Anda di halaman 1dari 4

ALGUNAS MUJERES EN EL LIBRO I DE AB URBE CONDITA

Rea Silvia

[1,3] “… Fue sucedido por Proca, quien tuvo dos hijos, Numitor y Amulio. A Numitor, el mayor, le legó el
antiguo trono de la casa Silvia. La violencia, sin embargo, resultó más fuerte que la voluntad paterna o que el
respeto debido a la antigüedad de su hermano, pues su hermano Amulio le expulsó y se apoderó de la corona.
Añadiendo crimen sobre crimen, asesinó a los hijos de su hermano y convirtió a la hija, Rea Silvia, en virgen
vestal; así, con apariencia de honrarla, la privó de toda esperanza de resurgir.

[1,4] Sin embargo, las Parcas habían, creo, ya decretado el origen de esta gran ciudad y de la fundación del más
poderoso imperio bajo el cielo. La vestal fue violada por la fuerza y dio a luz gemelos. Declaró a Marte como su
padre, ya sea porque realmente lo creía, o porque la falta pudiera parecer menos grave si una deidad fue la causa
de la misma. Pero ni los dioses ni los hombres la protegieron a ella o sus niños de la crueldad del rey; la
sacerdotisa fue enviada a prisión y se ordenó que los niños fuesen arrojados al río. Por un enviado del cielo,
ocurrió que el Tiber desbordó sus orillas, y las franjas de agua estancada impidieron que se aproximaran al curso
principal...

...La tradición continúa diciendo que, después que la cuna flotante, en la que los niños habían sido abandonados,
hubiera sido dejada en tierra firme por las aguas que se retiraban, una loba sedienta de las colinas circundantes,
atraída por el llanto de los niños, se acercó a ellos , les dio a chupar sus tetas y fue tan amable con ellos que el
mayoral del rey la encontró lamiendo a los niños con su lengua. Según la historia, su nombre era Fáustulo. Se
llevó a los niños a su choza y los dio a su esposa Larentia para que los criara. Algunos autores piensan que a
Larentia, por su vida impura, se le había puesto el apodo de "Loba", entre los pastores, y que este fue el origen de
la historia maravillosa. Tan pronto como los niños, así nacidos y criados, llegaron a ser hombres jóvenes que no
descuidaban sus deberes pastoriles, pero su auténtico placer era recorrer los bosques en expediciones de caza.
Como su fuerza y valor fueronse así desarrollando, solían no sólo acechar a los feroces animales de presa, sino
que incluso atacaban a los bandidos cuando cargaban con el botín. Distribuían lo que llevaron entre los pastores
con quienes, rodeados de un grupo cada vez mayor de jóvenes, se asociaron tanto en sus empresas serias como en
sus deportes y pasatiempos...”

Tarpeya

[1.11] “... Espurio Tarpeio estaba al mando de la ciudadela romana. Mientras su hija había salido de las
fortificaciones a buscar agua para algunas ceremonias religiosas, Tito Tacio la sobornó para que introdujera sus
tropas dentro de la ciudadela. Una vez dentro, la mataron aplastándola bajo sus escudos, o para que la ciudadela
paraciera haber sido tomada por asalto, o para que su ejemplo quedase como advertencia de que ninguna
confianza debe guardarse con los traidores. Una historia más antigua dice que los Sabinos tenían costumbre de
llevar pesados brazaletes de oro en sus brazos izquierdos, así como anillos con piedras preciosas, y que la
muchacha les hizo prometer que le darían "lo que llevaban en sus brazos izquierdos"; por lo tanto, ellos le
arrojaron los escudos que portaban en lugar de sus dorados adornos. Algunos dicen que en la negociación de lo
que llevaban en su mano izquierda, ella pidió expresamente sus escudos, y ante la sospecha de ser traicionarlos, la
hicieron víctima de sus propias palabras... ”

Las mujeres sabinas

[1,9] “...Siguiendo el consejo del Senado, Rómulo envió mensajeros entre las naciones vecinas para buscar una
alianza y el derecho al matrimonio mixto en nombre de su nueva comunidad. En ninguna parte recibieron los
enviados una recepción favorable...

