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PALACIOS, PALACETES,

GRANDES RESIDENCIAS.

LUCÍA E. CALCAGNO
MARTA E. FEIJOO
JUAN M. BORTHAGARAY

A. Fotografía actual del antiguo palacio Anchorena·


Castellanos, construido por Alejandro Cristophersen
entre 1905 y 1909. Forma el costado noreste de la Plaza
San Martín; sobrevive como sede de la cancillería.

B. Vista exterior y reja del Palacio Errázuriz-Alvear,


construido por René Sargent en 19n, sobre Avenida del
Libertador (entonces Avenida Alvear). Sobrevive como
Museo Nacional de Arte Decorativo.

C. Gran hall del Palacio Errázuriz-Alvear, sin duda el


más imponente y logrado espacio interior palaciego
sobreviviente.

D. Fotografía actual del antiguo Palacio Paz-Gainza,


construido por Sortais, Gainza y Agote entre 1902 y
1914. Forma el costado sudoeste de la Plaza San Martín;
sobrevive como sede del Círculo Militar.
11 e

D
Lucía E. Calcagno arquitecta FADU-UBA. Investigadora UBACy T - Programas ALFA e ICCTI. Profe-
sora regular adjunta CBC. Ex miembro del Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales, GCA BA repre-
sentante SCA. Miembro del equipo del Proyecto "Master Internacional en Ciudades Históricas y
Patrimonio Mundial", UPV Valencia. Coordinación Proyecto "Rehabitar·, rehabilitación de grandes
conjuntos habitacionales.

Marta E. Feijóo arqu itecta FADU-UBA, Coautora libro "Guía de la arquitectura de Buenos Aires".para
FADU-UBA. Prem io "Barrios Porteños con Historia", Revista "Todo es Historia". Coordinadora Semi-
narios Forum UNESCO-Universidad y Patrimonio. Artículos en revistas especializadas y en formato di-
gital para el diario "Clarín". Investigación de áreas de protección histórica para el Gobierno de la Ciudad.

Hacia r88o, nace en el mundo una clase que, por su poder económico, buscó diferenciarse
copiando el estilo de vida de la burguesía francesa , que tomó como el más inequívoco signo
de aristocracia. Así, pasaron de la sencillez republicana al lujo ostentoso. La influencia cul-
tural de Francia, con los ideales de democracia y libertad, razón y progreso, fueron acep-
tados y compartidos. La admiración por el arte y la cultura francesa eclipsó nuestras
tradiciones hispanas, que retrotraían a la Colonia. Se trató de dejar de lado todo lo criollo,
que refería a la época de Rosas. Las clases más adineradas abandonaron las casonas de pa-
tios de los barrios de Catedral y se trasladaron a residencias de varios pisos, sobre la Calle
Florida, primero, y más al norte, después. Este desplazamiento del gusto estético derivaría
en términos de "barbarie" y "civilización". A partir de entonces el patrimonio de las Bellas
Artes seguiría las corrientes francesas; la infraestructura y el equipamiento reflejarían la
influencia británica.
A la falta de terrenos que pudieran dar el mayor lucimiento a estas nuevas construcciones,
se crearon espacios urbanos, como la Plaza San Martín, la Avenida Alvear y la actual Pla-
zoleta Carlos Pellegrini. Los palacios cumplieron su rol dentro de la competitiva vida social
local, y en el agasajo de visitantes ilustres, se disputaron el honor de recibirlos. Los palacios
tuvieron su nicho temporal que coincidió con aquella que algunos llamaron "Belle Epoque",
que vio su ocaso con la gran Guerra de 1914-r8, con el derrumbe de los imperios y terminó
definitivamente con La revolución bolchevique de 1918 y el gran crack económico de 1929.
Desde entonces, los palacios, tanto en el mundo como en Buenos Aires, sobrevivieron
como sedes de instituciones públicas, museos y embajadas. Entre nosotros, recientemente,
hemos visto un caso de supervivencia a través de una conversión comercial inteligente en
el caso del Palacio Duhau.
PALACIOS, PALACETES, GRANDES RESIDENCIAS
Lucía E. Calcagno 1 Marta E. Feijoo 1J uan M. Bortha garay

Un tipo excepcional
Los palacio·s y grandes residencias fueron las casas de los potentados. Como
tales, su cantidad estuvo limitada a los pocos dueños de las fortunas necesarias
para construirlos y, sobre todo, para mantener el tren de vida que estos transplan-
tes de los grand hotels particuliers parisinos demandaban. Pero, además, su nú-
mero se vio restringido por la muy escasa disponibilidad de terrenos adecuados
que, a pesar de los sucesivos esfuerzos municipales para aumentar su oferta con
la apertura de la Plaza San Martin y la Avenida Alvear, pronto se agotaron y no
los hubo a ningún precio, por elevado que fuese.
¿Qué justificarla entonces la inclusión de esta categoria junto con las demás que
se tratan en esta recopilación que, ellas sí, se reiteraron en cantidad, tiempo y es-
pacio lo suficiente como para perfilarse como verdaderos "tipos de las casas" de
Buenos Aires?
Es que, a través de la divulgación de algunos de los rasgos de los palacios que lle-
garon hasta los petit-hotels, y a través de ellos hasta los departamentos, estos sí un
tipo de casa predominante en la ciudad, los palacios han dejado su marca. Por sí
solos, a pesar de los pocos que se construyeron, y de la mínima cantidad que so-
brevivió gracias a su conversión al uso público o diplomático, son importantes
hitos en el paisaje urbano. Los petit-hotels, y luego los departamentos, reflejaron en
la disposición interna, aunque en su mínima expresión, el modo de vida nuevo que
los palacios trajeron. Pero además en su cara exterior, de puertas, halles de entrada
y fachadas, impusieron modelos que perduraron en las casas de departamentos
que se levantaron sobre las avenidas, donde dejaron importantes huellas en el pai-
saje urbano. Vale la pena, por tanto, su tratamiento en este capítulo.

