Anda di halaman 1dari 14

Derechos de autor registrados

2018 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.


Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Domine, ut videam. Federico Salvador Ramón – Edición actualizada
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@gmail.com
Domine,
ut videam
por
Federico Salvador Ramón

Conjunto de documentos fechado en Roma


los días 5, 7 y 16 de junio de 1930

Publicado en la Revista Mariana Esclava y Reina


Guadix – Granada - España
Junio, julio y agosto de 1930

Edición actualizada por

María Dolores Mira Gómez de Mercado


Antonio García Megía
Domine, ut videam
Federico Salvador Ramón

Domine, ut videam

1
¿Amaremos?
Esperando estamos el remedio y éste no llega. Como el herido ciervo suspira por la fuente
de las aguas, así añoramos nosotros día y noche la paz y sólo estridencias de guerra se escuchan
por doquier.
Luchas de las conciencias de los hombres arrastrados al desenfreno de las pasiones por el
olvido del espíritu de Cristo; lucha de unos hombres contra otros a causa de las tempestades
levantadas por los huracanes de la ambición, que levanta a los hombres en ansias de ser todos,
sabios e ignorantes, nobles y plebeyos, los directores y administradores de la cosa pública.
De todas partes soplan alardes de matonismo, y unas naciones amenazan a otras por
delirios de dominación que a todos conduce al hambre y a la ruina. Tiranía más o menos
disimulada de los más fuertes en contra de los más débiles y de las naciones poderosas en daño
de las menos potentes.
Y sobre lo que es general y particular de cada nación y de todo el mundo, está lo que
afecta a los fundamentos de la Sociedad, especialmente a la familia, cuya degradación o ruina
acarrea indefectiblemente la degradación o destrucción de la humanidad.
¡La mujer se corrompe más cada día! Y si el hombre no halla consuelo en el corazón de
su compañera, ¿dónde lo encontraría? Si ésta no le señala su destino eterno, ¿quién se lo indicará?
¡Desgraciados hijos los que no sientan en sus mejillas inocentes los besos de su madre, mientras
ésta es fortalecida por el abrazo del hombre que sólo vive para su hijo y para su esposa!
Mas a este hombre solo lo forma la mujer que sabe abrazarse, antes que con los halagos
de la carne, con los sacrificios que exige el alma para que el hombre y la mujer que se aman
lleguen a ser dos en una carne. Pero la mujer de hoy, corta de falda y mangas, larga de escote y

