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ERNEST HEMINGWAY

(Ernest Miller Hemingway; Oak Park, 1899 - Ketchum, 1961) Narrador estadounidense cuya
obra, considerada ya clásica en la literatura del siglo XX, ha ejercido una notable influencia
tanto por la sobriedad de su estilo como por los elementos trágicos y el retrato de la época
que representa. Recibió el premio Nobel en 1954.

Ernest Hemingway

Ya se había iniciado en el periodismo cuando se alistó como voluntario en la Primera Guerra


Mundial, como conductor de ambulancias, hasta que fue herido de gravedad. De vuelta a
Estados Unidos retomó el periodismo hasta que se trasladó a París, donde alternó con las
vanguardias y conoció a Ezra Pound, Pablo Picasso, James Joyce y Gertrude Stein, entre
otros. Participó en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial como
corresponsal, experiencias que luego incorporaría a sus relatos y novelas.

El propio Hemingway declaró que su labor como periodista lo había influido incluso
estéticamente, pues lo obligó a escribir frases directas, cortas y duras, excluyendo todo lo
que no fuera significativo. Su producción periodística, por otra parte, también influyó en el
reportaje y las crónicas de los corresponsales futuros.

Entre sus primeros libros se encuentran Tres relatos y diez poemas (1923), En nuestro
tiempo (1924) y Hombres sin mujeres (1927), que incluye el antológico cuento "Los
asesinos". Ya en este cuento es visible el estilo de narrar que lo haría famoso y maestro de
varias generaciones. El relato se sustenta en diálogos cortos que van creando un suspense
invisible, como si lo que sucediera estuviera oculto o velado por la realidad. El autor
explicaba su técnica con el modelo del témpano de hielo, que oculta la mayor parte de su
materia bajo el agua, dejando visible sólo una pequeña parte a la luz del día.

Otros cuentos de parecida factura también son antológicos, como "Un lugar limpio y bien
iluminado", "La breve vida feliz de Francis Macomber", "Las nieves del Kilimanjaro", "Colinas
como elefantes blancos", "Un gato bajo la lluvia" y muchos más. En algunas de sus mejores
historias hay un vago elemento simbólico sobre el que gira el relato, como una metáfora que
se desarrolla en el plano de la realidad.

La mayor parte de su obra plantea a un héroe enfrentado a la muerte y que cumple una
suerte de código de honor; de ahí que sean matones, toreros, boxeadores, soldados,
cazadores y otros seres sometidos a presión. Tal vez su obra debe ser comprendida como
una especie de romanticismo moderno, que aúna el sentido del honor, la acción, el amor, el
escepticismo y la nostalgia como sus vectores principales. Sus relatos inauguran un nuevo
tipo de "realismo" que, aunque tiene sus raíces en el cuento norteamericano del siglo XIX, lo
transforma hacia una cotidianidad dura y a la vez poética, que influiría en grandes narradores
posteriores como Raymond Carver.
Uno de los personajes de Hemingway expresa: "El hombre puede ser destruido, pero no
derrotado". Y uno de sus críticos corrobora: "Es un código que relaciona al hombre con la
muerte, que le enseña cómo morir, ya que la vida es una tragedia. Pero sus héroes no aman
mórbidamente la muerte, sino que constituyen una exaltación solitaria de la vida, y a veces
sus muertes constituyen la salvaguarda de otras vidas". A este tipo de héroe suele
contraponer Hemingway una especie de antihéroe, como su conocido personaje Nick Adams,
basado en su propia juventud, y que hilvana buena parte de los relatos como una línea casi
novelesca.