Una nueva clase social


Surgió en Buenos Aires una nueva clase social, cuyos integrantes sintieron un
fuerte atractivo por la cultura francesa y, en los frecuentes viajes a París que sus
fortunas les permitían, quedaron deslumbrados por el brillo de la vida en la
"Ciudad Luz" , con su vértigo de visitas a las grandes tiendas, paseos cotidianos
a las carreras de caballos y al parque del Bosque de Boulogne, veladas en la
Opera y recepciones sociales. Hoy nos permitimos contemplar con un dejo de
sorna el deslumbramiento de estos recién enriquecidos estancieros, pero la
burla se extingue cuando pensamos que, a la vida brillante de París, tan bien
pintada en las novelas de Proust y Zola, entre otros, también pugnaban por
entrar potentados venidos de todos los rincones del planeta. Miembros de la
aristocracia europea, fogueados en las cortes imperiales, y hasta alguna testa
coronada, estaban tan encandilados co~o los estancieros.
Todos trataron de llevarse de vuelta algo de Paris en sus baúles y reproducir la
"Ciudad Luz" en casa. No es exagerado decir que, en ese momento, casi todas
las ciudades del mundo trataron de imitar a Paris, pero que pocas lo lograron
con tanto éxito como Buenos Aires que, con su Hipódromo, Bosques de Pa-
lermo, Opera, avenidas y arquitectura en general, llegó a ganarse el apodo de
"Paris en América" . Los palacios fueron piezas importantes de esta estrategia.
Para los nuevos millonarios argentinos, una visita a arquitectos franceses daba
la posibilidad de comprar un proyecto y su documentación para emular un edi-
ficio admirado. De retomo a Buenos Aires, se contrataba un arquitecto local
para que construyese fielmente y con todos sus detalles "su palacio" preferido.
La fecha de 188o fue fundamental en nuestro proceso histórico, ya que separó
la vieja Argentina, de la nueva.

LAS MANZANAS, LOS LOTES y LAS CASAS 59


1/ Revista " Buenos Aires nos Los cambios dentro del modernismo, que comenzaron a esbozarse a lo largo del
cuenta" Recoleta 11, pp.6. siglo XIX, hicieron eclosión hacia fines del siglo y se extendieron hasta las pri-
2/ Ver Calcagno, Lucia y otros meras décadas del XX.
en Guía de la Arquitectura Comenzó a perfilarse "... Un grupo social que, basado en su poder económico, buscó
de Buenos Aires, Edic. diferenciarse, adoptando un estilo de vida semejante al de la burguesía francesa que in-
Gagilanone, Buenos Aires, genuamente tomó como el más inequívoco signo de aristocracia. Así se pasó de la sen-
1992. cillez republicana al lujo ostentoso de esta nueva clase social..."'
3/ Alberto Dodero y Philippe En la arquitectura comenzaron a evidenciarse nuevas influencias europeas,
Cros "Argenttna, los años que sustituirían a la española y la italiana. A partir de entonces quedó definido
dorados 1889 a 1939" grupo que el patrimonio de las Bellas Artes seguiría de manera predominante las co-
)es ha S.A. pfedit El Ateneo- rrientes francesas, mientras que la infraestructura y el equipamiento refleja-
Buenos Atres, Octubre 2004. rían el modelo británico.
4 / Gutterez, Ramón, Gutierrez La influencia cultural de Francia oclWÓ un lugar muy importante en la confor-
Saldtvar, Ignacio, " Buenos mación del modernismo argentino. Los ideales de democracia y libertad, y de
Aires Obras M onumentales", la razón y el progreso, fueron ampliamente aceptados y compartidos. La ad-
Zu rba ran Ediciones, Buenos miración por el arte y la cultura francesa en general, que simbolizaba todos
Aires 1997, página 116. aquellos valores, se ejercerá en desmedro de las tradiciones artísticas de inspi-
ración hispana, que retrotraían a la Colonia, y a todo lo criollo, que hacía recor-
dar a la época de Rosas !
Las clases más adineradas abandonaron las casonas de patios de los barrios de
Catedral y se trasladaron a residencias de varios pisos, de estilo italianizante,
sobre la Calle Florida, al principio, y más al norte, inmediatamente después. En
un país de antinomias, este desplazamiento del gusto estético pareció encua-
drarse en términos de "barbarie" y "civilización".
Según Miguel Angel Cárcano, "La aristocracia terrateniente, con la valorización de
sus tierras y sus ganados, no se resigna a vivir en las modestas casas coloniales de doble
patio y techo de tejas, o en los más modernos edificios de dos pisos, al estilo italiano.
Se lanza a construir mansiones y palacios al estilo francés; la sociedad porteña enri-
quecida reclama otros escenarios para exhibirse. "J

El Palacio Miró, un ejemplo precoz


Este palacio no respondió al tipo parisino. Obra de los arquitectos Canale, padre
e hijo, importados de Italia y que nos dejaron varias obras de importancia, el
Miró respondió al tipo de villa italiana, cuyo carácter agreste y pintoresco estuvo
reforzado por un extenso jardín circundante, lleno de sorpresas.
Uno de los primeros en llegar, el Miró también fue uno de los primeros en irse,
víctima de su extenso jardín y de su privilegiada ubicación. Fue demolido en
1937, para dar lugar a la ampliación de la Plaza Lavalle.
Los huecos de Buenos Aires, donde antaño se acumulara basura, y en algunos
casos habían sido enterraderos durante las epidemias, se convirtieron en pla-
zas, embellecidas por diseños del paisajista Carlos Thays, él también impor-
tado de Francia.

Plaza San Martín y Avenida Alvear,las ubicaciones preferidas


Los grandes palacios construidos en Buenos Aires a principios del siglo XX se
ubicaron frente a espacios abiertos, como la Plaza San Martín, donde encontra-
ban la amplitud necesaria para jerarquizar su perspectiva.
Se habían formado comisiones de vecinos que se abocaron a convertir los huecos
en plazas, mediante la selección de proyectos que contribuyesen a enriquecer
distintas áreas de la ciudad. El espacio abierto, que ya existía con el nombre de
Campo de Marte, fue objeto de un concurso que Nicolás Canale ganó en r856.
La plaza San Martín, que recibió su actual nombre en r876 y era llamada antes
del Retiro, y mucho antes Plaza de Marte, es una de las más antiguas de la ciu-
dad, llegó a ser con el tiempo el paseo preferido de la aristocracia porteña que
concurría "a escuchar las bandas militares, apreciar carreras de velocípedos y en los
veranos encontraba un sitio ideal para refrescarse con la brisa del río".4

60 HABITAR BUENOS AIRES


La plaza recibió un adecuado tratamiento paisajístico. En 1862, el espacio de la
plaza fue enriquecido con el monumento al general San Martín, obra del escultor
Joseph Daumas, que marcó el inicio de una serie de importantes piezas quemo-
numentalizarían a la Ciudad.