5
Domine, ut videam
Federico Salvador Ramón

desnuda de la espalda, museo ridículo de pinturas, descocada, procaz y mal hablada… ¿conocerá
el sacrificio?
En verdad que no es fácil averiguar dónde encontrará el tesoro del propio vencimiento
para obedecer al marido y para sufrir en la crianza y educación de los hijos, ni es fácil averiguar,
ciertamente, cómo los hombres seguirán sujetándose al yugo del matrimonio. De aquí el abismo
espantoso de las estadísticas con su creciente descenso de matrimonios y la falta de nacimientos,
en todas las naciones cada día mayor. Y sin esposos, sin padres y sin hijos ¿qué será del mundo?
Y cuando, los que haya, se olviden del espíritu de Cristo y, padres y madres e hijos, sólo sepan
blasfemar de Dios y de su Cristo, entonces, ¿cuál será el fin de la humanidad?
Y, supuesto que haya, porque, sin duda la hay, una parte de los hombres que tienen fe,
pero que viven como si no la tuvieran, y otra que tiene fe y quiere vivir santamente, pero que le
espanta el qué dirán y siguen la corriente de la pagana deshonestidad y diabólicas costumbres, y
otra que más se afecta en seguir los caminos cristianos, pero que sólo llega hasta donde empiezan
los sacrificios, por pequeños que sean, y otra que lucha pero mientras hay pan que partir o gloria
que alcanzar, que hasta beber el cáliz no llegan, por más obligados que estén y por más que sean
de los que, como dice el Padre Faber1, «amarán a Dios y lamentarán no amarle más todavía», y
desearán algo para su gloria, como la propagación de alguna obra buena, el éxito de alguna
devoción o la venida de tiempos mejores. Pero todos estos, y los que no estén incluidos en estos
grupos aquí referidos, acabarán por creer que la oración les proporciona poco remedio, como
sigue diciendo el referido Padre Faber en el prólogo que escribió a La Verdadera Devoción del
bienaventurado Luis María Grignion.
Pero, como el sabio y pío autor no había de contentarse con lo dicho, en el mismo
Prefacio, sigue escribiendo:
«Pero, ¿cuál es el remedio que necesitan? ¿Cuál es el remedio indicado por el mismo
Dios? Si damos crédito a las revelaciones de los santosañade, el remedio está en
hacer que la devoción a la Santísima Virgen alcance un grado inmenso, pero téngase
en cuenta que lo inmenso no reconoce límites».
Hemos de tener a María un amor inmenso. La dificultad de que habla el Padre Faber para
alcanzar este amor inmenso es la ignorancia. Él habla de este óbice refiriéndose a Inglaterra. Y
en verdad que habla con toda justicia. Pero nosotros no hablamos de Inglaterra ni para Inglaterra
solamente, nosotros hablamos al mundo todo y no titubearíamos mucho en aplicar a las más
católicas naciones de hoy lo que, de la nación aludida protestante, dijo el Padre Faber.
¿No suele ser tan ignorante, como la de Inglaterra, la devoción que hoy ofrecemos a María
en todas las naciones? Omitamos las comparaciones, siempre odiosas y más en nuestro caso.
Pero sea más o menos el conocimiento y el amor que se tenga a la Reina Inmaculada, no
dudamos en aplicar a cualquier lugar de la tierra en donde se honre a María, estas otras palabras
del mismo Padre Faber escritas en el mismo Prefacio:

1
N. E. Reverendo Frederick William Faber, autor de una traducción al inglés, a partir del original francés,
del Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, publicada por Robson, Levey, y Franklyn, en
Londres en 1863.

6
Domine, ut videam
Federico Salvador Ramón

«Sin embargo, si hemos de creer las revelaciones de los santos, Dios exige una devoción
mayor, más extensa y sólida y del todo nueva a su Santísima Madre.»
¡Devoción inmensa! ¡Devoción del todo nueva!
Roma, 5 de junio de 1930

2
Devoción inmensa
Lo que el Beato Grignion enseña, que el mundo debe tender a restaurar todas las cosas en
Cristo y hacer que Jesucristo reine en las almas, no es la devoción que hoy tenemos a la Reina de
los Ángeles, que, sin duda, está comprendida entre las de los falsos devotos y practicadores de
falsas devociones señalados por nuestro Vidente de Montfort.
«Siete son las clases de falsos devotos y falsas devociones a la Santísima Virgen, es a saber:
1. Los devotos críticos.
2. Los devotos escrupulosos.
3. Los devotos exteriores.
4. Los devotos presuntuosos.
5. Los devotos inconstantes.
6. Los devotos hipócritas.
7. Los devotos interesados.

Los devotos críticos son, por lo común, los sabios [...] que critican casi todas las
prácticas de devoción a María [...] sólo porque no se acomodan a su orgullo […] son
mucho de temer y hacen gran daño a la devoción a la Santísima Virgen, alejando de
ella a los pueblos de una manera eficaz […]»
¡Oh sabios, si tuvierais a María un amor inmenso! Domine ut videam.
«Los devotos escrupulosos son gente que teme deshonrar al Hijo honrando a la Madre
[…] fina red que, con pretexto de un bien mayor, les tiende el demonio, pues jamás se
honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a María […] La Iglesia con el Espíritu
Santo bendice primero a la Santísima Virgen y luego a Jesucristo: Benedicta tu in
mulieribus et benedictus fructus ventris tui, Jesús.»
¡Oh devotos regateadores de la gloria de María! Repetid sin cesar: Ut adveniat regnum
Christi, adveniat regnum Marie.
Por lo que respecta a los obstáculos principales que tenemos para que el amor a María,
tanto en nosotros como en los demás, sea inmenso, creemos que, con que no hubiera tanto devoto
crítico ni tanto escrupuloso, no tardaríamos en ponernos en camino de llegar a conseguir que el
Espíritu Santo nos colmara del amor a María, mirándola de veras como señora y dueña de nuestras
almas.

