo, y otras, de las consecuencias e implicancias reales de su letra.
ARTÍCULO 1º. “Entiéndese por padecimiento mental a todo tipo de sufrimiento psíquico de las
personas y/o grupos humanos..:”
ARTÍCULO 4°. “Las políticas públicas en la materia tendrán como objetivo favorecer el acceso a
la atención de las personas desde una perspectiva de salud integral...”
Aunque extensa creemos que esta referencia alcanza para enmarcar con claridad, cuando hablemos
luego de derechos, su protección y vulneraciones y el rol que en ellas juega la practica profesional,
el horizonte directriz que corresponde alcanzar y con el cuál puede medirse un estado de situación
real. Comenzando por preguntar si los profesionales de la salud tienen la formación suficiente en
derechos humanos y su relación con la salud mental para no omitir la debida diligencia en sus
acciones, y extender esta pregunta al sistema institucional y su organización hasta llegar a las
políticas públicas correspondientes. Repasando los puntos que resaltamos podemos seguir el
desarrollo de nuestras reflexiones sobre la vulneración al derechos a al salud mental en los sistemas
carcelarios.
Todo ello, evidencia, por ejemplo, que al hablar de Salud, estamos hablando también de trabajo,
educación, salud integral, vivienda, etc. Pero también de acceso a la justicia, de garantías civiles
respecto a confidencialidad, seguridad integral, dignidad…
En este sentido amplio y legítimo lo consideraremos en este trabajo. Es decir, respecto a los
derechos y su vulneración cabe definir para el Estado dos tipos inseparables de responsabilidades.
Las responsabilidades negativas, es decir, el deber respetar el derecho a la salud mental, de no
vulnerar, interviniendo, y las positivas que refieren a las acciones positivas que corresponde,
progresivamente al estado garantizar para proteger la salud mental. Esto incluye políticas públicas
integrales y precisas.
En ese sentido integral nosotros analizaremos la vulneración de la salud mental en los contextos
de encierro, y si bien, como dijimos, no la privación de libertad en sí misma, sino a las condiciones
en las que se transita, como factor vulnerante “perse” de la salud mental y por tanto contrario a las
obligaciones contraídas. No corresponde aquí volver a discutir si esto es, implícitamente, una de las
funciones de un estado de control en vez de un desvío de sus originales intenciones. Corresponde
denunciar y exigir su modificación y contribuir con herramientas a facilitar esta trasformación.
Como hipótesis auxiliar, este trabajo considera que el “encierro”, en particular, las condiciones en
las que se lo transita, como componente relacional e institucional, es un factor predominantemente
vulnerante del derecho a la salud. Sostenemos además que esta relación entre encierro y
vulneración del derecho a la salud se expresa, entre otras formas, en términos de violencia
institucional. Cómo dijimos, creemos que esta modalidad de transito, por y en los contextos de
encierro, no es necesaria, y su mantenimiento o trasformación es lo que debe ponerse en debate y
revisión. Siendo además que las condiciones de encierro se presentan muy por debajo de los
mínimos estandares de garantías y protección de derecho con los que el Estado se comprometió.
Por ello, es de doble interés la crítica pero también junto a ella la transformación de prácticas que en
la actualidad de presentan en múltiples aspectos violatorios de derechos humanos. Muchas de ellas,
resta decir, definidas como prácticas asistenciales de salud.
En otras palabras, puede pensarse que el “encierro” desde sus lógicas y prácticas actuales, diverge
de las normas establecidas o se instala en hiatos normativos, resultando en formas de
sistematización de la violencia institucional en tanto vulneración de derechos y libertades
fundamentales y en particular como vulneración del derechos a la salud mental y su protección y
garantía.