Palacios en el entorno de la plaza San Martín


La casona de la familia Pereyra lraola
En el entorno de la plaza se levantó, hacia fines de 188o, en la esquina de las ca-
lles Esmeralda y Arenales, la residencia de la familia Pereyra Iraola, obra del ar-
quitecto Ernesto Bunge. Edificada en dos plantas, contaba con lujosos ambientes,
biblioteca, sala de música, pinacoteca, sala de juegos y laboratorio fotográfico,
entre otros ambientes, además de muchos dormitorios para la extensa familia,
y estaba rodeada por un generoso jardín. A pesar de su extensa superficie, y can-
tidad de ambientes fue, más que palacio, casona, que respondía al despojado
tipo italianizante cuya moda fue previa a la de los palacios. Se vendió y fue de-
molida en 1968, sólo queda un árbol de importante porte sobre Esmeralda que
fue respetado por decisión municipal. La subdivisión del patrimonio familiar a
través de herencias en varias generaciones, los costos de mantenimiento, y la va-
lorización del extenso terreno, llevaron a su venta. En ese lugar se levanta una
torre de oficinas del Ministerio de Relaciones Exteriores.

El Palacio Anchorena-Castellanos, hoy Palacio San Martín


Verdadero palacio, en todo sentido, es el vecino del anterior, sobre la Calle
Arenales, del otro lado de la Calle Esmeralda; que fue proyectado por el arquitecto
Alejandro Christophersen, y construido entre los años 1905 y 1909.
Hacia fines del siglo XIX la familia Anchorena decidió cambiar su residencia en
el centro de la ciudad por un sitio de mayor prestigio, y compró un importante
solar frente a la Plaza San Martín que había pertenecido a Simón Pereyra. La se-
ñora Mercedes Castellanos de Anchorena eligió al arquitecto Alejandro Christo-
phersen para diseñar el palacio donde vivirían sus hijos Aarón, Emilio y Enrique.
Era su deseo inaugurarlo para el año del Centenario de la Revolución de Mayo,
para rendir homenaje a la infanta Isabel de España, pero la residencia no estaría
terminada para la ocasión. Sin embargo, tuvo la oportunidad de agasajar en la
planta noble de su palacio al maharajá de Kapurtala en la visita que realizara al
país años más tarde. (Figura A, ver apertura de capítulo) .
Esto merece un párrafo aparte. Los palacios, además del rol local de albergar
la vida social que relacionaba a las familias más poderosas entre sí, y las dife-
renciaba del resto, fueron piezas decisivas en las competencias sociales locales
en las que estas familias trataban de ser los anfitriones elegidos cuando llega-
ban visitantes ilustres, cuyos máximos exponentes fueron la infanta, el príncipe
de Gales, el maharajá y que culminó en ocasión del Congreso Eucarístico In-
ternacional, cuando nos visitó el cardenal P~celli , futuro papa Pío XII. Enton-
ces, hasta llegaron a trenzarse damas que habían sido distinguidas con títulos
de marquesas pontificias. En este caso, t la vanidad social y al noble celo pa-
triótico se sumaba además el ingrediente piadoso. Resultó triunfante, a la pos-
tre, la señora Harilaos de Olmos, que ofreció, además de confort, privacidad,
poniendo a disposición del Monseñor todo el palacio de la esquina de Avenida
Alvear y Rodríguez Peña, actual Casa de la Cultura, reacondicionado al efecto.
La mera y mezquina vanidad por haber derrotado a los pares palaciegos en
estos torneos, a veces feroces, para alojar las tan preciadas presas, encontraba
un paliativo al autojustificarse por haber cumplido la noble misión patriótica
de demostrar ante los potentados del mundo, "que no éramos indios" y lo equi-
vocados que estaban "si creían que todavia vivíamos como en el tiempo de la
colonia o en la época de Rosas".
El encargue que recibió Christophersen por parte de doña Mercedes, fue destinar
una vivienda a cada uno de sus hijos varones, porque a su hija Matilde ya le había

LAS MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS 61


regalado, cuando se casó con Carlos Ortiz Basualdo, otro palacio ubicado en
Maipú y Arenales, también frente a la Plaza San Martín. Este segundo palacio fue
habitado por descendientes de la familia hasta fecha reciente, cuando fue demo-
lido para construir las oficinas de American Express.
Volviendo al Palacio Anchorena-Castellanos. Su proyectista, el arquitecto
Alejandro Christophersen, formado en la Academia de Bellas Artes de París ,
llegó al país cuando tenía 2r años, tuvo una larga y fecunda carrera, en la que con-
cretó muchas obras de importancia que le dieron gran prestigio. Sobresalió no
solamente en la arquitectura palaciega, en la cual sin duda alcanzó su máximo ex-
ponente con esta obra, sino con numerosas residencias, petit-hotels, casas de depar-
tamentos y hasta el exótico Templo Ortodoxo Ruso.
Debió adecuar el proyecto a un plan de usos que no resultaba sencillo, para lograr
la privacidad necesaria para cada una de las familias que lo habitarían. El partido
se resolvió con una serie de volúmen~. uno central sobre la Calle Arenales, des-
tinado a Enrique y familia, y dos laterales. La familia de Emilio residió sobre Are-
nales y Basavilbaso, mientras que Aarón y su madre habitaron en la esquina de
Arenales y Esmeralda.
El palacio consta de un fuerte basamento donde fueron localizadas las áreas de
servicio. Un ágil movimiento preside la planta noble y se continúa en el piso su-
perior destinado a las dependencias privadas. El conjunto está coronado con fuer-
tes mansardas, donde están las dependencias destinadas al personal de servicio.
Exteriormente, sobre la mansarda, se destacan los volúmenes correspondientes
a las chimeneas, con un ritmo muy marcado.
Para la fachada, premiada en el año I9IO, Christophersen aligeró el movimiento
de los volúmenes diseñados dentro del academicismo francés por medio de un
tratamiento escultórico. Para el desarrollo edilicio se utilizaron elementos del
clasicismo como frontón, columnas y pilastras de fuste acanalado, rematadas
con capiteles, a veces jónicos y, otras, corintios.
Al atravesar el gran pórtico de entrada, uno de los elementos más logrados, se
llega al patio de honor de forma ovalada que constituye el centro de los tres de-
partamentos familiares, de características bien diferenciadas. Un par de escali-
natas inician allí su recorrido hasta alcanzar la planta de acceso a las residencias,
que sólo comparten algunas áreas.
Entre los ambientes del palacio merecen destacarse el jardín de invierno, a juicio
de muchos el elemento más logrado, la rotonda de la planta noble y el salón do-
rado. La decoración de los ambientes responde a distintos estilos, todos acordes
con la tónica general.
El palacio acogió varios acontecimientos notables, como la fiesta ofrecida en 1916
para celebrar el Centenario de la Independencia, en la que homenajearon a
Tomás Manuel de Anchorena, que había sido, como diputado por Buenos Aires,
uno de los firmantes del acta. La última fiesta familiar se dio para el casamiento
de Leonor Anchorena con Alejandro Luro, que fue el que gestionó la venta del
palacio. Con ella terminó su vida como casa de familia, que duró so años, lapso
que parece breve visto el enorme esfuerzo que implicó su construcción y equi-
pamiento, pero que resulta relativamente largo si lo compararnos con el ciclo re-
sidencial de otros palacios porteños.
Además, en la casa se firmó el tratado de paz entre Bolivia y Paraguay, que puso
fin a la Guerra del Chaco y le valió a nuestro canciller un Premio Nobel de la
Paz. El acontecimiento se anticipó al destino que le daría el Estado Nacional
cuando lo adquirió, por la suma de r.soo.ooo de pesos. Entonces fue declarado
sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, y desde entonces lleva el nombre
de Palacio San Martín. El nombre del palacio se ha convertido en sinónimo de
nuestra Cancillería, al igual que lo que pasa con sus colegas Itamaraty, para
Brasil y Quai d'Orsay, para Francia. Su estructura y estilo fueron respetados, a
pesar de haber sido objeto de varias ampliaciones en lotes linderos sobre las ca-
lles Esmeralda y Basavilbaso.