Sus novelas tal vez sean más populares aunque menos perfectas estilísticamente que los
cuentos. Sin embargo, Fiesta (1926) puede ser considerada una excepción; en ella se cuenta
la historia de un grupo de norteamericanos y británicos, integrantes de la llamada
"generación perdida", que vagan sin rumbo fijo por España y Francia. En 1929 publicó Adiós
a las armas, historia sentimental y bélica que se desarrolla en Italia durante la guerra. En
Tener y no tener (1937), condena las injusticias económicas y sociales. En 1940 publicó Por
quién doblan las campanas, basada en la Guerra Civil española. Esta obra fue un éxito de
ventas y se llevó a la pantalla.

En 1952 dio a conocer El viejo y el mar, que tiene como protagonista a un modesto pescador
de La Habana, donde vivió y escribió durante muchos años enfrentado a la naturaleza.
Algunos críticos han visto en este texto la culminación de su obra, porque en él confluyen el
humanismo y la economía artística; otros, sin embargo, opinan que éste no es el mejor
Hemingway, por una cierta pretensión didáctica. Hacia el final de una vida aventurera,
cansado y enfermo, se suicidó como lo haría alguno de sus personajes, disparándose con
una escopeta de caza. Para muchos, es uno de los escasos autores míticos de la literatura
contemporánea.

PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA


(Madrid, 1600 - id., 1681) Dramaturgo español. Educado en un colegio jesuita de Madrid,
estudió en las universidades de Alcalá y Salamanca. En 1620 abandonó los estudios
religiosos y tres años más tarde se dio a conocer como dramaturgo con su primera comedia,
Amor, honor y poder.

Como todo joven instruido de su época, viajó por Italia y Flandes y, desde 1625, proveyó a la
corte de un extenso repertorio dramático entre el que figuran sus mejores obras. Tras
granjearse un sólido prestigio en el Palacio Real, en 1635 escribió El mayor encanto, el amor,
para la inauguración del teatro del palacio del Buen Retiro.

Nombrado caballero de la Orden de Santiago por el rey, se distinguió como soldado en el


sitio de Fuenterrabía (1638) y en la guerra de Cataluña (1640). Ordenado sacerdote en 1651,
poco tiempo después fue nombrado capellán de Reyes Nuevos de Toledo. Por entonces ya
era el dramaturgo de más éxito de la corte. En 1663 el rey lo designó capellán de honor, por
lo que se trasladó definitivamente a Madrid.
El teatro de Calderón de la Barca

Según el recuento que él mismo hizo el año de su muerte, su producción consta de ciento
diez comedias y ochenta autos sacramentales, loas, entremeses y otras obras menores.
Como todo coetáneo suyo, Calderón no podía por menos que partir de las pautas dramáticas
establecidas por Lope de Vega. Pero su obra, ya plenamente barroca, tal vez alcance mayor
grado de perfección técnica y formal que la de Lope. De estilo más sobrio, Calderón pone en
juego menor número de personajes y los centra en torno al protagonista, de manera que la
obra tiene un centro de gravedad claro, un eje en torno al cual giran todos los elementos
secundarios, lo que refuerza la intensidad dramática.

El crítico Ángel Valbuena Prat señaló que en su estilo cabe distinguir dos registros. El
primero consiste en reordenar y condensar lo que en Lope aparece de manera difusa y
caótica y en estilizar las notas de su realismo costumbrista. Así, Calderón reelabora temas
originales de Lope en varias de sus obras maestras; en ellas aparece una rica galería de
personajes representativos de su tiempo y de su condición social, los cuales tienen en común
un tema del siglo: el honor, el patrimonio del alma enfrentado a la justicia de los hombres,
caso de El alcalde de Zalamea, o las pasiones amorosas que ciegan el alma, cuestión que
aborda en El mayor monstruo, los celos o en El médico de su honra.

Pero no es ése, desde luego, el principal motivo de su obra. En su segundo registro, el


dramaturgo inventa, más allá del repertorio caballeresco, una forma poético-simbólica
desconocida antes de él y que configura un teatro esencialmente lírico, cuyos personajes se
elevan hacia lo simbólico y lo espiritual. Calderón destaca sobre todo como creador de esos
personajes barrocos, íntimamente desequilibrados por una pasión trágica, que aparecen en
El mágico prodigioso o La devoción de la cruz.