...La única solución empezó parecer el recurso a la fuerza. Para asegurar un lugar y momento propicios para tal
intento, Rómulo, disimulando su resentimiento, hizo preparativos para la celebración de unos juegos en honor de
"Neptuno Ecuestre", a los que llamó "los Consualia".
Ordenó que se diera anuncio de la celebración entre las ciudades vecinas, y su pueblo lo apoyó para hacer la
celebración tan espléndida como les permitiesen sus conocimientos y recursos, de modo que se produjo gran
expectación. Se reunión una gran multitud; la gente estaba ansiosa por ver la nueva ciudad, todos sus vecinos más

Época monárquica: desde la fundación de Roma (año 753 a.C.) a la expulsión del último de los reyes (año 509 a.C.)
1
cercanos (los pueblos de Caenina, Antemnae y Crustumerium) estaban allí, y vino toda la población Sabina, con
sus esposas y familias. Se les invitó a aceptar la hospitalidad en distintas casas, y tras examinar la situación de la
ciudad, sus murallas y el gran número de casas de que incluía, se asombraron por la rapidez con que había crecido
el Estado romano.

Cuando llegó la hora de celebrar los juegos, y sus ojos y mentes estaban fijos en el espectáculo ante ellos, se dió
la señal convenida y los jóvenes romanos corrieron desde todas las direcciones para llevarse a las doncellas que
estaban presentes. Lamayor parte fue llevada de manera indiscriminada; pero algunas, especialmente hermosas,
que habían sido elegidas para los patricios principales, fueron llevadas a sus casas por plebeyos a quienes se les
encomendó dicha tarea.

Las muchachas secuestradas estaban tan desesperadas como indignadas. Rómulo, sin embargo, se les dirigió en
persona, y les señaló que todo era debido al orgullo de sus padres por negar el matrimonio a sus vecinos. Vivirían
en honroso matrimonio y compartirían todos sus bienes y derechos civiles, y (lo más querido de todo a la
naturaleza humana) serían madres de hombres libres. Él les rogó que dejasen a un lado sus sentimientos de
resentimiento y dieran su afecto a los que la fortuna había hecho dueños de sus personas. Una ofensa había
llevado a menudo a la reconciliación y el amor, encontrarían a sus maridos mucho más afectuosos, porque cada
uno haría todo lo posible, por lo que a él tocaba, para compensarlas por la pérdida de padres y país.

Estos argumentos fueron reforzados por la ternura de sus maridos, quienes excusaron su conducta invocando la
fuerza irresistible de su pasión (una declaración más efectiva que las demás, al apelar a la naturaleza femenina)...

[1.13] ...Fue entonces cuando las Sabinas, cuyos secuestro había llevado a la guerra, despojándose de todo temor
mujeril en su aflicción, se atrevieron en medio de los proyectiles con el pelo revuelto y las ropas desgarradas.
Corriendo a través del espacio entre los dos ejércitos, trataron de impedir la lucha y calmar las pasiones excitadas
apelando a sus padres en uno de los ejércitos y asus maridos en el otro, para que no incurriesen en una maldición
por manchar sus manos con la sangre de un suegro o de un yerno, ni para legar a la posteridad la mancha del
parricidio. "Si", gritaron, "están hastiados de estos lazos de parentesco, de estas uniones matrimoniales, vuelquen
su ira sobre nosotras; somos nosotras la causa de la guerra, somos nosotras las que han herido y matado a nuestros
maridos y padres.

Mejor será para nosotras morir antes que vivir sin el uno o el otro, como viudas o huérfanas ". Ambos ejércitos y
sus líderes fueron igualmente conmovidos por esta súplica. Hubo un repentino silencio y apaciguamiento.
Entonces los generales avanzaron para disponer los términos de un tratado. No sólo resultó que se hizo la paz;
ambas naciones se unieron en un único Estado, el poder efectivo se compartió entre ellos y la sede del gobierno
de ambas naciones fue Roma..."

Horacia

[1.26] “... Antes de que se separasen los ejércitos, Mecio preguntó qué órdenes iba a recibir de conformidad con
los términos del tratado. Tulio le ordenó mantener a los soldados de Alba en armas, ya que requeriría de sus
servicios si hubiera guerra con los Veientinos. Ambos ejércitos se retiraron a sus hogares. Horacio marchaba a la
cabeza del ejército romano, llevando ante él su triple botín. Su hermana, que había sido prometida a uno de los
Curiacios, se reunió con él fuera de la puerta Capene.