62 HABITAR BUENOS AIRES


(Figura 1) (Figura 2) (Figura 3)

Algunas anécdotas cuentan que, en sus dependencias, vivieron tres cancilleres, Figura 1: Fachada del Jardín.
José Maria Cantilo, Enrique Ruiz Guiñazú y Jerónimo Remorino. Palacio Paz.
Figuras 2 y;: Escalinata en el
El Palacio Paz- hoy Palacio Retiro- Círculo Militar Hall de Entrada. Palacio Paz.
Al otro lado de la plaza, ocupando toda una manzana triangular sobre la Avenida
Santa Fe y las calles Maipú y Marcelo T. de Alvear se yergue el otro colosal ejemplo
sobreviviente de los palados porteños, levantado por don José C. Paz, que falleció
antes de poder habitar esta formidable residencia (FiguraD, ver apertura de capítulo).
Paz compró, en una visita a la Exposición Internacional de 1890, durante su
desempeño como embajador en Francia, unos dibujos al joven (pero ya renom-
brado por varios premios que había recibido) arquitecto francés Henri Sortais,
y encargó el desarrollo del proyecto y construcción a los arquitectos locales
Gainza y Agote, que ya le habían construido el edificio de la Avenida de Mayo
para su diario "La Prensa".
En el gran esfuerzo que entrañó la construcción del palacio,la vanidad social es-
tuvo acompañada por la vanidad cívica de Paz, que buscó, con un edificio de su
propiedad, embellecer un costado del espacio urbano altamente significativo de
la Plaza San Martín (Figura 1).
Paz no llegó a habitar su palacio, pero sí lo hicieron su esposa y sus hijos Zelmira
y Ezequiel. Como en el caso del Palacio Anchorena, albergó tres departamentos
independientes, para cada uno de ellos. Estuvo habitado por la familia durante
un breve período de 25 años. Sus salones se abrieron en contadas oportunidades,
aparte de las recepciones en honor del príncipe de Gales y el maharajá de Kapurtala,
que fueron sus ocasiones más gloriosas (Fig¡;ras 2 y J).
La supervivencia del excepcional palacio se debe a que fue adquirido, para ser sede
del Círculo Militar, por el Estado Argentino, ~ante la presidencia del general Justo.
Dos instituciones públicas del Estado proveyeron los nuevos usos que manten-
drían con vida a estos dos notables hitos, sorpresas en el espacio urbano, y sin
los cuales cuesta imaginar a la Plaza San Martín (ver Figura D de la apertura del
capítulo "Un cambio copernicano").

La Avenida Alvear
Un progresivo desplazamiento hacia el norte sobrevino, debido a las preferencias
de la gran burguesía para edificar sus residencias, en los terrenos que estaban
sobre la barranca del Río, desde donde podían disfrutar de vistas despejadas y re-
frescantes brisas. En ese lugar existía la posibilidad de comprar terrenos espacio-
sos que permitieran cumplir con los extensos programas que requerían las
mansiones con las que soñaban.

.AS MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS 63


Figura 4: La Avenida Alvear. Este gran cambio se produjo al ser federalizada la ciudad de Buenos Aires en
Foto de la época. 188o. El primer intendente, Torcuato de Alvear, y su arquitecto, Juan A.
Figura 5' Plaza Intendente Buschiazzo, fueron los autores de importantes cambios en la ciudad, como la
Alvear. apertura de la Avenida de Mayo, la avenida Alvear y la urbanización del barrio de
Figuras 6 y 7: Plazoleta Car- la Recoleta, donde "... La subdivisión de la tierra rompió la cuadrícula original del
los Pellegrini. plano de Caray al trazarse a 45° con respecto a aque1la, con la idea de que ésta siguiese
Figura 8: Monume']tO a enfrentando a la costa a lo largo del Río y se acomodase a las pendientes naturales... "5
Carlos Maria de Alvear, sobre Existían residencias con características suburbanas sobre la Avenida Alvear, ya
la plataforma diseñada por el abierta en su totalidad y enlazada con el camino a Palermo, a través de la "Bajada
Arq. Bustillo. Grande de la Recoleta", obras ambas encomendadas por el presidente Roca al in-
tendente Torcuato de Alvear. Éste cumpliría la orden con gusto, deseoso como es-
taba de homenajear a su padre, el director supremo Carlos María de Alvear. Se
impuso luego el nombre Alvear a la avenida abierta en la Recoleta, a la bajada y al
camino a Palermo que permitirían emtlar el ritual parisino del paseo cotidiano al
bosque, abierto como parque público en el área donde estuvo el "Versalles porteño"
de Rosas. La brillante procesión -se haría a todo lo largo de la Avenida Alvear. Este
primer intendente de Buenos Aires dispuso que la amplitud de los predios sobre
la avenida fuese tal que permitiera construir residencias de un tamaño y lucimiento
similares a las que admirara durante sus viajes a la capital francesa (Figura 4)-
Las viviendas de características suburbanas fueron reemplazadas rápidamente por
obras importantes de dos o más pisos, que configurarían hileras de palacios, varios
de los cuales tuvieron frente sobre la avenida, con contrafrente a jardines escalona-
dos sobre la barranca, que se extenderían hasta llegar, allá abajo, a la calle Posadas.
El sector se terminó de configurar cuando la Municipalidad adquirió nuevos te-
rrenos; uno de ellos conocido como "Belvedere" ubicado entre Alvear, los jardi-
nes de la Recoleta y la calle Posadas, hoy Plaza San Martín de Tours (Figura 5).
Esto ocurría en 1909. 6 Tres años más tarde, en el otro extremo de la Avenida
Alvear en la intersección con Cerrito y Libertad, otro terreno comprado por la
Municipalidad posibilitó diseñar la plazoleta Carlos Pellegrini (Figuras 6 y 7) _
Esta plazoleta está rodeada por un marco espectacular: el palacio Ortiz Basualdo,
desde 1939, sede de la Embajada de Francia, el Palacio Pereda, desde 1945 sede
de la Embajada de Brasil, y el Unzué de Casares, desde 1960 sede social del Joc-
key Club, que enfrenta a su fundador, Pellegrini, presente en el monumento en
la plaza homónima. También forma parte del marco la ex residencia Atucha,
obra del arquitecto Sergent, que perduró dividida en departamentos.
La apoteosis urbana del apellido Alvear continuaría con la imposición, años más
tarde (1896) del nombre de Intendente Alvear, a la plaza ubicada entre la bajada
y la Iglesia del Pilar. Se llamarían también Avenida Alvear la bajada, y el camino