7
Domine, ut videam
Federico Salvador Ramón

Pero, si el Dador de todo bien no ve en nuestras almas la plenitud de un amor sincero,


antes bien, disentido y regateado por frívolas razones y pretextos, ¿cómo nos colmará de la gracia
de amar a María con un amor inmenso?
Hasta que este amor mariano no sea el que inflame los corazones y salga de los labios en
llamaradas de palabras inflamadas en el fuego del Espíritu Santo, no conoceremos ni el verdadero
devoto de María, ni el verdadero devoto de Jesucristo. No resplandecerá en el mundo el alma
nacida de Dios y de María, predicadora, con obras y palabras, de la vuelta del espíritu cristiano a
las almas, de la restauración de todas las cosas en Cristo.
Hasta ese momento no aparecerá aquella alma por la que, tan ardientemente, suspiraba el
bienaventurado Luis María Grignion cuando, en sus luminosísimas visiones proféticas,
exclamaba:
«¡Oh, por cuán bien empleado daría yo mi trabajo, si este humilde escritose refiere
a la Verdadera Devoción a María Santísimacayendo en las manos de un alma bien
nacida de Dios y de María, y no de la sangre ni de la voluntad del hombre, le
descubriera e inspirase, por la gracia del Espíritu Santo, la excelencia y el precio de la
verdadera y sólida devoción a la Santísima Virgen que ahora mismo voy a describir!
Si yo supiese que mi sangre criminal pudiera servir para que en los corazones entrasen
las verdades que escribo en honor de mi querida Madre y soberana Señora, el último
de cuyos hijos y esclavos soy, con ella, en lugar de tinta, escribiría estas líneas
confiando encontrar almas generosas que, por su fidelidad a la práctica que enseño,
resarcirían a mi querida Madre y Señora las pérdidas que Ella experimenta por mi
ingratitud y mis infidelidades.
Ahora me siento, más que nunca, animado a creer y esperar todo lo que tengo
profundamente grabado en el corazón, y que muchos años ha vengo pidiendo a Dios,
a saber: que tarde o temprano, la Santísima Virgen tendrá más hijos, servidores y
esclavos de amor que nunca, y que, por este medio, Jesucristo, mi amado Dueño,
reinará más que nunca en los corazones.»
¡Dios mío, por los méritos de la Inmaculada Reina y Niña María, danos a nosotros
también almas generosas que resarzan a tu reino de las omisiones y males que, por las ingratitudes
e infidelidades de nosotros, los que deseamos y procuramos vivir como verdaderos esclavos de
amor en su grado más perfecto, padece el Reino de María y, con éste, el Reino de Jesús!
En especial, Pastor divino de las almas, perdona, por los ruegos de mi Divina Infantita, a
éste, el más miserable pecador de cuantos hubo y habrá, porque fue, es y será, ladrón de tu gloria
y malversador y desperdiciador de tantos bienes materiales y espirituales, santísimos dones y
carismas regalados del Espíritu Santo y almas tan sencillas, tan sinceras, tan ganosas de
sacrificarse por Ella, que ellas abonan y fían que ya está en el mundo, realizándose, aquel gran
éxito que esperaba el amadísimo Vidente de la Esclavitud:
«Un gran escuadrón de bravos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y otro
sexo, que combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los
tiempos de peligro que vendrán como jamás los hemos visto.»