Su personaje más universal es el desgarrado Segismundo de La vida es sueño, considerada


como la cumbre del teatro calderoniano. Esta obra, paradigma del género de comedias
filosóficas, recoge y dramatiza las cuestiones más trascendentales de su época: el poder de
la voluntad frente al destino, el escepticismo ante las apariencias sensibles, la precariedad de
la existencia, considerada como un simple sueño, y, en fin, la consoladora idea de que,
incluso en sueños, se puede todavía hacer el bien.

Con Calderón adquirieron asimismo especial relevancia la escenografía (lo que él llamaba
«maneras de apariencia») y la música. La carpintería teatral se convirtió en un elemento
clave en la composición de sus obras, y el concepto de escena se vio revalorizado de una
manera general, en la línea del teatro barroco. En cuanto a su lenguaje, se puede considerar
que es la culminación teatral del culteranismo poético de Góngora. Su riqueza expresiva y
sus complejas metáforas provienen de un cierto conceptismo intelectual, acorde con el
temperamento meditabundo propio de sus personajes de ficción.
ÉMILE ZOLA
(París, 1840 - 1902) Novelista francés, teórico y máximo representante del naturalismo. Émile
Zola fue el impulsor de la «novela experimental», es decir, de una narrativa planteada como
un experimento sociológico destinado no a reflejar la realidad contemporánea (como la
novela realista), sino a explicar las causas de los males sociales desde postulados
positivistas (la herencia, el medio) con el fin de contribuir a su reforma y progreso. De ahí que
la novela naturalista se centrase a menudo en el examen de las lacras sociales (alcoholismo,
prostitución, delincuencia) sin rehuir la sordidez, con el consiguiente escándalo para la
sociedad biempensante. La influencia de sus ideas y de su praxis narrativa marcó la literatura
europea durante al menos las dos décadas de auge del naturalismo (1880-1900).

Hijo de Francesco Zola, ingeniero emigrante italiano, y de Émilie Aubert, proveniente de la


pequeña burguesía francesa, pasó su infancia en Aix-en-Provence y estudió en el colegio
Bourbon. Fue compañero de Paul Cézanne, con quien mantuvo una sólida amistad, y tomó
contacto con la literatura romántica, especialmente con la narrativa de Victor Hugo y la
poesía de Alfred de Musset, su favorito.

Al morir su padre en 1847, se trasladó a París junto a su madre y continuó sus estudios en el
instituto Saint-Louis. Tras fracasar en su examen de graduación, en 1859 consiguió un
empleo administrativo en una oficina de Aduanas y en 1862 empezó a trabajar para el
departamento de publicidad de la editorial Hachette. Se interesó por la poesía y el teatro, y
colaboró para periódicos como Le Figaro, Le Petit Journal y Le Salut Public.

Sus primeros libros publicados fueron un conjunto de relatos titulados Cuentos a Ninon
(1864), y una novela autobiográfica con influencia del romanticismo, La confesión de Claude
(1865). Escribió dos obras de teatro que no fueron representadas, La fea (1865) y Magdalena
(1865), y en 1866 fue despedido de Hachette. Comenzó a trabajar como cronista literario y
artístico en el periódico L'Événement, y publicó los trabajos de crítica pictórica Mis odios
(1866) y Mi salón (1866), donde hizo una enérgica defensa de Manet, cuestionado en esa
época por los sectores académicos.

A partir de ese momento se dedicó por completo a escribir, se alejó paulatinamente del
romanticismo y sintió afinidad con el movimiento realista y el positivismo. Aplicó su
experiencia periodística en Los misterios de Marsella (1867), una novela folletinesca, y
publicó su primera obra importante, Teresa Raquin (1867), con la que ganó cierto prestigio
en el ambiente literario.