(Figura4) (Figura 5)

64 HABITAR BUENOS AIRES


(Figura 6) (Figu ra 7) (Figura 8)

a Palerrno hasta su intersección con la Avenida Dorrego, a partir de la cual toma- s/ Este terreno originaria·
ría el nombre de Avenida Vértiz. El arranque de este nuevo tramo de la Avenida mente fue destmado por don
Alvear iba a quedar presidido por el propio director supremo Carlos Maria de Juan de Garay al Alcalde
Alvear, que la contempla como jinete del grupo ecuestre del afamado escultor Rodngo Ort1z de Zárate,
francés Bourdelle, al tope de una masa escultórica de albañilería y granito, cuyo cuando se repartieron las tie·
conjunto (inaugurado en 1926) por emplazamiento espectacular y calidad, es la rras fuera de la planta urbana
pieza monumental mayor de la ciudad (Figura 8). y del ejido, el
Posteriormente, el avance continuó hada el norte, avalado por los sucesivos in- 24 de octubre de 1580. Citado
tendentes, todos de la gran burguesía, que dieron prioridad al embellecimiento por Alfredo Taullard en
de este sector, donde se abrieron nuevos jardines y plazas, notablemente la Plaza "Los Planos más antiguos de
Bartolomé Mitre, que aloja otro de los hitos de mayor calidad escultórica de la Buenos Aires." 1580-1880.
dudad. La prolongación de la Avenida Alvear abrió nuevas oportunidades para pp.13-
levantar palacios con emplazamientos espectaculares. Tanto celo urbanístico 6/ Ver versión Taquigráfica
municipal, combinado, en lo arquitectónico, con el esfuerzo patriótico de los mi- de la 5•. Sesión Ordinaria del
llonarios empeñados, a través de la construcción de sus palados, en demostrar 2do. Período. 24 de Septiem-
"que no éramos indios", a la postre, iba a rendir sus frutos. bre de 1909 en "Concejo
Uegó un momento en que alguien, en 1925, pudo decir, de esta suntuosa área Deliberante No. 32", pp-361.
"...Aquello es aristocrático, pulido, artístico y magníficamente bello ... los palacios 7/ Citado en "Argentina.
aúnan la grandeza, el lujo ..." la arquitectura mezclaba todos los estilos: "... man- Edición Especial en Home-
siones que evocan Chateaux en Espagne ... trianones escondidos entre espesuras ... cot- naje a S.A.R. el príncipe de
tages cuyas paredes son de enredaderas" ... acerca de la escena urbana se decía "hay Gales con motivo de su visita
en esas calles ... una discreta semisoledad de buen tono ... el comercio apenas profana a la República Argentina"
con tal o cual negocio aislado la pompa de las manzanas patricias... el resto de aquel PP-42/43·
entorno es una región de palacios yjardines, con que la capital argentina puede man-
tener airosa su "aigrette" de gran ciudad mundial"_?
Pero fuerza es reconocer que la fuente: - "Argentina. Edición Especial en home-
naje a S.A.R. el príncipe de Gales con motivo de su visita a la república Argen-
tina n - es harto sospechosa de autocomplfcencia.
Además, bastaba alejarse un poco de esta suntuosa escenografia para que la ilusión
se desvaneciese. Pero, después de todo, ¿no presentaban todas las grandes capita-
les, Berlín, Viena, Londres, Nueva York y hasta la misma París (sí, París) tantas
áreas a las que la gente prudente y de bien, sabía que era un error asomarse?
La Avenida Alvear tomaría la configuración que aún hoy puede verse en la cuadra
entre Montevideo y Rodríguez Peña, donde sobreviven una pintoresca villa de es-
tilo ciertamente no afrancesado (Figura 9) de cuyo jardin emerge la copa de un
árbol portentoso, cuyas ramas atraviesan la avenida, en un singular hito del pai-
saje urbano, hasta tocar la fachada del palacio de enfrente, que sobrevive como
Casa de la Cultura (Figura 10). En la otra esquina, con un extenso frente sobre
Alvear, un frente igual sobre Posadas y toda la cuadra sobre la calle Montevideo,
perdura otro notable palacio gracias a que hoy es sede de la Nunciatura Apostólica.