Reconoció, en los hombros de su hermano, el manto de su novio, que había hecho con sus propias manos y
rompiendo en llanto se arrancó el pelo y llamó a su amante muerto por su nombre. El soldado triunfante se
enfureció tanto por el estallido de dolor de su hermana, en medio de su propio triunfo y del regocijo del público,
que sacó su espada y apuñaló a la chica. "¡Ve!", exclamó, en tono de reproche amargo, "ve con tu novio con tu
amor a destiempo, olvidando a tus hermanos muertos, al que aún vive, y a tu patria! Así perezca cada mujer
romana que llore por un enemigo!". El hecho horrorizó a patricios y plebeyos por igual, pero sus recientes
servicios fueron una compensación a los mismos. Fue llevado ante el rey para enjuiciarle. Para evitar la
responsabilidad de aprobar una dura condena, que sería repugnante para la población, y luego llevarlo a la
ejecución, el rey convocó a una asamblea del pueblo y dijo: "nombrar a dos duumviros para juzgar la traición de
Horacio conforme a la ley ". El lenguaje terrible de la ley era: "Los duumviros juzgarán los casos de traición a la
patria, si el acusado apela contra los duumviros, la apelación será escuchada, si se confirma su sentencia, el lictor

Época monárquica: desde la fundación de Roma (año 753 a.C.) a la expulsión del último de los reyes (año 509 a.C.)
2
lo colgará de una cuerda en el árbol fatal, y se le flagelará ya sea dentro o fuera del pomerio. Los duumviros,
nombrados de conformidad con esta ley, no creían que sus disposiciones tuvieran el poder de absolver incluso una
persona inocente. En consecuencia se le condenó, y luego uno de ellos dijo: "Publio Horacio, te declaro culpable
de traición. Lictor, ata sus manos." El lictor se había acercado y sujetando la cuerda, cuando Horacio, a propuesta
de Tulio, que tenía una interpretación misericordiosa de la ley, dijo, "Apelo". El recurso se interpuso ante el
pueblo.

Su decisión fue influenciada principalmente por Publio Horacio, el padre, quien declaró que su hija había sido
justamente muerta; de no haber sido así, hubiera ejercido su autoridad como padre en castigar a su hijo. Entonces
imploró que no despojaran de todos sus hijos al hombre que hasta tan poco antes había estado rodeado con tan
noble descendencia.

Las lágrimas del padre y la valerosa disposición a correr cualquier peligro del joven soldado, fueron demasiado
para el pueblo. Se lo absolvió porque admiraban su valor y no porque considerasen de justicia su comportamiento.
Pero como un asesinato a plena luz del día exigía alguna expiación, se le mandó al padre hacer una expiación por
su hijo a costa del Estado... ”

Lucrecia

[1,57] “... Los príncipes reales a veces pasaban sus horas de ocio en fiestas y diversiones, y en una fiesta dada por
Sexto Tarquinio Colatino en la que el hijo de Egerius estuvo presente, la conversación pasó a girar sobre sus
esposas, y cada uno comenzó a hablar de la suya propia con extraordinarias palabras de alabanza. Encendidos con
la discusión, Colatino dijo que no había necesidad de palabras, en pocas horas se podría comprobar hasta qué
punto su Lucrecia era superior a las demás. "¿Por qué no", exclamó, "si tenemos algún vigor juvenil, montamos a
caballo y hacemos a nuestras esposas una visita y veremos su condición según lo que estén haciendo? Como sea
su comportamiento ante la llegada inesperada de su marido, así será la prueba más segura". Ellos se habían
calentado con el vino, y todos gritaron: "¡Bien! ¡Vamos!" Espoleando a los caballos galoparon a Roma, a donde
llegaron cuando la oscuridad comenzaba a cerrar. Desde allí fueron a Colacia, donde encontraron a Lucrecia
empleada de manera muy diferente a como estaban las nueras del rey, a quienes habían visto pasar el tiempo entre
fiestas y lujo, con sus conocidos. Ella [Lucrecia.- N. del T.] estaba sentada hilando la lana y rodeada de sus en
medio de sus criadas. La palma en este concurso sobre la virtud de las esposas se otorgó a Lucrecia. Acogió con
satisfacción la llegada de su marido y los Tarquinios, mientras que su esposo victorioso cortésmente invitaba a los
príncipes a permanecer en calidad de huéspedes. Sexto Tarquinio, inflamado por la belleza y la pureza ejemplar
de Lucrecia, tuvo la vil intención de deshonrarla. Y con el pensamiento de esta travesura juvenil regresó al
campamento.