Con la novela Madeleine Férat (1868) fue consolidando su estilo, y la lectura de Introducción
a la medicina experimental, de Claude Bernard, lo inspiró para concebir un conjunto de
novelas escritas "con rigor científico", donde quería relatar la historia natural de varias
generaciones de una familia bajo el Segundo Imperio.

Así nació la monumental serie Los Rougon-Macquart, integrada por La fortuna de los Rougon
(1871), La ralea (1871), El vientre de París (1873), La conquista de Plassans (1874), La
caída del Abate Mouret (1875), Su excelencia Eugène Rougon (1876), La taberna (1877),
Una página de amor (1878), Naná (1879), Lo que se gasta (1882), El paraíso de las damas
(1883), La alegría de vivir (1884), Germinal (1885), La obra (1886), La tierra (1887), El sueño
(1888), La bestia humana (1890), El dinero (1891), La derrota (1892), y El Doctor Pascal
(1893).

En los treinta y un volúmenes que comprenden las veinte novelas trazó la genealogía de más
de doscientos personajes; el carácter de los distintos miembros de la familia deriva de las
tendencias hereditarias y de los condicionantes del medio social en que viven. Sus textos
fueron tan elogiados como criticados; recibió duros cuestionamientos por parte de escritores
católicos como Maurice Barrès, Léon Bloy y Jules Barbey d'Aurevilly, que veían en el
carácter positivista de su obra signos de decadencia, dogmatismo y una "absoluta carencia
de espiritualidad".

Su obra ensayística comprende volúmenes teóricos sobre el naturalismo, como La novela


experimental (1880), El naturalismo en el teatro (1881), Nuestros autores dramáticos (1881),
Los novelistas naturalistas (1881), Documentos literarios (1881), y Una campaña (1882); así
como textos de crítica y polémica, entre los que destacan Viaje de vuelta (1892), Nueva
campaña (1897), y fundamentalmente ¡Yo acuso! (1898), un extenso artículo dirigido al Jefe
de Estado francés y publicado originalmente en el periódico L'Aurore, donde defendió la
inocencia del capitán de origen judío Alfred Dreyfus, acusado de alta traición a la patria por
los militares antisemitas.

El efecto causado por su participación en el Caso Dreyfus lo posicionó como líder de las
fuerzas progresistas (republicanos y socialistas) que reclamaron al gobierno derechista la
defensa de los derechos humanos en la República. El gobierno, apoyado por los partidos
conservadores, el ejército nacionalista y la Iglesia Católica, lo acusó por injurias y lo
persiguió, por lo que se exilió en Inglaterra hasta que se demostró la inocencia definitiva de
Dreyfus y el complot militar.

En 1899 volvió a París y pudo ver indultado a Dreyfus, y el 29 de septiembre de 1902 murió
asfixiado por la defectuosa combustión de una chimenea, hecho que suscitó muchas
sospechas dadas las reiteradas amenazas de muerte que había recibido.

Su influencia sobre las generaciones posteriores de escritores no fue sólo literaria, ya que su
actitud de involucrarse tanto en la literatura como en la realidad social se transformó en un
paradigma del escritor comprometido y dominó la escena cultural de occidente hasta la
década de los 70. También es autor de las series Las tres ciudades, compuesta por Lourdes
(1894), Roma (1896) y París (1898), y Los cuatro evangelios, integrada por Fecundidad
(1899), Trabajo (1901), Verdad (póstuma, 1903) y Justicia (inacabada).
CHARLES DICKENS
(Portsmouth, Reino Unido, 1812 - Gad's Hill, id., 1870) Escritor británico. En 1822 su familia
se trasladó de Kent a Londres, y dos años más tarde su padre fue encarcelado por deudas.
El futuro escritor entró a trabajar entonces en una fábrica de calzados, donde conoció las
duras condiciones de vida de las clases más humildes, a cuya denuncia dedicó gran parte de
su obra.