LAS MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS 65


Palacio Duhau, actual Hotel Hyatt
En el centro de la cuadra, sobre la misma vereda, en Avenida Alvear 1671, se le-
vanta el Palacio Duhau, obra del arquitecto Leon Dourge, construido en 1932 y
por lo tanto, ya fuera de época (Figura 11).
Porque el ciclo vital de los palacios, no sólo en nuestra ciudad, sino en el mundo,
coincidió con la que se dio en llamar Belle Epoque, término que alcanzaría gran
consenso entre quienes estuvieron más cerca del vértice de la pirámide social y,
por ende, en las mejores condiciones para disfrutarla. Para quienes estuvieron
más cerca de la base, y que sufrieron sangrientas represiones cuando trataban de
mejorar su situación, el adjetivo elegido hubiera sido cualquiera menos Belle. La
Gran Guerra de 1914/1918 marcaría su ocaso, con los derrumbes del Imperio
Alemán, el Austro Húngaro y el Otomano. El certificado de defunción defmitivo
del ciclo lo sellarían la revolución bolchevique de 1917, que acabaría con el im-
perio de los zares de Rusia, y el gran~rack económico de 1929.
El palacio fue edificado en una privilegiada parcela de generoso ancho, que toma
la barranca entre la Avenida Alvear y la Calle Posadas, con frente sobre ambas.
El predio había sido comprado en 1930 por los hermanos Luis y Alberto Duhau.
En este sitio existía una antigua casona de dos plantas propiedad de Teodoro de
Bary, que había sido anfitrión de la infanta Isabel en 1910.
La fachada del palacio fue retirada de la línea municipal sobre la avenida para for-
mar un patio de honor cercado por una reja. La composición responde al clasi-
cismo de influencia francesa. La fachada, organizada por un eje de simetría,
presenta tres cuerpos: el central, definido por cuatro columnas de doble altura
rematadas en un frontis triangular, contiene el acceso al piso principal ubicado
en un nivel superior. Los cuerpos laterales forman dos planos levemente retraí-
dos. La composición destaca la posición de la planta noble, por sus dimensiones
y proporciones.
El contrafrente da a un jardín de importantes dimensiones que continuaba
hasta la Calle Posadas. En un primer momento se ubicaron allí las caballe-
rizas y las viviendas de los cuidadores, en una serie de construcciones de la-
drillo a la vista, que fueron remodeladas para albergar a jóvenes parejas de
las familias.
El jardin, parquizado según el eje de simetría que preside la composición de la
fachada posterior, fue tratado con "terrazas que siguen la barranca que desciende
hacia el Río.
La residencia, mantenida en excelentes condiciones, fue habitada por tres fa-
milias emparentadas , hasta 1990, todas descendientes de Luis Duhau que,
en su momento, vivió en la planta baja. Fue, por tanto, uno de los últimos
palacios habitados .
El excepcional terreno, tanto por su ubicación como por sus dimensiones, lo
hizo muy codiciado, acertadamente, para levantar en él un hotel de cinco estre-
llas, cuya demanda se haáa sentir en forma creciente. Finalmente, las astronó-
micas sumas ofrecidas se impusieron, y el predio de la mansión fue vendido
para ese destino. La historia tuvo un final relativamente feliz para la conservación
del patrimonio edilicio de la ciudad, gracias a la sensibilidad y acierto de la solu-
ción arquitectónica desarrollada. El palacio fue mantenido casi intacto y cumple
las funciones de entrada principal, salones, bar y comedores jerarquizados del
hotel. El mayor acierto se da en la articulación con la torre hotelera de doce pisos
desarrollada sobre Posadas. En efecto, entre ambos cuerpos, se mantuvo una
importante porción del jardin en terrazas, cuyo césped se extiende de medianera
a medianera, sin ser interrumpido por la comunicación entre ambos cuerpos, re-
suelta al nivel de un subsuelo. La configuración permite apreciar el valor de la
fachada posterior, de composición más lograda que la del frente, y que está fa-
vorecida por el asoleamiento que le brinda su orientación noreste.
El turista y el paseante han salido ganando, pues mientras el paisaje urbano de
la Avenida Alvear se mantuvo inalterado, se puede tener acceso a espacios que

66 HABITAR BUENOS AIRES


(Figura 9) (Figura w) (Figura 11)

antes estaban vedados. Es cierto que un acceso menos público y amigable que el Figura 9: Esta es la residencia
de un museo, pero acceso al fin . más antigua que se conserva
Cabe acá una reflexión acerca de la necesidad de encontrar nuevas y válidas fun- en la Av. Alvear .Circa 1890.
ciones para los edificios que se desea conservar. Figura 10: Fachada actual
Sería deseable que este fmal relativamente feliz fuese compartido por el edificio sobre Av. Alvear.
vecino de la esquina de Alvear y Rodríguez Peña (Figura 9). que se encuentra en Figura 11: Residencia Duhau:
un lamentable y peligroso estado de abandono. la única cuadra que se ha
mantenido intacta desde las
Otro sobreviviente: el Palacio Alzaga Unzue primeras décadas del siglo
Una estrategia hotelera similar se intentó con este notable palacio, ubicado sobre hasta nuestros días.
la Calle Cerrito, entre Alvear y Posadas, pero con mucho menos éxito. Final-
mente el resultado fue torpe, por la brutal relación en que quedaron la torre
nueva y el palacio, con gran menoscabo del segundo, aunque es justo señalar
que las dimensiones del terreno dieron al proyectista mucha menor capacidad
de movimiento que en el caso anterior.

Las circunstancias de los palacios


Hemos visto que los palacios tuvieron un ciclo temporal, coincidente con el de
la llamada Be!!e Epoque, un nicho espacial, cuyo epicentro se dio en la Avenida
Alvear y un tipo estilístico inspirado en el neoclasicismo francés.
Hubo, sin embargo, palacios fuera de tipo, de época y de localización, a veces
fuera de uno de estos marcos, otras fuera de dos, y hasta de los tres.
Comenzando por los fuera de tipo, el de la esquina de Rodríguez Peña, el del
árbol prodigioso, lejos del neoclasicismo francés , responde a un tipo de bunga-
low, hirsuto de enredaderas, poco comprensible e inclasificable dentro de la cul-
tura arquitectónica del porteño medio. t-
A esta misma categoría perteneció el palacio de Ridder, una villa o castillito neo-
gótico del que emergía una estrafalaria torrecilla. Ocupaba también una extraor-
dinaria parcela, con anchos frentes sobre Alvear y Posadas, en las inmediaciones
de la Plazoleta Carlos Pellegrini. Se vendió y fue demolido para dar lugar a dos
torres de departamentos sobre Alvear y un hotel cinco estrellas sobre Posadas.
Con la pintoresca y simpática villa se fue también el Pasaje Sea ver, que descendia
escalonado a )o largo de uno de los costados del predio, rincón único por la sor-
presa en el paisaje urbano que representaba.

Palacio Noel, actual Museo de Arte Hispánico


También fuera de tipo, pero casi dentro de área, en la subida de la Calle Suipacha,
se eleva una obra maestra del arquitecto Martín Noel, que sobrevive, hoy abierta

LAS MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS 67


Figu ra 12: El acceso principal al público, como museo. Fue proyectada para residencia de la familia del arquitecto
está marcado por un pórtico y de su hermano Carlos (que fue intendente de la ciudad) en dos cuerpos, arti-
circular, en la esquina de culados en un generoso jardín que contiene algunos árboles excepcionales.
Av. Del Libertador y Pereyra Noel fue uno de los promotores del neohispanismo, movimiento artístico de re-
Luce na. acción frente al gusto por el neoclasicismo francés que había calado tan hondo.
Figura '3' Comedor. La Exposición Internacional de Sevilla del año 1929 había dado alas al movi-
miento y al arquitecto, que había recibido el encargue del pabellón argentino en
la muestra, y lo había resuelto con maestría. Con el pabellón, el palacio y el casco
de estancia El Acelain, para Enrique Larreta, Noel demostró su dominio de un
estilo inspirado en la arquitectura andaluza con influencia árabe.
El Palacio Noel y sus jardines están abiertos al público, como Museo de Arte
Hispanoamericano, y aloja la importante colección de Isaac Fernández Blanco,
cuyo nombre lleva. Este fuerte gest~de acercamiento a lo hispánico, que había
sido abandonado a favor del gusto afrancesado, no tuvo seguidores de impor-
tancia. Los palacios que se siguieron construyendo, ya sobre el filo del fin de su
época, se desarrollaron con los moldes del neoclasicismo francés.