[1.58] Pocos días después Sexto Tarquinio fue, sin saberlo Colatino, con un compañero a Colacia. Fue recibido
amablemente en el hogar, sin ninguna sospecha, y después de la cena fue conducido a un dormitorio separado
para huéspedes.

Cuando todo le pareció seguro y todo el mundo dormía, fue con la agitación de su pasión armado con una espada
donde dormía Lucrecia, y poniendo la mano izquierda sobre su pecho, le dijo: "¡Silencio, Lucrecia! Soy Sexto
Tarquinio y tengo una espada en mi mano, si dices una palabra, morirás". La mujer, despertada con miedo, vio
que no había ayuda cercana y que la muerte instantánea la amenazaba; Tarquino comenzó a confesar su pasión,
rogó, amenazó y empleó todos los argumentos que pueden influir en un corazón femenino. Cuando vio que ella
era inflexible y no cedía ni siquiera por miedo a morir, la amenazó con su desgracia, declarando que pondría el
cuerpo muerto de un esclavo junto a su cadáver y diría que la había hallado en sórdido adulterio. Con esta terrible
amenaza, su lujuria triunfó sobre la castidad inflexible de Lucrecia y Tarquino salió exultante tras haber atacado
con éxito su honor. Lucrecia, abrumada por la pena y el espantoso ultraje, envió un mensajero a su padre en Roma
y a su marido en Ardea, pidiéndoles que acudieran a ella, cada uno acompañado por un amigo fiel; era necesario
actuar, y actuar con prontitud , pues algo horrible había sucedido. Espurio Lucrecio llegó con Publio Valerio, el
hijo de Voleso; Colatino, con Lucio Junio Bruto, a quien encontró regresando a Roma cuando estaba con el
mensajero de su esposa. Encontraron a Lucrecia, sentada en su habitación y postrada por el dolor. Al entrar ellos,
estalló en lágrimas, y al preguntarle su marido si todo estaba bien, respondió: "¡No! ¿Qué puede estar bien para
una mujer cuando se ha perdido su honor? Las huellas de un extraño, Colatino, están en tu cama. Pero es sólo el
cuerpo lo que ha sido violado, el alma es puro; la muerte será testigo de ello. Pero dame tu solemne palabra de

Época monárquica: desde la fundación de Roma (año 753 a.C.) a la expulsión del último de los reyes (año 509 a.C.)
3
que el adúltero no quedará impune. Fue Sexto Tarquino quien, viniendo como enemigo en vez de como invitado,
me violó la noche pasada con una violencia brutal y un placer fatal para mí y, si sois hombres, fatal para él".

Todos ellos, sucesivamente, dieron su palabra y trataron de consolar el triste ánimo de la mujer, cambiando la
culpa de la víctima al ultraje del autor e insistiéndole en que es la mente la que peca, no el cuerpo, y que donde no
ha habido consentimiento no hay culpa. "Es por ti", dijo ella, "el ver que él consigue su deseo, aunque a mí me
absuelva del pecado, no me librará de la pena; ninguna mujer sin castidad alegará el ejemplo de Lucrecia". Ella
tenía un cuchillo escondido en su vestido, lo hundió en su corazón, y cayó muerta en el suelo. Su padre y su
marido se lamentaron de la muerte”...

Cuestiones
¿Cómo imaginas la vida de una mujer en la época de la monarquía romana?
¿Cómo crees que el ideal de la mujer en esa época?
¿Qué conductas son inaceptables en ellas?
¿Y cómo crees que es el modelo de mujer actualmente?
¿Qué actos crees que se consideran inaceptables ahora?
¿Crees que algunas historias, mutatis mutandis, podrían suceder en la actualidad?
¿Qué valores crees que se desprenden de cada una de estos relatos?

Época monárquica: desde la fundación de Roma (año 753 a.C.) a la expulsión del último de los reyes (año 509 a.C.)
4

Anda mungkin juga menyukai