Autodidacta, si se excluyen los dos años y medio que pasó en una escuela privada,
consiguió empleo como pasante de abogado en 1827, pero aspiraba ya a ser dramaturgo y
periodista. Aprendió taquigrafía y, poco a poco, consiguió ganarse la vida con lo que escribía;
empezó redactando crónicas de tribunales para acceder, más tarde, a un puesto de
periodista parlamentario y, finalmente, bajo el seudónimo de Boz, publicó una serie de
artículos inspirados en la vida cotidiana de Londres (Esbozos por Boz).

El mismo año, casó con Catherine Hogarth, hija del director del Morning Chronicle, el
periódico que difundió, entre 1836 y 1837, el folletín de Los papeles póstumos del Club
Pickwick, y los posteriores Oliver Twist y Nicholas Nickleby. La publicación por entregas de
prácticamente todas sus novelas creó una relación especial con su público, sobre el cual
llegó a ejercer una importante influencia, y en sus novelas se pronunció de manera más o
menos directa sobre los asuntos de su tiempo.

En estos años, evolucionó desde un estilo ligero a la actitud socialmente comprometida de


Oliver Twist. Estas primeras novelas le proporcionaron un enorme éxito popular y le dieron
cierto renombre entre las clases altas y cultas, por lo que fue recibido con grandes honores
en Estados Unidos, en 1842; sin embargo, pronto se desengañó de la sociedad
estadounidense, al percibir en ella todos los vicios del Viejo Mundo. Sus críticas, reflejadas
en una serie de artículos y en la novela Martin Chuzzlewit, indignaron en Estados Unidos, y
la novela supuso el fracaso más sonado de su carrera en el Reino Unido. Sin embargo,
recuperó el favor de su público en 1843, con la publicación de Canción de Navidad.

Después de unos viajes a Italia, Suiza y Francia, realizó algunas incursiones en el campo
teatral y fundó el Daily News, periódico que tendría una corta existencia. Su etapa de
madurez se inauguró con Dombey e hijo (1848), novela en la que alcanzó un control casi
perfecto de los recursos novelísticos y cuyo argumento planificó hasta el último detalle, con lo
que superó la tendencia a la improvisación de sus primeros títulos, en que daba rienda suelta
a su proverbial inventiva a la hora de crear situaciones y personajes, responsable en
ocasiones de la falta de unidad de la obra.

En 1849 fundó el Houseold Words, semanario en el que, además de difundir textos de


autores poco conocidos, como su amigo Wilkie Collins, publicó La casa desierta y Tiempos
difíciles, dos de las obras más logradas de toda su producción. En las páginas del Houseold
Words aparecieron también diversos ensayos, casi siempre orientados hacia una reforma
social.

A pesar de los diez hijos que tuvo en su matrimonio, las crecientes dificultades provocadas
por las relaciones extramatrimoniales de Dickens condujeron finalmente al divorcio en 1858,
al parecer a causa de su pasión por una joven actriz, Ellen Teman, que debió de ser su
amante. Dickens hubo de defenderse del escándalo social realizando una declaración
pública en el mismo periódico. En 1858 emprendió un viaje por el Reino Unido e Irlanda,
donde leyó públicamente fragmentos de su obra. Tras adquirir la casa donde había
transcurrido su infancia, Gad's Hill Place, en 1856, pronto la convirtió en su residencia
permanente.

La gira que inició en 1867 por Estados Unidos confirmó su notoriedad mundial, y así, fue
aplaudido en largas y agotadoras conferencias, entusiasmó al público con las lecturas de su
obra e incluso llegó a ser recibido por la reina Victoria I de Inglaterra poco antes de su
muerte, acelerada por las secuelas que un accidente de ferrocarril dejó en su ya quebrantada
salud.