Planteamos así, una hipótesis acerca de que las lógicas de violencia institucional (como la
vulneración del derecho a la salud), expresan también ellas, determinaciones y componentes
históricos, políticos, socioeconómicos, y culturales, y que, al analizarlas, se abre luz sobre
mecanismos, componentes y procesos sociales relacionados a la violencia en general y sus
consecuencias, que redimensionan la delimitación adentro/afuera, que supone el “encierro” y sus
instituciones.
Este último planteo, proporciona un material que contribuye a la consideración de los problemas
relacionados a grupos poblacionales en situación de vulnerabilidad. Entre ellos la temática de la
violencia contra las mujeres, la niñez y la adolescencia. Al mismo tiempo, permite entender las
determinaciones que conforman el lazo naturalizado entre padecimiento mental, violencia y
“encierro”, y a partir de allí, repensar las concepciones de salud y enfermedad que son correlativas
de esta relación y la necesidad y formas de su cuestionamiento y modificación, a través de su
revisión crítica. La inclusión de variables como género, niñez y adolescencia, permitirá vislumbrar
el modo en que estas lógicas están socialmente atravesadas.
Creemos finalmente, que la relación entre violencia, “encierro” y tratamiento del padecimiento
mental, arraiga, entre otros factores, en la relación histórica y cultural establecida entre castigo y
culpabilidad, articulada a su vez a la relación “situación de vulnerabilidad” y culpabilidad. Razón
por la cual las formas de castigo histórica y culturalmente institucionalizadas recaen sobre grupos
poblacionales en situación de vulnerabilidad, a partir de la culpabilización de la victima de
vulneración, sobre la que recae luego, el castigo como proceso de revictimización.
Acordando con ello, de nuestra indagación pudimos inferir que grupos poblacionales como
“mujeres, niños, niñas y adolescentes”, sufren doblemente estas lógicas. La lógica carcelaria.
La protección de derechos, por las mismas lógicas enunciadas (culpabilización, revictimización, etc.)
se presenta en muchos aspectos, como una nueva forma de vulneración, que no sustituye, sino que
se suma a las ya existentes. Por ello en los grupos poblacionales donde se yuxtaponen situaciones
de vulnerabilidad, éstas se multiplican.
La lógica que relaciona castigo, encierro, culpabilización,vulneración del derecho a la salud, y
violencia, recae con mayor fuerza en los grupos supuestamente más protegidos dentro del sistema
institucional de encierro. Los niños jóvenes y mujeres.
Como dijimos ya, esta misma relación se evidencia en la problemática de la violencia contra las
mujeres, como la vulneración que provoca la estructura y lógica institucional de protección del
derecho a la mujer a una vida libre de violencia.
En el caso de los niños también abundan los trabajos sobre el sistema de protección integral de
derechos y las situaciones de vulneración y violación de derechos que esta acarrea. Una de las más
criticadas es la que deriva de las medidas de protección ordinarias y extraordinarias de las oficinas
locales en nuestro país, donde muchas veces las medidas mismas conducen a los fenómenos de
revictimización ya mencionados.
Para sintetizar, es conocido que el estado, participa directa o indirectamente, a travez de sus
instituciones en formas de judicialización, culpabilización y revictimización de la victima que
protege. Lo que mostraremos en nuestro trabajo son algunas formas caracteísticas que sume en el
sistema carcelario.
En este trabajo vamos a ocuparnos de los temas básicos. Por un lado la relación entre las prácticas
de salud mental en contextos de encierro (sus límites alcances y posibilidades), y su relación con la
protección y o vulneración de derechos.
Por otro lado, la situación de vulneración particular en la que se encuentran los grupos
poblacionales mencionados (niños, jóvenes y mujeres) en contextos de encierro, y en función de la
lógica de las prácticas de protección de derechos.
Como síntesis apretada, entre los ejes específicos que se trabajaron se puede mencionar
Como dijimos, considerando que las buenas prácticas de profesionales de la Salud son desde una
perspectiva de Derechos, garantía protección de los mismos y las falencias en ellas por consiguiente,
representan vulneraciones al Derechos a la Salud y a la Salud mental en particular. Luego, cabe
reflexionar sobre el estatuto de estas deformaciones.
