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de líder que, sin dejar de ser propieta- en una sociedad histórica y regional-
rio, unía su capacidad de intermedia- mente determinadas. Así de una serie
ción y de mando militar” (p. 151). Sin de precisiones conceptuales que a lo
embargo, ya no se toma en cuenta el mejor debieron ir en la Introducción,
aspecto demográfico y nunca se logra el autor nos adentra en la reconstruc-
percibir qué dimensiones tenían los ción de una identidad regional del
“hacendados”, “rancheros”, “jornale- norte de México del segundo cuarto
ros”, entre otros, en cuanto a la estruc- del siglo XIX. Básicamente, García Flo-
tura demográfica y ésta en relación res nos muestra que existe una identi-
con la forma de la tenencia de la tierra, dad regional como magistralmente
y de ahí sobre la construcción de las logra resumir en el título de su obra
identidades regionales. Parecería que Ser ranchero, católico y fronterizo, pero
estos capítulos están inconexos del además muestra un indicio para desa-
cuerpo de la obra, sin embargo, desde rrollar aún más una posible historia de
mi perspectiva y el interés en la histo- las identidades regionales en el sep-
ria de las identidades colectivas y su tentrión novohispano y mexicano, que
vínculo con el devenir demográfico, es el vínculo con el paradigma de la
todos los elementos están ahí, salvo fronteridad: “Hasta el momento no
que faltó enfatizarlos y aprovecharlos tengo noticia de que se empleara la au-
en una redacción integral de la obra. todenominación de norteño, tan co-
Para el estudio de las identidades a fi- mún en el habla contemporánea. La
nes del siglo XVIII y gran parte del XIX prensa gubernamental se empeñaba
es fundamental articularlos por medio en aplicar la voz nuevoleonés, aunque
de la historia de la tenencia de la tierra, dudo que se recurriera a ella en el uso
pero no haciendo narrativas paralelas, diario. En su lugar, aparece la palabra
sino articuladas, pero cada historiador fronterizo. Resulta muy interesante su
escoge sus estrategias metodológicas uso: nos remite a los lindes del país y
y narrativas. al mismo tiempo, a la conciencia de ser
Cuando se lee el capítulo cuarto mexicano” (pp. 179-180. Énfasis en el
“Una sociedad rural en transforma- original).
ción”, nuevamente desde mi muy par- Este asunto la viene a confirmar la
ticular punto de vista, se comprenden postura de la tradicional historiografía
las exposiciones de los capítulos dos y fronteriza que considera que los acon-
tres, ya que en el último capítulo se de- tecimientos de la primera mitad del
sarrolla de una manera más precisa el siglo XIX son parte de los “anteceden-
estudio de las identidades colectivas tes” de la historia fronteriza que se
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sión final del texto, la presencia de los pobladores del septentrión los “otros”
“otros”. Así se concretó demasiado en eran los indios y el resto de los habi-
el “nosotros” que le interesaban, pero tantes de la Nueva España y después
no percibió la importancia de la inte- México, además de los “extranjeros”
racción de éstos con sus “otros”, aun- según la región y las circunstancias,
que en algunas partes habla de los pero los grupos indígenas siempre re-
“extranjeros” y de los “indios”, como presentaron la otredad en el discurso,
los otros de sus rancheros-católicos- aunque en la vida cotidiana su cerca-
fronterizos. Sin la descripción y expli- nía fuera estrecha. Lo que nos lleva a la
cación de los “otros”, ni en cuanto a paradoja en algunas regiones que
identidad, ni a lo demográfico, siem- cuando llegaban funcionarios o ex-
pre parecería que sus rancheros-católi- tranjeros, en sus relatos e informes,
cos-fronterizos quedan un tanto des- señalaban con mayor énfasis sus cer-
dibujados, sobre todo tomando en canías que sus diferencias, a pesar del
cuenta que demográficamente los “in- discurso regional diferenciador. Otro
dios” eran numerosos y siempre estu- aspecto es la cuestión de las reivindi-
vieron en el imaginario del “noso- caciones étnicas por cuestiones de es-
tros”, además que no es posible decir trategias de supervivencia: “Pero el
que “En el extremo opuesto se encon- indio en sí no era contrario a la identi-
traban los excluidos voluntarios, los dad de los rancheros. Hasta hacía po-
indios bárbaros que se negaban toda cas décadas las familias de las clases
pertenencia” (p. 175). populares eran etiquetadas con calida-
Los “indios” fueron un elemento des en las que se declaraban antepasa-
importante para la construcción de las dos indios. Dicha memoria era resca-
identidades regionales en el septen- tada en momentos oportunos como
trión novohispano, como el mismo au argumento político para exigir de
tor señala: “En términos generales, el rechos. El indio histórico, el que ya no
mexicano norteño es representado y está presente, igual participa en la
suele asumirse como no indio. Forma construcción identitaria” (p. 192).
parte del discurso popular contempo- Por último, es importante resaltar
ráneo en cualquier ciudad del norte de que la obra Ser ranchero, católico y fron-
México el que la población india fue terizo. La construcción de identidades en
aniquilada, que se comportaron como el sur de Nuevo León durante la primera
enemigos, que los antepasados llega- mitad del siglo XIX de Raúl García Flo-
ron de España y que eso nos distingue res, es una lectura obligada para la
de la gente “del sur” (p. 181). Para los comprensión de las aportaciones des-
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