JAMES JOYCE
(Dublín, 1882 - Zurich, 1941) Escritor irlandés en lengua inglesa. Nacido en el seno de una
familia de arraigada tradición católica, estudió en el colegio de jesuitas de Belvedere entre
1893 y 1898, año en que se matriculó en la National University de Dublín, en la que comenzó
a aprender varias lenguas y a interesarse por la gramática comparada.

Su formación jesuítica, que siempre reivindicó, le inculcó un espíritu riguroso y metódico que
se refleja incluso en sus composiciones literarias más innovadoras y experimentales.
Manifestó cierto rechazo por la búsqueda nacionalista de los orígenes de la identidad
irlandesa, y su voluntad de preservar su propia experiencia lingüística, que guiaría todo su
trabajo literario, le condujo a reivindicar su lengua materna, el inglés, en detrimento de una
lengua gaélica que estimaba readoptada y promovida artificialmente.

En 1902 se instaló en París, con la intención de estudiar literatura, pero en 1903 regresó a
Irlanda, donde se dedicó a la enseñanza. En 1904 contrajo matrimonio y se trasladó a Zurich,
donde vivió hasta 1906, año en que pasó a Trieste, donde dio clases de inglés en una
academia de idiomas.

Su primer libro, el volumen de poemas Música de cámara (Chamber Music), apareció en


1907; en 1912 volvió a su país con la intención de publicar una serie de quince relatos cortos
dedicados a la gente de Dublín, Dublineses (Dubliners), que finalmente vieron la luz en 1914.

Durante la Primera Guerra Mundial vivió pobremente junto a su mujer y sus dos hijos en
Zurich y Locarno. La novela semiautobiográfica Retrato del artista adolescente (Portrait of the
Artist as a Young Man), de sentido profundamente irónico, que empezó a publicarse en 1914
en la revista The Egoist y apareció dos años después en forma de libro en Nueva York, lo dio
a conocer a un público más amplio.
Pero su consagración literaria completa sólo le llegó con la publicación de su obra maestra,
Ulises (Ulysses, 1922), novela experimental en la que intentó que cada uno de sus episodios
o aventuras no sólo condicionara, sino que también «produjera» su propia técnica literaria:
así, al lado del «flujo de conciencia» (técnica que había usado ya en su novela anterior), se
encuentran capítulos escritos al modo periodístico o incluso imitando los catecismos.
Inversión irónica del Ulises de Homero, la novela explora meticulosamente veinticuatro horas
en la vida del protagonista, durante las cuales éste intenta no volver a casa, porque sabe que
su mujer le está siendo infiel.

Una breve estancia en Inglaterra, en 1922, le sugirió el tema de una nueva obra, que
emprendió en 1923 y de la que fue publicando extractos durante muchos años, pero que no
alcanzaría su forma definitiva hasta 1939, fecha de su publicación, con el título de Finnegan's
wake. En ella, la tradicional aspiración literaria al «estilo propio» es llevada al extremo y, con
ello, al absurdo, pues el lenguaje deriva experimentalmente, desde el inglés, hacia un idioma
propio del texto y de Joyce. Para su composición, el autor amalgamó elementos de hasta
sesenta idiomas diferentes, vocablos insólitos y formas sintácticas completamente nuevas.
Durante la Segunda Guerra Mundial se trasladó de nuevo a Zurich, donde murió ya casi
completamente ciego.

La obra de Joyce está consagrada a Irlanda, aunque vivió poco tiempo allí, y mantuvo
siempre una relación conflictiva con su compleja realidad política e histórica. Sus
innovaciones narrativas, entre ellas el uso excepcional del «flujo de conciencia», así como la
exquisita técnica mediante la que desintegra el lenguaje convencional y lo dobla con otro,
completamente personal, simbólico e íntimo a la vez, y la dimensión irónica y profundamente
humana que, sin embargo, recorre toda su obra, lo convierten en uno de los novelistas más
influyentes y renovadores del siglo XX.

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