Para ello se organizó la mencionada mesa de intercambio, donde según los momentos del año y
temas participaron diferentes equipos institucionales todos ellos ligados o a prácticas psicológicas
profesionales, o al ámbito jurídico y ONG representantes de los titulares de Derechos.
En este contexto es interesante el papel que ocupa, la creación de PRISMA, que incorpora como
novedad la existencia de programas de salud en contextos de encierro carcelario federales, de
profesionales externos al régimen del sistema federal como programa preexistente a las reforma de
la ley Orgánica del Sistema Penitenciario Federal (SPF). Veremos en este apartado como parece
insinuarse como formas y espacios terapéuticos, lógicas que se distinguen y diferencian de los
espacios terapéuticos tradicionales y formalmente reconocidos en el sistema carcelario, de los
cuáles su forma más definida es el psicólogo psicoterapeuta del sistema penitenciario. PRISMA
puede posicionarse como un intermedio entre las formas tradicionales y las formalmente
reconocidas. Ya que representa para la tradición una novedad y para la reforma orgánica del
sistema penitenciario que distingue entre escalafones penitenciarios y o de seguridad y
escalafones civiles profesionales , un antecedente.
La característica del programa PRISMA que después destacamos por el análisis e intercambio de
experiencias con los integrantes de los equipos de trabajo en la mesa interinstitucional es su carácter
de relativa exterioridad, respecto al sistema carcelario (penitenciario) al depender en su calidad de
interministerialidad, sus profesionales, de un modo, del ministerio de justicia y derechos humanos,
separado en esos años justamente , de este, el ministerio de seguridad., y de otra modo del
ministerio de salud. De este modo nuestra mesa de trabajo era también interministerial, y sumaba la
Universidad pública y organizaciones sociales y no gubernamentales. De este modo y en afinidad
con la ley 26657, el trabajo era intersectorial además de interministerial.
De esta manera creemos corresponde pensar y revisar las prácticas profesionales y sus instituciones.
Como síntesis apretada, entre los ejes específicos que se trabajaron se puede mencionar
En esta tarea, hay que decirlo, se expresa según el posicionamiento ético del profesionales y
particular fenómeno. La mencionada tensión existente entre servir a las funciones de agente del
estado, y servir a la protección de garantías de ejercicios de las personas alojadas, hace que en
algunas circunstancias, el profesional especule en la confección del informe, en función de los
intereses de protección que considera justos, y/o debidos.
Es decir, frente a la conciencia del impacto relativo que el informe puede tener en las circunstancias
de encierro de la persona, intenta incidir en estas circunstancias desde la confección del informe.
Esta circunstancia en sí misma implica, como se ve, aceptar el desvío de la legítima y única función
de un informe psicoterapeutico, y los hunde, como dijimos, por el desconocimiento, por el habito o
la costumbre , en la lógica penitenciaria y carcelaria, en el limite de la pericia forense. Dicho sea de
paso, aceptando la falacia de la lógica de beneficios, que hiere de muerte a la perspectiva de
Derechos.
Todo el problema, fácil de divisar, radica en que al hacerlo traspasa los límites de su practica
competencia e incumbencia, y desde el punto de su profesión incurre de inmediato en la figura de la
imprudencia como componente de la negligencia o responsabilidad culposa. Es decir, hace en
función de lo que quiere que suceda y no sigue estrictamente el desarrollo de la buena técnica a la
que debe responder.