8
Domine, ut videam
Federico Salvador Ramón

¡Nuestros tiempos, sí, estos tiempos que no son para describirlos! ¡Niña Inmaculada, esclavos,
esclavos de uno y otro sexo envía!
¡Envía a los que has de enviar! Tú que has producido, con el Espíritu Santo, lo más grande que ha
habido y habrá jamás, que es un Dios Hombre, ¡Tú serás la que producirás las mayores cosas que habrá en
los últimos tiempos!
Forma, Reina y Señora nuestra, a los que te han de amar con amor inmenso. Educa a los grandes
santos que saldrán hacia el fin del mundo; pues sólo Tú, Virgen singular y milagrosa, eres la que puedes
realizar, en unión del Espíritu Santo, las cosas singulares y extraordinarias.
Sacerdotes que amamos la Esclavitud, tal vez somos devotos críticos, quizás escrupulosos, ¡quién
sabe si hay en nuestro corazón algunos de los siete vicios que señala el Beato Grignion en la devoción a
María!
Como quiera que sea, no olvidemos que Ella debe ser el único y el total tesoro de nuestras almas
para que, en ellas, se realice el místico desposorio con el Espíritu Santo, indispensable para que nuestro
amor a María y, por él, a Jesucristo, sea inmenso. Dice el Beato:
«Cuando el Espíritu Santo, en Esposo, la ha encontrado en un alma, vuela alto, entra
plenamente, se comunica a esta alma con abundancia en cuanto ellael almada
cabida a su Esposo, y una de las principales razones por las que el Espíritu Santo no
hace a veces maravillas estupendas en las almas, es porque El no encuentra allí una
unión bastante grande con su fiel e indisoluble Esposa.»
Atráenos Tú y correremos en pos de Ti, Reina Inmaculada, hasta que vivas en nuestro
pecho como en tu nido, en nuestro corazón como en tu trono, en nuestra alma como en tu paraíso
y en nuestro espíritu como en tu cielo, porque en él viva siempre tu divino Esposo, y, de este
modo, con toda perfección e indefectiblemente vivas siempre en nosotros. Y así, transformados
en Ti, vivamos por Ti, en Ti y para Ti, hasta que eternamente vivamos también en Ti con el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo. Amen.
Amen. Devoción inmensa consumada.
Roma, 7 de junio de 1930

3
Devoción del todo nueva
Dice el piadosísimo Padre Faber que el Beato Grignion, de conformidad con las
revelaciones de los santos, enseña que la devoción a María es inmensa, del todo nueva.
Dice el Padre Faber:
«Si hemos de creer las revelaciones de los santos, Dios exige una devoción mayor, más
extensa y sólida y del todo nueva a su Santísima Madre.»
Por lo que hace a mí, no concibo obra más excelsa o vocación más fecunda para una
criatura, que el simple trabajo de difundir esta devoción peculiar del bienaventurado Grignion de
Monfort.