Palacio Errazuriz-Aivear. Museo Nacional de Arte Decorativo.


Una vez más vuelve a aparecer el apellido Alvear vinculado con el ciclo de los pa-
lacios. Está presente en el nombre de otro de los importantes ejemplares que
hoy están abiertos al público como museo.
Matías Errázuriz, miembro de una de las familias más poderosas de Chile, y em-
bajador de su país en Buenos Aires, casó con Josefina Alvear, que ocupaba una
posición similar en la sociedad porteña. Amantes de las artes, decidieron encargar
su residencia palaciega al arquitecto francés Rene Sergent, que ya había alcanzado
un sólido prestigio, porque querían que la gran arquitectura francesa estuviese re-
presentada en Buenos Aires. Para ello, contaban con un generoso terreno, ubi-
cado en la prolongación de la Avenida Alvear más allá de la Recoleta, con un
desarrollo de una cuadra entera de frente sobre la avenida, entre las intersecciones
con las calles Sánchez de Bustamante y Pereyra Lucena (Figura B, ver apertura de
capítulo yfigura 12).
En sus memorias, Errázuriz recuerda las palabras con las que Sergent lo alentaba
a concretar sus expectativas.
"No se arrepienta de su folie, - me decía el arquitecto Sergent cuando en mi imagina-
ción creaba la realidad que e1 más adelante debía Llevar a cabo- !a que en aquel enton-
ces dieron en llamar locura de reyes y de magnates, nos dej ó esos tesoros inagotables de
arte, que son refugio de !a belleza del momento".

(Figura 12 ) (Figura 13)

68 HABITAR BUENOS AI RES


Y agregaba, "andando el tiempo verá usted su ideal realizado; Buenos Aires poseerá 8/ En Revista "Belle Epoque"
algo así como la Wallace Collection de Londres, un Museo de Artes Decorativas, un pagina 65.
solaz en las horas de descanso, donde los obreros inteligentes podrán ir buscando en el 9/ Ver Lucia Calcagno y ot ros
pasado orientación para el presenten.8 Pareáa un profeta. A las nobles motivaciones en "Guia de la Arquitectura
patrióticas para levantar estas suntuosas mansiones, a las que hemos aludido de Buenos Aires", Ediciones
antes, Sergent agregaba la no menos noble preocupación por la cultura del pro- Gaglianone, Buenos Aires,
letariado. La mansión se construyó entre 19n y 1918 y fue habitada hasta 1937, 1992, Pag. 68.
cuando la adquirió el Gobierno Nacional. El encargue de este palacio iba a ser
fructífero para la obra que dejó Sergent entre nosotros, pues al mismo siguieron
el del palacio de la hermana de la señora de Errázuriz, Elisa Alvear de Bosch, ac-
tual Embajada de los EEUU, y el de un hermano, Fernando de Alvear, para quien
proyectó el palacio Sans Souci, ambos situados en la cresta de la barranca sobre
el Río de la Plata. En estas obras , Sergent daría renovadas pruebas de su maes-
tria, sobre todo en el segundo, pero no nos ocuparemos de él en este capítulo, en
razón de que está en la barranca de San Fernando.
El Errázuriz-Alvear nació con vocación de museo, tanto es así que en muchos
casos la elección de las obras de arte se realizó antes de definir el proyecto con
el fin de lograr un conjunto armónico.
En la composición de estilo neoclásico francés se repitió la distribución caracte-
ristica de basamento con locales auxiliares, planta baja para recepción y primer
piso destinado a las habitaciones íntimas de la familia. Sus amplios ventanales
permitieron y permiten disfrutar del jardín diseñado por Achile Duchene que en
esa época se integraba visualmente con los jardines de Palermo.
La generosidad del terreno permitió articular-los volúmenes, destacando dos pa-
bellones de entrada sobre el patio de honor. El primero custodia la entrada del
portón en la esquina, sobre la espléndida reja; el segundo contiene la entrada
del cuerpo principal. Transpuesta la puerta, una breve escalinata permite subir
la escasa altura del basamento y llegar al nivel de la planta principal.
La composición del espacio ínterno está presidida por el monumental e impresio-
nante hall en doble altura en estilo Renacimiento, en el que abunda la parafernalia
medievalista, con grandes tapices del siglo XVI y cinco arañas de bronce prove-
nientes de la catedral francesa de Estrées, como también una maqueta en bronce
para la chimenea, creación de Auguste Rodin. Impresiona el tamaño de la chime-
nea, a tono con la escala del gran hall. El piso del hall es de parquet en que maderas
de arce y nogal se alternan para formar una bella trama geométrica (Figura C, ver
apertura de capítulo).
Este monumental espacio está rodeado por un anillo de ambientes de recepción
entre los que se destaca el comedor, con rasgos rerniniscentes del barroco francés
copiados del Salón Hércules de Versailles. Este notable ambiente, probablemente
reservado a las grandes recepciones, está revestido con mármoles policromos de
los Pirineos franceses (Figura 13).
La comida era abastecida desde el último piso a través de un montacargas, por
personal de semcio en un número que habrá rondado los treinta.
Salones de una escala más íntima y de div~rsa tipología completan el anillo que
rodea al hall. En ellos se desarrolló una intensa vida social "en la que figuras de la
e1ite porteña alternaban con personalidades de la intelectualidad nacional y extran-
jera. En sus salones recitaron Federico García Lorca y Vicente Blasco Ibáñez, ofre-
ció conciertos Arturo Rubinstein y en el jardín, usando como escenario natural el
estanque de los cisnes, Ana Pavlova bailó la Muerte del Cisne. n9 (Figura 14) .
En la planta alta habitaban los dos ltijos, Matías y Josefina, en sendos departamentos
con baño privado y sala de recibo. A esta planta se sube por una gran escalera que
llega a los balcones corridos que rodean al gran hall. En el frente sobre la avenida
se destacan una gran terraza, que en otros tiempos habrá permitido abrir los ven-
tanales de la sala para disfrutar de las brisas del Río y una réplica del motivo de co-
lumnas y frontis , con las idénticas y armoniosas proporciones, del Ministerio de la
Marina de París, en su frente sobre la plaza de la Concordia.