Esta última actitud es la que debiera conducir, como lo hacía el equipo de docencia e investigación
de PRISMA, a la revisión crítica de la perspectiva y las modalidades de confección de informes y
no a meros actos aislados, que desde múltiples niveles de desconocimiento, se convierte en
acciones no propositivas y igualmente discrecionales. Es fácil ver como esta discrecionalidad, en el
límite de la legalidad profesional y el paternalismo, reproduce y termina cómplice del sistema y la
lógica que pretende transformar y denunciar. Una de las características que se destaca del sistema
careclario es que el mantenimiento d ellas practicas en la informalidad, o los hiatos de la formalidad
establecida, funcionan a veces como movimientos de trasformación y muchas otras como canales
paralelos de perpetuación del poder y la opresión que vulnera y viole derechos de los alojados. Un
ejemplo de esto lo representa las múltiples formas que que la seguridad de un penal y/o un instituto
de menores se maneja en colaboración con los alojados, pero al margen de la formalidad. De la
misma manera la contención psicológica aparece ligada a espacios, figuras y prácticas que lindan en
lo perverso, ya que por dependencia recaen en figuras que cumplen al mismo tiempo la función del
castigo (por ejemplo el auxiliar de requisa, o el operador en el instituto de menores)
Como planteamos aquí, se trata de trasformar las prácticas a partir del análisis de los hiatos
normativos donde se presentan movimientos progresivos y regresivos, pero en el horizonte de una
organización y sistematización de las mismas que permita su función de contribución respecto de
los derechos involucrados. Es claro que la impericia en la confección de informes, representa una
vulneración plena de derechos, conviniendo que es el Estado el principal y único responsable de la
garantía de derechos, la sistematicidad que se observa en este desvío “típico” de la práctica expresa
sin más una forma identificada de vulneración institucionalmente organizada.
En relación a estas tres leyes y sus relaciones, se plantearon problemas metodológicos concernientes
a los cambios en estos documentos jurídicos sufridos durante el período de esta investigación, que
según lo dicho no dejan de tener injerencia en el análisis propuesto.
Durante el 2016 los tres instrumentos sufrieron las siguientes vicisitudes
a) El anteproyecto, proyecto y promulgación posterior de la ley que crea la AGENCIA FEDERAL
DE REINSERCION SOCIAL Y ADMINISTRACION DE PENAS, y deroga la Ley Orgánica del
Servicio penitenciario Federal Ley Nº 17.236 (texto sustituido por la Ley Nº 20.416)
b) El proyecto de reforma de la ley 24.660 de ejecución penal (Ejecución de la pena privativa de la
libertad)
c) Limitaciones a la vigencia y reglamentación de la Ley 26657 y su decreto reglamentario 603,
expresadas en la resolución 1003/2016 del Ministerio de Salud de la Nación, publicada el 19 de
julio en el Boletín Oficial, que deja sin efecto la 1484, de septiembre de 2015 y en los proyectos de
reforma del Órgano de Revisión Nacional y el Artículo 4 de la Norma.
Todas estas reformas son y fueron objeto de observación y crítica de organismos de derechos
humanos, organizaciones de profesionales y usuarios, por los puntos en que representan, respecto
de la garantía y protección de Derechos aspectos regresivos.
Respecto de las modificaciones a la ley Nacional de Salud Mental las observaciones existen al
interior mismo de su Consejo Consultivo Honorario que debía participar en la aplicación de la
derogada resolución 1484.
En este sentido se trabajó desde los documentos de la normativa nacional e internacional en materia
de protección de Derechos, entre algunos de los documentos. Por caso Declaración de Caracas OPS.
Principios de Brasilia y las “Reglas Mandela” (Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el
Tratamiento de los. Reclusos, del Consejo económico Social de Naciones Unidas – Viena 2015).
seguir
Como planteamos más arriba, existen prácticas definidas como protección que conducen a formas
sistemáticas de vulneración. Un paradigma del paradigma de protección integral de derechos es la
Ley 26061 de protección integral de derechos de niños, niñas y adolescentes, y su referencia a la
Convención sobre derechos del niño.
Derivada de la ley y las políticas publicas respectivas analizaremos brevemente una situación muy
significativa que surgió de nuestros encuentros interinstitucionales. La situación de los llamados
institutos de menores, o institutos socioeducaitivos.