9
Domine, ut videam
Federico Salvador Ramón

Examínela quien quiera por sí mismo y, las transformaciones que producirá en su propia
alma, pronto le convencerán de la casi increíble eficacia de esta devoción como medio para la
salvación de los hombres y para la venida del reino de Cristo.
«¡Oh, si María fuese más conocida, no se sentiría tanta frialdad para con Jesús¡
¡Oh, si María fuese más conocida, cuánto más milagrosa sería vuestra fe y cuán
diferentes nuestras comuniones!
¡Oh, si María fuese más conocida, cuánto más dichosos, cuánto más santos, cuánto
menos mundanos seríamos y con cuánta más perfección seriamos vivas imágenes de
nuestro Señor y Salvador, su amadísimo y Santísimo Hijo!»
En resumen, de lo dicho anteriormente, se deduce que la devoción a María será del todo
nueva por su extensión, por su solidez, por su eficacia para la salvación de las almas y para la
venida del reino de Cristo y, porque será María más conocida de los hombres, se avivará el fervor
de la fe y de las comuniones, y sólo desearemos despreciar el mundo para amar la perfección de
Jesús, haciéndonos vivas imágenes de Él.
Y, ¿quién puede dudar de que, en nuestros tiempos, María es conocida más extensamente
en sí misma y que debe serlo más intensamente en la práctica de ese mayor conocimiento?
La definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María no debe ser para los
hombres de menor trascendencia que la definición de la divina Maternidad; por ésta triunfó el
reinado de Jesucristo, Dios y Hombre, en el mundo, y por la primera debe volver el Pastor divino
a reinar de nuevo en las almas.
Si María fue concebida sin mancha, si nació Inmaculada, fue por Cristo y para Cristo, y
para ser en las manos del Altísimo el tálamo, sin mancilla, en donde habían de unirse, en abrazo
eterno para gloria del Omnipotente, la Divinidad y la Humanidad.
En la primera venida de María y de Jesús, el hombre en nada tomó parte; fue obra de
Dios, que de tal manera amó a los hombres, que les dio a su Unigénito en María hecho carne,
factuni ex muliere, para que viviera entre nosotros, nos enseñara y salvara.
Pero, ahora, de tal modo los hombres han de amar a Dios, que le hemos de dar cuanto
podemos, cuerpo, inteligencia y voluntad, para que Él venga a nosotros. Y como la primera vez
vino por María, la segunda, por Ella vendrá también, porque, incapaces los hombres de atraer a
sí mismo a Dios por tantos pecados y miserias, los hombres acudirán a María y se valdrán de Ella
para obligar a Jesucristo a venir a ellos, porque en donde esté María estará Él, fruto bendito de
sus entrañas purísimas.
Cuando María sea conocida como la traedora de Jesucristo a la sociedad y, así sea
predicada, las almas entrarán en esa devoción fecunda en la que se llenarán los hombres del deseo
de traer a Cristo a sus corazones para que viva en ellos, y este deseo los llevará, más y más, a
conocer las virtudes de María anteriores a la divina Maternidad y, por este motivo, suspirarán por
ser verdaderos niños con María Niña, humildes, obedientes, sencillos, dóciles y ardiendo en el
amor propio de los que cumplen los divinos mandatos, resucitarán y harán resucitar y crecer, cada
día más, en perfección a las almas, y cuando de veras, sintiéndolo y viviéndolo, sepan los hombres
decir delante de Dios, Ecce ancilla Domini, entonces será la hora de nuestra fe milagrosa, la hora