LAS MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS 69


Figura 14: Ana Pavlova bai- Los salones de escala más íntima de la planta principal comprenden sala de baile,
lando la muerte del Cisne en de música y un salón de estar llamado "Salón de Madame" (Figura 15). El escri-
el jardín. torio del dueño de casa, revestido en roble moldurado, está cerca de la entrada.
Figura 15: Salón de Madame. El embajador continuó habitando la casa hasta 1937, dos años después de la
muerte de su esposa, y este escritorio fue refugio de sus días de soledad, antes
de irse a vivir solo a su país, frente al mar.
La familia, como símbolo del fin de una época, se dispersó poco tiempo después
de haber dejado el palacio. Los muebles y obras artísticas de la familia Errázuriz
fueron comprados por el Gobierno Nacional, continúan en su sitio y nos hacen
imaginar un modo de vivir que ya fue, pero en una época no tan lejana.
Hoy el museo es un núcleo de la vida cultural porteña, y alberga programas de
exhibiciones temporarias.

Otros palacios y residencias


También sobre la cresta de la barranca, al otro lado de la Plaza Bartolomé Mitre,
se levantó la residencia de Mariano Unzué, que fue expropiada en 1938 con des-
tino a residencia presidencial. Vemos que en los mismos años, durante la pre-
sidencia del general Justo, se dio el salvataje de tres importantes mansiones: las
dos de Plaza San Martín y ésta. Se debe tener en cuenta que no se debió a un ata-
que agudo de frivolidad del gobierno, sino que fue una manera positiva de
transar ingentes deudas incobrables del Banco de la Nación.
Pero el destino dado al predio generó un reclamo de retroposesión de los here-
deros del señor Villate, cuya propiedad de la Quinta de Olivos había sido trans-
ferida con el mismo destino. El gobierno dio marcha atrás, lo que permitió
destinar el extenso predio, durante la presidencia de Arturo Frondizi, a la Biblio-
teca Nacional. De esta manera, la residencia Unzué pasó a compartir con el Pa-
lacio Miró el rol benéfico de haber mantenido desocupado, durante un lapso
critico, un predio que pasaría a formar parte muy importante de los espacios ver-
des de la ciudad. En este caso, prolongó, sin solución de continuidad, el parque
de barranca de la Plaza Mitre que, junto con el Parque Lezama y el de las Barran-
cas de Belgrano, son los únicos tramos de parque público que marcan los vesti-
gios de este accidente geográfico. Por esta razón lo incluimos en esta breve
reseña, aunque no quedó vestigio de la construcción original, también notable
por haber albergado las últimas horas de Evita Perón. La casa fue demolida para
dar lugar al edificio de la biblioteca.
También sobre la prolongación de la Avenida Alvear, más allá de la Recoleta, so-
breviven otros palacios, aunque ya no abiertos al público, dado que deben super-
manencia a que son residencias de embajadas.

(Figura 14) (Figura 15)

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La de Gran Bretaña, sobre la barranca que miraba al Río, ocupa la que antes fue
la mansión de Eduardo Madero.
La del Reino de España, en la esquina con la Calle Sánchez de Bustamante. La
de la República Italiana, en la de Billinghurst. La más notable, aunque la más ale-
jada del arranque de la prolongación, pertenece a los EEUU. Ocupa un terreno
privilegiado, con extenso frente sobre la avenida y la Calle Seguí, y toda una cua-
dra con frente sobre la Calle Darregueyra (hoy John F. Kennedy) sobre el parque.
Fue construida para residencia de la familia constituida por una hermana de la
señora de Errázuriz, casada con Ernesto Bosch, y antes de venderse para su des-
tino actual se la conoció como Palacio Bosch. Es otra obra muy lograda del arqui-
tecto René Sergent, que la concibió en la plenitud de su maestría. Responde a un
esquema clásico del academicismo francés , con las cuatro plantas (a saber: ba-
samento a nivel terreno, un primer piso de planta noble de recepción, un se-
gundo piso íntimo con los dos dormitorios y un tercero de mansarda, que
contiene, al igual que el basamento, locales auxiliares y de servicio).
Es de volurnetría compacta, en forma de paralelepípedo, con sus fachadas com-
puestas con motivos clásicos organizados en base a ejes de simetría.
La planta principal contiene los locales sociales, que conforman un anillo com-
pleto, apenas interrumpido por un pequeño o.f!ice, comunicado con la cocina ubi-
cada en otro nivel. La disposición aprovecha la luminosidad que los amplios
ventanales sobre las tres fachadas libres aportan a la planta. El cuarto lado, reti-
rado de la medianera, también está aventanado.

Uno de los últimos ejemplares: la residencia Acevedo Anchorena


El estudio de arquitectura de la sociedad Acevedo, Becu y Moreno ya había cum-
plido una extensa trayectoria, en la que había demostrado su competencia en el
proyecto de residencias y casas de departamentos dentro del lenguaje neodasicista
francés, cuando el arquitecto Acevedo emprendió el proyecto de residencia para la
familia que había formado con Inés Anchorena. Aunque fuera de época, la man-
sión estuvo dentro del tipo, y del área, dado que se levantó en la esquina con la
Calle Ocampo, sobre la avenida que entonces conservaba el nombre de Alvear. El
terreno, que tiene un buen frente sobre la avenida, sigue el recorrido curvo de la
Calle Ocampo, hasta su intersección con la medianera perpendicular a la avenida.
La residencia, que está desarrollada sobre el consabido esquema de cuatro plan-
tas, es un modelo de discreción y armonía, y fue habitada hasta la década de
1990; es decir, fue una de las últimas que continuaron habitadas por la familia
que la había mandado construir.
Encontró el modo de sobrevivir cuando fue vendida a la Embajada del Reino de
Arabia Saudita, para residencia del embajador.
Cabe aquí una reflexión acerca de la diferencia de situación entre la de esta man-
sión con respecto a las tradicionales de la Avenida Alvear. La del Palacio Acevedo
Anchorena fue mucho más sostenible, porque la estricta reglamentación urba-
nistica del Barrio Parque excluia terminantemente una explotación más intensiva
del terreno, u otros usos que no fuesen el esidencial, a diferencia de las normas
más permisivas como las que sellaron la demolición del Palacio de Ridder, el
menoscabo del Alzaga Unzué y tantos otros.
La extinción de los palacios y, a su turno, de sus hermanos menores los petit-hotels
es explicable. Cuando un tipo ocupa terrenos en ubicaciones en que las normas
permiten desarrollar edificaciones más intensas o de usos más rentables, los te-
rresnos sobre los que se levantan resultan codiciables y aumenta su valor de mer-
cado. Uegado a este punto, la extinción es imparable, y de nada vale lamentar la
codicia de los propietarios que venden con destino a su demolición, verdaderas
joyas que forman parte del patrimonio común en el espacio urbano. El momento
de actuar es antes de sancionar las normas que se sabe que van a condenar estas
piezas, si es que la sociedad tiene en verdadera estima y consenso conservarlas
vivas en el patrimonio común de la imagen urbana.

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