En este apartado analizaremos la situiación presnetada por la perocuración penitnciaria nacional,
respecto a los Institutos d emenores dependientes de la Secretaria de Niñéz,. Adolecencia y Familia.
Presnetamos una breve reseña del contexto
En la Recomendación 856 del 16 de febrero del 2017, la Procuración dice tomar conocimiento que
en los establecimientos de régimen cerrado donde se alojan niños, niñas y adolescentes privados de
libertad en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se llevan adelante registros con
pràcticas invasivas, humillantes y degradantes que implican graves vulneraciones de derechos, tanto
para detenidos o vistitantes (citar) (citar Asociación Civil de Familiares de Detenidos en
Cárceles Federales ACIFaD) y que por ello es “imperioso” reglamentar y adecuar los
procedimientos de registro a los estándares internacionales en la materia.
Sobre el tema de los registros y requisas, la Procuración, siguiendo sus funciones y facultades, entre
las que se encuentran, las de proponer medidas, realizar advertencias, recomendaciones e
investigaciones y sugerir reformas para hacer más efectiva la vigencia de los derechos humanos de
los que son sus titulares (art. 20 Ley procuración penitenciaria 28875), tiene realizada varías
recomendaciones.
Las recomendaciones van desde el tema de la requisa de objetos (373/PPN/94); requisa corporal y
vegatorias a visitantes ( 373/PPN/97 y 654/PPN/06); inspección vaginal (22/PPN/00 y 638/PPN/06);
desnudo total (88/PPN/01); agravios a familiares (436/PPN/03); la puesta en conocimiento los
critreios sentados por el Comité contra la Tortura respecto a requisa deningrantes (606/PPN/06).
Entre las acciones la PPN solicitó en varias oportunidades formalmente la derogación d ella guía de
procedimientos de la función de requisa, y la conformación de una mesa de Diálogo entre diversos
actores que trabajan en la temática carcelaria, con el objeto de establecer una normativa nueva,
sobre l eregistro de visistrantes y prsonas detemnidas que se ajuste a los paràmetros internacionales
que incluya la ultilización d eaparatos tecnológicos.
En el 2007 la PPN realizó la primer inpección sobre malos tratos y torturas en càrceles federales,
publicada en el 2009 “Cuerpos Castigados” , un trabajo pionero en visibilización que resacto las
voces de las personas encarceladas.EN el 2009 y 2010 se realizaron seguiminetos de la información
y se verificó el aumento de la tortura “proyecto de seguimineto y actualización sobre malos tratos
físicos y torturas en cárceles federales”
A esto se suma los informes del Observatorio de Cárceles federales de la PPN , allí se incluye entre
otras prácticas, la desinsetivación de las visitas a las personas detenidas, donde se incluyen
maltratos como recortes del tiempo establecido, hasta sustracción y rotura de mercadería, y requisas
personales denigrantes.
Para sintetizar, en el 2016 la PPN elevó al poder legislativo, una propuesta de modificación de los
artículos 70 y 163 de la ley de ejecución penal 24660, y sostiene que los registros personales de
personas detenidas y de sus familiares como la requisa de instalaciones constituyen practicas que
provocan vulneración de derechos.
La propuesta elevada incluye estandáres y buenas prácticas penitenciaria contendidas en las
“Reglas Mandela”, “Reglas de Bangkok” y el “principio de buenas prácticas sobre la protección de
las personas privadas de libertad en las Américas”
Las Reglas Mínimas para el tratamiento de Reclusos han sido reconocidas por la Corte Suprema
como contenido operativo de manda constitucional de “cárceles sanas y limpias”
Respecto al tema de las requisa se menciona las Reglas de 50 a 53.
De las reglas Bangkok referida al trato de mujeres se destacan las Reglas 19, 20 y 21.
Estas y otras normas afines deben ser “pisos mínimos” para el diseño de procedimientos de
registros.
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recordar tema de objetos personales