10
Domine, ut videam
Federico Salvador Ramón

de la fe que vence al mundo, la hora del triunfo de Cristo Rey en el triunfo de la Inmaculada
Reina.
Devoción nueva que los hombres no tardarán en conocer porque ellos lo ansían hartos de
las locuras y de las intranquilidades del mundo y ansiosos de una sola hora de paz que les dé
tiempo de pensar en el eterno negocio, cuya suprema aspiración es imposible arrancar al espíritu
humano hecho para Dios y siempre desasosegado hasta que descanse en Dios.
A pesar de cuanto se diga, todavía andamos como indecisos para acudir a la Reina que
nos ha de hacer santos sobre toda santidad y aptos, con su gracia, para traer al mundo el Reino de
Cristo.
Tal vez, so pretextos, al parecer santos, estamos soterrados para no salir a la vida de los
apóstoles de los últimos tiempos. Somos tan pecadores, somos tan flacos, tan miserables, que
hemos de apartarnos humildemente de tanta santidad como se exige, como ciertamente se requiere
para pretender siquiera ocupar el último lugar entre los que han de venir.
¡Vanas escusas, falaces pretextos, engañosa humildad! Y, si no es así, escuchad al
ardentísimo Grignion y resolver después:
«De manera que el Altísimo la ha hecho tesorera única de sus riquezas y dispensadora
única de sus gracias para ennoblecer, levantar y enriquecer, a quien Ella quiera, para
hacer caminar por la estrecha senda del cielo a quien Ella quiera, para permitir, a pesar
de todos los obstáculos, la entrada por la angosta puerta de la vida a quien Ella quiera
y para dar el trono, el cetro y la corona de Rey a quien Ella quiera. Jesús, en todas
partes y siempre, es el fruto y el hijo de María, y María es, en todo lugar y tiempo, el
árbol verdadero que contiene el fruto de vida y la verdadera Madre que le produce».
¿Queréis el fruto? Cogedlo del árbol.
¿Buscáis al Hijo? Vivid en la Madre. Y si en Ella vivís y en Ella os injertáis, por Ella
seréis ennoblecidos, levantados, enriquecidos, y, a pesar de todos los obstáculos del mundo, del
demonio y de la carne, de nuestra ignorancia y flaquezas, entraremos en el camino de toda
perfección.
Confiemos en Ella. Esto es lo que nos falta. Pongámonos en los brazos de Ella, como el
infante en los de su Madre, y, entonces, no habrá obstáculos, como no los hubo para ella, porque
es suprema, universal, eficacísima y fecunda en todo prodigio de santidad, aquella sublime y
honda ley que formuló la Reina sin mancilla para explicar la incomparable grandeza de la Divina
Maternidad: Quia respexit humilitatem ancillae, sus ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes
generationes.
Si de veras, sinceramente, fuéramos humildes, en Ella confiaríamos y en Ella todo lo
encontraríamos, tanto más abundantemente, cuanto con más verdad fuéramos humildes esclavos
de Ella.
Devoción nueva por esta suprema confianza que los esclavos tendían en Ella, tan sólida,
que con Ella todo lo podrán, hasta lo que juzgamos más inaccesible a nuestras humanas fuerzas.
Y, para que no nos quepa duda de que nuestra flaqueza y miseria no serán parte a declararnos
inhábiles para ser santos esclavos, sigamos nuevamente a nuestro ferventísimo Grignion que dice:

11
Domine, ut videam
Federico Salvador Ramón

«Sólo María es a quien Dios ha confiado las llaves de las bodegas del amor divino y el
poder de entrar, y de hacer entrar, a los hombres en las vías más sublimes y secretas
de la perfección. Ella sola es la que permite la entrada en el paraíso terrestre a los
miserables hijos de la Eva infiel, para pasear en él agradablemente con Dios, ocultarse
con seguridad de sus enemigos, alimentarse deliciosamente sin temer nunca a la
muerte del fruto de los árboles de la vida y de la ciencia del bien y del mal, y para
beber a grandes tragos las aguas celestes de esta hermosa fuente que allí salta en
abundancia, o más bien Ella misma es el paraíso terrestre, esa tierra virgen y bendita,
de la cual fueron despedidos Adán y Eva pecadores: Ella sola da la entrada en sí misma
a aquellos y aquellas a quienes la place, para hacerlos santos».
Y, ¿todavía diréis que no sois lo santos que debéis ser para ser esclavos? No hay porqué
creer que engañáis, pero, si bien lo pensáis, veréis que estáis engañados.
Si no vais a Ella es porque aún no os atrevéis a confiar en Ella y, si no confiáis, vuestra
es la culpa. Os olvidáis de lo que de Ella sabéis, no la amáis, no queréis ser esclavos de Ella, no
queréis tenerla siempre presente para imitarla y para pedirle que os socorra, no intentáis siquiera
ser de los grandes humildes, que por eso Ella hará los grandes santos, salvadores del mundo, en
estos tiempos de tanta ruina moral y religiosa.
Roma 16 de junio de 1930

12
.

Derechos de autor registrados

2018 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.


Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Domine, ut videam. Federico Salvador Ramón – Edición actualizada
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@gmail.com
.

Anda mungkin juga menyukai